La promesa del Espíritu

Jn 14, 15-21
El Padre os dará otro defensor, el Espíritu de la verdad
Jesús promete a sus discípulos la venida del Espíritu Santo, que será la forma nueva de la presencia de Jesús entre nosotros,
El Espíritu nos hace conscientes de ser hijos de Dios y nos hace sentirnos hermanos y constructores del Reino. También el Espíritu continúa ayudándonos a recordar y a actualizar la palabra y la obra de Jesús a lo largo de la historia.
Si vivimos guiados por el Espíritu, recordando y guardando su palabra, conoceremos la paz. Tenemos que dejarnos guiar por el Espíritu que animó la vida de Jesús.
Lectura de la Palabra
Juan 14,15-21
Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque vive con vosotros y está con vosotros. No os dejaré huérfanos, volveré. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy con mi Padre, y vosotros conmigo y yo con vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él.»
Comentarios a la Palabra
La promesa del Espíritu, el “defensor” o “paráclito”

Espíritu
La verdad es que los seres humanos somos bastante complejos. Cada individuo es un mundo de deseos y frustraciones, ambiciones y miedos, dudas e interrogantes. Con frecuencia no sabemos quiénes somos ni qué queremos. Desconocemos hacia dónde se está moviendo nuestra vida. ¿Quién nos puede enseñar a vivir de manera acertada?
Aquí no sirven los planteamientos abstractos ni las teorías. No basta aclarar las cosas de manera racional. Es insuficiente tener ante nuestros ojos normas y directrices correctas. Lo decisivo es el arte de actuar día a día de manera positiva, sana y creadora.
Para un cristiano, Jesús es siempre su gran maestro de vida, pero ya no le tenemos a nuestro lado. Por eso cobran tanta importancia estas palabras del evangelio: «Yo le pediré al Padre que os dé otro Defensor que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad».
Necesitamos que alguien nos recuerde la verdad de Jesús. Si la olvidamos, no sabremos quiénes somos ni qué estamos llamados a ser. Nos desviaremos del evangelio una y otra vez. Defenderemos en su nombre causas e intereses que tienen poco que ver con él. Nos creeremos en posesión de la verdad al mismo tiempo que la vamos desfigurando.
Necesitamos que el Espíritu Santo active en nosotros la memoria de Jesús, su presencia viva, su imaginación creadora. No se trata de despertar un recuerdo del pasado: sublime, conmovedor, entrañable, pero recuerdo. Lo que el Espíritu del Resucitado hace con nosotros es abrir nuestro corazón al encuentro personal con Jesús como alguien vivo. Solo esta relación afectiva y cordial con Jesucristo es capaz de transformarnos y generar en nosotros una manera nueva de ser y de vivir.
Al Espíritu se le llama en el cuarto evangelio «defensor» o «paráclito», porque nos defiende de lo que nos puede destruir. Hay muchas cosas en la vida de las que no sabemos defendernos por nosotros mismos. Necesitamos luz, fortaleza, aliento sostenido. Por eso invocamos al Espíritu. Es la mejor manera de ponernos en contacto con Jesús y vivir defendidos de cuanto nos puede desviar de él.
6 Pascua – A (Juan 14,15-21)
El Abogado defensor
“Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Y yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque mora con vosotros y está en vosotros. No os dejaré huérfanos, volveré a vosotros. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él» (Jn 14, 15-21).
Comentario
Iniciamos las despedidas de Jesús. La Iglesia alude a ellas en la semana en la que se cumplen los cuarenta días de Pascua, aunque la Ascensión del Señor se celebre el próximo domingo. Las palabras de Jesús, si se les da fe, confortan, acompañan, serenan, dan confianza, porque no nos quedaremos solos, sin el auxilio del cielo.
Parece que la promesa del Señor está sujeta a un condicional: “Si me amáis”. “El que acepta mis mandamientos”, como si pudiéramos afectar la voluntad del Señor. Jesús siempre está dispuesto a venir en nuestra ayuda. De nosotros depende el acoger lo que nos ofrece y dar fe a su palabra.
Cree que Dios te habita, que Jesús desea ser tu huésped, que eres amado de Dios, y no estás a la intemperie, sino que te asiste un Defensor, un Abogado, el Espíritu Santo, quien tiene el encargo de dejarnos sentir la presencia sagrada en el hondón del ser.
Testigos de la Palabra

Alfonso Navarro, recién ordenado, comenzó su trabajo pastoral en San Juan Opico donde tomó contacto con jóvenes y campesinos.
