A los 10 años del Papa Francisco

Una conmemoración del pontificado de Francisco que interpele más la vida de la Iglesia

Por Consuelo Vélez

El 13 de marzo, se cumplen los diez años del pontificado de Francisco. Muchos son los escritos y acontecimientos que están acompañando esta conmemoración, en general, bastante positivos y esperanzadores, lo cual muestra que buenas cosas han ido sucediendo en esta década. Quiero añadir una palabra más a este hecho.

De la extrañeza de ese nombramiento -por primera vez un Papa latinoamericano- y por los hechos que se habían vivido en Argentina, tanto como provincial de los jesuitas como en su ministerio como arzobispo de Buenos Aires -no todos tan gloriosos-, pronto se pasó a una gran aceptación en los círculos de Iglesia más comprometidos con el cambio, con los pobres, con la perspectiva latinoamericana. Efectivamente, el Papa despejó los posibles desconciertos, con la sencillez que manifestó desde el primer día de su pontificado y la orientación que marcó para la Iglesia, orientación que, a paso lento, ha ido manteniendo y, algunos frutos, se pueden señalar.

Pero esa buena acogida que la porción de Iglesia más cercana a los pobres le ha dado al pontífice no se ha logrado instalar en los otros círculos eclesiales. Incluso, dentro de los que han participado de estas conmemoraciones por los diez años, se logra ver que no acaban de estar muy convencidos. Por ejemplo, algunos en sus intervenciones, han nombrado más el magisterio de los anteriores Papas que el de Francisco y máximo se ponen a comentar la Carta Encíclica Lumen Fidei que, en realidad, es de Benedicto, aunque Francisco la haya publicado al inicio de su pontificado. Sus palabras, aunque intentan ser amables con Francisco no dejan de develar su desconfianza frente al mismo.

Lo que quiero decir con esa realidad que vi en algunas de las conmemoraciones es que, sin duda, Francisco ha buscado nuevos caminos eclesiales que estaban haciendo mucha falta, no solo a nivel de evangelización -de lo que ha tratado en su magisterio escrito- sino también a nivel de su estructura pasando por finanzas, por nombramientos, por acciones, por cambios en algunas leyes eclesiásticas. Pero la pregunta que quiero hacer es si, todo lo que ha intentado hacer el Papa y que en estas conmemoraciones se ha reconocido, ha permeado el caminar eclesial y hoy nuestras comunidades locales se ven renovadas. Y mi respuesta, con preocupación, es que no. En muchos de los eventos en los que participo, el pueblo de Dios -laicado, jerarquía- sigue actuando cómo si a nada hubiéramos sido llamados en estos diez años. Ni siquiera el sínodo de la sinodalidad ha logrado mover “lo que siempre se ha hecho así”. El sínodo avanza en sus reuniones y los que participan de esos encuentros quedan muy comprometidos, pero el pueblo fiel de Dios -como dice Francisco- continúa caminando en paralelo y, casi diría, tomando más distancia del caminar eclesial. En las parroquias no se vibra por el Sínodo como no se vibró por la Asamblea Eclesial Latinoamericana. El magisterio de Francisco, aunque está escrito con un lenguaje tan cercano que puede ser entendido por más personas, no es material de estudio, de reflexión, de apropiación en la formación cristiana. En las predicaciones no se escucha demasiada referencia a esos textos.

Por otra parte, los y las jóvenes religiosos/as y los seminaristas no parecen estar formándose en el estilo de una Iglesia sinodal. Desde la formalidad exterior que cada día parece crecer más en hábitos, sotanas, clérimans, hasta la mentalidad, espiritualidad y demás recursos de su vida religiosa, no parece que estos jóvenes sean más abiertos, más comprometidos con la realidad, más deseosos de una iglesia en salida y, sobre todo, con más amor a los pobres. No pareciera que el pontificado de Francisco estuviera influyendo decisivamente en estos procesos formativos. Quiero señalar que tanto la CLAR (Conferencia Latinoamericana de Religiosos) y el CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano) están siendo motores activos del proceso sinodal pero no veo que sus esfuerzos permeen significativamente la vida cotidiana de las casas religiosas, de las parroquias, de las diócesis, de las arquidiócesis.

