La Buena Noticia del Dgo: Fiesta de la Ascensión

Seréis mis testigos

La hora de la Palabra

La fiesta de la Ascensión nos recuerda que terminada la presencia histórica de Jesús, vivimos el tiempo del Espíritu

El Señor asciende al cielo, pero no nos deja solos. Nos deja palabras y gestos que, ni los tiempos más difíciles, lograrán eclipsar. El nos dice: «Seréis mis testigos».   En medio de un mundo duro, injusto y violento, tenemos que trabajar por la paz y la justicia para hacer otro mundo más humano, donde podamos vivir todos con dignidad.

Es la hora de la madurez; es el tiempo de llevar a la práctica el mensaje de Jesús. ¡Es nuestro tiempo! Por eso «no podemos quedar mirando al cielo».

Lectura de la Palabra

Juan 14,15-21

Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor

Lectura del santo evangelio según san Juan:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque vive con vosotros y está con vosotros. No os dejaré huérfanos, volveré. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy con mi Padre, y vosotros conmigo y yo con vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él.»

Comentarios a la Palabra

                                                             La hora de la glorificación – La Ascensión del Señor  –A  –    Mt 28,16-20

Mons. Romero dice[1]:  “El Evangelio de hoy d ice, repitiendo las palabras de Cristo: “sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. ¡Qué consuelo más grande!.  … A Cristo ya no lo vemos caminar y su presencia entre nosotros es todo esto: esperanza, riqueza de gloria, grandeza de poder. La Iglesia por eso , va tan confiada. No se apoya, la Iglesia, en los poderes de la tierra, en las riquezas de los hombres; se apoya en Cristo, que es su esperanza, la riqueza de su gloria, fuerza de su poder.   Cristo vive aquí, no con una presencia física limitada a un pueblecito en Palestina; Cristo vive ahora en cada cantón, en cada pueblo, en cada familia donde haya un corazón que ha puesto en Él su esperanza, donde hay un afligido que espera que pasará la hora del dolor, donde hay un torturado, hasta en la cárcel está presente, en el corazón del que espera y ora.  Cristo está presente ahora  con nuestra presencia mucho más viva que cuando peregrinó treinta y tres años entre nosotros.  Cristo vive, hermanos, y vive en su Iglesia, glorificado a la diestra del Padre, presente, hecho esperanza y fuerza entre sus peregrinos de la tierra.  Esta el la glorificación del hombre en Cristo. ¿Qué aflicción puede haber, entonces, para este Cristo, para nosotros que somos el Cristo de la historia?

La narración de la ascensión se sitúa en una cosmovisión que ya no es la nuestra: el cielo arriba, la tierra en medio, y abajo el fuego eterno. Esta confusión no facilita hoy la comprensión del mensaje de la ascensión como Buena Nueva de Dios. El relato también se sitúa en una imagen de Dios que ya no es la nuestra: Dios sentado en algún lugar de su trono en el cielo: ahora con el Resucitado «ascendido a los cielos» a la derecha del Padre, allí en ese trono, supervisándolo todo.

La narración de la ascensión en el libro de los Hechos de los Apóstoles (1.11) incluye felizmente a los dos hombres de túnicas blancas que les preguntan «¿qué están mirando al cielo?». Este es también un mensaje importante para nosotros: no necesitamos mirar a las estrellas por la noche, al cielo azul o nublado durante el día, porque no se trata de eso. En el Evangelio de Mt, la última frase, también las últimas palabras del Resucitado, es «Yo estoy con vosotros todos los días, hasta la consumación de este mundo». Se trata ahora de la nueva presencia de Cristo con nosotros, hoy, en esta historia de los hombres. Recordemos también sus propias palabras: «Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, yo estoy en medio de ellos» (Mt 18,20). Esto se convierte en un mensaje reconfortante y esperanzador para la comunidad cristiana, una minoría dentro de una sociedad secular, o una minoría dentro de las iglesias populares tradicionales. Podemos abrirnos a Su presencia entre nosotros si realmente nos reunimos en Su Nombre (en Su Presencia). Esta es (¿ha sido?) una fuerte experiencia de las comunidades eclesiales de base en sus encuentros para encontrar la Luz del Evangelio, en sus celebraciones, en su misión evangelizadora. No se trata entonces de las explicaciones de los especialistas de la Biblia, sino de la empatía fiel y de la escucha de las historias del Evangelio.  Y, de repente, todo se aclara, como en el relato de los dos del camino a Emaús: «¿No ardía nuestro corazón cuando nos hablaba por el camino y nos abría las Escrituras?». Le reconocieron al partir el pan. (Lc 24,31-32). Allí donde se parte, se comparte y se distribuye el pan (la vida), allí está Él presente. En la convivencia y en el Evangelio, los creyentes reconocen Su Voz y comprenden Su acción solidaria y liberadora, entonces y también hoy.

Monseñor Romero señala también los caminos por donde podemos encontrarnos con Él hoy. «Cristo vive ya en cada aldea, en cada pueblo, en cada familia donde hay un corazón que ha puesto en Él su esperanza». Tal vez lo que se está indicando aquí es que sólo quien lo busque lo encontrará; quien espere en Él se encontrará con Él; quien se abra a Él podrá experimentarlo.

