
La represión no es una innovación. En cambio, es un regreso a las mismas estrategias de seguridad respaldadas por Estados Unidos que generaron la crisis actual.
‘Durante décadas, Estados Unidos ha vertido decenas si no cientos de millones de dólares en métodos punitivos y militarizados de combatir la violencia y la inseguridad en El Salvador», explica Yesenia Portillo, directora del programa del Comité de Solidaridad con T a Pueblo de El Salvador (CISPES).
Para las élites gobernantes, después del fin negociado de la guerra civil en 1992, la policía se convirtió en clave para contener las consecuencias sociales de la reestructuración neoliberal y las promesas incumplidas de paz.
El autoritarismo de Bukele – la represión militarizada, la vigilancia estatal de periodistas y disidentes, la persecución política – se sienta en aparente contradicción con su lanzamiento de ventas para cripto-utopía. Pero esta ha sido la fantasía libertaria todo el tiempo: vasta desigualdad social, sostenida a punta de pistola. La acumulación ilimitada de capital ha requerido durante mucho tiempo una intervención estatal antidemocrática, incluso violenta – Eduardo Galeano observó una vez que el dictador chileno respaldado por Estados Unidos Augusto Pinochet metió a la gente en prisión para que los precios pudieran ser libres. ‘»