Francisco, el Papa del Concilio

Vida Nueva celebra estos diez años de Francisco: “Es el Papa del Concilio, y por eso es revolucionario”

Laboa, Carmena y García Magán reflexionan en el VII Encuentro VN sobre esta década bergogliana

El coloquio ha sido organizado por PPC y Vida Nueva junto al Banco Sabadell y el despacho Pérez-Llorca

El acto ha servido para presentar el libro ‘Historia de los papas’, escrito por el historiador de la Iglesia

PPC Editorial y Vida Nueva, en colaboración con el Banco Sabadell y el despacho de abogados Pérez-Llorca, han celebrado en la tarde de este jueves 2 de marzo el VII Encuentro Vida Nueva, bajo el título ‘Diez años con Francisco, ¿evolución o revolución?’.

El acto, que ha tenido lugar en la sede madrileña del bufete, ha llenado el aforo (120 asistentes, además de quienes lo han seguido a través de nuestro canal de Youtube) y ha servido para presentar el libro ‘Historia de los papas’, editado por PPC y cuyo autor es el sacerdote e historiador de la Iglesia Juan María Laboa. Además de este, han participado en el coloquio, moderado por José Beltrán, director de Vida Nueva, la jueza y ex alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, y el secretario general de la Conferencia Episcopal, Francisco César García Magán.

El primero en muchos sentidos

La reflexión sobre estos diez años de pontificado del papa Francisco, elegido el 13 de marzo de 2013, ha empezado preguntándose si Bergoglio, el papa número 266 en la historia de la Iglesia, será o no recordado de un modo especial. Desde luego, parece claro que el primer latinoamericano y jesuita de la Historia en calzarse las sandalias del Pescador no será uno de los llamados pontífices “de transición”… Y es que también ha sido el primero en elegir el nombre de Francisco, en honor al santo de Asís.

Desde su amplio conocimiento, Laboa ha reivindicado que “la Iglesia es la única institución que ha durado 2.000 años”, siendo la suya “una historia de continuidad, pecado y gracia”, asombrando cómo ha sabido mantener sus “ideales”.

Entre los sietes papas que él ha conocido, desde Pío XII, “todos han tenido una relación importante con España”, siendo la realidad que “los más importantes” han sido a veces “mal vistos” desde nuestro país.

De ellos, establece una clara relación entre “Juan XXIII, Pablo VI y Francisco”. Respecto al actual, “su gran novedad es que nos dice que es el momento de volver a Cristo y al Evangelio sin las florituras que a lo largos de los siglos hemos ido añadiendo”.

Como “no creyente”

Carmena, desde una posición de “no creyente”, pero como alguien con una amplia experiencia al servicio de los ciudadanos y que ha compartido varios momentos de encuentro con Bergoglio en el Vaticano, se reconoce fascinada por su figura. Hasta el punto de que “encontré en él una coincidencia que reforzó mi sentimiento de pertenencia a la familia humana”, por lo que le estoy “agradecidísima”.

Tras conocerle en un encuentro que el Papa organizó en Roma con alcaldes de todo el mundo para reflexionar sobre la prostitución, destaca que “nos caímos bien, iniciándose así una relación personal”. Lo que ha ilustrado con una anécdota personal: al regalarle en unas navidades un crisma navideño en el que aparecía Carlos III,  Bergoglio le respondió con sorna diciéndole que le tuviera “buena onda”, pues ese fue “el Rey que expulsó a los jesuitas de España”.

En este sentido, ha valorado de su magisterio su preocupación por la cuestión migratoria, siendo “nuestra inhumanidad” algo por lo que “nos juzgará la Historia”. Y, aquí, el Papa es “el único en condenar esto” con total claridad y desde su altura moral. Cuando ella promovía políticas en defensa de los refugiados y muchos la criticaban, ella “sentía que el suyo era mi principal respaldo”.

La buena política

Por ello, Carmena también ha valorado que Francisco sea un representante eclesial que no teme reconocer que trata de hacer “política”, en el sentido de promover el “bien común”, destacando que “en su última encíclica habla de la amabilidad”, algo que “considero necesario” en la función pública, reflejando “una autoridad empática”.

Así, cuando la llaman con desdén “buenista”, se mira en el espejo y se niega a ser “malista”, pues “la bondad es esencial para ejercer la buena política”.

Por su parte, García Magán ha señalado “las tres actitudes” que hemos podido ver en el pueblo de Dios en estos diez años de pontificado: “Sorpresa, admiración y escucha”. Tras la “sorpresa inicial” al ver cómo su elección “descentralizaba” la Iglesia al ser el primer papa latinoamericano, muchos dieron paso a “la admiración” por sus “iniciales gestos”, propios de “una Iglesia pobre y para los pobres”. Ahora, el reto es que canalice “una escucha” que “se abra a creyentes de otras religiones” y a quienes “buscan con un sentido trascendente en medio de situaciones dolorosas” como la guerra o la crisis de los refugiados.

Novedad desde la continuidad

Para el obispo auxiliar de Toledo, desde esta “novedad en el ser y en el hacer”, la comunidad cristiana entera se siente heredera “de 2.000 años de historia”, siendo hoy pastores y laicos unos “eslabones” que remarcan esa tradición. Algo que se refleja “en las diferencias” entre los papas de este siglo, cada uno con sus peculiaridades y, siempre, “desde esa continuidad en lo fundamental: la evangelización”.

¿Qué es para nosotros el Papa?”, se ha preguntado Laboa. Y se ha respondido que “es el primer obispo de Roma”, viniéndole su legitimidad, precisamente, de su condición de “primera piedra de la Iglesia”, teniendo la de Roma “mayor responsabilidad” que otras comunidades. Algo que es importante recordar, ya que “venimos de unos años de confusión”, pensando muchos que, viviendo Ratzinger, “había dos papas”.

Acabado este “equívoco”, pues es claro que, “cuando un papa dimite, deja de serlo”, ahora debe iniciarse una etapa en la que “cedan en su presión quienes, por interés, han opuesto un papa a otro”, generando una malsana “división”. Guste más o menos a unos y otros, “Francisco tiene toda la autoridad” y “no se puede ser cristiano de verdad sin respetar al sucesor de Pedro”.

Desconfianza hacia el progreso

Carmena, consciente de estas divisiones en el seno de la Iglesia, ha lamentado que “la guerra desata unas pasiones inconfesables”. Siendo la realidad que “la Iglesia ha sentido generalmente desconfianza hacia el progreso”, ha tenido su parte “positiva” al “preservar ciertos aspectos” que merecen la pena conservar.

Habiendo que “analizar este conservadurismo histórico de la Iglesia”, también es “incuestionable” que “los derechos humanos, que son la esencia del cristianismo, son la gran conquista de la sociedad”. “¿De dónde procede la empatía?”, se ha cuestionado. Y ha apuntado que el cristianismo no ha sido “ajeno” a esta revolución silenciosa.

García Magán ha apuntado que, “últimamente, las bulas con los nombramientos episcopales los firma el Papa en San Juan de Letrán y no en san Pedro, lo que es todo un signo”. Además, ha invitado a Carmena a leer “el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia”, encontrándose en él “grandes propuestas en materias de avance laboral y social” que incluso muchos grupos de izquierdas “no se atreverían hoy a implementar”. También, en pleno franquismo, “la primera ley de libertad religiosa vino impulsada por los obispos”.

El ruido de la crítica

Lamentando que “la crítica hace más ruido” que la entrega silenciosa, el obispo rechazó “posicionamientos antieclesiales” que son “un absurdo teológico”. Eso sí, ha matizado, bulle hoy con más fuerza “la sinodalidad”, como reflejó el reciente Congreso de Laicos.

Así, “las comunidades cristianas en España se están comprometiendo contra los abusos”, un “problema social” que “también ha manchado a la Iglesia”, siendo siempre “execrables” todos estos crímenes. Un “esfuerzo pastoral” que refleja “un camino aún por recorrer”, pero en el que “el Sínodo” es un gran instrumento para ello.

Al pedírsele que identifique a Francisco con un concepto, Laboa ha reivindicado que “es el Papa del Concilio”, por lo que también es “un revolucionario”. Y es que “el cambio real es el Concilio; el gran olvidado de muchos, como si fuera el de Trento…”. Así, refleja que “la Iglesia no es europea, sino universal”.

El legado de Pablo VI

Fue impulsado, en definitiva “por Pablo VI, un hombre del Espíritu, que lo llevó adelante”. Tras plasmar “la libertad de conciencia”, lo que supuso “la gran ruptura con el mundo anterior”, este sentimiento, “mal visto en Europa y aún más en España”, fue cuestionado por muchos en la propia Iglesia, generando una honda crisis cuyas consecuencias han llegado hasta hoy. De ahí el gran acierto de Francisco al recuperar con autenticidad su “apuesta por lo esencial y no por lo accesorio, enseñando a vivir como lo hacía Jesús”.

Para Carmena, Bergoglio es “el papa del humanismo”. Entre otras cosas, porque sabe que “las mujeres y el feminismo hemos cambiado el mundo”, mientras que la Iglesia, “todavía no” ha apostado por ello completamente. Eso sí, “con él, se va superando esto, para dejar atrás el sectarismo”. “La Iglesia necesita la misma capacidad de liderazgo en las mujeres que en los hombres; no puede quedarse atrás”, ha concluido.

García Magán, apelando a que “lo esencial es el encuentro con Cristo, el único transformante”, ha recordado que Francisco “ha hablado de que el camino de la Iglesia es el del hombre”, pues “Dios se hizo hombre”.

Más mujeres… en todos los ámbitos

Sobre “la asignatura pendiente de las mujeres”, el Papa “ha roto esquemas en la Curia” y “ha colocado a mujeres en puestos de decisión; los demás vamos a rebufo, pero seguimos en ese camino. Hay que avanzar, en todo: ojalá hubiera más mujeres haciendo teología, derecho canónico, historia de la Iglesia… En esa igualdad de derechos, en esa riqueza de la diversidad, todos crecemos y avanzamos en ese camino”.

Por eso, el obispo ha reclamado que Francisco es “el Papa de la sinodalidad y el de la ecología integral”. Toda una “propuesta retadora”.

10 años que han sacudido a la Iglesia

Diez años no son suficientes para hacer balance del pontificado de Francisco, que aún está en curso y por un ‘período indefinido’, a pesar de las hipótesis de resignación que parecen más interesadas que reales. Sin embargo, son suficientes para observar en qué dirección se ha movido la Iglesia Católica. Efectivamente en qué direcciones, porque hay al menos dos trayectorias, y no siempre han viajado de manera convergente ya la misma velocidad.

En el plano social, el acelerón dado por Bergoglio a la Iglesia fue decisivo, tanto que constituyó un real y propio cambio de línea respecto a la línea rígidamente doctrinal de su antecesor, con la que también hubo una cohabitación sin precedentes -reinando papa y papa emérito – hasta enero pasado.

