¿Qué esperamos en adviento?

  Cristo viene, Él quiere venir, pero ¿estamos dispuestos a recibirlo? ¿Sabemos cómo esperarlo? ¿Cómo podemos disponernos para que la estrella que anuncia su llegada brille en lo alto de nuestro universo interior? El Señor está cerca, muy cerca.

Nuestro corazón y nuestra conciencia deben estar atentos, despiertos, en actitud de apertura total y absoluta, así como lo estuvo María, cuya apertura fue premiada por las palabras del ángel: “El Señor está contigo” (Lc 1,28). Jesús nuevamente se abre camino por medio de la oscuridad de la noche, no importa su espesura, para penetrar en el hombre, para hacer de ese hombre su pesebre.

Quiere hacer de nuestro corazón el espacio dentro del cual nacerá, morirá y resucitará: ese es el misterio de la plenitud del ser humano. Pero, exactamente, ¿qué estamos esperando? Esta pregunta me recuerda una vieja canción cristiana en la cual se nos manifiesta la necesidad que Cristo tiene de nuestras manos para que nuestro cansancio sea el descanso de otros. Jesús necesita de nuestras acciones. Allí, en nuestros gestos más cálidos y amorosos con los otros, Cristo vuelve a nacer para hacerse presente en la tierra entre los hombres, entre tú y yo.

Sumergirnos en el Evangelio

Adviento es oportunidad maravillosa que se nos presenta para sumergirnos en la alegría del Evangelio, que nos abre los ojos ante esa otra cara de la realidad que nos negamos a ver, pues, cuando nos referimos a ella, a la realidad, solemos hacerlo para destacar las contrariedades de la vida cotidiana. Esa sola cara de la realidad enfría y dilata los días en espesura aburrida que no termina nunca. Perdemos el entusiasmo.

Como reflexiona Martín Descalzo, terminamos por engañarnos creyendo en triunfos burdos que nos procuran los placeres y el dinero, simples tapones para los huecos que en el alma dejaron la fuga de la esperanza y de las ilusiones. No es así, es un gravísimo error.

La realidad es la oportunidad de hacer de ella una Navidad constante, una Navidad diaria y la Navidad nos canta con gozo el misterio de la Encarnación. Esta realidad nuestra nos brinda la oportunidad de salvarnos y entrar con humildad al conocimiento de la verdad (Cfr. 1 Tim 2, 4) De esta verdad nos habla Chiara Lubich: “Todo ser humano, como otro Cristo, como miembro de su Cuerpo místico, da su propia aportación en todos los campos: en la ciencia, en el arte, en la política, en la comunicación, etc.”. Somos colaboradores de Cristo y abrirnos decididamente a ello es vivir nuevamente su encarnación, es ser cristos aquí y ahora.

¿Estamos dispuestos?

Hay tantos gritos vacíos, tantos insultos, tanto desconocimiento, tanto de tantas cosas que la división entre el bien y el mal parece difuminarse hasta coexistir indistintamente. Lo bueno pasa por malo. Lo malo pasa por bueno. Hasta que nada es bueno y todo es malo, al menos, en la superficie. La soberbia y la humildad, la avaricia y la generosidad, la lujuria y la castidad, la ira y la paciencia, la pereza y la diligencia han caído en una profunda ambigüedad debido a que vivimos en los extremos: perdimos el equilibrio. Aristóteles afirmaba que la virtud se halla entre dos vicios, uno por exceso y otro por defecto. Cristo viene a ser ese equilibrio que invita a crecer en su gracia y conocimiento (Cfr. 2 Pedro 3,17)

Nos hallamos lejos de este equilibrio, el hombre termina consumido en sus propias ambigüedades y contradicciones tejiendo la apatía que lo viene caracterizando. Una apatía moral que impulsa a los hombres a ser exterminadores metódicos de lo hermoso y valioso que también hace vida entre los resquicios de los horrores de la realidad.

La poeta zuliana Lilia Boscán de Lombardi acaba de publicar su poemario más reciente llamado ‘Paisaje interior’. En él un breve poema que me habla de ese estado de espera: “Prefiero el sonido de la lluvia / prefiero el mar desde la orilla, / prefiero estar sola / en la penumbra / prefiero tocar la tristeza / con mis manos / y alejarme de todo / poco a poco”.

La poeta, de alguna manera, desde la (su) poesía –tan personal, además– parece querernos señalar que hay la posibilidad de acceder a una nueva inocencia, a un estado más puro de la conciencia que, sin duda, representa Cristo que nos ofrece una nueva manera de relacionarnos con nosotros y con los otros. El recibimiento de Cristo en nuestras vidas es abrirnos a esa nueva inocencia. Paz y Bien

Por Valmore Muñoz ArteagaProfesor y escritor. Maracaibo – Venezuela

ORACIÓN Y ADVIENTO

Estamos en unos tiempos de grandes cambios a todos los niveles. Incluso al nivel de las fiestas tradicionales a las que están afectando los cambios sociológicos de calado. Y la Navidad es una de ellas. La primacía religiosa ha dejado paso a las luces y el consumismo; incluso las luces disminuyen por la crisis quedando el regusto consumista cuyo pistoletazo de salida lo tenemos en el americanísimo Black Friday (Viernes Negro) que ya es algo nuestro, donde nos ofrecen grandes descuentos comerciales para estimular la fiebre de compras que empalma con el periodo navideño desde el Adviento.

Los que todavía queremos mantener el sentido religioso y litúrgico de estas fechas, no lo tenemos fácil. Sin embargo, un ambiente a la contra nos viene bien, en parte, para concienciarnos en ser más auténticos al sentirnos necesitados de vivir la Navidad y el Adviento que comenzamos de otra manera más cristiana.

Hablamos en liturgia de celebraciones, de celebrar esta o aquella fecha. Pero las fiestas importantes se preparan para que salgan bien. De ahí la importancia del Adviento para que la Navidad pueda serlo de verdad, en el sentido de crecer nuestro conocimiento de Jesús, nuestro amor a Jesús, nuestro compromiso con Él buscando la conversión hacia una vida nueva. Hemos de prepararla bien y por eso dedicamos cuatro semanas para que esta gran fiesta deje huella en nosotros.

Escucharemos en Adviento un mensaje fundamental: «Estad preparados, el Señor viene, abridle las puertas, preparad el camino».

La venida histórica de Jesús marcó un hito desde el cual se nos propone fiarnos de la Palabra de Jesús y aspirar a más, a más vida, a otros valores que no sean perecederos. Por tanto, el Adviento es un tiempo profético que reclama un acto de fe y una decisión de caminar con mejor paso aprovechando la dimensión interior donde Dios sale a nuestro encuentro para que nada nos detenga, nos esclavice o nos estanque convirtiéndonos en personas mediocres crónicas.

La espiritualidad del cristiano está marcada por la actitud de «Salir al encuentro del Señor que viene». “Estad en vela, orad…”

Llevo tiempo observando que, lo que es hacer se hace, pero no vemos demasiado fruto: los templos se vacían, las posturas se radicalizan, estamos divididos en modelos de Iglesia cada vez más marcados donde el Papa Francisco tiene menos predicamento dentro que fuera. A veces nuestra casa recuerda la torre de Babel más que una comunidad de hermanos. La realidad global es compleja y cambiante, ciertamente, pero la falta de oración nos debilita en un mundo orientado a la acción, a la novedad y a la superficialidad sin espacio para la contemplación.

Yo añadiría la necesidad de ponernos a la escucha para enmarcar bien el Adviento: “Sin mí no podéis hacer nada”. Orad, porque sin mí no podéis hacer nada.

El salmo 121, por ejemplo, es propicio para el primer domingo de Adviento. Es muy conocido porque lo cantamos en las Eucaristías expresando la alegría del peregrino que sabe que está de camino hacia la Casa del Padre. Los umbrales de Jerusalén son los de la Iglesia comunidad en la fe. La Iglesia pueblo de Dios, nosotros, como las manos de Dios que vivan y acerquen la Buena Noticia. Adviento como tiempo de oración por la Iglesia, para que seamos, como Jesús, fuerza de salvación y tiempo de esperanza.

Es verdad que junto a los buenos deseos, el sufrimiento es difícil de aceptar y de entender. Pero nuestros sufrimientos -escribe la santa Madre Teresa de Calcuta- son como caricias bondadosas de Dios, llamándonos para que nos volvamos a Él, y para hacernos reconocer que no somos nosotros los que controlamos nuestras vidas, sino que es Dios quien tiene el control, y podemos confiar plenamente en Él.

Son muchos los males que afligen al mundo y a nuestra propia vida, pero eso no debe llevarnos al pesimismo, sino al esfuerzo por la victoria del bien en cada momento, con el prójimo como referencia fundamental… puestos los ojos en Jesús. Y en esta lucha por el bien, el Adviento nos reclama con fuerza la necesidad de orar.

Adviento: «Esperando y acelerando la venida del Reino»

Sebastián Mora: «La desigualdad sigue aumentado en nuestro mundo, llegando a niveles indignantes»

Adviento
Adviento

«El Banco Mundial estima que alrededor de 648 millones de personas viven en pobreza extrema en el mundo antes de la pandemia y proyectaba que el impacto de la COVID-19 empujaría a 100 millones de personas a la pobreza»

«El Informe de pobreza multidimensional de 2022 muestra, como antes de la pandemia y de los efectos de la Guerra de Ucrania, alrededor de 1.200 millones de personas, vivían en pobreza multidimensional»

«En España, el último informe FOESSA presenta datos y tendencias preocupantes. La población que padece exclusión social en España es del 23,7%, en torno a 11 millones de personas»

«El World inequality report naliza cómo la desigualdad sigue aumentado en nuestro mundo llegando a niveles indignantes…»

«En este contexto de profunda injusticia, de dolor y opresión, ¿qué significa el adviento?, ¿cómo viven la Esperanza los “desechos y sobrantes” ?, ¿cómo vivimos los cristianos que no estamos descartados la Esperanza?»

Por Sebastián Mora

El Banco Mundial estima que alrededor de 648 millones de personas viven en pobreza extrema en el mundo antes de la pandemia y proyectaba que el impacto de la COVID-19 empujaría a 100 millones de personas a la pobreza. Además, adelantaba que los efectos del cambio climático incrementarían en 168 millones las personas que sufren la pobreza extrema. Por otra parte, el informe sobre la pobreza multidimensional de 2022 (que analiza variables educativas, sanitarias y del hogar, no solo de ingresos) que realiza Naciones Unidas y la Universidad de Oxford muestra, como antes de la pandemia y de los efectos de la Guerra de Ucrania, alrededor de 1.200 millones de personas (en torno al 15% de la población mundial) vivían en pobreza multidimensional. 

La Organización de las Naciones Unidaspara la Agricultura y la Alimentación (FAO) compartía en su último informe, que entre 720 a 811 millones de personas sufrieron hambre en 2020, lo que implica un incremento de 118 millones de personas con respecto al 2019. El World inequality report 2022 analiza como la desigualdad sigue aumentado en nuestro mundo llegando a niveles indignantes. En la actualidad el 10% más rico de la población posee entre el 60% y el 80% de la riqueza del mundo, mientras que el 10% más pobre solo alcanza a disfrutar el 5% de esa riqueza. 

En España, el último Informe FOESSA presentado, que analiza las consecuencias del COVID-19 en la sociedad española, presenta datos y tendencias preocupantes. La exclusión moderada se ha incrementado en dos puntos, aunque lo más relevante es el incremento en cuatro puntos de la exclusión severa, llegando al 12, 7% de la población (pasando de 4 a 6 millones). En el global, entre moderada y severa, la población que padece exclusión social en España es del 23,7%, en torno a 11 millones de personas. En síntesis, observamos como la cohesión social en España se va fragilizando con un alarmante incremento de las personas que viven en exclusión severa.

Podríamos seguir avanzando datos, tendencias y procesos sociales que muestran, en palabras de Francisco, como “hemos dado inicio a la cultura del «descarte» que, además, se promueve. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de la opresión, sino de algo nuevo: con la exclusión queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se está fuera. Los excluidos no son «explotados» sino desechos, «sobrantes»” (EG, 53).

