EL TRIPLE MANDATO DE JESÚS

. Por Juan Cejudo

Este día se lee la carta de Pablo a los Corintios 1ª Cor. 11,23-26 donde se narra la cena de despedida de Jesús con sus discípulos (no sólo los 12, también con las mujeres que siempre le seguían). En ella parte el pan y se lo da diciendo: “Esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros. Haced ésto en memoria mía” . Y lo mismo con el cáliz diciendo: “Este es la nueva alianza sellada con mi sangre, haced esto cada vez que bebáis en memoria mía. Por eso cada vez que coméis de este pan y bebéis de este cáliz proclamáis la muerte del Señor hasta que vuelva”.

Es el mandato de celebrar la eucaristía para hacer presente a Jesús.

Como dice Pagola, al decir “Por vosotros” resume muy bien lo que ha sido su vida al servicio de los pobres, los enfermos, los pecadores, los despreciados, las oprimidas, todos los necesitados…”

Desde entonces la eucaristía es fundamental en la vida de los cristianos. Fue uno de los tres mandatos de Jesús en este Jueves Santo.

Fue una celebración en una cena, donde se comía y se bebía y en ella Jesús parte y reparte el pan y hace beber a todos de su copa (lo normal era que cada uno bebiera en su propia copa) como símbolo de esa unión de todos con Él.

Lamentable que hoy en muchos lugares del mundo no se pueda celebrar la eucaristía ( a veces una vez al año) porque no hay sacerdotes. Jesús no establece “sacerdotes ordenados”. La Eucaristía la celebra la comunidad donde todos participan del pan y del vino. En las primeras comunidades cristianas la eucaristía se celebraba en las casas presidida por quien allí vivía, fuera hombre o mujer, soltero/a o casado/a. Hay constancia de ello hasta en inscripciones arqueológicas donde constan las presbíteras y epíscopas.

Celebrar la eucaristía es hacer presente a Jesús, esa persona que dio su vida por amor, que se rodeaba de pobres, que aliviaba el sufrimiento de la gente, que perdonaba a la adúltera, que se atrevía a hablar y hasta dejarse tocar por mujeres de dudosa conducta, que denunciaba a fariseos como hipócritas, estúpidos y sepulcros blanqueados y que era muy querido por el pueblo, pero que los poderosos mandaron matar porque era peligroso, subversivo y soliviantaba a las masas y que era para ellos un verdadero problema. Ese Jesús que oraba con frecuencia con su Padre- Dios y que anunciaba un Reino de justicia, de igualdad, de fraternidad, de paz, de amor y que acogía a todos.

¿Qué son hoy las misas? ¿Son este recuerdo subversivo de Jesús? ¿Donde ha quedado la cena, en una fina hostia que apenas se ve? ¿En un ritual para “cumplir con el precepto”? ¿Donde el sacerdote lo hace todo y los fieles se limitan a decir Amen?

El segundo mandato de Jesús este día de Jueves Santo es el servicio, representado en el lavatorio de pies que hizo Jesús a los suyos para darles ejemplo. Se lee en Juan 13, 1-15. Hay que tener en cuenta que el lavado de pies lo hacían los esclavos por eso Pedro se negaba a ello. Pero Jesús les dijo que debían lavarse los pies unos a otros, es decir debían siempre estar en actitud de servicio entre ellos y con todos los que necesitaran su ayuda.

Es fundamental en esta sociedad tan egoísta el ayudarnos unos a otros, el apoyo mutuo, estar pendientes si alguien cercano a nosotros necesita nuestra ayuda, sean vecinos, familiares, amigos… Una actitud de servicio que tiene hoy una dimensión también social en el compromiso por un mundo más justo fraterno e igualitario luchando junto a muchas otras personas y colectivos por ese otro Mundo distinto que necesitamos construir entre todos donde no sea el dinero el centro de todo, sino la persona, especialmente los más desfavorecidos.

Y el tercer mandato de Jesús este día es el del amor fraterno: “Les doy este mandamiento nuevo: que se amen unos a otros. Ustedes se amarán unos a otros como yo los he amado. Así reconocerán todos que ustedes son mis discípulos: si se aman unos a otros” (Juan 13, 34-35).

Hay muchísima gente que hoy vive este mandato de Jesús aún no siendo creyente. Pero están ahí ayudando a tantas y tantas personas: familias necesitadas, personas que viven en soledad, personas que pasan hambre, ayuda a los sin techo, a inmigrantes a los que ayudan de muchas maneras y personas que buscan con sus luchas sociales y políticas una sociedad mejor para todos, luchando contra los abusos, las discriminaciones y las injusticias. Mi reconocimiento a todos ellos, creyentes y no creyentes, porque ellos son los que de verdad llevan a la práctica el mandato de Jesús aunque muchos no crean en Él ni lo conozcan.

José M.ª Castillo critica con razón que de estos tres mandatos sólo haya quedado el de la eucaristía, además como sacramento. Los otros dos ni son sacramentos y apenas se habla de ellos.

Este es el triple mensaje que recibo este Jueves Santo: la importancia de celebrar la eucaristía para hacer presente a Jesús, el servicio mutuo, la ayuda mutua, el apoyo mutuo y vivir el amor con todos los que nos rodean y luchando por una Sociedad más fraterna y justa para todos.

Desde aquí denunciar a muchos y a veces significados personajes (Trump, Bolsonaro…) , muchas veces políticos y grandes empresarios, que se dan golpes de pecho y van de muy cristianos pero que llevan como norma ser corruptos, ser antihumanos, xenófobos, racistas…Utilizan la Biblia y el crucifijo para sus campañas electorales para pretender atraer votantes. Tampoco se puede ser cristiano si practicas o apoyas la pederastia, si destruyes a la madre naturaleza o si estás a favor de las guerras….Todo eso es contrario al mensaje del amor de Jesús.

Durante siglos la eucaristía fue modo habitual del perdón

Eucaristía y Penitencia, dos caminos de reconciliación (1)

Por| Rufo González

Teología y Catequesis resaltan poco la eucaristía como sacramento de reconciliación. A pesar de ello, la reconciliación es un ingrediente esencial de la eucaristía. Empieza con un acto penitencial: “antes de celebrar los sagrados misterios, reconozcamos nuestros pecados…”. Se hace confesión comunitaria, se pide perdón y se escucha el perdón de Dios a todos. La reconciliación se muestra en oraciones, lecturas, ofertorio, plegaria eucarística, padrenuestro, intercambio de paz…, y se consuma en la comunión. Ha sido un sinsentido durante años, ir a la “Cena del Señor”, departir con el Señor, sin cenar con él. Aún muchos asistentes -en celebraciones “sociales”, la totalidad- no comulgan.

Hubo una época en que el sacramento del perdón para los pecados ordinarios después del bautismo era la eucaristía. Nada menos que durante los primeros siete siglos. El otro sacramento reconciliador, la Penitencia, se consideraba como el segundo bautismo, y sólo se daba una vez en la vida. Era una nueva conversión a la fe cristiana. Se reservaba para quienes habían roto públicamente la opción cristiana. Es cierto que cambiar la opción de fe no se realiza frecuentemente. Si uno se convierte a Cristo, es para toda la vida. Quien por su vida, totalmente indigna de Cristo, se aparta del “camino” de forma notoria, tiene que volver al proceso de conversión que le llevó al bautismo. Era un proceso público ya que su abandono del camino cristiano había sido público. Esto ocurría con la apostasía-idolatría, el homicidio y el abandono notorio de la familia por adulterio público. Este proceso de conversión tenía etapas y duraba largo tiempo.

“La Cena del Señor” es reconciliación con el Señor y los hermanos. Basta leer los relatos de su institución para darse cuenta de que esta Cena es, en su misma entraña, una reconciliación con Dios y los hermanos. Si “pecado” es todo lo que nos aleja de Dios y de los hermanos, participar de la Cena del Señor supone acercarnos a Dios y a los hermanos, compartiendo la misma mesa. Dañarnos o dañar voluntariamente a los hijos de Dios nos aleja del Padre, de su voluntad bienhechora. Sentarnos a la mesa de Jesús inicia la vuelta al amor, repara, corrige y alienta el buen camino.

Jesús se entrega en la eucaristía “para el perdón de los pecados”. Precisamente, para reconciliarnos con el Padre y hermanos. Los relatos de la institución y consagración eucarísticas subrayan con claridad meridiana el sentido de perdón y reconciliación:

Tomad, comed: esto es mi cuerpo… Bebed todos de ella, pues esto es la sangre de la alianza mía, que se derrama por todos para el perdón de los pecados” (Mt 26, 26-28; Mc 14, 22-24; Lc 22, 19-20; 1Cor 11, 23-26). La liturgia: “Esto es mi Cuerpo que se entrega por vosotros…  Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros y por muchos para el perdón de los pecados. Haced esto en conmemoración mía”.

La acción salvadora de Dios en Cristo se actualiza en cada eucaristía. Así lo recoge la soteriología cristiana: 1.- la muerte de Jesús es “por muchos”, por todos, “para el perdón de los pecados” (Mt 26, 28). Nos libra de la “muerte” del Espíritu, causada por nuestros pecados mortales. 2.- Recibir el cuerpo y la sangre de Jesús es recibir al Resucitado. Es, por tanto, participar de su misma vida, su amor, su perdón, su trabajo… por el Reino. 3.- Participar del cuerpo y sangre de Jesús es participar de la nueva alianza, comulgar con Dios y su Reino, encontrarse con el Amor que perdona y restaura la imagen del Hijo en cada partícipe. 4.- El sentido de la sangre en la tradición bíblica (la sangre conserva la vida) inspira, sin duda, la salvación que nos viene por la sangre de Cristo. Esta sangre nos transmite la vida de Cristo, la vida de Dios, el Espíritu Santo. Esta vida es incompatible con el pecado, que es privación de la misma.

