Gabina Dubón, la discípula de Rutilio Grande

Dina fue testigo de los tiempos oscuros del pueblo salvadoreño

Gabina Dubón, mejor conocida como Dina, es una enciclopedia abierta. Fue testigo de los tiempos oscuros del pueblo salvadoreño. En 1970 conoció al ahora beato Rutilio Grande. Cuenta que por ser la mayor de sus hermanos “decidimos participar en la comunidad de base promovida por el padre, por amor, fe y compromiso cristiano; hicimos realidad el sueño de vivir el Evangelio y nos organizamos en la Federación Cristiana de Campesinos Salvadoreños, para luchar por los intereses de nuestros hermanos”.

Recuerda que en ese ínterin conoció a su esposo y, como Rutilio, “viajaba los fines de semana y en festivos a su pueblo natal”. “Nunca me imaginé que quien me casó más tarde sería mártir”, señala. Vivió con intensidad estas luchas del sacerdote, siguiendo su ejemplo, hasta que apagaron su vida el 12 de marzo de 1977. Vivía en El Paisnal –al norte del país–, recuerda que “ese día estaba en Cojutepeque realizando misiones y regresé”. Un presentimiento la llevó a tomar el primer bus. Su prima la recibió con la infausta noticia: “Mataron al padre Rutilio”. Lloraron desconsoladamente.

“Su muerte no fue en vano”

Desde entonces ha dedicado su vida a acompañar a las comunidades eclesiales de base, al movimiento campesino y el trabajo con mujeres. Considera que el martirio de Rutilio “despertó la base del laicado, haciendo saber que esta no era la voluntad de Dios, sino del hombre, que esto era un pecado social, estructural, la injusticia que nos quitó la venda de los ojos”. “Su muerte no fue en vano”, asevera. En junio de 2022, Cáritas Latinoamérica y Catholic Relief Services le otorgaron el Premio Mujeres Construyendo Justicia y Paz en América Latina y el Caribe. Dina sigue recorriendo El Paisnal, decidida a seguir los pasos de Rutilio

37º ANIVERSARIO DE LAURA LOPEZ

      A Laura López

Yo canto a Laura López

Verdadera mujer nueva

Y de moldes rompedora.

El treinta y tres aniversario

Del veinticuatro de abril

Fue vilmente asesinada

Junto con el pueblo pobre

En las faldas del Guazapa

Del pais El Salvador

Como catequista y pastora

De la iglesia popular

Cristiana comprometida

Y guerrillera valiente

Rompedora de otros moldes

Que adelantan formas nuevas

De la mujer en la Iglesia

Compañera “LauraLópez”                 ¡ Presente ¡

La compañera Felipa Durán era originaria del pueblo de Guazapa. La madre de tres hembras y dos varones quedó viuda durante la guerra, cuando los Cuerpos Represivos asesinaron a su compañero de vida Manuel Hernández.

Fue catequista en El Paisnal en estrecha colaboración con el padre Rutilio Grande. Por su compromiso social como Coordinadora Nacional de la Iglesia Popular CONIP fue buscada por el enemigo y adoptó el seudónimo de “Laura López”. Guindeaba por todo el Cerro de Guazapa con las masas perseguidas quienes cariñosamente la llamábamos “Mama Laura”. Fue alegre, chistosa y no se dejó agobiar ni por los bombardeos ni por los problemas diarios.

 

La catequista Laura
La catequista Laura

 Ella será nuestro ejemplo

De verdadera mujer

Y de moldes rompedora

Primicia de Iglesia nueva

Donde la mujer tendrá

El puesto que corresponde.

Que junto con su marido siendo los dos catequistas

Deciden comprometerse

Para liberar al pueblo

con la lucha guerrillera.

Daniel S. Barbero

 

Laura “solía decir : “Si nos matan, que sea por algo, que no nos maten sólo por gusto; y tampoco nos vamos a dejar.”

“Laura” aprovechó cualquier espacio para organizar reflexiones bíblicas a la luz de la Teología de Liberación y promovió nuestro trabajo solidario, andando siempre delante con su ejemplo.

A sus 38 años de edad, el 23 de abril de 1985 durante un operativo militar  de la Fuerza Armada en nuestra zona los soldados de la dictadura la balearon en un cañal de la comunidad Valle Verde del municipio de Suchitoto.

Los cobardes remataron a la ejemplar luchadora con un tiro de gracia. “Laura López” sigue viva en el recuerdo de muchos pobladores de nuestra región, donde la comunidad Laura López lleva su nombre.

