CONVERSATORIO: “Mi experiencia como misionero con motivo del DOMUND”
-Les remito a mi libro “Una Misión en El Salvador”, que ya está traducido al inglés y quedan unos pocos ejemplares en castellano, que no se han podido enviar a El Salvador.
Lo llamo “conversatorio” y no “charla”, pues aunque yo hablaré unos 30´ (me pueden interrumpir para preguntar o aclarar) , tiene la intención de intercambiar experiencias o saberes que todos tenemos, pues todos tenemos “una misión” en la vida como servicio a los demás y si somos cristianos, tenemos una misión que arranca de nuestro Bautismo y de nuestro ser Iglesia, que tiene la Misión de anunciar el Evangelio de Jesucristo y construir el Reino de Dios que Él vino a inaugurar.
Con el libro suelo añadir una hoja con “Algunas claves para leer el libro”, que después me pueden pedir los que estén interesados. Se trata no tanto de lo que haya podido hacer, sino de las enseñanzas recibidas en estos años vividos en El Salvador, que he querido escribir, pues no solo valen para los de El Salvador que me lo han pedido, sino también pueden valer para esta Iglesia rural de Cuenca donde vivo y tengo un trabajo pastoral encomendado por el Obispo.
Estas claves de lectura nos abren posibilidades para enfrentar los retos que nos presenta el Papa Francisco cuando nos habla de la necesidad de una conversión pastoral de las parroquias en una “línea evangelizadora”, en una “Iglesia en salida”, más laical y menos clerical, más sinodal y más participativa. Con su Exhortación Apostólica “Evangelii Gaudium” del Papa Francisco, que es texto programático para toda la Iglesia, y ahora con la apertura del Sínodo de la Sinodalidad que durará hasta octubre de 2024. Hemos pasado ya la Etapa Diocesana y Nacional, donde hemos participado un grupo de CONVIVIR, enviando unas propuestas por escrito. Ahora estamos en la Etapa Continental, cuyo Documento de Trabajo ya tenemos y también estamos todos llamados a participar .
Tres claves:
1ª. La clave misionera de “Iglesia en salida”
-Enviado por la Comunidad Cristiana de la Parroquia San Atanasio, de Madrid
La Misión: Llevar el consuelo y el acompañamiento solidario al Pueblo y a la Iglesia salvadoreña. Un Pueblo inmerso en una guerra civil y una Iglesia perseguida y martirizada. Asesinan al Arzobispo Mons. Romero, ya canonizado como mártir por la Iglesia, así como a otros muchos sacerdotes, religiosas, catequistas y líderes laicos, como el P. Rutilio Grande y compañeros, también beatificados como mártires, etc
-“Iglesia en salida” allá, donde había dos modelos de Iglesia: uno, la Iglesia jerárquica conservadora y tradicional; y otro una Iglesia popular, donde hay sacerdotes, religiosas y laicos que acompañan a los grupos guerrilleros y las comunidades de las zonas liberadas o de conflicto.
A nosotros nos tocaba participar un poco en los dos modelos con una postura crítica y propositiva en los dos, lo cual suponía mucha creatividad y algunas contradicciones.
La participación en la Iglesia oficial en la Parroquia de nueva creación “Madre de los Pobres”, en La Chacra, uno de los suburbios de la ciudad de San Salvador, llenos de gente venida del interior huyendo de la guerra en las zonas de conflicto.
Y también apoyando solidariamente a las comunidades y agentes pastorales de las zonas de conflicto, así como a las Marchas por la Paz y por el Diálogo como forma de resolver el conflicto bélico, de una forma crítica y propositiva. También apoyando las “Repoblaciones”, de refugiados internos y refugiados de otros países como Honduras y Nicaragua, que se atrevieron a volver a sus lugares de origen, en medio de una situación de guerra, en lugares de difícil acceso, pues se necesitaba pasar varios controles militares, que siempre hacían lo posible por impedirlo.
Esto nos situaba en una posición difícil porque recibíamos críticas e incomprensiones de las dos partes.
Nosotros apoyábamos más en las áreas de salud y de educación, dentro de los cauces que teníamos como parroquia en los servicios sociales de la Parroquia y en coordinación con la Pastoral Social del Arzobispado.
2ª. La clave evangelizadora
Teníamos claro desde el principio que la prioridad para nosotros era siempre la evangelización como tarea primordial de la Iglesia, según dice el Concilio y la Evangelii Nuntiandi de Pablo VI.
El primer objetivo del Plan Pastoral de la Parroquia será la formación de agentes de pastoral, si queremos unos laicos bien formados que sean sujetos del proyecto liberador tanto en la sociedad como en la Iglesia que está naciendo.
La realización de las misiones populares, aún en tiempos de guerra, en los distintos sectores de la Parroquia y también acompañando en las misiones populares de las parroquias hermanas de Ixcán (Guatemala), Tocoa (Honduras) y Arcatao en Chalatenango (El Salvador).
La Catequesis Familiar como una forma de evangelización en las familias donde se ayuda a los padres, para que sean ellos los verdaderos catequistas de sus hijos y así se logra una evangelización que integra a las familias a la Parroquia y a vivir la fe en pequeñas comunidades cristianas en los Grupos Bíblicos de los distintos sectores de la Parroquia.
La Pastoral Juvenil donde se acompaña a los jóvenes en su proceso educativo de la fe cristiana en los grupos juveniles de cada sector, participando en las misiones populares y en las celebraciones de religiosidad popular como Viacrucis , Procesiones, Posadas y Pastorelas, siempre orientadas en sentido evangelizador.
El apoyo y participación de BIPO (Biblistas Populares de El Salvador), que apoyamos personalmente y con la infraestructura en los primeros años hasta que se adquirió un local propio. Ha sido, y sigue siendo, un proyecto evangelizador de personas voluntarias que realizan talleres de formación bíblica para líderes de las parroquias y comunidades, además de preparar materiales que después reproduzcan esos líderes o agentes pastorales en los grupos bíblicos y comunidades de sus parroquias
3ª. La clave social de promoción y desarrollo liberador
Iniciamos varios proyectos de asistencia, de salud, de educación y también algunos de producción, como panadería, carpintería, artesanías, etc, que no nos dieron el resultado esperado. Sí la Cooperativa de Ahorro, producción y comercialización, que aún continúa . Iniciamos unos seis proyectos educativos y otros tantos de salud y asistencia social que se coordinaban en el Area de Pastoral Social de la Parroquia, que se reúnen el primer jueves de mes para evaluar y coordinar los proyectos, así como para atender la formación en Doctrina Social de la Iglesia (D.S.I.)
