Causas y consecuencias de la guerra de Ucrania

¡No a la Guerra!

Fernando Bermúdez López, Coordinador Comisión de Migración. Alianza Convida20

La invasión de Ucrania por el ejército ruso es una violación del derecho internacional y un acto criminal contra la población civil. Los bombardeos del ejército de Putin están ocasionando millares de muertos y más de 5 millones de personas refugiadas, sobre todo mujeres y niños. Toda guerra genera un cúmulo de sufrimiento. Es una tragedia humana, un absurdo de la humanidad.

Esta guerra se podía haber evitado si la OTAN no hubiera rodeado a Rusia con misiles tal como se acordó con Gorbachov en 1991. Sin embargo, Estados Unidos, a través de su maquinaria de guerra, la OTAN, instaló misiles en los países de la antigua URSS en las fronteras con Rusia. Incluso el presidente de Ucrania, Volodimir Zelensky, estaba haciendo gestiones para entrar también en la OTAN. Esto exasperó a Rusia, provocando la intervención militar. Recordemos que en 1962 la URSS comenzó a instalar misiles en Cuba y el presidente estadounidense John Kennedy lo consideró como una grave amenaza para Estados Unidos. Entonces, para evitar un conflicto bélico mundial, la URSS suspendió el proyecto. ¿Cómo hubiera reaccionado hoy Estados Unidos si México instalara misiles en su frontera norte? Esta guerra obedece en gran medida a una provocación de Estados Unidos y la OTAN.

Asimismo, otra causa de la guerra es la violación sistemática de los derechos humanos por parte del gobierno de Ucrania contra la población ruso-parlante de Donbass. En el año 2014 Estados Unido apoyó el golpe de estado en Ucrania contra el gobierno de Viktor Yanukovich, elegido democráticamente. Los protagonistas de este golpe fueron agrupaciones de carácter fascista y marcadamente supranacionalistas. Asumió el poder Poroshenko, una de las personas más ricas de Ucrania. Ilegalizó el partido socialista y el partido comunista y prohibió hablar ruso en todo el país. Esto generó un profundo malestar en la región de Donbass, cuyos habitantes son ruso-parlantes, y muchos de ellos de tendencia socialista o troskista. En 2019 le sucede Zelenski, quien ha gobernado utilizando el batallón Azov, marcadamente neonazi, para reprimir a la población de Donbass, utilizando la tortura y el asesinato de líderes de la región. Desde 2014 se calcula alrededor de13.000 asesinados. Putin dice que trata de proteger a las personas de esta región que son objeto de abusos y del genocidio del régimen de Kiev durante ocho años, desde el golpe de estado.

Cito la editorial de Redes Cristianas, que señala que

Ucrania, apoyada por la OTAN, dio el golpe de Maidan (2014) contra Victor Yanukovich. Desde entonces, grupos neonazis (batallón Azov) integrados en la Guardia Nacional han mantenido una guerra sangrienta en la región rusófila de Donbass, (Donetsk y Luhansk). Ucrania ha incumplido los acuerdos firmados en Minsk (Bielorrusia) con Rusia, Francia y Alemania, el 12 de febrero de 2015… Asimismo, la OTAN, brazo armado de Estados Unidos, incumplió el pacto con la “perestroika” y “glasnost” de Gorbachov interviniendo, desde los años 90, en Yugoslavia, Kuwait, Irak, Libia, Siria, Afganistán, Yemen, en nombre de la presunta “seguridad” y “libertad” y dejando tras de sí una estela de millones de civiles heridos, mutilados, muertos, mucha hambre…¡y mayor contaminación del planeta!

En la guerra de Ucrania existe dos relatos contrapuestos. Uno el que se da desde el Kremlin y otro el que se da en Occidente. Ninguno de los dos dice toda la verdad, ambos ponen el acento en sus intereses y en sus medios de comunicación.

Ante esta crítica situación la Unión Europea no supo mediar. Le faltó capacidad para favorecer el diálogo en el conflicto entre los gobiernos de Rusia, Estados Unidos, OTAN y el gobierno de Ucrania. Analistas independientes de prestigio internacional, incluidos varios norteamericanos, señalan que esta guerra es una confrontación entre Estados Unidos y Rusia, dos imperios que se disputan la hegemonía militar y el poder mundial.

Por otra parte, Naciones Unidas -ONU- no tienen autoridad moral ni poder físico para resolver este conflicto. Su organización, controlada por el Consejo de Seguridad, en donde Estados Unidos, Rusia y China tienen poder de veto, no puede condenar coherente y éticamente a Rusia sin condenar a la vez otras invasiones como la de Irak, Siria, Palestina, Yemen, Somalia, Libia, entre otras muchas.

Hoy Estados Unidos y los países de la Unión Europea están enviando armamento bélico y grandes sumas de dinero para la guerra de Ucrania. Este no es el camino. La paz no se construye con armas sino con el diálogo, que es la única vía para la resolución de conflictos. No es enviando armas a Ucrania como se apaga la guerra. Es echar más leña al fuego y generar una espiral de violencia que, incluso, puede llegar a la utilización de armas nucleares y esto sería una catástrofe mundial.

Entre las consecuencias de esta guerra, como de todas las guerras, es la muerte y sufrimiento de multitud de ciudadanos, sin dejar de lado el incremento del odio entre las diferentes etnias dentro del mismo país de Ucrania. A nivel socioeconómico la guerra está afectando además a todo el mundo, particularmente a los ciudadanos europeos por la subida del precio de la vida, debido al encarecimiento del petróleo, gas y electricidad. La guerra la pagamos todos.

