Sigue la difícil situación de Haití

La Iglesia de Haití lo tiene claro: “La violencia no tendrá la última palabra”

El obispo Pierre André Duas aporta su visión sobre la situación actual

El obispo haitiano de Anse à Veau, Pierre André Dumas: “La violencia no tendrá la última palabra”. Así lo ha expresado en una entrevista concedida a Vatican News en la que ha explicado la situación actual del país y el papel de la Iglesia católica en él.

Un país en el que, por desgracia, las bandas armadas se han convertido en un grave problema, sobre todo en su capital, Puerto Príncipe, y otras zonas urbanas. De hecho, la situación es tan grave que la ONU está presionando para que se envíe una fuerza internacional, aunque el Consejo de Seguridad aún no ha cerrado ningún acuerdo al respecto.

Salir adelante

“Hay una violencia que afecta a todos los estratos, a todos los sectores de la población, y son los más pobres los que pagan las consecuencias”, ha explicado el prelado, señalando, además, que “a nivel de Iglesia local, intentamos estar entre la gente y tranquilizarla”, trabajando “para que haya muchos lugares donde escuchar, compartir y dialogar, y para que la gente recupere la confianza”.

“Durante mucho tiempo, Haití ha vivido una situación política extremadamente delicada. No había estabilidad y toda la dinámica del sector turístico estaba un poco rota. Ahora, creo que hay que acompañar más al pueblo haitiano, no decidir por él y hacer que las soluciones vengan de dentro”, ha señalado el obispo, convencido de que, ante esta situación, “el pueblo debe asumir su responsabilidad, convertirse en protagonista de su propia historia y aceptar allanar el camino a las generaciones futuras. Siempre que se impone una solución desde fuera, dura un tiempo y luego vuelven a aparecer los problemas originales”.

La situación cada día más grave en Haití

Las bandas que dominan el país ya entran en los templos a secuestrar a la gente

Haití: Cuando los fieles tienen que negociar con las pandillas para poder ir a misa

Haití, una violenta guerra entre bandas rivales.

 “Estamos en un proceso de destrucción de todo lo que configuraba un poco la vida del pueblo haitiano: la convivencia, la confianza, las relaciones de buena vecindad. Estamos perdiendo todo eso. La gente que iba a la iglesia sabía que estos eran lugares más o menos seguros. Hoy, incluso en la iglesia, la gente viene a secuestrar a la gente, lo que hace que muchos templos cierren”

“En la zona de Martissant, en la parroquia de Santa Bernadette y otras zonas sin ley, es casi difícil practicar el culto, hacer celebraciones, celebrar la Eucaristía en paz, con calma”, lamenta el obispo

Por José Lorenzo

“Estamos en un proceso de destrucción de todo lo que configuraba un poco la vida del pueblo haitiano: la convivencia, la confianza, las relaciones de buena vecindad. Estamos perdiendo todo eso. La gente que iba a la iglesia sabía que estos eran lugares más o menos seguros. Hoy, incluso en la iglesia, la gente viene a secuestrar a la gente, lo que hace que muchos templos cierren”.

Son las palabras de Pierre Dumas, obispo de Anse-à-Veau y Miragôane, en Haití, un país a la deriva, sacudido no solo por la naturaleza en forma de varios seísmos devastadores, sino también por una descomposición política e institucional tras la caída del régimen autocrático de los Duvalier, en 1986, y la indiferencia internacional.

Zonas sin ley

“En la zona de Martissant, en la parroquia de Santa Bernadette y otras zonas sin ley, es casi difícil practicar el culto, hacer celebraciones, celebrar la Eucaristía en paz, con calma”, lamenta el obispo en declaraciones recogidas por Rezonodwes. “Cuando los fieles van a las iglesias, tiene que haber casi un acuerdo con las pandillas para poder participar en el culto. Esto es muy repugnante. Es todo el país el que está viviendo esta situación”, subraya.

Haití

De hecho, en algunos lugares de culto han tenido que cerrar sus puertas, como el oratorio San Charbel, tras el secuestro de dos fieles durante la misa, en lo que es un paso más contra las instituciones, en este caso, la Iglesia católica, hasta ahora muy respetada. “Las pandillas siguen al mando y reinan en muchos barrios llamados ‘zonas sin derechos’”, afirma monseñor Dumas.

Situación catastrófica en Haití

Un escenario brutal: la misionera Boschetti habla de la situación catastrófica de Haití

Haití, una violenta guerra entre bandas rivales.

A merced de la violencia y sin la ayuda de otros países. Esto es lo que sienten los haitianos, enfrentados a una guerra de bandas y en medio de una grave crisis humanitaria

Maddalena Boschetti, fidei donum desde hace más de 20 años, testimonia: «Los ciudadanos no ven respetados sus derechos, y la Iglesia también es víctima de esta situación»

A pesar de todo, la Iglesia permanece al lado la población que sufre terriblemente: «Estamos aquí para decir que la vida tiene valor, que estamos en el lugar adecuado y que estamos aquí porque la gente y los pobres nos necesitan»

Por | Benedetta Capelli

(Vatican News).-Es un escenario brutal, difícil de contar porque es demasiado cruel, por eso la voz de Maddalena Boschetti, misionera laica fidei donumen Haití desde hace casi 20 años, se agita, a veces se escandaliza pero se empeña en sostener que en este país tribulado y abandonado, la Iglesia permanece al lado de una población que sufre terriblemente. «Estamos aquí – explica – para decir que la vida tiene valor, que estamos en el lugar adecuado y que estamos aquí porque la gente y los pobres nos necesitan».

«Todos contra todos»

Las crónicas de estos días hablan de violencia entre bandas, entre estas bandas y la policía. “Es un todos contra todos», dice Magdalena. El 25 de abril en Puerto Príncipe, la capital, trece personas, sospechosas de pertenecer a una banda, fueron primero bloqueadas por la policía y luego golpeadas con neumáticos empapados en gasolina por la multitud, antes de ser incendiadas.

