Los ‘chats’ tienen sus perlas en medio de mucha basura. Otra debilidad es que se limitan en su gran mayoría a los aspectos individuales de las personas. El último que acabo de leer insiste sobre el aprovechamiento del momento presente porque es lo único que poseemos: el pasado ya pasó y no lo podemos cambiar, y el futuro tampoco lo tenemos. Lastimosamente llenamos el momento presente de mucho individualismo y consumismo que eliminamos lo sabroso que podría ser mediante más fraternidad y más espiritualidad, porque he aquí las tres componentes para una vida más feliz: Juntar lo individual al colectivo y a lo espiritual.
Eso es el proyecto de mi amigo Claudio en un pequeño lugar del sur de Francia. Lo conocí con ocasión de una reunión en Paris. Tuvo la gentileza de prestarme varias veces un cuartito en su departamento durante unos 15 días. Y nos hicimos amigos. Él es jubilado, un poco mayor que yo, y trabajaba con varias asociaciones para la animación de barrios parisinos. Además, eran un grupo de amigos que trabajaban juntos para llevar adelante una mejor vida colectiva.
Un día, entre una docena de personas, decidieron poner en marcha un proyecto de habitación comunitaria para ellos mismos en un mismo terreno. Eran familias, viudos, solteros, con niños y jóvenes. Empezaron a vender sus departamentos parisinos para comprar dicho terreno…
Descubrieron que eran, al nivel del país en esa época, a lo menos una docena de grupos con esta misma opción de vida comunitaria, algunos de los cuales ya lo estaban viviendo. Conocieron en una comuna del sur de Francia a un alcalde que quería hacer urbanizaciones con esa característica más comunitaria. Optaron por comprar un terreno en su comuna para trabajar juntos. Comenzaron el proyecto hace 2 años.
Al mismo tiempo mi amigo Claudio con 2 compañeros más se inscribieron a un taller de Taoísmo con reuniones mensuales virtuales y presenciales, para entender la dimensión espiritual de la vida y conocer las espiritualidades de las grandes religiones. Me escribe que es para unificar mejor las tres dimensiones de la vida: lo individual, lo comunitario y lo espiritual… ¡Menuda iniciativa en este mudo tan convulsionado y violento!
Hace unas pocas semanas, mi amigo Claudio me escribe muy contento, diciéndome que tiene en sus manos las llaves de su casa muy sencilla y la de un edificio colectivo donde están la cocina, la biblioteca, las salas de reuniones, de recreaciones, con unos cuartos para acoger las amistades… En cuanto al proyecto municipal de urbanización, este avanza y los futuros propietarios se están reuniendo para preparar con el alcalde y este grupo de innovadores esta nueva manera de vivir más comunitariamente.
A nosotros nos queda el ejemplo y la lección: juntar en nuestras vidas lo individual con lo comunitario y lo espiritual. ¿A eso estamos trabajando? ¿O nos dejamos llevar por el ambiente individualista, consumista y materialista? Al nivel individual, nuestra opción de vida depende de cada uno de nosotros, porque nadie nos obliga a vivir insatisfecho, agresivo, solitario, perdido o amargado. Claro, esto significa que no decidimos sin pensar cual va a ser la profesión que mejor nos convenga, el estilo de vida matrimonio que vamos a llevar, el lugar donde vamos a habitar, los valores que queremos promover, la fe que seguimos…
Pero muchos prefieren dejase llevar por el ambiente individualista que nos rodea, porque nunca toman el tiempo en pensar cómo orientar su vida personal. Prefieren los vicios, los malos amigos y el dinero fácil y mal habido… Así descartamos las oportunidades de dejar los malos rumbos, de optar por más fraternidad y sencillez de vida, de elegir amistades que nos hacen bien, de continuar hacia una fe más madura y comprometida…
Al nivel colectivo, estamos bastante mal en nuestro país porque hemos dejado que el individualismo nos domine. Solos no podemos enfrentar los desafíos de una vida más feliz. A pesar de todo, siempre podemos encontrar gente decidida a avanzar en una vida más comunitaria para lograr enfrentar y resolver los problemas que nos ahogan. En todos nosotros están sembrados los valores y las capacidades que nos permitan salir adelante… pero siempre será juntos y gracias a otros que lo lograremos. Nada es imposible si decidimos unirnos para “ganar la partida” y no “perder la vida en el intento” individual.
En lo espiritual, el papa Francisco pasó a ser el gran líder de una humanidad diferente. A los cristianos y ‘los hombres y mujeres de buena voluntad’, nos propone un humanismo y una espiritualidad para nuestro tiempo. Condena incansablemente el sistema capitalista de organización social “que hace a los ricos más ricos a costa de los pobres más pobres”, que fomenta el hambre, la violencia, la migración. Nos invita repetidamente a vivir “la fraternidad sin frontera, la amistad social, el amor político y una espiritualidad liberadora”. De esta manera, nos dice, podremos llevar adelante una transformación estructural de la Iglesia católica, poner en marcha la ‘sinodalidad’ para que las y los cristianos nos empoderen de nuestro bautismo, siendo “profetas, sacerdotes y reyes-pastores”, es decir, ser responsables juntos de nuestra manera a seguir a Jesús de Nazaret y construir en este mundo la fraternidad y la justicia, o sea, el Reino de Dios.
Nuestro tiempo, como todos los tiempos, tiene las 2 caras de una misma moneda: los aspectos desastrosos y las oportunidades para vivir bien. Se trata de ayudarnos a emprender el camino de la fraternidad contra el individualismo mortal, de la coherencia contra la facilidad engañosa, de la espiritualidad contra el vacío de una vida desordenada. Siempre hay oportunidades para ser felices si juntamos lo individual con lo colectivo y lo espiritual.
NOTA: Me uno a este artículo de Pedro Pierre, queriéndolo concretar en el Centro Residencial para Mayores, donde resido desde hace unos años (Foto arriba)
La gran verdad que debemos asimilar es que en todo momento de nuestra vida (no solo en los primeros años), sin el cuidado, esta no existiría. El ser humano surge del cuidado y, aunque pasa por diferentes etapas y por una sucesión de períodos de dependencia e independencia, a lo largo de la vida, el “abrazo” como expresión de un otro diferente a mí que, de vez en cuando, me sostiene, me consuela sin juzgarme ni aconsejarme, es una necesidad vital imprescindible.
De lo contrario, la persona muere, como es el caso de los bebés recién nacidos o de las personas mayores en soledad, que mueren lentamente por múltiples padecimientos por falta de reciprocidad en sus vínculos. Somos seres relacionales, sociales; somos yo y tú, que necesitamos el nosotros como red nutritiva de vida y de retroalimentación donde todos dan y reciben en un sistema vivo. Desterremos entonces creencias tan arraigadas, como erradas, como que en nuestra adultez podemos y debemos ser autosuficientes, ser capaces de regular nuestras emociones y que estamos “grandecitos” para estar llorando por amor.
Vulnerabilidad
Vulnerabilidad viene de ‘vulnus’, herida. De la posibilidad de sufrimiento, de finitud, de muerte y también con el querer y con el amor. Viene de comprender que nada es permanente y que no controlamos el cambio; en eso todos somos iguales y hermanos. Muchos tratamos de disimularla o evadirla como si la vulnerabilidad fuese algo malo, pero es parte de lo que somos y, si la rechazamos, rechazamos la vida y obstaculizamos el amor.
La vulnerabilidad es una marca de la existencia y a la vez la apertura a la plenitud porque nos permite darnos, entrar en interdependencia con otros. Naturalmente, de nuestra vulnerabilidad surge la necesidad de cuidarnos.
El amor y la evolución
El amor, manifestado en el cuidado de nuestra vulnerabilidad, es el combustible que nos mantiene vivos, lo que ha permitido la evolución de la especie humana, ya que es la forma en que nuestro cerebro puede establecer nuevas conexiones neuronales, aprender y adaptarse a un mundo en constante cambio.
La historia macro y micro de la humanidad es un eterno rotativo de encuentros y desencuentros donde el cuidado de nuestra fragilidad ha sido la catapulta que ha permitido avanzar en medio de tantos “egos” que creyeron que solos y sin el cuidado de los demás podían dominar el mundo. La historia ha dejado en evidencia su error y hoy tenemos una gran responsabilidad de obrar diferente en todo nuestro ámbito de acción.
La evolución del cuidado y los cuidadores
El cuidado de otro es requisito para que el yo viva; si no este se muere. Sin embargo, a lo largo de la vida, este “abrazo” va variando de forma y recae en diferentes personas. En la primera infancia el apego físico se ha comprobado que es el cuidado fundamental que requiere un niño para desarrollarse integral y sanamente, en el seno de su familia y en los círculos más cercanos que se empiezan a configurar como la escuela, los amigos y luego la sociedad. En la etapa de juventud y adultez propiamente tal, se ha comprobado que el “abrazo” sigue siendo igualmente necesario, desmitificando las teorías de autosuficiencia e individualismo tan arraigadas. Muta a los pares, parejas, colegas, hijos y demás vínculos significativos, pero es una necesidad fundamental de reciprocidad.
