Dina fue testigo de los tiempos oscuros del pueblo salvadoreño
Gabina Dubón, mejor conocida como Dina, es una enciclopedia abierta. Fue testigo de los tiempos oscuros del pueblo salvadoreño. En 1970 conoció al ahora beato Rutilio Grande. Cuenta que por ser la mayor de sus hermanos “decidimos participar en la comunidad de base promovida por el padre, por amor, fe y compromiso cristiano; hicimos realidad el sueño de vivir el Evangelio y nos organizamos en la Federación Cristiana de Campesinos Salvadoreños, para luchar por los intereses de nuestros hermanos”.
Recuerda que en ese ínterin conoció a su esposo y, como Rutilio, “viajaba los fines de semana y en festivos a su pueblo natal”. “Nunca me imaginé que quien me casó más tarde sería mártir”, señala. Vivió con intensidad estas luchas del sacerdote, siguiendo su ejemplo, hasta que apagaron su vida el 12 de marzo de 1977. Vivía en El Paisnal –al norte del país–, recuerda que “ese día estaba en Cojutepeque realizando misiones y regresé”. Un presentimiento la llevó a tomar el primer bus. Su prima la recibió con la infausta noticia: “Mataron al padre Rutilio”. Lloraron desconsoladamente.
“Su muerte no fue en vano”
Desde entonces ha dedicado su vida a acompañar a las comunidades eclesiales de base, al movimiento campesino y el trabajo con mujeres. Considera que el martirio de Rutilio “despertó la base del laicado, haciendo saber que esta no era la voluntad de Dios, sino del hombre, que esto era un pecado social, estructural, la injusticia que nos quitó la venda de los ojos”. “Su muerte no fue en vano”, asevera. En junio de 2022, Cáritas Latinoamérica y Catholic Relief Services le otorgaron el Premio Mujeres Construyendo Justicia y Paz en América Latina y el Caribe. Dina sigue recorriendo El Paisnal, decidida a seguir los pasos de Rutilio
Procesión en la parroquia de santa Teresita del Niño Jesús, en D’ekoum-Abang (Camerún).
Se trata del padre Olivier Ntsa Ebode, encontrado muerto el 1 de marzo en Obala, municipio del departamento de Lékié, en la región central de Camerún
Según la prensa local, unos hombres se presentaron en su domicilio la noche del 28 de febrero al 1 de marzo alegando que un familiar suyo se encontraba mal y necesitaba sus servicios religiosos
El sacerdote aceptó subir con ellos a un coche para ir al lugar. Por el camino, le asesinaron y arrojaron el cuerpo del vehículo
(Agencia Fides).- Un sacerdote católico ha sido secuestrado y asesinado en Camerún. Se trata del padre Olivier Ntsa Ebode, encontrado muerto el 1 de marzo en Obala, municipio del departamento de Lékié, en la región central de Camerún.
Según la prensa local, unos hombres se presentaron en su domicilio la noche del 28 de febrero al 1 de marzo alegando que un familiar suyo se encontraba mal y necesitaba sus servicios religiosos. El sacerdote aceptó subir con ellos a un coche para ir al lugar. Por el camino, le asesinaron y arrojaron el cuerpo del vehículo.
El cadáver del sacerdote fue encontrado de madrugada y trasladado al tanatorio de Obala. El anuncio de su muerte ha causado gran consternación entre los fieles de la Iglesia católica y la comunidad local, donde el padre Olivier era conocido por su compromiso en favor de la paz y la justicia social.
* Contar la historia de Rutilio Grande es contar parte de la historia del pueblo salvadoreño. Rutilio nació en El Paisnal un 5 de julio de 1928. De niño aprendió a conocer y querer a Jesús y sintió la vocación al sacerdocio. También sufrió desde la infancia las dificultades económicas y familiares que marcan a la mayoría de los salvadoreños. Pero con el apoyo y amistad de Mons. Luis Chávez y González, ingresó en el Seminario en 1941, y 4 años después en la Compañía de Jesús. Viajó a Ecuador y Panamá, y regresó como profesor al Seminario de San José de la Montaña. En España, estudia filosofía y es ordenado sacerdote el 30 de julio de 1959. En Bélgica estudió pastoral, y asimiló el principio de la participación y la horizontalidad. En 1965 se incorpora al Seminario como profesor y prefecto de disciplina. Allí fue compañero de muchos sacerdotes, donde su palabra, su cariño y su influjo tuvieron una resonancia especial.
* Su intervención en la semana nacional de pastoral en julio de 1970 fue decisiva. Ese año, por su profética homilía del 6 de agosto tuvo que dejar el Seminario y pasa al Externado San José. En 1972 viaja al Instituto Pastoral de Ecuador (IPLA), donde conoce a Mons. Leonidas Proaño y reafirma su carisma pastoral basado en la participación de los laicos y en el diálogo comunitario como medios para una liberación integral de los más pobres. A su regreso de Ecuador se hizo cargo del equipo misionero en la parroquia de Aguilares, el 24 de septiembre de 1972, desempeñando un papel vital en la pastoral arquidiocesana y nacional, y donde entregó la vida un 12 de marzo de 1977, por ser fiel a la opción que marcó su vida y su ministerio, que se caracterizaron por la denuncia de las injusticias y la búsqueda de encarnar el reino de Dios.
* Le habían amenazado, y la prudencia dictaba que no acudiese a celebrar la novena en honor de San José, en El Paisnal. Pero optó por estar con su pueblo. Esa tarde salió a celebrar la Eucaristía, acompañado por Manuel Solórzano, de 72 años, Nelson Rutilio Lemus, de 16 y unos dos o tres niños. Mientras atravesaban los cañales fueron brutalmente ametrallados. El cuerpo de Rutilio recibió 12 disparos, todos ellos mortales, excepto el del pie. “El asesinato de Rutilio Grande quiso vanamente detener el proceso ya desencadenado y que estaba dando paso a una historia nueva.” Como la cruz de Jesús significó novedad de vida, la muerte del p. Grande hizo nacer a un gran profeta: Mons. Romero, que un año después, dijo: “Y porque tuvo el valor de desenmascarar tantas cosas, ya se le buscaba para matarlo y se le mató… Lo que no sabían es que ellos ponían en el surco una semilla que reventaría en grandes cosechas como decía Cristo: “El grano de trigo muere no para quedarse sepultado” (M. Romero 5/3/78)
Rosa Chávez: “Roma estuvo mal informada sobre el asunto de Monseñor Romero»
Beramendi con el cardenal Rosa Chávez Vatican Medi
El purpurado salvadoreño, de 80 años de edad, dice que “hay confusión e incluso intentos de borrar u ofrecer una versión diferente de lo ocurrido en lo que se refiere a la conversión de Romero, su asesinato y el del padre Rutilio Grande, y el papel de la Iglesia católica en los acuerdos de paz de El Salvador
Tras su asesinato, «vi al arzobispo Romero en una camilla con sus ornamentos sacerdotales morados, sin vida, con el rostro sereno, pero cuando salí a la calle, oí fuegos artificiales de celebración en las zonas acomodadas de la ciudad»
El cardenal Gregorio Rosa Chávez, que fue obispo auxiliar de San Salvador, y estrecho colaborador de monseñor Óscar Romero, mantiene en el libro Conversaciones con el cardenal Rosa Chávez, de Ariel Beramendi, sacerdote boliviano que trabaja en la comunicación en español en el Vaticano, que “había una campaña de calumnias contra el santo”.
