Entrevista a Nuria Ortín

Núria Ortín: “Seguimos con un modelo de cárcel que no funciona, pues no rompe la espiral del dolor”

La directora de la Fundación Obra Mercedaria ha escrito el libro ‘Condenas compartidas’

“Hemos de acometer un cambio espiritual como humanidad y poner en el centro el perdón y el amor”

‘Condenas compartidas’ (Claret), obra de Núria Ortín, directora de la Fundación Obra Mercedaria, es una inmersión a pleno pulmón en el mundo de la cárcel. No desde un punto de vista técnico o teórico, sino vivencial, poniendo el foco en la humanidad que palpita entre barrotes.

PREGUNTA.- Tu libro se plasma en 33 entrevistas, tanto a personas presas como a los mercedarios que las acompañan en algunos penales de España, de Mozambique y de varios países centroamericanos, donde la situación es aún más difícil. Lo primero que llama la atención es el tono directo y sencillo de las preguntas y la transcripción literal de las respuestas. Sin adornos ni alharacas, mostrando tal cual el alud de vida percibido… ¿Es algo que te propusiste desde el inicio del proyecto?

REPUESTA.- Por mi parte, me muestro tal y como soy. Y, en cuanto a los entrevistados, lo mismo. Lógicamente, a los mercedarios los conozco bien, aunque no había pensado las preguntas ni escrito un guion. De los internos no sabía nada ni de lo que me iba a encontrar al entrar a cada cárcel. Llegaba, nos mirábamos a los ojos y ya, según la conexión que surgía entre nosotros, fluía sola la conversación.

Un principio básico para mí, partiendo del respeto a la persona, era que cada uno contase solo lo que quisiera. Yo no sé el motivo que ha llevado a nadie a la prisión, así que cada entrevistado ha ido centrándose en lo que ha querido destacar, hablando sobre su situación dentro o antes de entrar de la cárcel, su trauma, sus deseos al salir…

También hay otro aporte extra para el lector. En cada perfil del entrevistado, además de su foto y una breve presentación, aparece un código QR por el que se puede acceder a un vídeo de la respectiva entrevista, con un fragmento de unos tres minutos de la misma. Así, además de leerle, se puede ver cómo se expresa, su mirada… Es una información extra que nos puede enriquecer a la hora de conocer a la persona.

Vinculación especial

P.- Como refleja fielmente el título de la obra, muestras la estrecha unión entre las personas privadas de libertad y los religiosos que encarnan su vocación en una pastoral de la presencia que conlleva una entrega total. ¿Cómo sería la vida de los presos sin sentir a su lado a quienes simplemente están junto a ellos, sin juzgarles?

R.- Con lo de ‘Condenas compartidas’ he querido incidir en que estamos ante historias duales, habiendo una estrecha relación entre el interno y el mercedario que le acompaña. El religioso que entra en la cárcel y pone en el centro a la persona, fiel a su carisma, comparte el proceso que esta vive dentro. Lo hace suyo y acompaña de un modo constante a una vida que permanece invisibilizada mientras está presa.

Es cierto que muchos presos no consiguen rehacer su camino. Pero con este libro quiero destacar que, cuando un mercedario llega a la vida de una persona privada de libertad, hay un cambio en ella. No es ni mucho menos algo indiferente. De hecho, muchos sí logran rehabilitarse y destacan que no lo habrían conseguido sin estos religiosos a su lado. Si hubieran estado solos, su destino habría sido muy diferente, como les ocurre a los muchos que vuelven a caer o que incluso llegan a suicidarse.

Muchos internos no tienen un entorno al que agarrarse y, cuando salen a la calle, se encuentran un mundo muy diferente del que conocieron. Sin un piso al que poder ir, sin dinero, sin familia… Para muchos es muy difícil y no pueden salir adelante, volviendo a caer en las situaciones que los llevaron ya a la cárcel. Por eso reivindico aquí algo que veo en la Fundación Obra Mercedaria: con la mediación adecuada, herramientas y ayudas concretas, estas personas salen adelante. Se insertan en la sociedad y vuelven a sentirse parte de algo. Al fin y al cabo, este es el objetivo que se supone que había cuando se las condenó.

P.- A lo largo de las páginas, aparecen todos los sentimientos humanos: esperanza, hastío, fe, vergüenza, culpa, superación, admiración, amor… Uno de los presos, con una marcada sensibilidad, reconoce que hace mucho tiempo que no es visitado por nadie… Olvidado por familia y amigos, llega a decir que siente “desafección por la humanidad”. Y, al momento, añade que tiene “necesidad de hablar de Dios a los hombres”… Como entrevistadora, ¿también has sufrido? ¿Ha habido algún momento especialmente duro, sabiendo que quien te muestra su impotencia se queda allí y por un largo período de tiempo?

R.- Este caso que comentas es, posiblemente, el que más me ha impactado. Era alguien con una notable capacidad intelectual y con el que surgían preguntas elevadas, cuestionándonos por nuestra misión en la vida y sobre qué hacemos aquí. Un psicólogo que trabajaba en un colegio, con su vida hecha… Y que, de pronto, acabó cumpliendo 20 años de condena. Cuesta creer que ocurran cosas así, pero es ahí cuando te das cuenta de que le puede pasar a cualquiera en un momento dado.

Te cuestiona mucho sobre la importancia de la salud mental. Como el caso de Jordan, un joven que realmente no recordaba lo que había hecho y que lo supo después de varios días en calabozo, cuando se lo dijeron. Se enfrentaba a una condena muy larga por algo muy grave y, por el trauma, ni siquiera lo recordaba… Esto le pasa a varias personas. Un minuto, del que no son siquiera conscientes, ha cambiado su vida por completo.

Esto te hace pensar a todos los niveles. Reflexionas sobre el sistema, sobre la propia existencia de Dios… Te obliga a parar y pensar. Sientes que el mundo podría ser muy bonito y diferente, pero nos lo hemos cargado y es muy injusto. Con este libro llamo a empatizar con el otro, a cambiar las miradas y romper los estigmas. En vez de juzgar, hay que respetar a la persona. Realmente, no sabemos casi nada de la situación de cada interno.

En cuanto a lo último que me preguntas, sí, claro que se sufre cuando terminas la entrevista y te vas. Esa persona te ha abierto su alma y, dentro de una hora, va a seguir sola, con sus preocupaciones… Por eso he tratado de tener un tono positivo, incluso con humor.

Pero me queda una gran conclusión: el actual modelo de cárcel no funciona. De verdad, no sé cuál es la alternativa, pero hay que cambiarlo, pues estar encerrado va contra la naturaleza del hombre y, cuando sale, en vez de mejor, queda una versión más monstruosa. Muchos salen con más rabia y odio, pues dentro de la prisión sufren más violencia. Nacemos libres y estas condenas no nos cambian, no nos rehabilitan. No cumplen su objetivo. En pleno siglo XXI, seguimos con un modelo de cárcel que no funciona.

Los que no pueden cambiar

P.- Impacta el caso de presos en cárceles centroamericanas que pertenecen a maras y que, aunque manifiestan que quieren cambiar de vida, ya no pueden hacerlo…

R.- Tal cual. No pueden salir de la mara porque, si lo hacen, los de la banda rival lo van a matar. Y así lo cuentan mercedarios que los han acompañado… Esto es muy duro. Y también te hace tener claro que tenemos que romper la cadena del odio, del ojo por ojo. Hemos de acometer un cambio espiritual como humanidad y poner en el centro el perdón y el amor. Si no, no avanzaremos. Desde la empatía, hay que saber ponerse en el sito del otro para romper la espiral de dolor.

P.- A nivel espiritual, un mercedario apunta que, en la cárcel, “Dios se hace presente en la eucaristía o dando un cigarro a un preso”. Otro reivindica la pastoral “del cariño y la sonrisa”, con la que “se acompaña y no se juzga”. Uno más enfatiza que “en prisión he conocido a gente que ha hecho cosas malísimas, pero jamás a una mala persona, alguien deshumanizado”. Y hay quien admite que, “gracias a la confesión, es un alivio poder descargar tanto sufrimiento en Dios”… Sin duda, estamos ante hombres de Dios que marcan, ¿no?

R.- Sí, los mercedarios marcan y son un símbolo de conversión espiritual. Dentro de la cárcel, son para muchos un apoyo, una luz de esperanza. Visitan a aquellos a los que nadie va a ver. Cada uno tiene su perfil e identidad, pero reflejan perfectamente el carisma que les une a todos.

Muchos de mis amigos, algunos no creyentes, al leer el libro, me han dicho: “Ahora entendemos tu pasión por los mercedarios”. Por eso creo que ‘Condenas compartidas’ es para creyentes y no creyentes, para personas de toda condición y edad. Al fin y al cabo, nos habla de humanidad.

Lección de vida

P.- Después de todo lo hablado, conocido y vivido en este proceso que ha culminado el libro, ¿qué has aprendido por encima de todo? 