Francisco reclama nuevamente una Iglesia “en salida” en el mensaje para el DOMUND 2022
La experiencia de los primeros cristianos inspira la Jornada Mundial de las Misiones que se celebrará el próximo mes de octubre
Coincidiendo con la solemnidad de la Epifanía del Señor, el papa Francisco ha publicado el mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones 2022, que se celebrará en el mes de octubre. “Para que sean mis testigos” (Hch 1,8) es la frase que encabeza el texto papal para el DOMUND. Además, Francisco recuerda “la fundación hace 400 años de la Congregación de Propaganda Fide —hoy, para la Evangelización de los Pueblos— y de la Obra de la Propagación de la Fe, hace 200 años, que, junto a la Obra de la Santa Infancia y a la Obra de San Pedro Apóstol, obtuvieron hace 100 años el reconocimiento de Pontificias”.
Dar testimonio de Cristo
“Como Cristo es el primer enviado, es decir misionero del Padre y, en cuanto tal, su “testigo fiel”, del mismo modo cada cristiano está llamado a ser misionero y testigo de Cristo. Y la Iglesia, comunidad de los discípulos de Cristo, no tiene otra misión si no la de evangelizar el mundo dando testimonio de Cristo. La identidad de la Iglesia es evangelizar”, destaca el Papa. “Todo bautizado está llamado a la misión en la Iglesia y bajo el mandato de Iglesia. La misión por tanto se realiza de manera conjunta, no individualmente, en comunión con la comunidad eclesial y no por propia iniciativa”, recuerda. Además, advierte que “si hay alguno que en una situación muy particular lleva adelante la misión evangelizadora solo, él la realiza y deberá realizarla siempre en comunión con la Iglesia que lo ha enviado”.
Francisco recalca que “a los discípulos se les pide vivir su vida personal en clave de misión. Jesús los envía al mundo no sólo para realizar la misión, sino también y sobre todo para vivir la misión que se les confía; no sólo para dar testimonio, sino también y sobre todo para ser sus testigos”. “Los misioneros de Cristo no son enviados a comunicarse a sí mismos, a mostrar sus cualidades o capacidades persuasivas o sus dotes de gestión, sino que tienen el altísimo honor de ofrecer a Cristo en palabras y acciones, anunciando a todos la Buena Noticia de su salvación con alegría y franqueza, como los primeros apóstoles”, reclama el Papa.
“Por eso, para la trasmisión de la fe es fundamental el testimonio de vida evangélica de los cristianos. Por otra parte, sigue siendo necesaria la tarea de anunciar su persona y su mensaje”, afirma. “En la evangelización, por tanto, el ejemplo de vida cristiana y el anuncio de Cristo van juntos; uno sirve al otro. Son dos pulmones con los que debe respirar toda comunidad para ser misionera”, sentencia.
La actualidad de la misión
Para el Papa, “a causa de las persecuciones religiosas y situaciones de guerra y violencia, muchos cristianos se han visto obligados a huir de su tierra hacia otros países. Estamos agradecidos con estos hermanos y hermanas que no se cierran en el sufrimiento, sino que dan testimonio de Cristo y del amor de Dios en los países que los acogen”. Francisco recuerda que “experimentamos, en efecto, cada vez más, cómo la presencia de fieles de diversas nacionalidades enriquece el rostro de las parroquias y las hace más universales, más católicas” por ello impulsa la “atención pastoral de los migrantes”.
Además, advierte Francisco que “a pesar de todas las facilidades que el progreso de la modernidad ha hecho posible, existen todavía hoy zonas geográficas donde los misioneros, testigos de Cristo, no han llegado con la Buena Noticia de su amor”. “La Iglesia de Cristo era, es y será siempre “en salida” hacia nuevos horizontes geográficos, sociales y existenciales, hacia lugares y situaciones humanas “límites”, para dar testimonio de Cristo y de su amor a todos los hombres y las mujeres de cada pueblo, cultura y condición social”, reafirma.
Guiados por el Espíritu
“Ningún cristiano puede dar testimonio pleno y genuino de Cristo el Señor sin la inspiración y el auxilio del Espíritu. Por eso todo discípulo misionero de Cristo está llamado a reconocer la importancia fundamental de la acción del Espíritu, a vivir con Él en lo cotidiano y recibir constantemente su fuerza e inspiración”, insiste el Papa. “El Espíritu es el verdadero protagonista de la misión, es Él quien da la palabra justa, en el momento preciso y en el modo apropiado”, afirma.
Este impulso desea el Papa para la congregación romana para que “con la luz y la fuerza del Espíritu, continúe e intensifique su trabajo de coordinar, organizar y animar la actividad misionera de la Iglesia”. Destaca que será beatificada la francesa Paulina Jaricot, fundadora de la Obra de la Propagación de la Fe, quien “en condiciones precarias, ella acogió la inspiración de Dios para poner en movimiento una red de oración y colecta para los misioneros”. Algo que se suma a las otras efemérides misioneras.
Tamara Falcó compartirá protagonismo en el Domund con misioneros supervivientes de secuestros y ataques
Osoro y Calderón presentan el Domund
Ángeles López, la misionera superviviente del reciente ataque a una misión en Mozambique, y los religiosos Gloria Cecilia Narváez y Pier Luigi Maccali, secuestrados y liberados hace poco, llegarán a Madrid demostrando que ‘Seréis mis testigos’ como afirma el lema del Domund de este año
«Hemos de apoyar a nuestros misioneros y misioneras, porque son el auténtico tesoro de nuestra Iglesia», afirmó el cardenal de Madrid, Carlos Osoro. «Quien es misionero es un hombre, una mujer, alegre»
Ángeles López. La misionera comboniana que consiguió escapar de la última matanza llevada a cabo en Mozambique, será una de las protagonistas del Domund de este año. La religiosa murciana participará en una mesa redonda de testimonios misioneros, que tendrá lugar en Alcalá de Henares el próximo jueves 20 de octubre, en la antesala de la Jornada Mundial de Misiones que, con el lema, ‘Sereis mis testigos’, se celebra el 23 de octubre.
Ángeles López compartirá protagonismo con otros dos misioneros secuestrados, y liberados, recientemente: Gloria Cecilia Narváez y Pier Luigi Maccalli, que recibirán el Premio ‘Beata Pauline Jaricot’ el sábado 22. Otro premio, ‘Beato Paolo Manna’, irá para la ex presidenta de Manos Unidas, Ana Álvarez de Lara. Ejemplos todos de trabajo desinteresado por el Evangelio y por los demás, con el riesgo de dar la vida por ello.
Junto a ellos, la cuando menos ‘peculiar’ presencia de la marquesa de Griñón, Tamara Falcó, quien será encargada de ‘dar voz’ a los 10.000 misioneros españoles repartidos por el mundo, en un más que previsible multitudinario pregón que tendrá lugar el 19 de octubre en la Colegiata de San Isidro.
