La Buena Noticia del Dgo: Fiesta de la Ascensión

Seréis mis testigos

La hora de la Palabra

La fiesta de la Ascensión nos recuerda que terminada la presencia histórica de Jesús, vivimos el tiempo del Espíritu

El Señor asciende al cielo, pero no nos deja solos. Nos deja palabras y gestos que, ni los tiempos más difíciles, lograrán eclipsar. El nos dice: «Seréis mis testigos».   En medio de un mundo duro, injusto y violento, tenemos que trabajar por la paz y la justicia para hacer otro mundo más humano, donde podamos vivir todos con dignidad.

Es la hora de la madurez; es el tiempo de llevar a la práctica el mensaje de Jesús. ¡Es nuestro tiempo! Por eso «no podemos quedar mirando al cielo».

Lectura de la Palabra

Juan 14,15-21

Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor

Lectura del santo evangelio según san Juan:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque vive con vosotros y está con vosotros. No os dejaré huérfanos, volveré. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy con mi Padre, y vosotros conmigo y yo con vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él.»

Comentarios a la Palabra

                                                             La hora de la glorificación – La Ascensión del Señor  –A  –    Mt 28,16-20

Mons. Romero dice[1]:  “El Evangelio de hoy d ice, repitiendo las palabras de Cristo: “sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. ¡Qué consuelo más grande!.  … A Cristo ya no lo vemos caminar y su presencia entre nosotros es todo esto: esperanza, riqueza de gloria, grandeza de poder. La Iglesia por eso , va tan confiada. No se apoya, la Iglesia, en los poderes de la tierra, en las riquezas de los hombres; se apoya en Cristo, que es su esperanza, la riqueza de su gloria, fuerza de su poder.   Cristo vive aquí, no con una presencia física limitada a un pueblecito en Palestina; Cristo vive ahora en cada cantón, en cada pueblo, en cada familia donde haya un corazón que ha puesto en Él su esperanza, donde hay un afligido que espera que pasará la hora del dolor, donde hay un torturado, hasta en la cárcel está presente, en el corazón del que espera y ora.  Cristo está presente ahora  con nuestra presencia mucho más viva que cuando peregrinó treinta y tres años entre nosotros.  Cristo vive, hermanos, y vive en su Iglesia, glorificado a la diestra del Padre, presente, hecho esperanza y fuerza entre sus peregrinos de la tierra.  Esta el la glorificación del hombre en Cristo. ¿Qué aflicción puede haber, entonces, para este Cristo, para nosotros que somos el Cristo de la historia?

La narración de la ascensión se sitúa en una cosmovisión que ya no es la nuestra: el cielo arriba, la tierra en medio, y abajo el fuego eterno. Esta confusión no facilita hoy la comprensión del mensaje de la ascensión como Buena Nueva de Dios. El relato también se sitúa en una imagen de Dios que ya no es la nuestra: Dios sentado en algún lugar de su trono en el cielo: ahora con el Resucitado «ascendido a los cielos» a la derecha del Padre, allí en ese trono, supervisándolo todo.

La narración de la ascensión en el libro de los Hechos de los Apóstoles (1.11) incluye felizmente a los dos hombres de túnicas blancas que les preguntan «¿qué están mirando al cielo?». Este es también un mensaje importante para nosotros: no necesitamos mirar a las estrellas por la noche, al cielo azul o nublado durante el día, porque no se trata de eso. En el Evangelio de Mt, la última frase, también las últimas palabras del Resucitado, es «Yo estoy con vosotros todos los días, hasta la consumación de este mundo». Se trata ahora de la nueva presencia de Cristo con nosotros, hoy, en esta historia de los hombres. Recordemos también sus propias palabras: «Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, yo estoy en medio de ellos» (Mt 18,20). Esto se convierte en un mensaje reconfortante y esperanzador para la comunidad cristiana, una minoría dentro de una sociedad secular, o una minoría dentro de las iglesias populares tradicionales. Podemos abrirnos a Su presencia entre nosotros si realmente nos reunimos en Su Nombre (en Su Presencia). Esta es (¿ha sido?) una fuerte experiencia de las comunidades eclesiales de base en sus encuentros para encontrar la Luz del Evangelio, en sus celebraciones, en su misión evangelizadora. No se trata entonces de las explicaciones de los especialistas de la Biblia, sino de la empatía fiel y de la escucha de las historias del Evangelio.  Y, de repente, todo se aclara, como en el relato de los dos del camino a Emaús: «¿No ardía nuestro corazón cuando nos hablaba por el camino y nos abría las Escrituras?». Le reconocieron al partir el pan. (Lc 24,31-32). Allí donde se parte, se comparte y se distribuye el pan (la vida), allí está Él presente. En la convivencia y en el Evangelio, los creyentes reconocen Su Voz y comprenden Su acción solidaria y liberadora, entonces y también hoy.

Monseñor Romero señala también los caminos por donde podemos encontrarnos con Él hoy. «Cristo vive ya en cada aldea, en cada pueblo, en cada familia donde hay un corazón que ha puesto en Él su esperanza». Tal vez lo que se está indicando aquí es que sólo quien lo busque lo encontrará; quien espere en Él se encontrará con Él; quien se abra a Él podrá experimentarlo.

En su nueva presencia, Cristo no se impone a la fuerza. Nadie está obligado a verle o a encontrarse con Él. Él se ofrece. «Cristo vive ahora, donde hay un enfermo que espera que pase la hora del dolor, donde hay un torturado, incluso en la cárcel Él está presente, en el corazón del que espera y ora». Aquí pensamos en la parábola de Mt 25. Podemos encontrar al Resucitado en nuestro encuentro con los pobres, con los que tienen hambre y sed, con los emigrantes y refugiados, con los enfermos, con los que no tienen ropa (vivienda), con los que están en la cárcel. Se trata, pues, de todas las personas vulnerables y heridas, cercanas y también lejanas. Gracias a los medios de comunicación, sabemos bastante bien lo que ocurre en los países del Sur, en los países en guerra, en los lugares afectados por terremotos, inundaciones o sequías prolongadas.

También sería importante entonces compartir unos con otros cómo Lo  vemos, Lo encontramos, dejamos que nos hable y nos llame a un testimonio vivo y liberador.

«Cristo está mucho más vivamente presente ahora que cuando peregrinó entre nosotros durante treinta y tres años», decía Mons. Romero. Hoy podemos entender aquellas viejas palabras «ascendido a los cielos, glorificado a la derecha del Padre» como «estar presente, hecho esperanza y fuerza entre sus peregrinos de la tierra». Él vive así en la Iglesia que, siendo humana, y por tanto cayendo y levantándos, quiere siempre encontrarle de nuevo y dar testimonio de Él. «¿Por qué inquietarnos?», se pregunta Mons. Romero, cuando Él está tan presente entre nosotros.

Muchos no cristianos solidarios también se preocupan seriamente por nuestros semejantes. En esto podemos ser aliados en la lucha contra la injusticia, por la paz, por la hospitalidad, por un humanismo más genuino. Para los cristianos, esos encuentros con «personas heridas y vulnerables» significan también encuentros con el Resucitado, que evoca, fortalece, anima, da esperanza y nos abre a nuestra dimensión divina. No se trata sólo de nuestra vida o de nuestro futuro. Por eso, podemos creer en aquella pregunta de Mons. Romero: «¿Por qué hemos de estar ansiosos?». Por enorme que sea la tarea, merece la pena.

Una nota personal. Estos días me han vuelto a permitir visitar a alguien (cada 14 días) en la cárcel. Un encuentro y una conversación de 45 minutos. Un oasis en medio del tan monótono y a veces desesperante tiempo de detención. Estos días, he vuelto a visitar a algunas personas muy mayores en el asilo cercano. Conversaciones a veces breves, a veces más largas. Ojos agradecidos de personas que esperan que alguien les visite y les escuche. En la mesa de plática con personas que están aprendiendo el Neerlandés de esta semana, vi los ojos brillantes de un migrante sirio que podrá empezar a trabajar dentro de unas semanas, pero también vi las lágrimas en los ojos de otro migrante sirio que, con su esposa y sus cinco hijos, tendrá que dejar su actual casa de alquiler dentro de un mes y no encuentran una vivienda adaptada para siete personas. También en esa conexión con la gente, el Resucitado me habla y me llama… En el camino Él siempre nos guiará. Permitirme experimentar esa Presencia es una profunda alegría llena de gracia.

Algunas preguntas para nuestra reflexión y acción personal y comunitaria.

  • La fiesta de la Ascensión de Jesús, ¿qué significa para mí?
  • En lugar de mirar hacia arriba, ¿dónde «vemos» al Resucitado ahora presente?
  • ¿Puedo compartir con otros (familia, comunidad, amigos) algo de mi experiencia de Su presencia en mi encuentro con personas vulnerables y heridas? ¿Qué aprendemos unos de otros?

[1] Homilías de Monseñor Oscar A. Romero.  Tomo II – Ciclo A,  Uca editores, San Salvador, primera edición 2005, p. 474. 475

Por Luis Van de Velde

                                           Yo estoy siempre con vosotros hasta el fin del mundo

Mateo no ha querido terminar su narración evangélica con el relato de la Ascensión. Su evangelio, redactado en condiciones difíciles y críticas para las comunidades creyentes, pedía un final diferente al de Lucas.

Una lectura ingenua y equivocada de la Ascensión podía crear en aquellas comunidades la sensación de orfandad y abandono ante la partida definitiva de Jesús. Por eso Mateo termina su evangelio con una frase inolvidable de Jesús resucitado: «Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo».

Esta es la fe que ha animado siempre a las comunidades cristianas. No estamos solos, perdidos en medio de la historia, abandonados a nuestras propias fuerzas y a nuestro pecado. Cristo está con nosotros. En momentos como los que estamos viviendo hoy los creyentes es fácil caer en lamentaciones, desalientos y derrotismo. Se diría que hemos olvidado algo que necesitamos urgentemente recordar: él está con nosotros.

Ascensión de Jesús

Los obispos, reunidos con ocasión del Concilio Vaticano II, constataban la falta de una verdadera teología de la presencia de Cristo en su Iglesia. La preocupación por defender y precisar la presencia del Cuerpo y la Sangre de Cristo en la eucaristía ha podido llevarnos inconscientemente a olvidar la presencia viva del Señor resucitado en el corazón de toda la comunidad cristiana.

Sin embargo, para los primeros creyentes, Jesús no es un personaje del pasado, un difunto a quien se venera y se da culto, sino alguien vivo, que anima, vivifica y llena con su espíritu a la comunidad creyente.

Cuando dos o tres creyentes se reúnen en su nombre, allí esta él en medio de ellos. Los encuentros de los creyentes no son asambleas de hombres huérfanos que tratan de alentarse unos a otros. En medio de ellos está el Resucitado, con su aliento y fuerza dinamizadora. Olvidarlo es arriesgarnos a debilitar de raíz nuestra esperanza.

Todavía hay algo más. Cuando nos encontramos con un hombre necesitado, despreciado o abandonado, nos estamos encontrando con aquel que quiso solidarizarse con ellos de manera radical. Por eso nuestra adhesión actual a Cristo en ningún lugar se verifica mejor que en la ayuda y solidaridad con el necesitado. «Cuanto hicisteis a uno de estos pequeños, a mí me lo hicisteis».