R.- (responde tras un largo silencio) Ya lo sabía, pero ahora soy más consciente de que a veces las cosas pasan por algo y llegan a su tiempo, teniendo que saber mirar lo que ocurre en su globalidad.

También me ha hecho pensar mucho y, de algún modo, me ha puesto frente al espejo. Hay quien me ha dicho que no he puesto el necesario foco en las personas que trabajan dentro de la cárcel y que hacen una gran labor con los presos. Y es cierto que esa mirada ha podido faltar.

Otros me han comentado que a veces parezco “defender” a quienes “han hecho cosas muy malas”… Y sí, llegan momentos en que tú misma te cuestionas y ves necesario ordenar tus propias ideas y valores vitales.

Pero entonces es cuando acepto que, aunque soy muy racional, hay cosas que se nos escapan de las manos, que son realmente un misterio. No todo tiene una razón de ser, una explicación. Y menos en la cárcel… El mundo es muy injusto y jamás podremos entenderlo. Hay que aceptarlo. En esos momentos pienso que, en su día, ya se lo preguntaré a Dios, a ver si Él me lo explica.

¿Cuántos años de cárcel para agresores sexuales?

En octubre de 2022 entró en vigor en el Estado español la “Ley Orgánica de garantía de la libertad sexual”, más conocida como “ley del solo sí es sí”. En ella, todo acto sexual sin consentimiento pasa a ser considerado delito de agresión sexual, eliminando la figura del mero “abuso”. La ley incluye todas las violencias ejercidas contra la mujer por el hecho de serlo. Refuerza las medidas de protección a las víctimas, en particular a la mujer, y se establecen medidas de protección especial para las niñas y niños. Adopta medidas de lucha contra el negocio de la prostitución. Pone el énfasis en la educación afectivo-sexual y en la efectiva igualdad de derechos, recursos y oportunidades de todas las personas independientemente de su identidad de género.

Una ley necesaria, y creo que muy acertada en su filosofía de fondo y en su articulado concreto. Una ley aprobada por una amplia mayoría del Congreso español. Una ley celebrada con práctica unanimidad por las víctimas de toda clase de violencia sexual, en particular por las mujeres, hasta que… Hasta que algunos condenados de acuerdo con la ley anterior empezaron a ver reducidas las penas o incluso a abandonar la cárcel, aprovechando un resquicio (¿inadvertido?, ¿inoportuno?) presente en la nueva ley. Y cundió la “alarma social”, torticeramente provocada o jaleada por la derecha política con todos los medios a su alcance. No le importa defender a las víctimas, sino desgastar al Gobierno de la izquierda social. La rebaja de las penas de cárcel no es más que un pretexto y una burda manipulación de las víctimas –y de los victimarios– en nombre de la justicia. Y van camino de lograr su bajo propósito.

Hay razones para estar preocupado. Como tantos ciudadanos de a pie, miro perplejo cómo unos jueces rebajan las penas y cómo otros, en casos idénticos o análogos, no lo hacen, y no puedo dejar de preguntarme: ¿será que la ley es tan torpe o será que los jueces no son tan imparciales? Tampoco acierto a ver cuál sería la mejor forma de retocar o de reformar la ley, ni siquiera estoy de la necesidad de ningún toque o reforma, salvo que sea para no proporcionar armas o argumentos a la oposición. Mientras tanto, saltan a la vista los conflictos de intereses partidistas – evidentes incluso en el seno del Gobierno de coalición, para desengaño de sus votantes, regocijo de la derecha y perjuicio del bien común de la mayoría de la gente– en esta múltiple precampaña electoral en marcha.

Sin embargo, dejo de lado todo ello, y propongo una reflexión de fondo sobre el sentido mismo de la cárcel en relación con la víctima y en relación con el victimario. Lo hago porque la alarma social y el debate político giran justamente en torno a la rebaja de las penas de cárcel. Y me pregunto: ¿quién gana qué con que un agresor sexual –así sea el violador más violento y reincidente– pase dos años o cinco o diez o veinte o los que fueren encerrado en una cárcel?

¿Gana algo la víctima? ¿Acaso se aliviarán o sanarán sus terribles heridas porque su agresor esté encarcelado? “Al menos estará segura de que no la volverá a agredir mientras se encuentre en la cárcel”, se dice, y es verdad, pero solo a medias. Sería verdad del todo si la cárcel fuera la única manera de garantizar razonablemente la seguridad de la víctima actual y de otras víctimas potenciales, y si el agresor pasara toda su vida en prisión. La persona agredida, actual o potencial, ha de ser sin duda la primera en ser cuidada y el primer criterio de todas las medidas a adoptar. Pero no puedo creer que una humanidad que invierte sumas tan colosales en inteligencia artificial y en armamentos tan sofisticados no pueda aplicar medidas para garantizar la seguridad de manera más eficiente y humana que una cárcel. Pensar lo contrario significaría renegar de la fe en la humanidad, en su inteligencia, en su sensibilidad, en el aliento vital que le habita y mueve.

¿Gana algo el agresor con pasar los días y los años en una cárcel inhalando sin cesar adrenalina, desesperación y desprecio? Pero ¿acaso ha de ganar algo? ¿No ha de perder más bien, y perderlo todo: su dignidad, sus derechos, su libertad, su vida presente y futura? ¿No es la cárcel el castigo merecido para expiar su culpa? No, no lo es. Castigo, expiación, culpa… son viejas categorías propias de hace muchos milenios, cuando se creía en el libre albedrío no condicionado y en la culpa y en la expiación religioso-metafísica del mal cometido por medio del castigo o del sufrimiento. Son categorías que ya no tienen sentido. Todas las ciencias y la filosofía y la espiritualidad nos descubren que no somos libres, sino que estamos llamados a serlo, que nadie hace el mal por ser libre de verdad, sino por no serlo. Así, en la filosofía del derecho de los últimos 200 años, la cárcel ha dejado de tener sentido punitivo, es decir, ya no vale ni se justifica como castigo por el crimen cometido, por el daño infligido. ¿Qué sentido tiene, pues, la cárcel? La Constitución Española lo dice claramente: “Las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social” (Art. 25,2). Así pues, la finalidad de la cárcel no es castigar al delincuente o criminal, sino curarlo y humanizarlo.

¿Pero cree alguien que el modelo actual de cárcel sirve de verdad para reeducar, rehabilitar y reinsertar al agresor sexual o al delincuente en general? Todos los estudios del mundo dicen que no. Debieran considerarlo atentamente quienes tanto se alarman de que un preso salga de la cárcel o vea reducida su pena. Y debiéramos preguntarnos muy seriamente: ¿hay razón para alarmarse cuando una ley –como es el caso en la ley de la que hablo– dispone reducir (mínimamente, la verdad) las penas de cárcel para priorizar otras medidas más sanadoras y salvadoras, más humanas y humanizadoras? ¿A quién benefician el castigo y la alarma? ¿No debiéramos alarmarnos más bien por la funesta carencia de medidas personales y sociales que podrían contribuir a curar y reparar de verdad a las víctimas, a liberar y socializar al victimario, a humanizar a toda la sociedad?

No sé si es un sueño despierto, pero sueño que llegue el día en que ninguna persona agredida necesite que se encarcele al agresor para curar su herida, recuperar su autoestima, reparar su dignidad. Sueño el día en que nadie sea víctima de sus pulsiones físicas, sus heridas psicológicas y sus errores mentales hasta el punto de agredir a otra persona, usarla para su propio placer y dejarla tirada. Sueño el día en que nadie se alarme porque se rebajan o se eliminan las penas de cárcel, el día en que nadie, por ningún motivo, salga a la calle para gritar más castigo y venganza.

No sé si será una ensoñación, pero creo firmemente que esa posibilidad está inscrita en lo más profundo de nuestro ADN personal y colectivo, y que podemos hacerla realidad, que podemos hacer de nuestra especie una especie más humana y feliz, si de verdad lo queremos y si aplicamos, personal e institucionalmente, todas las medidas a nuestro alcance: la ciencia, la educación, la economía, la política.  Entonces habrá merecido la pena que hace 300.000 años hubiera surgido el Homo Sapiens. Entonces habremos llegado a ser humanos y sabios, humanos espirituales en la comunidad de los viviente

¿Cuántos años de cárcel para un agresor sexual

Por José Arregi

En octubre de 2022 entró en vigor en el Estado español la “Ley Orgánica de garantía de la libertad sexual”, más conocida como “ley del solo sí es sí”. En ella, todo acto sexual sin consentimiento pasa a ser considerado delito de agresión sexual, eliminando la figura del mero “abuso”. La ley incluye todas las violencias ejercidas contra la mujer por el hecho de serlo. Refuerza las medidas de protección a las víctimas, en particular a la mujer, y se establecen medidas de protección especial para las niñas y niños. Adopta medidas de lucha contra el negocio de la prostitución. Pone el énfasis en la educación afectivo-sexual y en la efectiva igualdad de derechos, recursos y oportunidades de todas las personas independientemente de su identidad de género.