En su nueva presencia, Cristo no se impone a la fuerza. Nadie está obligado a verle o a encontrarse con Él. Él se ofrece. «Cristo vive ahora, donde hay un enfermo que espera que pase la hora del dolor, donde hay un torturado, incluso en la cárcel Él está presente, en el corazón del que espera y ora». Aquí pensamos en la parábola de Mt 25. Podemos encontrar al Resucitado en nuestro encuentro con los pobres, con los que tienen hambre y sed, con los emigrantes y refugiados, con los enfermos, con los que no tienen ropa (vivienda), con los que están en la cárcel. Se trata, pues, de todas las personas vulnerables y heridas, cercanas y también lejanas. Gracias a los medios de comunicación, sabemos bastante bien lo que ocurre en los países del Sur, en los países en guerra, en los lugares afectados por terremotos, inundaciones o sequías prolongadas.

También sería importante entonces compartir unos con otros cómo Lo  vemos, Lo encontramos, dejamos que nos hable y nos llame a un testimonio vivo y liberador.

«Cristo está mucho más vivamente presente ahora que cuando peregrinó entre nosotros durante treinta y tres años», decía Mons. Romero. Hoy podemos entender aquellas viejas palabras «ascendido a los cielos, glorificado a la derecha del Padre» como «estar presente, hecho esperanza y fuerza entre sus peregrinos de la tierra». Él vive así en la Iglesia que, siendo humana, y por tanto cayendo y levantándos, quiere siempre encontrarle de nuevo y dar testimonio de Él. «¿Por qué inquietarnos?», se pregunta Mons. Romero, cuando Él está tan presente entre nosotros.

Muchos no cristianos solidarios también se preocupan seriamente por nuestros semejantes. En esto podemos ser aliados en la lucha contra la injusticia, por la paz, por la hospitalidad, por un humanismo más genuino. Para los cristianos, esos encuentros con «personas heridas y vulnerables» significan también encuentros con el Resucitado, que evoca, fortalece, anima, da esperanza y nos abre a nuestra dimensión divina. No se trata sólo de nuestra vida o de nuestro futuro. Por eso, podemos creer en aquella pregunta de Mons. Romero: «¿Por qué hemos de estar ansiosos?». Por enorme que sea la tarea, merece la pena.

Una nota personal. Estos días me han vuelto a permitir visitar a alguien (cada 14 días) en la cárcel. Un encuentro y una conversación de 45 minutos. Un oasis en medio del tan monótono y a veces desesperante tiempo de detención. Estos días, he vuelto a visitar a algunas personas muy mayores en el asilo cercano. Conversaciones a veces breves, a veces más largas. Ojos agradecidos de personas que esperan que alguien les visite y les escuche. En la mesa de plática con personas que están aprendiendo el Neerlandés de esta semana, vi los ojos brillantes de un migrante sirio que podrá empezar a trabajar dentro de unas semanas, pero también vi las lágrimas en los ojos de otro migrante sirio que, con su esposa y sus cinco hijos, tendrá que dejar su actual casa de alquiler dentro de un mes y no encuentran una vivienda adaptada para siete personas. También en esa conexión con la gente, el Resucitado me habla y me llama… En el camino Él siempre nos guiará. Permitirme experimentar esa Presencia es una profunda alegría llena de gracia.

Algunas preguntas para nuestra reflexión y acción personal y comunitaria.

  • La fiesta de la Ascensión de Jesús, ¿qué significa para mí?
  • En lugar de mirar hacia arriba, ¿dónde «vemos» al Resucitado ahora presente?
  • ¿Puedo compartir con otros (familia, comunidad, amigos) algo de mi experiencia de Su presencia en mi encuentro con personas vulnerables y heridas? ¿Qué aprendemos unos de otros?

[1] Homilías de Monseñor Oscar A. Romero.  Tomo II – Ciclo A,  Uca editores, San Salvador, primera edición 2005, p. 474. 475

Por Luis Van de Velde

                                           Yo estoy siempre con vosotros hasta el fin del mundo

Mateo no ha querido terminar su narración evangélica con el relato de la Ascensión. Su evangelio, redactado en condiciones difíciles y críticas para las comunidades creyentes, pedía un final diferente al de Lucas.

Una lectura ingenua y equivocada de la Ascensión podía crear en aquellas comunidades la sensación de orfandad y abandono ante la partida definitiva de Jesús. Por eso Mateo termina su evangelio con una frase inolvidable de Jesús resucitado: «Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo».

Esta es la fe que ha animado siempre a las comunidades cristianas. No estamos solos, perdidos en medio de la historia, abandonados a nuestras propias fuerzas y a nuestro pecado. Cristo está con nosotros. En momentos como los que estamos viviendo hoy los creyentes es fácil caer en lamentaciones, desalientos y derrotismo. Se diría que hemos olvidado algo que necesitamos urgentemente recordar: él está con nosotros.

Ascensión de Jesús

Los obispos, reunidos con ocasión del Concilio Vaticano II, constataban la falta de una verdadera teología de la presencia de Cristo en su Iglesia. La preocupación por defender y precisar la presencia del Cuerpo y la Sangre de Cristo en la eucaristía ha podido llevarnos inconscientemente a olvidar la presencia viva del Señor resucitado en el corazón de toda la comunidad cristiana.

Sin embargo, para los primeros creyentes, Jesús no es un personaje del pasado, un difunto a quien se venera y se da culto, sino alguien vivo, que anima, vivifica y llena con su espíritu a la comunidad creyente.