El Señor resucitado está en la eucaristía alimentando nuestra fe. Está en la comunidad cristiana infundiendo su Espíritu e impulsando la misión. Está en los pobres moviendo nuestros corazones a la compasión. Está todos los días, hasta el fin del mundo.

Testigos de la Palabra

 Rufino Velasco

uno de los mejores especialistas y testigos del Concilio Vaticano II

  • Recién cumplidos los noventa años nos ha dejado en silencio en plena cuarentena el 22 de abril el teólogo y poeta Rufino Velasco Martínez, persona entrañable, compañero noble, colega solidario y creyente sincero, con quien compartimos experiencias comunitarias en los sectores populares, luchas en favor de la justicia y de la libertad y reflexiones teológicas en el horizonte de la liberación. Fue uno de los mejores especialistas y testigos del Vaticano II, el Concilio de la Reforma eclesial que, a través de sus clases, encuentros de grupos cristianos, publicaciones y actividad pastoral, hizo realidad en la Iglesia, la sociedad y la teología españolas no sin dificultades y resistencias por parte de un sector de la jerarquía eclesiástica.

Colaboramos juntos en las revistas Misión Abierta, Éxodo y Utopía, donde escribió numerosos artículos que iluminaron el itinerario de muchos cristianos y cristianas en diferentes momentos de la historia reciente del cristianismo en España: la dictadura franquista, el Concilio Vaticano II, la transición política, la larga invernada eclesial con Juan Pablo II y Benedicto XVI y la nueva primavera de la “Iglesia en salida” con el papa Francisco.

La comunidad de Fernández de los Ríos con la que Rufino ha convivido durante más de 40 años (integrada por José Luis Sierra, Benjamín Forcano, Secundino Movilla y Evaristo Villar) contó siempre con el apoyo, el aliento y la complicidad del obispo, poeta y profeta Pedro Casaldáliga, compañero y amigo, que la acogió en su diócesis brasileña de Mato Grosso en situaciones de exilio eclesial. En él encontró esta comunidad el reconocimiento religioso y la ciudadanía eclesial, que otros colegas le negaron.

Aplicando a Rufino dos títulos de sendos libros de Casaldáliga se podría decir que vivió lúcidamente en “Tierra nuestra, libertad”, “en rebelde fidelidad” y “reconciliado consigo mismo, con la naturaleza, con los hermanos y hermanas, con la historia humana, con Dios Padre/Madre

Juan José Tamayo|Evaristo Villar

MONICIONES: 7º  PASCUA: ASCENSIÓN  A  .

(Celebraciones en las casas)

Ambientación.
Hoy es la fiesta de la Ascensión del Señor. En el Credo decimos que Jesús “subió al cielo y está sentado a la derecha del Padre”. Pero las cosas no ocurrieron exactamente así, porque Jesús no se fue a ningún sitio. Nos lo dijo él: “Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.” Pues eso: Jesús no se ha ido. Lo que pasa es que está con nosotros pero de otra manera. Ahora no lo vemos con los ojos de la cara.///La Ascensión también significa que los cristianos tuvieron que tomar las riendas de la iglesia de entonces. Con la presencia invisible de Jesús y con la ayuda de su Espíritu, fueron sacando adelante a la comunidad cristiana. Pues de eso vamos a hablar. Bienvenidos todos. Que os sintáis a gusto y que disfrutéis.
Comenzamos: En el nombre del P.
Saludo: Que el amor Dios y la fuerza de su Espíritu, estén con todos vosotros.

Perdón. -Para que te sintamos  presente entre nosotros. Señor,
-Para que el Espíritu nos de fuerza para cumplir con nuestras tareas: Cristo, ten …
-Para que el evangelio de Jesús guíe siempre nuestros pasos: Señor, ten piedad,

Oración de los fieles.
A Jesús que nos prometió que siempre estaría con nosotros, hoy le presentamos nuestras pobrezas y le decimos: Señor, cuida de nosotros con cariño.
-Por la iglesia de Dios, para que siempre prediquemos los valores del evangelio donde estemos. Oremos.
-Por todos los que estamos sufriendo la crisis del coronavirus, para que Dios nos ayude a vencer en esa lucha. Oremos.
-Por los que se han alejado de la fe, para que recuperen la alegría de sentirse hijos de Dios. Oremos.
-Por los pobres, los refugiados y todos los que sufren, para que sientan sobre ellos el cariño de Dios. Oremos.
-Por nuestro pueblo y por nuestra parroquia, para que aguardemos sin dormirnos la venida del Espíritu.  Oremos.
Señor Jesús: envía sobre nosotros tu Espíritu para que seamos buenas personas y para que trabajemos por un mundo nuevo. Tú que vives…

Bendición final: -Dios nuestro Padre que, por medio de su Hijo Jesús, nos ha abierto las puertas del evangelio, que hoy nos colme de sus bendiciones. Amén.
-Y ya que Jesús se manifestó resucitado a sus amigos cuando lo necesitaron, que a nosotros también nos conceda vivir siempre bajo su mirada cariñosa. Amén.
-Y así como nos sentimos contentos al celebrar la Ascensión de Jesús, que sintamos también que Él está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Amén.
-Y la bendición de Dios ….
Despedida. Hemos terminado esta misa. Recordamos que el Señor no se ha ido. Sigue siempre con nosotros. El próximo domingo es una fiesta muy grande: Pentecostés. Pues que paséis un buen día. Podéis ir  en paz.

PUNTOS-HOMILÍA-ASCENSIÓN DEL SEÑOR  A 20.

Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra@.
Los primeros cristianos vivieron con mucha alegría la etapa de las apariciones de Jesús. De buenas a primeras Jesús resucitado se les aparecía y se ponían contentísimos. San Lucas dice que Jesús, aprovechó en ese tiempo de las apariciones para hablarles del Reino de Dios. Es decir; del mundo nuevo. Pero esa etapa de las apariciones tenía que terminar y un día terminó. ¿Qué pasó entonces? ¿Cómo iban a funcionar los primeros cristianos? Pues el evangelio de hoy dice que hasta el último momento, “algunos vacilaban”. Es decir: que no tenían las cosas muy claras. Pues esa gente que no tenían las cosas muy claras eran la primera comunidad cristiana a la que Jesús le había prometido que no los iba a abandonar nunca. Les iba a enviar su Espíritu. Luego, sólo el evangelio de San Lucas dice que Jesús subió al cielo en las afueras de Jerusalén y que subió bendiciendo a sus amigos. Los otros evangelios no dicen nada de eso. El evangelio de San Mateo que es el que hemos leído ahora solo dice que Jesús desde un monte de Galilea envió a sus discípulos por el mundo a predicar las cosas bonitas que habían aprendido a su lado. Y para que no se sintieran solos o abrumados por esa misión tan difícil, Jesús termina diciéndoles: «Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo».  Así termina el evangelio de San Mateo. Como si les dijera: “Tranquilos: que yo no me voy porque voy a estar siempre con vosotros aunque no me veáis con los ojos de la cara”. Pues eso es lo que celebramos ahora: que el Señor no se ha ido sino que está con nosotros aunque no lo veamos con los ojos de la cara. Ya sabéis que en la crisis del coronavirus mucha gente se ha sentido como desamparados de Dios. Pues no. Ese era un buen momento para recordar que Jesús sigue con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Y el sentir esa presencia cariñosa de Jesús es una experiencia muy bonita. Nos da fuerzas para seguir adelante en nuestras luchas. Y ¿qué tenemos que hacer ahora que todavía estamos perseguidos por ese virus? Pues tenemos que proponernos hacer otro mundo distinto del que teníamos: un mundo menos egoísta y más humano. Y ¿cómo se hace ese mundo nuevo? Pues ese mundo nuevo lo hemos visto un poquito cuando los sanitarios trabajaban hasta el agotamiento por los enfermos,  y lo hemos visto en multitud de gentes admirables que han vivido cuidando de los desvalidos, de los pobres, de los que sufrían. Fijaos: cuando nos esforzamos por ser buenas personas, cariñosos, cercanos a los que sufren …. ya estamos haciendo un mundo nuevo. Y ¿cómo podremos hacer esa tarea tan grande y tan bonita? Pues como siempre: nosotros ponemos lo poquito que tengamos y el Señor con su Espíritu se encargará de poner lo demás. Un día Jesús hizo una locura: poner a su iglesia en las manos de unos pobres hombres. Pues la iglesia no se hundió porque Jesús sigue con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Que no se nos olvide eso.

La Buena Noticia del Dgo. 6º-Pasc-A

La promesa del Espíritu

Jn 14, 15-21

El Padre os dará otro defensor, el Espíritu de la verdad

Jesús promete a sus discípulos la venida del Espíritu Santo, que será la forma nueva de la presencia de Jesús entre nosotros,

El Espíritu nos hace conscientes de ser hijos de Dios y nos hace sentirnos hermanos y constructores del Reino. También el Espíritu continúa ayudándonos a recordar y a actualizar la palabra y la obra de Jesús a lo largo de la historia.

Si vivimos guiados por el Espíritu, recordando y guardando su palabra, conoceremos la paz. Tenemos que dejarnos guiar por el Espíritu que animó la vida de Jesús.

Lectura de la Palabra

Juan 14,15-21

Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque vive con vosotros y está con vosotros. No os dejaré huérfanos, volveré. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy con mi Padre, y vosotros conmigo y yo con vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él.»

Comentarios a la Palabra

La promesa del Espíritu, el “defensor” o “paráclito”

Espíritu

Por José Antonio Pagola

La verdad es que los seres humanos somos bastante complejos. Cada individuo es un mundo de deseos y frustraciones, ambiciones y miedos, dudas e interrogantes. Con frecuencia no sabemos quiénes somos ni qué queremos. Desconocemos hacia dónde se está moviendo nuestra vida. ¿Quién nos puede enseñar a vivir de manera acertada?

Aquí no sirven los planteamientos abstractos ni las teorías. No basta aclarar las cosas de manera racional. Es insuficiente tener ante nuestros ojos normas y directrices correctas. Lo decisivo es el arte de actuar día a día de manera positiva, sana y creadora.

Para un cristiano, Jesús es siempre su gran maestro de vida, pero ya no le tenemos a nuestro lado. Por eso cobran tanta importancia estas palabras del evangelio: «Yo le pediré al Padre que os dé otro Defensor que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad».

Necesitamos que alguien nos recuerde la verdad de Jesús. Si la olvidamos, no sabremos quiénes somos ni qué estamos llamados a ser. Nos desviaremos del evangelio una y otra vez. Defenderemos en su nombre causas e intereses que tienen poco que ver con él. Nos creeremos en posesión de la verdad al mismo tiempo que la vamos desfigurando.

Necesitamos que el Espíritu Santo active en nosotros la memoria de Jesús, su presencia viva, su imaginación creadora. No se trata de despertar un recuerdo del pasado: sublime, conmovedor, entrañable, pero recuerdo. Lo que el Espíritu del Resucitado hace con nosotros es abrir nuestro corazón al encuentro personal con Jesús como alguien vivo. Solo esta relación afectiva y cordial con Jesucristo es capaz de transformarnos y generar en nosotros una manera nueva de ser y de vivir.