«Niveles similares a los de los países en guerra»

Según un informe de la ONU, sólo entre el 14 y el 19 de abril, la violencia de las bandas causó la muerte de casi 70 personas, entre ellas 18 mujeres y dos niños. Pero se trata de una cifra desfasada. Los enfrentamientos se concentran en el barrio de Brooklyn de Cité Soleil, cerca de la capital, con las bandas G9 y Gpep subiendo el tono. “La inseguridad  – reza el documento de la ONU publicado hace unos días – ha alcanzado niveles similares a los de los países en guerra».

ONU: «La inseguridad ha alcanzado niveles similares a los de los países en guerra»

«Los señores del mal»

Maddalena Boschetti también confirma este escenario, habla de la imposibilidad de la policía de controlar la situación, la violencia, de hecho, se produce simultáneamente en diferentes zonas de la capital. Asimismo, al igual que la ONU, la misionera hace referencia a la guerra y subraya cómo la violación se utiliza, precisamente, como «arma de desprecio y de terror para la población».

La gente suele tomarse la justicia por su mano

«Los asesinatos son bárbaros, incluso se hacen con un machete, se reduce a la gente a la nada. Es una forma de mostrar a otras bandas de qué están hechas, de mostrar que no se detienen ante nada, que recurren a la tortura, que no hay respeto por la vida humana»

En esta terrible situación, explica la misionera, la gente suele tomarse la justicia por su mano, la mayoría de la gente va por ahí armada, algunos se reúnen en grupos para defender su territorio de los «señores del mal».

Es necesaria una acción decisiva

En un contexto tan difícil, con una anarquía creciente debido al asesinato del presidente Jovenel Moïse, en julio de 2021, es evidente la falta de solución, pero también del interés del mundo. Subraya Maddalena:

«Se sigue golpeando con sanciones a la élite política y financiera del país, se bloquean los activos en el extranjero, pero es un camino que no tiene salidas»

Todo está vinculado al mercado negro

«Los haitianos no ven respetados sus derechos, no tienen la posibilidad de salir porque no pueden conseguir pasaporte ni visado. El precio del pasaporte está por las nubes, todo está vinculado al mercado negro, es muy difícil incluso acercarse a las oficinas que se ocupan de esto. A menudo hay colas muy largas fuera, e incluso hay víctimas por los disturbios que se crean. Es muy complicado conseguir el visto bueno para ir, yo diría que es imposible, y por eso la gente se ve obligada a quedarse, a permanecer en condiciones en las que un ser humano no puede vivir».

«Estar donde se necesita a Dios»

«La Iglesia también es víctima de esta situación – explica ll misionera – y es una voz que molesta porque sigue reiterando que el bien existe y lo sigue diciendo con hechos y palabras. De ahí la firme convicción de permanecer y estar presentes y de modo concreto ante las necesidades de las personas”.

«Los padres y madres de familia trabajan duro, se parten la espalda intentando dar de comer a sus hijos. Los jóvenes están al límite y no tienen salidas, los niños tienen miedo de ir a la escuela, están aterrorizados y traumatizados por los tiroteos que oyen cada día en casa y fuera de ella»

Magdalena habla de ellos como de «víctimas inocentes» a las que los misioneros tienen el deber de dar amistad, confianza y esperanza.

«El Señor está en ellos y por ellos y nosotros estamos aquí por ellos, esto no me da miedo, cada vez estoy más convencida de que por eso estoy aquí, porque siempre le he pedido al Señor estar donde más se lo necesita. Estoy en el lugar adecuado, como misioneros estamos en el lugar adecuado».

Haití ya es “un país en situación de guerra”

La misionera Curín García Calvo denuncia que “el 70% de la capital está en manos de las bandas”

En apenas dos semanas, “Puerto Príncipe registra al menos 208 muertos y más de 150 heridos”violencia

La espiral de la violencia en Haití, que lleva ya muchos años alimentándose desde la exclusión, la incapacidad de un Estado sin recursos y la implosión de las bandas, que se enfrentan cruelmente para asegurar respectivamente sus parcelas de dominio, ha llegado a un punto de aparente no retorno.

Así lo lamenta la misionera española Curín García Calvo, religiosa de Jesús-María que se encuentra junto a su comunidad en Jean Rabel, al noroeste del país caribeño. Desde ahí, describe un panorama casi apocalíptico: “La situación en Haití se agrava por momentos. Podemos hablar de un país que está en situación de guerra. El 70% del territorio de la capital está en manos de las bandas. En tan solo dos semanas, Puerto Príncipe registra al menos 208 muertos y más de 150 heridos por la violencia de pandillas. Secuestros, robos, asesinatos y violencias de todo tipo son cada día más frecuentes y cruentos. La moneda se ha devaluado más de un 30% en menos de un año. Las principales rutas terrestres están controladas por las bandas. Y todo esto en una rueda de muerte y violencia que conduce a mayor pobreza y miseria que recae sobre inocentes que luchan y pelean la vida”.

¡Quitad a losa!

De ahí que la religiosa acuda al Evangelio en búsqueda de esperanza: “¡Quitad a losa! Esto, que lo dijo Jesús para que su buen amigo Lázaro pudiera salir de la tumba resucitado, es lo que se nos ha propuesto a todos los cristianos en el último domingo de Cuaresma. Y este mensaje, escuchado en tierras haitianas en este momento preciso de la historia, cobra una densidad radical. ¡Quitad la losa! ¿Quiénes? Los que desde dentro y desde fuera del país estáis machacando a este pueblo por intereses egoístas y codiciosos que mueven vuestras vidas”.

Desde Jean Rabel, “somos testigos de la vida de esas personas inocentes que, con todas sus fuerzas, siguen haciendo esfuerzos infinitos por quitar la losa que permanentemente recae sobre ellas en forma de hambre, sed, enfermedad y falta de derechos básicos”. De ahí que su llamada a la acción sea enérgica: “No podemos mirar hacia otro lado. ¡Las vidas de las personas haitianas importan! Pero, al observar el tablero internacional, ¡realmente no lo parece! Desde Haití lanzamos un grito desesperado para que la violencia cese. Las armas que siguen entrando en el país cada semana provienen de otros países que se benefician de la muerte de este pueblo. Lo que ocurre en Haití y en tantos otros países afecta a toda la humanidad”.