Cuando dos o tres creyentes se reúnen en su nombre, allí esta él en medio de ellos. Los encuentros de los creyentes no son asambleas de hombres huérfanos que tratan de alentarse unos a otros. En medio de ellos está el Resucitado, con su aliento y fuerza dinamizadora. Olvidarlo es arriesgarnos a debilitar de raíz nuestra esperanza.

Todavía hay algo más. Cuando nos encontramos con un hombre necesitado, despreciado o abandonado, nos estamos encontrando con aquel que quiso solidarizarse con ellos de manera radical. Por eso nuestra adhesión actual a Cristo en ningún lugar se verifica mejor que en la ayuda y solidaridad con el necesitado. «Cuanto hicisteis a uno de estos pequeños, a mí me lo hicisteis».

El Señor resucitado está en la eucaristía alimentando nuestra fe. Está en la comunidad cristiana infundiendo su Espíritu e impulsando la misión. Está en los pobres moviendo nuestros corazones a la compasión. Está todos los días, hasta el fin del mundo.

Testigos de la Palabra

 Rufino Velasco

uno de los mejores especialistas y testigos del Concilio Vaticano II

  • Recién cumplidos los noventa años nos ha dejado en silencio en plena cuarentena el 22 de abril el teólogo y poeta Rufino Velasco Martínez, persona entrañable, compañero noble, colega solidario y creyente sincero, con quien compartimos experiencias comunitarias en los sectores populares, luchas en favor de la justicia y de la libertad y reflexiones teológicas en el horizonte de la liberación. Fue uno de los mejores especialistas y testigos del Vaticano II, el Concilio de la Reforma eclesial que, a través de sus clases, encuentros de grupos cristianos, publicaciones y actividad pastoral, hizo realidad en la Iglesia, la sociedad y la teología españolas no sin dificultades y resistencias por parte de un sector de la jerarquía eclesiástica.

Colaboramos juntos en las revistas Misión Abierta, Éxodo y Utopía, donde escribió numerosos artículos que iluminaron el itinerario de muchos cristianos y cristianas en diferentes momentos de la historia reciente del cristianismo en España: la dictadura franquista, el Concilio Vaticano II, la transición política, la larga invernada eclesial con Juan Pablo II y Benedicto XVI y la nueva primavera de la “Iglesia en salida” con el papa Francisco.

La comunidad de Fernández de los Ríos con la que Rufino ha convivido durante más de 40 años (integrada por José Luis Sierra, Benjamín Forcano, Secundino Movilla y Evaristo Villar) contó siempre con el apoyo, el aliento y la complicidad del obispo, poeta y profeta Pedro Casaldáliga, compañero y amigo, que la acogió en su diócesis brasileña de Mato Grosso en situaciones de exilio eclesial. En él encontró esta comunidad el reconocimiento religioso y la ciudadanía eclesial, que otros colegas le negaron.

Aplicando a Rufino dos títulos de sendos libros de Casaldáliga se podría decir que vivió lúcidamente en “Tierra nuestra, libertad”, “en rebelde fidelidad” y “reconciliado consigo mismo, con la naturaleza, con los hermanos y hermanas, con la historia humana, con Dios Padre/Madre

Juan José Tamayo|Evaristo Villar

MONICIONES: 7º  PASCUA: ASCENSIÓN  A  .

(Celebraciones en las casas)

Ambientación.
Hoy es la fiesta de la Ascensión del Señor. En el Credo decimos que Jesús “subió al cielo y está sentado a la derecha del Padre”. Pero las cosas no ocurrieron exactamente así, porque Jesús no se fue a ningún sitio. Nos lo dijo él: “Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.” Pues eso: Jesús no se ha ido. Lo que pasa es que está con nosotros pero de otra manera. Ahora no lo vemos con los ojos de la cara.///La Ascensión también significa que los cristianos tuvieron que tomar las riendas de la iglesia de entonces. Con la presencia invisible de Jesús y con la ayuda de su Espíritu, fueron sacando adelante a la comunidad cristiana. Pues de eso vamos a hablar. Bienvenidos todos. Que os sintáis a gusto y que disfrutéis.
Comenzamos: En el nombre del P.
Saludo: Que el amor Dios y la fuerza de su Espíritu, estén con todos vosotros.

Perdón. -Para que te sintamos  presente entre nosotros. Señor,
-Para que el Espíritu nos de fuerza para cumplir con nuestras tareas: Cristo, ten …
-Para que el evangelio de Jesús guíe siempre nuestros pasos: Señor, ten piedad,

Oración de los fieles.
A Jesús que nos prometió que siempre estaría con nosotros, hoy le presentamos nuestras pobrezas y le decimos: Señor, cuida de nosotros con cariño.
-Por la iglesia de Dios, para que siempre prediquemos los valores del evangelio donde estemos. Oremos.
-Por todos los que estamos sufriendo la crisis del coronavirus, para que Dios nos ayude a vencer en esa lucha. Oremos.
-Por los que se han alejado de la fe, para que recuperen la alegría de sentirse hijos de Dios. Oremos.
-Por los pobres, los refugiados y todos los que sufren, para que sientan sobre ellos el cariño de Dios. Oremos.
-Por nuestro pueblo y por nuestra parroquia, para que aguardemos sin dormirnos la venida del Espíritu.  Oremos.
Señor Jesús: envía sobre nosotros tu Espíritu para que seamos buenas personas y para que trabajemos por un mundo nuevo. Tú que vives…

