Ortega estrecha el cerco sobre la Iglesia católica de Nicaragua

Historia de Johnny Cajina

Religiosos y defensores de DD.HH. repudian el encarcelamiento de un obispo y denuncian las violaciones a la libertad religiosa y los constantes atropellos del régimen sandinista.

Monseñor Rolando Álvarez, el obispo de Matagalpa que fue sentenciado a más de 26 años de prisión por el régimen de Daniel Ortega bajo cargos de propagación de noticias falsas y menoscabo de la integridad nacional.© Maynor Valenzuela/REUTERS

La condena de 26 años de prisión a un obispo, y el destierro y despojo de la nacionalidad nicaragüense a un grupo de sacerdotes y laicos, medidas ordenadas por el régimen sandinista de Daniel Ortega, confirman el propósito de “destrucción y persecución institucionalizada” en contra de la Iglesia católica de Nicaragua, señalaron defensores de derechos humanos consultados por DW.

El obispo Rolando Álvarez, una de las voces más críticas contra Ortega y su esposa y vicepresidenta, Rosario Murillo, fue condenado sin mediar juicio por los mismos delitos que el régimen imputa a todos los opositores encarcelados: “Propagación de noticias falsas” y “conspiración para cometer menoscabo a la integridad nacional”, entre otros delitos adicionales.

Los colectivos nicaragüenses de derechos humanos coinciden en que el caso de monseñor Álvarez y del resto de laicos y sacerdotes apresados, acusados, condenados y desterrados, conservan el mismo patrón de ilegalidades y violaciones al debido proceso.

Álvarez fue apresado el 19 de agosto de 2022, tras 15 días de un férreo cerco policial en el Palacio Episcopal de Matagalpa, ciudad del norte de Nicaragua, de la que es obispo. El jueves 4 de agosto, un día despúes que los agentes bajo el mando directo de Ortega iniciaron el asedio, al obispo se lo vio desafiando el cerco policial, enfundado en su habitual sotana negra con botones rojos.

Obispo: «Miedo y de rodillas, solo ante Dios»

“Miedo y de rodillas, solo ante Dios”, exclamó Álvarez hincado en la acera de la Curia, ante los oficiales armados que lo vigilaban.

El juicio contra el obispo había sido programado para fines de marzo, y luego para el 15 de febrero de 2023. Sin embargo, el 9 de febrero, tras negarse a subir al avión en el que sería desterrado junto a otros 222 presos políticos, Álvarez fue enviado a la temida cárcel de La Modelo, al norte de la capital, y, horas más tarde, condenado a la pena más alta imputada a un opositor en los últimos años.

Ese mismo día, en cadena nacional de radio y televisión, por la noche, el propio Ortega, en medio de las risas de Murillo, se mofó del líder religioso y lo llamó “desquiciado”, “energúmeno” y “soberbio”, por no haber dejado imponerse el destierro.

En declaraciones a DW, la abogada Vilma Núñez, presidenta del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (CENIDH) condenó y rechazó “la condena injusta y sobre todo ilegal contra monseñor Álvarez” y el resto de religiosos.

Persecución institucionalizada

Para la reconocida defensora de derechos humanos, “esa condena viene a reafirmar el propósito de destrucción y la persecución institucionalizada en contra la Iglesia Católica” por parte de Ortega y Murillo.

 “Contra monseñor (Álvarez) este régimen despótico se ha ensañado de una manera perversa; debemos estar vigilantes a lo que le ocurra”, advirtió Núñez.

A través de un comunicado, el CENIDH expresó “estupor e indignación” tras conocer la condena contra el obispo, calificando el proceso legal como una “farsa judicial” en la que se le achacaron nuevos delitos: “Obstrucción de funciones agravada y desobediencia y desacato a la autoridad”.

“Tenemos información de que no ha habido ningún juicio en el presente caso. Tampoco la Fiscalía acusó ni se tramitó ninguna investigación ni audiencia inicial” por los nuevos delitos, denunció el CENIDH.

