El arzobispo de Manaos analiza los 10 años del pontificado de Francisco

Cardenal Steiner: «El Papa Francisco con sus gestos y palabras señala el camino del Evangelio»

Cardenal Leonardo Steiner

«La Iglesia como misericordia hace visible al Hijo de Dios que estuvo y está entre nosotros como el que sirve, ofreciendo una presencia transformadora, que camina de pueblo en pueblo, tocando los dramas humanos»

«No olvidaré la llamada telefónica sorpresa en plena pandemia en Manaos. Cómo un hombre que está a la cabeza de la Iglesia se acuerda de nosotros que estamos en el interior de la Amazonía sufriendo. Quería saber cómo estaban los pobres, cómo se defendían los indígenas del Covid-19. Fue un soplo de ánimo y esperanza»

«Tal vez por eso podríamos decir que la Amazonía es un eje para el futuro de nuestra Iglesia»

«El desprendimiento para vivir el Evangelio que propone el Papa Francisco ha generado inseguridad. Prefieren quedarse con afirmaciones, con conceptos, con rituales, encerrados en grupos, me atrevería a decir en ideologías»

«La Iglesia está guiada por el Espíritu Santo. En los momentos más difíciles de la Iglesia el Evangelio ha permanecido vivo en el Pueblo de Dios, ya sea en los laicos, en el clero, en la vida consagrada, en los obispos. Cuanto más vemos las debilidades de la Iglesia, más vemos la presencia del Espíritu Santo»

Por Luis Miguel Modino, corresponsal en Latinoamérica

El 13 de marzo el Papa Francisco cumple 10 años de pontificado. El cardenal Leonardo Steiner, que forma parte del último grupo de cardenales elegidos por el actual pontífice, analiza lo que ha representado este papado en la vida de la Iglesia católica.

Un pontificado que ha querido destacar la misericordia y la sinodalidad como fundamento de la Iglesia. Un Papa siempre atento a las necesidades de la sociedad, que se preocupa por el sufrimiento de los demás, un Papa que mira con especial cariño a la Amazonía, al cuidado de nuestra casa común, un Papa austero, que escucha y promueve la escucha de todos, que con sus gestos y palabras señala el camino del Evangelio.

Un pontificado que, en palabras del Arzobispo de Manaos, nos hace darnos cuenta de que «estamos viviendo en la Iglesia tiempos fecundos, tiempos de santidad, de transparencia y gratuidad que brotan del Evangelio».

Dentro de unos días el Papa Francisco cumple diez años de pontificado. ¿Qué destacaría del papado del Santo Padre hasta ahora?

Evangelizar es la misión de la Iglesia, la misión de las comunidades de fe. El «Id» hasta los confines de la tierra y a toda criatura, como dijo Jesús a sus discípulos, demuestra la razón de ser de la Iglesia. Envío y anuncio. Como Él fue enviado por el Padre, así envía a sus discípulos a evangelizar. En los discípulos están todas las generaciones de discípulos misioneros. Todos los bautizados están en gracia del «Id». Los ministerios, las vocaciones, los carismas y las actividades pastorales son formas de anunciar el Evangelio que el Espíritu Santo suscita en la comunidad eclesial. Las comunidades eclesiales, las diócesis y prelaturas, las Conferencias Episcopales, la Curia Romana, ¡deben ser la reverberación del «Id»! Todo al servicio del Reino de Dios.

El Año de la Misericordia fue, en este sentido de evangelización, de misionariedad, una iluminación, una llamada de atención, un camino a recorrer. Quizás no hemos bebido y saboreado el sentido y el horizonte que se nos ofrecía. La misericordia como fundamento de la Iglesia, como máxima expresión del espíritu misionero de todos los que seguimos a Jesús. Cuando la misericordia ilumina la vida de las comunidades, se produce una transformación. La Iglesia sale de su círculo cerrado para ponerse al servicio de la Vida en plenitud. La misericordia envía a las comunidades hacia los pobres, los enfermos, los marginados. Misericordia que envía al encuentro del otro necesitado en cuerpo y espíritu.

