Mujeres en la Asamblea Sinodal del Cono Sur:

“Nos falta dar un paso más, cómo ser más protagonistas en la toma de decisiones de la Iglesia”

Mujeres en la Asamblea Sinodal del Cono Sur

“Tenemos que saber que las que hemos conseguido lugares de reconocimiento se lo debemos a una larga lucha de las mujeres por lograr una equidad en la dignidad humana»

Las mujeres en la Iglesia son las cuerdas que aseguran la Tienda

“Reconocer las mujeres y su protagonismo en los espacios de poder de la Iglesia y traer nuevas mujeres para que sean incluidas en todos los procesos de decisión de la comunidad eclesial”

“Queremos propuestas claras, respuestas claras a nuestras solicitudes”

“Pensando juntos el rol de la mujer en la Iglesia, la corresponsabilidad que tenemos, la participación que tenemos como bautizados, como construimos la Iglesia cada uno desde su rol específico”

Por Luis Miguel Modino, corresponsal en Latinoamérica

En una Iglesia donde el protagonismo femenino va creciendo, la Asamblea Sinodal del Cono Sur, que tiene lugar en Brasilia de 6 a 10 de marzo de 2023, ha reconocido esa importancia y ha agradecido por esa presencia de tantos rostros femeninos en la Iglesia de América Latina y el Caribe, una presencia que va ayudando, en un caminar sinodal, a encontrar por medio del discernimiento los caminos que hagan realidad aquello que Dios quiere para el momento histórico actual.

Importancia de los femenino

Una historia de lucha en una sociedad que no siempre ha reconocido la importancia de lo femenino, como se puso de manifiesto en el acto matutino en el que las mujeres conmemoraron su día, recordando los tantos clamores todavía presentes en la vida de tantas y tantas que todavía hoy sufren las consecuencias de la falta de respeto por su vida y por su dignidad.

En el Día de la Mujer es importante recordar que “todo tiene una historia y es muy importante hacer memoria”, afirmaba Emilce Cuda. La secretaria de la Pontificia Comisión para América Latina señala que en este día, “tenemos que saber que las que hemos conseguido lugares de reconocimiento se lo debemos a una larga lucha de las mujeres por lograr una equidad en la dignidad humana, una lucha que empieza con las mujeres trabajadoras y de la que hoy nosotras no somos el trofeo, sino que tenemos una gran deuda”. La teóloga argentina ve el servicio que desempeña en la Curia Vaticana como “un lugar que me desafía a incluir muchas mujeres dentro de la Iglesia, una conquista que este proceso sinodal está acompañando”.

Las mujeres cuerdas que aseguran la Tienda

Las mujeres en la Iglesia son las cuerdas que aseguran la Tienda, y lo hacen ayudadas por diversos instrumentos, como mostró la oración inicial del tercer día de la Asamblea Sinodal.

Por la Biblia, la Palabra como fuente inagotable de gracia desde la que Dios le ha hablado a la humanidad en el Antiguo Testamento y en la buena noticia del Nuevo Testamento. Por María, modelo de mujer abierta a la gracia y la que dijo el Sí más grande de la historia. Por la Eucaristía, ofrenda de amor total de Cristo por nosotros que se entrega y nos compromete a ser pan para los demás. Por las herramientas usadas en el mundo del trabajo, transformador y significante de los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Por la tierra, lugar de pertenencia que nos recuerda las tradiciones de nuestros pueblos y culturas.

En el Día de la Mujer, Alessandra Miranda, de la 6ª Semana Social Brasileña, llamaba a participar del Sínodo “con especial atención al papel de las mujeres en la Iglesia”. Para eso hizo ver la necesidad de dos movimientos: “reconocer las mujeres y su protagonismo en los espacios de poder de la Iglesia y traer nuevas mujeres para que sean incluidas en todos los procesos de decisión de la comunidad eclesial”, insistiendo en la importancia de las mujeres en el mundo, en la sociedad y en la Iglesia.

La mujer columna vertebral en la Iglesia

Reconociendo el importante número de mujeres en esta Asamblea Sinodal del Cono Sur, unas 70, la Hna. Nelly Leone Correa, capellana de la Pastoral Carcelaria y Vicaria Pastoral de la Diócesis de San Felipe (Chile), mostró su alegría por poder reflexionar sobre el rol de la mujer en la Iglesia junto con obispos, clérigos, la Vida Religiosa y laical, diciendo que “la mujer es la columna vertebral de todas las Iglesias del Cono Sur, de América y del Mundo”. Sin embargo, ella recalcó que “nos falta dar un paso más, cómo ser más protagonistas en la toma de decisiones de la Iglesia”, algo que piden las mujeres y quieren enviar a través de quienes participen del Sínodo en el mes de octubre, diciendo que “queremos propuestas claras, respuestas claras a nuestras solicitudes”.

Una participación en la Asamblea Sinodal del Cono Sur que Mercedes Ísola ve como una alegría y responsabilidad grande, pues “se siente un clima fuerte de una presencia palpable del Espíritu Santo”. Desde ahí insistió igualmente en como las comunidades de discernimiento han estado “pensando juntos el rol de la mujer en la Iglesia, la corresponsabilidad que tenemos, la participación que tenemos como bautizados, como construimos la Iglesia cada uno desde su rol específico”. La laica argentina destacó que “es un llamado a ser corresponsables, a ser partícipes y a ser parte de la Iglesia», algo que ve como un compromiso a llevar a las comunidades para así construir una Iglesia más sinodal.

Etapa Continental del Sínodo en países bolivarianos

Miguel Cabrejos: «El Espíritu habla a la Iglesia en virtud de la unción dada en el bautismo»

Miguel Cabrejos: «El Espíritu habla a la Iglesia en virtud de la unción dada en el bautismo»

El Espíritu, el pueblo de Dios y la sinodalidad, son las categorías que fundamentaron la intervención de Mons. Miguel Cabrejos, presidente de Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño en la ceremonia inaugural de la Asamblea Regional de los países bolivarianos iniciada este 27 de febrero en Quito – Ecuador

La tercera, tras la realización de las asambleas dedicadas a las regiones de Centroamérica y el Caribe, efectuadas en El Salvador y República Dominicana respectivamente

Tomando como base la constitución dogmática Lumen Gentium, el prelado insistió en que Dios no solo enseña a través de la jerarquía que evangeliza en su nombre y con su poder; también lo hace a través de los laicos a los que constituye en testigos, dotándoles del sentido de la fe y la gracia de la palabra

Por Paola Calderón

El Espíritu, el pueblo de Dios y la sinodalidad, son las categorías que fundamentaron la intervención de Mons. Miguel Cabrejos, presidente de Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño en la ceremonia inaugural de la Asamblea Regional de los países bolivarianos iniciada este 27 de febrero en Quito – Ecuador.

La tercera, tras la realización de las asambleas dedicadas a las regiones de Centroamérica y el Caribe, efectuadas en El Salvador y República Dominicana respectivamente.

Tomando como base la constitución dogmática Lumen Gentium, el prelado insistió en que Dios no solo enseña a través de la jerarquía que evangeliza en su nombre y con su poder; también lo hace a través de los laicos a los que constituye en testigos, dotándoles del sentido de la fe y la gracia de la palabra.

Escuchar la voz del Espíritu

Es así como indica que escuchar al Pueblo de Dios, es escuchar verdaderamente lo que el Espíritu le dice a la Iglesia. La opción de “consultar al Pueblo de Dios” depende de este proceso de redescubrimiento, por lo que recuperar esta dimensión en la Iglesia es evidencia de un proceso de maduración en la eclesiología del Pueblo de Dios que aún no ha sido plenamente apreciada.

En esta línea, el prelado asegura que volver a considerar el Pueblo de Dios como sujeto activo en la vida y misión de la Iglesia que propone el Concilio Vaticano II, “va acompañado del redescubrimiento, de la dimensión pneumatológica en ella”.

“Si no tuviéramos la certeza de que el Espíritu habla a la Iglesia y lo hace en virtud de la unción dada en el bautismo, la consulta se reduciría a una encuesta,” insiste; recordando los riesgos que esto podría generar respecto a la manipulación de la opinión pública.

Una situación muy propia de los sistemas políticos basados en la representación, porque según comenta “del Espíritu Santo depende la concordancia en la fe de todo el Pueblo de Dios”.

Aclarando que este Espíritu Santo no tiene distinción de ningún tipo para manifestarse. Para Mons. Cabrejos se trata de una dinámica espiritual que se aprecia mucho cuando se dice que “el mismo Espíritu no sólo santifica y dirige al Pueblo de Dios mediante los sacramentos, los misterios o adornándole con virtudes, sino que también distribuye las gracias especiales entre los fieles de cualquier condición, entregando a cada uno según considera. Este análisis ha de llevarnos a entender la importancia del momento que vive la Iglesia y su afán de escucharlos a todos, porque todos tienen algo que aportar.

Nuestro camino

¿Qué quieres América Latina y el Caribe para ti misma? fue el interrogante que planteó el prelado al ratificar que el Papa Francisco estuvo verdaderamente inspirado por el Espíritu Santo cuando decidió que este sínodo no debía hacerse como los demás; sino que debía celebrarse en todos los niveles; empezando por las familias, las pequeñas comunidades cristianas, los puestos de misión, parroquias,  decanatos, diócesis, provincias eclesiásticas, iglesias nacionales y continentales; hasta llegar a la universal.

La justificación de esta decisión es que en cada nivel la sinodalidad debe adaptarse a un contexto diferente, sin perder la prioridad con la que el que Papa convocó el Sínodo y propuso trabajar para y por la comunión, la participación y la misión.

«Somos uno, trabajamos juntos y estamos en misión permanente, enviados por Cristo,» advirtió, trayendo a la memoria una frase de la Iglesia local de Bamenda en Camerún: «Y para que Dios trabaje, todo hombre debe poner las manos».

Un tiempo único

En esta línea Mons. Cabrejos, invitó a aprovechar este momento que representa una oportunidad para el continente para «enriquecer su propia identidad como Iglesia, contextualizar la sinodalidad y hacer de ella una realidad auténtica en la vida diaria de la Iglesia”. Muchas veces se ha escuchado que las personas piensan que el futuro de la Iglesia está en América Latina, lo que le ha llevado a preguntarse si realmente sus habitantes alcanzan a sentirlo, si son conscientes de ello.

