Benedicto XVI: el destino del Papa maestro

Hay frases que pueden marcar o al menos definir un destino. “Creo que, puesto que Dios hizo un Papa maestro, quiso precisamente que este aspecto de la reflexión, y de manera especial la lucha por la unidad de la fe y la razón, pasara a primer plano”. Son palabras pronunciadas por Benedicto XVI en 2010, en el libro de entrevistas A luz do mundo . Había llegado al pontificado, tras pasar muchos años como presidente de la Comisión de Fe y siendo claramente la cabeza teológica de Juan Pablo II ., el Papa más «político», con quien durante unos treinta años había promovido, sin concesiones, una exigente reagrupación doctrinal de la Iglesia. La redacción del Catecismo de la Iglesia Católica, cuidadosamente supervisada por él, fue la ideología que, declarada de autoridad pontificia, pretendió imponer como norma y criterio para la catequesis e incluso para la teología.

 De hecho, el prestigio de un profesor alemán, junto con una rica trayectoria de publicaciones teológicas, lograron introducir en el ambiente un sentido de dignidad cultural para el anuncio de la fe cristiana. Respondía así a una necesidad global de actualización, que el Concilio Vaticano II había reconocido y proclamado solemnemente. Era urgente tras la severa crisis de la Ilustración, que puso en crisis el papel destacado con el que el cristianismo había marcado la cultura occidental durante un milenio y medio y desde entonces, en buena medida, también la del mundo.

Él, no sólo por formación, sino por haber participado personalmente en el Consejo, parecía bien preparado para emprender la alta tarea. Y decidió afrontarlo, continuando, con otro estilo pero con la misma actitud de cierto mesianismo salvador, el camino ya emprendido junto al anterior Papa, Juan Pablo II. Pero sucede que, llegados a este punto, todo parece confirmar lo que gran parte de los teólogos han denunciado desde el principio. El Concilio había abierto las puertas a una revolución evangélica, y lo que estos dos Papas pretendían imponer era una renovación del compromiso, con arreglos de forma y acomodación de estilo, que al final no hacían más que apuntalar el mismo viejo edificio. Se procedió a través de una hermenéutica restauradora del mensaje conciliar, con el fortalecimiento de la autoridad central,

Si Juan Pablo II insistió sobre todo en la disciplina de un gobernante fuerte y experimentado, Benedicto XVI se centró en la teología. Publicó, siguiendo también el estilo del anterior, algunos documentos excelentes, como Deus caritas est (Dios es amor ), Spe salvi (Salvados por la esperanza ) y Caritas in veritate La caridad en la verdad ), que fueron luminosos y esperanzadores . , pues se centraron en los anuncios centrales de la fe, evitando los temas colaterales y discutibles.

Pero, en cuanto a los esfuerzos relacionados con una actualización teológica sustantiva, traicionó su interpretación del servicio papal, considerándose a sí mismo como un «papa maestro»: pensó que su autoridad pastoral como anunciador de la fe y animador de vida en un sentido evangélico, lo invistió también con el poder de controlar el «servicio teológico». Convirtió su teología en un modelo de teología. En consecuencia, prosiguió, reforzando con nueva autoridad papal, el control autoritario que había ejercido como prefecto de la doctrina de la fe. Las censuras, los procedimientos y las exclusiones de lo que sonaba a renovación fundamental se multiplicaron, imponiendo los textos de los representantes de la restauración teológica en la enseñanza más o menos oficial. Simplificando: Hans Urs von Balthasar contra Karl Rahner.

Sobre el segundo, incluso dijo: “Trabajando con él, me di cuenta de que Rahner y yo, a pesar de estar de acuerdo en muchos puntos y en múltiples aspiraciones, vivíamos desde el punto de vista teológico en dos planetas diferentes”. Ahí mismo y también simplificando, aparece un síntoma que, permítanme la opinión, es todo un diagnóstico: el teólogo Ratzinger está muy lejos de la creatividad y profundidad del teólogo Rahner. No supo reconocer la necesidad de un «cambio estructural de la Iglesia», o de una superación radical del paradigma escolástico, abriendo para la teología y para la Iglesia un futuro que golpea con los puños las puertas de la humanidad. De la humanidad religiosa, que necesita el aire fresco del Evangelio para volver a entrar. y de la humanidad secular,

No es casualidad que cierre estas reflexiones aquí con esta evocación. Bueno, confieso que siempre me ha parecido la pérdida de una gran oportunidad que el desenfoque del diagnóstico impidiera a Benedicto XVI aprovechar sus excelentes cualidades de síntesis precisa y exposición esclarecedora sobre este tema central que la amplia difusión de su libro sobre el Nazareno que le ofreció. Al no tener en cuenta los avances de los estudios bíblicos, la proclamación conciliar de la autonomía mundial y el nuevo diálogo entre las religiones, no logró presentar al mundo una visión actualizada y verdaderamente creíble de su figura. La figura entrañablemente humana, de uno como nosotros, que, anunciando con la palabra que Dios es amor infinito y perdón incondicional, y que, ejerciendo una conducta fraterna, comprometida y liberadora para con todos los humillados y ofendidos, permanece allí como un faro abierto.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s