Al Espíritu se le llama en el cuarto evangelio «defensor» o «paráclito», porque nos defiende de lo que nos puede destruir. Hay muchas cosas en la vida de las que no sabemos defendernos por nosotros mismos. Necesitamos luz, fortaleza, aliento sostenido. Por eso invocamos al Espíritu. Es la mejor manera de ponernos en contacto con Jesús y vivir defendidos de cuanto nos puede desviar de él.

6 Pascua – A (Juan 14,15-21)

El Abogado defensor 

“Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Y yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque mora con vosotros y está en vosotros. No os dejaré huérfanos, volveré a vosotros. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él» (Jn 14, 15-21). 

Comentario 

Iniciamos las despedidas de Jesús. La Iglesia alude a ellas en la semana en la que se cumplen los cuarenta días de Pascua, aunque la Ascensión del Señor se celebre el próximo domingo. Las palabras de Jesús, si se les da fe, confortan, acompañan, serenan, dan confianza, porque no nos quedaremos solos, sin el auxilio del cielo.

Parece que la promesa del Señor está sujeta a un condicional: “Si me amáis”. “El que acepta mis mandamientos”, como si pudiéramos afectar la voluntad del SeñorJesús siempre está dispuesto a venir en nuestra ayuda. De nosotros depende el acoger lo que nos ofrece y dar fe a su palabra. 

Cree que Dios te habita,  que Jesús desea ser tu huésped,  que eres amado de Dios, y no estás a la intemperie, sino que te asiste un Defensor, un Abogado, el Espíritu Santo, quien tiene el encargo de dejarnos sentir la presencia sagrada en el hondón del ser. 

Testigos de la Palabra

Nosotros no podemos esconder su rostro. No podemos acallar su voz.
Nosotros no podemos esconder su rostro. No podemos acallar su voz.

Alfonso Navarro, recién ordenado, comenzó su trabajo pastoral en San Juan Opico donde tomó contacto con jóvenes y campesinos.
Formó grupos de jóvenes animándoles con la doctrina social de la Iglesia para que tomaran conciencia de vivir en comunidad, de asumir su papel histórico de transformar el mundo.
Será el primer sacerdote diocesano que muere mártir el 12 de mayo de 1977, asesinado por el escuadrón de la muerte de la Unión Guerrera Blanca (UGB), que había anunciado matar a curas jesuitas y marxistas.
Alfonso ya lo presentía porque unos días antes dijo: “Posiblemente yo seré el próximo, pero no me lloren, traigan claveles rojos que son señal de alegría en la Iglesia”.
Unos hombres armados entraron a su casa matando a Luisito de 14 años y dispararon a Alfonso. Cuando le llevaban herido al hospital donde falleció dijo: “He predicado la paz en mi tierra, sigan mis pasos, les perdono a todos, aún a los que me han matado. Voy feliz”.

Caminando con Carlos Mugica rumbo a sus 50 (1974 – 2024)

Asesinado por la extrema derecha por su compromiso con los pobres (11 de mayo de 1974)

Reflexión sobre el cura y la política. La búsqueda dela felicidad del pueblo.

Por Eduardo de la Serna

En el año introductorio del seminario, el régimen era algo estricto, quizás algo monacal. Después de la oración de la noche todo se apagaba hasta la mañana siguiente. Salíamos después del desayuno del domingo para volver, ese mismo día, para la oración final. La cuestión es que ese 12 de mayo, era 1974, un compañero me despierta diciendo: “¡mataron a Mugica!” ¡Un mazazo! Para peor, en la misa, antes del desayuno, el cura encargado soltó que “¡el que siembra vientos, recoge tempestades!” ¡Otro más! No hacía mucho había hablado con Carlos por teléfono; me interesaba escuchar su palabra, totalmente distinta a lo que nos decía la oficialidad, sobre la relación del cura y la política. Quedamos que un domingo lo vería en el Instituto de Cultura Religiosa Superior, donde celebraba misa vespertina, para charlar y de ahí volver al Seminario. ¡Nunca pude concretarlo!

Estuve toda esa tarde en San Francisco Solano (recuerdo que se cantó decenas de veces el Salmo: “yo pongo mi esperanza en ti, Señor, ¡y confío en tu palabra!”). Estuve mucho tiempo en la vereda de la Parroquia en triste silencio. Desconcertado. Dolorido. Luego tuve que volver al Seminario previo paso por la casa de mis padres. Al cuerpo de Carlos lo llevaron de allí a la villa 31, donde yo lo había conocido y algo colaboraba, para seguir el velatorio y finalmente, llevarlo de allí al Cementerio. Pero, aunque los seminaristas sí pudieron participar, a los del pre-seminario no nos autorizaron a ir. ¡Nuevo mazazo!

Hoy Carlos tendría 92 años (nació el 7 de octubre de 1930). Siempre he creído que decir, o insinuar “hoy Carlos diría / pensaría / estaría” es mera ficción. Todos tenemos en nuestra vida frenos, retrocesos, saltos, cambios, aceleraciones… nadie sigue un movimiento lineal en una misma dirección; lo que sí es razonable es mirar, escuchar, leer a Carlos ayer y luego mirar nuestro hoy y dejarnos iluminar por aquello.

La charla mía pendiente con él era, precisamente, sobre el cura y la política. Nos era presentada como un mundo de dos horizontes casi opuestos; lo “sacerdotal” era lo sacro, lo vertical, lo celestial, mientras la política era horizontal, era algo in-mundo. Por supuesto que, como persona de su tiempo, Carlos no conocería ni habría leído mucho de lo que hoy dicen los estudiosos de la Biblia, de la teología, de las ciencias sociales sobre ese tema, y para ver el hoy no podríamos ignorarlo… Por ejemplo, en su artículo “el sacerdote y la política” dice que

el sacerdote que siempre tiene el deber de anunciar a los hombres que sólo en Cristo está la liberación total del hombre, que culmina en su divinización, no puede eludir la dimensión política de su misión ya que el Reino de Dios, comienza aquí abajo.

Y esa es la única vez que aparece la categoría “reino” en todo el artículo. En su artículo “Jesús y la política”, el término “reino” se encuentra bastantes veces más (relee un libro clásico de Oscar Cullmann, “Jesús y los revolucionarios de su tiempo”) pero prácticamente en todas las ocasiones el reino se trata de algo “escatológico”, que vendrá en un futuro. La única excepción se encuentra en el párrafo final:

Este trabajo de Cullmann es un aporte importante para la reflexión de los cristianos, que hoy, tal vez con más seriedad que nunca, asumen el compromiso político y la lucha revolucionaria porque comprende que el Reino de Dios comienza ya en este mundo.

En “el rol del sacerdote” sólo se encuentra dos veces el término, pero en el sentido de “reino de los cielos” en sendas citas del Evangelio de Mateo (7,21; 13,44). Con esto señalo que Carlos, aunque no temía embarrarse en el terreno de la política, no teologizaba esa actitud con la, hoy indispensable, categoría Reino porque no era, todavía, un tema central en la teología (el libro clásico “Reino y Reinado de Dios”, de Rudolf Schnackenburg, de 1959, recién fue traducido al castellano [y en una traducción no demasiado buena] en 1965; y las consecuencias históricas del tema fueron comenzadas a extraer de un modo más tardío, especialmente por la Teología de la Liberación que Carlos conoce sólo en sus inicios de modo incipiente). Además, parece conveniente distinguir la cuestión social de la cuestión política. Teniendo un ministerio pastoral en la villa de Retiro, lo social no podía menos que interpelarlo, pero lo político, hasta 1972 era un tema obturado por la Dictadura. En realidad, lo político Carlos lo fue “mamando” desde su contacto amoroso con los pobres, y eso – en aquel tiempo – tenía un nombre: Juan Domingo Perón; decir “el pueblo es peronista” resultaba algo que difícilmente podía ser rebatido. Pero una actitud de “meterse en política” no tenía posibilidad alguna, ni concreción antes de la convocatoria a elecciones en 1972, para marzo de 1973. Fue precisamente en 1972 que Perón regresa por primera vez a la Argentina, y que en el grupo que acompaña este viaje están Carlos y su gran amigo Jorge Vernazza. Todo indica que dos cosas confluyeron en este proceso de conversión de Mugica al peronismo (luego de su visceral anti peronismo que celebró “el júbilo orgiástico de la oligarquía” cuando es derrocado en septiembre de 1955). En primer lugar, el amor del pueblo por el peronismo, la convicción de que “los días más felices” habían ocurrido en su gobierno, pero también, la convicción de que el peronismo era y sería el que mejor haría por los pobres de la patria. No se hablaba, entonces, de “opción preferencial por los pobres”, pero de eso se trataba.

Hoy, pensar en la invasión mediática de la “anti-política” me recuerda, precisamente, el esquema “mundo – in-mundo” que vivíamos entonces en el Seminario. Una suerte de fundamentalismo espiritualista que en nada se asemeja al Evangelio. La primera vez que escuché hablar de la cercanía del martirio contemporáneo, precisamente, la leí cuando Carlos comentaba las espantosas torturas del gobierno “stronista” de Paraguay al cura Monzón (“el rol del sacerdote”). Allí se vislumbraba que la militancia social, cuando entra en el terreno político, provoca una grieta propia del reino de Dios. La misma que provocó en vida la persona de Carlos, por cierto (porque “en muerte” quedaba bien reconocerlo, y – por supuesto – buscar despegar de su asesinato a los “amigos”). Se suele decir que el cura al entrar en política opta por “un partido” (= una parte) cuando debe ser cura “de todos”, olvidando que la garantía de la “universalidad” del ser cura viene dada por su ubicarse entre, por, con y para los pobres (sólo desde los pobres se garantiza la universalidad). Y, sería, además, ingenuo desconocer que los pobres lo son por “causa”, y los “causantes” eligen no quedar “de este lado de la grieta”, como el rico, que prefirió salir del camino de Jesús cuando le dijo que “comparta sus bienes con los pobres”. Son los que voluntariamente eligen no quedar del lado de los pobres, debemos reconocerlo. En lenguaje de ayer, “el anti-pueblo”. Hoy, pensar en el testimonio del martirio, y en este caso especialmente el de Carlos, y buscar militantemente lo que creemos firmemente que es lo que mejor beneficia a los pobres parece que debería ser una escucha de su memoria, un reconocerlo como “lugar teológico” y dejarnos enseñar. Claro que muchos no lo terminarán de entender… como no entendieron a Carlos ayer, aunque lo saluden muerto. Por ser, precisamente “lugar teológico” es que Carlos sigue hablando, sigue vivo… sigue molestando. ¡Hasta la victoria! ¡Siempre!

