Asamblea Eclesial de A.L. y E.C.

A un año de la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe (parte 4 de 4)

por David Jasso Ramírez

Reflexiones y propuestas pastorales para seguir caminando juntos. Desborde creativo en nuevos caminos por recorrer, es el título de la Parte III, impulsándonos a salir de la zona de confort en la que a veces estamos.

Luego de mirar la realidad y discernirla, la invitación que se nos hace es a actuar comprometidamente con creatividad pastoral. El centro de esta parte es la evangelización, cosa que me alegra por la forma en la que retoma este compromiso vital en la Iglesia.

Ante los cambios profundos y vertiginosos de esta nueva época, la Nueva Evangelización se ha convertido en uno de los desafíos más importantes para nuestra Iglesia. Son muchos los ambientes humanos, sociales y tecnológicos que le están pidiendo una manera diferente y nueva de hacer llegar a ellos la alegría del Evangelio: más testimonial, con un lenguaje renovado y creativo, cercano a la realidad de las personas y con un tono que exprese la misericordia y la bondad de este Padre bondadoso que tenemos.

Con firme convicción sabemos que hay que reavivar el fuego del Espíritu que brotó en Pentecostés y que recibimos de Cristo Redentor, para salir a las “periferias existenciales”, tal y como nos lo ha enseñado y testimoniado el papa Francisco, para proclamar que el amor de Dios está vivo y es capaz de transformar esta realidad si le abrimos el corazón. Es necesario tener en cuenta la invaluable enseñanza de Aparecida, que nos recuerda que toda evangelización nace de un encuentro personal y un anuncio kerigmático (cfr. DA 244); que continúa en un proceso discipular, viviendo y participando en la comunidad cristiana para poder anunciar con alegría la Buena Nueva del Evangelio. No podemos parcializar esta experiencia fundamental en el proceso evangelizador del creyente.

Las palabras siempre luminosas del papa Paulo VI, que nos hará bien recordar, ponen de manifiesto la esencia de la misión de la Iglesia: Nosotros queremos confirmar una vez más que la tarea de la evangelización de todos los hombres constituye la misión esencial de la Iglesia… Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar, es decir, para predicar y enseñar… (EN 14). Pero es una acción amplia y profunda, que llega al corazón de las personas y por su fuerza, es capaz de transformar todos los ambientes de la humanidad con su influjo para cambiar desde dentro y renovar a la misma humanidad, transformando con la fuerza del Evangelio los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad, que están en contraste con la palabra de Dios y con el designio de salvación (cfr. EN 18-19).

Seis dimensiones

Es así como el Equipo de Reflexión Teológica del CELAM, propone lo siguiente: “En la perspectiva del Concilio Vaticano II, una acción evangelizadora integral e integradora comprende, por lo menos, estas seis dimensiones: la Dimensión kerigmática y misionera; la Dimensión profética y formativa; la Dimensión espiritual, litúrgica y sacramental; la Dimensión sinodal y participativa; la Dimensión socio-transformadora y la Dimensión ecológica. Tomamos estas dimensiones como un esquema básico para clasificar los desafíos pastorales elaborados en los grupos de discernimiento por la Asamblea Eclesial y las síntesis que se hicieron de las propuestas”. (No. 236)

Es importante tomar en cuenta, como el mismo texto señala, que se han tomado en cuenta 231 desafíos y no solo 41 o aquellos 12 señalados como prioritarios y que la clasificación de estos se hizo tomando en cuenta las dimensiones mencionadas.

Por otro lado, hay una evolución en el discernimiento ya que las orientaciones pastorales propuestas por la Asamblea se transformaron en líneas de acción por el carácter de implementación que tienen: “Las Propuestas pastorales y las Líneas de acción son fruto del proceso realizado por la Asamblea en sus diversas etapas. Por eso, para caracterizarlas tomamos en cuenta también el Documento para el camino, destinado a preparar el proceso, la Síntesis narrativa, que recoge las contribuciones de la escucha, y el Documento para el discernimiento comunitario, instrumento de trabajo para la Asamblea, y aportes de las Actas de la Asamblea. Asumimos estas Propuestas y Líneas de acción con las diferentes formulaciones expresadas a lo largo de todo el camino. En su formulación se omiten los sujetos y se comienza la oración con verbos que indican las acciones prioritarias”. (No. 238)

Aquí está de manifiesto el carácter unitario del proceso y del texto.

