Democracia en peligro: Argentina y Chile

El presidente chileno Gabriel Boric vota durante el referendum constitucional. A la derecha, la vicepresidenta de argentina Cristina Fernández de Kirchner.-

BOAVENTURA DE SOUSA SANTOS

 Cada vez que la democracia entra en el imaginario popular como instrumento para luchar contra la injusticia social, se convierte en blanco de fuerzas antidemocráticas, una amplia gama de fuerzas nacionales e internacionales con diferentes matices políticos que van desde los nuevos movimientos fascistas y neonazis hasta los sectores capitalistas y las élites más retrógradas de los países. Esta es la conclusión que se puede extraer (una vez más) de los acontecimientos más recientes en América Latina. El 1 de septiembre, la vicepresidenta de Argentina y la posible precandidata a un nuevo mandato presidencial, Cristina Fernández de Kirchner, fue víctima de un intento de asesinato por parte de un individuo neonazi. El día 4, el borrador de la nueva constitución de Chile fue rechazado por el 61,86% de los votos contra el 38,14% después de un campo dominado por la política del odio, las noticias falsas y una burda manipulación mediática por parte de las fuerzas que se oponían al nuevo texto constitucional.

Estos dos acontecimientos ilustran dos de los cuatro instrumentos principales que las fuerzas antidemocráticas utilizarán en un futuro próximo para neutralizar el movimiento democrático que surge de las clases populares contra la injusticia y la discriminación social tanto en América Latina como en el resto del mundo. Los otros dos instrumentos son, por un lado, la neutralización político-judicial de los líderes políticos o de las medidas políticas a través de lo que se llama convencionalmente lawfare, guerra legal, y, por otro lado, el fraude electoral. Estos cuatro instrumentos merecen una atención detallada. Hay que entender que no son instrumentos separados por algún desacuerdo ideológico entre las fuerzas antidemocráticas. Cualquiera de estos instrumentos puede ser utilizado por las mismas fuerzas y la decisión de utilizarlos depende únicamente del cálculo de su eficacia. Por ejemplo, cuando la aspiración democrática de las clases populares se condensa en una figura política que por su trayectoria política o su fuerza carismática da a las fuerzas que le siguen una ventaja que no puede ser neutralizada por la manipulación de la opinión pública o por la persecución político-judicial, la liquidación física se convierte en el instrumento privilegiado, especialmente si el fraude electoral es difícil de realizar. Cuando, por el contrario, no se trata de personalidades políticas concretas, sino de medidas o políticas que, mediante legislación o referéndum, pueden poner en peligro los intereses o privilegios de clases o grupos poderosos, tanto a nivel nacional como internacional, los instrumentos preferidos son la neutralización político-judicial, la manipulación de la opinión pública o el fraude electoral.  Por ello, las fuerzas democráticas deben estar preparadas para estos cuatro tipos de ataque. Para ello es bueno que conozcan un poco más en detalle su funcionamiento. En este texto me centraré en los dos instrumentos de mayor actualidad política en Estados Unidos: el asesinato de líderes y activistas políticos y la manipulación de la opinión pública.

El asesinato de líderes políticos y activistas.  Este instrumento es el más antiguo e incluso se puede decir que siempre existió. Su uso depende de muchos factores y parece oscilar según una lógica de olas. Además, cuando se instala una atmosfera de elevada polarización política y sobre todo de violencia política es posible que el asesinato sea utilizado tanto en contra políticos de izquierda como políticos de derecha. La verdad es que en tiempos recientes los políticos de izquierda han sido de lejos los blancos de la violencia política.

Todo nos lleva a creer que estamos entrando en una nueva ola. Durante el siglo pasado, el asesinato se ha producido ya sea para impedir la profundización democrática (medidas que mejoran las condiciones de vida de las poblaciones más vulnerables o ponen en riesgo los intereses de las élites nacionales o de potencias extranjeras) o, más radicalmente, para allanar el camino a la dictadura. La mayoría de los asesinatos e intentos de asesinato nunca se ha aclarado completamente ni sobre quién mató ni, mucho menos, sobre quién mandó a matar. Durante las décadas de 1960 y 1970, varios políticos y sindicalistas africanos fueron asesinados o murieron en circunstancias misteriosas (accidentes, por ejemplo) que nunca se aclararon. En el momento de los hechos se consideraron actos aislados y sólo mucho más tarde se supo de la participación de los servicios secretos belgas, franceses y estadounidenses.  En América Latina, es necesario recordar la Operación Cóndor, la campaña secreta promovida por Estados Unidos y dictadores de América Latina desde 1975 para asesinar a los políticos de izquierda. Algunas estimaciones indican 60.000 muertos, 30.000 de ellos en Argentina.