Bendición final: -Dios nuestro Padre que, por medio de su Hijo Jesús, nos ha abierto las puertas del evangelio, que hoy nos colme de sus bendiciones. Amén.
-Y ya que Jesús se manifestó resucitado a sus amigos cuando lo necesitaron, que a nosotros también nos conceda vivir siempre bajo su mirada cariñosa. Amén.
-Y así como nos sentimos contentos al celebrar la Ascensión de Jesús, que sintamos también que Él está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Amén.
-Y la bendición de Dios ….
Despedida. Hemos terminado esta misa. Recordamos que el Señor no se ha ido. Sigue siempre con nosotros. El próximo domingo es una fiesta muy grande: Pentecostés. Pues que paséis un buen día. Podéis ir  en paz.

PUNTOS-HOMILÍA-ASCENSIÓN DEL SEÑOR  A 20.

Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra@.
Los primeros cristianos vivieron con mucha alegría la etapa de las apariciones de Jesús. De buenas a primeras Jesús resucitado se les aparecía y se ponían contentísimos. San Lucas dice que Jesús, aprovechó en ese tiempo de las apariciones para hablarles del Reino de Dios. Es decir; del mundo nuevo. Pero esa etapa de las apariciones tenía que terminar y un día terminó. ¿Qué pasó entonces? ¿Cómo iban a funcionar los primeros cristianos? Pues el evangelio de hoy dice que hasta el último momento, “algunos vacilaban”. Es decir: que no tenían las cosas muy claras. Pues esa gente que no tenían las cosas muy claras eran la primera comunidad cristiana a la que Jesús le había prometido que no los iba a abandonar nunca. Les iba a enviar su Espíritu. Luego, sólo el evangelio de San Lucas dice que Jesús subió al cielo en las afueras de Jerusalén y que subió bendiciendo a sus amigos. Los otros evangelios no dicen nada de eso. El evangelio de San Mateo que es el que hemos leído ahora solo dice que Jesús desde un monte de Galilea envió a sus discípulos por el mundo a predicar las cosas bonitas que habían aprendido a su lado. Y para que no se sintieran solos o abrumados por esa misión tan difícil, Jesús termina diciéndoles: «Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo».  Así termina el evangelio de San Mateo. Como si les dijera: “Tranquilos: que yo no me voy porque voy a estar siempre con vosotros aunque no me veáis con los ojos de la cara”. Pues eso es lo que celebramos ahora: que el Señor no se ha ido sino que está con nosotros aunque no lo veamos con los ojos de la cara. Ya sabéis que en la crisis del coronavirus mucha gente se ha sentido como desamparados de Dios. Pues no. Ese era un buen momento para recordar que Jesús sigue con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Y el sentir esa presencia cariñosa de Jesús es una experiencia muy bonita. Nos da fuerzas para seguir adelante en nuestras luchas. Y ¿qué tenemos que hacer ahora que todavía estamos perseguidos por ese virus? Pues tenemos que proponernos hacer otro mundo distinto del que teníamos: un mundo menos egoísta y más humano. Y ¿cómo se hace ese mundo nuevo? Pues ese mundo nuevo lo hemos visto un poquito cuando los sanitarios trabajaban hasta el agotamiento por los enfermos,  y lo hemos visto en multitud de gentes admirables que han vivido cuidando de los desvalidos, de los pobres, de los que sufrían. Fijaos: cuando nos esforzamos por ser buenas personas, cariñosos, cercanos a los que sufren …. ya estamos haciendo un mundo nuevo. Y ¿cómo podremos hacer esa tarea tan grande y tan bonita? Pues como siempre: nosotros ponemos lo poquito que tengamos y el Señor con su Espíritu se encargará de poner lo demás. Un día Jesús hizo una locura: poner a su iglesia en las manos de unos pobres hombres. Pues la iglesia no se hundió porque Jesús sigue con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Que no se nos olvide eso.

SINODALIDAD Y REFORMA DE LA IGLESIA

BYEVARISTO

Jesús de Nazaret, con su mensaje sorprendente sobre el Reino de Dios, sus acciones misericordiosas y su mesianismo pacífico-universal para liberar a los oprimidos y construir la fraternidad entre los pueblos, puso los cimientos de una nueva forma de entender la vida humana y la relación con la transcendencia que han supuesto un reto permanente para sus seguidores.

Jesús no fundó ni religión ni Iglesia alguna; permaneció críticamente fiel al judaísmo hasta su muerte. Sus discípulos, una vez que fue desintegrada la nación de Israel en la guerra del 66-70 y ser expulsados de la religión judía por los dirigentes fariseos, continuaron unidos su andadura histórica en el seguimiento de Jesucristo.

Fases de la Iglesia

Desde sus inicios, la Iglesia ha pasado por diversas fases, unas de bonanza y otras de crisis. Las primeras comunidades fueron organizándose, formando los Evangelios, aprobando el Nuevo Testamento y extendiéndose entre los gentiles. Después de un periodo de marginaciones y persecuciones, el movimiento cristiano pasó a ser Iglesia aliada y colaboradora estratégica del Imperio Romano, donde se decidieron los dogmas cristológicos bajo la autoridad de Constantino. A partir de este cambio de identidad, el resto de las etapas de la Iglesia han venido condicionadas por dos grandes corrientes en contradicción: Primera, la Iglesia cristiandad donde su jerarquía siempre ha basado su permanencia en las alianzas con los poderes políticos y económicos; Segunda, la Iglesia de los pobres, donde los movimientos cristianos fieles a la causa de Jesús, han tratado de reformar a la Iglesia según el espíritu que se desprende de los Evangelios.

