Progreso humano y sinodalidad eclesial

El progreso humano ha sido construido sobre víctimas, como una espléndida avenida pavimentada con cadáveres. Pero el que una cosa se haya hecho mal no significa que no haya de hacerse, sino que ha de hacerse bien.

la noción bíblica de progreso no se limita al que llamamos progreso “técnico” sino que es sobre todo un progreso humano

La sinodalidad es un imperativo no solo eclesiástico sino también mundano y laico.

El verdadero progreso consiste en avanzar hacia la convivencia y la paz, entre todo el género humano y con una serenidad y paz interior que no las dan los meros logros tecnológicos (aunque algo puedan ayudar a ellas) por admirables que sean. Todo lo demás son fuegos artificiales la apelación paciente al diálogo universal se convierte en uno de los valores irrenunciables de las izquierdas Cuando se sustituyen los argumentos por insultos (que, además son aplaudidos desaforadamente) la sinodalidad se pervierte en “sin modalidad”. Y la falta de modales no es ninguna señal de progreso

DIOS ES LA SINODALIDAD ABSOLUTA

Por | José Ignacio González Faus

Una iglesia que, según el Vaticano II, es imagen de la Trinidad y signo eficaz de comunión, está obligada a transmitir al mundo esa “luz para las gentes” que es Cristo. Así ha sucedido a veces y así podría suceder hoy si un tema que está siendo fundamental en la Iglesia (la llamada “sinodalidad”), se pone en contacto con esa otra categoría fundamental de la historia del mundo que es el progreso.

Como veremos más adelante y como reconoció (¡y aceptó!) Hegel, el progreso humano ha sido construido sobre víctimas, como una espléndida avenida pavimentada con cadáveres. Además, está amenazando gravemente a la tierra. Ello ha llevado a muchas gentes a un rechazo de la categoría de progreso. Y por eso nuestras reflexiones deberán comenzar mostrando la necesidad y obligatoriedad del progreso humano.

Panorámica bíblica

Según el relato de la creación del primer capítulo del Génesis, las demás cosas son creadas para estar ahí, pero el hombre es creado con una misión. Esa misión se expresa en el mandato dado a la primera pareja: multiplicaos (como seres humanos) pero, además, “creced” (en humanidad) y así, haced habitable la tierra[1]. Crecer en número y en humanidad: porque la creación necesita ser acabada (humanizada) y el progreso se dirige hacia esa cumbre de la creación. No se dice eso a ninguna de las demás creaturas.

La tierra, por tanto, a la vez que nos alimenta, requiere la ayuda del hombre para ser humanizada y habitable. Bien tratada puede convertirse en compañera entrañable del hombre; pero mal educada puede ocasionar disgustos muy serios. Desde una categoría muy catalana, digamos que el progreso es “como las setas”: las hay sabrosísimas y las hay terriblemente venenosas. Y el que no sepa distinguirlas, mejor que no vaya a recogerlas.

Aquí se percibe también el significado de ese extraño precepto del descanso como respeto a la tierra y como respeto del hombre a los demás y a sí mismo: porque descanso no significa alienación ni embriagamiento sino recuperación y restauración.

El progreso es pues un mandamiento divino: es una misión confiada al ser humano. Óiganlo todos esos grupos conservadores surgidos ante los crímenes de nuestro progreso. Y sepan que el que una cosa se haya hecho mal no significa que no haya de hacerse, sino que ha de hacerse bien.

Saliendo del mito del Génesis, bastará con decir que la noción bíblica de progreso no se limita al que llamamos progreso “técnico” sino que es sobre todo un progreso humano: un pueblo de hermanos, donde no hay pobres, que descansa sobre la justicia como fundamento de la paz verdadera. Donde, con lenguaje de Isaías, las armas se han convertido en arados y el león convive con el cabrito. Un pueblo tal que, por eso y a pesar de su pequeñez, resulta ser “luz para otros pueblos” (cf. Is. 60,3).

Padres de la Iglesia: Ireneo de Lyon

“Dios creo al hombre para que se multiplicara y creciera” (in augmentum et incrementum)[2]. Esta sencilla frase, casi parodia del Génesis, es una de las tesis centrales del pensamiento de San Ireneo. Tanto que se acompaña de otras dos expresiones muy suyas y repetidas: la de la habituación[3] y la de la maduración. Incluso las características que daba el Génesis al ser humano (“imagen y semejanza” de Dios) son entendidas por Ireneo no como sinónimos, sino de manera dinámica: como tarea de pasar desde la primera a la segunda. También la relación entre Nuevo y Antiguo Testamento en la Biblia no es la de lo válido que sustituye a lo caduco, sino la del progreso que incorpora todo lo anterior purificándolo (la clásica Aufhebung hegeliana).

Y además, para Ireneo el progreso pertenece no solo a la naturaleza del ser humano, sino a la misma redención y liberación del hombre. Estas no son una simple meta a la que se llega mecánicamente, sino un camino difícil por el que la persona intenta “llegar a ser lo que todavía no es” (V, 1,1).   

Por supuesto, para el cristiano la meta de la vida humana es escatológica: metahistórica. Pero eso no significa que ese más-allá venga dado, por así decir, desde la nada escatológica, sino que nace, parcialmente al menos, como fruto de la historia: pues, por la Resurrección inclusiva de Jesús, “el fin de la historia ha sido anticipado en ella” (W. Pannenberg). Esa es la concepción que refleja la primera carta a los corintios (capítulo 15): una progresiva serie de conquistas y liberaciones, al final de las cuales nos será concedida la liberación de la muerte. Tal es, al menos, lo que llamaríamos “el plan de Dios” con la libertad humana. Lo que los hombres ya no podemos saber es cuál será la actuación de Dios si le falla la libertad humana.

Establecida así la dimensión del progreso como constitutiva del ser humano, tanto en una cosmovisión laica como creyente (y aunque luego puedan aparecer serias diferencias entre ambas), nos tropezamos con el dato de que el progreso es hoy una bandera de las izquierdas. El bueno del señor Sánchez no hace más que hablar de “un gobierno de progreso” Pero aquí comienzan a complicarse las cosas: porque han sido figuras señeras de la izquierda las que hablaron de nuestro progreso como “un camino de regreso a la barbarie”[4]. ¿Qué pasa pues?

Un progreso no sinodal.

Ya aludí al comienzo del asombro de Hegel cuando va descubriendo que nuestro progreso ha ido construyéndose sobre víctimas. Y no simplemente víctimas del lado opuesto o “conservador” (como pueden ser las de la barbarie estalinista) sino víctimas por así decir “inocentes”. En efecto: una mirada fría a la historia obliga a reconocer, (dicho de manera rápida y sintética) que:

– Nuestro progreso ha preferido el imperativo eficacista al imperativo ético (o los medios inhumanos a los medios humanos)

 De niño me explicaron que la maravilla de las Pirámides de Egipto obligaba a dejar encerrados hasta morir en ellas a los últimos albañiles, aunque no sé si esto se aceptará hoy. En los Padres de la iglesia son frecuentes las quejas que, ante cualquier gran obra, se preguntan cuántas víctimas habrá costado y cuántas mujeres quedarían viudas o sin hijos como precio de aquella maravilla. En Europa debemos hablar de los africanos como precio indispensable de nuestro progreso.  Y hoy, todo ese asombroso “desarrollo” del capitalismo se edifica sobre salarios lo más bajos posibles: basta con ver la reacción (a lo mejor legítima) de nuestros empresarios ante cualquier aviso de subidas de salarios; así como la ausencia de la expresión “salario justo” en la ética social. A lo más se habla de salario mínimo legal, pero sin discutir la bondad ética de esa legalidad.

–  Nuestro progreso ha preferido el imperativo tecnológico al imperativo humano (o hacer lo que satisface a unos pocos antes de lo que necesitan todos)

Por imperativo tecnológico quiero decir que cuando una cosa puede hacerse parece obligatorio hacerla por alarmantes que puedan ser sus consecuencias a largo plazo. Esto ha ocurrido con las armas nucleares, de cuya amenaza ya no podemos escapar hoy. Y la solución no es que “los buenos” (que somos nosotros…) tenemos derecho al armamento nuclear y los otros no. Si EEUU o Israel tienen armas nucleares, Irán tiene derecho a tenerlas[5]. La ida al espacio sería una maravilla en un mundo donde todos pueden comer y vivir sobriamente; pero es precipitada (por atractiva que sea) en un planeta como el nuestro: porque por más que se nos prometan avances sociales gracias a ella, contribuye más bien a aumentar las diferencias entre los humanos. En el campo de la genética puede que sea donde mayor es hoy la amenaza. Y este imperativo tecnológico es el que ha creado la actual amenaza ecológica.

 En definitiva tenemos un progreso edificado sobre cadáveres y que ha puesto a la tierra gravemente enferma, usando medios inhumanos y medios peligrosos: si en algún momento vale el principio de que “el fin no justifica los medios”, puede que sea ante este fin del progreso, tan sagrado por otra parte. Quizás este fallo pudo ser más comprensible en un mundo no globalizado donde los progresos eran más locales (aunque muestre el mismo “pecado original” en todos nuestros progresos). Pero resulta fatal en un mundo globalizado y, además, falsamente globalizado: porque solo se universalizan los intereses de los poderosos y no las necesidades de los débiles. La “aldea global” podrá serlo para el multimillonario que tiene casa en New York, en Berlín, en Camberra y en París; pero no tiene nada de global para las pobres personas que duermen en la calle en cualquiera de esas ciudades.

Si tenemos en cuenta esta realidad, en vez de mirar para otro lado, veremos qué fácil es entender desde aquí a los negacionistas del progreso, aunque debamos disentir de ellos. Y al menos podremos pedir que nuestro querido presidente no hable tan decididamente de un “gobierno de progreso” sino más bien de progreso justo. Porque es hora de reconocer y proclamar que, en este campo del progreso, no hemos “caminado juntos”, sino que unos se movían en un avión supersónico y otros iban andando.

Y en ese lenguaje de “caminar juntos” es donde aparece la palabra “sinodalidad” que hoy tanto se repite en la Iglesia. Pero que es un imperativo no solo eclesiástico sino también mundano y laico. Y ahí es donde la Iglesia podría marcar camino dando ejemplo, si ella sabe ser fiel a lo que está diciéndole el Espíritu.

Llegados aquí, puede ser bueno un pequeño paréntesis, para echar una mirada a nuestro planeta desde los principios anteriores.

“Panorama desde el puente”

Hace unos diez meses, el sr. Putin comenzó una guerra contra Ucrania qué él creía una “guerra relámpago” de pocos días. Casi un año después, esa guerra no tiene fecha de caducidad. Como respuesta a esa guerra, EEUU impuso a Rusia unas sanciones económicas, anunciadas también como otra forma de guerra relámpago. Han pasado los meses y Rusia aguanta a pesar de los golpes. En cambio, esas sanciones a Rusia están siendo mucho más perniciosas para la Unión Europea, incapaz de soportar un invierno sin petróleo, aterrada ante otra crisis económica y que va tomando medidas desesperadas y antiecológicas. De esa crisis europea se beneficia EEUU que ha aumentado sus exportaciones de petróleo y gas a Europa. Por solidaridad, pero subiendo los precios porque ya sabemos que éstos no dependen de la solidaridad sino de esa ley infalible de la oferta y la demanda que rige nuestra economía. Y ahora, claro, ha aumentado la demanda. Pero incluso los Estados Unidos, a pesar de estos beneficios, tampoco salen inmunes de la guerra: pues la cruel dictadura saudí, ante la cual EEUU (tan perseguidor de dictaduras) se había bajado los pantalones repetidas veces, para tenerla a su lado en los negocios del petróleo, ahora se ríe de los norteamericanos y se alía con Rusia…

Como ejemplo de pésimas gestiones no resulta inadecuado; pero nosotros no tememos protestas masivas porque tenemos el viejo “pan y circo”: el mundial de Qatar para que nos alivie las penas y nos haga olvidar los desastres: otra vergüenza que, desde un punto de vista progresista, habría reclamado una huelga de jugadores y espectadores. Pero ya sabemos que al pobre ser humano que somos, no se nos puede exigir demasiado…

Y un pequeño apéndice local a esta panorámica más global: ¿se puede hablar de progreso verdadero y auténtico en un país llamado España, donde crecen las tentaciones e intentos de suicidio en chavales de 13 a 17 años?[6] Unos por maltrato u otros que de niños lo tuvieron todo (o quizá todo menos cariño). Un indicio más de que el mero progreso técnico (por deslumbrante que sea) cuando no va acompañado de un progreso realmente humano, se convierte en freno o marcha atrás.