Entre los muchos temas de esta “conversión social“, sobresalen tres. El primero es el de los derechos de los inmigrantes, puesto de manifiesto por uno de los primeros actos del pontificado: el viaje a Lampedusa, apenas tres meses después de su elección a la cátedra de Pedro. Repitió tres años después con un nuevo viaje a otra isla “puerta de entrada a Europa”, Lesbos. Luego las duras críticas a la “Europa fortaleza” y la resignificación de las “raíces cristianas” de Europa, no en términos identitarios y excluyentes, sino humanistas y solidarios. Hasta las palabras de los últimos días, no las evidentes sobre la necesidad de detener a los “traficantes de seres humanos” -explotados por el gobierno de Meloni, que los esculpió en una lápida colocada en Cutro con la intención de encubrir sus errores-. , pero los incómodos sobre la “gratuita recepción”, no en vano oscurecidos por los medios del régimen.Laudato si’ (2015), en el que Bergoglio vincula estrechamente la ecología y la justicia social. Finalmente la de la guerra, con la condena de cualquier hipótesis de “guerra justa”, de la “posesión” de armas nucleares (‘ilegales, inmorales, ilógicas: deben ser abolidas’) y en general de la producción y comercio de armas. .

Por otra parte, el camino en el frente interno se presentaba más lento y sobre todo menos lineal, es decir, en el terreno de aquella reforma de la Iglesia que también había despertado grandes expectativas en los sectores progresistas y fuertes temores en los conservadores, que de hecho multiplicó los ataques al pontífice, acusándolo también de herejía.

Después de las primeras pequeñas aperturas sobre el tema del acceso a los sacramentos de los divorciados vueltos a casar con motivo del Sínodo sobre la Familia (2014-2016), el camino se estancó en el tema de los sacerdotes casados. Y si aún ayer Bergoglio, entrevistado por el canal argentino Infobae , declaraba que el celibato eclesiástico no es “eterno” sino una “prescripción transitoria que podría ser revisada”, es cierto que cuando tuvo la posibilidad real de modificar la norma, como solicitado por los obispos de la Amazonía, devolvió al remitente su propuesta de ordenar sacerdotes ( viri probati ) a hombres casados, con la exhortación apostólica Querida Amazonia (2020).

No hay duda de que el Papa Francisco ha abierto muchas ventanas: nuevas palabras hacia las personas homosexuales, comisiones de estudio sobre el diaconado femenino, intervenciones sobre el delito de abuso sexual, invitaciones a la sinodalidad. Sin embargo, el edificio de la iglesia romana ha sufrido renovaciones mínimas, pero se ha mantenido sustancialmente igual. Ha cambiado significativamente el eje de la misión de la Iglesia de lo doctrinal a lo social, pero no ha cambiado su estructura. Bergoglio no ha aplicado la “terapia de choque” de Juan XXIII, que anunció y convocó el Concilio Vaticano II poco después de su elección como Papa, sino que ha optado por el camino gradual de “iniciar procesos” que puedan producir reformas. ¿Funcionará? El tiempo dirá. El primer banco de pruebas no tardará en llegar, con las etapas finales del Sínodo de los Obispos programadas para 2023-2024. Luca Kocci – Roma

La rebelión de las mujeres en la Iglesia

Juan José Tamayo

El 8 de mazo me parece una efeméride adecuada y muy oportuna para reflexionar sobre uno de los cambios más importantes que se están produciendo en el seno de las religiones en las últimas décadas: la rebelión de las mujeres. Cada vez es mayor el número de mujeres creyentes que se rebelan contra las religiones de las que son miembros y ¡contra sus dirigentes religiosos, y se muestran críticas de su moral misógina, su doctrina androcéntrica, su organización patriarcal y su imagen masculina de dios. Y lo hacen sin renunciar a su afiliación religiosa.

La rebelión tiene lugar a nivel personal y colectivo, en el interior de las religiones y en la sociedad. A nivel personal, viven laexperiencia religiosa desde su propia subjetividad, sin tener que recurrir a la mediación de los varones, y desafían y transgreden conscientemente las normas y orientaciones en materia de sexualidad, relaciones de pareja, modelos de familia, planificación familiar, interrupción voluntaria del embarazo, derechos sexuales y reproductivos, LGTBIQ, opciones políticas, etc., que les impone el patriarcado religioso. Y lo hacen sin conciencia de culpa.

En el interior de las religiones se crean movimientos y asociaciones de mujeres que se organizan autónomamente, sin dependencia de las autoridades religiosas masculinas: dentro del cristianismo, por ejemplo, La Revuelta de las Mujeres en la Iglesia, María 2.0, Mujeres y

Teología, Asociación de Teólogas Españolas Sínodo de Mujeres, Voices of Faith, Católicas por el Derecho a Decidir, Tras las Huellas de Sofía, Mujeres Sacerdotes en la Iglesia Romana, etc. En el terreno doctrinal, elaboran su propia reflexión teológica, y en el moral, una ética no represiva.

El 1 de marzo de 2020 se celebraron concentraciones organizadas por colectivos feministas cristianos ante las catedrales y los edificios religiosos de varias ciudades españolas bajo el lema “Revuelta de las mujeres en la Iglesia. Hasta que la igualdad se haga costumbre”. Yo participé en la concentración ante la catedral madrileña de La Almudena. Por delante de las personas reunidas pasaban de largo clérigos que se dirigían al recinto catedralicio sin preguntar qué hacíamos allí, ni mostrar interés alguno por las pancartas con mensajes evangélicos y retratos de mujeres cristianas empoderadas como María Magdalena, Hildegarda de Bingen, Margarita Porete, Teresa de Jesús, Mary Ward, Simone Weil… ¿Insensibilidad patriarcal, desprecio, misoginia? Quizá las tres cosas.

La Revuelta se celebró en un clima festivo y reivindicativo fraterno-sororal, con la denuncia del patriarcado eclesiástico y de la exclusión de las mujeres de los diferentes ministerios eclesiales al servicio de la comunidad y de los espacios de responsabilidad, y la propuesta de alternativas inclusivas de las mujeres. La mirada estaba puesta en la utopía de “Otra Iglesia es posible y necesaria ya”, teniendo como referencia el movimiento de Jesús de Nazaret como comunidad de iguales y el feminismo como teoría de género, guía para el análisis del poder patriarcal y movimiento reivindicativo.

Consideran que ellas son las manos y el corazón de la Iglesia y que esta se sostiene gracias a su colaboración. Y así es

Este año, varios cientos de mujeres han vuelto a concentrarse el 5 de marzo en una veintena de ciudades del Estado Español ante las catedrales, iglesias y obispados convocadas por el movimiento “Revuelta de las Mujeres en la Iglesia-Alcem la veu” bajo el lema “Caminamos juntas por la igualdad y la dignidad dentro de la Iglesia”. Consideran que ellas son las manos y el corazón de la Iglesia y que esta se sostiene gracias a su colaboración. Y así es. Critican el lenguaje patriarcal y denuncian la masculinidad hegemónica, los abusos de poder, sexuales y de conciencia, la profunda discriminación en todos los terrenos, la injusticia de género y la invisibilización que sufren las mujeres en la Iglesia.

Reclaman el reconocimiento de las mujeres como sujetos de pleno derecho, con voz y voto, el acceso al diaconado y al presbiterado femenino, y su plena incorporación en la estructura eclesial. Piden el reconocimiento de la Teología Feminista, de la diversidad de los modelos de familia, de las identidades y orientaciones sexuales, la denuncia del modelo económico neoliberal que genera la feminización de la pobreza y la explotación laboral y sexual de las mujeres.

En la sociedad participan activamente en los movimientos feministas, apoyan sus reivindicaciones y están presentes en las ONG’s y movimientos sociales como expresión de la convergencia en las luchas por el reconocimiento de la dignidad y libertad de las mujeres en las religiones y las luchas por su emancipación y el compromiso en defensa de los sectores más vulnerables de la sociedad.

Ejemplo de dicha participación fue la importante y numerosa presencia de mujeres y colectivos de mujeres de diferentes religiones en las manifestaciones del 8 de marzo de 2019. Ese día, un grupo de monjas se sumó a la huelga feminista, que consideraron su huelga. Y ello para denunciar el patriarcado y el machismo institucional que sufren las mujeres en la Iglesia católica y en la sociedad, poner fin a la violencia contra el cuerpo de las mujeres y “tejer sororidad y visibilizar que las mujeres queremos cambiar el mundo”.   

Responden con argumentos éticos y religiosos a los mensajes homófobos, machistas y patriarcales de partidos y organizaciones de extrema derecha, a las acusaciones de “feminazis” y “supremacistas feministas”, a las falsas noticias y al negacionismo de la violencia machista contra las mujeres por parte de las organizaciones políticas y religiosas de la extrema derecha. Siguen el consejo de Simone de Beauvoir: “No olvidéis jamás que bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados. Esos derechos nunca se dan por adquiridos. Debéis permanecer vigilantes durante toda vuestra vida”.    

La Revuelta de las mujeres en la Iglesia ha enviado a la Conferencia Episcopal Española y a otras instituciones católicas un documento en el que piden, entre otras cosas, desterrar el clericalismo, lograr una Iglesia circular al servicio de las personas empobrecidas y excluidas, fomentar el lenguaje inclusivo y la simbología femenina en la liturgia.

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Juan José Tamayo es director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones «Ignacio Ellacuría» en la Universidad Carlos III de Madrid.

Francisco, el reformador de la 4ª vía

De Benedicto a Bendecido por la ruta de en medio

Diez años en la cuerda floja: Francisco, el reformador de la cuarta vía

Diez años de Francisco

«Reforma de Francisco por la cuarta vía de conversión continua y reforma evangélica por camino sinodal»

«El ‘camino de en medio’ de Francisco no es postura intermedia de ‘pseudo-centro’, sino cuarta opción para que caminen juntas las divergencias hacia una convergencia que requiere tiempo y sufrimiento, manteniendo equilibrios inestables con la ayuda del Espíritu Santo»

«En la década del Papa Francisco, tanto en la práctica pastoral como en la enseñanza de la teología, se puede practicar la cuarta vía evangélica para acoger, en vez de condenar; bendecir, en vez de demonizar; ayudar a discernir en conciencia soluciones pastorales a situaciones canónicamente calificadas como irregulares y doctrinalmente pendientes de evolución y reforma»

Por| Juan Masiá teólogo jesuita

Francisco、Reformador por la Cuarta Vía

~Ni restauración, ni ruptura, ni solo renovación, sino reforma~

   Hace diez años titulé De Benedicto a Bendecido el primer gesto del nuevo obispo de Roma: jesuita argentino con nombre franciscano invita a rezar en silencio. Esperábamos bendición papal, pero él pide primero que el Espíritu nos bendiga. El gesto clave de hermandad universal auguraba bendiciones, cumplidas año tras año con gestos, palabras y silencios, retratos de un estilo pastoral de misericordia evangélica, discernimiento espiritual y comunión de caminantes en el Espíritu. Así promueve la “conversión del Papado” y la “conversión pastoral” de una iglesia que deje de hablar “más de la ley que de la gracia, más de ella misma que de Jesucristo, más del Papa que de la Palabra de Dios (“Evangelii Gaudium”, EG, 32-38). El poliédrico Francisco (EG 236): discierne como san Ignacio, para reformar, compadece, como san Francisco, para sanar ; escucha y acompaña, como san Alfonso Ligorio, para reconciliar.