Esto, afirma el prelado, quiere decir que mientras esperamos la realización del sínodo sobre la sinodalidad en el nivel de la Iglesia universal, se hace necesario tomarse las asambleas regionales  con la misma seriedad como si fueran el sínodo definitivo. Tenemos ante nosotros la oportunidad para asumir nuestra responsabilidad de proporcionar el sentido y la dirección para la Iglesia latinoamericana y caribeña, la de este tiempo y del mañana.

«La etapa continental del proceso sinodal significa que América Latina y el Caribe tienen la posibilidad de hacer que su voz se escuche en el mundo como continente,» pero hay algo más importante y es que puede contribuir para que se dé la oportunidad de escuchar su propia voz en su propio territorio, es decir, sobre lo que quiere para sí misma. Concluyó.

A los 10 años del Papa Francisco

Una conmemoración del pontificado de Francisco que interpele más la vida de la Iglesia

Por Consuelo Vélez

El 13 de marzo, se cumplen los diez años del pontificado de Francisco. Muchos son los escritos y acontecimientos que están acompañando esta conmemoración, en general, bastante positivos y esperanzadores, lo cual muestra que buenas cosas han ido sucediendo en esta década. Quiero añadir una palabra más a este hecho.

De la extrañeza de ese nombramiento -por primera vez un Papa latinoamericano- y por los hechos que se habían vivido en Argentina, tanto como provincial de los jesuitas como en su ministerio como arzobispo de Buenos Aires -no todos tan gloriosos-, pronto se pasó a una gran aceptación en los círculos de Iglesia más comprometidos con el cambio, con los pobres, con la perspectiva latinoamericana. Efectivamente, el Papa despejó los posibles desconciertos, con la sencillez que manifestó desde el primer día de su pontificado y la orientación que marcó para la Iglesia, orientación que, a paso lento, ha ido manteniendo y, algunos frutos, se pueden señalar.

Pero esa buena acogida que la porción de Iglesia más cercana a los pobres le ha dado al pontífice no se ha logrado instalar en los otros círculos eclesiales. Incluso, dentro de los que han participado de estas conmemoraciones por los diez años, se logra ver que no acaban de estar muy convencidos. Por ejemplo, algunos en sus intervenciones, han nombrado más el magisterio de los anteriores Papas que el de Francisco y máximo se ponen a comentar la Carta Encíclica Lumen Fidei que, en realidad, es de Benedicto, aunque Francisco la haya publicado al inicio de su pontificado. Sus palabras, aunque intentan ser amables con Francisco no dejan de develar su desconfianza frente al mismo.

Lo que quiero decir con esa realidad que vi en algunas de las conmemoraciones es que, sin duda, Francisco ha buscado nuevos caminos eclesiales que estaban haciendo mucha falta, no solo a nivel de evangelización -de lo que ha tratado en su magisterio escrito- sino también a nivel de su estructura pasando por finanzas, por nombramientos, por acciones, por cambios en algunas leyes eclesiásticas. Pero la pregunta que quiero hacer es si, todo lo que ha intentado hacer el Papa y que en estas conmemoraciones se ha reconocido, ha permeado el caminar eclesial y hoy nuestras comunidades locales se ven renovadas. Y mi respuesta, con preocupación, es que no. En muchos de los eventos en los que participo, el pueblo de Dios -laicado, jerarquía- sigue actuando cómo si a nada hubiéramos sido llamados en estos diez años. Ni siquiera el sínodo de la sinodalidad ha logrado mover “lo que siempre se ha hecho así”. El sínodo avanza en sus reuniones y los que participan de esos encuentros quedan muy comprometidos, pero el pueblo fiel de Dios -como dice Francisco- continúa caminando en paralelo y, casi diría, tomando más distancia del caminar eclesial. En las parroquias no se vibra por el Sínodo como no se vibró por la Asamblea Eclesial Latinoamericana. El magisterio de Francisco, aunque está escrito con un lenguaje tan cercano que puede ser entendido por más personas, no es material de estudio, de reflexión, de apropiación en la formación cristiana. En las predicaciones no se escucha demasiada referencia a esos textos.

Por otra parte, los y las jóvenes religiosos/as y los seminaristas no parecen estar formándose en el estilo de una Iglesia sinodal. Desde la formalidad exterior que cada día parece crecer más en hábitos, sotanas, clérimans, hasta la mentalidad, espiritualidad y demás recursos de su vida religiosa, no parece que estos jóvenes sean más abiertos, más comprometidos con la realidad, más deseosos de una iglesia en salida y, sobre todo, con más amor a los pobres. No pareciera que el pontificado de Francisco estuviera influyendo decisivamente en estos procesos formativos. Quiero señalar que tanto la CLAR (Conferencia Latinoamericana de Religiosos) y el CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano) están siendo motores activos del proceso sinodal pero no veo que sus esfuerzos permeen significativamente la vida cotidiana de las casas religiosas, de las parroquias, de las diócesis, de las arquidiócesis.

Sinceramente eso del “olor a oveja” del clero lo veo poco; solo sigue presente en los que siempre lo mantuvieron a pesar de la persecución a la Iglesia latinoamericana, pero no veo a muchos más en esa línea. Lo de un laicado que se involucra en el “caminar juntos” porque se sienten consultados, reconocidos, incluidos, etc., no veo que se esté dando. Y en lo que respecta a las mujeres, las cosas se hacen tan confusas -y en esto hasta Francisco no acaba de plantearlo bien- que en estas conmemoraciones algunas de las intervenciones hechas por mujeres, siguen jugando con ese imaginario de que somos lo mejor de la Iglesia porque la Virgen María -mujer- es la Madre de Jesús, con lo cual, nuestras quejas no tienen mucho sentido o con aquello de que la Iglesia es femenina, cosa que es verdad en la imagen esponsal que se usa para hablar de ella, la cual, correctamente entendida significa que solo hay un esposo -Cristo- y una esposa -todo el pueblo de Dios: jerarquía y laicado; varones y mujeres-. El lugar de la mujer en la Iglesia va mucho más allá de esas explicaciones que se nos dan -no del todo correctas- porque supone una participación plena en la vida eclesial y no un simple reconocimiento de que lo “femenino” es lo más querido por Dios y por eso somos una maravilla. Nada de esto tiene que ver con la justicia con las mujeres que ha de pasar por su participación en los niveles de decisión.

En conclusión, mi mirada es parcial, desde mi horizonte que es más académico que pastoral, mucho más local que universal. Pero quiero decir que me alegra profundamente el conmemorar los diez años de un pontífice que ha marcado un caminar eclesial mucho más cercano a Vaticano II, al caminar latinoamericano y, sobre todo, a los más pobres y excluidos. Sin embargo, también me preocupa profundamente el no ver a la Iglesia como institución dando ese giro que tanto necesita hacia las líneas impulsadas por este pontificado: una Iglesia pobre y para los pobres, una Iglesia en salida, una Iglesia que no teme herirse, ni mancharse, una Iglesia liberada de la autorreferencial y de tantos honores, poderes y riquezas que dan seguridad pero no permiten testimoniar el evangelio.

Ojalá que además de alegrarnos por esta conmemoración, nos preguntemos por la puesta en práctica de la renovación eclesial propuesta por Francisco. Allí donde se esté dando, que siga con más fuerza y, donde no ha comenzado que comience la marcha de una vez por todas.

Progreso humano y sinodalidad eclesial

El progreso humano ha sido construido sobre víctimas, como una espléndida avenida pavimentada con cadáveres. Pero el que una cosa se haya hecho mal no significa que no haya de hacerse, sino que ha de hacerse bien.

la noción bíblica de progreso no se limita al que llamamos progreso “técnico” sino que es sobre todo un progreso humano

La sinodalidad es un imperativo no solo eclesiástico sino también mundano y laico.

El verdadero progreso consiste en avanzar hacia la convivencia y la paz, entre todo el género humano y con una serenidad y paz interior que no las dan los meros logros tecnológicos (aunque algo puedan ayudar a ellas) por admirables que sean. Todo lo demás son fuegos artificiales la apelación paciente al diálogo universal se convierte en uno de los valores irrenunciables de las izquierdas Cuando se sustituyen los argumentos por insultos (que, además son aplaudidos desaforadamente) la sinodalidad se pervierte en “sin modalidad”. Y la falta de modales no es ninguna señal de progreso

DIOS ES LA SINODALIDAD ABSOLUTA

Por | José Ignacio González Faus

Una iglesia que, según el Vaticano II, es imagen de la Trinidad y signo eficaz de comunión, está obligada a transmitir al mundo esa “luz para las gentes” que es Cristo. Así ha sucedido a veces y así podría suceder hoy si un tema que está siendo fundamental en la Iglesia (la llamada “sinodalidad”), se pone en contacto con esa otra categoría fundamental de la historia del mundo que es el progreso.

Como veremos más adelante y como reconoció (¡y aceptó!) Hegel, el progreso humano ha sido construido sobre víctimas, como una espléndida avenida pavimentada con cadáveres. Además, está amenazando gravemente a la tierra. Ello ha llevado a muchas gentes a un rechazo de la categoría de progreso. Y por eso nuestras reflexiones deberán comenzar mostrando la necesidad y obligatoriedad del progreso humano.

Panorámica bíblica

Según el relato de la creación del primer capítulo del Génesis, las demás cosas son creadas para estar ahí, pero el hombre es creado con una misión. Esa misión se expresa en el mandato dado a la primera pareja: multiplicaos (como seres humanos) pero, además, “creced” (en humanidad) y así, haced habitable la tierra[1]. Crecer en número y en humanidad: porque la creación necesita ser acabada (humanizada) y el progreso se dirige hacia esa cumbre de la creación. No se dice eso a ninguna de las demás creaturas.

La tierra, por tanto, a la vez que nos alimenta, requiere la ayuda del hombre para ser humanizada y habitable. Bien tratada puede convertirse en compañera entrañable del hombre; pero mal educada puede ocasionar disgustos muy serios. Desde una categoría muy catalana, digamos que el progreso es “como las setas”: las hay sabrosísimas y las hay terriblemente venenosas. Y el que no sepa distinguirlas, mejor que no vaya a recogerlas.

Aquí se percibe también el significado de ese extraño precepto del descanso como respeto a la tierra y como respeto del hombre a los demás y a sí mismo: porque descanso no significa alienación ni embriagamiento sino recuperación y restauración.

El progreso es pues un mandamiento divino: es una misión confiada al ser humano. Óiganlo todos esos grupos conservadores surgidos ante los crímenes de nuestro progreso. Y sepan que el que una cosa se haya hecho mal no significa que no haya de hacerse, sino que ha de hacerse bien.