Sinceramente eso del “olor a oveja” del clero lo veo poco; solo sigue presente en los que siempre lo mantuvieron a pesar de la persecución a la Iglesia latinoamericana, pero no veo a muchos más en esa línea. Lo de un laicado que se involucra en el “caminar juntos” porque se sienten consultados, reconocidos, incluidos, etc., no veo que se esté dando. Y en lo que respecta a las mujeres, las cosas se hacen tan confusas -y en esto hasta Francisco no acaba de plantearlo bien- que en estas conmemoraciones algunas de las intervenciones hechas por mujeres, siguen jugando con ese imaginario de que somos lo mejor de la Iglesia porque la Virgen María -mujer- es la Madre de Jesús, con lo cual, nuestras quejas no tienen mucho sentido o con aquello de que la Iglesia es femenina, cosa que es verdad en la imagen esponsal que se usa para hablar de ella, la cual, correctamente entendida significa que solo hay un esposo -Cristo- y una esposa -todo el pueblo de Dios: jerarquía y laicado; varones y mujeres-. El lugar de la mujer en la Iglesia va mucho más allá de esas explicaciones que se nos dan -no del todo correctas- porque supone una participación plena en la vida eclesial y no un simple reconocimiento de que lo “femenino” es lo más querido por Dios y por eso somos una maravilla. Nada de esto tiene que ver con la justicia con las mujeres que ha de pasar por su participación en los niveles de decisión.

En conclusión, mi mirada es parcial, desde mi horizonte que es más académico que pastoral, mucho más local que universal. Pero quiero decir que me alegra profundamente el conmemorar los diez años de un pontífice que ha marcado un caminar eclesial mucho más cercano a Vaticano II, al caminar latinoamericano y, sobre todo, a los más pobres y excluidos. Sin embargo, también me preocupa profundamente el no ver a la Iglesia como institución dando ese giro que tanto necesita hacia las líneas impulsadas por este pontificado: una Iglesia pobre y para los pobres, una Iglesia en salida, una Iglesia que no teme herirse, ni mancharse, una Iglesia liberada de la autorreferencial y de tantos honores, poderes y riquezas que dan seguridad pero no permiten testimoniar el evangelio.

Ojalá que además de alegrarnos por esta conmemoración, nos preguntemos por la puesta en práctica de la renovación eclesial propuesta por Francisco. Allí donde se esté dando, que siga con más fuerza y, donde no ha comenzado que comience la marcha de una vez por todas.

Papa Francisco: una década de (r)evolución

  Francisco cumple diez años de pontificado. Algunos imaginaron un pontificado de transición, puesto que Jorge Mario Bergoglio llegó a la sede de Pedro con 75 años. Sin embargo, este tiempo se han dado no pocos cambios en el seno de la Iglesia: en el engranaje vaticano, la economía, la lucha contra los abusos… Pero, sobre todo, el primer pontífice de Latinoamérica ha desinstalado a la Iglesia de las inercias en las que parecía atrapada con un cierto estancamiento, cuando no atragantamiento, respecto al Concilio Vaticano II. Y es que, las medidas adoptadas hasta ahora no son fruto de las ocurrencias de jesuita porteño, sino que brotan del ‘aggiornamento’ que apuntaló Pablo VI.

Por eso, más que una ‘revolución’, por la connotación intrínseca de violencia que puede llevar consigo esta expresión, esta década ha propiciado una ‘evolución’ desde ese planteamiento bergogliano de abrir procesos, sin prisa pero sin pausa, que sean irreversibles. Sin acelerones: quienes esperaban un volantazo copernicano en materia doctrinal, en números específicos del Catecismo, quizá se han podido sentir defraudados. Sin frenazos: se han visto sumamente incomodados aquellos que se mantienen en un tradicionalismo inmovilista, cuando no involucionista.