En tiempos más recientes, los asesinatos, consumados o no, tienen tres características. En primer lugar, en tiempos de redes sociales y noticias falsas, el asesinato siempre está precedido por un discurso de odio promovido por las mismas fuerzas antidemocráticas con el objetivo de trivializar simbólicamente el acto de matar. En los últimos tiempos, la consigna «muerte a Cristina» ha sido frecuente en las manifestaciones de la derecha argentina. Es muy perturbador que en democracia se cree un ambiente de política abismal: o nosotros o el abismo. En estas condiciones, quien tenga temor del «candidato del abismo» puede ser tentado a matar para impedir que ese candidato llegue al poder.

En segundo lugar, el uso del asesinato es más probable cuando la neutralización político-judicial no puede activarse a tiempo para evitar la manipulación electoral y mediática y el fraude electoral no garantiza la eficacia frente a la fuerte tradición de movilización popular en las calles, una tradición que, como sabemos, es muy fuerte en Argentina. Finalmente, el perpetrador es un ser despreciable con posibles vínculos extremistas, pero que fácilmente puede considerarse que ha actuado solo. Obviamente que en situaciones de polarización elevada el acto solitario es bien probable, pero debe advertirse que este tipo de agente ha sido utilizado en el pasado como estratagema elegida para desalentar la investigación sobre cualquier vínculo más amplio, nacional o internacional, con el crimen.

El intento de asesinato contra Cristina Fernández de Kirchner ha provocado, por sus propias características, otro efecto todavía más insólito: el intento de dar crédito a la idea de que este hecho haya sido un show montado por los seguidores de la vicepresidenta para promover su capital político. Cuando se llega a este bajo nivel, lo que parece estar en causa es la despolitización y banalización total de la vida humana en cuanto recurso político. Si aceptamos esto, llegaríamos al grado cero de la democracia.

La manipulación mediática de la opinión pública. No es este el lugar para evaluar los méritos y posibles defectos del proyecto de la Constitución de Chile. Para que no haya duda sobre mi opinión, estoy muy orgulloso de haber sido invitado como consultor de la Asamblea Constituyente para los temas de la plurinacionalidad y del pluralismo jurídico, dos temas muy importantes para los pueblos indígenas de Chile.  También estoy consciente que el contexto político que llevó a la elección de la Asamblea Constituyente cambió significativamente en los tiempos posteriores como se ha visto en las últimas elecciones presidenciales. Debe añadirse que la calidad política del desempeño del presidente Gabriel Boric en los últimos meses no fue de lo mejor y no hay duda de que su presidencia estaba muy identificada con la nueva Constitución. Por último, debe considerarse que después de cuarenta años de una de la Constituciones más conservadoras del mundo (la Constitución en tiempos del dictador Pinochet) no sería fácil pasar a una de las Constituciones más progresistas del mundo.

Pero nada de esto está en discusión en este texto. Lo que discuto es el hecho que el proceso electoral que condujo al rechazo a la nueva constitución de Chile es un ejemplo extremo de manipulación de la opinión pública para condicionar el sentido del voto. Él es ciertamente responsable por la pesada derrota del proyecto. Los instrumentos que se movilizaron para embriagar a la opinión pública con falsedades sobre el texto de la nueva Constitución fueron utilizados anteriormente en la campaña del Brexit en Inglaterra (2016), en la campaña contra el referéndum de los acuerdos de paz en Colombia (2016) y en las campañas electorales de Donald Trump en EEUU (2016 y 2020) y Jair Bolsonaro en Brasil (2018),  en la campaña contra Evo Morales en Bolivia (2019) y en un intento de impedir que Pedro Castillo asuma la presidencia en Perú (2021). Pero fueron utilizados en Chile con tal virulencia que merecen la atención especial de los demócratas de todo el mundo y especialmente de los latinoamericanos. Las características principales son las siguientes.