Estas palabras, escritas por un gran teólogo español actual, me parecen un resumen certero de la reconciliación eucarística:

“Nos encontramos con tres elementos de la vida de Jesús, que convergen en la eucaristía de la Iglesia. En primer lugar el recuerdo de sus comidas con publicanos y pecadores a los que Jesús, otorgándoles comensalidad, les otorgaba la amistad, la dignidad y el perdón de Dios (Lc 15,2; 19,7; Mc 2,7). En segundo lugar la última cena, que celebró en la víspera de su pasión y muerte. En tercer lugar las comidas del Resucitado. La fusión de estos tres horizontes, con el sentido y rito propio de cada uno de ellos, funda la realidad de la eucaristía de la Iglesia…” (O. González de Cardedal, “La entraña del cristianismo”. Secretariado Trinitario. Salamanca 1997, p. 466).

Los “tres elementos de la vida de Jesús” incluyen el perdón de los pecados:

– “Comía con pecadores” para expresarles y entregarles el amor del Padre, como decían sus parábolas -“armas arrojadizas”, es su significado etimológico- provocadoras de la conversión.

– En la última cena a todos les entrega su “pan”, incluso a Judas, ofreciéndoles perdón y amistad entrañables.

– Las comidas del Resucitado son claro ejemplo de perdón gratuito: no les reprocha ni su cobardía, ni su abandono, ni su negación incluso. Estos son los regalos del Resucitado: sus discípulos al creer en él, al revivir su amor, sienten una gran paz, una alegría inmensa, una liberación de sus culpas de forma inmerecida. Esta experiencia de reconciliación y empatía con Jesús y los hermanos es la vivencia correcta y propia de la Eucaristía.

Mucha pedagogía y reforma ritual debe hacer la Iglesia para que los participantes en la eucaristía sientan la reconciliación necesaria para comulgar. ¿Tiene sentido participar en la eucaristía, creyendo en la entrega de Jesús y escuchando su voluntad perdonadora y reconciliadora, y no reconciliarse en su mesa y alimentarse de su vida resucitada?

La liturgia entiende la eucaristía como perdón y purificación. Sigue la convicción que la “ley de orar es la ley de creer”. Se reza conforme a la fe. Domiciano Fernández cita varios testimonios expresivos del carácter reconciliador de la eucaristía en su obra “El Sacramento de la Reconciliación” (Valencia 1977, pp. 204-210). Recojo algunos:

– Los antiguos sacramentarios (leoniano, gelasiano, gregoriano) dicen que la eucaristía es “perdón de los pecados (absuelve, perdona, libera), limpieza y purificación del alma (purga, limpia, purifica), satisfacción a Dios (expía, satisface), santificación y salud (santifica, cura, sana)”. 

– Algunas fórmulas para el momento de la comunión lo expresan directamente: “Que el cuerpo y la sangre del Señor os aproveche para el perdón de los pecados y para la vida eterna” (prescrita por un concilio de Rouen, s. IX). “Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo… por este sacrosanto Cuerpo y Sangre, líbrame de todas mi iniquidades y de todos los males…” (Oración secreta del presidente de la eucaristía. Misal actual). “Este es el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo… Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme” (Misal actual). “El cuerpo de nuestro Señor Jesucristo para el piadoso fiel N. N. para el perdón de sus pecados; la sangre de Cristo para el perdón de sus pecados y para la vida eterna” (fórmula sirio-oriental antigua y actual para dar la comunión).

Eucaristía y Casa común: entre la vida y el oro

Por Dário Bossi 

 El pasado 25 de enero se cumplieron cuatro años del trágico día en que, en 2019, se rompió la presa de Brumadinho-MG: un crimen de la empresa Vale que mató a 272 personas y contaminó el río Paraopeba. Como resultado, la Iglesia católica, unida a diversos movimientos populares y grupos religiosos, celebró allí, en 2023, la IV Peregrinación por la Ecología Integral. Esta cuarta edición tenía como lema: ‘El espíritu de Dios se cernía sobre las aguas’ (Gn 1,2), recordando que el Espíritu se cierne sobre el agua, hermana sagrada, desde el principio de la Creación. Cada mes, el día 25, la comunidad local celebra el recuerdo de la tragedia, repitiendo el gesto de Jesús y uniéndose a todas las víctimas. De hecho, monseñor Vicente Ferreira, obispo auxiliar de Belo Horizonte, que acompaña pastoralmente a Brumadinho, repite siempre que “el 25 es todos los días”. Haz esto, cada día, en memoria mía.

En enero, sin embargo, la celebración es siempre más intensa. Sobre todo porque reúne, en torno a las familias, la solidaridad de muchas otras personas, comunidades, organizaciones y movimientos en peregrinación. Durante toda una mañana celebramos la Eucaristía, caminamos en procesión, dibujamos un gran abrazo alrededor de los cientos de cruces que representan a las víctimas. Escuchamos el lamento y el grito del pueblo, lloramos juntos, pedimos fuerza a Dios y recibimos de Él la luz de la Palabra y la comunión de compromisos entrelazados.

Al final de la Misa, monseñor Vicente llamó la atención de todos sobre el cáliz y la patena de madera, pintados con diseños indígenas, obra del artista Tonny Cálices, que se habían utilizado en la celebración eucarística. Fue una invitación a reflexionar sobre las muertes asociadas a las actividades mineras de las que se extrae el oro y, en cierto modo, un cuestionamiento de su uso en la acción litúrgica cristiana.

En esos mismos días, circulaban por los medios de comunicación imágenes inhumanas de cuerpos yanomami desfigurados por el hambre, llevando al extremo el grito sofocado de millones de personas en situación de inseguridad alimentaria en Brasil. La Campaña de Fraternidad de este año –con el tema y el lema ‘Fraternidad y hambre’ y ‘Dadles vosotros de comer’ (Mt 14,16)– se abre así con un puñetazo en el estómago para todos nosotros: ¿cómo hemos podido consentir semejante falta de respeto a la vida? También para nuestros hermanos indígenas, la minería –en este caso aurífera– es una de las causas, quizás la principal, de enfermedad y muerte, con peores consecuencias para los ancianos, maestros y custodios de la sabiduría ancestral, y para más de 570 niños, que claman al cielo y a nuestras conciencias.

“¡No compren el oro de Brasil, porque está manchado por la sangre de los pueblos indígenas!”

En el cuarto domingo de un tiempo que no podemos llamar “común”, el conocido Julio Lancellotti, sacerdote de la archidiócesis de Sao Paulo, expresó su solidaridad con el pueblo yanomami y las familias de Brumadinho, víctimas de la codicia de la extracción de minerales. Y gritó: “¡No compren el oro de Brasil, porque está manchado por la sangre de los pueblos indígenas y el mercurio que mata nuestras aguas!”. También el Padre Julio, en las afueras de la mayor metrópoli brasileña, lo celebraba con ámbares de cerámica.

En la Iglesia católica, el oro se utiliza en objetos artísticos, iconos y, sobre todo, en los vasos sagrados para la celebración de la Eucaristía. La intención de su uso es dignificar los instrumentos de encuentro entre la humanidad celebrante y Dios. En la cultura bíblica, el oro también se asocia con la realeza y la divinidad. Sin embargo, como mencionamos anteriormente, en la historia moderna y contemporánea la extracción y comercialización del oro está muy a menudo asociada a la violencia socioambiental, a la muerte de líderes que defienden sus territorios y a la contaminación de biomas. Durante cientos de años, en América Latina, la codicia por este metal precioso ha sido causa de invasión, exterminio y esclavitud. En busca de oro se sacrificaron millones de vidas; las cicatrices de las minas y los flujos contaminantes del mercurio marcan indeleblemente los territorios de nuestra Patria Grande.

Hoy en día, la extracción de oro avanza a escala industrial, con blanqueo de dinero sucio e incumplimiento sistemático de la ley, a menudo asociado a mafias y facciones criminales. En la Amazonía, además de la crisis sanitaria de los yanomami, recordamos las recientes escenas de ataques armados de mineros a las aldeas de este pueblo; las amenazas y violencia contra las mujeres munduruku en Pará; la muerte de dos niños yanomami succionados por dragas mineras en 2021; las imágenes de cientos de balsas y dragas cruzando el río Madeira a la altura de Autazes (AM), la reciente muerte de Bruno Pereira y Dom Phillips, que probablemente habían descubierto el tráfico ilegal en el valle del Javari.

“¡Sacamos el oro de las minas para enterrarlo en las cámaras acorazadas de los bancos!”

Tras ser extraído con tanta violencia de las entrañas de la tierra, una gran parte del oro se almacena en cámaras acorazadas, como reserva de valor, y se utiliza como activo financiero o como joya. Una pequeña fracción (alrededor del 10%) se utiliza en tecnología médica. “¡Sacamos el oro de las minas para enterrarlo en las cámaras acorazadas de los bancos!”, denuncian las comunidades afectadas. Los grandes países europeos y Estados Unidos poseen más del 60% de sus reservas internacionales de oro. Ya hemos extraído suficiente oro de la tierra, y las reservas restantes son limitadas. Sin embargo, la extracción de oro sigue aumentando.

Para fabricar un anillo de oro de 10 gramos, hay que dinamitar y retirar 20 toneladas de otros materiales, y utilizar alrededor de 1,5 kg de cianuro y 7.000 litros de agua. En resumen, se trata de un metal de lujo que arrastra un historial de infracciones muy graves.

Las disposiciones litúrgicas del Misal Romano recomiendan el uso del oro para los vasos sagrados utilizados en la Eucaristía, en particular el cáliz y la patena, porque es un “metal noble”. Sin embargo, de las consideraciones anteriores se desprende toda evidencia en cuanto a la “nobleza” de la historia de extracción de este mineral, cargada de violencia y sangre. Por otra parte, las mismas disposiciones, atentas a la inculturación y a la valoración de las diversas culturas, indican que otros materiales nobles, como el ébano, por ejemplo, también pueden utilizarse para estos vasos sagrados.