Una atrocidad jurídica

La sentencia también fue repudiada y calificada como una “atrocidad jurídica” por el Colectivo de Derechos Humanos Nicaragua Nunca Más, “por ser arbitraria e inconstitucional a través de un proceso judicial oculto, desconocido y nulo”.

El colectivo denunció la persecución contra la Iglesia católica, el asedio contra sacerdotes, el impedimento de las actividades religiosas y la intimidación a la feligresía por parte del régimen de Ortega. Nicaragua Nunca Más ya había advertido en 2022, sin precisar cifras, el exilio masivo de sacerdotes y seminaristas para evitar ser encarcelados alzar su voz contra la crisis política que atraviesa el país.

El abogado Yader Valdivia, miembro de ese colectivo en el exilio, aseguró a DW que Ortega ha violado continuamente el derecho a libertad de religión en Nicaragua desde 2018, a partir de la rebelión social que puso en jaque a su gobierno hace casi cinco años.

Pero esa violación, añade Valdivia, fue más directa en 2022 y se comienza a criminalizar y perseguir de forma directa a sacerdotes, tras una iniciativa de ley que se presenta en el parlamento -bajo control absoluto de Ortega- para investigar a líderes religiosos y acusarlos por el supuesto intento de golpe de estado omnipresente en el discurso oficialista.

Usurpan actividades religiosas

También se da en un contexto en el que hay atentados contra la Iglesia y se atacan símbolos religiosos, mientras las alcaldías controladas por el régimen también comienzan a asumir actividades que meramente le corresponden a la Iglesia, como las procesiones, y cuando no lo logran niega los permisos para realizar festividades religiosas en la vía pública, explicó Valdivia.

Pero las violaciones a la libertad de religión prosiguieron “con agresiones a los feligreses que intentan participar en las misas, la vigilancia (policial) a las misas y luego los arrestos ilegales de los sacerdotes, algunos de ellos acusados por delitos comunes, a quienes se le ha violentado el derecho a la defensa”, denunció el defensor de derechos humanos.

No obstante, Valdivia recordó a DW que el patrón de criminalización de los sacerdotes se inició en 2018, cuando la pareja presidencial de Nicaragua buscó a la Iglesia católica para mediar en la revuelta masiva. “Pero como la Iglesia no se parcializa con el régimen, Ortega y Murillo se molestan, lo toman como una traición y comienzan a perseguir a figuras como monseñor Silvio Báez”, añadió.

Los obispos y sacerdotes que han condenado desde entonces la represión de las protestas civiles y demandado el respeto a los derechos humanos en Nicaragua, han sido objeto de agresiones físicas por parte de simpatizantes sandinistas. Desde lo más alto del poder, Murillo los ha tildado de “terroristas” y “demonios”, y ha ordenado además la cancelación de licencias a oenegés, y al menos a siete radioemisoras y canales de televisión católicos.

La última voz por silenciar

Tras perseguir al periodismo independiente y a las organizaciones de la sociedad civil, la voz de la Iglesia católica era la única que a Ortega le faltaba silenciar. “Y es la voz que comienzan a criminalizar, dejando un claro mensaje que en Nicaragua nadie puede hablar en contra del gobierno”, resaltó Valdivia.

Contra la condena a monseñor Rolando Álvarez se han pronunciado el gobierno de Estados Unidos y las conferencias episcopales de España, Chile, Costa Rica, Guatemala, así como el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM). Este domingo, la embestida de Ortega contra la Iglesia católica resonó desde los balcones del Vaticano, donde el papa Francisco dedicó un minuto de su discurso para manifestar su “tristeza” y “preocupación” por la situación de Álvarez y de los sacerdotes desterrados junto a los más de 200 presos políticos, si bien no exigió la excarcelación del obispo rebelde.

