La ética de un capitalismo salvaje:

la corrupción de las Americanas — Leonardo Boff

REVISTA DE PRENSAAMÉRICA LATINA

El agujero de 20 mil millones de reales en la cadena gigante minorista de las Lojas Americanas acumulado durante años y aumentado con deudas de 43 mil millones de reales tiene muchas facetas.
La más explícita y vergonzosa es calificar la corrupción que se esconde tras estas cifras con el eufemismo “incoherencias contables”.

El mercado, siempre sensible ante cualquier pequeño movimiento del Estado de orientación social que favorezca a los desposeídos, reacciona con rapidez de modo crítico. Ante estos miles de millones no ha mostrado ninguna reacción. Claro, se trata de la complicidad de las mismas mafias financieras, especialmente las especulativas, que ganan sin producir nada.

Los nombres de los principales “socios de referencia” (los verdaderos dueños) son los conocidos multimillonarios Jorge Paulo Lemann, Marcel Telles y Carlos Alberto Sucupira que, con otros bienes que poseen como Burger King, Kraft Henz y particularmente el control del mercado cervecero con InBev, suman 185 mil millones de reales.

En la nota publicada por el trío el día 11 de enero de 2023 se eximen de cualquier conocimiento, tratando a los lectores, que conocen como funciona el capitalismo brasilero, como tontos.

No me corresponde profundizar en esta cuestión, cosa que ya han hecho los especialistas. Me atengo a lo que me toca como professor de ética y teología que he sido durante muchos años.

Lo que ha occurrido aquí confirma lo que el añorado Darcy Ribeiro afirmaba frecuentemente: el capitalismo brasilero nunca fue civilizado; es uno de los más salvajes del mundo y profundamente egoísta e individualista. Esto nos remite a lo que uno de los mayores pensadores de la actualidad, el filósofo y lingüista Noam Chomsky, amigo de Brasil (su esposa es brasilera), dijo con tristeza: “nunca en mi vida vi a nadie tener tanto desprecio por los pobres y negros de la periferia como a una parte de la élite brasileña”.

Esto mismo lo confirma en su vasta obra el sociólogo Jessé Souza, especialmente en el clásico La élite del atraso: esta élite marginó vergonzosamente a gran parte de la población pobre y negra, les negó sus derechos, desconoció que son humanos como ella e hijos e hijas de Dios. Cuando se levantaron fueron rápidamente reprimidos e incluso asesinados.

En otro pasaje enfatiza Noam Chomsky algo que nos ayuda a entender a nuestros corruptos (especialmente a este trío, siempre sonriente): “La idea básica que atraviesa la historia moderna y el liberalismo moderno es la de que el público debe ser marginado. El público, en general, es visto nada más que como ignorantes que interfieren como el ganado desorientado”. Lo que le interesa al capitalismo es tener consumidores, no ciudadanos. No ama a las personas, solo su fuerza de trabajo y la eventual capacidad de consumir.

Ya Aristóteles, uno de los padres de la ética occidental, decía que la primera señal de la falta de ética es la “falta de vergüenza”. Etimológicamente vergüenza viene del latín vereor, que significa respeto, temor reverencial. Cuando falta ese valor de respeto y reverencia fente al semejante, se abre la puerta a cualquier tipo de desvergüenza.

Los corruptos de los 20 mil millones de las Americanas no muestran la menor vergüenza: se presentan como bienhechores de la sociedad, apoyando a algunas personas (las más dotadas) para estudiar en las mejores universidades del mundo (por ej: Harvard), para ser educados en el espíritu del capitalismo y llevar adelante sus proyectos. No se trata, como es el caso de muchas universidades norteamericanas que son apoyadas por grandes corporaciones que favorecen su mantenimiento e investigación. Nuestros opulentos practican solo ayudas puntuales a personas distinguidas, no ayuda a a los grandes proyectos educativos que benefician a toda la nación por avanzar rumbo al conocimiento y la autonomía.

Lo más doloroso, sin embargo, es la absoluta falta de sensibilidad de la élite del atraso, que al decir de nuestro mayor historiador mulato Capistrano de Abreu “capó y recapó, sangró y resangró” a la población que salía del régimen colonial, pero mantenía la esclavitud.

Esta ausencia culposa de sensibilidad fue denunciada frecuentemente por uno de los brasileros más beneméritos de los proyectos contra el hambre, por la vida y por la democracia, el siempre recordado Betinho:

“Nuestro mayor problema no es económico, no es político, no es ideológico ni religioso. Nuestro mayor problema es una falta de sensibilidad hacia nuestros semejantes, al que está a nuestro lado”. No oímos su grito de dolor, no vemos su mano extendida esperando algo de comida, ni siquiera vemos sus ojos suplicantes. Pasamos de largo al lado del caído al borde del camino como hicieron bíblicamente el levita y el sacerdote en la parábola del Buen Samaritano. Fue necesario que un despreciado hereje samaritano interrumpiese su viaje, curase sus heridas y lo llevara al sanatorio, dejando todo pagado y si fuese necesario más lo pagaría a la vuelta.

¿Quién es aquí el prójimo?, preguntaba el Maestro: es aquel a quien me aproximo, sin reparar en su condición moral, su religión o el color de su piel. Es un hermano herido que necesita que otro hermano le socorra.

En Brasil, los cristianos son solo cristianos culturales que no han aprendido nada del Jesús histórico que estaba siempre del lado de la vida, del pobre, del ciego, del cojo y del despreciado. Por eso hay tanta desigualdad social, una de las mayores del mundo. Porque falta sensibilidad, solidaridad, sentido humano, el de tratar humanamente a otro ser humano, su hermano y hermana.

El trío milmillonario y los 318 millonarios (según la revista Forbes) no oyen el clamor que viene de las periferias, de los indígenas que están siendo diezmados por gente del agronegecio, como en Dourados-MT, ni de los miles de yanomamis violentados por la minería ilegal, a los que oficialmente se les negó agua, vacunas, asistencia médica y nutrición básica por parte del gobierno genocida.

En el caso de Brasil, pero sirve también para gran parte de la humanidad, faltó ética y faltó moral. Faltó ética si entendemos por ética la promoción de una vida buena y decente para todos. Faltó moral si entendemos por moral la observancia de las normas y leyes que la sociedad estableció para sí misma para garantizar una vida buena y decente.

Pues bien, faltó ética y moral en los causantes del desfalco millonario de las Americanas. No sabían de los 33 millones de personas con hambre en nuestro país ni de los más de cien millones con insuficiencia nutricional. Si tuviesen un mínimo de sensibilidad ética y moral tratarían de disminuir esta tragedia humana con ayuda de sus fortunas. Pero seguimos así, con el salvajismo de nuestra cultura capitalista, que a través del mercado intenta controlar la economía del país, especialmente si esta se orienta hacia los que más necesitan.

Recuerdo la clásica frase del filósofo Heráclito (500 aC) que bien decía: “el ethos es el ángel bueno del ser humano”. Entre nosotros, el ethos se mostró demoníaco.

*Leonardo Boff, filósofo y teólogo ha escrito Etica de la vida, Record 2009; Ética y moral: en busca de los fundamentos. Vozes 2003.

El golpe frustrado en Brasil

Ellos se niegan a vivir juntos: el sentido del golpe demente — Leonardo Boff

Son muchos los interrogantes que suscita el golpe frustrado del 8 de enero en Brasilia. Horrorizados nos preguntamos cómo hemos podido llegar a ese nivel de barbarie, hasta el punto de destruir los símbolos del gobierno de una nación: los tres poderes, el ejecutivo, el legislativo y el judicial. Esto no sucede por casualidad. Es consecuencia de factores histórico-sociales anteriores que se materializaron en la vandalización de los tres palacios.

Filosóficamente podemos decir que la dimensión de demens (demencia, exceso, ausencia de la justa medida) sofocó la otra dimensión de sapiens (de racionalidad, de equilibrio) que siempre la acompaña, pues esta es la condición humana. Ocurre que lo demens prevaleció sobre lo sapiens e inundó la conciencia de numerosos grupos humanos.

Tal hecho muestra el lado perverso de la cordialidad descrita por Sérgio Buarque de Holanda cuando en Raízes do Brasil (1936) habla del brasilero como hombre cordial. La mayoría de los analistas olvida la nota de pie de página que hace el autor al explicar que cordialidad viene de corazón. En este corazón hay bondad, bienquerencia, hospitalidad. Pero también hay odio, maldad y violencia. Ambos tienen su sede en el corazón de los brasileros.