   No caben aquí recopilaciones. Me limito a un tema: la audacia de Francisco para ir por el “Camino de en medio” (que no el “punto medio”, sino “la cuarta Vía” de conversión continua y reforma evangélica por camino sinodal (EG. 217-237). Lectores/as de este blog disculparán lo repetitivo de la cantilena sobre la “la cuarta vía” (Cf. numerosos posts de estos diez años en RD sobre Papa Francisco y moral). 

Ni restauración, ni ruptura, ni renovación cosmética, sino reforma por el Espíritu

   Más allá de la restauración conservadora y del reformismo progresista; también más allá del “punto medio” de compromiso diplomático “a la vaticana”, el “camino de en medio” de Francisco no es postura intermedia de “pseudo-centro”, sino cuarta opción para que caminen juntas las divergencias hacia una convergencia que requiere tiempo y sufrimiento, manteniendo equilibrios inestables con la ayuda del Espíritu Santo.

   Lo ilustraría con un cable extendido sobre la plaza de san Pedro: Francisco se balancea, báculo-pértiga en la izquierda y mano derecha bendiciendo hacia las periferias. El pueblo reza y aplaude mientras él entona coplas de utopía, aunque no estén de moda, ni siquiera entre fieles seguidores.

   Para la reforma eclesial, el Papa Francisco camina por la vía media o camino de en medio; pero prefiero llamarle cuarta vía, para evitar la confusión con el simple “punto medio inmovilista entre dos extremos”.

  No basta la renovación cosmética

  Al revisar la tradición y recrearla con fidelidad, se dan tres actitudes estáticas y un cuarto estilo dinámico de creer, pensar y actuar para reformar.

Tres actitudes estáticas:

1) tradicionalismo a ultranza 2) ruptura radical 3) renovación cosmética moderada mediante “documentos de compromiso en el punto medio”, sin acabar de salir del inmovilismo.

   Ejemplos de la “tercera postura”: la Declaración sobre el Cuidado Pastoral de Personas Homosexuales (CDF, 1986) o el Responsum sobre la bendición del enlace de personas del mismo sexo (CDF, 2021). Estos intentos timoratos aparentan ser mediación, pero no asumen la necesidad de que evolucionen las doctrinas. Tampoco bastan para superar la triple crisis que confronta la Iglesia hoy: 1) crisis de las formas de transmisión de la fe que pueden y deben evolucionar y cambiar; 2) crisis de fe y alejamiento de creyentes en situaciones de marginación dentro de la comunidad; 3) crisis sistémica en la cumbre y estratos dirigentes de la iglesia institucional.

   Contrastando con estas tres actitudes, la “cuarta vía” propone el camino de en medio: conversión perenne, diálogo crítico y creativo, camino sinodal de posturas divergentes que se escuchan mutuamente a la vez que escuchan al Espíritu y siguen caminando hacia una futura convergencia, viviendo con esperanza y compasión mutua los dolores de parto de la evolución de las doctrinas.

   ¿Bendecir el enlace de parejas del mismo sexo?

   Un ejemplo concreto. Cuando Francisco se opone a las legislaciones que tratan la homosexualidad como delito o cuando admite el enlace civil de parejas del mismo sexo surgen diferentes reacciones por parte de las tres posturas mencionadas.

   Ejemplos:  a) a un obispo de la “primera vía” tradicionalista le parece que el Papa está pensando y actuando en contra de la doctrina de la iglesia. Este obispo sufre porque no asume la necesidad de evolución en la interpretación de las doctrinas;

   b) a un obispo de la “segunda vía”, más liberal, que acompaña a minorías marginadas en la sociedad y en la iglesia, le parecen insuficientes los gestos papales de acogida, respeto y discernimiento, porque percibe en carne viva la necesidad de romper con siglos de inmovilismo. Este obispo sufre impotente al ver dentro de la iglesia la causa sistémica de muchos alejamientos y pérdidas de fe;

   c) un tercer obispo, de escuela «ratzingeriana», le sugiere al Papa un “punto medio” (que en realidad es “una ultraderecha disfrazada de centro”: “Publiquemos, dice, un documento que insista en no discriminar, en acoger a las personas y respetar sus derechos; admitamos incluso ciertos actos discretos de acogida comunitaria, pero dejando claro que no se cambia nada de lo que dice el Catecismo sobre castidad y pecado, que no hay cambio en la interpretación tradicional del “procread y multiplicaos”, de la Moral sexual tradicional o de la ley natural etc.

   Al primero de estos tres obispos le dice Francisco que tiene que convertirse.

   Al segundo le dice que está de acuerdo, pero que a esa reforma no se debe llegar por decreto, sino por camino sinodal.

   Ante el tercero… Francisco lo pasa mal y se queda perplejo, siente que le meterán el gol de tener que firmar (por el momento) con su visto bueno una declaración de CDF, a sabiendas de que esa tercera vía no soluciona nada. Pero al mismo tiempo prosigue repitiendo los gestos que anuncian la cuarta vía y animando a proseguir por el camino sinodal,…

   Luz verde a agentes de pastoral y docentes de moral teológica

   En la década del Papa Francisco, tanto en la práctica pastoral como en la enseñanza de la teología, se puede practicar la cuarta vía evangélica para acoger, en vez de condenar; bendecir, en vez de demonizar; ayudar a discernir en conciencia soluciones pastorales a situaciones canónicamente calificadas como irregulares y doctrinalmente pendientes de evolución y reforma. Se puede hacer esto, no solo con la conciencia tranquila, sino también sin temer que algún inquisidor ponga en el punto de mira al presunto disidente.

 Clave de “la cuarta vía”: misericordia evangélica, discernimiento responsable y comunión itinerante (sinodal). (EG 20-39, 217-237)

   ¿Qué ocurre cuando se afrontan con esta actitud algunos temas controvertidos, por ejemplo, situaciones matrimoniales llamadas eufemísticamente “irregulares”, o el criterio de evaluación moral del comportamiento sexual humano, o no confundir delito penal con injusticia o pecado, etc… ?

   En tiempos de Juan Pablo y Benedicto, un sacerdote o agente pastoral o un profesor de moral que creyera, pensase y actuase según esa cuarta vía tenía que admitir que su postura es incompatible con lo que oficialmente dicen documentos eclesiásticos como, p.e., Homosexualitatis problema (1986) o el  Nuevo Catecismo  (1992) y el Nuevo derecho canónico (1983) , – por cierto, ninguno de los dos “nuevo”, sino repetidor de lo que tenía que reformarse, pero solamente se había renovado tímida y vaticanamente, según la “tercera alternativa”: más de lo mismo…

   Tarea pendiente en la era post-Ratzinger

   Al conmemorarse el cincuentenario del Concilio Vaticano II, Ratzinger recomendó releer el Catecismo y el Derecho canónico, poniéndolos al mismo nivel que los documentos del Concilio, aunque ambos contienen muchos puntos de retroceso y desacuerdo con la reforma conciliar. El famoso discurso de Ratzinger sobre la interpretación del Concilio en términos de renovación y no de reforma explica las reticencias que él abrigaba contra Gaudium et spes (1965).

   Hoy, en cambio, a quien se le presenta ese problema es al mismo Francisco, porque le achacarán sus objetores que su reforma es incompatible con la doctrina tradicional de la iglesia.

   Cuando preguntan hoy sobre la bendición eclesial del enlace civil de parejas del mismo sexo, la cuestión no es si concuerda con la doctrina tradicional de la iglesia, sino cómo ha evolucionado y tiene que seguir evolucionando esta doctrina. Y esta es la gran tarea pendiente para la que no le da tiempo a Francisco, aunque llegue a centenario (¿le dará tiempo a su sucesor?).

(Continuará en próximos posts sobre evolución de las doctrinas).

Asamblea General del Camino Sinodal de Alemania en Franfurt

Los 230 delegados del Camino Sinodal se reúnen en Fráncfort Synodaler Weg

Una amplia mayoría del Camino Sinodal alemán aprueba pedir al Papa revisar el celibato

Otra formulación que pedía directamente al Papa que levantara el celibato obligatorio, fue rechazada por una mayoría de dos tercios

Igualmente se decidió pedir a Francisco “que examine si a los sacerdotes ya ordenados se les podría dar la oportunidad de liberarse de la promesa del celibato sin tener que renunciar al ejercicio del ministerio”, además de que “los exsacerdotes se involucren más de cerca en la vida activa de la iglesia”

Por José Lorenzo

Del 9 al 11 de marzo, la localidad alemana de Fráncfort acoge la quinta y última Asamblea General del Camino Sinodal, un proceso surgido en Alemania en el año 2019 como respuesta al doloroso impacto que dejaron en la Iglesia germana los informes sobre los abusos sexuales a menores cometidos en su seno durante décadas.

Desarrollada desde entonces como un revulsivo capaz de regenerar desde la base una comunidad de creyentes de la que cada año desertaban más miembros, sin embargo, sus demandas han ido topando progresivamente con las objeciones del Vaticano, la última, el pasado mes de enero, cuando en una carta aprobada específicamente por el Papa, los cardenales Parolin, Ladaria y Oullet le hicieron saber que no tenían potestad para establecer órganos administrativos y deliberativos que pudieran suplantar a las conferencias episcopales o al Vaticano, en relación a los llamados consejos y comités sinodales. Y todo ello, además, en pleno proceso de Sínodo sobre la Sinodalidad, cuya fase final se celebrará en octubre de 2024 en Roma.

Precisamente, en la apertura de esta última asamblea (dentro de tres años se realizará otra reunión para analizar el desarrollo del proceso), el copresidente del Camino Sinodal (CS) y de la Conferencia Episcopal Alemana (DBK), Georg Bätzing, defendió el establecimiento previsto de un consejo sinodal, aunque subrayó, en referencia al aviso dado por el Vaticano, “queremos hacerlo bajo las posibilidades previstas por el derecho canónico”.

Cinco obispos ‘se dan de baja’

El obispo de Limburb también confirmó que, finalmente, de los 27 obispos que participan en el CS (en total son 230 delegados), cinco han rehusado participar en esta ocasión en las deliberaciones (donde los pastores tienen derecho de veto) al estar en desacuerdo con la aprobación de los controvertidos consejos sinodales en las diócesis. Estos obispos fueron los que escribieron al Vaticano mostraron su temor ante la posible creación de esos organismos asesores de los obispos.