En este contexto de profunda injusticia, de dolor y opresión, ¿qué significa el adviento?, ¿cómo viven la Esperanza los “desechos y sobrantes” ?, ¿cómo vivimos los cristianos que no estamos descartados la Esperanza? Son preguntas que llevan toda la vida acompañándome y que no encuentro respuestas firmes. Más allá de pensar, experimentar y sentir que toda Esperanza surge desde la historia y se desarrolla en la historia, aunque no se agote en ella.

Para los excluidos de nuestro mundo la Esperanza tiene forma de pan, hogar, relacionalidad y justicia. El texto de Mateo, en el que Jesús relata los signos de su venida, es nítido: “Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la buena noticia. ¡Y dichoso el que no se siente defraudado por mí!” (Mt 11, 2-6).

El adviento de Dios tiene que ver con la materialidad de la existencia y con la relacionalidad de la vida. La Esperanza cristiana, el adviento de Dios, se hermana, como nos adelantaba el estudio de la Fundación Foessa hace poco tiempo, con un presupuesto de referencia para unas condiciones de vida dignas, y con un reconocimiento social y relacional. Sin “pan y rosas”, sin los mínimos para la existencia y justicia social la Esperanza es un canto desarraigado que suena a música celestial, a espiritualismo evasivo.

Para los descartados de este mundo la promesa de futuro no puede ser una mera alegría pospuesta, una promesa sin sustancia de justicia. No se agota en la materialidad de la vida, pero no puede esquivar las condiciones históricas, concretas y reales, de la vida de millones de personas.

Sin esperanza
Sin esperanza

El adviento, ese que nos llega desde la debilidad de un niño envuelto en pañales nacido “fuera de la ciudad”, es un rescoldo de vida en los lugares del olvido. La “frágil niña Esperanza” (Peguy) está habitada por la vida concreta de millones de personas expulsadas y su primer canto es de justicia. Ese canto de justicia, como virtud latente del adviento-esperanza, se convierte en “espera y anticipación” del Reino de Dios.

Los cristianos, en este mundo roto por la injusticia, no podemos vivir el adviento de la debilidad de Dios como mero optimismo. Hoy abundan las propuestas que construyen un optimismo sin Esperanza. El intento de privatizar la Esperanza nos conduce a confundirla con el mero bienestar subjetivo. Parece que la Esperanza esta reservada a las personas que viven con una actitud positiva, esos que dicen “que si quieres puedes”, o como decía Bárbara Ehrenreich “sonríe o muere”.

La religión de la positividad nos ha llevado a una vivencia individualista y desencarnada de la experiencia cristiana. Benedicto XVI se interrogaba dolido por este proceso en Spe Salvi: “¿Cómo ha podido desarrollarse la idea de que el mensaje de Jesús es estrictamente individualista y dirigido sólo al individuo? ¿Cómo se ha llegado a interpretar la «salvación del alma» como huida de la responsabilidad respecto a las cosas en su conjunto y, por consiguiente, a considerar el programa del cristianismo como búsqueda egoísta de la salvación que se niega a servir a los demás?” (SS 16). La Esperanza cristiana es un grito comunitario que anhela la “justicia que brota de la fe” (Rom 9, 30).

Este grito comunitario, este adviento del Dios con nosotros, brota desde los lugares de sombra eterna. Para vivir la Esperanza hay que “bajar al dolor del mundo” (Gloria Fuertes). Decía hace años Gustavo Gutiérrez, en su Espiritualidad de la liberación, que la Esperanza cristiana “no es una Esperanza fácil; pero, por frágil que pueda parecer, es capaz de echar raíces en el mundo de la insignificancia social, en el mundo del pobre; y de encenderse, aún en medio de situaciones difíciles, y de mantenerse viva y creativa”. La Esperanza envuelta en pañales emerge desde los lugares de injusticia y sufrimiento, desde la experiencia real de una justicia ausente y por reclamar. En este sentido, como afirmaba Moltmann en su Teología de la Esperanza, para los excluidos de nuestro mundo aunque “en la vida cristiana, la prioridad pertenece a la fe, el primado pertenece a la esperanza”.

El mundo anhela Esperanza porque hay millones de personas en “espera sin Esperanza”, Como afirma Bonaventura de Sousa cada vez más las sociedades están polarizadas entre aquellos que viven en el “mundo del miedo sin esperanza, y el mundo de la esperanza sin miedo”.

Los cristianos, los seguidores del Dios de la debilidad, no podemos pasar por encima de aquellas personas “en los que el miedo supera de tal modo a la esperanza que el suceder del mundo les pasa por delante sin que puedan hacer que el mundo suceda. Viven en espera, pero sin esperanza. Hoy están vivos, pero en tales condiciones que mañana podrían estar muertos. Hoy alimentan a sus hijos, pero no saben si mañana podrán hacerlo. La incertidumbre en la que viven es descendente, porque el mundo les pasa de formas que dependen poco de ellos” (Bonaventura de Sousa). Declararse Esperanzados sin miedo, no afectados por un mundo que pasa por encima de millones de personas, es evadirse para vivir en posadas acogedoras sin pasar por los portales de la exclusión.

El adviento no es simplemente esperar a que algo bueno ocurra en el futuro, esto puede ser un mero optimismo ingenuo, sino anticipar, construir y acelerar el cumplimiento de esa venida. El adviento, desde los lugares de la injusticia, es compromiso decidido a adelantar la Navidad de la justicia. Volviendo a Moltmann nuestra espera es “esperanza, mirada y orientación hacia adelante, y es también, por ello mismo, apertura y transformación del presente”. El adviento de los cristianos, cuando confesamos nuestra fe en el Dios de Jesucristo, es compromiso para realizar y anticipar aquello que creemos va a llegar, la justicia de Dios envuelta en pañales. El adviento de Dios genera historia y no se evade de ella. “La verdadera esperanza cristiana, que busca el Reino escatológico, siempre genera historia” (EG,181). Esa es la Esperanza que nunca defrauda.

La Buena Noticia del Dgo.4º-Adv-A

Dios está con nosotros

Mt 1, 18-24

La hora de la Palabra

Antes que nazca Jesús en Belén, Mateo declara que llevará el nombre de «Enmanuel», que significa «Dios con nosotros». En realidad el evangelista está ofreciendo a sus lectores la clave para acercarnos a Jesús, el Hijo de Dios, que comparte nuestra vida.

Dios es siempre «Dios-con-nosotros», un Dios tan sorprendente como cercano. Nadie se hubiera imaginado un Dios tan de nuestra familia. Por eso quien no esté abierto a la sorpresa de Dios, no lo encontrará. Y de ahí la necesidad de no buscar a Dios donde no está. No hace falta ir muy lejos en su búsqueda.

Lectura de la Palabra

Mateo 1,18-24

                                                                Jesús nacerá de María, desposada con José, hijo de David

El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.» Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el Profeta: «Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa «Dios-con-nosotros».» Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer.

Comentarios a la Palabra:

Dios está con nosotros

Por

La Navidad está tan desfigurada que parece casi imposible hoy ayudar a alguien a comprender el misterio que encierra. Tal vez hay un camino, pero lo ha de recorrer cada uno. No consiste en entender grandes explicaciones teológicas, sino en vivir una experiencia interior humilde ante Dios.

Las grandes experiencias de la vida son un regalo, pero, de ordinario, solo las viven quienes están dispuestos a recibirlas. Para vivir la experiencia del Hijo de Dios hecho hombre hay que prepararse por dentro. El evangelista Mateo nos viene a decir que Jesús, el niño que nace en Belén, es el único al que podemos llamar con toda verdad «Emmanuel», que significa «Dios con nosotros». Pero ¿qué quiere decir esto? ¿Cómo puedes tú «saber» que Dios está contigo?

Ten valor para quedarte a solas. Busca un lugar tranquilo y sosegado. Escúchate a ti mismo. Acércate silenciosamente a lo más íntimo de tu ser. Es fácil que experimentes una sensación tremenda: qué solo estás en la vida; qué lejos están todas esas personas que te rodean y a las que te sientes unido por el amor. Te quieren mucho, pero están fuera de ti.

Sigue en silencio. Tal vez sientas una impresión extraña: tú vives porque estás arraigado en una realidad inmensa y desconocida. ¿De dónde te llega la vida? ¿Qué hay en el fondo de tu ser? Si eres capaz de «aguantar» un poco más el silencio, probablemente empieces a sentir temor y, al mismo tiempo, paz. Estás ante el misterio último de tu ser. Los creyentes lo llaman Dios.

Abandónate a ese misterio con confianza. Dios te parece inmenso y lejano. Pero, si te abres a él, lo sentirás cercano. Dios está en ti sosteniendo tu fragilidad y haciéndote vivir. No es como las personas que te quieren desde fuera. Dios está en tu mismo ser.

Según Karl Rahner, «esta experiencia del corazón es la única con la que se puede comprender el mensaje de fe de la Navidad: Dios se ha hecho hombre». Ya nunca estarás solo. Nadie está solo. Dios está con nosotros. Ahora sabes «algo» de la Navidad. Puedes celebrarla, disfrutar y felicitar. Puedes gozar con los tuyos y ser más generoso con los que sufren y viven tristes. Dios está contigo.

Testigos de la Palabra

El Mozote

Por P.Tojeira

En 1996 me invitaron a decir unas palabras sobre el libro “Luciérnagas en El Mozote”. Hoy que recordamos la masacre de El Mozote y que se está filmando una película con el mismo título, reproduzco algunas de las frases que dije en aquel momento:

Las masacres no son algo nuevo en nuestro continente. Tal vez el olvidarlas es lo que nos ha llevado a repetirlas. Ya en el siglo XVI Bartolomé de las Casas se refería a ellas en la Brevísima destrucción de las Indias: «Los cristianos, con sus caballos y espadas y lanzas, comienzan a hacer matanzas y crueldades extrañas en (los indios) ellos. Entraban en los pueblos y no dejaban niños, ni viejos, ni mujeres preñadas o paridas que no desbarrigaran o hicieran pedazos, como si dieran en unos corderos metidos en sus apriscos. Hacían apuestas sobre quién de una cuchillada abría al hombre por medio, o quién le cortaba la cabeza de un piquete o le descubría las entrañas. Tomaban las criaturas de las tetas de las madres, por las piernas, y daban de cabeza con ellas en las peñas. Otros daban con ellas en ríos por las espaldas, riéndose y burlándose, y cayendo en el agua decían: «Bullís, cuerpo de tal». Otras criaturas metían a espada con las madres juntamente y con todos cuantos delante de sí hallaban».

Los poderosos tratan de encubrir la verdad pero la verdad, aunque patrimonio de todos, lo es muy especialmente de los pobres de este país. Han puesto el sudor, han puesto el trabajo, han puesto el sacrificio y han puesto el dolor. Una historia no contada por los pobres, o al menos sin su especial protagonismo, no sería más que una vil mentira dedicada a reproducir esquemas sociopolíticos de dominio, de abuso y de enriquecimiento. Solo contada por los pobres «La verdad les hará libres». ¿No es acaso maravilloso ver a Rufina Amaya, con su palabra de campesina, imponiendo su verdad, la verdadera verdad, a los Dean Hinton, Tom Enders, Elliot Abrams, Ronald Reagan y el Wall Street Journal?

Sin el recuerdo de las víctimas no podría haber auténtica felicidad humana. Una felicidad construida sobre la ignorancia y la falta de respeto a tanta sangre inocente ni sería felicidad ni sería humana. Se trataría simplemente de un sentimiento superficial que intentaría convertir el olvido en carcajada hueca y el Alzheimer mental en patrón de conducta. Si algún día la humanidad llegara a ser feliz, tendría que tener en el puesto de honor de su recuerdo a todas aquellas víctimas inocentes que hicieron posible con su fidelidad a determinados valores que la humanidad fuera más justa y más humana.

Gaspar García Laviana

Poema A Gaspar García Laviana

Como un vuelo cortado por la muerte

Igual que un crucifijo en carne viva,

Como un abrazo extremo, que me llama,

Me ha cercado tu nombre,

Gaspar, hermano mío.

Asturiano, justicia de minero,

Bronco acantilado,

Corazón de Jesús en pura llaga.