Reflexión sobre lo visto

Por supuesto, el señor Putin es el verdadero culpable de ese desastre descrito. Pero, usando una distinción del mismo presidente de la OTAN a otro propósito, debemos añadir que, si Putin es el culpable, la OTAN (y EEUU que la maneja) es el responsable de que estallara esa culpa: por lo que otra vez califiqué como su “imperialismo defensivo”, por no cumplir sus compromisos para con Rusia y por haber tratado a Rusia como fue maltratada Alemania, tras la primera guerra del 14, abriendo así la puerta a la barbarie nazi.

Y, por favor, no pretendamos ahora una derrota humillante de Rusia en nombre del progreso: porque es ley de la historia que los pueblos humillados viven después preparándose para alguna venganza reivindicativa. Por eso Ucrania haría bien en no envalentonarse ahora y pretender machacar a Rusia olvidando que, si ha podido resistir, se debe (además de a su propia valentía) a un armamento recibido del que ella carecía por completo. Y recordando que, hace ya más de medio siglo, J. F. Kennedy (cuando la crisis de los misiles cubanos) anunció que en adelante, el armamento nuclear impediría acabar las guerras con derrotas y solo quedaba aspirar a pactos en que ambas partes supieran ceder algo: era ya un embrión de la sinodalidad…

El verdadero progreso consiste en avanzar hacia la convivencia y la paz, entre todo el género humano y con una serenidad y paz interior que no las dan los meros logros tecnológicos (aunque algo puedan ayudar a ellas) por admirables que sean. Todo lo demás son fuegos artificiales. Una guerra y las tentaciones de suicidio como casi nuestro primer problema indican que hoy, en pleno siglo XXI, estamos en el campo del progreso a niveles de la llamada edad antigua aunque podamos viajar al espacio. Y así resulta que, desde este punto de vista del progreso, somos tan antiprogresistas como Vox…

Hace casi dos siglos, K. Marx creyó que la religión era un claro factor antiprogreso, por no ser universal. En lugar de ella apeló a la presunta universalidad de la razón como madre del progreso. El bueno de D. Carlos, que no conocía a Freud, no se dio cuenta de que nuestra razón es un factor tan poco universal como la religión. Pudo haberse dado cuenta porque su gran obra consistió en mostrar la poca racionalidad de la razón capitalista, movida siempre por intereses económicos egoístas y ocultos. Pero no supo percibir que su propio sistema estaba fundado en otra falsa razón, movida también por otros intereses ocultos (aunque más nobles que los del capital): movida por esa superstición de que la misma estructura dialéctica de la materia garantiza una supresión de las contradicciones en favor de un auténtico progreso que liberará a las víctimas del sistema capitalista: el mesías religioso fue sustituido así por un mesías proletario (pese a que, al poco tiempo Marx hubo de reconocer que había un proletariado despreciable –“Lumpenproletariat”- que no resultaba muy mesiánico).

Hoy, dolorosamente, cabría repetirle al señor Marx aquello de que “los muertos que vos matasteis gozan de buena salud” (de mejor salud que los que mató el Tenorio). Hay que buscar, pues, otra categoría universalizadora que no es la religión ni la razón y que debería ser la ética. Una ética a la que pueden contribuir las religiones (como ya predijo la intuición de H. Küng) y también la razón humana, pero que debe gestarse en el diálogo y el caminar conjuntos.

Por imperfecto que sea el ejemplo que sigue, podríamos decir que Occidente consiguió algo de eso, pero solo para el mundo occidental (algo de ello se ha reflejado pálidamente en la construcción de Europa). Pero hoy resulta que esa ética “universal” de Occidente no vale para el mundo entero: no solo por no haber incorporado elementos válidos de otras culturas no occidentales (ahí está el atractivo del Oriente para tantos occidentales de hoy, aunque pueda ser un oriente “a la carta” como pasa tantas veces). No solo por eso sino, además, por la misma falsificación que ha hecho Occidente con su ética, al dejarla sometida al interés económico, poniendo los derechos del dinero por delante de sus cacareados derechos humanos[7].

En conclusión

Los errores de nuestro progreso parecen haber llevado al mundo a una situación donde solo se ofrecen dos salidas falsas: una negación del progreso o una huida hacia adelante con un progreso falso. En este contexto, la apelación paciente al diálogo universal se convierte en uno de los valores irrenunciables de las izquierdas: la llamada paciente a “sumar” en vez de imponer. Pero nuestras izquierdas prefirieron ser poder político antes que levadura o semilla social, olvidando que, en nuestras democracias capitalistas y financieras, el poder nunca está en manos de los políticos sino en manos de otros poderes fácticos económicos[8]. El grito de “Podemos” era, en este sentido de una ingenuidad lamentable.

El sistema no solo crea “ricos cada vez más ricos a costa de pobres cada vez más pobres” (Juan Pablo II) sino que además destruye el planeta y nos lleva luego a soluciones tibias y tímidas (como acabamos de ver en la COP27) que ya otra vez califiqué como “curar el cáncer con paracetamoles”. En estos contextos, el progresismo abandona las reclamaciones económicas (que son las fundamentales) y las va sustituyendo por otras reclamaciones de tipo sexual que, por importantes que puedan ser, serán siempre secundarias o mucho menos claras, y originan confrontaciones más agudas y desaforadas, como estamos viendo aterrados en el Parlamento español. 

Pero cuando se sustituyen los argumentos por insultos (que, además son aplaudidos desaforadamente) la sinodalidad se pervierte en “sin modalidad”. Y la falta de modales no es ninguna señal de progreso sino todo lo contrario. Uno ya no sabe si hemos sustituido aquel grito tan significativo (“OTAN no, bases fuera”) por otro que diría más o menos: OTAN sí, bragas fuera… Y perdón si, por hacer un juego de palabras, caigo en la política del insulto que estoy criticando: ojalá sirva para demostrar que eso es una facilitonería que no resuelve nada. Y al menos lo hago sin dirigirme a ninguna persona concreta.

Es pues el momento de volver a la sinodalidad.

Caminar todos juntos

Vivimos una hora histórica en la que se ha dicho que “o nos salvamos todos o no se salva nadie”. Porque si, para salvarse, unos pocos han de irse a vivir a Marte, no parece esa una salvación muy apetecible.

Por eso, lo que vamos a decir no resultará demasiado estimulante: pues no aspiramos a preparar a ningún atleta para que gane una medalla, sino a salvar a un moribundo. Y en cuidados intensivos ya se sabe que las aspiraciones son modestas: que no suba la fiebre, que pueda ingerir algo, que la tensión arterial se mantenga… Ojalá luego podamos aspirar a más pero, de momento, así estamos: luchando contra un doble cáncer: el cáncer de una humanidad escindida entre riquísimos y paupérrimos, y el cáncer de un planeta que cada año solo consigue regenerar mucho menos de lo que nosotros descomponemos.

Esta comparación médica ayuda a comprender que no se trata de comenzar de cero sino (además de corregir), de conservar y universalizar todo lo bueno conseguido hasta ahora: es el caso por ejemplo de la sanidad pública, tan poco universal todavía y tan amenazada hoy.

En situaciones así de difíciles hay una tendencia general a eliminar solo los síntomas molestos sin atacar las causas que los producen. La tierra nos va dando ya bastantes avisos; pero nuestra reacción es mucho más la de protegernos contra inundaciones devastadoras, contra tormentas desbocadas o calores insoportables…, que la de evitar que esos desastres se produzcan. Olvidamos esa evidencia que recordó hace poco Francisco, obispo de Roma: “Dios perdona siempre, las personas perdonamos a veces, pero la naturaleza no perdona nunca”.

De la sinodalidad eclesiástica a la sinodalidad humana.

La Iglesia no es sinodal por capricho o para parecer más guapa, sino porque es servidora del mundo: porque los gozos y esperanzas del mundo son también suyos. El verdadero progreso humano, en el sentido explicado antes, es un crecimiento en comunión y en convivencia: esa paz que brota no del miedo ni de cálculo sino de la justicia fraterna en el convivir era el don de Jesús de Nazaret y es uno de los signos más gráficos de una auténtica relación con Dios. La Iglesia no debe definirse meramente como “sociedad” sino como “comunión”: palabra que indica la común-unión en el ser (koinonía en griego). Y esa palabra griega nace también del adjetivo koiné (común)[9], pero perdiendo ese matiz negativo de “vulgar”, y convirtiendo lo vulgar en excelente por la misma unión amorosa con todo.

Pero el ser humano es actividad y crecimiento. Por eso a la comunión en el ser le sigue necesariamente una comunión en el obrar: la sinodalidad (del griego odos: camino). Uno de los ejemplos más gráficos de esa sinodalidad podría ser la marcha del pueblo judío por desierto, saliendo de la esclavitud (Egipto) en progreso hacia la tierra prometida. Allí se ven algunas características de toda sinodalidad: el camino es largo, a veces difícil. Unos pueden tener la tentación de abandonarlo y volver a los “ajos y cebollas” de la esclavitud. Otros la tentación de adorar falsos dioses que les parecen más cercanos. Hacen falta líderes que no siempre coinciden en todo; durante el camino se van aprendiendo normas de comportamiento, y se percibe a veces como la presencia de una luz (o una “nube”) que acompaña y da seguridad.

Pero es un camino de todos y con todos: no vale la tentación de adelantarse los mejores, para llegar ellos antes y solos a la tierra prometida prescindiendo del pueblo. Incluso puede ser que el más responsable y más meritorio de todo este proceso, atisbe la meta pero se quede sin entrar en ella. El libro bíblico del Éxodo (que ha tomado su nombre de la “salida”), podría muy bien titularse hoy libro del progreso, o libro del camino.

Ese camino no es fácil. Pero, como canta una conocida sardana catalana: “tot es camí, tot es drecera si ens dem la ma”. En cambio, si no nos damos la mano habremos de seguir cantando: “tot es Ucraïna tot es Rússia”…

Tareas posibles

1.- Casi la primera sinodalidad que necesita nuestro mundo está en la ONU. Pese a su buena voluntad resulta ser muchas veces una ONS (organización de naciones sometidas). Sin una profunda reforma de la ONU, con la supresión del derecho de veto que tienen los poderosos, nuestro mundo no podrá tener solución ni podrá progresar verdaderamente. Hoy lamentamos cada vez más el fracaso de las reformas propuestas en 1998, cuando se celebró el cincuentenario de su creación.

2.- Y si difícil es esta tarea, mucho más lo es la que está en la raíz de esas dificultades. El Capitalismo es el sistema antisinodal por excelencia con su busca del máximo beneficio individual a costa de quien sea: pisotear en vez de caminar juntos. Todos contra todos en vez de todos con todos. Como dice Amaia Pérez Orozco, el conflicto hoy ya no es capital-trabajo [añado que ahí ya ha ganado el capital] sino capital-vida[10] y, por tanto, capital-progreso. En otros lugares he intentado mostrar cómo la llamada “economía de mercado” es hoy una economía de engaño y, por eso, totalmente antisinodal. Las economías de tipo cooperativo, más que competitivo, resultan mucho más sinodales.

3.- Podría dar la sensación de que esas son tareas que nos superan o están reservadas solo a unos pocos. Esto puede permitir que nos sintamos progres sin hacer nada. Valga pues aquí una parodia del evangelio: “No todo el que dice Señor, Señor entrará en el Reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre”. Versión laica: no todo el que aplaude a Greta Thunberg sino el que intenta vivir como ella. Esto exigiría una seria moderación de nuestro consumo: sobre todo de tanto consumo inútil, que en buena parte es el sostén de nuestro sistema económico. Una huelga de consumo, lo más universal posible será una de las grandes armas contra el sistema y una de las grandes terapias contra nuestra inhumanidad. Y un esfuerzo hacia esa sociedad “de la sobriedad compartida” (I. Ellacuría) sería una buena inyección de sinodalidad.