Formó grupos de jóvenes animándoles con la doctrina social de la Iglesia para que tomaran conciencia de vivir en comunidad, de asumir su papel histórico de transformar el mundo.
Será el primer sacerdote diocesano que muere mártir el 12 de mayo de 1977, asesinado por el escuadrón de la muerte de la Unión Guerrera Blanca (UGB), que había anunciado matar a curas jesuitas y marxistas.
Alfonso ya lo presentía porque unos días antes dijo: “Posiblemente yo seré el próximo, pero no me lloren, traigan claveles rojos que son señal de alegría en la Iglesia”.
Unos hombres armados entraron a su casa matando a Luisito de 14 años y dispararon a Alfonso. Cuando le llevaban herido al hospital donde falleció dijo: “He predicado la paz en mi tierra, sigan mis pasos, les perdono a todos, aún a los que me han matado. Voy feliz”.
Caminando con Carlos Mugica rumbo a sus 50 (1974 – 2024)

Asesinado por la extrema derecha por su compromiso con los pobres (11 de mayo de 1974)
Reflexión sobre el cura y la política. La búsqueda dela felicidad del pueblo.
Por Eduardo de la Serna
En el año introductorio del seminario, el régimen era algo estricto, quizás algo monacal. Después de la oración de la noche todo se apagaba hasta la mañana siguiente. Salíamos después del desayuno del domingo para volver, ese mismo día, para la oración final. La cuestión es que ese 12 de mayo, era 1974, un compañero me despierta diciendo: “¡mataron a Mugica!” ¡Un mazazo! Para peor, en la misa, antes del desayuno, el cura encargado soltó que “¡el que siembra vientos, recoge tempestades!” ¡Otro más! No hacía mucho había hablado con Carlos por teléfono; me interesaba escuchar su palabra, totalmente distinta a lo que nos decía la oficialidad, sobre la relación del cura y la política. Quedamos que un domingo lo vería en el Instituto de Cultura Religiosa Superior, donde celebraba misa vespertina, para charlar y de ahí volver al Seminario. ¡Nunca pude concretarlo!
Estuve toda esa tarde en San Francisco Solano (recuerdo que se cantó decenas de veces el Salmo: “yo pongo mi esperanza en ti, Señor, ¡y confío en tu palabra!”). Estuve mucho tiempo en la vereda de la Parroquia en triste silencio. Desconcertado. Dolorido. Luego tuve que volver al Seminario previo paso por la casa de mis padres. Al cuerpo de Carlos lo llevaron de allí a la villa 31, donde yo lo había conocido y algo colaboraba, para seguir el velatorio y finalmente, llevarlo de allí al Cementerio. Pero, aunque los seminaristas sí pudieron participar, a los del pre-seminario no nos autorizaron a ir. ¡Nuevo mazazo!
Hoy Carlos tendría 92 años (nació el 7 de octubre de 1930). Siempre he creído que decir, o insinuar “hoy Carlos diría / pensaría / estaría” es mera ficción. Todos tenemos en nuestra vida frenos, retrocesos, saltos, cambios, aceleraciones… nadie sigue un movimiento lineal en una misma dirección; lo que sí es razonable es mirar, escuchar, leer a Carlos ayer y luego mirar nuestro hoy y dejarnos iluminar por aquello.
La charla mía pendiente con él era, precisamente, sobre el cura y la política. Nos era presentada como un mundo de dos horizontes casi opuestos; lo “sacerdotal” era lo sacro, lo vertical, lo celestial, mientras la política era horizontal, era algo in-mundo. Por supuesto que, como persona de su tiempo, Carlos no conocería ni habría leído mucho de lo que hoy dicen los estudiosos de la Biblia, de la teología, de las ciencias sociales sobre ese tema, y para ver el hoy no podríamos ignorarlo… Por ejemplo, en su artículo “el sacerdote y la política” dice que
el sacerdote que siempre tiene el deber de anunciar a los hombres que sólo en Cristo está la liberación total del hombre, que culmina en su divinización, no puede eludir la dimensión política de su misión ya que el Reino de Dios, comienza aquí abajo.