Hay que recordar que los vasos sagrados de madera nos reconectan con el ciclo de la naturaleza y con los símbolos evangélicos utilizados a menudo por Jesús: el tronco al que estamos unidos como ramas, la semilla que muere y da vida. Así nos incluyen en la dimensión cósmica y palpitante de la celebración eucarística. En el caso de las utilizadas por monseñor Vicente Ferreira, decoradas con grafismos indígenas, nos recuerdan la encarnación de Jesús en todas las culturas, el respeto que se les debe y la reconciliación que estamos llamados a promover en una historia de tanta exclusión.

Cuarenta obispos firmaron, durante el Concilio Vaticano II, lo que se conoció como el ‘Pacto de las catacumbas de la Iglesia pobre y servidora’. El segundo punto del pacto declaraba: “Renunciamos para siempre a la apariencia y a la realidad de la riqueza, especialmente en el vestir (trajes ricos, colores llamativos), en las insignias de materiales preciosos (estos signos deben ser, en efecto, evangélicos). Cf. Mc 6,9; Mt 10,9ss; Hch 3,6. Ni oro ni plata”.

En la actualidad, la principal organización católica de cooperación solidaria de Austria, DKA, también está reflexionando sobre esta cuestión y propone a las iglesias que, teniendo en cuenta la violencia histórica y contemporánea de la minería y el grito de los empobrecidos y de la naturaleza, también se tengan en cuenta otros materiales nobles en la liturgia, o que solo se utilice oro reciclado. La red de Iglesias y Minería, organización ecuménica que opera en América Latina, relanza este desafío, asociándolo también a la campaña de desinversión financiera de congregaciones y diócesis para que retiren sus fondos de las operaciones que financian la minería que mata.

La liturgia, con su profunda carga simbólica y el desafío permanente de revelar el rostro de Dios encarnado, acercando la celebración a la vida, puede ser anuncio profético de un mundo reconciliado que supere la lógica del extractivismo depredador y convoque a todas las criaturas a la dimensión cósmica de la Eucaristía. Pensemos cómo dar pasos en esta dirección, con la humildad de los pequeños gestos, sin la pretensión polémica de devaluar la historia y el arte de la Iglesia, sino con apertura a la voz del Espíritu, que nos habla a través del clamor de los pequeños.


*Dário Bossi, Misionero Comboniano, asesor de la Red Eclesial Panamazónica (REPAM), asesor de la Comisión de Ecología Integral y Minería de la CNBB y articulador de la Red Iglesias y Minería. El presente artículo se publicará también en versión impresa en la Revista de Liturgia.

Corpus e identidad cristiana

Haced esto en memoria mía (Lc 22,19; 1 Cor 15, 25).

Nuestro profesor del Bíblico (Roma), en los años 60 del siglo pasado, acabado el Vaticano II, nos decía que ha de hacerlo cada iglesia o comunidad cristiana.  Con el recuerdo de aquellas lecciones, culminando las postales anteriores de RD sobre  Corpus e identidad cristiana, quiero hoy comentar esas palabras , partiendo de las páginas finales de mi libro Fiesta del Pan, fiesta del vino. Mesa común y eucaristía (Verbo Divino, Estella 2002).

Por | X Pikaza Ibarrondo

Eucaristía, leche de Dios. Acción de Gracias

  Como niño que vive de la madre, así se siente y sabe el ser humano; no está arrojado sobre el mundo, perdido y expulsado sobre un páramo infinito, sino que se descubre acariciado y bien fundado en el ser de lo divino. Dios es Fuente de Vida, como cuerpo bello y fecundo de madre (más que padre), centrado en unos pechos, como sabe y dice Teresa de Jesús:

Porque de aquellos Pechos Divinos, adonde parece está Dios siempre sustentando el alma, salen unos rayos de leche que toda la gente del castillo conforta, que parece que quiere el Señor que gocen de alguna manera de lo mucho que goza el alma, y de aquel río caudaloso, adonde se consumió esta fontecita pequeña, salga algún golpe de aquel agua para sustentar a los que en lo corporal han de servir a estos dos desposados (Moradas 7, 2, 7).

Éste es el dios primero, Gran Madre, que puede llamar y decir a sus hijos los hombres y mujeres: ¡Tomad y bebed, éste es mi pecho!, mi carne mi sangre (=mi leche), Vida de vuestra vida, Sustento de vuestro sustento. Por eso, la primera forma de agradecer la existencia es acogerla (=recibir la leche de los pechos divinos) y vivir así para crecer. Esta es la más honda eucaristía: dejarse querer por Dios, agradecer la vida, asumiéndola de forma apasionada, pudiéndolo decir y diciéndolo: ¡Gracias, Padre/Madre por la vida!

Recibir la vida de Dios, reconocer su gracia y responder en fiesta compartida: eso es la eucaristía. Así lo ha expresado Jesús, el Enviado de esa como “diosa madre” de la vida, que ha querido ofrecernos su más rica intimidad: ¡Tomad, esto es mi cuerpo! ¡Bebed, esta es mi sangre! Quizá pudiéramos llamarle Maternidad encarnada, como ha sabido y dicho Teresa de Jesús

Experiencia de amor, dar gracia a Dios

Esta es una experiencia de amor: quien se siente implantado en la vida y agradece ese Don sabe que hay lo divino. Quien se siente alimentado por los pechos de la vida, sabemos que hay Dios y ppodemos invocarle como Madre, Fuented agua y leche de la vida,  Natura Naturans o Naturaleza Generante de la que proviene y donde se sustenta lo que existe. Éste es el Dios de la Jerusalén cristiana, el Dios de Isaías y los profetas.

Alegraos con Jerusalén, gozad con ella, todos los que la amáis;

Alegraos de su alegría, con ella, todos los que por llevasteis duelo;

mamaréis de sus pechos, os saciaréis de sus consolaciones,

chuparéis las delicias de su senos abundantes.

 Pues así dice Yahvé:  Yo haré expandirse hacia ella paz como un río,

como torrente desbordado la delicia de las naciones

Llevarán en brazos a sus criatura, sobre las rodillas las acariciarán.  Como un niño a quien consuela su madre, así os consolaré yo;

en Jerusalén seréis consolados (Is 66, 10-13). 

En este contexto, eucaristía significa acción de gracias y esto es lo que proclama el celebrante principal en el momento más solemne del prefacio: situado ante el misterio de Dios, que aparece de forma generosa en los dones del pan y del vino, en nombre de todos, eleva la voz presentando ante Dios una fuerte acción de gracias: te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos… El hombre es plenamente humano donde da gracias a Dios, donde es eucaristía.

  Memoria de Jesús, cuerpo compartido.

La  Eucaristía es  un pacto de unión corporal (de carne y sangre) como Teresa de Jesús sigue diciendo en las Moradas:

Pues vengamos ahora a tratar del divino y espiritual matrimonio… A esta persona de quien hablamos (=Teresa de Jesús) se le representó el Señor, acabando de comulgar, con forma de gran resplandor y hermosura y majestad, y le dijo que   era ya tiempo de que sus cosas (de Jesús) tomase ella por suyas y Él tenía cuidado de las suyas (de Teresa) (Moradas 7, 2, 1).

 Esta experiencia se expresa en forma de comunión de carne y sangre (¡mi carne es comida, mi sangre es bebida¡Bebed es mi sangre!)(¡Yo seré vuestro Dios, vosotros seréis mi Pueblo!). Éste es el Jesús que da su cuerpo a Teresa, es decir, se ocupa de sus cosas. Ésta es la Teresa que da su cuerpo a Jesús, es decir, se ocupa de sus cosas. Ésta es la comunión de Dios en nosotros, de nosotros en Dios un desposorio de comunicación libertad y entrega mutua, abierta a todos los hombres y mujeres, pues todos han de ser y son Cuerpo del Cristo.

  Sólo aquí recibe su sentido la eucaristía, que, siendo compromiso de vida entre Jesús y los hombres, es compromiso de amor y de vida  de todos los hombres y mujeres que aceptan el camino de Jesús  y responden a la voz de su llamada, de manera que cada uno empieza a ser y vivir desde, para y con el otro. 

Si Cristo dice “esta es mi carne, ésta es  mi sangre”, así lo han de decir, unos a otros, todos los cristianos (¡Esto es mi cuerpo, ésta es mi sangre!), al comunicarse y darse entre sí, al compartir la vida con los necesitados del entorno (del mundo entero), en gesto de liberación y comunión. 

 Sólo unos hombres y mujeres que viven en-amorados pueden ofrecerse así la vidadiciendo ¡comed, bebed, esto es mi cuerpo. Entendida así, la eucaristía es una experiencia de la comunicación personal, en carne y sangre, pues (como he dicho) lo que dice el Cristo pueden  y deben decirlo con él  y en él todos los cristianos, en comunión interior (diálogo de amor ) y en servicio de vida: Comida compartida, economía. No sólo el presidente de la celebración, sino todos  los participantes se dicen por tanto, entre sí: tomad, esto es mi cuerpo, bebed ésta es mi sangre.

Dl Dios de Cristo no se revela en palabras separadas de la vida, sino en la comunión concreta y en la vida de amor de los hombres y mujeres.

 La Eucaristía es un misterio de intimidad (Jesús es Dios enamorado) y de solidaridad liberadora: el Dios de Jesús, Dios eucarístico, nos capacita para vincularnos como cuerpo, en amor enamorado y en servicio mutuo, en torno a (a través del) pan y el vino, de la carne y sangre de la vida.