Francisco no representa ni lo uno ni lo otro. Él mismo lo ha explicado en innumerables ocasiones, sin necesidad de traductores, cuando ha compartido sus sueños sobre una Iglesia en salida, pobre para los pobres, discípula y misionera, hospital de campaña… Esta apuesta se traduce ahora en la sinodalidad, en ese caminar juntos, abiertos a la escucha atenta del Espíritu, en una comunidad poliédrica y horizontal que sepa rescatar la esencia de aquellos primeros hombres y mujeres que acompañaron a Jesús hasta la cruz, pero que continuaron adelante sin miedo como apóstoles de la Resurrección.

Precisamente esa apuesta por la participación, la comunión y la misión es la que le ha provocado no pocos disgustos por parte de quienes se resisten aún hoy a desinstalarse de una nostalgia caduca por lo accesorio, mientras olvidan la primacía de la misericordia de Dios. Es tiempo de abonar el terreno de la escucha y el diálogo con el discernimiento y la conciencia como ejes.

Esta puesta a punto se ha apuntalado con una riqueza magisterial que tuvo en ‘Evangelii gaudium’ su primera hoja de ruta, a la que han dado continuidad ‘Fratelli tutti’ y la originalidad de ‘Laudato si’’, situando la ecología integral como una prioridad católica y enraizando la actual emergencia climática en los primeros versículos de la Biblia.

Autoridad social global

Esta escucha atenta a los signos de los tiempos le ha llevado a recuperar para el papado una autoridad social global ganada a pulso. Su constante grito en favor de los pobres y descartados, con una insistencia incansable en defensa de los migrantes y refugiados, así como su impronta personal en materia diplomática para propiciar la paz –lo mismo en Ucrania que en Sudán del Sur–, han situado a este Papa en el epicentro de la agenda política humanista.

Lejos de vivir una etapa final o de desgaste –como atestigua el respaldo de los españoles encuestados por Vida Nueva–, es ahora cuando empiezan a cuajar algunas reformas, mientras otras se hacen hueco. En estos días, por ejemplo, trascendía su decisión de cobrar el alquiler a todos los altos cargos de la Curia, en su empeño permanente de sanear las maltrechas cuentas de la Santa Sede, dentro de un plan de transparencia que está llegando hasta el último rincón de la Curia.

Estos apuntes son tan solo unos esbozos que hablan de la proactividad de aquel hombre que se presentó el 13 de marzo de 2013 en el balcón central de la Plaza de San Pedro como aquel al que fueron a buscar “casi al fin del mundo”. El gesto de inclinarse, para recibir la bendición de Dios y la bendición de quienes allí se encontraban, sabía a profecía de alguien que ya anunciaba entonces “un camino de fraternidad, de amor, de confianza entre nosotros”.  Aquel Papa del Pueblo de Dios cumple hoy diez años de (r)evolución

10 años del Papa Francisco

Diez años con el papa Francisco: adiós corte y centralismo, hola servicio y sinodalidad

Quisiera comenzar este artículo deshaciendo un pequeño equívoco. Se dijo en su día, y se ha vuelto a repetir durante diez años, que la elección de Jorge Mario Bergoglio como sucesor de Pedro fue una sorpresa. Como mucho, en mi opinión, podría decirse que fue solo una sorpresa muy relativa. Veamos por qué.

El 5 de abril de 2005, pocos días antes de que se abriese el cónclave para elegir al sucesor de Juan Pablo II, Luigi Accatoli, el experto vaticanista del ‘Corriere della Sera’, escribía un comentario cuyo título era: “Ratzinger guía a los custodios de la doctrina. Bergoglio es el primero de la lista de los tercermundistas”.

Luego hemos sabido cómo se desarrolló el cónclave. Según el periodista alemán Peter Seewald (autor de varios libros sobre el papa emérito), en la tercera votación, Ratzinger obtuvo 72 votos y Bergoglio 40; según el biógrafo de Benedicto XVI, era “una minoría de bloqueo suficiente para evitar la elección de Ratzinger”. Durante la comida del 19 de abril, el arzobispo de Buenos Aires pidió discretamente a sus electores que cambiasen de opinión y votasen a favor del cardenal alemán. Así se hizo y el nuevo papa alemán siempre supo que la renuncia del argentino desbloqueó una situación que hubiera prolongado el cónclave con resultados imprevisibles y, en cierto modo, facilitó al final su elección.