“Que la reseca muerte no me encuentre vacía y sola sin haber hecho lo suficiente.”    Victor Heredia

Preparando la beatificación de los mártires

El Salvador se prepara para la beatificación de sus mártires con la presentación de la Crónica de la beatificación y de la canonización de Monseñor Romero

El sábado 22 de enero, serán beatificados cuatro mártires: los sacerdotes Rutilio Grande y Cosme Spessotto, Manuel Solórzano y el Joven Nelson Lemus

La localidad de El Paisnal, a más de 42 kilómetros de la capital de El Salvador, también se prepara para seguir la beatificación el próximo sábado del padre Rutilio Grande, quien nació en esa población

Héctor Elías, responsable de la Casa de la Cultura del municipio, comentó a Efe que se prevé que el miércoles delegaciones con feligreses católicos y devotos del padre asesinado lleguen a esa localidad

 | RD/EFE(Vatican News).- La Oficina de Comunicaciones del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), dio a conocer que, Monseñor José Luis Escobar Alas, Arzobispo de San Salvador, ha presentado la ‘Crónica de la beatificación y de la canonización de Monseñor Romero’ a pocos días de la beatificación de los cuatro mártires: los sacerdotes Rutilio Grande y Cosme Spessotto, Manuel Solórzano y el Joven Nelson Lemus.

Un camino de 35 años

El Prelado recordó que “la Beatificación de Monseñor Romero tuvo lugar el sábado 23 de mayo de 2015; y su Canonización, el domingo 14 de octubre de 2018. Para cada uno de esos acontecimientos se ha editado una Crónica que contuviera no solo el relato de lo sucedido durante ellas; sino los principales documentos emitidos respecto a ella”.

Además, esta crónica recoge el camino de 35 años, que van desde su asesinato hasta el día de su beatificación, como también los principales hechos ocurridos en los últimos cuatro años del proceso de canonización.

Se entregará a Instituciones como bibliotecas; asociaciones académicas y al Archivo de la Nación, también estará en formato digital en la Página web del Arzobispado. Con la finalidad de que dichos documentos puedan ser consultados por quienes lo deseen. De la próxima Beatificación de nuestros mártires también se publicará su Crónica”, ha dicho.

Detalles de la beatificación de los cuatro mártires

Por otra parte, ha anunciado que el próximo sábado 22 de enero, a las 17:00 horas locales, se realizará la ceremonia de beatificación de los cuatro mártires, en la Plaza del Divino Salvador del Mundo.

El Cardenal Gregorio Rosa Chávez, Obispo Auxiliar de San Salvador, presidirá la ceremonia como representante del Papa Francisco, junto a 25 Obispos y 600 sacerdotes.

Se espera que asistan unas 5.000 personas representando a todas las parroquias y bajo medidas de bioseguridad y distanciamiento social. Harán transmisiones en vivo por la Televisión Católica (TVCa), mientras que en cada parroquia dispondrán de pantallas grandes a las afueras.

La localidad salvadoreña de El Paisanal se prepara para la beatificación del padre Rutilio Grande

La localidad de El Paisnal, a más de 42 kilómetros de la capital de El Salvador, se prepara para seguir la beatificación el próximo sábado del padre Rutilio Grande, quien nació en esa población y fue asesinado en 1977 por los escuadrones de la muerte.

En el pequeño poblado de El Paisnal, un municipio ubicado al norte del Departamento de San Salvador, con una extensión de 125,49 kilómetros cuadrados y una población aproximada de 15.000 habitantes, nació el 5 de julio de 1928 el padre Rutilio Grande.

Héctor Elías, responsable de la Casa de la Cultura del municipio, comentó a Efe que se prevé que el miércoles delegaciones con feligreses católicos y devotos del padre asesinado lleguen a esa localidad para ser parte de la celebración de la beatificación, programada para el sábado 22 de enero en San Salvador.

Señaló que son aproximadamente 200 delegaciones de diferentes países y departamentos salvadoreños las que esperan recibir.

Escultura en El Paisanal

Elías indicó que el evento será transmitido por tres pantallas que serán instaladas en diferentes puntos del municipio para que los pobladores sean parte del acto, que contará con un número reducido de personas debido a la pandemia.

Agregó que a San Salvador viajará una delegación de 40 personas, entre ellas familiares del padre Grande, de Manuel Solórzano, de 72 años, y Nelson Rutilio Lemus, de 17, asesinados junto al religioso y quienes también serán beatificados.