Finalmente sugiero ir directamente a la fuente para identificar las propuestas pastorales y las líneas de acción. Es mucha la riqueza que contiene esta Parte III dado que si nos preguntamos: ¿Qué puedo hacer en mi parroquia? ¿Cómo puedo enfrentar tal o cual desafío? ¿Qué elementos debo considerar en mi planeación pastoral? ¿Cómo respondo desde mi realidad concreta sumándome a otras Iglesias locales del Continente?, muy seguramente encontraremos una o más respuestas a estas u otras preguntas.

Termino con las palabras del Mensaje a la Iglesia de América Latina y El Caribe, dado en la ciudad de México, el 27 de noviembre del Año del Señor 2021: “Con gratitud y alegría reafirmamos en esta Asamblea Eclesial que el camino para vivir la conversión pastoral discernida en Aparecida, es el de la sinodalidad. La Iglesia es sinodal en sí misma, la sinodalidad pertenece a su esencia; por tanto, no es una moda pasajera o un lema vacío. Con la sinodalidad estamos aprendiendo a caminar juntos como Iglesia Pueblo de Dios involucrando a todos sin exclusión, en la tarea de comunicar la alegría del Evangelio, como discípulos misioneros en salida”

Reflexiones y propuestas pastorales para seguir caminando juntos

A un año de la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe ( 3 de 4)

por David Jasso Ramírez 

 

El papa Francisco puso a toda la Iglesia en discernimiento con la llamada del Sínodo de la Sinodalidad y con la experiencia de la Asamblea Eclesial en América Latina y El Caribe, luego de un amplio proceso de escucha nos pusimos a discernir.

El Documento de Aparecida fungió como lente a través del cual mirar e interpretar la realidad siendo conscientes de los “desafíos” pendientes por realizar desde aquel 2007.

En la Parte II, el texto ofrece dos conceptos que nos ayudan a interpretar los signos de los tiempos mencionados: trabajar por una Vida plena para todos y avanzar en el proceso de conversión pastoral de cada uno de nosotros.

Por otro lado, la Conferencia de Aparecida aportó muchísimas novedades en más de un sentido. Los obispos, con su propuesta de dinámica colegial y sinodal, nos han ayudado a caminar con Jesús, comprendiendo así el modo de ser sus discípulos misioneros para que nuestros pueblos en Él tengan vida, orientando todo hacia la misión, que ha exigido una conversión personal y eclesial en perspectiva pastoral para “salir al encuentro de las personas, las familias, las comunidades y los pueblos para comunicarles y compartir el don del encuentro con Cristo, que ha llenado nuestras vidas de ‘sentido’, de verdad y amor, de alegría y de esperanza!” (DA 548).

Si bien esta V Conferencia fue un evento realizado en un tiempo y en lugar determinado, sus miradas, sus reflexiones y sus llamados han trascendido al evento, convirtiéndose en un “acontecimiento” que ha de seguir acompañando nuestro caminar, para seguir suscitando en nosotros nuevas miradas, nuevas reflexiones y nuevos llamados como en un “un nuevo Pentecostés” (DA 548).

Con memoria agradecida recordamos la V Conferencia como un “acontecimiento eclesial” vivido en la alegría de la fe, en un clima fraterno, abierto, dialogante, libre, sencillo, sinodal, integrador y muy participativo, sin precedentes en la historia del Magisterio latinoamericano.