Saliendo del mito del Génesis, bastará con decir que la noción bíblica de progreso no se limita al que llamamos progreso “técnico” sino que es sobre todo un progreso humano: un pueblo de hermanos, donde no hay pobres, que descansa sobre la justicia como fundamento de la paz verdadera. Donde, con lenguaje de Isaías, las armas se han convertido en arados y el león convive con el cabrito. Un pueblo tal que, por eso y a pesar de su pequeñez, resulta ser “luz para otros pueblos” (cf. Is. 60,3).

Padres de la Iglesia: Ireneo de Lyon

“Dios creo al hombre para que se multiplicara y creciera” (in augmentum et incrementum)[2]. Esta sencilla frase, casi parodia del Génesis, es una de las tesis centrales del pensamiento de San Ireneo. Tanto que se acompaña de otras dos expresiones muy suyas y repetidas: la de la habituación[3] y la de la maduración. Incluso las características que daba el Génesis al ser humano (“imagen y semejanza” de Dios) son entendidas por Ireneo no como sinónimos, sino de manera dinámica: como tarea de pasar desde la primera a la segunda. También la relación entre Nuevo y Antiguo Testamento en la Biblia no es la de lo válido que sustituye a lo caduco, sino la del progreso que incorpora todo lo anterior purificándolo (la clásica Aufhebung hegeliana).

Y además, para Ireneo el progreso pertenece no solo a la naturaleza del ser humano, sino a la misma redención y liberación del hombre. Estas no son una simple meta a la que se llega mecánicamente, sino un camino difícil por el que la persona intenta “llegar a ser lo que todavía no es” (V, 1,1).   

Por supuesto, para el cristiano la meta de la vida humana es escatológica: metahistórica. Pero eso no significa que ese más-allá venga dado, por así decir, desde la nada escatológica, sino que nace, parcialmente al menos, como fruto de la historia: pues, por la Resurrección inclusiva de Jesús, “el fin de la historia ha sido anticipado en ella” (W. Pannenberg). Esa es la concepción que refleja la primera carta a los corintios (capítulo 15): una progresiva serie de conquistas y liberaciones, al final de las cuales nos será concedida la liberación de la muerte. Tal es, al menos, lo que llamaríamos “el plan de Dios” con la libertad humana. Lo que los hombres ya no podemos saber es cuál será la actuación de Dios si le falla la libertad humana.

Establecida así la dimensión del progreso como constitutiva del ser humano, tanto en una cosmovisión laica como creyente (y aunque luego puedan aparecer serias diferencias entre ambas), nos tropezamos con el dato de que el progreso es hoy una bandera de las izquierdas. El bueno del señor Sánchez no hace más que hablar de “un gobierno de progreso” Pero aquí comienzan a complicarse las cosas: porque han sido figuras señeras de la izquierda las que hablaron de nuestro progreso como “un camino de regreso a la barbarie”[4]. ¿Qué pasa pues?

Un progreso no sinodal.

Ya aludí al comienzo del asombro de Hegel cuando va descubriendo que nuestro progreso ha ido construyéndose sobre víctimas. Y no simplemente víctimas del lado opuesto o “conservador” (como pueden ser las de la barbarie estalinista) sino víctimas por así decir “inocentes”. En efecto: una mirada fría a la historia obliga a reconocer, (dicho de manera rápida y sintética) que:

– Nuestro progreso ha preferido el imperativo eficacista al imperativo ético (o los medios inhumanos a los medios humanos)

 De niño me explicaron que la maravilla de las Pirámides de Egipto obligaba a dejar encerrados hasta morir en ellas a los últimos albañiles, aunque no sé si esto se aceptará hoy. En los Padres de la iglesia son frecuentes las quejas que, ante cualquier gran obra, se preguntan cuántas víctimas habrá costado y cuántas mujeres quedarían viudas o sin hijos como precio de aquella maravilla. En Europa debemos hablar de los africanos como precio indispensable de nuestro progreso.  Y hoy, todo ese asombroso “desarrollo” del capitalismo se edifica sobre salarios lo más bajos posibles: basta con ver la reacción (a lo mejor legítima) de nuestros empresarios ante cualquier aviso de subidas de salarios; así como la ausencia de la expresión “salario justo” en la ética social. A lo más se habla de salario mínimo legal, pero sin discutir la bondad ética de esa legalidad.

–  Nuestro progreso ha preferido el imperativo tecnológico al imperativo humano (o hacer lo que satisface a unos pocos antes de lo que necesitan todos)

Por imperativo tecnológico quiero decir que cuando una cosa puede hacerse parece obligatorio hacerla por alarmantes que puedan ser sus consecuencias a largo plazo. Esto ha ocurrido con las armas nucleares, de cuya amenaza ya no podemos escapar hoy. Y la solución no es que “los buenos” (que somos nosotros…) tenemos derecho al armamento nuclear y los otros no. Si EEUU o Israel tienen armas nucleares, Irán tiene derecho a tenerlas[5]. La ida al espacio sería una maravilla en un mundo donde todos pueden comer y vivir sobriamente; pero es precipitada (por atractiva que sea) en un planeta como el nuestro: porque por más que se nos prometan avances sociales gracias a ella, contribuye más bien a aumentar las diferencias entre los humanos. En el campo de la genética puede que sea donde mayor es hoy la amenaza. Y este imperativo tecnológico es el que ha creado la actual amenaza ecológica.

 En definitiva tenemos un progreso edificado sobre cadáveres y que ha puesto a la tierra gravemente enferma, usando medios inhumanos y medios peligrosos: si en algún momento vale el principio de que “el fin no justifica los medios”, puede que sea ante este fin del progreso, tan sagrado por otra parte. Quizás este fallo pudo ser más comprensible en un mundo no globalizado donde los progresos eran más locales (aunque muestre el mismo “pecado original” en todos nuestros progresos). Pero resulta fatal en un mundo globalizado y, además, falsamente globalizado: porque solo se universalizan los intereses de los poderosos y no las necesidades de los débiles. La “aldea global” podrá serlo para el multimillonario que tiene casa en New York, en Berlín, en Camberra y en París; pero no tiene nada de global para las pobres personas que duermen en la calle en cualquiera de esas ciudades.

Si tenemos en cuenta esta realidad, en vez de mirar para otro lado, veremos qué fácil es entender desde aquí a los negacionistas del progreso, aunque debamos disentir de ellos. Y al menos podremos pedir que nuestro querido presidente no hable tan decididamente de un “gobierno de progreso” sino más bien de progreso justo. Porque es hora de reconocer y proclamar que, en este campo del progreso, no hemos “caminado juntos”, sino que unos se movían en un avión supersónico y otros iban andando.

Y en ese lenguaje de “caminar juntos” es donde aparece la palabra “sinodalidad” que hoy tanto se repite en la Iglesia. Pero que es un imperativo no solo eclesiástico sino también mundano y laico. Y ahí es donde la Iglesia podría marcar camino dando ejemplo, si ella sabe ser fiel a lo que está diciéndole el Espíritu.

Llegados aquí, puede ser bueno un pequeño paréntesis, para echar una mirada a nuestro planeta desde los principios anteriores.

“Panorama desde el puente”

Hace unos diez meses, el sr. Putin comenzó una guerra contra Ucrania qué él creía una “guerra relámpago” de pocos días. Casi un año después, esa guerra no tiene fecha de caducidad. Como respuesta a esa guerra, EEUU impuso a Rusia unas sanciones económicas, anunciadas también como otra forma de guerra relámpago. Han pasado los meses y Rusia aguanta a pesar de los golpes. En cambio, esas sanciones a Rusia están siendo mucho más perniciosas para la Unión Europea, incapaz de soportar un invierno sin petróleo, aterrada ante otra crisis económica y que va tomando medidas desesperadas y antiecológicas. De esa crisis europea se beneficia EEUU que ha aumentado sus exportaciones de petróleo y gas a Europa. Por solidaridad, pero subiendo los precios porque ya sabemos que éstos no dependen de la solidaridad sino de esa ley infalible de la oferta y la demanda que rige nuestra economía. Y ahora, claro, ha aumentado la demanda. Pero incluso los Estados Unidos, a pesar de estos beneficios, tampoco salen inmunes de la guerra: pues la cruel dictadura saudí, ante la cual EEUU (tan perseguidor de dictaduras) se había bajado los pantalones repetidas veces, para tenerla a su lado en los negocios del petróleo, ahora se ríe de los norteamericanos y se alía con Rusia…

Como ejemplo de pésimas gestiones no resulta inadecuado; pero nosotros no tememos protestas masivas porque tenemos el viejo “pan y circo”: el mundial de Qatar para que nos alivie las penas y nos haga olvidar los desastres: otra vergüenza que, desde un punto de vista progresista, habría reclamado una huelga de jugadores y espectadores. Pero ya sabemos que al pobre ser humano que somos, no se nos puede exigir demasiado…

Y un pequeño apéndice local a esta panorámica más global: ¿se puede hablar de progreso verdadero y auténtico en un país llamado España, donde crecen las tentaciones e intentos de suicidio en chavales de 13 a 17 años?[6] Unos por maltrato u otros que de niños lo tuvieron todo (o quizá todo menos cariño). Un indicio más de que el mero progreso técnico (por deslumbrante que sea) cuando no va acompañado de un progreso realmente humano, se convierte en freno o marcha atrás.

Reflexión sobre lo visto

Por supuesto, el señor Putin es el verdadero culpable de ese desastre descrito. Pero, usando una distinción del mismo presidente de la OTAN a otro propósito, debemos añadir que, si Putin es el culpable, la OTAN (y EEUU que la maneja) es el responsable de que estallara esa culpa: por lo que otra vez califiqué como su “imperialismo defensivo”, por no cumplir sus compromisos para con Rusia y por haber tratado a Rusia como fue maltratada Alemania, tras la primera guerra del 14, abriendo así la puerta a la barbarie nazi.