Hay una necesidad intrínseca de ser vistos, valorados, amados, reconocidos por otro como alguien especial; en el fondo, ser abrazados y cuidados. Cuando las personas ya comienzan a requerir cuidados por su deterioro físico y/o cognitivo, nos enfrentamos a una nueva etapa de dependencia donde aparecen nuevos protagonistas en escena: los cuidadores. A medida que crece la población mundial, el tema de quién los podrá cuidar se convierte en un verdadero dilema, ya que todas las transformaciones sociales y demográficas también han afectado seriamente la situación de aquellos que tradicionalmente cuidaban a los mayores.
Una fotografía de la situación actual
Hoy, la mayoría de los cuidadores de los mayores son parientes (un 87%) y mujeres (76%). En general, tienen un nivel educativo más bajo que la media de su edad y un tercio de ellas se dedican al cuidado a jornada completa. Las hijas de las personas que sufren dependencia ocupan el mayor porcentaje (39%); luego va la pareja (26%). El perfil de la persona cuidadora dice que es una mujer de mediana edad, con un nivel cultural inferior a la media de su edad, que cuida mucho tiempo y a la que le falta, por parte del género masculino, la mínima corresponsabilidad exigible. En 2050, en Europa habrá más gente que necesita cuidados que personas cuidadoras. Es un desafío monumental, por lo que necesitamos cuidar a los que cuidan.
La sociedad requiere tener una mirada más amplia de su labor y sobre todo el reconocimiento social, ya que si se valorara (al menos económicamente) su aporte al sistema, representa un verdadero ejército invisible que sostiene todo lo demás. Muchos afirman que necesitan tiempo para no ser cuidadores todo el día ni toda su vida. Para eso requieren tiempo y apoyo. Necesitan autorrealizarse y cumplir su proyecto personal y ser felices también.
Costos y beneficios de cuidar a otros
Ciertamente, asumir en carne propia y 24/7 la vulnerabilidad de otros conlleva un desgaste físico, emocional y espiritual para los cuidadores, a los que muchas veces se les roba su propia vida, que queda hipotecada. La soledad pasa a ser una compañía ingrata, ya que la persona cuidada no siempre es un vínculo horizontal y consume todos los espacios de libertad o desarrollo personal.
El cuidador, en especial si es familiar, muchas veces se ve juzgado por el resto de la familia y no recibe apoyo del resto, que se limita, con suerte, a proveer lo material. Sin embargo, la experiencia de acercarse al sufrimiento, de conocer la vulnerabilidad ajena y propia es casi siempre una vivencia transformadora. Se valora lo que no se tiene, la interdependencia, la importancia de pedir ayuda, la necesidad de ser flexibles. Se aprende a resolver problemas inesperados, la trascendencia de la creatividad en la vida cotidiana, el vivir el presente, el aprendizaje vital de tomar decisiones complejas y el autoconocimiento. Se aprende a conocer los límites de cada persona, la ternura y haber ensanchado la idea de intimidad.
La esperanza en Dios Padre/Madre
El Creador nos hizo seres vinculados para manifestar su amor, ternura y cuidado por medio de todo lo existente. Ninguno estaría vivo ni leyendo este texto si el Señor no hubiese procurado un infinito de cuidados personales y especiales para cada uno. Dios provee en cada momento todo lo necesario para nuestro bienestar y realización. Nos procura cuidados físicos, emocionales y espirituales para desplegar todo nuestro potencial. Y, si a veces nos parece que está ausente, solo está fortaleciendo nuestra musculatura para crecer aún más en nuestra capacidad de servir y amar.
Ya lo dijo Jesús: observen cómo crecen los lirios del campo. No trabajan ni hilan; sin embargo, les digo que ni siquiera Salomón, con todo su esplendor, se vestía como uno de ellos. Si así viste Dios a la hierba que hoy está en el campo y mañana es arrojada al horno, ¿no hará mucho más por ustedes, gente de poca fe? (San Mateo 6,28-30) Nunca perdamos la fe y seamos sus instrumentos para cuidar la vida que se nos ofrece con alegría y con paz.
El cohousing, un modelo de convivencia que vino de Europa para quedarse
El autor expone que el cohousing Olivar Plaza, previsto en Gines, avanza con la reciente licitación de las obras y sigue captando socios para lograr el número necesario iniciar la construcción
Fachada del edificio diseñado para el cohousing sevillano Olivar Plaza.
JOAQUÍN LIMA Presidente de CUSLAR Sociedad Cooperativa Andaluza
Es frecuente que grupos de amigos bien avenidos se planteen organizarse para vivir juntos el día de mañana, aunque desarrollar un proyecto de viviendas colaborativas o cohousing es una empresa compleja.
Cohousing es el nombre de un modelo de convivencia colaborativa desarrollado generalmente por mayores de 50 años, que se ponen de acuerdo para vivir en espacios comunes, manteniendo la independencia en sus propias casas. Esto les permite mantener el equilibrio entre lo común y lo privado, creando una comunidad vecinal autogestionada, con vínculos que se aproximan a lo que sería una familia elegida, formada por personas sin relación de parentesco, que se quieren, valoran y ayudan mutuamente cuando lo necesitan.
En esta forma de vida es necesario tener en cuenta dos cuestiones fundamentales: la convivencial dentro de un grupo afín y en un espacio común y la asistencial, especialmente en cohousing senior pensados para que sus residentes puedan permanecer en este durante toda su vida, recibiendo los cuidados que requieran en cada momento, sin necesidad de trasladarse a otro tipo de institución por razones de dependencia.
En este sentido, el espacio físico juega un papel muy importante. Debe proyectarse teniendo en cuenta no solo los aspectos arquitectónicos sino otros como facilitar la convivencia y las relaciones entre los residentes y de estos con el exterior; y por otro lado, la accesibilidad, la realización de actividades promotoras y el envejecimiento activo y la oferta de cuidados a personas dependientes.
Este modelo de convivencia tiene innumerables ventajas a nivel colectivo e individual. Así, permite optimizar bienes y servicios que pueden ser compartidos, economizando recursos, reduciendo gastos, generando nuevo modelo social, económico y ecológico, en el que son fundamentales el interés del grupo, la ausencia de lucro y el cuidado del medio ambiente.
A nivel individual, fomenta la integración social, la participación, la colaboración, la solidaridad, el entretenimiento, la creatividad, y lo que es más importante, la toma de decisiones compartidas, y el sentido de pertenencia, contribuyendo además a evitar la soledad no deseada, que se convierte en fuente de sufrimiento, limita el derecho de participación social y tiene consecuencias negativas como deterioro cognitivo, pérdida de memoria, depresión, ansiedad, problemas cardiovasculares, consumo de sustancias, etc.
Este modelo tiene sus orígenes en Dinamarca donde, en los años 60, surgen los primeros grupos que conviven en un conjunto residencial. Posteriormente se fue extendiendo por el norte de Europa, Estados Unidos, Canadá, Argentina o Uruguay.
En España, el primer cohousing, Residencial Santa Clara, se inaugura Málaga en 2001. Le siguen Travensol, Residencial Puerto de la Luz, Convivir, Profuturo, Antequera 51, La Borda o Entrepatios.
El crecimiento en España está siendo exponencial. Andalucía es una de las comunidades con mayor número de cohousing. Hemos constituido la asociación de cohousing senior de Andalucía (SECOAND), con el propósito de defender los intereses generales de los cohousing asociados, representarlos ante las Administraciones Públicas y reclamar las ayudas necesarias para el desarrollo de sus objetivos.
Desarrollar un proyecto de cohousing no está exento de dificultades. Este camino se inicia con un número reducido de personas que constituyen una cooperativa, la fórmula jurídica más recomendada. El siguiente paso es conseguir un terreno adecuado mientras va aumentando el número de miembros hasta llegar al deseado. Facilita la autogestión que no sean más de 30 o 35 viviendas. La creación de grupo requiere generar vínculos y establecer la filosofía del proyecto (misión, visión y valores). Simultáneamente se va desarrollando el proyecto arquitectónico y el plan de viabilidad, solicitando los permisos municipales previos a la construcción.
Este es el caso de Olivar Plaza (https://olivarplaza.es), que se está desarrollado en Gines por Cuslar, cooperativa constituida en 2018 por un grupo de amigos. Actualmente disponemos de un terreno, propiedad de la cooperativa, bien situado y de dimensiones adecuadas y rodeado de servicios. Un proyecto arquitectónico para 35 apartamentos con amplias zonas comunes y jardines, creado con las aportaciones de todos y bajo la dirección de Albalá & Cordero. Tenemos los permisos y el apoyo municipal, hemos puesto en común la misión, visión y valores de nuestro cohousing, elaborado el plan de viabilidad y seguimos captando personas socias para llegar al número necesario para iniciar la construcción.
En los últimos meses hemos procedido a licitar las obras, aunque somos conscientes de que quizás sea conveniente esperar un poco, dado el aumento en el precio de las materias primas, la energía y el transporte.
