Chile: después del rechazo, ¿qué?

Inesperado y categórico triunfo del rechazo dejó fuera la propuesta constitucional de la Convención elegida por voto popular con paridad de género y participación de pueblos indígenasEste plebiscito era un paso en el proceso para redactar una nueva constitución que ahora debe continuar definiendo un nuevo camino

Gabriel Boric

Encuestas y expertos electorales anunciaban el triunfo del rechazo, aunque reconocían que el resultado sería estrecho. Por eso, el categórico 62% por sobre el 38% del apruebo sorprendió a todos, incluso a sus propios adherentes.


El plebiscito pedía a cada ciudadano definir si aprueba o rechaza la propuesta constitucional. Por la trascendencia del tema, el voto era obligatorio lo que provocó que se llegara a la cifra más alta de participación en la historia del país: más de 13 millones, en un padrón electoral de unos 15.200.000 de electores.

Acuerdo nacional por nueva Constitución

Este plebiscito es un punto de llegada del proceso originado en las multitudinarias manifestaciones sociales que tuvieron lugar a partir de octubre de 2019 en todo el país, las que provocaron que dirigentes políticos firmaran el “Acuerdo por la paz social y la nueva constitución”, en noviembre de ese año. En ese documento se comprometían a generar las leyes necesarias para realizar un plebiscito en el que la ciudadanía definiera si estaba de acuerdo, o no, en disponer de una nueva Constitución y el mecanismo a través del cual se haría.

La primera fecha para ese plebiscito fue postergada debido a la pandemia. Se realizó en octubre de 2020 y su resultado fue categórico: un 80% aprobó elaborar una nueva Constitución y hacerlo a través de una Convención Constitucional. Esta es la hoja de ruta vigente aún.

Con las disposiciones legales necesarias, en mayo de 2021 se realizó la elección de los 154 integrantes de la Convención, con paridad de género y escaños reservados para representantes de los pueblos originarios. Durante un año elaboraron el texto que ahora se presentó al país para ser aprobado o rechazado, en el llamado ‘plebiscito de salida’.

Una propuesta que interprete a todos

“Hoy ha hablado el pueblo de Chile y lo ha hecho de manera fuerte y clara”, afirmó el presidente Gabriel Boric al iniciar su discurso la noche del plebiscito. Señaló que el resultado del plebiscito tiene dos mensajes. “El primero, dijo Boric, es que (Chile) quiere y valora a su democracia. Que confía en ella para superar las diferencias y avanzar. Y eso lo confirma este proceso electoral que ha tenido la mayor convocatoria de ciudadanos y ciudadanas en las urnas en toda nuestra historia”.

Continuó: “El segundo mensaje del pueblo chileno es que no quedó satisfecho con la propuesta de Constitución que la Convención le presentó a Chile, y por ende ha decidido rechazarla de manera clara en las urnas. Esta decisión de los chilenos y chilenas exige a nuestras instituciones y actores políticos que trabajemos con más empeño, con más diálogo, con más respeto y cariño, hasta arribar a una propuesta que nos interprete a todos, que dé confianza, que nos una como país. Y allí, el maximalismo, la violencia y la intolerancia con quien piensa distinto deben quedar definitivamente a un lado”.

Agregó que “como Presidente de la República, recojo con mucha humildad este mensaje y lo hago propio”. Aunque esta propuesta ha sido rechazada, el proceso hacia una nueva Constitución sigue vigente. Por ello Boric, en su discurso, se comprometió “a poner todo de mi parte para construir, en conjunto con el Congreso y la sociedad civil, un nuevo itinerario constituyente que nos entregue un texto que, recogiendo los aprendizajes del proceso, logre interpretar a una amplia mayoría ciudadana”.

Obispos llaman a continuar trabajando

La tensión previa al plebiscito ya había puesto en el debate público alternativas para cualquiera de los dos escenarios posteriores.

En ese contexto, días antes del plebiscito, el Comité Permanente del Episcopado emitió una declaración llamando a trabajar en unidad, cualquiera sea el resultado.

Dijeron los obispos: “Todos somos conscientes que el proceso que hemos vivido en estos últimos años, y también la misma discusión constitucional, han dejado de manifiesto los graves desafíos que tenemos como nación, que se han expresado en demandas sociales, políticas y económicas. También hemos comprobado que el proceso vivido no ha logrado la cohesión y adhesión que muchos esperaban. La polarización de posturas políticas e ideológicas ha sido muy manifiesta. Ante esta realidad no cabe el abatimiento o la desesperanza porque Chile, como lo ha demostrado durante su historia, tiene vocación de paz y de unidad”.

Llaman a “continuar trabajando por el bien de Chile”, aceptando los resultados del plebiscito, evitando cualquier tipo de violencia “que, como sabemos, termina por afectar a los más necesitados y desvalidos de la sociedad”, dicen los obispos.

Para después del plebiscito, los obispos piden “una renovada generosidad y capacidad de diálogo, por lo que llamamos a todos, especialmente a los que actúan en la vida pública y en la política, a ampliar la mirada y pensar en común lo que nos pueda llevar a un Chile más justo, fraterno, menos desigual y con mejores oportunidades para todos sus habitantes”.

Ese es el desafío que enfrenta el país, ahora. Boric ha convocado a dirigentes políticos, sociales y académicos para llegar a acuerdos que definan el camino a seguir en la ruta hacia una nueva Constitución, como fue acordado en el plebiscito de octubre de 2020.