Al norte de Nicaragua, en la vecina Honduras, el cardenal Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga comparó la condena contra Álvarez con la persecución que sufrieron los primeros cristianos. Y en alusión al gobierno de Ortega y Murillo sentenció: “La justicia no se puede vencer con la injusticia y vean las lecciones de la historia: no hay dictadores que hayan terminado bien».

Condena de 26 años de prisión a Mons Ronaldo Álvarez

El gobierno de Nicaragua condena a 26 años de prisión al obispo Rolando Álvarez

Por MIROSLAVA LÓPEZ

La condena se dio al día siguiente de que el obispo de Matagalpa, a quien también se le retiró la nacionalidad nicaragüense, se negara a vivir como exiliado en los Estados Unidos

Medios de comunicación de Nicaragua dieron a conocer que la justicia de ese país sentenció al obispo de Matagalpa, Rolando Álvarez Lagos, a 26 años y 4 de meses de prisión, tras considerarlo culpable de traición a la patria.

También se le inhabilitó de forma perpetua para ejercer la función pública en nombre o al servicio del Estado de Nicaragua, así como ejercer cargos de elección popular; además de declarársele la pérdida de los derechos ciudadanos y la pérdida de la nacionalidad nicaragüense.

Al obispo se le condenó por los delitos de menoscabo a la integridad nacional, propagación de noticias falsas a través de las tecnologías de la información y la comunicación, obstrucción de funciones, agravada desobediencia o desacato a la autoridad, todo ello cometido en concurso real y en perjuicio de la sociedad nicaragüense y del Estado de Nicaragua.

En la prisión La Modelo

El presidente de la Sala Uno del Tribunal de Apelaciones de Managua, Octavio Rothschuh, leyó la sentencia en cadena nacional, la cual se esperaba para el próximo 15 de febrero.

La condena ocurre un día después de que el obispo Rolando Álvarez se negara a vivir como exiliado en los Estados Unidos, a cambio de su libertad, hecho que el presidente Daniel Ortega consideró como un acto de soberbia, por lo que le retiró el arraigo domiciliario y lo envío a la cárcel La Modelo.

El obispo Rolando Álvarez “ha mostrado comportamiento de soberbia de quien se considera el jefe de la Iglesia de Nicaragua, el líder de la Iglesia latinoamericana”, dijo el presidente Daniel Ortega tras la negativa del obispo.

Iglesia de Nicaragua

Desde Nicaragua, una Iglesia en resistencia

Iglesia de Nicaragua

«Nicaragua no es la misma desde el 2018. Lo que primero fue una reacción justa frente a la reforma a la Seguridad Social, se convirtió en un canal para expresar todos los descontentos acumulados a través de 10 años de abuso de poder, fraude y corrupción»

«Han pasado 4 años desde el despertar del 2018 en Nicaragua, pero la estrategia del régimen de mantener el control total a toda costa y en todos los sectores de la sociedad, la criminalización de la disidencia y la anulación cualquier posibilidad de diálogo se ha mantenido»

«Una institución a la que le ha tocado dar su cuota de sacrificio en las aduanas de la persecución ha sido a la Iglesia católica. el régimen pasó de considerar a la Iglesia como mediadora, a declararla traidora a la patria»

«¿Está la Iglesia nicaragüense silenciada por la dictadura o en silencio por estrategia? Esta pregunta es necesaria para constatar que en Nicaragua hay una Iglesia en resistencia. Pacífica, sí, pero resistencia al fin»

«Desde este espacio, pedimos a toda la comunidad internacional y a las Conferencias Episcopales mantener sus ojos en Nicaragua y no cesar en su esfuerzo por lograr la liberación de todos los presos políticos, que son inocentes y solo están ejerciendo sus derechos humanos y su compromiso cristiano»