Celebramos la aprobación del Plan Estatal para el acceso a la vivienda (2022-2025), que por primera vez incluye un programa de fomento de alojamientos temporales, de modelos cohousing, de viviendas intergeneracionales y modalidades similares y del proyectos estratégicos para la recuperación y transformación económica (PERTE) que incluye a la economía social y de los cuidados para desarrollar e impulsar servicios avanzados en el ámbito de los cuidados, accesibles y centrados en las personas.
Todo esto puede suponer una gran ayuda para seguir avanzando en proyectos que requieren de una inversión inicial importante para la construcción del edificio, a cambio de conseguir costes reducidos de mantenimiento y servicios que, en la mayoría de los casos, no suponen ni la mitad de los precios medios de una residencia tradicional.
Como vemos, un camino complejo que requiere de la fuerza del grupo y del apoyo de las administraciones públicas y de las entidades financiares, para crear una alternativa a envejecer en soledad, a ser una carga para las familias o a vivir en una residencia tradicional. Por eso el cohousing en España se está implantando de forma imparable y ha venido para quedarse.
Se acabaron las macrorresidencias. El Ministerio de Derechos Sociales y las comunidades autónomas han aprobado el Acuerdo para mejorar la calidad de las residencias y el Sistema de Atención a la Dependencia, un plan por el que las residencias de mayores y las residencias para personas con discapacidad vivirán una transformación total, con prioridad en la dignidad de las personas ingresadas y en aumentar notablemente la calidad de vida.
Este acuerdo pone fin al actual modelo de macrorresidencias. «Hoy me siento especialmente satisfecha de que hayamos logrado uno de los acuerdos más importantes de esta legislatura. Un acuerdo para mejorar la calidad de las residencias y de todo el Sistema de Atención a la Dependencia», ha asegurado la ministra Ione Belarra tras oficializarse el acuerdo.
Castilla-La Mancha, gobernada por el PSOE, ha votado en contra
El acuerdo necesitaba de la mayoría simple de las comunidades autónomas y así ha sido: por un solo voto de diferencia, diez a nueve. A favor estaban Extremadura, Canarias, Navarra, Comunidad Valenciana, Asturias, La Rioja, Baleares, Cantabria, Aragón y Melilla. En contra, Galicia, Madrid, Andalucia, Murcia, Ceuta, Catalunya, Euskadi, Castilla-La Mancha y Castilla y León.
No ha sido fácil, ya que este proyecto cuenta con la oposición de lobbies y empresas privadas, que han asegurado que el plan es insostenible en tiempo y forma. De hecho, la idea del Ministerio de Derechos Sociales era que el plan fuera aprobado hace varias semanas, pero se llevó ante el Consejo Interterritorial y no generó consenso. Varias comunidades gobernadas por el PSOE estaban en contra. Esta vez, ha habido un cambio, aunque Castilla-La Mancha ha mantenido su oposición al acuerdo.
El plan diseñado pone un margen de ocho años, hasta 2030, en el que las comunidades tendrán que aumentar ratios de trabajadores de las residencias y se limita el número de personas residentes en ellas. En España quedarán limitadas las plazas para evitar esas macrorresidencias y el límite serán 120, aunque vivirán en grupos de 15 para generar sensación de hogar.
Aunque el cambio es total en las residencias, el plan del ministerio pretende que a partir de ahora se incentive el telecuidado. Nadie quiere abandonar su hogar y se incentivará la teleasistecia hasta que sea inevitable el ingreso de una persona.
Pese a la oposición de las comunidades del PP, las que tienen partidos nacionalistas que se oponen por una supuesta invasión de competencias y Castilla-La Mancha, Belarra había cosechado para su reforma de las residencias el apoyo unánime de los expertos en la materia.
Proyecto piloto en Castilla-La Mancha para atender a personas mayores en situación de dependencia o soledad
Representantes de asociaciones, la alcaldesa de Talavera y la consejera de Bienestar Social, tras la firma del acuerdo. | JCCM
La Consejería de Bienestar Social y el Ayuntamiento de Talavera de la Reina han suscrito un convenio con la Fundación Pilares y Lares Educación para su puesta en marcha
TOLEDO.- Desarrollar un proyecto piloto destinado a la atención de las personas mayores en situación de dependencia o soledad en sus domicilios, comunitarios y residenciales, es el objetivo del convenio suscrito por la Consejería de Bienestar Social y el Ayuntamiento de Talavera de la Reina (Toledo).
Será precisamente en este municipio toledano donde se ponga en marcha esta iniciativa denominada ‘Actuaciones innovadoras para avanzar en el cambio de modelo hacia la atención integrada y centrada en la persona’, que se financia con fondos europeos del Mecanismo de Recuperación y Resiliencia.
Tras la firma del convenio, la consejera de Bienestar Social, Bárbara García, ha destacado el objetivo de adaptar los servicios y recursos que se ofrecen a la población a cada etapa vital. En el caso de las personas mayores, ha dicho que el Gobierno regional «tiene clara la importancia que tiene trabajar por la prevención de la dependencia y por el envejecimiento activo para que facilite el proyecto de vida».
Para ello, el proyecto se desarrolla en dos ámbitos que ejecutarán la Fundación Pilares de Autonomía Personal y Lares Asociación en Talavera. Por un lado, la presidenta de la Fundación Pilares de Autonomía Personal, Pilar Rodríguez, ha explicado que trabajarán en un núcleo de 40 viviendas de personas que presentan riesgo de vulnerabilidad o soledad, a las que acompañarán y adaptarán la vivienda a sus necesidades, sumando el esfuerzo también de tres profesionales que reforzarán los equipos de servicios sociales.
Por otro lado, el presidente de Lares Asociación, Juan Ignacio Vela, ha detallado que en el ámbito residencial se ofrecerá información a los profesionales de los centros en relación a prácticas que conduzcan a un modelo de atención integral y se creará la figura de los ‘facilitadores’ que propiciarán este cambio dentro de las residencias.
La alcaldesa de Talavera, Tita García, ha mostrado «orgullo» por estas medidas que «ponen en el eje central de las políticas a las personas, especialmente a las más vulnerables y las que más lo necesitan como son las mayores».
En Talavera, el proyecto se pondrá en marcha en la residencia ‘Virgen del Prado’, pero continuará en otras siete residencias de la región como son ‘Las Hazas’ de Hellín (Albacete), ‘Las Hoces’ de Cuenca, ‘Las Sabinas’ de Molina de Aragón (Guadalajara), ‘Los Gavilanes’ de Ajofrín (Toledo), ‘Nuestra Señora del Carmen’ de Socuéllamos (Ciudad Real), ‘Virgen de las Nieves’ de Casasimarro (Cuenca) y ‘Hogar de Molinicos’ de Talavera de la Reina.
A nivel nacional, el pilotaje de este proyecto en el ámbito domiciliario se llevará a cabo en siete municipios de la Comunidad Valenciana, Navarra y Castilla-La Mancha, y en un total de 24 residencias de Aragón, Valencia, Navarra, Ceuta y la región castellanomanchega.
Este título recoge la certera y preocupante afirmación con que la consejera de Políticas Sociales de la Comunidad de Madrid se refirió a la dotación económica disponible para la atención a los mayores dependientes en residencias; es la “hermana pobre de la educación y la sanidad”.
¿Por qué la atención a la dependencia es la “hermana pobre”? Desde la aprobación de la “Ley de Dependencia” en 2006 por el gobierno de Rodríguez Zapatero (PSOE), la dotación económica y su distribución entre administración central y autonómica ha sido insuficiente y desajustada, pues lo previsto no se ha cumplido, y sufrió un notable recorte en los años de gobierno de Mariano Rajoy (PP). Pero hay otras razones estructurales que están en el origen de todos los problemas en la atención digna y adecuada a los mayores. Nos referimos al peso abrumador de las residencias privadas y la presencia, casi testimonial, de residencias públicas. En la Comunidad de Madrid de casi 500 residencias sólo 25 son residencias públicas, algunas son públicas gestionadas por empresas privadas y otras privadas tienen plazas concertadas con la administración, y el resto son privadas.
Las cifras en del sector público llevan estancadas desde el año 2014 ¿Qué diríamos si el 90% de los centros educativos y de la atención sanitaria estuviera al mando de empresas privadas, la mayor parte con ánimo de lucro? Con esta situación consolidada año tras año, la administración autonómica tiene que preocuparse poco de la atención a los mayores dependientes en residencias. Más que colaboración de la Administración con el sector privado, lo que tenemos es un sector privado muy fuerte que colabora con la Administración. ¿Para cuándo políticas que reviertan esta situación en favor de las residencias públicas?
Diferente consideración y exigencias si la residencia es pública o privada. Llama la atención los diferentes baremos que la administración utiliza según la titularidad de la residencia. El ejemplo más significativo es la fijación de las “ratios” de personal, que en sí mismas son claramente insuficientes, pero que en las residencias privadas es sensiblemente menor que en las públicas. ¿Se imaginan que las “ratios” de personal en centros educativos o en hospitales privados fuera mucho menor que en los públicos? Otro ejemplo es la cantidad asignada al “cheque servicio” que, una vez fijado según el grado de dependencia (I-II-III), no se actualiza con el paso de los años. Debería haber una actualización anual, al menos, según la subida del coste de la vida.
