La cultura del cuidado

El Papa apela a «la cultura del cuidado» frente al consumismo

«En un mundo globalizado e interconectado, la confrontación entre dos culturas es aún más evidente: la cultura del consumismo y del descarte, por un lado –que es una forma de nihilismo– y la cultura del cuidado, por otro», ha señalado el Papa en su discurso en el Vaticano a los miembros de la red de farmacéuticos ‘Apoteca Natura’.

Por ello, el pontífice ha enfatizado en la necesidad de «elegir» una de estas dos culturas. «Hoy no se nos permite permanecer neutrales. Hay que elegir, porque el grito de la tierra y el grito de los pobres exigen responsabilidad», ha asegurado.

Para el Papa está claro que «la cultura del consumo y del despilfarro está muy extendida» por lo que «condiciona muchos» de los comportamientos cotidianos. Del mismo modo, ha llamado a hacer presente «la cultura del cuidado» que se puede expresar de «muchas pequeñas y grandes maneras» al alcance de todas las personas, «según el papel que ocupa».

El pontífice también ha recordado que la Encíclica Laudato si’ «ha querido ser, para toda la Iglesia, y para todos los hombres y mujeres de buena voluntad», un llamamiento a la responsabilidad «de manera consciente y con determinación» y a la cultura del cuidado.

«Cada uno, en su papel, puede contribuir a difundir la cultura del cuidado. Os agradezco lo que hacéis, partiendo de vuestro ámbito de trabajo, tratando también de contribuir de forma concreta al crecimiento de una economía diferente, centrada en la persona y el bien común», ha concluido.

La cultura del cuidado

por Ianire Angulo Ordorika,

  

A veces me parece que estamos siendo testigos de la caída de grandes gigantes. Aquellas realidades que parecían inquebrantables y seguras se van desmoronando a trozos a nuestro alrededor. Hay caídas que, sinceramente, no me afectan demasiado. Es lo que me sucede, por ejemplo, con el supuesto cierre de Twitter, cuyo final anunciado parece predicho desde hace tiempo y se repite como un mantra en muy distintos foros. Se trata, en realidad, de una de esas realidades que solo delatan la verdad que encierra el grito del profeta al reconocer que toda la realidad es efímera y que solo “la Palabra de nuestro Dios permanece” (Is 40,8). Hay otros derrumbes que me duelen mucho más, como la sensación que me asalta ante esas noticias que se multiplican últimamente sobre la Iglesia en Francia. Cuando tomamos consciencia de la complejidad y grandeza de los problemas, de lo endémico de esta ‘cultura del abuso’ y de la dificultad que implica extirparla, no es difícil que sintamos cierta frustración y desesperanza.

Volver al evangelio

Cuando los problemas resultan tan grandes que desbordan con mucho nuestra capacidad de actuación y nos sabemos incapaces de hacer nada que evite una situación tan irremediable como es, para algunos, el cierre de Twitter o, para otros, que estamos en un inevitable cambio de época eclesial, es entonces cuando conviene volver la mirada a esas imágenes del evangelio que, de tanto leerlas, hemos acabado por acostumbrarnos. Al menos es lo que sucede con esa pizca de levadura que Jesús evoca y que, misteriosamente y a pesar de su ínfima apariencia, encierra en sí un potencial transformador capaz de fermentar una cantidad ingente de harina (Mt 13,33). Conviene renovar la certeza de que el tamaño minúsculo de un grano de mostaza concentra en sí la grandeza de un árbol en el que los pájaros pueden encontrar abrigo y seguridad (Mt 13,31-32).

Es muy probable que no tengamos nada que hacer ante el colapso de una red social, pero siempre podemos recordar cómo la ‘cultura del cuidado’ se puede contagiar en lo cotidiano, cómo nuestras pequeñas decisiones y apuestas por poner el bien del otro por encima de nuestros intereses tiene la capacidad de transformar nuestro mundo más cercano y cómo el Reino de Dios se asemeja a esa fuerza escondida y misteriosa que encierra lo pequeño.

Abrázame, ¡si no me muero!

por Trinidad Ried 

  

La gran verdad que debemos asimilar es que en todo momento de nuestra vida (no solo en los primeros años), sin el cuidado, esta no existiría. El ser humano surge del cuidado y, aunque pasa por diferentes etapas y por una sucesión de períodos de dependencia e independencia, a lo largo de la vida, el “abrazo” como expresión de un otro diferente a mí que, de vez en cuando, me sostiene, me consuela sin juzgarme ni aconsejarme, es una necesidad vital imprescindible.

De lo contrario, la persona muere, como es el caso de los bebés recién nacidos o de las personas mayores en soledad, que mueren lentamente por múltiples padecimientos por falta de reciprocidad en sus vínculos. Somos seres relacionales, sociales; somos yo y tú, que necesitamos el nosotros como red nutritiva de vida y de retroalimentación donde todos dan y reciben en un sistema vivo. Desterremos entonces creencias tan arraigadas, como erradas, como que en nuestra adultez podemos y debemos ser autosuficientes, ser capaces de regular nuestras emociones y que estamos “grandecitos” para estar llorando por amor.

Vulnerabilidad

Vulnerabilidad viene de ‘vulnus’, herida. De la posibilidad de sufrimiento, de finitud, de muerte y también con el querer y con el amor. Viene de comprender que nada es permanente y que no controlamos el cambio; en eso todos somos iguales y hermanos. Muchos tratamos de disimularla o evadirla como si la vulnerabilidad fuese algo malo, pero es parte de lo que somos y, si la rechazamos, rechazamos la vida y obstaculizamos el amor.

La vulnerabilidad es una marca de la existencia y a la vez la apertura a la plenitud porque nos permite darnos, entrar en interdependencia con otros. Naturalmente, de nuestra vulnerabilidad surge la necesidad de cuidarnos.

El amor y la evolución

El amor, manifestado en el cuidado de nuestra vulnerabilidad, es el combustible que nos mantiene vivos, lo que ha permitido la evolución de la especie humana, ya que es la forma en que nuestro cerebro puede establecer nuevas conexiones neuronales, aprender y adaptarse a un mundo en constante cambio.