Una Cuaresma demasiado dura

En clave de fe, García Calvo reconoce que, “en este camino hacia la Pascua, no podemos más que afirmar que la Cuaresma de Haití es demasiado dura y pesada. Trabajemos conjuntamente desde dentro del país y desde fuera para poner fin a este calvario. ¡Quitemos la losa! ¡Comprometámonos con las víctimas de esta guerra! No permitamos que la muerte continúe ganando batallas. Lo que está claro es que la resurrección de Haití no va a caer del cielo, aunque, ciertamente, desde este contexto y ante la pasividad internacional, solo nos queda denunciar y rezar”

Haití, ¿cuáles preguntas?

Con el silencio cómplice de los grandes medios de comunicación, la auto denominada comunidad internacional discute la posibilidad de enviar, como «ayuda humanitaria», efectivos militares a Haití. Algunas preguntas sobre la propuesta internacional y sobre sus posibles efectos.

POR  MIREILLE FANON-MENDÉS-FRANCE, BOUBACAR BORIS DIOP 

Desde hace muchos años, Haití se encuentra inestable como resultado de una crisis política, a la que se añaden también crisis humanitarias, socioeconómicas y de seguridad, hasta el punto de que el actual Primer Ministro, Ariel Henry, nombrado dos días antes del asesinato de Jovenel Moïse, lanzó el pasado mes de septiembre un llamamiento a la comunidad internacional para la creación de una fuerza armada internacional que garantice el desbloqueo de la terminal de combustible de Varreux, bloqueada por las pandillas del G9, con el fin de garantizar la distribución de agua, el transporte de material médico y el combate a las epidemias. Este bloqueo se produjo tras la decisión del gobierno de aumentar sustancialmente el precio del combustible.

A petición del FMI, desde 2018, varios intentos de reducir los subsidios estatales a los productos derivados del petróleo habían paralizado el país y lanzado al pueblo haitiano a las calles. Para contener esta presión popular, el actual Primer Ministro decidió, en julio de 2022, responder a los requerimientos del FMI con el fin de obtener, a largo plazo, un crédito por un monto más elevado, a cambio de realizar mayores reformas económicas. 

La pobreza extrema afecta a una gran parte de la población, el cólera acaba de reaparecer, los sistemas sanitario y educativo son totalmente deficientes y las empresas de producción son inexistentes. Pero el FMI, pragmático y cínico, cuenta con el flujo continuo de remesas de la diáspora para reembolsarse a sí mismo los créditos. No importa que la aplicación de las políticas de ajuste estructural ya haya demostrado su ineficacia en muchos países del Sur.

El país seguirá hundiéndose, su soberanía se erosionará aún más, las políticas públicas se reducirán aún más y el Estado y sus patrocinadores no tendrán ningún problema en seguir infantilizando al pueblo haitiano. Los únicos ganadores serán las ONG, algunas de las cuales se benefician de los fondos de los contribuyentes, hasta el punto de que Le Monde, en un artículo del 9 de enero de 2020, titulaba «Cómo Haití se ha convertido en la República de las ONG ». En un contexto de pobreza, inseguridad y deshumanización impuesto por ciertos actores externos, el número de bandas y poder de las bandas criminales en el ámbito social y político ha aumentado, y su violencia parece no tener límites.

Si la comunidad internacional quiere realmente ayudar a Haití de otra manera que con declaraciones compasivas, debería trabajar por la anulación total e inmediata de la deuda pública externa del país por el abandono de las políticas económicas liberales, exigiendo al mismo tiempo el reembolso de la deuda ilegal pagada por Haití a Francia, así como la devolución de los 500.000 dólares (de la época) que constituían las reservas de oro robadas al Banco Nacional de la República en diciembre de 1914 por los estadounidenses, tras diez años de ocupación.

Si esta misma comunidad internacional defendiera realmente uno de los principios fundadores de la Carta de las Naciones Unidas, exigiría la aplicación efectiva de «(…) la igualdad de derechos (…) de las naciones grandes y pequeñas » y dejaría de consentir la tutela de ciertos países por parte de los organismos financieros internacionales o por parte de sus antiguos colonizadores. También debería dejar de amparar la neo esclavitud de los Estados, poniendo en entredicho su derecho a la autodeterminación y su soberanía, un principio innegociable.

Mientras tanto, las calles arden y la crisis pesa aún más en la vida de los haitianos. El Secretario General de la ONU respaldó la petición del Primer Ministro e instó al Consejo de Seguridad a enviar una fuerza armada internacional para restablecer el orden «por la fuerza», con el fin de proporcionar los servicios esenciales.

“Si la comunidad internacional quiere realmente ayudar a Haití de otra manera que con declaraciones compasivas, debería trabajar por la anulación total e inmediata de la deuda pública externa del país”

Este llamamiento también ha encontrado el favor de la Representante Especial de la ONU para Haití, Helen La Lime. ¿Cree la ONU que puede desactivar la crisis de Haití enviando una fuerza armada extranjera? ¿Es esta la manera de alcanzar siquiera los dos primeros Objetivos de Desarrollo Sostenible para 2030?

Apoyando la intervención de una fuerza armada, ¿cómo van a ayudar esta institución y la comunidad internacional a «promover sociedades pacíficas e inclusivas para el desarrollo sostenible, facilitar el acceso a la justicia para todos y crear instituciones eficaces, responsables e inclusivas a todos los niveles» (Objetivo 16)? La situación en Haití subraya aún más las paradojas mortales que atraviesan tanto a esta institución y sus agencias como a la comunidad internacional, algunas ONG y la sociedad civil.