El pueblo brasilero mostró la cordialidad en esas dos dimensiones, la luminosa y la tenebrosa. En Brasilia hizo presencia el espíritu de la demencia pura, sin asomo de racionalidad, destruyendo los órganos que representaban la democracia y la república.

¿Por qué irrumpió la demencia? Ella es fruto de una historia demente que comenzó con el genocidio de los pueblos originarios, se implantó en la colonia, que operaba como una factoría, una empresa para hacer dinero y no para fundar una nación. Se agravó desmedidamente durante los 300 años de esclavismo cuando personas arrancadas de África fueron convertidas aquí en cosas, animales para el trabajo, esclavos sometidos a todo tipo de explotación y violencia, hasta el punto de que la edad media de ellos, según Darcy Ribeiro, no pasaba de 22 años, tal era la brutalidad que sufrían. La abolición los lanzó al dios-dará, a la calle y a la favela sin ninguna compensación. Esa deuda clama al cielo hasta el día de hoy.

Terminada la colonización, el pueblo brasilero, al decir de gran historiador mulato Capistrano de Abreu, fue “capado y recapado, sangrado y resangrado”. Esa lógica no ha sido abolida, pues está presente en los 30 millones de hambrientos, en los 110 millones con insuficiencia alimentaria y en más de la mitad de nuestra población (54% de ascendencia africana) pobre viviendo en las periferias de las ciudades, en las favelas y en condiciones inhumanas.

Los dueños del poder, “la élite del atraso”, como la denomina pertinentemente Jessé Souza, controlaron siempre el poder político lo mismo en las distintas fases de la república que en los pocos períodos de democracia representativa. Las clases adineradas hicieron una política de conciliación entre ellas, jamás de reformas ni de inclusión. Lógicamente se elaboraron varias constituciones, pero ¿alguna vez regularon y limitaron las ganancias de los poderosos?

Nuestro capitalismo es uno de los más salvajes del mundo, hasta el punto de que Chomsky diga: ”Brasil es un tipo de caso especial; raramente vi un país donde elementos de la élite tienen tanto desprecio y odio por los pobres y por el pueblo trabajador”. Nunca se dejó civilizar. Mal pudo haber lucha de clases porque ellos con violencia (secundada por el brazo militar) la aplastaron inmisericordemente.

Tuvimos y tenemos democracia, pero siempre fue frágil y ha sido y es amenazada continuamente, como se vio en los varios golpes, contra Vargas, Jango, Dilma Rousseff y el día 8 de enero de este año. Pero ella siempre resurgió.

Todo esto debe ser tomado en consideración para que tengamos un marco que nos haga entender el golpe demente y frustrado. Vale la observación de Veríssimo en un twitter: el anti-petismo no es de ahora, el anti-pueblo está en el ADN de la clase dominante. Ella nunca permitió que alguien venido del piso de abajo subiese al de arriba, ocupando el centro del poder, como ocurrió con Lula/Dilma y nuevamente con Lula en 2023. Le ha hecho todo tipo de oposición y maniobras golpistas, apoyadas por el brazo ideológico de la gran prensa corporativa.

Hay otro punto a ser considerado: la cultura del capital. Ella ha exacerbado el individualismo, la búsqueda de bienestar individual o corporativo, nunca para todo un pueblo. Tal ethos ha impregnado la sociedad, los procesos de socialización, las escuelas, las mentes y los corazones de las personas menos críticas. Todos, en cierta forma, somos rehenes de la cultura del capital, pues nos obliga a consumir bienes superfluos, se ha implantado en todo el mundo, generando la desgracia planetaria, lanzando a gran parte de la humanidad a la marginación y poniendo en peligro la vida sobre el planeta Tierra. Ella ha creado consumidores y no ciudadanos.

La dictadura de este individualismo llevó a muchos miles de personas a no querer vivir juntos. Prefieren sus Alfa Villes y sus barrios reservados a adinerados y especuladores. Ahora bien, una sociedad no existe ni se sostiene sin un pacto social. Este se expresa por cierto orden social, materializado en una Constitución y en las leyes que todos se comprometen a aceptar. Pero tanto la Constitución como las leyes son violadas continuamente, pues el individualismo ha solapado el sentido del respeto a las leyes, a las personas y al orden establecido.

Los que están detrás de la intentona de Brasilia son ese tipo de personas que se consideran por encima del orden vigente. Hay personas de todas las clases, pero principalmente representantes del gran capital. No olvidemos el último informe de Forbes que daba los datos de los opulentos de Brasil: 315 multibillonarios, gran parte viviendo de sus rentas y no de la producción de bienes de consumo.

El factor principal que creó las condiciones para este golpe frustrado fue la atmósfera generada por Jair Bolsonaro, que suscitó la dimensión demente en millones de ciudadanos, dominados por el odio, la truculencia, la discriminación de todo tipo y el desprecio cobarde de los pobres y marginados. A ellos corresponde la principal responsabilidad del envenenamiento de nuestra sociedad con rasgos de inhumanidad, de regresión a modelos sociales anticuados y no contemporáneos. Ni siquiera la religión ha escapado a esta pestilencia, especialmente en grupos de iglesias neopentecostales y también en grupos de católicos conservadores y reaccionarios.

Gracias a la rápida determinación de los Ministros del STF y del TSE especialmente al ministro Moraes y, en el caso del golpe, a la actuación rápida e inteligente del Ministro de Justicia Flávio Dino que convenció al presidente Lula, ante a gravedad de la situación, de ordenar una intervención federal en términos de seguridad en el Distrito Federal. Así, a última hora, se consiguió abortar el golpe. La estupidez de los invasores de las tres Casas del Gobierno y la destrucción que perpetraron en ellas frenó a la junta militar que, según el plan del golpe revelado, asumiría el poder en forma de una dictadura con la prisión de todos los ministros, clausura del Congreso y actos de represión ya conocidos en nuestra historia.

La democracia puede tener sus defectos y sus límites, pero todavía es la mejor forma que nos permite vivir juntos, como ciudadanos participativos y con garantía de derecho. Sin ella resbalamos fatalmente hacia la barbarie y la deshumanización en las relaciones personales y sociales. Esa democracia tiene que ser construida día a día, ser cotidiana, abierta a enriquecimientos y a transformarse en una verdadera cultura permanente.

*Leonardo Boff ha escrito Brasil:concluir la refundación o prolongar la dependencia, Vozes 2018: Habitar la Tierra: cuál es el camino para la fraternidad universal, Vozes 2022.

Benedicto XVI – Un Papa de la vieja cristiandad –

Por Leonardo Boff

Siempre que muere un Papa toda la comunidad eclesial y mundial se conmueve, pues ve en él el confirmador de la fe cristiana y el principio de unidad entre las varias iglesias locales. Pueden hacerse muchas interpretaciones de la vida y de los actos de un Pontífice. Haré una a partir de Brasil (de América Latina), seguramente parcial e incompleta.

Es importante constatar que en Europa viven solo el 23,18% de los católicos y en América Latina el 62%, el restante en África y Asia. La Iglesia Católica es una Iglesia del Segundo y del Tercer mundo. Probablemente los futuros Papas vendrán de esas Iglesias, llenas de vitalidad y con nuevos estilos de encarnar el mensaje cristiano en las culturas no occidentales.

Con referencia a Benedicto XVI conviene distinguir al teólogo Joseph Ratzinger del Pontífice Benedicto XVI.

El teólogo Joseph Alois Ratzinger fue un típico intelectual y teólogo centroeuropeo, brillante y erudito. No fue un creador, sino un eximio expositor de la teología oficial. Esto aparecía claramente en los varios diálogos públicos que mantuvo con ateos y agnósticos.

No introdujo visiones nuevas, pero dio otro lenguaje a las ya tradicionales, fundadas especialmente en San Agustín y San Buenaventura. Tal vez sea algo nuevo su propuesta de la Iglesia como un pequeño grupo altamente fiel y santo en “representación” de la totalidad. Para él no era importante el número de los fieles. Era suficiente el pequeño grupo altamente espiritual que está en lugar de todos. Sucede que dentro de ese grupo de puros y santos hubo pedófilos y personas envueltas en escándalos financieros, lo que desmoralizó su comprensión de representación.