Y, por favor, no pretendamos ahora una derrota humillante de Rusia en nombre del progreso: porque es ley de la historia que los pueblos humillados viven después preparándose para alguna venganza reivindicativa. Por eso Ucrania haría bien en no envalentonarse ahora y pretender machacar a Rusia olvidando que, si ha podido resistir, se debe (además de a su propia valentía) a un armamento recibido del que ella carecía por completo. Y recordando que, hace ya más de medio siglo, J. F. Kennedy (cuando la crisis de los misiles cubanos) anunció que en adelante, el armamento nuclear impediría acabar las guerras con derrotas y solo quedaba aspirar a pactos en que ambas partes supieran ceder algo: era ya un embrión de la sinodalidad…

El verdadero progreso consiste en avanzar hacia la convivencia y la paz, entre todo el género humano y con una serenidad y paz interior que no las dan los meros logros tecnológicos (aunque algo puedan ayudar a ellas) por admirables que sean. Todo lo demás son fuegos artificiales. Una guerra y las tentaciones de suicidio como casi nuestro primer problema indican que hoy, en pleno siglo XXI, estamos en el campo del progreso a niveles de la llamada edad antigua aunque podamos viajar al espacio. Y así resulta que, desde este punto de vista del progreso, somos tan antiprogresistas como Vox…

Hace casi dos siglos, K. Marx creyó que la religión era un claro factor antiprogreso, por no ser universal. En lugar de ella apeló a la presunta universalidad de la razón como madre del progreso. El bueno de D. Carlos, que no conocía a Freud, no se dio cuenta de que nuestra razón es un factor tan poco universal como la religión. Pudo haberse dado cuenta porque su gran obra consistió en mostrar la poca racionalidad de la razón capitalista, movida siempre por intereses económicos egoístas y ocultos. Pero no supo percibir que su propio sistema estaba fundado en otra falsa razón, movida también por otros intereses ocultos (aunque más nobles que los del capital): movida por esa superstición de que la misma estructura dialéctica de la materia garantiza una supresión de las contradicciones en favor de un auténtico progreso que liberará a las víctimas del sistema capitalista: el mesías religioso fue sustituido así por un mesías proletario (pese a que, al poco tiempo Marx hubo de reconocer que había un proletariado despreciable –“Lumpenproletariat”- que no resultaba muy mesiánico).

Hoy, dolorosamente, cabría repetirle al señor Marx aquello de que “los muertos que vos matasteis gozan de buena salud” (de mejor salud que los que mató el Tenorio). Hay que buscar, pues, otra categoría universalizadora que no es la religión ni la razón y que debería ser la ética. Una ética a la que pueden contribuir las religiones (como ya predijo la intuición de H. Küng) y también la razón humana, pero que debe gestarse en el diálogo y el caminar conjuntos.

Por imperfecto que sea el ejemplo que sigue, podríamos decir que Occidente consiguió algo de eso, pero solo para el mundo occidental (algo de ello se ha reflejado pálidamente en la construcción de Europa). Pero hoy resulta que esa ética “universal” de Occidente no vale para el mundo entero: no solo por no haber incorporado elementos válidos de otras culturas no occidentales (ahí está el atractivo del Oriente para tantos occidentales de hoy, aunque pueda ser un oriente “a la carta” como pasa tantas veces). No solo por eso sino, además, por la misma falsificación que ha hecho Occidente con su ética, al dejarla sometida al interés económico, poniendo los derechos del dinero por delante de sus cacareados derechos humanos[7].

En conclusión

Los errores de nuestro progreso parecen haber llevado al mundo a una situación donde solo se ofrecen dos salidas falsas: una negación del progreso o una huida hacia adelante con un progreso falso. En este contexto, la apelación paciente al diálogo universal se convierte en uno de los valores irrenunciables de las izquierdas: la llamada paciente a “sumar” en vez de imponer. Pero nuestras izquierdas prefirieron ser poder político antes que levadura o semilla social, olvidando que, en nuestras democracias capitalistas y financieras, el poder nunca está en manos de los políticos sino en manos de otros poderes fácticos económicos[8]. El grito de “Podemos” era, en este sentido de una ingenuidad lamentable.

El sistema no solo crea “ricos cada vez más ricos a costa de pobres cada vez más pobres” (Juan Pablo II) sino que además destruye el planeta y nos lleva luego a soluciones tibias y tímidas (como acabamos de ver en la COP27) que ya otra vez califiqué como “curar el cáncer con paracetamoles”. En estos contextos, el progresismo abandona las reclamaciones económicas (que son las fundamentales) y las va sustituyendo por otras reclamaciones de tipo sexual que, por importantes que puedan ser, serán siempre secundarias o mucho menos claras, y originan confrontaciones más agudas y desaforadas, como estamos viendo aterrados en el Parlamento español. 

Pero cuando se sustituyen los argumentos por insultos (que, además son aplaudidos desaforadamente) la sinodalidad se pervierte en “sin modalidad”. Y la falta de modales no es ninguna señal de progreso sino todo lo contrario. Uno ya no sabe si hemos sustituido aquel grito tan significativo (“OTAN no, bases fuera”) por otro que diría más o menos: OTAN sí, bragas fuera… Y perdón si, por hacer un juego de palabras, caigo en la política del insulto que estoy criticando: ojalá sirva para demostrar que eso es una facilitonería que no resuelve nada. Y al menos lo hago sin dirigirme a ninguna persona concreta.

Es pues el momento de volver a la sinodalidad.

Caminar todos juntos

Vivimos una hora histórica en la que se ha dicho que “o nos salvamos todos o no se salva nadie”. Porque si, para salvarse, unos pocos han de irse a vivir a Marte, no parece esa una salvación muy apetecible.

Por eso, lo que vamos a decir no resultará demasiado estimulante: pues no aspiramos a preparar a ningún atleta para que gane una medalla, sino a salvar a un moribundo. Y en cuidados intensivos ya se sabe que las aspiraciones son modestas: que no suba la fiebre, que pueda ingerir algo, que la tensión arterial se mantenga… Ojalá luego podamos aspirar a más pero, de momento, así estamos: luchando contra un doble cáncer: el cáncer de una humanidad escindida entre riquísimos y paupérrimos, y el cáncer de un planeta que cada año solo consigue regenerar mucho menos de lo que nosotros descomponemos.

Esta comparación médica ayuda a comprender que no se trata de comenzar de cero sino (además de corregir), de conservar y universalizar todo lo bueno conseguido hasta ahora: es el caso por ejemplo de la sanidad pública, tan poco universal todavía y tan amenazada hoy.

En situaciones así de difíciles hay una tendencia general a eliminar solo los síntomas molestos sin atacar las causas que los producen. La tierra nos va dando ya bastantes avisos; pero nuestra reacción es mucho más la de protegernos contra inundaciones devastadoras, contra tormentas desbocadas o calores insoportables…, que la de evitar que esos desastres se produzcan. Olvidamos esa evidencia que recordó hace poco Francisco, obispo de Roma: “Dios perdona siempre, las personas perdonamos a veces, pero la naturaleza no perdona nunca”.

De la sinodalidad eclesiástica a la sinodalidad humana.

La Iglesia no es sinodal por capricho o para parecer más guapa, sino porque es servidora del mundo: porque los gozos y esperanzas del mundo son también suyos. El verdadero progreso humano, en el sentido explicado antes, es un crecimiento en comunión y en convivencia: esa paz que brota no del miedo ni de cálculo sino de la justicia fraterna en el convivir era el don de Jesús de Nazaret y es uno de los signos más gráficos de una auténtica relación con Dios. La Iglesia no debe definirse meramente como “sociedad” sino como “comunión”: palabra que indica la común-unión en el ser (koinonía en griego). Y esa palabra griega nace también del adjetivo koiné (común)[9], pero perdiendo ese matiz negativo de “vulgar”, y convirtiendo lo vulgar en excelente por la misma unión amorosa con todo.

Pero el ser humano es actividad y crecimiento. Por eso a la comunión en el ser le sigue necesariamente una comunión en el obrar: la sinodalidad (del griego odos: camino). Uno de los ejemplos más gráficos de esa sinodalidad podría ser la marcha del pueblo judío por desierto, saliendo de la esclavitud (Egipto) en progreso hacia la tierra prometida. Allí se ven algunas características de toda sinodalidad: el camino es largo, a veces difícil. Unos pueden tener la tentación de abandonarlo y volver a los “ajos y cebollas” de la esclavitud. Otros la tentación de adorar falsos dioses que les parecen más cercanos. Hacen falta líderes que no siempre coinciden en todo; durante el camino se van aprendiendo normas de comportamiento, y se percibe a veces como la presencia de una luz (o una “nube”) que acompaña y da seguridad.

Pero es un camino de todos y con todos: no vale la tentación de adelantarse los mejores, para llegar ellos antes y solos a la tierra prometida prescindiendo del pueblo. Incluso puede ser que el más responsable y más meritorio de todo este proceso, atisbe la meta pero se quede sin entrar en ella. El libro bíblico del Éxodo (que ha tomado su nombre de la “salida”), podría muy bien titularse hoy libro del progreso, o libro del camino.

Ese camino no es fácil. Pero, como canta una conocida sardana catalana: “tot es camí, tot es drecera si ens dem la ma”. En cambio, si no nos damos la mano habremos de seguir cantando: “tot es Ucraïna tot es Rússia”…

Tareas posibles

1.- Casi la primera sinodalidad que necesita nuestro mundo está en la ONU. Pese a su buena voluntad resulta ser muchas veces una ONS (organización de naciones sometidas). Sin una profunda reforma de la ONU, con la supresión del derecho de veto que tienen los poderosos, nuestro mundo no podrá tener solución ni podrá progresar verdaderamente. Hoy lamentamos cada vez más el fracaso de las reformas propuestas en 1998, cuando se celebró el cincuentenario de su creación.

2.- Y si difícil es esta tarea, mucho más lo es la que está en la raíz de esas dificultades. El Capitalismo es el sistema antisinodal por excelencia con su busca del máximo beneficio individual a costa de quien sea: pisotear en vez de caminar juntos. Todos contra todos en vez de todos con todos. Como dice Amaia Pérez Orozco, el conflicto hoy ya no es capital-trabajo [añado que ahí ya ha ganado el capital] sino capital-vida[10] y, por tanto, capital-progreso. En otros lugares he intentado mostrar cómo la llamada “economía de mercado” es hoy una economía de engaño y, por eso, totalmente antisinodal. Las economías de tipo cooperativo, más que competitivo, resultan mucho más sinodales.

3.- Podría dar la sensación de que esas son tareas que nos superan o están reservadas solo a unos pocos. Esto puede permitir que nos sintamos progres sin hacer nada. Valga pues aquí una parodia del evangelio: “No todo el que dice Señor, Señor entrará en el Reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre”. Versión laica: no todo el que aplaude a Greta Thunberg sino el que intenta vivir como ella. Esto exigiría una seria moderación de nuestro consumo: sobre todo de tanto consumo inútil, que en buena parte es el sostén de nuestro sistema económico. Una huelga de consumo, lo más universal posible será una de las grandes armas contra el sistema y una de las grandes terapias contra nuestra inhumanidad. Y un esfuerzo hacia esa sociedad “de la sobriedad compartida” (I. Ellacuría) sería una buena inyección de sinodalidad.