También será beatificado el sacerdote italiano Cosme Spessotto, quien fue asesinado el 14 de junio de 1980 mientras se encontraba arrodillado en un banco de una iglesia y dos personas, usando pelucas que ocultaban su identidad, entraron y le dispararon con una ametralladora.

Monseñor Rafael Urrutia señaló recientemente a Efe que los asistentes al acto deberán de contar con su esquema de vacunación completo -dos dosis de la vacuna anticovid-, portar mascarilla y alcohol en gel.

Grande, conocido como «padre Tilo», era párroco en la localidad de Aguilares, 32 kilómetros al norte de San Salvador y mantenía una amistad con san Romero, asesinado en 1980 mientras oficiaba una misa.

Romero y Rutilio. Escultura en El Paisanal

Romero fue consagrado arzobispo de San Salvador en febrero de 1977y tres semanas después fue asesinado Grande, hecho que le llevó al inicio de una larga cadena de denuncias de graves violaciones de los derechos e injusticias sociales hasta que le mató un escuadrón de la muerte.

Al menos 500 religiosos, entre curas, monjes y laicos, fueron asesinados antes y durante la guerra interna salvadoreña (1980-1992).

Entre las víctimas religiosas también están los seis padres jesuitas de la Universidad Centroamericana (UCA), cinco de ellos españoles; tres monjas estadounidenses de la orden Maryknoll; y varios catequistas de las Comunidades Eclesiales de Base.

La guerra salvadoreña, que enfrentó al Ejército, financiado por Estados Unidos, y a la entonces guerrilla Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), causó unos 75.000 muertosy cerca de 8.000 desaparecidos.

El legado de Rutilio (3)

Rutilio en El Paisnal

Rutilio y la Semana Nacional de Pastoral, julio de 1970 (3)

3. La intervención de Rutilio ante el clero de la arquidiócesis

Después de haberse dirigido en privado a los obispos sin haber sido escuchado y una vez publicado el parecer de la conferencia episcopal, Rutilio se sintió obligado a contradecir a los obispos en la reunión mensual del clero de la arquidiócesis.
“En conciencia… no encuentro …nada contra la ortodoxia, ni contra la disciplina e instituciones eclesiásticas”, “a no ser que se las saque de contexto”.
A pesar de que había intentado comprender la reacción episcopal como “una natural reacción contra la radicalización de ciertos juicios valorativos”, la condena autoritaria no dejaba de ser una “lamentable” equivocación, porque no había error. En cualquier caso, el criterio último lo tenía la realidad de un pueblo oprimido, que interpelaba y exigía una palabra de salvación a la Iglesia. Esta, “puede seguir tranquilamente como hasta ahora en una calma y una falta de sentido crítico y sin discernimiento de espíritu”, pero no debía olvidar que había sido llamada a colocarse al lado de ese pueblo, “según la teología de Cristo encarnado, para redimirlo y llevarlo a la Resurrección”.
Contrario al parecer episcopal, la semana no había sido lamentable, ni triste, sino un reflejo veraz de la vida de la Iglesia, “ahí está como un hecho conflictivo que ha causado una crisis, en la que todos estamos implicados”. Pese a ello, ninguno debía perder de vista que Dios mismo había colocado a la Iglesia en la countura de crisis, “una auténtica gracia de Dios”, y un llamado apremiante a la conversión.
La  crisis era un signo de los tiempos, es decir, un indicio de que Dios pedía algo más, “porque ningún acontecimiento escapa a esta historia de salvación y Dios anda siempre por medio, aunque se nos haga difícil reconocerlo”. La crisis “es el camino de Dios y pasa por la mitad del corazón del hombre…Cristo pone al hombre en estado de crisis, que es el estado de salvación”.
“Toda la Biblia es una teología de la crisis: una reflexión teológica inspirada acerca de la tensión existencial radical del hombre ante Dios (dimensión vertical) y ante los demás hombres (dimensión horizontal). Dios va llevando a su pueblo hacia la conversión, de crisis en crisis, de caída en caída, de fe en fe”.
Por tanto, la crisis debía ser asumida sin “esconder la cabez debajo del ala como el avestruz ante el peligro. Una crisis está ahí como un tumor, hay que interiorizarla por la fe y hay que tratar de superarla”.
Una institución sin tensiones estaba muerta. Si la Iglesia estaba en crisis, era porque en ella había vida y espíritu. De momento las Conclusiones habían despertado la conciencia eclesial, “ya es tiempo que despertásemos de esta realidad dolorosa, ¡Demasiado tardábamos!” en recibir el Concilio.
Rutilio insistió ante el episcopado y ante el clero arquidiocesano que la transformación de la realidad empecatada era la “prioridad absoluta” de la misión eclesial. Todo apostolado por fidelidad a Jesucristo, debía orientarse a la salvación, esto es, a la liberación de la sociedad. La encarnación no permitía que la humanidad se encontrara con Dios al margen del encuentro consigo misma. Por lo tanto, la fe estaba condicionada por la estructura social.