Una ley necesaria, y creo que muy acertada en su filosofía de fondo y en su articulado concreto. Una ley aprobada por una amplia mayoría del Congreso español. Una ley celebrada con práctica unanimidad por las víctimas de toda clase de violencia sexual, en particular por las mujeres, hasta que… Hasta que algunos condenados de acuerdo con la ley anterior empezaron a ver reducidas las penas o incluso a abandonar la cárcel, aprovechando un resquicio (¿inadvertido?, ¿inoportuno?) presente en la nueva ley. Y cundió la “alarma social”, torticeramente provocada o jaleada por la derecha política con todos los medios a su alcance. No le importa defender a las víctimas, sino desgastar al Gobierno de la izquierda social. La rebaja de las penas de cárcel no es más que un pretexto y una burda manipulación de las víctimas –y de los victimarios– en nombre de la justicia. Y van camino de lograr su bajo propósito.

Hay razones para estar preocupado. Como tantos ciudadanos de a pie, miro perplejo cómo unos jueces rebajan las penas y cómo otros, en casos idénticos o análogos, no lo hacen, y no puedo dejar de preguntarme: ¿será que la ley es tan torpe o será que los jueces no son tan imparciales? Tampoco acierto a ver cuál sería la mejor forma de retocar o de reformar la ley, ni siquiera estoy de la necesidad de ningún toque o reforma, salvo que sea para no proporcionar armas o argumentos a la oposición. Mientras tanto, saltan a la vista los conflictos de intereses partidistas – evidentes incluso en el seno del Gobierno de coalición, para desengaño de sus votantes, regocijo de la derecha y perjuicio del bien común de la mayoría de la gente– en esta múltiple precampaña electoral en marcha.

Sin embargo, dejo de lado todo ello, y propongo una reflexión de fondo sobre el sentido mismo de la cárcel en relación con la víctima y en relación con el victimario. Lo hago porque la alarma social y el debate político giran justamente en torno a la rebaja de las penas de cárcel. Y me pregunto: ¿quién gana qué con que un agresor sexual –así sea el violador más violento y reincidente– pase dos años o cinco o diez o veinte o los que fueren encerrado en una cárcel?

¿Gana algo la víctima? ¿Acaso se aliviarán o sanarán sus terribles heridas porque su agresor esté encarcelado? “Al menos estará segura de que no la volverá a agredir mientras se encuentre en la cárcel”, se dice, y es verdad, pero solo a medias. Sería verdad del todo si la cárcel fuera la única manera de garantizar razonablemente la seguridad de la víctima actual y de otras víctimas potenciales, y si el agresor pasara toda su vida en prisión. La persona agredida, actual o potencial, ha de ser sin duda la primera en ser cuidada y el primer criterio de todas las medidas a adoptar. Pero no puedo creer que una humanidad que invierte sumas tan colosales en inteligencia artificial y en armamentos tan sofisticados no pueda aplicar medidas para garantizar la seguridad de manera más eficiente y humana que una cárcel. Pensar lo contrario significaría renegar de la fe en la humanidad, en su inteligencia, en su sensibilidad, en el aliento vital que le habita y mueve.

¿Gana algo el agresor con pasar los días y los años en una cárcel inhalando sin cesar adrenalina, desesperación y desprecio? Pero ¿acaso ha de ganar algo? ¿No ha de perder más bien, y perderlo todo: su dignidad, sus derechos, su libertad, su vida presente y futura? ¿No es la cárcel el castigo merecido para expiar su culpa? No, no lo es. Castigo, expiación, culpa… son viejas categorías propias de hace muchos milenios, cuando se creía en el libre albedrío no condicionado y en la culpa y en la expiación religioso-metafísica del mal cometido por medio del castigo o del sufrimiento. Son categorías que ya no tienen sentido. Todas las ciencias y la filosofía y la espiritualidad nos descubren que no somos libres, sino que estamos llamados a serlo, que nadie hace el mal por ser libre de verdad, sino por no serlo. Así, en la filosofía del derecho de los últimos 200 años, la cárcel ha dejado de tener sentido punitivo, es decir, ya no vale ni se justifica como castigo por el crimen cometido, por el daño infligido. ¿Qué sentido tiene, pues, la cárcel? La Constitución Española lo dice claramente: “Las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social” (Art. 25,2). No sirve para castigar al delincuente o criminal, sino para curarlo y humanizarlo.

¿Pero cree alguien que el modelo actual de cárcel sirve de verdad para reeducar, rehabilitar y reinsertar al agresor sexual o al delincuente en general? Todos los estudios del mundo dicen que no. Debieran considerarlo atentamente quienes tanto se alarman de que un preso salga de la cárcel o vea reducida su pena. Y debiéramos preguntarnos muy seriamente: ¿hay razón para alarmarse cuando una ley –como es el caso en la ley de la que hablo– dispone reducir (mínimamente, la verdad) las penas de cárcel para priorizar otras medidas más sanadoras y salvadoras, más humanas y humanizadoras? ¿A quién benefician el castigo y la alarma? ¿No debiéramos alarmarnos más bien por la funesta carencia de medidas personales y sociales que podrían contribuir a curar y reparar de verdad a las víctimas, a liberar y socializar al victimario, a humanizar a toda la sociedad?

 No sé si es un sueño despierto, pero sueño que llegue el día en que ninguna persona agredida necesite que se encarcele al agresor para curar su herida, recuperar su autoestima, reparar su dignidad. Sueño el día en que nadie sea víctima de sus pulsiones físicas, sus heridas psicológicas y sus errores mentales hasta el punto de agredir a otra persona, usarla para su propio placer y dejarla tirada. Sueño el día en que nadie se alarme porque se rebajan o se eliminan las penas de cárcel, el día en que nadie, por ningún motivo, salga a la calle para gritar más castigo y venganza.

No sé si será una ensoñación, pero creo firmemente que esa posibilidad está inscrita en lo más profundo de nuestro ADN personal y colectivo, y que podemos hacerla realidad, que podemos hacer de nuestra especie una especie más humana y feliz, si de verdad lo queremos y si aplicamos, personal e institucionalmente, todas las medidas a nuestro alcance: la ciencia, la educación, la economía, la política.  Entonces habrá merecido la pena que hace 300.000 años hubiera surgido el Homo Sapiens. Entonces habremos llegado a ser sabios y humanos, humanos espirituales en la comunidad de los vivientes.

Condenado a 26 años de cárcel

Nicaragua: “Rolando Álvarez seguirá siendo una piedra en el zapato para Daniel Ortega”

El obispo hondureño José Antonio Canales y el obispo nicaragüense Silvio Báez se refirieron a la decisión del obispo de Matagalpa de quedarse en el país, aunque eso le cueste su libertad

Rolando Álvarez

Luego de que el obispo de Matagalpa, Rolando Álvarez, rechazara su libertad a cambio del exilio en los Estados Unidos, lo cual le costó ser enviado a prisión por el gobierno de Daniel Ortega, las reacciones no se han hecho esperar.

El obispo hondureño de Danlí, José Antonio Canales, aseguró que lo ocurrido este jueves 9 de febrero, reafirma su postura.

“Él quiere seguir siendo una figura que denuncia, una figura que está en el propio Nicaragua para decir ‘basta ya a tanta ignominia, a tanto atropello, a tanta falta de cumplimiento de la Declaración Universal de los Derechos Humanos’”.

Tal como informó Vida Nueva, Rolando Álvarez fue sacado del arraigo domiciliario la madrugada del 9 de febrero para dirigirlo al avión que lo llevaría a Estados Unidos, pero se negó a subir a la aeronave, por lo que fue trasladado a la prisión La Modelo, en la localidad de Tipitapa a las afueras de Managua.

De acuerdo con fuentes citadas por algunos medios de comunicación, Rolando Álvarez habría pronunciado estas palabras al negarse al exilio: “Que sean libres, yo pago la condena por ellos“.

En este sentido, el obispo Canales refirió que no es extraña la postura de Álvarez “porque es un hombre valiente, que tiene muy clara su postura. Para el régimen es y sigue siendo una piedra en el zapato. A estas alturas, están arrepentidos de esa madrugada en que lo capturaron”.

“Nunca debieron ser apresados”

Por su parte, el obispo auxiliar de Managua, autoexiliado en Miami, Silvio José Báez, opinó sobre la excarcelación de los 222 presos políticos que ahora se encuentran en los Estados Unidos: “desterrándolos, la dictadura de Nicaragua comete otro crimen, mostrando que son ellos quienes no merecen ser nicaragüenses”.

Báez se alegró “profundamente de que los presos políticos de Nicaragua estén fuera de la cárcel”, y agradeció a Dios por la libertad de quienes “nunca debieron ser apresados”.

El obispo, quien llegó a Estados Unidos desde 2019, actualmente es pastor de la parroquia de Santa Ágata, en la localidad de Sweetwater, en Miami, donde viven nicaragüenses y centroamericanos.