¿Resolverá esta intervención los problemas estructurales a los que se enfrentan los haitianos, que se oponen mayoritariamente a la injerencia extranjera? Aún recuerdan la desastrosa experiencia de los ejércitos norteamericano, francés y canadiense que vinieron a «ayudar» tras el terremoto.

En enero de 2010, las fuerzas estadounidenses desplegaron más de 550 hombres, reforzando las fuerzas militares ya presentes -unos 2.200 marines- para asegurar el espacio público, incluido el aeropuerto, pero también para que las ONG, entre ellas USAID, permitan a la MINUSTAH continuar su misión de estabilización. Conocemos el papel deletéreo de esta última y su responsabilidad en la propagación del cólera, que se ha cobrado más de 10.000 víctimas.

Estas fuerzas se habían desplegado bajo el mando del Comando Sur, del que depende Haití; su homólogo en África es el AFRICOM. Francia no se quedó al margen, enviando elementos de la fuerza aérea y la marina y trabajando para que la Unión Europea desplegara la Fuerza de Gendarmería Europea (FGE) para participar en la operación de seguridad.

Cabe preguntarse por la pertinencia de la intervención de fuerzas armadas extranjeras para hacerse cargo de la seguridad de un país en el contexto de una crisis humanitaria. Del mismo modo, la intervención armada de un país en otro en nombre de la «democracia» es muy problemática. Ya es hora de que la acción humanitaria no se militarice ni se utilice como pretexto para una larga ocupación de los territorios.

Desde 2001, a fuerza de haber conceptualizado la seguridad global, la única respuesta ha sido enviar fuerzas armadas extranjeras sobre el terreno, en la mayoría de los casos violando los principios fundacionales de la Carta de las Naciones Unidas. Lo hemos visto en Afganistán, Irak, Malí, Burkina Faso y otros países…

Tal decisión sería catastrófica para el pueblo de Haití y podría conducir a asesinatos en masa en los enfrentamientos entre esta fuerza armada internacional y las bandas, que sin duda no permitirán que se les despoje de sus armas, sus territorios y su poder.

Desde el 17 de octubre del año pasado, el Consejo de Seguridad ha puesto en marcha, a través de la resolución 2653, un régimen de sanciones contra los líderes de las bandas, incluidos los más poderosos, el G9+ y aliados, como se hizo en 2017 en Malí y recientemente contra los oligarcas rusos. ¿No es incoherente proponer soluciones idénticas para situaciones totalmente diferentes?

Por un lado, los militares en el contexto de un golpe de Estado, los oligarcas en el contexto de una guerra ilegal -según el derecho internacional, incluido el artículo 2§4 de la Carta de la ONU- y, por otro, los miembros de bandas en el contexto de una crisis interna, ¡aunque sea dramática! ¿Por qué no enviar una fuerza armada internacional a todos los países con presencia de bandas?

“Ya es hora de que la acción humanitaria no se militarice ni se utilice como pretexto para la ocupación “

Volviendo a este llamamiento a la intervención armada, ciertamente no reducirá el impacto de las bandas en la vida de los haitianos, ni resolverá el problema de la ilegitimidad del Primer Ministro o la ineficacia de los servicios públicos.

Sí, el país se enfrenta al reino de las bandas, esto no es nuevo; así, en el momento de la caída de Jean-Claude Duvalier en 1986, las bandas armadas se transformaron en estructuras paramilitares y se convirtieron en un actor importante de la vida social y en un interlocutor privilegiado de las autoridades.

Algunas bandas están protegidas y financiadas por miembros de la policía y de los sucesivos gobiernos, lo que les permite controlar actualmente más de un tercio del país y a veces barrios enteros de Puerto Príncipe.

Por el momento, las fuerzas armadas dispuestas a ir a «rescatar» a Haití, la primera república negra que se liberó de la esclavitud y la colonización, no parecen estar aún sobre el terreno, pero lo estarán pronto. Funcionarios estadounidenses y canadienses afirman que «aviones militares estadounidenses y canadienses han llegado a Puerto Príncipe, Haití, para transportar equipos de seguridad críticos adquiridos por el gobierno haitiano. El equipo incluye vehículos tácticos y blindados, así como suministros. La entrega de los equipos formó parte de una operación conjunta en la que participaron aviones de la Real Fuerza Aérea Canadiense y de la Fuerza Aérea estadounidense» . Con, sin duda, varios instructores militares y fuerzas de intervención en sus bodegas.

En caso de necesidad, la República Dominicana podrá echar una mano a este dispositivo de intervención, ya que acaba de adquirir una serie de vehículos y aviones militares, como señaló el Presidente, Luis Abinader, el 9 de octubre: «Estamos haciendo una compra muy importante en diferentes áreas, tanto para la fuerza aérea como para el ejército, para fortalecer las capacidades de defensa de nuestro país».

Dado el maltrato que sufren los migrantes haitianos en la República Dominicana, es fácil ver el verdadero propósito de estas compras militares; desde principios de este año se está construyendo un muro de más de 200 kilómetros de largo y, en palabras del presidente dominicano, «este equipo de represalia y vigilancia servirá para cuidar nuestro territorio y para que el mundo sepa que la solución al problema de Haití es obra colectiva de la comunidad internacional y no sólo de la República Dominicana».

Por el momento, el Estado dominicano se limita a cazar, maltratar y perseguir sin descanso a los migrantes haitianos para cumplir con la voluntad de Estados Unidos de frenar el flujo migratorio. Esta crisis también puede proporcionarles un medio potencial de presión sobre otros Estados caribeños tentados de seguir los ejemplos de Brasil, Chile y Colombia. También les da derecho a soñar con añadir una nueva estrella a su bandera después de Puerto Rico.

Todo ello es coherente con el deseo de añadir un componente humanitario a su doctrina militar, aunque ello signifique desafiar el derecho internacional y el derecho internacional humanitario. A pesar de estos peligros, las Naciones Unidas, a pesar de sus objetivos totalmente opuestos, no parecen capaces de oponerse a este proyecto asesino. Prueba, por si hiciera falta alguna, de que es urgente reformar esta institución internacional que sólo sirve a los intereses de los dominantes.

