Ante la II Jornada Mundial de los Abuelos y los Mayores

Omella: «Las instituciones y centros que albergan a los ancianos están llamados a ser lugares de humanidad»

Pareja de abuelos
Pareja de abuelos

«Ellos tienen un papel importante en la vida y en el crecimiento del árbol familiar. En torno a ellos, se juntan sus hijos, sus nietos y, a veces, incluso sus bisnietos»

«Ante el auge de la cultura del descarte, a la cual se refiere a menudo el Santo Padre, es decir, una cultura que descarta, aparta o tira lo que no sirve, vemos con tristeza que los mayores son los que más riesgo tienen de ser descartados»

«Seamos generosos y dediquemos un poco de nuestro valioso tiempo a ellos. Seguro que recibiremos mucho más»

Por Cardenal Juan José Omella

Esta próxima semana celebraremos la fiesta de San Joaquín y Santa Ana, los abuelos de Jesús, según una tradición que arranca del siglo II. Es por este motivo que la Iglesia celebra este domingo la II Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores bajo el lema «En la vejez seguirán dando fruto» (Sal 92,15).

Por ello, me permitirán que estas líneas las dedique a nuestros abuelos, esas personas que llenan y enriquecen con su sabiduría y ternura tantos hogares y familias. ¡Qué relación tan especial la que se establece entre abuelos y nietos!

Abuelo con nieta
Abuelo con nieta Jana Sabeth

Ellos tienen un papel importante en la vida y en el crecimiento del árbol familiar. En torno a ellos, se juntan sus hijos, sus nietos y, a veces, incluso sus bisnietos. Ellos son el puente que nos conecta con el pasado, con la tradición familiar y, a su vez, nos ayudan a escribir las páginas de nuestra historia personal y comunitaria. Ellos hacen posible la alianza entre generaciones a la que se refiere a menudo el papa Francisco.

Valores que importan

En un mundo como el nuestro, donde se valora mucho la fuerza y la apariencia exterior, los mayores no se cansan de transmitirnos con sencillez, a su manera, muchos valores que realmente importan y que deberían estar muy presentes a lo largo de nuestra vida. Unos principios y valores que están grabados en el corazón de cada ser humano y garantizados por la Palabra de Dios (cf. Palabras del papa Francisco a la Asociación Nacional de Trabajadores Mayores. 15/10/2016)

Ante el auge de la cultura del descarte, a la cual se refiere a menudo el Santo Padre, es decir, una cultura que descarta, aparta o tira lo que no sirve, vemos con tristeza que los mayores son los que más riesgo tienen de ser descartados. En efecto, cuando nuestros mayores pierden autonomía y más nos necesitan, más crece el riesgo de que, poco a poco, sean considerados una carga y sean abandonados. Ante su debilidad no siempre los fortalecemos. Deberíamos ser capaces de hacerlo derrochando amor.

Abuelos
Abuelos

Muchos ancianos han encontrado un segundo hogar en residencias para gente mayor donde comparten su vida con otros ancianos. Las instituciones y centros que albergan a los ancianos están llamados a ser lugares de humanidad y de atención amorosa, donde los más débiles no sean olvidados ni desatendidos, sino cuidados, visitados, recordados y defendidos.

Amar a nuestros mayores dignifica nuestra propia memoria. ¡Qué bellas son las palabras de la Biblia con las que una joven viuda se dirige a su suegra cuando esta la invita a dejarla y rehacer su vida!: «No insistas en que regrese a mi tierra y te abandone. Iré adonde tú vayas, viviré donde tú vivas; tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios; moriré donde tú mueras, y allí me enterrarán. Juro ante el Señor que solo la muerte podrá separarnos» (Rut 1,16).

Dedicarles un poco de tiempo

Una sociedad avanzada se distingue por cómo trata a sus abuelos y a sus jóvenes. Mientras los jóvenes son la vitalidad de un pueblo en camino, los ancianos refuerzan esta vitalidad con la memoria, la experiencia y la sabiduría. No hay mejor manera de mirarse al espejo como país que analizando la calidad de vida que dispensamos a nuestros jóvenes y a nuestros ancianos. Seamos generosos y dediquemos un poco de nuestro valioso tiempo a ellos. Seguro que recibiremos mucho más.