Junto con este espinoso asunto, estos días se seguirá reflexionando sobre otros temas ya tratadas en las asambleas previas, como una apertura al celibato, las bendiciones para las parejas homosexuales, la admisión de mujeres a los oficios ordenados y una mayor participación de los laicos, según informa Katholisch.

Revisar el celibato

En este sentido, y tras las primera jornada, el Camino Sinodal se pronunció a favor de una revisión de las normas del celibato con una amplísima mayoría. El texto adoptado el jueves por la noche en Fráncfort pide al Papa Francisco de «reexaminar la conexión entre la consagración y la obligación de ser célibe». Esa fue la fórmula aceptada, dado que otra formulación “que pedía directamente al Papa que levantara el celibato obligatorio, fue rechazada por una mayoría de dos tercios”.

Igualmente se decidió pedir al Papa “que examine si a los sacerdotes ya ordenados se les podría dar la oportunidad de liberarse de la promesa del celibato sin tener que renunciar al ejercicio del ministerio”, además de que “los exsacerdotes se involucren más de cerca en la vida activa de la iglesia”.

Momento de oración en la apertura de la V Asamblea del Camino Sinodal Synodaler Weg

Junto con este además, además del de los consejos sinodales, que es la verdadera piedra de toque, otros dos son especialmente controvertidos: uno es el texto de reforma sobre la moralsexual, en el que, por ejemplo, se aboga por permitir oficialmente la celebración de bendiciones para las parejas del mismo sexo o aquellas que se han vuelto a casar y se han divorciado (opción también cerrada por el Vaticano en la primavera de 2021.

El otro texto controvertido que se de analizará es aquel que “demanda una nueva forma de tratar la diversidad de género en la Iglesia, especialmente con las personas transgénero e intergénero”

Mujeres en la Asamblea Sinodal del Cono Sur:

“Nos falta dar un paso más, cómo ser más protagonistas en la toma de decisiones de la Iglesia”

Mujeres en la Asamblea Sinodal del Cono Sur

“Tenemos que saber que las que hemos conseguido lugares de reconocimiento se lo debemos a una larga lucha de las mujeres por lograr una equidad en la dignidad humana»

Las mujeres en la Iglesia son las cuerdas que aseguran la Tienda

“Reconocer las mujeres y su protagonismo en los espacios de poder de la Iglesia y traer nuevas mujeres para que sean incluidas en todos los procesos de decisión de la comunidad eclesial”

“Queremos propuestas claras, respuestas claras a nuestras solicitudes”

“Pensando juntos el rol de la mujer en la Iglesia, la corresponsabilidad que tenemos, la participación que tenemos como bautizados, como construimos la Iglesia cada uno desde su rol específico”

Por Luis Miguel Modino, corresponsal en Latinoamérica

En una Iglesia donde el protagonismo femenino va creciendo, la Asamblea Sinodal del Cono Sur, que tiene lugar en Brasilia de 6 a 10 de marzo de 2023, ha reconocido esa importancia y ha agradecido por esa presencia de tantos rostros femeninos en la Iglesia de América Latina y el Caribe, una presencia que va ayudando, en un caminar sinodal, a encontrar por medio del discernimiento los caminos que hagan realidad aquello que Dios quiere para el momento histórico actual.

Importancia de los femenino

Una historia de lucha en una sociedad que no siempre ha reconocido la importancia de lo femenino, como se puso de manifiesto en el acto matutino en el que las mujeres conmemoraron su día, recordando los tantos clamores todavía presentes en la vida de tantas y tantas que todavía hoy sufren las consecuencias de la falta de respeto por su vida y por su dignidad.

En el Día de la Mujer es importante recordar que “todo tiene una historia y es muy importante hacer memoria”, afirmaba Emilce Cuda. La secretaria de la Pontificia Comisión para América Latina señala que en este día, “tenemos que saber que las que hemos conseguido lugares de reconocimiento se lo debemos a una larga lucha de las mujeres por lograr una equidad en la dignidad humana, una lucha que empieza con las mujeres trabajadoras y de la que hoy nosotras no somos el trofeo, sino que tenemos una gran deuda”. La teóloga argentina ve el servicio que desempeña en la Curia Vaticana como “un lugar que me desafía a incluir muchas mujeres dentro de la Iglesia, una conquista que este proceso sinodal está acompañando”.

Las mujeres cuerdas que aseguran la Tienda

Las mujeres en la Iglesia son las cuerdas que aseguran la Tienda, y lo hacen ayudadas por diversos instrumentos, como mostró la oración inicial del tercer día de la Asamblea Sinodal.

Por la Biblia, la Palabra como fuente inagotable de gracia desde la que Dios le ha hablado a la humanidad en el Antiguo Testamento y en la buena noticia del Nuevo Testamento. Por María, modelo de mujer abierta a la gracia y la que dijo el Sí más grande de la historia. Por la Eucaristía, ofrenda de amor total de Cristo por nosotros que se entrega y nos compromete a ser pan para los demás. Por las herramientas usadas en el mundo del trabajo, transformador y significante de los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Por la tierra, lugar de pertenencia que nos recuerda las tradiciones de nuestros pueblos y culturas.

En el Día de la Mujer, Alessandra Miranda, de la 6ª Semana Social Brasileña, llamaba a participar del Sínodo “con especial atención al papel de las mujeres en la Iglesia”. Para eso hizo ver la necesidad de dos movimientos: “reconocer las mujeres y su protagonismo en los espacios de poder de la Iglesia y traer nuevas mujeres para que sean incluidas en todos los procesos de decisión de la comunidad eclesial”, insistiendo en la importancia de las mujeres en el mundo, en la sociedad y en la Iglesia.

La mujer columna vertebral en la Iglesia

Reconociendo el importante número de mujeres en esta Asamblea Sinodal del Cono Sur, unas 70, la Hna. Nelly Leone Correa, capellana de la Pastoral Carcelaria y Vicaria Pastoral de la Diócesis de San Felipe (Chile), mostró su alegría por poder reflexionar sobre el rol de la mujer en la Iglesia junto con obispos, clérigos, la Vida Religiosa y laical, diciendo que “la mujer es la columna vertebral de todas las Iglesias del Cono Sur, de América y del Mundo”. Sin embargo, ella recalcó que “nos falta dar un paso más, cómo ser más protagonistas en la toma de decisiones de la Iglesia”, algo que piden las mujeres y quieren enviar a través de quienes participen del Sínodo en el mes de octubre, diciendo que “queremos propuestas claras, respuestas claras a nuestras solicitudes”.

Una participación en la Asamblea Sinodal del Cono Sur que Mercedes Ísola ve como una alegría y responsabilidad grande, pues “se siente un clima fuerte de una presencia palpable del Espíritu Santo”. Desde ahí insistió igualmente en como las comunidades de discernimiento han estado “pensando juntos el rol de la mujer en la Iglesia, la corresponsabilidad que tenemos, la participación que tenemos como bautizados, como construimos la Iglesia cada uno desde su rol específico”. La laica argentina destacó que “es un llamado a ser corresponsables, a ser partícipes y a ser parte de la Iglesia», algo que ve como un compromiso a llevar a las comunidades para así construir una Iglesia más sinodal.

Etapa Continental del Sínodo en países bolivarianos

Miguel Cabrejos: «El Espíritu habla a la Iglesia en virtud de la unción dada en el bautismo»

Miguel Cabrejos: «El Espíritu habla a la Iglesia en virtud de la unción dada en el bautismo»

El Espíritu, el pueblo de Dios y la sinodalidad, son las categorías que fundamentaron la intervención de Mons. Miguel Cabrejos, presidente de Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño en la ceremonia inaugural de la Asamblea Regional de los países bolivarianos iniciada este 27 de febrero en Quito – Ecuador

La tercera, tras la realización de las asambleas dedicadas a las regiones de Centroamérica y el Caribe, efectuadas en El Salvador y República Dominicana respectivamente

Tomando como base la constitución dogmática Lumen Gentium, el prelado insistió en que Dios no solo enseña a través de la jerarquía que evangeliza en su nombre y con su poder; también lo hace a través de los laicos a los que constituye en testigos, dotándoles del sentido de la fe y la gracia de la palabra

Por Paola Calderón

El Espíritu, el pueblo de Dios y la sinodalidad, son las categorías que fundamentaron la intervención de Mons. Miguel Cabrejos, presidente de Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño en la ceremonia inaugural de la Asamblea Regional de los países bolivarianos iniciada este 27 de febrero en Quito – Ecuador.

La tercera, tras la realización de las asambleas dedicadas a las regiones de Centroamérica y el Caribe, efectuadas en El Salvador y República Dominicana respectivamente.

Tomando como base la constitución dogmática Lumen Gentium, el prelado insistió en que Dios no solo enseña a través de la jerarquía que evangeliza en su nombre y con su poder; también lo hace a través de los laicos a los que constituye en testigos, dotándoles del sentido de la fe y la gracia de la palabra.

Escuchar la voz del Espíritu

Es así como indica que escuchar al Pueblo de Dios, es escuchar verdaderamente lo que el Espíritu le dice a la Iglesia. La opción de “consultar al Pueblo de Dios” depende de este proceso de redescubrimiento, por lo que recuperar esta dimensión en la Iglesia es evidencia de un proceso de maduración en la eclesiología del Pueblo de Dios que aún no ha sido plenamente apreciada.

En esta línea, el prelado asegura que volver a considerar el Pueblo de Dios como sujeto activo en la vida y misión de la Iglesia que propone el Concilio Vaticano II, “va acompañado del redescubrimiento, de la dimensión pneumatológica en ella”.

“Si no tuviéramos la certeza de que el Espíritu habla a la Iglesia y lo hace en virtud de la unción dada en el bautismo, la consulta se reduciría a una encuesta,” insiste; recordando los riesgos que esto podría generar respecto a la manipulación de la opinión pública.

Una situación muy propia de los sistemas políticos basados en la representación, porque según comenta “del Espíritu Santo depende la concordancia en la fe de todo el Pueblo de Dios”.

Aclarando que este Espíritu Santo no tiene distinción de ningún tipo para manifestarse. Para Mons. Cabrejos se trata de una dinámica espiritual que se aprecia mucho cuando se dice que “el mismo Espíritu no sólo santifica y dirige al Pueblo de Dios mediante los sacramentos, los misterios o adornándole con virtudes, sino que también distribuye las gracias especiales entre los fieles de cualquier condición, entregando a cada uno según considera. Este análisis ha de llevarnos a entender la importancia del momento que vive la Iglesia y su afán de escucharlos a todos, porque todos tienen algo que aportar.

