La Buena Noticia del Dgo.2º-A

La liberación de Jesús

Jn 1, 29-34

Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo

Juan Bautista, al llamarlo así, recuerda al primer Cordero Pascual, que marcó el proceso de liberación de Israel… Jesús viene a abrir el camino de la liberación de toda la humanidad.

El pecado del mundo es todo lo que amenaza la Vida, dentro y fuera de nosotros: los millones de seres humanos forzados a la miseria y al hambre a causa de una injusta distribución de la riqueza, el comercio escandaloso de armas, la criminal difusión de la droga, el drama de los refugiados a las puertas de Europa…

Pero también «el pecado del mundo» son nuestras hostilidades, nuestras pequeñas o grandes ambiciones… «el pecado del mundo» es en definitiva la ausencia del amor.

Lectura de la Palabra

Juan 1,29-34

                                                            Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo

En aquel tiempo, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: «Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Éste es aquel de quien yo dije: «Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo.» Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel.»

Y Juan dio testimonio diciendo: «He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: «Aquél sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo.» Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.»

Comentario a la Palabra

DEJARNOS BAUTIZAR POR EL ESPÍRITU DE JESÚS

 Los evangelistas se esfuerzan por diferenciar bien el bautismo de Jesús del bautismo de Juan. No hay que confundirlos. El bautismo de Jesús no consiste en sumergir a sus seguidores en las aguas de un río. Jesús sumerge a los suyos en el Espíritu Santo. El evangelio de Juan lo dice de manera clara. Jesús posee la plenitud del Espíritu de Dios, y por eso puede comunicar a los suyos esa plenitud. La gran novedad de Jesús consiste en que Jesús es «el Hijo de Dios» que puede «bautizar con Espíritu Santo».

Este bautismo de Jesús no es un baño externo, parecido al que algunos han podido conocer tal vez en las aguas del Jordán. Es un «baño interior». La metáfora sugiere que Jesús comunica su Espíritu para penetrar, empapar y transformar el corazón de la persona.

Este Espíritu Santo es considerado por los evangelistas como «Espíritu de vida». Por eso, dejarnos bautizar por Jesús significa acoger su Espíritu como fuente de vida nueva. Su Espíritu puede potenciar en nosotros una relación más vital con él. Nos puede llevar a un nuevo nivel de existencia cristiana, a una nueva etapa de cristianismo más fiel a Jesús.

El Espíritu de Jesús es «Espíritu de verdad». Dejarnos bautizar por él es poner verdad en nuestro cristianismo. No dejarnos engañar por falsas seguridades. Recuperar una y otra vez nuestra identidad irrenunciable de seguidores de Jesús. Abandonar caminos que nos desvían del evangelio.

El Espíritu de Jesús es «Espíritu de amor», capaz de liberarnos de la cobardía y del egoísmo de vivir pensando solo en nuestros intereses y nuestro bienestar. Dejarnos bautizar por él es abrirnos al amor solidario, gratuito y compasivo.

El Espíritu de Jesús es «Espíritu de conversión» a Dios. Dejarnos bautizar por él significa dejarnos transformar lentamente por él. Aprender a vivir con sus criterios, sus actitudes, su corazón y su sensibilidad hacia quienes viven sufriendo.

El Espíritu de Jesús es «Espíritu de renovación». Dejarnos bautizar por él es dejarnos atraer por su novedad creadora. Él puede despertar lo mejor que hay en la Iglesia y darle un «corazón nuevo», con mayor capacidad de ser fiel al evangelio.

PorJosé Antonio Pagola

Testigos de la Palabra

Silvia Maribel Arriola

 Silvia, “la mujer de la sonrisa”, se hizo religiosa para servir a las mayorías pobres y necesitadas de su país, es menuda, frágil de apariencia, pero fuerte como para aportar la solución arriesgada en situaciones limite, como al optar por acompañar, como enfermera, al Ejército de Liberación Farabundo Martí, en el Frente Occidental “Feliciano Ama”. También como al entregar su vida por la liberación de su pueblo. Silvia de 30 años de edad, fue asesinada por el ejército, el día 17 de enero de 1981, junto otros compañeros enfermeras y médicos del campamento. La comunidad religiosa a la que pertenece nace de las comunidades de bases de San Salvador y es aprobada canónicamente por Monseñor Romero, con el nombre de “Religiosas para el Pueblo”. Silvia, amiga de todos, animadora de comunidades, enfermera en un campamento guerrillero, cumple hasta el fin sus promesa de fidelidad al pueblo, dando testimonio de la Buena Noticia a los pobres. Murió con el pueblo y resucitará con él.

EL SALVADOR ENERO 17 DE ENERO DE 1981.

LA compañera Hermana Silvia Arriola murió el 17 de enero de 1981 en Cutumay Camones, Santa Ana, en una operación militar que dejó muy pocos sobrevivientes en un grupo de más de 200 personas.

la compañera silvia fue secretaria personal de Monseñor Romero y prima de la comandante Mariana de la C.P. del PRS-ERP.FMLN.

Silvia se hizo religiosa para servir a las mayorías pobres y necesitadas de su país. El Salvador. Como su pueblo estaba en un momento de guerra, decidió ayudar como enfermera en los hospitales de las áreas más atacadas. Ahí fue asesinada, a los treinta años, el día 17 de enero de 1981, junto con otras enfermeras y médicos.