Queridos hermanos y hermanas, os deseo a todos una feliz fiesta de San Joaquín y Santa Ana. Felicidades, abuelos, y gracias por vuestra misión.

† Cardenal Juan José Omella Omella, Arzobispo de Barcelona

Jornada Mundial de los Abuelos

El Papa reivindica la actividad de la tercera edad: “¡Envejecer no es una condena, es una bendición!”

En su mensaje para la Jornada Mundial de los Abuelos del próximo 24 de julio, Francisco subraya el protagonismo de los ancianos para “proteger al mundo” de la guerra

Francisco está convencido de que “envejecer no es una condena, es una bendición”. Así al menos lo asegura en el Mensaje para la Jornada Mundial de los Abuelos, convocatoria creada por el pontífice argentino y que celebrará su segunda edición el próximo 24 de julio en el marco de la festividad de santa Ana y san Joaquín, los abuelos de Jesús de Nazaret.


Partiendo del salmo 92 que expone que “en la vejez seguirán dando fruto”, el Papa de 85 años: “Esto va a contracorriente respecto a lo que el mundo piensa de esta edad de la vida; y también con respecto a la actitud resignada de algunos de nosotros, ancianos, que siguen adelante con poca esperanza y sin aguardar ya nada del futuro”.

Cultura del descarte

Francisco arremete una vez más contra la “cultura del descarte”,  consciente de que “la ancianidad a muchos les da miedo”, en tanto que “la consideran una especie de enfermedad con la que es mejor no entrar en contacto”. Incluso lanza una crítica velada a quienes envían a sus mayores a residencias amparándose en “tener que hacernos cargo de sus preocupaciones”.

“La ancianidad, en efecto, no es una estación fácil de comprender, tampoco para nosotros que ya la estamos viviendo”, confiesa el Papa, que lamenta cómo la sociedad ofrece “planes de asistencia, pero no proyectos de existencia”. De hecho, incluso llega a afirmar que “estamos tentados de exorcizar la vejez escondiendo las arrugas y fingiendo que somos siempre jóvenes”.

Tiempo útil

Para Francisco, “la ancianidad no es un tiempo inútil en el que nos hacemos a un lado, abandonando los remos en la barca, sino que es una estación para seguir dando frutos”.

La publicación del mensaje coincide con un momento especialmente complejo para el Papa Francisco, dado que la rotura de los ligamentos de su rodilla derecha le ha obligado a permanecer en silla de ruedas y alterar su agenda hasta tal punto que se ha visto obligado a retrasar su viaje a Líbano previsto para este mes de junio.

Crisis de certezas

El pontífice admite en su reflexión que, cuando “las fuerzas declinan o la aparición de una enfermedad pueden poner en crisis nuestras certezas”. Frente a esta sensación de decaimiento, Jorge Mario Bergoglio recomienda continuar con la actividad y el aprendizaje, especialmente “desde el punto de vista espiritual, cultivando nuestra vida interior por medio de la lectura asidua de la Palabra de Dios, la oración cotidiana, la práctica de los sacramentos y la participación en la liturgia”.

Junto a esto, recomienda a los mayores cultivar “la relación con Dios, las relaciones con los demás, sobre todo con la familia, los hijos, los nietos, a los que podemos ofrecer nuestro afecto lleno de atenciones; pero también con las personas pobres y afligidas, a las que podemos acercarnos con la ayuda concreta y con la oración”.

En este sentido, reivindica también la figura de los abuelos como referentes de paz en un mundo en guerra para “enseñar a las mujeres y a los hombres de nuestro tiempo a ver a los demás con la misma mirada comprensiva y tierna que dirigimos a nuestros nietos”. “Hoy podemos ser maestros de una forma de vivir pacífica y atenta con los más débiles”, apunta Francisco. Así les presenta como promotores de “la revolución de la ternura” con una tarea concreta: “proteger el mundo” con acciones concretas y con la oración.