Hay expectación por las palabras de Falcó, tras su público protagonismo personal y sus polémicas declaraciones en un congreso de las familias promovido por HazteOir y otros sectores ultracatólicos. La marquesa de Griñón, poniendo voz a los misioneros españoles por el mundo. El 18 de octubre, en la Real Colegiata de San Isidro, las 20 horas.
El cardenal Osoro, con José María Calderón
«Se lo agradecemos mucho»
«Se decidió hace unos meses, lo hace de forma gratuita, y se lo agradecemos mucho», explicó el director de las OMP, José María Calderón, desde la Sala Capitular de la catedral de La Almudena. Junto a él, el cardenal de Madrid, Carlos Osoro, quien reivindicó la valentía de quienes trabajan frente al odio y el miedo. «Es más urgente que nunca que los católicos entreguemos la buena noticia del Evangelio».
«Hemos de apoyar a nuestros misioneros y misioneras, porque son el auténtico tesoro de nuestra Iglesia», trazó Osoro. «Si no tenemos misioneros, religiosos, sacerdotes, laicos…. el Señor no quiere que hagamos propaganda, sino servirse de nosotros para que mostremos con nuestra vida el Evangelio». Porque «quien es misionero es un hombre, una mujer, alegre», finalizó el purpurado.
La oración ocupa un lugar esencial en la vida de Jesús. Le brota espontáneamente de esa relación profunda que vive con el Padre. Su confianza en el Padre se mantiene firme en los momentos más difíciles de su vida.
Nosotros necesitamos también invocar a Dios como Jesús, de manera incesante y sin desanimarnos. Sin una profunda relación con Dios, ¿cómo podremos vivir con alegría la novedad radical del Evangelio, que es “contracultural” en nuestro mundo actual?
Dios no es sordo ante los gritos de los más abandonados. Orar es pedir justicia, pero es también implicarse de lleno en el compromiso por la justicia.
LECTURA DE LA PALABRA
Lucas 18, 1-8
Dios hará justicia a sus elegidos que le gritan
En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola: «Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres.
En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: «Hazme justicia frente a mi adversario.»
Por algún tiempo se llegó, pero después se dijo: «Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara.»»
Y el Señor añadió: «Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?»
COMENTARIO:
En la Iglesia el centro de las preocupaciones no son los últimos, sino la vida moral
La parábola de Jesús refleja una situación bastante habitual en la Galilea de su tiempo. Un juez corrupto desprecia arrogante a una pobre viuda que pide justicia. El caso de la mujer parece desesperado, pues no tiene a ningún varón que la defienda. Ella, sin embargo, lejos de resignarse, sigue gritando sus derechos. Solo al final, molesto por tanta insistencia, el juez termina por escucharla.
Lucas presenta el relato como una exhortación a orar sin «desanimarnos», pero la parábola encierra un mensaje previo, muy querido por Jesús. Este juez es la «antimetáfora» de Dios, cuya justicia consiste precisamente en escuchar a los pobres más vulnerables.
«Dios no tiene los ojos vendados»
El símbolo de la justicia en el mundo grecorromano era una mujer que, con los ojos vendados, imparte un veredicto supuestamente «imparcial». Según Jesús, Dios no es este tipo de juez imparcial. No tiene los ojos vendados. Conoce muy bien las injusticias que se cometen con los débiles y su misericordia hace que se incline a favor de ellos.
Esta «parcialidad» de la justicia de Dios hacia los débiles es un escándalo para nuestros oídos burgueses, pero conviene recordarla, pues en la sociedad moderna funciona otra «parcialidad» de signo contrario: la justicia favorece más al poderoso que al débil. ¿Cómo no va a estar Dios de parte de los que no pueden defenderse?
«Es falso que seamos libres e iguales»
Nos creemos progresistas defendiendo teóricamente que «todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos», pero todos sabemos que es falso. Para disfrutar de derechos reales y efectivos es más importante nacer en un país poderoso y rico que ser persona en un país pobre.
Las democracias modernas se preocupan de los pobres, pero el centro de su atención no es el indefenso, sino el ciudadano en general. En la Iglesia se hacen esfuerzos por aliviar la suerte de los indigentes, pero el centro de nuestras preocupaciones no es el sufrimiento de los últimos, sino la vida moral y religiosa de los cristianos. Es bueno que Jesús nos recuerde que son los seres más desvalidos quienes ocupan el corazón de Dios.
Nunca viene su nombre en los periódicos. Nadie les cede el paso en lugar alguno. No tienen títulos ni cuentas corrientes envidiables, pero son grandes. No poseen muchas riquezas, pero tienen algo que no se puede comprar con dinero: bondad, capacidad de acogida, ternura y compasión hacia el necesitado
Se celebra mañana (24.10.21) la fiesta del DOMUND, Domingo Mundial de las Misiones. Con esta ocasión, y con motivo de una carta muy discutida del Papa Francisco a los obispos de México, en el Segundo Centenario de la Independencia, sobre el tema de la Evangelización, quiero presentar los cuatro momentos y estilos de la misión (evangelización) cristiana a lo largo de la historia.
Son momentos que han sido valiosos, pero que pueden y deben ser valorados y actualizados desde el Evangelio, como hice en mis dicciones de la Biblia de las Religiones. Así han de valorarse y recrearse, desde el Evangelio, en este momento (año 2021) en que la iglesia está replantando su visión y tarea de la misión cristiana.
23.10.2021 | X. Pikaza
Papa Francisco, sobre la evangelización de América
Con motivo del bicentenario de la Independencia de México, el 17.9.2021), el Papa francisco escribió una carta de felicitación a Mons. Cabrera López, Presidente de la Conferencia Episcopal alegrándose por el evento y deseando que “este aniversario tan especial fuera ocasión propicia para fortalecer las raíces y reafirmar los valores de México, “teniendo en cuenta tanto las luces como las sombras que han forjado la historia del país”, mirando al pasado para recrear el futuro:
«Esa mirada retrospectiva incluye necesariamente un proceso de purificación de la memoria, es decir, reconocer los errores cometidos en el pasado, que han sido muy dolorosos. Por eso, en diversas ocasiones, tantos mis antecesores como yo mismo, hemos pedido perdón por los pecados personales y sociales, por todas las acciones u omisiones que no contribuyeron a la evangelización».
El Papa no hacía ninguna referencia a la conquista española, ningún juicio de valor político estricto, refiriéndose sólo, desde un punto de vista eclesial, a la “evangelización”, esto es, a la transmisión del cristianismo, reconociendo la existencia de “errores” dolorosos, vinculados al hecho de que esa evangelización estuvo vinculada con la conquista y con el patronato real de algunos reinos “católicos” (Castilla, Portugal, Francia…).