Benedicto XVI alimentaba el sueño de recristianizar Europa bajo la hegemonía de la Iglesia Católica, un sueño considerado inviable porque la Europa de hoy, con tantas revoluciones que ha hecho y con la introducción de valores democráticos, no es la misma del imaginario de estilo medieval, con su síntesis entre fe y razón. Ese ideal no encontró resonancia por ser extemporáneo y raro.

Otra posición singular, objeto de una polémica interminable conmigo, que obtuvo resonancia en la Iglesia, fue la interpretación de que la “Iglesia Católica es la única Iglesia de Cristo”. Las discusiones conciliares y el espíritu ecuménico cambiaron “es” por “subsiste”. Se abría así un camino para que en otras Iglesias “subsistiese” también la Iglesia de Cristo. Ratzinger siempre afirmó que ese cambio era solo un sinónimo de “es”, lo que la investigación minuciosa de las actas teológicas del Concilio no confirmó. Pero siguió sustentando su tesis. Afirmó además que las otras Iglesias no son iglesias, sino que poseen solamente elementos eclesiales.

Llegó a afirmar, varias veces, que mi posición se había difundido entre los teólogos como algo común, lo que motivó nuevas críticas por parte del Papa. No obstante, se fue quedando aislado, pues había provocado gran decepción en las demás iglesias cristianas, como la luterana, la baptista, la presbiteriana y otras, por cerrar las puertas al diálogo ecuménico.

Entendió la Iglesia como una especie de castillo fortificado contra los errores de la modernidad, colocando la ortodoxia de la fe, ligada siempre a la verdad (su tonus firmus), como referencia principal. No obstante su carácter personal sobrio y cortés, como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe se mostró extremadamente duro e implacable. Cerca de cien teólogas y teólogos, de los más preeminentes, fueron sentenciados o con la pérdida de la cátedra, o con la prohibición de enseñar y escribir teología o, como en mi caso, con “silencio obsequioso”.

Así, nombres notables de Europa como Hans Küng, Edward Schillebeeckx, Jacques Dupuis, B. Häring, J. M. Castillo entre otros. En América Latina, el fundador de la Teología de la Liberación, el peruano Gustavo Gutiérrez, el hispanoamericano Jon Sobrino, la teóloga Ivone Gebara, censurada, así como el autor de estas líneas.

 En Estados Unidos hubo otros, como Charles Curran y R. Haight. Hasta fueron prohibidos los libros de un teólogo indio ya fallecido, el padre Anthony de Mello, así como T. Balasurya de Sri Lanka que fue excomulgado.

Los/las teólogos/as de América Latina, decepcionados, nunca acabamos de comprender por qué prohibió la colección “Teología y Liberación”, de 53 volúmenes, que incluía a decenas de teólogos y teólogas (se publicaron unos 25 tomos), destinada a subsidiar los seminarios, las comunidades eclesiales de base y los grupos cristianos comprometidos con los derechos humanos. Era la primera vez que se producía una obra teológica de envergadura fuera de Europa, con resonancia mundial. Pero fue pronto abortada. El teólogo Joseph Ratzinger no se mostró amigo de los amigos de los pobres. Eso entrará negativamente en la historia de la teología.

Son muchos los teólogos que afirman que estaba obsesionado con relativismo y el marxismo, aunque este hubiese fracasado en la Unión Soviética. Publicó un documento sobre la teología de la Liberación, Libertatis nuntius (1984), lleno de advertencias pero sin una condena explícita. Otro documento posterior, Libertatis conscientia (1986), destaca los elementos positivos pero con demasiadas restricciones. Podemos decir que nunca entendió lo central de esa teología: la “opción por los pobres contra su pobreza y por su liberación”, que hacía de los pobres protagonistas de su liberación y no meros destinatarios de la caridad y del paternalismo. Esa era la visión tradicional y la del Papa Benedicto XVI. Sospechaba que había marxismo dentro de ese protagonismo de la fuerza histórica de los pobres.

Como Pontífice, Benedicto XVI inauguró el “Retorno a la Gran Disciplina”, con clara tendencia restauradora y conservadora, hasta el punto de reintroducir la misa en latín y de espaldas al pueblo. Causó extrañeza general en la propia Iglesia cuando en el año 2000 publicó el documento “Dominus Iesus”. En él reafirma la vieja doctrina medieval superada por el Concilio Vaticano II, según la cual “fuera de la Iglesia Católica no hay salvación”. Los no-cristianos corrían grave peligro. Nuevamente negó el calificativo de “iglesia” a las demás Iglesias, lo que provocó irritación general. Serían solamente comunidades eclesiales. Con toda su sagacidad polemizó con los musulmanes, con los evangélicos, con las mujeres y con el grupo integrista contrario al Vaticano II.

Su forma de conducir la Iglesia no mostraba el carisma, tan fuerte en Juan Pablo II. Se orientaba más por la ortodoxia y por el celo vigilante de las verdades de la fe que por la apertura al mundo y por una relación de ternura con el pueblo cristiano, como aparece fuertemente en el Papa Francisco.

Fue un genuino representante de la vieja cristiandad europea con su pompa y poder político-religioso. Desde la perspectiva de la nueva fase de la planetización, la cultura europea, rica en todos los campos, se ha encerrado en sí misma. Raramente se ha mostrado abierta a otras culturas como las antiguas de América Latina, África y Asia, lo cual se ha mostrado en el proceso de evangelización, que implicaba una occidentalización de la fe. Nunca se liberó de una cierta arrogancia de ser la mejor y en nombre de eso colonizó todo el mundo, tendencia aún no totalmente superada.

No obstante las limitaciones, por sus virtudes personales y por la humildad de haber renunciado al munus papal al haber llegado al límite de sus fuerzas, seguramente se contará entre los bienaventurados.


*Leonardo Boff, teólogo católico brasilero

Entrevista a Leonardo Boff

RATZINGER FUE UN REPRESENTANTE DEL ANTIGUO CRISTIANISMO MEDIEVAL

– Era el 7 de septiembre de 1984 y Leonardo Boff se sentaba como acusado ante el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Joseph Ratzinger, en lo que a todos los efectos parecía un juicio moderno por herejía. Bajo acusación estaba su libro Iglesia: carisma y poder, del que el ex Santo Oficio había destacado aspectos «como para poner en peligro la sana doctrina de la fe».

Pero en la mira del Vaticano no había un solo libro: había más bien esa Teología de la Liberación (TdL), que, nacida de la realidad de los pobres (interpretada con la ayuda de las ciencias sociales y el análisis marxista de la historia) y dirigida a su liberación, había alarmado inmediatamente a los centros más sensibles del poder político y religioso.

Sin resentimiento

Hubiera sido, garantizó Ratzinger, una «conversación entre hermanos» -con los ojos del mundo puestos en Roma no hacía falta evocar imágenes inquisitoriales-, pero el desenlace ya estaba escrito. Al año siguiente, Boff sería castigado con un obsequioso silencio. Y en 1992, ante la amenaza de nuevas medidas disciplinarias, habría abandonado la Orden de los franciscanos y renunciado al sacerdocio, mientras continuaba incansablemente su actividad como teólogo de la liberación. Hoy, ante la muerte de su perseguidor, dice no sentir ningún resentimiento, destacando sólo la necesidad de una «lectura objetiva» del pensamiento y la acción de Ratzinger.

–Grandes palabras de elogio se han dedicado a Benedicto XVI. Usted que, junto con muchos otros, pagó personalmente la persecución del Vaticano, ¿cómo reacciona ante los comentarios realizados en los últimos días?

Es normal hablar bien de los muertos, sobre todo si se trata de un Papa. Sin embargo, la teología, al no poder sustraerse a una lectura objetiva y crítica, debe tener el coraje de mostrar también las sombras de Benedicto XVI. Era un teólogo progresista y respetado cuando enseñaba en Alemania. Pero luego se dejó contaminar por el virus conservador de la milenaria institución eclesiástica, al punto de abrazar, en algunos aspectos, posiciones reaccionarias y fundamentalistas.