Por | MIROSLAVA LÓPEZ

Condena de 26 años de prisión a Mons Ronaldo Álvarez

El gobierno de Nicaragua condena a 26 años de prisión al obispo Rolando Álvarez

Por MIROSLAVA LÓPEZ

La condena se dio al día siguiente de que el obispo de Matagalpa, a quien también se le retiró la nacionalidad nicaragüense, se negara a vivir como exiliado en los Estados Unidos

Medios de comunicación de Nicaragua dieron a conocer que la justicia de ese país sentenció al obispo de Matagalpa, Rolando Álvarez Lagos, a 26 años y 4 de meses de prisión, tras considerarlo culpable de traición a la patria.

También se le inhabilitó de forma perpetua para ejercer la función pública en nombre o al servicio del Estado de Nicaragua, así como ejercer cargos de elección popular; además de declarársele la pérdida de los derechos ciudadanos y la pérdida de la nacionalidad nicaragüense.

Al obispo se le condenó por los delitos de menoscabo a la integridad nacional, propagación de noticias falsas a través de las tecnologías de la información y la comunicación, obstrucción de funciones, agravada desobediencia o desacato a la autoridad, todo ello cometido en concurso real y en perjuicio de la sociedad nicaragüense y del Estado de Nicaragua.

En la prisión La Modelo

El presidente de la Sala Uno del Tribunal de Apelaciones de Managua, Octavio Rothschuh, leyó la sentencia en cadena nacional, la cual se esperaba para el próximo 15 de febrero.

La condena ocurre un día después de que el obispo Rolando Álvarez se negara a vivir como exiliado en los Estados Unidos, a cambio de su libertad, hecho que el presidente Daniel Ortega consideró como un acto de soberbia, por lo que le retiró el arraigo domiciliario y lo envío a la cárcel La Modelo.

El obispo Rolando Álvarez “ha mostrado comportamiento de soberbia de quien se considera el jefe de la Iglesia de Nicaragua, el líder de la Iglesia latinoamericana”, dijo el presidente Daniel Ortega tras la negativa del obispo.

La cárcel más grande de América

“La cárcel más grande de América”: la gigantesca prisión de Bukele para encerrar a las maras

El presidente de El Salvador inaugura el llamado Centro de Confinamiento del Terrorismo, levantado apenas en siete meses, en medio de su controvertida “guerra” contra las pandillas

Se ha presentado al mundo como “la cárcel más grande de toda América”, con una apabullante puesta en escena, y como uno de los principales logros de su Gobierno. El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, ha anunciado la construcción en tan solo siete meses de una gigantesca prisión levantada en una aislada zona del país, donde las autoridades encerrarán a integrantes de las pandillas contra las que el mandatario centroamericano ha desatado una controvertida guerra, fuertemente criticada por organizaciones de derechos humanos, que acusan al Gobierno de usar la tortura, arrestos arbitrarios y desapariciones forzadas en su embestida contra las llamadas maras.

La cárcel lleva el elocuente nombre de Centro de Confinamiento del Terrorismo y dada la puesta en escena con la que el joven presidente la ha presentado, no deja dudas de que se convertirá en una pieza fundamental de su embestida contra la delincuencia, que ha dejado al menos 175 muertos en 10 meses. “El Salvador ha logrado pasar de ser el país más inseguro del mundo, al país más seguro de América”, ha escrito Bukele al presentar el centro en Twitter, su herramienta favorita para comunicar los logros de su Administración. “¿Cómo lo logramos? Metiendo a los criminales en la cárcel. ¿Hay espacio? Ahora sí. ¿Podrán dar órdenes desde adentro? No. ¿Podrán escapar? No. Una obra de sentido común”, ha afirmado.

El video con el que el mandatario presenta la nueva prisión es una puesta en escena espectacular, como lo son las presentaciones de Bukele. Inicia con una escena grabada de noche, una toma general que muestra el avance de una caravana de camionetas hasta la prisión. Sirenas, vehículos militares, soldados rodeando el complejo completan la escena, que da paso a la entrada del presidente al complejo, donde es recibido por su ministro de Seguridad, el director de la cárcel y otros funcionarios. “Bienvenido al Centro de Confinamiento del Terrorismo, pieza clave para ganar la guerra contra las pandillas”, le dice uno de los hombres, que invita a Bukele a iniciar el recorrido por la enorme prisión. El centro, le explican al presidente, fue construido en un espacio “completamente aislado”, en 165 hectáreas adquiridas por el Gobierno. El complejo muestra enormes barracones donde estarán encerrados los presos y, según la explicación oficial, contará con fábricas donde se les obligará a trabajar, “porque estos tipos no han venido a descansar, que no crean que van a estar en un hotel, señor presidente. Que todo ese trabajo produzca algo para la sociedad y así resarcir un poco del año causado”, dice el guía.

La siguiente escena muestra a decenas de policías y antidisturbios en maniobras de entrenamiento, desplazándose por el complejo y entre las celdas, incluidas las áreas de aislamiento o “de castigo”, como la llama el funcionario que dirige el recorrido del mandatario. “Evidentemente deben existir, señor presidente”, dice el hombre. “Los gatilleros que se encargaban de matar a la gente salvadoreña van a estar en una celda como esta”, afirma. “Todo aquel que quisiera organizar dentro de este centro de confinamiento algún tipo de altercado, también le va a tocar este tipo de régimen, donde no va a ver la luz del sol”, concluye el funcionario.

Bukele se ha celebrado así mismo por la cárcel y por su estrategia contra las maras. Este miércoles ha mostrado las estadísticas de la Policía Nacional y ha afirmado que “Febrero cierra su primer día con 0 homicidios en El Salvador, el país más seguro de América”, en su recuento diario de los supuestos avances de su guerra, cada vez más personal, contra las pandillas. “El Salvador cierra el mes de enero de 2023 con una tasa anualizada por debajo de 2 homicidios por cada 100,000 habitantes. La tasa de homicidios más baja de todo el continente americano”, había afirmado.

Bukele lanzó hace 10 meses un régimen de excepción que ha logrado una histórica reducción en los homicidios. El Gobierno ha capturado a más de 60.000 pandilleros y cierra el cerco contra sus liderazgos, pero en el camino las autoridades han cometido fuertes violaciones a los derechos humanos. Un informe presentado a finales de enero por Human Rights Watch (HRW) revela que se han cometido “abusos a gran escala”, que incluyen hacinamiento extremo, violaciones del debido proceso, falta de garantías, detenciones masivas y muertes bajo custodia. “Miles de personas, incluidos cientos de menores, han sido detenidos y procesados por delitos definidos de manera amplia que violan las garantías básicas del debido proceso y socavan las perspectivas de justicia para las víctimas de la violencia de las pandillas”. El mandatario salvadoreño ha criticado a las organizaciones de derechos humanos que denuncias estos abusos y a los medios de comunicación, a los que se les acusa de estar del lado de las pandillas.

Por CARLOS S. MALDONADO México

COMENTARIO: ¡Qué barbaridad! ¡La cárcel más grande de América para el país más pequeño de América

Eso es algo inhumano pues no se les trata como personas, sino como algo peor que animales… Y si no se les respeta su dignidad de personas, nunca se les reeducará ni se les reintegrará en la sociedad, que es para lo que debieran estar los internamientos temporales de los internos que han actuado contra la ley en una sociedad.

Daniel Sánchez Barbero, capellán del Centro Penitencial MADRID-VII y como misionero en El Salvador 25 años

El tiempo de los presos es tiempo de Dios

«Entrañas maternales. Esa es la motivación esencial de la persona voluntaria»

Cárcel
Cárcel

“El voluntariado es el lugar donde la compasión y la solidaridad se encuentran. Ambos conceptos comparten los mismos valores fundamentales: apoyarse mutuamente desde una posición de confianza, humildad, respeto e igualdad”

«Cada uno es llamado a sincronizar el tiempo del propio corazón, único e irrepetible, con el tiempo del corazón misericordioso de Dios»

Por Xaquín Campo Freire

— Ya estamos en NAVIDAD. Y aquí me tienes, amigo Xaquín, otra vez más para seguir hablando de la cárcel y de los presos. Hoy tengo una hora o más. Hace unos días, 05-12-2022, era el “Día del voluntariado”. Es curioso eso de tener que poner días para aquello que no debemos olvidar. Tiene su aquél de positivo y también de negativo, supongo. De forma muy reiterada te he escuchado, eso de: “El TIEMPO DE LOS PRESOS ES TIEMPO DE DIOS”. 