6º Pascua: Celebración familiar

(17.05.2020): Derechos y deberes humanos son Evangelio

Por  Rufo González

Oración

Dios todopoderoso, concédenos continuar celebrando con intenso fervor estos días de alegría en honor de Cristo resucitado, de manera que prolonguemos en nuestra vida el misterio de fe que recordamos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

Lectura del santo Evangelio según san Juan(14, 15-21)

Comentario: “Vosotros me veréis, y viviréis, porque yo sigo viviendo” (Jn 14,15-21)

El género literario de “discursos de despedida”, le sirve al evangelista Juan para resumir una serie de instrucciones, puestas en boca de Jesús, sobre su presencia resucitada. Los discípulos perciben que el Resucitado les acompaña con su Espíritu, llamado aquí “Espíritu de la verdad”, y unos versículos más adelante “Espíritu Santo” (Jn 14,26). Aquí aparece el Espíritu como promesa: “Yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros” (v. 16). Sólo el evangelista Juan transmite este título de “paráclito”. Formado por dos raíces griegas (“para”: junto a, y “kaleo”: llamar), significa lo mismo que la palabra latina “advocatus” (“ad”: “junto a”, y “vocatus”: “llamado”), abogado en castellano): “llamado a estar junto a”, “llamado” por alguien para algo. Este modo de entender el Espíritu surge del mundo jurídico, donde un abogado es el que es llamado para que le informe, defienda, sostenga y consuele… En el “mundo” (para Juan es el ámbito de odio, mentira, codicia…) es lógico que los cristianos entren en conflictos constantes por vivir el Evangelio de la vida, la verdad, la dignidad de hijos de Dios… Para vivir así necesitan “otro defensor” que les defienda e ilumine, les apoye y consuele, como había hecho Jesús. El mismo Juan reconoce a Jesús resucitado como “uno que abogue ante el Padre: Jesucristo, elJusto”, (1Jn 2,1). El Espíritu será, pues, en la tierra y en el cielo, el sustituto de Jesús, “otro paráclito”.

El Espíritu de la verdad” (v. 17), le define Jesús. Como a sí mismo: “yo soy la verdad” (Jn 14,6). Buscar la verdad en todos los ámbitos de la vida es dejarse llevar por el Espíritu de Jesús. Benedicto XVI reconocía que: “La fidelidad al hombre exige la fidelidad a la verdad, que es la única garantía de libertad (cf. Jn 8,32) y de la posibilidad de un desarrollo humano integral. Por eso la Iglesia la busca, la anuncia incansablemente y la reconoce allí donde se manifieste. Para la Iglesia esta misión de verdad es irrenunciable… Abierta a la verdad, de cualquier saber que provenga, …la Iglesia la acoge, recompone en unidad los fragmentos en que a menudo la encuentra, y se hace su portadora en la vida concreta siempre nueva de la sociedad de los hombres y los pueblos” (Nº 9 de “Caritas in Veritate”. 29 de junio 2009). Un gran texto teórico. Pero la historia eclesial es pobre en la práctica. “La autoridad de la verdad” ha venido siendo contradicha por la “la verdad de la autoridad” durante siglos. Y aún sigue. Basten como ejemplo dos temas eclesiales conectados a los derechos humanos: el celibato obligatorio para el clero y la negación del ministerio ordenado a la mujer cristiana. Dos  contradicciones que se siguen manteniendo por amparar unas tradiciones contrarias a la verdad de nuestra cultura y del Nuevo Testamento.

El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros lo conocéis porque mora en vosotros y está en vosotros” (v. 17). La “ausencia de amor gratuito” (agape) es lo que se da en el “mundo” de Juan. Sin este amor no se percibe al Dios de Jesús, porque “Dios es amor” (1Jn 4,8). Jesús promete que volverá, y los discípulos le “verán y vivirán, porque él sigue viviendo”. Alude a la “presencia ilimitada” del Espíritu-Amor, que habita en todo el que ama: “al que me ama, será amado por mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él” (v. 21).

Oración: “Vosotros me veréis, y viviréis, porque yo sigo viviendo” (Jn 14,15-21)

Hoy, Jesús resucitado invitas a contemplar:

tu nueva presencia a través del Espíritu Santo.

Te oímos decir: “Si me amáis, guardaréis mis mandamientos…”;

“pediré al Padre que os dé otro paráclito, que esté siemprecon vosotros”;

“vosotros lo conocéis porque moracon vosotros y está en vosotros”;

“vosotros me veréis, y viviréis, porque yo sigo viviendo”.

“al que me ama, será amado por mi Padre,

y yo también lo amaré y me manifestaré a él”.

“Vendremos a él y haremos morada en él”.

Creer en Ti, Jesús, “camino, verdad y vida”, es:

zambullirse en la corriente de la historia;

colaborar en la búsqueda de verdad y vida;

defender la dignidad y los derechos y deberes humanos.

Así comulgamos contigo, con el Padre y con el Espíritu:

iniciamos nuestro modo de “entendernos” con el “Misterio”;

encontramos que tu Espíritu nos habita,

nos convence que somos hijos de Dios,

nos intima tu amor a la verdad, a la vida, a la justicia…;

nos hace ver y juzgar la realidad, la historia…

Tu Espíritu nos hace dueños de nosotros mismos:

nos da madurez para pensar y decidir;

nos esclarece la igualdad y la libertad de todos…;

sentimos que “para la libertad nos ha liberado Cristo;

manteneos, pues, firmes, no dejéis que vuelvan a someteros a yugos de esclavitud” (Gál 5,1).

Creo, Jesús resucitado, que es tu Espíritu:

quien, a su debido tiempo, cuando somos capaces de cargar con ello,

nos hace conscientes de los “derechos y deberes humanos”;

quien mueve el consenso universal en torno a estos derechos y deberes;

quien convence de que estos derechos y deberes son la base verdadera

de cualquier propuesta de sentido, sobre todo, religioso.

Derechos y deberes humanos están en tu Evangelio:

“yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante” (Jn 10,10);

“venid benditos de mi padre.., porque tuve hambre y me diste de comer,

tuve sed y me diste de beber, fui forastero y me hospedasteis,

estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis,

en la cárcel y vinisteis a verme…

Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, los más pequeños,

conmigo lo hicisteis…” (Mt 25, 31-46).

Nos alegra oír de quienes presiden la Iglesia:

– “Estamos dispuestos para servir a los seres humanos, no sólo a los católicos;

a defender en primer lugar los derechos de la persona humana

y no sólo los de la Iglesia” (Pablo VI, clausura del Vaticano II).

– “El camino de la iglesia es el ser humano” (J. Pablo II: “Redentor hominis”, 14).

– “Los derechos y los consiguientes deberes…

son el fruto de un sentido común de la justicia,

basado principalmente sobre la solidaridad entre los miembros de la sociedad

y, por tanto, válidos para todos los tiempos y todos los pueblos”

(Benedicto XVI. Discurso en Naciones Unidas. Nueva York. 18.04.2008).

– “Cada uno está llamado a contribuir con coraje y determinación…

a respetar los derechos fundamentales de cada persona,

especialmente de las “invisibles”: de los muchos que tienen hambre y sed,

que están desnudos, enfermos, son extranjeros o están detenidos (Mt 25.35-36),

que viven en los márgenes de la sociedad o son descartados.

Esta necesidad de justicia y solidaridad tiene un significado especial

para nosotros los cristianos, porque el Evangelio mismo nos invita

a dirigir la mirada a los más pequeños de nuestros hermanos y hermanas,

a movernos a la compasión (Mt 14:14)

y a trabajar arduamente para aliviar sus sufrimientos” (Francisco 70 aniversario

de Declaración Universal de los Derechos Humanos. 11.12.2018).

Danos, Cristo Jesús, a sentir la fuerza de tu Espíritu:

tu “otro abogado”, que “está con nosotros”, y nos defiende,

nos anima a aceptar y respetar los derechos humanos;

nos hace testigos de tu amor servicial a todos.

Preces de los Fieles (D. 6º Pascua 17.05.2020)

Pidamos ser dóciles a la inspiración del Espíritu de Bien, de Verdad, de Amor, de Justicia, de Paz… Es decir, del Espíritu de Jesús. Pidámoslo diciendo: “queremos vivir de tu Espíritu”.

Por la Iglesia:

– que se renueve bajo la inspiración del Amor del Padre;

– que esté “abierta a la verdad, de cualquier saber que provenga”.

Roguemos al Señor: “queremos vivir de tu Espíritu, Señor”.

Por la paz del mundo:

– que rechacemos la violencia como modo de solucionar conflictos;

– que respetemos los derechos humanos como punto de partida.

Roguemos al Señor: “queremos vivir de tu Espíritu, Señor”.

Por las intenciones del Papa (Mayo2020):

– que “los diáconos sean fieles al servicio de la Palabra y de los pobres”;

– que “sean un signo vivificante para toda la Iglesia”.

Roguemos al Señor: “queremos vivir de tu Espíritu, Señor”.

Por nuestras parroquias:

– que sean comunidades sanas y sanadoras;

– que todos podamos hablar y decidir en comunión.

Roguemos al Señor: “queremos vivir de tu Espíritu, Señor”.

Por los enfermos y desamparados:

– que sea el centro de nuestras comunidades;

– que encuentren fuerza y ayuda en el amor de Jesús.

Que nos abramos a tu Espíritu, Señor Jesús: dejemos que mueva nuestro espíritu a perdonar, a construir una comunidad, una Iglesia viva, donde todos puedan realizarse y sentirse amados. Te lo pedimos de corazón, Jesús resucitado, que vives en nosotros por los siglos de los siglos. Amén.

Oración final:

Dios todopoderoso, que nos haces renacer a la vida eterna por la resurrección de Cristo, concede que los sacramentos pascuales den fruto abundante en nosotros, e infunde en nuestros corazones la fuerza de este alimento de salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.

La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nosotros. Amén.

El legado de Rutilio

BREVE RESEÑA HISTÓRICA DEL PADRE RUTILIO GRANDE

* Contar la historia de Rutilio Grande es contar parte de la historia del pueblo salvadoreño.

 

Rutilio nació en El Paisnal un 5 de julio de 1928. De niño aprendió a conocer y querer a Jesús y sintió la vocación al sacerdocio.

También sufrió desde la infancia las dificultades económicas y familiares que marcan a la mayoría de los salvadoreños. Pero con el apoyo y amistad de Mons. Luis Chávez y González, ingresó en el Seminario en 1941, y 4 años después en la Compañía de Jesús.

* Viajó a Ecuador y Panamá, y regresó como profesor al Seminario de San José de la Montaña. En Oña, España, estudia filosofía y es ordenado sacerdote el 30 de julio de 1959. En Bélgica estudió pastoral, y asimiló el principio de la participación y la horizontalidad. En 1965 se incorpora al Seminario como profesor y prefecto de disciplina. Allí fue compañero de muchos sacerdotes, donde su palabra, su cariño y su influjo tuvieron una resonancia especial.

* Su intervención en la Semana Nacional de Pastoral en julio de 1970 fue decisiva.    Ese año, por su profética homilía del 6 de agosto tuvo que dejar el Seminario y pasa al Externado San José. En 1972 viaja al Instituto Pastoral de Ecuador (IPLA), donde conoce a Mons. Leónidas Proaño y reafirma su carisma pastoral basado en la participación de los laicos y en el diálogo comunitario como medios para una liberación integral de los más pobres. A su regreso de Ecuador se hizo cargo del equipo misionero en la parroquia de Aguilares, el 24 de septiembre de 1972, desempeñando un papel vital en la pastoral arquidiocesana y nacional, y donde entregó la vida un 12 de marzo de 1977, por ser fiel a la opción que marcó su vida y su ministerio, que se caracterizaron por la denuncia de las injusticias y la búsqueda por encarnar el Reino de Dios.