La historia macro y micro de la humanidad es un eterno rotativo de encuentros y desencuentros donde el cuidado de nuestra fragilidad ha sido la catapulta que ha permitido avanzar en medio de tantos “egos” que creyeron que solos y sin el cuidado de los demás podían dominar el mundo. La historia ha dejado en evidencia su error y hoy tenemos una gran responsabilidad de obrar diferente en todo nuestro ámbito de acción.

La evolución del cuidado y los cuidadores

El cuidado de otro es requisito para que el yo viva; si no este se muere. Sin embargo, a lo largo de la vida, este “abrazo” va variando de forma y recae en diferentes personas. En la primera infancia el apego físico se ha comprobado que es el cuidado fundamental que requiere un niño para desarrollarse integral y sanamente, en el seno de su familia y en los círculos más cercanos que se empiezan a configurar como la escuela, los amigos y luego la sociedad. En la etapa de juventud y adultez propiamente tal, se ha comprobado que el “abrazo” sigue siendo igualmente necesario, desmitificando las teorías de autosuficiencia e individualismo tan arraigadas. Muta a los pares, parejas, colegas, hijos y demás vínculos significativos, pero es una necesidad fundamental de reciprocidad.

Hay una necesidad intrínseca de ser vistos, valorados, amados, reconocidos por otro como alguien especial; en el fondo, ser abrazados y cuidados. Cuando las personas ya comienzan a requerir cuidados por su deterioro físico y/o cognitivo, nos enfrentamos a una nueva etapa de dependencia donde aparecen nuevos protagonistas en escena: los cuidadores. A medida que crece la población mundial, el tema de quién los podrá cuidar se convierte en un verdadero dilema, ya que todas las transformaciones sociales y demográficas también han afectado seriamente la situación de aquellos que tradicionalmente cuidaban a los mayores.

Una fotografía de la situación actual

Hoy, la mayoría de los cuidadores de los mayores son parientes (un 87%) y  mujeres (76%). En general, tienen un nivel educativo más bajo que la media de su edad y un tercio de ellas se dedican al cuidado a jornada completa. Las hijas de las personas que sufren dependencia ocupan el mayor porcentaje (39%); luego va la pareja (26%). El perfil de la persona cuidadora dice que es una mujer de mediana edad, con un nivel cultural inferior a la media de su edad, que cuida mucho tiempo y a la que le falta, por parte del género masculino, la mínima corresponsabilidad exigible. En 2050, en Europa habrá más gente que necesita cuidados que personas cuidadoras. Es un desafío monumental, por lo que necesitamos cuidar a los que cuidan.

La sociedad requiere tener una mirada más amplia de su labor y sobre todo el reconocimiento social, ya que si se valorara (al menos económicamente) su aporte al sistema, representa un verdadero ejército invisible que sostiene todo lo demás. Muchos afirman que necesitan tiempo para no ser cuidadores todo el día ni toda su vida. Para eso requieren tiempo y apoyo. Necesitan autorrealizarse y cumplir su proyecto personal y ser felices también.

Costos y beneficios de cuidar a otros

Ciertamente, asumir en carne propia y 24/7 la vulnerabilidad de otros conlleva un desgaste físico, emocional y espiritual para los cuidadores, a los que muchas veces se les roba su propia vida, que queda hipotecada. La soledad pasa a ser una compañía ingrata, ya que la persona cuidada no siempre es un vínculo horizontal y consume todos los espacios de libertad o desarrollo personal.

El cuidador, en especial si es familiar, muchas veces se ve juzgado por el resto de la familia y no recibe apoyo del resto, que se limita, con suerte, a proveer lo material. Sin embargo, la experiencia de acercarse al sufrimiento, de conocer la vulnerabilidad ajena y propia es casi siempre una vivencia transformadora. Se valora lo que no se tiene, la interdependencia, la importancia de pedir ayuda, la necesidad de ser flexibles. Se aprende a resolver problemas inesperados, la trascendencia de la creatividad en la vida cotidiana, el vivir el presente, el aprendizaje vital de tomar decisiones complejas y el autoconocimiento. Se aprende a conocer los límites de cada persona, la ternura y haber ensanchado la idea de intimidad.

La esperanza en Dios Padre/Madre

El Creador nos hizo seres vinculados para manifestar su amor, ternura y cuidado por medio de todo lo existente. Ninguno estaría vivo ni leyendo este texto si el Señor no hubiese procurado un infinito de cuidados personales y especiales para cada uno. Dios provee en cada momento todo lo necesario para nuestro bienestar y realización. Nos procura cuidados físicos, emocionales y espirituales para desplegar todo nuestro potencial. Y, si a veces nos parece que está ausente, solo está fortaleciendo nuestra musculatura para crecer aún más en nuestra capacidad de servir y amar.

Ya lo dijo Jesús: observen cómo crecen los lirios del campo. No trabajan ni hilan; sin embargo, les digo que ni siquiera Salomón, con todo su esplendor, se vestía como uno de ellos. Si así viste Dios a la hierba que hoy está en el campo y mañana es arrojada al horno, ¿no hará mucho más por ustedes, gente de poca fe? (San Mateo 6,28-30) Nunca perdamos la fe y seamos sus instrumentos para cuidar la vida que se nos ofrece con alegría y con paz.

La sinodalidad en la Iglesia

Nadia Coppa: “La sinodalidad en la Iglesia local es una urgencia”

nueva presidenta de la Unión Internacional de Superioras Generales

La nueva presidenta de la Unión Internacional de Superioras Generales es la voz de más de 650.000 religiosas

A principios de mayo, la Asamblea General de la Unión Internacional de Superioras Generales (UISG), el organismo que aglutina a más de 1.900 líderes de congregaciones religiosas femeninas a las que pertenecen unas 650.000 monjas, eligió a la italiana Nadia Coppa como nueva presidenta. Superiora general de las Adoratrices de la Sangre de Cristo desde 2017, Coppa explica en entrevista con Vida Nueva cuál es, a su juicio, la “peculiaridad” de la vida religiosa: “Ser el regazo de la Iglesia para acoger las diversas formas de vulnerabilidad”. Asegura que la apuesta de la UISG por la intercongregacionalidad no viene por “una necesidad”, sino como fruto de “un proceso de maduración de la conciencia”, y denuncia la urgencia de que se abran “caminos de sinodalidad” en todas las Iglesias.