El Comité Permanente del Episcopado cierra su declaración con este llamado. “Mediante este mensaje queremos apelar al sentido ético y religioso que habita en el alma de la gran mayoría de los chilenos y chilenas, proponer sendas que nos lleven a terminar con la violencia bajo todas sus formas e invitar a ser factores de unidad y de paz. El amor a Dios, al prójimo y a la Patria, son las fuerzas que deben conducirnos por caminos que edifiquen la paz social y dejen atrás tensiones y conflictos, que deterioran la convivencia y la democracia, para dar paso a la concordia, la prosperidad y la unidad

El RECHAZO a la nueva Constitución en Chile

Las cinco claves que explican el rechazo de los chilenos a la nueva Constitución

De la identificación con el Gobierno de Boric a la economía o el trabajo de la convención, las razones por las que los votantes optaron por continuar el proceso constituyente

Una concentración de partidarios de rechazar la propuesta constitucional durante la campaña electoral.ALBERTO VALDÉS (EFE)

Con los resultados del plebiscito en la mesa, Chile empieza este domingo a intentar comprender las razones del electorado para rechazar por amplia mayoría la propuesta de nueva Constitución, en la que trabajó durante un año la Convención Constituyente. Es un hito de un proceso que comenzó en octubre de 2019, con protestas sociales marcadas por jornadas de violencia en las calles. La clase política ofreció el camino constituyente para encauzar el malestar y en octubre de 2020 se celebró el plebiscito de entrada, donde un 78% votó a favor de reemplazar la Constitución actual, que data de 1980, en la dictadura de Augusto Pinochet y un porcentaje similar apoyó que la redactara una convención de 155 miembros elegidos específicamente con este objetivo. En mayo de 2021 la ciudadanía escogió a los miembros de la constituyente, cuya formación reflejó una fuerte influencia de la izquierda y de colectivos independientes. El órgano paritario comenzó a trabajar en julio de ese año y, tras 12 meses de trabajo y una pérdida importante de respaldo ciudadano, entregó su trabajo en julio de este año. Tras una campaña de dos meses, Chile ha elegido rechazar esta propuesta, aunque el proceso constituyente continuará.

Un plebiscito al Gobierno de Boric

El ADN del Ejecutivo de Gabriel Boric ha marcado la Convención Constituyente, el texto de la constituyente y, en estos últimos meses, por la opción del “apruebo” [a favor]. El presidente tomó la decisión de desempeñar un papel protagonista, como principal activo de la coalición gobernante de izquierda. Es la razón por la que, políticamente, el destino de la nueva Constitución se ha ligado al Gobierno y viceversa, como mostraron las encuestas. Este plebiscito, en definitiva, se ha vivido como un referéndum sobre la actual Administración, que lleva seis meses en el poder.

La delincuencia y la situación económica

Chile se enfrenta una crisis de inseguridad pública importante y, aunque se trata de un problema que ha crecido con los años, afecta directamente a la ciudadanía, que castiga al Gobierno de turno. La Administración de Boric, además, no siempre ha mostrado una postura inequívoca respecto del orden público, sobre todo con la violencia en La Araucanía y las regiones aledañas, que se agrava con los días. Esta situación se vuelve más compleja en el norte del país, con la crisis migratoria que afecta sobre todo a la vida cotidiana de la gente humilde de esa zona. La percepción de inseguridad se une al encarecimiento de la vida con una inflación del 13,1% interanual, como no se observaba desde hace tres décadas. En un referéndum que se ha vivido como un plebiscito a los gobernantes, ambos factores han influido en el rechazo a la Constitución.

El trabajo de la convención

Una de las preguntas que tendrán que responder los analistas será por qué el texto redactado por el órgano más democrático de la historia de Chile —paritario, con escaños reservados para pueblos originarios, con independientes— no ha sido respaldado por la ciudadanía. La convención comenzó su trabajo en julio de 2021 con altos niveles de respaldo, pero fue perdiéndolo en semanas. Hace justamente un año, una investigación del diario La Tercera reveló que uno de los vicepresidentes, Rodrigo Rojas Vade, se había inventado un falso cáncer. La ciudadanía que se sintió traicionada. Con los meses, observaron además una conducta pintoresca y hasta grosera de algunos miembros de la convención. La esperanza de la campaña a favor era que la ciudadanía separara el proceso de la propuesta final.

Una propuesta muy transformadora

Los críticos catalogaron el texto de la nueva Constitución refundacional. Declaraba a Chile como un Estado con democracia representativa, reforzada con modalidades de participación directa, con hincapié en los derechos sociales, la protección de una naturaleza, la descentralización del país y la paridad. El reconocimiento de los pueblos indígenas generó preocupación en los habitantes de La Araucanía y de las regiones aledañas —donde se ubican las tierras ancestrales y una alta población mapuche—, que no tiene entre sus principales demandas la plurinacionalidad. Los críticos consideraban además que la nueva configuración del aparato judicial abría la puerta a la interferencia política en este poder del Estado, y preocupó la ausencia de toda norma sobre los partidos políticos y el sistema electoral.

El papel del centroizquierda y la derecha

La oposición organizada de sectores de centroizquierda evitó que la opción por el rechazo quedara encajonada solo en la derecha. Al triunfo del rechazo contribuyó también que los líderes de la derecha mostraran su disposición a continuar con el proceso constituyente, aunque ayer ganara el no. Este escenario facilitó a una parte de la ciudadanía votar en contra, al ver que las fuerzas políticas se comprometieron a seguir trabajando por una nueva Constitución.

La nueva Constitución de Chile

Chile, ante el reto de dejar atrás 30 años de desigualdades

ºManifestantes por el 'apruebo' en un acto en Valparaíso (Chile) este jueves, 1 de septiembre de 2022.
Manifestantes por el «apruebo» en un acto en Valparaíso (Chile) este jueves, 1 de septiembre de 2022.  Rodrigo Garrido / REUTERS

La nueva Constitución, feminista, ecologista y social, llega a las urnas con una ventaja del «rechazo» en las encuestas y una oleada de desinformación sobre sus propuestas de transformación.

Por CÉSAR G. CALERO

El agua como bien público, una democracia paritaria, el reconocimiento de derechos al 13% de chilenos que se reconocen indígenas, el ecologismo como prioridad política, la recuperación de los servicios públicos… La nueva Constitución chilena que se vota este domingo en referéndum propone un nuevo contrato social para un país que ha vivido un proceso político vertiginoso desde el estallido social de finales de 2019. El consenso que surgió de ese rugido popular se ha ido resquebrajando con el paso del tiempo. La desinformación y los bulos sobre los alcances de la norma promovidos por sectores de derechas han generado un clima contrario a la aprobación del texto.

Los sondeos otorgan una ventaja del «rechazo» de unos diez puntos frente al «apruebo». Pese a ello, el Gobierno progresista de Gabriel Boric, nacido de ese espíritu de cambio constitucional, todavía confía en un triunfo del «apruebo» que entierre definitivamente la Carga Magna actual, redactada en tiempos de la dictadura de Pinochet, y comience a dejar atrás 30 años de desigualdades en Chile.