Este año la asignación por día y plaza en las plazas concertadas en residencias privadas en la Comunidad de Madrid va a subir de 59 a 72 euros, pero la cuantía del cheque servicio sigue congelada, y la administración se desentiende del aspecto económico del resto de los residentes en plazas privadas. Los mayores dependientes, en su mayor parte, tienen que hacer frente con sus recursos y los de su familia al pago de plaza en residencia privada. Además, habría que subrayar las listas de espera para reconocimiento del grado de dependencia y para recibir la ayuda correspondiente. Muchos mayores fallecen sin haber conseguido ninguna de las dos cosas: reconocimiento del grado de dependencia y la consiguiente prestación económica.
Encuestas de satisfacción. Las residencias tienen obligación de facilitar anualmente estas encuestas. El modo de hacerlo por parte de la dirección de los centros, en general, es de poca información, entusiasmo e interés. Los resultados no se publican o se publican de manera genérica. La administración debería elaborar un protocolo (modelo de encuesta de satisfacción) completo, riguroso y de fácil respuesta, con indicaciones precisas para su realización, y que sea igual para todas las residencias, tanto públicas como privadas. Habría que precisar bien el modo de recogida de datos y la baremación objetiva e independiente de las respuestas. Los resultados deberían ser públicos para todo el que quiera conocerlos, no sólo para los residentes y familiares de cada centro. Y de los resultados sacar conclusiones por parte de expertos que sirvan a la administración para tomar las decisiones oportunas.
Rechazo de métodos de adjudicación de plazas concertadas (como el Acuerdo Marco de la Comunidad de Madrid), para paliar el déficit de ofertas de plazas públicas, que obligan a trasladar a los residentes de unas residencias a otras cada cierto período de tiempo. Hay residencias privadas que tienen plazas concertadas, y que este año no han concursado para mantenerlas. Las razones son obvias: al subir el número de profesionales, los beneficios para las empresas de estas residencias van a ser menores. La consecuencia es que más de 700 plazas concertadas están pendientes de ser asumidas por otras residencias, y los residentes afectados tendrán que trasladarse a otra residencia con todo lo que esto supone para personas muy dependientes y con no fácil medio de traslado. ¿Se puede jugar así con la suerte de los mayores que quedan a la voluntad de los intereses empresariales sin más? A los que no encuentren plaza o decidan no trasladarse, la Comunidad de Madrid les ofrece la posibilidad de acogerse al cheque vinculado a servicio. Esto les va a suponer un copago muy superior al que tenían. ¿Puede una administración cambiar la situación y la prestación que tenían, y no asumir los nuevos gastos?
Los Consejos de Residentes y los Consejos de Usuarios. Los Consejos de Residentes y los Consejos de Usuarios son órganos de representación y participación de los residentes y de los familiares si tienen la tutela judicial efectiva del residente. Fueron Instituidos los primeros por una Orden de 1993 de la Consejería de Integración Social y los segundos mediante una Resolución de la Dirección General de Atención al Mayor y la Dependencia del año 2013, después de la intervención del Defensor del Pueblo ante la reclamación colectiva de los familiares de la Residencia de Usera, denunciando que los Consejos de Residentes solo fueran obligatorios en las residencias públicas, no en las privadas.
Actualmente todas las residencias de la CM que reciban algún tipo de subvención pública tienen la obligación de tener un Consejo de Usuarios. Cerca de 300 residencias privadas no tienen esa obligación ¿Cómo puede ser esto en pleno siglo XXI? ¿Qué diríamos si en los centros educativos privados no fueran obligatorias las asociaciones de padres y los órganos de participación de los alumnos? ¿Por qué hay tanto miedo a la participación de los familiares y residentes en la marcha de la residencia si ellos son los protagonistas y beneficiarios de los servicios prestados que de una u otra manera se están pagando? La mentalidad empresarial y la ideología de derechas es poco sensible al diálogo, la participación y la corresponsabilidad. Las residencias privadas sin ánimo de lucro, por el ideario que las inspira, deberían ser ejemplares en la facilitación de la participación.
“¿Vergüenza! El escándalo de las residencias”. El estudio hecho por el abogado y periodista Manuel Rico, responsable de investigación en Infolibre, analiza pormenorizadamente y con mucha información contrastada los grandes grupos empresariales y fondo de inversión que están detrás de la mayor parte de las residencias privadas. Este libro es imprescindible para tener un conocimiento real de lo que subyace al conjunto mayoritario de residencias privadas. Es evidente que a estos grupos les mueve el lucro, es decir, conseguir más ingresos y tener menos gastos, no la atención de calidad a los residentes.
El beneficio está en relación directa con el gasto de personal; las administraciones, al permitir que las “ratios” de personal en las residencias privadas sean sensiblemente inferiores a las públicas y tener un sistema de inspección escuálido y poco comprometido con vigilar la calidad de los servicios, están favoreciendo el lucro de las empresas privadas. Hay claras irregularidades a las que no se pone remedio porque, en las escasas y genéricas inspecciones, quedan solapadas porque la documentación del centro está según las normas, aunque la puesta en práctica no sea correcta.
Las consejerías de Asuntos Sociales de las comunidades autónomas se preocupan, sobre todo, de las residencias públicas y en lo que corresponde de las que tienen plazas concertadas. Un ejemplo lo tenemos en el AMAS (Agencia Madrileña de Atención Social) de la Comunidad de Madrid. El sector público ha descuidado una de sus obligaciones fundamentales: invertir en residencias públicas para dar respuesta a todos los potenciales usuarios que en los próximos años no van a dejar de aumentar considerablemente. En caso contrario la desproporcionada e injusta relación entre residencias públicas y privadas no va a cambiar. ¿Cómo estamos permitiendo esta inacción de los poderes públicos? El actual gobierno nacional, sensible a las cuestiones sociales, mientras esté en ejercicio, aunque las competencias sean de las autonomías, tiene una responsabilidad grande para empezar a revertir todas las deficiencias que existen en el sector, y establecer criterios de obligado cumplimiento para las comunidades autónomas.
Escaso o nulo ambiente familiar en las residencias. Muchos residentes y familiares tenemos la impresión de que con su ingreso en un centro están un poco “secuestrados” por los gestores de estos. La dirección de las residencias procura limitar los sitios y el horario de visitas, que siguen con restricciones impuestas con motivo de la pandemia, y que no hay perspectiva de que cambien. Esto hace que no podamos ver de cerca cómo es la atención a nuestros familiares, la calidad de las comidas, cómo tienen el armario de su cuarto y ver lo que necesitan después de más de dos años de no subir a las habitaciones, el acceso más directo a los profesionales de todo tipo, etc. Las visitas se reducen a lo siguiente: al llegar, te toman la temperatura, vas a una sala común de visitas, bajan a tu familiar y cuando terminas la visita, a él se lo llevan por una puerta y tú sales por otra.
¿Qué ambiente familiar y cálido se puede tener cuando la vida transcurre así día tras día? Lo lógico y sano desde el punto de vista afectivo, lo que da un ambiente familiar, sería poder circular por los espacios comunes, interactuar con otras residentes y familiares, subir a las habitaciones y zona común de los pabellones, entrar en el comedor a llevar a nuestros familiares e, incluso, poder comer con ellos abonando el menú, como hacen en alguna residencia. Las medidas actuales recuerdan los protocolos de visitas en los centros penitenciarios. En los hospitales, con zonas mucho más delicadas y expuestas, las visitas han vuelto a la normalidad que tenían antes. Los organismos competentes de las comunidades autónomas tendrían que velar por el estricto cumplimiento de los protocolos actuales.
Algunas residencias privadas dicen que el reglamento de régimen interno que tienen circunscribe las visitas a una zona interior y al jardín. Me pregunto si un reglamento de régimen interno puede disponer algo contrario a lo que autorizan los protocolos de la administración autonómica; la administración autonómica tendría que clarificar de forma normativa este punto para que no haya duda ni interpretaciones distintas según la dirección de cada residencia. Además, los trabajadores de las residencias suelen tener la mentalidad de que ellos y sólo ellos, como profesionales, saben lo que tienen que hacer para una buena atención a los residentes, y que los familiares son más bien un estorbo que una ayuda.
A ellos se les reserva la reducida zona de visitas y la llamada telefónica. Dado que los residentes están en internamiento total y hasta el final de sus vidas, son los que necesitan recuperar y practicar lo más posible algo que remotamente se aproxime a la “normalidad” que tenían antes, y esto no es posible sin una participación activa de los familiares. La pandemia ha sido la excusa perfecta para terminar de implantar un estilo de residencia que se aleja cada vez más de lo que sería algo que recuerde al núcleo familiar. Además, en muchas residencias las actividades, por ejemplo, la gimnasia que antes era diaria, se han reducido de manera significativa. Y las administraciones poco hacen para evitarlo. Les haría mucho bien a los responsables políticos y a los directores de residencias conocer cómo funcionan las residencias de mayores en Centroeuropa y países nórdicos.