Mientras tanto, el valiente pueblo haitiano, que lucha por su soberanía, se ahoga bajo las crisis estructurales. La colonialidad del poder y la colonialidad del Estado siguen expresándose en un país que fue el primero en fundar una república negra.

¿Se castiga inconscientemente a Haití por este insulto a la supremacía blanca? Uno tiene todo el derecho a preguntarse por qué los principios fundadores de la Carta de la ONU son prácticamente inaplicables allí. Es importante recordar que todo esto está ocurriendo durante el Decenio Internacional para los Afrodescendientes lanzado en 2015 por la comunidad internacional para combatir el racismo estructural.

Por eso resulta tan desconcertante el casi silencio de los afrodescendientes y africanos respecto a la situación en Haití; ¿acaso el país ya ha cruzado al otro lado de la realidad y es invisible a nuestros ojos? Sin embargo, está claro que lo que les ocurre a los haitianos dice algo de los africanos y los afrodescendientes. Del mismo modo que la independencia africana, conquistada con sangre y lágrimas, esta nación está siendo pisoteada por el sistema financiero liberal y las empresas transnacionales. También subraya el hecho de que el racismo estructural sigue presente en todos los intersticios de un sistema que niega constantemente la dignidad de los africanos y afrodescendientes.

Tal constatación nos obliga, si queremos abolir el paradigma de la dominación blanca, a enfrentarnos juntos a ese mismo racismo estructural. En el caso de Haití, esto significa exigir reparaciones y la devolución del dinero de la deuda colonial y del oro robado por los estadounidenses en 1914. Es la lucha común contra la colonialidad del derecho internacional y nacional. Están en juego la dignidad de millones de personas y la soberanía de muchos Estados.


Mireille Fanon-Mendés-France es Copresidenta de la Fundación Frantz Fanon (Martinica/Francia). Boubacar Boris Diop es un reconocido periodista y escritor senegalés.

Haití se deshace

Dos mujeres haitianas caminan cerca del lago Azuei, cerca de la frontera con República Dominicana.

Historia de Pablo Ferri •

Los gusanos. Esa es la imagen. Gusanos recorriendo los pliegues de una herida, sangre, pus, desesperanza. Gusanos campando a sus anchas en la carne putrefacta de un muchacho de 21 años, James Fennis, en la cama de un hospital. “El doctor metió el puño en la herida y los sacó”, dice su madre, Celician Salomón, que trata de explicarse. “Entonces aún había doctores aquí, pero las medicinas las teníamos que comprar nosotros y yo no tengo… ¿5.000 gurdas? Yo no tengo”. 5.000 gurdas, 30 dólares.

Eso fue en noviembre, lo de los gusanos. Luego llegó la huelga. En el centro médico donde habían llevado al muchacho, el hospital universitario de Haití, en plena zona noble de Puerto Príncipe, a dos cuadras de Palacio Nacional, a 100 pasos del Campo Marte, a un suspiro y medio de lo que alguna vez fue orgullo y ahora es devastación, los médicos se fueron a huelga. Demandaban algo muy sencillo: que les pagaran un poco más, que les dieran unas condiciones mínimas para seguir trabajando. Era el 22 de diciembre.

Han pasado casi dos meses y los médicos no han vuelto. James Fennis, que ingresó el 20 de agosto, languidece en su cama, en un cuarto oscuro —la luz también se fue del hospital, como los médicos— olvidado, amortizado por el mundo. Su madre trata de lavarle la herida para evitar que vuelvan los gusanos, con unas pastillas de cloro que hace polvo y empasta en la herida del muchacho. La última vez que lo levantó de la cama fue hace casi dos meses, el día de Nochebuena, cuando un grupo de cristianos llegó y le ayudó a lavarlo. Fuera de aquello, James no se levanta de allí.

Es una herida de bala la del muchacho. Cecilian Salomón, que habla por su hijo porque él no puede, no le sale más que un hilillo de voz, explica que James bajaba por una de las avenidas que comunican los cerros con el centro, cuando un proyectil le atravesó la parte baja de la espalda. “Le desbarató la columna y los riñones”, dice la mujer. No da más explicación, una bala perdida, algo que le pasó y en lo que él no tuvo nada que ver. Puede ser. Estos días, todo puede ocurrir en la capital de un país que se deshace.

Haití malvive. Médicos, defensores de derechos humanos y responsables de organismos internacionales entrevistados estos días en la ciudad, además de víctimas de la violencia y las carencias del Estado, dicen que no recuerdan una situación como la de los últimos seis meses, ni siquiera tras el asesinato del presidente Jovenel Moïse, en julio de 2021. “La situación empeora y empeora”, explica Benoit Vasseur, jefe de misión de Médicos Sin Fronteras, que maneja una de las mayores redes de clínicas y hospitales de Puerto Príncipe. “Todas las instituciones colapsan. El sistema educativo, la justicia… Es un país moribundo”.

Decenas de bandas criminales controlan buena parte de la capital y su zona metropolitana, hogar de tres millones de personas, una cuarta parte de la población del país. La policía, con una fuerza en torno a los 10.000 efectivos, no tiene capacidad para hacerles frente.

Un pandillero, con pasamontañas y armado en el barrio Portail Leogane de Puerto Príncipe en septiembre 2021.© Rodrigo Abd (AP)

Naciones Unidas calculó en diciembre que el 60% del territorio de Puerto de Príncipe está bajo el poder de “las gangas”, como le dicen a las bandas —las gangs, en inglés— los hispanohablantes de la capital. Eso implica un estado de guerra de facto que impide cualquier normalidad.

Así ocurre, por ejemplo, en el centro, a unas cuadras del mismo hospital universitario, del Palacio Nacional, de la Corte de Casación, tribunal principal del país, tomado por las malas hierbas, del inacabado monumento al bicentenario de la independencia que mandó a construir el expresidente Jean Bertrand Aristide, que parece, visto desde abajo, los restos de una cementera abandonada. Porque 100 metros más al este, allá donde yacen los cascotes de la catedral destruida en el fatal terremoto de 2010, que dejó más de 200.000 muertos, allá, están las gangas.