Para tratar de contrarrestar la desventaja en las encuestas, el Gobierno de Boric propuso hace dos semanas realizar algunas modificaciones al texto constitucional si sale adelante en las urnas. El documento, consensuado con los partidos y las organizaciones sociales que respaldan al Gobierno, corrige y aclara algunos aspectos cruciales de la norma, como el relativo a la plurinacionalidad, sobre el que ha girado buena parte de la campaña del «rechazo». Aunque la Constitución deja claro que Chile es un Estado indivisible en el que cohabitan diferentes naciones (hasta once pueblos originarios), para la oposición derechista esa definición rompe el país. El Gobierno ha salido al paso de las desinformaciones y ha precisado que las autonomías territoriales respetarán «los principios de unidad e indivisibilidad del Estado de Chile y las libertades reconocidas y protegidas para todas las personas».

Otro de los cuestionamientos de los partidarios del «rechazo» hace referencia a los cambios en materia de justicia que establece la nueva Constitución. Respecto de la controversia sobre el reconocimiento de la justicia indígena, el acuerdo de los partidos de izquierda aclara: «No existirán regímenes de justicia paralelos que pongan en cuestión la unidad, coherencia y consistencia del poder judicial. La justicia indígena solo se aplicará a miembros del mismo pueblo, será voluntaria y no tendrá competencia respecto de delitos penales. La justicia indígena, tal como lo señala la nueva Constitución, siempre estará subordinada a la justicia ordinaria, en particular, a la Corte Suprema».

Boric, que apenas lleva seis meses en el poder, se ha comprometido también a incluir reformas al texto constitucional en materias tan sensibles como el sistema de pensiones (se asegura un modelo mixto y la continuidad de la capitalización privada), la salud (no se limitará la prestación de servicios privados) o la educación (con un modelo mixto). Aunque el joven líder progresista tiene previsto poner en marcha su propio programa de reformas (acaba de anunciar un proyecto para reducir la jornada laboral de 45 a 40 horas semanales), una derrota del «apruebo» en el referéndum supondría su primer gran revés político. El presidente chileno se forjó como dirigente en las manifestaciones estudiantiles de 2011 y aunque su paso por el Congreso con el Frente Amplio atemperó sus ímpetus revolucionarios, conserva ese halo de inconformismo que solo portan aquellos que han crecido políticamente con el aliento de la calle.

Los sectores políticos que han hecho campaña contra la nueva Carta Magna (los partidos de derecha agrupados en Chile Vamos, principalmente) abogan por redactar una nueva Constitución que reúna un consenso más amplio en la ciudadanía, según un documento presentado en julio. Pero la izquierda no se fía de las promesas de cambio de una derecha que ha taponado una y otra vez cualquier atisbo de transformación social durante las últimas tres décadas.

Crispación social

El texto constitucional, de 388 artículos, se ha elaborado a toda velocidad y en un ambiente de crispación social por la presión mediática ejercida sobre algunos miembros de la Convención Constitucional. Echando la vista atrás, todo comenzó a finales de octubre de 2019 con las masivas protestas por la subida del transporte público y la desproporcionada y violenta respuesta del Gobierno del derechista Sebastián Piñera. De buenas a primeras, se impugnaban no los 30 pesos de subida del transporte sino los 30 años de desigualdad social. De ahí surgió un pacto firmado in extremis a finales de ese año con el concurso de casi todas las fuerzas políticas y las objeciones de un sector de la izquierda (Boric se alineó con los primeros). Casi el 80% de los chilenos votó un año después por dotarse de una asamblea constituyente.

Entre los 155 miembros de esa convención elegidos también en las urnas había una gran cantidad de activistas, profesionales independientes y una representación de los pueblos originarios. La mitad de la asamblea estuvo conformada por mujeres, un hecho sin precedentes en el mundo. La prensa se cebó enseguida contra ciertos constituyentes con conductas inapropiadas, como la de Rodrigo Rojas, que alegó un supuesto cáncer que no padecía y tuvo que dimitir. O la del constituyente que votó en una ocasión a viva voz mientras se duchaba. Algunos creyeron que el asambleísmo había llegado para quedarse en un Chile que, sin embargo, había visto ganar a Piñera solo cuatro años atrás. El creciente rechazo social hacia la Constitución ha tenido que ver mucho con la amplificación de esas conductas y, solo en la recta final del proceso, con el contenido de la norma.

La Constitución que se vota este domingo en Chile es una de las más avanzadas del mundo en materia social y, sin duda, la más feminista al reivindicar una democracia paritaria. La norma declara un Estado social de derecho descentralizado (se elimina el Senado y se crea una Cámara de las Regiones) y abierto a procedimientos de democracia directa desconocidos en Chile hasta ahora. Un Estado volcado hacia la preservación de la Naturaleza y la desprivatización de recursos tan fundamentales como el agua. Un Estado que reconoce la plurinacionalidad en aras de alcanzar, entre otras metas, una solución política al conflicto que vive la región de la Araucanía, el territorio mapuche en continuo estado de confrontación.

Las últimas encuestas publicadas auguran un triunfo del «rechazo» por un margen que se mueve entre los nueve y los 16 puntos. El voto obligatorio en el referéndum (a diferencia de otros comicios) podría alterar las estimaciones y beneficiar a los partidarios del «apruebo» si logran movilizar a los abstencionistas habituales, entre ellos los más jóvenes. Si gana el «apruebo», se abrirá un periodo de negociación política que, con toda seguridad, introducirá cambios en la Constitución para lograr un mayor consenso social. El triunfo del «rechazo» cerraría en falso el ciclo de demandas ciudadanas abierto en octubre de 2019 y dejaría tocado al primer gobierno de izquierdas en Chile desde la experiencia del socialismo democrático de Allende a principios de los años 70, truncada por el sangriento golpe de Estado de Augusto Pinochet, cuya Constitución seguiría vigente.

Chile: ceremonia ecuménica al inicio del gobierno de Boric

El presidente, autoridades de los tres poderes del Estado y de la Convención Constitucional, y representantes de varias denominaciones religiosas participaron en la ceremoniaEl cardenal Aós señaló en su homilía la corresponsabilidad de todos al “iniciar y generar nuevos procesos y transformaciones”

A menos de 24 horas de haber asumido la Presidencia de la República, Gabriel Boric asistió a la ceremonia ecuménica en la Catedral de Santiago, acompañado de las autoridades de los tres  poderes del Estado, jefes de las Fuerzas Armadas, dirigentes de la Convención Constituyente y otros invitados. Presidida por el arzobispo de Santiago, cardenal Celestino Aós, contó con la activa participación de representantes de varias confesiones religiosas presentes en Chile y, esta vez, tuvo un marcado tono festivo.