En esas páginas, el purpurado salvadoreño, de 80 años de edad, dice que “hay confusión e incluso intentos de borrar u ofrecer una versión diferente de lo ocurrido en lo que se refiere a la conversión de Romero, su asesinato y el del padre Rutilio Grande, y el papel de la Iglesia católica en los acuerdos de paz de El Salvador, a cuyas reuniones asistió él mismo, según informa The Tablet.
Vetado para ser titular de una diócesis
Pero esa campaña de desprestigio y desinformación iría no solo contra el mártir canonizado por el papa Francisco en 2018, sino también contra él mismo, y así relata que “un obispo le dijo a un nuncio que ni se le ocurriera darle una diócesis a Chávez”.
Monseñor Romero
De hecho, Rosa Chávez, que en 2017 se convirtió en el primer cardenal de El Salvador, presentó su renuncia, cumplida la preceptiva edad canónica, siendo obispo auxiliar, el mismo servicio ministerial que había desempeñado desde la época de monseñor Óscar Romero.
El cardenal salvadoreño describe en el libro las últimas cuatro décadas “como una época de persecución contra los miembros de la Iglesia católica que defendían a los pobres y luchaban contra la injusticia” y narra que, tras el asesinato de Romero, «vi al arzobispo Romero en una camilla con sus ornamentos sacerdotales morados, sin vida, con el rostro sereno, pero cuando salí a la calle, oí fuegos artificiales de celebración en las zonas acomodadas de la ciudad».
Mártires de El Despertar – 20 de enero de 1979. Octavio Ortiz, Sacerdote Diocesano
Una masacre que no debe quedar en la impunidad
El asesinato de los mártires de El Despertar: P. Octavio Ortiz, Ángel Morales, Jorge Alberto Gómez, Roberto Orellana y David Alberto Caballero, como muchos otros cometidos antes y durante el conflicto armado, nunca fueron investigados, por lo que continúan en la impunidad hasta hoy. Pero sostenemos que para que se logre una autentica reconciliación luego de la firma de los Acuerdos de Paz, se necesita saber quienes fueron los responsables de dicha masacre, quienes ordenaron el asalto a ese centro de retiros y quienes son los responsables de mantener prisioneros a los jóvenes asistentes al retiro espiritual, durante mas de tres meses, sufriendo los vejámenes que se viven en las prisiones salvadoreñas, en esa época el Presidente era el General Carlos Humberto Romero, el Ministro de Defensa era Fidel Torres, el Director de la Guardia Nacional era Ramón Alfredo Alvarenga y de la Policía Nacional el General Iraheta (el chivo).
P. Octavi parado en el mismo lugar en donde
fue asesinado
“ Quiero recordar con cariño y solidarizarme fielmente con los sacerdotes asesinados. Investigaciones de nuestro Arzobispado y de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA nos dejan claro que…a los otros dos sacerdotes, Neto Barrera y Octavio Ortiz, es claro que perecieron en poder de agentes de seguridad…”Msr. Oscar A. Romero, 16-09-79.
Los padres y familiares del padre Octavio han decidido reabrir el caso para que se investigue a fondo quienes fueron los responsables de tal barbarie. Muchos testigos están testificando sobre lo que realmente pasó ese día.
Para dar un poco de tranquilidad a esa madre, a ese padre y sus familiares, que han vivido en la zozobra de ese asesinato, para que mueran en paz, para que se logre una autentica reconciliación en el país. Para que la memoria de este pueblo sea reivindicada se necesita la VERDAD y la JUSTICIA!
BIOGRAFÍA del Padre Octavio Ortiz Luna
Octavio Ortiz Luna, sacerdote diocesano, nació en Cacaopera, Morazán, El Salvador e1 22 de marzo de 1944.
Estudió en el Seminario San José de la Montaña, San Salvador.
En 1971 llegó como seminarista a la parroquia San Francisco de Asís de la ciudad de Mejicanos donde fundó las primeras Comunidades Eclesiales de Base.
En 1974 fue ordenado sacerdote por Monseñor Oscar Arnulfo Romero.
El mismo año fue nombrado párroco de la Parroquia San Francisco de Asís, lo que le permitió continuar el trabajo comenzado desde hacía tres años.
Fue nombrado vicario general de la vicaría de Mejicanos.
Monseñor Romero lo escogió para ser uno de sus consejeros espirituales y de trabajo.
Al padre Octavio le tocó vivir su misión como sacerdote en un momento muy difícil. La década de los 70 fue una década de mucha efervescencia popular en El Salvador. La injusticia social y el irrespeto a los derechos humanos eran tan insoportables que la amenaza de una guerra civil como única alternativa para solucionar los problemas se veía llegar.
Al igual que otros sacerdotes, obispos y monjas, Octavio tomó la Opción Preferencial por Los Pobres y se identificó con la lucha de los pobres.
Su parroquia sirvió de refugio para muchos campesinos, fue lugar de encuentro y reflexión para los-as jóvenes, obreros-as, etc.
A la edad de 35 años fue asesinado por la Guardia Nacional en el centro de retiros EL DESPERTAR. En el momento de su martirio se encontraba reunido con jóvenes varones.
Monseñor Romero que se presentó a la morgue reconoció los cadáveres y ordenó que se les llevara a la funeraria para que los prepararan y que luego los llevaran a Catedral para su vela y posterior entierro.
El día 21, Monseñor Romero en Catedral, celebró la misa ante el cadáver del Padre Ortiz y de los cuatro jóvenes: Ángel Morales, Jorge Alberto Gómez, Roberto Orellana y David Alberto Caballero.
Monseñor tituló su homilía «Un asesinato que nos habla de resurrección». En la homilía denunció que «el comunicado oficial que publicaron los medios de comunicación es mentiroso de principio a fin». También habló del presidente de la república, quien «a pesar de todo esto, ha dicho en México que no hay persecución en la Iglesia».
Al día siguiente, Monseñor Romero iba a Puebla. Y dijo a su pueblo en Catedral: «mi corazón se divide ante esta expectativa: el anhelo sincero de ir al encuentro con el Papa… y un deseo de aportar la riqueza insondable de nuestra arquidiócesis que es grande: son ustedes, son sus comunidades, es su fe, es su sufrimiento, es su persecución… Quisiera quedarme con ustedes en una hora tan dolorosa y tan peligrosa de nuestra Iglesia; pero por otra parte, siento la necesidad de llevar esta voz para hacerla sentir en Puebla a las amplitudes del continente y del mundo».
Después de la celebración eucarística, los familiares retiraron los cadáveres de los jóvenes y la comunidad de San Francisco de Asís, se encargó del traslado y del sepelio del Padre Octavio en el altar mayor de la parroquia de esa comunidad.”
UN DÍA COMO HOY 20 de enero de 1979, los Escuadrones de la Muerte cometieron otra gran masacre, en el marco de su campaña “Haga patria, mate un cura”, asesinaron al Sacerdote Octavio Ortiz Luna junto a los jóvenes David Caballero, de 16 años, Angel Morales, de 22 años, Roberto Orellana, 16 años, y Jorge Gómez, de 22 años, hecho realizado en la casa de retiros El Despertar en San Antonio Abad de San Salvador.
Su vida:
1-El padre Octavio nació el 22 de marzo de 1944 en el cantón Agua Blanca, Cacaopera, departamento de Morazán. En su partida de nacimiento se consigna como Octaviano, pero siempre lo conocimos como Octavio y así lo llamaremos en adelante. Es el segundo de diez hijos. Sus padres son don Alejandro Ortiz y doña Exaltación Luna, ambos orgullosos de su estilo campesino. Sus hermanos son nueve, cuatro caídos en el conflicto: Jesús, Ignacio, Ángel, Santos Ángel y Luis que aún vive. Y cuatro hermanas: Leoncia, Emeteria, Ana y Alejandra (quien actualmente vive con sus padres).