4.- A todo eso estamos los cristianos más obligados que nadie por la fe que profesamos en Dios como “uno y trino”. El asombroso misterio de la Trinidad no es una cuestión de matemáticas irracionales sino una proclamación de que Dios es la Sinodalidad Absoluta: lo que llamamos Padre, Palabra y Espíritu es un misterio de comunión infinita y tan plena que cada uno conserva su nombre y su identidad, pero todos van siempre juntos, son absolutamente iguales y la comunión entre ellos es tal que, a pesar de su personalidad distinta, son un Único Ser. Ese es el misterio del Amor infinito.

Nosotros, finitos y empecatados, no podemos llegar hasta ahí, por supuesto. Pero estamos llamados a esa misma Vida del Dios Amor y somos ya, en esta dimensión finita, “imágenes de la Trinidad”.

5.- Ello implica también otra característica a la que los cristianos estamos particularmente llamados. Desde la entrada de la maldad en nuestra creación, se ha vuelto necesaria la entrega o “la muerte” de unos pocos para la salvación de todos. “Redentor” no significa simplemente salvador sino “que entrega su vida”. Por eso, y aunque la meta es caminar todos juntos, la sinodalidad necesita al comienzo el sacrificio de unos pocos: ya no será un progreso deformado, edificado sobre víctimas y ambiciones, pero sí un progreso edificado sobre esa entrega y sacrificio solidarios y voluntarios. Hará falta ese sacrificio para que el progreso vuelva a ser (aunque lentamente y poco a poco) verdadero progreso humano.

Conclusión

Debemos terminar diciendo sencillamente que: “o progresamos todos o no progresa ninguno”. Por eso hoy, la primera tarea del género humano es evitar que la historia avance construyéndose sobre víctimas y cadáveres como, en buena parte, ha sucedido hasta ahora. Esta es la verdadera noción de progreso humano y, por eso, deberíamos evitar durante un tiempo ese sustantivo, a menos que vaya acompañado de algún adjetivo que lo concrete: progreso solidario, progreso universal, respetuoso…

En definitiva: progreso sinodal. No hay otro.

[1] Como he mostrado en otros sitios, el verbo hebreo kabash (poner el pie) no tiene sentido sólo de pisotear, sino de habitar: hacer habitable. Es curioso que esa misma bipolaridad la tenga el giro castellano.

[2] Adversus haereses IV, 11,1

[3] Prefiero esta traducción a la habitual de “acostumbramiento” porque creo que señala mejor la idea de una posibilidad adquirida por parte del hombre.

[4] Para las referencias remito a la p. 366 de Otro mundo es posible… desde Jesús (Santander 2010) con particular acento al libro de Reyes Mate allí citado.

[5] Lo tiene por muy irracional que sea un régimen que usa una “policía de la moral”, sin haber aprendido que la moral solo puede brotar de la libertad, no de la policía. La policía puede salvaguardar el orden y la seguridad pero no la moral. Pues, como dijo san Agustín: quien obra bien por miedo, no es bueno sino simplemente cobarde.

[6] 314 realizados en 2020.

[7] Remito al Cuaderno 113 de Cristianismo y Justicia: ¿Abjurar la Modernidad?, con citas increíbles de los “padres” de nuestro progreso.

[8] Es curioso el contraste entre el afán con que (durante la transición española) luchábamos contra los “poderes fácticos” cuando parecía que estos eran el ejército y la Iglesia, y la tranquilidad con que hoy aceptamos otros mucho más poderes y mucho más fácticos, cuando estos son Bancos, empresas multinacionales o inversiones extranjeras.

[9] Así se llamaba aquel griego “barato” que servía como lengua común para todo el antiguo imperio.

[10] Subversión feminista de la economía, Madrid 20194ª,pp. 37, 109, 119ss.

Rolando Álvarez: un buen candidato al Nobel de la Paz

Rolando Álvarez

«Traición a la patria ha sido el negarse a permanecer callado ante los atropellos del gobierno contra cualquier oposición»

«Menoscabo de la integridad nacional porque esa procesión dejó de ser un sacramental religioso para pasar a ser una expresión de resistencia que mandó al régimen un mensaje demasiado molesto: “no tenemos miedo”

«Cuando se impuso el silencio en la Archidiócesis de Managua, Monseñor Rolando no dejó de denunciar toda clase de violaciones a los derechos humanos»

«Ahora Monseñor Rolando se encuentra en la penumbra. No hay certezas de su condición de salud, ni de si verdaderamente está donde han asegurado que se encuentra»

05.03.2023

A solo dos días de haberse negado a aceptar el exilio forzado a Estados Unidos junto a 222 presos políticos, clamando “que ellos se vayan, yo pago su condena”, se le impuso al arzobispo de Matagalpa Rolando Álvarez la pena de 26 años de cárcel. Le acusa el régimen Ortega-Murillo de “traición a la patria, menoscabo a la integridad nacional, propagación de noticias falsas…”.

Traición a la patria ha sido el negarse a permanecer callado ante los atropellos del gobierno contra cualquier oposición. Ya en agosto del 2022 dieron la vuelta al mundo las imágenes del arzobispo que, con el Santísimo Sacramento en la mano, se enfrentó a policías armados con AK-47 y escudos de protección. No se atrevieron a apresarlo entonces. Y Msr. Rolando, -con las manos en alto y de rodillas en las afueras de la Curia de Matagalpa (tomada desde entonces por la policía)-, se convirtió en el icono de cómo viven la mayoría de los nicaragüenses que permanecen en el país: como rehenes.  Traición a la patria debió ser el que, cuando en la diócesis de León se prohibía al clero hacer cualquier tipo de denuncia contra el gobierno, Monseñor Rolando armó un equipo de curas para llevar adelante una organización de defensa legal de los perseguidos.

Menoscabo de la integridad nacional (en un país en el que progresivamente se han prohibido las procesiones, las manifestaciones públicas y cualquier evento multitudinario no organizado por el gobierno), fue el encabezar en julio de 2022 -apenas un mes antes de su apresamiento–, la tradicional peregrinación al Divino Niño en Matagalpa con miles de personas que caminaron 12 kilómetros, gritando consignas en favor de la paz en Nicaragua. Desde el 2018 nadie había convocado una expresión pacífica tan multitudinaria.

Menoscabo de la integridad nacional porque esa procesión dejó de ser un sacramental religioso para pasar a ser una expresión de resistencia que mandó al régimen un mensaje demasiado molesto: “no tenemos miedo”. Menoscaba la integridad nacional el que Matagalpa con su obispo a la cabeza haya sido la diócesis más perseguida: el obispo preso, 2 seminaristas y 7 presbíteros encarcelados (ahora desterrados), más otros 10 exiliados y salidos del país de forma clandestina, y laicos apresados y extorsionados para que hicieran denuncias contra Monseñor Rolando. Más un sinnúmero de profanaciones, asedios y robos a iglesias, aparte de los más de 30 muertos en las protestas del 2018.

Noticias falsas deben ser el que, desde el 2018, él y otros presbíteros, laicos y colaboradores de su diócesis han sido acosados, atacados física y verbalmente. O el que llamara “ayuno” a la huelga de hambre en la Parroquia Santo Cristo de Las Colinas en Managua y que culminó con su apresamiento y el de las personas que le acompañaban. O que cuando se impuso el silencio en la Archidiócesis de Managua, Monseñor Rolando no dejó de denunciar toda clase de violaciones a los derechos humanos. O el que no permitieron entrar ropa, comida, o medicamentos en las cárceles, evidenciando cómo el régimen estaba dispuesto a someterlos al hambre, enfermedad y aislamiento físico.

Las transmisiones por Facebook días previos a su secuestro quedarán como la preparación espiritual al trago amargo que se avecinaba. ¿Por qué? ¿Qué está defendiendo Monseñor Rolando? ¿Cuál es la causa que le mantiene en el lugar y las condiciones en que se encuentra hoy? Monseñor defiende su derecho y el de todos los nicaragüenses a ser libres, no donde el régimen decida sino en Nicaragua. No es un pulso de poder ni un acto de soberbia como acusó Daniel Ortega. Es un modo de resistir, de afirmar categóricamente que aunque el gobierno podrá tener de su lado leyes manipuladas y armas, él tiene de su parte unos valores y una convicción mucho más fuertes.

Monseñor Rolando se encuentra hoy en la Cárcel Modelo de Tipitapa, centro de tortura desde los años de Somoza, donde el pastor Eddy Montes en 2019 fue asesinado a golpes por parte de los custodios del centro penitenciario; donde fueron encarcelados, torturados y violados jóvenes que participaron en las protestas cívicas del 2018; donde se obligaba a los estudiantes a cantar el himno del Frente Sandinista (hoy traicionado) y se les marcaban con navajas las 4 letras “FSLN” en el cuerpo. En esa cárcel, en una celda de máxima seguridad conocida como El Infiernillo, está el obispo de Matagalpa, totalmente aislado, sin recibir asistencia legal, visitas familiares ni acompañamiento espiritual.

Y está ahí no porque le encontraron armas, por movilizar al pueblo contra el gobierno o por algún delito administrativo. En la explicación que brindó Ortega el día del destierro de los 222 presos políticos, le llamó energúmeno, desquiciado, soberbio y terminó asegurando que “él es un hombre más, la sotana no hace al monje, es un delincuente”. Delincuente por luchar contra la sinrazón de este régimen y que ahora, sin pronunciar palabras, dice mucho más que los discursos gubernamentales y alocuciones de mediodía de Rosario Murillo[1]. Delincuentes son también personas tan respetables como Sergio Ramírez y Dora Mª Téllez (fundadora del Movimiento de Renovación Sandinista). Gentes que, despojadas de sus derechos, no cesan de defenderlos para todos los nicaragüenses[2].

La comunidad internacional es el principal instrumento para lograr algo: la Cancillería de Colombia pidió a la presidenta de la Cruz Roja Internacional Mirjana Spoljaric, solicitar autorización para constatar las condiciones en que se encuentra Monseñor Rolando Álvarez y los 35 que aún siguen encarcelados. También el Papa Francisco en el Ángelus del 12 de febrero expresó su tristeza por la condena de Monseñor Rolando, “a quien quiero tanto”, dijo. Más de 50 Conferencias Episcopales de distintas latitudes se han pronunciado en solidaridad con él y exigen lo que la Conferencia Episcopal Nicaragüense se ha negado rotundamente a pedir.

Varias congregaciones religiosas han sufrido los coletazos del régimen, que niega la renovación de permisos de residencia y sigue impidiendo la entrada a sacerdotes, religiosos y religiosas al país. El CALIDH[3] y diversos organismos están moviendo su postulación al Premio Nobel de la Paz: decisión a la que creo que deberíamos sumarnos todos. Lo más escandaloso de todo es cómo han quedado las “negociaciones” que afirmó Monseñor Carlos Herrera, presidente de la Conferencia Episcopal, se mantenían con el gobierno y de lo que poco o nada ha trascendido públicamente.

Ahora Monseñor Rolando se encuentra en la penumbra. No hay certezas de su condición de salud, ni de si verdaderamente está donde han asegurado que se encuentra, solo los rumores de que los testimonios que dieron a la prensa otros detenidos de que lo mantienen sedado. Su hermana Vilma Álvarez ha pedido a la juez permiso para llevarle alimentación y poder visitarle, “como se le permite a los demás reos” sin tener aún respuesta. Si intentamos volar con la imaginación, hasta el año 2045, hemos de pensar que allí seguirá el obispo Rolando, a menos que haya muerto de debilidad. Pero, parafraseando a Ernesto Cardenal, podemos decir: no saben los dictadores, que al no decir el sitio donde se encuentra nos hacen encontrarlo en toda Nicaragua. Creen que lo entierran y lo que hacen es sembrar una semilla.