Se trata de una ceremonia, de larga tradición, en la que el arzobispo de Santiago invita al nuevo mandatario y que en su origen era limitada a la Iglesia Católica. En 1970, el presidente Salvador Allende pidió que fuera de carácter ecuménico, con participación de otras iglesias cristianas. En estas ocasiones, en lugar de Te Deum, la ceremonia se denomina Oración por Chile y el nuevo Gobierno.

Siempre estaremos rezando por usted

Esta vez, durante su desarrollo hubo también oración por la situación en Ucrania y por la paz. Especial énfasis se puso en orar por los nuevos gobernantes y por el país.

En su homilía, el cardenal Aós se dirigió al presidente Boric: “Nosotros, señor Presidente, siempre estaremos rezando por usted y por nuestras autoridades, tal como nos lo enseña y manda el apóstol San Pablo” y agregó que “queremos y buscamos un Chile donde todos convivamos respetándonos, escuchándonos, dialogando, colaborando, cuidando especialmente a los más pobres y utilizando responsablemente la naturaleza”, dijo Aós.

Más adelante el arzobispo expresó: “Hoy, especialmente hoy, pedimos por usted, señor Presidente; pedimos por ustedes, autoridades y gobernantes, legisladores y jueces, como pidió Salomón: que Dios ilumine sus mentes para que conozcan lo que es bueno y lo que es malo, lo que es justo y lo injusto. Y para que puedan trabajar por lograrlo y aunar las voluntades en proyectos y causas comunes”.

Una mística de fraternidad

Luego pidió a quienes asumen responsabilidades en el ámbito político, trabajar para “fomentar una mística de fraternidad y, al mismo tiempo, una organización social más eficiente”.

“Los políticos están llamados a preocuparse de la fragilidad, de la fragilidad de los pueblos y de las personas. Cuidar la fragilidad quiere decir fuerza y ternura, lucha y fecundidad, en medio de un modelo funcionalista y privativista que conduce inexorablemente a la cultura del descarte”, indicó.

“Estamos aquí renovando nuestra convicción de que no podemos esperarlo todo de los gobernantes, sino que cada uno de nosotros es responsable del bien de todos. Hemos experimentado la tensión y el sufrimiento constatando que un grupo de compatriotas no estaba dispuesto a colaborar con las medidas sanitarias para combatir la pandemia, que un grupo de compatriotas recurre a la violencia para conseguir sus objetivos”, afirmó el arzobispo.

Una vida digna

A continuación, llamó: “Gozamos de un espacio de corresponsabilidad capaz de iniciar y generar nuevos procesos y transformaciones. Seamos parte activa en la rehabilitación y el auxilio de nuestra sociedad herida”.

El arzobispo de Santiago se refirió también a temas específicos: “Ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias. El gran objetivo debería ser siempre permitirles una vida digna a través del trabajo”, dijo, y también llamó a ser audaces en la construcción de la paz: “Chile nos necesita como artesanos de paz, como ejemplos de diálogo, dispuestos a generar procesos de sanación y de reencuentro con ingenio y audacia. ‘Señor, haz de mí instrumento de tu paz’”, pidió Aós.

Un momento destacado en la ceremonia fue cuando se encendió un cirio que tiene tallados hitos de la historia del país. Además, algo inédito, como expresión de afecto se regaló al presidente un cirio con el rostro de Cristo y el texto: “Yo soy la luz del mundo”. Este cirio fue pintado, especialmente, por las monjas benedictinas del Monasterio de la Asunción de Santa María, en Rengo

El primer discurso del presidente Boric

“Estamos de nuevo abriendo las grandes alamedas”

Boric promete defender los DDHH "en todo lugar" y redistribuir la riqueza
Boric promete defender los DDHH «en todo lugar» y redistribuir la riqueza Efe / Alberto

Prometió su cargo «ante el pueblo y los pueblos de Chile» y en su primer mensaje a la nación como nuevo presidente del país, Gabriel Boric recordó que en el país que le ha convertido en el mandatario más votado de su historia «no sobra nadie». Desde el Palacio de la Moneda, el presidente Boric se ha dirigido por primera vez a sus conciudadanos para recordarles que asume el cargo «con humildad» y «con consciencia de las dificultades del mandato», pero también «con la convicción de que solo en la construcción colectiva de una sociedad más digna podremos fundar una vida mejor para todos y todas». 

«En Chile no sobra nadie. La democracia la construimos juntos y la vida que soñamos solo puede nacer de la convivencia, el diálogo, la democracia, la colaboración y no de la exclusión», señaló Boric, quien pidió abrazarse «como sociedad» y «volver a sonreír». «Que este sea el gobierno del pueblo y que ustedes lo sientan como su gobierno», dijo, «y para eso vamos a necesitar a todos, gobierno y oposición, empresarios y movimientos sociales». 

El nuevo presidente afirmó desde el balcón de La Moneda que esta jornada «era necesario hablar» pero a partir de este sábado, «todos juntos a trabajar». Unas palabras con las que arrancó una gran ovación de la plaza, al recordar que dentro de cuatro años, en las próximas elecciones, el pueblo de Chile le juzgará «por nuestras obras y no por nuestras palabras». 

Boric es el primer presidente que no forma parte de los dos bloques de centro que gobernaron el país desde el retorno a la democracia en 1990. Liderará además el primer gabinete con más mujeres que hombres del continente y ha prometido que el la lucha feminista será un eje fundamental de su gobierno.

Bregado en las luchas estudiantiles y crítico del modelo neoliberal instalado durante la dictadura militar, Boric dijo que es necesario «redistribuir» la riqueza en Chile, uno de los países más desiguales de la región y donde miles de personas salieron en masa a manifestarse en 2019 a favor de un modelo más justo. «Cuando la riqueza se concentra solo en unos pocos, la paz es muy difícil», afirmó en un emotivo discurso.