El legado de Rutilio Grande

Entrevista al P. Rodolfo Cardenal:

«El legado de Rutilio Grande está en no ceder ante las injusticias»

El P. Rutilio y los dos compañeros mártires

«Un jesuita que nunca olvidó, a pesar de sus viajes y estudios, el pueblo pobre donde había nacido y donde fue criado»

«Hijo de una familia disfuncional, cosa que le hizo sufrir mucho hasta provocarle una grave crisis nerviosa, con secuelas para toda la vida, entró muy joven en el seminario menor de San Salvador»

«Deseaba un clero responsable y maduro, no servil a la autoridad. Cultivó asiduamente las raíces populares de los seminaristas. Habían salido del pueblo y a él debían regresar»

«Esa opción por los pobres y su liberación de toda clase de opresión fue el motivo fundamental del asesinato»

(Vatican News).- Ahora que se cumplen 43 años de su asesinato (12 de marzo de 1977), compartimos con ustedes esta entrevista al p. Rodolfo Cardenal S.J. sobre el legado del p. Grande, realizada por Carol Cuzcano G. de la Oficina de Comunicación Institucional de la CPAL.

¿Quién era Rutilio Grande, cómo era su vida al servicio de la Iglesia y de la Compañía de Jesús?

Rutilio Grande es un jesuita que nunca olvidó, a pesar de sus viajes y estudios, el pueblo pobre donde había nacido y donde fue criado hasta su primera adolescencia. A ese pueblo volvió siendo adulto y en medio de él fue asesinado, junto con un anciano y un joven, símbolos del pueblo salvadoreño.

Hijo de una familia disfuncional, cosa que le hizo sufrir mucho hasta provocarle una grave crisis nerviosa, con secuelas para toda la vida, entró muy joven en el seminario menor de San Salvador. Luego ingresó en la Compañía de Jesús. Estudió en Quito, Oña, París, Córdoba y Bruselas. La mayor parte de su vida la dedicó a formar el clero. Durante una década fue el prefecto del seminario. A pesar de la dificultad de esa responsabilidad, se ganó el apreció de varias generaciones de sacerdotes, que luego lo tuvieron como amigo y director espiritual. Su deseo de introducir en la formación del clero las directrices del Vaticano II, su predicación profética y su papel en la actualización de la pastoral arquidiocesana, de acuerdo con el magisterio del concilio y de Medellín, hicieron que los obispos vetaran su nombramiento como rector del seminario.

«Deseaba dedicarse a la pastoral rural, en un país mayoritariamente campesino»

Entonces, decidió que, si no gozaba de la confianza del episcopado, no podía continuar en la formación del clero. En 1971 estuvo, también como prefecto, en el Colegio Externado San José de San Salvador. Pero vio que ese no es su lugar. Deseaba dedicarse a la pastoral rural, en un país mayoritariamente campesino. Antes de asumir su nuevo destino, hizo el curso de pastoral del Instituto Latinoamericano de Pastoral, en Quito.

A mediados de 1972, es nombrado párroco de la ciudad de Aguilares. Aunque él era el párroco, «el equipo misionero», tres jesuitas y un sacerdote diocesano, es clave en la labor evangelizadora. El 12 de marzo de 1977, fue asesinado, junto con dos campesinos, cuando se dirigía a celebrar misa en su pueblo natal, que formaba parte de la jurisdicción parroquial.

El P. Tilo, tal como era llamado cariñosamente, se esforzó por desterrar el clericalismo, caciquismo decía él, del clero. En esto, se adelanta al esfuerzo del papa Francisco. Deseaba un clero responsable y maduro, no servil a la autoridad. Cultivó asiduamente las raíces populares de los seminaristas. Habían salido del pueblo y a él debían regresar para servirlo.