Basta pensar en la declaración Dominus Iesus del 2000, en la que relanzaba la vieja tesis medieval, superada por el Concilio Vaticano II, según la cual «fuera de la Iglesia no hay salvación«: Cristo es el único camino de salvación y la Iglesia es la única vía de salvación. Nadie caminará por el camino a menos que primero pague el peaje. En cuanto a las Iglesias no católicas, no serían «Iglesias en sentido propio», sino sólo «comunidades separadas». Una puerta se cerró de golpe en la cara del ecumenismo. Su sueño era el de una reevangelización de Europa bajo la guía de la Iglesia Católica. Un proyecto irrisorio e impracticable, teniendo que arrasar con todas las conquistas de la modernidad. Pero Ratzinger fue un representante del antiguo cristianismo medieval.

Estaba claro que no quería saber de una teología elaborada a partir de las periferias. Para los pobres fue un escándalo, para nosotros los teólogos, apoyados por cientos de obispos, una humillación

Luego estaba la condenación de la Teología de la Liberación…

Para nosotros, teólogos latinoamericanos, fue una gran herida que hubiera prohibido a decenas de teólogos de todo el continente producir una serie de 53 volúmenes, titulada Teología de la Liberación, como ayuda para estudiantes, comunidades de base y operadores de pastoral comprometidos en la perspectiva de los pobres. Estaba claro que no quería saber de una teología elaborada a partir de las periferias. Para los pobres fue un escándalo, para nosotros los teólogos, apoyados por cientos de obispos, una humillación.

-Ratzinger ha publicado dos Instrucciones sobre la Teología de la Liberación. La primera fue muy dura, en 1984. La segunda, dos años después, con tonos más suaves, escrito bajo la presión de los cardenales brasileños Arns y Lorscheider. Y fue precisamente en 1984 cuando usted pasó por el juicio ante la Congregación para la Doctrina de la Fe.

El proceso terminó con la imposición de un «silencio obsequioso», eufemismo de la prohibición de hablar, de enseñar, de realizar cualquier actividad teológica. Pero no siento resentimiento cuando recuerdo aquellos días turbulentos: el hecho de haber asumido la causa de los pobres, los amados del Jesús histórico, me hizo sentir seguro. Además, ese juicio, cubierto por los medios de comunicación de todo el mundo, había ofrecido una enorme oportunidad para dar a conocer la TdL. Todos entendieron que estaba en juego no sólo una teología, sino la posición de la Iglesia frente al drama de los pobres y oprimidos.

Con la censura y persecución de tantos teólogos, desde Gustavo Gutiérrez hasta Jon Sobrino, Ratzinger no ha dado buen ejemplo: no ha escuchado el clamor de los pobres, ha condenado a sus amigos y aliados y ha malinterpretado la Ley. ¡Ay de los que no se pongan del lado de los pobres, porque ellos serán los que nos juzguen!

–¿Qué llevó a este malentendido?

La falta de apoyo de Ratzinger al TdL ha hecho vacilar a muchos cristianos. Tanto más cuanto que a los teólogos de la línea de la liberación se les prohibió ofrecer asesoramiento pastoral a los obispos e incluso acompañar a las comunidades de base. Se les ha negado la alegría del trabajo pastoral y de la enseñanza de la teología. Ratzinger ha sido un factor de división dentro de nuestra Iglesia latinoamericana.

Carente de capacidad de gobernar, ha sembrado en la Iglesia más miedo que alegría, más control que libertad

-¿Cómo evalúa su pontificado?

Benedicto XI dio continuidad al invierno eclesial iniciado por Juan Pablo II con el abandono de las reformas del Concilio. Con el «retorno a la gran disciplina» que promovió, incluso acentuó esta tendencia. Basta pensar en la reintroducción de la misa latina. Concibió a la Iglesia como un castillo fortificado contra los errores de la modernidad, desde el relativismo al marxismo o la pérdida de la memoria de Dios en la sociedad. Colocó la Verdad en el centro, con su defensa de la ortodoxia. Carente de capacidad de gobernar, ha sembrado en la Iglesia más miedo que alegría, más control que libertad. Era una persona afable y delicada, pero sin el carisma de su antecesor. Sin embargo, por sus virtudes personales y por los sufrimientos que padeció, estoy seguro de que será acogido entre los bienaventurados.

¿Cómo interpretó su renuncia?

Se había dado cuenta de los escándalos sexuales y financieros en la Iglesia, pero sintió que le faltaba la fuerza para cambiar la situación. Necesitábamos otro Papa más en el pulso. No se trataba de problemas de salud, sino del hecho de que se sentía psicológica, mental y espiritualmente desamparado.

Claudia Fanti

Un Papa de la vieja cristiandad

Benedicto XVI, un Papa de la vieja cristiandad, con su pompa y su poder político-religioso

Bendicto XVI

«Se pueden hacer muchas interpretaciones de la vida y los actos de un Pontífice. Haré uno de Brasil (de América Latina), ciertamente parcial e incompleto»

«Es importante señalar que sólo el 23,18% de los católicos viven en Europa, el 62% en América Latina y el resto en África y Asia. La Iglesia católica es una Iglesia del Segundo y Tercer Mundo»

«En referencia a Benedicto XVI, hay que distinguir entre el teólogo Joseph Ratzinger y el Pontífice Benedicto XVI. Como teólogo, no es un creador, sino un excelente expositor de la teología oficial. Como Pontífice, Benedicto XVI inauguró la ‘Vuelta a la Gran Disciplina'»

«A pesar de sus limitaciones, pero por sus virtudes personales y por la humildad de haber renunciado, debido a los límites de sus fuerzas, al oficio papal, seguramente será contado entre los bienaventurados»

Por Leonardo Boff

Cada vez que muere un Papa, toda la comunidad eclesial y mundial se conmueve, porque ve en él al confirmador de la fe cristiana y al principio de unidad entre las diversas Iglesias locales. Se pueden hacer muchas interpretaciones de la vida y los actos de un Pontífice. Haré uno de Brasil (de América Latina), ciertamente parcial e incompleto.

Es importante señalar que sólo el 23,18% de los católicos viven en Europa, el 62% en América Latina y el resto en África y Asia. La Iglesia católica es una Iglesia del Segundo y Tercer Mundo. Los futuros Papas procederán probablemente de estas Iglesias, llenas de vitalidad y con nuevos estilos de encarnar el mensaje cristiano en las culturas no occidentales.

«La Iglesia católica es una Iglesia del Segundo y Tercer Mundo. Los futuros Papas procederán probablemente de estas Iglesias, llenas de vitalidad y con nuevos estilos»

En referencia a Benedicto XVI, hay que distinguir entre el teólogo Joseph Ratzinger y el Pontífice Benedicto XVI.

El teólogo Joseph Alois Ratzinger es un típico intelectual y teólogo centroeuropeo, brillante y erudito. No es un creador, sino un excelente expositor de la teología oficial, como quedó claro en sus diversos diálogos públicos con ateos y agnósticos.

«A Ratzinger le bastaba con el pequeño grupo altamente espiritual que ocupa el lugar de todos. Resulta que dentro de este grupo de puros y santos había pedófilos y personas implicadas en escándalos financieros, lo que desmoralizó su concepción de la Representación»

No introdujo nuevos puntos de vista, sino que dio un lenguaje diferente a los ya tradicionales, especialmente los basados en San Agustín y San Buenaventura. Quizá algo nuevo sea su propuesta de la Iglesia como un grupo pequeño, muy fiel y santo, como «representación» de la totalidad. El número de fieles no le importaba; le bastaba con el pequeño grupo altamente espiritual que ocupa el lugar de todos. Resulta que dentro de este grupo de puros y santos había pedófilos y personas implicadas en escándalos financieros, lo que desmoralizó su concepción de la Representación.

Otra postura singular, objeto de interminables controversias conmigo pero que ganó resonancia en la Iglesia, fue la interpretación de que la «Iglesia católica es la única Iglesia de Cristo». Las discusiones conciliares y el espíritu ecuménico cambiaron el «es» por el «subsiste». Así se abrió un camino para que la Iglesia de Cristo también «subsistiera» en otras Iglesias. Ratzinger siempre afirmó que este cambio no era más que otro sinónimo de «es», lo que una cuidadosa investigación de las actas teológicas del Concilio no confirmó. Pero siguió apoyando su tesis. También afirmó que las demás Iglesias no son Iglesias, sino que sólo tienen elementos eclesiales.