Ese patronato tenía ciertos valores (exigía que la conquista se hiciera “cristianamente”), pero también algunos, riesgos, tanto desde el evangelio (difícil de cumplir en situación de conquista) como desde la conciencia social de libertad y autonomía de los pueblos injustamente conquistados. En ese contexto, el Papa se refería a los errores y sombras de aquel tiempo, afirmando implícitamente que la evangelización debería haberse realizado sin conquista (reconociendo así la culpa de la Iglesia).
A pesar de ello, en los días que siguieron a la carta (18.09.21) surgió en España (y en México) una dura polémica: Algunos “dignatarios” criticaron con gran dureza las declaraciones del Papa: (1) Por mezclar religión y política. (2) Por desconocer los valores culturales y sociales de la conquista española (que a su juicio había sido impecable).
Teniendo en cuenta el juicio del Papa Francisco y la polémica posterior quiero distinguir, muy en general, cuatro momentos de la evangelización (misión) cristiana, para situar así mejor el sentido actual del DOMUND, del que trataré mañana. Sobre la misión y la conquista occidental de parte del mundo trataré en la cuarta parte.
1.Primera expansión del cristianismo en el imperio romano.
Los cristianos fueron, al principio, grupos pequeños de entusiastas mesiánicos, que se extendieron, sobre todo, por el oriente del Mediterráneo, pero que llegaron pronto a Roma. Se extendieron básicamente a través del contacto personal, entre los judíos de las sinagogas y los prosélitos paganos, a quienes recibieron plenamente en las Iglesias, creando pronto comunidades mixtas, formadas por personas de origen judío y pagano. De un modo tanteante podemos presentar así el avance cristiano.
Hacia el año 100 sólo había en el imperio algunas docenas de miles cristianos, divididos en iglesias, compuestas de unos cien creyentes cada una. En general, se les considera como un grupo peculiar de judíos mesiánicos, vinculados a Jesús de Nazaret, crucificado por Poncio Pilato. A veces eran tratados con hostilidad por otros grupos judíos, sobre todo por el hecho de admitir en sus comunidades a gentiles. Algunos funcionarios romanos empezaron también a considerarles peligrosos e incluso a perseguirles, porque no tenían estatuto legal reconocido ni aceptaban el carácter sagrado del imperio.
Hacia el año 200 son ya unos 218.000 (0,36%). Han empezado a independizarse de un modo consecuente del judaísmo rabínico, poniendo ya de relieve aquellos elementos doctrinales y sociales de lo que será la iglesia posterior. Sólo ahora se puede afirmar que judaísmo rabínico y cristianismo se han separado y expresan de un modo consciente sus opciones, iniciando caminos distintos, que van a mantenerse de algún modo hasta el día de hoy. Los judíos rabínicos ya no «persiguen» a los cristianos, pues se han separado de ellos. El imperio romano empieza a verles como un problema social y religioso de primera magnitud, de manera que empieza a perseguir de manera más organizada a los cristianos, pues ellos forman un grupo no reconocido ni integrado en el Estado.
Hacia el año 250 los cristianos serán más de un millón (unos 1.110.000, más de un dos por ciento del imperio). Sólo ahora empiezan a ser una minoría grande, con un peso específico en la población. Sólo ahora se estructuran de un modo estricto, con obispos en los que se centraliza de un modo personal la vida de las iglesias, que van creando su propia red de conexiones por todo el imperio. Se puede afirmar que en este momento, encontrándose aún en situación de ilegalidad, la iglesia se estructura ya como «alternativa social» frente al imperio, pero no en sentido político, sino cultural y humano. Allí donde el imperio fracasa (pierde su cohesión interior), la Iglesia va creando redes de asistencia social y de comunicación humana que transforman la vida de sus fieles. Muchos funcionarios del imperio advierten que la política de rechazo o de persecución contra los cristianos no ha dado fruto.
El año 300 había ya más de seis millones de cristianos, formando (al lado del judaísmo, que seguía aislado) la minoría más significativa del imperio, tanto en plano religioso como social. Es evidente que las «persecuciones» han fracasado. Los cristianos forman una comunidad bien cohesionada, capaz de ofrecer espacios de sentido y convivencia, de asistencia social y celebración a una parte cada vez mayor de la población del imperio. A partir de ese momento el número de cristianos aumentará de un modo vertiginoso, aun antes de la “conversión” de Constantino, que en su Edicto de Milán, año 313, ratifica la tolerancia del Imperio ante los cristianos, que empiezan a considerarse como imperio espiritual dentro del imperio, de manera que el mismo emperador viene a presentarse como garante de su estabilidad y de su vida.
2.Auge del cristianismo, conversión del imperio romano.
Sociólogos e historiadores están convencidos de que el punto de inflexión en el despliegue cristiano debe situarse en torno al 200 (entre el 150 y el 250 d. C.), tiempo en que el cristianismo deja de ser un especial grupúsculo judío (capaz de acoger en su seno a los gentiles) para convertirse en grupo propio, con identidad social y religiosa. En ese momento, hacia el 150 d. C., sólo había unos 41.000 cristianos, dentro de un imperio que contaba con unos 60 millones de habitantes (con unos 6 millones de judíos). Los cristianos eran pocos, pero tenían una fuerte identidad, fundada en la visión de Jesús como Cristo (enviado definitivo de Dios) y en la misma herencia judía, de la que habían recibido su conciencia de elección y su compromiso moral.