La gran ganadora en toda guerra es la industria armamentista. Este es uno de los negocios más exitosos del mundo. No solo ha creado un sistema económico que sigue creciendo, sino que ha normalizado la guerra y las respuestas de seguridad a todas las crisis sociales, como señala Waldo Fernández.

Las grandes empresas europeas de armas son Thales (francesa), Leonardo (italiana), Indra Sistemas (española) y Airbus (Países Bajos). Las cuatro empresas cuentan entre sus accionistas con estos cuatro estados y con los mismos fondos de inversión estadounidenses que poseen acciones de la industria armamentística de Estados Unidos. Esto crea una creciente concentración de armamentos en manos de unos pocos gigantes. Solo Estados Unidos tiene 800 bases e instalaciones militares en el planeta y representa el 46% del gasto militar en todo el mundo.

Rusia, China y Estados Unidos tienen miles de armas nucleares, mucho más potentes que las que arrasaron Hiroshima y Nagasaki en 1945. Cada uno de esos países tiene unas 1.600 armas capaces de alcanzar objetivos en todo el mundo. Otros muchos países tienen cientos de armas nucleares: Francia, el Reino Unido, Corea del Norte, Israel, India… Una guerra nuclear podría acabar con la vida en el planeta. Este es el riesgo que corremos.

Ante la escalada armamentista, el 24 de marzo el Papa Francisco dijo:

“Me avergüenzo de los Estados que incrementan el gasto militar al 2%. ¡Están locos! La verdadera respuesta no está en más armas, más sanciones y más alianzas político-militares, sino en una actitud diferente, una forma diferente de gestionar un mundo ya globalizado, no para enseñarnos los dientes, sino para establecer relaciones internacionales… El mundo sigue siendo tratado como un ‘tablero de ajedrez’ donde los poderosos estudian los movimientos para extender su dominio en detrimento de los demás”.

Lo triste es que en el mundo se destina 195 veces más dinero en armas que para las inversiones sociales de salud, educación, investigación, apoyo a las familias, superación de la pobreza… Las guerras, y en concreto la que hoy vivimos en Ucrania, es una dolorosa tragedia que hiere el alma de todo ser humano y que se podía haber evitado con el diálogo y la conciencia ética del respeto a la vida y al derecho internacional. Pero Putin y los dirigentes de Estados Unidos y la OTAN y de alguna manera también de la Unión Europea, están demostrando una falta de humanidad, llevando al mundo a un conflicto bélico de incalculables consecuencias.

Finalmente, termino esta reflexión, lanzando un grito:

¡No al odio,
no a las armas,
no a la guerra,
no a los imperios,
no a la discriminación entre refugiados,
no a la xenofobia,
no a los fanatismos ultranacionalistas.

Sí al dialogo,
sí al respeto y convivencia pacífica entre etnias, culturas y religiones,
sí a la amistad entre los pueblos,
sí a la solidaridad con la humanidad sufriente,
sí a la fraternidad universal,
sí a la paz que nace de la justicia,
sí a la vida!

«Diálogo entre religiones»

Reseña de libro: “Diálogo entre religiones. Para un Mundo nuevo” de Fernando Bermúdez

Fernando Bermúdez
UN LIBRO LUMINOSO EN MEDIO DE LAS GUERRAS RELIGIOSAS Y CULTURALES
JUAN JOSÉ TAMAYO/TEÓLOGO DE LA LIBERACIÓN Y AUTOR DE
FUNDAMENTALISMOS Y DIÁLOGO ENTRE RELIGIONES (Trotta, Madrid, 2009, 2ª edición)
He sentido no poder acompañar presencialmente a Fernando Bermúdez en la reciente
presentación de su libro Diálogo entre religiones. Para un nuevo mundo (Europa
ediciones, Madrid, 2021) en Murcia, tierra de Fernando y para mí tan querida, pero no he querido faltar a tan importante fiesta sobre un libro cuya redacción he seguido paso a paso desde que puso su primera piedra literaria. Lo hago a través de este texto, que no quiere ser un spoiler, sino una guía de lectura.

Comienzo con algunos recuerdos de mi larga e intensa relación con mi amigo y colega Fernando. Nos conocimos a finales de la década de los 70, siendo yo profesor de teología y él estudiante, durante la transición política en plena efervescencia utópica que poco a poco fue diluyéndose en la medida en que la democracia por la que habíamos trabajado tanto los dos iba haciendo demasiadas concesiones al neoliberalismo y se convertía en una democracia sometida al asedio del mercado, como dijera Zygmunt Bauman.

Pero no caímos en el fatalismo histórico ni perdimos la esperanza de construir Otra España Posible, sino que seguimos con la antorcha de la utopía iluminando el camino hacia una sociedad más justa, eco-humana y fraterno-sororal. Los dos estábamos imbuidos ya entonces de los primeros pasos de la teología de la liberación que nos llevaba derechamente a la opción por los sectores en situación de vulnerabilidad y al compromiso sociopolítico con los pueblos oprimidos, más allá de nuestras fronteras, que se nos quedaban estrechas.