(Grupo de Religiones y Paz (GRIP)).- Nicaragua no es la misma desde el 2018. Abril de ese año fue el inicio de un cambio irreversible, que dejó al descubierto no solo lo que el regimen Ortega-Murillo es capaz de hacer, sino lo que un pueblo organizado, formado y consciente de la realidad es capaz de arriesgar para exigir democracia, institucionalidad y justicia. Lo que primero fue una reacción justa frente a la reforma a la Seguridad Social, se convirtió más adelante en un canal para expresar todos los descontentos acumulados a través de 10 años de abuso de poder, fraude y corrupción. Mucho habían callado los nicaragüenses: tanto los cómplices de este regimen en su intento de normalizar dicha situación como las víctimas en su decisión de aguantar. Hasta que ya no se pudo más.

2018 fue también un año de muchas preguntas para muchas personas en distintos escenarios. ¿De qué lado del conflicto situarse? ¿Qué es necesario decir? ¿Qué es importante callar? ¿Cuáles serán las razones para hacerlo? ¿Hasta dónde arriesgar? ¿Valdrá la pena tanto esfuerzo? ¿Por qué no hicimos esto antes? ¿Qué va pasar después? Pero no había suficiente tiempo, silencio y calma para reflexionar: era necesario hacer, actuar, decidir, aunque eso significara no involucrarse o, como hicieron cientos de jóvenes, estar dispuesto incluso a dar la vida.

Se fueron sumando posturas individuales con la intención de apoyar esa resistencia pacífica, cada vez más colectiva, pluralista y decididamente cívica. Quienes participaron de las numerosas protestas del 2018 lo narran: había estudiantes y empresarios, campesinos, vendedores de mercados y médicos, representantes de la Iglesia católica, feministas y miembros de los colectivos LGBTIQ+, sandinistas, liberales y antiguos milicianos de la Contra. Todos y todas salieron a marchar esos primeros días, mientras la dictadura veía estupefacta lo que se había negado a reconocer: la ilegitimidad de su mandato y el rechazo generalizado que provocaban, incluso dentro del Frente Sandinista.

2018 fue el fruto maduro de años de articulación entre cientos de organizaciones cívicas, hoy arbitrariamente clausuradas por el régimen, que apostaron por la formación ciudadana en el campo y la ciudad, creando redes de colaboración que se demostraron fundamentales a la hora de proteger a los perseguidos, organizar ayuda para los universitarios asediados, divulgar nacional e internacionalmente la repuesta salvajemente represiva de la policía y sus grupos paramilitares y para continuar con astucia la resistencia pacífica en las calles.

Después vino el horror. 355 es el número de muertos que acredita la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA como saldo de la represión gubernamental. Entre los muertos los hay por francotiradores o durante la Operación Limpieza, para la que movilizaron pandilleros de barrios como el Reparto Schick, Georgino Andrade y Jorge Dimitrov. Movilizaron también antiguos combatientes de la guerra de los años 80, bajo el liderazgo del viceministro de Gobernación Luis Cañas, con el objetivo de acabar con los “tranques” organizados en distintos puntos del país y que mostraron una efectiva presión económica, que hizo tambalear a este gobierno.

Han pasado 4 años desde el despertar del 2018 en Nicaragua, pero la estrategia del régimen de mantener el control total a toda costa y en todos los sectores de la sociedad, la criminalización de la disidencia y la anulación cualquier posibilidad de diálogo se ha mantenido. La pareja en el poder ha hecho el mismo esfuerzo de todas las dictaduras: garantizar un clima de aparente pero forzada tranquilidad haciendo rentable el miedo. Y haciendo pagar el precio a quienes osen desafiar ese miedo.

Una institución a la que le ha tocado dar su cuota de sacrificio en las aduanas de la persecución ha sido a la Iglesia católica. En los días recios de la crisis, fueron los sacerdotes los primeros en salir a auxiliar a los universitarios atacados por la Policía Nacional y grupos de choque de la Juventud Sandinista y fue la Catedral la que albergó a cientos de jóvenes que participan en protestas para protegerles de los francotiradores y dándoles comida y medicina.