Éste es el Dios de Jesucristo, es la Fiesta de la Eucaristía. Aquellos que reciben la vida (cuerpo y sangre) de Jesús y la comparten con los demás (en corro de amor íntimo y en irradiación de amor liberador hacia los más necesitados): ésos son los cristianos, son eucaristía. Éste es el Dios que hace a los hombres y mujeres capaces abrir entre ellos caminos y espacios de solidaridad intensa(cf. 1 Cor 3, 2), en gesto intenso de comunicación amistosa liberadora y sabrosa 

Por eso, las palabra central “esta es mi carne”, “ésta es mi sangre” no es exclusivas de un sacerdote que planea sobre la comunidad, sino de todos y cada uno de los presentes,  hombres y mujeres, que con-celebran la eucaristía. Cuando un niño puede entender y decir esas palabras empieza a ser ministro eucarístico, sacerdote de la nueva alianza en la Iglesia… Esas palabras son de Jesús, el Cristo, haciéndose palabras de cada uno de los celebrantes, es decir, de todos los cristianos. 

Por eso, una eucaristía escuchada de lejos (como por televisión) no sería eucaristía (para aquel que así la mira). Una eucaristía de celebrante aislado tampoco es cristiana. Sólo hay celebración de Jesús allí donde un grupo de cristianos celebran su vida (la propia del grupo, la misma de Jesús) y se regalan mutuamente vida humana (que es ya divina), en el gesto del pan/vino, en la palabra compartida, en la mirada de amor.

Por eso, palabra de Jesús (¡esto es mi cuerpo, ésta es mi sangre!) no es una palabra separada de la vida, sino que ha de ser la “vida misma” que dicen y comparten todos los fieles, sacerdotes del gran “sacrificio” de Dios, que es la misma comunión de amor de los hombres y mujeres en la tierra.

Esa experiencia y palabra de amor eucarístico es la esencia del camino cristiano, de tal manera que sólo quien se atreve a recorrerlo (con el riesgo de perderse o poder equivocarse) vive plenamente en Jesús (viviendo por él en los demás, especialmente en los expulsados y perdidos de la tierra). Éste es el recuerdo de Jesús, esta es su anámnesis

 Recordar a  Jesús. Eucaristía como anamnesis

La Eucaristía es recuerdo y presencia de Jesús, Hijo de Dios, Hombre en plenitudrealizado (Hijo del humano). Por eso, al celebrarla retornamos a las raíces mesiánicas, aprendemos el oficio gozoso de ser hombre y /o mujer, en el rito liberador y enamorado de darnos mutuamente vida.  Este es el único oficio, la tarea gozosa y salvadora de la historia: aprender a ser (hacerse) humanos en plenitud, con el mismo Dios que en Jesús ha querido en compañero nuestro, entregando su cuerpo y sangre por/con el intento. Recordar significa repetir y actualizar, no de una forma literal o esclavista, como si nada hubiera pasado desde entonces, sino en libertad creadora. La iglesia no puede limitarse a copiar lo que hizo Jesús, sino que ha de hacerse ella misma Jesús (=comunidad mesiánica), actualizando en la historia actual la fiesta mesiánica del pan compartido y la sangre entregada, en camino de resurrección.

Epíclesis, Invocación del Espíritu Santo. 

   Por dos veces, en el centro de la gran Oración Eucarística del rito oriental y latino (en general), los fieles invocan al Espíritu Santo: para que actúe sobre los dones ofrecidos (pan y vino) y sobres los celebrantes, convirtiéndolos en carne/sangre de Cristo; para que venga sobre los fieles, de forma que ellos mismos sean (seamos) en plenitud Cuerpo mesiánico podamos vivir en comunión, dando la sangre (vida) unos por otros.

 La Eucaristía es presencia creadora del Espíritu de Dios en Cristo, poder de amor que nos permite darnos vida unos a otros, diciéndonos así, con Jesús, como Jesús: Aquí estoy para ti, esto es mi cuerpo… Aquí esto contigo, ésta es mi sangre…. Aquí somos, en esta comida concreta, presencia de Dios.

Eucaristía y Trinidad

 Las reflexiones y experiencias anteriores han querido mostrar que el verdadero Dios aparece y actúa como Madre fundante y Amigo/Esposo universal, en Cristo.   No está fuera, en los bordes de la vida, ni se esconde en aquellos agujeros negros que aún no hemos logrado explicar con nuestra ciencia. Al contrario, este Dios vive y actúa en el centro de la vida: en su origen materno (Padre), en su camino de amor (Hijo), en su proyecto de familia (Espíritu Santo).

En este contexto se sitúa uno de los iconos teológicos más conocidos: la Trinidad de Rublev, con laescena de los “Convidados de Mambré” (Gen 18, 1-15), que es  la Encina Eucarística de Abraham. Tres seres divinos caminan por la tierra como peregrinos; Abraham les invita a comer y ellos se sientan, compartiendo vida y alimento. Así los ha visto el pintor, así los ha venerado la iglesia: sentados a la mesa, en torno a un plato de Cordero (signo de la entrega amorosa de Jesús), que puede estar simbolizado también por el pan y vino compartido.

Son tres, ángeles del cielo, peregrinos en la tierra, revestidos de cielo (cada uno con su color celeste) y sentados a la mesa, dialogando en gesto de felicidad completa. Ellos representan la belleza de Dios, la gloria que esperamos y se expresa ya (anticipada y fuerte) en la mesa compartida de Jesús. La familia humana, reunida en comunicación vital y personal, palabra y comida: este es el supremo signo trinitario, esta es la iglesia.

Por eso, la Trinidad cristiana es misterio del gozo y gloria que mana del ser fundante (Madre/Padre) y se expresa en la vida compartida (unión de Padre/Madre con el Hijo) y en unión de los cristianos, que se dan la vida, diciéndose los unos a los otros: ¡Esto es mi cuerpo, Ésta es mi sangre!), superando así todo egoísmo y toda muerte. Ésta es la experiencia suprema del Espíritu

No hay supremacía ni inferioridad: Dios no quiere ni puede humillarnos, poniéndose encima, como Alguien que por pura condescendencia nos visita y saluda a la caída de la tarde, sino que viene a quedarse y ser Dios en (por) nosotros,, de manera que en él somos (nos hacemos) plenamente hermanos y amigos, en fiesta de amor y resurrección. Por eso, el signo trinitario final no son el padre o la madre en cuanto tales, sino la familia entera, reunida en torno a la mesa, la comida fraterna, pan y vino, carne y sangre de hermanos, amor de enamorados.

Diez proposiciones  finales

La eucaristía constituye el centro de la experiencia cristiana. Pero, en sí misma, no es una experiencia solamente cristiana, sino que se encuentra vinculada a la experiencia universal de comer y comer juntos, dándose la vida unos a otros y comprometiéndose a compartirla. En ese sentido, lo que está en el fondo de la eucaristía es el sacramento de la comunicación universal. Por eso es importante vincular la eucaristía cristiana con otras experiencias religiosas y sociales de amor y vida compartida.

Históricamente, Jesús ha podido decir en la última cena las palabras centrales de la eucaristía, en la forma en que las ha conservado la tradición de la iglesia: Esto es mi Cuerpo… Ésta es carne, ésta es mi sangre (la nueva alianza en mi sangre).  Pero el dato histórico externo puede ser discutido, pues los estudiosos no están de acuerdo sobre la forma concfera de la última cena. Pero estoy convencido de que las palabras centrales de la eucaristía condensan de forma admirable lo que ha sido la vida de Jesús, expresada como anuncio de Reino, amor que cura y pan compartido, vino de Reino. Sin la referencia al Jesús histórico, la eucaristía cristiana pierde su sentido.

Tal como han sido recogidas, transmitidas y celebradas por la Iglesia, esas palabras eucarísticas han sido y siguen siendo pronunciadas por el Cristo Pascual. Ellas definen y actualizan su presencia: son la herencia y palabra que él nos ha dejado a sus discípulos, a todos los cristianos: Decid y Haced esto en memoria de mí. Pero esas palabras sólo son del Cristo en la medida en que las dicen con su propio “yo” los mismos cristianos, el conjunto de la iglesia. Ellas son el “dogma” central, la vida de la Iglesia. En esa línea, podemos y debemos decir que sólo son cristianos conscientes y maduros, en sentido activo, los que pueden ofrecer a los demás su cuerpo y su vida (como Cristo, con Cristo, en Cristo) diciendo: ¡tomad, esto es mi cuerpo…!

El Cuerpo de Cristo es ante todo la Iglesia, la comunidad de los creyentes reunidos, que recuerdan a Jesús y se comprometen a seguir realizado su obra, en comunicación de palabra, de amor, de vida (economía). Ellos, los cristianos reunidos en gesto de comunión y de misión evangelizadora, son (somos) la “res”, la realidad del Sacramento. No son los hombres y mujeres para el pan; es el pan para los hombres y mujeres. Por eso, el pan y vino son signo-sacramento real de la presencia de Cristo y de la comunicación entre los cristianos.

Esa presencia es “real”, siendo sacramental, una “presencia corporalizaea”. No es puro intercamgio de ideas o afectos intimistas… sino encuentro total de amor en unos signos económicos/alimenticios, que expresan el compromiso de dar y recibir, de compartir la vida. La realidad de la eucaristía es, por tanto, la comunión/comunicación de vida de todos los cristianos. La eucaristía no es algo que unos (los sacerdotes) hacen en nombre de todos, sino un gesto/don de amor que hacen y son todos los cristianos.

Referencia histórica. A lo largo de los siglos, las Iglesias han organizado la eucaristía de Jesús conforme a los modelos sociales y sacrales de cada tiempo. Lo han hecho bien, han conservado la eucaristía. Lo han hecho bien: han precisado el sentido “dogmático” de la celebración y de la vida cristiana, dentro de su contexto cultural, tanto en los diversos documentos de la Edad Media latina como en el Concilio de Trento. Esa historia sigue siendo normativa para los cristianos, pero no para encerrarse en ella, sino para seguir caminando desde ella.