Francisco, Papa

En los tiempos presentes, el Concilio Vaticano II (1962-1965), fue un moderado Kairós, una primavera eclesial, una sencilla manifestación del Espíritu renovador, un intento de adaptar la Iglesia cristiandad al mundo de acuerdo a los signos de los tiempos. Pero posteriormente, la Curia romana y los sectores eclesiales conservadores se han encargado de bloquear los avances propuestos por los padres conciliares, metiendo a la Iglesia en lo que Rhaner llamó el “invierno eclesial”. Hoy día, sin embargo, bastantes de los postulados conciliares requieren renovación.

Después de los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI, del agrado de los sectores conservadores, surgió de la Iglesia Latinoamericana el renovador papa Francisco. A él le debemos los creyentes varios mensajes esperanzadores para reformar la Iglesia y la sociedad, tales como los documentos: Evangelii Gaudium (sobre una sana renovación de la Iglesia), Laudato si (para cuidar el medio ambiente y promover la justicia social) y Fratelli Tutti (para lograr la hermandad en la Iglesia y en la sociedad). A su vez, el freno a la corrupción y a la pederastia, la sobria reforma de la Curia y la opción por los sectores oprimidos; así como la colaboración, junto a otras iglesias y religiones, por la paz, la justicia y los derechos humanos, especialmente de los niños, las mujeres y los trabajadores; no faltando la comprensión hacia las personas LGTBI+ , aunque los grupos reaccionarios se opongan.

Sinodalidad

Digna de mención es la tarea emprendida por Francisco de poner a toda la Iglesia, desde la más pequeña comunidad hasta las altas jerarquías, incluso a sectores no cristianos, a dialogar y acordar las reformas necesarias, además de ponernos unidos a caminar para construir una nueva Iglesia y una nueva humanidad de acuerdo con la justicia, la paz y la libertad, siguiendo los pasos de Jesús de Nazaret. No cabe duda que la Sinodalidad es el proceso consultivo más extenso que jamás ha tenido la Iglesia; aunque no todos los eclesiásticos conservadores colaboran debidamente.

Renovación de la Iglesia

Las iniciativas renovadoras de Francisco —que el cristianismo de base desearía más firme y decidido— convendrá profundizarlas potenciando los rasgos siguientes:
-Misión. Anunciar a Cristo debe ir unido a la opción por los pobres y la reforma de estructuras injustas, tanto eclesiales como políticas y económicas, sociales y culturales.
-Evangelización. Desde la humildad, desde la carencia de medios, desde la separación de Iglesia y Estado, desde la renuncia a los privilegios, desde la laicidad, anunciando la liberación y denunciando las opresiones.
-Género. Admitiendo en igualdad de condiciones a los hombres y a las mujeres (hayan optado por el celibato o por el matrimonio), en todos los cargos eclesiales y responsabilidades pastorales -que han de ser elegibles y renovables periódicamente-. Es vital la inculturación.
-Organización. Si durante el Imperio romano se asumió el modelo monárquico de Iglesia vertical, en el auge de la cultura y la política modernas y la participación social, la Iglesia ha de instaurar la democracia comunitaria en todas sus estructuras, de abajo a arriba. Ha de admitir la diversidad teológica, pastoral y organizativa.
-Universalidad. Desarrollando el ecumenismo, animando a la constitución de una federación de iglesias cristianas, buscando la convergencia de las religiones en la defensa de la paz y la justicia en el mundo. Eso sí, no presentándonos los primeros y mejores, sino como los últimos y los servidores de todos y todas.
Opcional. Desde el siglo IV hasta nuestros días, la jerarquía de la Iglesia, como un poder más envuelto en riquezas, ha buscado la alianza con las clases dominantes, salvo honrosas excepciones personales o grupales; es hora ya de que nos pongamos los creyentes del lado de las clases oprimidas defendiendo su dignidad y sus derechos. No caben medias tintas; o se está con los pobres o se está con los ricos; “no se puede servir a dos señores: a Dios y al dinero”.

Enrique de Castro, amigo y compañero

Enrique de Castro, un surco de humanidad

Enrique de Castro

Desde que nos conocimos, hace muchísimos años, Enrique de Castro fue para mí un gran amigo. Coincidimos en muchas luchas sociales y reivindicaciones religiosas. Y era un amigo fiable, de esos que sabes que no te falla nunca

Siempre se habla de Jesús y las malas compañías, pues, salvando las distancias, Enrique estaba siempre en ‘malas compañías’, que eran curiosamente muy buenas compañías con las que él vivía.

Por Evaristo Villar. Teólogo y coordinador de la revista Éxodo

Desde que nos conocimos, hace muchísimos años, Enrique de Castro fue para mí un gran amigo. Coincidimos en muchas luchas sociales y reivindicaciones religiosas. Y era un amigo fiable, de esos que sabes que no te falla nunca. Un amigo fiable y siempre alternativo en todo, en lo social y en la dimensión religiosa, que son las dos claves que definen su vida.