Cuando, el 11 de febrero de 2013, Joseph Ratzinger anuncia su sorprendente dimisión y se abre el cónclave, participan en él no pocos de los cardenales que habían votado a favor de Bergoglio, que esta vez no tenía un contrincante de la talla del dimisionario Benedicto XVI. De nada sirvieron las intoxicaciones de los círculos más reaccionarios del colegio cardenalicio y las vanas ilusiones de Angelo Scola, cuya elección llegó a ser anunciada por la Conferencia Episcopal Italiana. Esta vez, los cardenales dieron sus votos al arzobispo porteño y confirmaron los pronósticos que algunos habíamos hecho.

Consejo de Cardenales

Un mes después del 13 de marzo en que fue elegido, la Secretaría de Estado anunció que Francisco había constituido un Consejo de Cardenales “para aconsejarle en el gobierno de la Iglesia universal y para estudiar un proyecto de revisión de la Constitución Apostólica Pastor Bonus sobre la Curia romana”. Lo componían los cardenales Bertello, Marx, Errázuriz, Gracias, Monsengwo, O’Malley, Pell y el hondureño Rodríguez Maradiaga como coordinador.

Las reacciones fueron entusiastas. Para el historiador Andrea Melloni, se trataba del “paso más importante en la historia de la Iglesia en los últimos diez siglos”; otros muchos hablaron de revolución en marcha y del inicio de una Iglesia con una organización más horizontal y menos vertical.

Ese 30 de septiembre, Francisco firmó el quirógrafo con el que instituía el Consejo Cardenalicio, afirmando que “será una expresión ulterior de la comunión eclesial”. Ya antes, en sendas declaraciones, el Papa había recalcado que se trataba de construir un nuevo modo de ser Iglesia y que la Curia debía dejar de ser vaticanocentrista y en nada debía parecerse a una corte, que es “la lepra del Papado”. Del 1 al 3 de octubre, el Consejo se reunió por primera vez con el Papa y, al referir a la prensa los resultados de la reunión, el entonces portavoz vaticano, Federico Lombardi, afirmó que la reforma de la Curia no era una “simple puesta al día de la Pastor Bonus, con retoques y modificaciones marginales”, sino que realmente se buscaba “la redacción de una Constitución con novedades muy consistentes”.

En concreto, se trataba de “poner en relieve la naturaleza del servicio de la Curia a la Iglesia universal y a las Iglesias locales y no como el ejercicio de un poder centralizador”. Las interpretaciones fueron muchas y casi todas coincidían en señalar que el objetivo era acabar con el centralismo romano y la corte papal, con la tentación narcisista e ideológica, con la narración autorreferencial típica de todas las organizaciones poderosas. En una palabra, sepultar la papolatría. Objetivos, sin duda, muy ambiciosos.

Si me perdonan una cita personal, yo mismo escribí en Vida Nueva, pocos días antes de la primera reunión del Consejo, lo siguiente: “Que nadie crea que Bergoglio va a meter la reforma de la Curia en el baúl de los recuerdos. Por otra parte, ya tenemos elementos para saber por dónde van a ir los tiros: reformas en la dinámica de la sinodalidad, que, dicho con otras palabras, significa menos centralismo y más autonomía para los obispos y las conferencias episcopales en todas aquellas materias que no requieren la intervención de Roma”.