Tola y sus montes callarán ahora,

-verdes la guerra y la arboleda verde-

Mientras hablamos,

Mientras el Pueblo vela, todavía junto al Dios que escucha,

La Paz del Reino que se aplaza tanto.

Hablaremos tú y yo, Gaspar, a solas.

Al contraluz de mi anhelante fiebre.

Como si aún no fueras un glorioso llegado.

A corazón abierto,

Gaspar,

Sin más testigo

Que el Amor que ya vives cara a cara.

Terratenientes eran

Los que ahogaban tus pobres,

Los que ahogan mis gentes.

Y es el mismo Evangelio

Que te ardía en las manos

Más que el fusil inhóspito,

Amor exasperado, hermano mío:

Tus manos bajo el óleo

Sangrándote,

Llorándote los ojos cielo arriba.

Dime, Gaspar,

¿qué harías

Si volvieras?

Y cuida bien de Tola,

Cuida de Nicaragua, todavía en combate,

No dejes que tu sangre se marchite

En el cáliz (rajado) de su Iglesia.

  1. D.Pedro Casaldáliga

 

No olvidemos el propósito de la navidad

Para mí la navidad, tiene que ver con una historia hermosa de esperanza.

Por| Wendy Vado

Purple Advent Candle Instagram Post

Llegamos al último domingo antes de adviento. En los próximos días estaremos celebrando la natividad. En mi comunidad de fe, no se celebra la navidad, lo que me parece absurdo. ¿Por qué un Cristiano no celebraría el nacimiento de Jesús?

Para mí la navidad, tiene que ver con una historia hermosa de esperanza. Recientemente leí un poema que me encantó, en él la autora mencionaba la parte humana del nacimiento de Jesús, enfocada por supuesto en una María real, histórica, muchacha de 14 años, con el enorme reto de traer al mundo a una persona, que sin duda cambiaría el mundo.

María, quién me recuerda a otras Marías, de las que he estado relatando en mis artículos anteriores. Las cercanas, las chicas del 2022, que encuentro en la calles a diario, embarazadas o con niños a tuto. Marías y Josés que vemos y seguimos viendo en las noticias huyendo de un país, por sus vidas y paradójicamente encontrando la muerte. La historia de la Natividad es hermosa en sí misma porque refleja el drama humano y real que, a pesar de miles de años de distancia sigue siendo tan nuestro, por tratarse del nacimiento de un bebé y todo lo que conlleva traer un hijo al mundo.

Habría que releer la la historia de María dando a luz, asustada hasta la muerte como sólo una madre primeriza puede estarlo, desesperada junto a su esposo por buscar un lugar donde parir, acongojada porque su hijo nacerá en un establo lleno de animales, porque el niño ya viene, ¡ya viene! gritan todos …

Estremecida por los dolores de parto, pidiendo que paren, por el amor de Dios, para luego escuchar el llanto hermoso de una pequeña criatura envuelta en sangres y demás viscosidades que buscará con ansias su calor y succionara con ansias el pecho, que quizás no tenga leche caliente en los primeros momentos aumentando su dolor, por no estar en el refugio caliente que hasta ese momento le ofrecía el útero materno. La madre cansada, exhausta dormida y el padre conmovido tratando de cargar al bebé….

 Este último domingo de adviento encenderé mi cuarta vela, oraré y daré gracias a Dios porque en medio de la oscuridad más grande, él siempre traerá esperanza. Y sabemos que de la esperanza no se vive, pero sin ella no podemos vivir. Me aferraré a esa esperanza, frente a la cruel e injusta vida y la pondré por delante.

Para que cada persona que perdió un ser querido sea consolado.

Para que todas las personas que no tienen a su familiar cerca, se sientan acompañados.

Para que todos aquellos que no tienen pan en su mesa, vean el milagro del pan multiplicado.

Para que todas aquellas familias que están huyendo de sus países, encuentren una mano amiga.

Por las Marías que viajan, por las Marías adolescentes que están solas, desamparadas, por las Marías violadas, desaparecida, reventadas, asesinadas. Este adviento hoy más que nunca pienso en ellas, en nosotras hermana mujeres que cada día decidimos creer en la luz, en medio de la oscuridad.

Creo que la esperanza, será siempre más grande que el miedo  y que las tinieblas nunca vencerán a la luz de Jesús…

Adviento en la Cárcel de Navalcarnero:

Los presos nos transmiten sus esperanzas

San Dimas

«Hoy nos hemos reunido en la cárcel de Navalcarnero como cada sábado, para celebrar las dos eucaristías. En ellas, intentamos celebrar cada semana nuestra vida a la luz del evangelio y de las circunstancias personales de cada uno»
«Ha sido una celebración muy especial, de mucha ternura, de mucha emoción y de mucho encuentro profundo con el Dios pequeño y pobre que nos va a nacer. Hemos vuelto a comprobar cómo los pobres y los pequeños, representados en los presos de la cárcel, nos dan lecciones y nos ‘preceden en el Reino de los cielos'»
«A mí me enseñan los presos de Navalcarnero y su sufrimiento me hace ser más humano, más evangélico y me obliga a intentar llenar ese dolor de vida y de esperanza. Un día más doy gracias a Dios por este ministerio encomendado»

Por | Javier Sánchez, capellán de la cárcel de Navalcarnero

Hoy nos hemos reunido en la cárcel de Navalcarnero como cada sábado, para celebrar las dos eucaristías. En ellas, intentamos celebrar cada semana nuestra vida a la luz del evangelio y de las circunstancias personales de cada uno. El inicio de cada celebración siempre es un momento de encuentro, porque a muchos de los chavales los vemos una vez a la semana, sobre todo los voluntarios, yo tengo la suerte de verlos casi a diario. Y por eso, siempre hay un primer momento de saludarnos, de darnos un abrazo de bienvenida y ver cómo estamos, y cómo hemos pasado la semana.

Hoy ha sido una celebración muy especial, de mucha ternura, de mucha emoción y de mucho encuentro profundo con el Dios pequeño y pobre que nos va a nacer. Hemos vuelto a comprobar cómo los pobres y los pequeños, representados en los presos de la cárcel, nos dan lecciones y nos “preceden en el Reino de los cielos”. Los listos, los engreídos, los que creen saberlo todo no entienden el Evangelio, porque no pueden aprender nada de nadie. Los presos, desde su dolor, y desde su debilidad, nos han hecho una vez más descubrir qué es lo importante de nuestra vida cristiana, y hacer nuestras las palabras del Evangelio de Jesús “Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla” (Mt )

«Hemos vuelto a comprobar cómo los pobres y los pequeños, representados en los presos de la cárcel, nos dan lecciones y nos ‘preceden en el Reino de los cielos’. Los listos, los engreídos, los que creen saberlo todo no entienden el Evangelio, porque no pueden aprender nada de nadie»

Javier Sánchez, capellán de Navalcarnero

Además, este sábado iniciábamos el tiempo de adviento, junto con toda nuestra Iglesia, y por eso hemos comenzado explicando cada uno de los símbolos que teníamos en esta celebración. Los colores litúrgicos para este tiempo especial de preparación previo a la navidad, la corona de adviento, y los elementos fundamentales de estas cuatro semanas. Uno de los chavales nos había preparado también un cartel de ambientación de este tiempo, y la palabra que resumía la temática evangélica de este día: esperad. Con todo ello hemos comenzado la celebración, con nuestro canto de entrada y nuestra disposición a tener un encuentro con Dios y con los demás hermanos reunidos.

Hemos leído la lectura del profeta Isaías y después también el Salmo que como siempre elaboramos y adaptamos para nuestra celebración. En el Salmo se mencionaba mucho la palabra esperanza y el reconocimiento de que la esperanza supone “estar activos”, creyendo que las cosas pueden cambiar. Un tiempo nuevo para una cárcel y una experiencia nueva de vida, la que se nos brindaba. “Que nuestra esperanza consista en estar atentos a quien nos necesita”, rezábamos juntos.

Después del Salmo, como cada día, hemos ido haciendo el eco de lo que habíamos rezando, y como siempre es impresionante, en un silencio conmovedor escuchar cómo cada uno vamos repitiendo la frase que más nos llega en ese momento o más nos llama la atención. Es un momento de oración profunda y sentida la que vivimos juntos y sin duda es expresión de lo que en ese momento cada uno de nosotros estamos sintiendo y viviendo.

Y después del Salmo y su eco, encendimos nuestra primera vela de este tiempo de Adviento, antes de proclamar el evangelio. En esta primera vela se nos invitaba a estar atentos al paso de Dios por nuestra vida, y a poder descubrir que la esperanza nos debe llevar al compromiso con los más necesitados de los módulos, con aquellos con los que compartimos la vida en la cárcel. Una imagen acertada y bonita, que luego retomamos en la reflexión, era la de sentirnos “desde nuestra pobre arcilla llamados a dejarnos modelar por el Dios que nos llama al cambio y a una nueva vida”.

En este clima de oración, proclamamos el evangelio, que como últimamente, lo hizo Wilber, un muchacho colombiano en prisión preventiva desde hace varios meses, pero que fue catequista en su país y que lo proclama siempre desde el corazón y sintiendo lo que dice. Se le nota que está preparado y sobre todo que es de profunda fe. Su querer ayudar a la familia, y por qué no, le ha llevado a la cárcel, y ahora se encuentra aquí, sólo y en espera de juicio que nunca llega, con su familia y sus amigos en Colombia. Siempre me dice que nosotros somos su familia; está en comunicación con ellos por teléfono y varias veces su mujer me envía fotos de sus hijos para poder verlos crecer y participar de su vida, a pesar de la distancia. Llama la atención que siempre tiene una sonrisa en la boca y que además es tremendamente agradecido. Y después de escuchar el evangelio, como siempre lo hemos reflexionado entre todos. Como siempre ha sido impresionante.

Les he dicho a los chicos que estábamos estrenando el tiempo de adviento, un tiempo de esperanza, de ilusión y de sueños. Y luego les he preguntado si ellos tenían esperanzas, si esperaban algo. Se me han llenado los ojos de lágrimas al escucharles: “Claro que tenemos esperanzas, si no, no podríamos vivir”, han coincidido todos,” aquí la vida es muy dura pero tenemos esperanza de salir pronto y de poder cambiar de vida”. Al escucharles no he podido por menos que emocionarme, porque escuchar que en medio de tanto dolor, los sufridos, los crucificados tienen esperanza, sin duda que un gesto y un signo de Dios, del Dios de la vida, que también está crucificado con ellos y que también sufre con ellos. Los crucificados de la vida transmitiendo esperanza.

Les he dicho que me alegraba el escucharles y que haría la misma pregunta, como todos los domingos, en la misa de la parroquia, para ver también cómo la gente me respondía. Es impresionante, porque los que tenemos de todo, los que estamos con menos dolor, los que la vida nos sonríe a cada momento, no somos capaces de valorar los signos del amor de Dios, y quizás estamos siempre quejándonos.

Hemos hablado desde ahí de las esperanzas en medio del dolor que tienen tantos seres humanos; de cómo entre los escombros y las ruinas de Ucrania, surge la esperanza y el amor, cuando vemos que una señora hace comida para la gente, y es capaz de dar vida y cariño en medio de tanto dolor: es la esperanza la que triunfa por encima de la cruz, es la resurrección la que aparece primero. Es la vida del crucificado y a la vez resucitado, es la experiencia pascual por antonomasia. Y desde ahí también la llamada a estar en vela que nos brindaba el evangelio y a reconocer que “de las espadas forjarán arados, y de las lanzas podaderas” que nos decía el profeta Isaías.

Hemos continuado la celebración con el momento de petición, donde teníamos presente de modo especial al obispo auxiliar de la diócesis de Getafe, que en ese momento estaban consagrando, y le pedíamos al Padre que estuviera con aquellos más necesitados de nuestra Iglesia. Los chicos también han pedido por las familias, han presentado sus sueños, han pedido por la gente de la calle… como siempre eran peticiones de los crucificados, al crucificado.