Consciente de que no lo tendrá fácil para llevar a cabo su amplia agenda de reformas con un Parlamento muy fragmentado, el exdiputado por la austral Magallanes señaló que su gobierno «no se agota en sus adherentes» y que tratará de buscar acuerdos transversales.

Vientos de cambio en América latina

por Yolanda Sober

No habrá luz en el planeta si dejamos de creer
que la próxima esperanza está siempre por nacer.

Quilapayún, “Aquí estamos”

Fuente: América Latina y el Caribe : panorama económico general – Otro Mundo Es Posible

La pandemia ha acallado las protestas que habían tomado las calles en diversos países de América Latina, pero no el descontento social que las propició. Y las urnas están dando cuenta de ello.

En 2021, mientras en Nicaragua se perpetúa el binomio del matrimonio Daniel Ortega y Rosario Murillo, gracias a la represión de los opositores, muchos en la cárcel o huidos, el resto de las elecciones presidenciales del continente han dado pie a un cambio de partido. En Ecuador, Guillermo Lasso, además de los votos de la derecha tradicional sumó los desafectos del correísmo.

En Perú, el sindicalista y docente, Pedro Castillo, uno de cuyos lemas de campaña su “¡Nunca más un pobre en un país rico!, se hizo con la presidencia como líder de “Perú Libre”, partido de izquierda. Pero, seis meses después de su toma de posesión, no ha conseguido consolidar un gobierno: 14 ministros han dejado su cargo y se ha visto obligado a renovar por cuarta vez su gabinete. Además, en el Congreso, su partido “Perú Libre” está dividido y carece de fuerza. Las encuestas no le son favorables y, según la publicación a mediados de enero por el diario “El Comercio”, el 60% de los ciudadanos desaprueba su gestión. Solo aprueba en el sur del país, con el 54% de los ciudadanos a favor. El mayor rechazo lo tiene en Lima, donde lo reprueban el 79% de los encuestados. Un resultado que no sorprende, ya que su rival en las elecciones presidenciales, Keiko Fujimori, le ganó con holgura en la provincia de Lima, donde se concentra un tercio de la población.

Honduras, “¡Sí, se pudo!”

“¡Sí, se pudo!”. Así recibieron los hondureños, el pasado 27 de enero, la toma de posesión de su nueva presidenta, Xiomara Castro. Honduras ha inaugurado los relevos presidenciales previstos para 2022. Y ha sido una renovación en el sentido más amplio, ya que Xiomara Castro, al frente del Partido Libertad y Refundación (Libre), una coalición de izquierdas creada en 2011, llega a la presidencia tras una clara victoria en las elecciones con mayor participación de la historia del país y un amplio respaldo, en particular en las principales ciudades, Tegucigalpa y San Pedro Sula. Además, marca otro hito: es la primera mujer en ocupar la presidencia en Honduras.

Esposa de Manuel Zelaya, derrocado por un golpe de Estado en 2009, Xiomara Castro se comprometió a gobernar para todos y subrayó que Honduras, el segundo país más pobre de América Latina, está “en bancarrota tras 12 años de dictadura”, y se comprometió a una refundación socialista y democrática y, entre sus prioridades, señaló el acabar con la corrupción y la impunidad.

Xiomara Castro

Como no podía ser menos, se dirigió también en particular a las mujeres hondureñas, subrayando que “estamos rompiendo cadenas y tradiciones” y se comprometió a defender sus derechos, ya que Honduras, junto con el vecino El Salvador, tiene las tasas de violencia de género y feminicidios más altas de América Latina, lo que además es, según ACNUR, una de las causas del desplazamiento forzado en el país. Tuvo también un gesto hacia los pueblos indígenas y participó en una ceremonia simbólica, en la que recibió la “vara alta”, símbolo de la autoridad y el mando, de manos de Berta Zúñiga, de la comunidad lenca e hija de Bertha Cáceres, asesinada en 2016 por su defensa de sus tierras y recursos ancestrales.

Chile, una nueva generación con propuestas de cambio

En el extremo sur del continente, también se gira a la izquierda. Al frente de “Convergencia Social”, que aglutina varios grupos y movimientos políticos, Gabriel Boric, con 36 años, se convertirá, el próximo 11 de marzo, en el presidente más joven de Chile y también el más votado en unas elecciones en la que se registró la mayor participación desde que el voto es voluntario. Su victoria (55,9% de los votos) frente al candidato del Partido Republicano, el ultraderechista José Antonio Kast (44,1%) ha sido incontestable.

Gabriel Boric representa un cambio generacional en la política chilena y la esperanza de una nueva forma de hacer política. Su gobierno, según ha avanzado, no será paritario, pero sí muy diverso: 14 mujeres y 10 hombres y la mitad de ellos se han formado en centros públicos. Sus retos son afrontar las profundas transformaciones para acabar con la desigualdad y la injusticia social, tal como se reivindicó en las calles desde el estallido de las protestas de octubre 2019. Otros retos serán que el nuevo Congreso, en el que no tiene mayoría, apruebe una nueva Constitución, y la recuperación económica, para lo que debería establecerse un diálogo con los empresarios.

Las reivindicaciones feministas también están presentes en sus propuestas, como no podía ser menos en el país en el que el grupo “Las Tesis” creó y representó durante las protestas “Un violador en tu camino”, un performance que se convirtió rápidamente en un himno feminista internacional, con representaciones en las calles de ciudades de todo el mundo. Entre la propuesta figuran el acceso a la anticoncepción en la sanidad primaria, promover una ley que garantice la interrupción voluntaria del embarazo y un modelo de educación sexual integral.

Otro reto es la Araucanía, donde persiste el conflicto con los pueblos originarios, que reivindican su autonomía y territorios.

Las elecciones presidenciales de 2022

El calendario electoral se inició en Costa Rica, pero la mayor atención internacional se centrará en Colombia y en Brasil.

Tras meses de las grandes movilizaciones de protesta, Colombia celebrará elecciones presidenciales el 29 de mayo y una posible vuelta, el 19 de junio. Como precandidatos figuran, entre otros, Ingrid Betancourt, el economista Alejandro Gaviria Uribe, el ex senador Juan Manuel Galán, el ex alcalde de Medellín, Sergio Fajardo y Gustavo Petro, ex guerrillero y ex alcalde de Bogotá, quien, en caso de confirmarse los sondeos previos, podría ser el primer presidente izquierdista de Colombia.