Pero la reforma de la Curia romana es una cuestión muy peliaguda. En un estudio histórico del cardenal Alfonso Stickler se recorren las etapas desde la ‘Inmensa Aeterni Dei’, de Sixto V, en 1587, hasta hoy. Pasaron cuatro siglos hasta que Pío X, con la ‘Sapienti Consilii’, decidiese modificar su estructura. Pero fue Pablo VI quien, con la ‘Regimini Ecclesiae Universae’, el 15 de agosto de 1967, decidió adaptar las competencias y métodos de trabajo a las exigencias de la Iglesia diseñada por la Constitución Dogmática del Vaticano II ‘Lumen Gentium’ y por el decreto ‘Christus Dominus’, del mismo Concilio.

Nueve años de trabajo

Los trabajos de preparación de la ‘Pastor Bonus’ comenzaron con una reunión de todo el colegio cardenalicio, convocado por Juan Pablo II del 5 al 9 de noviembre de 1979. En su relación, el secretario de Estado, el cardenal Casaroli, planteó a sus colegas la pregunta de si “la actividad de la Curia puede considerarse adecuada a las necesidades y expectativas de la Iglesia universal”. Fue el inicio de un largo y trabajoso proceso, que concluyó con la proclamación de la Constitución el 28 de junio de 1988; es decir, se emplearon nueve años, en el curso de los cuales se sucedieron dos consistorios y 45 reuniones de la comisión cardenalicia creada por Wojtyla en enero de 1986.

En su introducción a la Constitución Apostólica, Juan Pablo II destacaba que “mi preocupación ha sido la de ir resueltamente adelante para que la conformación y la actividad de la Curia correspondan siempre más a la eclesiología del Vaticano II, sean siempre más claramente idóneas a la obtención de los fines pastorales de la conformación de la Curia y salgan al encuentro de forma siempre más concreta a las necesidades de la sociedad eclesial y civil”.

Treinta y cuatro años separan las dos últimas Constituciones, la ‘Pastor Bonus’ (1988) y la ‘Praedicate Evangelium’ (2022), y son también nueve años los que han sido necesarios para que el Consejo Cardenalicio ultimase la redacción de su texto y se contase con su aprobación por los organismos representativos de la Iglesia universal, incluidos los jefes de los dicasterios de la Curia romana, algunos de ellos ya unificados y con nuevas personalidades a su frente.

Yo no soy nadie para ofrecer un juicio técnico o teológico sobre la ‘Praedicate Evangelium’, y no caeré en la tentación de hacerlo. Prefiero dar la palabra al cardenal Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, coordinador del Consejo Cardenalicio, que, en su libro entrevista con el actual obispo de San Sebastián, Fernando Prado, responde así a la pregunta de por qué era necesaria la reforma de la Curia: “Estamos en otro tipo de mundo y la Iglesia tiene que responder a los nuevos desafíos y contextos, especialmente en estos puntos que son como las líneas-fuerza en la teología del papa Francisco: una Iglesia pobre para los pobres, una Iglesia servidora, una Iglesia sinodal y una Iglesia colegial”.

Llamo la atención sobre la expresión “Iglesia sinodal” porque es providencial; así al menos me parece a mí que la nueva Constitución haya sido proclamada cuando está en pleno proceso el Sínodo sobre la Sinodalidad. “La sinodalidad –afirma el cardenal hondureño– es la naturaleza comunional de la Iglesia en acción. El texto habla de la sinodalidad como rostro de la comunión. Ahí se hace ver que la naturaleza misionera de la Iglesia, de la que hablaba san Pablo VI, y la naturaleza sinodal, en la que insiste Francisco, son como dos caras de la misma moneda”.

Sinodalidad

A la sinodalidad se refiere precisamente el número 4 de la ‘Praedicate Evangelium’, que versa sobre La Iglesia, misterio de comunión. En él se apunta que “la vida de comunión da a la Iglesia el rostro de la sinodalidad, es decir, de una Iglesia de la escucha recíproca en la cual cada uno tiene algo que aprender. Pueblo fiel, colegio episcopal, obispo de Roma: uno a la escucha de los otros y todos a la escucha del Espíritu Santo para conocer lo que Él dice a las Iglesias”.