El Papa Francisco ha abierto el horizonte de comprensión del ser Iglesia. La Iglesia que es misericordia es profundamente encarnada, como lo fue el Hijo de Dios. La Iglesia como misericordia hace visible al Hijo de Dios que estuvo y está entre nosotros como el que sirve, ofreciendo una presencia transformadora, que camina de pueblo en pueblo, tocando los dramas humanos.

El Papa Francisco también ha abordado la cuestión de la transparencia de las finanzas en el Vaticano. Iniciado por Benedicto XVI, ha puesto al IOR en un alto nivel de fiabilidad. La llamada reforma de la Curia recuerda el servicio de la Curia a las Iglesias, al Papa, y no al revés. Su modo de cercanía, de atención a las necesidades más profundas del ser humano, la visibilización de los dramas humanos, la búsqueda de la fraternidad, el cuidado de la casa común, no desde las ideologías, sino desde la profundidad de lo que somos como seres humanos, y desde la profundidad del sentido del ser de toda criatura.

La sinodalidad, tan querida por San Pablo VI, indica el modo de ser que fortalecerá a la Iglesia en el futuro. Un modo que se está haciendo visible y palpable en muchas Iglesias particulares y Conferencias Episcopales. Un modo en el que todos los bautizados se sienten Iglesia y ofrecen su contribución a la visibilidad del Reino de Dios. El Papa Francisco nos indica caminos. Y nos dice qué camino debemos seguir: el de la esperanza.

Personalmente, ¿qué representa el Papa Francisco en su vida, más aún después de haber sido nombrado cardenal y formar parte del grupo de colaboradores más cercanos del Santo Padre?

Mi primer encuentro con el Papa Francisco tuvo lugar en la JMJ de Río de Janeiro. Fue un encuentro que uno no olvida. El deseo de conocer, de comprender, de animar, de buscar lo mejor para la Iglesia. Una coherencia con la vida del Evangelio, transparencia en las actitudes y en las palabras. Un buen humor que anima. El Papa que Dios nos ha dado para este momento histórico y que nos ha ayudado a entender el momento histórico, pero también cómo vivirlo; cómo en este tiempo vivir la vida, muerte, resurrección de Jesús y sus palabras.

No olvidaré la llamada telefónica sorpresa en plena pandemia en Manaos. Cómo un hombre que está a la cabeza de la Iglesia se acuerda de nosotros que estamos en el interior de la Amazonía sufriendo. Quería saber cómo estaban los pobres, cómo se defendían los indígenas del Covid-19. Fue un soplo de ánimo y esperanza. Esta cercanía evangélica me permite estar siempre más cerca de los que están en el ministerio petrino, sentirme Iglesia que está en todas partes de la tierra.

La Amazonía puede ser considerada como uno de los ejes destacados en el pontificado del Papa Francisco. ¿Qué tiene que agradecer la Amazonía al Papa Francisco y qué ha descubierto el Santo Padre en la Amazonía y en la Iglesia de la Amazonía?

Ciertamente la Amazonía, con ocasión de la Conferencia de Aparecida, lo despertó a la cuestión de la Casa Común. Los obispos de la Amazonía presentes en la Conferencia insistieron en la necesidad de una nueva mirada sobre la Amazonía. Cuando vino para la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro, recordó la forma en que la Iglesia está presente en la Amazonía. Una Iglesia presente, no de paso. El Sínodo Pan-Amazónico fue la señal más elocuente de que quería llevar al debate la realidad amazónica en su totalidad. Yo diría que la Amazonía inspira hoy a las iglesias particulares de Brasil, América Latina y el Caribe.

La Iglesia en la Amazonía fue invitada a tomar en consideración los pueblos, las culturas, las religiosidades, a tener cada vez más en cuenta las realidades sociales y la realidad del medio ambiente. Los cuatro sueños deben leerse como una hermenéutica de la totalidad. Una Iglesia que en la evangelización tiene en cuenta la totalidad del espacio en el que intenta vivir el Evangelio. Ella está siempre en la dinámica de la encarnación y de un movimiento de presencia liberadora. En este sentido el mensaje del Papa Francisco es válido para todas las Iglesias, en todos los continentes. Tal vez por eso podríamos decir que la Amazonía es un eje para el futuro de nuestra Iglesia.