En primer lugar, se benefician del beneficio de las fuerzas conservadoras internacionales que, con algún aviso previo, enumeran las razones para rechazar al candidato o la medida política (por ejemplo, el acuerdo de paz o la nueva constitución). Crean un aura de respetabilidad a la posición que defienden. Por ejemplo, durante el último año The Economist ha recomendado encarecidamente el rechazo de la nueva Constitución.

En segundo lugar, la manipulación de la opinión pública se basa en un bombardeo intenso y dirigido de mensajes falsos cuyo patrón tiene como objetivo inducir el miedo de la manera más efectiva que aumenta la inseguridad del votante y su familia. En Chile, un activista de derecha arrepentido denunció un enorme conjunto de redes de WhatsApp que diariamente se combinaban para hacer un trending (una tendencia en redes sociales) contra alguien o alguna medida. El contenido concreto de los mensajes falsos varía de un país a otro. Por ejemplo, en el caso de Chile, aquí hay algunos seleccionados de una inmensa cloaca de basura informativa: si votas sí, serás un ciudadano de segunda clase; el nombre de tu país cambiará y la bandera también cambiará; dividirá el país en varios; no habrá policía que te proteja de los inmigrantes y los indígenas que tomarán el poder; las mujeres podrán abortar horas antes de dar a luz; las mujeres no podrán ir al parque a dar un paseo porque tienen miedo de los inmigrantes que pueden violarlas; no se podrá comprar agua embotellada ni hielo; no habrá educación privada ni salud privada; no habrá propiedad privada en general; nos quitarán nuestras casas y nuestra tierra; prohibirán la religión; hay que votar no a la Constitución, pero todavía están tratando de hacer fraude electoral; van a llevar a venezolanos y haitianos a votar sí; si eso no es suficiente, harán que las personas muertas y desaparecidas voten; eso está pasando en el registro electoral.

En tercer lugar, hay una organización internacional en red detrás de la desinformación masiva. En el caso de Chile, fue muy importante una vasta red de organizaciones, fundaciones, institutos, think tanks, que involucran a políticos, influencers y periodistas de derecha y extrema derecha, todos pertenecientes al Atlas Network (Red Atlas). Una vasta organización financiada originalmente por los hermanos Koch en los Estados Unidos, industriales petroleros bien conocidos por su ideología de extrema derecha. Según su propia descripción, es una organización no gubernamental con sede en los Estados Unidos que proporciona capacitación, contactos, redes y fondos a grupos libertarios y de libre mercado en todo el mundo. Cuenta con 500 organizaciones asociadas en casi 100 países. Sus cuadros se forman en EEUU y la ideología es muy homogénea y corresponde enteramente a la de la escuela de Chicago a la cual el dictador Pinochet entregó la conducta económica del país en 1973 (el neoliberalismo extremo con el desmantelamiento del Social Estado, la privatización de las políticas públicas, la minimización fiscal, el libre mercado como regulador de las relaciones económicas y sociales).  La Red Atlas es un intermediario entre quienes tienen dinero y quienes tienen el talento para difundir las ideas que defienden. Está bien presente en Brasil y sin duda será muy activo en el actual proceso electoral.

Tanto los asesinatos de activistas y líderes políticos como la manipulación de la opinión pública requieren hoy en día un vasto ecosistema digital que convierte a los adversarios políticos en enemigos, torne a las víctima contra las víctimas como medio para ocultar a los verdaderos opresores, alimente el discurso del odio e incite los instintos de venganza y cree indiferencia ante la injusticia social. A la larga, convertirá a los ciudadanos en súbditos y destruirá la democracia.

El Chile de Boric y el reto que viene

PABLO BUSTINDUY

Personas reaccionan al triunfo del candidato presidencial Gabriel Boric, este domingo en Santiago (Chile).- EFE

La victoria de Gabriel Boric en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Chile es mucho más que un alivio o una buena noticia para cerrar este año difícil. También es un espaldarazo al pensamiento constructivo y a la activación política, y una señal clara de hacia dónde debemos encaminar los esfuerzos para reconducir un presente político duro y complejo.

