La Buena Noticia del Dgo. 2º Cuaresma-A

Una luz en el camino

Mt 17, 1-9

“Este es mi Hijo amado, escuchadle”

 La transfiguración de Jesús es la transfiguración del ser humano. Jesús quiere dejar muy claro que el final de todo es el triunfo de la vida, de la plenitud de la vida. Se oye una voz: “Este es mi Hijo amado, escuchadle”   Esta voz, dicha desde la nube, manifiesta la identidad de Jesús y también la identidad de todo ser humano.  Jesús es el Hijo amado, pero todo ser humano es también “hijo amado”.  Jesús es el único al que hay que escuchar.  En estos tiempos difíciles necesitamos, más que nunca, vivir escuchando a Jesús, el Señor.

Lectura de la Palabra:

Mateo 17,1-9

                                                                        Su rostro resplandecía como el solEn aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro,a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: «Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo.» Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: «Levantaos, no temáis.»

Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»

Comentarios a la Palabra:

Cristo es el camino por el que los caídos se convierten a Dios

Por | Luis Van de Velde

Monseñor Romero dice[1]: “Eso es lo que se llama el misterio pascual, la Pascua que es muerte y resurrección.   Hacia esa Pascua camina la Cuaresma, camina el cristianismo. Toda su vida, toda su historia, caminando hacia la cruz y hacia la resurrección. Por eso, hermanos, no nos debe extrañar que una Iglesia tenga mucho de cruz porque si no, no tendrá mucho de resurrección. Una Iglesia acomodaticia, una Iglesia que busca prestigio sin el dolor de la cruz, no es la Iglesia auténtica de Jesucristo. ….Cristo es el camino por donde los hombres caídos se convierten a Dios. Desde Abraham, pues, ha comenzado el capítulo de la conversión: conversio ad Deum, conversión hacia Dios.  Cristo con su cruz y su pasión no hace otra cosa que llamar a los hombres a su verdadera grandeza como hombres y como sociedad.” 

En este segundo domingo de Cuaresma, escuchamos en la liturgia el evangelio sobre la experiencia de fe de la transfiguración de Jesús.  Es un tema cercano al corazón de Monseñor Romero porque también es el evangelio del 6 de agosto, cuando se celebra la fiesta patronal de San Salvador y  de El Salvador: «El divino Salvador del mundo».   En esa fiesta anual, anunciaba también sus importantes cartas pastorales.

En este testimonio evangélico, leemos la clara llamada y advertencia de Jesús a los discípulos presentes: «No hablen a nadie de lo que han visto antes de que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos».  Podemos decir: no se limiten a hablar sencillo y jubilosamente de la resurrección, de la Pascua; no entenderán cuando guarden silencio sobre la cruz y el sufrimiento; y nadie los entenderá cuando proclamen la resurrección, sin hacer la conexión directa con lo que precedió: el martirio brutal en la cruz.

«Cristo, con su cruz y su pasión, no hace más que llamar a los hombres a su verdadera grandeza como seres humanos y como sociedad».  El misterio pascual se convierte entonces en esa llamada a la conversión a la auténtica humanidad, tanto individual como social.   Eso es la conversión a Dios: que lleguemos a ser plenamente humanos, hijos de Dios, a su imagen y semejanza.   Y el camino hacia esa Pascua es un camino de cruz.

No en vano el mismo evangelista Mateo plantea la cruz de la persecución desde el principio de su Evangelio.   La narración dice que Herodes quiere matarlo y que María, José y el niño huyen para escapar, mientras los niños pequeños son asesinados con la brutal idea de que lo maten a él también.   Las palabras de Jesús y sobre todo sus acciones provocan acusaciones en nombre de la verdadera religión y de las leyes religiosas.  Las diversas autoridades judías (saduceos, herodianos, fariseos, escribas, (sumos) sacerdotes, ….) quieren echarlo de la ciudad, eliminarlo, matarlo. No les tiembla el pulso a la hora de seguir el juego al opresor romano para llevar a cabo ese diabólico plan.  Los 4 evangelios nos traen su testimonio sobre ese último trozo de la vida de Jesús.  Incluso a sus discípulos más cercanos les costó tanto entender su forma de actuar, sus obras, que le traicionaron (Judas), le negaron (Pedro) y huyeron.   Se cuenta que sólo Juan, su madre y algunas mujeres habían permanecido lo más cerca posible de la cruz.   Este camino continuo “hasta la muerte brutal” -que debió haber sido una opción permanente para que Jesús fuera fiel a su misión divina- se rompe de repente: ¡está vivo!.  Algunas mujeres fieles y sus discípulos cercanos experimentan que Él está vivo, que les perdona y les llama a dar testimonio de Él.

