Los derechos de la naturaleza y de la Tierra 

Ha costado mucha lucha el reconocimiento pleno de los derechos de las mujeres, de los indígenas, de los negros, así como ahora está exigiendo mucho esfuerzo el reconocimiento de los derechos de la naturaleza y de la Madre Tierra, formada por el conjunto de todos los ecosistemas. 

Con la irrupción de la Covid-19 y el aumento de los eventos extremos, la naturaleza y la Tierra han entrado en el radar de las preocupaciones humanas. El hecho es que nos encontramos dentro de la sexta extinción en masa, agravada por el antropoceno y por el necroceno de los últimos decenios. Por eso, se impone otro tipo de relación con la naturaleza. y con la Tierra, nuestra Casa Común, para que mantengan su biocapacidad. 

Eso solo ocurrirá si rehacemos el contrato natural con la Tierra y si consideramos que todos los seres vivos, portadores del mismo código genético de base (los mismos 20 aminoácidos y las 4 bases fosfatadas), forman la gran comunidad de vida como lo entiende la Carta de la Tierra. Esta afirma taxativamente que todos ellos tienen valor intrínseco, independiente del uso que hagamos de ellos, y por eso merecen respeto y son sujetos de dignidad y de derechos. Repetidamente en su encíclica ecológica Laudato Si el Papa Francisco recalca que “cada criatura tiene un valor y un significado propio” (n.76). 

Todo contrato se hace a partir de una reciprocidad, del intercambio y reconocimiento de derechos de cada una de las partes. De la Tierra recibimos todo: la vida y los medios de vida. En correspondencia tenemos un deber de gratitud, de retribución y de cuidado. Pero hace mucho que nosotros rompimos ese contrato natural. Hemos sometido a la Madre Tierra a una verdadera guerra, en el afán de arrancarle, sin ninguna consideración, todo lo que nos parecía útil para nuestro uso y disfrute.  

Si no restablecemos ese lazo de mutualidad duradera, ella puede eventualmente no querernos más sobre su faz. Por eso la sostenibilidad aquí es esencial, por ser la base de una reedición del contrato natural.  

El Presidente de Bolivia, el indígena aymara Evo Morales Ayma, en su alocución en la ONU el 22 de abril de 2009, al discutir si el día 22 de abril seguiría siendo el Día de la Tierra o si debería ser el Día de la Madre Tierra, enumeró algunos de esos derechos: 

“Derecho a la vida y a existir; 

Derecho a ser respetada; 

Derecho a regenerar su biocapacidad y a continuar sus ciclos y procesos vitales libre de las alteraciones humanas; 

Derecho a mantener su identidad e integridad como seres diferenciados, autorregulados e interrelacionados; 

Derecho al agua como fuente de vida; 

Derecho al aire limpio; 

Derecho a la salud integral; 

Derecho a estar libre de contaminación, polución y residuos tóxicos o radioactivos; 

Derecho a no ser alterada genéticamente ni modificada en su estructura, amenazando así su integridad o funcionamiento vital y saludable; 

Derecho a una plena y pronta restauración después de violaciones a los derechos reconocidos en esta Declaración y causadas por las actividades humanas”. 

Su propuesta fue acogida unánimemente por la Asamblea de los Pueblos.  

Del 19 al 23 de abril de 2009 se celebró en Cochabamba, convocada por Evo Morales, la Cúpula de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra, en la cual yo estuve presente con el encargo de fundamentar teóricamente tales derechos. De ahí surgió la Carta de los Derechos de la Madre Tierra con los puntos afirmados por él en la ONU,  

Esta visión permite renovar el contrato natural con la Tierra que, articulado con el contrato social entre los ciudadanos, acabará por reforzar la sostenibilidad planetaria y garantizar los derechos de la naturaleza y de la Tierra. 

Hoy sabemos por la nueva cosmología que todos los seres poseen no solo masa y energía. También son portadores de información, que resulta de las permanentes interacciones entre sí y que va creciendo hasta irrumpir como autoconciencia. Tal hecho implica niveles de subjetividad y de historia. Aquí reside la base científica que justifica la ampliación de la personalidad jurídica a la Tierra viva. 

Desde los años 70 del siglo pasado, como hipótesis, y a partir de 2002 como teoría científica se acogió la visión de que la Tierra es un SuperEnte vivo que se comporta sistémicamente, articulando los factores físicoquímicos y ecológicos de tal forma que continúa siempre viva y productora de vida. 

Al afirmar que es un SuperEnte vivo, le corresponde la dignidad y el respeto que toda vida merece. Cada vez crece más la clara conciencia de que todo lo que existe merece existir y todo lo que vive merece vivir. Y a nosotros nos toca acoger su existencia, defenderla y garantizarle las condiciones para continuarr evolucionando. 

Además nadie duda de que el ser humano es sujeto de derechos inalienables y goza de subjetividad y de historia. Pues bien, este ser humano, como sostienen muchos cosmólogos y antropólogos, es la Tierra misma que en un momento avanzado de su complejidad empezó a sentir, a pensar, a amar y a cuidar. Esos derechos humanos, por el hecho de ser nosotros Tierra, deben ser atribuidos también a la Tierra. Los modernos la llamaron Gaia, los antiguos Gran Madre y los andinos, Pacha Mama. 

 Esta subjetividad posee historia, es decir, se encuentra dentro del inmenso proceso cosmogénico haciendo que la Tierra viva, a través de los seres humanos, se vea a sí misma, contemple el universo y represente el estadio más avanzado del cosmos conocido hasta ahora. 

Michel Serres, filósofo francés de las ciencias, afirmó con propiedad: «La Declaración de los Derechos del Hombre tuvo el mérito de decir “todos los hombres tienen derechos” y el defecto de pensar “solo los hombres tienen derechos”». 

Ha costado mucha lucha el reconocimiento pleno de los derechos de las mujeres, de los indígenas, de los negros, así como ahora está exigiendo mucho esfuerzo el reconocimiento de los derechos de la naturaleza y de la Madre Tierra, formada por el conjunto de todos los ecosistemas. 

Por causa de su imbricación mutua, Tierra y Humanidad tienen el mismo destino. Toca a nosotros, su porción consciente y sus cuidadores, hacer que este destino común tenga éxito a condición de respetar la dignidad y los derechos de la Madre Tierra. 