PREGUNTA.- ¿Por qué cree que la han elegido precisamente a usted?

RESPUESTA.- Cuando se desarrolló el proceso de discernimiento de cara al nombramiento del nuevo Consejo de la UISG, algunas hermanas expresaron que yo podía suponer una novedad por mi edad, experiencia y trayectoria. Algunas hermanas querían que se abriera una etapa nueva, manteniendo una continuidad con los pasos que ya se han dado. Se ha hecho mucho en la UISG durante el último trienio y ahora se siente que se abre algo nuevo, siguiendo el diálogo y la escucha recíproca. Estoy muy agradecida por la elección y por los temas tratados en la asamblea plenaria, con indicaciones de gran novedad y apertura.

Personalmente, me siento muy animada por las orientaciones que se han hecho y por la declaración suscrita por todas nosotras, líderes de congregaciones religiosas femeninas, para abrazar la vulnerabilidad y estar abiertas a los caminos sinodales. Es algo con lo que me implico profundamente. La sinodalidad es un estilo de vida, que nos anima a acoger la diversidad, a crecer en la comunión y abrirnos al enriquecimiento que supone la intercongregacionalidad. La elección supone para mí una novedad que llega tras el trabajo realizado en mi congregación, las Adoratrices de la Sangre de Cristo, y en la constelación de la que era delegada, donde hubo un dinamismo muy bello. Las constelaciones son las comunidades geográficas en las que nos organizamos en la UISG y que están repartidas por todo el mundo.

P.- ¿Cuál es esa novedad que usted supone? ¿Quién es Nadia Coppa?

R.- Tengo 49 años y, desde 2017, soy la superiora general de mi congregación, a la que he servido a nivel de administración y Consejo General durante los últimos 12 años. Tengo una experiencia particular de ministerio, pues durante 13 años trabajé en una comunidad para recuperar a personas que sufrían dependencias patológicas. Fue una experiencia humana y espiritual muy enriquecedora, en la que traté con personas en un estado estado de vulnerabilidad muy fuerte, lo que me permitió crecer como mujer, como consagrada y como adoratriz.

Ahí intuí la peculiaridad de la vida religiosa: ser el regazo de la Iglesia para acoger las diversas formas de vulnerabilidad. Ahí descubrí situaciones que tocan nuestra realidad de mujeres consagradas partiendo de la vulnerabilidad, que es una oportunidad para generar vida. Esa experiencia es la que traigo ahora a la UISG, donde quiero compartir nuestra misión de manera concreta y efectiva con otras hermanas y superioras generales. Solo cuando descubrimos la vulnerabilidad, descubrimos la humanidad y podemos generar vida en las personas que nos encontramos.

En estos años he aprendido a escuchar y darle espacio al prójimo. Esto me hecho la persona que soy: alguien que está disponible para los demás y deseosa de crear redes y relaciones, de estar en comunión con todos. Soy una persona que ama mucho a la vida religiosa, que está consagrada desde hace 27 años y que, desde los orígenes de mi vocación, he sentido siempre que somos de verdad una semilla lanzada a los surcos de la historia para dar el fruto propio del genio femenino, que es la acogida y la vida entregada a los demás sin condiciones. Si como religiosas descubrimos este gran valor, entonces estaremos abiertas a los caminos sinodales.

Caminar juntas

P.- ¿Qué deberes le ha puesto la Asamblea Plenaria de la UISG al nuevo Consejo?

R.- Una cuestión que ha acompañado en todo momento la asamblea es la sinodalidad, la idea de caminar juntas en la Iglesia y con la Iglesia. Tanto como consagrada, como también a nivel de mi congregación y en la UISG, ya hemos iniciado un camino muy significativo durante los últimos años en este sentido, colaborando con varios dicasterios vaticanos, como son la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica (CIVCSVA) y el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral. Hay proyectos que la UISG ha desarrollado en colaboración con otros organismos, como es la Plataforma Laudato si’, y hay otras experiencias que queremos seguir promocionando.

Me refiero a algunos proyectos que hace años que llevamos adelante, como Talitha Kum, en el que sostenemos a las víctimas de tráfico de personas, o la iniciativa para acoger e integrar a los migrantes que se desarrolla en una comunidad de Sicilia. Son pequeños grandes proyectos que seguimos apoyando y en los que colaboran otras instituciones. Contamos además con una comisión conjunta con la Unión de Superiores Generales (USG) dedicada al Cuidado y a la Protección, que promueve la salvaguardia de la persona y pretende favorecer la tutela frente a las diversas formas de abuso, también el espiritual. Esta comisión quiere ayudar a encontrar modos concretos y procesos de sensibilización y formación dentro de la vida religiosa.

P.- ¿Por qué considera tan importante en este momento para la UISG que tenga en cuenta la vulnerabilidad?

R.- Vivimos un tiempo de grandes desafíos. La pandemia nos ha golpeado a todos profundamente, hemos perdido a muchas hermanas en nuestras congregaciones. El coronavirus ha supuesto un cambio profundo, de manera que nuestra vida ya no es la misma. Experimentamos la vulnerabilidad en nuestros sistemas políticos y económicos, así como en el mantenimiento de la paz. No podemos escondernos y pensar que la vida religiosa sea ajena a esa realidad, pues está en medio de la tierra.

La Asamblea Plenaria fue el espacio concreto para tomar conciencia de la vulnerabilidad, de que somos líderes vulnerables, llamadas a acompañar esa vulnerabilidad de nuestras hermanas y de nuestras congregaciones. Si no la abrazamos, no podremos vivirla como una oportunidad. La abrazamos para construir un espacio de crecimiento y de participación. Para actuar como Jesús y crear un espacio generativo.

P.- ¿Cuál es la contribución que está haciendo la UISG al camino sinodal?