Pues bien, ésa es la misión de la Iglesia, pero su camino también será siempre la Pasión de Jesús.  «Por eso, hermanos, no debe extrañarnos que una Iglesia tenga mucho de cruz, de lo contrario no tendrá mucho de resurrección».    Allí donde la Iglesia hace lo que Jesús hizo, allí donde la Iglesia elige a aquellos por los que Jesús eligió, allí donde la Iglesia habla como Jesús habló, allí donde abre los oídos, cura las heridas, se levanta para que los hambrientos puedan vivir, se preocupa por los emigrantes (los extranjeros), por los marginados (viudas y huérfanos), cuida de los detenidos,…. esa Iglesia también llevará su cruz, hasta el final.    Monseñor Romero nos lo dice hoy: si una Iglesia no sufre la cruz (de la persecución, la acusación, la denuncia, la exclusión, el exilio y… la muerte), tampoco tendrá mucho de resurrección. No debe sorprendernos que la Iglesia sufra así por su compromiso con el camino de Jesús.  Esa era la realidad cotidiana de la Iglesia en tiempos de Monseñor Romero en El Salvador.  En la mayoría de los países latinoamericanos, esa ha sido una historia de salvación tan importante.

«Cristo es el camino por el que los caídos se convierten a Dios«, dijo monseñor Romero.  El camino de Jesús a través de la Cruz es el camino hacia Dios.  Jesús nos enseñó lo que significa vivir como imagen y semejanza de Dios.  Jesús es la presencia de Dios en nuestra historia humana. En Jesús se nos aclara lo que significa vivir como Dios en la historia.  También nosotros estamos llamados a la conversión en esta Cuaresma para recorrer ese camino de Jesús conscientemente, hoy, en esta historia concreta de comienzos del siglo XXI, con las guerras brutales (ahora también cercanas), con la pandemia y la crisis energética, con la alta inflación y la pobreza creciente,… No podemos estar presentes en todas partes, pero cada uno de nosotros está invitado y desafiado a recorrer el camino de Jesús en un compromiso y solidaridad muy concretos sirviendo y cuidando a los pequeños.

Durante esta temporada de 40 días, se nos recuerda que ese camino de Jesús pasa por la cruz y conduce a ella.  Basta ver todo lo que le sucedió a Jesús en respuesta a su presencia liberadora y sanadora.  La liturgia de la Semana Santa nos trae las narraciones creyentes de la pasión.   ¿Nos reconocemos en ellos?  «Por lo tanto, hermanos y hermanas, no debemos sorprendernos si una iglesia sufre por la cruz, si no, no tendrá mucha resurrección».  Si un cristiano, una comunidad cristiana, una iglesia no pasa por la cruz de Jesús, algo va profundamente mal, y «no tendrá mucha resurrección».   Una iglesia de resurrección sólo podrá nacer de la cruz histórica como resultado de las opciones evangélicas que se nos permitan y estemos dispuestos a hacer.  Esa es nuestra esperanza. Eso es en lo que confiamos.

Algunas preguntas para nuestra reflexión y acción personal y comunitaria.

¿En qué parte del mundo vemos cristianos, iglesias perseguidas por causa del Evangelio? ¿Cómo nos relacionamos con ellos?

¿Cómo experimentamos hoy que el camino de Jesús choca con la normalidad de nuestra sociedad occidental? ¿Cuáles son nuestras propias experiencias de «cruz» por el Evangelio?

¿De qué manera damos hoy testimonio de la resurrección de entre los muertos, resurrección a través de la cruz? ¿Cómo podemos fortalecernos y animarnos mutuamente en este sentido?

[1] Homilías de Monseñor Oscar A. Romero.  Tomo III – Ciclo A,  Uca editores, San Salvador, primera edición 2005, p. 284

Testigos de la Palabra

Homilía de Rutilio Grande en Apopa (13.02.1977)
“¡Es peligroso ser cristiano en nuestro medio! Prácticamente es ilegal ser cristiano auténtico en nuestro país. Porque necesariamente el mundo que nos rodea está fundado radicalmente en un desorden establecido, ante el cual la mera proclamación del Evangelio es subversiva…
…¡Muchos prefieren el Cristo de los meros enterradores o sepultureros!
Un cristo mudo y sin boca para pasearlo en andas por las calles. Un Cristo con bozal en la boca. Un Cristo fabricado a nuestro propio antojo y según nuestros mezquinos intereses.
¡Este no es el Cristo del Evangelio! ¡Este no es el Cristo joven, de 33 años, que dio su vida por la causa más noble de la humanidad.

Lo que Romero dijo de Rutilio

La verdadera grandeza del P. Grande

 “La grandeza del hombre no es tener títulos, riquezas, dinero, ni es ir a la gran ciudad; sino que la verdadera grandeza es ser más hombre, ser más humano.Por eso cuando Rutilio llega a la plenitud de la humanidad suya, lo encontramos de vuelta para El Paisnal. En vísperas de un día de la fiesta patronal del pueblito, viene para acá, con el cariño del hombre que ha crecido en su corazón, pasando por universidades y por libros y estudios; aquel hombre ha comprendido que la verdadera grandeza donde lo ha conducido toda su inteligencia, su vocación, todo, no está en haberse ido de aquí para ser más rico en otro pueblo, sino en volver a su pueblo, amando a los suyos, siendo más hombres. Esto es la verdadera grandeza. El verdero desarrollo no consiste en tener más, sino en ser más y Rutilio fue lo que empezó a ser aquí, lo desarrolló lógicamente hasta ser el hombre que nosotros estamos recogiendo sus enseñanzas” Homilías 05.03.1978

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