Fueron religiosos los que se apostaron en la entrada de la cárcel de El Chipote y La Modelo para exigir información sobre las personas detenidas, desaparecidas y demandar su devolución a los familiares; fueron monjas las que estuvieron frente a la UNAN en julio del 2018 pidiendo el cese al ataque a la iglesia de la Divina Misericordia, en el que murieron 2 estudiantes.

Los hechos fueron empujando a la Iglesia a cargar con los heridos cada vez más numerosos, pasando de asumir ya no solo el papel del cirineo que ayuda a las víctimas a cargar la cruz, sino el del samaritano que se hace cargo de las víctimas y sus heridas: consolando a las madres de los estudiantes asesinados, acompañando al pueblo que se organizaba para protestar, protestando ella también y denunciando proféticamente lo que la Vicepresidenta Rosario Murillo en sus alocuciones de los mediodías se negaba a aceptar.

Al verse incapaces de mantener bajo su control a los sacerdotes y religiosas, y frenados en su intento de sacar rédito a las divisiones internas de la Conferencia Episcopal, el régimen pasó de considerar a la Iglesia como mediadora de un frágil Diálogo Nacional a declararla golpista, terrorista, servil del imperialismo y enemiga irremediable del gobierno y por tanto, traidora a la patria.

Poco a poco, lo que inicialmente fueron epítetos de arrebatada frustración se concretaron en ataques a las infraestructuras físicas de las iglesias, como las acontecidas en Jinotepe, Carazo y Diriamba, violencia física a religiosos -de las que fueron víctimas el cardenal Brenes, monseñor Silvio Báez y el nuncio Sommertag-, acoso y vigilancia permanente como la que denunció hasta agosto de este año el obispo de Matagalpa, infiltración a movimientos religiosos y parroquiales, retiro de la personería jurídica a instituciones educativas y sociales ligadas a la Iglesia y, por ende, el fin de su funcionamiento y el desempleo de todos sus trabajadores y el cierre de medios de comunicación religiosos.

A día de hoy, sabiendo que en Nicaragua todas las cifras son meras aproximaciones y que los números reales se desconocen, la Iglesia ha ido pagando a cuentagotas y a destiempo lo que se atrevió a hacer en el 2018: 11 sacerdotes han tenido que partir al exilio, al menos 2 han sido expulsados del país -entre ellos el nuncio apostólico del papa Francisco–, un número no menor de 5 denunciaron que no se les permitió la salida del país y a más de 8 no se les permitió la entrada. 4 sacerdotes y 2 seminaristas de la diócesis de Matagalpa comparten celda con los más de 220 presos políticos y otros 3 provenientes de la Arquidiócesis de Managua y de la Diócesis de Granada y de Siuna se encuentran encarcelados con acusaciones falsas. El caso más emblemático es el obispo de Matagalpa, monseñor Rolando Álvarez, secuestrado en un domicilio de Managua desde agosto del 2022 y del que solo se sabe lo que ha compartido públicamente el cardenal Leopoldo Brenes.

No se le persigue a la Iglesia católica por lo que cree. Irónicamente la pareja en el poder ha afirmado en reiteradas ocasiones creer en el mismo Dios y profesar la misma fe. Se le persigue por lo que hizo y por lo que, a pesar de las amenazas, no ha dejado de hacer. Con monseñor Silvio Báez en el exilio y monseñor Rolando Álvarez secuestrado, el régimen no ha querido dejar duda de lo que es capaz. Aunque hasta el momento ningún sacerdote ha muerto a manos del gobierno, no hace falta que corra la sangre para advertir el nivel de crueldad con que proceden Daniel Ortega y Rosario Murillo y el miedo y conveniencia con que obedecen todos los funcionarios públicos, cómplices de sus atropellos.