Aparecida es mucho más que lo que se dijo ahí, es un espíritu, es la Iglesia que se piensa y se repiensa desde el umbral de “un cambio de época” (DA 44), enfoque no estaba presente en las Conferencias anteriores de manera clara y sistemática. Refleja diversidad de posiciones y de miradas, de teologías, de búsquedas, de prácticas y de opciones. Lo que no le quita elementos comunes, integradores, articuladores, en medio de tanta complejidad y diversidad. “En 19 jornadas de intensa oración, intercambios y reflexión, dedicación y fatiga, nuestra solicitud pastoral tomó forma en el documento final, que fue adquiriendo cada vez mayor densidad y madurez. El Espíritu de Dios fue conduciéndonos, suave pero firmemente, hacia la meta”. (DA 547). No podemos negar que Aparecida está en el corazón del Magisterio del papa Francisco y que esta tomó nuevas dimensiones con el Magisterio actual. Él encarna el “rostro latinoamericano y caribeño de nuestra Iglesia” (DA 100). Su pontificado ratifica la vigencia del proyecto misionero de Aparecida hacia el futuro. La novedad del pontificado de Francisco está relacionada con la novedad de Aparecida, no buscando exportar un modelo latinoamericano, sino promoviendo que cada iglesia asuma la misión de una forma inculturada en su tiempo y su lugar. De lo contrario se caería en otra forma de centralismo pastoral.

Fue pues necesario hacer una relectura de Aparecida en diálogo con el Magisterio del papa Francisco para impulsar nuestra creatividad pastoral en la construcción de formas con las que renovemos nuestro modo de ser católicos, como el modo de ser instrumentos del Reino del amor, de la vida, de la solidaridad y la justicia. Así lo deja claro el texto que hemos comentado.

Hoy nos encontramos frente a un mundo más duro que en 2007 y más escéptico con respecto a los proyectos inclusivos y a largo plazo. Y, sin embargo, en la Iglesia soplan otros vientos, se respira un aire fresco y nuevo que ha traído el papa Francisco no como algo improvisado, sino que tuvo un precedente en Aparecida, donde el modo sinodal de trabajar que lo impulsó siendo cardenal al presidir la comisión de redacción del Documento final, provocó en la asamblea la madurez humilde de un consenso compacto.

Aparecida certificó que es posible una Iglesia en debate y comunión. Y no solo posible, sino urgente, en tanto que solo desde el discernimiento compartido se puede romper con inercias que establecen las estructuras y los tiempos para responder al viento del Espíritu que se encapricha siempre con salir de la zona de confort, empezando por los pastores.

Así entonces la Asamblea reaviva el espíritu de Aparecida. En el proceso de escucha se dijo: “ya no se puede seguir esperando a que la gente llegue, hay que salir a buscarlos en sus propias realidades” (SN p. 134). La Asamblea invita a ser una Iglesia de puertas abiertas para ir donde la gente está. Este camino conlleva dificultades, pero es preferible “una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades” (EG 49), una Iglesia que “salga” a las periferias, más que una Iglesia temerosa de equivocarse y sometida a estructuras anquilosantes (Cfr. No. 173)

El texto continúa su aporte a nuestro discernimiento haciéndonos conscientes del Sueño de Dios para nosotros: “una Vida Plena” y de nuestro compromiso de ser un pueblo en comunión sinodal y salida misionera, de ser una iglesia samaritana al servicio de la vida en fraternidad y de reconocer el desborde del Espíritu en María de Guadalupe: En el acontecimiento, la imagen, el nombre y el santuario de Nuestra Señora de Guadalupe la Madre de Dios visitó a nuestros pueblos y nos dio a Jesús, el fruto bendito de su vientre. En 2031 se cumplirán cinco siglos de la visita misionera de María a estas tierras. La Virgen de Guadalupe es la primera discípula misionera del continente. En 1984, al iniciar la novena de años para preparar el V Centenario del inicio de la primera evangelización en América, San Juan Pablo II afirmó que “América Latina se ha convertido en la tierra de una nueva Visitación”. Aparecida declaró que “María es la gran misionera, continuadora de la misión de su Hijo y formadora de misioneros” (DAp 269) (Cfr. No. 223).

Esto nos prepara para el Jubileo Guadalupano en 2031 y sin duda para el Jubileo de la Redención en 2033, con ella caminamos hacia Jesús.

