Quieren imponer la ‘teología de la prosperidad evangélica'»

Política teológica y Teología política cristo–latinoamericana (“El cambio vendrá de Latinoamérica, pero ¿qué cambio?” (II)

Iglesia latinoamericana

«No podemos seguir construyendo un cristianismo fuerte, triunfalista e institucionalista que blinde la doctrina y silencie a los incómodos»

«El Papa Francisco nos muestra con sus escritos y denuncias que lo que el mundo necesita no es tanto una religión oficialista sino una acción comprometida, un cristianismo pobre y humilde que rompa con el poder idolátrico que acaba cosificando a las personas»

«Francisco, pues, está siendo un factor incómodo para los intereses del neoliberalismo desalmado y para los poderes religiosos más conservadores y tradicionalistas»

«No cabe duda de que existe un creciente interés de los poderes establecidos para que un cristianismo extremo y fanático ocupe un lugar preponderante en la geopolítica y macroeconomía latinoamericana»

Por Jesús Lozano Pino

El teólogo de la liberación Leonardo Boff cuenta en uno de sus libros que estando en una mesa redonda sobre religión y paz entre los pueblos quiso aprovechar la ocasión para preguntarle al Dalai Lama cuál era la mejor religión. Lo más curioso es que, esperando que le respondiera el budismo tibetano o las religiones orientales, le respondió que la mejor religión era aquella que te aproxima más a Dios y al infinito, aquella que te hace mejor. Entonces, para salir de su perplejidad delante de tan sabia respuesta, Boff le preguntó qué es lo que nos hace mejor. El Dalai Lama, entonces, hizo silencio, lo miró a los ojos y le respondió que lo que nos hace mejor es siempre aquello que nos hace más compasivos y sensibles, más desapegados, amorosos y humanitarios, más éticos… La religión que consiga hacer eso de nosotros —sentenció el Lama— es la mejor religión.

Cuando titulé mi artículo en la publicación especial en homenaje a Gianni Vattimo para la revista Pensamiento al margen, «Dios es amor y si no, merece que lo matemos», precisamente estaba teniendo presente esta idea de religión que sostenía el Dalai Lama y que para mí es la esencia del auténtico cristianismo, una religión que dialoga y no se impone, que se ofrece pobre, débil y desarmada. No podemos seguir construyendo un cristianismo fuerte, triunfalista e institucionalista que blinde la doctrina y silencie a los incómodos.

Como observa de forma aguda Juan A. Senent, los poderes de este mundo siempre buscan ser divinizados, ya que eso supondría validarlos teológicamente, pero el cristiano debe tener los pies en la tierra, estar en el mundo pero sin ser como el mundo y sus bajos fondos de intereses y traiciones. El cristiano debe mostrar el carácter penúltimo del poder, cuya única misión es prestar al pueblo un servicio liberador que ayude a otros a ver el mundo en condiciones de igualdad y justicia. Aunque los gobernantes de la Tierra se señorean y los grandes ejercen su poder duramente sobre los débiles, no ha de ser así entre sus seguidores, dice Jesús. Más bien, quien quiera ser el más grande, debe hacerse, como Jesús, el más pequeño de todos, su servidor, cuestión esta que choca con muchas de las medidas políticas y manifestaciones públicas que el líder brasileño ha llevado a cabo en sus [cuatro] años de legislatura.

En cambio, el Papa Francisco nos muestra con sus escritos y denuncias que lo que el mundo necesita no es tanto una religión oficialista sino una acción comprometida, un cristianismo pobre y humilde que rompa con el poder idolátrico que acaba cosificando a las personas. Hay que abrir, pues, un nuevo horizonte de humanización en una lucha históricamente inacabada. Como dijo Ignacio Ellacuría en su último discurso en Noviembre de 1989, con motivo de la concesión de la UCA del premio internacional Alfonso Comín, «hay que subvertir la historia y lanzarla en otra dirección (…) porque esta civilización está gravemente enferma», entendiéndolo como afirma Rafael Narbona, «en el sentido también de reconstruir una historia que se nos antoja cada día más manipulada por los intereses de esas élites económicas que no tienen nacionalidades ni fronteras». 

Este es el verdadero problema del “evangelismo bolsonárico”, como a algunos nos gusta referirnos a la política teológica que este líder construye desde Brasil, y que no viene sino a situar las medidas económicas y al mercado por encima de los intereses espirituales, solidarios y ecológicos del planeta, por más que se empache de Biblia en muchas de sus declaraciones públicas. Como suele decir nuestra queridísima Ángela Sierra González, estamos ante un protestantismo legitimador de las políticas de lucro e imperialistas. Y curiosamente en todas estas políticas que surgen en la región se dan de la mano fundamentalismo religioso y extrema derecha.