Leonardo Boff ha escrito: Dignidad de la Tierra: ecología, grito de la Tierra-grito de los pobres, Vozes 1999/2015. 

La ecología social que el mundo necesita

ÓSCAR FAJARDO 

En un pasaje de la novela ‘La broma infinita’, de David Foster Wallace, uno de sus personajes relata un breve cuento en el que un viejo pez, al cruzarse con dos jóvenes peces, pregunta qué tal está el agua, a lo que estos, sorprendidos, entrecruzan sus miradas y le responden: ¿qué demonios es el agua? Quise recordar este pasaje en uno de los capítulos de mi reciente ensayo ‘En extinción. Los nuevos desprotegidos de los nuevos tiempos’ (Ediciones Rialp), con el fin de ilustrar cómo, a menudo, las realidades más obvias pasan inadvertidas ante nuestros ojos. Poco sospechaba yo que, al poco, me convertiría también en un joven pez. 

Enfrascado en las teclas de mi ordenador, deslizaba una línea tras otra de mi nueva obra, cada vez con más soltura y facilidad, cada vez más intuitivamente, y así durante cinco meses, sin apenas ser consciente del agua en la que me dejaba bañar, del agua en el que me iba sumergiendo. Al quinto mes, puse un punto, pero no final, al libro. Algo faltaba, quizás, me decía, un prólogo que en unos pocos párrafos englobara lo allí contado. A ello me puse con empeño, tanto, que solo dos palabras bastaron, un eureka feliz contenido en una combinación tan breve y sencilla como reveladora y desafiante: ecología social. De repente, aquellas aguas, más bien océano ya, tenían un nombre, aunque yo, totalmente zambullido en ellas, seguía sin percibir dónde me encontraba flotando. 

Hubieron de pasar algunos meses más, un año en concreto, para que esas aguas, aún imperceptibles, comenzaran a calarme. Primero suavemente, con la llamada de la editorial que publicó el original enviado y me descubrió la presencia, inadvertida hasta ese momento para mí, de una raíz cristiana. Aguas que se hicieron más presentes y evidentes cuando un redactor de la revista que ahora tienen entre sus manos leyó un par de capítulos de ‘En extinción’ y halló una extraordinaria, ¿o puede que no tanta?, coincidencia con buena parte de la doctrina social del papa Francisco y de su ecología integral. Como buen pez joven, obnubilado por otras cuestiones que creía más relevantes, apenas me daba cuenta de esas aguas cristianas en las que nadaban mis pensamientos y reflexiones. O quizás sí lo hacía… pero me resistía inconscientemente. 

Ecologías complementarias 

Fue así como este pez joven que escribe se percató, o más bien le hicieron percatarse, de que su idea de ecología social se entreveraba hasta tal punto con esa doctrina social del papa Francisco, que incluso hasta podría escribir un artículo en el que ambas ecologías, la social y la integral, se encontraran y complementaran. Lo que hace un tiempo me hubiera parecido descabellado, dejó de serlo de inmediato, y hoy son estas líneas que ahora escribo y ustedes leen. 

Pero… comencemos por el principio, por el concepto. ¿Por qué ecología? ¿Qué sentido tiene esta idea? El concepto de ecología posee una triple vertiente que permite un acercamiento al mundo y a su realidad acorde con lo que los tiempos presentes demandan. Primeramente, la ecología se ocupa de estudiar las relaciones entre los seres vivos y el entorno en el que habitan, por lo que presenta un cariz integrador y no separador, inclusivo y no exclusivo, donde se contempla tanto a quienes habitan el medio como al propio medio y las relaciones que se producen entre todos ellos. Es esa integralidad la que resalta el papa Francisco cuando habla de ecología, una integralidad que responde a la necesidad de interpretar el mundo como un todo interconectado que ha de conocerse y comprenderse. 

En segundo término, la ecología muestra un matiz positivo de preservación y cuidado sobre aquello de lo que trata, que invita a que nos dispongamos a abordar los problemas que encontramos en el mundo actual de una forma constructiva. En tercer lugar, la ecología se acompaña de una idea de activismo, de puesta en marcha que nos impulsa a llevar el pensamiento a la acción, a pasar de la idea al hecho, a cultivar –como afirma el papa Francisco– un diálogo constante entre lo que se piensa y lo que se hace, evitando que lo pensado y lo actuado caminen en direcciones divergentes. 

Realidad interconectada 

Así que me adentro en la doctrina social del Papa, leo y extracto ideas, y las aguas en las que nado se vuelven más evidentes cuando descubro que mi visión del mundo desde las páginas de ‘En extinción’ dibuja una parecida intención “socioecológica”, un propósito de entender la realidad de forma interconectada, de llamar la atención sobre la necesidad de preservar y conservar aquello que está en riesgo de desaparición, y un imperativo de conmover y llamar a las personas a la acción

Es a través de esa mirada que entiende la realidad como algo integral y relacionado, que busca lo que está en extinción para preservarlo, desde la que se detecta algo totémico a lo que todo se pliega, que expande sus formas y maneras de hacer a toda nuestra existencia, hasta coparla y dominarla como un moderno Arquímedes que hubiera hallado un punto de apoyo sobre el que mover el mundo. Es la expansión irrefrenable de una mentalidad economicista, de costes y beneficios, de rentabilidades y productividades, de utilitarismos y funcionalidades, que ha encontrado el rápido corcel de la tecnología para correr aún más rauda. 

Esa simbiosis mágica, casi chamánica, emboba y atrapa en una dulce y pacífica sumisión al ser humano, que tolera la inequidad, la desigualdad y el sufrimiento con apática indiferencia, aunque sea él mismo quien las sufra. Este mundo economizado que, con su lógica matemática, narcotiza pensamientos críticos y sentimientos también críticos hacia uno mismo, hacia los demás y hacia su entorno nos impele –como apunta el papa Francisco– a decir “no a una economía de la exclusión y la inequidad”, a decir no al ser humano entendido “como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar”, a decir no a la “globalización de la indiferencia”. (…) 

La nueva ecología social que el mundo necesita 

ÓSCAR FAJARDO 

En un pasaje de la novela ‘La broma infinita’, de David Foster Wallace, uno de sus personajes relata un breve cuento en el que un viejo pez, al cruzarse con dos jóvenes peces, pregunta qué tal está el agua, a lo que estos, sorprendidos, entrecruzan sus miradas y le responden: ¿qué demonios es el agua? Quise recordar este pasaje en uno de los capítulos de mi reciente ensayo ‘En extinción. Los nuevos desprotegidos de los nuevos tiempos’ (Ediciones Rialp), con el fin de ilustrar cómo, a menudo, las realidades más obvias pasan inadvertidas ante nuestros ojos. Poco sospechaba yo que, al poco, me convertiría también en un joven pez. 