¿Quieres entonces que hablemos de eso? Haces alusión a dos temas bien interesantes. Ambos le afectan a las cárceles de forma muy directa

1º.- “El voluntariado es el lugar donde la compasión y la solidaridad se encuentran. Ambos conceptos comparten los mismos valores fundamentales: apoyarse mutuamente desde una posición de confianza, humildad, respeto e igualdad”. ¿Sabes de quién es esta cita? Ya veo que señalas hacia Biblia que ves ahí encima de la mesa. No. Aunque en ella, ya en el Antiguo Testamento ambas utopías son elementos absolutamente axiales y fundamentales. Y no digamos ya toda la forma de vivir de Jesús de Nazaret. Te voy a repetir algo de lo que mi benemérito mentor bíblico, D. Uxío García Amor, nos ha hablado mucho. El vocablo hebreo rahamim, plural del sustantivo raham, significa exactamente seno materno. La traducción literal sería entrañas maternales. Esa es la motivación esencial de la persona voluntaria que esté bien constituida.

Belén

La palabra hamal, literalmente: mantener con vida a un enemigo derrotado, expresa ese rasgo de compasión, que significa: mostrar compasión, conceder el perdón y la conmuta de las penas. Dedicarle parte de la vida para que viva. Por eso el Día Internacional del Voluntariado, 5 de diciembre, es el recordatorio para celebrar y agradecerles a las personas del mundo su valioso tiempo y esfuerzos voluntarios al servicio de los más necesitados y de las causas humanitarias más urgentes e imprescindibles. Es unir esfuerzos y promover iniciativas positivas para una mejor atención. Porque también necesitan absolutamente aliento y ánimo y saber que no están solos. Los temas de los Días Internacionales están vinculados a los principales campos de acción de las Naciones Unidas para: “mantenimiento de la paz, protección de los derechos humanos, promoción del desarrollo sostenible, defensa del derecho internacional y la ayuda humanitaria”. 

¿Son necesarios estos recordatorios en días significativos? Sí. Pues de lo contrario quedaríamos al albur de los más aprovechados y abusones. 

2º.- Y hablando del segundo tema: “El TIEMPO ES DE DIOS” 

Sí, en la vida todo es dialéctico. Y eso es positivo si sabemos “vivir en el hoy de Dios”, como dijo el Hermano Roger de Taizè. Eso que tú me atribuyes no es una  idea mía. Se lo debemos a Juan Pablo II, en el MENSAJE JUBILAR PARA LOS PRESOS EN EL AÑO 2000: Año Santo Romano. Es un documento corto pero muy importante para el mundo de las prisiones, para los Estados,  ciertamente,  para la Pastoral Penitenciaria y para el mundo actual. En él el Papa habla muy claro de varias cosas, entre ellas esa que a ti te llama tanto la atención y a mí también. Por eso mismo,  más que un comentario prefiero una lectura conjunta del texto literal y luego hablamos de ello, si te parece. Vale la pena la cita: 

“El Jubileo los recuerdan que el tiempo es de Dios. Y não escapa la este señorío de Dios el tiempo de la detención. 1º.-Los poderes públicos que, en cumplimiento de una disposición legal, privan de la libertad personal a un ser humano poniendo como que entre paréntesis un período mas o menos largo de su existencia, deben saber que no son señores del tiempo del recluso». 2º. «Del mismo modo, quien se encuentra detenido, no debe vivir como si el tiempo de prisión le fuera sustraído de manera irremediable”. También el tiempo transcurrido en la cárcel es tiempo de Dios y como tal debe ser vivido; es tiempo que há ser ofrecido a Dios como ocasión de verdad, de humildad, de expiación y también de fé». 3º. «El Jubileo sirve para recordarnos que no solo el tiempo es de Dios. Más aún: los momentos en que supiéremos recapitular todo en Cristo se tornan para nosotros «en un año de gracia del Señor». 4º. «Durante el período del Jubileo cada uno es llamado a sincronizar el tiempo del propio corazón, único e irrepetible, con el tiempo del corazón misericordioso de Dios, siempre pronto a acompañar la cada uno, al ritmo de su paso, hasta ala salvación» 5º. «Sin embargo, aunque a veces, la condición carcelaria corra el riesgo de despersonalizar el individuo, privándolo de muchas posibilidades de expresarse a sí mismo públicamente, el recluso debe recordar que, delante de Dios, no es así: el Jubileo es el tiempo de la persona, donde cada uno es él mismo delante de Dios, à imagen y semejanza de Él. Y cada uno/una es llamado a acelerar su paso, con rumbo hacia la salvación y progresar en el descubrimiento gradual de la verdad sobre sí mismo». (Mensaje Jubilar, 3).

Navidad en la cárcel

Si juntamos los dos temas que tú citas podemos concluir: Voluntariados en la cárcel, ¿para qué?

 “El voluntariado es el lugar donde la compasión, (concepto bíblico) y la solidaridad (concepto más civil) se encuentran. Ambos conceptos comparten los mismos valores fundamentales: apoyarse mutuamente desde una posición de confianza, humildad, respeto e igualdad”. “Mantenimiento de la paz, protección de los derechos humanos, promoción del desarrollo sostenible, defensa del derecho internacional y la ayuda humanitaria”. (ONU). 

Y ahora que estamos comenzando un nuevo año: Cada uno es llamado a sincronizar el tiempo del propio corazón, único e irrepetible, con el tiempo del corazón misericordioso de Dios, «en un año de gracia del Señor», siempre prontos a acompañarnos cada uno, al ritmo de su paso, hasta la salvación». (X. P. II)

“El TIEMPO ES DE DIOS”. EL DE LOS PRESOS TAMBIÉN.

Xaquín, vale la pena que sigamos hablando! 
—  Amigo: FELIZ NADAL! FELIZ ANO NOVO! E UN BO 2023! 

La cárcel y los pobres

En la cárcel están los pobres. Los pobres están en la cárcel

(Parece una tautología. Pues no es tal)

Cárcel

«Me gustaría tener una conversación larga; un diálogo, o varios, sobre la pobreza en el mundo. Pero concretando por grupos de empobrecidos. Por ejemplo: ¿Son las cárceles lugares de pobreza hoy, aquí y también en el mundo? ¿Cómo está eso?»

«¿En la cárcel sólo hay pobres?  ¿Y en el caso de las mujeres hay alguna diferencia en esto? ¿Qué le aporta la cárcel a cualquier preso/a?»

«Ni tenemos instrumentos e instituciones de acogida y reinserción y resocialización. Ni personal especializado suficiente. ¿Es la cárcel un fracaso colectivo pero con muchos intereses de todo tipo detrás?»

«Claro que no les aporta nada de lo que se debía. Nos hace peores a todos»

Por | Xaquín Campo Freire

Xaquín, desearía hablar contigo de algo que me está preocupando. El domingo, 13-11-2022, fue la Jornada Mundial de los Pobres. El Obispo de Mondoñedo Ferrol escribió: “La cercanía a los pobres hace que nos preguntemos sobre lo importante y fundamental en la vida; nos permite quitar nuestras máscaras y alejarnos de la superficialidad para provocarnos al amor auténtico”. Y tiene razón.

Me gustaría tener una conversación larga; un diálogo, o varios, sobre la pobreza en el mundo. Pero concretando por grupos de empobrecidos. Por ejemplo:

¿Son las cárceles lugares de pobreza hoy, aquí y también en el mundo? ¿Cómo está eso? El Papa dijo: “Frente a los pobres no se hace retórica”. Hay que pisar realidad. Se quieres comenzamos haciendo con calma como una visita virtual a la cárcel, un lugar donde solo hay cantidad de pobrezas variadas, pero reales todas ellas: La soledad, el desamor, los miedos, la falta de libertad, enfermedades varias, los más diversos desarraigos, la desconfianza, las fracturas familiares, los enfermos psiquiátricos, los trastornos de conducta, etc.

«La fábrica del llanto y el telar de lanas lágrimas”, como dijo Miguel Hernández»

Sí. A mi casi me gustaría más ir formulándote preguntas concretas. Sí. Algo así como esa ‘visita virtual’. Aunque pienso que va a dar para varias sesiones.

¿En la cárcel sólo hay pobres? Psicosociológicamente proceden mayoritariamente de sectores empobrecidos, ya desde la propia infancia. Sí. Ya vienen de ambientes pobres o son víctimas de varios infortunios empobrecedores previos: Las hipotecas, los desahucios, los cierres de empresas, malas gestiones o despilfarros económicos, alcohol, drogas, ludopatías, no inculturados, inmigrantes, maltrartadas/os, los/as sin trabajo, deudores, hipotecas, víctimas de especulaciones financieras, enfermos de todo tipo, conflictos familiares y de pareja. Casi todos proceden de barriadas de clases desfavorecidas o de sectores pobres y empobrecidos.

También están aquellos que cuando llega una crisis económica o desahucio son despedidos del trabajo, o no pueden con los créditos, tienen muchos hijos, son inmigrantes, etc. Como en la crisis del 2008 o la pandemia; o ahora con la guerra, etc. “Para los pobres siempre es noche”. “Siempre los pilla el toro”.