El primer año solo estudió cuatro meses para su primer grado. El segundo año pudo estudiarlo en el cantón de origen. El tercer año tuvo que estudiarlo viajando a Cacaopera en compañía de sus compañeros, con las dificultades que implicaba la distancia y en el invierno debían cruzar el río Torola en lancha y con las tormentas, el paso del río se volvía más riesgoso.
A la vez aprendía y colaboraba en los trabajos propios del lugar: labrar la tierra y la elaboración artesanal de los productos del henequén, principalmente tejer hamacas.
Su papá comenta que “era bueno para la Cuma”, lo cual le sirvió poco después en las chapodas de las fincas de café en los cafetales del departamento de San Miguel, donde tuvo que trabajar cuando en una ocasión se fue de la casa. Esto ocurrió cuando Octavio tenía 13 años, que buscando salir de la situación de pobreza y dejándose llevar ya por la incipiente adolescencia y espíritu de aventura, se fue junto con su vecino Ciriaco a las cortas de café, tan comunes entonces y ocasión aprovechada por gran cantidad de campesinos para ganar algunos centavos extra, para sobresalir de las calamitosas situaciones económicas. Eso pasó sin el conocimiento ni consentimiento de sus papás. Su papá lo fue a buscar, pero dicho esfuerzo fue infructuoso.
Luego en esa misma ocasión, en septiembre de 1956, se fue a buscar trabajo al occidental departamento de Santa Ana. En dicha búsqueda se encontró con alguien que le preguntó sobre “que andaba haciendo”, él le dijo que buscando trabajo. Viendo la situación de la edad y las condiciones en que andaba aquel muchacho, dicha persona le hiso saber que por ahí había un sacerdote que recogía niños de la calle, era el padre Matías Romero. Así fue conducido hacia el P. Romero
Efectivamente, aunque mintiéndole sobre “el ser huérfano”, el sacerdote lo recibió en su hogar. Ya estando ahí, Octavio le contó que tenía papás. Entonces el sacerdote lo mandó a su lugar de origen, a Cacaopera, donde su papá para que le sacaran partida de nacimiento y poder estudiar.
Hecho lo anterior, su papá Alejandro fue con Octavio donde el padre Matías a Santa Ana. Permaneció ahí durante el quinto y sexto grados (dos años).
2-Octavio en el hogar del Niño Santaneco y su vocación Sacerdotal
El Dr. Matías Romero, escribió en su obra literaria “DIARIO INTIMO DE UN SACERDOTE”, la historia de la creación de este hogar para niños y menciona que, junto a la Legión de María y utilizando al inicio las instalaciones del convento de Catedral, atendieron a niños que vivían en las calles y acerca de cómo cada uno de ellos era un caso tremendo y complicado. Luego rentó una casa en la Séptima Avenida Norte, No 9 (una cuadra al norte de Catedral), emprendiendo la fundación del “HOGAR OBRERO CRISTIANO”. Dicho nombre fue cambiado después por los benefactores por el de “Hogar del Niño Santaneco”.
(Cf.Matías Romero, “Diario Intimo de un sacerdote”, pags. 520 y ss).
Continúa narrando el Dr. Matías Romero en su Diario:
“Dejadas a un lado las incontables anécdotas de la vida rutinaria, lo que constituyó con el tiempo el hecho principal y para nosotros la desconocida razón de ser del hogar fue la vocación del niño
OCTAVIO ORTÍZ LUNA.
Llegó a nuestra casa a la edad de trece años el día 27 de septiembre de 1956. No sé quien lo halló perdido en el Volcán de Santa Ana y le enseñó el camino del recién fundado hogar de niños huérfanos. Pronto se destacó entre nosotros por su ejemplar conducta y su estabilidad de carácter. El día 22 de diciembre, sábado, fuimos con todos los niños a nuestro programa de la Y.S.D.R. y Octavio leyó palabras de felicitación de Navidad para los amigos bienhechores. El 26 le permitimos ir a su pueblo, Cacaopera, para que sacara su partida de nacimiento, su fe de bautismo y sus certificados de escuela. Decía “posiblemente llegaré el 12.” Regreso el 9. El 22 de marzo (1957) le celebramos su cumpleaños. ¡Ya hacia finales de ese mismo mes, da los primeros pasos para ver la posibilidad de su ingreso al seminario, advirtiéndole a Mons. Barrera que Octavio no era como los demás niños.
El 4 de diciembre, miércoles, se le dieron ocho días de permiso para ir a tratar el asunto con sus padres y exactamente al miércoles siguiente estaba de regreso, trayendo consigo a su papá, a su mamá y a un hermanito menor. Gentes humildes, típicos campesinos, con una honorabilidad y nobleza naturales. Fuimos con ellos a hablar con Mons. Barrera y él nos dijo que quedaba admitido en el Seminario. ¡Indescriptible era el gozo en mi corazón! Aquello era cosechar la primera rosa para Dios en el jardín de mis hijos del alma. El viernes 13 regresaron los papás y el hermanito de Octavio a Cacaopera. El 20 de enero del año siguiente (1958), acompañado de tres de sus compañeros (Alvarado, Retana y Napoleón) fui a entregarlo al Seminario. Y escribía yo en el diario estas palabras: “en medio de tantas penas y fracasos, podemos decir que no todo es malo. El gran fruto del hogar es Octavio”.
“Hasta aquí llegó Octavio para nosotros. De allí en adelante le perteneció a Dios” Yo lo perdí de vista y solo por terceras personas me enteré de que por fin se ordenó sacerdote.
Fue hasta el año 1979, cuando, ocupado en recoger melancólicamente mis recuerdos, una noticia triste, aunque confusa al principio, me hizo volver a los tiempos del hogar. Cuando el día sábado 20 de enero, toda la República se estremecía con la noticia de que un sacerdote y cuatro jovencitos habían sido asesinados”. (Cf. Matías Romero, op. Cit. Pag. 532. 2-6).
Su juventud transcurrió entre el estudio realizado en el Seminario Menor de Santa Ana y su integración en la familia. Estando en el Seminario Menor de Santa Ana, una enfermedad le impidió poder continuar allá, por lo que los formadores lo enviaron de regreso a su casa. Aunque ese período de “estar fuera” fue corto. Luego encontró otra oportunidad para retomar los estudios en otra institución de la Iglesia, donde continuó en sus años de adolescencia y juventud.
1-Vida de Seminario Menor
Estando una vez en una misa en Osicala, Morazán, llegó el sacerdote de la Orden franciscana, el P. Santajuliana, alguien le presentó al muchacho Octavio, mencionándole que “había sido seminarista”. El sacerdote le dirigió la pregunta “¿te cansaste de estar en el seminario?”. Octavio le respondió que no.
Sin dejar pasar más tiempo, el padre le condujo a la ciudad de San Miguel para hablar con Mons. Machado. Ahí estaba un conocido de la familia, el P. Fausto Ventura; él les dijo que había que pagar una cuota mensual, la cual, por ser pobres, sería de 40.00 colones al mes.
El Seminario Preparatorio funcionaba entonces en San Juan Opico donde el encargado era Mons. Modesto López. Estuvo ahí por un año donde terminó sexto grado.
Inmediatamente después, sin sacar el bachillerato, lo aceptaron en el Seminario San José de la Montaña, en San Salvador, el 2 de febrero de 1962, donde permaneció 11 años.