Incluso afirmó varias veces que esta postura mía se había hecho común entre los teólogos y que ello provocaba nuevas críticas del Papa. Sin embargo, estaba aislado, porque había causado una gran decepción a las demás iglesias cristianas, como la luterana, la baptista, la presbiteriana y otras, al cerrar las puertas al diálogo ecuménico.

«Como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, se mostró extremadamente duro e implacable. En América Latina se censuró al fundador de la Teología de la Liberación, el peruano Gustavo Gutiérrez, a la teóloga Ivone Gebara y al autor de estas líneas»

Entendía la Iglesia como una especie de castillo fortificado contra los errores de la modernidad, situando la ortodoxia de la fe, siempre ligada a la verdad (su tonus firmus), como referencia principal. A pesar de su carácter personal sobrio y cortés, se mostró como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, extremadamente duro e implacable.

Cerca de un centenar de los teólogos más destacados fueron condenados bien con la pérdida de su cátedra, bien con la prohibición de enseñar y escribir teología o, como en mi caso, con el «silencio obsequioso». En América Latina se censuró al fundador de la Teología de la Liberación, el peruano Gustavo Gutiérrez, a la teóloga Ivone Gebara y al autor de estas líneas. Otros en EE.UU., como Charles Curran y R. Haight, se vieron afectados. Incluso un teólogo indio, el padre Anthony de Mello, ya fallecido, vio prohibidos sus libros, al igual que otro indio, Belasurya.

«Cerca de un centenar de los teólogos más destacados fueron condenados bien con la pérdida de su cátedra, bien con la prohibición de enseñar y escribir teología o, como en mi caso, con el ‘silencio obsequioso'»

Los teólogos latinoamericanos, decepcionados, nunca han entendido por qué se prohibió la colección de 53 volúmenes «Teología y Liberación», en la que participaban decenas de teólogos (se publicaron unos 25 volúmenes). Era la primera vez que se producía, fuera de Europa, una obra teológica de envergadura con resonancia mundial. Pero pronto se abortó. El teólogo Joseph Ratzinger se mostró enemigo de los amigos de los pobres. Esto pasará a la historia de la teología.

Muchos teólogos afirman que estaba obsesionado con el marxismo, a pesar de que hacía ruido en la Unión Soviética. Publicó un documento sobre la teología de la liberación, Libertatis nuntius (1984), lleno de advertencias pero sin condenas explícitas. Otro documento posterior, Libertatis conscientia (1986) hace hincapié en sus elementos positivos, pero con demasiadas restricciones.

Podemos decir que nunca comprendió la centralidad de esta teología: la «opción de los pobres contra la pobreza y por la liberación». Convirtió a los pobres en protagonistas de su liberación y no en meros receptores de la caridad y el paternalismo. Esta era la visión tradicional y la del Papa Benedicto XVI. Sospechaba que había marxismo en este protagonismo del poder histórico de los pobres.

Como Pontífice, Benedicto XVI inauguró la «Vuelta a la Gran Disciplina», con una clara tendencia restauradora y conservadora, hasta el punto de reintroducir la Misa en latín y de espaldas al pueblo. Causó estupor general en la propia Iglesia cuando en el año 2000 publicó el documento «Dominus Jesus», en el que reafirmaba la vieja doctrina medieval, superada por el Concilio Vaticano II, según la cual «fuera de la Iglesia católica no hay salvación». Los no cristianos corrían grave peligro. Una vez más negó el calificativo de «Iglesia» a las demás Iglesias, lo que provocó la irritación general, que sólo eran comunidades eclesiales, y con todo su ingenio se peleó con los musulmanes, los evangélicos, las mujeres y el grupo fundamentalista contra el Vaticano II.

«Causó estupor general en la propia Iglesia cuando en el año 2000 publicó el documento «Dominus Jesus», en el que reafirmaba la vieja doctrina medieval, superada por el Concilio Vaticano II…

A pesar de sus limitaciones, pero por sus virtudes personales y por la humildad de haber renunciado, debido a los límites de sus fuerzas, al oficio papal, seguramente será contado entre los bienaventurados»

Su forma de dirigir la Iglesia no era carismática como la de Juan Pablo II. Se guiaba más por la ortodoxia y el celo vigilante por las verdades de fe que por la apertura al mundo y la ternura hacia el pueblo cristiano como el Papa Francisco.

Era un representante legítimo de la vieja cristiandad europea, con su pompa y su poder político-religioso. Rara vez se mostró abierta a otras culturas como las antiguas de América Latina, África y Asia. Nunca se deshizo de cierta arrogancia de ser el mejor y en nombre de ella colonizó el mundo entero, tendencia que aún no ha superado del todo.

A pesar de sus limitaciones, pero por sus virtudes personales y por la humildad de haber renunciado, debido a los límites de sus fuerzas, al oficio papal, seguramente será contado entre los bienaventurados.

Leonardo Boff: la fuerza de los pequeños

La elección de Lula: lo improbable sucedió

«Nuestro país ha vivido durante todo un gobierno bajo el espíritu del “anti-cristo”. Nunca en nuestra historia se vio tanta maldad, tanta mentira establecida como método de gobierno, tanta insensibilidad exaltada como virtud, tanta proclamación de la maledicencia como forma de comunicación oficial»

«El “mito” se deshizo con la rapidez de un cubito de hielo, simplemente se sintió un muerto- vivo, como escondido en su propia sepultura. Las palabras murieron en su garganta. Las lágrimas nunca antes lloradas, cuando era digno llorarlas, no paraban de correr por el rostro entumecido»

Por Leonardo Boff

Los hechos son siempre hechos. Se producen a partir de virtualidades presentes en la realidad, que sorprendentemente o por causas previsibles acaban viniendo a la existencia.

En las elecciones presidenciales de este año lo improbable sucedió. Alguien al que las Escrituras llaman el “inimicus homo”, el hombre del mal, en su afán de perpetuarse en el poder usó todos los medios legítimos y principalmente los ilegítimos para conseguir su objetivo. Él posee las características del “anti-cristo”, que para el Nuevo Testamento es más un espíritu que una persona concreta. Puede ganar cuerpo en un movimiento y en su líder, pero es fundamentalmente una realidad enemiga de todo lo que es vida y de todo lo que es sagrado.

La característica del “anti-cristo” es arrogarse el lugar de Dios. Y sentirse más allá del bien y del mal. Y entonces usa ambos, pero principalmente el mal: promueve la mentira, difunde fake news, estimula la calumnia, incentiva la violencia real, asesinando, o simbólica, propagando difamaciones; todo lo que proviene del trasfondo más ancestral de nuestras sombras irrumpe con toda desfachatez.

Nuestro país ha vivido durante todo un gobierno bajo el espíritu del “anti-cristo”. Nunca en nuestra historia se vio tanta maldad, tanta mentira establecida como método de gobierno, tanta insensibilidad exaltada como virtud, tanta proclamación de la maledicencia como forma de comunicación oficial. Como dice san Pablo en su Epístola a los Romanos, “aprisionaron la verdad bajo la injusticia” (1,18).

Es propio del espíritu del “anti-cristo” ocultarse en el mundo de lo oscuro, de las zonas enemigas de la luz y destrozar todos los rasgos de transparencia. Es propio también de este tipo de espíritu subyugar a personas que se dejan fascinar por la brutalidad de los comportamientos, por la insensatez de las decisiones y por la violencia infligida a los más débiles, a los más cobardemente marginados, como los pobres, las mujeres, los negros, los indígenas y aquellos que por sí solos no consiguen defenderse. Dicen exultantes: “tiene que ser así, hay que usar la violencia, es bueno ser borde y grotesco”; “así es como hay que ser”.  Y proclamaban “mito” o “nuestro héroe” a aquel por el que se sienten representados.

Pero la experiencia secular humana ha mostrado que la noche nunca perdura todo el tiempo, que no hay tempestad que no cese en un momento dado y de lugar a la alegría del brillo del sol. Y así ha ocurrido en nuestro país. Quien tenía la absoluta certeza de triunfar, hasta por pretendida promesa divina, se vio en el último momento, derrotado. El “mito” se deshizo con la rapidez de un cubito de hielo, simplemente se sintió un muerto- vivo, como escondido en su propia sepultura. Las palabras murieron en su garganta. Las lágrimas nunca antes lloradas, cuando era digno llorarlas, no paraban de correr por el rostro entumecido.