Como amigo, diría que era profundamente humano, tan humano que, pensando en él, y parafraseando a Shakespeare, uno podría ¡qué hermosa sería la humanidad si todos fuéramos así!, porque Enrique era un hombre de calle, acogedor, sobre todo de los jóvenes, de las madres de la droga, de los problemas del barrio, con la casa abierta para todos, de una Iglesia casa de todos.

Desde un punto de vista social, sería interminable hablar de sus muchas luchas, sus huelgas, sus reivindicaciones constantes siempre del lado de la sociedad más olvidada, es decir, siempre del lado de los pobres, de tal manera que él vivía en su casa un grupo de chavales con los que hacía familia. Él era una persona doméstica, acogedora, con su talante y sus forma de ser, como todos, pero socialmente era un referente

Religiosamente, siempre veía en él la escena del Evangelio de Juan, cuando Felipe invita a Natanael para que conozca a Jesús, y cuando este lo ve dice, ¡he ahí un judío en el que no hay doblez’. Y Enrique de Castro era un Natanael cristiano, un seguidor fiel y perfecto de Jesús de Nazaret, una persona deliciosa que, como Jesús, acogía a todo el mundo, a los excluidos de la sociedad, de la religión, de la política…

Siempre se habla de Jesús y las malas compañías, pues, salvando las distancias, Enrique estaba siempre en ‘malas compañías’, que eran curiosamente muy buenas compañías con las que él vivía.

Enrique era una de esas personas que iba por la vida con los ojos muy abiertos a la acogida y a la humanidad, una persona admirable cuya pérdida es grande y y que ciertamente la siento mucho, pero siempre nos quedará el referente de una persona que ha sido admirable. Enrique ha creado un surco de humanidad allí por donde ha pasado

Carta al Papa sobre las inmatriculaciones de la Iglesia en España

Teólogos españoles escriben al Papa para que convoque un sínodo que arregle el «escándalo» de las inmatriculaciones

Un grupo de teólogos y cristianos de base de España han escrito una carta al Papa Francisco para proponerle que convoque una asamblea nacional conjunta de obispos y seglares, una especie de «sínodo», a principios del año 2022, para arreglar el «escándalo» de las inmatriculaciones e ir al «problema de fondo», que consideran que es la financiación de la Iglesia católica en España.
MADRID, 2 (EUROPA PRESS) Seguir leyendo

El papel de la religión en la vida pública

Evaristo Villar, cofundador de Redes Cristianas, reflexiona sobre el papel que la religión debería jugar en la vida pública.

El mes pasado, con ocasión del propósito del Ayuntamiento de Gijón de someter a consulta ciudadana su “proyecto de laicidad”, Ramón Muñiz publicó en El Comercio una entrevista con el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes. Su contenido no ha pasado desapercibido en algunos ambientes asturianos que me han pedido mi opinión.
Es de agradecer al señor arzobispo que, de forma clara y contundente, ponga en candelero lo que suele ser doctrina mayoritaria de la jerarquía católica española sobre el puzle de temas que trata la entrevista: la pandemia, la ley de eutanasia, el divorcio, el aborto, el feminismo e ideología de género, el colectivo LGTBIQ, las inmatriculaciones, los abusos a menores, etc., acabando con lo que parece ser la base doctrinal sobre la que se sustenta este listado: su experiencia y visión sobre el laicismo y la laicidad. Seguir leyendo

Junto a Pedro Casaldáliga en su Pascua!

Evaristo Villar, 8 agosto 2920

Ya no con sorpresa —pues teníamos suficiente noticia de la grave situación que estaba atravesando—, pero sí con emoción, transida de dolor, hemos recibido la noticia que no queríamos oír: Pedro Casaldáliga, nuestro amigo Pedro, nuestro hermano, nuestro obispo acaba de morir. Ha iniciado su Pascua en el Centro de los Claretianos de la ciudad de Batatais, estado de Sâo Paulo (Brasil), hacia las 14:30 horas (9:30 de Brasilia) del día de hoy, 8 de agosto de 2020.

Lo primero que no podemos olvidar es lo que él, con diáfana sinceridad, dejó escrito en sus versos: “Al final del camino me dirán: /“¿has vivido?, ¿has amado?/Y yo, sin decir nada,/ abriré el corazón lleno de nombres”. En ese revoltijo de nombres que desbordan su corazón estamos también nosotras y nosotros: su comunidad “enclave” de  Fernández de los Ríos y su comunidad cristiana de Santo Tomás de Aquino — “yo tengo fuertes lazos afectivos y pastorales, dijo,  con esa comunidad y nuestra Prelatura de Sâo Féliz do Araguaia debe a esa comunidad madrileña (y mundial) mucho cariño y gratitud”—; está Iglesia de Base de Madrid, Comunidades Cristianas Populares y Redes Cristianas; y están también las revistas Éxodo y Utopía con las que mantuvo siempre una presencia y apoyo permanente.

Con la presencia de Pedro entre nosotras y nosotros, todos hemos salido ganando. Han ganado las personas pobres, indígenas, negros y campesinas. Por su causa puso en riesgo constantemente su vida. Han ganado los movimientos sociales empeñados en hacer de este mundo otro regido por el derecho y la justicia, y de esta tierra una casa digna para todas y todas. Toda la humanidad, nuestra humanidad, ha recibido, con su presencia, una fuerte dosis de empoderamiento y dignidad.