Oración de Silvia:

» Prometo serle fiel al Señor:

en la salud y en la enfermedad

en la juventud y en la vejez

en la tranquilidad y en la persecución

en las alegrías y en la tristeza

en su encarnación entre los más pobres

siendo pobre y solidaria con ellos en su lucha por los demás…

Hna. Silvia Maribel Arriola:

Fue miembro de las Comunidades Eclesiales de Base en la Comunidad Cristiana de la Colonia Zacamil de Mejicanos, San Salvador. Cayó en Cutumay Camones, Santa Ana el 13 de enero de 1981.

Nació el 20 de marzo de 1951 en el departamento de Santa Ana, hija de Jorge Arriola y Angelina Marroquín de Arriola, fue la primera hija entre cuatro hermanos (un hombre y tres mujeres).

A la edad de 15 años descubre su vocación religiosa e ingresa a la Congregación de Hermanas Guadalupanas. Sus padres no estaban de acuerdo y fueron para sacarla del convento; pero al ver su terquedad, optaron por permitir su regreso al convento. Silvia permaneció 8 años con las Hermanas Guadalupanas. durante ese tiempo estudió enfermería en México, compartiendo con personas enfermas y mucha gente necesitada.

Regresó a El Salvador para profesar sus votos perpetuos. en este tiempo acompaño a una de sus hermanas que estudiaba Sociología para hacer una encuesta en el tugurio de La Tutunichapa. Silvia conoció allí a un grupo de mujeres de las Comunidades Eclesiales de Base, pidió quedarse en la reunión y al final de la sesión conoció a Nohemí, hermana de la Pequeña Comunidad, intercambiaron sobre la experiencia comunitaria-religiosa nacida de las Comunidades Eclesiales de Base y se entusiasmó por esa novedad.

Silvia, aún siendo religiosa Guadalupana, continuó visitando la Comunidad Marginal de Tutunichapa. En poco tiempo asimiló la mística de las Comunidades Eclesiales de Base y se incorporó a visitar y vivír el espíritu comunitario. Un día Silvia recibió una carta de la hermana superiora de la Congregación donde se le exijía decidir entre las Comunidades Eclesiales de Base y la Congregación.

Silvia decidió salir de la congregación de Religiosas Guadalupanas y se incorporó a la experiencia de vida religiosa de la Pequeña Comunidad. El 25 de agosto de 1975 todas celebraron la incorporación de una hermana más en la vida comunitaria. «Nosotras no dudamos frente al planteamiento de incorporarse a la Comunidad; al contrario, celebramos como cipotas su integración. Silvia era una persona con grandes valores, puso en la vida de la Comunidad su espíritu, su mística y su opción para con los seres humanos. «¡Eso le encantó tanto a la gente!» (María Isabel).

«Silvia vivió y compartió cinco años y medio en la Pequeña Comunidad. María Isabel Figueroa trabajaba en el archivo del Arzobispado con Monseñor Luis Chávez y González. Con la llegada de Monseñor Romero en 1976, María Isabel fue trasladada como secretaria. A través de Isabel, Silvia llega a trabajar también como secretaria de Monseñor Romero. Trabajaban medio tiempo: leían y resumían la correspondencia, redactaban y archivaban. En el otro medio tiempo, Silvia animaba hasta altas horas de la noche las Comunidades Eclesiales de Base en San Roque (Plan del Pito) y Cuscatancingo.

«Silvia tuvo una especial atención para los jóvenes y el acompañamiento al movimiento político. Con su forma de ser selló a cada persona, respetando su individualidad y potenciando sus capacidades» Carmen Elena). Durante esa época de persecución muchos de esos jóvenes se comprometieron con su vida por los cambios sociales. Ahora son parte de la Lista de Mártires. Otros asumieron compromisos de liderazgo en la formación y la continuidad de las Comunidades Eclesiales de Base. El 3 de enero de 1981, Silvia decidió incorporarse al Frente de Guerra acompañando a la población en la Ofensiva Guerrillera del 10 de enero de 1981. Durante estas batallas Silvia ofreció sus servicios de enfermería. El 17 de enero de 1981, murió en el Cantón Cutumay Camones, del departamento de Santa Ana, junto a más de un centenar de hombres y mujeres combatientes del FMLN.

A 42 años de su martirio, el espíritu de Silvia continúa revoloteando, sus valores son parte de la herencia y la presencia en quienes siguen creyendo en ideales comunitarios y de transformación de la sociedad» (Carmen Elena).

«Silvia fue pequeña en estatura, ¡pero con un ser tan grande! A través de sus hermosos ojos reflejó su opción de vida por las personas más desposeídas. Silvia no está ausente, sigue presente, manifestada, animando la vida y el compromiso de mucha gente que continúa luchando por la misma causa por la que ella dio su vida. Cuando oigo hablar de ella a otras personas, la vida se recrea y su presencia que animó a muchos en su infancia, les sigue acompañando hoy en su vida de personas adultas» (María Isabel).

«Silvia es un ser extraordinario que pasó y se quedó en nuestro corazón, su respeto por cada persona, el amor en los detalles, el regalo de su sonrisa y su presencia siempre dulce, me invita a seguir conociéndome, desarrollando mi ser y el inmenso agradecimiento a la vida por la oportunidad de amar y ser amado» (Juan Carlos).

(FUENTE: Tomado del libro «Tomamos la Palabra, testimonios de mujeres de las Comunidades Eclesiales de Base del Norte de Morazán». impreso en Talleres UCA, Noviembre de 2001).

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