En ese momento privilegiado, el auge del cristianismo se realizó a través de la misión testimonial, sin necesidad de acudir a presiones de tipo militar o político (como sucederá más tarde, como indicaremos en el próximo apartado de este capítulo). Los cristianos no necesitaron mucho dinero para extenderse, pero compartieron el que tenían, creando comunidades donde había espacio de vida (casa y comida, familia y dignidad) para todos, especialmente para los más pobres. Tampoco necesitaron tomar el poder, sino al contrario, ellos tuvieran al poder en contra (vivieron bajo régimen de excepción o de persecuciones). Tampoco desplegaron una gran misión intelectual, aunque tuvieron buenos intelectuales, que reflexionaron sobre los aspectos básicos del cristianismo. El cristianismo no fue un movimiento intelectual de sabios ni una escuela interior de liberación, como quisieron algunos maestros gnósticos, sino un movimiento social, que terminó estando dirigido por «obispos» con funciones de tipo sacerdotal, administrativo y caritativo. Las cosas cambiaron tras la conversión de Constantino, cuando la iglesia utilizó el poder político (y su violencia) para extenderse. Así se desarrollaron, así se extendieron los cristianos entre el 200 y el 300 d. C., en medio de unas condiciones que parecían adversas, pero que eran en el fondo muy favorables. Se extendieron precisamente allí donde el imperio greco-romano les sentía como distintos y les perseguía (aunque en el fondo quizá les admiraba). Esa persecución, que era de tipo militar e ideológico, resulta esencial para entender el cristianismo, pues marca y traza la diferencia de los cristianos, frente a otros modelos de organización social, como el de los judíos rabínicos que prefirieron mantenerse aislados (rechazando el proselitismo anterior). El aislamiento rabínico constituye también un elemento esencial de contraste para el cristianismo. El verdadero auge de la iglesia se dio en condiciones adversas, dentro de un imperio que no admitía su modelo de comunidad (pues pensaba que destruía su identidad imperial sagrada, es decir, la presencia de Dios en los triunfadores), a diferencia de un judaísmo rabínico, que prefería cerrarse en sus fronteras nacionales. Este es el auge de unos perdedores católicos, es decir, de unos hombres y mujeres que querían ofrecer un espacio de encuentro y comunicación a todos los pueblos y grupos de la tierra, desde los más pobres (no desde una situación de imperio, como el greco-romano), sin cerrarse en un grupo de iniciados, capaces de entender un Libro y cumplir unas Leyes (como los judíos rabínicos). Pues bien, este auge y triunfo del cristianismo se vio interrumpido, bastante bruscamente, por su mismo triunfo externo y por la debilidad del imperio romano. Los cristianos vivían mucho mejor siendo perseguidos: sabían lo que debían hacer, cómo responder a su Cristo, es decir, al mesianismo universal, desde los pobres. Pero no estaban preparados para el triunfo imperial, para el poder que les ofrecieron Constantino y sus sucesores, a partir del año 313 (Edicto de Milán). Por otra parte, más que aspiración y necesidad de la iglesia, esa toma de poder fue consecuencia de la debilidad del imperio greco-romano, cuyos valores culturales y artísticos, administrativos e incluso políticos, iban languideciendo. Para mantenerse como poder (sobre todo en oriente) el imperio cedió gran parte de su autoridad a la iglesia y ella tuvo, la debilidad y el gran error, de aceptarlo, dando de esa forma un poder religioso al emperador, sobre todo en Oriente, donde la iglesia tuvo una historia brillante de mas de mil años (bajo el poder del emperador bizantino), pero para ello tuvo que cerrarse demasiado en sí misma, en su sacralidad más imperial que evangélica. De esa forma, el Imperio se convirtió oficialmente al Cristianismo (edicto de Teodosio, año 380).
3. Misión medieval.
Tras la caída del imperio de occidente (el año 476), se inicia una nueva época de expansión de la iglesia en Europa (dejamos a un lado la parte del imperio bizantino), de manera que la cultura latina penetró con el cristianismo en lugares donde el imperio romano no había llegado o no había conseguido implantarse intensamente, como ya hemos dicho. Fue un proceso largo de simbiosis y mestizaje en el que, a modo de ejemplo, podemos distinguir varios elementos y/o momentos:
Misiòn monacal. Puede quedar representada por el Papa San Gregorio Magno (590-604) que envió los primeros monjes benedictinos a Inglaterra, para sembrar y extender en aquella tierra el cristianismo. Otros monjes, de origen romano o irlandés, salieron también de sus tierras y plantaron sus centros de evangelización en casi toda Europa, llevando con ellos no sólo el cristianismo sino también el derecho romano y la memoria de la cultura greco-latina antigua. Ellos constituyen quizá el momento más valioso de la gran obra de evangelización pacífica de Europa.
Imperio carolingio, sacro imperio romano-germánico. El año 754 el Papa Esteban III viajó a Francia para pedir la ayuda de Pipino el Breve y para establecer en el centro de Italia unos «Estados Pontificios» desde los cuales el Papa pudiera realizar su labor cristiana desde una situación de independencia política. De esa forma, la iglesia de Occidente quedó vinculada, por más de mil cien años (hasta la caída de los Estados Pontificios, el 1870), a la política de poder y violencia de los estados europeos. La nueva situación quedó ratificada cuando el año 800 el papa León III coronó emperador a Carlomagno, en el Vaticano. De un modo o de otro, una ceremonia semejante se fue sucediendo por siglos y siglos, hasta la caída del «Antiguo Régimen» con la Revolución Francesa de finales del siglo XVIII. Papas y emperadores (francos y/o germanos) se complementaron, de manera que la fe religiosa quedaba internamente vinculada a la violencia política, conforme a un modelo de poder que parecía eterno. En ese contexto se sitúa la tarea de evangelización de Europa, promovida y apoyada por los emperadores con las armas.
¿Cruzada misionera? Ciertamente, en la conversión del Norte de Europa al cristianismo influyen principios religiosos (la atracción y novedad del evangelio), pero influyeron también, de un modo decisivo, factores de tipo humanista (la iglesia se impuso por su misma supremacía cultural) y político (emperadores y reyes impusieron de algún modo el cristianismo). En este contexto se puede hablar de una «cruzada evangelizadora», vinculada de un modo especial a la Orden de los Caballeros Teutónicos, vinculados a las ligas comerciales y políticas del Norte de Alemania. Algo semejante podría decirse de la misión cristiana en España, vinculada con la “reconquista”, entre el siglo XI y XV de. C.
La conversión del Norte de Europa al Cristianismo constituye un hecho cultural y social de primera magnitud, de manera que podemos decir que en los «siglos oscuros» que siguieron a la caída el Imperio Romano y precedieron al surgimiento de la Edad Moderna, la Iglesia actuó como un factor social y cultural básico. Sin esa labor de la iglesia no se podría hablar de Europa. Pero se trata de una labor que no fue sólo evangelizadora o, mejor dicho, evangélica, sino también política y social, de tipo violento.
Posiblemente, los portadores de la fe cristiana fueron a veces menos violentos que los representantes de viejo orden pagano. Pero, sin duda, lo fueron también de un modo intenso: extendieron la fe con la ayuda de la fuera militar y de la autoridad social de su cultura.
4.Misión en América y en otros continentes (siglos XVI-XIX).
En la línea anterior se sitúa y avanza gran parte de la conquista y evangelización de América, que algunos analistas hispanos han valorado, de un modo triunfal, afirmando que ha sido la mayor obra cristiana después de la redención de Cristo. Los misioneros hispanos de América (y en algún sentido también de África y América) se han valido de la espada (de la conquista violenta) para extender la fe. Esa visión de la guerra de conquista, con fines religiosos (para propagar la fe) se encuentra en el fondo de las tres bulas del Papa Alejandro VI, que desembocan en el Tratado de Tordesillas, donde castellanos y portugueses se reparten «en nombre de Dios» el mundo conocido para conquistarlo, con el compromiso de extender la fe. A lo largo de tres siglos (del XVI hasta el XVIII) esos reyes tendrán el derecho y el deber de utilizar sus conquistas (así legitimadas desde una perspectiva religiosa) para extender la fe cristiana.