Fue aquel un encuentro fugaz, pero quedó la marca de la amistad y la sintonía en el proyecto de un cristianismo ubicado en los ámbitos marginación, y ello imprime
carácter. Fernando cambió pronto de lugar socio-geográfico. Fue a América Latina
como misionero, concretamente a Guatemala y Chiapas, pero no para convertir a los
indígenas “infieles” a la fe católica, sino para acompañar a los pueblos originarios en la defensa de su territorio, de su cultura y de su cosmovisión “sumak kawsay (= “buen vivir”) y aprender de su sabiduría.

El cambio de lugar socio-geográfico se convirtió en cambio de lugar teológico, eclesial y cultural. Y empezó a transitar por la teología indígena acompañando primero a don Samuel Ruiz, obispo de Chiapas (México), y después al obispo guatemalteco Álvaro Ramazzini (hoy cardenal), crítica de la teología moderna, que quizá fuera la que yo le explicara en mis clases de teología de joven profesor progresista. Fue allí donde Fernando descubrió y practicó el diálogo interreligioso, intercultural e interétnico, del que es ejemplo este sugerente libro.

Unos años después yo haría el mismo recorrido por los lugares latinoamericanos en
encuentros con las teólogas y los teólogos de la liberación, con las comunidades
eclesiales de base, colectivos ecuménicos y movimientos sociales. Uno de los lugares donde participo desde hace dos décadas son los Foros Sociales Mundiales, dentro de los cuales hemos creado el Foro Mundial de Teología y Liberación, de cuyo Comité Internacional formó parte.

Ya en el nuevo siglo volvimos a encontrarnos esta vez en la Asociación de Teólogas y Teólogos Juan XXIII, de cuya Junta Directiva Fernando es miembro y mantiene una participación muy activa en los Congresos de Teología (Este año celebraremos la 41 edición. Es sin duda uno de los Congresos más longevos, si no el más longevo, en su género en Europa y América Latina con una participación en sus inicios de más de 1500 personas y ahora en torno a 500. Cada año presenta la Agenda Latinoamericana (ahora, LATINOAMERICANA Mundial).

Ha sido en la Asociación Juan XXIII donde hemos estrechado nuestras relaciones de amistad y hemos podido seguir realizando aquel proyecto seminal del cristianismo de liberación.
Coincidimos también en la participación en foros y encuentros de diálogo interreligioso e intercultural, donde Fernando incorpora la voz, el testimonio y las demandas de las comunidades originarias, de su espiritualidad ecológica, de su estilo de vida en armonía con la naturaleza, de su relación con los ancestros y de la conformación de una comunidad eco-humana y, en expresión de Raimon Panikkar, cosmo-teándrica.

Esta es una de sus principales aportaciones a los encuentros interreligiosos, a los que añade el carácter inter-étnico, inter-sapiencial e inter-espiritual.
Su presencia en estos encuentros y la redacción de este libro no son algo forzado, sino espontáneas. A Fernando les salen de dentro, les son connaturales. Él es una persona de diálogo, pero no solo a nivel de ideas, que también, sino como talante, como estilo de vida, como actitud ante la realidad, como forma de relacionarse con las demás personas, como itinerario para la resolución de conflictos y como camino en la búsqueda de la V(v)erdad, con mayúscula y minúscula. Yo defino a Fernando como hombre-diálogo, persona-encuentro, hombre-inter y pluri (y no de anti).

Creo que es la mejor ejemplificación de un breve poema o aforismo de Antonio Machado: “Tu verdad? No.
La verdad. Y vamos a buscarla juntos. La tuya guárdatela”.
En el diálogo interreligioso sigue la senda abierta por su paisano el murciano universal, el más grande sufí y maestro de sufíes Ibn Arabí (Murcia, 1165-Damasco, 1240), en un texto que Fernando encarna en su propia persona a la perfección y que cita en la página 139 del libro:
“Hubo un tiempo en que yo rechazaba a mi prójimo, si su religión no era como la mia.

Ahora mi corazón se ha convertido en el receptáculo de todas las formas: es pradera de las gacelas y claustro de monjes cristianos, templo de ídolos y kaaba de peregrinos, Tablas de la Ley y Pliegos del Corán. Porque profeso la religión del Amor y voy donde quiera que vaya su cabalgadura, pues el amor es mi credo y mi fe”

Me dio mucha alegría acompañar a Fernando en la presentación, en modo virtual, de
este libro del que destaco la segunda parte del título: Para un mundo nuevo, y
acompañar a quienes participaron en tal evento. El libro me ha encantado. Su riqueza espiritual, sapiencial, testimonial y teológica es tanta que sería interminable describirla.

Solo voy a destacar dos ideas que comparto con Fernando
Una. El encuentro de religiones debe ir acompañado por el diálogo entre culturas y la lucha-alianza contra la pobreza y las desigualdades. El diálogo de culturas sin diálogo de religiones resulta ineficaz, ya que no pocas culturas tienen su matriz en las religiones.
El diálogo entre religiones sin diálogo entre culturas es una operación endogámica. El diálogo entre religiones sin lucha por la justicia es vacío. El encuentro de religiones y el diálogo de culturas sin la alianza contra la pobreza se torna en estéril y no pasa de ser una entretenida charla de sobremesa, que puede desembocar en verborrea.

Dos. El diálogo tiene que ser: inclusivo de todas las culturas, civilizaciones,
espiritualidades y religiones frente a la tendencia generalizada a excluir tradiciones religiosas, culturales y espirituales minoritarias y ancestrales por considerarlas atrasadas e irrelevantes; contrahegemónico, para ello hay que evitar la distinción entre grandes religiones y religiones minoritarias, que convierte a las grandes religiones en hegemónicas y a las minoritarias en subalternas, así como cuestionar la legitimación que las grandes
religiones hacen de los poderes hegemónicos; transformador de estructuras opresoras y alienantes y de las propias personas creyentes, que con frecuencia viven su experiencia religiosa caer bien de manera crédula e ingenua, bien en actitud pasiva sin implicarse en los procesos históricos de cambio.