R.- Queremos seguir promoviendo la espiritualidad de la escucha de manera profunda, creando espacios para acoger la riqueza de la diversidad. Esto exige un estilo de vida humilde, que permita acoger al otro con el corazón abierto. Sin humildad no hay escucha verdadera. El propio Papa, en la audiencia que nos concedió el 5 de mayo, nos pidió que utilizáramos el corazón para interceptar las situaciones de vulnerabilidad. Debemos ser mujeres presentes donde la sociedad nos llame y actuar con compromiso. Queremos sostener la espiritualidad del diálogo. Para ello, la palabra ‘juntos’ es la clave: debemos caminar juntos y establecer un diálogo generativo que nace de la conciencia de que el prójimo tiene siempre una riqueza.

Por eso hemos querido comprometernos con la espiritualidad del cuidado, como se ha definido en la Asamblea Plenaria. La atención al otro debe llevarnos al cuidado de los demás, pero partiendo en primer lugar de nuestra relación con Dios y con nosotras mismas. Esta idea del cuidado tiene un impacto significativo en la Iglesia, pues supone abrirse a la atención profunda a los demás, especialmente las personas más vulnerables. Si sentimos que la Tierra es nuestra Casa Común, nos tomaremos en serio el cuidado de la Creación y de la propia vida, desde su origen hasta la muerte. Francisco nos iluminó mucho en ese sentido, recordándonos que la calidad de nuestra presencia no depende de lo que hacemos, sino de cómo lo hacemos.

La ética del cuidado

Luis Aranguren
Luis Aranguren

Tiempo emergente-Meditaciones desde la ética del cuidado, editado por “KHAF, del grupo editorial Luis Vives, y su autor es Luis Aranguren Gonzalo

La actualidad del tema es ciertamente atractiva. Y es que ni hay ni habrá vida, si no existe, desarrollado como corresponde, el “cuidado” que ella reclama, en todos sus ámbitos y circunstancias

El prologuista del Libro, Gabriel Sáez de Ibarra, asevera que “pensar, vivir, trabajar, reunirse y amar contribuye decisivamente a ser más humanos, felices,y a alcanzar una plenitud para cada uno  y para todos”

La del “cuidado” es asignatura que transciende los límites de lo religioso y de lo puramente cívico, e inspira y define toda clase de comportamientos y compartimentos

Por Antonio Aradillas

El término “cuidado” es en la actualidad uno de los más frecuentados por políticos y oradores sagrados en sus mítines y prédicas más o menos sagradas o electorales, dependiendo de las circunstancias de lugar y de tiempo en las que unas y otras se efectúen. “Cuidar” este término y su veracidad, es deber elemental, tanto cívico como religioso, por lo que lo primero que hay que proponerse al redactar  la reseña de algún libro  que afronte el tema  es bucear en la autenticidad de su  significación y uso.

“Cuidar” – “cuidado”- es un verbo, al que necesaria y substantivamente han de acompañar otros como “atender y asistir con solicitud, dedicar especial interés, vigilar con cariño, preocuparse”, dado que sin estos no hay “cuidado“ posible ,o este se emplea  y se justifica en servicio propio..

El libro de referencia lleva el título de “Tiempo emergente-Meditaciones desde la ética del cuidado”, editado por “KHAF, del grupo editorial Luis Vives, y su autor es Luis Aranguren Gonzalo, doctor en Filosofía y licenciado en Teología, profesor asociado de Ética en la Universidad Complutense y consultor-formador en el campo de la ética de la educación, la participación social y el desarrollo de las organizaciones”.

La actualidad del tema es ciertamente atractiva. Y es que ni hay ni habrá vida, si no existe, desarrollado como corresponde, el “cuidado” que ella reclama, en todos sus ámbitos y circunstancias. Y este “cuidado” no se improvisa. Se estudia, en profundidad, con diligencia, ejemplaridad y sin escatimar los medios precisos para su ejercicio., lo mismo humanos que divinos. La del “cuidado” es asignatura que transciende los límites de lo religioso y de lo puramente cívico, e inspira y define toda clase de comportamientos y compartimentos. No es posible ser ni cristianos ni humanos, sin antes haberse educado para el “cuidado” lo mismo para el ajeno, que para el propio.

“Amamos lo que cuidamos, cuidamos lo que amaos”, es capítulo redactado por Leonardo Boff. Marina Garcés medita sobre “Recibir, más importante que comunicar; escuchar es más importante que producir y acompañar lo es más que proyectar”. Hannah Arendi  hace meditar a la sombra  de la idea de que “la manifestación  del viento del pensar  no es el conocimiento, sino la capacidad de distinguir  lo bueno de lo malo y lo bello de lo feo”, “Solo el amor expande nuestra conducta inteligente, porque solo el amor  expande nuestra visión:  el amor es visionario y no ciego”,  resulta ser la meditación  de Humberto Maturana. La penúltima de las meditaciones la afronta, sugiere y dirige Josep M. Esquirol, con el título de “Primero, detener la entropía y, después, intensificar la vida”.

El prologuista del Libro, Gabriel Sáez de Ibarra, asevera que “pensar, vivir, trabajar, reunirse y amar contribuye decisivamente a ser más humanos, felices,y a alcanzar una plenitud para cada uno  y para todos”.  

Y es que “somos andando” o, en frase del obispo poeta Pedro Casaldáliga:”solo llegando a la grúa/ de la mayor soledad/ voy a encontrarme de lleno/ con el manantial”.

La fraternidad

HABITAR LA TIERRA: ¿CUÁL ES EL CAMINO PARA LA FRATERNIDAD UNIVERSAL?

col boff

Estamos ante una triste constatación: el tipo de mundo en el que vivimos es todo menos fraternal. Lo que predomina es el poder, que desde el inicio establece una división entre quien tiene poder y quien no tiene poder. Se trata del poder-dominación, político, económico, ideológico, mediático, también familiar, y otros. De esta división nacen toda suerte de desigualdades: unos imponiéndose a los demás, la mayoría situada en el piso de abajo y unos pocos en el piso de arriba.

La desigualdad significa injusticia social, que éticamente es inaceptable. Para las personas de fe, la injusticia social es un pecado contra el Creador porque le ofende a Él y a sus hijos e hijas. Por lo tanto, estamos en una situación que no nos agrada a nosotros y tampoco agrada a Dios.