No cabe duda de que existe un creciente interés de los poderes establecidos para que un cristianismo extremo y fanático ocupe un lugar preponderante en la geopolítica y macroeconomía latinoamericana, cuya única pretensión es permitir, sin ningún tipo de freno, las estrategias político–económicas del capitalismo salvaje transnacional. Ello pasa necesariamente por debilitar y cercenar el nuevo empuje que Bergoglio ha ido marcando en el horizonte de la política ecológica mundial presentando un catolicismo más centrado en la alegría de la evangelización–liberación que en la renuncia, las prohibiciones  y el clericalismo sacramentalista; más interesado en ver cómo podemos recomponer este mundo roto que perder el tiempo y las energías pensando qué pueden opinar los demás o qué es lo políticamente correcto.

Francisco, pues, está siendo un factor incómodo para los intereses del neoliberalismo desalmado y para los poderes religiosos más conservadores y tradicionalistas. Prácticamente, desde que inició su Pontificado, está siendo el blanco de los ataques de los poderes fácticos y religiosos de este mundo que ven en él un serio obstáculo, una firme contención a las ambiciosas e ilimitadas pretensiones capitalistas. Tanto en los medios de comunicación y en las redes sociales como dentro de algunos sectores eclesiales y teológicos (no sólo protestantes sino también católicos) Francisco está siendo víctima de conspiraciones que sólo buscan desacreditar y derribar a quien señalan como marxista enmascarado o incluso al mismísimo anticristo.

Ya, desde antes que Francisco celebrara el Sínodo de la Amazonía en Octubre de 2019 con objeto de defender a los pueblos indígenas y el cuidado del planeta desde una ecología integral que permitiera incorporar las voces silenciadas y olvidadas de Abya Yala, el líder brasileño Jair Bolsonaro se mostró beligerante contra las palabras que había dirigido el argentino señalando que la Amazonía es un patrimonio universal. Bolsonaro —en la cumbre del clima de la ONU que se celebró en Nueva York— afirmó: «Es una falacia decir que la Amazonía es patrimonio de la humanidad y es un error, como atestiguan los científicos, decir que nuestros bosques son el pulmón del mundo».

Brasil y sectores del propio Vaticano afearon las declaraciones y gestiones realizadas por Francisco en el Sínodo de la Amazonía. Pero Francisco se mostró comprometido con los territorios que son fuertemente presionados «por los grandes intereses económicos que apuntan su avidez sobre petróleo, gas, madera, oro o monocultivos agroindustriales».

Como bien afirma Cristianismo y Justicia, «las medidas de Bolsonaro son ataques directos a los pueblos indígenas y descendientes de los quilombos [poblaciones negras rebeldes durante la época de la esclavitud], y a todos sus medios de existencia». Y existen 3 grandes ejes en el conflicto de esta crisis: por un lado, la guerra comercial entre Estados Unidos y China, donde el agro–negocio brasileño quiere aprovechar la oportunidad que se abrió para la exportación de granos a China. Aquí es donde aparece el 2º eje: los intereses europeos respecto al agro–negocio brasileño, especialmente Alemania y Francia. Ello lleva, precisamente, al tercer eje: la disputa entre Alemania y Francia en el acuerdo con el Mercosur.

No se nos pasa de largo que justo en el primer año de gobierno de Bolsonaro aumentasen más de un 30% los incendios en esta zona del planeta. Los enormes intereses de las industrias, junto a la falta de escrúpulos de los que prefieren mirar hacia otro lado evidencian lo que muchos tememos: que el deseo desmedido e insaciable del hombre se abre paso día a día aplastando a cualquier persona, tierra, vegetación, animal o aldea que se ponga delante en su camino, por más que estos lleven viviendo allá por generaciones… ¿No es, como poco curiosa, la coincidencia negacionista de Bolsonaro y Trump respecto al tema ecológico y al cambio climático o, lo que es peor, la actitud contra natura que expresan irónicamente ante las medidas sanitarias de la pandemia del Covid–19 promoviendo el desconfinamiento ante miles de seguidores o acusando a la OMS de incentivar la masturbación y la homosexualidad entre los niños por las medidas en este periodo, como hizo el líder brasileño?

No hace falta ser demasiado inteligente como para sospechar, al menos, de que existen intereses muy potentes como para no aceptar la realidad más desastrosa que está azotando al siglo XXI: la crisis ecológica y la posible destrucción medioambiental del planeta por la codicia y ambición ciega de unos pocos que miran egoístamente por sus intereses particulares y los de los mercados. No se puede pasar por alto la respuesta que dio el presidente brasileño a finales de abril al ser fuertemente cuestionado por alcanzar Brasil el mayor número de muertos en un día: «¿Y qué? Lo lamento. ¿Qué quieres que haga? (…) Soy Mesías, pero no hago milagros…».