Termino expresando mi felicitación a Fernando por la publicación de este libro tan luminoso que nos sirve de guía en la oscuridad del presente, en medio de las guerras culturales, del avance de los fundamentalismos, de las guerras, declaradas o encubiertas, de religiones, de la alianza entre la extrema derecha política y los movimientos religiosos integristas, que generan odio en el seno de las religiones y en la sociedad hasta conformar una “internacional del odio” (mejor de odiadores y desemboca en prácticas violentas contras las personas. las culturas, las identidades afectyivo-sexuales y las identidades religiones diferentes.

Con mi felicitación quiero transmitirle mi agradecimiento por invitarme a escribir el prólogo y por tan generosa dedicatoria.
Solo me queda invitaros a su lectura. Estoy seguro de que no os defraudará.

Juan José Tamayo, palentino de nacimiento, murciano de corazón, persona
interreligiosa e intercultural y ciudadano universal

Víctor Gálvez Pérez, mártir de los DD.HH.

Víctor Gálvez Pérez fue un destacado catequista y delegado de Pastoral Educativa en la parroquia de Malacatán, San Marcos (Guatemala). Casado y padre de dos niños. Carpintero de profesión. Tenía un don extraordinario de convocatoria. Organizaba jornadas de formación con los maestros y maestras de la región, logrando concentrar a centenares de docentes.
A Víctor le animaba el ardiente deseo de que los educadores estén capacitados en valores humanos para proyectarlos a sus alumnos y alumnas. Decía: “En los maestros y maestras está el futuro de nuestro país. Ellos deben sembrar valores en la niñez y juventud, resaltando el respeto a la vida, el sentido de la justicia, la responsabilidad, la honradez, el servicio y la solidaridad”. Seguir leyendo

Cristianismo frente al capitalismo neoliberal

Por Fernando Bermúdez
Hace muchos años, en 1976, durante una charla que impartí en el aula de cultura de Palomeras Altas, en Vallecas, presenté un cartel con el siguiente texto:
“En un lugar muy lejano había una comunidad
que tenía un solo corazón y una sola alma.
Sus miembros compartían todo lo que tenían,
se repartía los bienes de acuerdo a lo que cada uno de ellos necesitaba.
Nadie consideraba suyo lo que poseía,
sino que todo lo tenían en común.
No había entre ellos ningún pobre,
porque se repartía a cada uno según sus necesidades”.
Después pregunté: ¿de quién es este texto?
Uno respondió: Pienso que es del libro la Utopía de Thomas Moro.
Yo creo –dijo una mujer-, que ese texto debe ser de una comunidad hippie.
Seguí preguntando y uno expresó que le suena al manifiesto comunista de Carlos Marx, donde se dice que “de cada quién según su capacidad y a cada quién según su necesidad”.
Y así fui escuchando diversas opiniones.
Finalmente, abrí la Biblia y leí los capítulos 2 y 4 de los Hechos de los Apóstoles (2, 44-45 y 4,32-37). Todos quedaron sorprendidos al comprobar que este texto es de la Biblia, donde describe el estilo de vida de los seguidores de Jesús cuando formaron la primera comunidad en Jerusalén.
Hoy haría lo mismo con aquellas personas que se confiesan muy católicas y sin embargo, defienden la libertad absoluta de libre mercado, la propiedad privada sin control y se oponen a la acogida de inmigrantes. A todas ellas les recuerdo que:
Jesús habló muy claro. Su mensaje y su práctica fueron revolucionarios. Dijo que el proyecto de Dios es que todos los hombres y mujeres, sin discriminación, vivamos como hermanos, compartiendo lo que somos y tenemos. Y puso este ejemplo: había una vez un hombre rico que se condenó porque no compartió con el pobre Lázaro. Ese hombre no se condenó por ser rico sino por no compartir su riqueza con los pobres (Lc 16, 19-31). Seguir leyendo

Mons. Gerardi, mártir de la memoria histórica

Monseñor Gerardi
Monseñor Gerardi

Era el 24 de abril de 1998. El obispo Juan Gerardi acababa de hacer la presentación oficial del proyecto de la Recuperación de la Memoria Histórica en la Catedral de Guatemala en presencia de miles de creyentes, de la Conferencia Episcopal, del cuerpo diplomático y los familiares de las víctimas de la guerra. A la salida de la Catedral nos saludamos muy efusivamente, éramos buenos amigos, y me dijo: “¿Qué le ha parecido”.
Le felicité, y quedamos vernos y charlar otro día más despacio. Pero…, dos días después lo mataron. Fue la noche del 26 de abril, cuando entraba a su casa. Varios hombres del servicio de inteligencia del Ejército le rompieron la cabeza con una pesada piedra para simbolizar la destrucción de sus ideas y su proyecto de la Recuperación de la Memoria Histórica. Murió por colocarse, al igual que Jesús, junto a los pobres y las víctimas del conflicto armado. En una realidad de injusticia, explotación y represión, estar junto a ellos y defender sus derechos era un delito. Había sido amenazado de muerte por denunciar la represión militar ejercida sobre las comunidades indígenas de El Quiché.