La celebración solemne de la eucaristía, seguirá estando presidida por un ministro de la Iglesia, que en el momento actual, en la iglesia católica, es un obispo o presbítero varón. Ese tipo de celebración seguirá siendo oficial para la Iglesia oficial, mientras ella misma no cambia sus normas. En esa línea, es importante recordar y actualizar el pasado, un pasado definido por la organización y celebración jerárquica patriarcal de una eucaristía donde los celebrantes principales sólo han sido varones consagrados de un tipo especial. Esa historia ha sido positiva, pero es necesario completarla y actualizarla, desde el evangelio, desde la experiencia actual de la vida y desde el encuentro con las restantes religiones y culturas sociales. Pero lo que importa es la palabra-experiencia de Jesús y de la Iglesia, donde hombres y mujeres comparten el cuerpo y la sangre: la vida… Esa no es una experiencia de algunos cristianos especiales, sino de todos… Esa tiene que ser una experiencia integradora, en tres niveles.

Nivel particular. Cada comunidad cristiana puede y debe organizar su eucaristía, sabiendo que todos los cristianos son ministros de ella, por el hecho de estar bautizados (ser cristianos). Todos los cristianos, varones y mujeres, pueden y deben decirse “esto es mi cuerpo… tomad…”; todos son sacerdotes por don de Cristo.

Nivel de catolicidad. Las eucaristía cristianas han de estar vinculadas, formando un “cuerpo universal”, católico, mesiánico, de humanidad. En ese sentido, las eucaristías de las diversas iglesias  han de estar conectadas entre sí. La función del Papa y de las “autoridades” centrales de la iglesia no está en imponer un tipo de eucaristía, sino en mostrar y potenciar la unidad de todas las eucaristías.

La eucaristía es, finalmente, signo de apertura misionera: la Iglesia (el conjunto de iglesias) tienen que ofrecer al mundo la experiencia y realidad mesiánica del amor y del pan compartido; la misma eucaristía se expresa y traduce en forma de misión, tal como lo han puesto de relieve los textos evangélicos de las multiplicaciones de los panes y los peces.

Bibliografía.    

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Basurko, X. (1997), Para comprender la Eucaristía, Editorial Verbo Divino, Estella

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Gesteira, M. (1983), La Eucaristía, misterio de comunión, Cristiandad, Madrid (=Sígueme, Salamanca 1995)

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El Corpus y los refugiados:

La mesa de la eucaristía es larga, larga, larguísima

El Corpus y los refugiados
El Corpus y los refugiados

«Para aquellos ( responsables de la cosa pública o gente de a pie de calle) que todavía no saben o no quieren achicarse en la fila de los invitados al banquete para que quepan todos»

«Los náufragos de la globalización peregrinan inventando caminos, queriendo casa, golpeando puertas: las puertas que se abren, mágicamente, al paso del dinero, se cierran en sus narices»

«En la Jornada mundial del Refugiado que es vecina de la del Corpus, la fiesta del pan del Dios humanizado que se expone, se trocea y se reparte, conviene recordar como Jesús entendió su vida como una gran invitación»

«La mesa de la eucaristía es larga, larga, larguísima y además no excluyente. En ella muchos se quedan sin silla»

19.06.2022 | Jose Luis Pinilla

No hablo para los convencidos, sino para aquellos ( responsables de la cosa pública o gente de a pie de calle) que todavía no saben o no quieren achicarse en la fila de los invitados al banquete para que quepan todos.

Recojo de Eduardo Galeano algunas de sus frases: “Desde siempre, las mariposas y las golondrinas y los flamencos vuelan huyendo del frío, año tras año, y nadan las ballenas en busca de otra mar y los salmones y las truchas en busca de sus ríos. Ellos viajan miles de leguas, por los libres caminos del aire y del agua. No son libres, en cambio, los caminos del éxodo humano. Viajan desde el sur hacia el norte y desde el sol naciente hacia el poniente. Les han robado su lugar en el mundo. Han sido despojados de sus trabajos y de sus tierras. Muchos huyen de las guerras, pero otros muchos más huyen de los salarios exterminados y de los suelos arrasados. Los náufragos de la globalización peregrinan inventando caminos, queriendo casa, golpeando puertas: las puertas que se abren, mágicamente, al paso del dinero, se cierran en sus narices.

Muchos son cadáveres que la mar entrega a las orillas prohibidas o cuerpos sin nombre que yacen bajo tierra en el otro mundo adonde querían llegar”. Algunos consiguen colarse.

Quizás sean estos, algunos de los que están formando parte de las llamadas colas del hambre en muchos lugares, buscando alimentos o dignidad… o refugio

En la Jornada mundial del Refugiado que es vecina de la del Corpus, la fiesta del pan del Dios humanizado que se expone, se trocea y se reparte, conviene recordar como Jesús entendió su vida como una gran invitación– sin imponer ni obligar – a la fiesta final de Dios para todas las personas en tomo a una misma mesa. Donde quizás para “adelantarla” en nuestros tiempos debemos seguir el consejo de aquella canción del musical El Diluvio que viene: “un poquitín que os estrechéis y se podrán sentar“. Para que se sienten sobre todo los que no tienen pan, ni tierra, ni techo ni refugio.

A esta mesa como nuevo Lázaro apurando las sobras que caen de la comida de Epulón, quizás se nos acerque (Achnur nos los recuerda) Nzedha Ndrodza Alphosine, que en 2019, cuando la milicia atacó su hogar, fue una mujer desplazada al este de la República Democrática del Congo, y que salió de su aldea, en la provincia de Ituri, junto a su familia. Y ahora, en un campamento de desplazados en otra parte de Ituri, Nzedha teme no poder volver a su aldea nunca.

Campo de refugiados

La vida aquí es dura. En la aldea, mi esposo y yo teníamos una granja. Con la cosecha obteníamos costales de maíz que luego vendíamos. Podía generar ingresos. Pagaba la cuota de la escuela de mis hijos y podía darles todo lo que necesitaban. Ahora, no puedo costear la cuota”, contó Nzedha. “Me siento abatida. No sé qué hacer. Tenemos hambre, y muy poca comida. Siento tristeza por mis hijos”.

Un nombre, una familia, una historia más en la cola cruel – por ser casi interminable- de los que a finales de 2021, engrosaron el número de personas forzadas a abandonar sus hogares que llegó a 89,3 millones. Es decir, un 8% más en relación con el año anterior y más del doble de la cifra que se tenía hace diez años. Esta cifra incluye el récord de 27,1 millones de personas refugiadas y 53,2 millones de personas desplazadas internas (es decir, aquellas que abandonaron su hogar pero permanecieron dentro de su país). Asimismo, incluye 4,4 millones de personas de Venezuela desplazadas en el extranjero y 4,6 millones de personas solicitantes de asilo.

La mesa de la eucaristía es larga, larga, larguísimay además no excluyente. Sale de los templos y se prolonga en el mundo y en la calle ( Como el Pan consagrado expuesto en las procesiones de la vida), buscando invitados en “los cruces de los caminos”. Y en las cruces de la vida. Sobre todo en las fronteras (la geográficas y las de todo tipo) que Es la mesa infinitamente larga.

En ella muchos se quedan sin silla, en ese cruel juego donde solo los listos, los “rapidillos”, los poderosos, etc., se apoderan de ellas. Porque aún privamos de sentarse a la mesa a muchos (por todos Dios dio la vida), dependiendo del color, la religión, la raza y el origen de cada cual. Y dependiendo también de … los papeles .

Colas extranjería

Esos papeles para obtener el asilo y refugio, tan ansiados, por los que los piden en España y en el mundo. Aquellos por los que me dicen también pujan las mafias para obtenerlos y revenderlos

En lo que nos toca, en estos días – y siempre – hay que garantizar el derecho a solicitar asilo, a los que están en la cola pidiéndolos. Se acercan a las mesas de internet o de las ventanillas burocratizadas, pero no los alcanzan. Algo importante está en serio peligro. Me dicen que es tarea ímproba solicitar cita para pedir la solicitud. Y esto puede hacer que, a que los vienen huyendo de un país, los “saquen de la cola” de las solicitudes de asilo y queden expuestos a la expulsión si es que no han conseguido acceder a una acogida residencial preventiva.

Por eso para estas situaciones u otras parecidas es importante también flexibilizar los requisitos y procedimientos para otras solicitudes. Como la renovación y obtención de permisos de residencia y/o trabajo . Y así combatir la irregularidad sobrevenida además de fomentar la inclusión social y la igualdad de oportunidades, especialmente en contexto post COVID-19. Es necesario, es urgente, responder con agilidad política y administrativa tantas peticiones, en este caso, de asilo.

Ampliar la mesa del compartir supone pues ampliar los sistemas de acogida a personas que llegan, así como los sistemas mismos de acogida a solicitantes de protección internacional, garantizando plazas suficientes y unas condiciones mínimas de dignidad.

A la comunidad (política o religiosa), por ejemplo en Madrid, siguen llamando muchos a la puerta. A la Puerta del Sol y a las puertas de la noche. Que noche es para muchos la vida, cuando el sueño de alcanzar refugio se desvanece y desaparece de sus horizontes. Como se escapó el deseo de Nzedha y su familia de volver a sembrar, educar y vivir en su tierra Aunque el Señor de la Vida procesione por las calles de nuestras ciudades. Y pase a su lado. Y al nuestro. Muchos – como a los niños- le impedirán acercarse.

Corpus Christi

Un Dios a trozos y aparentemente destrozado

Corpus Christi: Un Dios que se da partido, a trozos.

Llamados a ser en común. La Eucaristía nos alimenta y nos empuja para construir y animar nuestra comunidad cristiana. No hay Eucaristía sin comunidad, ni comunidad cristiana si no es eucarística. La comunidad es el espacio donde creemos que podemos acompañar y ser acompañados, generar presencia, anuncio, denuncia y otro estilo de vida. En el detalle pequeño y oculto se despliega la fuerza radical del resucitado que se hace presencia real y oculta más allá de lo que tú comtemplas

Por José Moreno Losada

Queremos crear, desde el amor de Cristo que se nos da como pan, espacios liberados donde el que sufre, encuentra consuelo; donde el sediento, encuentra fuentes de vida y ánimo para saciarse y seguir caminando; donde el que necesita cuidado, acogida y cariño, encuentra la cercanía del otro que le dignifica y le reconoce en su dignidad de humano y de hijo de Dios. La dimensión socio caritativa de nuestra fe y de nuestras comunidades, alimentada eucarísticamente, ha de ser priorizada en nuestras parroquias, asociaciones, movimientos, congregaciones, en toda la Iglesia. Cáritas es un instrumento de concienciación y animación en este sentido, que nos invita a construir la casa de todos.