Continuará…

Asamblea Eclesial de A.L. y E.C. (2)

A un año de la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe ( 2 de 4)

por David Jasso Ramírez

Reflexiones y propuestas pastorales para seguir caminando juntos.

En medio de la pandemia que vivimos, la Iglesia de América Latina y El Caribe no se detuvo y tampoco lo hicieron las Iglesias particulares y mucho menos la Iglesia Universal. La llamada a comenzar el camino del Sínodo de la Sinodalidad en medio de esta emergencia sanitaria inédita nos revela que somos una Iglesia en camino y que el medio digital fue visto como puente, como avenida, como calle para “hacer lío” como diría el papa Francisco a los jóvenes.

El maravilloso contexto de nuestra Asamblea Eclesial es sinodal: “Lo que vivimos es una forma concreta de realizar la sinodalidad como comunión misionera en la historia” (No. 35). “Nuestra Iglesia regional tiene horizontes abiertos y debe seguir dando nuevos pasos en un proceso que no termina, sino que sigue avanzando” (No. 36).

Este texto al que hacemos referencia no se aleja del método pastoral que ya hemos señalado y además sigue teniendo presente el lenguaje que nos caracteriza en la región. Es por eso por lo que, en la Parte I, habla de los signos de los tiempos que nos interpelan y alientan.

La situación vivida de la pandemia nos hizo replantear una y otra vez la forma en la que debía realizarse la Asamblea Eclesial, había voces encontradas, pero todas buscaban lo mejor para cumplir con el llamado que nos había hecho el papa Francisco de hacer memoria agradecida de Aparecida. Recuerdo como si fuera ayer una reunión de planeación donde se expuso el modo híbrido o mixto, también llamado semi presencial para ubicar el evento en México, con unos cuantos, algunos conectados por plataforma digital y muchos más por redes sociales en transmisión abierta. La mirada del texto se dirige a la pandemia como un hito del cambio de época que provocó aislamiento y muertes, que lo cambió todo obligándonos a replantearnos todo mostrando la enorme capacidad de reinvención de las comunidades, al mismo tiempo que aumentó los niveles de pobreza y marginación. La pandemia como realidad transversal ha impactado a todas las dimensiones de la existencia (Cfr. No. 44-46).

Grandes inequidades

El texto elaborado por el Equipo de Reflexión Teológica del CELAM y aprobado por los obispos del CELAM reunidos en Asamblea Extraordinaria, señala Aspectos significativos de la realidad de nuestros pueblos en los ámbitos: socioeconómico, sociopolítico, ecológico, sociocultural, religioso y el de los nuevos rostros protagónicos, tales como los de los jóvenes, las mujeres, las familias y de los pueblos originarios y afrodescendientes.

Al respecto se señalan las grandes inequidades, la fragilidad de nuestras democracias, el peligro en el que se encuentra nuestra casa común, la situación de nuestros pueblos, nuestras ciudades y nuestros hermanos migrantes. Una mirada solo de estos aspectos sería muy parcial, por lo que el texto nos invita a mirar algunos aspectos relevantes de nuestra Iglesia acentuando el ser de la Iglesia como Pueblo de Dios, la formación y participación del laicado, los itinerarios formativos de los seminarios y casas religiosas, así como los casos de abuso en la Iglesia y la Experiencia personal de encuentro con Cristo presente en la historia.

Estos aspectos se resaltan en base a los desafíos presentados como gran conclusión de la Asamblea Eclesial y como signo de la voz de los participantes en el proceso de escucha.

Creo que conviene preguntarse, ante esta mirada:

¿Qué aspectos de estos que se han señalado, se encuentran latentes en el contexto donde vivimos?

¿Qué tanto describen la situación concreta que vivimos en nuestro entorno más cercano?

¿De qué manera podemos solidarizarnos con hermanos de otros países que viven estas situaciones descritas?

¿Qué camino pastoral podemos seguir para hacer nuestra esta mirada pastoral como discípulos misioneros?