Y esa es la única vez que aparece la categoría “reino” en todo el artículo. En su artículo “Jesús y la política”, el término “reino” se encuentra bastantes veces más (relee un libro clásico de Oscar Cullmann, “Jesús y los revolucionarios de su tiempo”) pero prácticamente en todas las ocasiones el reino se trata de algo “escatológico”, que vendrá en un futuro. La única excepción se encuentra en el párrafo final:
Este trabajo de Cullmann es un aporte importante para la reflexión de los cristianos, que hoy, tal vez con más seriedad que nunca, asumen el compromiso político y la lucha revolucionaria porque comprende que el Reino de Dios comienza ya en este mundo.
En “el rol del sacerdote” sólo se encuentra dos veces el término, pero en el sentido de “reino de los cielos” en sendas citas del Evangelio de Mateo (7,21; 13,44). Con esto señalo que Carlos, aunque no temía embarrarse en el terreno de la política, no teologizaba esa actitud con la, hoy indispensable, categoría Reino porque no era, todavía, un tema central en la teología (el libro clásico “Reino y Reinado de Dios”, de Rudolf Schnackenburg, de 1959, recién fue traducido al castellano [y en una traducción no demasiado buena] en 1965; y las consecuencias históricas del tema fueron comenzadas a extraer de un modo más tardío, especialmente por la Teología de la Liberación que Carlos conoce sólo en sus inicios de modo incipiente). Además, parece conveniente distinguir la cuestión social de la cuestión política. Teniendo un ministerio pastoral en la villa de Retiro, lo social no podía menos que interpelarlo, pero lo político, hasta 1972 era un tema obturado por la Dictadura. En realidad, lo político Carlos lo fue “mamando” desde su contacto amoroso con los pobres, y eso – en aquel tiempo – tenía un nombre: Juan Domingo Perón; decir “el pueblo es peronista” resultaba algo que difícilmente podía ser rebatido. Pero una actitud de “meterse en política” no tenía posibilidad alguna, ni concreción antes de la convocatoria a elecciones en 1972, para marzo de 1973. Fue precisamente en 1972 que Perón regresa por primera vez a la Argentina, y que en el grupo que acompaña este viaje están Carlos y su gran amigo Jorge Vernazza. Todo indica que dos cosas confluyeron en este proceso de conversión de Mugica al peronismo (luego de su visceral anti peronismo que celebró “el júbilo orgiástico de la oligarquía” cuando es derrocado en septiembre de 1955). En primer lugar, el amor del pueblo por el peronismo, la convicción de que “los días más felices” habían ocurrido en su gobierno, pero también, la convicción de que el peronismo era y sería el que mejor haría por los pobres de la patria. No se hablaba, entonces, de “opción preferencial por los pobres”, pero de eso se trataba.
Hoy, pensar en la invasión mediática de la “anti-política” me recuerda, precisamente, el esquema “mundo – in-mundo” que vivíamos entonces en el Seminario. Una suerte de fundamentalismo espiritualista que en nada se asemeja al Evangelio. La primera vez que escuché hablar de la cercanía del martirio contemporáneo, precisamente, la leí cuando Carlos comentaba las espantosas torturas del gobierno “stronista” de Paraguay al cura Monzón (“el rol del sacerdote”). Allí se vislumbraba que la militancia social, cuando entra en el terreno político, provoca una grieta propia del reino de Dios. La misma que provocó en vida la persona de Carlos, por cierto (porque “en muerte” quedaba bien reconocerlo, y – por supuesto – buscar despegar de su asesinato a los “amigos”). Se suele decir que el cura al entrar en política opta por “un partido” (= una parte) cuando debe ser cura “de todos”, olvidando que la garantía de la “universalidad” del ser cura viene dada por su ubicarse entre, por, con y para los pobres (sólo desde los pobres se garantiza la universalidad). Y, sería, además, ingenuo desconocer que los pobres lo son por “causa”, y los “causantes” eligen no quedar “de este lado de la grieta”, como el rico, que prefirió salir del camino de Jesús cuando le dijo que “comparta sus bienes con los pobres”. Son los que voluntariamente eligen no quedar del lado de los pobres, debemos reconocerlo. En lenguaje de ayer, “el anti-pueblo”. Hoy, pensar en el testimonio del martirio, y en este caso especialmente el de Carlos, y buscar militantemente lo que creemos firmemente que es lo que mejor beneficia a los pobres parece que debería ser una escucha de su memoria, un reconocerlo como “lugar teológico” y dejarnos enseñar. Claro que muchos no lo terminarán de entender… como no entendieron a Carlos ayer, aunque lo saluden muerto. Por ser, precisamente “lugar teológico” es que Carlos sigue hablando, sigue vivo… sigue molestando. ¡Hasta la victoria! ¡Siempre!