Grupo Lares: residencias sin ánimo de lucro. Está constituido por la Fundación, Asociación y Federación. Además de las residencias públicas y las residencias privadas como negocio, están las residencias sin ánimo de lucro con ideario propio donde exponen los principios y valores inspiradores de su presencia y acción. A Lares pertenecen 17 asociaciones autonómicas con 1.050 centros y servicios en toda España. Si el número de centros residenciales en nuestro país es de 5.567 con 384.251 plazas residenciales, entre privadas y públicas, el grupo Lares supone casi el 20% de las residencias.
En la página web el apartado “Conoce Lares” dice que “atiende a personas mayores, dependientes, con discapacidad y en riesgo de exclusión social, bajo el prisma de la gestión solidaria. Lares reúne el histórico compromiso de congregaciones religiosas y la voluntad solidaria de fundaciones y ONG`s, manteniendo como bastión la gestión solidaria de todas nuestras entidades”. Afirman centrarse en la “singularidad e integridad de la persona”, la consideración de las “cuidadoras como agentes de valor añadido” en los cuidados y en entorno donde promueven el intercambio y la convivencia. Por su recorrido histórico, por la inspiración que tienen y por apostar por una ética de máximos y de la excelencia deberían ser las que abrieran camino en un nuevo estilo de residencias.
Sería conveniente, por coherencia con su ideario, que informaran si tienen órganos de participación de residentes y familiares aunque no sean obligatorios para las residencias privadas, cómo es la información y transparencia en estos centros (publicación de los resultados de las Encuestas de Satisfacción, de los partes de inspección y otras valoraciones de las residencias), las ratios de personal que tienen por turnos y categorías, el porcentaje de contratos temporales y fijos, las plazas concertadas que tienen y los motivos de tenerlas o no tenerlas, si el salario que pagan a los trabajadores se rige por el mínimo obligatorio o hay mejora voluntaria para asegurar la calidad que proponen, las organización del voluntariado y su relación con el personal profesional de plantilla, si mantienen o desearían mantener alguna relación con las Asociaciones/Plataformas de defensa de los Mayores en Residencias, la especificación de los programas y beneficiarios de las ayudas recibidas de las administraciones que figuran en su página web, y cómo articulan el ambiente de las residencias para que se aproximen al modelo familiar al que se aspira.
También tendrían que ser ejemplares estas residencias en analizar las muertes que ocurrieron en ellas durante la primera ola de la pandemia para reconocer los fallos y denunciar los protocolos de las autoridades autonómicas que impidieron la derivación a los hospitales de los residentes enfermos de Covid; como consecuencia, muchos residentes tuvieron una muerte sin ninguna ayuda, soporte médico y en la más absoluta soledad.
La importancia de participar en Asociaciones en defensa de los mayores en residencias. De unos años para acá han surgido en varias autonomías Asociaciones de familiares de residentes y a personas preocupadas por los mayores.
Están haciendo una labor encomiable; a partir de la pandemia han aumentado significativamente el número de socios. Incluso se ha dado un paso más creando la Plataforma Estatal de Familiares de Residencias que aglutina y coordina la labor de las Asociaciones de las diferentes autonomías. Las 15 principales asociaciones de todo el país, lideradas por la gallega, la catalana y la madrileña, están presentes en esta Plataforma estatal. Está integrada por organizaciones de Euskadi, Andalucía, Aragón, Canarias, Castilla y León, Comunitat Valenciana e Illes Balears. Los principales impulsores han sido organizaciones con años de experiencia luchando en favor de los derechos de los residentes como Pladigmare (@pladigmare), Rede (@REDE_org), Coordinadora Residencias 5+1 (@CooResidencias).
Esta plataforma ha sido invitada para formar parte de la Mesa de Diálogo Civil creada por el ministerio de Asuntos Sociales para dar su opinión sobre un documento que modificarían los actuales criterios de acreditación para poder dar la autorización administrativa de funcionamiento y tener derecho a presentarse para tener algún tipo de subvención pública a las residencias actuales y las nuevas que se puedan crear, encaminado a cambiar el actual modelo de residencias. Van a presenta 100.000 firmas para que la Fiscalía y el Congreso investiguen lo ocurrido en las residencias durante la pandemia.
Invitamos a los que tengan interés en el tema de mayores, algún día todos seremos mayores, a que conozcan lo que hacen estas asociaciones, a visitar las páginas web y, en su caso, a participar activamente en las mismas como miembros. Es un gran servicio que podemos prestar a nuestros mayores y el medio imprescindible para que las residencias, tanto a nivel interno como en el cambio del marco regulador, mejoren dada la situación de precariedad en muchos aspectos en que se encuentran.
Conclusiones: 1. Potenciar la creación de residencias públicas con gestión pública. El modelo actual que tenemos descansa en las grandes empresas y fondos de inversión con intereses alejados de la calidad de atención a los mayores. La actitud pasiva de las administraciones es francamente incomprensible.
2. Igualdad de reglamentación para las residencias públicas y privadas. Esto debe incluir todos los aspectos de la organización, ratios de personal, gestión, participación de residentes y familiares, evaluación e inspección.
3. Actualización anual tanto del coste de plaza concertada como del importe económico del cheque vinculado a servicio. El coste de plaza concertada se actualiza periódicamente. Convendría establecer una actualización fija conforme a unos índices referenciales. El cheque vinculado a servicio no se actualiza, lo que se propone es que tenga unos mecanismos similares a los de la plaza concertada: fijar la actualización periódica y los índices referenciales de la subida. Además, puesto que el cheque servicio es una ayuda de la administración, las residencias que tengan plazas de este tipo deberían tener la misma consideración que las que tienen plazas concertadas.
4. Inspecciones más frecuentes y específicas. Para que esto sea posible hay que aumentar significativamente el número de inspectores, el número de inspecciones sin avisar, y el tipo de inspección mucho más dirigida a la calidad de atención a los residentes y menos a los documentos y protocolos escritos. Bien sabemos que el papel lo soporta todo, incluso aunque la realidad tenga poco que ver con lo que está prescrito y escrito. También las sanciones deberían ser más frecuentes, de mayor cuantía y públicas.
5. Registro público de datos con los resultados de las encuestas de satisfacción, de las inspecciones y de las valoraciones de cada residencia. Todos estos datos deberían constar en un archivo público de fácil consulta. Esto ya existe en otros países. Estos datos serían de mucha utilidad a las personas que buscan una residencia para sus familiares.
6. Potenciación asociativa de los familiares de residentes. De entrada, hay que contar que las residencias son reacias a este tipo de participación. La patronal y los trabajadores sindicados están organizados, pero los residentes y familiares no. Creemos que de alguna manera las administraciones deberían informar de la existencia de estas asociaciones y facilitar el contacto con las mismas, así como la participación de los familiares en los organismos correspondientes en cada residencia (PLADIGMARE ha presentado un proyecto de participación que sigue durmiendo en el cajón de la Consejera de Familia, Juventud y Políticas Sociales).
7. Aportación específica del grupo de residencias sin ánimo de lucro. Estas residencias, por su propio ideario, historia y valores que les inspiran, debería ser ejemplares en su estructura, gestión, transparencia, participación y estilo. Así serían modelos alternativos a lo existente a nivel privado, y punta de lanza en el nuevo modelo de residencia de mayores que se plantea para un futuro a medio y largo plazo
Miles de mayores son inmovilizados con sujeciones en residencias
Como en los viejos manicomios, muchas personas son inmovilizadas a diario en residencias. España es el país desarrollado número uno en sujeciones, pero gana fuerza un movimiento para reducir o eliminar su uso
Durante tiempo inmemorial, los viejos manicomios y los asilos sujetaron a los internos con lo primero que tenían a mano. Utilizaban sábanas, cuerdas o correas de cuero para atar a sus pacientes a la cama o alrededor de una silla por los tobillos o las muñecas. Era un tormento que nadie cuestionaba: si los retenidos hacían fuerza para liberarse y acababan sangrando, se entendía como un efecto secundario de un tratamiento. Fue en los años ochenta cuando empezaron a usarse las sujeciones actuales. Las introdujo una empresa alemana, Segufix, y eran según su lema un sistema “más humano, más ético y más práctico”. Consistían en unas cintas más anchas de algodón que hacían menos daño. Una ley cerró en 1986 los psiquiátricos, pero el negocio de las sujeciones sobrevivió porque encontró su nicho en el creciente sector de las residencias de mayores. Hoy son usadas en cientos de centros junto con sedantes, pero la sensibilidad ha cambiado y cada vez son más quienes las ven como una forma de tortura. Médicos, empresarios y familias están tomando conciencia de la necesidad de acabar con la “cultura de atar” y encontrar opciones más dignas. A diario, unas 55.000 personas son atadas o sedadas para reducir su agitación en las residencias españolas, el 17% de la población en estos hogares, según una estimación de la confederación de asociaciones de mayores Ceoma, que asegura que España es el país desarrollado número uno en el uso de sujeciones. A esa cifra habría que sumar un número considerable ―pero difícil de determinar― de mayores que viven atados en sus domicilios particulares.
