Don Vicente Enrique y Tarancón

Tarancón: de la Transición a la Democracia, «no dejó indiferente a nadie»

Tarancón

«Se ha convertido en un eco lejano de un pasado que no pasa, pero que tampoco se conoce demasiado  bien, lo que no deja de ser insólito  para una de las personalidades centrales de la Iglesia de la segunda mitad del siglo  XX, siendo imposible narrar la historia desde los estertores del franquismo  hasta el desarrollo  democrático  posterior»

Por Antonio Aradillas

De la larga letanías de favores recibidos en mi vida por los que darle gracias a Dios, haber conocido y tratado a don Vicente Enrique y Tarancón, destaca entre los primeros.  Conservo la comunicación oficial firmada por el entonces obispo de Solsona y, a la vez, Secretario de la llamada ‘Conferencia de Metropolitanos’,  para ser yo elegido Consiliario Nacional de Mujeres de Acción Católica, presidida por Pilar Bellosillo, lo que confirmaría después  el Cardenal Plá y Deniel  – sí, el de la” Carta Colectiva de la Cruzada”-, cuyo edicto y sello “obran también en mi poder”.

Estos datos señalan un trato especial en aquellos tiempos del Nacional Catolicismo, tan exabruptos y exasperados, que terminarían con la decapitación general de todos los Consiliarios de la A.C.,  y de la misma organización como tal, mediando en tan “apostólica” decisión  político-religiosa, Mons. don Casimiro Morcillo, arzobispo de Madrid-Alcalá  y su Secretario  Mons. Guerra Campos.

En mis tareas como informador religioso del periódico “PUEBLO”, de Emilio Romero y en la “Hora 25” de Manolo Martín Ferran -SER-, mis relaciones con Tarancón se multiplicaron, unas veces a insistencias suyas y otras por mi propia iniciativa.  (Recuerdo cordialmente que me pedía información sobre el resultado del último partido de fútbol del Atlétic de Bilbao, y en una ocasión me refirió que le habían prometido nombrarle “socio de honor”, cosa que aún no había conseguido. Yo se lo comenté al “chopo” Iribar, viendo con él y su mujer Mercedes, por televisión en su casa, un partido internacional de futbol).

Como significativo, relato el hecho de que mis entrevistas con Tarancón en PUEBLO  habían de acompañarse el mismo día, o al siguiente,  con otra al arzobispo don Casimiro  Morcillo, dado que, según la política profesional de Emilio Romero, “no sería posible  presentar al arzobispo enemigo del Régimen, Primado de España, sin el contrapeso del de Madrid,  director espiritual  del Gobierno de Franco, “Caudillo de España por la gracia de Dios”.

Con humildad y humanidad reconozco  que en las “Memorias” publicadas después de la muerte de don Vicente Enrique  y Tarancón a éste se le “fuera el santo al cielo” y, al referirse a la Asamblea Conjunta- sacerdotes y obispos- celebrada  en Madrid en septiembre de 1971, situó entre las cronistas no favorables al Concilio  del Vaticano II,  las  publicadas por PUEBLO, que teóricamente eran o debieran haber sido redactadas por sí, pero  que eran mandadas publicar por  comunicación de Presidencia del Gobierno -Carrero Blanco” y estas habría de ser sólo las elaboradas por la agencia oficial “Cifra-Efe”.

A Tarancón le hizo ser y ejercer como tal, el Concilio Vaticano II. En el mismo y con su sola excepción, todos sus “hermanos en episcopado españoles” se hicieron presentes con el único equipaje de sus mitras y báculos, sin más pertrechos teológicos y pastorales, no aportando nada a los estudios y vivencias del resto de los episcopados. Más aún: en contra de ellos. El Nacional Catolicismo les había absorbido el seso y la capacidad de saber y vivir la teología y el santo Evangelio, identificándolos casi en exclusiva con los “Principios Fundamentales del Movimiento” y además, y todo ello bajo palio y “en el sacrosanto  nombre de Dios”.

Precisamente y con el subtítulo de la “Consecuencia del Evangelio” acaba de publicar ediciones “Khaf”, del grupo Luis Vives en su colección “Estudios Pastorales”, el libro  “Vicente Enrique y Tarancón” ( 160 pp.), del que es autor Joseba  Louzao Villar, profesor titular  del Centro Universitario Cardenal Cisneros, crítico cultural  de ”El Debate” y autor de un puñado de libros  relacionados con el franquismo.

De Tarancón, el protagonista de referencia del libro baste reseñar  que “nunca dejó indiferente a nadie” y que su figura, después de su fallecimiento  se ha convertido en un eco lejano de un pasado que no pasa, pero que tampoco se conoce demasiado  bien, lo que no deja de ser insólito  para una de las personalidades centrales de la Iglesia  de la segunda mitad del siglo  XX, siendo imposible  narrar la historia desde los estertores del franquismo  hasta el desarrollo  democrático  posterior”.

En tiempos tan filocanonizadores como los presentes, ¿cómo sería recibida la posibilidad de llegar a ser invocado un día como santo o beato?

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