Enfrascado en las teclas de mi ordenador, deslizaba una línea tras otra de mi nueva obra, cada vez con más soltura y facilidad, cada vez más intuitivamente, y así durante cinco meses, sin apenas ser consciente del agua en la que me dejaba bañar, del agua en el que me iba sumergiendo. Al quinto mes, puse un punto, pero no final, al libro. Algo faltaba, quizás, me decía, un prólogo que en unos pocos párrafos englobara lo allí contado. A ello me puse con empeño, tanto, que solo dos palabras bastaron, un eureka feliz contenido en una combinación tan breve y sencilla como reveladora y desafiante: ecología social. De repente, aquellas aguas, más bien océano ya, tenían un nombre, aunque yo, totalmente zambullido en ellas, seguía sin percibir dónde me encontraba flotando. 

Hubieron de pasar algunos meses más, un año en concreto, para que esas aguas, aún imperceptibles, comenzaran a calarme. Primero suavemente, con la llamada de la editorial que publicó el original enviado y me descubrió la presencia, inadvertida hasta ese momento para mí, de una raíz cristiana. Aguas que se hicieron más presentes y evidentes cuando un redactor de la revista que ahora tienen entre sus manos leyó un par de capítulos de ‘En extinción’ y halló una extraordinaria, ¿o puede que no tanta?, coincidencia con buena parte de la doctrina social del papa Francisco y de su ecología integral. Como buen pez joven, obnubilado por otras cuestiones que creía más relevantes, apenas me daba cuenta de esas aguas cristianas en las que nadaban mis pensamientos y reflexiones. O quizás sí lo hacía… pero me resistía inconscientemente. 

Ecologías complementarias 

Fue así como este pez joven que escribe se percató, o más bien le hicieron percatarse, de que su idea de ecología social se entreveraba hasta tal punto con esa doctrina social del papa Francisco, que incluso hasta podría escribir un artículo en el que ambas ecologías, la social y la integral, se encontraran y complementaran. Lo que hace un tiempo me hubiera parecido descabellado, dejó de serlo de inmediato, y hoy son estas líneas que ahora escribo y ustedes leen. 

Pero… comencemos por el principio, por el concepto. ¿Por qué ecología? ¿Qué sentido tiene esta idea? El concepto de ecología posee una triple vertiente que permite un acercamiento al mundo y a su realidad acorde con lo que los tiempos presentes demandan. Primeramente, la ecología se ocupa de estudiar las relaciones entre los seres vivos y el entorno en el que habitan, por lo que presenta un cariz integrador y no separador, inclusivo y no exclusivo, donde se contempla tanto a quienes habitan el medio como al propio medio y las relaciones que se producen entre todos ellos. Es esa integralidad la que resalta el papa Francisco cuando habla de ecología, una integralidad que responde a la necesidad de interpretar el mundo como un todo interconectado que ha de conocerse y comprenderse. 

En segundo término, la ecología muestra un matiz positivo de preservación y cuidado sobre aquello de lo que trata, que invita a que nos dispongamos a abordar los problemas que encontramos en el mundo actual de una forma constructiva. En tercer lugar, la ecología se acompaña de una idea de activismo, de puesta en marcha que nos impulsa a llevar el pensamiento a la acción, a pasar de la idea al hecho, a cultivar –como afirma el papa Francisco– un diálogo constante entre lo que se piensa y lo que se hace, evitando que lo pensado y lo actuado caminen en direcciones divergentes. 

Realidad interconectada 

Así que me adentro en la doctrina social del Papa, leo y extracto ideas, y las aguas en las que nado se vuelven más evidentes cuando descubro que mi visión del mundo desde las páginas de ‘En extinción’ dibuja una parecida intención “socioecológica”, un propósito de entender la realidad de forma interconectada, de llamar la atención sobre la necesidad de preservar y conservar aquello que está en riesgo de desaparición, y un imperativo de conmover y llamar a las personas a la acción

Es a través de esa mirada que entiende la realidad como algo integral y relacionado, que busca lo que está en extinción para preservarlo, desde la que se detecta algo totémico a lo que todo se pliega, que expande sus formas y maneras de hacer a toda nuestra existencia, hasta coparla y dominarla como un moderno Arquímedes que hubiera hallado un punto de apoyo sobre el que mover el mundo. Es la expansión irrefrenable de una mentalidad economicista, de costes y beneficios, de rentabilidades y productividades, de utilitarismos y funcionalidades, que ha encontrado el rápido corcel de la tecnología para correr aún más rauda. 

Esa simbiosis mágica, casi chamánica, emboba y atrapa en una dulce y pacífica sumisión al ser humano, que tolera la inequidad, la desigualdad y el sufrimiento con apática indiferencia, aunque sea él mismo quien las sufra. Este mundo economizado que, con su lógica matemática, narcotiza pensamientos críticos y sentimientos también críticos hacia uno mismo, hacia los demás y hacia su entorno nos impele –como apunta el papa Francisco– a decir “no a una economía de la exclusión y la inequidad”, a decir no al ser humano entendido “como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar”, a decir no a la “globalización de la indiferencia”. (…) 

Entrevista a L. Boff

Leonardo Boff: «El problema es el capitalismo» pero los líderes evitan decirlo 

 ¿Bolsonaro? «Seguirá adelante con la deforestación mintiendo a Brasil y al mundo, de esto no hay duda». Cómo el sistema actual condena a muerte al «gran pobre» que es el planeta devastado. 

Claudia Fanti 

EDICIÓN DEL 04.11.2021-Il Manifesto 

El grito de la indígena brasilera Txai Suruí, hija de uno de los líderes más respetados de su país, Almir Suruí, ha resonado en la apertura de la COP 26: «Mi padre me ha enseñado que debemos escuchar a las estrellas, la luna, los animales, los árboles. Hoy el clima está cambiando, los animales están desapareciendo, los ríos mueren, nuestras plantas no florecen como antes. La Tierra nos está diciendo que no tenemos más tiempo». 

