
El Semanario Orientación de la Arquidiócesis de San Salvador me publica este domingo un artículo en el que reflexiono sobre el significado de la cárcel para Mons. Rolando Álvarez en Nicaragua
A principios del siglo III de nuestra era, en pleno tiempo de persecuciones romanas contra el cristianismo, un escritor del norte de África, cristiano convertido llamado Tertuliano, hoy considerado Padre de la Iglesia, decía que la cárcel era la casa del diablo. Y que los cristianos llevados a ella, habían sido llevados allí “para que vencieran en su casa al propio diablo”. Aunque la sentencia de cárcel injusta que le han impuesto a Mons. Rolando Álvarez en Nicaragua es claramente represiva, fruto de un gobierno de estilo dictatorial, incapaz de soportar la crítica a las violaciones de los Derechos Humanos, lo cierto es que la altura moral y el espíritu cristiano del obispo de Matagalpa ha dado un fuerte testimonio de honradez y valentía cristiana frente a la oferta de libertad y destierro que el régimen nicaragüense le ofrecía. Todas nuestras Iglesias centroamericanas se han solidarizado con él, así como otras de diferentes países y regiones. Muchos cristianos, que tal vez anteriormente no lo habían oído mencionar, rezan ahora por el obispo preso, conscientes de la injusticia cometida contra él. El régimen nicaragüense, ciego y colérico en su fracaso, ha expulsado ya de Nicaragua a varios religiosos que han mencionado la altura moral de Mons. Álvarez en sus iglesias.
“Felices ustedes cuando por causa mía los maldigan, los persigan y les levanten todo tipo de calumnias por mi causa”, decía Jesús en la última de las Bienaventuranzas (Mt 5, 11). Aunque la felicidad en la persecución no es fácil y, generalmente, al menos en esta vida, solo despierta felicidad cuando se ha superado, a los cristianos nos queda siempre como recurso la oración solidaria por quienes son perseguidos y la denuncia y defensa de quienes padecen injusticias. Mons. Álvarez nos ha dado ejemplo de la valentía del pastor que prefiere la cárcel a abandonar la tierra de sus ovejas. En algunos escritos se ha aplicado a Mons Romero un texto y reflexión de San Juan Crisóstomo, también Padre de la Iglesia. El texto dice: «En la guerra, caer el combatiente es la derrota; entre nosotros, eso es la victoria. Nosotros no vencemos jamás haciendo el mal, sino sufriéndolo. Y la victoria es justamente más brillante, pues sufriéndolo podemos más que quienes lo hacen. Con ello se demuestra que la victoria es de Dios, pues es una victoria contraria a la del mundo. Y esa es la mejor prueba de fortaleza». Ante el caso de Mons Álvarez los cristianos oramos por él para que Dios le dé la fortaleza que le permita vencer al mal, aunque tenga que sufrirlo en la cárcel.
Como personas de esperanza que somos los cristianos, estamos convencidos de que llegará el día en que Mons. Álvarez recuperará su libertad y la alegría inundará, especialmente a sus feligreses de Matagalpa. Hombre sencillo y cercano a los pobres de su diócesis, defensor de los derechos de los humildes, cumple ahora desde la cárcel la misión de ser “voz de los que no tienen voz” en Nicaragua. En tiempos de las persecuciones romanas, cuando había varios candidatos a obispo de una diócesis, se prefería siempre al que había sufrido cárcel o cualquier tipo de castigo por dar testimonio público de su fe. Mons. Álvarez ya es obispo y nos da ejemplo de fe y de valentía cristiana. Permanezcamos en oración por él y no dejemos que su ejemplo y su sufrimiento caiga en el olvido. Jesús, nuestro Señor y Maestro, tampoco quiso huir de sus perseguidores. Encontramos hoy la presencia del Señor en los cristianos que son perseguido por defender su fe y ser coherentes con su amor al prójimo herido y golpeado. La oración y la solidaridad son obligaciones nuestras para con todos ellos para que se muestre la victoria de nuestro Dios incluso en la cárcel. Por José M. Tojeira