El caso es que la crisis que ha levantado el Covid–19 ha servido para destapar, entre otras cosas, las ineficaces medidas populistas y el poco contenido político que pueden ofrecer los polémicos partidos de extrema derecha. La pandemia ha puesto en jaque el armazón ideológico con el que los poderes ultraconservadores se presentaban ante el mundo: ni salvan ni saben cómo hacerlo cuando les fallan los todopoderosos resortes económicos. Ya no sólo es que no acepten a los diferentes ni ayuden a los débiles, sino que tampoco son capaces de estructurar un pensamiento lógico–racional coherente, mostrándose públicamente en innumerables ocasiones como meros bufones de la insensatez política, como cuando —al más estilo Trump— el líder brasileño afirmó, teniendo ya evidencias claras de las perniciosas consecuencias sanitarias, que el virus era sólo una «gripecita» o «resfriadito».

Pero lo peor, como insinúa Santiago Zabala, es que —desaparecidas las máscaras— dicha incompetencia destapa un mal aún más execrable. La falta de argumentos y los nervios que suscita no saber cómo responder ante una catástrofe de este calibre, unida a la baja popularidad que suscita la precariedad económica y la inseguridad social, hacen que su estabilidad política tenga que hacer equilibrios malabares para mantenerse en el poder.  Es entonces cuando se empieza a maniobrar —sin ningún escrúpulo ni disimulo—  la manipulación a las masas disconformes sin ningún tipo de pudor, al igual que hacía el nazismo, promocionando el odio al extranjero en base a su retórica nacionalista. Bajo mi punto de vista, si peligroso es un lobo disfrazado de oveja, terrible y escalofriante es ver al lobo directamente abalanzarse sobre las víctimas…

No creo que pase desapercibido tampoco que estamos hablando del líder de uno de los países económicamente emergentes, aquel que forma parte del privilegiado grupo de los BRICS. Tampoco creo que sea casualidad que Bolsonaro llegara al poder tras el voto antipetista (en una de las recesiones más duras que ha atravesado este país) y las maniobras contra Lula Da Silva y su famosa acusación de corrupción, aprovechando como una tormenta perfecta el descontento popular de muchos hacia los miembros del PT, el que se dio y el que se fomentó a través de lo que podríamos llamar “las redes de la mentira”. A mi entender se dieron unas circunstancias orquestadas para que Bolsonaro, un diputado mediocre que había cambiado siete veces de partido, bautizado católico pero que acabó siendo protestante tras casarse con su esposa (entrando a formar parte de las exclusiva y poderosa política evangelista de Brasil) pudiera llegar a la presidencia. Todo apunta a que hay “gato encerrado” cuando vemos a un país muy religioso, pero laico por constitución (que lleva como consigna en su bandera las máximas del positivismo: orden y progreso), gobernado por los poderes ultraderechistas que se fusionan, curiosamente, con un protestantismo elitista, intolerante y exaltado. 

Un claro desencadenante de la llegada al poder de Jair Bolsonaro fue el apoyo (¿incondicional?) que obtuvo de Edir Macedo, obispo de la Iglesia Universal del Reino de Dios y dueño del segundo canal de televisión más importante de Brasil (TV Record) que ha sido acusado por tráfico de drogas y evasión de impuestos. Muy significativo es descubrir que dicho medio de información fue el único que pudo hacerle una entrevista al entonces candidato Jair Bolsonaro. Pero, ¿cómo es posible que el evangelismo sea uno de los grupos de poder más potentes en Brasil? Pues precisamente porque los grupos religiosos, que ya eran un grupo de poder, con la entrada de Bolsonaro al Palacio de la Alvorada aumentaron enormemente su influencia logrando  ser también parte del gobierno, en base a los millones de votos conseguidos de las zonas pobres de Brasil. Bolsonaro se aprovechó de la religión para llegar al poder y la religión se aprovechó de Bolsonaro para instalarse en él. Sus soldados: un ejército necesitado de pan con fieles defensores de la doctrina y la moral evangélica en sus filas, y unos cuantos que saben aprovechar y sacarle políticamente partido. 

Es tal la influencia de un evangelismo fundamentalista en Brasil que en poco tiempo hemos contemplado una serie de medidas sin precedentes, como por ejemplo, «la escuela sin partido», como se conoce al lema que generó para revisar la historia del golpe militar de 1964 y poder así proteger a sus estudiantes de la ideología marxista. O el pronunciamiento público que hizo la ministra de la Mujer, la Familia y los Derechos Humanos a favor de que la mujer sea sumisa al hombre, en una interpretación, qué menos que literalista y descontextualizada, de la Biblia. Este tipo de manifestaciones públicas, incluso legislativas, son pasos agigantados de amistad hacia las políticas norteamericanas de Donald Trump, pues anuncian la más arraigada «teología de la prosperidad evangélica» (toda riqueza es una bendición de Dios y la pobreza, un castigo) pero, sobre todo, desde el punto de vista de la estrategia norteamericana es la certificación de un nuevo y potente aliado que puede ser de gran ayuda a la hora de contener y subvertir las últimas revoluciones de la izquierda latinoamericana. Una brillante y poderosa simbiosis político-económica…

