Buen samaritano,Samaritana buena (Jn 4)

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La iglesia mujer: Cinco maridos tenías, el que ahora tienes no es tuyo

Samaritano de camino, samaritana  de pozo.

Son dos textos esenciales de la Biblia El “buen samaritano” (Lc 10) es la iglesia de fuera, aquellos que sin formar parte de la comunidad son auténticos cristianos, cumplen el mandamiento de Dios.

            Por el contrario, la “buena samaritana” de hoy (Jn 4) es la iglesia de dentro, expresada simbólicamente por una mujer de vida libre: Cinco maridos ha tenido pasando de uno a otro, para quedar al fin sola, aunque dicen que anda a ratos con uno, que no es  su marido: no le satisface, ni le da bebida, y por eso tiene que ir al pozo público donde encuentra “por casualidad” a Jesús.

Por | X. Pikaza Ibarrondo

 Si alguien sigue leyendo, presentaré al final una historia de samaritanos, a quienes muchos judíos odiaban y envidiaban al mismo tiempo. Aquí empezaré recordando que el samaritano de Lc 10 iba por los alrededores  del templo,pasaba de largo con su animal de negocios.

Alguien podría suponer que era amante ocasional de la samaritana de Jn 4, que quedaba a solas, buscando amores en el pozo de Sicar  de Siquem. Pero no parece que Lc 10 y Jn 4 (que tienen textos e ideas parecidas) quisieran relacionar estas dos historias de samaritanos,  aunque podían hacerlo, pues van como anillo al dedo.

            Queda clara la historia del samaritano, hombre de negocios, poco amigo de templos, viajante de dinero), hombre de corazón. Por eso, allí donde el Sumo Sacerdote y el Levita de Jerusalén (que  van a lo suyo) pasan de largo ante  herido, desnudo y machacado (impuro) del camino, este samaritano le ve, le cura como puede, le lleva en su caballo al hospital/hostal mas vecino, saca la cartera y paga a tocateja al hospedero/médico de campo, diciéndole que le cure , que a la vuelta le pagará lo que falte, si no llega lo que ha dado.

            Evidentemente, el relato del samaritano es simbólico, una historia del siglo I d.C.  Sin duda, Jesús era igualmente un buen samaritano, de caballo o de a pie. Pero, tras esa historia del Jesús   viene la historia de esta mujer; no sé si llamarla samaritana buena o buena samaritano (pues los matices sin distintos,  y los dos parecen apropiados).  Ésta historia de la samaritana la no la cuenta Lucas, sino el evangelio de Juan, que sabe más de amores sabrosos (por eso es el evangelio de discípulo amado).

Lo primero que sorprende en esta historia es que, llegando a la zona, Jesús  manda de comprar a sus doce compañeros  “súper” más vecino ,pues necesitan  alimento  para seguir caminando, mientras él se queda junto al pozo de viejas historia de amores bíblico; a un pozo vino Eliezer, criado de confianza de Abraham, para encontrar mujer para su hijo Isaac, poco experto en amores; a pozos como éste vinieron buscando mujeres Jacob (que encontró dos) y Moisés que encontró siete.  s.

Jesús queda allí junto al pozo, esperando de antemano la cita, que tiene que suceder. Y así pasa lo que tiene que pasar. Vino ella, no sabemos ni su nombre, una samaritana galante y dudosa,  buscando en el pozo un agua que no acababa de saciarle. 

Según el evangelio de Juan esta mujer  será el primer apóstol y testigo de Jesús, antes que Pedro y los doce, antes incluso que Magdalena, que Marta y María de Betania, fundadora de primera Iglesia , mientras los varones andan por ahí comprando comida.  