Entrevista a Vittorio Scelzo

Vittorio Scelzo: «La vejez no es una enfermedad. La soledad es una enfermedad»

Vittorio Scelzo
Vittorio Scelzo

«Francisco quiere que el papel de los ancianos destaque en este momento histórico. Dice claramente: la guerra ha comenzado en el momento en el que los que testimoniaron la guerra Mundial se murieron. Ahora que ya no están, la guerra no encuentra obstáculos para volver»

«Alguien que nos abrace. Y seguiremos dando frutos, también en la vejez, si aceptamos esa necesidad de alguien que nos cuide y que nos acompañe. Y también, la idea de que nosotros podemos acompañar a otros. El Papa nos enseña cómo en la vejez se puede seguir dando frutos»

«Los ancianos han sido por años los que más acudían a la misa, pero la pandemia los ha echado fuera. Han tenido miedo porque eran los más frágiles. Y ahora tenemos que procurar que ellos vuelvan a la Iglesia»

Por Jesús Bastante

Hoy vamos a hablar de ancianos, abuelos y abuelas; de nuestros mayores. Esta semana se ha presentado el mensaje del papa Francisco para la II Jornada de los Ancianos y los Mayores que se celebrará este domingo, 24 de julio, y reflexionaremos sobre el mensaje de los mayores y de su papel en la Iglesia y en la sociedad con Vittorio Scelzo, que es el encargado de la Pastoral de Ancianos del Dicasterio de Laicos y Familia del Vaticano y responsable de estas jornadas.

-Buenos días, Vittorio.

-Buenos días a usted y a todos los que nos escuchan.

-Tenemos el mensaje del Papa recién sacado del horno. Cuéntanos cuáles son los ejes de este mensaje.

-El Papa habla de la vejez y esto ya es una novedad. Porque la gente, cuando habla de la vejez, lo hace eludiendo esta palabra. El Papa habla de vejez y dice que es un hecho que puede espantar, que asusta a la sociedad y que por eso la sociedad descarta a los ancianos. Y es muy interesante porque cuando habla de ancianos, lo hace en primera persona, se incluye. Habla a sus compañeros y dice: esta edad nos asusta, nadie nos ha preparado para vivirla y tenemos que buscar un sentido, una tarea para este tiempo de vida.

-Por qué ese énfasis en denunciar por un lado ese descarte y, por otro, en revalorizar la figura de los ancianos, de nuestros mayores, de nuestra memoria, también.

-Yo creo que las cosas están muy relacionadas porque cuando el Papa nos pide rechazar la cultura del descarte, no nos pide descartar un poco menos a los ancianos. Nos pide ponerlos al centro. Considera que los ancianos son un valor, no una carga para sociedad.

Él afirma que los ancianos son centrales en la sociedad y que los abuelos son centrales en la familia. Y desde el principio, su pontificado ha sido una larga explicación de esa idea. En el mensaje que salió del horno ayer, explica el papel que tienen los ancianos en nuestra sociedad en este momento histórico.

II Jornada Mundial de los Ancianos y los Abuelos
II Jornada Mundial de los Ancianos y los Abuelos

-El Papa los reivindica (y él se incluye) como protagonistas de la revolución de la ternura frente a la cultura del descarte en un mundo en el que echamos de menos los abrazos, la cercanía y ese cariño que los abuelos profesan a los nietos pero que también nos muestran al resto de la sociedad.

-Claro que sí. La revolución de ternura es algo en lo que Papa ha insistido en repetidas ocasiones. Pero me parece que hablar de revolución de la ternura después de estos años pasados, en los que los abrazos no estaban permitidos y en los que las visitas a los ancianos tampoco eran posibles, adquiere un sentido renovado. Y tiene un valor nuevo en este momento en el que, cuando miramos la televisión, solo vemos imágenes terribles. Creo que Francisco quiere que el papel de los ancianos destaque en este momento histórico. Dice claramente: la guerra ha comenzado en el momento en el que los que testimoniaron la guerra Mundial se murieron. Ahora que ya no están, la guerra no encuentra obstáculos para volver.

-Es una paradoja. Cuando la memoria de los que vivieron el horror va desapareciendo con ellos, volvemos a cometer errores similares a los que se cometieron hace varias décadas.