El discernimiento personal y comunitario es una de las cosas que más echo en falta en el fanatismo del protestantismo extremo. Como bien apunta el Papa Francisco en su homilía del confinamiento del 7 de mayo de 2020, los cristianos deben distinguir la inspiración divina de la sugestión del diablo. Hay que escuchar las distintas voces plurales, por supuesto, pero también hay que saber distinguirlas, discernir de dónde vienen y a dónde nos llevan (tarea esta que no sólo todo creyente sino también todo político debe tener en cuenta). «La voz maligna —afirma Francisco— seduce, agrede, obliga, suscita ilusiones deslumbrantes, [egoístas, irracionales], emociones alentadoras, (…) La voz de dios es una voz que tiene un horizonte, en cambio la voz del maligno te lleva a un muro». Y mientras la voz de Dios nos invita a «ir más allá de nuestro yo para encontrar el verdadero bien, la paz (…), el mal no dona jamás paz, causa ímpetu primero y deja amargura después». Como refiere Francisco al final de su homilía, la voz del buen pastor (nunca mejor dicho en el contexto de este artículo) nos hace salir de nuestros egoísmos y nos saca a los campos de la verdadera libertad, mientras que una visión engañosa de Dios te lleva siempre a la oscuridad, la falsedad, la habladuría y a encerrarse en tu propio egoísmo y mentira. 

Francisco, desde el primer día que apareció con los zapatos gastados en los balcones del Vaticano tras la «fumata blanca», dio pistas claras del tipo de pontificado que quería ejercer en la Iglesia católica. Pero nadie previó que su alcance iba a traspasar la frontera religiosa. Ya en 2015 publicó su famosa Encíclica Laudato Si, donde denunciaba la explotación de la selva amazónica por parte de los intereses económicos internacionales. Tres años después, visitando Puerto Maldonado (Perú), volvió a insistir en esa idea concretando dichos intereses, los conocidos como el petróleo, el gas, o la madera, pero también el material estratégico que puebla la zona… Francisco es una voz que grita en medio del desierto, quizá uno de los pocos líderes proféticos de nuestro tiempo.

 “El Papa verde”, entre otras cosas, insta a que optemos por el cosmocentrismo, renunciando al eclesiocentrismo y al antropocentrismo, y anima encarecidamente a revisar el papel de la mujer, pues el futuro para Francisco pasa por una ecología y una humanidad integral con las mujeres como protagonistas. Pero quizás una de las cuestiones más relevantes, al menos desde el punto de vista doctrinal, es que Francisco, que precisamente no se caracteriza por ser doctrinario y ha sido acusado de improvisador y populista, e incluso recientemente de hereje en la Correctio filialis de haeresibus propagatis, tiene la intención de incluir «el pecado ecológico» en el Catecismo de la Iglesia católica, ya que el comportamiento individual, empresarial, nacional y multinacional está dañando nuestra casa común, siendo este —en sus propias palabras— un verdadero «ecocidio». Ya en el Sínodo de la Amazonía propuso definir dicho pecado como la acción u omisión contra Dios, que se traduce en toda acción contra el vecino, la comunidad y el medio ambiente por malos hábitos de contaminación y destrucción de la armonía global. 

Al hilo del asunto medioambiental y la crisis social y económica generada por la pandemia, es para mí significativa la nueva situación discriminatoria resultante de ella, tal y como podemos seguir en las noticias. Llama poderosamente la atención que los ricos se están haciendo más ricos aprovechando que las casas y artículos de lujo están a precio de saldo por la crisis; están alquilando o, incluso, comprando playas privadas con embarcaderos con fines exclusivamente personales, marcando así una independencia y privilegio social al poder hacer uso de ellas de forma totalmente particular (ya que están cerradas al público). Así van tomando el sol de cala en cala en sus cómodos y lujosos yates, mientras el resto del mundo, el grueso de los ciudadanos de a pie no podemos si quiera salir a la calle con normalidad, qué decir de ir a las playas públicas sin permiso…

Es verdaderamente escandaloso que la gran mayoría [en estos años] hayamos necesitado llevar guantes y mascarillas protectoras, esas que a veces no se consiguen con facilidad,  y unos pocos puedan permitirse el lujo de no precisarlas respirando el aire puro del mar mientras timonean su embarcación…, por no entrar ahora en la constante denuncia que Francisco hace de la indiferencia con la que el mundo asume el problema de los refugiados o de aquellos que se juegan la vida en las vallas o en las aguas de Lampedusa y el Estrecho. Un dato más que se suma a la larga lista de elementos indeseables del imperialismo económico, político e ideológico que nuestro sistema capitalista permite y respalda. 