Ojalá la solidaridad internacional, católica y laica, siga haciéndose eco de los miles de voces que exigen, no solo que sea libre, sino que sea libre en Nicaragua. Y al gobierno de los Estados Unidos quizá cabe recordarle en paráfrasis, aquellos versos que otro poeta nicaragüense Rubén Darío, dirigió al presidente Roosevelt:

Eres los Estados Unidos, eres el actual invasor

de la fiel Nicaragua que aún reza a Jesucristo y aún habla el español:

Ante el clan de Somozas: silencio protector.

Tras la revolución, diste a “La Contra” favor.

Y hoy de nuevo te inhibes ante Ortega el traidor.

Junto al culto de Hércules, el culto de Mammôn

Y cerrando los ojos si no hay lucro a la vista,

y alumbrando el camino de la fácil conquista,

la libertad levanta su antorcha en Nueva York

[1] Sin hablar de ella con el tono con que han hablado los libros Loca de Poder de Dolores Cuesta y Yo soy la mujer del comandante del periodista Carlos Salinas.

[2] No debe ser delincuencia en cambio lo que testimonio su hijastra Zoilamérica Narváez en 1998: “afirmo que fui acosada y abusada sexualmente por Daniel Ortega Saavedra, desde la edad de 11 años»…

[3] Centro de Asistencia Legal Interamericano para los Derechos Humanos, con sede en Argentina, y que ha denunciado la supresión de la libertad de prensa y la persecución a la iglesia católica en Nicaragua.

Carta al obispo de Roma:

«¿Sacerdotisas o constructoras y cuidadoras?»

Francisco

«Siento que, siendo tú el papa que más ha hecho por la mujer, vas a recibir más críticas que gratitud. Pero bien sabes que esa es nuestra pasta humana seamos de derechas o de izquierdas»

Según el Nuevo Testamento, tampoco el presbítero es un «sacerdote» sino un simple «cuidador» (cura)

«Mi impresión es que, en este tema del ministerio eclesial, el principio mariano y el principio petrino, deben sumar más que contraponerse»

«Estamos obligados a buscar un remedio a esa exclusión de la mujer»

Por José I. González Faus

Hermano Francisco:

Sumamente agradecido por todo lo que la Iglesia te debe, quisiera comentar contigo unas declaraciones en las que negabas la posibilidad de acceso de la mujer al presbiterado. Yo comprendo que tú no puedas hacer eso ahora, estando tan cercana la declaración de Juan Pablo II que lo dio como una respuesta “definitiva”, y estando tú en una situación tan terriblemente difícil, y que tantos dolores te está costando. Siento además que, siendo tú el papa que más ha hecho por la mujer, vas a recibir más críticas que gratitud. Pero bien sabes que esa es nuestra pasta humana, seamos de izquierdas o de derechas: cuando nos lo ponen fácil, nos dejamos llevar y nos precipitamos; cuando nos lo ponen difícil, nos callamos.

Vamos a dejar un momento los discernimientos prácticos y discutir un poco la teoría. Esta vez, por lo menos la argumentación no es que “nunca se ha hecho así”. Nadie como Jesús hizo cosas que nunca se habían hecho, causando el escándalo consiguiente. Esta vez recurres a un argumento de Urs von Balthasar que habla de un doble principio en la Iglesia: el principio mariano y el principio petrino. María es madre de la Iglesia y Pedro es roca sobre la que está edificada. Declaras además que aquel es superior a este, aunque cierra el acceso de las mujeres al ministerio eclesiástico. Eso es al menos lo que yo he podido leer.

El argumento tiene su apariencia. Pero exige una aclaración nítida de lo que es el ministerio eclesiástico: pues creo que una falsa “sacerdotalización” de ese ministerio puede provocar un rechazo inconsciente al acceso de la mujer, ya que la mera idea de “mujeres sacerdotisas” nos pone en guardia inconscientemente, porque nos evoca figuras paganas como las prostitutas sagradas y demás.

Superación del rechazo

Pero la superación de ese rechazo no va por la línea de excluir a la mujer sino de que comprendamos que tampoco el presbítero es un sacerdote, por muy acostumbrados que estemos a ese lenguaje impropio. Lenguaje que ha provocado una sacralización de los presbíteros, la cual está en la base del nefasto clericalismo que tanto has combatido y criticado y que ha sido fuente de mil abusos de todas clases.

Para el Nuevo Testamento la palabra sacerdote solo se aplica a Cristo como sustantivo y (ya más bien como adjetivo) al pueblo de Dios como “pueblo sacerdotal”. “Mediador entre Dios y los hombres no hay más que uno”, confirma una de las cartas pastorales que son las que más hablan del ministerio eclesiástico. (1 Tim 2, 5.6). Comencemos pues nosotros, los varones ordenados, por despojarnos de esa atribución irreverente de sacerdotes.

¿Qué nombre dar entonces a los servidores de la Iglesia? En las comunidades de la Reforma ha funcionado el de “pastor” y quizás eso facilitó su apertura a la mujer. Es una palabra muy bíblica, pero no demasiado atractiva para la mentalidad moderna. El término presbítero (que propiamente significa anciano) tampoco es muy significativo para hoy, cuando los ancianos somos mucho más viejos que los de hace veinte siglos y, más que “experiencia acumulada”, sugerimos la idea de pérdida de memoria. El lenguaje popular ha acuñado también la palabra “cura” y a esa quisiera acogerme yo ahora.

La ‘curación’ y el ‘cuidado’

Es una palabra que evoca la curación y el cuidado. Esto último muy característico de la mujer y del que nos dicen las feministas que hemos de aprender los varones. Pero además creo que define bien la misión del ministerio eclesiástico, en plena consonancia con el Nuevo Testamento: ser responsable (cuidador) de la comunidad de fieles, todos ellos muy ocupados con sus diversas profesiones, y que no se sostendrá como comunidad si alguien no asume expresamente esa tarea.

Perdona si hablo ahora de mí, pero quisiera decirte que un viejo estudio mío se titulaba precisamente “Hombres de la comunidad” y, al traducirlo al inglés, me propusieron traducir ese título como: “builders of community”, cosa que acepté en seguida agradecido. La misa nicaragüense hablaba bellamente de los cristianos como “constructores de nueva humanidad”; y para eso es preciso que en la santa Madre Iglesia haya personas que sean “constructoras de nuevas comunidades”. Ese me parece el sentido auténtico del ministerio eclesiástico.

¿Sacerdotisas o constructoras y cuidadoras?

Te comento hermano Francisco, que aquel libro suscitó en 1989 un comentario crítico de los obispos españoles de entonces; pero en él declaraban expresamente que el libro salvaba todos los límites de la ortodoxia; solo les preocupaba desde el punto de vista pastoral: porque temían que no suscitaría vocaciones. Lo cual puede sugerir reflexiones importantes sobre el sentido de la vocación; y obliga también a las mujeres a preguntarse si lo que quieren es ser sacerdotisas o ser constructoras y cuidadoras de comunidad cristiana: pues algunas (no todas) dan la impresión, por su manera agresiva de reclamar, que buscan más la gloria de la primera alternativa, que el trabajo abnegado y caritativo de la segunda.

Perdona esta reflexión, querido hermano. Pero me parecía necesaria para sacar la conclusión de que la distinción balthasariana entre “principio mariano y principio petrino” en la Iglesia, no tiene aplicación en este tema del ministerio de la mujer. A lo más (porque a estas cosas hay que darles la aplicación más estricta) podría tenerla para argüir que la mujer no podrá ser papa (Petrus); aunque me parece que esta aplicación, si algún día llega, tardará bastante en llegar. Pero ¿aceptaríamos el argumento de que una institución como Caritas, que puede ser la mejor expresión del principio mariano (por maternal y cuidadosa) solo deberían llevarla mujeres? Pues si no se acepta la exclusión en un caso, parece que tampoco en el otro.

El viejo Karl Rahner escribió (¡ya en 1971! y antes de que existieran todas estas trifulcas apasionadas) que “fundamentalmente no veo ningún motivo para contestar negativamente” a la pregunta sobre el ministerio presbiteral de la mujer

Mi impresión es más bien que, en este tema del ministerio eclesial, el principio mariano y el principio petrino, deben sumar más que contraponerse. Y me atrevo a remitirte a otro gran teólogo: el viejo Karl Rahner escribió (¡ya en 1971! y antes de que existieran todas estas trifulcas apasionadas) que “fundamentalmente no veo ningún motivo para contestar negativamente” a la pregunta sobre el ministerio presbiteral de la mujer (p. 161 de la última edición española de su Cambio estructural en la Iglesia).

Cuando Jesús instituyó la eucaristía no habló para nada de “reservar” el pan y el vino consagrados. Fue la Iglesia quien comprendió que a los enfermos o campesinos que no podían asistir a las eucaristías comunitarias, no se les podía negar la comunión. Y esa práctica trajo algunos conflictos, pero acabó imponiéndose. A mí hoy me causa dolor que algunas comunidades de vida contemplativa se vean privadas (por falta de clero, por imposibilidad de traslado de gente mayor…) de esa participación eucarística que el mismo Catecismo de la Iglesia católica califica como “corazón y cumbre de la vida de la Iglesia” (n. 1407). Creo que, como los primeros cristianos, estamos obligados a buscar un remedio a esa exclusión. 

¿Es o no la voluntad de Dios?

Pongamos pues el problema donde lo situó tu predecesor Benedicto: en si es esa o no la voluntad de Dios. Pongámonos como Iglesia en estado de oración, para pedir al Señor que cumplamos Su voluntad, y luego quedémonos en paz. Porque si a alguien la prisa por resolver este problema le turba demasiado, debería recordar aquellas palabras de nuestro padre Ignacio, que tú yo podemos recordar un poco más: “todo lo que nos turba viene del demonio”. O recordar aquellas otras de la gran mujer que fue Teresa de Ávila: “la verdad padece mas no perece”: y padezcamos nosotros un poco con ella, para que no perezca.

Un gran abrazo muy agradecido.

Postdata

Quería enviarte esta carta para el 8M pero me ha surgido un problema para entonces. Para no darte más la lata, y ya que ahora estoy con la pluma en la mano (hoy sería mejor decir con el dedo en la tecla), quisiera hacerte una petición que no tiene nada que ver con lo anterior. Veo muy probable que tú acabes también dimitiendo: o por razones de salud o porque ves que ya está definitivamente implantada y consolidada esa reforma de la curia romana, que será una de tus grandes aportaciones a la Iglesia de Dios.

Me atrevo a pedir que, en ese caso, digas bien claramente que ya no eres papa y que no se puede hablar de “dos papas” como hemos venido oyendo en los años pasados. Cuando en una diócesis dimite el obispo y se le nombra un sucesor, sigue siendo obispo y cabe hablar de dos obispos: porque el obispado es un sacramento. Pero el papado no es un sacramente sino una función: con lo que el título cesa cuando se acaba esa misión, y ya no cabe hablar de papa emérito. Benedicto XVI podía ser llamado “expapa”, no papa emérito. El último papa que dimitió antes de Benedicto (San Celestino V) dejó de ser papa hasta tal punto que su sucesor (el lamentable Bonifacio VIII) lo metió en la cárcel…

Tú, en vez de meter en la cárcel a Benedicto firmaste con él una encíclica conjunta, mucho más suya que tuya. Y antes (que yo sepa) ni Clemente I, ni Benedicto IX, ni los que fueron obligados a renunciar como Silverio y Gregorio VI siguieron llamándose papas. Acabemos pues con ese lenguaje de “los dos papas” que parece elegido por los manipuladores de Ratzinger para enfrentarlo contigo, y que gustaba a los medios llamados de comunicación que prefieren mucho más las peleas que los abrazos (a menos que estos sean adulterinos, claro): porque aquellas dejan mucho más dinero que éstos y los MCS han nacido en eso que tú llamabas “un sistema que mata”.

Para todo lo anterior he encontrado palabras. Pero no las encuentro ahora para expresarte, desde mi pequeñez, una gratitud inmensa por todo el bien que has hecho a la santa Iglesia de Dios y por todo el dolor y la oposición que eso te ha costado. Acabemos como tantas cartas de san Ignacio: “que su santísima Voluntad sintamos y aquella enteramente cumplamos”. Que eso vale para todos.