Después de dar gracias juntos con la plegaria eucarística, rezar el santo salvadoreño, recordar a Jesús en su entrega y hacer el brindis por el amor de Dios que se hace presente en la entrega de Jesús y en la fuerza del Espíritu Santo, hemos compartido el momento de la paz. Un momento, el de la paz, especialmente entrañable en la cárcel, porque todos nos abrazamos y nos preguntamos cómo estamos, qué nos pasa. En cada abrazo todos sentimos el abrazo de un Dios Padre-Madre que nos quiere y nos abraza. No es un momento de cumplimento, de darnos la paz “porque toca”, sino que es un momento de hacer presente que nos necesitamos, que somos iguales, que no hay presos y libres, sino que hay hermanos y hermanas que queremos compartir la vida juntos.

Después el momento de la comunión, y al final el canto explosivo de “color esperanza”, que nos ha hecho descubrir que esa esperanza evangélica y profética, de este tiempo de adviento, es posible.

Si la primera misa ha sido especial, la segunda no lo ha sido mucho menos. En esta celebración segunda siempre somos más, unos cuarenta nos reunimos. Y confieso que al mirarles sentados he descubierto y vivido aún más esa fuerza de “algo nuevo”.

Cuando ha entrado Angel, un chaval peruano, toxicómano, le he dicho, mirándolo a los ojos y sonriendo que hace unos días estuvo su madre conmigo en la parroquia y me preguntó cómo estaba. Su madre, hacía mucho tiempo no se comunicaba con él, porque Angel seguía drogándose en la cárcel y porque seguía sin cambiar. Cuando se lo he dicho, la cara se le ha iluminado y me ha dicho: “De verdad? ¡qué alegría! Pensé que ya no quería saber nada de mí”. Su madre me había dicho varias veces, que era su hijo y lo quería mucho por encima de todo, y que en ocasiones había pensado incluso decirle al juez que entrara ella en prisión para que pudiera salir su hijo. Ha sonreído y me ha dado las gracias con un fuerte abrazo.

Luego ha llegado Egson, otro chico peruano, y me preguntado también por su madre; hace unos días me envió una carta para él que también lo emocionó, porque también hacía tiempo no se comunicaban. Le he dicho que esta semana no, pero que yo la escribiría para contarla cómo estaba.

Han ido apareciendo todos los demás, hasta casi cuarenta como digo, y así hemos comenzado la eucaristía. Hemos vuelto a proclamar las lecturas y de nuevo en la homilía, les he vuelto a preguntar si tenían esperanza. Otra vez han vuelto a coincidir todos en lo mismo: “tenemos esperanza de poder cambiar algún día y sobre todo de que Dios nos reúne y nos acompaña, que nos da fuerzas para seguir”. Sin poder contener la emoción y las lágrimas, les he dicho que esa esperanza la veía en cada uno de ellos.

Que para mí era esperanzador cada vez que estaba compartiendo con ellos. Ayer, les dije, pase la tarde con un compañero del módulo dos que está de permiso y con su madre, y fue una tarde esperanzadora y llena de vida. Similar al rato que estuve con la madre de Angel. Esperanza que veía cuando me escribía la madre de Egson, o el padre de Sergio. Y al nombrarlos a cada uno de ellos, me miraban y me regalaban la mejor de las sonrisas, que sin duda era la misma sonrisa del Dios crucificado, en cada uno de ellos, en cada una de sus vidas y en las de sus propias madres. Ha sido de nuevo un momento de gracias, y de pascua, de vida resucitada y llena de Dios.

Después hemos seguido la celebración como cada día. Cuando ha llegado el momento de la paz de nuevo ha surgido una especial ternura evangélica. Sergio, Egson y Angel me han dado especialmente las gracias al abrazarme y de nuevo he sentido las gracias y la sonrisa de Dios. En cada apretón, en cada sonrisa, estaban los cálidos brazos del Dios de la vida, que tantas veces me abraza y me quiere en Navalcarnero.

Y cuando estábamos comulgando, ha surgido algo muy especial, que nos ha demostrado la sensibilidad y solidaridad de los más pobres. Se me ha acercado un chico de los del módulo de enfermería para decirme que un compañero suyo, con demencia, había salido fuera de la sala y que no sabía dónde estaba, que estaba preocupado porque el otro día se perdió por toda la cárcel. Hemos parado de comulgar, y han salido a buscarlo, y de modo especial sus compañeros de la enfermería. Ha sido un momento especial, porque salían hasta los que estaban con muletas a buscar a su compañero. Por fin, lo han encontrado y todos han respirado agusto y sonreído. Tras comulgar, hemos dado gracias por este gesto, y hemos coincidido todos en que allí, en este lugar que parece tan insolidario, la sensibilidad por el otro está a flor de piel, especialmente en aquellos que se encuentran incluso más necesitados: los enfermos con muletas preocupados por aquel compañero con demencia, que se ha perdido. ¿Hay alguna definición más entrañable, más teológica y más evangélica de Dios?

Hemos terminado también con el canto “color esperanza” y la oración final, “Jesús esperamos un año más tu venida a nuestra vida, a nuestra cárcel, a nuestro mundo. Te necesitamos, no nos dejes. Te necesitamos para construir juntos un mundonuevo. Eres nuestra esperanza. Ayúdanos a creernos que se puede hacer”.

Un bonito comienzo de adviento, un signo de esperanza y de vida, algo nuevo está brotando y brota de donde tiene que brotar, de la cruz, del dolor, del sufrimiento, de la entrega. Siempre lo digo: la cárcel es un lugar pascual por excelencia, donde el crucificado Jesús de Nazaret, se une a los crucificados de Navalcarnero, para decirnos que cuenta con nosotros, para seguir poniendo vida y esperanza allí. Recuerdo, como en tantas ocasiones, las palabras de Monseñor Romero: “ No sólo el predicador enseña, el predicador aprende. Ustedes me enseñan. La atención de ustedes es para mí también inspiración del Espíritu Santo. El rechazo de ustedes sería para mí también rechazo de Dios” (Homilía 16 de julio de 1978).

A mí me enseñan los presos de Navalcarnero y su sufrimiento me hace ser más humano, más evangélico y me obliga a intentar llenar ese dolor de vida y de esperanza. Un día más doy gracias a Dios por este ministerio encomendado, porque cuenta conmigo para ello, porque me da su Espíritu y su gracia para poder compartirla. Ojala que pueda ser fiel a esa confianza que El pone en mí, porque me siento como el profeta Jeremías, que no sé hablar, que soy un niño. Y cada día y en cada momento, descubro que no soy yo el habla, sino que Alguien va hablando y haciendo posible la vida, a través de mí.

Los presos me enseñan cada día, me hacen ser más humano, más evangélico y me ayudan a ser cura. “Te doy gracias Padre porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla” (Mateo 11, 25)

“Consolad a mi pueblo”

El Adviento es la oportunidad de los profetas

Por Alejandro Fernández Barrajón

En estos días se habla mucho de crisis en todos los ámbitos familiares, eclesiales y sociales. Y no es para menos. Se habla ya de más de tres millones de parados, incluidos los fijos discontinuos (una estrategia para ocultar parados reales) y de la posibilidad de que muchas familias se queden sin recursos suficientes para llegar a final de mes porque falta el trabajo y se acumulan las deudas. Guerra en Ucrania que afecta  a los recursos energéticos de todos los europeos. Un panorama sobrecogedor.

 La crisis, a modo de grandes nubarrones, se extiende sobre nuestras cabezas y genera en nosotros sentimientos de pesimismo y desconfianza. Pues en este contexto resuena con fuerza la Palabra del profeta: “Consolad a mi pueblo”

 La vida humana está cargada de precariedad, de soledades estériles, de crisis amorosas, de sufrimientos inexplicables, de problemas económicos, de tensiones constantes en la convivencia. Vivir es ciertamente muy hermoso, pero nadie ha dicho que sea fácil. Con frecuencia nos encontramos con personas que vagan entre nosotros buscando algo, un pequeño sentido a su vida, un poco de  cariño, ser escuchados, ser tenidos en cuenta y, sobre todo, ser amados. Ésta es la gran crisis que atraviesa nuestra sociedad como un taladro: una crisis de valores y de falta de sentido que nos ha hecho perder de vista el horizonte hacia el que camina nuestra sociedad y nuestra historia.

Pues aquí y ahora, nos dice el profeta que tenemos que consolar a nuestro pueblo. Que Dios desea el consuelo y la alegría de sus hijos y que cuenta con nosotros para que sea posible. Pero esto nos exige estar atentos a la Palabra y seguir el consejo que nos da el profeta: “Habladle al corazón”. Las palabras nos agobian porque hay exceso de ellas, palabras engañosas y huecas, manipuladoras e interesadas. Fijaos en las ofertas de Navidad. ¡Qué bien saben vender! Pero sólo las palabras que brotan del corazón, que son auténticas, que se dicen en primera persona pueden llegar a ser creíbles y a consolar. Estamos invitados en este adviento a ser testigos, como los profetas, de todo eso en lo que creemos firmemente. Testigos de la bondad de Dios que quiere abrirse paso en nuestras vidas.

 Estamos convencidos, como dice la Palabra de que “la gloria de Dios se manifestará”. Ya se ha manifestado en su Hijo muy amado –Eso celebramos en Navidad y siempre- y esta seguridad de que Dios acompaña y sostiene nuestras vidas nos alienta en nuestras dificultades y son un motivo suficiente para seguir esperando, para apostar por el bien y para no dejarnos engañar de profetas agoreros de la desesperanza, que en tiempos de crisis se multiplican como setas.

  Los creyentes vamos a confiar en nuestro Dios; vamos a convertir este camino de Adviento en una oportunidad para crecer, para purificar nuestra fe y acrecentar nuestra caridad. Sólo así tendrá sentido nuestro Adviento y una estrella, la de Dios, se abrirá paso en medio de estos nubarrones de crisis económica y, sobre todo, espiritual.

La crisis económica nos afecta y nos hace daño, pero la crisis espiritual es demoledora, nos destroza, nos hunde, nos doblega. A esta crisis hemos de prestar especial atención. Si es verdad que estamos en una recesión no es menos cierto que hace tiempo que hemos entrado en una recesión espiritual que ya empieza a dar agrazones.

En algunos lugares ya se han retirado  los crucifijos porque no conviene que nuestros niños se pregunten por el crucificado, no sea que lleguen a conocerle y le regalen el corazón y sean felices. La cruz del Valle de los Caídos (¡Perdón, de Cuelgamuros!) uno de los monumentos arquitectónicos más impresionantes de España se está poniendo en cuestión y hasta se ha hablado, cual talibanes del siglo XXI, de demolición. Sería algo imperdonable a todas luces. Algo así como si Francia demoliera el “Sacre Coeur” de Montmartre por sus connotaciones decimonónicas y su constitución laica.

 Pero el Señor viene a nosotros, en la voz de los profetas, en la fidelidad de la Iglesia y de cada uno de nosotros. Como dice la Palabra: “como un pastor lleva en los brazos los corderos” así nos lleva a nosotros y nos alimenta sin medida.

 La Iglesia quiere ser en este tiempo signo de esperanza para la humanidad y apostar sin condiciones por el Niño hecho carne que viene en Navidad. Él es la esperanza más firme de esta vieja humanidad, si no la única. Él es el redentor, el liberador, el pastor que cuida con amor desmedido a su pueblo y ovejas de su rebaño. Por eso la Iglesia grita con Juan Bautista: Preparad el camino al Señor, allanad sus senderos, rebajad sus colinas…”

 Existe una posibilidad en nosotros y en el regazo de nuestro mundo para la serenidad y la felicidad del corazón –y todos lo sabemos- ¿por qué renunciar a ella con nuestras apuestas mediocres y ramplonas? ¿Por qué no subirnos a la esperanza? Éste es el reto que nos trae el Adviento. Éste es el reto de la Iglesia y de cada uno de los cristianos: aportar un poco de luz, de esperanza y de alegría en este valle de lágrimas que la crisis nos quiere vender.

¿Y por qué esta esperanza? “Porque viene el Señor con su fuerza, le acompaña su salario y su recompensa lo precede”

Isaías, libro de Adviento.