Es intensa la búsqueda humana de una sociedad libre, igualitaria, justa y fraterna. En nombre de ella se hicieron las grandes revoluciones, siempre derrotadas, pero nunca vencidas definitivamente, pues el anhelo humano de libertad, igualdad y fraternidad es imperecedero. Siempre habrá personas y movimientos sociales que mantendrán vivo ese sueño y tratarán de concretarlo en la historia.

Son muchos los motivos que fundan la fraternidad. En primer lugar, todos somos portadores de la misma humanidad, poco importa el origen, el color de la piel, la religión y la visión de mundo que tengamos. Todos tenemos el mismo código genético de base, presente en todos los seres vivos: los veinte aminoácidos y las cuatro bases nitrogenadas. Dicho en lenguaje pedestre: estamos construidos de 20 ladrillos diferentes y cuatro tipos de cemento. Los ladrillos combinados y amalgamados con los varios tipos de cemento producen la biodiversidad. Lo cual quiere decir que existe un lazo de fraternidad real entre todos los seres vivos y especialmente entre los humanos. La fraternidad es universal, incluida la naturaleza.

Otra razón de la fraternidad es el hecho de que todos los seres, también los humanos, tenemos algo en común: venimos del barro de la Tierra. Homo, ser humano, procede de humus, tierra buena y fértil. De la misma forma, nuestro antepasado bíblico Adán, se deriva de adamah, que quiere decir: tierra arable y fecunda. De ese barro el Creador nos sacó y moldeó como sus criaturas, todos hermanados entre sí.

Estas raíces comunes nos invitan a vivir en fraternidad universal e ilimitada. Este fue el sueño de Jesús, que advirtió que nadie sea llamado maestro porque todos somos hermanos y hermanas. La fraternidad sin fronteras fue la búsqueda ardiente de San Francisco de Asís, que llamaba a todos los seres de la naturaleza con el dulce nombre de hermanos y hermanas. Fue a conversar con el sultán musulmán en Egipto porque quería una fraternidad universal que implicaba incluir a cristianos y no cristianos. Es el gran sueño de Francisco de Roma, el Papa actual, que ha escrito una valiente encíclica Fratelli tutti, “todos hermanos y hermanas”, como respuesta a un mundo globalizado que crea socios, pero no hermanos y hermanas, que nos hace virtualmente próximos, pero realmente distantes por causa de la riqueza de algunos a costa de la pobreza de muchos.

Dentro del mundo actual, fundado en el poder-dominación sobre personas, sobre pueblos y sobre la naturaleza, la fraternidad  universal no tiene condiciones para realizarse. Sin embargo, si bien no parece viable, ella puede ser una actitud permanente, un modo de ser, un espíritu que impregne todas las relaciones entre las personas, y también las institucionales, de participación igualitaria y cooperativa. Todo eso a condición de renunciar al poder-dominación y de tener humildad, no como una virtud ascética, sino como un mojar nuestras raíces en el mismo humus de donde la naturaleza y nosotros aseguramos nuestra existencia, viendo en cada ser y en cada persona, un hermano y una hermana, con el mismo origen y el mismo destino. Entre hermanos y hermanas hay amor, cuidado y un sentimiento profundo de pertenencia.

Ante las graves amenazas que pesan sobre la Madre Tierra superexplotada y la ruptura del tejido social de las naciones, la fraternidad sin fronteras, como un nuevo tipo de presencia en el mundo, nos podrá salvar. Este libro ‘Habitar la Tierra: cuál es el camino para la fraternidad universal’ quiere traer a debate la urgencia del amor social y de la fraternidad universal, por lo menos como un modo de ser tierno y despojado de la voluntad de poder-dominación, creando un lazo de afecto y de cuidado entre todos los seres del mundo natural y del mundo humano.

Reconocimiento Meninas 2021

Fundación Luz Casanova: Reconocimiento Meninas 2021 

por Raúl Molina  

La Delegación de Gobierno en Madrid otorgó el pasado jueves 25 de noviembre, el “Reconocimiento Meninas 2021” contra la violencia de género a la Fundación Luz Casanova. 

Un poco de historia. 

Jesús le dice: «”¡María!”. Ella se vuelve y le dice: “¡Rabbuní!”, …María la Magdalena fue y anunció a los discípulos: “He visto al Señor y ha dicho esto” (Jn 20,16-18). 

En 1924 nace la congregación de las Apostólicas del Corazón de Jesús, fundada por Luz Rodríguez Casanova. Ya en esa época se acuñaron el apelativo de ‘Damas’ haciendo referencia a la importancia de una transformación social y eclesial desde lo femenino. Así, asumiendo las críticas de sus coetáneos, y como las propias apostólicas describen, ‘iniciaron una aventura laical desde el apostolado social femenino’. 

Hace, por lo tanto, más de cien años que este grupo de mujeres cogió el relevo de María Magdalena para hacer presente a Dios en el mundo desde su ser mujer y pidieron, como Judit, que se abrieran ‘las puertas de la ciudad para cumplir los deseos’ que el pueblo expresa en cada desaliento (Jdt 10,7-9). 

Y creó Dios al hombre a su imagen, 

a imagen de Dios lo creó, 

varón y mujer los creó (Gn 1,27). 

Mientras que la primera ley orgánica para la igualdad efectiva de mujeres y hombres que se aprueba en nuestro país es del año 2007, las Apostólicas ya introducían en su documento ‘Nos habla por el camino’, del año 2002, la necesidad de inspirarse en “las claves del feminismo y la perspectiva de género”, o como expresarían en ‘Junto al encinar de mambré’ (2008), la fidelidad a una “identidad femenina acogiendo las luces que en ese sentido nos aportan los diversos feminismos”. 

Oído atento 

En este devenir, intensificaron cada vez más el ‘oído atento’ al clamor de las mujeres que sufren en nuestras sociedades. Así se lanzaron a proyectos de inclusión social e igualdad, prevención de violencia de género o atención a mujeres sin hogar. 