 Desde la comunidad cristiana, sabiendo que gente pequeña con cosas pequeñas y en pequeños lugares, vamos transformando como levadura y sal el mundo. El horizonte eucarístico de la Iglesia está claro: habitados y alimentados por la presencia real de Cristo en la Eucaristía, estamos llamados a ser eucarísticos, a ser pan partido y comido por los hermanos, especialmente por los que tienen hambre y sed de justicia. Así seremos los cristianos, prolongación de esta presencia real eucarística en medio del mundo, entre los hermanos, y seguiremos caminando hacia la Vida Eterna.

Correos de sacramentalidad y presencia real

ordenador

Así lo siento hoy al recibir un correo electrónico en mi dirección de la universidad:

“Soy …, alumna de doctorado de la facultad y ocasionalmente profesora sustituta en el departamento… Pero le conozco por otro motivo. Tuve el placer de conocerle cuando ofició el funeral de mi hermana. Tengo un agradable recuerdo de esa misa. Consiguió que el momento más doloroso de mi vida fuera bonito y mi hermana tuviera la despedida que se merecía, algo que alivió en gran medida nuestro dolor y que le agradeceremos siempre. Para que recuerde de quién se trata, le paso las bellas palabras que escribió en el periódico sobre ella… En esta ocasión le escribo porque el próximo año me gustaría casarme y desde el entierro de mi hermana supe que, llegado el momento, le pediría a usted si podría oficiar la boda. Para mí es importante porque creo que mi hermana estaría de alguna manera presente ese día con nosotros si usted oficiara la misa, pero también porque creo que tiene una sensibilidad especial para recoger el sentir de las personas a las que acompaña. A nosotras, en un ratito, supo conocernos bien. Por estos motivos, a mi pareja, Ángel, y a mí nos alegraría enormemente que pudiera estar con nosotros ese día.”

Repaso aquella nota del cuaderno de vida, ante la celebración del Corpus próximamente, y veo que es la mística del Dios troceado que hace pan de gloria y vida donde muchos sólo ven límites y exclusión… la presencia real de Cristo.

Un regalo divino y una madre “héroe”

madre

Me comunica el compañero de la parroquia que ha fallecido una persona de nuestra demarcación parroquial, que si puedo realizar su funeral el miércoles en la mañana. Me dice que es una chica de treinta y dos años, pero que no tenemos más referencias. Me paso hoy por el tanatorio, a última hora de la noche antes de regresar a casa, para conectar con la familia y situarme de cara al funeral que voy a celebrar mañana para orar por esta persona fallecida, junto a su familia y conocidos.

Al llegar me saludan conocidos de la parroquia que van a dar su sentido pésame a la familia y ya me dan pormenores interesantes de la situación. Alicia, la fallecida, tenía treinta y dos años y ha sufrido parálisis desde su nacimiento, siendo dependiente total. Su madre quedó viuda cuando ella tenía ocho años y otra hermana, Sara, cinco. Ha luchado  y se ha entregado por sus hijas como una “madre héroe”, sobre todo por la que más la necesitaba. Después del saludo, con su madre y su hermana, enseguida brota su sentir en estos momentos de dolor. Y según me van relatando lo que sienten y viven ante la muerte de la hija y la hermana, me voy sintiendo bañado de evangelio y de gracia vivida a borbotones. Su visión creyente y agradecida de la vida de esta criatura amada para ellas, me hace  emocionarme de encontrar tanta fe en la vivencia de una enfermedad y una limitación tan profunda.

Toda una vida llena de vida: presencia real

Al nacer, le pronosticaron un año de vida, consideran un regalo de Dios haberla tenido  más de treinta. Sara me dice, que la gente no puede imaginarlo, pero la sensibilidad que ella ha adquirido en la relación con su hermana es algo que no puede compararse con todos los estudios de su vida, ni con la riqueza. Su madre me dice que tiene una paz y una serenidad, en medio del dolor, de haber sido fiel en el amor, de haber amado y sentirse amada por ella, y que ahora todo su amor se centrará en Sara, a quien ha descuidado más porque podía volar por ella misma. Le sostiene la esperanza de que ahora va a ser cuidada por su padre, que ya la adelantó en el morir, y por el Buen Dios, que siempre ha estado junto a ella y ahora la tiene ya consigo para siempre. Tras orar con ellos ante el cadáver cuidado y rodeado de bellas flores blancas, de sencillez, pureza y hermosura, me vengo a casa, callado en el coche, dejando que el eco del encuentro se repita y se repita, y en él encuentro respuesta a esa pregunta tan constante para el hombre, sobre todo ante el dolor, la debilidad, la limitación: ¿Dónde está Dios?

Ante Alicia, ¿Dónde estaba Dios?

Y siento que el propio eco de lo recibido en minutos, se me hace grito y respuesta a la luz del evangelio que se ha hecho vida en esta persona y en la relación vivida con los suyos. Una vez más lo que dice el evangelio no es verdad porque lo diga el evangelio, sino porque es verdad en la vida, pasa realmente. Y así lo creo, se vuelve a cumplir lo de la verdadera señal de Dios:

“Esta es la señal, un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”

Dios se ha revelado en Alicia:

–          Envuelta en pañales y acostada en un pesebre: dependiente.

Dios se ha hecho fuerte en tu debilidad. Tú has  vivido y has luchado en tu limitación, has sido un referente de esfuerzo y lucha por vivir. Has llegado a la meta, lo has conseguido, has entrado triunfante en la gloria.

Dios ha sacado lo mejor de mucha gente desde tu debilidad.

Has sido sentido y sentimiento de Dios por el camino de lo frágil, de lo que no cuenta para el mundo ni para la sociedad. Nadie puede imaginar lo que tú valías, tu verdadero valor en el amor, nada más que los que te han querido y el Dios de la vida que ahora te ha protegido para la vida eterna.

No hay duda de que serás tú la que les abras la puerta del cielo a todos tus seres queridos cuando allí lleguen.  Y  con cantos, salto, brincos y carreras les abrirás todas las estancias, los caminos, las praderas del gozo y de la vida.

–          Rodeada de cariño y cuidados: Mayores. Abuelas, tíos, primos, jóvenes, niños…cuidados.

Dios se ha revelado sonrisa en tu rostro.

Juego en tu inocencia

Alegría en tu relación.

Gozo en lo gozado por ti.

cruz

Y en ti, Dios, ha sido fuente de cariño y de bondad para muchos.

–          Piedra angular: Centro de vida para su madre y su hermana.

La piedra que desecharon los arquitectos –un año- ha sido piedra angular, un edificio triangular, rodeados de su familia. Nada de descarte, clara opción: no ha sido un castigo ha sido un regalo de Dios. Dice su madre: “Tu nos la diste y ahora te la entregamos agradecidos y esperanzados, sabiendo que tú la vas a cuidar con mimos divinos que acabarán con todos sus límites.”

–          Fuente y Lugar de la mayor sensibilidad.

Dice su hermana: No seríamos las personas que somos sin ella, no sentiríamos lo que sentimos, ni con todos los estudios del mundo.

Nos has dado la riqueza de sentir de un modo especial y único, que no todos lo entienden ni lo comprenden, lo que Dios enseña a los sencillos de corazón.

–          Oración de la madre ante la vida ultimada de Alicia:

¿Cómo te podremos pagar Señor, todo el bien que nos has hecho con Alicia?

–          Alzaremos la copa de la salvación e invocaremos tu nombre, y anunciaremos ante toda la asamblea que el Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres.

 Grande porque nos eligió para ser portadores del tesoro de la vida de Alicia, un tesoro en vasija de barro, que hemos cuidado con amor hasta su último suspiro.

 Porque has atendido nuestro ruego pedigüeño de que no sufriera para morir y que  ella  me antecediera en la marcha  y se fuera abrazada maternalmente hasta el último momento, para que así me puedas abrir las puertas del paraíso cuando  llegue yo también a la plenitud, contigo y con papá, y  allí nos encontremos definitivamente para no morir ni sufrir, sino solo gozar llenos de vida y de ilusión sin fin”

 Aquel día como sacerdote, fui a conocer, consolar, y salí confortado, reconocido y fortalecido en mi fe. Gracias Alicia, gracias familia, que Dios os bendiga y sintáis pronto el ciento por uno de todo lo amado. Ya no te veremos en tus sillas de ruedas, en tus paseos por el barrio y la zona, ahora serás tú la que, gloriosa desde el cielo, nos veas, nos sonrías y nos alegres la vida a los que vamos deambulando y muchas veces tropezando por este valle de esperanza.

Ese día comulgamos con el Cristo glorioso en la celebración eucarística de despedida de Alicia, pronto, Dios mediante, lo haremos también con la misma presencia de Cristo resucitado en el pan de la Eucaristía, cuando celebremos el amor de esta pareja, Sara  -su hermana- y Ángel. Gracias Padre por hacerte cada día pan partido en el camino de la vida y alimentarnos a los que te buscamos en la vida de lo diario y en el corazón de lo humano.