Un Papa que suscita admiración y rechazo en la sociedad y en la Iglesia. ¿Qué hay detrás de estas actitudes?

El Papa Francisco vive y muestra el Evangelio de una manera directa, sin rodeos. El camino del Evangelio que pide salir, acoger, animar, misionar. Una Iglesia «en salida». Una presencia sin moralismos, pero llena de moral, es decir, de la manera de vivir según el seguimiento de Jesucristo. La búsqueda de vivir el Evangelio en profundidad es un riesgo, exige desinstalarse y experimentar el camino de la fe. El mundo técnico-científico en el que vivimos no ofrece la seguridad que la gente imagina. La experiencia de fe viene de otro «lugar», viene del encuentro que exige dejarlo todo y seguirle.

El desprendimiento para vivir el Evangelio que propone el Papa Francisco ha generado inseguridad. Prefieren quedarse con afirmaciones, con conceptos, con rituales, encerrados en grupos, me atrevería a decir en ideologías. El Evangelio en su radicalidad tiene su exigencia de desinstalación, una libertad interior.  Francisco de Asís se despojó de todo, incluso de los ideales que había construido como caballero. Cuando se sintió atraído por Jesucristo pobre y crucificado, se dio cuenta de que todo lo demás no le daba seguridad. El camino sinodal, la búsqueda de las periferias geográficas y espirituales, genera incomodidad, pero es la búsqueda de vivir el Evangelio.

El impulso de la sinodalidad ha marcado la vida de la Iglesia en los últimos años. ¿Hasta qué punto cree que este modo de ser Iglesia puede permanecer después del actual pontificado? ¿Podemos decir que la sinodalidad está siendo asumida en todos los niveles de la Iglesia?

El modo de ser Iglesia al que apunta la sinodalidad exige disponibilidad y creatividad, mucha escucha. Escucha del Espíritu Santo que guía, anima e ilumina a la Iglesia. Todo el Pueblo de Dios participando en la misión evangelizadora; todos los bautizados son Iglesia. Los laicos sintiéndose Iglesia, participando activamente, asumiendo ministerios, participando en actividades pastorales, responsabilizándose de la Comunidad. Cada ministerio tiene su lugar, tiene su misión, expresa ser Iglesia, Reino de Dios. Es la posibilidad de superar el clericalismo, dar cabida a los laicos, a todas las vocaciones y ministerios. Todos juntos, para ser signos del Reino de Dios.

Comunidades visibles del modo de vivir de Jesús. Los procesos iniciados que no han sido impuestos, sino dinamizados, tienden a permanecer, a historizarse. Ya tenemos signos de sinodalidad en nuestras Iglesias, en nuestras comunidades: las asambleas diocesanas, donde todos participan en la reflexión, en la indicación del camino a seguir. La Conferencia Eclesial de la Amazonía (CEAMA), es la manifestación de tener expresiones que tomen en consideración a todo el Pueblo de Dios en lo que se refiere a la evangelización, al modo de ser: una Iglesia sinodal.

Todos reflexionando, orando, escuchando lo que el Espíritu está diciendo a las Iglesias, a las comunidades. Estamos en el ejercicio de la Conferencia Eclesial: la participación de las iglesias panamazónicas en sus diversas expresiones ministeriales y vocacionales nacidas del Bautismo. Esta experiencia de ser Iglesia nos ha ayudado a comprender quiénes somos, cómo debemos ser, cómo ser presencia de Jesús Crucificado Resucitado. Cómo ser Iglesia, comunidad de fe. Todo lo que es del Espíritu permanece, como ya atestiguan los Hechos de los Apóstoles.

La presencia en las periferias, algo que está presente en su elección de viajes, el cuidado de la casa común y de los descartados, son elementos presentes en el pontificado del Papa Francisco. ¿En qué medida está influyendo esto en la vida de la Iglesia?