Boric ha conducido una campaña inteligente en un contexto extraordinariamente complicado. Desde el primer momento, su discurso supo evitar las encerronas que supone un balotaje con la extrema derecha. Huyendo tanto del victimismo como del triunfalismo, la campaña de Apruebo Dignidad ha sabido ir más allá de los registros apocalípticos o de la exageración fácil, sabiendo mantener un perfil abierto y un tono propositivo, confiado y optimista.

Centrado en lo concreto de su programa, pero sin dejar de interpelar a los votantes indecisos y a quienes no acudieron a votar, Boric ha abierto el campo lo suficiente para atraer a muchos aliados necesarios (e incluso a varios adversarios políticos), sin caer en las provocaciones de quienes han intentado utilizar su posición para decantar la balanza en favor de la ultraderecha. Ese equilibrio ha permitido salirse de su rebufo y disputarle la iniciativa y la articulación de la agenda política. Así han aflorado con nitidez los dos proyectos antitéticos entre los que se decidía el futuro de Chile. Su victoria, desde ese punto de vista, es tan clara como valiosa.

Por supuesto, el contexto concreto de esta elección es imprescindible para entender su desenlace. En ese sentido, es de extraordinaria importancia que el ciclo político y social que se inició en Chile hace más de una década vaya a tener continuidad y proyección hacia el futuro. En gran medida, lo que se ha dirimido en las urnas ha sido la supervivencia de ese proceso; la alianza política y social en torno al discurso de Kast, de hecho, puede entenderse como una coalición de intereses en torno a ese único punto: abortar el proceso de transición democrática que deje de una vez atrás el régimen económico, político y social del pinochetismo. Hoy sabemos que Chile tendrá una nueva Constitución democrática. Y que las luchas ejemplares de las mujeres chilenas, de los pueblos originarios, de estudiantes y trabajadores, se verán codificadas en un sistema político nuevo.

Ese proceso enfrentará por supuesto sus propios obstáculos y dificultades, como lo agónico de esta campaña ha dejado claro. Pero más allá de lo que acontezca en el Chile que viene, el desenlace electoral de estas elecciones tiene un impacto importantísimo en toda la región y en el mundo entero. Hoy América Latina espera a Lula con una correlación de fuerzas nueva, resistiendo las mutaciones del bolsonarismo y dando un mandato claro a las fuerzas progresistas -de México a Argentina, de Bolivia a Chile o Perú- para afianzar la estabilidad política en el subcontinente, reactivar la cooperación regional en un momento de extrema incertidumbre geopolítica, y rearticular un proyecto económico y político basado en los derechos humanos y la redistribución social. Sobre esa base se dibuja el enorme desafío de articular un nuevo ciclo progresista con el que refundar el horizonte democrático en América Latina.

Para quienes lo seguimos desde fuera, esta victoria deja también varias lecciones de futuro. Chile ha demostrado que, en este clima agitado y confuso al que nos enfrentamos, es posible ganar frente al oportunismo de la ultraderecha, y ganar confrontando en positivo, disputando el marco del debate y sus significantes, abriendo el campo político en vez de cerrándolo. Chile ha demostrado también que es posible construir políticamente sobre el ciclo de movilizaciones, conquistas y derrotas que viene de la década pasada: hay que corregir el rumbo cuanto sea necesario para mantener vivo ese legado. Por encima de todo, Chile ha demostrado que es posible abrir horizontes políticos alternativos a la explotación del miedo, la impotencia o la frustración que se acumula ante la crisis política y social en que nos encontramos: hay otros futuros en disputa, y es posible articularlos de una forma creíble, convincente y ganadora.

Hay elecciones que abren posibilidades de época, cuyos efectos van mucho más allá de su contexto concreto (lo fue la victoria de Trump en el 16, lo había sido también la de Syriza: el devenir de esos ciclos depende siempre de su desarrollo concreto). Hacer de la victoria de Boric la posibilidad de un ciclo democrático nuevo, que aporte certezas políticas para un futuro peligroso e incierto, es el gran reto político para el tiempo que viene.