Gerardi defendió la dignidad de la persona y los derechos humanos, particularmente de los excluidos, los pobres, los indígenas y víctimas de la guerra. Fue un pastor que amaba a su pueblo. Desde esta opción impulsó el proyecto de la Recuperación de la Memoria Histórica con el apoyo de la Conferencia Episcopal. Dos días antes de morir dijo en la Catedral de Guatemala: “Cuando emprendimos el proyecto de la recuperación de la memoria histórica nos interesaba conocer la verdad, reconstruir la historia de dolor y muerte, ver los móviles, entender el por qué y el cómo. Mostrar el drama humano, compartir la pena, la angustia de los miles de muertos, desaparecidos y torturados…”, “…Queremos contribuir a la construcción de un país distinto. Por eso recuperamos la memoria del pueblo. Este camino estuvo y sigue estando lleno de riesgos, pero la construcción del Reino de Dios tiene riesgos, y sólo son sus constructores aquellos que tienen fuerza para afrentarlos”.

Con este proyecto, que incluía exhumaciones de los cementerios clandestinos, Gerardi asumió el riego de ser calumniado, perseguido y asesinado por la oligarquía derechista y los militares. Fiel a la recomendación del papa Juan Pablo II cuando hacía referencia a los crímenes del nazismo, Gerardi impulsó el proyecto de investigación y conocimiento de la verdad, para dignificar a las víctimas y para que nunca más se repitiera esa historia de dolor y de muerte.

Le dolía que la memoria de los más de 200.000 asesinados durante la guerra fuese olvidada, y que la herida provocada persistiera en la sociedad. Buscaba la reconciliación que exige justicia y perdón, “porque no están reñidos con el conocimiento de la verdad”. Por eso, monseñor Gerardi insistía en que “el conocimiento de la verdad es una acción altamente saludable y liberadora”. En palabras de Juan Pablo II: “sólo la impunidad de los crímenes de lesa humanidad deja heridas sin cerrar. Sólo por la verdad, la justicia y la reparación se puede alcanzar la reconciliación”. Éste fue el propósito de la Iglesia de Guatemala frente a los enemigos de la verdad que pretendían que las víctimas del genocidio permanecieran olvidadas en multitud de cementerios clandestinos. El obispo Gerardi sufrió su misma suerte. Fue víctima entre las víctimas.

Veinte y tres años después, el testimonio profético de Monseñor Gerardi, junto a los millares de mártires, es una fuerza liberadora para los pueblos que fueron reprimidos, y un camino abierto en Latinoamérica y en el mundo entero, de búsqueda de justicia, paz y reconciliación, para “contribuir a la construcción de un mundo distinto”. Él y otros obispos, como Hélder Cámara, Óscar Romero, Leónidas Proaño, Sergio Méndez Arceo, Bartolomé Carrasco, Samuel Ruiz, Arturo Lona, Pedro Casaldáliga… son testimonios vivos y creíbles. “El hombre contemporáneo escucha más atento a los testigos que a los maestros, o si escucha a los maestros es porque son también testigos”, señalaba Pablo VI (EN. 41).
Hoy, las palabras y testimonio del obispo Gerardi siguen vivos en América Latina. Muchos obispos en el continente amerindio retoman su ejemplo situándose junto a los pobres, en defensa de los derechos humanos y comprometidos con la paz que nace de la verdad y la justicia.
Gerardi nos reta también a los cristianos de España a comprometernos en la búsqueda de la verdad sobre lo que sucedió durante la guerra civil y durante la dictadura franquista. “No se puede ocultar la verdad”, decía. ¿Qué intereses hay en España para ocultar la verdad de lo que sucedió durante la dictadura? La figura profética de monseñor Juan Gerardi debe ser una luz para nuestra Iglesia y concretamente para nuestros obispos.
Fernando Bermúdez López

 

Resurrección

El Pueblo que camina con Cristo Resucitado

Resurrección significa reconstrucción de los sueños rotos, de la utopía universal
«A los crucificados de la historia, esclavos de todos los tiempos, pobres, oprimidos, marginados, inmigrantes y refugiados, ahogados en el Mediterráneo o en la travesía a Canarias, y a todos los que han muerto soñando y luchando por otro mundo más justo y humano, se les hace justicia»
«Creer en la resurrección no es una evasión ni una alienación sino un compromiso liberador en el aquí y ahora, haciendo posible una nueva humanidad de justicia y equidad»
«La resurrección es, asimismo, liberación de todo tipo de esclavitudes interiores, rencores, xenofobias, supremacismos, odios, ataduras al pasado, miedos, pensamientos tóxicos, preocupación por cosas que no tienen sentido, obsesión por acumular dinero, prestigio y placeres»
03.04.2021 Fernando Bermúdez López Seguir leyendo