Esta sinodalidad de la Iglesia, por tanto, se entenderá como “el caminar juntos de la grey de Dios por los senderos de la historia que sale al encuentro de Cristo el Señor”. Esta frase final es una cita del discurso que Francisco pronunció con ocasión del 50º aniversario de la institución del Sínodo de los Obispos, el 17 de octubre de 2015.

Para terminar, añadiré simplemente una acotación de muy relativo valor porque es personal: creo haber participado en la mayoría de las asambleas del Sínodo de los Obispos, cuya creación por san Pablo VI suscitó tanto entusiasmo y esperanzas; realidad que, con el paso de los años, fue languideciendo hasta convertirse –como me dijo un cardenal español al que he admirado tanto, Fernando Sebastián– en “una plataforma para que vengamos los de fuera a confirmar lo que Roma ya ha decidido”.

Así fue durante años, pero, gracias a Francisco, el Sínodo pasa de ser un episodio aislado en la vida de la Iglesia a convertirse en un estado permanente de escucha y comunión, en un caminar verdaderamente juntos. Prueba de que, como ha repetido hasta la saciedad este Papa, lo importante no son los cambios de estructuras, sino de las personas que están a su frente, me parece que lo indican bien los nombramientos recientes realizados en dos importantes dicasterios. Para suceder al cardenal canadiense Marc Ouellet, que llevaba 12 años al frente del dedicado a los Obispos, Francisco ha nombrado al agustino Robert F. Prevost, obispo de Chiclayo (Perú) y que antes fue prior general de su orden. En 2020, el Papa le había nombrado miembro de la que entonces se llamaba Congregación para los Obispos.

No menos significativa ha sido la sustitución del cardenal argentino Leonardi Sandri al frente del Dicasterio para las Iglesia Orientales, al que ha sucedido el hasta ahora nuncio en Gran Bretaña, Claudio Gugerotti, que ya había sido secretario del mismo organismo cuando era prefecto el cardenal Achile Silvestrini. Este hábil diplomático representó al Pontífice en Georgia, Armenia, Azerbaiyán, Bielorrusia y Ucrania, y conoce muy bien, por lo tanto, el ámbito en el que va a desarrollar su servicio. Apenas nombrado, viajó a Turquía y Siria para llevar a sus poblaciones y a las Iglesias la cercanía del Papa

Obispos de todo el mundo felicitan al Papa:

«Nos ha ayudado a comprender hasta qué punto el Evangelio es atractivo»

Francisco, con una pelota de trapo Vatican

CELAM valora de modo especial «su presencia personal, mensajes y diálogos en 10 de los países de la Región que durante esta década ha visitado»

«Usted nos ayudó a mirar de frente el dolor causado, a reconocer la unción de todo el santo pueblo de Dios, y nos ha seguido invitando a caminar impulsados por el Espíritu Santo en la búsqueda de una Iglesia más sinodal, profética y esperanzadora, que no se pone ella en el centro, sino a Jesucristo», afirma la Iglesia chilena

Omella: «Que el Señor le siga guiando, bendiciendo y acompañando»

Zuppi: «Nos ha ayudado a comprender hasta qué punto el Evangelio es atractivo, persuasivo, capaz de responder a los muchos interrogantes de la historia y de escuchar las preguntas que afloran en los pliegues de la existencia humana»

| RD/Vatican News

Alegría y gratitud por el trascendental aporte al Magisterio de la Iglesia: son los sentimientos que expresa la directiva del Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño, CELAM, al celebrar los 10 años del Pontificado de Francisco. En un videomensaje, los miembros de la Presidencia del organismo resaltan la cercanía del Pontífice, sus orientaciones y valoran de modo especial «su presencia personal, mensajes y diálogos en 10 de los países de la Región que durante esta década ha visitado».

En estas horas, las Conferencias Episcopales en América Latina, la Iglesia en España y distintas instituciones católicas envían su saludo afectuoso al Pontífice, expresándole su unión de oraciones y felicitándolo por estos 10 años.