Las pinturas de Rupnik

José I. González-Faus: «¿Hay que quitar las pinturas de Rupnik? Sus magníficas obras de arte no deben ser destruidas»

San Isidro y Santa María de la Cabeza, en los murales de Rupnik

«No discutimos sobre el juicio que merece Rupnik sino sobre el destino que merecen sus obras»

«Mi argumento es una simple razón de coherencia: es injusto tratar de maneras diferentes a delincuentes iguales»

«Si destruimos las obras de Rupnik habrá que destruir también toda la capilla sixtina del inmoral Miguel Ángel; habremos de deshacernos de todos los cuadros de fra Filippo Lippi«

Por José I. González Faus teólogo

1.- Quede claro sobre qué discutimos. No sobre el juicio que merece Rupnik sino sobre el destino que merecen sus obras. De Rupnik se puede decir lo peor: su conducta ha sido innoble, canallesca, gravemente pecadora tendríamos que decir, si la palabra pecado no estuviese hoy más devaluada que el peso argentino. Pero ahora no tratamos de la maldad del otro sino de nuestra reacción ante esa maldad.

2.- Mi opinión es que las magníficas obras de arte de Rupnik no deben ser destruidas.

3.- Mi argumento es una simple razón de coherencia: es injusto tratar de maneras diferentes a delincuentes iguales.

Si destruimos las obras de Rupnik habrá que destruir también toda la capilla sixtina del inmoral Miguel Ángel; habremos de deshacernos de todos los cuadros de fra Filippo Lippi: pues las Vírgenes María que él pintaba eran una hermosa novicia (Lucrezia) con la que había dormido la noche anterior (¡qué ofensa tan grande para la Inmaculada!)[1]. También habrá que borrar de la Biblia todos aquellos salmos de los que conste la autoría de aquel rey David, machista adúltero y asesino. Y podría citar otros ejemplos más. Por esta misma razón me opuse a que se deje de cantar el “Tú has venido a la orilla” del abusador Gabaraín, sin que eso signifique dejar de reconocer y de condenar su carácter de abusador.

Capilla Sixtina

4.- Mi temor es que esa reacción destructora quizás busque tranquilizar falsamente nuestras conciencias y fomente una de las peores inclinaciones que todos los humanos llevamos dentro (y hoy particularmente): confundir el hambre de justicia con la sed de venganza. Simone Weil se cansó de gritar contra eso, pero no parece que (precisamente en Francia) se le haga mucho caso en este punto. En el fondo es un modo de dar salida al inquisidor que todos llevamos dentro: porque, sin duda alguna, hemos progresado mucho en cuanto al juicio exterior, ya que hoy no quemamos vivos a los herejes. Pero no hemos progresado casi nada en nuestra calidad interior: pues al inquisidor todos lo llevamos dentro: y al castigar a un hereje, lo que se siente mejor no es nuestra conciencia sino nuestro ego.

5.- Quizás me equivoco. Pero intento preguntar a lo más profundo de mí mismo qué haría hoy Jesús de Nazaret con las pinturas de Rupnik. Y estoy casi seguro de que no las destruiría.

[1] Que esa conducta se debiera a que (según cuentan los historiadores del arte) el padre de fra Filippo lo había metido en el convento a los 7 años porque no podía alimentarlo, es otra cuestión. Pero nos recuerda que no conocemos nada de la historia previa de tantas malas gentes. Y nos debe llevar a decir con Francisco de Asís: “yo, en su lugar, habría salido más pecador”…

«El nombre de los derechos»

Balada de la Mala Muerte

Si la embarazada es una mujer pobre y en situación muy difícil, lo más probable es que se conmueva y rechace abortar, complicándose más la vida. Si la embarazada es una señora elegante y bien situada, lo más probables es que mantenga su decisión de abortar.

Nuestra vida está repleta de coacciones de ese tipo que pueden “limitar nuestros derechos” y contra las que nadie protesta nunca. Fijémonos en la publicidad: como he analizado otras veces, la publicidad no pretende solo darnos una información, sino colocarnos el producto

La Declaración de los derechos humanos la hemos convertido en justificación de deseos no tan humanos. El objetivo primario de aquella Declaración no éramos “nosotros” (los que nos consideramos más civilizados) sino aquellos carentes de los más primarios derechos. Era una declaración para inspirarnos respeto, más que exigencia

Por José I. González Faus

Cuando “el nombre” era solo “de la rosa”, como en la novela de Umberto Eco, importaba menos. Lo único importante era su lección para nuestra época de postverdad. Ahora voy a hacer una aplicación a otros “nombres” de cuestiones más importantes. Antes dos observaciones.

–  No pretendo juzgar a nadie. El evangelio enseña suficientemente que acciones en sí reprobables pueden hacerse con una intención no tan reprobable. Y que acciones buenas pueden hacerse con una intención depravada. Y los humanos no podemos juzgar las intenciones porque no tenemos acceso a ellas. Recordemos que, ya según santo Tomás, quien con una conciencia recta cree que debe atacar a Cristo, porque la herejía o la increencia mantienen cautiva su conciencia, está obligado a hacerlo.

–  Como luego diré, no creo que haya un derecho al aborto, aunque abogo por una despenalización del aborto. Tengamos en cuenta que el ser humano no vale lo mismo para un increyente que para un cristiano. Simone de Beauvoir fundamentaba el humanismo en que “no tenemos nada mejor” que el hombre. Mientras que el cristiano cree que, por la encarnación de Dios, la naturaleza humana ha recibido “una dignidad incomparable”.

Además, como se ha dicho muchas veces desde los inicios del cristianismo, la finalidad de las leyes civiles no es imponer la moral cristiana, sino buscar el bien común. Y a veces, no penalizar una inmoralidad puede ser más propicio para el bien común que penalizarla. Antes el ejemplo clásico de eso era la prostitución; hoy muchas feministas discuten con razón ese ejemplo; pero al menos sirve para que entendamos que una legitimidad civil, no es lo mismo que una licitud moral.

Dicho esto vamos a empezar por el aborto, ahora que Vox ha irritado bastante al gobierno con la propuesta de que la mujer que pretende abortar escuche antes el latido del corazón del feto. Algunas reflexiones sobre ese presunto derecho al aborto.

1.- Hoy, cuando hay tantísimos medios para evitar un embarazo (salvo en algunos casos extremos de prostitutas o por violación) la mujer que se queda embarazada se encuentra así solo por su propia irresponsabilidad. Y no existe un derecho a ser irresponsable. Hace poco conocí el caso de un señor que cayó en la calle, fue llevado al hospital; allí vieron que tenía en sangre diez veces más alcohol del normal, y tras una cura sencilla lo despidieron recomendándole beber menos. ¿Puede este señor alegar que no le han tratado como tenía derecho?

2.- Aquí vuelve a aparecer lo del nombre de la rosa. “Interrupción del embarazo” es una expresión totalmente inocente: pues evoca actos como la interrupción de una lectura, o de un trabajo etc. Si en lugar de eso habláramos de “occisión del feto” ¿quedaría tan claro ese presunto derecho? Aborto es una palabra más neutral porque solo significa no-nacimiento y, en algunos casos, se producen abortos naturales. El hecho es que, se los llame como se los llame, los abortos se producen matando una vida de nivel y de posibilidades humanas (aunque todavía no desarrolladas). Y resulta contradictorio que estemos tratando de ilegalizar o impedir la occisión de vidas animales, mientras proclamamos el derecho a suprimir vidas de calidad humana.

3.- Lo mismo sucede por el lado opuesto. Las entidades llamadas “pro vida” tienen un nombre bien santo pero que sería más exacto si se llamaran “pro vida intrauterina”: porque luego parece importarles muy poco si hay millones de recién nacidos que mueren de hambre o por indefensión ante enfermedades nada mortales. Ello suscita la sospecha de que quizá busquen más derribar al gobierno de turno que defender la sagrada vida humana. Aunque ellos a lo mejor no se den cuenta.

4.- Aquí llegamos a la pirueta de Vox, pidiendo eso de que las mujeres que quieran abortar, tengan que oír antes los latidos del pequeño corazón que llevan dentro. Mira por dónde, hasta gente tan irracional como Vox puede tener alguna idea interesante. Porque parece buscar una compresión sobre el valor del feto. Intentaré mostrar lo que quiero decir:

 Me ha ocurrido alguna vez con señores casados, que defendían su derecho a irse de putas algunas noches porque “comer siempre el mismo plato, cansa”. Y la respuesta era: si tu esposa no es más que un plato, no hay más que discutir. Pues igualmente: si lo que llevas en el vientre no es más que un tumor, es evidente que tienes derecho a sacártelo. De todos modos, señor Vicepresidente de Catilla-León, permítame un pronóstico sobre su propuesta: si la embarazada es una mujer pobre y en situación muy difícil, lo más probable es que se conmueva y rechace abortar, complicándose más la vida. Si la embarazada es una señora elegante y bien situada, lo más probables es que mantenga su decisión de abortar.

Dejo de lado ahora los casos que he conocido de mujeres a las que un aborto cómodo juvenil les ha dolido luego durante años en la conciencia y les ha hecho arrastrar una tristeza recurrente (“ya sé que estoy perdonada, pero eso no le devuelve la vida al niño” me dijeron una vez). Las dejo estar, pero (como dicen de las meigas) “haberlas haylas”. Ahora prefiero fijarme en el argumento de los que reaccionan contra esa propuesta de Vox: “es una coacción intolerable que limita el derecho de las mujeres a elegir”. El lenguaje de esa reacción es tan bueno que vale la pena que le dediquemos un nuevo apartado.

5.- Porque resulta que nuestra vida está repleta de coacciones de ese tipo que pueden “limitar nuestros derechos” y contra las que nadie protesta nunca. Fijémonos en la publicidad: como he analizado otras veces, la publicidad no pretende solo darnos una información, sino colocarnos el producto (porque si la empresa que te contrató no vende, te despedirá y buscará otro publicista más eficaz). Para ello, la publicidad buscará escrutar nuestros instintos más bajos, para ver si efectuamos una de tantas compras de las que luego nos arrepentimos. Esa pretensión ha llegado hasta el extremo de ir sustituyendo la publicidad en general, por la publicidad particular, dirigida a ti en concreto: porque gracias a internet (y a “la nube”) se conocen ahora infinidad de costumbres y rasgos tuyos que ayudan mucho a que te decidas a comprar. Y “ves per on” (que diría la Trinca): quienes ahora levantan una voz indignada contra esa manipulación al derecho de abortar, nunca la levantaron contra ese otro ataque a nuestra libertad y la manipulación de nuestro derecho a comprar aquello que realmente queremos.

6.- Y lo anterior no quiere ser un ataque a un pecado particular sino un ejemplo de un modo de proceder embustero en el que vivimos inmersos. Dejemos estar el aborto y vamos a espacios más amplios.

EEUU se arroga el derecho (a veces incluso el deber sagrado) de atacar o invadir otros países en defensa de la democracia. Pero resulta que ese país tan demócrata se niega a entrar en el Tribunal Penal Internacional, defiende el derecho de los particulares a comprar y poseer armas (pese a que cada dos por tres tengamos que lamentar una matanza de más de una decena de personas inocentes, muchas veces niños); no reconoce el derecho a una sanidad pública (pues eso supondría el fin de unos pingües ingresos en seguros privados); mantiene una relación amistosa (y petrolífera) con un país como Arabia Saudí que está entre los más tiránicos y retrógrados el mundo; practica además un imperialismo defensivo a través de la OTAN (que igual es organización del Atlántico Norte como de Europa Este); se cree con derecho a tener “bases militares” fuera de su propio territorio y (como ahora resulta de la guerra de Ucrania) acaba sacando beneficios económicos de los sanciones que impone a otros países…

Todo lo anterior es perfectamente compatible con que el presidente Biden tenga una excelente buena voluntad: estoy hablando ahora de estructuras, no de personas. Lo único que cabe concluir del párrafo anterior es que a mí no me busquen nunca en favor de una causa donde intervenga EEUU; porque hay una gran probabilidad de que sea una causa interesada, más que limpiamente democrática.