Es evidente que la conquista hispana de una parte considerable de América, con el surgimiento posterior de los nuevos estados, desde México a Chile, desde Perú hasta Brasil, incluye valores de tipo cultural y social y también defectos. Pues bien, la iglesia católica ha legitimado y promovido esa conquista y colonización violenta con una finalidad religiosa, tomándola como medio para la extensión de la fe cristiana.
Los papas, y con ellos obispos y reyes «cristianos», han tenido el convencimiento de que para propagar el evangelio era lícito y buena forma de violencia militar (una conquista como guerra santa). Ciertamente, hubo momentos en que los misioneros actuaron sin apoyarse en la espada, esto es, en el poder de la corona y de los
conquistadores; pero fueron sólo casos marginales y por poco tiempo. En general, y con la aprobación de los papas, la evangelización (que debería haber sido un gesto de pura gratuidad, sin imposiciones políticas) vino a desplegarse bajo el apoyo (el protectorado) de los reyes, que elegían a los obispos y enviaban a los misioneros que estaban implicados en una conquista santa (¡anticristiana!).
Se podrá decir que aquella fue una «violencia legítima» y que tuvo efectos culturales y sociales positivos, pues los reyes de España y Portugal no eran menos iglesia ni menos religiosos que los papas. Pero, mirada desde una perspectiva de evangelio, su acción nos parece hoy vinculada con una violencia ambigua e incluso negativa, como indicaron desde antiguo Bartolomé de las Casas y más tarde otros misioneros tan poco extremistas como M. de Murúa, quien en su obra Historia general del Perú, escrita hacia el 1600 pero publicada sólo en el siglo XX (Historia 16, Madrid 1987), afirma que la misión cristiana de América debería haberse realizado sin conquista hispana, para que así fueraverdaderamente evangélica. Se equivocaron entonces, a lo largo de todo el siglo XVI y XVII (o quisieron equivocarse para su provecho), tanto los reyes y señores hispanos (que tomaron la evangelización como excusa para la conquista) como los papas y obispos (que delegaron en los reyes y señores una labor que deberían haber promovido ellos).
De esa forma se unieron la violencia política y la extensión de la fe, pero sólo en países que vivían todavía en un nivel religioso y cultural antiguo, que no habían llegado al nivel del «tiempo eje». Los cristianos, apoyándose en la fuerza de los reyes, sólo lograron convertir a pueblos de cultura inferior. En otros lugares, donde la población había desarrollado estructuras sociales y religiosas más avanzadas, en la línea del tiempo-eje (como en India y China, lo mismo que en los países de religión musulmana) no hubo un cambio religiosos significativo a pesar de la conquista.
Es evidente que no podemos juzgar el pasado. Pero podemos y debemos afirmar, desde nuestra perspectiva, que ese pasado no fue muy cristiano, en el sentido radical de la palabra: aprovecharse de la conquista militar para extender un pretendido evangelio de libertad gratuita entre gentes de cultura inferior no parece responder mensaje de Jesús. Hoy podemos afirmar que, si el fin no justifica los medios, en el fondo de aquella primera evangelización de América latía un pecado original de violencia.
Ese proceso de conquista-evangelización ha podido tener consecuencias positivas, de manera que ha sido capaz de elevar el ámbito de experiencia humana de algunos pueblos de América, que han descubierto en el cristianismo un rasgo de su identidad. Pero, en general, ese tipo de misión ha sido cuestionable desde el punto de vista evangélico, pues ha vinculado a la Iglesia con un poder político violento muy particular, más que con los pobres a los que Jesús había dirigido su mensaje.
Ha sido un proceso dramático, lleno de posibilidades creadoras y de grandes dolores, un proceso que sigue en marcha sobre todo el mundo. La función conquistadora de Europa terminó hace tiempo, pues la mayoría de las colonias más antiguas (de España, Inglaterra y Portugal) se independizaron de la metrópoli ya de dos siglos y las nuevas (en África y Asia) en la segunda mitad del siglo XX. Pero las consecuencias de aquel proceso siguen influyendo en la actualidad.
Por otra parte, el año 1625, el Papa Gregorio XV, con la Bula Inscrutabili Divinae, creó una Congregación vaticana, titulada De Propaganda Fide, es decir, para la Propagación de la Fe, para así actuar con independencia de los estados católicos. Esa Congregación ha realizado y sigue realizando una tarea m misionera muy laudable, con la ayuda de diversas órdenes religiosas, pero ella ha seguido aprovechándose también de la presencia de los países colonizadores (sobre todo de Francia y Gran Bretaña). Ahora, a comienzos del siglo XXI, nos hallamos probablemente ante el comienzo de un nuevo tipo de misión cristiana, vinculada más directamente al mensaje de Jesús y a la alianza de religiones, al servicio de los más pobres.
– «Lo que hemos visto y oído, no lo podemos callar» (Hechos 4,20)
Con pleno respeto a la persona humana, a sus creencias y sensibilidades, nosotros los cristianos debemos afirmar con sencillez nuestra fe en Cristo, único salvador del hombre, porque: «lo que hemos visto y oído, no lo podemos callar» (Hechos 4, 20)
El don de la fe proviene de lo Alto, sin mérito por nuestra parte. Por eso, decimos con san Pablo: «No me avergüenzo del Evangelio, que es una fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree» (Rom 1, 16). Los mártires cristianos de todas las épocas —también los de la nuestra— han dado y siguen dando la vida por testimoniar ante todos los seres humanos esta fe, convencidos de que cada hombre y mujer tiene necesidad de Jesucristo, que ha vencido el pecado y la muerte, y nos ha reconciliado con Dios.
La Iglesia ofrece a los hombres y mujeres del mundo el Evangelio, él cual responde a las exigencias y aspiraciones del corazón humano y que es siempre “Buena Nueva”. La Iglesia no puede dejar de proclamar que Jesús, vi no a revelar el rostro de Dios y alcanzar, mediante la cruz y la resurrección, la salvación para todos los hombres y mujeres que abrieran el corazón a su amor.
Ala pregunta ¿Para qué la misión? respondemos con la fe y la esperanza de la Iglesia: abrirse al amor de Dioses la verdadera liberación. En él, sólo en él, somos liberados de toda forma de alienación y extravio, de la esclavitud del poder del pecado y de la muerte. Cristo es verdaderamente «nuestra paz» (Ef 2, 14), y «el amor de Cristo nos apremia» (2 Cor 5, 14), dando sentido y alegría a nuestra vida. La misión es un asunto de fe: la misión es el indicador de nuestra fe en Cristo y de cuanto reconocemos su amor por nosotros.