Nadie se puede acercar al territorio de los grupos criminales en Puerto Príncipe, que controlan además todas las carreteras de entrada y salida, convirtiendo la capital en una especie de búnker con agujeros. Nadie se acerca salvo que los mismos grupos lo permitan, una rareza solo practicada por el más popular de entre sus líderes, Jimmy Cherizier, alias Barbecue. Cherizier es un expolicía que gusta de recibir a periodistas y darles una vuelta por alguno de los barrios de chabolas de la costa de Puerto Príncipe, normalmente Cité Soleil, mientras explica que él, lejos de ser un asesino, es un líder social que quiere acabar con la corrupción.

El estado de guerra se nota en la densidad de personas por metro cuadrado, bastante alta en las calles que bajan de Palacio Nacional, bajísima junto a la catedral, puerta de entrada al barrio de Bel-Air, una de las trincheras de la zona. No hay nadie junto al viejo templo y en las calles aledañas solo se ven barricadas hechas de basura, llantas viejas y bloques de hormigón. Las gangas. Hay otros nombres, además del de Barbecue, este heredado al parecer de su madre, que vendía pollo rostizado en la calle. Están Vitelhomme, Gabriel Jean Pierre, Izo, Ti Makak…

Pero más allá de sus nombres, importa su capacidad de fuego, alto como nunca, y sus intereses comerciales, inclinados en el último año y medio a la extorsión y el secuestro. Según datos de ONG locales, que tratan de parchear el déficit estadístico del Gobierno, en 2021 y 2022 se cuentan cientos de secuestros, a veces dirigidos contra extranjeros, como el caso de 16 misioneros capturados a finales del año pasado, la mayoría, sin embargo, contra la población local.

El camino de las gangas

En el viejo y demacrado barrio de Pacot, el hotel Oloffson simboliza como pocos lugares la degradación de Puerto Príncipe. Sede de la bohemia local no hace tantos años, el Oloffson, una de las joyas de la arquitectura gingerbread haitiana, parece estos días el triste cascarón de un barco a la deriva. Durante tres décadas, el hotel fue sede de la banda de vudú rock RAM, liderada por el haitiano-americano Richard Morse. RAM tocaba habitualmente aquí y montones de gente de la capital se acercaban a bailar y tomar cerveza.

Hoy, el Oloffson languidece en un silencio desolador. La vida nocturna es prácticamente nula en la capital, más en una zona fronteriza por la guerra de las gangas, que pelean ora por territorio y posibles votos electorales, ora por el control de vías de comunicación. En la puerta, dos montañas de basura ilustran la decadencia del entorno. Cerca de allí, en el cauce de un río seco, lenguas de humo y ceniza manan de un manantial hecho de desperdicios. Un río que arde.

“Yo me mudé al Oloffson en 1988″, explica Morse desde Nueva Orleans, su nueva morada, la de su familia y su banda. “Lo renté, era una buena oportunidad. Hicimos nuestro primer show allí en la nochebuena de 1990 y estuvimos tocando hasta 2022″, explica. Pero a finales del año pasado la situación se volvió insostenible. “Entre septiembre y octubre nos cancelaron siete eventos en diferentes partes del país”, añade. “En octubre nos fuimos”.

El inicio del último ciclo de desastres en Haití data de septiembre pasado. En un mensaje dirigido a la nación a mediados de mes, el primer ministro interino, Ariel Henry, que dirige el país desde el asesinato de Moise, anunció un aumento del precio de los combustibles de más del 100%. Subvencionados desde los buenos tiempos de la ayuda venezolana, el decreto de Henry provocó una oleada de protestas que paralizó literalmente al país.

El tránsito era imposible por las barricadas, el suministro de agua, comida y combustibles se desplomó. Barbecue y su alianza de bandas, conocida como G-9 en famille et Alliés, tomaron la terminal del puerto donde se almacena el combustible importado. Entre finales de septiembre y principios de octubre, Médicos sin Fronteras detectó un nuevo brote de cólera, años después del último caso.

En medio de todo aquello, las bandas criminales peleaban entre ellas por toda la ciudad. Era el caos. El 5 de octubre, Henry pidió ayuda extranjera para controlar la violencia y el brote de cólera. Nueve días después, Naciones Unidas lanzó una alerta por el nivel “catastrófico” de hambre que el país registraba, que afectaba a casi cinco millones de personas.

En enero, el asesinato de 14 policías en apenas tres semanas soliviantó a la corporación, incapaz de hacer frente al crimen. Una violenta protesta de agentes y exagentes paralizó el área cercana al aeropuerto y obligó a Henry, que llegaba de un viaje a Argentina, a refugiarse durante horas en un edificio de la terminal. Medios locales informaron incluso de detonaciones de armas de fuego junto a su casa.

La situación no ha mejorado desde entonces. La gente sale a la calle a vender y comprar lo poco que tiene o puede, inventando cada día un laberinto que evite el camino de las gangas. Frente a la inmovilidad de Henry y su Gobierno, rechazado por buena parte de la población y lo que queda de sociedad civil, la posibilidad de que una nueva crisis estalle expulsa toda previsión del calendario. Haití es el país del día a día, del presente que naufraga.

Paz para Haití

Los obispos de Haití claman por la paz en su mensaje de Navidad

Caos en Haití

El caos que reina en el país caribeño ha llevado a los prelados a “lanzar un grito” sobre la “extrema gravedad de la situación”

“En nombre de Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado, que vino a traernos la verdadera paz, lanzamos un grito desde nuestros corazones de pastores a nuestros hermanos y hermanas haitianos, aquí y en otros lugares, y a la comunidad internacional, sobre la extrema gravedad de la situación”. Así comienza el llamamiento que han hecho los obispos de Haití, clamando por la paz en su mensaje de Navidad.