No seríamos lo que somos si no hubiera existido (F.Delitzsch)

No seríamos lo que somos, ni el adviento lo que es, ni tampoco Jesucristo, si no hubiera existido Isaías. Por eso,  propongo a mis lectores que dejen  sus libro pendientes y dediquen una o dos  semanas a Isaías (en la línea de Ciudad-Biblia).

En mi postal de ayer cité varios comentarios. Hoy quiero presentar el que a mi juicio sigue siendo histórica y textualmente más significativo, escrito hace más de siglo y medio por F. Delitzsch.

He tenido el honor y del trabajo de traducirlo y actualizarlo castellano. Los cristianos protestantes cultos lo deben conocer, también los católicos si quieren saber quién es Dios y qué es la Biblia.  Isaías puede ser (gracias a la Editorial Clie, de la mano de F. Delitzsch) lectura de Adviento y Navidad, el Quinto evangelio.

Por X.Pikaza

Franz Delitzsch 

Fue  hebraísta, exegeta y teólogo alemán, nació en la ciudad de Leipzig y pudo realizar sus estudios superiores gracias a la ayuda de un anticuario judío llamado Lewy Hirsch. La interesó especialmente el judaísmo y ha sido, sigue siendo, uno de los mejores hebraístas de todos los tiempos. De confesión cristiana protestante, estudió teología en Leipzig, y se interesó especialmente por la lengua y literatura hebrea, que él dominaba como los mejores rabinos de su tiempo.

Fue profesor de teología en Leipzig (1844), Rostock (1846), en Erlangen (1850) y finalmente en Leipzig (1967), donde se mantuvo hasta el final de su carrera universitaria. Fue un cristiano “protestante”, en la mejor línea luterana, insistiendo en la justificación por la fe y la apertura universal de los creyentes. Pero estaba convencido de que el cristianismo era inseparable de su matriz judía, y en esa perspectiva fue un cristiano-judío (más que un judeo cristiano).

Pensaba que cierto tipo de catolicismo (cristianismo) había introducido en el mensaje de Jesús demasiados elementos paganos (helenistas), que iban en contra de su verdadera raíz. Por eso quiso retornar al judaísmo, no sólo en teoría, sino en la práctica concreta del pensamiento y de la vida, estudiando de un modo ejemplar la literatura rabínica, entendida como encuadre esencial para entender el cristianismo.

En esa línea, fundó el año 1871 la Evangelisch-Lutherischen Centralverein für Mission unter Israel, es decir, la Comisión central evangélico-luterana para la misión en Israel, que tomó después el nombre de Evangelisch-lutherischer Zentralverein für Begegnung von Christen und Juden, el decir Comisión central… para el encuentro de cristianos y judíos, que sigue existiendo todavía. Al lado de esa comisión continúa trabajado el Institutum Judaicum Delitzschianum (integrado a la universidad de Münster), que tiene la finalidad de retomar las raíces judías del cristianismo y fomentar el estudio conjunto de los temas judeo-cristianos.

Como he dicho, F. Delitzsch quiso fundar una “misión para Israel”, es decir, para convertir a los judíos, retomando así el empeñó del primer cristianismo, pero no en un sentido proselitista, para lograr que los judíos se hicieran cristianos, en el sentido actual de nuestras iglesias (las de su tiempo, en el siglo XIX), sino para que ellos, los judíos, establecieran su propio iglesia, retomando y recreando, desde Jesús, no sólo sus tradiciones teológicas, sino su mismo estilo de vida, sin dejar de ser judíos.

 No buscaba una asimilación del judaísmo por parte de los cristianos, sino un judaísmo que, manteniendo su propio identidad social y religiosa, aceptara el mesianismo de Jesús, no para integrarse en las iglesias cristianas del siglo XIX, sino para crear su propia iglesia. Ciertamente, Delitzsch no sabía, ni sabemos nosotros, lo que podría haber resultado esa iglesia cristiana neo-judía, pero él estaba empeñado en hacerla posible, tendiendo puentes bíblico-teológicos de investigación conjunta y de diálogo, abriendo así un camino espléndido de estudio y compromiso eclesial, como una semilla que podría (debería) haber dado fruto.

Delitzsch quería respetar a los judíos como pueblo y cultura propia, dentro de un contexto social y cultural “cristiana” (ilustrado). Ese intento podría haber desembocado en la mayor obra de creación religiosa, cultural y social del Norte de Europa, en los países donde era grande el influjo judío (no sólo en Alemania, sino también Polonia, Austria, Hungría, Ucrania, Rusia etc. Pero el intento fue cortado de manera sangrante por el régimen nazi de Alemania, en la persecución (Holocausto/Shoa) del 1939-1945.

Quizá el judaísmo en su conjunto no estaba dispuesto a dar los pasos que Delitzsch había previsto, aceptando a Jesús como Mesías, pero sin perder su identidad judía, en el plano cultural y religiosa. Fueron pocos los judíos que se convirtieron al cristianismo, sin dejar de ser judíos, como Delitzsch quería. Por otra parte, el conjunto de la nación alemana no estaba dispuesta a recibir a los judíos, así “convertidos” dentro del contexto social y cultural germano. Sea como fuere, lo cierto es que un tipo de “sentimiento vital” y de política alemana tuvo un inmenso miedo ante el posible despliegue del judaísmo, y prefirió destruirlo de raíz. Fue el final de un posible camino de transformación humana, social y religiosa, de judíos y cristianos.

Algunos quisieron que fuera la “solución final”, la negación total de las raíces judías de la cultura-vida de occidente, pero no fue así, pues los nazis no pudieron matar a todos los judíos del mundo, y aunque los hubieran matado el judaísmo seguiría vivo en la memoria de los cristianos y del conjunto de la humanidad, como elemento clave de la revelación de Dios, de la historia del hombre. Entendido de esa forma, el judaísmo forma parte de la obra teológica, cristiana (es decir, mesiánica) de F. Delitzsch, entre cu libros fundamentales podemos citar:

Delitzsch colaboró con F.C. Keil en la elaboración del gran Comentario al texto hebreo del Antiguo Testamento, escribiendo, escribiendo los comentarios a Salmos, Proverbios, Eclesiastés, Cantar de los Cantares e Isaías. Cada uno de ellos (especialmente los de Salmos e Isaías) son obras maestras en su género, y no han sido aún superadas, por el conocimiento del hebreo, la experiencia teológico-religiosa de fondo y su aplicación mesiánica (judeo-cristiana). Y con esto podemos pasar a nuestra obra.

Comentario de Isaías 1. Principios básicos.

Es quizá la obra más significativa de Delitzsch, uno de los libros más importante de exégesis y teología del siglo XIX. La primera edición fue del año 1857, la cuarta y definitiva del 1889, un año antes de la muerte de su autor. Se trata de una obra extraordinaria, no sólo en el plano histórico-exegético, sino también en el cultural, como traducción y exposición (actualización) de una de las obras fundamentales de la cultura de occidente.

Sin el libro de Isaías no existiría judaísmo (no se podría entender el Antiguo Testamento), pero tampoco existiría cristianismo, ni humanismo moderno, en el sentido radical del término. Sin duda, Delitzsch respeta el texto antiguo y lo sitúa en su contexto, en el momento clave de lo que será después el occidente, pero, al mismo tiempo, actualiza su mensaje, en sentido judío y (sin negar en modo alguno esa raíz judía, sino desarrollándola) en sentido cristiano. Éstos son algunos de los rasgos más significativos de su comentario:

 ‒ Éste es un comentario textual. Delitzsch nos sitúa de un modo directo ante el texto hebreo, para que lidiemos con él, es decir, para que podamos adentrarnos en su trama, para así verla por dentro, mirarla y admirarla, discutiendo paso a paso el sentido de las palabras, en diálogo con los mejores exegetas de la historia, para que al fin sea el mismo texto el que nos hable, haciéndose palabra viva, a lo largo de los 66 capítulos del libro. Con el mejor espíritu rabínico (y luterano), Delitzsch quiere ser fiel al texto escrito, a fin de conocerlo por dentro, no sólo en su forma, sino en su contenido, es decir, en su mensaje. En esa línea es fundamental su manera de recuperar la exégesis rabínica, que no ha sido “superada”, en su plano, por la interpretación crítica de la modernidad, en un plano histórico-literario.

‒ Es un comentario con-textualen sentido histórico. Delitzsch muestra un conocimiento prodigioso del contexto histórico de Isaías y de su texto, de los años que van desde la vocación de Isaías (hacia el 740 a.C.) hasta el 539 a.C. (con la victoria de Ciro y de los persas sobre Babilonia), con el camino abierto de la restauración israelita. Son los dos siglos que marcan el nacimiento de occidente, no sólo con el “imperio” egipcio y el asirio, el babilonio y el persa, sino con el despliegue (caída y restauración) de Israel y de los pueblos de su entorno (sobre todo los fenicios y siro/arameos, con los moabitas, idumeos y los árabes). Ciertamente, hoy (año 2015), pasado siglo y medio, conocemos mejor la historia de esos pueblos, no sólo a través del estudio de los nuevos textos descubiertos, sino también por la arqueología, pero será difícil encontrar una visión de conjunto mejor que la que ofrece Delitzsch, al referirse, por ejemplo, a los fenicios y al despliegue de los grandes imperios de oriente (asirios, babilonios, persas…).

‒ Es un comentario con-textual, en sentido lingüístico, que es significativo sobre todo por la atención que presta al árabe, situando el hebreo bíblico de Isaías dentro de la tradición viva de las lenguas semitas y, en esa línea, ha destacado los paralelismos con el arameo/siríaco y, sobre todo, con el árabe que, a su juicio, nos ayuda mucho el lenguaje y mensaje del profeta. Delitzsch no es sólo un especialista en hebreo, sino también en árabe, y eso le permite situar el texto bíblico dentro de la tradición ininterrumpida de las lenguas semitas, en un plano no sólo filológico, sino también histórico, sin olvidar los posibles paralelos, aunque ya más lejanos, con las lenguas indoeuropeas. Este esfuerzo por leer el texto de Isaías desde los paralelos árabes (que en nuestra traducción-adaptación hemos dejado un poco en un segundo plano) abre la posibilidad de un diálogo nuevo con el mismo Islam.

‒ En un comentario creyente, en sentido mesiánico-luterano. No comienza en la Iglesia, para ir desde ella a la Biblia, a fin de encontrar en ellas razones o argumentos que apoyen su doctrina, sino que parte directamente de la experiencia bíblica, es decir, del texto, abriendo desde allí un camino que desemboca en la visión rabínica del profetismo y, de un modo especial, en el mensaje y proyecto de Jesús, entendido como auténtico mesías del judaísmo. Delitzsch no estudia a Isaías con el fin de “demostrar” la plenitud de Cristo, sino que se le interesa ante todo el texto de Isaías, entendido en sentido radical (literal), con absoluta fidelidad lo que dice por sí mismo. Pues bien, en esa línea, descubre y entiende a Isaías como un texto abierto, como un “espejo” (un anti-tipo) en el que puede leerse la plenitud del “tipo”, es decir, de la verdad más honda de la revelación de Dios que, a su juicio, se ha realizado en Jesús, entendido como mesías totalmente judío. No se trata, pues, de salir del judaísmo para descubrir y potenciar así el Isaías Cristiano (en el sentido de “no-judío”), sino todo lo contrario: De descubrir en Isaías la raíz y sentido más hondo de la justificación por la fe, abriendo así un camino que va del profeta (Isaías) al apóstol (Pablo).

‒ Es un comentario pan-bíblico, es decir, abierto a lo que ha sido el despliegue total de la Biblia, en la línea de eso que podríamos llamar una “exégesis canónica”. Según eso, Delitzsch trata de interpretar a Isaías no sólo en el contexto total de la Biblia Hebrea (que es a su entender lo fundamental), sino en el despliegue total de la de las grandes traducciones y adaptaciones a lo largo de la historia. Son básicas en esa línea tres aportaciones. (a) La valoración de la traducción griega de los LXX. Con un criterio muy moderno, Delitzsch piensa que los LXX tienen no sólo en su fondo una variante significativa del texto hebreo, sino que ofrecen una interpretación muy valiosa de la misma Biblia. (b) La aportación de otras traducciones griegas antiguas (Aquila, Teodoción y Símaco). Ellas siguen ofreciendo los mejores testimonios y ejemplos de comprensión viva del texto de Isaías desde el judaísmo de comienzos de la era cristiana. (c) Delitzsch sigue acudiendo a los maestros judíos en los que se conserva la tradición viva de Isaías, no sólo a la Misná y al Talmud, sino a los grandes comentaristas antiguos y medievales como Aben-Ezra y Rashi, Kimchi y Rassi, Saadía y Gikatilla, por poner sólo unos ejemplos.