Las residencias que usan sujeciones defienden que son necesarias para evitar caídas de los mayores, pero los críticos denuncian que son una forma de maltrato a la que recurren por conveniencia o como castigo. El campo de la medicina lleva décadas produciendo estudios sobre los efectos adversos de las sujeciones. Cada vez hay más evidencia científica de los daños físicos y psicológicos (úlceras, atrofia muscular, traumas, aumento de la incontinencia, mayor probabilidad de infecciones urinarias, mayor agitación en personas con trastornos cognitivos). Cuando una persona con alzhéimer se ve atada a una silla puede sentir vergüenza, vulnerabilidad, angustia y terror. El presidente de la Sociedad Española de Geriatría, José Augusto García Navarro, afirma tajantemente su oposición a estos métodos: “Las sujeciones, tanto físicas como químicas, no son un método que deba emplearse en personas mayores”.
A veces, tratando de liberarse, las personas se caen de la silla o se estrangulan involuntariamente en la cama. EL PAÍS ha informado de dos fallecimientos recientes en residencias de Madrid, en 2019 y 2021. La Fiscalía General del Estado no dispone de datos oficiales de prevalencia de estos sucesos “porque en las estadísticas no se reflejan las circunstancias de las muertes”.
Voces más permisivas recomiendan que el uso de las sujeciones sea muy puntual, por ejemplo en casos de agitación de residentes que presentan riesgo de autolesión. El problema reside en las residencias que abusan de las ataduras para compensar sus plantillas reducidas, según múltiples fuentes consultadas. Como las leyes estatales y autonómicas exigen prescripción médica y consentimiento informado para atar a una persona, las residencias recurren a veces al “chantaje emocional” para que los familiares les den autorización, según denuncian asociaciones de defensa de la dignidad en residencias.
Miguel Fernández Arias, que trabajó hasta 2019 en varias residencias infradotadas de Torrejón de Ardoz (Madrid), recuerda que nunca tenían manos suficientes. En su último trabajo, otro compañero y él estaban a cargo de 20 personas en una planta. Para facilitarles las cosas, la dirección se encargaba de llamar a las familias para aconsejarles que les dejasen atar a sus padres, afirma él: “Les decían que lo hacían por su seguridad y tal, pero lo que pasaba detrás es que nunca había personal para atenderlos como Dios manda”. Sobre esta facilidad para prescribir sujeciones, García Navarro opina que muchas residencias no se han cuestionado su uso por desconocimiento: “Falta formación sobre métodos alternativos y concienciación”.
Los familiares que han dado su autorización a veces se arrepienten cuando sospechan que las residencias abusan de las ataduras. Es el caso de María Josefa Sánchez, hija de una mujer que vive en una residencia pública de Madrid. Ha pasado más de un mes sin verla a causa de las restricciones de entrada para contener la sexta ola. Teme que su madre se haya pasado las 24 horas atada. “Me decían que la ponían de pie para que anduviera y yo sé que es mentira. No hay trabajadores. Si ni siquiera han sido capaces de mostrármela por videoconferencia en todo este mes”, protesta ella, que pide omitir el nombre del centro por temor a represalias. Cuando la semana pasada se reanudaron las visitas, descubrió que su madre había perdido unos cuatro kilos y le había salido una escara en el tobillo por falta de movimiento.
Negocio vigoroso
El hombre que introdujo los productos de Segufix en España es Juan Ignacio Alcaraz, que cuenta al teléfono desde Barcelona que en 1981 era un distribuidor de productos médicos cuando conoció la innovación que venía de Alemania. Alcaraz tiene 71 años y ha cedido recientemente su negocio de distribución médica a su hijo para dedicarse en exclusiva a la abogacía. Al teléfono opina que hay algo de utópico en este creciente movimiento contra las sujeciones. Alude al problema endémico de las residencias en España: la escasez de personal. Lo más barato y cómodo para una residencia es atar a decenas de mayores, lamenta, consciente del abuso de los mecanismos que ha vendido durante décadas.
A su modo de ver, las ataduras son un mal necesario. “Cuando un paciente se agita, ¿puedes permitirte el lujo de tener a un auxiliar 24 horas a su lado? ¿Eso lo permite nuestro bolsillo? Queda muy bonito decir que una residencia es sujeciones cero, pero en la práctica el que conoce lo costoso que es contratar a más personal sabe que no es posible”.
Sin embargo, su empresa familiar ya nota las señales del cambio. Hace cinco o seis años algunas residencias del País Vasco dejaron de comprarles. “Se les había metido en la cabeza esta idea de cero sujeciones”, cuenta Alcaraz. En este ámbito, varias asociaciones promueven desde hace casi 20 años la tolerancia cero con estos métodos. La confederación de asociaciones Ceoma inició en 2004 su campaña Desatargracias a la experiencia en Estados Unidos del doctor Antonio Burgueño Torijano; en 2006, la residencia Torrezuri, en Guernica (Vizcaya), suprimió ataduras y se proclamó como la primera de toda España en dar ese paso. Su directora, Ana Urrutia, fundó más tarde la Fundación Cuidados Dignos para difundir el modelo. Más de 300 residencias de toda España se han sumado a los programas de erradicación de Ceoma y Fundación Cuidados Dignos. Otras asociaciones más moderadas proponen reducir el uso de ataduras al mínimo, por ejemplo en casos en que la agresividad de la persona puede suponer un riesgo para sí mismo o para los demás. A pesar de esto, Alcaraz asegura que la demanda de sujeciones es vigorosa: la población envejece, abren nuevas residencias y siguen comprando Segufix o sucedáneos.
Un reto para suprimir las sujeciones es que prohibirlas por ley puede dejar sin margen a un médico que las pueda requerir en estado de necesidad, según el doctor Burgueño Torijano. Por eso ningún país ha adoptado esa medida y por eso quizás la mejor estrategia es fomentar una cultura antisujeciones, como han hecho los países escandinavos, anglosajones o Japón. EE UU informa en una base de datos gubernamental de qué residencias son libres de ataduras. “Lo razonable es poner límites claros, controlar y estimular a que se prescinda de ellas”, propone él.
En el frente judicial, hay señales de menor permisividad. La Fiscal General del Estado, Dolores Delgado, distribuyó hace dos semanas una instrucción que pide a los fiscales mayor celo durante sus inspecciones en residencias. El documento prescribe la “excepcionalidad, proporcionalidad, provisionalidad y prohibición de exceso, debiendo aplicarse las contenciones con la mínima intensidad posible y por el tiempo estrictamente necesario”. Delgado pide una actuación proactiva para retirar sujeciones cuando se compruebe que las residencias las usan por conveniencia o como castigo.
Algunas patronales ya hablan abiertamente contra las sujeciones. “Sin duda, el futuro de los cuidados debe pasar por la eliminación de las sujeciones”, dice Jesús Cubero, secretario general de la patronal Aeste, que representa a los mayores grupos del sector. “Tan solo debería tener cabida aquella sujeción que fuera pautada temporalmente por un médico ante la ausencia de alternativas viables por las características de la persona mayor”. Pero otras asociaciones empresariales creen que una eliminación total no es realista. Pilar Ramos, portavoz de las pymes madrileñas en Amade, afirma que algunas propuestas no consideran el día a día de una residencia: “A veces un señor o una señora se mete en la cama de otro. Son situaciones extremas que suceden”.
Cuidados amigables
¿Es realmente posible organizar una residencia sin ataduras? Los hogares de mayores que se han sumado a este experimento aseguran que sí, pero no es un proceso fácil ni rápido. Hace falta formar al personal, introducir cambios organizativos y hacer inversiones que a veces son costosas. Nuestra Señora de la Oliva, un centro de 200 plazas en Pantoja (Toledo), invirtió 100.000 euros para reformar en 2018 un ala de su complejo de edificios a la que ha rebautizado como Unidad Amigable. Perdieron 20 habitaciones, pero ganaron calidad.
La coordinadora de la Unidad Amigable de Nuestra Señora de la Oliva, Laura Pleguezuelos, habla con una residente, Piedad Aguilera.
En esa unidad se encuentran las habitaciones de 16 mayores que suelen ser de los más agitados por tener alzhéimer y en algunos casos esquizofrenia. Las cuidadoras pueden hacer que las camas bajen a ras de suelo pulsando un botón. Junto a las camas han tendido colchonetas que amortiguan las caídas en caso de que rueden fuera de la cama.
La Unidad Amigable dispone de comedor, salón de fisioterapia, gimnasio y una sala a la que conocen como taller de reminiscencia. Cuando algún residente sufre un episodio de alteración, las cuidadoras lo llevan al taller de reminiscencia para tranquilizarlo. La sala parece una minidiscoteca, con una bola de espejos, cortina de luces, un sillón que vibra al compás de la música. Con la ayuda de un proyector, las cuidadoras pueden mostrarle al mayor fotos de su infancia, juventud, hijos y nietos. Cuando la conducta remite, el residente vuelve al salón o a su habitación. “Es mano de santo”, dice el director, Ángel del Oro.
El taller de reminiscencia de la residencia de mayores Nuestra Señora de la Oliva, en Pantoja, Toledo.
El director, que lleva media vida en residencias, recalca que el cambio de modelo ha sido posible sin contratar más personal ni subir precios, que oscilan entre los 1.600 y 1.800 euros.