De esta manera, tal como recoge Fides, los obispos hacen un llamamiento a los grupos ilegítimamente armados y a quienes los financian, para que “detengan la locura asesina del odio, del desprecio por la vida” y “¡silencien sus armas!”.

El drama de la migración

Asimismo, señalan que este es el momento de “reconstruir las instituciones, en especial la Justicia”, con el objetivo de “frenar la cultura de la impunidad que es la causa lógica de la perpetuación de la corrupción y la violencia en el país” y así garantizar un futuro mejor.

Por otro lado, los obispos tocan en su mensaje también el tema de la emigración de tantas personas que, debido a la situación del país, se ven forzadas a refugiarse “a toda prisa y por todos los medios”, en territorios donde no siempre son bienvenidos. En concreto, hacer referencia a República Dominicana, donde “son objeto de un trato indescriptible, que pisotea los principios e imperativos de los derechos humanos, el derecho internacional humanitario, el derecho de los refugiados y, en especial, el Protocolo de 1999”.

Cómo ser Navidad en un Haití aterrorizado y traumatizado por las pandillas?»

Joseph Gontrand Decoste: «Navidad es tiempo en el que el valiente y resistente pueblo haitiano espera contra toda esperanza»

Joseph Gontrand

«Por lo general, hay toda una poderosa magia de Navidad y un encantamiento navideño que fascinan y encantan a niños y adultos y hacen irradiar, en las vidas más oscuras y en las situaciones más oscuras de odio, violencia, conflicto, miseria material, moral y espiritual, la esperanza de un día mejor, la luz de la Alegría»

«La gente está aterrorizada y traumatizada por pandillas (gangs) fuertemente armadas que los secuestran, los rescatan, los expulsan de sus hogares y tierras»

«Pero en medio de esta incertidumbre, el pueblo Haitiano sigue siendo asombrosamente optimista, lleno de “resiliencia” y coraje, e increíblemente se niega a perder la esperanza»

«Gracias a la ‘Fundación Mensajeros de la Paz’ (con su su directora Nieves Tirez Jiménez) que providencialmente vino en nuestra ayuda después del huracán Matthew»

24.12.2022 | Joseph Gontrand Decoste, SJ, Obispo de Jérémie (Haití)

Quien dice Navidad suele decir la alegría, el placer y la felicidad de reunirse con familias, seres queridos, amigos para celebrar, en un ambiente de celebración, amor y fraternidad, el nacimiento de Jesús, el Mesías anunciado por los profetas y largamente esperado durante siglos por el pueblo de Israel. «El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz que se elevaba; y sobre los habitantes de la tierra de las sombras, brilló una luz». (Isaías 9:1).

Por lo general, hay toda una poderosa magia de Navidad y un encantamiento navideño que fascinan y encantan a niños y adultos y hacen irradiar, en las vidas más oscuras y en las situaciones más oscuras de odio, violencia, conflicto, miseria material, moral y espiritual, la esperanza de un día mejor, la luz de la Alegría, del Amor, del Perdón, de la Reconciliación, de la Justicia y de la Paz.

¿Cómo ser Navidad en la tierra de HAITI hoy? Una vez más, este año, los Haitianos en Haití no pueden celebrar realmente la Navidad: hay demasiada miseria material, demasiada inseguridad, demasiadas dificultades sociales, económicas y políticas. El corazón realmente no está en la fiesta. La gente está aterrorizada y traumatizada por pandillas (gangs) fuertemente armadas que los secuestran, los rescatan, los expulsan de sus hogares y tierras.

Obispos, sacerdotes y religiosos y religiosas en Haití, a través de sus obras caritativas de evangelización y educación, de desarrollo humano integral y de promoción humana, hacen todo lo posible en condiciones extremadamente difíciles para acompañar a las personas y apoyarlas en su lucha diaria por la dignidad, la supervivencia, el bienestar material, moral y espiritual.

Sin embargo, la Navidad sigue siendo para el pueblo Haitiano un tiempo mágico de esperanza, un tiempo en el que el valiente y resistente pueblo Haitiano espera contra toda esperanza, espera una vez más un mañana mejor a raíz de la celebración del nacimiento del Mesías, del Salvador, Jesús el Cristo.

Contemplando al Niño Dios, Emmanuel, el Dios con nosotros, acostado en el pesebre, el pueblo Haitiano muy religioso se dejó llevar sorprendentemente, elevado, entusiasmado, motivado por su fe extraordinaria y sincera en el buen Dios bueno que lo hace superar todas las adversidades y obstáculos, incluso los más insuperables, como la inseguridad, la impunidad, el alto costo de la vida, el desempleo, la falta de acceso a las necesidades y servicios más básicos, como agua potable, alimentos, atención médica, escuela.

Este año nuevamente, el pueblo Haitiano celebra la Navidad con total incertidumbre sobre su futuro, de qué estará hecho su futuro, cómo se liberará de las garras de las pandillas (gangs), cómo saldrá de la inseguridad que aumenta día a día, cómo saldrá de esta crisis humanitaria, social, económica y política crónica que lo paraliza todo.

Pero en medio de esta incertidumbre, el pueblo Haitiano sigue siendo asombrosamente optimista, lleno de “resiliencia” y coraje, e increíblemente se niega a perder la esperanza. Es que, a pesar de todas sus desgracias y contratiempos, el pueblo Haitiano sabe que no está abandonado a sí mismo, sabe que siempre puede contar con Dios, y con sus amigos o generosos benefactores, en todo el mundo, especialmente en España que tanto nos ayudaron aquí, en Haití, especialmente en Jérémie en el suroeste de Haití con la  “Fundación Mensajeros de la Paz” (con su su directora Nieves Tirez Jiménez) que providencialmente vino en nuestra ayuda después del huracán Matthew el 4 de octubre de 2016 y después el terremoto del 14 de agosto de 2021.