Y 7.- Todo esto nos lleva a terminar en el último nombre de la rosa. Perdón si repito una vez más que la Declaración de los derechos humanos la hemos convertido en justificación de deseos no tan humanos. El objetivo primario de aquella Declaración no éramos “nosotros” (los que nos consideramos más civilizados) sino aquellos carentes de los más primarios derechos. Era una declaración para inspirarnos respeto, más que exigencia. Pero ya avisó Simone Weil que aquel propósito se falsificaría sino se añadía otra declaración de los deberes humanos. Y así ha sido: ahora resulta que un derecho de cuarta clase de un rico, pasa por delante otro derecho primario de un pobre o de un país no primermundista. Nos hemos quedado así con un descrédito de aquella Declaración y con una conversión de los deseos, en derechos. Nos queda, parodiando otra vez el título de Umberto Eco, “El nombre de los derechos”.

¿Pesimista?, ¿deletéreo?… Creo que no. Simplemente realista: consciente de que la trayectoria humana pasa por buenos y malos momentos, y creyente en que nuestra historia está redimida y acaba siempre remontándose por la acción de algunos Mandelas o algunos Gandhis o algunos Oscar Romero. Quede claro que aquí solo hemos querido hablar de lenguajes, no de personas.

Recuperar la cuaresma

abstinencias cuaresmales de tabaco, de alcohol, de fútbol, de TV…, según las adicciones de cada cual

ayunar para ayudar. No simplemente para fastidiarse, como si a Dios le agradaran nuestros dolores (doctrina herética que aún enseñan algunos católicos)

Por | José Ignacio González Faus

Cuaresma significa cuarentena, una palabra de origen médico. La cifra de 40 aparece en relatos bíblicos (marcha del pueblo por el desierto o estancia de Jesús en él) que quieren mostrar cómo, a través de un período de esfuerzo y dificultad, se llega a una situación mucho mejor, llámesela tierra prometida o cercanía del reinado de Dios.

La cuaresma es pues una advertencia o recuerdo de que los humanos necesitamos periodos de confinamiento, o cuarentenas. Pues estamos sometidos a una complicidad con el mal que, aunque no anula nuestra bondad (que es lo más profundo de nosotros), es mucho más primaria y espontánea y suele llevarnos a mil disparates. Propongo llamarla hoy “pandemia original” evitando el discutible nombre de “pecado” original que le dio la tradición católica por culpa de Agustín.

La covid19 nos ha enseñado que (aunque cuesten) necesitamos esos tiempos de cuarentena, por el bien propio y de los demás. Desde esta lección elemental propongo una recuperación seria de dos prácticas cuaresmales tan elementales como sabias: ayuno y abstinencia. Ambas casi perdidas hoy: los musulmanes con su fidelidad al Ramadán nos dan lecciones en este punto.

Veamos cómo podrían recuperarse.

1.- La abstinencia tuvo mucho sentido cuando la gente casi no comía más que carne y la gota era una enfermedad de lo más normal. La pereza pastoral que a veces aqueja a la santa madre Iglesia hizo que esa norma perdurase cuando ya no tenía sentido y muchas gentes se “abstenían” los viernes rezando: “gracias a que la Iglesia es madre podemos comer hoy mariscos y langosta”… ¡Qué distinto sería si en dos o tres días de las semanas de cuaresma practicáramos otras abstinencias que habrá de determinarse cada cuál!: porque si a los niños pequeños se les dice que han de hacer esto o aquello, a los hijos mayores se les debe inculcar solo que han de hacer el bien; y ellos verán cómo.

Caben pues abstinencias cuaresmales de tabaco, de alcohol, de fútbol, de TV…, según las adicciones de cada cual. O en aquellas parejas donde la relación sexual sea efectivamente hacer el amor y no meramente follar, una abstinencia respetuosa de ese contacto, para luego realizarlo con más ganas y más amor. Cada cuál decidirá. Pero que sean de veras “abstinencias”

2.- Respecto al ayuno debemos recuperar un juego de palabras de la iglesia primera que suena aún más claro en castellano: ayunar para ayudar. No simplemente para fastidiarse, como si a Dios le agradaran nuestros dolores (doctrina herética que aún enseñan algunos católicos). Tampoco simplemente para perder peso. Sino porque la gran necesidad y el inmenso dolor de muchos hermanos nuestros no nos permite vivir del todo tranquilos. Uno o dos días a la semana sin casi probar bocado para entregar lo así ahorrado a Caritas o a Amnistía Internacional, o a entidades que ayudan a los sufrientes de este mundo.

He conocido dos casos de anorexia en muchachas (uno bastante serio). Y lo que más me impresionó no fue la equivocada percepción de aquellas chavalas sobre su figura, sino que se sometieran a aquel tormento porque creían que no gustaban bastante a los machos (esa concepción de la mujer, que tanto fomenta nuestra sociedad y que las feministas, en mi opinión, no acaban de combatir bastante). Pues bien, si se quiere, hablemos de una “anorexia espiritual” en cuaresma, que no se hace para estar yo más guapo sino para que otros estén un poco más sanos.

Por supuesto, esas prácticas tan aptas no recobrarán del todo su sentido si no van acompañadas de una seria reflexión o meditación (u oración) sobre su motivo: nuestra empatía y solidaridad con todos los sufrientes de este mundo que son hermanos nuestros; y nuestro encuentro con Dios en ellos.

Y, por descontado: lo dicho no significa que solo en Cuaresma hayamos de ser solidarios, sino que la Cuaresma existe para recordarnos que hemos de serlo siempre.

La evolución de Ratzinger

BENEDICTO XVI, EL TEÓLOGO QUE PASÓ DE POSICIONES AVANZADAS A OTRAS MÁS CONSERVADORAS

La partida de Benedicto XVI provocará seguramente alabanzas exageradas (por interesadas) y críticas duras. Creo que ninguna de las dos tendrá razón. Prefiero quedarme con el gran servicio a la Iglesia que fue su dimisión del papado: un acto insólito y audaz en estos días nuestros, pero muy oportuno, llevado a cabo por un hombre más bien miedoso, que en una homilía en el 2005 había dicho: “rogad por mí para que por miedo no huya ante los lobos”.

De lo que no cabe duda es de que sufrió una evolución desde posiciones claramente avanzadas hasta otras más conservadoras: identificación con Rahner y posterior rechazo a Metz cuando ya era arzobispo de München, para decirlo con un solo ejemplo. Ya conté otra vez la anécdota que viví hacia 1967 en Tübingen, en una clase de su curso de cristología. Explicando muy pedagógicamente las diferencias entre las dos grandes escuelas de los primeros siglos (Alejandría y Antioquía), mira al alumnado y pregunta: “¿y en Roma?”. Silencio expectante. Ratzinger se abrocha la chaqueta con doble fila de botones y exclama: “en Roma, ya lo saben ustedes, no se hace buena teología”. Las ovaciones del alumnado debieron llegar hasta la misma Roma, mientras el profesor esbozaba una sonrisa comprensiva.

Otra vez, tuve que defender su ortodoxia ante una española, lectora de español en aquella universidad y que asistía a uno de sus cursos vespertinos. Y es llamativo que el que publicó un magnífico libro sobre la Iglesia titulado “El nuevo pueblo de Dios”, se opusiera más tarde a la designación conciliar de “la Iglesia pueblo de Dios”, alegando que puede incurrir en un reduccionismo sociológico. Como si la designación de la Iglesia como cuerpo de Cristo no pudiera incurrir en otro reduccionismo organicista…

Yo le traté poco. A veces, un domingo por la tarde nos cruzábamos por alguna calleja de Tübingen (dos célibes que salían a pasear solos) y nos saludábamos con la cabeza sin que yo (imbécil de mí) me atreviera a abordarle y buscar una relación más cercana. Pero tuvo siempre fama de ser un hombre exquisito de trato: respetuoso, cordial y delicado a la vez: “inusualmente fino” le llamó un entrevistador.

Me pregunté varias veces cuáles podrían ser las causas de su evolución. Con los datos que tengo señalaría tres: el influjo de su hermano mayor Georg mucho más conservador que él. La difícil relación con Hans Küng (el otro teólogo sistemático de Tübingen en aquellos años). Los grandes méritos de Küng, su olfato histórico y su fidelidad a la Iglesia no es preciso comentarlos ahora. Pero todos somos de la misma pasta; y Küng era un hombre de una vanidad y un protagonismo inconscientes que pudieron dificultar la relación con el tímido Ratzinger.

Por Tübingen se decía entonces que si a un doctorando de Küng no le dabas un “summa cum laude”, te ganabas su enemistad perenne. El hecho es que, según parece, Ratzinger pidió el traslado a Rottenburg (bajando de nivel) para evitar esa convivencia difícil. Y en tercer lugar estuvo la decepción de Ratzinger ante lo que supuso el famoso mayo del 68 en Alemania (bastante distinto de Francia). Esa típica irresponsabilidad de algunas izquierdas que me enseñó la lección de que los miedos no cristianos de las derechas y las impaciencias insolidarias de las izquierdas son los que hacen que la historia funcione mal.

Sea de esto lo que sea, la evolución de Ratzinger fue innegable y continuada; y su incomprensión de la teología de la liberación llamativa. Curiosamente, el cardenal Müller, hoy tan opuesto a Francisco por otros motivos, la comprendió mucho mejor hasta poder publicar un libro conjunto con Gustavo Gutiérrez. No he podido comprobarlo, pero me aseguran que al reeditar sus “obras completas” ha corregido y retocado varias cosas de sus primeros textos. Si es así lo siento, porque eran muy buenos.

Lamentaría que esto que quieren ser recuerdos se quedara en meros chismes. Valen aquí las palabras de Jesús: que tire la primera piedra el que esté sin pecado. Eso viene a significar que los hombres no damos más de nosotros mismos, aunque luego el Amor de Dios pueda sacarnos ese más. Por eso podemos admirar, pero no idealizar. 

Y como balance dejaré una petición, unas sugerencias y unos textos.

1.- Es probable que en lo sucesivo haya nuevas dimisiones de papas. Sería muy de desear que el papa dimisionario no se quede en Roma: que vaya a “oír confesiones” (como dice Francisco) o a algún convento de contemplativos donde le recibirán muy bien. El papado no es un sacramento sino una función. Y pretender hablar de “dos papas” es un lenguaje interesado, tan falso como el de quien pretendiera que D. Mariano Rajoy continúa siendo hoy presidente del gobierno.

2.- Tres sugerencias.

2.1.- Benedicto XVI recomendó como de lectura obligada la carta san Bernardo al papa Eugenio III (De consideratione). Ojalá esto lo cumplieran radicalmente sus sucesores: pues la carta de Bernardo tiene mucha miga.

2.2.- Además, se opuso al acceso de la mujer al ministerio eclesiástico alegando que no es “voluntad de Dios”. Entiendo que puedan molestarse las feministas; pero aceptemos que ha puesto el tema en su sitio: no se trata de que sea más moderno o más feminista sino de cuál es la voluntad de Dios. Y ahí muchos creyentes sinceros disienten de Benedicto y piensan que la Iglesia podría caer en aquella denuncia de Jesús: “¡Hipócritas! Quebrantáis la voluntad de Dios por acogeros a tradiciones de vuestros mayores”…

2.3.- Y si hay que citar o buscar algo de Ratzinger, mejor que sea de las ediciones primeras que no de la edición corregida.

3.- Tres textos

3.1.- “El amor es la clave del cristianismo y éste debe leerse desde ahí” (Luz del mundo. Entrevista con P. Seewald).  Ahí podemos estar todos de acuerdo.

3.2.- “Lo que necesita la Iglesia de hoy y de todos los tiempos no son panegiristas de lo existente, sino hombres que amen a la Iglesia más que a la comodidad e intangibilidad de su propio destino… La verdadera obediencia no es la obediencia de los aduladores… que evitan todo choque y ponen su intangible comodidad por encima de todas las cosas” (El nuevo pueblo de Dios, p. 292). Aquí, “el que sea cofrade que tome candela”. Este capítulo de ese libro (titulado algo así como “crítica y obediencia”: Freimut und Gehorsam en alemán) puede que valga la pena reproducirlo ahora en algún sitio para que sepamos y recordemos siempre que ante la Iglesia, ante el socialismo, ante la democracia, ante el feminismo, ante la ecología, o ante cualquier causa grande, no son mejores militantes los que aplauden lo ya existente sino los que intentan mejorarlo, aunque se vean tachados de poco amor a la Iglesia y demás.