* Le habían amenazado, y la prudencia dictaba que no acudiese a celebrar la novena en honor de San José, en El Paisnal. Pero optó por estar con su pueblo. Esa tarde salió a celebrar la Eucaristía, acompañado por Manuel Solórzano, de 72 años, Nelson Rutilio Lemus, de 16 y unos dos o tres niños. Mientras atravesaban los cañales fueron brutalmente ametrallados. El cuerpo de Rutilio recibió 12 disparos, todos ellos mortales, excepto el del pie. “El asesinato de Rutilio Grande quiso vanamente detener el proceso ya desencadenado y que estaba dando paso a “una historia nueva.” Como la cruz de Jesús significó novedad de vida, la muerte del P. Grande hizo que naciera un gran profeta: Mons. Romero, que un año después, dijo: “Y porque tuvo el valor de desenmascarar tantas cosas, ya se le buscaba para matarlo y se le mató… Lo que no sabían es que ellos ponían en el surco una semilla que reventaría en grandes cosechas como decía Cristo: “El grano de trigo muere no para quedarse sepultado, sino para dar mucho fruto” (M. Romero 5/3/78).

El legado de Rutilio (15)

La tumba de Rutilio es una gloria de la Iglesia

 

Una semana antes del primer aniversario, el 5 de marzo de 1978, Mons. Romero visitó El Paisnal para celebrar la eucaristía junto a la tumba de los mártires. Adelantó la conmemoración una semana para evitar malentendidos, ya que aquel domingo 12 de marzo había elecciones de diputados y alcaldes.

“Hemos venido… a la tumba que es cuna también del P. Grande”, explicó Mons. Romero, por varios motivos, porque “sabemos que en él palpita el espíritu del Señor”, porque su “memoria es esperanza para nuestro pueblo”, y para recoger “su ejemplo de entereza, de valor, para que esa voz que quisieron acallar con la violencia no muera, sino que siga siendo el grito de Jesucristo: no temáis a los que solo pueden matar el cuerpo, pero dejan vibrando la palabra y el mensaje del eterno Evangelio”.

El sacerdocio de Rutilio, según Mons. Romero, estaba marcado por dos unciones, la del crisma, el día de su ordenación, y la sangre derramada en el martirio.

“El sacerdote que que aquí recogió su vocación y que fue ungido no solamente con el óleo santo que nos ha ungido a todos los nosotros misnistros del altar, sino que ahora lo veneramos ungido con el aceite del martirio, con su propia sangre, como me pareció aque4lla noche cuando lo vi en la iglesia de Aguilares, tendido, muerto, como el sacerdote se postra en el suelo para ser también ungido, para ser inmortalmente sacerdote se postra en el suelo, para ser allá un mártir, y su misa comenzaba a celebrarse ya en su cielo. Pero había vivido aquí y lo sentíamos tan nuestro”.

Así pues, “tenemos en El Paisnal un jesuita mártir, su tumba es gloria de la Compañía de Jesús y es gloria de la Iglesia”

No obstante, Rutilio, según el parecer de Mons. Romero, había sido arrebatado antes de tiempo, porque “sentimos que debía de peregrinar todavía con nosotros… debía de seguir peregrinandoy haciendo tanto bien; estaba fuerte, estaba joven, podía hacer mucho”, pero “lo Mtó algo que no debía matarlo, el crimen”, por denunciar las obras de la maldad de “los hijos de las tinieblas”.

“Y que duro es revelar, ponerlas en evidencia, predicar que eso es injusticia, predicar los desórdenes, los atropellos, los abusos. Y porque tuvo el valor de desenmascarar tantas cosas, ya se le buscaba para matarle y se le mató”

Había quien el día de su asesinato, se había reído, porque, según él, “Ya comprobamos que el pellejo de los curas es susceptible de balas”. “Rutilio como hombre hubiera muerto hace un año, pero como cristiano no puede morir. Lo ha iluminado a luz inmortal de Cristo” Su predicación no ha sido silenciada.

“Lo que no se esperaban es que la muerte de un cura suscita tempestades, suscita primaveras, como la que ha vivido El Salvador cristiano desde hace un año. Lo que no sabían es que ellos ponían en el surco una semilla que reventaría en grandes cosechas, como decía Cristo: el grano de trigo muere no para quedarse sepultado. No han triunfado sobre él. La cosecha de la persecución ¡cómo ha sido abundante!

Esta abundancia de la cosecha arquidiocesana llevó a Mons. Romero a dar gracias por la vida de Rutilio y sus compañeros y por todos los que con él habían trabajado en la predicación del Evangelio del Reino en la parroquia de Aguilares.

Ojalá, hermanos, que este aniversario nos recuerde el gran compromiso con Cristo que tenemos todos los Bautizados, no solo el P. Grande, y que su ausencia sea un estímulo para seguir siendo fieles a la doctrina de Cristo que creemos y que llevamos por el bautismo

El legado de Rutilio (14)

La unidad alrededor del obispo: la Misa única

La muerte de Rutilio y sus compañeros aglutinó al clero de la archidiócesis alrededor de su pastor. Ocurrió lo impensable hacía solo unas semanas, cuando se conoció el nombramiento de Mons Romero. A pesar de las reservas y los rechazos, el clero se había “apiñado”, según expresión de Mons. Romero, alrededor de su pastor.

Después de los funerales, Mons. Romero y el clero se reunieron en varias ocasiones para pensar cómo enfocar la pastoral después de los asesinatos y en medio de la persecución contra oa Iglesia. El deseo compartido de mantener vivo el mensaje del martirio de Rutilio y sus compañeros dio origen a una novedosa experiencia de unidad eclesial para la arquidiócesis, la cual se prolongó en los siguientes tres años del ministerio episcopal de Mons. Romero, hasta marzo de 1980.

Mons Romero convocó al clero, el martes 15 de marzo, para discutir cuál debía ser la reacción de la Arquidiócesis ante la persecución y el asesinato de Rutilio y sus compañeros. La respuesta a la convocatoria fue masiva. No solo asistió la mayoría del clero de la arquidiócesis, sino también muchas religiosas, otros sacerdotes de la diócesis de Santa Ana, los seminaristas y varios laicos.

La asamblea reconoció de manera unánime la persecución contra la Iglesia y contra otros organismos que luchaban por la justicia social, por parte de los grupos que detentaban el poder económico y político. La asmblea coincidió también en que el motivo de la persecución era la fidelidad al Concilio Vaticano II y a Medellín y, sobre todo, la denuncia de la injusticia y la proclamación del Reino de Dios. Por lo tanto, la persecución era consecuencia de la opción por los pobres. Ante ello la asamblea reafirmó su deseo de unidad. Hacia dentro, la unidad del clero con el obispo y del pueblo de Dios con sus pastores y hacia uera, en la misión, en la promoción de la justicia y en la denuncia de las situaciones injustas. Se propuso el tener una misa única en toda la arquidiócesis el domingo 20 de marzo, pidiendo difundir las homilías más elocuentes de Rutilio, así como programas radiales sobre su persona y su vida, una biografía de Rutilio y poner algún gesto externo para recordar su figura.

Tanto el Nuncio como la Asociación Nacional de la Empresa Privada (ANEP) se opusieron rotundamente por todos los medios posibles a la misa única, pero Mons. Romero dijo que él ya había tomado la decisión junto con el presbiterio que la ratificó. El asumía por tanto toda la responsabilidad, pues sabía que actuaba correctamente. Añadió que los únicos que adversaban la misa única eran los católicos de las clases adineradas que, por lo general, no sentían con la Iglesia, mucho menos con la Iglesia postconciliar y la de Medellín.

A las diez, tal como estaba programado, comenzó la Eucaristía presidida por Mons. Romero y concelebrada por unos 150 sacerdotes. En su homilía impartió una catequesis sobre la eucaristía y enfatizó la unidad eclesial, confirmó al clero en su misión pastoral y concluyó con el significado eclesial de la misa única de este día, cuya finalidad era aprender a valorarla.

“Queremos, con esto, darle todo el valor que tiene la misa de todas nuestras parroquias, de todas nuestras capellanías…la misa está recuperando, en este momento, todo su valor porque quizás, por multiplicarla tanto, la estamos considerando simplemente, muchas veces como un adorno y no con la grandeza que en este momento está recobrando”

Enseguida agradeció al clero su compromiso con el anuncio del reino de Dios y su disposición para construir la unidad de la Iglesia.

“Yo quiero agadecer aquí, en público, ante la faz de la arquidióceis, la unidad que hoy apiña, en torno al único Evangelio, a todos estos queridos sacerdotes. Muchos de ellos corren el peligro, hasta la máxima inmolación del P. Grande. Gracias”

Mons. Romero había comenzado su homilía “dándoles la bienvenida”; y ahora, al llegar al final, expresó su satisfacción: “me alegro de haberles explicado con palabra humilde lo que significa una misa”.

“Y ojalá que aquellos que no tenían fe en ella, sean de aquí en adelante seguidores de ese Cristo que se hace presente en la misa de cada domingo, en la misa de cada circunstancia humana. Muchas gracias por ayudarme a dar este signo que la Iglesia quería dar”

La muerte de Rutilio y sus compañeros aglutinó al clero de la archidiócesis alrededor de su pastor. Ocurrió lo impensable hacía solo unas semanas, cuando se conoció el nombramiento de Mons Romero. A pesar de las reservas y los rechazos, el clero se había “apiñado”, según expresión de Mons. Romero, alrededor de su pastor.

Después de los funerales, Mons. Romero y el clero se reunieron en varias ocasiones para pensar cómo enfocar la pastoral después de los asesinatos y en medio de la persecución contra oa Iglesia. El deseo compartido de mantener vivo el mensaje del martirio de Rutilio y sus compañeros dio origen a una novedosa experiencia de unidad eclesial para la arquidiócesis, la cual se prolongó en los siguientes tres años del ministerio episcopal de Mons. Romero, hasta marzo de 1980.

Mons Romero convocó al clero, el martes 15 de marzo, para discutir cuál debía ser la reacción de la Arquidiócesis ante la persecución y el asesinato de Rutilio y sus compañeros. La respuesta a la convocatoria fue masiva. No solo asistió la mayoría del clero de la arquidiócesis, sino también muchas religiosas, otros sacerdotes de la diócesis de Santa Ana, los seminaristas y varios laicos.

La asamblea reconoció de manera unánime la persecución contra la Iglesia y contra otros organismos que luchaban por la justicia social, por parte de los grupos que detentaban el poder económico y político. La asmblea coincidió también en que el motivo de la persecución era la fidelidad al Concilio Vaticano II y a Medellín y, sobre todo, la denuncia de la injusticia y la proclamación del Reino de Dios. Por lo tanto, la persecución era consecuencia de la opción por los pobres. Ante ello la asamblea reafirmó su deseo de unidad. Hacia dentro, la unidad del clero con el obispo y del pueblo de Dios con sus pastores y hacia uera, en la misión, en la promoción de la justicia y en la denuncia de las situaciones injustas. Se propuso el tener una misa única en toda la arquidiócesis el domingo 20 de marzo, pidiendo difundir las homilías más elocuentes de Rutilio, así como programas radiales sobre su persona y su vida, una biografía de Rutilio y poner algún gesto externo para recordar su figura.