Del Oro explica que su manera de ver las sujeciones ha cambiado radicalmente gracias a descubrir una alternativa. Experimentó en sus propias carnes lo que supone estar atado cuando se unieron al programa de Ceoma. Le ataron a una silla y no aguantó más de 20 minutos. Se le dormían los músculos, se angustió y pidió que le liberaran. No necesitaba más. “Es muy sencillo comprobar lo que se siente. Prueba a sentarte 10 minutos sobre tus manos y verás”. E incide: “Durante muchos años creí que las sujeciones eran imprescindibles por seguridad. Hoy pienso que son un maltrato”.
Nuestra Señora de la Oliva, que está gestionada por la asociación religiosa Mensajeros de la Paz, decidió eliminar las sujeciones al conocer el programa de asesoramiento y formación de Ceoma, la federación de asociaciones que ha hecho el cálculo de 55.000 personas atadas.
Ceoma ha hecho ese cálculo a partir de una muestra de 900 residencias que conocen tras casi dos décadas de experiencia. Su director general, Javier García, recuerda que algunos políticos les llamaban locos allá por 2004, cuando empezaron esta lucha. España no estaba madura. “Imagina que en el siglo XIX alguien hubiese propuesto eliminar las camisas de fuerza de los psiquiátricos. Pues igual nos pasó”, dice García. Hoy se sienten reivindicados por la creciente demanda social.
Una mañana reciente en el salón principal de la Unidad Amigable, las cuidadoras acompañaban de la mano a varios mayores mientras daban paseos. Otros escuchaban sentados las viejas coplas españolas que sonaban por los altavoces. Las puertas de la Unidad Amigable han sido camufladas con pinturas murales para que los residentes no sientan el impulso de abrirlas. Entra un torrente de luz por el ventanal del salón y más allá se ven los campos de Toledo.
En una pared de la Unidad Amigable, las trabajadoras de la residencia han colgado un cartel con un mensaje de amor a los mayores con alzhéimer: “La esencia de las personas va más allá de su memoria”.
Cohousing tercera edad .Esto no es una residencia de ancianos
El cohousing para la tercera edad se está convirtiendo una prometedora alternativa a las residencias de mayores o al cuidado de familiares. Sin ánimo de lucro, organizado en cooperativa con vivienda en derecho de uso y servicios adecuados, Trabensol, en Torremocha del Jarama, es uno de los ejemplos de éxito de esta experiencia vertebrada por la autogestión de los barrios obreros del Madrid de los 60.
“Me enteré de esto cotilleando por Internet”, afirma Gonzalo mientras carga su equipaje por el pasillo del hall. Tiene 63 años y acaba de llegar al lugar donde quiere acabar sus días junto a su mujer, Svetlana, de 68. Aún falta tiempo para eso, pero el lugar al que han llegado no les parece un final. Más bien al contrario. “Teníamos un proyecto clarísimo en la cabeza, no queríamos acabar nuestros días en una residencia de ancianos al uso, buscábamos algo alternativo, algo activo y en el que pudiéramos participar en la toma de decisiones”, resume. “Hace tres años lo vimos, lo hablamos, lo visitamos, nos aceptaron… y empezamos a vivir aquí dentro de dos días”, concluye Svetlana. Se les ve ilusionados y contentos, como a toda la gente que recorre, con o sin bastón, los pasillos del edificio. “Teníamos ganas de vivir aquí, es lo que buscábamos”, insiste Gonzalo.
Se refieren a Trabensol, un centro social de convivencia para mayores, tal y como reza el cartel de la entrada, aunque se percibe que es algo más que eso nada más rebasar el umbral de la puerta automática. “Esto no tiene nada que ver con una residencia de ancianos”, resume Jaime Moreno, uno de los socios fundadores de esta cooperativa en la que pusieron la primera piedra en 2011. Algo más de dos años después, ya había un complejo de 6.000 metros cuadros construidos sobre una superficie de 22 kilómetros cuadrados. 54 apartamentos adaptados de 50 metros cuadrados con una pequeña terraza se extienden en hileras de dos plantas orientadas al sur. La luz inunda las casas todo el día y el suelo mantiene una temperatura de 16 grados en invierno y en verano. “Es geotermia, el calor del interior de la tierra. Es fundamental para que el consumo energético no sea muy costoso”, explica Moreno en el hall del complejo, que cuenta con un gran comedor, una biblioteca, un gimnasio, un cineforum, una lavandería, grandes jardines por los que pasear y hasta un huerto urbano. “Hay de todo y está aquí, en nuestras casas. Esto es una comunidad que se presta ayuda y compañía”, apunta.
Moreno tiene 82 años, aunque no los aparente en absoluto, y fue periodista, por eso hace de portavoz y guía para los medios de comunicación que se interesan por este proyecto alternativo. “Mi primer trabajo fue en el NO-DO”, confiesa socarrón mientras deja ver triángulo rojo invertido que lleva en la solapa del abrigo y que recuerda a la resistencia antifascista europea . “Ha costado mucho esfuerzo hacer todo esto, pero fue una decisión de un grupo grande de personas que tenía un largo bagaje en la lucha social”, incide. Ahora son 54 socios. Viven allí 80 personas y tienen lista de espera. “El interés por este proyecto está creciendo, porque las residencias públicas tienen pocas plazas y los requisitos para entrar limitan mucho. Las privadas son inaccesibles para los ahorros y pensiones de la mayoría, sobre todo si somos un matrimonio. Esto no es barato, pero es más accesible y, sobre todo, mucho más alegre”, describe.
Trabensol no es un nombre al azar, es el acrónimo de Trabajadores En Solidaridad, lo que da una pista del espíritu de este lugar. Es lo que los fundadores mamaron en su juventud, en el entones extrarradio madrileño de los años 60, cuando los vecinos tenían que autorganizarse para conseguir alcantarillado, asfaltar las calles o que se hicieran colegios. Si el Gobierno no lo hacía, ellos se reunían y se autoprestaban servicios básicos, si no había viviendas sociales y económicamente accesibles, montaban una cooperativa de vivienda. Y así todo. Solidaridad obrera, lo llamaban.
Hace unos 20 años, la carencia que detectaron fue el confort y los cuidados en la última etapa de sus vidas. Y no dudaron en construirse su propia solución. Solos, como siempre. Sin apoyo de la Administración Pública. Quizás por eso tuvieron que poner los cimientos de este lugar a 50 minutos en coche de la capital, en Torremocha del Jarama, uno de los últimos pueblos de la Comunidad de Madrid. “Empezamos a buscar en la propia ciudad, pero era inviable con esos precios. Recorrimos más cien pueblos, llegamos a Extremadura y Toledo, hasta que encontramos un suelo más o menos barato. Era el boom de la especulación y del ladrillo, todo estaba carísimo y sólo dábamos con el típico conseguidor que te ponía en contacto con la gente adecuada a cambio de una buena mordida”, recuerda Moreno.
Hasta que llegaron por casualidad a Torremocha, de unos 800 habitantes. Compraron el suelo, encargaron el diseño a unos arquitectos con preocupación por la eficiencia y la sostenibilidad, el Ayuntamiento dio la licencia de obra, pudieron recalificar los terrenos para hacerlos urbanizables y, ahora, hay incluso concejales en el Ayuntamiento que viven en este complejo. “Los hay en el Gobierno y también en la oposición”, apunta Moreno. “Estamos empadronados todos aquí. Eso hace crecer la población y es más fácil que traigan más servicios, y también viene gente del pueblo a actividades que organizamos aquí”, resume. Un win win, que diría cualquier ejecutivo, aunque aquí no hay ningún negocio.
“No es barato pero es accesible. La mayoría teníamos una vivienda que vendimos para venir aquí a vivir»
La fórmula que utilizan no es nueva, aunque sí novedosa, al menos en España. Se llama cohousing, ningún socio es dueño de nada pero decide en todo. Adquieren el derecho a usar sus viviendas hasta que fallezcan o decidan marcharse. Eso cuesta, en esta cooperativa, 145.000 euros por socio (cada matrimonio, por ejemplo, puede ser un único socio aunque tendrá un solo voto en las asambleas), que se devuelven a sus herederos cuando dejen de usar el apartamento o las instalaciones, si es que ellos no quieren vivir ahí. La cuota de uso varía entre los mil euros mensuales si es una sola persona o los 1.300euros si son una pareja.
“No es barato pero es accesible. La mayoría teníamos una vivienda que vendimos para esto y nos llega con nuestras pensiones. No hay más gastos, aquí hay de todo, desde comida y limpieza semanal de las casas hasta atención 24 horas para las personas dependientes”, apunta Pepe Redondo, de 75 años. Pero, sobre todo, se elimina la soledad y el aislamiento, inciden todos los residentes entrevistados, que no dudan en que ese era su mayor miedo, unido a resultar una carga para sus hijos. “Todos tuvimos que cuidar a nuestros padres y vimos lo que desgasta ese proceso. No lo queríamos, ni para nosotros ni para nuestros hijos”, sentencia este socio, que lleva seis años en Trabensol con su mujer. Sus dos hijos vienen a visitarlos a menudo con sus dos nietos, o al contrario, ellos van a cuidar a los nietos cuando hace falta. “Al principio les parecía algo raro, ahora creen que es una maravilla. No se trata de venir aquí cuando ya eres dependiente, se viene aquí antes, cuando te jubilas, para disfrutar. No te aburres nunca”, afirma.