2-Vida en el Seminario Mayor
Durante el tiempo en el Seminario Mayor, hacia los últimos años, tuvo algunas dificultades por diferencia de pensamiento con la jerarquía. Según contó el P. Octavio, Mons. Luis Chávez y González ordenó la asistencia de los seminaristas a la toma de posesión del presidente Fidel Sánchez Hernández. Los seminaristas reunidos decidieron no atender aquel mandato, pues eso era hacerse cómplice con quien se muestra católico con el pueblo y después oprime a la gente.
Esa actitud de los seminaristas hizo que la Conferencia Episcopal sospechase que los padres jesuitas, hasta entonces encargados de la formación en el seminario, estaban introduciendo en los seminaristas ideas no convenientes sobre la autoridad y empujándolos a la desobediencia.
Dado que el Seminario Mayor fue cerrado debido a las discrepancias surgidas entre los obispos y las líneas de formación aplicadas por los padres jesuitas, el entonces obispo de San Miguel, Mons. Eduardo Álvarez, dijo que los iba a enviar a otros países para concluir los estudios. Ante lo cual, Octavio consideró que no valía la pena, solo por un año que le faltaba hacer tanto gasto e irse lejos. Por lo cual, concluyó sus estudios con los padres jesuitas y a la vez, realizaba trabajo pastoral con las Comunidades Eclesiales de Base, quienes, cuando llegó el momento de la ordenación, pidieron que no fuera en Catedral sino en la iglesia donde ellos se reunían, en San Francisco Mejicanos.
3-Situaciones políticas
La situación era ya difícil. Estaban en ebullición las organizaciones populares, tanto de campesinos como de obreros,. Maestros y estudiantes.
La iglesia estaba entrando en una interesante etapa de acción pastoral, con la que se procuraba responder a las demandas del momento. La fuente de inspiración estaba en la misma doctrina oficial de la Iglesia, principalmente en los documentos del Vaticano II y de Medellín de 1968. Las Comunidades Eclesiales de base, el gran aporte pastoral y evangelizador de la Iglesia latinoamericana, estaban en su pleno desarrollo y apogeo. El privilegio y prioridad que se otorgaba a la lectura de la palabra de Dios para iluminar la situación social, como el buscar las estrategias de acción para ir transformando esa situación que contradecía el proyecto del reino de Dios que Jesús vino a inaugurar, hizo que muchos sacerdotes y laicos adquirieran un profundo compromiso transformador y profético en ese momento.
Esas opciones y métodos pastorales estaban mal vistos por los regímenes militares de turno, quienes se inspiraban en la doctrina de la seguridad nacional.
El P. Octavio, luego de ser ordenado sacerdote, continuó en la línea de trabajo tal como había sido formado, que era la más común pero también la más riesgosa entonces, y así, con su Biblia en la mano y acompañando las comunidades, fue mártir de esa opción pastoral que no gustaba a las opresoras fuerzas del mal comandadas por el Coronel Romero.
4-Ordenación y primera misa
Lo ordenó Mons. Oscar Arnulfo Romero el 9 de marzo de 1974 en la iglesia San Francisco de Mejicanos (curiosamente, cinco años después, sería sepultado en esa misma iglesia) ¡Es la primicia de mi episcopado! (dijo Mons. Romero en la homilía del 21 de enero de 1979). Celebró su primera misa el 10 de marzo en la parroquia de Cacaopera, con la presencia de los padres de San Francisco Gotera y los padres Belgas, con quienes había colaborado en Zacamil, San Salvador. Ese era día de elecciones presidenciales y mucha gente no fue a votar por ir a la primera misa del nuevo sacerdote.
Inició su labor sacerdotal en San Francisco de Asís, de Mejicanos, en la Zacamil y en San Antonio Abad. Trabajaban en equipo cinco sacerdotes: Guillermo, Luis, Rogelio, Pedro (de origen belga), y el padre Octavio, salvadoreño.
Todos los días solían reunirse a la hora del almuerzo para coordinar el trabajo y estar en constante comunicación. El período de trabajo fue durante cinco años. El P. Octavio vivía en la parroquia San Francisco, Mejicanos; de ahí salía para los otros lugares. Los otros cuatro sacerdotes vivían en Zacamil.
Mons. Romero describe el último día del P. Octavio (homilía del funeral).
“Por la mañana, trabajando con los organizadores de la semana de identidad sacerdotal, para hacer una síntesis del rico mensaje que nos dejó esa semana; y por la tarde, en una reunión pro Seminario que yo presidí, Octavio fue el que llevaba la coordinación. Con una gracia muy especial sabía él llevar estas juntas y resultaban muy fructuosas. De ahí salió para San Antonio Abad a celebrar la misa del patrono y, a continuación por la noche, a inaugurar o a dar puntos de reflexión a los 30 y tantos jóvenes reunidos en la casa de retiro “El Despertar”, a los cuales la madre Chepita después concretaba con dos preguntas la reflexión espiritual, a la hora en que se tenían que levantar el día en que El Despertar fue horrible .”
5-El asesinato del P. Octavio
“El sábado 20 de enero de 1979. Día sumamente trágico. Amaneció con la noticia de que había habido un operativo militar en el local de El Despertar, de la parroquia de San Antonio Abad. En esta casa se llevaban a cabo frecuentemente, convivencias para profundizar en la fe cristiana. El padre Octavio junto con la hermana Chepita, como le llaman a la religiosa belga que allí trabaja, dirigían un encuentro de iniciación cristiana. Eran como cuarenta jóvenes. Pero al amanecer hoy, la Guardia Nacional, con una fuerza de violencia, izo estallar una bomba para romper la puerta y luego violentaron la entrada con tanquetas y disparando. El Padre Octavio, al darse cuenta se levantó, pero no encontró más que la muerte, lo mismo que otros cuatro jóvenes. Los demás del grupo, incluyendo a las dos religiosas, fueron llevados al Cuartel de la Guardia Nacional. El asesinato del padre Octavio y de los otros cuatro jóvenes no lo conocimos sino hasta en la tarde, cuando ya el cadáver del padre y de los otros jóvenes habían sido llevados a la morgue del cementerio. El rostro del padre Octavio estaba sumamente desfigurado; parecía aplastado por un enorme peso que debió pasar por encima. Lo llevaron a la funeraria La Auxiliadora, lo mismo que a los otros tres jóvenes, ya que uno de ellos había sido recogido por su familia, pero de estos tres todavía no se habían identificado a sus familiares. Por nuestra parte los llevamos a la funeraria para que los arreglaran y luego los llevaríamos a la Catedral para la velación, donde serían reconocidos por los familiares y se harían cargo de ellos. Por la noche fue llevado este cortejo trágico, fúnebre a la Catedral. Allí había mucha gente, la Catedral estaba casi llena, orando mucho por los difuntos y dirigiendo mensajes evangélicos a la muchedumbre. Yo llegué como a las once de la noche. La muchedumbre me recibió con un aplauso. Yo dirigí un responso en sufragio del padre Octavio y de los otros jóvenes y dirigí también la palabra para orientar de cómo se iba a proceder al día siguiente. Les invité a todos para la misa de ocho en la Catedral a la que asistirían todos los sacerdotes, quienes dejarían sus horarios ordinarios de domingo para concurrir a esta concelebración por un hermano sacerdote”.
MISA DEL FUNERAL
Domingo 21 de enero de 1979. (Cfr. Mons. Romero. Su Diario).