4.- A todo eso estamos los cristianos más obligados que nadie por la fe que profesamos en Dios como “uno y trino”. El asombroso misterio de la Trinidad no es una cuestión de matemáticas irracionales sino una proclamación de que Dios es la Sinodalidad Absoluta: lo que llamamos Padre, Palabra y Espíritu es un misterio de comunión infinita y tan plena que cada uno conserva su nombre y su identidad, pero todos van siempre juntos, son absolutamente iguales y la comunión entre ellos es tal que, a pesar de su personalidad distinta, son un Único Ser. Ese es el misterio del Amor infinito.

Nosotros, finitos y empecatados, no podemos llegar hasta ahí, por supuesto. Pero estamos llamados a esa misma Vida del Dios Amor y somos ya, en esta dimensión finita, “imágenes de la Trinidad”.

5.- Ello implica también otra característica a la que los cristianos estamos particularmente llamados. Desde la entrada de la maldad en nuestra creación, se ha vuelto necesaria la entrega o “la muerte” de unos pocos para la salvación de todos. “Redentor” no significa simplemente salvador sino “que entrega su vida”. Por eso, y aunque la meta es caminar todos juntos, la sinodalidad necesita al comienzo el sacrificio de unos pocos: ya no será un progreso deformado, edificado sobre víctimas y ambiciones, pero sí un progreso edificado sobre esa entrega y sacrificio solidarios y voluntarios. Hará falta ese sacrificio para que el progreso vuelva a ser (aunque lentamente y poco a poco) verdadero progreso humano.

Conclusión

Debemos terminar diciendo sencillamente que: “o progresamos todos o no progresa ninguno”. Por eso hoy, la primera tarea del género humano es evitar que la historia avance construyéndose sobre víctimas y cadáveres como, en buena parte, ha sucedido hasta ahora. Esta es la verdadera noción de progreso humano y, por eso, deberíamos evitar durante un tiempo ese sustantivo, a menos que vaya acompañado de algún adjetivo que lo concrete: progreso solidario, progreso universal, respetuoso…

En definitiva: progreso sinodal. No hay otro.

[1] Como he mostrado en otros sitios, el verbo hebreo kabash (poner el pie) no tiene sentido sólo de pisotear, sino de habitar: hacer habitable. Es curioso que esa misma bipolaridad la tenga el giro castellano.

[2] Adversus haereses IV, 11,1

[3] Prefiero esta traducción a la habitual de “acostumbramiento” porque creo que señala mejor la idea de una posibilidad adquirida por parte del hombre.

[4] Para las referencias remito a la p. 366 de Otro mundo es posible… desde Jesús (Santander 2010) con particular acento al libro de Reyes Mate allí citado.

[5] Lo tiene por muy irracional que sea un régimen que usa una “policía de la moral”, sin haber aprendido que la moral solo puede brotar de la libertad, no de la policía. La policía puede salvaguardar el orden y la seguridad pero no la moral. Pues, como dijo san Agustín: quien obra bien por miedo, no es bueno sino simplemente cobarde.

[6] 314 realizados en 2020.

[7] Remito al Cuaderno 113 de Cristianismo y Justicia: ¿Abjurar la Modernidad?, con citas increíbles de los “padres” de nuestro progreso.

[8] Es curioso el contraste entre el afán con que (durante la transición española) luchábamos contra los “poderes fácticos” cuando parecía que estos eran el ejército y la Iglesia, y la tranquilidad con que hoy aceptamos otros mucho más poderes y mucho más fácticos, cuando estos son Bancos, empresas multinacionales o inversiones extranjeras.

[9] Así se llamaba aquel griego “barato” que servía como lengua común para todo el antiguo imperio.

[10] Subversión feminista de la economía, Madrid 20194ª,pp. 37, 109, 119ss.

La rebelión de las mujeres en la Iglesia

Juan José Tamayo

El 8 de mazo me parece una efeméride adecuada y muy oportuna para reflexionar sobre uno de los cambios más importantes que se están produciendo en el seno de las religiones en las últimas décadas: la rebelión de las mujeres. Cada vez es mayor el número de mujeres creyentes que se rebelan contra las religiones de las que son miembros y ¡contra sus dirigentes religiosos, y se muestran críticas de su moral misógina, su doctrina androcéntrica, su organización patriarcal y su imagen masculina de dios. Y lo hacen sin renunciar a su afiliación religiosa.

La rebelión tiene lugar a nivel personal y colectivo, en el interior de las religiones y en la sociedad. A nivel personal, viven la experiencia religiosa desde su propia subjetividad, sin tener que recurrir a la mediación de los varones, y desafían y transgreden conscientemente las normas y orientaciones en materia de sexualidad, relaciones de pareja, modelos de familia, planificación familiar, interrupción voluntaria del embarazo, derechos sexuales y reproductivos, LGTBIQ, opciones políticas, etc., que les impone el patriarcado religioso. Y lo hacen sin conciencia de culpa.

En el interior de las religiones se crean movimientos y asociaciones de mujeres que se organizan autónomamente, sin dependencia de las autoridades religiosas masculinas: dentro del cristianismo, por ejemplo, La Revuelta de las Mujeres en la Iglesia, María 2.0, Mujeres y

Teología, Asociación de Teólogas Españolas Sínodo de Mujeres, Voices of Faith, Católicas por el Derecho a Decidir, Tras las Huellas de Sofía, Mujeres Sacerdotes en la Iglesia Romana, etc. En el terreno doctrinal, elaboran su propia reflexión teológica, y en el moral, una ética no represiva.

El 1 de marzo de 2020 se celebraron concentraciones organizadas por colectivos feministas cristianos ante las catedrales y los edificios religiosos de varias ciudades españolas bajo el lema “Revuelta de las mujeres en la Iglesia. Hasta que la igualdad se haga costumbre”. Yo participé en la concentración ante la catedral madrileña de La Almudena. Por delante de las personas reunidas pasaban de largo clérigos que se dirigían al recinto catedralicio sin preguntar qué hacíamos allí, ni mostrar interés alguno por las pancartas con mensajes evangélicos y retratos de mujeres cristianas empoderadas como María Magdalena, Hildegarda de Bingen, Margarita Porete, Teresa de Jesús, Mary Ward, Simone Weil… ¿Insensibilidad patriarcal, desprecio, misoginia? Quizá las tres cosas.

La Revuelta se celebró en un clima festivo y reivindicativo fraterno-sororal, con la denuncia del patriarcado eclesiástico y de la exclusión de las mujeres de los diferentes ministerios eclesiales al servicio de la comunidad y de los espacios de responsabilidad, y la propuesta de alternativas inclusivas de las mujeres. La mirada estaba puesta en la utopía de “Otra Iglesia es posible y necesaria ya”, teniendo como referencia el movimiento de Jesús de Nazaret como comunidad de iguales y el feminismo como teoría de género, guía para el análisis del poder patriarcal y movimiento reivindicativo.

Consideran que ellas son las manos y el corazón de la Iglesia y que esta se sostiene gracias a su colaboración. Y así es

Este año, varios cientos de mujeres han vuelto a concentrarse el 5 de marzo en una veintena de ciudades del Estado Español ante las catedrales, iglesias y obispados convocadas por el movimiento “Revuelta de las Mujeres en la Iglesia-Alcem la veu” bajo el lema “Caminamos juntas por la igualdad y la dignidad dentro de la Iglesia”. Consideran que ellas son las manos y el corazón de la Iglesia y que esta se sostiene gracias a su colaboración. Y así es. Critican el lenguaje patriarcal y denuncian la masculinidad hegemónica, los abusos de poder, sexuales y de conciencia, la profunda discriminación en todos los terrenos, la injusticia de género y la invisibilización que sufren las mujeres en la Iglesia.

Reclaman el reconocimiento de las mujeres como sujetos de pleno derecho, con voz y voto, el acceso al diaconado y al presbiterado femenino, y su plena incorporación en la estructura eclesial. Piden el reconocimiento de la Teología Feminista, de la diversidad de los modelos de familia, de las identidades y orientaciones sexuales, la denuncia del modelo económico neoliberal que genera la feminización de la pobreza y la explotación laboral y sexual de las mujeres.

En la sociedad participan activamente en los movimientos feministas, apoyan sus reivindicaciones y están presentes en las ONG’s y movimientos sociales como expresión de la convergencia en las luchas por el reconocimiento de la dignidad y libertad de las mujeres en las religiones y las luchas por su emancipación y el compromiso en defensa de los sectores más vulnerables de la sociedad.

Ejemplo de dicha participación fue la importante y numerosa presencia de mujeres y colectivos de mujeres de diferentes religiones en las manifestaciones del 8 de marzo de 2019. Ese día, un grupo de monjas se sumó a la huelga feminista, que consideraron su huelga. Y ello para denunciar el patriarcado y el machismo institucional que sufren las mujeres en la Iglesia católica y en la sociedad, poner fin a la violencia contra el cuerpo de las mujeres y “tejer sororidad y visibilizar que las mujeres queremos cambiar el mundo”.   

Responden con argumentos éticos y religiosos a los mensajes homófobos, machistas y patriarcales de partidos y organizaciones de extrema derecha, a las acusaciones de “feminazis” y “supremacistas feministas”, a las falsas noticias y al negacionismo de la violencia machista contra las mujeres por parte de las organizaciones políticas y religiosas de la extrema derecha. Siguen el consejo de Simone de Beauvoir: “No olvidéis jamás que bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados. Esos derechos nunca se dan por adquiridos. Debéis permanecer vigilantes durante toda vuestra vida”.    

La Revuelta de las mujeres en la Iglesia ha enviado a la Conferencia Episcopal Española y a otras instituciones católicas un documento en el que piden, entre otras cosas, desterrar el clericalismo, lograr una Iglesia circular al servicio de las personas empobrecidas y excluidas, fomentar el lenguaje inclusivo y la simbología femenina en la liturgia.

_____________________________

Juan José Tamayo es director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones «Ignacio Ellacuría» en la Universidad Carlos III de Madrid.