Diez años de Francisco al servicio de la justicia social

La Junta Promotora del Comité Panamericano de Juezas y Jueces por los Derechos Sociales y la Doctrina Franciscana (COPAJU) -creada bajo la inspiración de Francisco, en el Vaticano el 4 de junio de 2019 y que funciona en relación directa con la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales-, alaba el compromiso social del Pontífice. También recuerda el reciente llamamiento que le hiciera en un videomensaje y sostienen: «Vamos a hacer valer nuestro poder en aras del bienestar del conjunto, no vamos a permitir que continúe la expoliación de las riquezas, y no vamos a mirar al costado cuando la pobreza de muchos se origine en conductas inescrupulosas de unos pocos».

Paraguay: Gratitud por aprecio y solicitud con la nación

En Paraguay, el Cardenal Adalberto Martínez Flores, Arzobispo de Asunción y Primado del país, felicita al Sucesor de Pedro por el aniversario, lo hace en nombre de toda la Iglesia que peregrina en la nación y se suma a su pedido de rogar siempre por él y por la paz del mundo. «Nuestra gratitud por tanto aprecio y solicitud con el Paraguay», dice el Purpurado.

Chile: «Nos ayudó a mirar de frente el dolor causado»

Los obispos chilenos escriben al Papa que “su ministerio al servicio de la Iglesia nos ha animado, interpelado y conducido durante estos años, a través de sus gestos y de su magisterio. De manera especial su invitación, desde el primer momento, a emprender una nueva etapa evangelizadora marcada por la alegría del evangelio que nace del encuentro con Cristo, misión que nos exige la transformación misionera de la propia Iglesia, mediante una conversión personal y pastoral que nos involucre a todos”.

Recuerdan agradecidos el viaje apostólico que realizó al país en enero de 2018, «así como su posterior dedicación a nuestra Iglesia, para invitarnos a edificar una cultura del cuidado que impregne nuestras formas de relacionarnos y todo nuestro quehacer eclesial». «Usted -afirman- nos ayudó a mirar de frente el dolor causado, a reconocer la unción de todo el santo pueblo de Dios, y nos ha seguido invitando a caminar impulsados por el Espíritu Santo en la búsqueda de una Iglesia más sinodal, profética y esperanzadora, que no se pone ella en el centro, sino a Jesucristo. Ese mismo dinamismo está impulsando ahora en toda la Iglesia, gracias al Sínodo sobre la sinodalidad al que nos ha convocado y estamos viviendo”, destacan los representantes del Episcopado nacional».

Laudato Si y Fratelli Tutti

Le agradecen su «voz profética en medio de la humanidad, que fue especialmente significativa en el tiempo de la pandemia, y que se ha plasmado particularmente en sus encíclicas Laudato si’ y Fratelli tutti, con sus llamados a cuidar la casa común y edificar un sueño de fraternidad universal y amistad social”, valorando sus visitas pastorales, especialmente a naciones que viven situaciones de pobreza, injusticia y otras violencias».

Finalmente, los pastores piden al Señor “que lo fortalezca cada día con su amor, le conceda paz y perseverancia en medio de las dificultades, y le regale su sabiduría para seguir confirmándonos en la fe”, añadiendo: “¡Feliz aniversario, Santo Padre! El Señor lo bendiga y la santa Virgen lo cuide”.

Venezuela: «El magisterio de los gestos»

El Comité Permanente de la Conferencia Venezolana destaca no solo los documentos que ha publicado el Papa en este período, sino también «los silencios contemplativos y de oración en los que se pone de manifiesto la primacía de Dios, el ponerse de rodillas ante los gobernantes, para suplicar el fin de la guerra y los conflictos, pedir la bendición a los jefes de otras comunidades cristianas a los que recibe como verdaderos hermanos, las iniciativas de encuentro con los que profesan otros credos religiosos, y  que ponen en evidencia su profundo estilo evangélico. Sus constantes llamadas a la paz y reconciliación entre las naciones y pueblos lo convierten en un referente ético y espiritual para el mundo entero».