-Y eso arroja una luz sobre la insistencia del Papa en la importancia del diálogo intergeneracional. Porque uno puede pensar que el diálogo intergeneracional es el de un abuelito hablando a su nieto de cómo era su tiempo, cómo era de buena la vida hace cincuenta años… Se trata de la historia, de las enseñanzas que los ancianos tienen sobre la vida.

Por ejemplo, el Papa habla muchas veces de los sueños de los ancianos. Un sueño de los ancianos de Europa ha sido la paz en el continente. Nosotros vivimos en paz porque nuestros abuelos…

-Vivieron la guerra y fueron capaces de construir la paz.

-Claro que sí. Fue un sueño, el sueño que donan los ancianos a los jóvenes. Quizá deberíamos preguntarnos si el diálogo entre las generaciones ha funcionado.

El Papa y una anciana
El Papa y una anciana

-¿Ha funcionado?

-No sé. Probablemente hubo algún problema en la transmisión y el Papa lo dice; se sienten voces muy duras, es normal hablar de contraposiciones, de guerra, hay un lenguaje muy peligroso que retrocede. El Papa nos invita, por ello, a hablar un lenguaje diferente, desde la ternura, el de los abuelos con los nietos. La mirada tierna de un abuelo no es algo para un dibujito, es algo radicalmente distinto de lo que vemos en las noticias.

-Hay una frase del mensaje que me gusta especialmente, en esa línea de «exportar» el cariño de los abuelos a sus nietos, a la sociedad. Dice: «Nosotros (vuelve a incluirse), los ancianos y los abuelos tenemos una gran responsabilidad; enseñar, a las mujeres y a los hombres de nuestro tiempo, a ver a los demás con la misma comprensión y la misma mirada tierna que dirigimos a nuestros nietos. Hemos afinado nuestra humanidad al ocuparnos del prójimo y hoy podemos ser maestros de un modo de vivir pacífico y atento a los más débiles. Es exportar ese cuidado, esa ternura, ese cariño de los abuelos a sus nietos, a los mayores y a sus nietos. Al resto de la humanidad».

Esto se inserta dentro de las otras claves de este pontificado, esa unidad del mundo en su diferencia. Ese sentir que nos salvamos todos juntos. Que tenemos cuidar los unos de los otros y en ese papel, nuestro mayores tiene una función esencial.

-Sí, y añade que nadie se salva solo. Esto es algo que hemos comprobado durante la pandemia, pero algo que también nos enseñan los ancianos. La idea de aceptar que nos cuiden.

-Además, creo que el Papa está visibilizando no tanto su enfermedad, sino esa necesidad que tiene también de recibir cuidados. Está dando ejemplo. Lo decía ayer el cardenal Farrell en la rueda de prensa, el ejemplo de los que los cuidadores también necesitan ser cuidados. Hasta el mismo Papa de Roma necesita del cuidado y a su vez ser protegido para proteger y para cuidar. Estamos interrelacionados en eso y Francisco nos lo demuestra.

-Y esa relación es el centro del mensaje. La idea de que todos necesitamos una relación. Una ayuda, un cuidado. Alguien que nos abrace. Y seguiremos dando frutos, también en la vejez, si aceptamos esa necesidad de alguien que nos cuide y que nos acompañe. Y también, la idea de que nosotros podemos acompañar a otros. El Papa nos enseña cómo en la vejez se puede seguir dando frutos.

La fragilidad, la debilidad y la necesidad de ayuda es una verdad entre las personas, pero también entre los pueblos. Nadie se salva solo; eso está claro. La felicidad, dice el Papa, es un pan que se come en compañía

-Es, además, el lema del mensaje: ‘En la vejez seguiréis dando frutos’

-La fragilidad, la debilidad y la necesidad de ayuda es una verdad entre las personas, pero también entre los pueblos. Nadie se salva solo; eso está claro. La felicidad, dice el Papa, es un pan que se come en compañía.

-Se parte y se comparte… es muy evangélico. Es ‘jueves santo’.