«Algunos ricos también van a la cárcel pero su estancia, aun estando en el mismo patio, celda o vida común, las angustias son diferentes. Si lees el libro ‘Memorias de un preso’ de Mario Conde te darás cuenta de esto»

Y sobre todo están los de tipo psiquiátrico en diversos grados y diagnósticos o incluso sin diagnosticar y por tanto sin ningún tratamiento adecuado ya desde la infancia o de la adolescencia.

Algunos ricos también van a la cárcel pero su estancia, aun estando en el mismo patio, celda o vida común, las angustias son diferentes. Si lees el libro “Memorias de un preso” de Mario Conde te darás cuenta de esto.

¿Y en el caso de las mujeres hay alguna diferencia en esto? Sí. De entre esos pobres, desde siempre, están el caso de las mujeres encarceladas y también los menores. La mayoría son aún más pobres. Y están las víctimas de la trata de seres humanos. España es uno de los países con los mayores negocios. Piensa en todas las cárceles. También en las cárceles de fuera: de los pisos o lugares de comercio y explotación sexual y otros por el estilo. ¡Son cárceles!

Nadie puede querer una hija, una madre, hermana o abuela en esos lugares. Precisamente por ser mujeres y menores. Para ellas la cárcel ya llegó más temprano. La vida las marginó más, las excluyó y las rompió ya muy pronto. A muchos ya justo al nacer. Luego, el tiempo de la condena siempre llega y se presenta más dura de cumplir la estancia en la cárcel o reformatorio, por ser mujeres y menores, es decir, más vulnerables. También está el negocio del juego. Los sociólogos y los que nos movemos por el interior de las cárceles sabemos de esta realidad. Es suficiente con entrar cualquier día en Google y seleccionar aquellos estudios de autores que veamos serios, con artículos imparciales, más objetivos y documentados. Están ahí a nuestra disposición. Y no le demos más vueltas.

Te diré más. Muchas de estas nuestras hermanas pobres ya nacieron físicamente en las cárceles, de madres gestantes en prisión. Una pobreza multiplicada. Hasta los tres años viven con ellas en las prisiones llamadas ‘humanizadas’, pero sin libertad. Llevan la cárcel, no en el ADN físico, pero casi. Los primeros apegos y las primeras intuiciones, que van grabadas en el subconsciente, serán las de la cárcel. Y los desapegos que vienen a continuación serán consecuencia de esa realidad y aparecen sucesivamente las primeras tomas de conciencia con el crecimiento evolutivo. Ya el mismo salir, que para el niño/a llega de un día para otro, de repente. E irán posteriormente a los vis a vis a la cárcel, si no quedan muy lejos los tutores, que al ser pobres, depende del tiempo que puedan librar y de la economía. Los desplazamientos son caros, seguramente con pernoctas, y con riesgos. “Y todo para dos horas”. ¿De verdad vale la pena, dicen, hacer sufrir al niño y a la madre, cuyas despedidas luego son un drama desgarrador para todos? Y los mismos bebés irán preguntando paulatinamente: ¿Y por qué mamá está ahí y no viene para casa? ¿Es que ya no nos quiere?

Otras veces, aun estando relativamente cerca, (80 quilómetros sencillos; 160 en total), no podrán, por pobreza, ir con frecuencia semanal a esa visita a la cárcel donde está la mamá, con el trauma de la separación y falta de frecuencia de trato para todas y todos. Si no castigan a la madre con la suspensión del encuentro por ‘su comportamiento’. El niño/a va creciendo en esas circunstancias. Ya alguien les dirán, más temprano que tarde, en la barriada o en el colegio o incluso en la misma familia: “¡tú eres un hijo/a de la cárcel!”. “Dicho en Román paladín y bíblico: “¡acuérdate que eres polvo y al polvo vas a volver!”. O en clarito castellano: “Está de Dios que la cabra tira al monte”.

¿Qué le aporta la cárcel a cualquier preso/a? Nunca a problemas complejos se deben presentar soluciones simples. Ni como políticos ni como sociedad de opinión. El problema es muy diverso y amplio. La cárcel es “la grande purga de Benito”: Vale para todos los desajustes conductuales. Es el ‘sistema-parche’ general y universal que nosotros, como sociedad, hemos creado para solucionar todas las disonancias conductuales, sean ellas cuáles sean: “¡Venga ya! ¡A la cárcel! ¡Que nos los quiten de delante!”. Y no vale culpabilizar luego al funcionariado. Puede haber casos aislados con problemas, como en todo colectivo, pero no es culpa de ellos. Son problemas estructurales.

«¡Venga ya! ¡A la cárcel! ¡Que nos los quiten de delante!»

Se intentó con el art. 25, § 2, de la Constitución afrontar el problema. Pero ahí se quedó. Gran parte de las leyes que se debían ir desarrollando y/o crear institucionalmente los medios para las distintas respuestas adecuadas por sectores y grupos de problemas, están sin desarrollar. Pongo por caso toda la sanidad psiquiátrica pública y las respuestas adecuadas para toda la población, por sectores parciales, con instituciones para diagnósticos precoces y preventivos y con respuestas y terapias idóneas. Hay, por ejemplo, ‘cárceles-granja’ para psiquiátricos con buenos resultados. Pero hay que invertir en personal especializado y en medios.

Pero todo eso sigue ahí dentro de la sanidad general, limitada a los Centros de Salud, como una gripe o un catarro común. Y conste que los sanitarios de estos Centros hacen muchísimo más de lo que pueden. Pero van allá más de cuarenta años. Y cuando llegan los problemas,… ‘cada uno que se entienda’. Los pobres nunca tendrán medios para ir a la sanidad privada y especializada, muy cara ella ya desde las primeras consultas y no digamos luego las terapias en régimen de internamiento. Que tampoco están bien orientadas. ¡Están al máximo lucro! Pero somos principalmente nosotros, la sociedad civil, los algo más que presuntos implicados.

Solo sabemos repetir como grito común: “Que se pudran en la cárcel”. Victimizamos vindicativamente. Si a un niño en vez de mandarlo a la escuela lo mandamos a cuidar del ganado no le podemos luego exigir que esté preparado con la EXB o el Bachillerato. No está ni en el sitio ni con el tiempo adecuado.

Muchos de los reclusos, de ser gente con problemas, los retiramos de la sociedad con juicios legales, (faltaría más), por discordantes sociales o peligrosos inadaptados. Pero no van para el sitio en el que se les ayude a curarse, rehabilitarse, reeducarse, reinsertarse y resocializarse. Ni cuando salen nosotros los acogemos en la sociedad para poder valerse por sí mismos.

«¿Sabes, por ejemplo, que está creciendo el número de reclusos que no quieren dejar la cárcel porque no se creen capaces de salir adelante y, por miedo, prefieren seguir presos?»

Ni tenemos instrumentos e instituciones de acogida y reinserción y resocialización. Ni personal especializado suficiente. ¿Sabes, por ejemplo, que está creciendo el número de reclusos que no quieren dejar la cárcel porque no se creen capaces de salir adelante y, por miedo, prefieren seguir presos?

Pero llegado el día se les echa. Y para regresar “a su casa”, el penal, tienen que re-delinquir gravemente. También está constatado que un sector, no pequeño, salen peor. Allí se han preparado mejor para delinquir de nuevo como solución para sobrevivir y que ellos mismos te dicen que tienen claro que serán reincidentes.

Ellos están dentro de un sistema que todos nosotros, sociedad civil, preparamos como la grande solución para todo: “¡Que se pudran ahí!, gritamos alto y al unísono. Dicho todo el anterior, claro que no les aporta nada de lo que se debía. Nos hace peores a todos.

¿Es la cárcel un fracaso colectivo pero con muchos intereses de todo tipo detrás? Muchos especialistas serios en estos temas dicen que hay que ir a otras formas de tratar toda la inadaptación y la desadaptación social.

«Otra justicia es posible. Otro cumplimiento de las penas es posible»

Seguimos hablando otro día. Se me hace tarde. Cuídate.

Adviento en la Cárcel de Navalcarnero:

Los presos nos transmiten sus esperanzas

San Dimas

«Hoy nos hemos reunido en la cárcel de Navalcarnero como cada sábado, para celebrar las dos eucaristías. En ellas, intentamos celebrar cada semana nuestra vida a la luz del evangelio y de las circunstancias personales de cada uno»
«Ha sido una celebración muy especial, de mucha ternura, de mucha emoción y de mucho encuentro profundo con el Dios pequeño y pobre que nos va a nacer. Hemos vuelto a comprobar cómo los pobres y los pequeños, representados en los presos de la cárcel, nos dan lecciones y nos ‘preceden en el Reino de los cielos'»
«A mí me enseñan los presos de Navalcarnero y su sufrimiento me hace ser más humano, más evangélico y me obliga a intentar llenar ese dolor de vida y de esperanza. Un día más doy gracias a Dios por este ministerio encomendado»

Por | Javier Sánchez, capellán de la cárcel de Navalcarnero

Hoy nos hemos reunido en la cárcel de Navalcarnero como cada sábado, para celebrar las dos eucaristías. En ellas, intentamos celebrar cada semana nuestra vida a la luz del evangelio y de las circunstancias personales de cada uno. El inicio de cada celebración siempre es un momento de encuentro, porque a muchos de los chavales los vemos una vez a la semana, sobre todo los voluntarios, yo tengo la suerte de verlos casi a diario. Y por eso, siempre hay un primer momento de saludarnos, de darnos un abrazo de bienvenida y ver cómo estamos, y cómo hemos pasado la semana.