Osoro: «Gracias por el servicio y la entrega»

El Cardenal Carlos Osoro, Arzobispo de Madrid, dedica su carta semanal al Papa Francisco, transmitiéndole un sincero agradecimiento «por estos años de ministerio como sucesor de Pedro, no buscando honores, sino servir a Cristo como obispo de Roma y pastor de la Iglesia universal, ayudando a toda la Iglesia a entrar en una nueva etapa histórica que ya ha comenzado en la que tenemos que seguir anunciado el Evangelio. Gracias por el servicio y la entrega que has realizado con tu vida desde la naturaleza que tiene la misión confiada y que la vives con una entrega total a la Iglesia y al servicio de todos los hombres».

Osoro agradece la entrega generosa de Francisco, así como el hecho de «ser, en medio de este mundo, signo de fe, de unidad, de reconciliación… Tus encuentros y viajes son una peregrinación, son signo y crean unidad, la que da la fe, al tiempo que expresan reconciliación».

«Contigo, Papa Francisco, sentimos y vivimos esa seguridad que, como Pedro, tú sigues afirmando ante el Señor en momentos de crisis, dudas, conflictos e inseguridades de los discípulos. Cuando algunos querían irse, Pedro señaló: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios» (Jn 6, 69). Y tú lo afirmas ahora taxativamente».

«La comunión contigo, Papa Francisco, puesto por el Señor como fundamento visible de unidad en la fe y en la caridad -prosigue Osoro- es garantía del vínculo de unión que tenemos con Cristo pastor e inserta a las iglesias particulares en el misterio de la Iglesia una, santa, católica y apostólica. Gracias por tu entrega y por darnos dirección en la misión de anunciar a Cristo».

Por su parte, el Cardenal Juan José Omella, Arzobispo de Barcelona y Presidente de la Conferencia Episcopal Española, comparte, en su cuenta de Twitter, una foto con el Papa invitando a rezar por él. «Que el Señor le siga guiando, bendiciendo y acompañando», se lee en el mensaje.

El abrazo de los obispos italianos

Las «buenas noches» con la que Francisco se presentó a la Iglesia y al mundo hace diez años «fue el inicio de un diálogo» y, en este tiempo, «nos ha ayudado a comprender hasta qué punto el Evangelio es atractivo, persuasivo, capaz de responder a los muchos interrogantes de la historia y de escuchar las preguntas que afloran en los pliegues de la existencia humana». Son palabras del cardenal Matteo Maria Zuppi, arzobispo de Bolonia y presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, expresadas en un videomensaje en nombre de los obispos italianos con motivo del aniversario de su pontificado.

Deseos, los del episcopado italiano, que han llegado, junto a muchos otros, al Papa, que esta mañana -informó la Sala de Prensa de la Santa Sede- presidió una concelebración Eucarística en la capilla de la Casa Santa Marta con los cardenales presentes en Roma.

Palabras y gestos que sorprenden y hablan a todos

Desde aquel saludo vespertino del 13 de marzo de 2013, se lee en el texto del cardenal Zuppi, las palabras y los gestos del Papa «no han dejado de tocar el corazón, de sorprender, de hablar a todos y a cada uno». Francisco, prosigue, «nos ha enseñado a salir, a estar en medio de la calle y sobre todo a ir a las periferias, para comprender quiénes somos. Sólo podemos conocernos de verdad mirándonos desde fuera, desde esas primeras periferias que son los pobres». «Nos exhortó a encontrarnos con ellos, a verlos, a tocarlos, a hacerlos nuestros hermanos más pequeños, porque», como recordó varias veces el Papa, «la nuestra no es una fe de laboratorio, sino un camino, en la Historia, que hay que hacer juntos».

La gratitud de los Obispos

Los obispos italianos subrayaron también su gratitud «por haber acogido el legado de Benedicto XVI» y por haberles acompañado, a partir del Año de la Fe, animándolos «a vivir como cristianos en las muchas contradicciones, desafíos y pandemias de este mundo». El compromiso reiterado por los obispos es «trazar juntos caminos de paz», porque «sólo la paz que nace del amor fraterno y desinteresado puede ayudarnos a superar las crisis personales, sociales y mundiales»