Nuestro camino

¿Qué quieres América Latina y el Caribe para ti misma? fue el interrogante que planteó el prelado al ratificar que el Papa Francisco estuvo verdaderamente inspirado por el Espíritu Santo cuando decidió que este sínodo no debía hacerse como los demás; sino que debía celebrarse en todos los niveles; empezando por las familias, las pequeñas comunidades cristianas, los puestos de misión, parroquias,  decanatos, diócesis, provincias eclesiásticas, iglesias nacionales y continentales; hasta llegar a la universal.

La justificación de esta decisión es que en cada nivel la sinodalidad debe adaptarse a un contexto diferente, sin perder la prioridad con la que el que Papa convocó el Sínodo y propuso trabajar para y por la comunión, la participación y la misión.

«Somos uno, trabajamos juntos y estamos en misión permanente, enviados por Cristo,» advirtió, trayendo a la memoria una frase de la Iglesia local de Bamenda en Camerún: «Y para que Dios trabaje, todo hombre debe poner las manos».

Un tiempo único

En esta línea Mons. Cabrejos, invitó a aprovechar este momento que representa una oportunidad para el continente para «enriquecer su propia identidad como Iglesia, contextualizar la sinodalidad y hacer de ella una realidad auténtica en la vida diaria de la Iglesia”. Muchas veces se ha escuchado que las personas piensan que el futuro de la Iglesia está en América Latina, lo que le ha llevado a preguntarse si realmente sus habitantes alcanzan a sentirlo, si son conscientes de ello.

Esto, afirma el prelado, quiere decir que mientras esperamos la realización del sínodo sobre la sinodalidad en el nivel de la Iglesia universal, se hace necesario tomarse las asambleas regionales  con la misma seriedad como si fueran el sínodo definitivo. Tenemos ante nosotros la oportunidad para asumir nuestra responsabilidad de proporcionar el sentido y la dirección para la Iglesia latinoamericana y caribeña, la de este tiempo y del mañana.

«La etapa continental del proceso sinodal significa que América Latina y el Caribe tienen la posibilidad de hacer que su voz se escuche en el mundo como continente,» pero hay algo más importante y es que puede contribuir para que se dé la oportunidad de escuchar su propia voz en su propio territorio, es decir, sobre lo que quiere para sí misma. Concluyó.

A los 10 años del Papa Francisco

Una conmemoración del pontificado de Francisco que interpele más la vida de la Iglesia

Por Consuelo Vélez

El 13 de marzo, se cumplen los diez años del pontificado de Francisco. Muchos son los escritos y acontecimientos que están acompañando esta conmemoración, en general, bastante positivos y esperanzadores, lo cual muestra que buenas cosas han ido sucediendo en esta década. Quiero añadir una palabra más a este hecho.

De la extrañeza de ese nombramiento -por primera vez un Papa latinoamericano- y por los hechos que se habían vivido en Argentina, tanto como provincial de los jesuitas como en su ministerio como arzobispo de Buenos Aires -no todos tan gloriosos-, pronto se pasó a una gran aceptación en los círculos de Iglesia más comprometidos con el cambio, con los pobres, con la perspectiva latinoamericana. Efectivamente, el Papa despejó los posibles desconciertos, con la sencillez que manifestó desde el primer día de su pontificado y la orientación que marcó para la Iglesia, orientación que, a paso lento, ha ido manteniendo y, algunos frutos, se pueden señalar.

Pero esa buena acogida que la porción de Iglesia más cercana a los pobres le ha dado al pontífice no se ha logrado instalar en los otros círculos eclesiales. Incluso, dentro de los que han participado de estas conmemoraciones por los diez años, se logra ver que no acaban de estar muy convencidos. Por ejemplo, algunos en sus intervenciones, han nombrado más el magisterio de los anteriores Papas que el de Francisco y máximo se ponen a comentar la Carta Encíclica Lumen Fidei que, en realidad, es de Benedicto, aunque Francisco la haya publicado al inicio de su pontificado. Sus palabras, aunque intentan ser amables con Francisco no dejan de develar su desconfianza frente al mismo.

Lo que quiero decir con esa realidad que vi en algunas de las conmemoraciones es que, sin duda, Francisco ha buscado nuevos caminos eclesiales que estaban haciendo mucha falta, no solo a nivel de evangelización -de lo que ha tratado en su magisterio escrito- sino también a nivel de su estructura pasando por finanzas, por nombramientos, por acciones, por cambios en algunas leyes eclesiásticas. Pero la pregunta que quiero hacer es si, todo lo que ha intentado hacer el Papa y que en estas conmemoraciones se ha reconocido, ha permeado el caminar eclesial y hoy nuestras comunidades locales se ven renovadas. Y mi respuesta, con preocupación, es que no. En muchos de los eventos en los que participo, el pueblo de Dios -laicado, jerarquía- sigue actuando cómo si a nada hubiéramos sido llamados en estos diez años. Ni siquiera el sínodo de la sinodalidad ha logrado mover “lo que siempre se ha hecho así”. El sínodo avanza en sus reuniones y los que participan de esos encuentros quedan muy comprometidos, pero el pueblo fiel de Dios -como dice Francisco- continúa caminando en paralelo y, casi diría, tomando más distancia del caminar eclesial. En las parroquias no se vibra por el Sínodo como no se vibró por la Asamblea Eclesial Latinoamericana. El magisterio de Francisco, aunque está escrito con un lenguaje tan cercano que puede ser entendido por más personas, no es material de estudio, de reflexión, de apropiación en la formación cristiana. En las predicaciones no se escucha demasiada referencia a esos textos.

Por otra parte, los y las jóvenes religiosos/as y los seminaristas no parecen estar formándose en el estilo de una Iglesia sinodal. Desde la formalidad exterior que cada día parece crecer más en hábitos, sotanas, clérimans, hasta la mentalidad, espiritualidad y demás recursos de su vida religiosa, no parece que estos jóvenes sean más abiertos, más comprometidos con la realidad, más deseosos de una iglesia en salida y, sobre todo, con más amor a los pobres. No pareciera que el pontificado de Francisco estuviera influyendo decisivamente en estos procesos formativos. Quiero señalar que tanto la CLAR (Conferencia Latinoamericana de Religiosos) y el CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano) están siendo motores activos del proceso sinodal pero no veo que sus esfuerzos permeen significativamente la vida cotidiana de las casas religiosas, de las parroquias, de las diócesis, de las arquidiócesis.

Sinceramente eso del “olor a oveja” del clero lo veo poco; solo sigue presente en los que siempre lo mantuvieron a pesar de la persecución a la Iglesia latinoamericana, pero no veo a muchos más en esa línea. Lo de un laicado que se involucra en el “caminar juntos” porque se sienten consultados, reconocidos, incluidos, etc., no veo que se esté dando. Y en lo que respecta a las mujeres, las cosas se hacen tan confusas -y en esto hasta Francisco no acaba de plantearlo bien- que en estas conmemoraciones algunas de las intervenciones hechas por mujeres, siguen jugando con ese imaginario de que somos lo mejor de la Iglesia porque la Virgen María -mujer- es la Madre de Jesús, con lo cual, nuestras quejas no tienen mucho sentido o con aquello de que la Iglesia es femenina, cosa que es verdad en la imagen esponsal que se usa para hablar de ella, la cual, correctamente entendida significa que solo hay un esposo -Cristo- y una esposa -todo el pueblo de Dios: jerarquía y laicado; varones y mujeres-. El lugar de la mujer en la Iglesia va mucho más allá de esas explicaciones que se nos dan -no del todo correctas- porque supone una participación plena en la vida eclesial y no un simple reconocimiento de que lo “femenino” es lo más querido por Dios y por eso somos una maravilla. Nada de esto tiene que ver con la justicia con las mujeres que ha de pasar por su participación en los niveles de decisión.

En conclusión, mi mirada es parcial, desde mi horizonte que es más académico que pastoral, mucho más local que universal. Pero quiero decir que me alegra profundamente el conmemorar los diez años de un pontífice que ha marcado un caminar eclesial mucho más cercano a Vaticano II, al caminar latinoamericano y, sobre todo, a los más pobres y excluidos. Sin embargo, también me preocupa profundamente el no ver a la Iglesia como institución dando ese giro que tanto necesita hacia las líneas impulsadas por este pontificado: una Iglesia pobre y para los pobres, una Iglesia en salida, una Iglesia que no teme herirse, ni mancharse, una Iglesia liberada de la autorreferencial y de tantos honores, poderes y riquezas que dan seguridad pero no permiten testimoniar el evangelio.

Ojalá que además de alegrarnos por esta conmemoración, nos preguntemos por la puesta en práctica de la renovación eclesial propuesta por Francisco. Allí donde se esté dando, que siga con más fuerza y, donde no ha comenzado que comience la marcha de una vez por todas.

Progreso humano y sinodalidad eclesial

El progreso humano ha sido construido sobre víctimas, como una espléndida avenida pavimentada con cadáveres. Pero el que una cosa se haya hecho mal no significa que no haya de hacerse, sino que ha de hacerse bien.

la noción bíblica de progreso no se limita al que llamamos progreso “técnico” sino que es sobre todo un progreso humano

La sinodalidad es un imperativo no solo eclesiástico sino también mundano y laico.

El verdadero progreso consiste en avanzar hacia la convivencia y la paz, entre todo el género humano y con una serenidad y paz interior que no las dan los meros logros tecnológicos (aunque algo puedan ayudar a ellas) por admirables que sean. Todo lo demás son fuegos artificiales la apelación paciente al diálogo universal se convierte en uno de los valores irrenunciables de las izquierdas Cuando se sustituyen los argumentos por insultos (que, además son aplaudidos desaforadamente) la sinodalidad se pervierte en “sin modalidad”. Y la falta de modales no es ninguna señal de progreso

DIOS ES LA SINODALIDAD ABSOLUTA

Por | José Ignacio González Faus

Una iglesia que, según el Vaticano II, es imagen de la Trinidad y signo eficaz de comunión, está obligada a transmitir al mundo esa “luz para las gentes” que es Cristo. Así ha sucedido a veces y así podría suceder hoy si un tema que está siendo fundamental en la Iglesia (la llamada “sinodalidad”), se pone en contacto con esa otra categoría fundamental de la historia del mundo que es el progreso.

Como veremos más adelante y como reconoció (¡y aceptó!) Hegel, el progreso humano ha sido construido sobre víctimas, como una espléndida avenida pavimentada con cadáveres. Además, está amenazando gravemente a la tierra. Ello ha llevado a muchas gentes a un rechazo de la categoría de progreso. Y por eso nuestras reflexiones deberán comenzar mostrando la necesidad y obligatoriedad del progreso humano.