Hoy ha sido una celebración muy especial, de mucha ternura, de mucha emoción y de mucho encuentro profundo con el Dios pequeño y pobre que nos va a nacer. Hemos vuelto a comprobar cómo los pobres y los pequeños, representados en los presos de la cárcel, nos dan lecciones y nos “preceden en el Reino de los cielos”. Los listos, los engreídos, los que creen saberlo todo no entienden el Evangelio, porque no pueden aprender nada de nadie. Los presos, desde su dolor, y desde su debilidad, nos han hecho una vez más descubrir qué es lo importante de nuestra vida cristiana, y hacer nuestras las palabras del Evangelio de Jesús “Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla” (Mt )

«Hemos vuelto a comprobar cómo los pobres y los pequeños, representados en los presos de la cárcel, nos dan lecciones y nos ‘preceden en el Reino de los cielos’. Los listos, los engreídos, los que creen saberlo todo no entienden el Evangelio, porque no pueden aprender nada de nadie»

Javier Sánchez, capellán de Navalcarnero

Además, este sábado iniciábamos el tiempo de adviento, junto con toda nuestra Iglesia, y por eso hemos comenzado explicando cada uno de los símbolos que teníamos en esta celebración. Los colores litúrgicos para este tiempo especial de preparación previo a la navidad, la corona de adviento, y los elementos fundamentales de estas cuatro semanas. Uno de los chavales nos había preparado también un cartel de ambientación de este tiempo, y la palabra que resumía la temática evangélica de este día: esperad. Con todo ello hemos comenzado la celebración, con nuestro canto de entrada y nuestra disposición a tener un encuentro con Dios y con los demás hermanos reunidos.

Hemos leído la lectura del profeta Isaías y después también el Salmo que como siempre elaboramos y adaptamos para nuestra celebración. En el Salmo se mencionaba mucho la palabra esperanza y el reconocimiento de que la esperanza supone “estar activos”, creyendo que las cosas pueden cambiar. Un tiempo nuevo para una cárcel y una experiencia nueva de vida, la que se nos brindaba. “Que nuestra esperanza consista en estar atentos a quien nos necesita”, rezábamos juntos.

Después del Salmo, como cada día, hemos ido haciendo el eco de lo que habíamos rezando, y como siempre es impresionante, en un silencio conmovedor escuchar cómo cada uno vamos repitiendo la frase que más nos llega en ese momento o más nos llama la atención. Es un momento de oración profunda y sentida la que vivimos juntos y sin duda es expresión de lo que en ese momento cada uno de nosotros estamos sintiendo y viviendo.

Y después del Salmo y su eco, encendimos nuestra primera vela de este tiempo de Adviento, antes de proclamar el evangelio. En esta primera vela se nos invitaba a estar atentos al paso de Dios por nuestra vida, y a poder descubrir que la esperanza nos debe llevar al compromiso con los más necesitados de los módulos, con aquellos con los que compartimos la vida en la cárcel. Una imagen acertada y bonita, que luego retomamos en la reflexión, era la de sentirnos “desde nuestra pobre arcilla llamados a dejarnos modelar por el Dios que nos llama al cambio y a una nueva vida”.

En este clima de oración, proclamamos el evangelio, que como últimamente, lo hizo Wilber, un muchacho colombiano en prisión preventiva desde hace varios meses, pero que fue catequista en su país y que lo proclama siempre desde el corazón y sintiendo lo que dice. Se le nota que está preparado y sobre todo que es de profunda fe. Su querer ayudar a la familia, y por qué no, le ha llevado a la cárcel, y ahora se encuentra aquí, sólo y en espera de juicio que nunca llega, con su familia y sus amigos en Colombia. Siempre me dice que nosotros somos su familia; está en comunicación con ellos por teléfono y varias veces su mujer me envía fotos de sus hijos para poder verlos crecer y participar de su vida, a pesar de la distancia. Llama la atención que siempre tiene una sonrisa en la boca y que además es tremendamente agradecido. Y después de escuchar el evangelio, como siempre lo hemos reflexionado entre todos. Como siempre ha sido impresionante.

Les he dicho a los chicos que estábamos estrenando el tiempo de adviento, un tiempo de esperanza, de ilusión y de sueños. Y luego les he preguntado si ellos tenían esperanzas, si esperaban algo. Se me han llenado los ojos de lágrimas al escucharles: “Claro que tenemos esperanzas, si no, no podríamos vivir”, han coincidido todos,” aquí la vida es muy dura pero tenemos esperanza de salir pronto y de poder cambiar de vida”. Al escucharles no he podido por menos que emocionarme, porque escuchar que en medio de tanto dolor, los sufridos, los crucificados tienen esperanza, sin duda que un gesto y un signo de Dios, del Dios de la vida, que también está crucificado con ellos y que también sufre con ellos. Los crucificados de la vida transmitiendo esperanza.

Les he dicho que me alegraba el escucharles y que haría la misma pregunta, como todos los domingos, en la misa de la parroquia, para ver también cómo la gente me respondía. Es impresionante, porque los que tenemos de todo, los que estamos con menos dolor, los que la vida nos sonríe a cada momento, no somos capaces de valorar los signos del amor de Dios, y quizás estamos siempre quejándonos.

Hemos hablado desde ahí de las esperanzas en medio del dolor que tienen tantos seres humanos; de cómo entre los escombros y las ruinas de Ucrania, surge la esperanza y el amor, cuando vemos que una señora hace comida para la gente, y es capaz de dar vida y cariño en medio de tanto dolor: es la esperanza la que triunfa por encima de la cruz, es la resurrección la que aparece primero. Es la vida del crucificado y a la vez resucitado, es la experiencia pascual por antonomasia. Y desde ahí también la llamada a estar en vela que nos brindaba el evangelio y a reconocer que “de las espadas forjarán arados, y de las lanzas podaderas” que nos decía el profeta Isaías.

Hemos continuado la celebración con el momento de petición, donde teníamos presente de modo especial al obispo auxiliar de la diócesis de Getafe, que en ese momento estaban consagrando, y le pedíamos al Padre que estuviera con aquellos más necesitados de nuestra Iglesia. Los chicos también han pedido por las familias, han presentado sus sueños, han pedido por la gente de la calle… como siempre eran peticiones de los crucificados, al crucificado.

Después de dar gracias juntos con la plegaria eucarística, rezar el santo salvadoreño, recordar a Jesús en su entrega y hacer el brindis por el amor de Dios que se hace presente en la entrega de Jesús y en la fuerza del Espíritu Santo, hemos compartido el momento de la paz. Un momento, el de la paz, especialmente entrañable en la cárcel, porque todos nos abrazamos y nos preguntamos cómo estamos, qué nos pasa. En cada abrazo todos sentimos el abrazo de un Dios Padre-Madre que nos quiere y nos abraza. No es un momento de cumplimento, de darnos la paz “porque toca”, sino que es un momento de hacer presente que nos necesitamos, que somos iguales, que no hay presos y libres, sino que hay hermanos y hermanas que queremos compartir la vida juntos.

Después el momento de la comunión, y al final el canto explosivo de “color esperanza”, que nos ha hecho descubrir que esa esperanza evangélica y profética, de este tiempo de adviento, es posible.

Si la primera misa ha sido especial, la segunda no lo ha sido mucho menos. En esta celebración segunda siempre somos más, unos cuarenta nos reunimos. Y confieso que al mirarles sentados he descubierto y vivido aún más esa fuerza de “algo nuevo”.

Cuando ha entrado Angel, un chaval peruano, toxicómano, le he dicho, mirándolo a los ojos y sonriendo que hace unos días estuvo su madre conmigo en la parroquia y me preguntó cómo estaba. Su madre, hacía mucho tiempo no se comunicaba con él, porque Angel seguía drogándose en la cárcel y porque seguía sin cambiar. Cuando se lo he dicho, la cara se le ha iluminado y me ha dicho: “De verdad? ¡qué alegría! Pensé que ya no quería saber nada de mí”. Su madre me había dicho varias veces, que era su hijo y lo quería mucho por encima de todo, y que en ocasiones había pensado incluso decirle al juez que entrara ella en prisión para que pudiera salir su hijo. Ha sonreído y me ha dado las gracias con un fuerte abrazo.

Luego ha llegado Egson, otro chico peruano, y me preguntado también por su madre; hace unos días me envió una carta para él que también lo emocionó, porque también hacía tiempo no se comunicaban. Le he dicho que esta semana no, pero que yo la escribiría para contarla cómo estaba.