La parroquia de Aguilares no acentuó la administración de sacramentos, sino la evangelización y la creación de comunidades. El padre Tilo soñó con una parroquia llevada por laicos, donde el ministro ordenado se limitara a la administración de sacramentos. Las duras condiciones socioeconómicas del campo estimularon la organización campesina y la lucha por sus derechos. Esto planteó la relación entre fe y política. El padre Tilo mantuvo un equilibrio difícil, agobiante en algunos momentos, razón por la cual presentó la renuncia varias veces. Pero ni el arzobispo, que confiaba en él plenamente, ni el provincial se la aceptaron.

«El P. Tilo, tal como era llamado cariñosamente, se esforzó por desterrar el clericalismo, caciquismo decía él, del clero»

El desarrollo de la organización política y la defensa de los derechos de los campesinos hicieron el padre Tilo, y la parroquia, fuera percibida por la oligarquía y el régimen militar como una amenaza para el orden establecido. Por esa razón, los acusaron de comunista. En definitiva, esa opción por los pobres y su liberación de toda clase de opresión fue el motivo fundamental del asesinato.

El padre Tilo contribuyó de manera determinante en la configuración de la pastoral arquidiocesana. La parroquia de Aguilares fue un modelo para otras parroquias, promovió y defendió las comunidades cristianas, la formación y promoción de los agentes de pastoral y la pastoral de conjunto.

Con tantos aconteceres sociales que vive El Salvador, ¿cuál es la importancia de la beatificación del P. Rutilio Grande para su pueblo?

La vida y el ministerio del padre Tilo están asociados a Mons. Romero. El ministerio del arzobispo fue posible por la labor que aquel y otros sacerdotes habían hecho. Mons. Romero transitó por los caminos abiertos por el padre Tilo. El padre Tilo representa la lucha para actualizar la Iglesia desde el concilio y Medellín. En ese sentido, fue un apóstol del magisterio conciliar y latinoamericano. Este apostolado da cuenta de su martirio. Mons. Romero aprobó su ministerio pastoral, lo reconoció como mártir y como una gracia para la Iglesia salvadoreña.

«Las duras condiciones socioeconómicas del campo estimularon la organización campesina y la lucha por sus derechos. Esto planteó la relación entre fe y política»

El martirio del padre Tilo hizo que Mons. Romero fuera más consciente de su misión profética. Su predicación se vuelve entonces más decidida, clara y fuerte. Por eso, el papa Francisco dice que el gran milagro de Rutilio Grande es Mons. Romero.

¿Cuál es el legado que deja Rutilio Grande para los jóvenes de hoy?

El legado del P. Rutilio Grande para los jóvenes consiste, a mi juicio, en no ceder ante las injusticias, las esclavitudes y las opresiones. Estos males, pecados gravísimos, deben ser combatidos para erradicarlos. Pero para combatir eficazmente el pecado de este mundo es necesario una esmerada preparación. Todos los saberes y las habilidades son necesarias para trabajar por la construcción del reino de Dios.

Rutilio Grande era uno de los impulsores de la «justicia social». ¿Qué tienen que aprender de él los jesuitas que se encuentran en proceso de formación? 

Los jóvenes en formación, y todos los jesuitas, hemos de aprender a discernir en los signos de los tiempos actuales la voluntad de Dios para actuar en consecuencia. Las injusticias, las esclavitudes y opresiones de hoy no son las mismas de los tiempos del P. Rutilio, pero igualmente dan muerte a los débiles y los vulnerables. Por eso, es necesario escrutar, discernir y actuar. También hoy es necesario bajar de la cruz a los crucificados de estos tiempos recios que corren.

La Beatificación del P. Rutilio Grande

Pascual Cebollada:

«Rutilio Grande muestra cómo una persona sensible a                                

la situación difícil de su país puede llegar a ofrecer su vida»

Ha participado en el proceso de redacción de la Positio, que es el trabajo que acaba de ser juzgado por la Congregación de las Causas de los Santos, para beatificar al jesuita

«Las figuras de los laicos Manuel Solórzano (72 años) y Nelson Rutilio Lemus (16 años) son muy importantes, al embarcarse en la misma misión que desempeña su párroco y colaborar plenamente con él»

«Su muerte violenta influyó fuertemente en la vida de su amigo y entonces arzobispo Monseñor Óscar Romero, que también sería martirizado tres años después»

Por Jesús Bastante

Teólogo especialista en discernimiento espiritual, el jesuita Pascual Cebollada es el encargado de supervisar los procesos hacia la beatificación o canonización de jesuitas o de personas encomendadas a la Compañía de Jesús. En esta entrevista nos explica cuáles están siendo los pasos para beatificar a Rutilio Grande, el jesuita salvadoreño, al que define como un párroco que «cuidaba de los débiles».