Panorámica bíblica

Según el relato de la creación del primer capítulo del Génesis, las demás cosas son creadas para estar ahí, pero el hombre es creado con una misión. Esa misión se expresa en el mandato dado a la primera pareja: multiplicaos (como seres humanos) pero, además, “creced” (en humanidad) y así, haced habitable la tierra[1]. Crecer en número y en humanidad: porque la creación necesita ser acabada (humanizada) y el progreso se dirige hacia esa cumbre de la creación. No se dice eso a ninguna de las demás creaturas.

La tierra, por tanto, a la vez que nos alimenta, requiere la ayuda del hombre para ser humanizada y habitable. Bien tratada puede convertirse en compañera entrañable del hombre; pero mal educada puede ocasionar disgustos muy serios. Desde una categoría muy catalana, digamos que el progreso es “como las setas”: las hay sabrosísimas y las hay terriblemente venenosas. Y el que no sepa distinguirlas, mejor que no vaya a recogerlas.

Aquí se percibe también el significado de ese extraño precepto del descanso como respeto a la tierra y como respeto del hombre a los demás y a sí mismo: porque descanso no significa alienación ni embriagamiento sino recuperación y restauración.

El progreso es pues un mandamiento divino: es una misión confiada al ser humano. Óiganlo todos esos grupos conservadores surgidos ante los crímenes de nuestro progreso. Y sepan que el que una cosa se haya hecho mal no significa que no haya de hacerse, sino que ha de hacerse bien.

Saliendo del mito del Génesis, bastará con decir que la noción bíblica de progreso no se limita al que llamamos progreso “técnico” sino que es sobre todo un progreso humano: un pueblo de hermanos, donde no hay pobres, que descansa sobre la justicia como fundamento de la paz verdadera. Donde, con lenguaje de Isaías, las armas se han convertido en arados y el león convive con el cabrito. Un pueblo tal que, por eso y a pesar de su pequeñez, resulta ser “luz para otros pueblos” (cf. Is. 60,3).

Padres de la Iglesia: Ireneo de Lyon

“Dios creo al hombre para que se multiplicara y creciera” (in augmentum et incrementum)[2]. Esta sencilla frase, casi parodia del Génesis, es una de las tesis centrales del pensamiento de San Ireneo. Tanto que se acompaña de otras dos expresiones muy suyas y repetidas: la de la habituación[3] y la de la maduración. Incluso las características que daba el Génesis al ser humano (“imagen y semejanza” de Dios) son entendidas por Ireneo no como sinónimos, sino de manera dinámica: como tarea de pasar desde la primera a la segunda. También la relación entre Nuevo y Antiguo Testamento en la Biblia no es la de lo válido que sustituye a lo caduco, sino la del progreso que incorpora todo lo anterior purificándolo (la clásica Aufhebung hegeliana).

Y además, para Ireneo el progreso pertenece no solo a la naturaleza del ser humano, sino a la misma redención y liberación del hombre. Estas no son una simple meta a la que se llega mecánicamente, sino un camino difícil por el que la persona intenta “llegar a ser lo que todavía no es” (V, 1,1).   

Por supuesto, para el cristiano la meta de la vida humana es escatológica: metahistórica. Pero eso no significa que ese más-allá venga dado, por así decir, desde la nada escatológica, sino que nace, parcialmente al menos, como fruto de la historia: pues, por la Resurrección inclusiva de Jesús, “el fin de la historia ha sido anticipado en ella” (W. Pannenberg). Esa es la concepción que refleja la primera carta a los corintios (capítulo 15): una progresiva serie de conquistas y liberaciones, al final de las cuales nos será concedida la liberación de la muerte. Tal es, al menos, lo que llamaríamos “el plan de Dios” con la libertad humana. Lo que los hombres ya no podemos saber es cuál será la actuación de Dios si le falla la libertad humana.

Establecida así la dimensión del progreso como constitutiva del ser humano, tanto en una cosmovisión laica como creyente (y aunque luego puedan aparecer serias diferencias entre ambas), nos tropezamos con el dato de que el progreso es hoy una bandera de las izquierdas. El bueno del señor Sánchez no hace más que hablar de “un gobierno de progreso” Pero aquí comienzan a complicarse las cosas: porque han sido figuras señeras de la izquierda las que hablaron de nuestro progreso como “un camino de regreso a la barbarie”[4]. ¿Qué pasa pues?

Un progreso no sinodal.

Ya aludí al comienzo del asombro de Hegel cuando va descubriendo que nuestro progreso ha ido construyéndose sobre víctimas. Y no simplemente víctimas del lado opuesto o “conservador” (como pueden ser las de la barbarie estalinista) sino víctimas por así decir “inocentes”. En efecto: una mirada fría a la historia obliga a reconocer, (dicho de manera rápida y sintética) que:

– Nuestro progreso ha preferido el imperativo eficacista al imperativo ético (o los medios inhumanos a los medios humanos)

 De niño me explicaron que la maravilla de las Pirámides de Egipto obligaba a dejar encerrados hasta morir en ellas a los últimos albañiles, aunque no sé si esto se aceptará hoy. En los Padres de la iglesia son frecuentes las quejas que, ante cualquier gran obra, se preguntan cuántas víctimas habrá costado y cuántas mujeres quedarían viudas o sin hijos como precio de aquella maravilla. En Europa debemos hablar de los africanos como precio indispensable de nuestro progreso.  Y hoy, todo ese asombroso “desarrollo” del capitalismo se edifica sobre salarios lo más bajos posibles: basta con ver la reacción (a lo mejor legítima) de nuestros empresarios ante cualquier aviso de subidas de salarios; así como la ausencia de la expresión “salario justo” en la ética social. A lo más se habla de salario mínimo legal, pero sin discutir la bondad ética de esa legalidad.

–  Nuestro progreso ha preferido el imperativo tecnológico al imperativo humano (o hacer lo que satisface a unos pocos antes de lo que necesitan todos)

Por imperativo tecnológico quiero decir que cuando una cosa puede hacerse parece obligatorio hacerla por alarmantes que puedan ser sus consecuencias a largo plazo. Esto ha ocurrido con las armas nucleares, de cuya amenaza ya no podemos escapar hoy. Y la solución no es que “los buenos” (que somos nosotros…) tenemos derecho al armamento nuclear y los otros no. Si EEUU o Israel tienen armas nucleares, Irán tiene derecho a tenerlas[5]. La ida al espacio sería una maravilla en un mundo donde todos pueden comer y vivir sobriamente; pero es precipitada (por atractiva que sea) en un planeta como el nuestro: porque por más que se nos prometan avances sociales gracias a ella, contribuye más bien a aumentar las diferencias entre los humanos. En el campo de la genética puede que sea donde mayor es hoy la amenaza. Y este imperativo tecnológico es el que ha creado la actual amenaza ecológica.

 En definitiva tenemos un progreso edificado sobre cadáveres y que ha puesto a la tierra gravemente enferma, usando medios inhumanos y medios peligrosos: si en algún momento vale el principio de que “el fin no justifica los medios”, puede que sea ante este fin del progreso, tan sagrado por otra parte. Quizás este fallo pudo ser más comprensible en un mundo no globalizado donde los progresos eran más locales (aunque muestre el mismo “pecado original” en todos nuestros progresos). Pero resulta fatal en un mundo globalizado y, además, falsamente globalizado: porque solo se universalizan los intereses de los poderosos y no las necesidades de los débiles. La “aldea global” podrá serlo para el multimillonario que tiene casa en New York, en Berlín, en Camberra y en París; pero no tiene nada de global para las pobres personas que duermen en la calle en cualquiera de esas ciudades.

Si tenemos en cuenta esta realidad, en vez de mirar para otro lado, veremos qué fácil es entender desde aquí a los negacionistas del progreso, aunque debamos disentir de ellos. Y al menos podremos pedir que nuestro querido presidente no hable tan decididamente de un “gobierno de progreso” sino más bien de progreso justo. Porque es hora de reconocer y proclamar que, en este campo del progreso, no hemos “caminado juntos”, sino que unos se movían en un avión supersónico y otros iban andando.

Y en ese lenguaje de “caminar juntos” es donde aparece la palabra “sinodalidad” que hoy tanto se repite en la Iglesia. Pero que es un imperativo no solo eclesiástico sino también mundano y laico. Y ahí es donde la Iglesia podría marcar camino dando ejemplo, si ella sabe ser fiel a lo que está diciéndole el Espíritu.

Llegados aquí, puede ser bueno un pequeño paréntesis, para echar una mirada a nuestro planeta desde los principios anteriores.

“Panorama desde el puente”

Hace unos diez meses, el sr. Putin comenzó una guerra contra Ucrania qué él creía una “guerra relámpago” de pocos días. Casi un año después, esa guerra no tiene fecha de caducidad. Como respuesta a esa guerra, EEUU impuso a Rusia unas sanciones económicas, anunciadas también como otra forma de guerra relámpago. Han pasado los meses y Rusia aguanta a pesar de los golpes. En cambio, esas sanciones a Rusia están siendo mucho más perniciosas para la Unión Europea, incapaz de soportar un invierno sin petróleo, aterrada ante otra crisis económica y que va tomando medidas desesperadas y antiecológicas. De esa crisis europea se beneficia EEUU que ha aumentado sus exportaciones de petróleo y gas a Europa. Por solidaridad, pero subiendo los precios porque ya sabemos que éstos no dependen de la solidaridad sino de esa ley infalible de la oferta y la demanda que rige nuestra economía. Y ahora, claro, ha aumentado la demanda. Pero incluso los Estados Unidos, a pesar de estos beneficios, tampoco salen inmunes de la guerra: pues la cruel dictadura saudí, ante la cual EEUU (tan perseguidor de dictaduras) se había bajado los pantalones repetidas veces, para tenerla a su lado en los negocios del petróleo, ahora se ríe de los norteamericanos y se alía con Rusia…

Como ejemplo de pésimas gestiones no resulta inadecuado; pero nosotros no tememos protestas masivas porque tenemos el viejo “pan y circo”: el mundial de Qatar para que nos alivie las penas y nos haga olvidar los desastres: otra vergüenza que, desde un punto de vista progresista, habría reclamado una huelga de jugadores y espectadores. Pero ya sabemos que al pobre ser humano que somos, no se nos puede exigir demasiado…

Y un pequeño apéndice local a esta panorámica más global: ¿se puede hablar de progreso verdadero y auténtico en un país llamado España, donde crecen las tentaciones e intentos de suicidio en chavales de 13 a 17 años?[6] Unos por maltrato u otros que de niños lo tuvieron todo (o quizá todo menos cariño). Un indicio más de que el mero progreso técnico (por deslumbrante que sea) cuando no va acompañado de un progreso realmente humano, se convierte en freno o marcha atrás.