La tentación actual es la de reducir el cristianismo a una sabiduría meramente humana, casi como una ciencia del vivir bien. En un mundo fuertemente secularizado, se ha dado una «gradual secularización de la salvación», debido a lo cual se lucha ciertamente en favor del ser humano, pero de un ser humano a medias, reducido a la mera dimensión horizontal, En cambio, nosotros sabemos que Jesús vino a traer la salvación integral, que abarca al ser humano entero, abriéndole a los admirables horizontes de la filiación divina.
¿Por qué la misión? Porque a nosotros, como a san Pablo, «se nos ha concedido la gracia de anunciar a todos los pueblos Las inescrutables riquezas de Cristo» (Ef 3, 8). La novedad de vida en él es la «Buena Nueva» para el hombre y mujer de todo tiempo: a ella han sido llamados y destinados todos los hombres y mujeres. De hecho, todos La buscan, aunque a veces de manera confusa, y tienen el derecho a conocer el valor de este don y la posibilidad de alcanzarlo. La Iglesia y, en ella, todo cristiano, no puede esconder ni conservar para sí esta novedad y riqueza, recibidas de la divina bondad para ser comunicadas a todos los hombres y mujeres.
He ahí por qué La misión, pues además de provenir del mandato formal del Señor, deriva de la exigencia profunda de La vida de Dios en nosotros. Quienes hemos sido incorporados a La Iglesia hemos de considerarnos privilegiados y, por ello, mayormente comprometidos en testimoniar La fe y la vida cristiana como servido a los hermanos y hermanas y respuesta debida a Dios.
P. Jafet Peytrequín, Dir. Nacional OMP-Costa Rica
Con pleno respeto a la persona humana, a sus creencias y sensibilidades, nosotros los cristianos debemos afirmar con sencillez nuestra fe en Cristo, único salvador del hombre, porque: «lo que hemos visto y oído, no lo podemos callar» (Hechos 4, 20)
El don de la fe proviene de lo Alto, sin mérito por nuestra parte. Por eso, decimos con san Pablo: «No me avergüenzo del Evangelio, que es una fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree» (Rom 1, 16). Los mártires cristianos de todas las épocas —también los de la nuestra— han dado y siguen dando la vida por testimoniar ante todos los seres humanos esta fe, convencidos de que cada hombre y mujer tiene necesidad de Jesucristo, que ha vencido el pecado y la muerte, y nos ha reconciliado con Dios.
La Iglesia ofrece a los hombres y mujeres del mundo el Evangelio, él cual responde a las exigencias y aspiraciones del corazón humano y que es siempre “Buena Nueva”. La Iglesia no puede dejar de proclamar que Jesús, vi no a revelar el rostro de Dios y alcanzar, mediante la cruz y la resurrección, la salvación para todos los hombres y mujeres que abrieran el corazón a su amor.
Ala pregunta ¿Para qué la misión? respondemos con la fe y la esperanza de la Iglesia: abrirse al amor de Dioses la verdadera liberación. En él, sólo en él, somos liberados de toda forma de alienación y extravio, de la esclavitud del poder del pecado y de la muerte. Cristo es verdaderamente «nuestra paz» (Ef 2, 14), y «el amor de Cristo nos apremia» (2 Cor 5, 14), dando sentido y alegría a nuestra vida. La misión es un asunto de fe: la misión es el indicador de nuestra fe en Cristo y de cuanto reconocemos su amor por nosotros.
La tentación actual es la de reducir el cristianismo a una sabiduría meramente humana, casi como una ciencia del vivir bien. En un mundo fuertemente secularizado, se ha dado una «gradual secularización de la salvación», debido a lo cual se lucha ciertamente en favor del ser humano, pero de un ser humano a medias, reducido a la mera dimensión horizontal, En cambio, nosotros sabemos que Jesús vino a traer la salvación integral, que abarca al ser humano entero, abriéndole a los admirables horizontes de la filiación divina.
¿Por qué la misión? Porque a nosotros, como a san Pablo, «se nos ha concedido la gracia de anunciar a todos los pueblos Las inescrutables riquezas de Cristo» (Ef 3, 8). La novedad de vida en él es la «Buena Nueva» para el hombre y mujer de todo tiempo: a ella han sido llamados y destinados todos los hombres y mujeres. De hecho, todos La buscan, aunque a veces de manera confusa, y tienen el derecho a conocer el valor de este don y la posibilidad de alcanzarlo. La Iglesia y, en ella, todo cristiano, no puede esconder ni conservar para sí esta novedad y riqueza, recibidas de la divina bondad para ser comunicadas a todos los hombres y mujeres.
He ahí por qué La misión, pues además de provenir del mandato formal del Señor, deriva de la exigencia profunda de La vida de Dios en nosotros. Quienes hemos sido incorporados a La Iglesia hemos de considerarnos privilegiados y, por ello, mayormente comprometidos en testimoniar La fe y la vida cristiana como servido a los hermanos y hermanas y respuesta debida a Dios.
Lectura del evangelio según san Marcos (10,35-45):
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron: «Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir.»Les preguntó: «¿Qué queréis que haga por vosotros?»Contestaron: «Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda.»Jesús replicó: «No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?»Contestaron: «Lo somos.»Jesús les dijo: «El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; está ya reservado.»Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan. Jesús, reuniéndolos, les dijo: «Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Vosotros, nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos.»
Actualización del mensaje:
Hoy es el dia del DOMUND, el Domingo Mundial de las Misiones. La Misión de la Iglesia no es otra que la de Jesús, que no vino a ser servido, sino a servir y a entregar su vida. Nosotros solemos tener las mismas tentaciones de los discípulos: buscamos el poder, el prestigio y el dominio sobre los demás. Hoy se nos dice cómo tenemos que ser discípulos, o sea, misioneros: Se trata de servir como Jesús y a través de nuestro servicio cristiano, las personas lleguen a comprender vivencialmente que Dios es un Padre, que de El no recibimos más que amor y que su voluntad es que seamos felices, viviendo la fraternidad y amándonos unos a otros.
-Cómo fue el servicio de Jesús a los pobres?
¿Cómo vivimos hoy este servicio y entrega a los demás?
-Cómo realizar hoy nuestra vocación misionera?
Un instrumento de paz
Señor, haz de mi un instrumento de tu paz que donde haya odio, ponga yo amor.
Donde haya ofensas, ponga yo perdón. Donde haya discordia, ponga yo unión.
Donde haya error, ponga yo verdad. Donde haya duda, que yo ponga fe.
Donde haya desesperación, que yo ponga esperanza. Donde haya tinieblas, que yo ponga luz
Donde haya tristeza, que yo ponga alegría. Haz que no busque tanto ser consolado como consolar; ser comprendido como comprender; ser amado como amar.