Anterior a esta entrada: https://www.religiondigital.org/hacer_realidad_lo_posible-_jesus_lozano_pino/Cristo-Latinoamerica-resurgir-Abya-Yala_7_2533316657.html

“Cristo–Latinoamérica y el resurgir de Abya Yala” (Parte I de “El cambio vendrá de Latinoamérica, pero ¿qué cambio?”), publicado en 2021 en la Edit. Dykinson. Véase también: Pandemia Globalización Ecología, de la Edit. UNED

La Iglesia latinoamericana, líder en sinodalidad

Austen Ivereigh: “Estoy aquí para aprender las lecciones de la Iglesia líder en la sinodalidad” 

Austen Ivereigh en la sede de la Conferencia Episcopal Mexicana

 «La Iglesia latinoamericana es líder en sinodalidad, porque ha desarrollado a lo largo de los años mecanismos y costumbres de escucha al pueblo» 

«El proceso sinodal global que se acaba de iniciar, será el proceso de escucha más grande de la historia, y yo creo que, hasta la fecha, eso es lo que ha logrado la Iglesia latinoamericana» 

«Es importante no dejar que los límites de espacio y de tiempo limiten el proceso de escucha» 

«Algunos teólogos hablan de que la Iglesia latinoamericana es hoy la Iglesia fuente de la Iglesia universal, en el sentido de que el resto de la Iglesia refleja hasta cierto punto ese dinamismo» 

«Estoy seguro que me va a dar una experiencia de eclesialidad muy rica y muy profunda, y eso va a contribuir a mi propia fe, que siempre ha sido muy, muy enriquecida por la Iglesia latinoamericana» 

Por Luis Miguel Modino, corresponsal en Latinoamérica 

Un privilegiado, así se siente Austen Ivereigh ante la posibilidad de participar como asambleísta en la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe. El biógrafo del Papa Francisco será uno de las más o menos 80 personas que participan de la Asamblea desde Ciudad de México. 

Ivereigh dice venir “para aprender, sobre todo, las lecciones de la Iglesia líder en la sinodalidad en el mundo”. Una Iglesia que “ha desarrollado a lo largo de los años mecanismos y costumbres de escucha al pueblo”, algo en lo que el Sínodo para la Amazonía tuvo un papel decisivo. El periodista inglés también reflexiona sobre la virtualidad de la Asamblea, afirmando que “toda la Iglesia tenemos que aprender métodos de escucha muy variados, muy flexibles”. 

Para él, refiriéndose a la opinión de algunos teólogos, “la Iglesia latinoamericana es hoy la Iglesia fuente de la Iglesia universal, en el sentido de que el resto de la Iglesia refleja hasta cierto punto ese dinamismo”. Por eso dice estar seguro de que se llevará de vuelta recuerdos muy bonitos de un pueblo y una Iglesia que se ha reunido para “preguntarse qué es lo que el Espíritu Santo está pidiendo de nosotros”. 

Para alguien que llega de fuera, que vive otra realidad eclesial, ¿cómo reacciona ante este momento inédito en la historia de la Iglesia, como es una Conferencia Eclesial a nivel continental? 

Con todavía pocas horas aquí, estoy en este momento con una mezcla de emociones. Primero, sensación de privilegio, porque voy a participar en un acontecimiento inédito en la historia de la Iglesia, donde toda una Iglesia continental, se reúne después de un proceso de escucha, largo y profundo, que realmente ha llegado al pueblo, y estoy aquí para aprender, sobre todo, las lecciones de la Iglesia líder en la sinodalidad en el mundo. 

Por eso, están aquí tantas otras personas que han venido de fuera de América Latina, incluso bastantes cardenales, incluso el cardenal Grech y el cardenal Hollerich, que han venido también para aprender estas lecciones. Así que personalmente una gran emoción, pues es un gran privilegio estar aquí y estar entre tantos amigos. 

En la presentación de la Asamblea Eclesial, el 24 de enero de este año, el Papa Francisco envió un video donde dijo que no quería que fuese algo de una élite. ¿Cree que esa Iglesia sin élites, es más fácil de descubrir en América Latina y cuesta más verla en otros continentes, en otras realidades, como por ejemplo en Europa? 

Sin duda. Por eso digo que la Iglesia latinoamericana es líder en sinodalidad, porque ha desarrollado a lo largo de los años mecanismos y costumbres de escucha al pueblo. También la larga tradición que tiene de colegialidad continental, precisamente por el Celam, por las conferencias generales del episcopado que ha habido. 

Pero yo diría que es algo que me impacta que esto no es simplemente la continuación de lo anterior. Si uno piensa en Aparecida, que fue la gran conferencia general de América Latina, después de 15 años, en un momento importantísimo en la historia, no solo en América Latina sino en la Iglesia universal, que ha producido este pontificado, y antes de Aparecida hubo muchas reuniones a nivel continental y local. Pero la impresión que tengo es que era más reuniones de expertos, de comisiones especializadas en ciertos temas. 