Jueves Santo

La eucaristía, cuidado singular de Jesús a sus discípulos

Que nos lavemos los pies unos a otros

Por | Rufo González

Comentario: “Lo que he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis” (Jn 13,1-15)

Titulares sobresalientes del Vaticano II sobre la eucaristía: “Fuente y cima de toda la vida cristiana” (LG 11). “En ella se contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, a saber, Cristo mismo… Es fuente y culminación de toda evangelización… Es el centro de toda la asamblea de los fieles que preside el presbítero” (PO 5). “Ninguna comunidad cristiana se edifica sin que tenga su raíz y quicio (`radix´, `cardo´: bisagra, gozne, pernio, charnela) en la celebración de santísima Eucaristía” (PO 6). “El Señor dejó a los suyos prenda de su esperanza y alimento para el camino” en la Eucaristía (GS 38). Comentar estos titulares es una hermosa homilía.

La Cena de Jesús, “la original”, tiene pocas afinidades con la misa, su “reproducción” hoy. Celebra idéntico misterio: el cuidado de Jesús a sus discípulos: acompaña, inspira y alimenta. El modelo actual presenta casi toda la vida eclesial activa: une, reconcilia, habla, dialoga, recuerda la entrega de Jesús, reúne a vivos y difuntos, alimenta, agradece, envía al reino. Pero sigue, como escribe Pepe Mallo, “el excesivo ritualismo, ataviado con ropajes, expresiones, ademanes, que más bien asemejan una representación teatral que al recuerdo de la Cena del Señor. De expresar servicio ha pasado a “ser vicio”, de “cena” a “escena”. La ostentación es reflejo evidente de privilegio y poder… Afán exhibicionista: bicornios mitrales, lujosos báculos, vistosas cruces pectorales, casullas multicolores… Ostentación y segregación, separación de clero y fieles. ¿Qué aportan al recuerdo de la Cena del Señor los “ornamentos”? Lo define la propia palabra: adorno, suntuosidad, ornato. Jesús se pronunció contra el vestido como ostentación sacral: “¡No hagáis como ellos hacen!… pues agrandan sus distintivos religiosos (filacterias) y alargan los adornos (flecos) de sus mantos” (Mt 23,5)… Jesús y discípulos vistieron como hombres y mujeres de su tiempo, sin distinguirse por la ropa” (Blog “Atrévete a orar”. RD 05.03.2022). Sin duda, caben configuraciones nuevas, más inteligibles y eficaces pastoralmente. 

Juan sustituye el relato la Cena (ya en Jn 6, 23-50) por el lavatorio de los pies. Es un signo del cuidado fraternal que exige la Eucaristía. “El abuso de la celebración de la Eucaristía, según Pablo, no es la alteración de ritos, pues cada comunidad tenía sus ritos y y costumbres, sino el no compartir los alimentos con los hermanos más necesitados” (F. Bermúdez, “Nos va la fiesta. Recursos para celebraciones de la fe”. Pág. 19. Moceop. Albacete 2020) Sin cuidar de los hermanos, la eucaristía es una farsa, un sinsentido, un absurdo, un imposible cristiano: “vuestras reuniones causan más daño que provecho… ¿Tenéis en tan poco a la Iglesia de Dios que humilláis a los que no tienen?” (1Cor 11,22).

También en la cena de Jesús había egoísmo mezclado con amor. El egoísmo de Judas Iscariotes busca poder, dinero y brillo, produce envidia e insolidaridad, acarrea traiciones, mentiras… También la protesta de Pedro expresa egoísmo: no quiere que se pierdan las categorías y rangos mundanos. Tras la resurrección lo entenderá. El amor brilla en Jesús: “Os he dado ejemplo para lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis”. Jesús, Maestro y Señor, ama y cuida sin imposición. Contagia el amor gratuito del Padre. Nos da su Espíritu para que sigamos su camino de cuidados a toda la creación. Capacita para actuar como el Padre “que hacer salir el sol y bajar la lluvia sobre justos e injustos” (Mt 5,45). 

Oración: “Lo que he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis” (Jn 13,1-15)

La eucaristía, Jesús, es “la hora” de tu entrega definitiva:

tras percibir que puedes ser asesinado de inmediato;

tras redoblar la confianza en el amor del Padre;

tras querer expresar a los discípulos el sentido de tu vida;

decides dejarles el memorial de tu presencia definitiva:

tu cuidado permanente, tu cercanía asombrosa…

Tu presencia resucitada nos cuida de muchos modos:

dándonos tu Espíritu en el agua bautismal;

fortaleciéndonos para ser tus testigos;

perdonando nuestros desvaríos sin cesar;

convocándonos en tu nombre:

para hacer memoria de tu vida entregada,

para dar gracias al Padre contigo por su Amor,

para alimentarnos con el pan y el vino de tu presencia;

consolándonos en la debilidad enferma de nuestra vida;

bendiciendo nuestros amores interpersonales;

desplegando carismas de servicio para el cuidado común;

haciéndonos ver tu presencia en cualquier necesitado…

El problema somos nosotros, tan limitados:

tardos en entender y en vivir tu presencia;

apegados a fuerzas opresoras por dentro y por fuera;

cegados por el ajetreo diario sin ver tu voluntad amorosa;

sordos al cuidado de los más débiles y empobrecidos.

Tu reino es fruto del cuidado fraternal:

que nace del amor del Padre, dador de vida;

que respeta y procura derechos y deberes humanos:

“derechos y deberes universales e inviolables… 

lo que necesitamos para una vida verdaderamente humana,

como son el alimento, el vestido, la vivienda,

el derecho a la libre elección de estado y a fundar una familia,

a la educación, al trabajo, a la buena fama, al respeto,

a una adecuada información,

a obrar de acuerdo con la norma recta de la conciencia,

a la protección de la vida privada

y a la justa libertad también en materia religiosa” (GS 26).

Adelantando muerte y resurrección, te haces cuidado ilimitado:

acompañas y trabajas como el Padre en nosotros (Jn 5,17);

creas una singular presencia de cuidado permanente:

presencia real, segura, de Hijo de Dios y Hermano nuestro.

Al comer el pan y beber el vino en memoria tuya,

nos dejamos asimilar por Ti, Jesús resucitado;

nuestra vida se va transformando en vida como la tuya;

nos “ceñimos con toalla” de servicio hasta la muerte;

“lavamos y secamos los pies” para que tengan vida;

no imponemos más leyes que el Evangelio;

alentamos ministerios y carismas de cuidado servicial;

así hacemos tu fraternidad, tu Iglesia.

Preces de los Fieles (Jueves Santo. 14.04.2022)

La Cena de Jesús y el Lavatorio de los pies son la esencia de nuestra fe, de nuestra vida cristiana, de nuestra Iglesia. Cenar con el Señor y lavar los pies a los hermanos es nuestra actividad esencial. Pidamos centrar nuestra vida en el cuidado servicial, diciendo: “Que nos lavemos los pies unos a otros”.

Por toda la Iglesia:

– que promueva y viva los derechos y deberes humanos;

– que sea espejo de transparencia, de respeto, de ayuda mutua…

Roguemos al Señor: “Que nos lavemos los pies unos a otros”.

Por las intenciones del Papa (abril 2022):

– que “los sanitarios atiendan enfermos y ancianos, sobre todo en los países más pobres”;

– que “el personal sanitario sea apoyado por los gobiernos y las comunidades locales”.

Roguemos al Señor: “Que nos lavemos los pies unos a otros”.

Por los servidores de las comunidades:

– que sean elegidos por todos, sin discriminación de género ni estado civil;

– que los obispos y presbíteros casados puedan ejercer su ministerio del Espíritu.

Roguemos al Señor: “Que nos lavemos los pies unos a otros”.

Por la comunidad internacional:

– que evite las tragedias humanas: guerras, refugiados, hambrunas…;

– que cuide el reparto de los bienes para que lleguen a todos.

Roguemos al Señor: “Que nos lavemos los pies unos a otros”.

Por los más vulnerables:

– que sean el centro de nuestra preocupación y cuidado;

– que se unan y trabajen por solucionar sus problemas.

Roguemos al Señor: “Que nos lavemos los pies unos a otros”.

Por esta celebración:

– que nos dé a gustar internamente la alegría del amor;

– que nos vincule a unos con otros para el cuidado mutuo.

Roguemos al Señor: “Que nos lavemos los pies unos a otros”.

Bendice, Señor, nuestros deseos. Danos tu Espíritu que nos anime al servicio y cuidado mutuos, siguiendo tu camino. Te lo pedimos a ti, Jesús resucitado, que vives por los siglos de los siglos.

Amén.

¿Renovar nuestras celebraciones?

Necesitamos ‘otra’ misa, es decir, otra Iglesia, para que ésta lo sea

Liturgia
Liturgia

«En el batiburrillo -y algo más-, orquestado alrededor de las misas tridentinas, en latín y de espalda, será de provecho para los ‘feligreses'»

«Convertida la misa en ‘precepto’ dominical y festivo, pierde parte importante de la teología y de la Biblia sobre la que se asienta»

«Las misas en latín son casi todo, menos misas. Estas son Evangelio, común-unión. Además, son “homilía”. Es decir, ‘charla de amistad'»

«Cobrar aparte la homilía o sermón es un mal negocio, además de haber tenido que ‘sufrir’ la ceremonia y el rito en latín… sílabas y tonos y el aburrimiento las cortejan de manera inequívoca y ritual»

«Subscribo mayoritariamente el ‘adelanto de una misa presidida por un no sacerdote’, y con todos los pasos litúrgicos dados para su celebración y que fuera publicado en RD con la firma de Juan Masiá, S.I.»

Por Antonio Aradillas

En el batiburrillo -y algo más-, orquestado alrededor de lasmisas tridentinas, en latín y de espaldas -¡siempre de espaldas!- al pueblo, cualquier reflexión sobre el tema, su liturgia, teología y pastoral será de provecho para los “feligreses”, o ”hijos de la Iglesia”, tal y como salmodia su etimología de “filii Eclessiae”.