-Sí. Y eso de la silla de ruedas me recuerda lo que dice Jesús a Pedro: «Cuando llegues a viejo, extenderás tu mano y otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras… Pero tú sígueme». Y es esto; la idea de que nadie se basta a sí mismo y que todos podemos acompañar. Y hay un fruto que los ancianos de ahora tienen que dar y es enseñar el cuidado. Y cuando hablamos de lo opuesto a la cultura del descarte, no nos referimos a un lugar más limpio, sino a entender cuál es el papel de los ancianos en la sociedad.

Abuelos
Abuelos

-Es un papel activo y necesario. ¿Cómo estáis planteando desde el dicasterio los actos de la II Jornada?

-Nos gustaría que esta jornada llegara a ser una tradición en la Iglesia y que crezca sobre dos ideas bastante simples. La primera es que el 24 de julio de cada año sea un día de fiesta. El Papa dijo, cuando lanzó la jornada, una ‘fiesta del encuentro’ con los ancianos en el centro. Entonces, nos imaginamos que cada 24 de julio hubiera, en cada comunidad de cada parroquia de cada diócesis de cada lugar, una misa con los ancianos. Y tenemos que poner cuidado, porque los ancianos han sido por años los que más acudían a la misa, pero la pandemia los ha echado fuera. Han tenido miedo porque eran los más frágiles. Y ahora tenemos que procurar que ellos vuelvan a la Iglesia.

Y la otra idea es sobre la Iglesia en salida, en la que el Papa insiste muchísimo. Que los jóvenes, los adultos  y los niños vayan a visitar a los ancianos que están solos. Sabemos que hay muchísimos ancianos solos. En los países ricos los ancianos que viven solos son el 25%.

-Es la otra gran enfermedad de nuestras sociedades. La soledad.

-Es lo que estaba diciendo: la vejez no es una enfermedad. La soledad es una enfermedad. Y hay que curarla. Nosotros pedimos que los jóvenes visiten a los ancianos. El Papa lo dice de manera muy clara; es una obra de misericordia de nuestro tiempo.

-Hay que visitar a nuestros mayores no solo el día 24, sino acompañarles en un proceso. Porque la vida no es solo jornadas, aunque las jornadas nos ayudan a tomar conciencia y por eso es importante que se institucionalicen, como parece que se está institucionalizando este día de los abuelos y de los mayores en toda la Iglesia.

-Es claro que no podemos pensar en los mayores solo el 24 de julio. Pero la idea es que la jornada se repita cada año para que llegue a ser una virtud de la Iglesia. Tenemos que desarrollar una pastoral ordinaria de los ancianos y en España hay alguien que se ocupa de ellos en la Conferencia Episcopal. Pero hay muchísimos países donde, dentro de la Conferencia Episcopal, hay oficinas que se ocupan de todo pero no de los ancianos. Una persona me dijo una vez: «en mi Conferencia Episcopal, no nos ocupamos de los ancianos porque nadie me dijo que era mi tema».

Yo le dije: «Puedes ver en las noticias, cada mañana, que hay una urgencia de una pastoral ordinaria de los ancianos».

La ancianidad es nuestro futuro. Es algo muy raro; esta sociedad ha luchado por siglos para alargar la vida y ahora, que tenemos veinte años más para vivirlos, ¿qué hacemos con ellos?

-Son ‘nuestro tema’ también. Son nuestro presente, nuestra memoria. Los que, en muchos casos, nos han transmitido la fe. Los que la ha custodiado en los momentos difíciles.

-Y son nuestro futuro. Creo que todos esperamos tener una vida larga y esto significa que los ancianos son nuestro futuro. Una vez dijo el Papa: «Los ancianos no son ajenos: somos nosotros dentro de unos años».

La ancianidad es nuestro futuro. Es algo muy raro; esta sociedad ha luchado por siglos para alargar la vida y ahora, que tenemos veinte años más para vivirlos, ¿qué hacemos con ellos?

Abuelo con sus dos nietas
Abuelo con sus dos nietas

-No tenemos calidad. Y no reivindicamos la vigencia de esos años.