Reflexión sobre lo visto

Por supuesto, el señor Putin es el verdadero culpable de ese desastre descrito. Pero, usando una distinción del mismo presidente de la OTAN a otro propósito, debemos añadir que, si Putin es el culpable, la OTAN (y EEUU que la maneja) es el responsable de que estallara esa culpa: por lo que otra vez califiqué como su “imperialismo defensivo”, por no cumplir sus compromisos para con Rusia y por haber tratado a Rusia como fue maltratada Alemania, tras la primera guerra del 14, abriendo así la puerta a la barbarie nazi.

Y, por favor, no pretendamos ahora una derrota humillante de Rusia en nombre del progreso: porque es ley de la historia que los pueblos humillados viven después preparándose para alguna venganza reivindicativa. Por eso Ucrania haría bien en no envalentonarse ahora y pretender machacar a Rusia olvidando que, si ha podido resistir, se debe (además de a su propia valentía) a un armamento recibido del que ella carecía por completo. Y recordando que, hace ya más de medio siglo, J. F. Kennedy (cuando la crisis de los misiles cubanos) anunció que en adelante, el armamento nuclear impediría acabar las guerras con derrotas y solo quedaba aspirar a pactos en que ambas partes supieran ceder algo: era ya un embrión de la sinodalidad…

El verdadero progreso consiste en avanzar hacia la convivencia y la paz, entre todo el género humano y con una serenidad y paz interior que no las dan los meros logros tecnológicos (aunque algo puedan ayudar a ellas) por admirables que sean. Todo lo demás son fuegos artificiales. Una guerra y las tentaciones de suicidio como casi nuestro primer problema indican que hoy, en pleno siglo XXI, estamos en el campo del progreso a niveles de la llamada edad antigua aunque podamos viajar al espacio. Y así resulta que, desde este punto de vista del progreso, somos tan antiprogresistas como Vox…

Hace casi dos siglos, K. Marx creyó que la religión era un claro factor antiprogreso, por no ser universal. En lugar de ella apeló a la presunta universalidad de la razón como madre del progreso. El bueno de D. Carlos, que no conocía a Freud, no se dio cuenta de que nuestra razón es un factor tan poco universal como la religión. Pudo haberse dado cuenta porque su gran obra consistió en mostrar la poca racionalidad de la razón capitalista, movida siempre por intereses económicos egoístas y ocultos. Pero no supo percibir que su propio sistema estaba fundado en otra falsa razón, movida también por otros intereses ocultos (aunque más nobles que los del capital): movida por esa superstición de que la misma estructura dialéctica de la materia garantiza una supresión de las contradicciones en favor de un auténtico progreso que liberará a las víctimas del sistema capitalista: el mesías religioso fue sustituido así por un mesías proletario (pese a que, al poco tiempo Marx hubo de reconocer que había un proletariado despreciable –“Lumpenproletariat”- que no resultaba muy mesiánico).

Hoy, dolorosamente, cabría repetirle al señor Marx aquello de que “los muertos que vos matasteis gozan de buena salud” (de mejor salud que los que mató el Tenorio). Hay que buscar, pues, otra categoría universalizadora que no es la religión ni la razón y que debería ser la ética. Una ética a la que pueden contribuir las religiones (como ya predijo la intuición de H. Küng) y también la razón humana, pero que debe gestarse en el diálogo y el caminar conjuntos.

Por imperfecto que sea el ejemplo que sigue, podríamos decir que Occidente consiguió algo de eso, pero solo para el mundo occidental (algo de ello se ha reflejado pálidamente en la construcción de Europa). Pero hoy resulta que esa ética “universal” de Occidente no vale para el mundo entero: no solo por no haber incorporado elementos válidos de otras culturas no occidentales (ahí está el atractivo del Oriente para tantos occidentales de hoy, aunque pueda ser un oriente “a la carta” como pasa tantas veces). No solo por eso sino, además, por la misma falsificación que ha hecho Occidente con su ética, al dejarla sometida al interés económico, poniendo los derechos del dinero por delante de sus cacareados derechos humanos[7].

En conclusión

Los errores de nuestro progreso parecen haber llevado al mundo a una situación donde solo se ofrecen dos salidas falsas: una negación del progreso o una huida hacia adelante con un progreso falso. En este contexto, la apelación paciente al diálogo universal se convierte en uno de los valores irrenunciables de las izquierdas: la llamada paciente a “sumar” en vez de imponer. Pero nuestras izquierdas prefirieron ser poder político antes que levadura o semilla social, olvidando que, en nuestras democracias capitalistas y financieras, el poder nunca está en manos de los políticos sino en manos de otros poderes fácticos económicos[8]. El grito de “Podemos” era, en este sentido de una ingenuidad lamentable.

El sistema no solo crea “ricos cada vez más ricos a costa de pobres cada vez más pobres” (Juan Pablo II) sino que además destruye el planeta y nos lleva luego a soluciones tibias y tímidas (como acabamos de ver en la COP27) que ya otra vez califiqué como “curar el cáncer con paracetamoles”. En estos contextos, el progresismo abandona las reclamaciones económicas (que son las fundamentales) y las va sustituyendo por otras reclamaciones de tipo sexual que, por importantes que puedan ser, serán siempre secundarias o mucho menos claras, y originan confrontaciones más agudas y desaforadas, como estamos viendo aterrados en el Parlamento español. 

Pero cuando se sustituyen los argumentos por insultos (que, además son aplaudidos desaforadamente) la sinodalidad se pervierte en “sin modalidad”. Y la falta de modales no es ninguna señal de progreso sino todo lo contrario. Uno ya no sabe si hemos sustituido aquel grito tan significativo (“OTAN no, bases fuera”) por otro que diría más o menos: OTAN sí, bragas fuera… Y perdón si, por hacer un juego de palabras, caigo en la política del insulto que estoy criticando: ojalá sirva para demostrar que eso es una facilitonería que no resuelve nada. Y al menos lo hago sin dirigirme a ninguna persona concreta.

Es pues el momento de volver a la sinodalidad.

Caminar todos juntos

Vivimos una hora histórica en la que se ha dicho que “o nos salvamos todos o no se salva nadie”. Porque si, para salvarse, unos pocos han de irse a vivir a Marte, no parece esa una salvación muy apetecible.

Por eso, lo que vamos a decir no resultará demasiado estimulante: pues no aspiramos a preparar a ningún atleta para que gane una medalla, sino a salvar a un moribundo. Y en cuidados intensivos ya se sabe que las aspiraciones son modestas: que no suba la fiebre, que pueda ingerir algo, que la tensión arterial se mantenga… Ojalá luego podamos aspirar a más pero, de momento, así estamos: luchando contra un doble cáncer: el cáncer de una humanidad escindida entre riquísimos y paupérrimos, y el cáncer de un planeta que cada año solo consigue regenerar mucho menos de lo que nosotros descomponemos.

Esta comparación médica ayuda a comprender que no se trata de comenzar de cero sino (además de corregir), de conservar y universalizar todo lo bueno conseguido hasta ahora: es el caso por ejemplo de la sanidad pública, tan poco universal todavía y tan amenazada hoy.

En situaciones así de difíciles hay una tendencia general a eliminar solo los síntomas molestos sin atacar las causas que los producen. La tierra nos va dando ya bastantes avisos; pero nuestra reacción es mucho más la de protegernos contra inundaciones devastadoras, contra tormentas desbocadas o calores insoportables…, que la de evitar que esos desastres se produzcan. Olvidamos esa evidencia que recordó hace poco Francisco, obispo de Roma: “Dios perdona siempre, las personas perdonamos a veces, pero la naturaleza no perdona nunca”.

De la sinodalidad eclesiástica a la sinodalidad humana.

La Iglesia no es sinodal por capricho o para parecer más guapa, sino porque es servidora del mundo: porque los gozos y esperanzas del mundo son también suyos. El verdadero progreso humano, en el sentido explicado antes, es un crecimiento en comunión y en convivencia: esa paz que brota no del miedo ni de cálculo sino de la justicia fraterna en el convivir era el don de Jesús de Nazaret y es uno de los signos más gráficos de una auténtica relación con Dios. La Iglesia no debe definirse meramente como “sociedad” sino como “comunión”: palabra que indica la común-unión en el ser (koinonía en griego). Y esa palabra griega nace también del adjetivo koiné (común)[9], pero perdiendo ese matiz negativo de “vulgar”, y convirtiendo lo vulgar en excelente por la misma unión amorosa con todo.

Pero el ser humano es actividad y crecimiento. Por eso a la comunión en el ser le sigue necesariamente una comunión en el obrar: la sinodalidad (del griego odos: camino). Uno de los ejemplos más gráficos de esa sinodalidad podría ser la marcha del pueblo judío por desierto, saliendo de la esclavitud (Egipto) en progreso hacia la tierra prometida. Allí se ven algunas características de toda sinodalidad: el camino es largo, a veces difícil. Unos pueden tener la tentación de abandonarlo y volver a los “ajos y cebollas” de la esclavitud. Otros la tentación de adorar falsos dioses que les parecen más cercanos. Hacen falta líderes que no siempre coinciden en todo; durante el camino se van aprendiendo normas de comportamiento, y se percibe a veces como la presencia de una luz (o una “nube”) que acompaña y da seguridad.

Pero es un camino de todos y con todos: no vale la tentación de adelantarse los mejores, para llegar ellos antes y solos a la tierra prometida prescindiendo del pueblo. Incluso puede ser que el más responsable y más meritorio de todo este proceso, atisbe la meta pero se quede sin entrar en ella. El libro bíblico del Éxodo (que ha tomado su nombre de la “salida”), podría muy bien titularse hoy libro del progreso, o libro del camino.

Ese camino no es fácil. Pero, como canta una conocida sardana catalana: “tot es camí, tot es drecera si ens dem la ma”. En cambio, si no nos damos la mano habremos de seguir cantando: “tot es Ucraïna tot es Rússia”…

Tareas posibles

1.- Casi la primera sinodalidad que necesita nuestro mundo está en la ONU. Pese a su buena voluntad resulta ser muchas veces una ONS (organización de naciones sometidas). Sin una profunda reforma de la ONU, con la supresión del derecho de veto que tienen los poderosos, nuestro mundo no podrá tener solución ni podrá progresar verdaderamente. Hoy lamentamos cada vez más el fracaso de las reformas propuestas en 1998, cuando se celebró el cincuentenario de su creación.

2.- Y si difícil es esta tarea, mucho más lo es la que está en la raíz de esas dificultades. El Capitalismo es el sistema antisinodal por excelencia con su busca del máximo beneficio individual a costa de quien sea: pisotear en vez de caminar juntos. Todos contra todos en vez de todos con todos. Como dice Amaia Pérez Orozco, el conflicto hoy ya no es capital-trabajo [añado que ahí ya ha ganado el capital] sino capital-vida[10] y, por tanto, capital-progreso. En otros lugares he intentado mostrar cómo la llamada “economía de mercado” es hoy una economía de engaño y, por eso, totalmente antisinodal. Las economías de tipo cooperativo, más que competitivo, resultan mucho más sinodales.