Ha ganado nuestra Iglesia, aunque no siempre se haya atrevido a reconocerlo. ¡Cómo poder estar en una Iglesia que se dice cristiana sin respirar el Evangelio! Su vida, la de Pedro, se fue construyendo desde las claves y las causas del Reino que Dios Padre visibilizó en la vida y palabra de Jesús de Nazaret. La Institución Iglesia, salvo la cercanía expresada por Pablo VI (“quien toque a Pedro, dijo, toca a Pablo”), no fue precisamente tierna, ni cariñosa ni agradecida con el obispo y misionero Pedro. Tampoco lo ha sido con cuantas y cuantos han pretendido evangelizarla. Pero, al final, tendrá que reconocer que vidas por el Reino como la de Pedro Casaldáliga son las que están manteniendo aún su presencia moral en el mundo. La Iglesia ha salido ganando.

Y también la frescura e inagotable creatividad poética de Pedro ha sido un regalo para la misma lengua española. Quede como testimonio este brevísimo poema de despedida: “No voy, va mi palabra. / ¿Qué más queréis? /Os doy/ todo lo que yo creo/ que es más que lo que soy”.

Gracias Pedro, amigo, hermano, obispo por tu vida. Que el Reino que fue luz y el imán de tu vida te sea ahora morada de felicidad.

………….

La Comunidad de Fernández de los Ríos 2 (Éxodo)

Ante la Pascua de Pedro Casaldáliga

Madrid, 08 de agosto de 2020

Los que formamos la “comunidad enclave”, vinculados en su día a la Prelazia de São Félix do Araguaia, por nuestro querido Pedro Casaldáliga, nos sentimos hoy participando de su Pascua gozosa que él tanto deseaba vivir “en esperanza”. Nos sentimos también aleccionados por su “voz profética” y comprometidos con sus “causas” (de las que Pedro decía: “mis causas valen más que mi vida”). Y, cómo no, nos vemos asociados a su “martirio silencioso” que en los últimos años le impuso el parkinson, precisamente a él que demostró ser siempre la “voz de los sin voz”, un martirio que Pedro ha sobrellevado como una gracia y una bendición. Y bendición ha sido también para nosotros su acogida como hermano y pastor a la que estaremos por siempre agradecidos.

José Luis Sierra, Benjamín Forcano, Secundino Movilla, Evaristo Villar

 

Etica y mística del pan…cuando el coronavirus

Por  Evaristo Villar

El pan y el espíritu constituyen las dos condiciones básicas para el desarrollo de la vida del ser humano y de las sociedades. Son como los dos ojos para ver y los pies para andar. Sin pan la vida es imposible, y sin espíritu carece de sentido

Madrid, una ciudad fantasma

Aunque ya se nota algo de vida en las calles con la presencia a ciertas horas de los/as niños, ancianos/as y deportistas, lo cierto es que Madrid sigue siendo una ciudad fantasma. Estancada en la fase 0 de la desescalada (¡cómo disimular la fiebre privatizadora y la ausencia de grandeza en nuestros políticos autonómicos!), el alma parece haber huido del cuerpo de la ciudad. La mascarilla da a los pocos transeúntes un tono sombrío, silencioso y distante. Sin alma, sin espíritu, sin vida. Salvo los centros de alimentación, farmacias, talleres de reparación de vehículos y los bancos, todo lo demás permanece cerrado y en silencio expectante, muerto. Como esos momentos que siguen a un gran chaparrón… ¿Será esto La Peste, descrita por Camus a mediados del pasado siglo en la ciudad de Oran?, o ¿el Ensayo sobre la ceguera, magistralmente ideado cincuenta años más tarde por Saramago?

Dos fenómenos se enseñorean en la ciudad

Dos cosas emergen por encima de todo lo demás en este sombrío panorama: la falta de pan -­­­ni la mano invisible del mercado ni la mano visible de las administraciones oficiales han conseguido eliminar esa fila del hambre interminable. Esto, por una parte. Y por otra, la presencia pujante del espíritu que ha llegado, como grasa milagrosa sobre ruedas de carro viejo, al rescate de una sociedad inerme y amedrentada. ¿Habrá que recordar aquí y ahora, ante el espantoso ridículo de los políticos autonómicos -antología del disparate- la humana profesionalidad de nuestros cuadros sanitarios, la generosa ternura de un inagotable voluntariado, el sudoroso sacrificio de nuestros productores, el coraje de nuestros transportistas o la firmeza responsable de las fuerzas de seguridad y defensa de la ciudadanía? El permanente aplauso desde los balcones y ventanas certifica la emergencia y fortaleza del espíritu en la ciudad.

Todo estaba ya anunciado y descrito

Nada hay nuevo bajo el sol. Es cierto.  Salvo la llegada puntual del Covid-19, todo estaba anunciado y descrito por nuestros videntes y sociólogos. ¡Había suficientes señales para un inminente desastre, pero nos acostumbramos pronto a mirarlas como nube pasajera de verano! Ahora que estamos en el ojo del huracán, sería cuestión de volver -aunque sea solo de reojo- a los alarmantes datos difundidos por la Carta contra el Hambre, apoyados en sólidos informes de FOESSA, INE, de Salud Madrid y otros. Ya antes del coronavirus, con un tercio de la población en dificultades para llegar a fin de mes y medio millón de hogares sin garantía de poder realizar una alimentación adecuada, la pobreza y el hambre en España se estaba cronificando y denunciaba una muy mala articulación estructural de la sociedad. Solo en la Comunidad de Madrid –y antes de la pandemia- el 15% de la población padecía inseguridad alimentaria, severa en el 23% de los casos. Situación que afectaba ya directamente a la juventud y a las familias numerosas y con menores a su cargo, a la población extrajera y a la etnia gitana. ¡Qué decir ahora, a la vista de esas colas de hambre interminables ante los bancos de alimentos en toda España!