Tanto el Nuncio como la Asociación Nacional de la Empresa Privada (ANEP) se opusieron rotundamente por todos los medios posibles a la misa única, pero Mons. Romero dijo que él ya había tomado la decisión junto con el presbiterio que la ratificó. El asumía por tanto toda la responsabilidad, pues sabía que actuaba correctamente. Añadió que los únicos que adversaban la misa única eran los católicos de las clases adineradas que, por lo general, no sentían con la Iglesia, mucho menos con la Iglesia postconciliar y la de Medellín.

A las diez, tal como estaba programado, comenzó la Eucaristía presidida por Mons. Romero y concelebrada por unos 150 sacerdotes. En su homilía impartió una catequesis sobre la eucaristía y enfatizó la unidad eclesial, confirmó al clero en su misión pastoral y concluyó con el significado eclesial de la misa única de este día, cuya finalidad era aprender a valorarla.

“Queremos, con esto, darle todo el valor que tiene la misa de todas nuestras parroquias, de todas nuestras capellanías…la misa está recuperando, en este momento, todo su valor porque quizás, por multiplicarla tanto, la estamos considerando simplemente, muchas veces como un adorno y no con la grandeza que en este momento está recobrando”

Enseguida agradeció al clero su compromiso con el anuncio del reino de Dios y su disposición para construir la unidad de la Iglesia.

“Yo quiero agadecer aquí, en público, ante la faz de la arquidióceis, la unidad que hoy apiña, en torno al único Evangelio, a todos estos queridos sacerdotes. Muchos de ellos corren el peligro, hasta la máxima inmolación del P. Grande. Gracias”

Mons. Romero había comenzado su homilía “dándoles la bienvenida”; y ahora, al llegar al final, expresó su satisfacción: “me alegro de haberles explicado con palabra humilde lo que significa una misa”.

“Y ojalá que aquellos que no tenían fe en ella, sean de aquí en adelante seguidores de ese Cristo que se hace presente en la misa de cada domingo, en la misa de cada circunstancia humana. Muchas gracias por ayudarme a dar este signo que la Iglesia quería dar”

El legado de Rutilio (12)

El asesinato de Rutilio y compañeros

 Las Tres Cruces (lugar del asesinato)

El primer día de la novena de San José, el 11 de marzo, estuvo cargado de oscuros presentimientos por los insistentes rumores de amenazas contra Rutilio. Los vecinos del pueblo llevaron a la casa cural de Aguilares los rumores que escuchaban en el mercado y en la calle. Rutilio no daba crédito a los rumores, sin embargo bien sabía que podían matarlo.Así se lo confió en varias ocasiones al P. Jaime Vega-Fajardo, con quien había coincidido en la comunidad del Colegio Externado. Según el testimonio de Vega-Fajardo, Rutilio le hablaba con frecuencia de ello.

Repetidas veces me dijo que él podía acabar ametrallado, que por aquellos andurriales en cualquier momento lo podían matar…

En efecto, desde ese conocimiento íntimo, Vera-Fajardo dejó el siguiente testimonio sobre las causas de su muerte:

Para mi, Rutilio ha muerto por predicar el Evangelio verdadero valientemente; no se le pudo mezclar en política, no tenía enemigos fuea de los que se tienen cuando se predica el Evangelio; era equilibrado, enemigo de la violencia, dedicado a los demás, excelente desde el punto de vista religioso, preocupado con la evangelización…la Evangelii Nuntiandi le había impactado poderosamente y me comentó en repetidas veces el tesoro que había encerrado en esa carta del Papa…

La primera Misa del novenario de San José, el 11 de marzo, fue la última que Rutilio celebró en El Paisnal. En la homilía, exhortó a tener fe y a no desfallecer, les recordó que la Biblia no esra para tenerla guardada “en el cofre”, sino para leerla y estudiarla, y les recomendó cuidarse mucho y cuidar a San José. La impresión general que causaron sus palabras, según una persona presente, era la de una despedida.

Un poco antes de las cinco de la tarde, Rutilio acompañado de su fiel guardián Manuel Solórzano, un anciano de 72 años, se dirigió a El Paisnal para celebrar la novena de San José. A la salida de Aguilares recogieron a Nelson Rutilio Lemus, de 15 años, que ese día había ido a Aguilares a llevar una carga de leña a su madrina. Un poco más adelante, junto a la vía del tren, Rutilio se detuvo a recoger a otros tres niños que también se dirigían a El Paisnal y que se sentaron en los asientos posteriores.

Pasado el cantón Los Mangos, los niños aseguran haber visto a varios hombres armados apostados a orillas del cañal, dos o tres a cada lado de la carretera. Uno de ellos era Benito Estrada. También había otro vehículo detrás de ellos, un picop que les había seguido desde Aguilares.

En el momento que Benito Estrada dio la señal, una lluvia de balas ametrallaba el vehículo, que salió de la calle volcado sobre el lado izquierdo con el motor encendido y las ruedas girando. Sin volverse a mirar hacia atrás, Rutilio dijo en voz baja: “Debemos hacer lo que Dios quiere”…Manuel intentó proteger al P. Rutilio pues su cuerpo estaba encima de él, Nelsan había reciibido un tiro en la frente y Rutilio doce disparos, casi todos de muerte. Los tres niños de atrás daban gritos aterrorizados. Benito Estrada les ordenó salir amenazándoles de muerte y ellos salieron corriendo hasta El Paisnal. Uno de ellos al llegar a casa sofocado y sin aliento gritó: “Mamá, mamá, tío Benito ha matado al P. Tilo. El fue el que señaló y disparó también…nosotros hemos corrido porque nos conoció y nos quería matar”.

Algunos fueron a Aguilares a avisar a la parroquia y al juzgado. En la casa solo estaba Carranza, pues Marcelino se encontraba en un cantón de El Paisnal. Se había cansado de esperar a Rutilio y se había ido adelante, así se libró de que le mataran también.

Los cadáveres fueron llevados a la parroquia donde fueron colocados en el corredor de la casa cural. Al llegar el P. César Jerez, dio órdenes que fueran colocados en el templo, tal como estaban, para que la gente constatara cómo habían sido asesinados y para después tener la Misa de cuerpos presentes…

Al conocer la sucedido la radio YSAX del Arzobispado difundió la noticia que se corrió rápidamente por todo el valle, cantones y pueblos cercanos que fueron llegando a Aguilares…llenando el templo y lugares aledaños.

Mientras una docena de sacerdotes se revestía para comenzar la Misa llegó Mons. Romero, quien aceptó presidir la Eucaristía junto con Mons. Rivera. En la homilía el P. Jerez habló de la misión del jesuíta, tal como la había definido la éltima Congegación General de la Compañía de Jesús: servir la fe y promover la justicia. Rutilio había sido fiel a esa misión y por eso lo habían matado. Había caído junto a un campesino anciano, que había nacido y vivido bajo un régimen de opresión e injusticia, y junto a un joven campesino, que había esperado una vida mejor. Los tres habían muerto por causa de la fe. Los habían matado cuando se dirigían a celebrar la Eucaristía.

Después tomó la palabra Mons. Romero. La Misa , muy larga y sentida, duró cerca de dos horas,hasta la media noche

El legado de Rutilio (11)

El sermón de Apopa: “En El Salvador es delito ser cristiano”

 

Las elecciones del 20 de febrero dieron como resultado para presidente de la República a favor del general Romero. La oposición gritó fraude y organizó una manifestación de protesta, manifestación que fue disuelta con el saldo de muchos muertos . El gobierno declaró el estado de sitio. Durante esos meses el gobierno inició una campaña contra algunos sacerdotes. Dos jóvenes estudiantes exjesuitas fueron expulsados. Uno de ellos había tabajado en Aguilares. Posteriormente tres sacerdotes fueron expulsados: Mario Bernal, colombiano y párroco de Apopa; Guillermo Denaux, belga y Bernardo Survil, norteamericano. Seis sacerdotes que estaban trabajando en El Salvador y se encontraban fuera del país por períodos cortos no pudieron regresar porque las autoridades migratorias les negaron el permiso.

Con ocasión de la expulsión del párroco de Apopa, Mario Bernal, Rutilio con otros sacerdotes de la Vicaría, se reunieron en Apopa el 13 de febrero para celebrar una manifestación de fe y la Eucaristía, “el símbolo más grande, el símbolo de una mesa compartida con taburete para cada uno y con manteles largos para todos”.

Rutilio tomó la palabra para reflexionar sobre la expulsión del P. Bernal.

Rutilio proclamó de nuevo que todos tenemos un Padre común y, en consecuencia, todos somos hermanos, pero existen “Caines”: …”Caín es un aborto del plan de Dios…y existen grupos de Caines… aquí en el país…Caínes que invocan a Dios, que es lo peor”…

Dios en su plan nos entregó un mundo material y sin fronteras, “así lo dice el Génesis. No es cuestión que lo diga yo. Los Caínes reclaman: Yo compré la mitad de El Salvador con mi dinero, luego tengo derecho. No hay derecho para discutir! Es un derecho comprado, porque tengo derecho a comprar la mitad de El Salvador. ¡Es una negación de Dios. No hay ningún deecho que valga ante las mayorías! Luego el mundo material es para todos sin fronteras. Luego, una mesa común con manteles largos para todos, como esta Eucaristía. Cada uno con su taburete. Y que para todos llegue la mesa, el mantel y el conqué…El código del Reino de Dios es el amor, palabra clave que resume todos los códigos éticos de la humanidad, que rompe y echa abajo toda clase de barreras, prejuicios, y ha de superar el odio mismo”.

Nosotros no estamos aquí por odio, incluso a esos Caínes los amamos… el cristiano no tiene enemigos. Aún los que son Caínes no son nuestros enemigos, son nuestros hermanos…Por tanto todo se resume en una palabra, amor contra el anti-amor, contra el pecado, la injusticia, la dominación de los hombres y la destrucción de la humanidad”..

El ministerio sacerdotal no tiene sentido sino es en función del pueblo, “ministros” viene de ministrar, que quiere decir, servidores del pueblo de Dios. Somos continuadores de la misión de Jesús quien no se detuvo nunca en el camino, su palabra era y es acción. Somos profetas y debemos anunciar y hacer posible el Reino de Dios en este mundo. Es necesario encarnar los valores del Evangelio en las realidades de este país para transformarlo eficazmente. Como profetas nos enfrentamos con la palabra de Dios en la mano “el mensaje de Dios es como el termómetro y el péndulo para medir las realidades humanas… en las que estamos involucrados distintos grupos que componen el país”.

La Iglesia no podía callarse ante la expulsión del P. Bernal, porque éste había sido un acontecimiento eclesial. Por eso estaban allí, para hacer una protesta oficial como Iglesia.