“La mañana la llena la hermosa concelebración de la Catedral. Más de cien sacerdotes alrededor del féretro de su hermano difunto, el padre Octavio. Allí estaba también los ataúdes de los otros tres jóvenes que fueron recogidos por la iglesia de la morgue del cementerio.
No pudo celebrarse la misa dentro de la Catedral, sino que se organizó en la calle y en el parque. A la hora de comenzar la misa estaba sumamente repleto, una concentración que emocionó a todos, sobre todo por la participación piadosa con que todos seguían esta plegaria por los difuntos. Estuvo a mi lado un representante del obispo de Cleveland, lo mismo que otros sacerdotes norteamericanos. Al predicar la homilía, hice un análisis del crimen del padre Octavio y de sus cuatro compañeros de sacrificio. Hice un llamamiento a usar la racionalidad antes que la violencia y la fuerza. Protesté por este atropello a la dignidad de nuestra Iglesia. Recordé la pena de excomunión en que han caído los autores intelectuales y materiales de este crimen sobre el sacerdote. Entre la muchedumbre había gente de todas las parroquias de la arquidiócesis y también representantes de muchas comunidades de otras diócesis. El féretro del padre, lo mismo que de los otros jóvenes se introdujeron nuevamente a Catedral después de la misa, para seguir recibiendo ese cariño de oración y de contemplación con que desfilaban ante ellos nuestros fieles”.
Su entierro (Cf. Mons. Romero. Su Diario)
“La comunidad de San Francisco, Mejicanos, pidió el cadáver del padre para sepultarlo en su iglesia. Y, después de dialogar sobre esta situación procurando que evitaran cualquier provocación o una manifestación de violencia, lo llevarían privadamente. Ese cuerpo les pertenece a ellos, ya que allí fue ordenado sacerdote y allí trabajó los cinco años de su ministerio. Por la tarde, ya había sido trasladado el cadáver del padre Octavio a su parroquia de San Francisco, en Mejicanos y fui a presidir la concelebración. Había unos cuarenta sacerdotes y la muchedumbre era inmensa. Era incapaz la calle frente a la iglesia de contener el numeroso acceso de gente que llegaba de todas partes. Por eso, se concelebró al aire libre y, después de la misa, se volvió a continuar la visita de los fieles al padre Octavio, en unas filas que llegaban hasta la estación terminal de los autobuses de Mejicanos. ¡Una verdadera manifestación espléndida de solidaridad, de sufrimiento, de amor, de entrega a la causa de Jesucristo! La muchedumbre estuvo sumamente cariñosa con los sacerdotes y con su obispo, al que saludaban con aplausos, con beso de manos, etc. Yo terminé esta ceremonia con mucha satisfacción en el espíritu ¡Que bién responden los pueblos cuando se les sabe amar! El padre Octavio quedó en capilla ardiente hasta que terminara el desfile de fieles que todavía era muy numeroso”.
7-Jóvenes asesinados junto al padre Octavio:
DAVID CABALLERO, nació el 12 de julio de 1963. Su padre el Sr. David Salomón Caballero y su madre la Sra. Gloria Cornejo de Caballero. Estudiaba 8º grado en la Escuela Miranda de San Antonio Abad.
ÁNGEL MORALES, tenía 22 años de edad, fue su madre Sra. Prisciana Gómez de Morales y su padre el Sr. Mercedes Morales, quienes viven en Sensuntepeque, y trabajaba como carpintero.
ROBERTO ORELLANA, nació en agosto de 1963, su madre la Sra. María Leonor Sánchez de Orellana, y su padre Mateo Orellana. Estudiaba 8º grado por la noche, en el Instituto Nacional Francisco Menéndez INFRAMEN.
JORGE GÓMEZ, tenía 22 años de edad, su madre, la Sra. María Juárez de Gómez y su padre el Sr. Manuel de Jesús Gómez. Estudiaba 2º año de Bachillerato académico en el Liceo Ruben Darío. Trabajaba como electricista en la Universidad Nacional.
FUENTE: Libro “Testigos de la fe en El Salvador, nuestros sacerdotes y seminaristas diocesanos mártires 1977 – 1993”.
Santo Tomás Becket (Mártir por defender a la Iglesia del poder político)
Martirio de Santo Thomas Becket
En el segundo tercio del siglo XII un hombre justo y honesto había llegado a ocupar el puesto más importante en la corte inglesa, después del rey y habría de acabar siendo el mártir de la disciplina, el campeón de los derechos de la Iglesia, frente a la imposición por parte del Estado
Por Francisca Abad Martín
En el segundo tercio del siglo XII un hombre justo y honesto había llegado a ocupar el puesto más importante en la corte inglesa, después del rey y habría de acabar siendo el mártir de la disciplina, el campeón de los derechos de la Iglesia, frente a la imposición por parte del Estado.
Tomás Becket nace en Londres el 21 de diciembre de 1118 de padres burgueses normandos. Su progenitor era el sheriff (especie de gobernador civil o jefe de la policía) de la ciudad. Estudiará primero en la abadía de los monjes de Merton, en Surrey y después cursará teología en París y Bolonia. A su regreso encontró su hogar deshecho y su hacienda destruida a causa de las revueltas políticas por lo que tiene que buscar trabajo en casa de un pariente londinense. A los 24 años entra al servicio del arzobispo de Canterbury, Teobaldo y emprende la carrera eclesiástica. Es nombrado diácono en 1154 y pronto consigue el puesto de arcediano o archidiácono (el diácono principal). Es el hombre de confianza del arzobispo.
El 20 de noviembre de 1154 el joven rey Enrique II es ungido en la Catedral de Wetminster y se convierte en el monarca más poderoso de toda la Cristiandad. Necesita un primer ministro de talla política poco común y se fija en Tomás Becket, quien a partir de ese momento comienza a ser, no solo canciller de Inglaterra, sino la primera figura del reino, después del soberano. Un cronista de la época nos lo pinta así: “Amable con todo el mundo, compasivo con los oprimidos y los pobres, resistente frente a los orgullosos, siempre con un humor juguetón y generoso, preocupado por no equivocarse ni equivocar a los demás, hijo prudente de este siglo. ”La gente empezó a llamarle “el segundo rey”. Comienza para él una vida fastuosa de lujos, grandes banquetes, cacerías, ropajes elegantes, etc. El rey comprende que. aparte de un marchoso parrandero, ha encontrado en Becket un valioso estadista, que se entrega por completo, con una disciplina férrea, a los intereses de la corona, dejando a los obispos el cuidado de velar por los de la Iglesia. Pero el rey no era consciente de que, ante todo y por encima de todo, Tomás era un hombre entregado por entero al cumplimiento del deber, que por debajo de los ropajes de “gran señor” portaba un alma noble.
En 1162 había quedado vacante la sede episcopal de Canterbury, por fallecimiento del anciano Teobaldo. Enrique ve entonces la posibilidad de colocar Iglesia y Estado bajo una sola mano, la suya y decide nombrar a Tomás Becket para tal dignidad, pero una vez ordenado sacerdote y después arzobispo, lo primero que hace Tomás es renunciar al cargo de Canciller, cosa que ocasiona gran disgusto al rey, pero Tomás comprende que el poder civil y el religioso han de caminar separados.