Las dos hambres que están devorando al ser humano

Leonardo Boff, líder espiritual indiscutible a nivel mundial, ha dicho desde Brasil que “el ser humano está devorado por dos hambres: de pan y de espiritualidad. El hambre de pan es saciable; el hambre de espiritualidad, sin embargo, es insaciable”. ¡Porque no se puede poner límites, en modo alguno, a la comunión, la solidaridad, el amor, la compasión, la ternura, la donación!

El pan y la espiritualidad, el espíritu, constituyen dos condiciones básicas para el desarrollo de la vida del ser humano y de las sociedades. Son como los dos ojos para ver y los pies para andar. Sin pan la vida es imposible, y sin espíritu, sin valores, la vida carece de sentido. Por ser tierra, materia, necesitamos pan para vivir, y porque somos espíritu, necesitamos valores que den sentido a la vida. En la conjunción de ambas dimensiones nos vamos haciendo, creciendo, equilibrando nuestra vida. Cuando nos falta espíritu y el pan se nos impone en la vida, el pan se nos convierte en ídolo y la vida se nos embrutece.  Para volver al equilibrio, necesitamos sacrificar el ídolo porque “no solo de pan vive el hambre”.

Ética y mística del pan

Texto: José Antonio Pagola.

La vinculación entre el pan y el espíritu ha sido cantada por nuestros poetas y justificada por nuestros filósofos y grandes pensadores. Poéticamente la dejó inmortalizada el nobel Juan Ramón en su inagotable Platero y yo: “Te he dicho, Platero, que el alma de Moguer es el vino, ¿verdad? No, el alma de Moguer es el pan.Moguer es igual que un pan de trigo, blanco por dentro, como el migajón, y dorado en torno –¡oh sol moreno! -, como la blanda corteza”.

Pero donde el atrevimiento de la unión ha llegado más lejos ha sido en las religiones. En las tres religiones abrahámicas la unión del pan y el espíritu supone siempre una “liberación” -de la esclavitud, Pascua judía; de la necesidad, Ramadán islámico-, y una “unión” inimaginable -es en el cristianismo, donde, a mi juicio, se ha llegado más lejos-.

El reto del pan supone para el cristiano/a no solo una forma de estar, “ética del pan”, sino, más al fondo, una forma de ser, “mística del pan”.

Rodeado durante varios días por una multitud hambrienta y en lugar inhóspito, lejos del mercado donde poder, según pretendían los discípulos, “comprar” pan, Jesús les exige que “le den” ellos de comer. La ironía entre el “dar” de Jesús y el “comprar” de los discípulos se resuelve en el símbolo de “cinco panes y dos peces” que, cuando se “comparten”, llaga para la multitud y sobra. Es una forma brillante de manifestar la “ética del pan” en cristiano.

Pero donde la unión pan-espíritu llega a lo inimaginable es la identificación que Jesús hace del pan consigo mismo: “este pan es mi cuerpo,” (Mc 14, 22); “tuve hambre y me disteis de comer” (Mt 25, 35).  Y esta “mística del pan”, cuando ya las comunidades habían reconocido en Jesús al Hijo de Dios, queda definitivamente plasmada en la fórmula que acuña el evangelista Juan: “Yo soy el pan de vida” (Jn 6, 48).

 

 

Espiritualidad en tiempos de fragilidad

Por Evaristo Villar

“Esa cosa que no tiene nombre”
Debilidad humana y protección de la vida
Me pides, Ruth, una reflexión para tu libro sobre la espiritualidad justamente cuando el confinamiento por el coronavirus se está haciendo más pesado. Y entre los muchos detalles que ya están aflorando en esta pandemia ­‑­­como cuando en días de niebla la luz del sol va dejando aparecer la realidad del paisaje- hay uno del que apenas se habla porque, quizás, inconscientemente lo tenemos ya asumido.

Me refiero a “la debilidad de la humanidad para proteger la propia vida humana”. Ni la razón ilustrada y su deslumbrante tecnología, ni la poderosa y dominante “ciencia” económica, ni siquiera las religiones están ofreciendo instrumentos suficientes para superar esta brutal agresión. ¡Y soñábamos con que ya disponíamos de un sistema que nos ponía al borde del “final de la historia”!

Lo cierto es que ha bastado un desconocido y maléfico virus para despertarnos de este inmodesto sueño y hacernos sentir la fragilidad de los soportes en que estamos apoyando la vida.
Las calles y plazas desiertas están siendo un símbolo elocuente de nuestra propia fragilidad. Algo muy sustancial estamos ignorando para mantener la vida del ser humano y del planeta. ¿Se nos ha apagado el espíritu? Lo advertía ya muy acertadamente en el siglo pasado el filósofo y premio nobel de literatura Henri Bergson: disponemos de un cuerpo muy grande, decía, y de un alma muy pequeña. Necesitamos un “suplemento de alma”.

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