Pascua, paso a la Resurrección

Cristo de la Nueva Creación
Parroquia Madre del Pobres, San Salvador

Por Fernando Bermúdez López
Hemos recorrido en Cuaresma el camino hacia la Pascua. Paso de la muerte a la vida.
No hay resurrección si no hay muerte. La crucifixión y muerte de Jesús no solo fue un
acontecimiento histórico del pasado sino también del presente, más aún, un
acontecimiento cósmico.
Como creyente, confieso que la resurrección de Jesús abre la puerta a la esperanza. La
muerte deja de ser el final de la existencia. A los crucificados de la historia, esclavos de
todos los tiempos, pobres, oprimidos, marginados, inmigrantes y refugiados, ahogados
en el Mediterráneo o en la travesía a Canarias, y a todos los que han muerto soñando y
luchando por otro mundo más justo y humano, se les hace justicia. La resurrección nos
revela que la última palabra sobre la historia no la tienen los poderes del mal ni el
sistema que hoy domina el mundo sino el Dios de la Vida.
Creer en la resurrección no es una evasión ni una alienación sino un compromiso
liberador en el aquí y ahora, haciendo posible una nueva humanidad de justicia y
equidad, en donde los hombres y mujeres de todos los pueblos de la tierra puedan
sentarse a compartir la mesa de la fraternidad. La resurrección del ser humano en el
futuro va acompañada en el presente de signos liberadores tanto en el orden personal
como en el orden socio-económico y político. Dios al resucitar a Jesús nos está diciendo
que a los que mueren víctimas de la injusticia y de la violencia del sistema opresor se
les hace justicia.
Resurrección significa reconstrucción de los sueños rotos, de la utopía universal. Que
es posible otro mundo alternativo. Que se superen las relaciones de explotación,
discriminación, marginación y abuso de poder. Que nadie en este mundo pase hambre.
Que se descarte a los políticos corruptos y racistas que solo benefician a los poderosos
de la nación. Que los pueblos se abran a la fraternidad universal. Que todos nos unamos
para cuidar este hermoso planeta Tierra, su suelo, sus bosques, sus aguas, su aire y todos
los seres vivos. A este sueño Jesús, el Resucitado, le llama Reino de Dios, porque Dios
reina donde hay fe, esperanza y amor. Entre muerte y resurrección circula el amor, que
es la única vida en plenitud.
La resurrección es, asimismo, liberación de todo tipo de esclavitudes interiores,
rencores, xenofobias, supremacismos, odios, ataduras al pasado, miedos, pensamientos
tóxicos, preocupación por cosas que no tienen sentido, obsesión por acumular dinero,
prestigio y placeres. Es recuperar el alma que el capitalismo neoliberal nos había
robado. Es asumir un estilo de vida nuevo, ético, dialogante, crítico y respetuoso con
todos, acogedor y servicial, compasivo y solidario con la gente que sufre, defensor de
los derechos humanos, forjador de la paz que nace de la justicia y siempre agente de
perdón y reconciliación. Resurrección es un nuevo nacimiento como hombres nuevos y
mujeres nuevas al estilo de Jesús.
El amor es eterno y la eternidad empieza ya aquí, en la vida presente y desafía el tiempo
y el espacio. Muere el cuerpo. Aquí queda inerte. Pero la esencia del espíritu, el amor,
pervive más allá de la muerte, porque somos personas, espíritu encarnado y el espíritu
es eterno. “La eternidad es un presente absoluto”, señala José I. González Faus.
La idea de inmortalidad y el ansia de vivir eternamente, atraviesan la historia de la
humanidad y la naturaleza. Una sed tan grande no puede quedar sin agua. Yo como
creyente, intuyo y tengo la esperanza de que tanto creyentes como no creyentes,
cristianos como no cristianos, todos estamos salvados por Cristo Jesús y todos tenemos
el mismo destino de acuerdo a la ética con que hayamos vivido en la historia. El mismo
Jesús en su evangelio nos dice que el criterio de salvación no es haber sido creyente o
no creyente, o haber pertenecido a ésta o aquella religión, ni haber cumplido con una
serie de prácticas rituales, sino el haber pasado por la vida compartiendo con el pobre y
necesitado. Dijo: “Tomad posesión del Reino preparado para vosotros, porque tuve
hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, pasé como forastero,
inmigrante, refugiado y me acogisteis, anduve sin ropa y me vestisteis, estuve enfermo
y me visitasteis, en la cárcel y me fuisteis a ver”(Mt 25, 34-36).
Por la fe confesamos que todos resucitaremos, entendiendo por resurrección no la
reanimación de un cadáver, no la vuelta a la vida mortal anterior. Julio Lois señalaba
que “la resurrección es la continuidad personal tras la muerte en el seno de la
discontinuidad indudable que esa muerte implica”. No hay continuidad del cuerpo,
porque el cuerpo desaparece, pero sí hay continuidad de la persona, de su vida y destino.
Morir no es morir. Es caminar al encuentro de la Fuente para beber del agua de la Vida
y del Amor. Morir es nacer a la plenitud de una vida nueva. Este es el grito que arranca
de la experiencia de Dios en el silencio del alma. Y es, asimismo, la esencia de la
esperanza pascual. (Bermúdez, El Grito del Silencio, PPC, 2020,Madrid).