Vestiduras de Santo Tomás Becket
Las esperanzas que el rey había depositado en Becket para efectuar el cambio iban a resultar fallidas, pues su amigo se puso de parte del papa y no del rey y esto Enrique, que pretendía un enfeudamiento de la Iglesia por parte del Estado, no se lo iba a perdonar. Llegado el momento Becket reacciona con firmeza y se niega a firmar el documento que establece ese sometimiento del poder religioso al poder civil.Enrique II, sabedor de que no va conseguir doblegar su voluntad, decide procesarle. El arzobispo, sabiendo el peligro que corría, decide escapar de incognito en una noche obscura. No sin dificultades pudo llegar a Sens, donde pudo entrevistarse con el papa Alejandro III, para partir posteriormente a la abadía cisterciense de Pontigny, en la que pasaría más de dos años como un monje cualquiera, hasta que el rey permitió su regreso a Inglaterra a finales de 1170, pero las intrigas continuaron y el rey en un momento de furor dijo: “Mis cortesanos son tan cobardes y mezquinos que toleran las ofensas que me hace en mi país un clérigo rebelde y miserable”. Varios nobles se sintieron aludidos y tomaron la determinación de acabar con la vida del Arzobispo.
La noche del 28 al 29 de diciembre de 1170, los sicarios se dirigen a la catedral, encuentran al arzobispo cantando vísperas con sus monjes y allí mismo sobre el altar mayor le asesinaron. Dicen que en ese instante una pavorosa tormenta se cernió sobre Canterbury. Es enterrado en la misma Catedral y canonizado por Alejandro III, el 12 de julio de 1174. Mientras se estaba celebrando la canonización en Roma, el rey Enrique, arrodillado como peregrino penitente ante la tumba de Tomás Becket, despojado de las insignias reales, se flagelaba arrepentido, implorando el perdón de Dios y de la Iglesia, en presencia de obispos, abades y monjes.
¿Fue esto realmente así? O más bien ¿la reacción de Enrique fue la de un rey despechado que intentó borrar de la memoria del pueblo a este héroe, mandando quemar sus huesos, prohibir su culto e impedir que fuera tratado como un mártir? Sea como fuere el hecho es que ni después de muerto el rey pudo librarse de quien decía que era un “clérigo fastidioso”. Tomás Becket, pasaría a la historia como uno de los hombres más íntegros, sería visto como la encarnación del político honesto e inmortalizado por dos obras teatrales: una es “Asesinato en la catedral” de T. S. Eliot y la otra de Jean Anouilh titulada: “Becket: el honor de Dios” ambas de rango internacional.
Reflexión desde el contexto actual:
Tomás Becket murió mártir por defender los derechos y libertades de la Iglesia, frente al poder opresor de la corona, dejando bien a las claras que una cosa son los intereses políticos y otra bien distinta los intereses de Dios. Esta lección que nos ha dejado este mártir defensor de los derechos de la Iglesia no viene nada mal para muchos católicos actuales, que metidos a políticos confunden la lealtad al Estado con la lealtad a Dios y tienen mucho cuidado antes de entrar en el parlamento de dejar colgado en el perchero su condición de creyentes
Cuidar la vida es el llamado que la Comisión para la Vida, los Laicos y la Familia de la Conferencia Episcopal Argentina ha hecho en un breve comunicado lanzado con motivo del Día de los Santos Inocentes, que se celebra este 28 de diciembre.
Cuidar la vida, ayudarla a nacer y crecer
El texto dado a conocer por la Oficina de Comunicación y Prensa de la Conferencia Episcopal Argentina, comienza diciendo que “en cada celebración de la Navidad renovamos el anhelo profundo de cuidar la vida, de ayudarla a nacer y crecer”. En esa dinámica, con motivo de la fiesta en la que se recuerda a aquellos que según la tradición bíblica murieron asesinados por mandato de Herodes, desde la Comisión señalan que “volvemos a implorar al cielo por los niños y niñas que son perseguidos y a los cuales se les quita de tantas formas el don de la vida”.
A Jesús, de quien este último domingo se hacía memoria una vez más de su nacimiento en Belén, le han pedido “que custodie la vida por nacer, de aquellos que sufren la injusticia de la guerra y como dice el Papa Francisco, pierden la capacidad de sonreír”.
Mirar por los niños que sufren
En sus palabras, la Comisión para la Vida, los Laicos y la Familia de la Conferencia Episcopal Argentina pide que “no apartemos nunca la mirada sobre los niños y niñas que viven en la pobreza, que son explotados laboral y sexualmente”.
Finalmente, el texto implora “que los Santos Mártires Inocentes protejan el alma de quienes viven en el santuario materno, e intercedan por nosotros, para que con coraje y valentía cuidemos y velemos por toda vida de que exista en nuestra Patria”
El padre Abraham Kunat ha sido secuestrado por hombres armados junto a otras nueve personas
El padre Abraham Kunat ha sido secuestrado, junto a otras nueve personas, por hombres armados en Kachia, en el estado de Kaduna, al norte de Nigeria. El secuestro ha tenido lugar alrededor de la medianoche del pasado 8 de noviembre.
15 hombres armados
El grupo armado, de unos 15 hombres, atacó la llamada ‘aldea del petróleo’, situada cerca de la refinería de Kaduna. Esta es un objetivo frecuente de los asaltos de los bandidos, hasta el punto de que los residentes, trabajadores empleados en la refinería local procedentes de toda Nigeria, llevan mucho tiempo pidiendo un puesto militar fijo en la aldea para protegerlos de nuevos asaltos.
El presidente de la Asociación Cristiana de Nigeria, el padre Joseph Hayeb, ha señalado que viven “una situación muy triste porque en el estado están ocurriendo muchas cosas que no se denuncian”. Asimismo, ha recalcado que hay que hacer mucho más para proteger a los ciudadanos de los criminales que los aterrorizan
Czerny, a los 33 años del asesinato de los jesuitas en El Salvador: “Fueron mártires que encarnaron el Concilio”
Este 16 de noviembre se cumplen 33 años de la masacre de la Universidad Centroamericana (UCA), perpetrada por la Fuerza Armada salvadoreña, en la que perdieron la vida Ignacio Ellacuría, cinco compañeros jesuitas, una trabajadora de la UCA y su hija de 15 años.
Con motivo de este aniversario, el cardenal Michael Czerny, prefecto del Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral, ha recordado en una carta, recogida por Vatican News, a estos “mártires”, más de tres décadas después de su muerte.
“Al contemplar nuestro mundo ¿hay algún continente o región donde este aniversario tan importante que hoy recordamos pueda ser celebrado con auténtica tranquilidad y paz? ¿O es este, más bien, un momento con múltiples desafíos y disturbios?”, se pregunta el purpurado, también jesuita.
“Encarnaron el Concilio”
Sin embargo, Czerny encuentra motivos para la esperanza: “A pesar de los signos de violencia en varias partes del mundo y de la fragilidad de la paz, Nuestro Señor nos invita a una renovación a través del camino sinodal”, dice. “Despertar, levantarnos y caminar. Esta es la auténtica vida de la Iglesia, en humilde peregrinación y servicio alegre, inspirados por nuestros hermanos y hermanas”, añade el cardenal.