En Brasil, las presidenciales, previstas para octubre, serán un mano a mano entre el actual presidente, el ultraderechista Jair Bolsonaro, y el expresidente de izquierda, Luiz Inácio Lula da Silva, absuelto de sus cargos por corrupción. Las últimas encuestas dan como favorito a Lula da Silva, aunque puede necesitar la segunda vuelta, que sería el 30 de octubre. Juega al su favor, además, otro punto que señalan las encuestas: el 64% de los encuestados desaprueba la gestión de Bolsonaro, el 55% piensa que su gobierno es malo o pésimo y el 21%, regular. Bolsonaro ha alcanzado el mayor índice de desaprobación desde que tomó posesión como presidente, en enero de 2019. De confirmarse los pronósticos, Lula da Silva se ganaría la revancha.

El cambio de época en Chile

Gabriel Boric

El histórico triunfo de Gabriel Boric en la segunda vuelta presidencial en Chile, el pasado domingo 19 de noviembre, no solo es inédito porque después de 30 años se rompe el duopolio político que gobernó el país por tres décadas, sino también porque consolida un proceso constituyente en curso, el cual iba a estar fuertemente amenazado, en el caso de ganara el candidato de extrema derecha José Antonio Kast.
Si bien los resultados en primera vuelta parecían poco entendibles, dadas las anteriores votaciones en Chile, en donde las fuerzas transformadoras se impusieron ampliamente por sobre los sectores más conservadores del país (plebiscito constitucional y elección de constituyentes), la posibilidad de una restauración conservadora, luego de la segunda vuelta, queda completamente descartada.

De ahí que la alta participación total (55,65%) y votación a Gabriel Boric (55,87%), no solo lo convierten en el presidente más joven y con más votos en la historia de Chile (4.620.890), sino que quedará para la historia del país, ya que firmará, de aprobarse, la primera constitución legítima y redactada democráticamente en el país.

Ante esto, que Gabriel Boric entienda que su rol político es mucho más importante que el de otros presidentes elegidos anteriormente en Chile, al estar inserto en un momento de cambio de época para el país, planteando en su primer discurso como presidente electo lo siguiente: “Defenderemos el proceso constituyente, que es motivo de orgullo mundial. Es la primera vez que escribimos una Constitución de forma democrática. Cuidemos este proceso para que sea una Carta Magna fruto del acuerdo y no de la imposición” (1).

Siendo coherente con ese discurso, es muy destacable de parte del presidente Gabriel Boric, que la primera persona que haya llamado, luego de enterarse de los resultados de la segunda vuelta, haya sido la presidenta de la Convención Constituyente, Elisa Loncón, lo que es una muy buena señal de lo que vendrá en el futuro para el desarrollo del proceso en curso.

Asimismo, la visita de Gabriel Boric a la Convención Constituyente, dos días después de haber salido electo como presidente, hace una clara diferencia con Sebastián Piñera, quien no fue capaz de asistir a un espacio tan importante para el futuro del país, e incluso entorpeciéndolo y tratando de influir sobre él, con declaraciones sobre algunos contenidos que debieran tener la nueva carta fundamental (2).

Por el contrario, Gabriel Boric ha sido muy cauto en sus declaraciones sobre la Convención Constituyente, al declarar que no será pauteada por el presidente, porque sabe que su rol es de acompañar el proceso, respetando así siempre su autonomía y la capacidad de este órgano de poder funcionar de manera independiente del poder constituido.

En consecuencia, la responsabilidad que tendrá el nuevo presidente Boric es enorme, pero estará sostenida no solo por un partido político, coalición o sector determinado, sino por millones de chilenas y chilenos que exigieron ser parte de la construcción de un nuevo Estado, como también por cientos de organizaciones sociales que pusieron en el centro la defensa de los Derechos Humanos y de la Naturaleza.

Por lo mismo, el cuidado y apoyo ciudadano en los próximos meses hacia la Convención Constituyente es clave, ante la campaña de desprestigio de grandes medios de información y de una derecha en ruinas, que solo le queda denigrar a base de mentiras, al órgano más inclusivo, participativo, vinculante y universal que hemos tenido como país.

Podrán decir muchas cosas de la Convención Constituyente, pero es por lejos el espacio institucional que más se parece a Chile, en toda su diversidad. Como país nos mal acostumbraron con instituciones ilegítimas y autoritarias, hechas por y para las elites, dejando fuera a la gran mayoría, teniendo que subordinarnos así a normas y códigos jurídicos hechos a la medida de unos pocos.

Además, es muy destacable de parte de la Convención Constituyente, en lo que respecta a democracia participativa, las instancias previas a la redacción de la nueva carta magna, como lo son la Iniciativa popular de norma, encuentros autoconvocados, audiencias públicas obligatorias, cuenta popular constituyente, jornadas nacionales de deliberación, foros deliberativos, cabildos comunales, semana territorial, plebiscito dirimente y la consulta indígena.

En definitiva, somos testigos y parte de un proceso político completamente distinto e inédito a lo que hemos vividos como chilenos por siglos, y que seguramente romperá con un Estado secuestrado por las elites económicas nacionales e internacionales por siglos, desde la Constitución Portaliana de 1833 en adelante, la cual sentó las bases para imponer un orden en el país completamente excluyente y negador de la pluralidad existente.

El proceso chileno

Gabriel Boric

El 19 de diciembre pasado Chile votaba por amplia mayoría una coalición de partidos cuya divisa es “Que la dignidad se haga costumbre”. Dos años de movilizaciones han alumbrado una nueva situación cuyos frutos han sido la Convención Constituyente y un nuevo gobierno.

El llamado “éxito chileno” (crecimiento económico, cuentas públicas saneadas y energía exportadora) se ha conseguido bajo las condiciones impuestas por la dictadura. Es un éxito que oculta el dominio de una pequeña casta rica y poderosa, unas desigualdades excesivas y la desconfianza hacia un cuerpo policial encargado de mantener este orden. A lo que se añade la represión de los pueblos originarios (mapuches, aymaras …) con el argumento de que se oponen al progreso, cuando defienden sus territorios y derechos ante la explotación por parte de grandes grupos económicos.