Esta es lisa y llanamente la intención de estas sugerencias, después de recordar que “en la misa se celebra el sacrificio del cuerpo y la sangre de Jesucristo, bajo las apariencias del pan y del vino”, que es la Eucaristía, y de descubrir que entre sus acepciones destacan, por ejemplo, la de “como si dicen misa” (expresión que se usa para indicar indiferencia o despreocupación, o la de “no saber de la misa la media/mitad”, que equivale a reconocer ignorancia o no entender gran parte del asunto de que se trata”.

“Oír”, “estar”, “dar”, “ir”, “asistir” a la misa, son expresiones que delatan la nesciencia-ignorancia que padecen los fieles y, en ocasiones, los mismos celebrantes, no todos conscientes, ni siquiera de lo que etimológicamente significa “misa” y sus porqués.

Convertida la misa en “precepto” dominical y festivo, -“norma u orden a cumplir bajo pena de pecado grave”- pierde parte importante de la teología y de la Biblia sobre la que se asienta.

La pregunta frecuente de cuánto vale o cuesta, una misa, y además si es “gregoriana”, con uno o más curas, cantada o rezada, y encargarla previo conocimiento del precio establecido en aranceles y tasas parroquiales, con el correspondiente aditamento de si el celebrante “principal” es obispo, con capa magna o sin ella, aminora la santa eficacia de la misa en sufragio de los fieles difuntos, o en agradecimientos a favores recibidos o por recibir. Las misas -el sacramento de la Eucaristía – i se compra ni se vende.

Las misas en latín son casi todo, menos misasEstas son Evangelio, común-unión, banquete eucarístico y entrenamiento y ejercicio de padrenuestro, comunicación, presencia, cercanía, fraternidad, humildad, reconciliación y humanidad.

Misa

Además, son “homilía”. Es decir, “charla de amistad” en la que intervienen también laicos y laicas, e impiden que ellas-las homilías- sean “sermones”, con su carga académica de “reñir” o “reprender” sistemáticamente al personal. “Sermonear” no es verbo sagrado y menos litúrgico.

Cobrar aparte la homilía o sermón, es un mal negocioademás de haber tenido que “sufrir” la ceremonia y el rito en latín, de cuya lengua está ignorante el pueblo de Dios y el otro, con eso de los múltiples cambios impuestos por las Leyes de Educación, al dictado de los políticos o politiquillos de turno.

Las homilías, lo mismo en latín que en castellano y otras lenguas vernáculas, muy difícilmente ayudaron a enseñar el santo Evangelio y a la conversión. Su lenguaje y tono con clericales por todos sus gestos, sílabas y tonos y el aburrimiento las cortejan de manera inequívoca y ritual.

Vestidos y revestidos los celebrantes “de raro”, con gestos, signos y símbolos tan paganos, es -suele ser- muy cicatero y corto el interés por seguir el ritmo de los principales episodios de las misas, como son la Consagración, darse la paz, recibir y practicar la Comunión y convencerse de que la misa capacita y entrena para la “misión” confraternal de la vida real.

El altar, su liturgia y adornos en las misas solemnes o pontificales, jamás podrán identificarse o confundirse con pasarelas en las que obispos o aspirantes a serlo, lucen sus atuendos litúrgicos, con sus bordados y pedrerías, impropias de actos eminentemente sagrados y sacramentales.

No es de extrañar, por tanto, que a los parroquianos les resulte inimaginable identificar a Jesús, a sus apóstoles y a las santas mujeres, en la Santa Cena y en otras familiares, amistosas o sociales.
Y, mencionando a las mujeres, ¿cuándo, cómo y por qué ellas no presiden ya las celebraciones litúrgicas, al igual que lo hacen los señores curas u obispos, por el hecho simplemente orgánico y “natural” de haber nacido “varones”?

¿Como es posible que, con un mínimo de cultura litúrgica religiosa, se añoren los tiempos de las misas en latín a las que “se asistía” para cumplir el precepto, y en las que se rezaba el santo rosario, se hacía el Vía Crucis, se confesaba o se atendían otras devociones?

De por sí y porque sí, no habría que rechazar como imposible la participación en las misas de miembros de otras religiones e Iglesias, desde el feliz convencimiento de que Jesús no le obstaculizara a nadie hacerlo en las suyas, sin tener que someter a un previo examen de conciencia, o de ideología, a los “compa-ñeros”, o partícipes del mismo pan, que era, y sigue siendo, ÉL?

NOTA: Subscribo mayoritariamente el “adelanto de una misa presidida por un no sacerdote”, y con todos los pasos litúrgicos dados para su celebración y que fuera publicado en RD con la firma de Juan Masiá, S.I.

El esquema que caracteriza y rige las misas en sus versiones privadas y también en las solemnes, está falto de actualidad, pastoral, teología y verdadera liturgia, al igual que sobrado de ceremonias, ritos y palabrerías obsoletas e incomprensibles. Le sobra clericalismo y episcopalidad, y le falta evangelio y actualización de la doctrina cristiana. Apostamos por su pronta, santa y profunda reforma. Necesitamos “otra” misa, otra liturgia, es decir, otra Iglesia, para que esta lo sea -y lo será- de verdad.

La Buena Noticia del Dgo. 19º-B

Alimentados con el Espíritu de Jesús

Yo soy el pan de vida

Lectura del santo evangelio según san Juan (6,41-51):

En aquel tiempo, los judíos criticaban a Jesús porque había dicho: «Yo soy el pan bajado del cielo», y decían: «¿No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?»
Jesús tomó la palabra y les dijo: «No critiquéis. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: «Serán todos discípulos de Dios.» Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ése ha visto al Padre. Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.»

Actualización del mensaje

Lo más atractivo de Jesús es su capacidad de dar vida. El que cree en Jesús y sabe entrar en contacto con El, conoce una vida diferente, de calidad nueva. Juan se atreve a decir que “el que coma de este pan vivirá para siempre”.
Si, en nuestras comunidades cristianas, no nos alimentamos del contacto con Jesús, seguiremos ignorando lo más esencial y decisivo del cristianismo.
Si, en la iglesia, no nos sentimos atraídos por ese Dios encarnado en un hombre tan humano, cercano y cordial, nadie nos sacará del estado de mediocridad en que vivimos de ordinario.
Si Jesús no nos alimenta con su Espíritu de creatividad, seguiremos atrapados en el pasado y no tenemos nada que decir a los hombres y mujeres de hoy.
¿Cómo es nuestra relación personal con Jesús, el Cristo?
¿De qué forma nos alimenta Jesús son su Espíritu de creatividad?
¿Cómo es nuestra cooperación para engendrar y alimentar la fe en el corazón de los hombres y mujeres de hoy?

Pan bajado del cielo

Invita Dios-Amor a Eucaristía,
la mesa de la entrega y la esperanza,
fiesta de gratitud y de alabanza,
se reparten raciones de alegría.
Hay pan en los caminos de la vida
y vino en el desierto torturante;
el cielo generoso sin medida,
y el mismo Dios del hombre se ha hecho amante
se ha amasado en carnal y tierna harina
por ser nuestro alimento y medicina.
                                                                                                               Rafael Prieto Ramiro

La Buena Noticia del Dgo. 18º – B

Pan partido para un mundo nuevo

Yo soy el Pan de vida

Lectura del santo evangelio según san Juan (6,24-35):

En aquel tiempo, al no ver allí a Jesús ni a sus discípulos, la gente subió a las barcas y se dirigió en busca suya a Cafarnaún. Al llegar a la otra orilla del lago, encontraron a Jesús y le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo has venido aquí?” Jesús les dijo: “Os aseguro que vosotros no me buscáis porque hayáis visto las señales milagrosas, sino porque habéis comido hasta hartaros. No trabajéis por la comida que se acaba, sino por la comida que permanece y os da vida eterna. Ésta es la comida que os dará el Hijo del hombre, porque Dios, el Padre, ha puesto su sello en él.” Le preguntaron: “¿Qué debemos hacer para que nuestras obras sean las obras de Dios?” Jesús les contestó: “La obra de Dios es que creáis en aquel que él ha enviado.” “¿Y qué señal puedes darnos –le preguntaron– para que, al verla, te creamos? ¿Cuáles son tus obras? Nuestros antepasados comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: ‘Dios les dio a comer pan del cielo.’” Jesús les contestó: “Os aseguro que no fue Moisés quien os dio el pan del cielo. ¡Mi Padre es quien os da el verdadero pan del cielo! Porque el pan que Dios da es aquel que ha bajado del cielo y da vida al mundo.” Ellos le pidieron: “Señor, danos siempre ese pan.” Y Jesús les dijo: “Yo soy el pan que da vida. El que viene a mí, nunca más tendrá hambre, y el que en mí cree, nunca más tendrá sed.”

Actualización del mensaje

La mayor preocupación de todos suele ser “el pan”, o sea, no pasar necesidad.

La gente sigue a Jesús por el pan material, pero El les dice que busquen el alimento superior, el que da “vida eterna”, que no se refiere a la “otra vida”, sino a “una vida distinta de la existencia de antes”.

Viene a decir que no basta el interés por la comida, sino que lo determinante es una vida en la que se imponga la bondad, el respeto y la solidaridad.

Esta nueva vida se alcanza por medio de la fe, es decir, la adhesión a Jesús, a su mensaje, a su forma y estilo de vida.

-Cuáles son nuestras mayores preocupaciones?

-En qué consiste “la vida nueva” que se alcanza por la fe?

-Cómo ponemos en práctica esa fe, en la forma y el estilo de Jesús?

Mi cuerpo es comida

Mis manos, esas manos y tus manos
hacemos este gesto, compartida
la mesa y el destino como hermanos.
Las vidas en tu muerte y en tu vida.

Unidos en el pan los muchos granos,
iremos aprendiendo a ser la unida
ciudad de Dios, ciudad de los humanos.
Comiéndote sabremos ser comida.

El vino de sus venas nos provoca.
El pan que ellos no tienen nos convoca
a ser contigo el pan de cada día.

Llamados por la luz de tu memoria,
marchando hacia el Reino haciendo historia,
fraterna y subversiva Eucaristía.

Pedro Casaldáliga