Asamblea Sinodal del Cono Sur:

“Rescate de toda la belleza del Bautismo que nos une»

Padre Patriky Samuel Batista

Un encuentro en clave sinodal que será realizado de 6 a 10 de marzo en la Casa Mons. Luciano Mendes de Almeida de la Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil (CNBB), en Brasilia, capital de Brasil

«Es una ocasión propicia para que podamos empezar a transformar toda esta escucha en un camino»

«Una oportunidad singular para compartir buenas prácticas y experiencias de escucha de otros países, de otras conferencias»

«Bella expresión de la Iglesia que es comunión»

«Es una Iglesia profundamente ministerial y aquí viene toda esta reflexión sobre el sacramento del Bautismo, no sólo la fuente común para todos nosotros, sino el trampolín que realmente nos lanza a la misión»

Por Luis Miguel Modino, corresponsal en Latinoamérica

La Etapa Continental en América Latina y el Caribe del Sínodo 2021-2023 da un paso más esta semana, con la cuarta y última asamblea de las programadas para llevar a cabo esta fase. Un encuentro en clave sinodal que será realizado de 6 a 10 de marzo en la Casa Mons. Luciano Mendes de Almeida de la Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil (CNBB), en Brasilia, capital de Brasil.

Testimonios y experiencias de las Iglesias del Cono Sur

Casi 200 representantes del pueblo de Dios de las 5 conferencias episcopales que forman parte de la Región Cono Sur del Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (Celam): Uruguay, Argentina, Chile, Paraguay y Brasil, se encuentran para compartir testimonios y experiencias de la Iglesia en el continente, una oportunidad para socializar y caminar juntos, en sinodalidad, siguiendo la metodología de la conversación espiritual.

Un tiempo para a partir de esas experiencias del pueblo de Dios poder hacer realidad aquello que el Papa Francisco nos pide: construir una Iglesia sinodal, una Iglesia de comunión, participación y misión.

Transformar la escucha en camino

«Acoger la asamblea del Cono Sur, para nosotros como equipo sinodal, como Iglesia en Brasil, es en primer lugar un momento de acción de gracias por todo lo avanzado hasta ahora, y también de expectativa de lo que será el Sínodo de los Obispos», según el Padre Patriky Samuel Batista. El secretario general adjunto de la CNBB afirma que «es una ocasión propicia para que podamos empezar a transformar toda esta escucha en un camino».

El presbítero brasileño recuerda las palabras del Papa Francisco, para quien «la sinodalidad es el camino que Dios quiere para la Iglesia de hoy». Desde ahí insiste en que «ahora pues, atentos a los signos de los tiempos, en esta escucha comprometida, ahora podemos celebrar cara a cara en el encuentro con la Iglesia en América Latina, en el Cono Sur. Es un momento de acción de gracias, de recuerdo y de renovación de la esperanza».

Un encuentro que es visto por el padre Patriky como «un compartir experiencias que nos está ayudando a percibir desafíos comunes, pero también horizontes que se presentan para superar estos desafíos, tanto en la perspectiva eclesial como en los desafíos que afectan directamente a la sociedad». Insiste en que «es también una oportunidad singular para compartir buenas prácticas y experiencias de escucha de otros países, de otras conferencias. Este compartir basado en la escucha del Espíritu es un momento muy especial para todos nosotros», subrayando que «es una nueva dinámica».

Una bella expresión de la Iglesia que es comunión

Un momento en el que participan todos los estamentos del pueblo de Dios, lo que el Secretario General Adjunto de la CNBB considera una «bella expresión de la Iglesia que es comunión». Una dinámica que, por encima de todo, es «ese rescate de toda la belleza del Bautismo que nos une». El sacerdote brasileño no duda en definir este encuentro como «un hermoso testimonio que ofrecemos al mundo, donde todos, cada uno con su vocación, con su ministerio, estamos llamados a ser esa Iglesia en salida, pero en salida juntos, ese es el gran horizonte».

Recordando de nuevo las palabras del Papa Francisco, el padre Patriky afirma que «hay momentos que los pastores están delante, en medio, a veces detrás». Desde ahí destaca «esta movilidad, esta voluntad de caminar juntos, pero también de ir valorando a cada miembro del pueblo de Dios, especialmente a los laicos, es un momento singular». De hecho, «todo este camino sinodal, este proceso de escucha y esta asamblea del Cono Sur es también una oportunidad para redescubrir la Teología del Bautismo».

Estamos ante «una Iglesia que desea más que nunca caminar juntos, escuchándose, transformando esta escucha en camino. Es una Iglesia profundamente ministerial y aquí viene toda esta reflexión sobre el sacramento del Bautismo, no sólo la fuente común para todos nosotros, sino el trampolín que realmente nos lanza a la misión, independientemente de la vocación, del ministerio que ejercemos, la importancia y la belleza del sacramento del Bautismo».

Aportes de la Iglesia Amazónica a la Fase Continental

Los siete grandes aportes de la Iglesia amazónica a la “fase continental” del Sínodo

Vida Nueva hace un repaso de las propuestas que han hecho Ceama y Repam al Sínodo de la sinodalidad 2021-2024

La Conferencia Eclesial de la Amazonía (Ceama) y la Red Eclesial Panamazónica (Repam) han compilado en siete grandes puntos sus contribuciones a la etapa continental del Sínodo de la sinodalidad 2021-2024.

Así han informado ambas secretarías generales de estas instancias. Señalaron que tras participar en la primera etapa sinodal, cuyos aportes integraron a las síntesis locales de las conferencias de obispos, también han hecho un ejercicio particular para la etapa continental.

Adicional mencionaron que están participando de las asambleas regionales de países andinos y el cono sur, organizadas por el Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (Celam).

Los representantes de la Ceama y Repam detallaron que los aportes que hacen a esta etapa continental contienen “una visión de conjunto de la rica experiencia vivida en el proceso del Sínodo Amazónico”.

Además de “la vida de las Iglesias de la región registrada en el proceso de escucha, así como de los tres documentos del Sínodo – el Instrumentum Laboris, el Documento Final y la Exhortación Apostólica “Querida Amazonía”.

Al hacer un paralelismo con el Documento para la Etapa Continental del Sínodo han derivado tres dimensiones que conforman un aporte específico y sui generis de la Amazonía a la Iglesia: a) Intuiciones y experiencias nuevas; b) Tensiones e interrogantes; c) Prioridades y llamadas a la acción.

1. Arraigo a viejos modelos

En el primer punto han planteado “la conversión de la Iglesia y salida a las periferias”, por ello, urge una conversión integral y frente a esa exigencia “la gran dificultad es: desinstalarse de la acomodación para ser una Iglesia en salida”.

El problema radica en “el arraigo a viejos modelos del pasado, la vigencia de la pastoral de conservación (Med 6.1), el clericalismo y el peso de estructuras caducas, todo ello respaldado en el miedo de avanzar y de crear lo nuevo que nos permita convertirnos”.

Para la Iglesia en Amazonía, como plantea Francisco en Laudato Si’, “la conversión integral implica: dejar brotar todas las consecuencias del encuentro con Jesucristo en las relaciones con el mundo que los rodea”.

2. Iglesia con rostro propio

“Iglesias Locales con rostro y corazón propios, encarnadas en la realidad de sus pueblos”, es el segundo punto que han planteado Ceama y Repam, en el que han recordado que durante el Sínodo amazónico escucharon “el clamor de sus pueblos por una Iglesia con rostro amazónico, encarnada y configurada en sus culturas, sujeto de una evangelización inculturada y en el diálogo intercultural”.

En este aspecto han destacado “la Reforma de la Curia romana fue un paso importante en esta perspectiva, pero todavía sin consecuencias concretas en las Iglesias Locales y sus organismos”.

Por ahora, el objetivo es “implementar una mayor inculturación de la fe y de la Iglesia, en especial de las Iglesias Locales, tal como se está haciendo realidad en el post-Sínodo de la Amazonía, para que cada vez más adquieran un rostro propio y una configuración institucional encarnada en su contexto”.

3. La Iglesia tiene un género: los bautizados

En el tercer punto, han planteado “Una Iglesia toda ella ministerial e inclusiva en especial de las mujeres”, que sin duda sigue siendo “una tarea pendiente” para ello dejan bien claro que “la Iglesia es conformada por un único género de cristianos – los bautizados, de donde brotan todos los ministerios, incluidos los ministerios ordenados”.

Para lo que proponen implementar “una Iglesia toda ella ministerial, pues en gran medida la vida de la Iglesia continúa todavía centralizada en el presbítero y en la parroquia”, lo que implica “un mayor fortalecimiento de las comunidades eclesiales en el ámbito de las parroquias”.

Si bien el tema del clericalismo y el patriarcado van unidos, señalaron que es hora de desactivarlos. Admitieron que ‘diaconado de mujeres’ “no fue objeto de decisión en el Sínodo, pero el Papa –en el Documento final – habló que iba continuar estudiando esta posibilidad”.

Junto con esta petición está la necesidad de la creación de ministerios para fuera de la Iglesia, dado que la misión de los cristianos, sobre todo, es en el mundo”. Lamentan que “los pocos ministerios que se tiene son todavía todos para el interior de la Iglesia, lo que también dificulta romper con una Iglesia autorreferencial. Es urgente multiplicar el número de ministerios, para dentro y para fuera de la Iglesia, sobre todo para el laicado”.

4.- Superar la concepción jerárquica

Sobre el cuarto punto: “Una Iglesia sinodal anclada en estructuras de comunión” han explicado que “la sinodalidad supera una concepción jerárquica de la Iglesia y hace caduco todo tipo de estructuras que impiden la efectiva participación de todos los bautizados”.

Por supuesto, para desmontar este paradigma jerárquico urge “la conversión pastoral” que lleva a “la conversión de las estructuras verticalistas y discriminatorias en organismos inclusivos, que propicien relaciones de igualdad y corresponsabilidad”.

Inclusive en el proceso de escucha del Documento para la Etapa Continental está nuevamente el asunto, por tanto, la invitación es beber de las fuentes de Vaticano II como también de la Exhortación Querida Amazonía y la Constitución Praedicate Evangelium, que plantean que “el poder en la Iglesia, que es un poder-servicio, se asienta sobre el Bautismo, en la corresponsabilidad de todos los bautizados, y no sobre el sacramento del Orden”.

5. Por la sinodalidad eclesial

“La sinodalización de las Conferencias Episcopales”, es el quinto pedido de la Iglesia amazónica “en coherencia con la eclesiología del Concilio Vaticano II, que sitúa la colegialidad episcopal en el seno de la sinodalidad eclesial, el Sínodo de los Obispos dejó de ser un sínodo de obispos, para ser un Sínodo de la Iglesia”.

Al respecto, el proceso sinodal “situó la colegialidad episcopal en el seno de la sinodalidad eclesial, sin con esto negar el rol específico del Obispo, ni de los organismos de ejercicio de la colegialidad en una región”.

“El ministerio episcopal se sitúa en el seno del Pueblo de Dios y no sobre él, como camino y misión, de la misma forma que los organismos de ejercicio de la colegialidad episcopal, como son las Conferencias Episcopales”, han dicho.