¿Está la Iglesia nicaragüense silenciada por la dictadura o en silencio por estrategia? ¿Cuántas maniobras diplomáticas serán necesarias para ver resultados eficientes del aparente y oculto diálogo que afirmó el papa Francisco tener con el gobierno? ¿Cuál factura preferirá pagar la jerarquía? ¿La de ser fiel a su misión profética o la de garantizar la seguridad y estabilidad para su práctica religiosa? ¿Por qué la Conferencia Episcopal no ha exigido firmemente la liberación de monseñor Rolando Álvarez y la garantía del debido proceso judicial a los sacerdotes acusados? ¿O al menos denunciado las irregularidades en torno a los casos? ¿Por qué tampoco se han unido a las campañas que demandan el respeto a los derechos humanos y el cumplimiento de leyes Nelson Mandela a los más de 220 presos políticos que existen en Nicaragua, torturados, maltratados, confinados en celdas de castigo y condenados sin un proceso judicial mínimamente decente? ¿Justifica el deseo de éxito de esas negociaciones la bruma de silencio y ambigüedad con que se ha expresado el cardenal Brenes sobre los sacerdotes expulsados y la salud de Monseñor Rolando Álvarez? ¿Hasta dónde la política de no provocación y no confrontación con el gobierno que ha girado el arzobispo de Managua a sus sacerdotes diocesanos y a la CONFER podrá calzar con la imagen de la Iglesia que en el 2018 lavó los pies y las heridas de las víctimas de la violencia dictatorial?

Estas preguntas son necesarias para constatar que en Nicaragua hay una Iglesia en resistencia. Pacífica, sí, pero resistencia al fin. Esa Iglesia ha aceptado la calumnia y la persecución y no ha renegado de compartir el pedregoso camino por el que también han hecho caminar forzosamente a la sociedad civil, obligada al exilio una buena parte de ella, con 2,889 ONGs clausuradas, una decena de universidades expropiadas y más de 54 medios de comunicación cerrados por el régimen.

Esa Iglesia en resistencia ha adquirido unas características que solo se pueden entender desde dentro de Nicaragua donde no todo silencio significa cobardía, donde la prudencia es también una forma de combatir, donde -al mejor estilo del güegüense nica– entramos con la de ellos con la esperanza de salirnos con la nuestra.

«Pacífica, sí, pero resistencia al fin»

La solidaridad internacional de obispos como monseñor José Antonio Canales de la diócesis de Danlí en Honduras abre la puerta a la petición de que una comisión del CELAM visite a los sacerdotes y presos políticos en Nicaragua. Porque no podemos solos y porque en los últimos 4 años se han dado grandes manifestaciones ciudadanas en distintos países de América Latina al igual que en Nicaragua: Chile, Colombia, México, Bolivia, Ecuador. Pero ha sido la Iglesia nicaragüense la que ha dado el ejemplo más poético, desmedido y espontáneo de acompañamiento a la lucha cívica y de disposición a correr la misma suerte del pueblo indefenso. Y aunque no se auguran tiempos mejores para la Iglesia en Nicaragua, sí sabemos que los frutos amargos que hoy degusta son al menos los de una cosecha digna.

Mientras tanto, en lo que tardamos en lograr el restablecimiento de la democracia y la institucionalidad, seguimos resistiendo con cautela y templanza, para ofrecer a Nicaragua la mejor esperanza, que en estos tiempo de desesperanza, hemos logrado cuidar.

Por eso, desde este espacio:

-Agradeciendo la solidaridad manifestada por parte de la comunidad internacional, pedimos a toda la comunidad internacional mantener sus ojos en Nicaragua y no cesar en su esfuerzo por lograr la liberación de todos los presos políticos, que son inocentes y solo están ejerciendo sus derechos humanos y su compromiso cristiano.

-Agradeciendo la solidaridad manifestadas por las distintas conferencias episcopales ante el asalto a la curia de la diócesis de Matagalpa, el secuestro de monseñor Rolando Álvarez y la detención de los sacerdotes, seminaristas y laicos que le acompañaban, pedimos que continúen exigiendo su liberación y la visita de una comisión del CELAM a todos los presos políticos, para constatar las condiciones en que se encuentran.