3.- Podría dar la sensación de que esas son tareas que nos superan o están reservadas solo a unos pocos. Esto puede permitir que nos sintamos progres sin hacer nada. Valga pues aquí una parodia del evangelio: “No todo el que dice Señor, Señor entrará en el Reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre”. Versión laica: no todo el que aplaude a Greta Thunberg sino el que intenta vivir como ella. Esto exigiría una seria moderación de nuestro consumo: sobre todo de tanto consumo inútil, que en buena parte es el sostén de nuestro sistema económico. Una huelga de consumo, lo más universal posible será una de las grandes armas contra el sistema y una de las grandes terapias contra nuestra inhumanidad. Y un esfuerzo hacia esa sociedad “de la sobriedad compartida” (I. Ellacuría) sería una buena inyección de sinodalidad.

4.- A todo eso estamos los cristianos más obligados que nadie por la fe que profesamos en Dios como “uno y trino”. El asombroso misterio de la Trinidad no es una cuestión de matemáticas irracionales sino una proclamación de que Dios es la Sinodalidad Absoluta: lo que llamamos Padre, Palabra y Espíritu es un misterio de comunión infinita y tan plena que cada uno conserva su nombre y su identidad, pero todos van siempre juntos, son absolutamente iguales y la comunión entre ellos es tal que, a pesar de su personalidad distinta, son un Único Ser. Ese es el misterio del Amor infinito.

Nosotros, finitos y empecatados, no podemos llegar hasta ahí, por supuesto. Pero estamos llamados a esa misma Vida del Dios Amor y somos ya, en esta dimensión finita, “imágenes de la Trinidad”.

5.- Ello implica también otra característica a la que los cristianos estamos particularmente llamados. Desde la entrada de la maldad en nuestra creación, se ha vuelto necesaria la entrega o “la muerte” de unos pocos para la salvación de todos. “Redentor” no significa simplemente salvador sino “que entrega su vida”. Por eso, y aunque la meta es caminar todos juntos, la sinodalidad necesita al comienzo el sacrificio de unos pocos: ya no será un progreso deformado, edificado sobre víctimas y ambiciones, pero sí un progreso edificado sobre esa entrega y sacrificio solidarios y voluntarios. Hará falta ese sacrificio para que el progreso vuelva a ser (aunque lentamente y poco a poco) verdadero progreso humano.

Conclusión

Debemos terminar diciendo sencillamente que: “o progresamos todos o no progresa ninguno”. Por eso hoy, la primera tarea del género humano es evitar que la historia avance construyéndose sobre víctimas y cadáveres como, en buena parte, ha sucedido hasta ahora. Esta es la verdadera noción de progreso humano y, por eso, deberíamos evitar durante un tiempo ese sustantivo, a menos que vaya acompañado de algún adjetivo que lo concrete: progreso solidario, progreso universal, respetuoso…

En definitiva: progreso sinodal. No hay otro.

[1] Como he mostrado en otros sitios, el verbo hebreo kabash (poner el pie) no tiene sentido sólo de pisotear, sino de habitar: hacer habitable. Es curioso que esa misma bipolaridad la tenga el giro castellano.

[2] Adversus haereses IV, 11,1

[3] Prefiero esta traducción a la habitual de “acostumbramiento” porque creo que señala mejor la idea de una posibilidad adquirida por parte del hombre.

[4] Para las referencias remito a la p. 366 de Otro mundo es posible… desde Jesús (Santander 2010) con particular acento al libro de Reyes Mate allí citado.

[5] Lo tiene por muy irracional que sea un régimen que usa una “policía de la moral”, sin haber aprendido que la moral solo puede brotar de la libertad, no de la policía. La policía puede salvaguardar el orden y la seguridad pero no la moral. Pues, como dijo san Agustín: quien obra bien por miedo, no es bueno sino simplemente cobarde.

[6] 314 realizados en 2020.

[7] Remito al Cuaderno 113 de Cristianismo y Justicia: ¿Abjurar la Modernidad?, con citas increíbles de los “padres” de nuestro progreso.

[8] Es curioso el contraste entre el afán con que (durante la transición española) luchábamos contra los “poderes fácticos” cuando parecía que estos eran el ejército y la Iglesia, y la tranquilidad con que hoy aceptamos otros mucho más poderes y mucho más fácticos, cuando estos son Bancos, empresas multinacionales o inversiones extranjeras.

[9] Así se llamaba aquel griego “barato” que servía como lengua común para todo el antiguo imperio.

[10] Subversión feminista de la economía, Madrid 20194ª,pp. 37, 109, 119ss.

La rebelión de las mujeres en la Iglesia

Juan José Tamayo

El 8 de mazo me parece una efeméride adecuada y muy oportuna para reflexionar sobre uno de los cambios más importantes que se están produciendo en el seno de las religiones en las últimas décadas: la rebelión de las mujeres. Cada vez es mayor el número de mujeres creyentes que se rebelan contra las religiones de las que son miembros y ¡contra sus dirigentes religiosos, y se muestran críticas de su moral misógina, su doctrina androcéntrica, su organización patriarcal y su imagen masculina de dios. Y lo hacen sin renunciar a su afiliación religiosa.

La rebelión tiene lugar a nivel personal y colectivo, en el interior de las religiones y en la sociedad. A nivel personal, viven la experiencia religiosa desde su propia subjetividad, sin tener que recurrir a la mediación de los varones, y desafían y transgreden conscientemente las normas y orientaciones en materia de sexualidad, relaciones de pareja, modelos de familia, planificación familiar, interrupción voluntaria del embarazo, derechos sexuales y reproductivos, LGTBIQ, opciones políticas, etc., que les impone el patriarcado religioso. Y lo hacen sin conciencia de culpa.

En el interior de las religiones se crean movimientos y asociaciones de mujeres que se organizan autónomamente, sin dependencia de las autoridades religiosas masculinas: dentro del cristianismo, por ejemplo, La Revuelta de las Mujeres en la Iglesia, María 2.0, Mujeres y

Teología, Asociación de Teólogas Españolas Sínodo de Mujeres, Voices of Faith, Católicas por el Derecho a Decidir, Tras las Huellas de Sofía, Mujeres Sacerdotes en la Iglesia Romana, etc. En el terreno doctrinal, elaboran su propia reflexión teológica, y en el moral, una ética no represiva.

El 1 de marzo de 2020 se celebraron concentraciones organizadas por colectivos feministas cristianos ante las catedrales y los edificios religiosos de varias ciudades españolas bajo el lema “Revuelta de las mujeres en la Iglesia. Hasta que la igualdad se haga costumbre”. Yo participé en la concentración ante la catedral madrileña de La Almudena. Por delante de las personas reunidas pasaban de largo clérigos que se dirigían al recinto catedralicio sin preguntar qué hacíamos allí, ni mostrar interés alguno por las pancartas con mensajes evangélicos y retratos de mujeres cristianas empoderadas como María Magdalena, Hildegarda de Bingen, Margarita Porete, Teresa de Jesús, Mary Ward, Simone Weil… ¿Insensibilidad patriarcal, desprecio, misoginia? Quizá las tres cosas.

La Revuelta se celebró en un clima festivo y reivindicativo fraterno-sororal, con la denuncia del patriarcado eclesiástico y de la exclusión de las mujeres de los diferentes ministerios eclesiales al servicio de la comunidad y de los espacios de responsabilidad, y la propuesta de alternativas inclusivas de las mujeres. La mirada estaba puesta en la utopía de “Otra Iglesia es posible y necesaria ya”, teniendo como referencia el movimiento de Jesús de Nazaret como comunidad de iguales y el feminismo como teoría de género, guía para el análisis del poder patriarcal y movimiento reivindicativo.

Consideran que ellas son las manos y el corazón de la Iglesia y que esta se sostiene gracias a su colaboración. Y así es

Este año, varios cientos de mujeres han vuelto a concentrarse el 5 de marzo en una veintena de ciudades del Estado Español ante las catedrales, iglesias y obispados convocadas por el movimiento “Revuelta de las Mujeres en la Iglesia-Alcem la veu” bajo el lema “Caminamos juntas por la igualdad y la dignidad dentro de la Iglesia”. Consideran que ellas son las manos y el corazón de la Iglesia y que esta se sostiene gracias a su colaboración. Y así es. Critican el lenguaje patriarcal y denuncian la masculinidad hegemónica, los abusos de poder, sexuales y de conciencia, la profunda discriminación en todos los terrenos, la injusticia de género y la invisibilización que sufren las mujeres en la Iglesia.

Reclaman el reconocimiento de las mujeres como sujetos de pleno derecho, con voz y voto, el acceso al diaconado y al presbiterado femenino, y su plena incorporación en la estructura eclesial. Piden el reconocimiento de la Teología Feminista, de la diversidad de los modelos de familia, de las identidades y orientaciones sexuales, la denuncia del modelo económico neoliberal que genera la feminización de la pobreza y la explotación laboral y sexual de las mujeres.

En la sociedad participan activamente en los movimientos feministas, apoyan sus reivindicaciones y están presentes en las ONG’s y movimientos sociales como expresión de la convergencia en las luchas por el reconocimiento de la dignidad y libertad de las mujeres en las religiones y las luchas por su emancipación y el compromiso en defensa de los sectores más vulnerables de la sociedad.

Ejemplo de dicha participación fue la importante y numerosa presencia de mujeres y colectivos de mujeres de diferentes religiones en las manifestaciones del 8 de marzo de 2019. Ese día, un grupo de monjas se sumó a la huelga feminista, que consideraron su huelga. Y ello para denunciar el patriarcado y el machismo institucional que sufren las mujeres en la Iglesia católica y en la sociedad, poner fin a la violencia contra el cuerpo de las mujeres y “tejer sororidad y visibilizar que las mujeres queremos cambiar el mundo”.   

Responden con argumentos éticos y religiosos a los mensajes homófobos, machistas y patriarcales de partidos y organizaciones de extrema derecha, a las acusaciones de “feminazis” y “supremacistas feministas”, a las falsas noticias y al negacionismo de la violencia machista contra las mujeres por parte de las organizaciones políticas y religiosas de la extrema derecha. Siguen el consejo de Simone de Beauvoir: “No olvidéis jamás que bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados. Esos derechos nunca se dan por adquiridos. Debéis permanecer vigilantes durante toda vuestra vida”.    

La Revuelta de las mujeres en la Iglesia ha enviado a la Conferencia Episcopal Española y a otras instituciones católicas un documento en el que piden, entre otras cosas, desterrar el clericalismo, lograr una Iglesia circular al servicio de las personas empobrecidas y excluidas, fomentar el lenguaje inclusivo y la simbología femenina en la liturgia.

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Juan José Tamayo es director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones «Ignacio Ellacuría» en la Universidad Carlos III de Madrid.