‒ En esa línea, podemos afirmar que su comentario es “católico” en el mejor sentido de la palabra, no sólo por las tres aportaciones indicadas en el apartado anterior, sino también por el hecho de recoger y valorar plenamente la aportación de la Vulgata de Jerónimo, que aparece como autoridad clave a lo largo de todo el comentario. En menos importante la aportación de otros “católicos”, pero aparece en algunos momentos significativos, como en la referencia a la Políglota del Cisneros y a los comentarios de Arias Montano. Delitzsch no quiere excluir a nadie que haya querido “entender” y acoger el mensaje de la biblia, ni judío ni cristiano, ni católico ni protestante, aunque es claro que él ha insistido en el testimonio de los grandes reformadores como Zuinglio y Calvino, y, sobre todo, al de Lutero, que habría querido refundar la Iglesia cristiana desde la experiencia radical de la Escritura. En esa línea podemos decir que Delitzsch es judío y evangélico, el mismo tiempo, ofreciendo desde esa raíz un comentario de Isaías que quiere ser católico, en el sentido radical de la palabra.

Un comentario del siglo XIX

 Este comentario recoge lo mejor del siglo XIX, desde una perspectiva teológica y cultural alemana. Quizá podamos decir que el XIX fue el siglo británico en el sentido del nacimiento de la sociedad industrial y de la colonización mundial, pero, en otro sentido, en un plano cultural, fue el siglo de Alemania, con el despliegue de la gran filosofía, con una aportación definitiva de los grandes sabios y pensadores judíos. Pues bien, en ese contexto, desde una perspectiva de exégesis y diálogo científico destaca la aportación de Delitzsch, que intenta vincular lo mejor del racionalismo europeo (sobre todo alemán) con la aportación de la experiencia bíblica, cuyo punto culminante está representado por Isaías. En ese contexto se entienden sus aportaciones y sus posibles límites:

‒ Delitzsch opta por una lectura unitaria de Isaías, y lo hace por convencimiento “religioso” y por fidelidad a la tradición judeo-cristiana. De esa forma se enfrente con algunos de los grandes críticos de la exégesis histórico-literaria que han empezado a distinguir, ya en su tiempo, tres estratos en la obra de Isaías, un 1º (básicamente en Is 1-39), un 2º (Is 40-55) y un 3º (Is 56-66), de manera que el libro había sido escrito básicamente por tres autores (desde el siglo VIII al VI a. C.). Delitzsch afirma que el hecho de que el libro Isaías hubiera sido escrito por tres autores distintos no iría en contra de la fe cristiana, pero añade que por razones críticas (internas, de vocabulario y teología) es preferible afirmar que el libro es obra de un solo autor, de un profeta genial e inspirado que interpreta la obra de Dios en su tiempo y adelanta (predice) con su ayuda el futuro de la historia. Eso significa que a su juicio, el libro de Isaías constituye una expresión clara de eso que pudiéramos llamar la “hermenéutica teísta” de la historia es decir, el descubrimiento de la historia como expresión de la voluntad de Dios, es decir, como revelación.

‒ Esta opción por la unidad de autor y obra de Isaías no va en modo alguno en contra del estudio histórico-crítico del libro, sino quizá todo lo contrario. Delitzsch escribe con tal fidelidad al texto que, con pequeñísimas variantes, su comentario lo podría aceptar alguien que afirme que texto ha sido escrito por tres autores (o por más). Lo que él quiere es comentar el texto tal como ha sido acogido en la Biblia Hebrea, sea obra de un autor o de tres (pues ese tema se sitúa en otro plano de análisis), destacando la increíble unidad del libro (lograda por un autor, o por una “escuela”, en la línea del “primer Isaías”). De esa forma descubre y pone de relieve la unidad y variedad interna de Isaías, como un libro de tres siglos en uno (del VIII al VI a.C.) y de tres autores en uno (pudiéramos decir). De esa forma, con la mejor tradición judía, recupera y pone de relieve la “unidad canónica” del texto, tal como ha sido recibido, tanto por la sinagoga como por la iglesia. De esa manera se adelanta a la opción de Brevard Springs Childs (1923-2007), que ha escrito quizá el comentario más significativo de Isaías en los últimos tiempos (cf. Isaiah, Westminster Press, Louisville 2001).

‒ Un comentario ilustrado, lo mejor del siglo XIX. Como he dicho, Delitzsch ha escrito su libro de una forma “clásica” con métodos y esquemas propios del judaísmo rabínico y de la primera tradición protestante, pero, al mismo tiempo, su comentario es plenamente moderno, ilustrado, de manera que utiliza todas las aportaciones históricas y lingüísticas propias de la segunda mitad del siglo XIX. Así escribe en diálogo con los mejores exegetas y lingüistas, historiadores y críticos literarios de su tiempo, como son Caspari y de Wette, Eichhorn y Gesenius, Knobel y Nöldecke, Hofmann, Thenius y Umbreit, por poner unos ejemplos. De esa forma muestra, de un modo práctico, que la modernidad no está reñida con una lectura creyente del texto, sino al contrario, la verdadera modernidad permite valorar mejor las aportaciones proféticas de Isaías, dentro de un modo en fermentación, en el que se desarrollaría pronto (casi al mismo tiempo) la cultura griega.

             Ciertamente, desde un punto de vista histórico-literario, algunos aspectos de la obra de Delitzsch pueden considerarse superados, como podrá ver quien algunos de los nuevos comentarios, como el ya citado de V.S. Childs u otros semejantes, como pueden ser los de L. Alonso Schökel y J. L. Sicre,Los profetas I-II, Cristiandad, Madrid 1980;D. Croatto: Isaías (40-55) Isaías (56-66), Lumen, Buenos Aires 1994y 2001; J. Alec Motyer, The Prophecy of Isaiah: An Introduction&Commentary, Intervarsity Press, Dewners Grove 1993; W. Brueggemann,Isaiah 1-39Isaiah 40-66 Westminster, Louisville 1998. Estos y otros comentarios ofrecen nuevas perspectivas y enfoques, pero no superan el planteamiento básico de Delitzsch, cuya lectura sigue siendo no sólo recomendable, sino en algún sentido necesaria. Para una visión de conjunto cf. Ciudad Biblia.

Nuestra traducción y adaptación

 Toda traducción y adaptación de una obra como esta resulta compleja. Podíamos haber optado por una traducción literalista, con todo el aparato crítico de fondo y el conjunto de discusiones filológicas concretas, sobre todo las que se refieren a las raíces árabes. Habría sido la solución más sencillo, pero hemos juzgado que resultaba innecesaria, pues los que quieren leer a ese nivel el texto son sólo especialistas que pueden acceder al texto original germano o a la traducción inglesa más conocida: F. DelitzschBiblical Commentary on the Prophecies ofIsaiah I-II (trad. de R. S. Driver) Clark, Edinburgh 1890.

Hemos optado, más bien, por una traducción de tipo sintético, que recoge toda la riqueza histórica-literaria y profético-teológica del texto, pero que pueda ser comprensible para un lector interesado por la Biblia, interesado por la Biblia, con un conocimiento básico del hebreo, pero sin ser especialista en esa lengua. Ése era el problema, esa la opción. En un determinado nivel, Delitzsch escribe para especialistas puros, de manera que su texto sólo pueden seguirlo y entenderlo un pequeñísimo grupo de profesores de Universidad.

Pues bien, sin perder esa hondura, he querido que su texto puedan entenderlo y aprovecharlo todos los estudiantes , estudiosos y amigos de la Biblia, con un conocimiento básico, aunque no especializado, en hebreo. Desde ese fondo se entienden mis “opciones”:

‒ He querido que el comentario de Delitzsch sea un texto vivo, que interpela y ofrece caminos de interpretación y de comprensión bíblica a todos los interesados por la Biblia, no sólo protestantes (evangélicos), sino igualmente católicos o cristianos sin una confesión eclesial determinada. No es absolutamente necesario que conozco bien el hebreo, pero será recomendable que tengan un conocimiento básico de hebreo. En otro nivel, será bueno que conozcan los rudimentos del griego bíblico y del latín “eclesiástico”, pues Delitzsch se apoya sin cesar en el testimonio de esas lenguas.

‒ Para facilitar la lectura del comentario he optado por poner en la cabecera de los versículos comentados el texto original hebreo (tomado de BSH, Biblia Hebraica Stuttgartensia, Stuttgart 1967, que ha sido adoptada por las sociedades bíblicas), con la traducción castellana estándar (Reina-Valera 1995), que he debido adaptar para ajustarla a la traducción alemana que ofrece Delitzsch. De esa forma, los lectores pueden siempre a la mano el texto comentado, de manera que las palabras hebreas que se retoman en el comentario pueden entenderse desde el texto base.

‒ Delitzsch supone que sus lectores conocen básicamente la tradición cultural de occidente, tal como se expresa y concreta en los dos idiomas clásicos de nuestra cultura, el griego y el latín. El sentido de esos textos queda claro por el argumento de conjunto del comentario y el mismo despliegue del pensamiento de Delitzsch. Los restantes problemas los podrá resolver con facilidad el mismo lector, que no tiene que asumir todos los presupuestos del autor para gozar y aprovecharse de su libro.

‒ Éste es un libro que puede y debe leerse en varios niveles: filológico y literario, histórico y cultural, teológico y creyente… Se trata, como he venido diciendo, de un libro “enorme”, de una de las obras más significativas de la exégesis y de la teología del siglo XIX, una obra con un gran mensaje que llega desde el libro de Isaías y que puede aplicarse no sólo en un plano confesional (judío o cristiano), sino también en un plano cultural, abierto a la comprensión y valoración de nuestro pasado. Como he dicho ya, nosotros, occidentales cultos del siglo XXI, no seríamos lo que somos y lo que podemos ser si no hubiera existido el libro de Isaías

Aportación bibliográfica

Si ésta fuera una edición crítica tendríamos que haber aclarado y ajustado en cada caso las referencias y notas bio-bibliográficas. Delitzsch escribe desde un contexto universitario de altísima cultura y supone que sus lectores conocen los nombres y las obras fundamentales de docenas y docenas de autores, judíos y cristianos. En una adaptación y traducción como ésta, que no busca la precisión crítica, sino la comprensión exegética y teológica, hemos preferido mantener cierta amplitud ante el tema. A pesar de ello, en gran parte de los casos, en el mismo texto o en las notas bibliográficas, hemos el tiempo y obra de los autores evocados. Para seguir ayudando al lector en ese campo me atrevo a ofrecer aquí una visión de conjunto de la mayor parte de los autores y obras citadas por Delitzsch: 

‒ Abreviaturas. El texto original de Delitzsch utiliza abundantes abreviaturas, que hemos procurado simplificar. Las que permanecen son en principio comprensibles. Entre ellas: Aq (traducción de la biblia al griego, realizada por Aquila); Jer (Jerónimo); LXX (traducción griega de la biblia Hebreo, llamado los Setenta LXX); qetib y qere, signos masoréticos, que indican el texto escrito (qetub) y lo que debe leerse (qere); Targ. (tárgum), Theod (traducción de Theodocion), Vulg (Vulgata).

‒ Exegetas y comentaristas judíos. Delitzsch acude con abundancia a los textos de la Misná y del Talmún de Babilonia (b). Se apoya también con frecuencia en autores de la tradición judía antigua, en especial de la hispana. Entre los que evoca con cierta frecuencia están:

‒ Abenezra (1092-1167). Natural de Tudela, en el reino de Navarra. Comentó los salmos y varios libros de profetas.

‒ Gikatilla/Gekatilla (1248-1305). Llamado “Josef ben Abraham”, recibió el sobrenombre de “chiquitilla, el pequeño. Vivió en Zaragoza y escribió obras de poesía, gramática hebrea y exégesis.