Se comprueba lo que la historia irreversiblemente ha revelado: lo improbable sucede. Por eso tenemos que contar siempre con lo improbable y lo inconcebible, pues ambos forman parte de la historia. Quien usó de todo, pero de todo, hasta de lo más sagrado que es el espacio de lo Religioso, no pudo impedir que irrumpiese lo improbable y sorprendentemente lo derrotase.

Vemos unos ejemplos. Lo más improbable en Estados Unidos era que un negro llegase un día a la presidencia. Y llegó Obama. Que un prisionero político, también negro, con años de prisión a trabajos forzados, llegase a ser presidente de Sudáfrica, Mandela. Era totalmente improbable que alguien venido “del fin del mundo”, prácticamente desconocido, fuese elegido para el supremo pontificado, como el papa Francisco. Era absolutamente improbable que una joven campesina  de 17 años, como Juana de Arco, dirigiese un ejército y venciese a una parte del ejército inglés en la guerra de los cien años.

Por lo tanto, lo improbable existe y puede suceder. Ningún hecho realiza todas las posibilidades escondidas dentro de él. Innumerable virtualidades están ahí dentro y cuando la historia madura o el mal llega a su paroxismo y tiene que ser vencido, entonces lo improbable irrumpe victorioso. Contra todas las expectativas el “inimicus homo” perdió. Lo improbable lo derrotó.

Brasil ha vuelto a respirar un aire menos contaminado por el veneno de la injusticia, de la cobardía y de la mentira.

Lo improbable realizado nos lleva a soñar con los ojos despiertos. Quien tiene hambre puede tener la seguridad de que va a comer, quien está desempleado de que va a poder trabajar. Quien soportó todo tipo de injuria y de humillación se siente protegido por la ley que va a valer para todos. Y la esperanza esperante volvió finalmente para posibilitarnos un destino más halagüeño que nos permita  vivir con la paz posible concedida a los hijos e hijas de los bíblicos Adán y Eva.

Vuelve Lula, vuelve la esperanza

De la calamidad de las calamidades de Bolsonaro a la esperanza esperante de Lula

 Por Leonardo Boff

Durante los cuatro años de la administración del presidente Bolsonaro, el país ha vivido afectado por todas las plagas de Egipto. De las muchas opciones posibles para un problema, el presidente generalmente elegía la peor. Psicótico, se mostraba apático ante las desgracias infligidas al pueblo, en particular a los más vulnerables.

El punto álgido de su orgasmo psicótico lo alcanzó cuando prohibió agua, vacunas y medicinas a los indígenas, a los que consideraba infrahumanos. Por ello probablemente se enfrentará a un juicio por genocidio, interpuesto ya por los propios indígenas ante el Tribunal Penal para Crímenes contra la Humanidad de La Haya.

De todos es conocida la lista de omisiones, de delitos comunes y contra la humanidad, de violaciones de las leyes y de la Constitución perpetradas por esta figura dia-bólica (que separa, al contrario de la sim-bólica, que une) de forma continuada y sin escrúpulos.

Al mismo tiempo, debemos reconocer que nuestra democracia, al ser de baja intensidad, junto con la mayoría de sus instituciones, no ha demostrado estar a la altura del desafío antidemocrático y antinacional para enfrentarse a tales desvaríos. Dejemos a un lado las atrocidades cometidas por este presidente, cuyo nombre debe constar en el libro de los crímenes cometidos contra su propio pueblo.

La gravedad del desastre producido en todos los campos es de tal magnitud que sólo una reflexión histórica y sociológica quizá no sea suficiente para descifrarlo. Requiere una indagación filosófica, que he intentado hacer en algunos artículos anteriores.

Me serví de dos categorías, una occidental, la de la sombra, y otra oriental, la del karma, dialogando entre sí

Tal vez sea necesaria una pequeña referencia a los presupuestos teóricos de esta lectura: a la física cuántica y al pensamiento ecológico moderno, que nos ayuden a entender a este siniestro personaje.

Hoy sabemos que todos los seres están inter-retro-conectados, todos están envueltos en redes de relaciones. Cada relación deja una marca en los seres relacionados y así surge una historia, la cosmogénesis. Las experiencias dramáticas dejan huellas que a menudo intentamos reprimir, pero que permanecen en el inconsciente colectivo. Jung llama a esto sombra. Algo similar ocurre con el karma.

Cada acción deja una marca que provoca una reacción correspondiente. Tanto Jung como el filósofo japonés Daisaku Ikeda convergen en este sentido. En otras palabras, no sólo existe la sombra individual y el karma, sino también el carácter colectivo presente en el sustrato y en el inconsciente de cada pueblo.

Volviendo a nuestro tema: somos herederos de una tormentosa historia de sombras: el genocidio indígena, la colonización que nos impidió tener un proyecto propio, la esclavitud, la más grave, que redujo a los seres humanos a esclavos y a ser utilizados como animales en la producción, sombras de nuestra frágil república y democracia que nunca fueron inclusivas, porque la conciliación de las clases pudientes nunca quiso un proyecto nacional para todos, sino sólo entre ellas con la exclusión de las grandes mayorías de negros, pobres, indígenas y otros.

Esas sombras inhumanas actuaban en el inconsciente colectivo, provocando quilombos y revueltas, todas ellas sofocadas a sangre y fuego para mantener las ventajas de la élite del atraso (Jessé Souza). También actuaban en el inconsciente de las minorías pudientes, normalmente en forma de miedo e inseguridad.

Cuando se dieron cuenta de que las sombras de las clases humilladas empezaban a ganar fuerza histórica hasta el punto de haber elegido a uno de sus representantes a la presidencia, Lula, pronto fueron por todos los medios debilitadas, reprimidas, combatidas hasta cortarles el camino por medio de un golpe cívico-militar en 1964, repetido de otra forma en 2016 con el impeachment a Dilma Rousseff. Las motivaciones eran las mismas: garantizar su poder y fortunas.

En una persona mediocre, sin proyecto personal y manipulable, estas clases encontraron el representante ideal que buscaban. Eligieron al actual presidente, siempre apoyado por ellas, porque, con su economía ultraneoliberal, unida a una política de extrema derecha, acumularon riqueza, a pesar de la pandemia del Covid-19, como nunca antes en la historia. Hicieron todo lo posible para asegurar su reelección (en sentido figurado, le hicieron comprar el campo de fútbol, comprar el equipo, comprar a los recogepelotas, comprar al árbitro, y aun así perdieron). Hay una fuerza mayor que la maldad organizada.

La fuerza kármica (haciendo abstracción de las múltiples reencarnaciones) según Ikeda impregna con su sombra la historia y las instituciones, positiva o negativamente. Arnold Toynbee que mantuvo un largo diálogo con Ikeda, prefiere otra categoría y no la kármica, al decir que la historia carga con un peso propio que son los fracasos y los éxitos de un pueblo También genera una sombra en el inconsciente colectivo que se proyecta en las redes sociales y conforma el destino de un pueblo.

Volviendo de nuevo a nuestro tema: con el gobierno actual hemos tenido que vivir bajo el peso de muchas sombras sombrías que se expresaban por el odio, por la mentira, por las fake news, por la deformación de la realidad. Tomó forma en la siniestra figura del presidente, cuya megasombra tenía el poder de despertar y animar la sombra colectiva de un pueblo ya debilitado. Creó un campo kármico o forjó el gabinete del odio y todas las formas de obscenidades políticas y éticas.

El destino quiso esta insensatez, cuyo proyecto era llevarnos al mundo de la pre-Ilustración, ya que ésta promovía la escuela para todos, los derechos humanos y las libertades modernas, avances civilizatorios negados sistemáticamente por el bolsonarismo.

Brasil fue sometido al mayor desafío de nuestra historia. Fue humillado internamente y avergonzado exteriormente.

Pero nunca se apagó la esperanza, ese motor interior más grande que la virtud que hace que nunca nos rindamos, que nos sostiene en los enfrentamientos y nos hace levantarnos cuando caemos.