40 proyectos alternativos a las residencias en España
Trabensol es un proyecto ya consolidado, aunque no fue el primero. El germen de esta experiencia está en Málaga, donde en el 2000 echó a andar la cooperativa Residencial Santa Clara, recuerda Daniel López, profesor de estudios de Psicología y Ciencias de la Educación en la Universidad Oberta de Catalunya, investigador del grupo CARENET del IN3 y doctor en Psicología Social. Empezó en 2015 a estudiar este fenómeno y ha ido ampliando el trabajo de campo hasta la actualidad. “Desde Santa Clara hasta Trabensol, han ido surgiendo nuevos grupos que han visto que es posible. Pero una cosa es tener la idea y otra, llevarla a cabo. Es un proceso largo y laborioso: normativa, arquitectura, economía, dinámicas internas… Suele haber un acervo comunal detrás de esto. Pero las nuevas generaciones que empiezan a mirar a este modelo no tienen tan arraigada esa tradición autogestionaria”, explica el experto, que ha conocido iniciativas que no han llegado a buen puerto.
Según el mapeo realizado por López, en España hay ya 12 cohousings en funcionamiento, 11 cooperativas constituidas, ocho en proceso de formación, dos en obras, tres parados y seis con los terrenos adquiridos o la ubicación elegida. «Desde hace varios años hemos notado un mayor interés por este modelo», afirma López.
«El cohousing es sólo la expresión más visible de una necesidad de alternativa a las residencias»
“Al fin y al cabo, es autogestión. Eso requiere mucha implicación de todos. No todo el mundo está dispuesto a gestionar tanta responsabilidad y menos a esa edad”, sostiene. “Desde luego que es un modelo eficaz pero el cohousing no puede ser la única alternativa a la residencia. Es una alternativa a la soledad. Pero hace falta implicación de la Administración Pública para que aparezcan soluciones similares a estas en el futuro, porque el envejecimiento de la población es un hecho y los recursos no son para nada suficientes”, advierte López.
Según este psicólogo, lo que viene son millones de personas mayores que demandarán conectividad social, viviendas adaptadas, nuevos servicios de cuidados menos asistencialistas y que den más pie a que las personas “decidan cómo quieren ser cuidadas”. Sin embargo, “eso no es apostar por el cohousing únicamente. El cohousing es la expresión más visible de esa necesidad de alternativas. Y la Administración debe estar atenta porque la sociedad tiene derecho a recibir esos cuidados que ahora están supliendo los familiares o, en este caso, una comunidad de vecinos”, apunta López, que ha detectado una gran proliferación de “empresas facilitadoras” en la conformación de grupos y orientación en proyectos que empiezan a dibujarse.
Comisiones y grupos de trabajo
Moreno, el periodista jubilado de Trabensol, insiste en la importancia de los distintos grupos de trabajo y comisiones que se encargan desde la economía hasta la jardinería. “Sí, tenemos contratado personal de limpieza, un catering que cocina aquí para las comidas y algún jardinero de refuerzo. Contratamos a una directora gerente y a algún administrativo. Pero también nos implicamos nosotros en la gestión”, sostiene. Y también miran hacia adelante, porque no quieren perder impulso. “Creemos que esto funciona bien, por eso tenemos que ver los problemas que van surgiendo. Tenemos una “comisión de futuro” estudiando escenarios para cuando los socios envejezcan más y sean más dependientes. La Ley de Dependencia parece que nunca va allegar a tiempo, y eso es un gran reto”, profetiza.
“No es una utopía. Esto es real y es posible”
“No es una utopía. Esto es real y es posible”, sostiene Pepe mientras echa un vistazo a las berenjenas que están creciendo en la huerta. Él se encarga de su cuidado, recoge las verduras cuando están listas y las deja en las zonas comunes para que, quien quiera, se lleve algo para cenar. “Era maestro, pero mis padres eran gente de campo y yo todavía puedo doblarme y hacer surcos en la tierra”, asegura. “Es lo que llamamos la cuota social. Cada uno aporta a la comunidad la experiencia de vida que trae. Quien sabe de cine organiza el cineforum, quien sabe yoga nos da clases, quien ha sido enfermera nos ayuda con las pastillas y la que sabe pintar da talleres. Aquí no hay aprovechados, todo está organizado en comisiones”, ilustra. Sin embargo, ante el interés que este fenómeno está tenido en la actualidad, Pepe lanza una advertencia: “Primero hay que formar cooperativistas. Luego podrán funcionar las cooperativas. Eso se está perdiendo, va faltando rodaje asociativo”.
A estos factores de peso, se suman otros nada desdeñables: el cambio en las estructuras sociales y familiares, en las que los hijos no son ya los principales cuidadores de sus progenitores (y la irrupción de los cuidadores a domicilio), la creciente importancia de las redes de amigos en la vida de las personas, y el golpe que ha asestado el coronavirus entre los residentes en geriátricos, con miles de fallecidos durante la pandemia.
Este cambio de paradigma se expresa en el informe El futuro de los cuidados de Sondea para Clece, realizado a partir de más de 2.000 entrevistas a españoles entre los 55 y los 77 años, y que indica que el 58% de los catalanes valora positivamente compartir una vivienda con otras personas mayores en su retiro como alternativa a las residencias tradicionales.
Para vivir en compañía pero con mayor independencia y decidiendo el día a día e interviniendo en la gestión de los complejos en los que residen, se está comenzando a implantar el modelo de cohousing cooperativo senior, inspirado en experiencias escandinavas.
El nuevo Plan de Vivienda estatal acoge por primera vez ayudas para el ‘cohousing’
En datos de la Confederación Española de Cooperativas de Consumidores y Usuarios (Hispacoop), hay cuatro proyectos ahora mismo en Catalunya, dos de ellos en marcha y otros dos en proyecto (10 en toda España). El primero abrió hace 20 años en Málaga (Santa Clara),pero no fue hasta hace una década que se empezó a expandir por parte de «urbanitas» en búsqueda de «espacios en los que vivir una vejez activa en compañía», normalmente en entornos rurales por el menor coste del terreno donde edificar, explica su presidente Félix Martín.
Suelen pasar 10 años «desde que surge la idea entre un grupo de personas y se genera el proyecto hasta que entran a vivir», dice. La asociación «celebra» que el nuevo Plan de Vivienda estatal acoja por primera vez ayudas para el cohousing.
En Tarragona se encuentra La Muralleta, una cooperativa en régimen de cesión de uso de la vivienda en la que los residentes pagan una cuota mensual por la que adquieren derecho al disfrute del edificio y de sus zonas comunes. En Roses (Girona) está el complejo Dr. Pi i Sunyer, que consta de una residencia asistida con 112 plazas y de un centro de día con 25 plazas. Los socios aportan 21.000 euros por plaza en habitación doble y 36.000 euros por habitación individual.
El 58% de catalanes de 55 a 77 años valora positivamente compartir vivienda en su jubilación
En Sant Feliu de Guíxols (Girona) se trabaja desde hace tres años en Waden XXI, 31 viviendas cooperativas adaptadas para mayores en régimen de cesión de uso (HCCU) que se ubicarán en un antiguo hotel en desuso que ha sido adquirido por 7,2 millones de euros. La aportación de los socios es de 45.000 euros. Actualmente se está ultimando el proyecto ejecutivo para la reforma integral del edificio con el calendario de que esté listo para habitar en el año 2025.
Por último, un grupo de 20 personas, en su mayoría mujeres de entre 55 y 70 años, buscan 10 socios más para impulsar en Barcelona o sus alrededores Can 70. La idea se gestó en 2015 y su objetivo es encontrar un espacio para construir el complejo que se retorne a la ciudad una vez finalizado el periodo del derecho de superficie. Según Hispacoop, hay 11 proyectos más en construcción a nivel estatal. En un texto firmado colectivamente, los miembros de Can 70 explican: «El espacio en el que queremos compartir nuestra vida no pude ser ni significar aislamiento, sino al contrario. Queremos vivir nuestra nueva realidad en el barrio y, sobre todo, queremos vivir el barrio».
En datos del Proyecto de investigación Movicoma, que estudia el auge, desarrollo e impacto del movimiento de vivienda colaborativa de personas mayores en España, en 2017 se contabilizaban 30 iniciativas y en 2019 un total de 80, un aumento de más del 166%
Un modelo social y otro nórdico
En Barcelona, la fundación privada Llars Compartideshabilita pisos compartidos a jubilados solas y con una pensión menor de 600 euros. Gestionan 9 viviendas a las que sus ocupantes destinan como máximo el 30% de su pensión. En Sant Adrià de Besòs, una residencia de mayores que adapta el modelo nórdico de unidades de convivencia con espacios comunes: seis pisos de unos 450 metros cuadrados para entre 8 y 19 residentes cada uno.