Hago también referencia al interés que pusieron por introducir en sus colegios la identidad femenina de la congregación y su apuesta por el mundo de la mujer. Esto hizo que los centros escolares “Luz Casanova” asumieran como propio el horizonte de las relaciones igualitarias entre hombres y mujeres, la perspectiva de género como herramienta de análisis de estas relaciones, y el objetivo de convertir la escuela en un instrumento que limitara todos aquellos condicionantes sociales y culturales que dificultan el pleno desarrollo de la persona. 

Sería en 2007 cuando naciera la Fundación Luz Casanova compartiendo identidad con las Apostólicas del Corazón de Jesús, con el fin de trabajar “por una sociedad del cuidado y la inclusión hacia las personas en situación de grave desprotección y exclusión, con especial atención a las personas sin hogar, la población migrante y las mujeres y menores víctimas de violencia de género”. 

Una vez más nuestra Iglesia se hace portadora de la esperanza que Dios tiene para el mundo. Como las mismas apostólicas expresan “por la fe, empezamos a descubrir que había que replantear las obras sociales con un espíritu de justicia nuevo… compartiendo la vida con las personas y pueblos que padecen las consecuencias de las estructuras injustas, implicándonos en sus causas y celebrando la abundancia de la Misericordia de Dios”. 

En nuestra sociedad, la Fundación Luz Casanova es presencia de ese Dios que se encarna en la historia y derrama sobre nosotros su abundante misericordia

Por una cultura del cuidado y la casa común

Francisco pide ante líderes religiosos y políticos que la COP26 dé «respuestas eficaces» al calentamiento global 

El Pap, en el encuentro de la COP26 

El Papa renueva su esperanza en la cumbre climática de Glasgow 

«Son muchas las posibilidades que surgen, como por otra parte pone en evidencia el llamamiento conjunto, en el que se ilustran también varios recorridos educativos y formativos que podemos desarrollar a favor del cuidado de nuestra casa común» 

El pontífie se refirió al escrito conjunto firmado por 33 líderes religiosos y siete científicos de primera línea mundial 

«La COP26 de Glasgow está llamada, urgentemente, a ofrecer respuestas eficaces a la crisis ecológica sin precedentes y a la crisis de valores que vivimos» 

Por Hernán Reyes Alcaide, corresponsal en el Vaticano 

Mientras crecen las versiones de que podría adelantar su ida a Glasgow al 31 de octubre, en vez del 1 de noviembre, el papa Francisco pidió hoy ante líderes religiosos y políticos que la COP26 de «respuestas eficaces» al calentamiento global y abogó por una «cultura del cuidado» de la casa común. 

El Papa, a la cabeza de un grupo de 40 líderes religiosos y científicos, se mostró «a favor de una cultura del cuidado de nuestra casa común y también de nosotros mismos», ya que «no hay duda que la humanidad no ha contado con tantos medios para alcanzar este objetivo como los que tiene hoy»

«Este mismo desafío se puede afrontar sobre varios ámbitos; en particular quisiera señalar dos: el del ejemplo y la acción, y el de la educación», agregó el Papa al participar en el evento  «Religiones y Ciencia hacia la COP26», organizado por las embajadas de Italia y Reino Unido ante la Santa Sede.  

«En ambos ámbitos, nosotros, inspirados por nuestros credos y tradiciones espirituales, podemos ofrecer importantes aportaciones. Son muchas las posibilidades que surgen, como por otra parte pone en evidencia el llamamiento conjunto, en el que se ilustran también varios recorridos educativos y formativos que podemos desarrollar a favor del cuidado de nuestra casa común», agregó Francisco en el discurso que preparó y luego entregó a los participantes. 

El pontífie se refirió así al escrito conjunto firmado por 33 líderes religiosos y siete científicos de primera línea mundial en el que, ente otros temas, piden «que el mundo alcance cero emisiones netas de carbono lo antes posible, para limitar el aumento de la temperatura media mundial a 1,5 grados por encima de los niveles preindustriales». 

En ese marco, según el Papa, «la COP26 de Glasgow está llamada, urgentemente, a ofrecer respuestas eficaces a la crisis ecológica sin precedentes y a la crisis de valores que vivimos, y así ofrecer una esperanza concreta a las generaciones futuras». 

«Es este un desafío que nos pone frente a la necesidad de contrastar esa cultura del descarte, que parece prevalecer en nuestra sociedad y que se sedimenta sobre aquellos que nuestro Llamamiento conjunto denomina “semillas de conflicto: avidez, indiferencia, ignorancia, miedo, injusticia, inseguridad y violencia”, sostuvo el Papa. 

Son estas mismas semillas de conflicto las que causan las graves heridas que provocamos en el ambiente como los cambios climáticos, la desertización, la contaminación, la pérdida de biodiversidad», detalló Jorge Bergoglio. 

El Papa no leyó su discurso sino que, para ahorrar tiempos en una jornada llena de intervenciones, dio una copia a cada una de los participantes y luego entregó el escrito conjunto  al Presidente designado de la COP26, Alok Sharma, y al Ministro de Relaciones Exteriores de Italia, Luigi Di Maio. 

Los firmantes incluyen representantes de alto perfil de todas las denominaciones cristianas, tanto sunitas como chiítas, el judaísmo, el hinduismo, el sijismo, el budismo, el confucianismo, el taoísmo, el zoroastrismo y el jainismo, que representan una amplia representación de líderes religiosos. 