Yo creo que la primera experiencia de escucha real al pueblo, fue en la preparación del Sínodo amazónico, donde se logró escuchar a 87.000 personas en la región amazónica. El proceso de preparación de esta Asamblea Eclesial se parece más a ese proceso preparatorio del Sínodo amazónico. Ahora ha habido muchos obstáculos, sobre todo el Covid, sin la pandemia hubiera habido por supuesto más participación, pero lo que se logró, aún así, ha sido un hito en la historia de la Iglesia y en la historia de la humanidad. El proceso sinodal global que se acaba de iniciar, será el proceso de escucha más grande de la historia, y yo creo que, hasta la fecha, eso es lo que ha logrado la Iglesia latinoamericana. 

Otra novedad de esta Asamblea es que se va a realizar con un pequeño grupo presencial y unas mil personas virtualmente. Se ha insistido en que todos van a participar de igual para igual, tanto quien está aquí en México como quien está en su casa delante del ordenador. ¿Qué puede suponer eso de cara al Sínodo sobre la Sinodalidad, de cara al futuro de la Iglesia? 

Si el gran objetivo del proceso sinodal global es una Iglesia sinodal, es obvio que toda la Iglesia tenemos que aprender métodos de escucha muy variados, muy flexibles. En estos meses hemos aprendido a comunicar de mil formas simultáneamente, hemos aprendido a hacer muchas más cosas por zoom, por Skype, además de encuentros personales. 

Yo creo que la Iglesia tiene que reflejar eso, o sea, es necesario que el proceso de escucha sea a veces en persona, cuando puede ser en persona, por supuesto eso es mejor, pero también es importante no dejar que los límites de espacio y de tiempo limiten el proceso de escucha. En ese sentido, los métodos virtuales pueden ser un gran don para la Iglesia en ese sentido. 

El Papa Francisco fue quien sugirió esta Asamblea Eclesial cunado le propusieron la VI Conferencia General del Episcopado latinoamericano y caribeño. Parece que él ha estado atento a todo el proceso, y para alguien que conoce su pensamiento, ¿qué podría decir que el Papa Francisco espera de esta Asamblea? 

El Papa Francisco ha insistido varias veces en que la Iglesia latinoamericana está convocada por el Espíritu Santo a jugar un papel muy importante en la Iglesia universal de hoy. Algunos teólogos hablan de que la Iglesia latinoamericana es hoy la Iglesia fuente de la Iglesia universal, en el sentido de que el resto de la Iglesia refleja hasta cierto punto ese dinamismo. Sobre todo, en cómo ser una Iglesia sinodal, de escucha, de participación, de comunión, de misión, mi impresión es que el Papa ve a la Iglesia latinoamericana como una maestra que puede ayudar a todos nosotros a ser más sinodales. 

Es interesante que su reacción a la propuesta de una nueva conferencia general fue, no, tenemos que implementar la Conferencia de Aparecida. Es un poco también como su visión del Concilio vaticano II. La cuestión no es convocar un nuevo concilio ecuménico, sino implementar el Vaticano II. Estamos a mitad del camino de esa implementación, y es su misma convicción, algo que ha dicho varias veces, que para él estamos al 50 por ciento del proceso de implementación de Aparecida. 

Por eso, esta Asamblea Eclesial es una idea, es un fenómeno también muy rico, porque muestra que después de hacer un gran discernimiento a nivel continental, como fue Aparecida, 14 años más tarde, uno puede convocar al Pueblo de Dios para ver donde estamos en cuanto a la implementación de ese Documento. Eso podría convertirse en una práctica regular de la Iglesia universal. 

¿Cuándo se suba al avión de vuelta para Europa, qué es lo que le gustaría recordar de esta Asamblea? 

Estoy seguro que voy a llevar conmigo recuerdos de unas experiencias muy, muy bonitas del pueblo latinoamericano, que se ha reunido con sus pastores, con sus religiosos, a realmente preguntarse qué es lo que el Espíritu Santo está pidiendo de nosotros. Estoy seguro que me va a dar una experiencia de eclesialidad muy rica y muy profunda, y eso va a contribuir a mi propia fe, que siempre ha sido muy, muy enriquecida por la Iglesia latinoamericana. 

Aportes de las CEBS a la Asamblea eclesial latinoamericana 

Por Pedro Pierre 

Desde el final del Encuentro Continental de las CEBs en Guayaquil en marzo del año pasado, los asesores nacionales de las CEBs (Comunidades Eclesiales de Base) hemos seguido reuniéndonos por zoom unas 2 veces cada mes. En estos últimos tiempos hemos buscado reunir desde las CEBs aportes para la Asamblea Eclesial de América Latina y El Caribe. He aquí un resumen de la realidad eclesial latinoamericana, sus retos y lo que están aportando las CEBs, en particular en la sinodalidad -tema de la Asamblea- desde sus 60 años de vida 

A. INQUIETUDES Y PREOCUPACIONES POR NUESTRA IGLESIA CATÓLICA 
1. La deserción que se vive en la Iglesia Católica. 
Desde varios decenios la deserción de los católicos no ha dejado de aumentar. Por una parte, se dejan conquistar por las Iglesias evangélicos y por otra, caen en la indiferencia religiosa. La gran mayoría de los católicos lo son sólo de nombre porque no participan de la vida eclesial ni viven un compromiso por el Reino inaugurado por Jesús. 
Es muy llamativo el comentario de un pastor evangélico: “Entre los que fueron bautizados como evangélicos, el 90% van a seguir participando; los católicos, apenas el 10%. Normalmente, el 100% de los evangélicos saben por qué lo son; entre los católicos, cuando mucho, el 2%. El 90% de los evangélicos son misioneros; los católicos misioneros, excluyendo los religiosos/as, cuando mucho, el 2%.” 