‒ Ibn Labrât (920–c.990), poeta hebreo, de origen oriental, asentado en España; fue uno de los creadores de la gramática hebrea.

‒ Kimchi, D., rabino judío, de origen hispano, muerto el 1240, sus comentarios a la Biblia se editaron por Soncino (Bolonia 1477) y tuvieron mucho influjo en la exégesis posterior.

‒ Luzzatto, D. (1800-1865). Exegeta y comentarista bíblico italiano. Sus obras, escritas en hebreo e italiano han influido mucho en el judaísmo posterior. Entre ellas: Grammatica della Lingua Ebrea, Padova 1853 y IlProfeta Isaia volgarizzato e commentato ad uso degli Israeliti, Padova 1855/1866. ‒ MALBIM (1809–1879). Exegeta de origen ucraniano (de Volhynia). Su nombre era el acrónimo de Meir Loeb ben Jehiel Michael. Comentó todos los libros de la Biblia Hebrea

‒ Menahem ben Zerûk. Exegeta y comentarista del siglo XIII, nacido probablemente en Estella, Navarra. Ejerció su magisterio en Alcalá de Henares, Castilla la nueva. Estudió y comentó casi todo el Talmud, ofreciendo las bases para la interpretación posterior de la “legislación” judía.

‒ Norzi, Solomon ben Abraham (1560 – 1626). Rabino y exegeta italiano. Escribió un comentario crítico y masorético de la Biblia, muy influyente.

‒ Rashi acrónimo Rabi Shlomo Yitzjaki (1040-1105), Vivió en Troyes, Francia. Uno de los últimos grandes legisladores judíos, comentó los libros de la Biblia y del Talmud.

‒ Saad o Saadías (892-942). Filósofo y exegeta, de origen egipcio. Escribió diversos tratados sobre gramática hebrea y comentarios a los libros de la Biblia. Sus comentarios vinculan el conocimiento histórico y la comprensión racional de los textos. 

‒ Historiadores. Delitzsch vive y escribe en un momento decisivo de gran cambio en la visión histórica de los viejos imperios y reinos del entorno bíblico. Conoce y aporta los avances fundamentales de la arqueología de su valora las aportaciones de los historiadores antiguos (de Herodoto a Estrabón, de Beroso y Eusebio de Cesarea; pero, al mismo tiempo, conoce y cita a los mejores historiadores críticos de mediados del siglo XIX, tanto ingleses y franceses como alemanes. Aquí sólo quiero citar a algunos antiguos y modernos, que han influido mucho en Delitzsch:

‒ Esteban de Bizancio (en griego medieval: Στέφανος Βυζάντιος / Stéphanos Byzántios), del siglo VI d.C., autor de un diccionario o índice histórico- geográfico llamado Ethnika (Εθνικά) en el que se recogen noticias de la historia antigua.

‒ Abydeno, escritor antiguo, quizá del siglo I-II d.C., habitante de la ciudad de Abydos; sólo se le conoce por citas de Eusebio de Cesarea, sobre la historia de los caldeos

‒ Beroso, sacerdote de Babilonia, de la época helenista, siglo III a.C., recoge algunas tradiciones muy significativas de la historia de Mesopotamia

‒ Bochart, S. (1599 – 1667), historiador y exegeta protestante francés, que escribió un amplio tratado de Geographia Sacra (Caen 1646) de la tierra de Canaán y de su entorno, con aportaciones de tipo filológico y exegético, histórico y teológico que ejerció mucha importancia en los siglos posteriores. ‒ Diodoro Sículo o de Sicilia (en griego Διόδωρος Σικελιώτης), un historiador griego del siglo I a. C., que recoge tradiciones helenistas y del entorno bíblico.

‒ Eusebio de Cesarea, obispo cristiano e historiador del siglo IV d.C., autor no sólo de una Historia Eclesiástica, de la Iglesia, sino también de unos famosos Cánones Cronológicos donde intenta poner en paralelo la historia de imperios y reinos antiguos.

‒ Herzfeld, Levi (1810-1884). Teólogo e historiador judío, autor de una Geschichte des Volkes Israel von der Zerstörung des ersten Tempels bis zur Einsetzung des Makkabäers Schim’on zum hohen Priester und Fürsten. Braunschweig 1847.

Rawlinson, George (1812-1902). Canónigo anglicano, de gran erudición, que quiso escribir una especie de “Historia universal”. Su libro más importante, muy citado por Delitzsch, se titula Five Great Monarchies of the Ancient Eastern World:Or, The History, Geography, and Antiquites of Chaldaea, Assyria, Babylon, Media, and Persia (Murray, London 1862.

‒ Thenius Otto (1801-1876), teólogo e historiador alemán, autor de obras significativas e enciclopédicas sobre historia y entorno bíblico. Entre ellas: Die Bücher Samuels, Leipzig 1842; Das vorexilische Jerusalem und dessen Tempel, Leipzig 1849; Die Bücher der Könige, Leipzig 1849,

‒ Exegetas.Delitzsch conoce y cita a los exegetas y teólogos bíblicos más significativos de la modernidad, dialogando sin cesar con ellos. Le interesa, sobre todo, la fijación del texto hebreo de Isaías y el descubrimiento y desarrollo de su sentido histórico y profético, desde una perspectiva “racional” y religiosa. Resulta imposible evocar a todos ellos. Estos son algunos de los más significativos, es decir, aquellos que aparecen con más frecuencia en su obra. Delitzsch les cita con frecuencia sólo con su nombre. Aquí recojo la referencia entera de las obras citas, sin más datos bibliográficos:

‒ Arias Montano, B. (1527 ‒- 1598), lingüista e intérprete de la Biblia, uno de los editores de la Políglota de Amberes (1572), autor de un importante comentario a Isaías.

‒ Arndt, C. F. L., exegeta alemán autor de De loco c. XXIV‒ XXVII, Jesaiae vindicando et explicando, Hamburg 1826).

‒ Bär, L(1479-1554) teólogo y humanista, profesor de la Universidad da Basel, escribió obras de filología hebrea y exégesis, entre ellas un trabajo sobre el Metheg (una marca de puntuación en la escritura hebrea) y un comentario a los salmos Psalter

‒ Beckhaus, M., exegeta alemán, autor de un libro clásico titulado: Ueber die Integritat der prophetischenSchriften desAlten Bundes, Halle, 1796.

‒ Buxtorf, J., (1564-1629), hebraísta alemán, autor de una celebre Lex Talmúdica

‒ Cappellus, L. (=Louis Cappell) (1585-1658), hebraísta y teólogo protestante, de origen francés, gran especialista en el texto bíblico, autor de Commentarii et Notœ Criticœ in Vetus Testamentum, Amsterdam, 1689.

‒ Caspari, C. P. (1814 –April 1892). Teólogo y exegeta noruego, autor de varias obras sobra Isaías. Fue uno de los que más influyeron en la exégesis y teología de Delitzsch.

‒ Cocceius, Johannes (1603-1669), llamado también J. Cock o Koch. Hebraísta y teólogo, autor de una Summa Doctrinae de Foedere et Testamento Dei (1648) y de un Lexicon et commentarius sermonis hebraici et chaldaici (Leiden, 1669).

‒ DieuL. de (1590-1642), orientalista holandés, autor de una Grammatica linguarum Orientalium. Hebraeorum, Chaldaeorum et Syrorum inter se collatarum, Leiden, 1628.

‒ EwaldH. (1803-1875). Exegeta y teólogo alemán. Entre sus obras: Jesajamit den übrigenälteren Propheten, Göttingen 1867. Es uno de los autores de referencia de Delitzsch.

‒ Gesenius, W (1786 –1842). El más importante de los hebraístas del siglo XIX, autor de un Thesaurus philologico-criticus linguae Hebraicae et Chaldaicae V. T. (1829 ss). Tanto esa obra como su Kommentar über den Jesaia I-II (1821-1829) fueron básicas para Delitzsch. Su Diccionario hebreo-caldeo se sigue editando y estudiando en varias lenguas.

‒ Hensler, Ch. G. (1760-1812), autor de una traducción comentada de Isaías: Jesaia neu übersetzt (Hamburg 1788), con notas de tipo filológico-teológico.

‒ Hitzig, F (1807-1875). Comentó casi todos los libros de la Biblia. Su primer comentario de Isaías lo escribió siendo muy joven (Der Prophet Jesaja, übersetzt und ausgelegt, Heidelberg 1833). Su comenario definitivo aparece el año 1890.

‒ Hofmann Johann (1810–1877). Historiador y teólogo luterano. Escribió diversas sobre sobre el sentido e Historia del Antiguo Testamento. Fue defensor de una teología entendida como historia salutis, que Delitzsch admiraba pero no compartía. Su obra fundamental, muy citada por Delitzsch DerSchriftbeweis (con varios volúmenes y ediciones entre 1852 y 1885

‒ Keil, C. F (1807 –1888), colega y amigo de Delitzsch, fue promotor y autor de la mayor parte de los volúmenes de esta colección de Comentarios al texto hebreo del AT, de la que forma parte este libro de Delitzsch sobre Isaías.

‒ Kleinert, A. F., exegeta alemán, autor de un libro la autenticidad de Isaías, Ueber die Echtheit sämmtlicher in demBuche JesaiaenthaltenenWeissagungen(Berlin 1829), muy valorado por Delitzsch.

‒ Knobel A., autor de un influyente comentario a Isaías: Der Prophet Jesaiaerklärt, Leipzig 1843.

‒ Lowth, R. (1710 –1787), teólogo y obispo de la Iglesia de Inglaterra, autor de un importante tratado de poesía hebrea, que influyó mucho en Delitzsch, Sacra Poesi Hebraeorum (Oxford 1770), que se sigue editando y estudiando todavía.

‒ Rosenmüller, E. (1768-1835), exegeta y teólogo alemán. Sus Scholia in Vetus Testamentum constan de 24 partes y forman varios volúmenes, que traan de casi todos los problemas de la Biblia Hebrea. Ellos son una obra que se sigue valorando todavía.

‒ Stier, R. E. (1800 – 1862), teólogo y exegeta alemán. Su obra sobre la autenticidad de Is 40-66 (Jesaias, nicht Pseudo-Jesaias. Auslegung seiner Weissagung Kapitel 40-66 (Barmen 1850) fue muy estimada por Delitzsch y se sigue reeditando todavía.

‒ Umbreit, F. W., (1795-1860), teólogo dogmático y exegeta, autor de un Praktischer Commentar Uber Den Jesaja: Mit Exegetischen Und Kritischen Anmerkungen, Hamburg 1843

‒ Vitringa, C. (1659-1722). Exegeta y teólogo holandés. Sus obras tuvieron un inmenso influjo en la tradición protestante holandesa y alemana, empezando por De Synagoga Vetere Libri Tres (Franeker, 1685). Su comentario a Isaías, publicado en latín, en varios volúmenes (1714-1720) ha sido traducido y editado en holandés y alemán. Este comentario, fue con el de Gesenius, el que más influyó en la obra de Delitzsch.

ADVIENTO 2022

Iniciamos de nuevo un tiempo anterior a la navidad. Algo, alguien va a venir, va a llegar; en estas semanas: Va a llegarnos la luz. Nuestro corazón se dispone a esperar. ¿Sabemos esperar en este siglo XXI, donde todo se realiza a la velocidad de los whatsapp? Y por tanto con la ligereza y poco profundidad de lo inmediato.

La tradición del adviento y la navidad, surge -como el cristianismo- en Europa… Los meses de Noviembre y Diciembre son de frío, de largas horas de oscuridad. En el solsticio de invierno se vive el día con más horas de oscuridad, de todo el año; los antiguos habitantes del Mediterráneo, celebraban en las inmediaciones de este solsticio, la fiesta del sol, la fiesta de la luz. Los cristianos celebramos en esa fecha nuestra Navidad, el nacimiento del Dios encarnado en el hombre concreto: Jesús de Nazaret, que nace del vientre de una mujer: María de Nazaret.