-Claro. El Papa dice: «lo máximo que nos ofrecen son proyectos de asistencia, pero lo que falta es un proyecto de existencia»

¿Cómo vivir? ¿Cuál es el papel social de una persona cuyos hijos son adultos? ¿Qué hacemos con nuestra vida después de la jubilación? Tenemos años, salud, los nietos están lejos, los hijos son independientes… Nadie nos ha preparado para vivir como ancianos

Jornada Mundial de los Abuelos y Mayores

MENSAJE DEL SANTO PADRE
Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores
‘Yo estoy contigo todos los días’ (cf. Mt 28,20)


Queridos abuelos, queridas abuelas:
“Yo estoy contigo todos los días” (cf. Mt 28,20) es la promesa que el Señor hizo a sus discípulos antes de subir al cielo y que hoy te repite también a ti, querido abuelo y querida abuela. A ti. “Yo estoy contigo todos los días” son también las palabras que como Obispo de Roma y como anciano igual que tú me gustaría dirigirte con motivo de esta primera Jornada Mundial de los Abuelos y de las Personas Mayores. Toda la Iglesia está junto a ti —digamos mejor, está junto a nosotros—, ¡se preocupa por ti, te quiere y no quiere dejarte solo!
Soy muy consciente de que este mensaje te llega en un momento difícil: la pandemia ha sido una tormenta inesperada y violenta, una dura prueba que ha golpeado la vida de todos, pero que a nosotros mayores nos ha reservado un trato especial, un trato más duro. Muchos de nosotros se han enfermado, y tantos se han ido o han visto apagarse la vida de sus cónyuges o de sus seres queridos. Muchos, aislados, han sufrido la soledad durante largo tiempo.
El Señor conoce cada uno de nuestros sufrimientos de este tiempo. Está al lado de los que tienen la dolorosa experiencia de ser dejados a un lado. Nuestra soledad —agravada por la pandemia— no le es indiferente. Una tradición narra que también san Joaquín, el abuelo de Jesús, fue apartado de su comunidad porque no tenía hijos. Su vida —como la de su esposa Ana— fue considerada inútil. Pero el Señor le envió un ángel para consolarlo. Mientras él, entristecido, permanecía fuera de las puertas de la ciudad, se le apareció un enviado del Señor que le dijo: “¡Joaquín, Joaquín! El Señor ha escuchado tu oración insistente”.[1] Giotto, en uno de sus famosos frescos,[2] parece ambientar la escena en la noche, en una de esas muchas noches de insomnio, llenas de recuerdos, preocupaciones y deseos a las que muchos de nosotros estamos acostumbrados.
Pero incluso cuando todo parece oscuro, como en estos meses de pandemia, el Señor sigue enviando ángeles para consolar nuestra soledad y repetirnos: “Yo estoy contigo todos los días”. Esto te lo dice a ti, me lo dice a mí, a todos. Este es el sentido de esta Jornada que he querido celebrar por primera vez precisamente este año, después de un largo aislamiento y una reanudación todavía lenta de la vida social. ¡Que cada abuelo, cada anciano, cada abuela, cada persona mayor —sobre todo los que están más solos— reciba la visita de un ángel!
A veces tendrán el rostro de nuestros nietos, otras veces el rostro de familiares, de amigos de toda la vida o de personas que hemos conocido durante este momento difícil. En este tiempo hemos aprendido a comprender lo importante que son los abrazos y las visitas para cada uno de nosotros, ¡y cómo me entristece que en algunos lugares esto todavía no sea posible!
Sin embargo, el Señor también nos envía sus mensajeros a través de la Palabra de Dios, que nunca deja que falte en nuestras vidas. Leamos una página del Evangelio cada día, recemos con los Salmos, leamos los Profetas. Nos conmoverá la fidelidad del Señor. La Escritura también nos ayudará a comprender lo que el Señor nos pide hoy para nuestra vida. Porque envía obreros a su viña a todas las horas del día (cf. Mt 20,1-16), y en cada etapa de la vida. Yo mismo puedo testimoniar que recibí la llamada a ser Obispo de Roma cuando había llegado, por así decirlo, a la edad de la jubilación, y ya me imaginaba que no podría hacer mucho más. El Señor está siempre cerca de nosotros —siempre— con nuevas invitaciones, con nuevas palabras, con su consuelo, pero siempre está cerca de nosotros. Ustedes saben que el Señor es eterno y que nunca se jubila. Nunca.