¿Pero es demasiado tarde para cambiar?  Se lo hemos preguntado a Leonardo Boff, uno de los padres de la Teología de la Liberación, la de los pobres y del «gran pobre» que es nuestro planeta devastado y herido,  cuyo doble – y conjunto – grito ha ocupado el centro de toda su reflexión.  

Bolsonaro está entre los firmantes del acuerdo sobre la deforestación alcanzado en la Cop 26. ¿El triunfo de la hipocresía? 

Nada mínimamente creíble puede venir del gobierno Bolsonaro: con él las mentiras han pasado a ser política de estado. Solo ha dicho la verdad en un punto: «Mi gobierno ha venido para destruir todo y volver a empezar de cero». Es una pena que este reinicio sea en nombre del oscurantismo y del negacionismo científico, ya sea sobre la Covid o sobre la Amazonia. Su opción económica va exactamente en dirección opuesta a la de la preservación ecológica: Bolsonaro ha favorecido la extracción de madera, la minería dentro de las zonas indígenas y la destrucción de la selva para dar paso al monocultivo de soja y a la ganadería. Sólo de enero a septiembre, la Amazonia perdió 8.939 km² de bosque, un 39% más que en el mismo periodo de 2020 y el peor índice de los últimos 10 años. Su adhesión al plan de reducción de las emisiones de metano en un 30% para 2030 es pura retórica. De hecho, no hay duda de que continuará el camino de la deforestación, y seguirá mintiendo a Brasil y al mundo. 
 
 

¿La Amazonia podrá sobrevivir a otros 10 años de deforestación? 

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 Antônio Nobre, gran especialista en la Amazonia, afirma que al ritmo actual de destrucción, y con una tasa de deforestación cercana ya al 20%, en 10 años podría alcanzarse el punto de no retorno, con el inicio de un proceso de transformación de la selva en una sabana apenas interrumpida por algunos bosques. El bosque es exuberante pero con un suelo pobre en humus: no es el suelo el que alimenta a los árboles, sino al contrario. El suelo es sólo el soporte físico de una complicada red de raíces. Las plantas se entrelazan a través de las raíces y se apoyan mutuamente en la base, formando un inmenso equilibrio rítmico. Todo el bosque se mueve y danza. Por esta razón, cuando una planta es derribada, arrastra a muchas otras con ella. 
 
 
 

¿Todavía estamos a tiempo de intervenir? 

Los líderes mundiales han evitado cuidadosamente tocar el verdadero problema: el capitalismo. Si no cambiamos nuestro modelo de producción y consumo, no detendremos el calentamiento global, y llegaremos  a 2030 con un aumento de la temperatura de más de un grado y medio. Las consecuencias son bien conocidas: muchas especies no podrán adaptarse y se extinguirán, habrá grandes catástrofes medioambientales y millones de refugiados climáticos, huyendo de las tierras que ya no se pueden cultivar, cruzarán desesperadamente las fronteras de los Estados, desencadenando conflictos políticos. Y con el calentamiento vendrán otros virus más peligrosos, con la posible desaparición de millones de seres humanos. Incluso ahora, los científicos del clima dicen que ya no hay tiempo. Con el dióxido de carbono ya acumulado en la atmósfera, que permanecerá allí durante 100-120 años, más el metano, que es 80 veces más dañino que el CO2, los eventos extremos serán inevitables. Y la ciencia y la tecnología podrán mitigar los efectos catastróficos, pero no evitarlos. 

¿Usted siempre ha afirmado que sin un cambio real en nuestra relación con la naturaleza no tendremos ninguna posibilidad. ¿Está la humanidad preparada para este paso? 

El sistema capitalista no ofrece las condiciones para hacer cambios estructurales, es decir para desarrollar otro paradigma de producción más amigable con la naturaleza y capaz de superar la desigualdad social. Su lógica interna es siempre asegurar primero el beneficio, sacrificando la naturaleza y las vidas humanas. De este sistema no podemos esperar nada. Las experiencias que vienen de abajo son las que nos ofrecen la esperanza de una alternativa: desde el buen vivir de los pueblos indígenas hasta el ecosocialismo de base y el biorregionalismo, que pretende satisfacer las necesidades materiales respetando las posibilidades y los límites de cada ecosistema local, creando al mismo tiempo las condiciones para la generación de bienes espirituales, como el sentido de la justicia, la solidaridad, la compasión, el amor y el cuidado de todo lo que vive

Por una economía samaritana

Organizaciones eclesiales invitan a firmar el manifiesto por una economía samaritana 

Se han inspirado en el llamamiento del papa Francisco durante IV Encuentro Mundial de Movimientos Populares en plantar cara contra la minería ilegal 

Organizaciones eclesiales y movimientos populares han invitado a firmar el Manifiesto por una economía al servicio de la justicia social y el cuidado de la Casa Común. 

Desde la Red Iglesias y Minería –uno de los promotores de esta iniciativa– han indicado que con ello “se suman al llamamiento del Papa Francisco por una economía que frene las violaciones de los derechos humanos y medioambientales por parte de las industrias extractivas”. 

Todo ello en el marco el IV Encuentro Mundial de Movimientos Populares en el que el Santo Padre exhortó “a las empresas extractivas que pongan fin a las violaciones de los derechos humanos y medioambientales que implican sus actividades”. 

Contra todo extractivismo 

“Este sistema, con su implacable lógica del beneficio, está escapando a todo control humano. Es hora de parar la locomotora, una locomotora fuera de control que nos está llevando al abismo”, dijo Francisco. 

Las organizaciones invitan en el documento a plantar cara contra la minería que “se expande sobre la vasta geografía y socio-biodiversidad de Nuestra América” y lo declaran como una “expresión contemporánea del colonialismo inherente al desarrollo del capitalismo como proyecto civilizatorio”. 

“El manifiesto que se presenta hace un llamamiento a las iglesias, los movimientos populares y la sociedad civil para que se unan en la creación de una estructura social que sea capaz de transformar el modelo económico caracterizado por la ciega voracidad de un tipo de explotación extractiva”, han explicado desde Iglesias y Minerías. 