Berta Cáceres, mártir indígena de los DD de la Naturaleza


Fernando Bermúdez
El 3 de marzo conmemoramos el quinto aniversario del asesinato de Berta Cáceres Flores, líder hondureña, indígena lenca, feminista y activista del medio ambiente. Madre de cuatro hijos. Fue una mujer que nunca separó su fe cristiana de su compromiso con la defensa de los derechos de los indígenas y del medio ambiente. En 1993 cofundó el Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (COPINH) para la defensa del medio ambiente, el rescate de la cultura lenca y elevar las condiciones de vida de la población de la región.
Imparte talleres de educación popular, de análisis de la realidad y visita comunidades, comparte con la gente sencilla, organiza marchas a pie hasta Tegucigalpa para exigir a la autoridades respeto al Convenio 129 de la OIT de no implementar proyectos de empresas extranjeras en el río Gualcarque, que perjudican a los nativos.
Honduras es uno de los países con mayor desigualdad del planeta y con una brutal represión desde el golpe de estado que llevó al poder a Juan Orlando Hernández el 28 de junio de 2009 con el apoyo de Estados Unidos. Es además el país más peligroso del mundo, junto con Guatemala y Colombia, para el activismo ambiental. Un elevado número de defensores del medio ambiente, sobre todo de los ríos, han sido asesinados.
El 30 de junio de 2017 Berta sufrió un atentado del que logró salir ilesa. Pero estos hechos y las amenazas constantes que recibía, no la intimidaron. Estaba convencida de su misión en defensa de la cultura lenca y del territorio de su pueblo. Se opuso valientemente a la privatización de los ríos y a los proyectos de presas hidroeléctricas de inversores internacionales. Las presas afectarían el acceso al agua y agricultura de multitud de humildes campesinos que vivían de su trabajo.
Ella, en medio de sus luchas, no dejaba de participar en las celebraciones de la comunidad cristiana. A la luz de la Palabra de Dios iluminaba su compromiso en la defensa del medio ambiente y de su pueblo indígena. Insistía con frecuencia en aquellas palabras de Jesús: “Yo he venido para que tengan vida y vida en abundancia” y comentaba: “No podemos esperar de Dios la solución de problemas que Él nos ha confiado a nosotros solucionar”. Supo expresar su fe cristiana en la cosmovisión indígena lenca. Vibraba con el clamor del bosque, el agua de los ríos y arroyos y el canto de los pájaros. En la espiritualidad lenca Berta y los compañeros y compañeras de la COPINH encontraban fuerza para crear, sostener y articular las rebeldías y las resistencias.
El 15 de julio de 2013, los militares de Honduras abrieron fuego contra algunos miembros del COPINH, quienes realizaban una protesta pacífica, causando la muerte del dirigente campesino Tomás García y dejando varios heridos. En mayo de 2014 se produjeron dos asesinatos más y otros tres activistas resultaron gravemente heridos.
Las empresas multinacionales, la policía y los militares montaron desde entonces una campaña sistemática de represión, acoso y amenaza contra Berta Cáceres, a la vez que se la criminalizaba y se la presentaba en los medios de comunicación como una mujer peligrosa y antipatriota.
Debido a las constantes amenazas y persecución recibida, su madre y varios de sus hijos tuvieron que abandonar el país. Ella tomó precauciones extremas, dormía cada noche en un lugar diferente, muchas veces sobre un petate (estera) en el suelo. Una semana antes de su asesinato, Berta denunció que ella y otros dirigentes de su comunidad habían recibido amenazas de muerte y otros cuatro más habían sido asesinados. El 2 de marzo cometió el error de quedarse a dormir en su casa. Y en la madrugada del 3 de marzo de 2016, cuando se encontraba durmiendo, pasada la media noche, dos hombres forzaron violentamente las puertas. Berta preguntó: “¿Quién está ahí?”. Se levanta y se encuentra con dos hombres armados que se lanzan contra ella. Uno de los sicarios le disparó sin piedad y la mató delante de una de sus hijas.
La noticia de su muerte ensombreció el amanecer de Honduras. Fue un duro golpe para las organizaciones populares y para las comunidades cristianas.
Berta era una líder indiscutible, coherente, siempre al frente de su pueblo en defensa de los derechos humanos. Resalta su sencillez y el amor a su pueblo. En sus luchas, siempre pacíficas, por la defensa de los pueblos indígenas, por los recursos naturales, los territorios de los pueblos y la valentía y fortaleza con que lo hizo, le merecieron varios reconocimientos internacionales, entre los que destaca el Premio Medioambiental Goldman, el máximo reconocimiento mundial para activistas de medio ambiente.
Su sueño fue lograr otro modelo socioeconómico alternativo para su país, para América Latina y para el mundo. El padre jesuita Ismael Moreno, una de las personas más cercanas a Berta, señala: “Fue una mujer de fuertes convicciones, con un arraigado amor a su pueblo lenca. Nadie la pudo comprar, nadie la pudo domar. Tuvieron que matarla. Sin esa mística primigenia, sin ese amor esencial, las personas pueden ser sobornables, domables, comprables. Por eso la mataron. Ese es el legado que Berta nos deja”.
Berta Cáceres es una mujer mártir, siguiendo aquellas palabras de la Carta Apostólica Tertio Millenio Adveniente, porque murió por ser consecuente con su fe, en la defensa de su pueblo y del medio ambiente. Es un símbolo de la resistencia frente a las grandes empresas que buscan hacer negocio con el agua y los bienes naturales de los pueblos indígenas.
(Fernando Bermúdez López, “Sangre de mártires, dieron la vida por los pobres”, Alfaqueque ediciones).