Este modelo ultraliberal y autoritario había sido consagrado en la Constitución pinochetista de 1990. En 2020, como primer fruto de las movilizaciones, comenzó el proceso para dotar al país de una nueva Constitución. En la primera consulta se impuso, con un 80%, la opción “Apruebo una nueva Constitución” y que la Convención Constitucional para redactar el texto se compondría en su totalidad por ciudadanos elegidos para este fin.

En una segunda consulta se eligieron los miembros de la Convención. Muchos de los que experimentan en sí mismos la precariedad laboral y vital habían participado en las movilizaciones y salieron elegidos. Ciudadanos de perfiles muy diversos, desde abogados hasta activistas ambientales, mujeres representantes de organizaciones del trabajo no asalariado (cuidadoras), conductoras de autobús, trabajadores endeudados por la educación y la sanidad de sus hijos. La Convención Constituyente está compuesta por 155 miembros, 17 de los pueblos originarios, y presidida por la mapuche Elisa Loncon, elegida con el voto de 96 de los 155.

En sus debates hay una sensibilidad especial para que el texto constitucional recoja las exigencias del respeto a los derechos humanos; el rechazo a las violaciones que han sufrido los pueblos originarios durante siglos, a la represión contra los movimientos de trabajadores, a la violencia de la dictadura y postdictadura y a lo que se vivió durante las movilizaciones de octubre-2019. Y una apuesta firme porque el Estado recupere el poder de garantizar, con recursos públicos, los derechos a las pensiones, la sanidad, la educación, el derecho humano al agua y la desprivatización de su gestión, la negociación colectiva, un sistema nacional de Cuidados, etc. Los pueblos originarios piden que Chile se defina como Estado plurinacional.

En la Convención Constituyente se está debatiendo sobre las condiciones materiales que hagan posible este proyecto, sobre la propiedad de la tierra y los recursos estratégicos, sobre un nuevo modelo económico justo y sostenible, una reforma tributaria progresiva que apunte a los superricos. Y sobre establecer mecanismos de democracia participativa que vayan más allá de la democracia representativa. Como la iniciativa popular de norma constitucional, la plataforma digital de participación, las jornadas nacionales de deliberación, foros deliberativos y los cabildos comunales, etc.

En un tiempo global como éste, en que “lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer” (B. Brecht), el aval de los chilenos al programa “Apruebo Dignidad” de Boric supone la apuesta de todo un país por la esperanza. Con él estos objetivos que el proceso chileno está plasmando en la nueva Constitución se verán reforzados. La alternativa del pinochetista Kast, basada en el miedo, hubiera supuesto claramente una regresión a los viejos tiempos de la desigualdad y el autoritarismo.

Francisco nos invita, tras la pandemia, a repensar la organización de nuestras sociedades para constituirnos en un “nosotros”. “Se hace necesario – dice – que los Estados recuperen su capacidad de acción política … una política en que la economía esté al servicio de unas estructuras sociales donde todas las personas puedan vivir con dignidad …” (Fratelli Tutti). Y los obispos chilenos, en su mensaje a Boric, aseguran que “la Iglesia chilena quiere seguir contribuyendo a construir una humanidad más justa y fraterna, donde especialmente los pobres y los que sufren sean respetados en su dignidad”.

El presidente Salvador Allende en 1973, pocos minutos antes de morir acosado por las bombas de Pinochet, se atrevía a soñar:” Sigan ustedes sabiendo que, más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor…”

¿Se abrirán las grandes alamedas? … Es el sueño y la apuesta del proceso chileno.

Elecciones en Chile

Boric se impone en la segunda vuelta de las presidenciales chilenas

  •  El candidato de izquierda sería el ganador de la segunda vuelta de las elecciones celebradas este domingo en Chile con cerca de un 56% de los votos
  •  Boric gana así al candidato ultraderechista, José Antonio Kast, que lograría algo más del 44% de apoyos y ya ha felicitado a su rival

El presidente electo de Chile, Gabriel Boric, celebra los resultados con sus simpatizantes, en Santiago. Efe

El candidato de izquierda, Gabriel Boric, sería el ganador de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales celebradas este domingo en Chile con cerca del 56% de los votos frente al poco más del 44% del ultraderechista José Antonio Kast, según resultados oficiales publicados por el Servicio Electoral de Chile (SERVEL) recogidos por Europa, una vez escrutadas prácticamente el 100% de las mesas.

Kast ha felicitado ya a su rival y reconoce así la victoria de éste en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales chilenas. «Desde hoy es el Presidente electo de Chile y merece todo nuestro respeto», ha afirmado Kast, según recoge la prensa chilena. «Acabo de hablar con Gabriel Boric y lo he felicitado por su gran triunfo. Desde hoy es el Presidente electo de Chile y merece todo nuestro respeto y colaboración constructiva. Chile siempre está primero», ha publicado posteriormente en Twitter.

En España, tercer país del mundo con mayor número de chilenos habilitados para votar, solo por detrás de Estados Unidos y Argentina, el candidato de Apruebo Dignidad ha logrado 3.002 votos, equivalentes al 78,06%, frente a Kast, quien ha conseguido 844 votos (21,94%), según datos recogidos por la prensa chilena. La participación en España ha aumentado en comparación con la primera vuelta de noviembre: entonces votaron 3.592 personas, pero este domingo han participado 3.846 personas.

El ganador de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales tomará posesión del cargo el 11 de marzo de 2022.

La jornada electoral ha estado marcada por las denuncias de falta de transporte público en Santiago y otras zonas urbanas, hasta el punto que ciudadanos particulares han ofrecido sus vehículos para trasladar a votantes. El candidato de izquierdas, de 35 años de edad, se ha convertido en el presidente electo más joven de la historia de Chile, así como el más votado en una segunda vuelta de elecciones presidenciales.

La jornada electoral también ha tenido tintes históricos, pues ha logrado movilizar a una cifra récord de votantes —más de 8,3 millones de chilenos—, en la que se ha tornado como la participación más alta de unos comicios desde que entrase en vigor el voto voluntario en el año 2012.

Boric se compromete a dar «lo mejor» de sí

El recién elegido presidente de Chile ha conversado este domingo con el actual mandatario del país, Sebastián Piñera, ante el que se ha comprometido a dar «lo mejor» de sí mismo ante el «tremendo desafío» de liderar el país, ha recogido Europa Press.