2. Un pronunciado clericalismo patriarcal 
Es generalizado el acentuado clericalismo de los sacerdotes, sacerdotes y religiosas y se manifiesta por un autoritarismo absoluto, a pesar de las orientaciones del papa Francisco en la materia. Esto impide la participación de los seglares que desean ser miembro con plenos derechos, adulto, participativo, porque han descubierto que su bautismo les hace herederos de la misión del discipulado. Jesús nos confía a todos y todas la tarea evangelizadora, sin que tengamos necesariamente que depender del clero. 

3. El crecimiento de los fundamentalismos religiosos 
En todos los países se nota un marcado incremento de organizaciones religiosas de corte fundamentalista tanto en las Iglesias católicas y evangélicas como en los nuevos movimientos religiosos en los sectores populares como la buscada de poder político y económico en las instancias nacionales. 

4. La pérdida de credibilidad de la Iglesia católica 
Principalmente, el clericalismo, la pederastia y la marginación de las mujeres en la Iglesia Católica han mermado la credibilidad, la influencia y diversos tipos de presencia de la Iglesia católica. Esta tiene serias dificultades para ser fermento en la masa. Respalda movimientos que congregan, en eventos y liturgias, a miles de personas, pero que pasan sin crear comunidad ni compromiso social y mucho menos impulso misionero y seguimiento de Jesús. 

5. La vitalidad de las CEBs en todo el continente 
La realización en Guayaquil el año pasado del XI Encuentro Continental de CEBs, con la presencia de CEBs juveniles de 13 países, manifestó su vitalidad, su testimonio vivo y martirial, su capacidad de renovación eclesial y transformación social. Las CEBs son conscientes de su identidad como Iglesia completa en igualdad de las parroquias, siendo el “primer y fundamental núcleo eclesial” en los sectores populares de la ciudad, el campo y el mundo indígena. Están animadas por una espiritualidad liberadora que se nutre de la meditación de la Palabra de Dios, la acción contemplativa, la opción por los pobres y las orientaciones del magisterio latinoamericano y papal. Sufren de la falta de reconocimiento y valoración de sus pastores tanto parroquiales como diocesanos. 

PROPUESTAS FRENTE A ESTOS DESAFÍOS 

1. Reafirmar la eclesialidad y el valor de las Comunidades Eclesiales de Base para la Iglesia y la vida de nuestros pueblos, especialmente, para quienes viven en las periferias urbanas y zonas rurales. 
A pesar de las dificultades impuestas por la actual situación política, económica, social, sanitaria, ambiental y eclesial de América Latina y del Caribe, la experiencia de más de cinco décadas de existencia confirma su definición por la Conferencia de Medellín como “célula inicial de estructuración eclesial y foco de evangelización” (Med. 15,10). Muestra que las CEBs desempeñan fielmente su misión evangelizadora. Medellín señaló, además, que “ellas son un factor primordial de promoción humana y desarrollo”. El avance del fundamentalismo en América Latina exige de una propuesta eclesial que vuelva a Jesús desde la base, y en eso trabajan incesantemente las CEBs. 

2. Las CEBs son Iglesia en salida, desde los descartados. 
Ellas apuntan a un camino privilegiado de la renovación misionera y sinodal que el papa Francisco solicita a toda la Iglesia. “Las comunidades eclesiales de base son expresión del amor preferencial de la Iglesia por el pueblo sencillo” (Puebla 643), funcionan como lugar de oración, vida fraterna y compromiso con los pobres y marginados, ellas son expresión privilegiada de “una Iglesia pobre para los pobres” (EG 198). En cuanto comunidades de “discípulos y discípulas misioneros y misioneras” (EG 119), “sujetos activos de la evangelización” (EG 120), son “fuentes y semilla de variados servicios y ministerios que promueven la vida en la sociedad y en la Iglesia” (Aparecida 179); de especial relevancia es hoy el cuidado de la casa común como un ministerio permanente. 

3. Las CEBs promueven nuevos ministerios eclesiales 
Hace falta un reconocimiento del ministerio de animación comunitaria que realizan laicos y laicas que concilian sus responsabilidades bautismales, familiares, y laborales con talante profético. Urge la participación de los seglares en las instancias de decisión para reorganizar la vida de la Iglesia desde la base. Las CEBs, en comunión con sus pastores, necesitan de autonomía para extenderse por los más amplios espacios del compromiso cristiano. Las CEBs preparan gentes, muchos de ellos jóvenes, para una verdadero compromiso misionero que abre grietas en la indiferencia religiosa, la falta de compromiso social y la inmovilidad de la institución eclesial. 

