En el día del trabajo bueno es pensar en el mismo:

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1° DE MAYO.

Desde 1884 el IV° Congreso de la Federación Americana del Trabajador (AFL) aprobó una resolución para conseguir la reducción de la jornada laboral a ocho horas. El 1 de Mayo de 1886 la AFL distribuyó un manifiesto por todo el país: “A partir de hoy ningún obrero debe trabajar más de 8 horas diarias”. La empresa Cyrus McCormick de Chicago despidió más de 1.200 trabajadores solidarios con la proclama. Los trabajadores convocaron un mitin en la plaza Haymarket. La policía arrojó una bomba que acabó con la vida de ocho de sus agentes. Acusados de ser los culpables, los dirigentes del mitin fueron condenados unos a muerte, otros a prisión y trabajos forzados por quince años. En noviembre de 1887 fueron ejecutados cuatro de los cinco condenados a muerte. El quinto se había quitado la vida en la prisión la víspera. Un año después, un Tribunal Superior comprobó y declaró la inocencia de los dirigentes ahorcados. Uno de ellos, August Spies, en el momento de la ejecución, cuando el verdugo le cubría el rostro, había dicho: “llegará la hora en que nuestro silencio será mucho más elocuente que las voces que Ustedes estrangulan hoy”. Desde 1889 se instituyó en Paris el día 1° de Mayo como “Día internacional de los Trabajadores”. Aunque con algo de retraso, también la Iglesia se unió a esta celebración: ante 150.000 obreros, en la Plaza San Pedro, Pío XII proclamó en 1955, el día 1° de Mayo como el día de San José Obrero, patrono de los trabajadores.

En estos tiempos de predominio casi salvaje de los principios de la economía neoliberal, las exigencias del mercado se han convertido en el nuevo absoluto para productores y planificaciones económicas. También las necesidades que crea el mundo del consumo han cambiando el estilo de vida de buena parte de la población. Sin embargo la pobreza persiste. OXFAM revela en un informe que “si bien el 1 % más rico ha captado alrededor del 54 % de la nueva riqueza global durante la última década, este porcentaje ha ascendido al 63 % en los últimos dos años. Entre diciembre de 2019 y diciembre de 2021 la nueva riqueza generada ascendió a 42 billones de dólares. El 1 % más rico acaparó 26 billones de dólares (o el 63 % de esta nueva riqueza), mientras que tan solo 16 billones de dólares (el 37 %) fue a parar al 99 % restante de la población mundial.

Hoy no es feriado en nuestros países. Tal vez sea una buena oportunidad para tomar unos momentos de silencio y entrar en la verdad de la oración ante el Dios alfarero que supo trabajar para construir este mundo y descansar en el séptimo día. ¿Cuánto realmente me humaniza el trabajo que realizo? Desde ese trabajo, ¿cuánto me hago solidario efectivamente con las causas de los desheredados de este mundo? ¿En qué medida los ideales consumistas se han apoderado de mi modo de pensar y actuar o el de mi familia y van destruyendo paulatinamente los mejores valores de la convivencia, la cultura de la austeridad y la solidaridad humanas? ¿Vivo para trabajar o trabajo para vivir?. Jesús, el hijo de José, el carpintero de Nazaret me enseña a vivir de mi trabajo, pero a la vez a ser solidario con quienes carecen de él o lo realizan en condiciones infrahumanas. La Iglesia, inspirada en Jesús, mantiene en su pensamiento social que los bienes de la creación tienen un destino universal y que el trabajo es prioritario sobre el capital.

Por José Mª Tojeira

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