Derechos humanos y de la naturaleza

Mesa redonda “Derechos Humanos y Derechos de la Naturaleza”
Fernando Bermúdez.
AMNISTÍA INTERNACIONAL,
La defensa de los Derechos Humanos, tal como están formulados en la Declaración Universal de Naciones Unidas y en diversos tratados y convenios, es el eje transversal de Amnistía Internacional y columna vertebral de la sociedad humana. Esta Declaración es el punto de partida que marca la marcha de toda la humanidad. La dignidad de toda persona, sin discriminación, es su base. Sin embargo, en esta Declaración, que fue elaborada en 1948, todavía no se concebía los derechos ambientales y los derechos de la Naturaleza como parte intrínseca de los Derechos Humanos. En aquella época, hace 72 años, la problemática ambiental no se veía todavía como una urgencia.
Los Derechos Humanos han ido evolucionando, pasando por distintas generaciones. Desde los derechos civiles y políticos, pasaron a los derechos Económicos, Sociales y Culturales, (los DESC). Amnistía Internacional defiende el derecho a un medio ambiente sano. Y desde ahí se ha dado el paso para la defensa de los Derechos de la Naturaleza. De este modo, percibe los Derechos Humanos indisociablemente unidos a la defensa del Medio ambiente y de la Naturaleza. Lo voy a ir desarrollando.
En las tres décadas que yo trabajé en Guatemala y Chiapas en tareas de Derechos Humanos y Educación popular, aprendí de los mayas que no hay que centrarse solo en los DESC, sino también en los Derechos Económicos, Sociales y Ambientales (DESCA), y todavía más: en los Derechos de la Naturaleza. La cosmovisión de los pueblos originarios de Amerindia revela que el ser humano no es dueño y señor de la Naturaleza, sino que forma parte de ella. De ahí el respeto sagrado que los indígenas sienten por las montañas, ríos, lagos, mares y los animales. El tránsito de la “Naturaleza objeto” a la “Naturaleza sujeto”, ha estado presente en los pueblos originarios de Amerindia desde tiempos remotos. Aceptar a la Naturaleza como sujeto de derechos no ha sido fácil para los occidentales.
A lo largo de la historia se ha venido ampliando los derechos humanos. Hubo un tiempo en que se consideraba absurdo el reconocimiento del derecho a la emancipación de los esclavos o los derechos de los afroamericanos, de las mujeres y de los niños y niñas. El reconocimiento del “derecho a tener derechos” se ha conseguido siempre con luchas políticas y sociales para cambiar aquellas visiones, costumbres y leyes que negaban esos derechos.
Lamentablemente, todavía hay personas a las que, en la práctica, se les niega el derecho a tener derechos, entre quienes están los inmigrantes y refugiados que llegan a Europa huyendo del hambre y la violencia.
Hoy surge el desafío transformador de reconocer los Derechos de la Naturaleza, pasando de un mero enfoque antropocéntrico a uno más socio-biocéntrico que reconozca la indivisibilidad de todas las formas de vida.
El disfrute de los Derechos Humanos no puede separarse de un medio ambiente sano. La degradación ambiental genera graves violaciones de los Derechos Humanos: derecho a la salud, a la comida, al agua, vivienda, trabajo… O el derecho a la resistencia al extractivismo, que explota y saquea los recursos naturales de los pueblos del sur y atropella a las comunidades que defienden la tierra y el medio ambiente, afectando la salud de las personas a causa de la destrucción de bosques y contaminación de ríos. Los más afectados son los pueblos indígenas que viven en una interdependencia indisoluble con la Naturaleza y reconocen en su vida el valor intrínseco de la Madre Tierra.
Se trata, pues, de proteger la naturaleza y el medio ambiente no solo por su conexión con una utilidad para el ser humano o por los atropellos sobre los derechos a la salud y la vida de las personas, sino también por su importancia para todos los organismos vivos con quienes se comparte el planeta, que merecen protección en sí mismos.
Hoy vamos tomando conciencia de que todo lo que existe se encuentra interrelacionado y unido a través de una maravillosa trama de relaciones. Cada ser compone un eslabón de la inmensa corriente cósmica. Todos los seres de la Naturaleza tienen dignidad y derecho a vivir. Antes, los seres humanos nos situábamos fuera de la Naturaleza, como dueños de ella y la explotábamos sin control para nuestro beneficio. Hoy hay más conciencia de que somos parte de ella y que cuidarla es cuidar la vida.
La Naturaleza puede existir sin los seres humanos, pero nosotros no podemos vivir sin la Madre Tierra. En este sentido, es clara la Encíclica “Laudato Si” del papa Francisco cuando dice: “Nosotros mismos somos tierra. Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta” Y va más allá Francisco, cuando afirma que “Estamos incluidos en la Naturaleza, somos parte de ella y estamos interpenetrados.”.
Decía yo anteriormente que existen derechos ambientales, los DESCA, que emergen desde los Derechos Humanos. Sin embargo, no podemos quedarnos solo ahí. La justicia ecológica busca asegurar la sobrevivencia de las especies y sus ecosistemas, como redes de vida, y restaurar lo que se ha degradado. Por eso considero que se deben aplicar simultáneamente la defensa de los derechos ambientales para las personas y los derechos ecológicos para la Naturaleza
En síntesis, los Derechos de la Naturaleza se complementan e interrelacionan con los Derechos Humanos individuales, económicos, sociales, políticos, culturales y ambientales. Y se potencian mutuamente, señala Amnistía.
Vemos la necesidad de la elaboración de una Declaración conjunta de derechos para la Humanidad y la Naturaleza, porque ambos son derechos para la vida. Así lo manifestó Esteban Beltrán, director en España de Amnistía Internacional, el pasado 4 de febrero cuando estuvo en Murcia.
Ha llegado el momento de un cambio de rumbo, que requiere un cambio de modelo socioeconómico, para que, en vez de la competición propugnada por el sistema capitalista neoliberal, se refuerce el principio ético del Cuidado y de Solidaridad. Las nuevas generaciones y la Tierra se merecen una nueva luz de esperanza.