Para que la sinodalización de los obispos sea efectiva requiere “la efectiva la participación de todos los bautizados” incluidas las periferias, las mujeres y los jóvenes, “no solo en los procesos de escucha y discernimiento, sino igualmente en los procesos de tomas de decisión, tanto en el ámbito diocesano, como nacional y continental”.

6. Promover la ecología integral

Uno de los puntos infaltables y que ocupa el puesto seis fue “la ecología integral como una dimensión esencial de la evangelización”. En primer lugar, han reconocido la cosmovisión indígena desde una perspectiva integradora

Para la Ceama y Repam los pueblos originarios “tienen una vivencia armónica con la naturaleza, que es modelo para la humanidad y horizonte de una evangelización que integre la ecología integral como una dimensión esencial y transversal”.

Advierten que “frente a la actual crisis climática, es injustificable la débil sensibilidad ecológica en los medios eclesiales, el silencio y la omisión de los cristianos, así como de la sociedad civil frente a una economía que destruye la naturaleza y pone en riesgo la vida humana y sus ecosistemas”.

Por tanto, han insistido en la creación de ministerios especiales para el cuidado de la “Casa Común” y “la promoción de la ecología integral en todas las jurisdicciones eclesiásticas” tal como se ha propuesto en el Sínodo de la Amazonía.

7. Una sociedad humana y justa

El último punto de la Ceama y la Repam tiene que ver con “una Iglesia compañera de camino de toda la humanidad”. Han tomado como referencia la imagen propuesta en la fase continental del sínodo de “ensanchar la tienda”.

Todo ello implica “un diálogo sincero y respetuoso” como “puente para la construcción del Reino de Dios” y comprender que las culturas de los pueblos indígenas está sustentado en el buen vivir.

En este sentido, resulta clave cultivar relaciones “sin desarraigar, hacer crecer sin debilitar la identidad, promover sin invadir. Es necesario amar las raíces y cuidarlas”, al tiempo que”es necesario que la Iglesia acompañe a la humanidad en sus crisis, en sus situaciones de pobreza, en ser apoyo en la reivindicación de sus derechos y promover acciones para la transformación de una sociedad más humana y justa”.

Sin embargo, han lamentado que “hoy en la Iglesia hay grupos eclesiales de corte tradicionalista con una postura apologética frente al mundo, que se están oponiendo abiertamente a la renovación conciliar y al magisterio del Papa Francisco”.

Frente a esto, cabe preguntarse “en qué medida el Concilio es conocido y asumido. La formación de los futuros presbíteros precisa ser revisada”, incluida la formación del laicado, vida consagrada “sin olvidar a los diáconos permanentes, o a través de una pastoral de conjunto que impulse procesos de evangelización capaces de situar la Iglesia en el seno de la sociedad pluralista”.

Papa Francisco: una década de (r)evolución

  Francisco cumple diez años de pontificado. Algunos imaginaron un pontificado de transición, puesto que Jorge Mario Bergoglio llegó a la sede de Pedro con 75 años. Sin embargo, este tiempo se han dado no pocos cambios en el seno de la Iglesia: en el engranaje vaticano, la economía, la lucha contra los abusos… Pero, sobre todo, el primer pontífice de Latinoamérica ha desinstalado a la Iglesia de las inercias en las que parecía atrapada con un cierto estancamiento, cuando no atragantamiento, respecto al Concilio Vaticano II. Y es que, las medidas adoptadas hasta ahora no son fruto de las ocurrencias de jesuita porteño, sino que brotan del ‘aggiornamento’ que apuntaló Pablo VI.

Por eso, más que una ‘revolución’, por la connotación intrínseca de violencia que puede llevar consigo esta expresión, esta década ha propiciado una ‘evolución’ desde ese planteamiento bergogliano de abrir procesos, sin prisa pero sin pausa, que sean irreversibles. Sin acelerones: quienes esperaban un volantazo copernicano en materia doctrinal, en números específicos del Catecismo, quizá se han podido sentir defraudados. Sin frenazos: se han visto sumamente incomodados aquellos que se mantienen en un tradicionalismo inmovilista, cuando no involucionista.

Francisco no representa ni lo uno ni lo otro. Él mismo lo ha explicado en innumerables ocasiones, sin necesidad de traductores, cuando ha compartido sus sueños sobre una Iglesia en salida, pobre para los pobres, discípula y misionera, hospital de campaña… Esta apuesta se traduce ahora en la sinodalidad, en ese caminar juntos, abiertos a la escucha atenta del Espíritu, en una comunidad poliédrica y horizontal que sepa rescatar la esencia de aquellos primeros hombres y mujeres que acompañaron a Jesús hasta la cruz, pero que continuaron adelante sin miedo como apóstoles de la Resurrección.

Precisamente esa apuesta por la participación, la comunión y la misión es la que le ha provocado no pocos disgustos por parte de quienes se resisten aún hoy a desinstalarse de una nostalgia caduca por lo accesorio, mientras olvidan la primacía de la misericordia de Dios. Es tiempo de abonar el terreno de la escucha y el diálogo con el discernimiento y la conciencia como ejes.

Esta puesta a punto se ha apuntalado con una riqueza magisterial que tuvo en ‘Evangelii gaudium’ su primera hoja de ruta, a la que han dado continuidad ‘Fratelli tutti’ y la originalidad de ‘Laudato si’’, situando la ecología integral como una prioridad católica y enraizando la actual emergencia climática en los primeros versículos de la Biblia.

Autoridad social global

Esta escucha atenta a los signos de los tiempos le ha llevado a recuperar para el papado una autoridad social global ganada a pulso. Su constante grito en favor de los pobres y descartados, con una insistencia incansable en defensa de los migrantes y refugiados, así como su impronta personal en materia diplomática para propiciar la paz –lo mismo en Ucrania que en Sudán del Sur–, han situado a este Papa en el epicentro de la agenda política humanista.

Lejos de vivir una etapa final o de desgaste –como atestigua el respaldo de los españoles encuestados por Vida Nueva–, es ahora cuando empiezan a cuajar algunas reformas, mientras otras se hacen hueco. En estos días, por ejemplo, trascendía su decisión de cobrar el alquiler a todos los altos cargos de la Curia, en su empeño permanente de sanear las maltrechas cuentas de la Santa Sede, dentro de un plan de transparencia que está llegando hasta el último rincón de la Curia.

Estos apuntes son tan solo unos esbozos que hablan de la proactividad de aquel hombre que se presentó el 13 de marzo de 2013 en el balcón central de la Plaza de San Pedro como aquel al que fueron a buscar “casi al fin del mundo”. El gesto de inclinarse, para recibir la bendición de Dios y la bendición de quienes allí se encontraban, sabía a profecía de alguien que ya anunciaba entonces “un camino de fraternidad, de amor, de confianza entre nosotros”.  Aquel Papa del Pueblo de Dios cumple hoy diez años de (r)evolución

10 años del Papa Francisco

Diez años con el papa Francisco: adiós corte y centralismo, hola servicio y sinodalidad

Quisiera comenzar este artículo deshaciendo un pequeño equívoco. Se dijo en su día, y se ha vuelto a repetir durante diez años, que la elección de Jorge Mario Bergoglio como sucesor de Pedro fue una sorpresa. Como mucho, en mi opinión, podría decirse que fue solo una sorpresa muy relativa. Veamos por qué.

El 5 de abril de 2005, pocos días antes de que se abriese el cónclave para elegir al sucesor de Juan Pablo II, Luigi Accatoli, el experto vaticanista del ‘Corriere della Sera’, escribía un comentario cuyo título era: “Ratzinger guía a los custodios de la doctrina. Bergoglio es el primero de la lista de los tercermundistas”.

Luego hemos sabido cómo se desarrolló el cónclave. Según el periodista alemán Peter Seewald (autor de varios libros sobre el papa emérito), en la tercera votación, Ratzinger obtuvo 72 votos y Bergoglio 40; según el biógrafo de Benedicto XVI, era “una minoría de bloqueo suficiente para evitar la elección de Ratzinger”. Durante la comida del 19 de abril, el arzobispo de Buenos Aires pidió discretamente a sus electores que cambiasen de opinión y votasen a favor del cardenal alemán. Así se hizo y el nuevo papa alemán siempre supo que la renuncia del argentino desbloqueó una situación que hubiera prolongado el cónclave con resultados imprevisibles y, en cierto modo, facilitó al final su elección.

Cuando, el 11 de febrero de 2013, Joseph Ratzinger anuncia su sorprendente dimisión y se abre el cónclave, participan en él no pocos de los cardenales que habían votado a favor de Bergoglio, que esta vez no tenía un contrincante de la talla del dimisionario Benedicto XVI. De nada sirvieron las intoxicaciones de los círculos más reaccionarios del colegio cardenalicio y las vanas ilusiones de Angelo Scola, cuya elección llegó a ser anunciada por la Conferencia Episcopal Italiana. Esta vez, los cardenales dieron sus votos al arzobispo porteño y confirmaron los pronósticos que algunos habíamos hecho.

Consejo de Cardenales

Un mes después del 13 de marzo en que fue elegido, la Secretaría de Estado anunció que Francisco había constituido un Consejo de Cardenales “para aconsejarle en el gobierno de la Iglesia universal y para estudiar un proyecto de revisión de la Constitución Apostólica Pastor Bonus sobre la Curia romana”. Lo componían los cardenales Bertello, Marx, Errázuriz, Gracias, Monsengwo, O’Malley, Pell y el hondureño Rodríguez Maradiaga como coordinador.

Las reacciones fueron entusiastas. Para el historiador Andrea Melloni, se trataba del “paso más importante en la historia de la Iglesia en los últimos diez siglos”; otros muchos hablaron de revolución en marcha y del inicio de una Iglesia con una organización más horizontal y menos vertical.

Ese 30 de septiembre, Francisco firmó el quirógrafo con el que instituía el Consejo Cardenalicio, afirmando que “será una expresión ulterior de la comunión eclesial”. Ya antes, en sendas declaraciones, el Papa había recalcado que se trataba de construir un nuevo modo de ser Iglesia y que la Curia debía dejar de ser vaticanocentrista y en nada debía parecerse a una corte, que es “la lepra del Papado”. Del 1 al 3 de octubre, el Consejo se reunió por primera vez con el Papa y, al referir a la prensa los resultados de la reunión, el entonces portavoz vaticano, Federico Lombardi, afirmó que la reforma de la Curia no era una “simple puesta al día de la Pastor Bonus, con retoques y modificaciones marginales”, sino que realmente se buscaba “la redacción de una Constitución con novedades muy consistentes”.