Piñera y Boric han mantenido una conversación por videoconferencia que ha sido retransmitida por los medios de comunicación. «Es un honor para mí poder hablar con usted y por este medio dirigirme a todos los chilenos que nos están escuchando, y quiero que sepa usted y la gente, que voy a dar lo mejor de mí para estar a la altura de este tremendo desafío y de que nuestro país saca lo mejor de sí cuando nos unimos en pos de los grandes desafíos, y esa va a ser mi línea de acción», ha manifestado Boric.

Además, ha aseverado que actuará como «el presidente de todos los chilenos» pues «es importante interpretar a todos y los acuerdos deben ser entre toda la gente, y no entre cuatro paredes». Asimismo, el presidente electo ha puesto en valor la llamada de Piñera, pues considera «importante respetar las tradiciones» del país

La profecía chilena

Gabriel Boric, presidente de Chile

A veces los gestos pueden expresar más que las logradas palabras. No levantó el puño, reunió las dos palmas de sus manos en su pecho y con ellas los dos Chiles. En su discurso tras la victoria, Gabriel Boric, el futuro presidente chileno, no cejó en convocar a unos y otros para el nuevo tiempo. No va contra nadie, sino en favor de todos. No lanzó una primera alocución de ufana victoria, sino de clara invitación al empeño aunado.

A veces las profecías  se cumplen, sobre todo cuando brotan con la fuerza de un alma que se entrega por entero. La profecía del valiente presidente que dio su vida por un alto ideal acaba de hacerse realidad. La reveló el 11 de septiembre de 1973 en la única emisora de radio que se mantenía leal al gobierno legítimo. La lanzó al mundo cuando las huestes de la sombra más oscura empezaban a rampar por el palacio presidencial: “Éstas son mis últimas palabras, clamó el valiente Salvador Allende, y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano… Más temprano que tarde se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre y la mujer libre para construir una sociedad mejor».”

La historia nunca olvida la pureza y arrojo en favor del ideal, ni a quienes lo encarnan; nunca abandona a los soñadores, a las mujeres y hombres generosos. Las alamedas de Santiago se abrieron el pasado domingo para dejar pasar a los chilenos y chilenas libres y felices de retomar las riendas de su futuro, de personificar profecías hechas realidad. No en vano quienes conformarán el gobierno del cambio han sumado voluntades desde la democracia cristiana a la izquierda radical. La historia más soleada vuelve por más inviernos que la salpiquen; retorna en España, en Chile y en todas las partes en que se vivió una mayor justicia y libertad de pronto abortadas. Sólo nos pide que no olvidemos a quienes cayeron por empujarla, que nunca perdamos de vista un alba irrenunciable.

Cuesta creer que en nuestro planeta tan condicionado, cuando no hipotecado de a futuros, de tantas ilusiones por tantas partes desinfladas, esté aconteciendo este sueño chileno. El primer discurso del presidente electo de la nación revela a las claras la altura de un líder que hasta hace poco se resistía a la carrera por el poder. En el largo parlamento tras el triunfo electoral, el futuro máximo dirigente del país en ningún momento pronunció una palabra ya airada, ya partidista, ya de confrontación. La nueva casta de dirigentes se siente especialmente aupada por la gente inquieta y los movimientos sociales. “El futuro de Chile nos necesita a todos… Sabremos construir puentes… No importa si me han votado a mí o al otro…”, así como otras muchas proclamas de la misma índole integradora en el primer discurso, así como esa mano constantemente llevada al corazón, dan constancia de su deseo sincero de llegarse hasta el último y más distante chileno.

Chile estaba al final de los anhelos nunca rendidos de una sociedad más justa, verde y solidaria. Otra política era posible y está ya naciendo en el Cono Sur latinoamericano. Hacía falta un claro y carismático liderazgo inclusivo que trascendiera la confrontación partidista. Dentro de la amplia coalición de izquierda que llevó al poder a Gabriel Boric se impuso su moderación. Nadie lo vincule por lo tanto con el otro “socialismo latino” dictatorial, caduco y sobrado de sí. Ha marcado clara y tajante distancia con la izquierda impresentable, violadora en Cuba, Nicaragua y Venezuela de elementales derechos.

Al hablar de “construir alianzas y aunar miradas”, al referirse a la necesidad “reencontrarnos y sanar heridas”, lo hace desde la voluntad más profunda. Cada pueblo tiene los mandatarios que merece y este Chile fresco, joven y despierto, que padeció la noche más oscura y nunca claudicó, que se vio en la necesidad de atronar hace dos años las calles ante los excesos del neoliberalismo, que mantuvo, pese a todo, vivos los rescoldos de la esperanza, se merece como presidente este hijo del sano coraje y del cuerdo ideal.

Cuando estos días los medios de comunicación hagan repaso de lo acontecido a lo largo del año, por encima de la nube de los volcanes y la polvareda de las catástrofes naturales auspiciadas por el cambio de clima, más arriba de las escalinatas de un Capitolio asaltado a lo bestia, olvidando por un momento ese virus pertinaz…, menten a este hombre sencillo que habla de “un Chile verde y un Chile de amor…”, que insiste en la necesidad de unirse más allá de la ideología. Ojalá se refieran a este ex-dirigente estudiantil que entrará en la Moneda con un apoyo sin precedentes. El ya pronto nuevo presidente chileno representa el resurgir de la confianza, la validación de la política como forma para mejorar el mundo, la constatación de que América Latina puede estar a la vanguardia en conciencia de la entera humanidad.

Colombia y Brasil con sus próximas elecciones pueden ampliar el mapa de la profecía de quien plantó cara casi en soledad a la ignominia, pero hay otras profecías más evanescentes, más alejadas de la brutalidad de palacios bombardeados, no exclusivamente vinculadas a la pista del singular político que murió como héroe. Esos augurios ancestrales y susurros incontenibles nos hablan del despertar de América Latina, del traslado del polo de mayor conciencia planetaria de los Himalayas a los Andes. Maestros espirituales, incluyendo a Su Santidad el Dalai Lama, aluden a esta larga cordillera andina como el nuevo centro espiritual de la tierra. ¿Tendrá el barbudo y joven presidente que viste ahora sus primeros “sacos” (chaquetas) con camisa, algo que ver con esta otra profecía que no proclamó ninguna osada radio?