Entre los reclamos de religiosos y científicos, aparece además el reclamo «a las naciones más ricas ya las que tienen la mayor responsabilidad a tomar la iniciativa, intensificando su acción climática en casa y apoyando financieramente a los países vulnerables para que se adapten y aborden el cambio climático»

El arte de cuidar

Alineados con el Papa: el arte de cuidar
Tema ya predicado por la Escuela SALMOS, que causó tanto revuelo
La Espiritualidad Integral propuesta por la Escuela SALMOS, definitivamente está alineada con la predicación de Francisco
Aciertos que ponen en evidencia que la línea de Francisco está siendo bien acogida por grandes sectores de espiritualidad latinoamericana, entre los que destaca la propuesta audaz de la Escuela SALMOS
RD respalda la obra de Víctor Ricardo: la Escuela SALMOS, que, desde la Arquidiócesis de Bogotá, sirve en toda Latinoamérica, también ha sido creada como una puerta abierta a estas nuevas sensibilidades que acogen a todos aquellos que se han distanciado
03.01.2021 | RD
Se volvieron a disparar las redes sociales, -esta vez en reconocimiento-, por el acierto de laEscuela de Contemplación SALMOS, al predicar en noviembre pasado sobre las artes de ‘cuidar’, ‘amar’ y ‘contemplar’, como ‘trabajos por la paz, para ser llamados hijos de Dios’, tal como lo dice la bienaventuranza, pues es el tema de la LIV jornada mundial por la paz 2021.
El papa Francisco eligió este motivo para la jornada mundial por la paz del 1º. de enero, luego de un difícil año 2020: “Estos y otros eventos, que han marcado el camino de la humanidad en el último año, nos enseñan la importancia de hacernos cargo los unos de los otros y también de la creación, para construir una sociedad basada en relaciones de fraternidad. Por eso he elegido como tema de este mensaje: La cultura del cuidado como camino de paz. Cultura del cuidado para erradicar la cultura de la indiferencia, del rechazo y de la confrontación, que suele prevalecer hoy en día”.
Y es que la Espiritualidad Integral propuesta por la Escuela SALMOS, definitivamente está alineada con la predicación de Francisco: El concurso Iberoamericano de Cuentos Laudato si’, las bienaventuranzas como camino de espiritualidad, los salmos como fuentes de oración contemplativa y hasta la figura de san José, como modelo de aquel que ‘Ora y Labora’, han sido entre otros los aciertos que ponen en evidencia que la línea de Francisco está siendo bien acogida por grandes sectores de espiritualidad latinoamericana, entre los que destaca la propuesta audaz de la Escuela SALMOS.
Imposible llegar a la paz, sin una cultura del cuidado, es lo que desde esta tribuna anunciamos al mundo, – dice Víctor Ricardo, director de SALMOS-, pues como dice Francisco: “En muchas tradiciones religiosas, hay narraciones que se refieren al origen del hombre, a su relación con el Creador, con la naturaleza y con sus semejantes. En la Biblia, el Libro del Génesis revela, desde el principio, la importancia del cuidado o de la custodia en el proyecto de Dios por la humanidad, poniendo en evidencia la relación entre el hombre (’adam) y la tierra (’adamah), y entre los hermanos. Los verbos “cultivar” y “cuidar” describen la relación de Adán con su casa-jardín e indican también la confianza que Dios deposita en él al constituirlo señor y guardián de toda la creación”.
Pero ese cuidado se enfoca principalmente en aquellos que sufren, más acusa de la pandemia y las consecuencias que esta trae a los diferentes pueblos: “Las obras de misericordia espirituales y corporales constituyen el núcleo del servicio de caridad de la Iglesia primitiva. Los cristianos de la primera generación compartían lo que tenían para que nadie entre ellos pasara necesidad (cf. Hch 4,34-35) y se esforzaban por hacer de la comunidad un hogar acogedor, abierto a todas las situaciones humanas, listo para hacerse cargo de los más frágiles”, recalca Francisco en su mensaje.
Porque, así fue la vida del Maestro, Jesús de Nazaret, anuncia Francisco al mundo, en esta jornada 2021: “En la sinagoga de Nazaret, Jesús se manifestó como Aquel a quien el Señor ungió «para anunciar la buena noticia a los pobres, ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dejar en libertad a los oprimidos» (Lc 4,18). Era el Buen Samaritano que se inclinaba sobre el hombre herido, vendaba sus heridas y se ocupaba de él (cf. Lc 10,30-37)”.
Un papa como Francisco, sin lugar a dudas, ha trazado una línea de espiritualidad, esta entendida como modo de ver y vivir en el mundo, con una impronta de misericordia, solidaridad y apertura, que se predica de distintas maneras en la Escuela de Contemplación SALMOS: “La brújula de los principios sociales, necesaria para promover la cultura del cuidado, es también indicativa para las relaciones entre las naciones, que deberían inspirarse en la fraternidad, el respeto mutuo, la solidaridad y el cumplimiento del derecho internacional”, concluía Francisco en su mensaje a toda la humanidad.
Casi con las mismas palabras, sobre la bienaventuranza de Mt 5, 9: “Bienaventurados los que trabajan por la paz porque serán llamados hijos de Dios”, habíamos gustado la predicación de la Escuela SALMOS, rompiendo todos los estereotipos, la aparición del padre Víctor Ricardo, meditando sobre una roca, descalzo, rodeado de sus mascotas, con un fondo natural montañoso, ambientado por los sonidos de las aves y de la fauna silvestre, con su vestido típico latinoamericano, resaltaba el carácter humilde, franciscano y latinoamericano de su lectura del Evangelio, y que ahora se ve abrazado por el mensaje de Francisco sobre ‘La Cultura del Cuidado, camino de paz’:
“La cultura del cuidado, como compromiso común, solidario y participativo para proteger y promover la dignidad y el bien de todos, como una disposición al cuidado, a la atención, a la compasión, a la reconciliación y a la recuperación, al respeto y a la aceptación mutuos, es un camino privilegiado para construir la paz. «En muchos lugares del mundo hacen falta caminos de paz que lleven a cicatrizar las heridas, se necesitan artesanos de paz dispuestos a generar procesos de sanación y de reencuentro con ingenio y audacia».
RD respalda la obra de Víctor Ricardo: la Escuela SALMOS, que, desde la Arquidiócesis de Bogotá, sirve en toda Latinoamérica, también ha sido creada como una puerta abierta a estas nuevas sensibilidades que acogen a todos aquellos que se han distanciado: toda una apuesta auténtica propia del Concilio Vaticano II. ¡No nos podemos quedar cuidando a las 10 ovejas que nos quedan, cuando hay noventa esperando una atención especial! Sigamos alineados con Francisco, también en el arte de cuidar.