3.3.- “La fe cristiana es escándalo para el hombre de todos los tiempos: que el Dios eterno se preocupe de nosotros los hombres y nos conozca…    Este escándalo ha quedado recubierto con frecuencia a lo largo de la historia, por el escándalo secundario de los predicadores de la fe, que no es esencial al cristianismo, pero que de buena gana se hace coincidir con el escándalo fundamental y se complace en una postura de martirio cuando en realidad solo es víctima de su propia cerrazón mental. 

Escándalo secundario, de propia fabricación y por tanto culpable es que, por defender los derechos de Dios solo se defienda una determinada situación social y las posiciones de poder conquistadas en ella. Escándalo secundario de propia fabricación y por tanto culpable es que, so pretexto de defender la invariabilidad de la fe, solo se defienda el propio trasnochamiento y no la fe misma. Escándalo secundario de propia fabricación y por tanto culpable es que, so pretexto de asegurar la eternidad de la verdad se eternicen sentencias de escuela… 

Y lo peligroso es que este escándalo secundario se identifica una y otra vez con el primario y lo hace así inaccesible, ocultando las exigencias propiamente cristianas y su gravedad, tras las pretensiones de sus mensajeros” (El nuevo pueblo de Dios, 351.52)

(Temo que si esto lo lee ese periodista que suele confundir las faltas de caridad y de educación con la agudeza, ya no dirá que Benedicto fue un papa santo y Francisco un papanatas…)

José I. González Faus

Desjudicializar la política, pero no del todo

Carta a Oriol Junqueras ante la reforma de los delitos de sedición y malversación

Junqueras

Hay unos límites más allá de los cuales la política no puede ser desjudicializada. ¿Por qué? Pues porque entonces la democracia dejaría de ser ese mal llamado “imperio de la ley” y se convertiría en “imperio del ego”

Lo malo de todo esto es que, mientras yo sostengo que la política necesita un mínimo de judicialización, el PP (porque sabe que tiene mayoría entre los jueces) se dedica a judicializarla del todo

Por José I. González Faus

Estimat germà Oriol:

Debo decir de entrada que tiene usted pleno derecho a ser independentista, como lo tienen varios catalanes, y como otros tienen derecho a no serlo. El problema en la política actual no está en los fines, sino en los medios y en aquel principio de ética elemental: que “el fin no justifica los medios”.

Añado a eso que, aunque he criticado otras veces a Pedro Sánchez, comparto todo lo que está haciendo por modificar las leyes de sedición y malversación, sobre todo la primera. Y no digo nada de esto pretendiendo tener razón yo, sino solo como presentación de mis modos de ver. Vamos ahora a lo que quería decirle.

La balanza de la justicia Tingey Injure Law Firm

1. Visto lo anterior, comprenderá usted también que compartamos aquella necesidad de “no judicializar la política”. Sí, de acuerdo. Pero no absolutamente: pues hay unos límites más allá de los cuales la política no puede ser desjudicializada. ¿Por qué? Pues porque, entonces, la democracia dejaría de ser ese mal llamado “imperio de la ley” y se convertiría en “imperio del ego”. Me explico:

Imperio de la ley significa solo que la última palabra en una democracia la tienen a veces no exactamente las leyes (que son algo abstracto), sino sus intérpretes, que son los jueces y pueden equivocarse. Dicho simplemente, pasa como en el fútbol, que la última palabra la tiene el árbitro, que es un simple ser humano como los demás futbolistas. Luego se procurará ayudar a los árbitros con el VAR (que dicen que no ayuda tanto) y a los jueces con eso de la “jurisprudencia acumulada” (que en España casi no tenemos porque nuestra democracia no tiene aún edad para eso). Pero en caso de conflicto, la última palabra la tienen ellos.

Conciencia moral y responsabilidad legal

Le pongo un ejemplo para ver si me doy a entender mejor. Usted afirma que, con lo del 1-O del 2017 no se cometió ningún delito. Yo creo, junto con otros muchos, que sí hubo delito. En una disensión así, la última palabra no podemos tenerla ni usted ni yo. Para eso están los jueces. Y si usted cree que no cometió ningún delito, eso es algo que salvaguarda totalmente su conciencia moral, pero no su responsabilidad legal, la cual va por otros caminos. Y fíjese que decimos “la última palabra”, no la palabra verdadera que, ojalá lo sea, y a eso aspiramos, pero contando con posibles errores que ojalá no se den, pero son el precio de la democracia.

Y debo reconocer que lo malo de todo esto es que, mientras yo sostengo que la política necesita un mínimo de judicialización, el PP (porque sabe que tiene mayoría entre los jueces) se dedica a judicializarla del todo. Ojalá encontremos, pues, alguna forma medible y concreta de marcar esos mínimos.

«España es simplemente el nombre de un país y creo sinceramente que los llamados patriotismos son la gran idolatría de un mundo sin dioses»

2. Otro ejemplo un poco distinto: recuerdo ahora que en el juicio del procés le oí proclamar por dos veces: “yo amo a España”. Me sorprendió porque yo a España no creo amarla, aunque me siento muy obligado a amar a todo ser humano que me encuentre en España, sea español, marroquí, catalán u hondureño… En cambio, España es simplemente el nombre de un país y creo sinceramente que los llamados patriotismos son la gran idolatría de un mundo sin dioses.

La verdadera patria

Mire usted las idolatrías patrióticas que hemos ido presenciando en este mundial de fútbol donde, al convertirse un simple juego en “amor patrio”, nos sentimos felices por la estupidez de una copa, olvidando la gran pregunta de Albert Camus: ¿tiene una persona derecho a ser feliz en un ciudad dominada por la peste?: la peste de Irán con sus mujeres víctimas y ese futbolista condenado a muerte, la peste de Ucrania y sus niños, la peste de todos los trabajadores de Qatar que hemos olvidado aceptando sin más este mundial… Como cristiano, debo decir que esos son mi verdadera patria.

Y desde aquí vuelvo a su declaración en el juicio del procés: aquella declaración de amor, en labios de un independentista, significaba una desidolatrización del patriotismo. Por eso pensé, al oírle aquello en el juicio: ¡qué bueno sería si eso se le oyera decir a usted (y no solo decir, sino mostrar) en situaciones ajenas a un juicio penal! Un independentista que demuestra amar a España: a ver si así aparecían también muchos hispanólatras que demuestran amar a Cataluña. Así empezaríamos a cumplir el primero y mayor imperativo de nuestros días: el de la convivencia y la fraternidad universal. Y los jueces harían mucha menos falta.

Este país se está convirtiendo hoy (al menos a niveles públicos) en una batalla de egos contra egos, que es una guerra de todos contra todos. España debería llamarse Egospaña y Catalunya debería llamarse Catalego

3. Creo que usted y yo somos creyentes cristianos. Y le digo esto no solo porque alude a Algo que nos une mucho más de lo que puedan separarnos las diferencias aquí expuestas. Se lo digo porque creo que España o el Estado, o como quiera usted llamarla, atraviesa hoy un momento en que tanto Jesús de Nazaret, como el Dios revelado en Él no son lo que más necesita porque le vienen un poco grandes. Lo que España necesita hoy es simplemente a Buda: pero el Buda verdadero, no el que algunos se hacen a medida y que temo que les evite una verdadera iluminación: el Buda que enseña la muerte del ego (no del yo, sino del ego, quede esto claro): porque este país se está convirtiendo hoy (al menos a niveles públicos) en una batalla de egos contra egos, que es una guerra de todos contra todos. España debería llamarse Egospaña y Catalunya debería llamarse Catalego. Por eso me gusta aplicar a Buda las palabras de Jesús sobre Juan Bautista: es el mayor de los nacidos de mujer.

Luego de eso mira uno con un poco de ternura a todos estos hermanos de un lado y de otro, y le salen aquellas otras palabras de Jesús: “si conocieras el don de Dios”…

4. En fin, amigo Oriol: ya me dicen que a veces divago mucho cuando me pongo a escribir: debe ser ese gusto de dejarse llevar por el viento. Pero comprendo que ahora hemos de volver a donde hemos empezado: en este lugar donde usted y yo estamos, es imprescindible desjudicializar la política. Pero toda reacción suele tener un límite y se estropea si se va al extremo opuesto: la política necesita un mínimo de jurisprudencia si de veras es algo referido a la polis y no al ego.

Me gustaría que esté usted de acuerdo en esto, aunque luego ambos deberemos lamentar el triste descrédito de nuestros jueces, que no consiguen evitar esa impresión de que son más paniaguados de los partidos que servidores de la ley. Esperemos ambos que algún día salgamos de esta…

Y hasta entonces, un abrazo.

Benedicto XVI

Benedicto XVI, el teólogo que pasó de posiciones avanzadas a otras más conservadoras

Benedicto XVI

«Yo le traté poco. A veces, un domingo por la tarde nos cruzábamos por alguna calleja de Tübingen (dos célibes que salían a pasear solos) y nos saludábamos con la cabeza sin que yo (imbécil de mí) me atreviera a abordarle»

«De lo que no cabe duda es de que sufrió una evolución desde posiciones claramente avanzadas hasta otras más conservadoras: identificación con Rahner y posterior rechazo a Metz cuando ya era arzobispo de München, para decirlo con un solo ejemplo»

«Es probable que en lo sucesivo haya nuevas dimisiones de papas. Sería muy de desear que el papa dimisionario no se quede en Roma»

«Benedicto XVI recomendó como de lectura obligada la carta san Bernardo al papa Eugenio III»

«Se opuso al acceso de la mujer al ministerio eclesiástico alegando que no es ‘voluntad de Dios'»

Por José I. González Faus

La partida de Benedicto XVI provocará seguramente alabanzas exageradas (por interesadas) y críticas duras. Creo que ninguna de las dos tendrá razón. Prefiero quedarme con el gran servicio a la Iglesia que fue su dimisión del papado: un acto insólito y audaz en estos días nuestros, pero muy oportuno, llevado a cabo por un hombre más bien miedoso, que en una homilía en el 2005 había dicho: “rogad por mí para que por miedo no huya ante los lobos”.

De lo que no cabe duda es de que sufrió una evolución desde posiciones claramente avanzadas hasta otras más conservadoras: identificación con Rahner y posterior rechazo a Metz cuando ya era arzobispo de München, para decirlo con un solo ejemplo. Ya conté otra vez la anécdota que viví hacia 1967 en Tübingen, en una clase de su curso de cristología. Explicando muy pedagógicamente las diferencias entre las dos grandes escuelas de los primeros siglos (Alejandría y Antioquía), mira al alumnado y pregunta: “¿y en Roma?”. Silencio expectante. Ratzinger se abrocha la chaqueta con doble fila de botones y exclama: “en Roma, ya lo saben ustedes, no se hace buena teología”. Las ovaciones del alumnado debieron llegar hasta la misma Roma, mientras el profesor esbozaba una sonrisa comprensiva.

Otra vez, tuve que defender su ortodoxia ante una española, lectora de español en aquella universidad y que asistía a uno de sus cursos vespertinos. Y es llamativo que el que publicó un magnífico libro sobre la Iglesia titulado “El nuevo pueblo de Dios”, se opusiera más tarde a la designación conciliar de “la Iglesia pueblo de Dios”, alegando que puede incurrir en un reduccionismo sociológico. Como si la designación de la Iglesia como cuerpo de Cristo no pudiera incurrir en otro reduccionismo organicista…

Yo le traté poco. A veces, un domingo por la tarde nos cruzábamos por alguna calleja de Tübingen (dos célibes que salían a pasear solos) y nos saludábamos con la cabeza sin que yo (imbécil de mí) me atreviera a abordarle y buscar una relación más cercana. Pero tuvo siempre fama de ser un hombre exquisito de trato: respetuoso, cordial y delicado a la vez: “inusualmente fino” le llamó un entrevistador.