Uno de los compañeros de San Francisco, el Beato Egidio, enseñaba: «La semilla no es inmediatamente un árbol. Y cuando es árbol, no da fruto enseguida. Cuando da fruto, no se puede comer todo el fruto». La Iglesia, las comunidades, viven en culturas diferentes, se expresan de maneras diferentes. La Iglesia siempre ha sido sensible a las personas necesitadas. Tenemos Congregaciones Religiosas que nacieron del encuentro con Jesús pobre en los pobres. Lo que, tal vez, estamos aprendiendo con el Papa Francisco es la necesidad de cambios en las estructuras, en la convivencia, en nuestra relación.

Al ir a las periferias, trae la periferia al centro, al debate, a la atención de la Iglesia. La Iglesia que se convierte en periferia, porque se compromete con las realidades. Todo el debate, el estudio que ha realizado con economistas y jóvenes para demostrar que la economía debe estar al servicio de las personas y no al revés. El Papa Francisco da visibilidad, pero también con sus gestos y palabras indica el camino del Evangelio, frente a la abundancia de bienes, el descarte de alimentos, tenemos gente pasando hambre. Hay un desajuste en nuestra humanidad, vivimos una especie de «inhumanidad». Lo significativo es que esta forma de ir y de estar, de animar, forma parte del Evangelio y de la evangelización. Los procesos son lentos, pero son semilla.

¿Qué podemos esperar del futuro del pontificado del Papa Francisco? ¿Cómo puede concretarse en los próximos años todo lo que el Santo Padre ha promovido durante su pontificado?

La Iglesia está guiada por el Espíritu Santo. En los momentos más difíciles de la Iglesia el Evangelio ha permanecido vivo en el Pueblo de Dios, ya sea en los laicos, en el clero, en la vida consagrada, en los obispos. Cuanto más vemos las debilidades de la Iglesia, más vemos la presencia del Espíritu Santo. Sentimos que el Espíritu guía a la Iglesia en nuestros días. La Iglesia está tomando conciencia de que su tarea, su misión, es salir al mundo entero y anunciar a toda la creación la vida que nace de la muerte y resurrección de Jesús.

La semilla que ha germinado dará otros frutos y estos otros frutos. En la historia de la humanidad vemos cómo ciertos movimientos generan violencia y muerte. Vemos que otros generan fraternidad y santidad. En la Iglesia estamos viviendo tiempos fecundos, tiempos de santidad, de transparencia y gratuidad que brotan del Evangelio

La participación de las mujeres en la Iglesia

Neocardenal McElroy: «Las mujeres deben ser incluidas en el ministerio del diaconado»

McElroy, con el Papa Francisco
McElroy, con el Papa Francisco

«Lo que me fascinó fue el grado en que el papel de la mujer era un tema que los obispos latinoamericanos impulsaban con fuerza, tanto dentro de la Iglesia como de la sociedad»

«En el sínodo de la Amazonía, más de dos tercios, en mi opinión, estaban a favor de la ordenación de mujeres como diaconisas»

«Mi opinión es que las mujeres deben ser incluidas en cualquier ministerio que no esté doctrinalmente excluido y que es la gran mayoría de la vida de la iglesia, y los diáconos son uno de esos roles»

Discrepa de sus hermanos de Episcopado que considerar «preeminente» el aborto como prioridad pastoral, sin llegar a entender que, por ejemplo, como afirmó en 2020, «el número de muertos por el aborto es más inmediato, pero el número de muertos a largo plazo por el cambio climático sin control es mayor»

Por J. Lorenzo

Considerado como uno de los principales valedores no solo del pontificado del papa Francisco en los Estados Unidos, sino también de los impulsores del Concilio Vaticano II en una Iglesia conservadora como la de la principal potencia mundial, el arzobispo de San Diego, Robert McElroy (68 años) será creado cardenal en el consistorio del próximo 28 de agosto.

Su designación tiene una clara significación pues el Papa le impondrá la birreta por delante de otros «pesos pesados» del Episcopado estadounidense, como son los arzobispos Gómez o Cordileone, este muy alejado del pensamiento de Bergoglio.

¿Deber ser el aborto una prioridad «preeminente»?