Para quienes quiera firmar el pacto deben hacerlo AQUÍ 

COP26: las 11 claves de la cumbre del clima de Glasgow

 

La cita, que se celebra en la ciudad escocesa, debe servir para encarrilar la lucha contra el calentamiento global 

Una mujer pasa frente a un cartel que anuncia la cumbre del clima que se celebra en Glasgow.DANIEL LEAL-OLIVAS (AFP) 

MANUEL PLANELLES 

La ciudad escocesa de Glasgow acoge entre el 31 de octubre y el 12 de diciembre la llamada COP26, la cumbre internacional sobre el cambio climático. Estas son las claves de una cita organizada bajo el paraguas de Naciones Unidas y que persigue encarrilar la lucha contra el calentamiento global. 

1. ¿Qué es una COP? Las siglas COP en inglés se refieren a la Conferencia de las Partes. Es decir, a la reunión —normalmente anual— de los casi 200 países que forman parte de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. La convención se adoptó en 1992 y establecía que los gases de efecto invernadero que emite el ser humano en su actividad cotidiana están contribuyendo al cambio climático. La convención, además, fijó que los firmantes deben reducir esos gases. Para desarrollar ese tratado se celebran las COP, en las que participan los delegados y ministros de los casi 200 países del mundo. La primera COP se desarrolló en Berlín en 1995 y la número 26 se debería haber celebrado en Glasgow hace un año, pero la pandemia obligó a aplazarla 12 meses. La última COP, la de 2019, fue en Madrid. 

 2. ¿Qué es el Acuerdo de París? La convención marco sirvió para que se aprobara en 1997 el Protocolo de Kioto. Luego, en 2015, se adoptó el Acuerdo de París, que obliga a todos los países que se sumen al pacto a acometer recortes de sus emisiones de gases. La suma de todas esas reducciones debe ser suficiente para que se cumpla el principal objetivo: que el aumento de la temperatura media del planeta no supere los dos grados centígrados respecto a los niveles preindustriales y en la medida de lo posible que no rebase los 1,5. Ese es el límite que establece la ciencia para evitar los efectos más catastróficos de una situación que en estos momentos no se puede revertir. El planeta está ya en un calentamiento de 1,1 grados. 

3. ¿Está encaminado el mundo hacia el cumplimiento del Acuerdo de París? No. Los estudios científicos —liderados por el IPCC, el grupo de expertos que asesoran a Naciones Unidas— y los diferentes organismos internacionales vinculados a la ONU advierten de que los países no están encaminados para cumplir esas metas de París. De hecho, los planes actuales llevan a un incremento de la temperatura de alrededor de 2,7 grados porque los recortes de los gases de efecto invernadero son insuficientes. La concentración en la atmósfera de estos gases no ha dejado de aumentar pese a los diferentes tratados y en 2020 volvieron a marcar otro récord. Esto ha causado ya daños que serán “irreversibles” durante “siglos o milenios” y lleva a un incremento de la intensidad y la frecuencia de los fenómenos meteorológicos extremos, como estableció el IPCC en su último gran informe

Las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera marcan un récord pese a la pandemia 

4. ¿Qué es la ambición? Tras esa expresión —incorporada ya a la jerga de las negociaciones climáticas— se esconde precisamente la asunción de que los planes de recorte de las emisiones de los países no son suficientes. Por eso, el Acuerdo de París establecía revisiones periódicas al alza. La primera debía haberse realizado en 2020, pero se ha dilatado hasta ahora por la pandemia. El último análisis realizado por la ONU muestra que los recortes previstos para 2030 son un 7% mayores ahora que con los planes anteriores. Pero se está todavía lejos de lo que se necesita: en el mejor de los escenarios, los países tienen que reducir sus emisiones un 22% más de lo prometido hasta ahora para poder cumplir con la meta de los dos grados y en un 50% si se quiere conseguir que el calentamiento solo llegue a los 1,5 grados. 

5. ¿Puede mejorar esta situación en Glasgow? Sí, por supuesto. 120 de los casi 200 países firmantes del Acuerdo de París han revisado sus planes de recorte de emisiones hasta el arranque de la cumbre. Y cualquiera puede hacerlo en cualquier momento. De hecho, se espera que de la cumbre de Glasgow pueda salir algún llamamiento instando a que se actualicen lo antes posible de nuevo los programas. Pero, de momento, la situación parece que no cambiará mucho porque las grandes potencias han puesto ya sobre la mesa sus compromisos. 

La ONU enmienda los planes climáticos de los países: deben duplicar sus objetivos para evitar la “catástrofe” 

6. ¿Quiénes son los principales emisores de gases de efecto invernadero? Según las últimas estimaciones del grupo de analistas de Rhodium Group, China es el principal emisor y acumuló en 2019 el 27% de todos los gases de efecto invernadero expulsados por la actividad del ser humano. Le siguen: Estados Unidos (11%), India (6,6%) y la Unión Europea (6,4%). Pero si se mira a las emisiones acumuladas, EE UU sigue siendo el país que más ha contribuido históricamente al calentamiento global. 

7. ¿Todos los países se han comprometido a lo mismo? No, cada uno se fija su propia meta y debe revisarla al alza periódicamente. La Unión Europea, en su última actualización, ha prometido reducir sus emisiones un 55% en 2030 respecto a 1990. EE UU, tras la salida de Donald Trump de la Casa Blanca y la vuelta al Acuerdo de París, se ha comprometido a reducirlos entre un 50% y un 52% en 2030 respecto a los niveles de 2005. Y China se ha fijado como principal objetivo alcanzar su pico de emisiones en 2030, lo que le permitiría seguir con emisiones crecientes durante esta década. 

8. ¿Basta con comprometerse a reducir las emisiones? No, luego hay que aplicar planes concretos dentro de cada país para llegar hasta su meta. Europa está diseñando ahora el suyo. Y la Administración de Joe Biden está encontrando muchas dificultades para lograr los apoyos necesarios en el Congreso al plan climático que le debe permitir a este país cumplir con lo prometido. China, por su parte, ha presentado ya una hoja de ruta interna para llegar a la meta fijada por su presidente, Xi Jinping, el único de los jefes de Estado de las grandes potencia —junto al ruso Vladímir Putin— que no acude a la ceremonia de apertura de la COP26. 