“En nuestros esfuerzos para poner en práctica, organizar e institucionalizar la visión y la misión del Concilio, podemos decir con gran honor que los nuestros son ciertamente mártires de este don que fue el Concilio Vaticano II”, continúa Czerny. “Ellos, con su vida y su muerte, encarnaron el Concilio y la 32º Congregación General en la gran iniciativa evangélica, educativa y social que fue la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas”, concluye
33 años de los mártires de la UCA: Los mataron como a Jesús de Nazaret
Mártires de la UCA
«Lo que se vivió en aquella fatídica noche del 16 de noviembre de 1989 fue precisamente eso: una auténtica Eucaristía, una donación de la propia vida hasta la entrega de la misma»
«Los mártires de la UCA son tales precisamente porque llevaron hasta sus últimas consecuencias el seguimiento de Jesús de Nazaret»
«Es como si cada año sintiéramos que Dios en la entrega de los mártires de la UCA nos sigue sonriendo y nos sigue dando ánimos»
«Os seguimos presentando a nuestro querido pueblo de El Salvador, seguimos pidiendo que intercedáis por él, os seguimos rogando para que algún día la justicia y la paz lleguen a cada uno de nuestros hogares»
por Francisco Javier Sánchez, capellan cárcel de Navalcarnero
Un año más, y ya son treinta tres, nos disponemos a celebrar el martirio de los jesuitas en la UCA, y de Elba y Celina, y digo celebrar porque, desde el dolor, y desde las lágrimas aún presentes cuando lo recordamos, merece la pena celebrarlo. Lo que celebramos es la entrega de la vida, lo que después de treinta y tres años, seguimos recordando es al “cuerpo entregado y la sangre derramada”, de estos mártires, en el fondo lo que seguimos celebrando es la Eucaristía.
Porque lo que se vivió en aquella fatídica noche del 16 de noviembre de 1989 fue precisamente eso: una auténtica Eucaristía, una donación de la propia vida hasta la entrega de la misma. Una Eucaristía donde no es que hagamos memoria de Jesús muerto y resucitado, como lo hacemos cada día, sino una Eucaristía donde los martirizados aparecen unidos al sacrificio de Jesús . Esa Eucaristía comprometida, donde los jesuitas, “molestaban al mundo”, y por eso precisamente fueron asesinados. Cuando asesinaron a Monseñor Romero, una de las monjas carmelitas del Hospitalito decía:
Monseñor Romero
“Pero volviendo al momento de la muerte de Monseñor, en que el proyectil destrozó la vida de nuestro querido Pastor, él por instinto de conservación se cogió del altar, haló el mantel y en ese momento se volcó el copón y las hostias sin consagrar se esparcieron sobre el altar. Las hermanas de la comunidad del Hospitalito interpretaron ese signo como que Dios le dijera: hoy no quiero que me ofrezcas el pan y el vino como en todas las eucaristías, hoy la víctima eres tú Oscar, y en ese mismo instante Monseñor cayó a los pies de la imagen de Cristo”.
Esa misma Eucaristía es la que celebraron los martirizados jesuitas, junto a Elba y a Celina. Los mártires no escatimaron esfuerzo en ningún momento en hacer esa entrega, no escatimaron en defender a los más pobres, hasta la última gota de su aliento y de su vida.
Los mártires de la UCA son tales precisamente porque llevaron hasta sus últimas consecuencias el seguimiento de Jesús de Nazaret. Su martirio no fue por defender un dogma, por defender unas verdades de fe, su martirio fue por defender que los seres humanos somos todos iguales, que todos nos merecemos lo mismo, que todos somos hijos e hijas de Dios, y que nadie tiene derecho a pisotear la dignidad del hermano, simplemente porque sea más pobre, o porque tenga menos medios económicos que yo.
A los mártires de la UCA los asesinaron como asesinaron al mártir Jesús de Nazaret, y como asesinan y crucifican cada día en nuestra sociedad a millones de seres humanos. Su causa por eso no fue una causa política, sino una causa evangélica. Su causa fue como la de Jesús: plantar cara al poder establecido, ese poder que sigue matando a tantas personas en tantos lugares de nuestro mundo.
Via Crucis por los mártires de la UCA
Por eso cuando llega cada año el 16 de noviembre, todos los que nos sentimos unidos al pueblo salvadoreño, y a su causa de libertad y de dignidad, tenemos un doble sentimiento. Un sentimiento de dolor porque las cosas podrían haber sido de otra manera, porque nos duele en el alma ver todavía y recordar el momento en que fueron descubiertos sus cuerpos . Y a la vez un sentido de alegría y de agradecimiento al Padre por sus vidas. Es como si cada año sintiéramos que Dios en la entrega de los mártires de la UCA nos sigue sonriendo y nos sigue dando ánimos. El Dios Padre-Madre de Jesús cada 16 de noviembre se viste de gala al descubrir que hijos e hijas suyos han sido capaces de seguirle hasta el final.
“Si me matan, resucitaré en el pueblo”, que decía el mártir San Romero de América, y es lo que seguimos sintiendo nosotros. Los mártires de la UCA como todos los mártires salvadoreños y todos los mártires del mundo entero, que dan la vida por la justicia y por la fraternidad entre todos, siguen presente entre el pueblo, están resucitados junto a Jesús, pero viven presentes e inmersos en lo que fue la causa de su martirio: defender al pueblo crucificado y machacado por el poder y la intolerancia de los ricos, de los que no tienen escrúpulos, de los que creen que el dinero lo consigue todo.
Este año, quizás lo celebramos con un poco más de tristeza que otros años, porque nuestro bonito país, El Salvador, está sumido en una profunda dictadura que no respeta los derechos humanos; una dictadura que continua usurpando los derechos de miles de salvadoreños, bajo la amenaza del poder y la opresión. Un país donde los derechos humanos son violados a diario simplemente porque no se respeta la mínima libertad de expresión. Es verdad que las pandillas y la violencia que generan son un problema grave para nuestro pueblo salvadoreño y para todo su desarrollo humano y económico, pero a la violencia pandillera no se puede responder con una violencia de corte institucional.
En el fondo lo que está sucediendo en estos momentos en El Salvador es intentar solucionar la violencia pero desde la misma violencia poderosa, de quien gobierna el país. En pro de la búsqueda de una supuesta paz y cese de la violencia se está llegando a una violencia desde arriba, que sigue sin respetar a los de abajo. La pobreza es cada vez mayor en El Salvador, los jóvenes se ven obligados a salir de su país y dejar sus hogares y sus familias para salir y buscar una solución para sus vidas y las de sus familias. Es continúa la salida de salvadoreños y salvadoreñas , hacia otros países, buscando simplemente un sustento o una solución para su pobreza. Pero eso, como antaño parece no preocupar a los que tienen hoy día el poder, sino que lo único que les preocupa es permanecer en ese mismo poder para seguir enriqueciéndose a consta de los pobres del pueblo.
Mártires UCA
Por eso la causa de los mártires de la UCA sigue estando presente treinta y tres años después de su matanza. Su sangre continúa corriendo entre los pobres salvadoreños y salvadoreñas. Sus cruces siguen siendo las de entonces. Los mártires de la UCA como Jesús de Nazaret, defendían un derecho a la vida, y por eso sus vidas fueron injustamente arrebatadas, sus vidas fueron “sesgadas de un plumazo” por aquellos que ostentaban el poder. Pero ellos, siguen diciendo al Pilato de turno: “si te he ofendido en algo, dime en qué, y si no ¿Por qué me pegas?” (Jn 18, 23) , porque la reacción del poder sigue siendo la misma: no soporta que nada ni nadie lo ponga en duda. Como tampoco lo soportan los que tienen hoy el poder en el Salvador, y siguen martirizando a todo un pueblo, y sumiéndolo en la pobreza absoluta y en la necesidad de tener que salir de él para intentar ganarse la vida, buscando un futuro mejor.