Este principio-esperanza nunca muere, porque es la fuerza secreta de toda vida que se niega a morir y reafirma siempre la fuerza intrínseca de la vida, obligándonos a abrir nuevos caminos y mundos aún no probados (F. Pessoa). El esperanzar de Paulo Freire y la esperanza esperante, que nunca se rinden, siempre insisten y crean las condiciones históricas para que la utopía viable se haga realidad. Hemos pasado la prueba. La gran calamidad de Bolsonaro ha sido superada por la esperanza esperante de Lula.

Tenemos la esperanza de que el nuevo presidente, con el equipo de excelencia que ha articulado, pueda rehacer lo que fue destruido y, mucho más, abrir nuevos caminos, buenos para nosotros y para el mundo, porque por Brasil pasará, seguramente, el futuro ecológico de la vida y de la humanidad.

*Leonardo Boff ha escrito Brasil: concluir la refundación o prolongar la dependencia , Vozes 2018.

Estamos en el mismo barco

¿Vamos al encuentro de nuestra propia destrucción? — Leonardo Boff

La historia del ser humano en la Tierra se resume en gran parte en un permanente conflicto contra el ambiente. Este proceso ha ido tan lejos que el ser humano ha llevado adelante una verdadera guerra contra la Tierra en todos sus frentes: en el suelo, en el subsuelo, en el aire y en el mar, siempre con la perspectiva de saquear y extraer más y más beneficios.

En círculos científicos se dice que la acción humana sobre la tierra como un todo ha fundado una nueva era geológica: el antropoceno, que significa que los daños a la naturaleza no vienen de afuera, sino de la propia acción del ser humano, pensada y orquestada en su afán de extraer más y más beneficios para su vida. Tal hecho ha tenido como consecuencia el desequilibrio del planeta, que ha reaccionado enviándonos más calor, eventos extremos como inundaciones, huracanes y sequías, además de una gama creciente de virus, muchos de ellos letales, como el coronavirus.

El hecho es que hemos perdido la perspectiva del Todo. Nos hemos quedado únicamente con la parte. Ha ocurrido una verdadera fragmentación y atomización de la realidad y de los respectivos saberes. Se sabe cada vez más sobre cada vez menos. Tal hecho tienen sus ventajas pero también sus límites. Las ventajas, especialmente en la medicina que ha conseguido identificar los diferentes tipos de enfermedades y cómo tratarlas. Pero hay que recordar que la realidad no está fragmentada. Por eso los saberes sobre ella tampoco pueden estar fragmentados.

Dicho figurativamente: la atención se ha concentrado en los árboles, considerados en sí mismos, perdiendo la visión global del bosque. Peor aún, se ha dejado de considerar las relaciones de interdependencia que todas las cosas guardan entre sí. Ellas no están lanzadas ahí al azar, una al lado de la otra, sin las necesarias conexiones entre ellas que les permiten solidariamente vivir, autoayudarse y juntas coevolucionar,

Veamos los árboles: ellos tienen un lenguaje propio, distinto del nuestro, fundado en la emisión de sonidos. Los árboles hablan mediante olores que emiten y produciendo toxinas que envían a los otros árboles. Entre los iguales se establecen una relación de reciprocidad y colaboración. Con árboles distintos se entablan verdaderas batallas químicas en el afán de cada uno tener más acceso a la luz del sol o a nutrientes del suelo. Pero se hace siempre sin exceso, en una medida justa, de tal forma que el conjunto de árboles forman un rico y diverso bosque o selva.

En el caso humano, hemos perdido este equilibrio y la justa medida: se ha erosionado aquella corriente que relaciona a todos con todos, llamada Matriz Relacional. No hemos tenido en cuenta la amplia red de relaciones e interconexiones que envuelven al propio universo y a todos los seres existentes. No existe nada fuera de la relación. Todo está relacionado con todo en todas las circunstancias. Esa es la realidad de todas las cosas existentes en el universo y en la Tierra, desde las galaxias más distantes a nuestra Luna, y hasta las hierbas silvestres. Ellas tienen su lugar y su función en el Todo. En una elegante formulación del Papa Francisco en su encíclica Laudato si: sobre el cuidado de la Casa Común (2015) se afirma: «Todo está relacionado y todos nosotros, los seres humanos caminamos juntos como hermanos y hermanas, en una maravillosa peregrinación que nos une con tierno cariño al hermano Sol, a la hermana Luna, al hermano río y a la hermana y Madre Tierra… el sol y la luna, el cedro y la florecilla, el águila y el gorrión no existen sino en dependencia unos de otros, para complementarse y servirse mutuamente» (n.92; 86).

Si realmente todos estamos entrelazados, entonces debemos concluir que el modo de producción capitalista, individualista, que busca el mayor lucro posible a costa de la explotación de la fuerza de trabajo y de la inteligencia humana y especialmente de las riquezas naturales, sin darse cuenta de las relaciones existentes entre todas las realidades, contaminando el aire y envenenando los suelos con pesticidas, va a contracorriente de la lógica de la naturaleza y del propio universo que ligan y religan todo con todo, constituyendo el esplendoroso gran Todo.

La Tierra nos creó un lugar amigable para vivir pero nosotros no nos estamos mostrando amigables con ella. Por el contrario, la agredimos sin parar hasta el punto de que ella no aguanta más y comienza a reaccionar como si fuera un contraataque. Este es el significado mayor de la irrupción de toda una gama de virus, especialmente del Covid-19. De cuidadores de la naturaleza (Génesis 2,15) nos hemos vuelto su Satán amenazador.

Hasta la llegada de la modernidad entre los siglos XVII-XVIII, la humanidad se entendía normalmente como parte de la Madre Tierra y de un cosmos viviente y lleno de propósito. Se percibía ligada al Todo. Ahora la Madre Tierra ha sido transformada en un almacén de recursos y en un baúl lleno de bienes naturales a ser explotados.

En esta comprensión que ha acabado por imponerse, las cosas y los seres humanos están desconectados entre sí, siguiendo cada cual un curso individual. La ausencia del sentimiento de pertenencia a un Todo mayor, el no hacer caso al tejido de relaciones que liga a todos los seres nos ha vuelto desenraizados y sumergidos en una profunda soledad. Estamos poseídos por el sentimiento de que estamos solos en el universo y perdidos, cosa que la visión integradora del mundo, que existía anteriormente, lo impedía. Hoy nos damos cuenta de que debemos establecer un lazo de afectividad con la naturaleza y con sus diversos seres vivos e inertes, pues tenemos el mismo código genético de base, por lo tanto somos hermanos y hermanas (árboles, animales, pero también las montañas, lagos y ríos). Si no ponemos corazón en nuestra relación –de ahí la razón cordial– difícilmente salvaremos la diversidad de la vida y la propia vitalidad de la Madre Tierra.

¿Por qué hemos hecho esta inversión de rumbo? No hay una única causa, sino un conjunto de ellas. Pero la más importante y perjudicial ha sido haber abandonado la llamada Matriz Relacional, es decir, la percepción del tejido de relaciones que entrelazan a todos los seres. Ella nos daba la sensación de ser parte de un Todo mayor, de que estábamos incluidos en la naturaleza como parte de ella y no simplemente como sus usuarios y con intereses meramente utilitaristas. Perdimos la capacidad de encantamiento por la grandeza de la creación, de reverencia ante el cielo estrellado y de respeto por todo tipo de vida.

Si no cambiamos, podrá realizarse lo que el Papa Francisco advirtió en la encíclica Fratelli tutti: «estamos en el mismo barco: o nos salvamos todos o nadie se salva» (n.32). No estamos llamados a ser los agentes de nuestra propia destrucción sino a ser la mejor floración del proceso cosmogénico.


*Leonardo Boff ha escrito con el cosmólogo Mark Hathaway, El Tao de la liberación: explorando la ecología de transformación, Vozes 2010/ Orbis Books, Nueva York 2010, prefacio de F. Capra.

