En el Aniversario de los Acuerdos de Paz

P. José Mª Tojeira
El periodista Héctor Silva me envió una serie de preguntas interesantes de actualidad. Las reproduzco junto con mis respuestas
1. ¿Tenemos que seguir celebrando la firma de 1992? Hay mucha desilusión por una paz que muchos han calificado de mediocre. El oficialismo actual reniega de aquello y dice que no hay nada que celebrar. Pero, por otro lado, parece claro que mucho de lo que avanzamos en estas tres décadas no hubiese sido posible sin 1992. ¿Qué debemos de celebrar?
Respuesta: La firma de los acuerdos de paz es un acontecimiento muy importante en la historia de El Salvador. Por primera vez los problemas graves de enfrentamiento político y social entre salvadoreños se resolvió por la vía del diálogo racional en vez de por el camino de la fuerza bruta y la muerte o destierro del enemigo. Es cierto que después en el proceso de paz hubo algunas marchas atrás, como la ley de amnistía por ejemplo, y muy poca capacidad de impulsar un desarrollo equitativo. A todo ello lo acompañó la corrupción, el compadrazgo o amiguismo y el favoritismo político. E incluso las celebraciones de los acuerdos de paz se volvieron para mucha gente desagradables por el modo de celebrarlos sin autocrítica: Se celebraba alabando a los firmantes y a los gobiernos de turno como herederos de los acuerdos y se olvidaba a las víctimas de la guerra y a los pobres. Cuando en realidad las víctimas fueron el motor de los acuerdos, y los pobres el compromiso a solucionar. Además, a este proceso contrario a la memoria, se le unió la corrupción y el discurso demasiado vacío de los políticos, con claros signos populistas en lo poco que hacían. Es normal que haya gente que se alegre con la crítica que se hace al proceso posterior, pero no es correcto que el Gobierno mezcle los errores posteriores a los acuerdos con una dinámica, la de los acuerdos, que tiene víctimas hasta la sangre y protagonistas que nos merecen un enorme respeto.
2. Sobre la reciente iniciativa del oficialismo en torno a la masacre de la UCA. ¿Cómo lo entiende? ¿Una pretensión auténtica de justicia para las víctimas? ¿Simple revanchismo político?
Respuesta: La reciente iniciativa del sector gubernamental trata de comenzar un proceso. Es difícil en el inicio de un proceso hablar de intenciones. Lo más que se podría hablar es de escenarios. Sobre todo cuando el proceso no está plenamente iniciado. Sin embargo llama la atención y produce inquietud el hecho de que se anticipe este proceso a la formulación de una ley de justicia transicional, y que contrasten tanto las declaraciones de deseo de justicia con lo que está aconteciendo en el juicio de El Mozote, o en la parálisis de la Fiscalía frente al resto de los casos mencionados en la Comisión de la Verdad, o frente a otros casos también presentados en la Fiscalía. Solamente el Idhuca ha presentado en la Fiscalía un poco más de 60 casos, la mayoría crímenes de lesa humanidad cometidos durante la guerra civil, que duermen en la inactividad pro-impunidad de la Fiscalía.
3. Siempre sobre la masacre de 1989, ¿Cómo se entiende que el mismo gobierno que dice que no hay nada que celebrar quiera colgarse medallas con el tema judicial en torno a la masacre, cuando es un hecho que está tan relacionado a la firma de la paz? ¿Simple ignorancia?
Respuesta: El Gobierno actual ha dado muestras repetidas veces de impulsar su propia propaganda favorable, más allá de los condicionamientos éticos que toda propaganda debe tener. Ni la verdad ni la fidelidad a la historia parecen tener importancia en ese tipo de propaganda. Se trata más bien de fomentar los sentimientos de frustración de mucha gente ante la realidad política, social o judicial, y hacer signos que den la impresión de que ahora se actúa de un modo totalmente distinto al pasado.
4. ¿Cuáles son sus perspectivas sobre el futuro político del país? Hay quienes dicen que estamos ante un escenario parecido al de finales de los 70 por los niveles de persecución y por los cierres de espacios reales de participación política.
Respuesta: No creo que estemos en un escenario tan semejante al de los años 70, ni que las actuaciones presentes del Gobierno puedan llevar a respuestas semejantes a los ocurridos en los 80. Hoy hay muchos más condicionamientos legales, al menos externos, y se ha desarrollado mucho más la conciencia ciudadana en torno a la institucionalidad democrática y la importancia de los Derechos Humanos. Creo que en la medida en que la realidad económica y social se siga mostrando tan compleja y difícil como en el tiempo de los gobiernos anteriores, y en la medida también de que el actual Gobierno continúe dando muestras de un control centralizado y autoritario de las instituciones nacionales, los cambios vendrán desde el aumento de la conciencia crítica de la ciudadanía. Al final nos encontraremos con un tipo de gobierno que al estilo del último gobierno de Arena, tratará de dialogar un poco más con la gente. Lo difícil es calcular los tiempos que puede durar este proceso y los problemas que pueden surgir dentro del mismo. Pero el desarrollo de la conciencia en el país es una realidad evidente, y por el lado de la conciencia y la responsabilidad ciudadana se terminará avanzando de nuevo hacia una democracia moderna e inclusiva.