El problema radical no era la nacionalidad del P. Mario, sino que la cuestión fundamental era ser cristiano y sacerdote hoy en día, “en nuestro país y en el continente, que está sufriendo la hora del martirio”. Se tataba de ser o no ser fiel a la misión de Jesús hoy y aquí. Pero siempre permanece en pie la cuestión fundamental: …”es peligroso ser cristiano en nuestro medio!…Prácticamente es ilegal ser cristiano auténtico en nuestro medio!…porque precisamente el mundo que nos rodea está fundado radicalmente en un desorden establecido, ante el que la mera proclamacion del Evangelio es subversiva. Y así tiene que ser, no puede ser de otra manera!…los dos polos exigentes: La Palabra de Dios, el de siempre, el de las grandes mayorías…”

Por esta radicalidad evangélica, “mucho me temo, mis queridos hermanos y amigos que, muy pronto la Biblia y el Evangelio no podrán entrar por nuestras fronteras. Nos llegarían las pastas nada más, porque todas sus páginas son subversivas, contra el pecado, naturalmente…Yo me temo que si Jesús de Nazaret entrara por las fronteras, allá por Chalatenango, no lo dejarían pasar. Por allí, por Apopa, lo detendrían…se lo llevarían a muchas juntas supremas por inconstitucional y subversivo”… Lo acusarían de revoltoso, de judío extranjero, de enredador con ideas exóticas y extrañas, contrarias a la Democracia, es decir, contrarias a la minoría. Ideas contrarias a Dios, porque es un Clan de Caínes…lo volverían a crucificar. Y ojalá que me libre Dios a mí, que también estaría en la cola de crucificadores!…Preferimos un Cristo de los meros enterradores y sepultureros…un Cristo mudo y sin boca para pasearlo en andas por las calles. Un Cristo con un bozal en la boca. Un Cristo fabricado a nuestro antojo y según nuestros mezquinos intereses”..

“Ninguna minoría privilegiada tiene cristianamente razón de ser en sí misma, sino en función de las grandes mayorías que conforman el pueblo salvadoreño…Ay de ustedes, hipócritas! que del diente al labio se hacen llamar católicos y por dentro son inmundicia y maldad! Caínes que crucifican al Señor, cuando camina con el nombre de Manuel, con el nombre de Luis, con el nombre del humilde trabajador del campo”

Padre Mario: Estas comunidades, las de Apopa, las del cinturón de comunidades cristianas de la Vicaría que nos rodean, y los hermanos que han venido de otras partes de nuestro país, de la Iglesia local, vamos a celebrar esta Eucaristía, que es el ideal que sustentamos.

 Manteles largos, mesa común para todos , taburetes para todos. ¡Y Criusto en medio! El, que no quitó la vida a nadie, sino que la ofreció por la más noble causa. Esto es lo que El dijo: ¡Levanten la copa en el brindis del amor por mi! Recordando mi memoria, comprometiéndose en la construcción del Reino, que es la fraternidad de una mesa compartida, la Eucaristía.

El legado de Rutilio (10)

La parroquia y la organización popular

Las misiones dejaron profundamente gravadas tres ideas: la exigía la lucha contra la injusticia, el amor al prójimo se concretaba en la lucha por el hermano oprimido y todos tenían el derecho y el deber de aspirar a una vida digna. Sin embargo el equipo no estimó corectamente, ni podía hacerlo, la proyección social y política de la evangelización, ni la magnitud de la crisis económica y política del país.

La profundización de las ideas sembradas por las misiones, los cursos y cursillos hizo surgir una nueva forma de pensar y de actuar, o como decían los mismos campesinos, “ahora nos hemos designorado”. En efecto, la explotación y la opresión experimentadas, pero no explicadas ni ocmprendidas suficientemente, fueron sometidas al análisis y a la reflexión crítica.Las comunidades concluyeron que su situación era injusta y, por lo tanto, no querida por Dios. Entonces los campesinos tomaron la palabra por primera vez para reclamar sus derechos y para expresar sus aspiraciones, y decidieron luchar para cambiar la situación.

Desde mediados de 1973 hasta su muerte, Rutilio vivió con un desgarramiento interior profundo entre la pureza de sus ideales y la dura realidad. Por un lado, quiso realizar estríctamente su labor de líder religioso en medio de su pueblo sin comprometerse directamente en actividades de la organización campesina. Pero por el otro lado, ese mismo vivir en medio del ppueblo le llevó algunas veces a verse comprometido en situaciones con repercusiones políticas en el sentido amplio del término. Situaciones en las que lo político resultaba  el deber insoslayable del compromiso cristiano de sus feligreses. Sitaciones ambiguas, pero de las que en conciencia, no podía ausentarse dada su opción previa y fundamental de anunciar el Reino de Dios en medio de ese pueblo.

Su fidelidad sin reservas le llevó a serios conflictos externos e internos. Algunas veces tuvo dolorosas diferencias con los miembros de las organizaciones, que, a lavez, eran también miembros de las comunidades cristianas.

En los primeros meses de 1974, la ornización campesina Federación Cristiana de Campesinos Salvadoreños (FECCAS) fundó bases en las comunidades cristianas de la parroquia. Dicha organización, al menos de nombre, ya existía en la parroquia antes de que llegaran Rutilio y su grupo. El equipo misionero no fue el fundador de tales bases. Tampoco impidió su crecimiento. Solo procuró que diversas organizaciones no se pelearan las comunidades. La organización era un derecho del campesino y una obligación el organizarse. En cierto sentido FECCAS recogió los frutos que la evangelización había madurado.

En la Navidad de 1975, el 21 de diciembre, FECCAS realizó su primera manifestación política en Aguilares. Para entonces ya tenían alcance nacional. Algunos dirigentes, que también eran Delegados de la Palabra, pidieron a Rutilio celebrar una Misa para dar inicio a la manifestación. Rutilio y su equipo no accedieron a la petición, pero para no causar malestar entre su mejor gente, decidieron celebrar una “Navidad Campesina” en la hora de la Misa normal de la parroquia. La organización podría luego salir del templo y tener su manifestación con tal de no entrar en el templo con carteles ni lanzar gritos en las puertas.

En su homilía Rutilio advirtió: “No podemos casarnos con agrupaciones políticas de ninguna clase, pero no podemos permanecer indiferentes ante la política del bien común de las grandes mayorías del pueblo…de eso no podemos desentendernos ni hoy ni nunca”.

Pronto la Presidencia de la República se quejó al Arzobispo acusando a Rutilio y al equipo. Rutilio informó al Arzobispo que FECCAS, por tratarse de una organización gremial no partidista, entraba en el ámbito de las organizaciones intermedias, las cuales tenían un derecho humano innegable y estaban apoyadas por ls documentos papales, por los de Medellín y por las cartas pastorales del mismo Arzobispo. “Sé que no puedo oponerme a ellos como pastor, sino al contrario, tratar de iluminarlos como cristianos a partir de la fe, `para que sus actuaciones se adecúen a los valores del Evangelio”.

Rutilio creyó que en aquel momento esa era la mayor responsabilidad de la parroquia ante un buen número de cristianos de las comunidades…”quienes en virtud del dinamismo de conversión y crecimiento en la fe, pasan a convertirse normalmente en agentes de cambio, como lo quiere la Iglesia misma, en orden a las conquistas tan fundamentales a niverl del campesino como es la sindicalización, la defensa de los derechos laborales…” Después Rutilio tuvo que dar las mismas explicaciones en la Nunciatura, donde el Presidente también había pedido una aclaración.

Ante los campesinos, Rutilio y su equipo dejaron bien clara la diferencia entre la misión parroquial, la comunidad y la organización campesina. Una comunidad cristiana, en cuanto célula institucional de la Iglesia, no se identificaba con ninguna agrupación política, aunque de ella recibiera su impulso o inspiración. La misión parroquial no se identificaba en modo alguno con los objetivos y fines de una organización determinada, incluso con aquellas que se confesabqan cristianas.

La tesis fundamental de Rutilio era que la evangelización era algo más amplio que un determinado proyecto político. La misión parroquial no pretendía ninguna clase de poder, aunque en su acción pastoral incluyera a diversos grupos que legítimamente lo pretendían en plan de servicio y búsqueda de los mejores proyectos históricos realizables…La fuerza moral de la parroquia era el Evangelio y, al mismo tiempo, ésa era su mayor debilidad.

El legado de Rutilio (8)

La Misión en Aguilares: 1ª Etapa

El P. Rutilio Grande, primer sacerdote asesinado en El Salvador.En estos días se ha abierto en Roma el proceso de beatificación.

  

Para organizar la Misión, la Parroquia se dividió en sectores: 10 en la ciudad y 15 en el campo, haciendo una invitación general de la Misión a toda la Parroquia 

La Misión duraría 15 días durante los cuales el misionero y sus colaboradores permanecerían en su zona conviviendo con la gente del sector. 

Un día de Misión comprendía visitas familiares a domicilio; después levantaban una ficha antropológica cuyos temas utilizaban luego como temas generadores, que serían descodificados a partir de textos del Evangelio. 

En las primeras horas de la tarde se tenían reuniones con los niños y más tarde con los adultos. El objetivo de estas reuniones era procurar dejar en la gente un esquema rudimentario para que ellos continuaran con la celebración de la Palabra de Dios. 

Así se logró desde el principio un inicio de autoevangelización, un inicio de comunidad y un inicio de auto-selección de Delegados de la Palabra. 

La parte central de la sesión de adultos consistía en una repetida lectura por diversos lectores de un texto del Evangelio. Entre las lecturas se hacían preguntas, sugerencias y anotaciones. Luego se invitaba a la gente a dividirse en grupos de 8 ó 10 personas para dialogar sobre el texto. Se nombraba un lector, un animador del grupo y un relator para comunicar en la reunión plenaria los resultados del grupo. 

 En la reunión plenaria, el sacerdote o un colaborador fijaba por escrito en un papelógrafo y sintetizaba lo que comunicaban los relatores, devolviendo a los participantes en forma de cuestionamiento los puntos más significativos para profundizarlos en el diálogo. 

Posteriormente, ya noche, el equipo evaluaba el día y planificaba lo del día siguiente.                       Uno de los puntos vitales de estas reuniones fue la auto-selección de los líderes, pues de ello dependía la realización de una Iglesia integrada por ellos mismos. El proceso misional tendía a integrar y desarrollar las tres dimensiones de evangelización, comunidad y liderazgo. El equipo asumió que el primer empujón le correspondía al sacerdote, pero una vez estimulado el movimiento, los agentes de pastoral y las mismas comunidades debían continuarlo quedando el sacerdote como acompañante y animador en el crecimiento de la fe. La penúltima noche se hacía la elección de los Delegados, sugeridos por la comunidad. Los nombrados expresaban su disponibilidad explicando los pro y los contra según lo cual la Comunidad les daba su voto. 

Los Delegados tenían la función de servir de eslabón entre la Comunidad y la Parroquia. Con los nuevos Delegados se tenía una reunión para instruirles sobre sus nuevas obligaciones, proporcionarles criterios y esquemas mínimos para animar y organizar sus reuniones. 

En la última celebración se tenían los bautizos y matrimonios dentro de una ceremonia sugestiva en la cual se enfatizaba el compromiso del bautismo. Se les dejaba ejemplares del Nuevo Testamento y se les confirmaba para continuar en la Misión. 

El período posterior a la Misión se caracterizó por el acompañamiento a las comunidades. Un sacerdote asumió la responsabilidad de las comunidades del campo y otro las de la ciudad de Aguilares. La tarea de ellos era la de visitar periódicamente las diversas comunidades, asistiendo a sus reuniones, disipando las dudas que hubiera y evaluando la vida comunitaria. 

Aquí ayudaron mucho los colaboradores foráneos, unos 20, que jugaron un papel insustituible en el arranque de las comunidades.Este grupo de colaboradores estaba integrado por estudiantes jesuitas, universitarios y seminaristas. Esta colaboración se consideró temporal y supletoria. 