En concreto, se trataba de “poner en relieve la naturaleza del servicio de la Curia a la Iglesia universal y a las Iglesias locales y no como el ejercicio de un poder centralizador”. Las interpretaciones fueron muchas y casi todas coincidían en señalar que el objetivo era acabar con el centralismo romano y la corte papal, con la tentación narcisista e ideológica, con la narración autorreferencial típica de todas las organizaciones poderosas. En una palabra, sepultar la papolatría. Objetivos, sin duda, muy ambiciosos.

Si me perdonan una cita personal, yo mismo escribí en Vida Nueva, pocos días antes de la primera reunión del Consejo, lo siguiente: “Que nadie crea que Bergoglio va a meter la reforma de la Curia en el baúl de los recuerdos. Por otra parte, ya tenemos elementos para saber por dónde van a ir los tiros: reformas en la dinámica de la sinodalidad, que, dicho con otras palabras, significa menos centralismo y más autonomía para los obispos y las conferencias episcopales en todas aquellas materias que no requieren la intervención de Roma”.

Pero la reforma de la Curia romana es una cuestión muy peliaguda. En un estudio histórico del cardenal Alfonso Stickler se recorren las etapas desde la ‘Inmensa Aeterni Dei’, de Sixto V, en 1587, hasta hoy. Pasaron cuatro siglos hasta que Pío X, con la ‘Sapienti Consilii’, decidiese modificar su estructura. Pero fue Pablo VI quien, con la ‘Regimini Ecclesiae Universae’, el 15 de agosto de 1967, decidió adaptar las competencias y métodos de trabajo a las exigencias de la Iglesia diseñada por la Constitución Dogmática del Vaticano II ‘Lumen Gentium’ y por el decreto ‘Christus Dominus’, del mismo Concilio.

Nueve años de trabajo

Los trabajos de preparación de la ‘Pastor Bonus’ comenzaron con una reunión de todo el colegio cardenalicio, convocado por Juan Pablo II del 5 al 9 de noviembre de 1979. En su relación, el secretario de Estado, el cardenal Casaroli, planteó a sus colegas la pregunta de si “la actividad de la Curia puede considerarse adecuada a las necesidades y expectativas de la Iglesia universal”. Fue el inicio de un largo y trabajoso proceso, que concluyó con la proclamación de la Constitución el 28 de junio de 1988; es decir, se emplearon nueve años, en el curso de los cuales se sucedieron dos consistorios y 45 reuniones de la comisión cardenalicia creada por Wojtyla en enero de 1986.

En su introducción a la Constitución Apostólica, Juan Pablo II destacaba que “mi preocupación ha sido la de ir resueltamente adelante para que la conformación y la actividad de la Curia correspondan siempre más a la eclesiología del Vaticano II, sean siempre más claramente idóneas a la obtención de los fines pastorales de la conformación de la Curia y salgan al encuentro de forma siempre más concreta a las necesidades de la sociedad eclesial y civil”.

Treinta y cuatro años separan las dos últimas Constituciones, la ‘Pastor Bonus’ (1988) y la ‘Praedicate Evangelium’ (2022), y son también nueve años los que han sido necesarios para que el Consejo Cardenalicio ultimase la redacción de su texto y se contase con su aprobación por los organismos representativos de la Iglesia universal, incluidos los jefes de los dicasterios de la Curia romana, algunos de ellos ya unificados y con nuevas personalidades a su frente.

Yo no soy nadie para ofrecer un juicio técnico o teológico sobre la ‘Praedicate Evangelium’, y no caeré en la tentación de hacerlo. Prefiero dar la palabra al cardenal Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, coordinador del Consejo Cardenalicio, que, en su libro entrevista con el actual obispo de San Sebastián, Fernando Prado, responde así a la pregunta de por qué era necesaria la reforma de la Curia: “Estamos en otro tipo de mundo y la Iglesia tiene que responder a los nuevos desafíos y contextos, especialmente en estos puntos que son como las líneas-fuerza en la teología del papa Francisco: una Iglesia pobre para los pobres, una Iglesia servidora, una Iglesia sinodal y una Iglesia colegial”.

Llamo la atención sobre la expresión “Iglesia sinodal” porque es providencial; así al menos me parece a mí que la nueva Constitución haya sido proclamada cuando está en pleno proceso el Sínodo sobre la Sinodalidad. “La sinodalidad –afirma el cardenal hondureño– es la naturaleza comunional de la Iglesia en acción. El texto habla de la sinodalidad como rostro de la comunión. Ahí se hace ver que la naturaleza misionera de la Iglesia, de la que hablaba san Pablo VI, y la naturaleza sinodal, en la que insiste Francisco, son como dos caras de la misma moneda”.

Sinodalidad

A la sinodalidad se refiere precisamente el número 4 de la ‘Praedicate Evangelium’, que versa sobre La Iglesia, misterio de comunión. En él se apunta que “la vida de comunión da a la Iglesia el rostro de la sinodalidad, es decir, de una Iglesia de la escucha recíproca en la cual cada uno tiene algo que aprender. Pueblo fiel, colegio episcopal, obispo de Roma: uno a la escucha de los otros y todos a la escucha del Espíritu Santo para conocer lo que Él dice a las Iglesias”.

Esta sinodalidad de la Iglesia, por tanto, se entenderá como “el caminar juntos de la grey de Dios por los senderos de la historia que sale al encuentro de Cristo el Señor”. Esta frase final es una cita del discurso que Francisco pronunció con ocasión del 50º aniversario de la institución del Sínodo de los Obispos, el 17 de octubre de 2015.

Para terminar, añadiré simplemente una acotación de muy relativo valor porque es personal: creo haber participado en la mayoría de las asambleas del Sínodo de los Obispos, cuya creación por san Pablo VI suscitó tanto entusiasmo y esperanzas; realidad que, con el paso de los años, fue languideciendo hasta convertirse –como me dijo un cardenal español al que he admirado tanto, Fernando Sebastián– en “una plataforma para que vengamos los de fuera a confirmar lo que Roma ya ha decidido”.

Así fue durante años, pero, gracias a Francisco, el Sínodo pasa de ser un episodio aislado en la vida de la Iglesia a convertirse en un estado permanente de escucha y comunión, en un caminar verdaderamente juntos. Prueba de que, como ha repetido hasta la saciedad este Papa, lo importante no son los cambios de estructuras, sino de las personas que están a su frente, me parece que lo indican bien los nombramientos recientes realizados en dos importantes dicasterios. Para suceder al cardenal canadiense Marc Ouellet, que llevaba 12 años al frente del dedicado a los Obispos, Francisco ha nombrado al agustino Robert F. Prevost, obispo de Chiclayo (Perú) y que antes fue prior general de su orden. En 2020, el Papa le había nombrado miembro de la que entonces se llamaba Congregación para los Obispos.

No menos significativa ha sido la sustitución del cardenal argentino Leonardi Sandri al frente del Dicasterio para las Iglesia Orientales, al que ha sucedido el hasta ahora nuncio en Gran Bretaña, Claudio Gugerotti, que ya había sido secretario del mismo organismo cuando era prefecto el cardenal Achile Silvestrini. Este hábil diplomático representó al Pontífice en Georgia, Armenia, Azerbaiyán, Bielorrusia y Ucrania, y conoce muy bien, por lo tanto, el ámbito en el que va a desarrollar su servicio. Apenas nombrado, viajó a Turquía y Siria para llevar a sus poblaciones y a las Iglesias la cercanía del Papa

Encuentro online con Marciano Vidal

Encuentro online con el teólogo Marciano Vidal sobre ‘La nueva moral sexual en el Camino Sinodal alemán’

Marciano Vidal
Marciano Vidal

El Camino Sinodal alemán está convencido de que «no será posible reorientar» y revitalizar nuestras comunidades «sin redefinir la enseñanza sexual de la Iglesia en un grado significativo»

En concreto, indica que hay que revisar la enseñanza según la cual las relaciones sexuales «sólo son éticamente legítimas en el contexto de un matrimonio legal, y únicamente con una apertura permanente a la transmisión de la vida»

Berpiztu -Kristau taldea invita a participar en el encuentro online que se va a celebrar el próximo 16 de marzo, a las 6.30 de la tarde (18.30) con el teólogo Marciano Vidal sobre esta y otras propuestas de una nueva moral sexual que se vienen formulando en el Camino Sinodal alemán

Quienes prefieran escuchar la conferencia y/o participar en el diálogo posterior ON LINE pueden hacerlo vía zoom entrando en este enlace

(Berpiztu – Kristau Taldea).- El Camino Sinodal alemán está convencido de que “no será posible reorientar” y revitalizar nuestras comunidades “sin redefinir la enseñanza sexual de la Iglesia en un grado significativo”. Por eso, considera que es una necesidad urgente superar algunas de las restricciones actualmente existentes en la moral sexual católica, habida cuenta de los progresos habidos estos últimos decenios tanto en la investigación sexológica como en la teología moral.

Y, en concreto, indica que hay que revisar la enseñanza según la cual las relaciones sexuales sólo son éticamente legítimas en el contexto de un matrimonio legal, y únicamente con una apertura permanente a la transmisión de la vida”. Tal tesis, sostienen, “ha hecho que se abra una amplia brecha entre el Magisterio y los fieles. Esto amenaza con oscurecer por completo otros acentos importantes de la Buena Nueva de Dios que podrían tener un efecto liberador en la formación de una sexualidad digna”.

Papa Francisco

El Camino Sinodal alemán presenta diez propuestas de revisión en una de las cuales señala que la moral sexual cae “dentro de la competencia doctrinal del Obispo de Roma”. Por eso, dirige tales propuestas de revisión al Papa como expresión de la responsabilidad que la iglesia alemana comparte “con todos los bautizados y confirmados para el bien de la Iglesia de Cristo”.

Berpiztu -Kristau taldea invita a participar, a quienes lo deseen, en el encuentro online que se va a celebrar el próximo 16 de marzo, a las 6.30 de la tarde (18.30) con el teólogo Marciano Vidal sobre esta y otras propuestas de una nueva moral sexual que se vienen formulando en el Camino Sinodal alemán.

Quienes así lo deseen, pueden seguirlo, de manera PRESENCIAL, en la Parroquia de San Agustín de Erandio, Plaza San Agustín s/n, en la Sala del primer piso.

Quienes prefieran escuchar la conferencia y/o participar en el diálogo posterior ON LINE pueden hacerlo vía zoom entrando en este enlace.

Cartel
Cartel