En el Evangelio de Mateo, Jesús dice a los Apóstoles: «Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado» (28,19-20). Estas palabras se dirigen también hoy a nosotros y nos ayudan a comprender mejor que nuestra vocación es la de custodiar las raíces, transmitir la fe a los jóvenes y cuidar a los pequeños. Escuchen bien: ¿cuál es nuestra vocación hoy, a nuestra edad? Custodiar las raíces, transmitir la fe a los jóvenes y cuidar de los pequeños. No lo olviden.
No importa la edad que tengas, si sigues trabajando o no, si estás solo o tienes una familia, si te convertiste en abuela o abuelo de joven o de mayor, si sigues siendo independiente o necesitas ayuda, porque no hay edad en la que puedas retirarte de la tarea de anunciar el Evangelio, de la tarea de transmitir las tradiciones a los nietos. Es necesario ponerse en marcha y, sobre todo, salir de uno mismo para emprender algo nuevo.
Hay, por tanto, una vocación renovada también para ti en un momento crucial de la historia. Te preguntarás: pero, ¿cómo es posible? Mis energías se están agotando y no creo que pueda hacer mucho más. ¿Cómo puedo empezar a comportarme de forma diferente cuando la costumbre se ha convertido en la norma de mi existencia? ¿Cómo puedo dedicarme a los más pobres cuando tengo ya muchas preocupaciones por mi familia? ¿Cómo puedo ampliar la mirada si ni siquiera se me permite salir de la residencia donde vivo? ¿No ya es mi soledad una carga demasiado pesada? Cuántos de ustedes se hacen esta pregunta: mi soledad, ¿no es una piedra demasiado pesada? El mismo Jesús escuchó una pregunta de este tipo a Nicodemo, que le preguntó: «¿Cómo puede un hombre volver a nacer cuando ya es viejo?» (Jn 3,4). Esto puede ocurrir, responde el Señor, abriendo el propio corazón a la obra del Espíritu Santo, que sopla donde quiere. El Espíritu Santo, con esa libertad que tiene, va a todas partes y hace lo que quiere.
Como he repetido en varias ocasiones, de la crisis en la que se encuentra el mundo no saldremos iguales, saldremos mejores o peores. Y «ojalá no se trate de otro episodio severo de la historia del que no hayamos sido capaces de aprender —¡nosotros somos duros de mollera!— Ojalá no nos olvidemos de los ancianos que murieron por falta de respiradores […]. Ojalá que tanto dolor no sea inútil, que demos un salto hacia una forma nueva de vida y descubramos definitivamente que nos necesitamos y nos debemos los unos a los otros, para que la humanidad renazca» (Carta enc. Fratelli tutti, 35). Nadie se salva solo. Estamos en deuda unos con otros. Todos hermanos.
En esta perspectiva, quiero decirte que eres necesario para construir, en fraternidad y amistad social, el mundo de mañana: el mundo en el que viviremos —nosotros, y nuestros hijos y nietos— cuando la tormenta se haya calmado. Todos «somos parte activa en la rehabilitación y el auxilio de las sociedades heridas» (ibíd., 77). Entre los diversos pilares que deberán sostener esta nueva construcción hay tres que tú, mejor que otros, puedes ayudar a colocar. Tres pilares: los sueños, la memoria y la oración. La cercanía del Señor dará la fuerza para emprender un nuevo camino incluso a los más frágiles de entre nosotros, por los caminos de los sueños, de la memoria y de la oración.
El profeta Joel pronunció en una ocasión esta promesa: «Sus ancianos tendrán sueños, y sus jóvenes, visiones» (3,1). El futuro del mundo reside en esta alianza entre los jóvenes y los mayores. ¿Quiénes, si no los jóvenes, pueden tomar los sueños de los mayores y llevarlos adelante? Pero para ello es necesario seguir soñando: en nuestros sueños de justicia, de paz y de solidaridad está la posibilidad de que nuestros jóvenes tengan nuevas visiones, y juntos podamos construir el futuro. Es necesario que tú también des testimonio de que es posible salir renovado de una experiencia difícil. Y estoy seguro de que no será la única, porque habrás tenido muchas en tu vida, y has conseguido salir de ellas. Aprende también de aquella experiencia para salir ahora de esta.