El 10 de junio de 1973, Fiesta de Pentecostés, marcó el nacimiento de la Comunidad cristiana y el fin de la primera etapa de la Misión. 

Este nacimiento se celebró con una gran concentración en Aguilares para pedir y celebrar el espíritu nuevo. Se recibieron las diversas delegaciones de las comunidades con sus carteles que traían textos alusivos del Evangelio. Después se tuvo la Eucaristía animada por los conjuntos musicales de las diversas comunidades. Fue algo masivo, creativo e insospechado, que asombró a los habitantes de la ciudad.. 

La homilía la tuvo Rutilio, en la que dio ánimos y disipó las dudas más comunes, respondiendo a las acusaciones de protestantismo, de olvidar lo espiritual, de comunismo, de política, etc. 

A continuación se proclamaron los principios del equipo misionero, dedicado a anunciar el Evangelio limpia y simplemente, sin otros intereses personales. También dejaron bien claro que no se administrarían los sacramentos si no estaban suficientemente preparados. Y aclararon que no tenían nada que ver con agrupaciones políticas de ninguna clase. La política del equipo sería anunciar el Evangelio, el cual abarcaba todas las actividades del hombre destinado por Dios a transformar el mundo. Por tanto denunciarían toda clase de injusticias y atropellos contra la persona humana, vinieran de donde vinieran. Después de la Misa se tuvo una fiesta popular de carácter cultural y religioso. De aquí nacería la Fiesta del Maíz. 

 Los resultados de aquella primera etapa misional eran palpables. Los campesinos habían descubierto el Evangelio y se les había abierto el apetito por la palabra, la cual comentaban haciendo aplicaciones a su modo. Pronto llegaron a unir el Evangelio con su propia situación de miseria e injusticia. Comenzaron a emerger de su conciencia mágica, dándose cuenta de que la voluntad de Dios no era mantener las cosas como estaban. Tomaron confianza en sí mismos perdiendo complejos bastante generalizados de vergüenza e incapacidad y descubrieron que tenían una palabra y podían opinar. Fueron capaces de discernir lo prioritario de lo secundario en su religiosidad. Tomaron conciencia de que sus males radicaban en su desunión y comenzaron a adquirir sentido de lo comunitario. Comenzaron a reunirse y a movilizarse buscando qué podían hacer para realizar el plan de Dios aquí y ahora. 

Al final de la 1ª Etapa se organizaron 10 comunidades urbanas y 27 rurales con un total aproximado de 300 animadores, quienes dirigían rotativamente las celebraciones. 

El equipo tuvo un período de reflexión para codificar, globalizar y evaluar las experiencias de la primera etapa. A partir de allí decidió trabajar en la línea del acompañamiento y profundización del Evangelio en las Comunidades y en la preparación cualitativa de los Delegados y animadores. 

  

El legado de Rutilio (7)

La parroquia de Aguilares y el plan de una Misión popular

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Cuando Rutilio regresó del IPLA, a mediados de 1972, comenzó la manera de dar forma y realización a su opción primaria y fundamental. La meta sería la evangelización con vistas a recrear una Iglesia de comunidades vivas de hombres nuevos, agentes de pastoral y conscientes de su vocación humana a convertirse en gestores de su propio destino que, en definitiva, los llevaría al cambio de la realidad.

Para la realización de esta meta primero debía producirse la concientización del equipo por medio de una sensibilización del equipo por medio de una sensibilización y toma de conciencia del mundo circundante en orden a lograr una encarnación e identificación con los problemas de la zona. No instrumentalizarían o domesticarían la religiosidad popular, sino que les animarían a ser co-creadores de una comunidad dinámica, profética y descentralizada. Un objetivo importante era detectar agentes de cambio que se convirtieran en agentes y multiplicadores de pastoral.

El método sería personalizante, dialogal, creativo, crítico y fundamentado en la pauta ver-juzgar-actuar. A partir de la acción misma se reflexionaría desde el Evangelio. En todo este planteamiento se hace evidente la influencia de Paulo Freire y su educación popular. Rutilio tuvo siempre bien claro que se trataba de hacer que el hombre oprimido pronunciara su palabra responsabilizándose y comprometiéndose en el proceso histórico de su re-creación y la de sus comunidades.

Un aspecto importante de aquellas reflexiones fue la elección de la zona de trabajo. Y después de pensarlo mucho, el equipo optó por hacerse cargo de la Parroquia del Señor de las Misericordias de Aguilares, que entonces estaba vacante y se lo había propuesto Mons. Chávez.

Aguilares es un pueblo único, porque reúne en sí todas las contradicciones e injusticias del país. La parroquia tiene aproximadamente 30.000 habitantes. La producción es predominantemente caña de azúcar cultivada en grandes latifundios. En la zona dominan tres grandes ingenios.

Cuando el equipo se hizo cargo de la parroquia, el pais estaba entrando en una de sus fases más difíciles. Rutilio y su equipo entraron en esa área explosiva y conflictiva justamente en el momento en que en la sociedad salvadoreña las contradicciones se estaban volviendo más agudas. La realidad nacional formó parte integral del esquema de trabajo y lo que sucedía en Aguilares tenía fácilmente impacto nacional dado el carácter del lugar y el tamaño del país. Esta situación fue la que despertó y desarrolló la creatividad pastoral de Rutilio y su equipo misionero.

El equipo decidió comenzar a trabajar desde el aspecto religioso del pueblo y para ello planificó una serie de misiones que caracterizaron este primer período. Rutilio, que respetaba la religiosidad popular, fue muy claro: el quipo partiría de la experiencia religiosa, no de una visión estructural y sociológica, como proponían otros. Rutilio no quería imponer métodos extranjeros, válidos quizás en otros países o para poblaciones más urbanizadas, pero de dudosa eficacia en el campo salvadoreño.

El equipo usó el término “misión” por su profundo significado evangélico, pero en la práctica no tenía nada en común con las misiones tradicionales. El objetivo de las misiones era realizar una comunidad de hermanos comprometidos en la construcción de un mundo nuevo, in opresores ni oprimidos, según el plan de Dios. Se pretendía bajar el Evangelio a la tierra. “No sean cohetones”, les decía Rutilio, aludiendo a los cohetes que solo se remontan al cielo, su mensaje era: “Dios no está en las nubes acostado en una hamaca, Dios actúa y desea que ustedes construyan su Reino aquí en la tierra”.

El legado de Rutilio (6)

La opción primaria y fundamental

La “opción primaria y fundamental” de Rutilio es una especie de declaración de principios, que expresa su compromiso con la liberación de los pobres y su deseo de ser consecuente con su vocación sacerdotal y religiosa.

Rutilio optó por “un trabajo pastoral y en equipo, en una zona rural campesina o suburbana marginada en orden a una promoción integral a partir de una concientización cristiana”.

Los elementos constitutivos de su “opción primaria y fundamental” eran el equipo misionero mixto, la experiencia pastoral en una zona rural o suburbana marginal, la articulación  de la evangelización y promoción humana y la metodología de la concientización cristiana.

La vida interna del equipo misionero, de la cual se derivarían la planificación del trabajo, la reflexión y el interés por el estudio y el descanso.. A diferencia de la experiencia apostólica tradicional, el equipo propuesto por Rutilio sería mixto. Además de los jesuítas, Rutilio pensaba incluir algunas religiosas y sacerdotes diocesanos.

La otra novedad del proyecto de Rutilio era la naturaleza de su misión. En efecto, esa misión sería concreta y capaz de entusiasmar a otros, porque si el equipo se consolidaba en su originalidad, creatividad y dinamismo, suscitaría otras experiencias similares.

La zona rural o la suburbana marginal era el lugar idóneo para desarrollar la experiencia, porque ahí se concentraba el pueblo pobre, del cual él mismo había salido y al cual deseaba volver para poner sus conocimientos y experiencias a su servicio. Rutilio sentía que los viajes, los estudios y los trabajos anteriores lo habían alejado e incluso enajenado de su pueblo, al cual se debía por entero.

En la reunión viceprovincial de diciembre de 1969, los jesuitas centroamericanos se plantearon, en ambiente de Ejercicios espirituales, su actividad apostólica. Y en septiembre de 1970, optaron, como viceprovincia, por la liberación de los pobres.

La reformulación de la identidad y de la misión viceprovincial y de los apostolados provocó una serie de crisis personales e institucionales, que solo se superaron a comienzos de la década de 1980. La realidad centroamericana forzó a los jesuitas a definirse por el cambio o por la conservación de unas formas obsoletas.

Rutilio tenía claridad sobre el agotamiento de la mentalidad y de las prácticas predominantes, evidente para él en la falta de entusiasmo apostólico, en el cansancio y en la rutina. Rutilio había descubierto las grandes intuiciones de la teología de la liberación, cuyas implicaciones teóricas y prácticas profundizó más tarde en el IPLA.

Esas intuiciones, según sus propias palabras, inspiraron su actuación firme y conflictiva en los acontecimientos posteriores a la Primera Semana de pastoral de conjunto y en la homilía del 6 de agosto de 1970. En este contexto, formuló “su opción primaria y fundamental”.

Rutilio concibió el trabajo pastoral como una actividad en equipo. Para él era evidente la riqueza y dinamismo de un equipo compenetrado en torno a un objetivo concreto y definido, entusiasmante y actual. Así se produciría la vivencia comunitaria del ideal por el cual se trabajaba. Se revisaría y planificaría gradualmente, facilitando la evaluación, la reflexión y el estudio. Una comunidad de vida y trabajo bien llevada suscitaría normalmente una constelación de equipos en la misma línea. Estimularía con experiencias nuevas y creativas suscitando contagio y uniendo a los diversos grupos dentro de las principales “coordenadas” de la acción pastoral planificada en una zona o región.

En este momento del proceso aparecen claramente formulados los dos polos que marcaron la existencia personal y apostólica de Rutilio: el pueblo, o lo que él llamaba las mayorías, y la misión del sacerdote en medio del pueblo oprimido.

En medio de ese pueblo oprimido y marginado económica y políticamente, Rutilio situó su misión, como sacerdote y ministro, es decir, como servidor de todos. El creyó que se anunciaban los albores de una segunda independencia, de la cual la primera había sido un breve anticipo: son los valores eternos del hombre –los mismos que proclamaba el Evangelio- los que constantemente golpean la conciencia de los pueblos.

Jesús, el hombre del pueblo, no el político partidista y electorero, sino el político del bien común de las mayorías. La labor sacerdotal era específica, pero en ciertas circunstancias y en virtud de la conciencia, admitió Rutilio, el sacerdote estaba obligado a jugar un rol supletorio y transitorio luchando por la libertad del pueblo si estaba en juego un bien mayor, urgente e impostergable.

El sacerdote, por vocación, ha de estar encarnado en la problemática de su tiempo. Es comprensible que las minorías griten alarmadas: ¡curas comunistas! Pero Jesús también fue tildado de subversivo y político por luchar por la implantación del Reino de Dios. Dichosos son aquellos hombres que no son traidores ni retardatarios en esa hora decisiva, porque de serlo, advirtió Rutilio, pecarán contra la luz, la justicia, el pueblo y Dios, quien se expresa en la inmensa muchedumbre de los humildes y desheredados de la tierra.