Porque dando es como se recibe, olvidándose de sí mismo es como uno se encuentra a sí mismo.
Perdonando es como se obtiene perdón. Muriendo es como se resucita para la vida eterna.
“¿Estás preparado para ser misionero?”, la pregunta de Francisco para el mes de octubre
El vídeo de la Red Mundial de Oración del Papa en el mes del Domund centra su intención en la misión evangelizadora de la Iglesia
“Jesús nos pide a todos, y a ti también, ser discípulos misioneros. ¿Estás preparado?” Con este interrogante comienza el papa Francisco el vídeo con la intención de oración del mes de octubre, en el que tradicionalmente se celebra la jornada del Domund. En el recurso publicado este jueves, 30 de septiembre, en la web www.ilvideodelpapa.org el pontífice señala que “basta con estar disponibles a su llamada y vivir unidos al Señor en las cosas más cotidianas, el trabajo, los encuentros, las ocupaciones de cada día, las casualidades de cada día, dejándonos guiar siempre por el Espíritu Santo”.
La fuerza del testimonio
“Si te mueve Cristo, si haces las cosas porque Cristo te guía, los demás se dan cuenta fácilmente”, prosigue el Papa en su reflexión. Para Bergoglio, “tu testimonio de vida provoca admiración, y la admiración hace que otros se pregunten: “¿Cómo es posible que esto sea así?” o “¿de dónde le viene a esta persona el amor con que trata a todos, la amabilidad, el buen humor?”, invita.
Finalmente, el pontífice, insiste en recordar “que la misión no es proselitismo, sino que la misión se basa en un encuentro entre personas, en el testimonio de hombres y mujeres que dicen: Yo conozco a Jesús, me gustaría que tú también lo conocieras”. “Recemos para que cada bautizado participe en la evangelización y que cada bautizado esté disponible para la misión a través de su testimonio de vida. Y que este testimonio de vida tenga sabor a Evangelio”, concluye el Papa
El Prefecto de Propaganda Fide sobre el Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones de 2021 Cardenal Tagle: «Los misioneros son aquellos que, como los apóstoles, no pueden guardar para sí el amor que han experimentado»
Cardenal Tagle
«Los misioneros son aquellas personas que, para compartir el amor de Dios, dejan sus certezas, el consuelo de su vida y van a las periferias del mundo, entre los más pobres y desfavorecidos, testificando con sus vidas que Dios es amor» «La misión es compartir el amor recibido de Dios por pura gratitud» 29.01.2021 (Agencia Fides).- “El Santo Padre en el Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones del 2021, tomado de los Hechos de los apóstoles, une la misión y la experiencia humana de la misericordia de Cristo: quiere decirnos que no hay dicotomía ni separación entre lo que llamamos espiritualidad y el trabajo del apostolado”: así lo afirma, en entrevista con la Agencia Fides, el cardenal Luis Antonio Tagle, prefecto de la Congregación para la Evangelización de Pueblos, comentando el Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones de 2021, publicado hoy por la Santa Sede, titulado «No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído» (Hch 4,20). “Espiritualidad – explica el cardenal – significa tener una profunda experiencia del amor misericordioso de Dios, que nos ha sido dado en Jesucristo. Jesús, con su amor por nosotros, se convirtió en uno de nosotros, nuestro hermano, el que abrazó nuestras debilidades, nuestros trabajos y nuestros sueños, nuestras alegrías y esperanzas, como dice Gaudium et Spes. Y, como recuerda el papa Francisco, cuando una persona es amada, cuando experimenta ser amada, como sucedió con los apóstoles, no puede quedárselo para sí, sino que quiere compartirlo: es un hecho hermoso y precioso, y así se convierte en misión”. El Prefecto prosigue: “La misión, por tanto, está íntimamente ligada al amor de Cristo. No es un trabajo, no es una obra humana, que a veces incluso se siente como una tarea pesada, como una carga. En cambio, es un puro acto de gratitud. Es una respuesta de gratitud por el amor recibido de Dios. Abrazados y envueltos por el amor de Dios, queremos compartir este amor especialmente con aquellos que no se sienten amados, que se sienten abandonados, rechazados, con los de las periferias existenciales. Los que hemos experimentado el amor de Dios, los que hemos escuchado y acogido el Evangelio del amor, lo compartimos con el prójimo, con el corazón rebosante de gratitud”. Otro aspecto que el papa Francisco toca en el mensaje es el de la compasión: “La compasión – observa el cardenal Tagle – es una de las formas de mostrar a la humanidad herida de hoy, en los tiempos difíciles que vivimos, el rostro del amor de Dios. Para anunciar el Evangelio hoy, el lenguaje entendido por la humanidad es el de la caridad y la compasión: es uno de los aspectos para compartir el amor de Dios. Muchas personas en todo el mundo ya eran frágiles, marginadas y vulnerables antes de la pandemia. Hoy su situación ha empeorado: por eso comunicar, con nuestra vida, la presencia y la compasión de Cristo les traerá consuelo y nueva esperanza. El Papa nos llama en el mensaje a ser ‘misioneros de la esperanza’, en un mundo que tiene una gran necesidad de bondad, hospitalidad, misericordia, fraternidad. La misión es realizar cada acción de la vida con el espíritu de la Eucaristía, es vivir la vida como una Eucaristía, una vida de gratitud y acción de gracias a Dios. Y hacer todo en el nombre del Señor Jesucristo. Él es el mayor don que hemos recibido, y ese don da fruto: nosotros mismos somos fruto de su Espíritu y de su presencia, somos los que llevamos al mundo el don inestimable de su amor”. Por último, el Prefecto de Propaganda Fide quiere recordar, en la conversación con Fides, el valor de la missio ad gentes y de quienes dan la vida por llevarla a cabo: “Los misioneros son aquellas personas que, para compartir el amor de Dios, dejan sus certezas, el consuelo de su vida y van a las periferias del mundo, entre los más pobres y desfavorecidos, entre los que sufren y los necesitados, testificando con sus vidas que Dios es amor, y que ama y se entrega a toda criatura. Los misioneros son aquellos que, como los apóstoles, no pueden guardar para sí el amor que han experimentado: el Espíritu los empuja hasta los confines de la tierra para anunciarlo y dárselo a los que más lo necesitan, a los que sufren y están desesperados, a los que no le conocen y no han experimentado el inmenso amor de Cristo. Hoy, mientras el mundo entero atraviesa desafíos muy difíciles como el de la pandemia, la misión de Cristo continúa a través de cada uno de nosotros: donde están los más necesitados, también hay misioneros, dispuestos a consolar corazones heridos, en el nombre de Cristo Jesús”