Los sueños, por eso, están entrelazados con la memoria. Pienso en lo importante que es el doloroso recuerdo de la guerra y en lo mucho que las nuevas generaciones pueden aprender de él sobre el valor de la paz. Y eres tú quien lo transmite, al haber vivido el dolor de las guerras. Recordar es una verdadera misión para toda persona mayor: la memoria, y llevar la memoria a los demás. Edith Bruck, que sobrevivió a la tragedia de la Shoah, dijo que «incluso iluminar una sola conciencia vale el esfuerzo y el dolor de mantener vivo el recuerdo de lo que ha sido —y continúa—. Para mí, la memoria es vivir».[3] También pienso en mis abuelos y en los que entre ustedes tuvieron que emigrar y saben lo duro que es dejar el hogar, como hacen todavía hoy tantos en busca de un futuro. Algunos de ellos, tal vez, los tenemos a nuestro lado y nos cuidan. Esta memoria puede ayudar a construir un mundo más humano, más acogedor. Pero sin la memoria no se puede construir; sin cimientos nunca construirás una casa. Nunca. Y los cimientos de la vida son la memoria.
Por último, la oración. Como dijo una vez mi predecesor, el Papa Benedicto, santo anciano que continúa rezando y trabajando por la Iglesia: «La oración de los ancianos puede proteger al mundo, ayudándole tal vez de manera más incisiva que la solicitud de muchos».[4] Esto lo dijo casi al final de su pontificado en 2012. Es hermoso. Tu oración es un recurso muy valioso: es un pulmón del que la Iglesia y el mundo no pueden privarse (cf. Exhort. apost. Evangelii gaudium, 262). Sobre todo en este momento difícil para la humanidad, mientras atravesamos, todos en la misma barca, el mar tormentoso de la pandemia, tu intercesión por el mundo y por la Iglesia no es en vano, sino que indica a todos la serena confianza de un lugar de llegada.
Querida abuela, querido abuelo, al concluir este mensaje quisiera señalarte también el ejemplo del beato —y próximamente santo— Carlos de Foucauld. Vivió como ermitaño en Argelia y en ese contexto periférico dio testimonio de «sus deseos de sentir a cualquier ser humano como un hermano» (Carta enc. Fratelli tutti, 287). Su historia muestra cómo es posible, incluso en la soledad del propio desierto, interceder por los pobres del mundo entero y convertirse verdaderamente en un hermano y una hermana universal.
Pido al Señor que, gracias también a su ejemplo, cada uno de nosotros ensanche su corazón y lo haga sensible a los sufrimientos de los más pequeños, y capaz de interceder por ellos. Que cada uno de nosotros aprenda a repetir a todos, y especialmente a los más jóvenes, esas palabras de consuelo que hoy hemos oído dirigidas a nosotros: “Yo estoy contigo todos los días”. Adelante y ánimo. Que el Señor los bendiga.
Roma, San Juan de Letrán, 31 de mayo, fiesta de la Visitación de la B.V. María
FRANCISCO

La Jornada Mundial de los abuelos

El Papa instituye la Jornada mundial de los abuelos y de los ancianos,

a celebrar el cuarto domingo de julio

«Es importante que los abuelos y los nietos se encuentren, porque, como dice el profeta Joel, los abuelos ante los nietos soñarán y tendrán ilusión y los nietos ante los abuelos irán adelante y profetizarán»
«Nos recuerdan que la vejez es un don y que los ancianos son el anillo de la cadena de las diversas generaciones»
«Su palabra apunta directamente contra el reino de Satanás, lo pone en crisis y lo hace retroceder»
«Aquí vemos los dos elementos característicos de la acción de Jesús: la predicación y la obra taumatúrgica de médico»
«Llevad en bolsillo o en el bolso un pequeño Evangelio, para leerlo»
31.01.2021 José Manuel Vidal Seguir leyendo