No es el caso de McElroy, un arzobispo que discrepa de sus hermanos de Episcopado que considerar «preeminente» el aborto como prioridad pastoral, sin llegar a entender que, por ejemplo, como afirmó en 2020, «el número de muertos por el aborto es más inmediato, pero el número de muertos a largo plazo por el cambio climático sin control es mayor y amenaza el futuro mismo de la humanidad».

Robert McElroy
Robert McElroy

Pastor de una diócesis fronteriza, le preocupa mucho la cuestión de los migrantes y desde hace tiempo viene defendiendo la necesidad de dar una mayor b¡visibilidad al papel de la mujer dentro de la Iglesia. En este sentido, según ha declarado en una entrevista en NBC7 San Diego, se mostró partidario de que puedan llegar a ser ordenadas como diaconisas.

«Asistí al Sínodo sobre la Amazonia, tan predominantemente centrado en las cuestiones de la región amazónica. La mayoría de los obispos que estaban allí eran de la región amazónica, y así y sólo había unos pocos de otros países. El cardenal Molly, arzobispo de Boston, y yo éramos los únicos de los Estados Unidos. Lo que me fascinó fue el grado en que el papel de la mujer era un tema que los obispos latinoamericanos impulsaban con fuerza, tanto dentro de la Iglesia como de la sociedad», señala en la entrevista.

Más de dos tercios, a favor 

McElroy reconoce que que en aquellas regiones amazónicas, los obispos «tienen verdaderos problemas para ordenar suficientes sacerdotes, pero era más que eso», señala. «Era que en las comunidades de América Latina y en muchas de nuestras propias comunidades parroquiales aquí, las mujeres contribuyen con la mayor parte del liderazgo y las contribuciones voluntarias y profesionales que hacen que las parroquias funcionen y que nuestra diócesis funcione. Y en ese contexto, en ese sínodo, más de dos tercios, en mi opinión, estaban a favor de la ordenación de mujeres como diaconisas».

Robert McElroy, obispo de San Diego
Robert McElroy, obispo de San Diego

«Ahora bien -prosigue-, en realidad no lo aprobaron, y la razón es -y estoy de acuerdo con esta razón- que no querían tomar una posición doctrinal para la Iglesia Universal en un sínodo regional, pero claramente, afirmaron que sentían que esto era algo cuyo tiempo había llegado».

«Mi opinión es que las mujeres deben ser incluidas en cualquier ministerio que no esté doctrinalmente excluido y que es la gran mayoría de la vida de la iglesia, y los diáconos son uno de esos roles», apunta el neocardenal norteamericano, que hace el número decimosexto en la historia d los Estados Unidos.