4. Las CEBs saldan la deuda histórica de la Iglesia con las mujeres. 
En la Exhortación Apostólica Querida Amazonia, el papa Francisco llama la atención sobre “la fuerza y el don de las mujeres” en las comunidades. Reconoce la necesidad de que ellas “tuvieran una incidencia real y efectiva en la organización, en las decisiones más importantes y en la guía de las comunidades, pero, sin dejar de actuar en el estilo propio de su perfil femenino” (QA 103). Esta perspectiva está presente en la vida ordinaria de nuestras CEBs y en el rol de ´animadoras de comunidad’ que ya practican ministerialmente muchas de nuestras hermanas. 

5. La nube de mártires latinoamericanos abre camino a la Iglesia de mañana 
Hay que agradecer el testimonio de entrega total al ofrendar la propia vida, por parte de un sinnúmero de miembros y acompañantes de las CEBs. Como atestigua innumerables mártires del Pueblo de Dios, podemos mencionar algunos: delegados de la palabra, catequistas, religiosas, presbíteros, teólogos, biblistas, misioneros y misioneras, y obispos. Ninguna otra expresión eclesial cuenta con tantos mártires como las Comunidades de Base en América Latina. Este hecho nos da la certeza de que están en el camino señalado por Jesús a sus discípulos. 

C. UNOS 5 ASPECTOS A INCORPORAR EN LA AGENDA DE LA ASAMBLEA ECLESIAL DE MÉXICO 
Teniendo en cuenta el camino recorrido, sus logros y dificultades, es hora de reafirmar el apoyo y la opción pastoral por las CEBs y su articulación en las diócesis, en los diferentes países y en el Continente, tal como han sido confirmados en los grandes documentos episcopales latinoamericanos (Medellín, 1968; Puebla, 1979; Santo Domingo, 1992 y Aparecida, 2007). 

1. Revalorizar y recrear, de acuerdo a los signos de los tiempos, las comunidades eclesiales, pequeñas y desarrolladas en la base como “célula inicial de estructuración eclesial y foco de evangelización” porque “la comunidad cristiana de base es el primero y fundamental núcleo eclesial” (Med.10 Apa.193). Sería desconocer la acción del Espíritu en nuestras Iglesias latinoamericanas no asumir lo vivido en los últimos 60 años por las CEBs de América Latina y el Caribe como un modelo aún vigente y posible, aunque no necesariamente único. 

2. Protagonizar el desarrollo y funcionamiento de las Comunidades Eclesiales y estimulando su surgimiento, creadas y animadas por laicas y laicos, en los diferentes lugares donde viven o se encuentran las personas, quizás se podrá generar el impulso misionero, militante y amplio que permita frenar la embestida conservadora y alienante de los grupos neopentecostales. Las pequeñas comunidades generadas en la base podrían ser la respuesta más adecuada que podríamos dar, pero que no estamos utilizando. 

3. Fomentar Comunidades Eclesiales cercanas, alternativas a la masificación, la individuación y el anonimato de las ciudades, insertas en la vida de los pueblos y comprometidas en sus movimientos y organizaciones sociales. Son indispensables para hacer realidad la opción por los pobres, la participación en la lucha por la vida digna y la justicia y el servicio a los empobrecidos, a los sectores vulnerables, marginados y excluidos. Es imprescindible reformular la organización eclesial desde abajo, en base al desarrollo de comunidades en torno a la Palabra de Dios y de la vida de la gente: Comunidades de pobres y comprometidas con la vida del pueblo pobre, pequeñas, a escala humana donde el conocimiento y la fraternidad sean posibles, insertas en la base del pueblo y con una forma circular y horizontal de funcionamiento. La historia de las CEBs muestra que de esta manera se vive, sostiene y desarrolla una verdadera forma de ser Iglesia sinodal. 

4. Superar la división y oposición clero-laicos para ir hacia una autocomprensión de las comunidades eclesiales desde el binomio comunidad-ministerios, para hacer posible la conversión sinodal, superar el clericalismo y poner el anuncio de la fraternidad y la amistad social como ejes estructurantes de la misión de la Iglesia. 

5. Reconocer y asumir los diversos ministerios, de mujeres y hombres, nuevos y antiguos, ordenados y no ordenados, suscitados por el Espíritu Santo en las comunidades locales como signos e instrumentos de vitalidad, compromiso y corresponsabilidad en la vida y misión de la Iglesia. 

Hacemos votos para que la Asamblea Eclesial a realizar en México a final de noviembre próximo sea un nuevo impulso a nuestra Iglesia católica en su impulso misionera de ser testiga del Reino de Dios en una nueva organización y un mayor compromiso con los pobres. Que las CEBs sean reconocidas como el motor privilegiado de estas transformaciones y novedades