El Adviento en Nicaragua

El Adviento de los obispos de Nicaragua: “Que nuestra nación se encamine siempre por las vías de la paz y la concordia”

En un mensaje dirigido al Pueblo de Dios, la Conferencia Episcopal expresa también su preocupación por “el acontecer social político y económico de nuestra patria sobre todo, entre otros, la crisis migratoria”

obispos de Nicaragua

A unos días de que inicie el tiempo de Adviento el próximo 27 de noviembre, la Conferencia Episcopal de Nicaragua, dirigida por su presidente Carlos Enrique Herrera, obispo de lo diócesis de Jinotega, emitió un mensaje con la esperanza de que su país “se encamine siempre por las vías de la paz y la concordia”.

Los obispos de Nicaragua confiaron “los caminos” de esa nación “a Nuestro Señor Jesucristo que nos enseña a reconocernos como hermanos e hijos del mismo padre… nos ponemos humildemente bajo la protección de la virgen, Reina y madre de Nicaragua”.

En un mensaje dirigido al pueblo de Dios y firmado por sus obispos –excepto el de Matagalpa, Rolando Álvarez, detenido en Managua por el gobierno desde agosto– se destaca: “Nuestra primera palabra es de alegría y esperanza porque Cristo pone su casa en medio de nosotros”.

Para la Conferencia Episcopal de Nicaragua, aún en medio de incertidumbres y dolores, el reino de Dios se hace presente y “se manifiestan entre nosotros múltiples signos de un mundo nuevo” pues “la fuerza de su vida nueva y la de nuestra Madre, la Virgen, no nos abandona”.

De igual modo, expresaron alegría por la recuperación creciente de la presencialidad en las actividades pastorales, “lo que nos ha permitido entre otras cosas celebrar con gozo nuestra fe en la pasada Semana Santa, las fiestas patronales, reuniones, retiros y otras actividades religiosas”.

La Conferencia Episcopal de Nicaragua animó a los fieles a “caminar juntos en la esperanza, tomados de la mano hacia una misma dirección y fortalecer nuestro compromiso por un mundo más humano”.

No obstante, los obispos señalaron que los motivos de alegría no les impiden reconocer “las preocupaciones que tenemos sobre el acontecer social político y económico de nuestra patria sobre todo, entre otros, la crisis migratoria que es reflejo de un drama humano que nos interpela”.

Por otro lado, refirieron que cómo Iglesia Católica en Nicaragua están viviendo actualmente el proceso sinodal, “tiempo de participación y comunión, al que el papa Francisco ha invitado a la iglesia universal”.

Dejar fuera el individualismo

En ese sentido, consideraron: “todos debemos caminar juntos, nadie debe quedarse atrás; todos debemos tener las posibilidades de desarrollarnos y hacer de Nicaragua un país de hermanos”.

Por lo anterior, pidieron buscar “siempre hacer el bien, de forma que cada vez hablemos más como hermanos y dejemos fuera el individualismo. Según las prioridades pastorales de nuestra Conferencia Episcopal, buscamos profundizar en las exigencias de nuestra conversión personal y pastoral, para estar como iglesia a la altura de la misión que el Señor nos ha encomendado”.

Hicieron un llamado a participar de esa búsqueda y unirse en oración por el buen desarrollo de las cinco prioridades pastorales de la Provincia Eclesiástica de Nicaragua.

Pidieron a los fieles continuar en la actitud orante “viviendo la Liturgia del Adviento como un tiempo de oración y de reflexión caracterizado por la espera vigilante -es decir; tiempo de esperanza y de vigilia- de arrepentimiento, de perdón y de alegría. Con estos temas preparemos e impartamos un retiro espiritual en todos los niveles de nuestra iglesia”.