Después de estos desastres naturales, esta Fundación española ha tenido un impacto positivo extraordinario en las vidas de los Haitianos al ayudar a reconstruir más de 20 escuelas destruidas o gravemente dañadas. Por lo tanto, aprovechamos esta oportunidad para expresar nuestra más profunda gratitud a todos nuestros queridos benefactores, que apoyan al pueblo haitiano en su heroica lucha por la supervivencia, la dignidad y el honor a pesar de su pobreza, y especialmente a la “Fundación Mensajeros de la Paz” de España que continúa apoyándonos en el suroeste de Haití para hacer florecer la esperanza incluso donde crecía la desesperación. ¡FELIZ NAVIDAD 2022! PROSPERO ANO DE FELICIDAD 2023!

+Joseph Gontrand DECOSTE, SJ, Obispo de la Diócesis de Jérémie/HAITI…

Cómo se puede ayudar a la diócesis de Jeremie 

– Entrando en nuestra página web www.mensajerosdelapaz.org
– en nuestro apartado de donaciones https://mensajerosdelapaz.org/donaciones/
– Cuenta de donación Mensajeros de la Paz ES21 0049 5104 1120 1606 3667 (enviar después los datos fiscales al e-mail admon@mensajerosdelapaz.com para poder enviarles el certificado de donación, para su desgravación en el Impuesto de la Renta y/o en el Impuesto de Sociedades)
– Entregándonos productos no perecederos al Banco Solidario (Calle Ribera de Curtidores, 2 – 28005 Madrid (Horario de lunes a viernes de 8.30h. a 14.30h.)
– Escriba el código 00215 en su aplicación del banco al utilizar Bizum para contribuir con un donativo a MENSAJEROS DE LA PAZ. Elija Enviar un pago a ONG y escriba el código 00215 en el lugar indicado.

Hambruna en Haití

Haití. Inseguridad alimentaria: 4,7 millones de haitianos en situación de hambre aguda

“4,7 millones de personas se enfrentan actualmente al hambre aguda (IPC 3 y superior), incluidos 1,8 millones de personas en la fase de emergencia (IPC 4)”, advierte Food y Agricultura de las Naciones Unidas (Fao) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA), en un comunicado de prensa leído por la agencia en línea AlterPresse.

19.000 personas están en situación de desastre (IPC 5), por primera vez en Haití, dicen.

Los catastróficos niveles de hambre registrados en Haití corresponden a la fase más alta (Fase 5) de la Clasificación Integrada de Fases de Seguridad Alimentaria (IPC).

El 65 por ciento de la población de Cité Soleil (municipio en el norte de la capital, Port-au-Prince), «especialmente los más pobres y vulnerables, se encuentran en una situación de alta inseguridad alimentaria, de los cuales el 5 por ciento tiene una necesidad urgente de ayuda humanitaria. »

La FAO y el PMA informan de un deterioro de la seguridad alimentaria en las zonas rurales, “con muchas personas pasando de Crisis (IPC 3) a Emergencia (IPC 4). »

“Las pérdidas de cosechas, debido a precipitaciones por debajo del promedio y al terremoto del sábado 14 de agosto de 2021, que devastó partes de los departamentos de Sud, Grande Anse y Nippes (suroeste de Haití), son parte de los choques, que han agravado la crisis”.

Estas 2 agencias de la ONU están reportando una situación cada vez más complicada, con desastres naturales y disturbios políticos que han causado estragos en los haitianos durante años, ya necesitados en áreas rurales y urbanas. .

La inflación, que hoy asciende al 33% en Haití, el excesivo costo de los combustibles, la reciente epidemia de cólera y la falta de agua potable han agudizado la situación.

Hasta el 11 de octubre de 2022, un galón de gasolina se vende en el mercado paralelo a 6.000,00 gourdes (es decir, US $ 48,00) en la ciudad de Les Cayes (sur del país), informó la oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de Haití. de las Naciones Unidas (Ocha).

Al 10 de octubre de 2022 se registran en el país 19 muertes institucionales, 33 casos confirmados y 319 casos sospechosos de cólera, además de los casos de la Penitenciaría Nacional de Port-au-Prince (12 muertos), dijo, citando las cifras del Ministerio de Salud Pública y Población (Mspp).

Los niños menores de 10 años siguen estando particularmente afectados con el 43% de los casos sospechosos

Saquean casa de migrantes del Servicio Jesuita en Haití


La red Clamor ha atestiguado el hecho y reza para que estos sucesos no se repitan en medio de una crisis que afecta a todos

Haití

Sucedió en Ounaminteh, al norte de Haití. Un grupo atacó y destruyó las instalaciones de una casa de paso del Servicio Jesuita a Migrantes impelidos por “el contexto del caos general, que no cesa en ese sufrido país”.

Así ha atestiguado la red eclesial de migración, trata y refugio –Red Clamor – en un comunicado, donde expresó su solidaridad con los jesuitas, y han destacado “el gran servicio que ustedes prestan al pueblo haitiano, en especial a las personas en movilidad forzada, víctimas del empobrecimiento creciente, la violencia y las catástrofes relacionadas con la crisis climática”.                                                                   “Somos testigos del amor que sienten y la alta valoración de la gran mayoría de los haitianos por el trabajo que ustedes realizan, por lo cual estos hechos aislados, son fruto de la desesperación y de la falta de políticas públicas para enrumbar a todos los haitianos por las sendas del Desarrollo Humano Integral, sin que nadie quede excluido de su derecho a vivir con dignidad”, han apuntado.

Un llamado a la misericordia

Los integrantes de la red Clamor abogan por el pueblo haitiano, sumido en una profunda crisis institucional, política, económica y social, por lo que “nos unimos en oración para que cese la violencia y el Servicio Jesuita pueda seguir adelante con el extraordinario trabajo que vienen realizando en Haití”.                                                                                Asimismo, “oramos también por los hermanos que participaron en esta acción violenta, pues ellos son víctimas del sistema que impera en Haití, que degrada a los seres humanos y engendra violencia, para que el Señor toque sus corazones, les haga experimentar su misericordia y puedan luchar de forma pacífica por sus derechos, pero nunca más se vuelvan contra los que los ayudan”.