¿Cómo ha sido el proceso? ¿Qué le ha llamado más la atención?

En realidad, es el primer proceso, en su fase romana, del que me he encargado yo como Postulador General de la Compañía. En septiembre de 2017 todavía estaba yo estudiando italiano cuando llegaron los últimos documentos para redactar la llamada Positio, que es el trabajo que acaba de ser juzgado por la Congregación de las Causas de los Santos, a la cual el Papa ha autorizado ayer la publicación del decreto de su martirio.

Lo más llamativo es su brevedad. Todo empezó en San Salvador en 2014, y oficialmente solo un par de meses después de la beatificación de san Óscar Romero, en 2015. Seis años es muy poco tiempo. Ha habido una excelente colaboración entre la Archidiócesis de San Salvador y los jesuitas centroamericanos, con nuestra Postulación General en Roma. El trabajo se repartió entre unos y otros. Y la Congregación en el Vaticano se ha dado prisa en estudiar y juzgar la Positio.

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No hay Romero sin Rutilio

 «Rutilio Grande decía que Dios no está en las nubes  acostado en una hamaca»

«Mucho me temo, mis queridos hermanos y amigos, que muy pronto la Biblia y el Evangelio no podrán entrar por nuestras fronteras. Nos llegarán las pastas nada más, porque todas sus páginas son subversivas…», dijo en su célebre sermón de Apopa

«“Si le han asesinado por lo que hizo, yo tengo que seguir el mismo camino. Rutilio me ha abierto los ojos”, fue el comentario de monseñor Romero, arzobispo de San Salvador y amigo de Rutilio, ante los cadáveres de los tres asesinados»

18.03.2020 Juan José Tamayo

El 12 de marzo de 1977 el jesuita Rutilio Grande, de 48 años, y los campesinos Manuel Solórzano, de 72 años, y Nelson Rutilio Lemus, de 16 años, fueron objeto de una emboscada por parte de una unidad de la Guardia Nacional de El Salvador, que ametralló el vehículo en el que viajaban los tres ocupantes y los asesinó a sangre fría cuando se dirigían a la población del Paisnal, donde había nacido Rutilio, para celebrar la eucaristía. Los primeros testigos del asesinato fueron los campesinos de Aguilares, de donde era párroco Rutilio, que encontraron los tres cuerpos “llenos de balas”.

Rutilio, Manuel y Nelson se convertían así en los protomártires de la persecución desatada por los militares y los sucesivos gobiernos salvadoreños apoyados por la oligarquía y, a partir de 1980, por los Estados Unidos, contra la Iglesia popular salvadoreña. Persecución que se prolongó durante casi tres lustros y provocó, entre muchos asesinatos, los de monseñor Romero y las cuatro religiosas norteamericanas en 1980 y de los seis jesuitas y dos mujeres en 1989. 43 años después de aquel asesinato va a tener lugar la beatificación de los tres protomártires de Aguilares.

Rutilio Grande nació en la pequeña población del Paisnal en 1928. Ingresó en el seminario de San José de la Montaña, de San Salvador, en 1941 y unos años después entró en la Compañía de Jesús. Estudió en la Facultad de Teología de los Jesuitas de Oña (Burgos, España), donde fue ordenado sacerdote en 1959. Fungió como formador del Seminario de San José de la Montaña y posteriormente como párroco de Aguilares.

Rutilio Grande y sus compañeros asesinados, en un cartel

Fue en Aguilares donde Rutilio hizo la opción radical por los colectivos campesinos empobrecidos, contribuyó a su concientización en la defensa de sus derechos en un lugar donde la tierra estaba en manos de unos pocos terratenientes y la mayoría de la población vivía en una situación de miseria. Fue allí donde redescubrió a Dios en medio de la marginación.

“Dios –acostumbraba a decir en sus sermones- no está en las nubes acostado en una hamaca. A él le importa que las cosas les vayan mal a los pobres por aquí abajo”. A partir de la experiencia del Dios de los pobres y de un análisis crítico de la realidad, animó a los campesinos a organizarse y a reclamar sus derechos. En dicha tarea contó con el apoyo de otros sacerdotes de la zona, entre ellos al padre colombiano Mario Bernal.