9. ¿Qué es la neutralidad de carbono o las emisiones netas cero? Muchos países se están comprometiendo a alcanzar la neutralidad de carbono o emisiones netas cero a mediados de siglo. Esto supone que para entonces solo podrán emitir los gases que puedan ser captados por los sumideros, tanto los naturales (por ejemplo, los bosques) como los artificiales (a través de unas técnicas de captura y almacenaje que en estos momentos están en fase experimental). Hasta ahora, unos 75 países se han fijado como meta las emisiones cero a mediados de siglo, la mayoría en 2050, aunque algunos también en 2060. Durante la cumbre de Glasgow es posible que más países lo hagan. Sin embargo, los organismos internacionales advierten de que existe un problema de coherencia entre muchas de esas metas y los planes de recorte que tienen los países y que no conducen a esa neutralidad. 

10. ¿Qué es el artículo 6 y por qué es importante? El Acuerdo de París necesitaba de un reglamento de desarrollo y, desde 2015, los negociadores de los 200 países lo han ido cerrando. Pero en el artículo 6 se ha encallado la negociación. Este artículo hace referencia a los intercambios de derechos o unidades de emisiones de gases entre países, y también es el único de todo el acuerdo que hace referencia al sector privado, ya que abre la puerta a que las empresas puedan adquirirlos. En el Protocolo de Kioto ya existía un sistema por el que un país que no conseguía recortar lo que debía sus gases podía comprarle a otro Estado derechos de emisiones. Ese sistema se supone que seguirá con París y uno de los principales debates es cómo evitar la doble contabilidad, es decir, que un mismo derecho no pueda llevarse a los balances de reducción de dos países a la vez. El debate está entre los países que quieren reglas laxas y los que no quieren aprobar un sistema que permita esa doble contabilidad. 

11. ¿Qué más se puede esperar de la cumbre de Glasgow? En los últimos meses se ha trabajado para intentar cerrar otros acuerdos puntuales durante la COP26. Por ejemplo, se busca que un amplio número de países se comprometan a abandonar el carbón para generar electricidad. O a dejar de producir coches de combustión en 2035. Y más de medio centenar de países también se van a comprometer a reducir un 30% las emisiones de metano en 2030. Este es un potente gas de efecto invernadero y es junto al dióxido de carbono es el principal impulsor del calentamiento global. Además, también es previsible que se anuncien nuevos compromisos de ayuda financiera. Los países desarrollados debían movilizar anualmente 100.000 millones de dólares para ayudar a los países más pobres a hacer frente a los efectos del calentamiento y a recortar sus emisiones. Pero en 2019, según los cálculos de la OCDE, se había llegado solo a los 79.600. Y un reciente informe liderado por Alemania y Canadá reconoce que no se alcanzará hasta 2023 la meta de los 100.000 millones de dólares (86.000 millones de euros). Además, muchas organizaciones no gubernamentales ponen en duda la incidencia de esos fondos y critican que una gran mayoría del importe se corresponda con préstamos y no con ayudas a fondo perdido. 

Carta abierta de Greta

Greta Thunberg acusa a los líderes de los gobiernos de negar el clima 

Fuentes: De Wereld Moren [Foto: Greta Thunberg ante la ONU en 2019 (EFE)] 

Por Marc Vandepitte    Traducido del neerlandés por Sven Magnus 

Con motivo de la próxima cumbre sobre el clima la activista climática más conocida formula, con su estilo habitual, una acusación mordaz contra los gobernantes. Afirma que todavía es posible invertir la tendencia, pero para ello algo debe cambiar rápida y drásticamente. 

Código rojo 

En agosto, el Secretario General de la ONU, António Guterres, calificó el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de “código rojo para la humanidad”. Según Greta Thunberg, esto debería haber hecho saltar la alarma, pero desgraciadamente no lo hizo. 

“La negación de la crisis climática y ecológica es tan profunda que ya casi nadie le presta atención. Como nadie trata la crisis como tal, las advertencias existenciales siguen ahogándose en una corriente constante de lavado verde y en el flujo diario de noticias en los medios de comunicación”. 

Según Greta, queremos salvar el planeta, pero al mismo tiempo queremos preservar nuestro insostenible modo de vida. Sin embargo, ahora es demasiado tarde para eso. “Por muy incómoda que parezca esta realidad, esto es exactamente lo que nuestros dirigentes han elegido para nosotros tras décadas de no hacer nada. Las décadas de bla, bla, bla”. 

Se deben reducir drásticamente de inmediato las emisiones de CO2 a una escala que el mundo nunca ha visto. Como no tenemos soluciones tecnológicas que puedan hacerlo por nosotros a corto plazo, tendremos que cambiar fundamentalmente nuestras sociedades. 

Dirección equivocada 

Estamos yendo completamente en la dirección equivocada. Según las previsiones actuales, en 2021 se producirá el segundo mayor aumento de las emisiones y para 2030 se espera incluso un aumento del 16% de las emisiones respecto a 2010. 

Los hechos son inexorables. A finales de este siglo nos dirigimos hacia un calentamiento de 2,7° C, y eso solo si todos los países cumplen sus promesas. Y muchos están muy lejos todavía de cumplirlas, dice Greta. 

La producción prevista de combustibles fósiles para 2030 es el doble de lo que se necesitaría para mantenerse por debajo de un calentamiento de 1,5° C. “Así es como la ciencia nos dice que ya no podemos cumplir nuestros objetivos sin un cambio sistémico”. 

Su veredicto es duro: “Estamos fracasando por completo incluso en el cumplimiento de objetivos que son totalmente inadecuados”. 

No hay líderes climáticos 

Pero eso no es lo peor, porque las autoridades también manipulan las cifras. Utilizan una contabilidad inteligente, lagunas y estadísticas incompletas. Greta da ejemplos concretos de su país natal, Suecia, y del país anfitrión, Gran Bretaña. Pero los dos mayores emisores, China y Estados Unidos, también reciben una bofetada. 

Según Greta, actualmente no hay verdaderos líderes climáticos, al menos en los países de renta alta. Según ella, “el nivel de concienciación pública y la presión mediática sin precedentes que se requeriría para mostrar un verdadero liderazgo siguen siendo prácticamente inexistentes”. 

Para evitar una crisis climática, serán necesarias intervenciones sin precedentes. “Para que la Cop26 de Glasgow sea un éxito, hace falta mucho. Pero, sobre todo, se necesita honestidad, solidaridad y coraje”. 