Amazonía: un Sínodo singular

Víctor Codina sj: «Es sesgado reducir el sínodo a la ordenación de varones indígenas casados, mientras se silencia la dimensión ecológica integral»
Sostiene que el Sínodo para la Amazonía es singular porque aborda un tema universal, la ecología integral, pero desde un lugar geográfico concreto: la Amazonía
29.10.2020
(Vatican News).- Víctor Codina S.J. sostiene que el Sínodo para la Amazonía es singular porque aborda un tema universal, la ecología integral, pero desde un lugar geográfico concreto: la Amazonía. Importante, porque resume el magisterio de Francisco (Evangelii gaudium, Laudato, si, Episcopalis communio) y constituye, según algunos, como el punto álgido de su pontificado, y conflictivo, porque es crítico ante organismos financieros, económicos y políticos que explotan y destruyen la Amazonía, y crítico también frente al poder del clericalismo eclesial.
Para profundizar en este análisis, Codina plantea siete claves teológicas que se auto-implican y solapan mutuamente:
La vida. Tema central del Sínodo
El tema central es la vida, afirma Codina, y éste forma parte integrante de la misión eclesial de todos los tiempos, prolongar la misión de Jesús que pasó por mundo haciendo el bien y liberando de toda amenaza de muerte (Hch 10,38), que anuncia un Reino de vida, que envía a sus discípulos a dar vida y liberar del mal. Codina nos remite a una visión integral de la vida que incluye la vida del planeta, la vida humana material, cultural y espiritual de los pueblos amazónicos, la vida plena de las comunidades eclesiales amazónicas; es la vida humana comenzando por lo más elemental y material (bios) y humana (psyche) y es la vida plena, salvífica, divina que nos comunica el Espíritu del Señor resucitado (zoe) (IL 11). Corresponde a la Iglesia anunciar y defender la vida y denunciar todas las amenazas de muerte y luchar por la vida.
Por esta razón, argumenta el teólogo, es unilateral y sesgado reducir el sínodo al cambio climático o a la ordenación de varones indígenas casados, mientras se silencia la dimensión ecológica integral.
La metodología del sínodo no es la de Lumen Gentium que comienza a partir de la Trinidad (LG 1-4,), subraya Codina, sino la de Gaudium et Spes que parte de la realidad (GS 1-10): ver, juzgar y actuar. Francisco también nos advierte que la realidad es más importante que la idea (EG 231-233). Sin embargo, añade, la novedad del sínodo consiste en que, al ver, se añade el escuchar, superando así el riesgo de caer en una frialdad sociológica objetiva y distante. Escuchar implica pasar de ser mero agente a ser receptor y paciente, dejarse impactar por la realidad humana, por el clamor del pueblo, como Yahvé escucha el clamor del pueblo explotado en Egipto que sube hasta el cielo (Ex 3,7-10), como Jesús que siente que se le conmueven las entrañas ante el sufrimiento del pueblo que vive como ovejas sin pastor (Mc 6,34). Escuchar es el talante necesario para un juzgar y actuar compasivo ante el dolor ajeno. Subrayando esto, Francisco en Puerto Maldonado (Perú), prefirió escuchar a los indígenas antes que dirigirles su palabra, y añade Codina, en el caso de la Amazonía no solo se trata de escuchar al pueblo sino de escuchar a un pueblo pobre que forma parte de aquellos privilegiados bíblicos a quienes han sido revelados los misterios del Reino de Dios (Lc 10,21-22).
Actitud profética ante la vida amenazada
La actitud de escucha permite, afirma Codina, ser conscientes de los clamores de los pueblos amazónicos que van en dos direcciones: primero, el constante clamor ante la destrucción que las multinacionales provocan en su hábitat y que ponen en peligro su vida, fruto del afán de lucro de grupos financieros, económicos y políticos. Segundo, el clamor ante la amenaza que se cierne sobre su identidad humana, cultural y espiritual, pues la tierra no es un lugar o un objeto, sino un sujeto, la Madre tierra, a la que las multinacionales cortan las venas y esta se desangra. Nunca el pueblo amazónico había estado tan amenazado como ahora.
Por estas razones, subraya el teólogo jesuita, el Sínodo de la Amazonía reviste una providencial actualidad, pues pide un diálogo y conversión ecológica a las partes implicadas.
Eclesiología de la Iglesia local
El Concilio Vaticano II, subraya Codina, reconoce el valor de las Iglesias locales, con su identidad cultural e histórica propia, su diversidad litúrgica y canónica que enriquecen a la Iglesia universal (LG 23, SC 37-40; 65, AG 22). La Iglesia es un Pueblo de Dios con muchos rostros (EG 115,121).