El poder establecido no soporta que alguien le critique, que alguien ponga en duda su actuación. Ellos preguntan a ese poder y se enfrentan a él; la respuesta del poder frente a esa pregunta es la entrada en la UCA aquella noche y el asesinato de cada uno de ellos sin ningún tipo de piedad y de misericordia. La procesión de antorchas y farolillos de cada año, sigue siendo signo de vida y de esperanza en medio de tanta oscuridad y medio de este país tantos años martirizado. Es lo que aparece en la letra del himno al divino Salvador, que hizo un compositor y poeta y que precisamente citó Monseñor Romero en su homilía del 23 de marzo de 1980, justamente la víspera de su asesinato: “ Pero los dioses del poder y del dinero se oponen a que haya transfiguración, por eso ahora vos sos, Señor, el primero, en levantar el brazo contra la opresión”.
Al celebrar este treinta y tres aniversario de los mártires miramos a Jesús, miramos a Dios nuestro Padre y le seguimos pidiendo con esperanza que nos siga ayudando, que siga a nuestro lado, que no nos abandone, que sigamos sintiendo su fuerza y su Espíritu como ellos mismos lo sintieron. Y seguimos diciendo que su lucha continúa, que juntos podemos hacer un país mejor, más libre y más justo, al estilo del evangelio y de Jesús de Nazaret.
Seguimos defendiendo que fueron los poderes políticos, económicos y militares, los que los asesinaron, seguimos defendiendo que es necesaria una reforma estructural del país que haga posible una disminución de la pobreza y de la injusticia social. Y lo hacemos con el Evangelio en la mano, no desde una ideología política ni religiosa, sino desde las palabras y las acciones que hacía el mismo Jesús de Nazaret. La causa de los mártires de la UCA no era un causa ideológica, como no lo fue la causa del mártir Jesús de Nazaret, de San Romero, ni de Rutilio, ni de tantos salvadoreños y salvadoreñas asesinados: era y es una causa de fraternidad, de justicia, de reconocer que todos somos iguales y que todos nos merecemos lo mismo. Pero precisamente es lo que no gusta a los poderosos de nuestro mundo, a los que tienen el poder y lo ejercen desde cualquier institución. Los poderosos y el poder asesinaron a los jesuitas, a Elba y a Celina y siguen asesinando a muchas personas sumidas en la pobreza y en la marginación más absoluta.
Treinta y tres años de la matanza de la UCA
Han pasado treinta y tres años pero no nos damos por vencidos, seguimos pensando que una nueva sociedad salvadoreña, que un nuevo país es posible, un país donde todos podamos tener los mismos derechos y podamos tener acceso a las mismas posibilidades. La Eucaristía de aquel 16 de noviembre de 1989 es la que seguimos celebrando y actualizando cada día en cada una de nuestras comunidades cristianas y cantones.
De ahí que sigamos celebrando y viviendo este acontecimiento con la misma energía y la misma indignación que aquella mañana del 16 de noviembre. Aquel día cambió la situación de El Salvador, la guerra dio un cambio de rumbo, la matanza de los mártires no fue en balde, sino que sirvió para poner ante la comunidad internacional, la injusticia en la que vivía el pueblo salvadoreño. Las cosas no fueron iguales en el país, hubo un antes y un después, su entrega no cayó en “saco roto”.
Y por eso se siguen exigiendo responsabilidades de la matanza de la UCA, pero no para buscar venganza, sino para exigir la necesaria justicia. Una justicia que debe llevar a esclarecer todo lo sucedido en aquella noche. Exigir que los responsables de este delito contra el pueblo sean llevados ante la justicia, de manera definitiva.
El único pecado de los mártires fue decir que todos tenemos derecho a la vida, porque todos somos hijos del mismo Dios. Y ese Dios quiere lo mejor para cada uno de esos hijos por igual, sin distinciones de ningún tipo. San Romero de América, ya había dicho lo mismo, que dice el Evangelio, y que defendieron los mártires de la UCA:
Romero
“Un Evangelio que no tiene en cuenta los derechos de los hombres, un cristianismo que no construye la historia de la tierra, no es la auténtica doctrina de Cristo, sino simplemente instrumento de poder. Lamentamos que en algún tiempo también nuestra Iglesia haya caído en ese pecado; pero queremos revisar la actitud y, de acuerdo con esa espiritualidad auténticamente evangélica, no queremos ser juguete de los poderes de la tierra, sino que queremos ser la Iglesia que lleva el Evangelio auténtico, valiente , de nuestro Señor Jesucristo, aun cuando fuera necesario morir como él en una cruz” (Homilía 2 de noviembre de 1977).
Y así lo hicieron, el mártir San Romero de América, y los mártires de la UCA; por defender la causa del evangelio de Jesús fueron asesinados, fueron crucificados como el mismo Maestro de Nazaret.
Después de todos estos años, nos seguimos reuniendo un año más no tanto para recordarles sino para expresar que siguen vivos entre nosotros y que por encima de todo recordamos su vida y damos gracias por las vidas de cada uno de ellos y de ellas. Todavía, entre lágrimas, recordamos el rostro de Obdulio, al descubrir los cuerpos de su mujer Elba, y de su hija Celina, junto al de los seis jesuitas asesinados en el jardín de la UCA. En el dolor de Obdulio de aquella trágica mañana, está también el dolor de todo el pueblo y de toda la iglesia salvadoreña, un dolor que solo puede ser aliviado con la fuerza del amor que supone la entrega de cada una de sus vidas. Los jesuitas pasaron en aquella noche de la muerte a la vida, vivieron su experiencia pascual, quizás antes de tiempo, pero participaron del cáliz de Jesús, y ofrecieron su vida por el pueblo y por su liberación.
Sus vidas son y hoy y serán siempre semilla de esperanza y de buena nueva, y por eso lo seguimos celebrando cada año, y lo seguiremos haciendo, cada día y cada momento; son parte de la historia de El Salvador y de la historia de nuestra Iglesia, son el evangelio vivo, viendo su vida y contemplando cómo han vivido cada instante de su existencia, podemos descubrir la vida de Jesús, y podemos llegar “a tocar al mismo Dios”. Ese Dios del que nos sentimos hijos y del que nos ha dicho Jesús que es nuestro Padre, ese Dios que al sentirnos hijos de El, nos hace también sentirnos hermanos: “El hombre es tanto más hijo de Dios cuanto más hermano se hace de los hombres, y es menos hijo de Dios cuanto menos hermano se siente del prójimo” (Homilía de San Romero, 18 de septiembre de 1977).
Mártires de El Salvador
Gracias hermanos mártires, gracias Ignacio Ellacuría, gracias Ignacio Martínez Baró, gracias Segundo Montes, gracias Armando López, gracias Juan Pablo Moreno, gracias Joaquin López y López, gracias Elba y gracias Celina. Vuestras vidas están inscritas en el cielo, en el corazón de Dios y en el corazón de cada uno de los salvadoreños. Están inscritas como vidas crucificadas y resucitadas, son vidas pascuales como la de Jesús de Nazaret. Os sentimos parte de nuestro pueblo y de nuestra Iglesia, sois sal y luz para cada uno de nosotros.
Os seguimos presentando a nuestro querido pueblo de El Salvador, seguimos pidiendo que intercedáis por él, os seguimos rogando para que algún día la justicia y la paz lleguen a cada uno de nuestros hogares. Que sigamos sintiendo la fuerza del Espíritu de Dios a través de vuestras vidas. Que nuestra Iglesia siga estando comprometida por la causa de los más pobres y más crucificados de nuestro país. Y que el Espíritu de Jesús resucitado que os hizo dar la vida por el pueblo, os haga permanecer también siempre vivos junto a El. Que vuestras vidas sean ejemplo de vida y entrega también para nuestra Iglesia y para cada una de sus comunidades.