Para esta celebración nos preparamos en nuestro interior en el tiempo de Adviento, tiempo de espera, expectación… ¿Qué esperamos nosotros? ¿Qué puede traer a nuestras vidas, ese personaje, Jesús de Nazaret, si lo acogemos en ellas y en nuestro corazón? El místico Angelus Silesius nos dice:

Si Cristo naciera mil veces en Belén y no en ti, quedaría perdido para siempre.

Es importante aprender a esperar. La espera puede ser impaciente como la de las colas burocráticas de estos tiempos; puede cargarse de ira ante funcionarios y empleados ineficientes o puede cargarse de sentido, preñarse de vida… si la sabemos vivir de manera distinta.

¿Qué esperamos los y las creyentes en estos días? La teóloga Megan McKenna nos dice: “Dios bajó. Este es el núcleo de los tiempos de Adviento, Navidad y Epifanía. Dios prefiere vivir con nosotros a pesar de nuestra ira, nuestra violencia y nuestra falta de amor mutuo. Encontramos a Dios aquí en la tierra”. El evangelio de Juan lo expresa con estas bellas palabras: El verbo puso su tienda (acampó) entre nosotros. Vivir en la espera de esta realidad es hacer presente nuestra necesidad permanente de luz.

Invito a vivir este ambiente en la conciencia de las luces que necesitamos como personas, como grupos o círculos, como comunidades amplias, como sociedad. Una actitud de espera activa, es una actitud transformadora que trabaja y lucha por aquello que espera…

Esperamos desde una oscuridad grande. Un mundo lleno de injusticias que no respeta la vida humana, que no respeta la naturaleza, que ha expulsado el amor de sus corredores de vida. Una sociedad que cada día que pasa pierde más su calidad humana. Esperamos desde situaciones personales, comunitarias y colectivas difíciles… Acompañamos en esta espera a María, obligada a migrar primero en embarazo y después con su hijo pequeño en huida del poder asesino; acompañamos su ilusionada espera: María se ve a sí misma no tanto como madre de Jesús, sino como miembro de su pueblo. Se alinea junto al pueblo fiel, junto al “resto” formado por los que esperan, los que obedecen y aguardan que la gloria de Dios se manifieste. (Cita de: Megan McKenna, María sombra de gracia).

Estamos necesitados y necesitadas de luz… Soñemos y forjemos un mundo en el que:
La vida humana recobre su valor y su sentido
El amor, el respeto y la solidaridad encuentren su camino
Cesen las violencias y el odio
Cesen las guerras y las agresiones
Las mujeres, los niños y los más vulnerables tengan plenitud de derechos y reciban protección permanente
No haya violaciones ni atropellos de género
Hallemos el sendero para reconciliarnos
Haya justicia y paz
Haya amor, acogida y respeto a toda diferencia
Haya salud humana para todos y todas
Un mundo en que la tierra y el hombre cohabiten en armonía, sin destrucciones ni atropellos mutuos.

La Navidad nos puede traer esto y mucho más, porque nos trae la luz y la fuerza de vida. Jesús nacido en nuestros corazones, nos hace portadores de amor, de vida, de justicia, de paz. Vivamos este tiempo, preñados y preñadas de esperanza. Un adviento vivido de cara hacia esa LUZ que nos llega, se convertirá siempre en una Navidad cargada de sentido espiritual

Por Carmiña Navia.

Adviento: Tiempo de espera “esperanzada” para las mujeres

Mujeres con voz y con voto

Aunque falta tanto para que en la sociedad y en la Iglesia sea real la igualdad entre varones y mujeres y que en todas partes del mundo se respeten los derechos de las mujeres y no haya ningún tipo de violencia contra ellas por el hecho de ser mujeres, muchas son también las conquistas y logros que se han adquirido en estos últimos tiempos y eso abre la puerta a seguir “esperando”, “esperanzadamente” en que los cambios continúen y se afirmen definitivamente

Lo que todavía sigue con una brecha muy grande es la violencia de género que se ejerce en los espacios públicos porque aún hay demasiada explotación sexual de la mujer y los medios de comunicación todavía utilizan el cuerpo femenino o el estereotipo de sus atributos para comercializar sus productos y avivar una sociedad de consumo, donde la mujer es un producto más

Aunque hay ambientes -especialmente religiosos- que consideran que esta nueva manera de posesionarse de la mujer es la causa de la inestabilidad familiar, esto se desmiente fácilmente porque la crisis de la familia no viene del reconocimiento de los derechos de las mujeres sino de la falta de madurez humana y afectiva de varones y mujeres y la forma de entender las relacione

Por Consuelo Vélez

Las lecturas de la liturgia de este tiempo de Adviento nos invitan a la preparación, a la alegría, a la esperanza. Sobre todo, la figura de María, que es central en estos días (en los tres ciclos de adviento el primer domingo se dedica a la segunda venida del Señor, el segundo y tercero a Juan El Bautista y el cuarto a María), nos abre a la posibilidad de esperar la novedad del “Niño que viene” lleno de dones y bendiciones. De hecho, la palabra Adviento significa que alguien llega y en la antigüedad siempre que llegaba el rey, podía conceder favores a los que lograban verlo. Con la venida del Niño se esperaría que sus dones nos alcancen a todos.

Pero si pensamos en la realidad de las mujeres, ¿hay adviento -hay esperanza- para ellas? Por supuesto que sí. Aunque falta tanto para que en la sociedad y en la Iglesia sea real la igualdad entre varones y mujeres y que en todas partes del mundo se respeten los derechos de las mujeres y no haya ningún tipo de violencia contra ellas por el hecho de ser mujeres, muchas son también las conquistas y logros que se han adquirido en estos últimos tiempos y eso abre la puerta a seguir “esperando”, “esperanzadamente” en que los cambios continúen y se afirmen definitivamente.

Joven mujer

Hay esperanza en la realidad social porque las leyes se consolidan y cobijan mucho más a las mujeres. La tipificación del feminicidio -asesinato de mujeres de la mano de hombres por machismo o misoginia- se va implementando cada vez más en los diferentes países y, efectivamente, se afianzan las penas correspondientes a ese tipo de delito. La igual remuneración laboral para mujeres y varones también está siendo una realidad. El que la mujer ocupe más espacios públicos y sea gestora de decisiones sociopolíticas va aumentando y en el imaginario colectivo comienza a ser más natural que todos los lugares puedan ser ocupados por varones y mujeres indistintamente. Lo que todavía sigue con una brecha muy grande es la violencia de género que se ejerce en los espacios públicos porque aún hay demasiada explotación sexual de la mujer y los medios de comunicación todavía utilizan el cuerpo femenino o el estereotipo de sus atributos para comercializar sus productos y avivar una sociedad de consumo, donde la mujer es un producto más. Pero la conciencia de que eso no debe ser así, crece y eso da esperanza.

En la realidad familiar se comienza a ver una nueva manera de constituirse como familia, con más igualdad, más respeto, más equidad, más distribución de tareas para ser hechas por todos en casa. Aunque hay ambientes -especialmente religiosos- que consideran que esta nueva manera de posesionarse de la mujer es la causa de la inestabilidad familiar, esto se desmiente fácilmente porque la crisis de la familia no viene del reconocimiento de los derechos de las mujeres sino de la falta de madurez humana y afectiva de varones y mujeres y la forma de entender las relaciones. De hecho, cualquier subordinación o sumisión o violencia contra la mujer no permite una familia estable, aunque aparentemente se crea que es así.

A nivel eclesial crece también la conciencia de que, sin abrir espacios de participación a nivel de decisión para las mujeres, la iglesia desdice de su ser sinodal, al que está llamada. Pero en este ámbito las mujeres no están simplemente esperando que se abran las puertas. La formación teológica que han adquirido tantas mujeres y los espacios de reflexión, celebración y sororidad que se han abierto, las han empoderado para saberse iglesia y hablar en su nombre. En realidad, todo el pueblo de Dios es sujeto eclesial y las mujeres han tomado la palabra creando espacios eclesiales que, a fuerza de su existencia, se van reconociendo y aceptando.

La situación de las mujeres no es la misma de hace cincuenta años y mucho menos de hace tantos siglos como tenemos de historia. Las jóvenes de hoy están encontrando un mundo mejor del que tuvieron sus madres y sus abuelas. Y la perspectiva de su realización y el cumplimiento de sus sueños se vislumbra mucho más. Todo lo anterior no significa que no falte demasiado, en todos los ámbitos descritos, para que la realidad de sufrimiento, exclusión y opresión de las mujeres se mire solo como algo del pasado.

Pero el estar en camino, el constatar logros, el palpar un nuevo horizonte posible para las mujeres, garantiza que esta espera no es pasiva, no es resignación, no es aceptación, sino que es una espera “esperanzada” porque los logros alcanzados fortalecen para seguir alcanzando muchos otros.

En este sentido, la nueva manera de comprender la figura de María, gracias a los aportes de la teología feminista, puede seguir fortaleciendo desde la fe, estas conquistas de las mujeres y llevarlas a la realidad. Hoy entendemos que María no es la mujer pasiva que acepta sin réplica, sin preguntas, su colaboración en el plan de salvación. María pregunta ¿cómo podrá ser aquello? (Lc 1, 34) y ante la respuesta del ángel de que “nada es imposible para Dios” (Lc 1, 37), María no teme asumir el protagonismo de gestar a un Hijo que será la salvación para todos los pueblos. María es la mujer libre y fuerte que asume la responsabilidad que se le confía y lo hace con todas las consecuencias. Por eso, como dice el evangelista Juan, está al pie de la cruz (19, 25) -momento donde se pone en juego la posibilidad de dicha salvación-, reafirmando la fe por la que su prima Isabel la alabo, en el evangelio de Lucas: “Feliz tú porque has creído” (1, 45). ¡Cuántas mujeres han vivido un protagonismo capaz de abrir caminos de liberación para las mujeres! ¡Cuántas mujeres han conseguido derechos para las mujeres! ¡Cuántas se han mantenido de pie ante las dificultades y los retrocesos de algunos logros conquistados por las mujeres! La figura de María engrandece las luchas de tantas mujeres en la sociedad y en la Iglesia y las fortalece para no decaer en sus esfuerzos.

El texto del Magnificat, que el evangelista Lucas pone en boca de María, puede seguir avivando la espera “esperanzada” de que la situación de las mujeres puede dar un vuelco total y un mundo libre de violencia contra ellas, es posible. María afirma que Dios “despliega la fuerza de su brazo para dispersar a los soberbios y exaltar a los humildes, para colmar de bienes a los hambrientos y despedir vacíos a los ricos” (Lc 1, 52-53). Es decir, Dios está de parte de los que sufren y despliega su fuerza para cambiar las situaciones. Por eso, no está lejos de la situación de las mujeres, sino que, con certeza, ha sido su primer protagonista. De hecho, la praxis de Jesús con respecto a las mujeres fue una praxis de liberación, de inclusión, de igualdad. La llamada cristología feminista ha mostrado claramente que la Buena Noticia del Reino, anunciado por Jesús, es también para las mujeres y él mismo contribuyó a generar y sostener ese dinamismo.

Situarnos en Adviento con estos elementos que hemos reseñado nos permite vivir este tiempo como un verdadero adviento para las mujeres. El Niño que se espera es el mismo que con su praxis histórica y con la palabra de Dios consignada en la Sagrada Escritura, avala las llamadas “olas del feminismo” que han conseguido derechos civiles, sociales, políticos, culturales para las mujeres. Es el mismo que hoy continúa avalando el trabajo de las teologías feministas que enriquecidas con las categorías de análisis de las teorías feministas, han permitido apoyar y empujar los cambios necesarios para la vida digna y plena para las mujeres.

Adviento es tiempo de recoger tantos logros y esperar que sigan aconteciendo. Adviento es tiempo de avivar la esperanza de que un mundo donde varones y mujeres gocen plenamente de todos sus derechos es posible y que la opresión vivida por el género femenino ya no exista más. Que en este presente se pueda vivir que ¡ni una mujer más sufre ningún tipo de violencia, ningún tipo de discriminación ni de subordinación! ¡Ven, Señor Jesús! y consolida el regalo de un mundo libre de violencias de género, un mundo de hijos e hijas del mismo Dios Padre/Madre.