La reacción de los terratenientes no se hizo esperar. Acusaron a los sacerdotes de subversivos y de alterar el orden social. El sacerdote colombiano Mario Bernal, ya citado, párroco de Apopa, fue detenido, encarcelado, torturado y posteriormente expulsado del país por el Gobierno. El 13 de febrero de 1977 tuvo lugar una manifestación popular de protesta contra la expulsión del sacerdote colombiano, a la que siguió una eucaristía en la que Rutilio Grande denunció a los responsables de tamaña persecución contra la Iglesia de los pobres en una homilía conocida como el “Sermón de Apopa”:

“¡Es peligroso ser cristiano en nuestro medio! –dijo-. ¡Es peligroso ser verdaderamente católico! Prácticamente es ilegal ser cristiano auténtico en nuestro país… ¡Ay de ustedes, hipócritas, que del diente al labio se hacen llamar católicos y por dentro son inmundicia de maldad! ¡Son Caínes y crucifican al Señor cuando camina con el nombre de Manuel, con el nombre de Luis, con el nombre de Chabela, con el nombre del humilde trabajador del campo!…

«¡Ay de ustedes, hipócritas, que del diente al labio se hacen llamar católicos y por dentro son inmundicia de maldad!», denunció en su homilía

“Mucho me temo, mis queridos hermanos y amigos, que muy pronto la Biblia y el Evangelio no podrán entrar por nuestras fronteras. Nos llegarán las pastas nada más, porque todas sus páginas son subversivas… Mucho me temo, hermanos, que si Jesús de Nazaret volviera, como en aquel tiempo, bajando de Galilea a Judea, es decir, desde Chalatenango a San Salvador, yo me atrevo a decir que no llegaría, con sus homilías y acciones, en este momento, hasta Apopa.

“Yo creo que lo detendrían allí, a la altura de Guazapa. Allí lo pondrían preso y a la cárcel con él. Se lo llevarían a muchas Juntas Supremas por inconstitucional y subversivo. Al hombre-Dios, al prototipo de hombre, lo acusarían de revoltoso, de judío extranjero, de enredador de ideas exóticas y extrañas, contrarias a la ‘democracia’, es decir, contrarias a la minoría. Ideas contrarias a Dios, porque lo son del clan de Caínes. Sin duda, hermanos, lo volverían a crucificar” (puede leerse el texto completo de esta homilía en Carta a las Iglesias, año 17, n, 371, 1-15 de febrero).

Coincido con Martin Maier, autor de Oscar Romero. Mística y lucha por la justicia, prologado por Jon Sobrino (Herder, Barcelona, 2005), en que con esta homilía Rutilio Grande firmó su sentencia de muerte. “Si le han asesinado por lo que hizo, yo tengo que seguir el mismo camino. Rutilio me ha abierto los ojos”, fue el comentario de monseñor Romero, arzobispo de San Salvador y amigo de Rutilio, ante los cadáveres de los tres asesinados, momento en el que, a mi juicio, se produjo su “conversión” a la Iglesia de los pobres.

A partir de ese momento Romero decidió no participar en acto alguno del Gobierno de El Salvador mientras no se investigara el crimen y no dejó de levantar su voz profética contra el Gobierno y contra la clase dominante, que quiso comprar su libertad de expresión con todo tipo de prebendas. El domingo 20 de marzo suspendió todos los servicios religiosos de la archidiócesis y celebró una sola misa delante de la catedral, a la que asistieron decenas de miles de personas.

Monseñor Romero reconoció que en Aguilares “se inició un movimiento atrevido de un evangelio más comprometido”. Presentó a Rutilio como “un peregrino campesino” y “hermano entre los pobres”, que encarnó a “un Cristo que es persecución…, enfermedad…, con su cruz a cuestas” y lo definió como “nuestro primer mártir”, que murió por defender la vida de los pobres.

Próxima la celebración del 40 aniversario del asesinato de monseñor Romero –el 24 de marzo- y cercana la fecha de la beatificación de Rutilio Grande, Manuel Solórzano y Nelson Rutilio Lemus, reconocidos como mártires, el papa Francisco ha calificado a Romero y a Rutilio de “un tesoro y una fundada esperanza para la Iglesia y la sociedad salvadoreña”.

Las homilías de Rutilio

Una voz que grita en el desierto

(Tomado de M. Cavada en CMR-UCA, Nº 10)

Con el propósito de conocer mejor la enseñanza de Rutilio Grande, el propulsor de la evangelización rural en El Salvador, y prepararnos a su próxima beatificación, voy a recoger algunos extractos de sus homilías recogidos por Miguel Cavada en el CMR nº 10 de la UCA, El Salvador.