Profetas y testigos de la cultura del cuidado

Profetas y testigos de la cultura del cuidado
Carlos Ayala Ramírez
El mensaje del papa Francisco para la 54 Jornada Mundial de la Paz 2021, tiene por lema “La cultura del cuidado como camino de paz”. El contexto de este mensaje es la gran crisis sanitaria de COVID-19 que se ha convertido en un fenómeno multisectorial y mundial que agrava las crisis fuertemente interrelacionadas, como la climática, alimentaria, económica y migratoria. La idea fuerza del texto es que la humanidad pueda progresar en este año por el camino de la fraternidad, la justicia y la paz, acentuando la cultura del cuidado para erradicar la cultura de la indiferencia, del rechazo y de la confrontación que suele prevalecer hoy en día.
Según Francisco, es doloroso constatar que, junto a numerosos testimonios de caridad y solidaridad, están cobrando un nuevo impulso diversas formas de nacionalismo, racismo, xenofobia e incluso guerras y conflictos que siembran muerte y destrucción. Estos y otros eventos que, según el Papa, han marcado el camino de la humanidad en el último año, nos enseñan la importancia de hacernos cargo los unos de los otros y también de la creación. Nos enseñan que para construir una sociedad basada en relaciones de fraternidad se requieren mujeres y hombres que se constituyan en profetas y testigos de la cultura del cuidado. El profeta es conciencia crítica y propositiva, el testigo atrae y despierta interés por la coherencia mostrada entre sus ideales y su modo de vida.
El Papa hace ver, en principio, la importancia que tiene la cultura del cuidado en la tradición cristiana. Habla de un fundamento bíblico, el Dios de la Biblia no es solo un Dios Creador, sino también un Dios Cuidador y Protector de la vida. Reseña que el cuidado de la creación está en la base de la institución judía del sábado que, además de regular el culto divino, tenía como objetivo restablecer el orden social y el cuidado de los pobres. La celebración del Jubileo, con ocasión del séptimo año sabático, permitía una tregua a la tierra, a los esclavos y a los endeudados.
También señala la motivación profética donde la cumbre de la comprensión bíblica de la justicia se manifestaba en la forma en que una comunidad trataba a los más débiles que estaban en ella. Asimismo, plantea que la cultura del cuidado tiene una motivación cristológica: en la sinagoga de Nazaret, Jesús se manifestó como Aquel a quien el Señor ungió «para anunciar la buena noticia a los pobres, proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, dejar en libertad a los oprimidos». En su compasión, Jesús se acercaba a los enfermos del cuerpo y del espíritu y los curaba; perdonaba a los pecadores y les daba una vida nueva. Él era el Buen Pastor que cuidaba de las ovejas; era el Buen Samaritano que se inclinaba sobre el hombre asaltado, vendaba sus heridas y se ocupaba de él. Estas acciones constituyen el testimonio más elocuente de una misión que apunta hacia una cultura del cuidado.
En esta línea se trae a cuenta también una motivación eclesiológica. Los cristianos de la primera generación compartían lo que tenían para que nadie entre ellos pasara necesidad y se esforzaban por hacer de la comunidad un hogar acogedor, abierto a todas las situaciones humanas, listo para hacerse cargo de los más frágiles.
Desde estas inspiraciones el mensaje del papa define la cultura del cuidado como un compromiso común, solidario y participativo para proteger y promover la dignidad y el bien de todos. Como un estar dispuesto a cultivar en la convivencia cotidiana e institucional el respeto, compasión, reencuentro y reconciliación, entendidos como caminos privilegiados para construir la paz. De ahí que se afirme que no habrá paz sin la cultura del cuidado que puede suscitar el espíritu de comunidad frente al individualismo, la solidaridad frente a la indiferencia, la lucha por la justicia frente a la pura beneficencia.
Ahora bien, al constatar que se vive una época dominada por la cultura del descarte, agravada por las desigualdades dentro de las naciones y entre ellas, el Papa exhorta a los responsables de las organizaciones internacionales y de los gobiernos, del sector económico y del científico, de la comunicación social y de las instituciones educativas a dar un rumbo común al proceso de globalización, “un rumbo realmente humano”. Esto implica apreciar el valor y la dignidad de cada persona, actuar juntos y en solidaridad por el bien común, cuidar a los que sufren a causa de la pobreza, la enfermedad, la esclavitud, la discriminación y los conflictos.
La invitación del Papa, en definitiva, es a que todos podamos convertirnos en profetas y testigos de la cultura del cuidado. Y eso pasa por cultivar la promoción de la dignidad de toda persona humana, la solidaridad con los pobres y los indefensos, la preocupación por el bien común y la salvaguardia de la creación.
Hace unos años, el teólogo Leonardo Boff, hablando de la urgencia y necesidad de una ética del cuidado, afirmaba que ésta desempeña una doble función: de prevención de daños futuros y de reparación de daños pasados. Por ello, explicaba, los humanos debemos poner cuidado en todo: cuidado por la vida, por el cuerpo, por el espíritu, por la naturaleza, por la salud, por la persona amada, por el que sufre, por la casa común. Más todavía, supone cuidar de nuestra ciudad, de sus plazas y lugares públicos, de sus casas y escuelas, de sus hospitales e iglesias, de sus teatros, cines y estadios deportivos, de sus monumentos y calles. Encontramos aquí tareas y compromisos concretos que pueden conducirnos a ser profetas y testigos de la cultura del cuidado como propone el Papa.
Estos profetas y testigos, según Francisco, están llamados avanzar hacia un nuevo horizonte de amor y paz, de fraternidad y solidaridad, de apoyo mutuo y acogida. No cederán a la tentación de desinteresarse de los demás, especialmente de los más débiles; no se acostumbrarán a desviar la mirada, sino que se comprometerán cada día para formar una comunidad compuesta de hermanos que se preocupan los unos de los otros.
(*) Profesor del Instituto Hispano de la Escuela Jesuita de Teología (Universidad Santa Clara, CA). Profesor de la Escuela de Liderazgo Hispano de la Arquidiócesis de San Francisco, CA. Profesor jubilado de la UCA El Salvador; exdirector de radio universitaria YSUCA.
@AyalaYsuca