Me pregunté varias veces cuáles podrían ser las causas de su evolución. Con los datos que tengo señalaría tres: el influjo de su hermano mayor Georg mucho más conservador que él. La difícil relación con Hans Küng (el otro teólogo sistemático de Tübingen en aquellos años). Los grandes méritos de Küng, su olfato histórico y su fidelidad a la Iglesia no es preciso comentarlos ahora. Pero todos somos de la misma pasta; y Küng era un hombre de una vanidad y un protagonismo inconscientes que pudieron dificultar la relación con el tímido Ratzinger.

Por Tübingen se decía entonces que si a un doctorando de Küng no le dabas un “summa cum laude”, te ganabas su enemistad perenne. El hecho es que, según parece, Ratzinger pidió el traslado a Rottenburg (bajando de nivel) para evitar esa convivencia difícil. Y en tercer lugar estuvo la decepción de Ratzinger ante lo que supuso el famoso mayo del 68 en Alemania (bastante distinto de Francia). Esa típica irresponsabilidad de algunas izquierdas que me enseñó la lección de que los miedos no cristianos de las derechas y las impaciencias insolidarias de las izquierdas son los que hacen que la historia funcione mal.

Sea de esto lo que sea, la evolución de Ratzinger fue innegable y continuada; y su incomprensión de la teología de la liberación llamativa. Curiosamente, el cardenal Müller, hoy tan opuesto a Francisco por otros motivos, la comprendió mucho mejor hasta poder publicar un libro conjunto con Gustavo Gutiérrez. No he podido comprobarlo, pero me aseguran que al reeditar sus “obras completas” ha corregido y retocado varias cosas de sus primeros textos. Si es así lo siento, porque eran muy buenos.

Lamentaría que esto que quieren ser recuerdos se quedara en meros chismes. Valen aquí las palabras de Jesús: que tire la primera piedra el que esté sin pecado. Eso viene a significar que los hombres no damos más de nosotros mismos, aunque luego el Amor de Dios pueda sacarnos ese más. Por eso podemos admirar, pero no idealizar. 

Y como balance dejaré una petición, unas sugerencias y unos textos.

1.- Es probable que en lo sucesivo haya nuevas dimisiones de papas. Sería muy de desear que el papa dimisionario no se quede en Roma: que vaya a “oír confesiones” (como dice Francisco) o a algún convento de contemplativos donde le recibirán muy bien. El papado no es un sacramento sino una función. Y pretender hablar de “dos papas” es un lenguaje interesado, tan falso como el de quien pretendiera que D. Mariano Rajoy continúa siendo hoy presidente del gobierno.

2.- Tres sugerencias.

2.1.- Benedicto XVI recomendó como de lectura obligada la carta san Bernardo al papa Eugenio III (De consideratione). Ojalá esto lo cumplieran radicalmente sus sucesores: pues la carta de Bernardo tiene mucha miga.

2.2.- Además, se opuso al acceso de la mujer al ministerio eclesiástico alegando que no es “voluntad de Dios”. Entiendo que puedan molestarse las feministas; pero aceptemos que ha puesto el tema en su sitio: no se trata de que sea más moderno o más feminista sino de cuál es la voluntad de Dios. Y ahí muchos creyentes sinceros disienten de Benedicto y piensan que la Iglesia podría caer en aquella denuncia de Jesús: “¡Hipócritas! Quebrantáis la voluntad de Dios por acogeros a tradiciones de vuestros mayores”…

2.3.- Y si hay que citar o buscar algo de Ratzinger, mejor que sea de las ediciones primeras que no de la edición corregida.

3.- Tres textos

3.1.- “El amor es la clave del cristianismo y éste debe leerse desde ahí” (Luz del mundo. Entrevista con P. Seewald).  Ahí podemos estar todos de acuerdo.

3.2.- “Lo que necesita la Iglesia de hoy y de todos los tiempos no son panegiristas de lo existente, sino hombres que amen a la Iglesia más que a la comodidad e intangibilidad de su propio destino… La verdadera obediencia no es la obediencia de los aduladores… que evitan todo choque y ponen su intangible comodidad por encima de todas las cosas” (El nuevo pueblo de Dios, p. 292). Aquí, “el que sea cofrade que tome candela”. Este capítulo de ese libro (titulado algo así como “crítica y obediencia”: Freimut und Gehorsam en alemán) puede que valga la pena reproducirlo ahora en algún sitio para que sepamos y recordemos siempre que ante la Iglesia, ante el socialismo, ante la democracia, ante el feminismo, ante la ecología, o ante cualquier causa grande, no son mejores militantes los que aplauden lo ya existente sino los que intentan mejorarlo, aunque se vean tachados de poco amor a la Iglesia y demás.

3.3.- “La fe cristiana es escándalo para el hombre de todos los tiempos: que el Dios eterno se preocupe de nosotros los hombres y nos conozca…    Este escándalo ha quedado recubierto con frecuencia a lo largo de la historia, por el escándalo secundario de los predicadores de la fe, que no es esencial al cristianismo, pero que de buena gana se hace coincidir con el escándalo fundamental y se complace en una postura de martirio cuando en realidad solo es víctima de su propia cerrazón mental. 

Escándalo secundario, de propia fabricación y por tanto culpable es que, por defender los derechos de Dios solo se defienda una determinada situación social y las posiciones de poder conquistadas en ella. Escándalo secundario de propia fabricación y por tanto culpable es que, so pretexto de defender la invariabilidad de la fe, solo se defienda el propio trasnochamiento y no la fe misma. Escándalo secundario de propia fabricación y por tanto culpable es que, so pretexto de asegurar la eternidad de la verdad se eternicen sentencias de escuela… 

Y lo peligroso es que este escándalo secundario se identifica una y otra vez con el primario y lo hace así inaccesible, ocultando las exigencias propiamente cristianas y su gravedad, tras las pretensiones de sus mensajeros” (El nuevo pueblo de Dios, 351.52)

Carta a los dirigentes de la república iraní

González Faus

Todas las medidas que estáis tomando contra Elnaz Recabí son una grave ofensa a Dios: estás profanando su Nombre.

No os hablo desde la distancia ni desde la condena, sino desde la fraternidad, desde aquella experiencia tan humana y tan universal que ya formularon los romanos: “la corrupción de lo mejor se convierte en lo peor”. Ni desde la hostilidad a vuestro pueblo tan injsutamente tratado por nosotros los occidentales

EEUU no tiene ningún derecho ni autoridad para imponeros una sanción

Si un país tiene derecho a poser armas nucleares, lo tenéis también vosotros. No vale aquello de «nosotros tenemos derecho porque somos los buenos; ellos no porque son los malos». Así nunca podrá haber paz en el mundo.

No podéis comportaros con las mujeres como los EEUU se comportan con Irán

Por José Ignacio González faus

Me dirijo a vosotros como creyente en Dios: en el Dios único del que todos somos creaturas y servidores. Quisiera hablaros en nombre de ese Dios Santo, para deciros que son una grave ofensa a Dios todas las medidas que estáis tomando contra Elnaz Recabí la atleta iraní que compitió sin velo.

En nombre del Dios Altísimo quiero deciros que no hay nada inmoral en el uso o no uso del velo, tanto en las competiciones deportivas como en la vida ordinaria: son hábitos culturales que no debemos sacralizar porque eso es manipular a Dios en provecho propio, lo cual constituye la mayor perversión de toda religiosidad. Bien dijo el gran místico musulmán Dû-l-Nûn: “conoce mejor a Dios el hombre más perplejo respecto de Él”. Y por eso: “aquellos a quienes separa de Dios un velo más espeso son el devoto por su devoción y el doctor de la Ley por sus conocimientos”.

Todo esto se agrava cuando quienes efectúan esa falsa sacralización son varones contra mujeres: porque eso ofende a Dios, padre de todos los seres humanos (ellos y ellas) haciéndole cómplice de un pecado propio de machismo. Y mucho más cuando las penas por esa conducta indiferente son tan enormes y crueles.

Los dos primeros nombres de Alá (sacados del Coran y de la Sunna) son “el Misericordioso” y “el Clemente” (Ar-Rahman y Ar-Rahim). Y todavía más adelante aparece el de Perdonador (Al-Ghaffar). Nada de eso puede entreverse en vuestra conducta para con Elnaz. Cuidado pues porque podéis estar ofendiendo mortalmente a Dios y falsificándole en vez de servirle. Me diréis que vosotros solo juzgáis sobre lo que está legislado; pero la pregunta que queda es quién legisla y desde dónde lo hace.

Y no quiero deciros nada de eso desde la distancia ni desde la condena, sino desde la fraternidad, desde aquella experiencia tan humana y tan universal que ya formularon los romanos: “la corrupción de lo mejor se convierte en lo peor”… A nosotros cristianos también nos acusaron nuestros propios profetas (Isaías y Pablo de Tarso), más de lo que nos ha podido acusar ningún increyente, diciéndonos: “por vuestra causa es blasfemado el nombre de Dios entre las gentes”. ¡Cuidado pues!

Tampoco os digo lo anterior desde una hostilidad a vuestro pueblo, tan injustamente tratado por nosotros los occidentales. Por supuesto, Estados Unidos no tiene ningún derecho a imponer sanciones a Irán ni por el mal trato a las mujeres, ni por los drones vendidos a Rusia. También tendría derecho Irán a castigar a los EEUU por el enorme pecado de proclamar un derecho de cada individuo a poseer armas: si no lo hace no es porque carezca de rectitud sino porque carece de poder. Pero, en este mundo nuestro tan injusto, el poder no tiene nada que ver con la rectitud. Lo único que está obligado a hacer EEUU es entrar en el Tribunal Penal Internacional (donde no se dignó ingresar), y trabajar para que ese tribunal sea aceptado por todo el planeta y se constituya de la forma más justa y más independiente posible.

Todavía más: hay un principio de justicia elemental, bien fácil de comprender: si un país tiene armas atómicas, todos los países tienen derecho a poseerlas. Porque los derechos humanos son universales. Os digo por eso que Irán tiene derecho a poseer armas nucleares si las posee Israel y si las poseen tantos otros países. Irán ha sido injustamente tratado y no debe ser castigado si enriquece uranio. Nuestra conducta occidental se ha basado en el falso principio de que “nosotros somos los bueno y ellos son los malos; por eso nosotros tenemos unos derechos que ellos no tienen”. Así nunca podrá haber paz en el mundo: el profeta Jesús de Nazaret tachó de fariseísmo esa actitud de “los buenos”; y avisó del pecado de “ver la paja en el ojo ajeno cuando no se ve la viga en el propio”, digamos: ver el uranio en Irán y no ver el arsenal nuclear en uno mismo. Lo que hay que hacer pues es trabajar sin descanso para que todas las armas nucleares desaparezcan, por imposible que esto parezca. Y aquí es otra vez donde EEUU aparece como el mayor responsable, por haber sido quien utilizó y más contribuyó a propagar ese armamentismo inmoral.

Pues bien: vosotros no podéis comportaros con las mujeres como los EEUU se comportan con Irán. Ojalá estas reflexiones sirvieran para que comprendáis que no hablo desde ningún odio ni hostilidad hacia vosotros, sino desde un afán de fraternidad y desde otro afán que compartimos por tributar el máximo respeto al Misterio Sobrecogedor y Acogedor al que llamamos Dios, y buscando cumplir aquel precepto de Moisés de “no tomar el santo Nombre de Dios en vano”. Pues si comprendéis esto, comprenderéis que os pida con voz bien alta que, por favor, cambie vuestra actitud no solo contra Elnaz Recabí, sino contra todas las mujeres: pues son hermanas nuestras, libres como nosotros y de ninguna manera esclavas: ni de nuestros caprichos sexuales (como pensamos a veces en Occidente) ni de nuestros caprichos morales como pensáis vosotros.

Y ojalá que así demos un paso más (por pequeño que sea) hacia esa humanidad renovada, una a pesar de las diversidades y fraterna a pesar de las diferencias. “Al.lahu àkbar: está por encima de las mentiras de los opresores y es la mejor defensa de los oprimidos”.