Iniciaré el 24 de marzo en honor a Mons Romero, quien se inspiró mucho en él, y después todos los domingos hasta el 3 de mayo en la Página de Pastoral bíblica del Blog  www.unassemillitas.wordpress.com

 

       Las homilías de Rutilio

Una voz que grita en el desierto

1.  Cuando leer la Biblia era un riesgo

 Hoy abundan las predicaciones de la Biblia, pero algo falla y se trata de algo esencial: se lee y se habla de la Palabra de Dios pero “no se toca la realidad”, no se iluminan los problemas cotidianos que afligen a la gente. Como el sacerdote y el levita de la parábola, “damos un rodeo”, para evitar al herido. Tenemos la Biblia tan pegada a nuestros ojos que no vemos, o no queremos ver, lo que sucede a nuestro alrededor. Nos negamos a aceptar que que en el suelo está postrado el pueblo.

Mons. Romero calificó a ciertas predicaciones de su tiempo con estos calificativos: “predicación desencarnada, espiritualista, a veces hasta embustera y mentirosa” (16 de julio de 1978).

Lo mismo podemos decir de la mayoría de las predicaciones de hoy: son mensajes espiritualistas, que se quedan en las nubes y, cuando aterrizan, lo hacen para caer en un moralismo trasnochado y conservador. Pero nada de eso es casual. Si se impone este nuevo estilo de predicación es porque interesa echar tierra sobre la verdad.

Hace 25 años no era así. Llevar una Biblia debajo del brazo podía costar la vida.        De hecho hubo campesinos y campesinas asesinados por los cuerpos de seguridad por el simple hecho de llevar la Biblia latinoamericana. Y no es cualquier circunstancia, sino en el campo y en los suburbios de la ciudad, es decir, allí donde los pobres se reunían y organizaban su fe en comunidades cristianas y donde se leía la Biblia conectada con la realidad.

 

El P. Rutilio Grande y sus dos compañeros laicos son reconocidos mártires

Rutilio Grande, nuevo beato: el Papa eleva a los altares al jesuita mano derecha de Romero

  • Francisco acepta el decreto del conocido como mártir de la evangelización rural en El Salvador
  • Junto al sacerdote serán beatificados sus dos compañeros laicos Manuel Solórzano y Nelson Rutilio Lemus
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El papa Francisco ha autorizado a la Congregación de las Causas de los Santos a promulgar el decreto del martirio del sacerdote jesuita Rutilio Grande y de sus dos compañeros laicos, Manuel Solórzano y Nelson Rutilio Lemus. Así lo ha informado hoy la Santa Sede, confirmando el ascenso a los altares de los tres nuevos beatos. Se trata de un proceso relativamente rápido, si se tiene en cuenta que la causa fue presentada en el Vaticano en agosto de 2016.

Mural en la Iglesia de El Paisnal donde están enterrados los nuevos beatos pintados a la derecha del cuadro: Junto a Rutilio está el niño Nelson y Manuel.



Rutilio Grande nació en El Paisnal (El Salvador) el 5 de julio de 1928. Tras pasar por el Seminario, entró en la Compañía de Jesús el 5 de septiembre de 1945. Se formó en diversos países de Europa y América. Fue ordenado el 30 de julio de 1959. Trabajó en la formación de sacerdotes y como párroco, y en su misión de evangelización en su país defendió a los más vulnerables.

43 años de su muerte

El jesuita fue asesinado hace casi 43 años, el 12 de marzo de 1977 junto con el catequista Manuel Solórzano, de 72 años, y el joven Nelson Rutilio Lemus, de 16, cuando se dirigían a El Paisnal desde su parroquia de Aguilares a celebrar la novena de San José. En el camino sufrieron una emboscada y el vehículo donde se desplazaban fue ametrallado brutalmente.

Su violenta muerte marcó la vida de su amigo y entonces arzobispo de San Salvador, san Óscar Romero, que en 1980 también sería martirizado. En 1967 comenzó su amistad y en junio de 1970, el P. Tilo –como lo apodaban cariñosamente– sirvió como maestro de ceremonias en la ordenación de Romero como obispo auxiliar de San Salvador.

Aunque sin fecha prevista de beatificación, la Compañía calcula que en unos pocos meses se celebrará la ceremonia del conocido como mártir de la evangelización rural en El Salvador y sus dos compañeros. Otra voz contra la injusticia llega a los altares.