También pidieron celebrar con mucho fervor en las parroquias, capillas y  áreas pastorales, así como dentro de las familias “como Iglesia doméstica, los novenarios a la Inmaculada Concepción, haciéndole su altar a la virgen de Guadalupe y al niño Dios, elaborando el nacimiento”.

Mons Báez responde a Daniel Ortega

Nicaragua: obispo Báez responde desde el exilio a las críticas del presidente Ortega

Silvio Báez, obispo auxiliar de Managua

Silvio José Báez consideró que hay ignorancia, mentira y cinismo en el discurso de “un dictador, dando lecciones de democracia”

El obispo nicaragüense Silvio José Báez respondió desde el exilio al presidente Daniel Ortega, luego de que éste calificara -en declaraciones a los medios locales- a la Iglesia católica como una “dictadura perfecta, una tiranía perfecta”, pues sus representantes no son elegidos “democráticamente” por el “voto de los católicos”.


Silvio Báez vive actualmente en los Estados Unidos. El 23 de abril de 2019 se vio en la necesidad de partir de Nicaragua luego de ser advertido por la embajada norteamericana que existía la certeza de que sería asesinado.

Ignorancia y mentira

Sin aludir de manera directa a lo dicho por el mandatario de Nicaragua, a través de un mensaje en Twitter, Báez aseguró: “¡Cuanta ignorancia, cuánta mentira y cuánto cinismo! Un dictador dando lecciones de democracia; alguien que ejerce en forma ilegítima el  poder, criticando la autoridad que Jesús otorgó a su Iglesia; alguien que es ateo, lamentándose de no sentirse representado por la Iglesia”.

Por otro lado, en su página en Facebook denunció que tuvo conocimiento de la negación a un sacerdote nicaragüense para ingresar a ese país:

“¡La dictadura de Nicaragua niega la entrada al país a otro sacerdote nicaragüense! Acabo de hablar con el padre Guillermo Blandón, párroco de la iglesia Santa Lucía de Boaco, diócesis de Granada. Venía de Israel, y en Miami le comunicaron que no podía viajar pues no estaba autorizada su entrada a Nicaragua“.

Represión a la Iglesia en Nicaragua

Medio centenar de sacerdotes nicaragüenses piden refugio en Honduras y Costa Rica

Daniel Ortega persigue a la Iglesia
Daniel Ortega

Los curas señalan que han sufrido la presencia de “policías en las afueras de las parroquias, rodeando sus casas o recibiendo llamadas telefónicas para tratar de angustiarlos”

Al menos 50 sacerdotes nicaragüenses han solicitado refugio a Honduras y Costa Rica ante los constantes actos de represión y hostigamiento por parte de la dictadura de Daniel Ortega, tal como informa hoy El Heraldo.


“Ellos nos han expresado estar en contra de las situaciones de injusticia e irrespeto de los derechos humanos en su país”, ha explicado José Canales, obispo de la Diócesis hondureña de Danlí. “Nosotros estamos disponibles para recibir a aquellos sacerdotes que en circunstancias extremas tengan que salir de Nicaragua. De esta forma puedan integrarse a la vida de la iglesia en El Paraíso”, añadió.

Represión a la Iglesia

Tal como señala Canales, los sacerdotes no alegan haber sufrido violencia física, pero sí psicológica. “Considero que esto es peor que una patada, policías en las afueras de las parroquias, rodeando sus casas o recibiendo llamadas telefónicas para tratar de angustiarlos”, ha expresado el obispo.

Actualmente, el régimen de Ortega mantiene bajo arresto al obispo Rolando Álvarez y a siete sacerdotes. Además, hace unas semanas el Servicio de Telecomunicaciones (TELCOR) del gobierno de nicaragüense cerraba la emisora católica ‘Radio Stereo Fe’, perteneciente a la diócesis de Estelí, por considerar que estaba “operando de manera ilegal”