Tarjeta de Navidad del Niño Jesús 

Por LEONARDO BOFF

Queridos  hermanitos y hermanitas:

Si al mirar el pesebre veis en él al Niño Jesús y os llenáis de fe en que Dios se hizo niño, un niño como cualquiera de nosotros, y que Él es el Dios que está siempre con nosotros, especialmente con los niños que tienen hambre y están en medio de guerras,

Si conseguís ver en los otros niños y niñas la presencia secreta del Niño Jesús, de modo especial en los que andan por las calles, sucios y pidiendo comida,

Si podéis hacer que renazca el niño escondido en vuestros padres, en las personas adultas y en todos los invitados para que en ellas surja el amor, la ternura, el cariño, el cuidado y la amistad con todo el mundo, de modo particular en ese tiempo en el cual ha reinado el odio, mentiras, calumnias y hubo hasta muertes por tener opiniones diferentes,

Si al mirar el pesebre descubrís a Jesús pobremente vestido, casi desnudo, como miles de niños en estos tiempos sombríos de pandemia, y os acordáis de tantos niños igualmente pobres y mal vestidos y sufrís desde el fondo del corazón por esta situación inhumana; si ahora  deseáis compartir un poco de lo que tenéis y cuando seáis mayores cambiar este estado de cosas,

Y si llenos de fe os dais cuenta  de que ese niño que lloriquea y busca el pecho de su madre  María, es el Divino que no vino a juzgarnos sino a jugar y alegrarse con vosotros,

Si al ver en el pesebre el buey y la mula, las ovejas, las cabritas, los perros, los camellos y el elefante pensáis que todo el universo está también iluminado por el Niño Jesús y que todos, estrellas, piedras, árboles, animales y humanos somos hermanos y hermanas y formamos la gran Casa de Dios,

Si miráis hacia lo alto y veis el cielo adornado de estrellas,  grandes y pequeñas, y recordáis que hay siempre una estrella semejante a la de Belén sobre vosotros que os acompaña, os ilumina y os muestra los mejores caminos, 

Entonces sabed que yo estoy llegando de nuevo y renovando la Navidad. Estaré siempre cerca de vosotros, caminando a  vuestro lado, llorando y jugando con vosotros hasta aquel día, que solo el Padre sabe, en que llegaremos todos, humanidad y universo, a la Casa del Padre y Madre de bondad para ser juntos eternamente felices. Entonces  será una fiesta como la de Navidad, sin fin, por toda la eternidad.

El sueño de un Brasil diferente

Pasada la sombría noche, surge el sueño de un Brasil diferente –

Por Leonardo Boff

Hemos vivido los últimos casi 4 años bajo un gobierno que no amaba al pueblo y que consideraba el país como una especie de capitanía hereditaria familiar. Pero ahora, según un famoso cántico de Camões en Os Lusíadas, el nuevo tiempo “trae serena claridad, esperanza de puerto y salvamento”. Por eso cabe esperar y soñar. He aquí algunos puntos de nuestra positividad.

1. El pueblo brasilero se habituó a “enfrentar a vida” y a conseguir todo “en la lucha y en la amarra”, es decir, superando dificultades y con mucho trabajo. ¿Por qué no iba a “enfrentar” también el último desafío de hacer los cambios necesarios para crear relaciones más igualitarias y acabar con la exclusión y la corrupción, refundando la nación?

2. El pueblo brasilero aún no ha acabado de nacer. Lo que heredamos fue la Empresa Brasil, con una élite esclavista y una masa de destituidos. Pero del seno de esta masa nacieron líderes y movimientos sociales con conciencia y organización. ¿Su sueño?

Reinventar Brasil. El proceso comenzó desde abajo y no hay modo de detenerlo, ni por los sucesivos golpes sufridos, como el golpe civil-militar de 1964 y el de 2013 parlamentario-jurídico-mediático, ni por todo el descalabro de la fase bolsonarista.

3. A pesar de la pobreza, de la marginación y de la perversa desigualdad social, los pobres inventaron sabiamente caminos de supervivencia. Para superar esta anti-realidad, el Estado y los políticos necesitan escuchar y valorar lo que el pueblo ya sabe y ha inventado. Sólo entonces habremos superado la división élites-pueblo y seremos una nación no dividida sino cohesionada.

4. El brasilero tiene un compromiso con la esperanza.

Es la última que muere. Por eso, está seguro de que Dios escribe derecho con renglones torcidos. La esperanza es el secreto de su optimismo, que le permite relativizar los dramas, bailar su carnaval, apoyar a su equipo de fútbol y mantener encendida la utopía de que la vida es bella y que mañana puede ser mejor. La esperanza nos remite al principio-esperanza de Ernst Bloch que es más que una virtud; es una pulsión vital que siempre nos hace suscitar nuevos sueños, utopías y el proyecto de un mundo mejor.

5. El miedo es inherente a la vida porque “vivir es peligroso” (Guimarães Rosa) y comporta riesgos. Estos nos obligan a cambiar y refuerzan la esperanza. Lo que el pueblo, no las élites, más quiere es cambiar para que la felicidad y el amor no sean tan difíciles. Para eso necesita articular constantemente la indignación ante las cosas malas y el valor para cambiarlas. Si es verdad que somos lo que amamos, entonces construiremos una “patria amada e idolatrada” que aprenderemos a amar.

6. Lo opuesto al miedo no es el valor. Es la fe en que las cosas pueden ser distintas y que, organizados, podemos avanzar. Brasil ha mostrado que no solo es bueno en carnaval y en fútbol. También puede ser bueno en la resistencia indígena, negra, en la agricultura, en la arquitectura, en la música y en su inagotable alegría de vivir.

7. El pueblo brasilero es religioso y místico. Más que pensar en Dios, siente a Dios en su cotidianidad, que se revela en las expresiones: “gracias a Dios”, “Dios le pague”, “queda con Dios”. Dios para él no es un problema, sino la solución de sus problemas. Se siente amparado por santos y santas y por espíritus buenos como los orixás que anclan su vida en medio del sufrimiento.

8. Una de las características de la cultura brasilera es la jovialidad

y el sentido del humor, que ayudan a aliviar las contradicciones sociales. Esa alegría jovial nace de la convicción de que la vida vale más que cualquier otra cosa. Por eso debe ser celebrada con fiesta y ante el fracaso mantener el humor que lo relativiza y lo vuelve soportable. El efecto es la levedad y el entusiasmo que tanta gente admira en nosotros.

9. Hay un casamiento, que todavía no se ha hecho en Brasil, entre el saber académico y el saber popular. El saber popular es “un saber hecho de experiencias”, que nace del sufrimiento y de las mil maneras de sobrevivir con pocos recursos. El saber académico nace del estudio, bebiendo de muchas fuentes. Cuando esos dos saberes se unan, habremos inventado otro Brasil. Y seremos todos más aptos para enfrentar los nuevos desafíos.

10. El cuidado pertenece a la esencia de lo humano y de toda la vida. Sin el cuidado enfermamos y morimos. Con cuidado, todo se protege y dura mucho más. El desafío hoy es entender la política como cuidado de Brasil, de su gente, especialmente de los más pobres y discriminados, de la naturaleza, de la Amazonia, de la educación, de la salud, de la justicia. Ese cuidado es la prueba de que amamos nuestro país.

11. Una de las marcas del pueblo brasilero es su capacidad de relacionarse con todo el mundo, de sumar, juntar, sincretizar y sintetizar. Por eso, en general, no es intolerante ni dogmático. Le gusta convivir con lo diferente. Estos valores son fundamentales para una planetización de rostro humano. Estamos mostrando que ella es posible y la estamos construyendo.

Lamentablemente, en los últimos años, especialmente en las elecciones presidenciales de 2022, surgió, contra nuestra tradición, una ola de fake news, de odio, discriminación, fanatismo, homofobia y desprecio por los pobres (aporofobia, el lado sombrío de la cordialidad, según Buarque de Holanda) que nos muestran que somos, como todos los humanos, sapiens y demens, y ahora más demens. Pero se trata siempre de una enfermedad y no de la sanidad de las religiones, iglesias y movimientos. Pero eso seguramente pasará y predominará la convivencia más tolerante y apreciadora de las diferencias.

12. Brasil es la mayor nación neolatina del mundo.

Tenemos todo para ser también la mayor civilización de los trópicos, no imperial, sino solidaria con todas las naciones, porque incorporó en sí representantes de 60 pueblos diferentes que vinieron aquí. Nuestro reto es mostrar que Brasil puede ser, de hecho, una pequeña anticipación simbólica de un paraíso no totalmente perdido y siempre recuperable: la humanidad unida, una y diversa, sentados a la mesa en comensalidad fraterna, disfrutando de los buenos frutos de nuestra bonísima, grande y generosa Madre Tierra.

*Leonardo Boff ha escrito Brasil: ¿concluir la refundación o prolongar la dependencia? Vozes 2018.