¡Sí se puede cambiar el sistema! 

Según Greta, la actual crisis climática es sólo un síntoma de una crisis de sostenibilidad mucho mayor. Es una crisis social. Una crisis de desigualdad que se remonta a la colonización e incluso más allá. Una crisis en la que algunos se sienten mejores que otros y creen que pueden explotar a los demás o robar la riqueza de su país. 

Todo está conectado. “Es ingenuo pensar que podemos resolver esta crisis sin atacar sus raíces”. 

. “Debemos recordar que todavía podemos darle la vuelta a esto. Es muy posible si estamos dispuestos a cambiar”. 

Greta busca a un líder mundial, un país de altos ingresos, una gran cadena de televisión o un periódico de primera línea «que decida ser honesto, tratar realmente la crisis climática como la crisis que es». Para ella, sería un avance que podría poner todo en marcha. 

“El reloj está en marcha. Se siguen celebrando conferencias de alto nivel. Las emisiones siguen aumentando. ¿Quién será ese líder?”, concluye su carta. 

Carta abierta de Greta Thunberg 

Fuente: https://www.dewereldmorgen.be/artikel/2021/10/22/klimaattop-glasgow-greta-thunberg-beschuldigt-regeringsleiders-van-klimaatontkenning/ 

Mensaje del Papa al Consejo de Europa

Francisco sobre el cuidado de la casa común: ¡No hay más tiempo, hay que actuar! 

En un mensaje dirigido a los participantes de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, el Papa insiste en la necesidad de actuar con urgencia para afrontar juntos, «como familia de naciones», esta preocupación común: «cuidar de la naturaleza, para que ella cuide de nosotros». «Es necesario, pues, un verdadero cambio de rumbo, una nueva conciencia de la relación del ser humano consigo mismo, con los demás, con la sociedad, con la creación y con Dios», expresa Francisco. 

Sofía Lobos – Ciudad del Vaticano 

El Papa ha enviado un mensaje a los participantes en el evento de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa titulado «Medio ambiente y derechos humanos: Derecho a un medio ambiente seguro, saludable y sostenible», que se celebra en Estrasburgo este 29 de septiembre. 

En el escrito, el Santo Padre agradece a Rik Daems, Presidente de la Asamblea Parlamentaria, por su apasionada invitación a hablar sobre el tema del cuidado de la creación, y recuerda que la Santa Sede, como país observador, «sigue con particular atención e interés todas las actividades del Consejo de Europa a este respecto, en la certeza de que toda iniciativa de esta organización (que pueda mejorar la dramática situación en que se encuentra la salud de nuestro planeta) debe ser apoyada y bien valorada». 

La Tierra: el gran recurso que Dios nos ha dado 

En este sentido, el Pontífice rememora las palabras que pronunció el 25 de noviembre de 2014, durante su visita al Parlamento Europeo y al Consejo de Europa, en la que destacó la urgente necesidad de reflexionar y cooperar en la defensa «de esta querida Tierra nuestra, que es el gran recurso que Dios nos ha dado y que está a nuestra disposición para no ser desfigurado, explotado o degradado, sino para que, disfrutando de su inmensa belleza, podamos vivir con dignidad».  

 TAMBIÉN 

El Papa: La crisis pandémica ha hecho resonar el clamor de la tierra y de los pobres 

Un punto sobre el cual vuelve a insistir con determinación en su Carta Encíclica Laudato si’, pidiendo que unamos fuerzas en el cuidado de la casa común, «un principio universal que implica no solo a los fieles cristianos, sino a toda persona de buena voluntad que se preocupe por la protección del medio ambiente». 

Asimismo, el Santo Padre afirma que el presente evento (que tiene lugar en vísperas de la COP26 prevista para el próximo mes de noviembre en Glasgow) podrá ofrecer, una contribución válida en la próxima reunión de las Naciones Unidas, gracias a una mayor consideración del principio fundamental del multilateralismo.  

Nuevo instrumento jurídico que velará por el cuidado del ambiente 

Por otro lado, Francisco puntualiza que la Santa Sede también está convencida de que cualquier iniciativa del Consejo de Europa «no debe limitarse solo al área geográfica de este continente, sino que, partiendo de nuestra querida Europa, debe llegar a todo el mundo». 

De ahí que el Vaticano vea con interés la decisión que tomará el Consejo de Europa «de crear un nuevo instrumento jurídico que vincule el cuidado del medio ambiente al respeto de los derechos humanos fundamentales». 

Garantizar oportunidades para el desarrollo integral 

Además, en su mensaje el Papa hace hincapié en que no hay más tiempo para esperar. Hay que actuar ya si queremos preservar el planeta para las futuras generaciones: 

“Cualquier instrumento que respete los derechos humanos y los principios de la democracia y el Estado de Derecho (que son valores fundamentales del Consejo de Europa) puede ser útil para abordar este desafío global. Nadie puede negar el derecho fundamental de todo ser humano a vivir con dignidad y a desarrollarse plenamente; y si todos los seres humanos nacen en esta tierra con la misma dignidad […], entonces como comunidad estamos obligados a garantizar que cada persona viva con dignidad y tenga las oportunidades adecuadas para su desarrollo integral” 

Igualmente, el Santo Padre pone en guardia sobre las consecuencias del comportamiento del ser humano: 

“Cuando este se considera el señor del universo y no su administrador responsable, cuando deja de reconocer su legítima posición en relación con el mundo, justifica todo tipo de despilfarros, tanto ambientales como humanos, y trata a los demás y a la naturaleza como meros objetos” 

Consumir para vivir, no vivir para consumir 

Francisco añade que cada persona debe utilizar de la Tierra lo necesario para su sustento: 

“Como decían nuestros antepasados «Esse oportet ut vivas, non vivere ut edas» es decir, hay que comer para vivir, no vivir para comer, por lo tanto en nuestro tiempo hay que consumir para vivir, no vivir para consumir. Sobre todo, nunca se debe consumir de forma desenfrenada, como ocurre hoy en día” 

Para el Papa hay un punto central que no podemos seguir ignorando: «Todo está conectado, y como familia de naciones debemos tener una preocupación común que es procurar que el medio ambiente sea más limpio, más puro y se conserve». 

  TAMBIÉN 

El Papa en el Día de la Tierra: «¡Es el momento de actuar, estamos al límite!» 