6º Pascua: Celebración familiar
(17.05.2020): Derechos y deberes humanos son Evangelio
Por Rufo González
Oración
Dios todopoderoso, concédenos continuar celebrando con intenso fervor estos días de alegría en honor de Cristo resucitado, de manera que prolonguemos en nuestra vida el misterio de fe que recordamos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
Lectura del santo Evangelio según san Juan(14, 15-21)
Comentario: “Vosotros me veréis, y viviréis, porque yo sigo viviendo” (Jn 14,15-21)
El género literario de “discursos de despedida”, le sirve al evangelista Juan para resumir una serie de instrucciones, puestas en boca de Jesús, sobre su presencia resucitada. Los discípulos perciben que el Resucitado les acompaña con su Espíritu, llamado aquí “Espíritu de la verdad”, y unos versículos más adelante “Espíritu Santo” (Jn 14,26). Aquí aparece el Espíritu como promesa: “Yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros” (v. 16). Sólo el evangelista Juan transmite este título de “paráclito”. Formado por dos raíces griegas (“para”: junto a, y “kaleo”: llamar), significa lo mismo que la palabra latina “advocatus” (“ad”: “junto a”, y “vocatus”: “llamado”), abogado en castellano): “llamado a estar junto a”, “llamado” por alguien para algo. Este modo de entender el Espíritu surge del mundo jurídico, donde un abogado es el que es llamado para que le informe, defienda, sostenga y consuele… En el “mundo” (para Juan es el ámbito de odio, mentira, codicia…) es lógico que los cristianos entren en conflictos constantes por vivir el Evangelio de la vida, la verdad, la dignidad de hijos de Dios… Para vivir así necesitan “otro defensor” que les defienda e ilumine, les apoye y consuele, como había hecho Jesús. El mismo Juan reconoce a Jesús resucitado como “uno que abogue ante el Padre: Jesucristo, elJusto”, (1Jn 2,1). El Espíritu será, pues, en la tierra y en el cielo, el sustituto de Jesús, “otro paráclito”.
“El Espíritu de la verdad” (v. 17), le define Jesús. Como a sí mismo: “yo soy la verdad” (Jn 14,6). Buscar la verdad en todos los ámbitos de la vida es dejarse llevar por el Espíritu de Jesús. Benedicto XVI reconocía que: “La fidelidad al hombre exige la fidelidad a la verdad, que es la única garantía de libertad (cf. Jn 8,32) y de la posibilidad de un desarrollo humano integral. Por eso la Iglesia la busca, la anuncia incansablemente y la reconoce allí donde se manifieste. Para la Iglesia esta misión de verdad es irrenunciable… Abierta a la verdad, de cualquier saber que provenga, …la Iglesia la acoge, recompone en unidad los fragmentos en que a menudo la encuentra, y se hace su portadora en la vida concreta siempre nueva de la sociedad de los hombres y los pueblos” (Nº 9 de “Caritas in Veritate”. 29 de junio 2009). Un gran texto teórico. Pero la historia eclesial es pobre en la práctica. “La autoridad de la verdad” ha venido siendo contradicha por la “la verdad de la autoridad” durante siglos. Y aún sigue. Basten como ejemplo dos temas eclesiales conectados a los derechos humanos: el celibato obligatorio para el clero y la negación del ministerio ordenado a la mujer cristiana. Dos contradicciones que se siguen manteniendo por amparar unas tradiciones contrarias a la verdad de nuestra cultura y del Nuevo Testamento.
“El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros lo conocéis porque mora en vosotros y está en vosotros” (v. 17). La “ausencia de amor gratuito” (agape) es lo que se da en el “mundo” de Juan. Sin este amor no se percibe al Dios de Jesús, porque “Dios es amor” (1Jn 4,8). Jesús promete que volverá, y los discípulos le “verán y vivirán, porque él sigue viviendo”. Alude a la “presencia ilimitada” del Espíritu-Amor, que habita en todo el que ama: “al que me ama, será amado por mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él” (v. 21).
Oración: “Vosotros me veréis, y viviréis, porque yo sigo viviendo” (Jn 14,15-21)
Hoy, Jesús resucitado invitas a contemplar:
tu nueva presencia a través del Espíritu Santo.