Por su parte, el Sínodo escucha la voz de las comunidades cristianas amazónicas que en la amplia encuesta realizada expresan, como hemos visto un doble aspecto. Por un lado, agradecen los 500 años de evangelización de la Iglesia misionera que ha fundado y formado las diversas comunidades cristianas a lo largo de siglos, y piden que les sigan ayudando con centros de formación y defendiendo contras las actuales agresiones de las multinacionales.
Pero al mismo tiempo lamentan que todavía perviva un sentido colonial y vertical de la misión, poco inculturada y dialogal, con una pastoral más de visita que de presencia estable. Se pide que los misioneros conozcan la lengua y cultura de pueblo y que tengan una visión positiva sobre las capacidades de los indígenas para liderar sus comunidades eclesiales en las diversas formas de misión y de ministerios, ya que ellos y ellas son quienes mejor conocen a su gente y saben cómo acompañarlos y dirigirlos. Una Iglesia local madura ha de poseer sus propios ministros autóctonos.
Para Codina es legítimo hablar de una Iglesia con rostro amazónico en tanto sea una Iglesia que responsa a las inquietudes y necesidades de los pueblos de este territorio, defendiendo su vida y proclamando el Evangelio de manera inculturada. Por esto se pide la constitución de un Organismo Episcopal Regional Postsinodal para la Región Amazónica (IL 115) que pueda discernir y llevar a término las propuestas sinodales. El fruto de esta reflexión ha sido, dice el jesuita, la constitución no de una Conferencia Episcopal Amazónica sino de la Conferencia Eclesial de la Amazonía.
Aportes de la Amazonía a la Iglesia y al mundo
En relación a este aspecto, Codina insiste en superar la visión que algunos sectores tienen sobre los pueblos amazónicos y en la que se acentúa su pobreza y necesidad de protección, olvidando sus grandes riquezas humanas, culturales y espirituales y que cuentan con una sabiduría milenaria y ancestral, anterior al cristianismo
A la belleza del territorio, hay que añadir, afirma el jesuita, el planteamiento de los pueblos amazónicos en relación a la vida, en armonía con la naturaleza, con la comunidad y con Dios, así como una espiritualidad integral, que se expresa en el sentido de celebración y de fiesta, una tradicional sabiduría en el cuidado de la tierra, la salud y los remedios, un concepto de desarrollo y de progreso muy diferente del concepto moderno de progreso tecnocrático que acumula bienes en manos de pocos y destruye la naturaleza.
Solo después de haber hablado de la necesidad de defender la Amazonía de las amenazas que la destruyen, subraya Codina, tiene lugar hablar de la eucaristía. Sin justicia no hay eucaristía, no sería la cena del Señor (1 Cor 11.). Antes de ofrecer la ofrenda hay que reconciliarse con los hermanos (Mt 5,23-24). Por esto no deja de ser sospechoso que algunos sectores quieran reducir el sínodo de la Amazonía al tema de ministerios de hombres casados y al diaconado femenino. Codina cita a Henri de Lubac quien resume la tradición patrística: “la eucaristía hace la Iglesia, la Iglesia hace la eucaristía” y que Juan Pablo II recoge en Ecclesia de eucharistia, muestra la centralidad de la eucaristía en la vida cristiana, ya que como dice el Vaticano II, la eucaristía es fuente y cumbre de toda vida cristiana (SC 10; PO 5).
Por eso, argumenta Codina, no se puede privar durante años enteros a las comunidades de la eucaristía por falta de ministros y las grandes distancias, con el riesgo de que las comunidades devengan comunidades evangélicas de la Palabra o simplemente desparezcan. De ahí la urgencia de dotar a las comunidades de ministros ordenados para la evangelización, el servicio y la celebración de los sacramentos, sobre todo la eucaristía.
En este último apartado, Víctor Codina afirma que hay que partir del hecho de que el Pueblo de Dios cree que quien lo conduce es el Espíritu del Señor que llena el universo (GS 11) y que toda la Iglesia, especialmente los pastores y teólogos, han de auscultar, discernir e interpretar, con la ayuda del Espíritu, las múltiples voces de nuestro tiempo (GS 44), para comprender los planes de Dios y de este modo la Verdad revelada pueda ser mejor percibida (GS 44).
De igual manera, argumenta el jesuita, la historia humana no es homogénea, sino que hay momentos de gracia, de kairós, que llaman a una conversión, a un cambio profundo hacia el Reino de Dios. Este Espíritu presente en el de profundis de la historia, que se manifiesta a través de los últimos, pobres, marginados y descartados, es el que ahora clama a través de los pueblos amazónicos, pidiendo justicia en su tierra, libertad para vivir su identidad y su cultura, para que se respete su territorio, la Madre tierra. Al grito de los pobres se une el grito de la tierra, es el Espíritu del Señor, él clama a través de ellos e invita a escuchar su voz para que abandonemos caminos de muerte y nos convirtamos a una ecología integral