En definitiva, «se trata de cuidar de la naturaleza, para que ella cuide de nosotros» y para ello «hace falta un verdadero cambio de rumbo, una nueva conciencia de la relación del ser humano consigo mismo, con los demás, con la sociedad, con la creación y con Dios». 

Pensar en las futuras generaciones 

Finalmente, el Pontífice subraya que esta crisis ecológica es en realidad «una sola y compleja crisis socio-ambiental” que nos invita a un diálogo interdisciplinario y operativo a todos los niveles, desde el local hasta el internacional, pero también a una responsabilidad tanto individual como colectiva: 

“Debemos pensar en la responsabilidad que tenemos con las generaciones futuras, y en el mundo que queremos dejar a nuestros niños y jóvenes” 

«Espero que esta Asamblea Parlamentaria y el Consejo de Europa logren identificar, promover y actuar con determinación todas las iniciativas necesarias para construir un mundo más sano, más justo y más sostenible», concluye Francisco indicando que, «si de las manos de Dios hemos recibido un jardín; no podemos dejar un desierto a nuestros hijos”. 

Por eso, pide que entre todos, actuemos «con esperanza, valor y voluntad», tomando decisiones concretas «que no pueden dejarse para mañana, si su finalidad es proteger la casa común y la dignidad de todo ser humano» 

Necesitamos políticas que abran los ojos

por Teresa García Gómez
La comunidad científica nos alerta con datos y evidencias de que si no cambiamos el ritmo de producción y consumo, que el capitalismo alienta, pronto será irremediable la supervivencia del ser humano en el planeta y también de otros seres vivos.
Mientras tanto, organizaciones políticas, no gubernamentales y otros movimientos sociales apuntan a que es urgente realizar un cambio de rumbo en nuestra manera de concebir el progreso de los pueblos.
Hemos de ser conscientes de que los países opulentos, como el nuestro –aunque muchas personas apenas poseen migajas–, somos responsables de un sistema que para sustentarse genera dinámicas en países empobrecidos que se basan “en la apropiación a escala planetaria de los recursos naturales, la explotación a esa misma escala de la fuerza de trabajo y la externalización de los costes sociales y ecológicos”[1]. Seguir leyendo

El Papa lanza la plataforma «Laudato Si»

El Papa lanza la plataforma Laudato si’: “hay que perseguir la ecología integral”
El Pontífice envía un video mensaje para el lanzamiento de la plataforma Laudato si’: “Nuestro egoísmo, nuestra indiferencia y nuestros estilos irresponsables están amenazando el futuro de nuestros hijos. Cuidemos de nuestra madre Tierra”.
Mireia Bonilla – Ciudad del Vaticano
Hoy, junto al lanzamiento de la plataforma Laudato si’ – el programa que pretende implicar a todo el mundo católico en un proceso de conversión ecológica, según el espíritu de la encíclica Laudato si’ y la ecología integral – el Santo Padre ha enviado un video mensaje para recordar que nuestro planeta está enfermo y urgen acciones ecológicas y eco-sostenibles.
Necesitamos una ecología humana integral y nuevos estilos de vida
En el video Francisco recuerda su Encíclica Laudato si’, promulgada en 2015 y en la que invitó a todas las personas de buena voluntad a cuidar la Tierra, nuestra casa común y señala que, desde hace tiempo, “esta casa que nos acoge sufre las heridas que provocamos por una actitud depredadora, que nos hace sentir dueños del planeta y de sus recursos y nos autoriza a un uso irresponsable de los bienes que Dios nos ha dado”. Además – dice – “hoy, estas heridas se manifiestan dramáticamente en una crisis ecológica sin precedentes que afecta al suelo, al aire, al agua y al ecosistema en el que viven los seres humanos” y la actual pandemia ha sacado a la luz de forma aún más contundente el clamor de la naturaleza y el de los pobres, que son los que más sufren las consecuencias.
Ante este panorama, el Papa insiste, una vez más, en que “necesitamos un nuevo enfoque ecológico que transforme nuestra forma de habitar el mundo, nuestros estilos de vida, nuestra relación con los recursos de la Tierra y, en general, nuestra forma de ver al hombre y de vivir la vida”. De hecho, subraya que necesitamos una ecología humana integral “que involucre no sólo las cuestiones ambientales sino al hombre en su totalidad”.
Tenemos una gran responsabilidad con las generaciones futuras
“¿Qué tipo de mundo queremos dejar a nuestros niños y jóvenes?” se pregunta el Papa, pues – continúa – “nuestro egoísmo, nuestra indiferencia y nuestros estilos irresponsables están amenazando el futuro de nuestros hijos”. De ahí su llamamiento a “cuidar de nuestra madre Tierra”, a “superar la tentación del egoísmo que nos convierte en depredadores de los recursos”, a “cultivar el respeto por los dones de la Tierra y de la creación” y a “inaugurar un estilo de vida y una sociedad por fin eco-sostenibles”. “De las manos de Dios hemos recibido un jardín; no podemos dejar un desierto a nuestros hijos” puntualiza.
Plataforma Laudato si’ como resultado del Año Laudato si’
El año pasado el Papa Francisco proclamó el año Laudato si’ y hoy esto se traduce en un proyecto de acción concreto: la Plataforma de Acción Laudato si’. “Un viaje de siete años que verá a nuestras comunidades comprometidas de diferentes maneras para llegar a ser totalmente sostenibles, en el espíritu de la ecología integral” dice el Papa.
Es por ello que Francisco hoy invita a todos “a emprender juntos este camino”, y en particular se dirige a esas siete realidades: familias – parroquias y diócesis – escuelas y universidades – hospitales – empresas y granjas – organizaciones, grupos y movimientos – instituciones religiosas. “Trabajen juntos – pide el Papa – sólo así podremos crear el futuro que queremos: un mundo más inclusivo, fraternal, pacífico y sostenible”. Por último, asegura que, en estos próximos siete años, se perseguirá la visión de la ecología integral: “responder al grito de la Tierra, responder al grito de los pobres, la economía ecológica, adoptar un estilo de vida sencillo, la educación ecológica, la espiritualidad ecológica y el compromiso comunitario”. “Hay esperanza – dice el Santo Padre – todos podemos colaborar, cada uno con su propia cultura y experiencia, cada uno con sus propias iniciativas y capacidades”