Te oímos decir: “Si me amáis, guardaréis mis mandamientos…”;
“pediré al Padre que os dé otro paráclito, que esté siemprecon vosotros”;
“vosotros lo conocéis porque moracon vosotros y está en vosotros”;
“vosotros me veréis, y viviréis, porque yo sigo viviendo”.
“al que me ama, será amado por mi Padre,
y yo también lo amaré y me manifestaré a él”.
“Vendremos a él y haremos morada en él”.
Creer en Ti, Jesús, “camino, verdad y vida”, es:
zambullirse en la corriente de la historia;
colaborar en la búsqueda de verdad y vida;
defender la dignidad y los derechos y deberes humanos.
Así comulgamos contigo, con el Padre y con el Espíritu:
iniciamos nuestro modo de “entendernos” con el “Misterio”;
encontramos que tu Espíritu nos habita,
nos convence que somos hijos de Dios,
nos intima tu amor a la verdad, a la vida, a la justicia…;
nos hace ver y juzgar la realidad, la historia…
Tu Espíritu nos hace dueños de nosotros mismos:
nos da madurez para pensar y decidir;
nos esclarece la igualdad y la libertad de todos…;
sentimos que “para la libertad nos ha liberado Cristo;
manteneos, pues, firmes, no dejéis que vuelvan a someteros a yugos de esclavitud” (Gál 5,1).
Creo, Jesús resucitado, que es tu Espíritu:
quien, a su debido tiempo, cuando somos capaces de cargar con ello,
nos hace conscientes de los “derechos y deberes humanos”;
quien mueve el consenso universal en torno a estos derechos y deberes;
quien convence de que estos derechos y deberes son la base verdadera
de cualquier propuesta de sentido, sobre todo, religioso.
Derechos y deberes humanos están en tu Evangelio:
“yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante” (Jn 10,10);
“venid benditos de mi padre.., porque tuve hambre y me diste de comer,
tuve sed y me diste de beber, fui forastero y me hospedasteis,
estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis,
en la cárcel y vinisteis a verme…
Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, los más pequeños,
conmigo lo hicisteis…” (Mt 25, 31-46).
Nos alegra oír de quienes presiden la Iglesia:
– “Estamos dispuestos para servir a los seres humanos, no sólo a los católicos;
a defender en primer lugar los derechos de la persona humana
y no sólo los de la Iglesia” (Pablo VI, clausura del Vaticano II).
– “El camino de la iglesia es el ser humano” (J. Pablo II: “Redentor hominis”, 14).
– “Los derechos y los consiguientes deberes…
son el fruto de un sentido común de la justicia,
basado principalmente sobre la solidaridad entre los miembros de la sociedad
y, por tanto, válidos para todos los tiempos y todos los pueblos”
(Benedicto XVI. Discurso en Naciones Unidas. Nueva York. 18.04.2008).
– “Cada uno está llamado a contribuir con coraje y determinación…
a respetar los derechos fundamentales de cada persona,
especialmente de las “invisibles”: de los muchos que tienen hambre y sed,
que están desnudos, enfermos, son extranjeros o están detenidos (Mt 25.35-36),
que viven en los márgenes de la sociedad o son descartados.
Esta necesidad de justicia y solidaridad tiene un significado especial
para nosotros los cristianos, porque el Evangelio mismo nos invita
a dirigir la mirada a los más pequeños de nuestros hermanos y hermanas,
a movernos a la compasión (Mt 14:14)
y a trabajar arduamente para aliviar sus sufrimientos” (Francisco 70 aniversario
de Declaración Universal de los Derechos Humanos. 11.12.2018).
Danos, Cristo Jesús, a sentir la fuerza de tu Espíritu:
tu “otro abogado”, que “está con nosotros”, y nos defiende,
nos anima a aceptar y respetar los derechos humanos;
nos hace testigos de tu amor servicial a todos.
Preces de los Fieles (D. 6º Pascua 17.05.2020)
Pidamos ser dóciles a la inspiración del Espíritu de Bien, de Verdad, de Amor, de Justicia, de Paz… Es decir, del Espíritu de Jesús. Pidámoslo diciendo: “queremos vivir de tu Espíritu”.
Por la Iglesia:
– que se renueve bajo la inspiración del Amor del Padre;
– que esté “abierta a la verdad, de cualquier saber que provenga”.
Roguemos al Señor: “queremos vivir de tu Espíritu, Señor”.
Por la paz del mundo:
– que rechacemos la violencia como modo de solucionar conflictos;
– que respetemos los derechos humanos como punto de partida.