Han ido apareciendo todos los demás, hasta casi cuarenta como digo, y así hemos comenzado la eucaristía. Hemos vuelto a proclamar las lecturas y de nuevo en la homilía, les he vuelto a preguntar si tenían esperanza. Otra vez han vuelto a coincidir todos en lo mismo: “tenemos esperanza de poder cambiar algún día y sobre todo de que Dios nos reúne y nos acompaña, que nos da fuerzas para seguir”. Sin poder contener la emoción y las lágrimas, les he dicho que esa esperanza la veía en cada uno de ellos.

Que para mí era esperanzador cada vez que estaba compartiendo con ellos. Ayer, les dije, pase la tarde con un compañero del módulo dos que está de permiso y con su madre, y fue una tarde esperanzadora y llena de vida. Similar al rato que estuve con la madre de Angel. Esperanza que veía cuando me escribía la madre de Egson, o el padre de Sergio. Y al nombrarlos a cada uno de ellos, me miraban y me regalaban la mejor de las sonrisas, que sin duda era la misma sonrisa del Dios crucificado, en cada uno de ellos, en cada una de sus vidas y en las de sus propias madres. Ha sido de nuevo un momento de gracias, y de pascua, de vida resucitada y llena de Dios.

Después hemos seguido la celebración como cada día. Cuando ha llegado el momento de la paz de nuevo ha surgido una especial ternura evangélica. Sergio, Egson y Angel me han dado especialmente las gracias al abrazarme y de nuevo he sentido las gracias y la sonrisa de Dios. En cada apretón, en cada sonrisa, estaban los cálidos brazos del Dios de la vida, que tantas veces me abraza y me quiere en Navalcarnero.

Y cuando estábamos comulgando, ha surgido algo muy especial, que nos ha demostrado la sensibilidad y solidaridad de los más pobres. Se me ha acercado un chico de los del módulo de enfermería para decirme que un compañero suyo, con demencia, había salido fuera de la sala y que no sabía dónde estaba, que estaba preocupado porque el otro día se perdió por toda la cárcel. Hemos parado de comulgar, y han salido a buscarlo, y de modo especial sus compañeros de la enfermería. Ha sido un momento especial, porque salían hasta los que estaban con muletas a buscar a su compañero. Por fin, lo han encontrado y todos han respirado agusto y sonreído. Tras comulgar, hemos dado gracias por este gesto, y hemos coincidido todos en que allí, en este lugar que parece tan insolidario, la sensibilidad por el otro está a flor de piel, especialmente en aquellos que se encuentran incluso más necesitados: los enfermos con muletas preocupados por aquel compañero con demencia, que se ha perdido. ¿Hay alguna definición más entrañable, más teológica y más evangélica de Dios?

Hemos terminado también con el canto “color esperanza” y la oración final, “Jesús esperamos un año más tu venida a nuestra vida, a nuestra cárcel, a nuestro mundo. Te necesitamos, no nos dejes. Te necesitamos para construir juntos un mundonuevo. Eres nuestra esperanza. Ayúdanos a creernos que se puede hacer”.

Un bonito comienzo de adviento, un signo de esperanza y de vida, algo nuevo está brotando y brota de donde tiene que brotar, de la cruz, del dolor, del sufrimiento, de la entrega. Siempre lo digo: la cárcel es un lugar pascual por excelencia, donde el crucificado Jesús de Nazaret, se une a los crucificados de Navalcarnero, para decirnos que cuenta con nosotros, para seguir poniendo vida y esperanza allí. Recuerdo, como en tantas ocasiones, las palabras de Monseñor Romero: “ No sólo el predicador enseña, el predicador aprende. Ustedes me enseñan. La atención de ustedes es para mí también inspiración del Espíritu Santo. El rechazo de ustedes sería para mí también rechazo de Dios” (Homilía 16 de julio de 1978).

A mí me enseñan los presos de Navalcarnero y su sufrimiento me hace ser más humano, más evangélico y me obliga a intentar llenar ese dolor de vida y de esperanza. Un día más doy gracias a Dios por este ministerio encomendado, porque cuenta conmigo para ello, porque me da su Espíritu y su gracia para poder compartirla. Ojala que pueda ser fiel a esa confianza que El pone en mí, porque me siento como el profeta Jeremías, que no sé hablar, que soy un niño. Y cada día y en cada momento, descubro que no soy yo el habla, sino que Alguien va hablando y haciendo posible la vida, a través de mí.

Los presos me enseñan cada día, me hacen ser más humano, más evangélico y me ayudan a ser cura. “Te doy gracias Padre porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla” (Mateo 11, 25)

Medalla de reconocimiento a Nelly León, capellana de la cárcel de Santiago

Chile: Medalla Cardenal Raúl Silva Henríquez para capellana de cárcel de mujeres

Por| ROBERTO URBINA AVENDAÑO

Reconocimiento a su permanente compromiso con quienes sufren la privación de libertad, revindicando su dignidad y persiguiendo su reinserción a la sociedad

La religiosa del Buen Pastor, Nelly León Correa, recibió la Medalla Cardenal Raúl Silva Henríquez en reconocimiento a su trabajo como capellana de la cárcel de mujeres de Santiago, otorgada por la Universidad Cardenal Raúl Silva Henríquez.La ceremonia tuvo lugar en la capilla de la Cárcel de mujeres de Santiago, a pedido de la homenajeada. En presencia de un grupo numeroso de reclusas, el Presidente y Gran Canciller de la Universidad, Padre Carlo Lira, el Rector Galvarino Jofré y el Vicerrector Académico, Álvaro Acuña, le entregaron la medalla por su “permanente compromiso con quienes sufren la privación de libertad, revindicando su dignidad y persiguiendo su reinserción a la sociedad, reflejando con ello la vigencia del pensamiento del Cardenal Raúl Silva Henríquez, y representando fielmente los valores de una egresada de nuestra Universidad”.

Mujer levántate

La hermana Nelly se ha hecho conocida por su trabajo con las reclusas del Centro Penitenciario Femenino de Santiago, desde 2005, y también por la creación de la Fundación “Mujer Levántate” que acoge a quienes egresan de la cárcel sin tener un lugar donde llegar. Adquirió especial notoriedad en enero de 2018 con la visita del Papa Francisco a Chile, ya que esta cárcel fue uno de los lugares que visitó y donde tuvo un emotivo y festivo encuentro con reclusas, momento que fue reconocido como el de mayor calidez y entusiasmo expresados al Papa.

En su discurso de agradecimiento la religiosa confesó estar “muy emocionada con esta distinción. Le pedí a las autoridades de la Universidad que vinieran a este lugar porque todo lo que yo soy y he logrado es por ustedes”, dijo a la numerosa concurrencia de reclusas presentes en el acto.

Una de las reclusas presentes, Elizabeth, entregó su testimonio durante la Misa. “Hoy me siento empoderada, sé que la Fundación Mujer Levántate me seguirá acompañando y confío en Dios que este trabajo pueda continuar y así restaurar muchas más vidas, tal como restauró la mía. Gracias, hermana Nelly por darle vida a esta fundación y gracias a todos quienes son parte de este maravilloso sueño”, confesó.

Inclusión social con trato digno

La ceremonia tuvo lugar durante la celebración de una Misa por el 14º aniversario de la Fundación “Mujer levántate” que Nelly León, con otras personas que la apoyaron, fundó y actualmente preside. En esa Fundación declaran que trabajan “por la inclusión social de mujeres que están o han estado privadas de libertad a través de un programa integral, donde el trabajo metódico, la conexión afectiva y el trato digno es nuestro sello fundamental”.

“Mujer levántate” acoge, actualmente, un promedio de 100 mujeres al año, impactando la vida de más de 300 niños y niñas. En su presentación, dicen que “cuando una mujer está en la cárcel no solo ella es condenada, sino todo su entorno, principalmente sus hijos, quienes son nuestros usuarios indirectos y en quienes pensamos cada vez que proponemos a una mujer integrarse a nuestro programa y protagonizar un cambio de vida, siendo sujetos de su propio cambio”.

En diciembre de 2020 Nelly León asumió como Delegada episcopal para la pastoral en la diócesis de San Felipe, tarea a la que la invitó el obispo Gonzalo Bravo Álvarez. “Cuando el obispo me pidió este servicio en la pastoral le dije que la cárcel no se transa. Entonces dentro del tiempo que yo pueda aportar a la diócesis, lo haré, pero la cárcel no está en juego y él lo aceptó así”, dijo Nelly a Vida Nueva en esa oportunidad.

Agregó que aceptó esa tarea “porque creo que las mujeres hemos luchado mucho para que se nos abran espacios y en el momento que se nos dan muchas veces retrocedemos, nos cuesta, no aceptamos. Entonces vi aquí una oportunidad no solo por mí, sino por todas las mujeres de la Iglesia que luchamos y pedimos a gritos un espacio. Aquí se abrió uno y espero que no sea el único”.