Roguemos al Señor: “queremos vivir de tu Espíritu, Señor”.
Por las intenciones del Papa (Mayo2020):
– que “los diáconos sean fieles al servicio de la Palabra y de los pobres”;
– que “sean un signo vivificante para toda la Iglesia”.
Roguemos al Señor: “queremos vivir de tu Espíritu, Señor”.
Por nuestras parroquias:
– que sean comunidades sanas y sanadoras;
– que todos podamos hablar y decidir en comunión.
Roguemos al Señor: “queremos vivir de tu Espíritu, Señor”.
Por los enfermos y desamparados:
– que sea el centro de nuestras comunidades;
– que encuentren fuerza y ayuda en el amor de Jesús.
Que nos abramos a tu Espíritu, Señor Jesús: dejemos que mueva nuestro espíritu a perdonar, a construir una comunidad, una Iglesia viva, donde todos puedan realizarse y sentirse amados. Te lo pedimos de corazón, Jesús resucitado, que vives en nosotros por los siglos de los siglos. Amén.
Oración final:
Dios todopoderoso, que nos haces renacer a la vida eterna por la resurrección de Cristo, concede que los sacramentos pascuales den fruto abundante en nosotros, e infunde en nuestros corazones la fuerza de este alimento de salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.
La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nosotros. Amén.
El legado de Rutilio
BREVE RESEÑA HISTÓRICA DEL PADRE RUTILIO GRANDE
* Contar la historia de Rutilio Grande es contar parte de la historia del pueblo salvadoreño.
Rutilio nació en El Paisnal un 5 de julio de 1928. De niño aprendió a conocer y querer a Jesús y sintió la vocación al sacerdocio. | ![]() |
También sufrió desde la infancia las dificultades económicas y familiares que marcan a la mayoría de los salvadoreños. Pero con el apoyo y amistad de Mons. Luis Chávez y González, ingresó en el Seminario en 1941, y 4 años después en la Compañía de Jesús.
* Viajó a Ecuador y Panamá, y regresó como profesor al Seminario de San José de la Montaña. En Oña, España, estudia filosofía y es ordenado sacerdote el 30 de julio de 1959. En Bélgica estudió pastoral, y asimiló el principio de la participación y la horizontalidad. En 1965 se incorpora al Seminario como profesor y prefecto de disciplina. Allí fue compañero de muchos sacerdotes, donde su palabra, su cariño y su influjo tuvieron una resonancia especial.
* Su intervención en la Semana Nacional de Pastoral en julio de 1970 fue decisiva. Ese año, por su profética homilía del 6 de agosto tuvo que dejar el Seminario y pasa al Externado San José. En 1972 viaja al Instituto Pastoral de Ecuador (IPLA), donde conoce a Mons. Leónidas Proaño y reafirma su carisma pastoral basado en la participación de los laicos y en el diálogo comunitario como medios para una liberación integral de los más pobres. A su regreso de Ecuador se hizo cargo del equipo misionero en la parroquia de Aguilares, el 24 de septiembre de 1972, desempeñando un papel vital en la pastoral arquidiocesana y nacional, y donde entregó la vida un 12 de marzo de 1977, por ser fiel a la opción que marcó su vida y su ministerio, que se caracterizaron por la denuncia de las injusticias y la búsqueda por encarnar el Reino de Dios.
* Le habían amenazado, y la prudencia dictaba que no acudiese a celebrar la novena en honor de San José, en El Paisnal. Pero optó por estar con su pueblo. Esa tarde salió a celebrar la Eucaristía, acompañado por Manuel Solórzano, de 72 años, Nelson Rutilio Lemus, de 16 y unos dos o tres niños. Mientras atravesaban los cañales fueron brutalmente ametrallados. El cuerpo de Rutilio recibió 12 disparos, todos ellos mortales, excepto el del pie. “El asesinato de Rutilio Grande quiso vanamente detener el proceso ya desencadenado y que estaba dando paso a “una historia nueva.” Como la cruz de Jesús significó novedad de vida, la muerte del P. Grande hizo que naciera un gran profeta: Mons. Romero, que un año después, dijo: “Y porque tuvo el valor de desenmascarar tantas cosas, ya se le buscaba para matarlo y se le mató… Lo que no sabían es que ellos ponían en el surco una semilla que reventaría en grandes cosechas como decía Cristo: “El grano de trigo muere no para quedarse sepultado, sino para dar mucho fruto” (M. Romero 5/3/78).