La “historia” de esta mujer de Jn 4 ha sido recordada por la iglesia posterior de un modo “sentimental” y piadoso,  pero el evangelio de Juan la presenta como mujer dudosa y fundadora de Iglesia, una figura especial para siglo XXI, un momento en que la nueva iglesia “samaritana” ha de ser refundada por mujeres como ella 

Texto:  Juan 4,5-42

En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaria llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José; allí estaba el manantial de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al manantial. Era alrededor del mediodía. Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice: «Dame de beber.»

Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida. La samaritana le dice: «¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?» Porque los judíos no se tratan con los samaritanos. Jesús le contestó: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva.»

La mujer le dice: «Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?» Jesús le contestó: «El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.» La mujer le dice: «Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla.»

[Él le dice: «Anda, llama a tu marido y vuelve.» La mujer le contesta: «No tengo marido.» Jesús le dice: «Tienes razón, que no tienes marido: has tenido ya cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad.» La mujer le dice: «Señor,] veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén.» Jesús le dice: «Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre. Vosotros dais culto a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. …

[En esto llegaron sus discípulos y se extrañaban de que estuviera hablando con una mujer, aunque ninguno le dijo: «¿Qué le preguntas o de qué le hablas?» La mujer entonces dejó su cántaro, se fue al pueblo y dijo a la gente: «Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo que ha hecho; ¿será éste el Mesías?» Salieron del pueblo y se pusieron en camino adonde estaba él…

En aquel pueblo muchos [samaritanos] creyeron en él [por el testimonio que había dado la mujer: «Me ha dicho todo lo que he hecho.»] Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer: «Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo.»

 Mujer, fundadora y símbolo de la primera iglesia

La Samaritana es  el primer apóstol, fundadora de la Iglesia de Samaría, más queun obispo o presbítero posterior, de forma que no tiene sentido afirmar que la Biblia impide el acceso de la mujer a los ministerios de la Iglesia.  

Según  Hechos 8, el fundador de la iglesia de Samaría fue Felipe,el diácono, pero su labor tuvo que ser completada por los apóstoles, Pedro y Juan, porque Felipe no tenía “autoridad para crear iglesias”. Según Jn 4 la fundadora fue una mujer, sin que tengan que venir apóstoles de Jerusalén, Antioquía o Roma para completar su obra. 

UN TEXTO BÁSICO. DIEZ PRINCIPIOS

(1) Una mujer «prostituida»: ha tenido cinco maridos y que ahora vive con uno que no es suyo (Jn 4, 18). Posiblemente, en el fondo de la escena está el recuerdo de las conversaciones que Jesús ha mantenido a lo largo de su vida con publicanos y prostitutas, varones y mujeres que han tenido que vender dignidad y cuerpo por dinero (cf. Mt 21, 31-32; Lc 7, 36-50)… Ésta mujer es el símbolo de la “prostituta Samaría” y de todos los excluidos y condenados de la sociedad,.Pronto veremos que el “pecado” de esta mujer no es una prostitución sexual(que podría ser), ni es un pecado personal, sino pecado de todo el pueblo que la ha prostituìdo. En una ciudad como aquella, en un tiempo como el nuestro, sólo una mujer utilizada que ha sabido seguir buscando en la fuente de la vida puede ser fundadora de iglesia, de nueva humanidad 

(2) Esta mujer es símbolo de los samaritanos que, según la tradición muy parcial de los judíos, habiendo abandonado el solar del auténtico Israel, se «prostituyeron» desde antiguo adorando a dioses extraños (los cinco maridos de Jn 4, 18). Ahora Jesús rompe las barreras de los judíos, cerrados en su ley, y expande su misión a los «herejes» de Samaría, representados por ésta mujer que sale al pozo de Jacob en busca del agua de la vida.  Los mejores para Jesús empiezan siendo los de fuera. Por eso va a buscarles a su pozo.

(3) Esta mujer es la primera que superando las divisiones de Israel (unos centrado en la Ley de Jerusalén y otro en el Pozo de Jacob: Garizim, Samaría), han comenzado a creer en Jesús y han propagado su evangelio. Solo una mujer como ella (que busca agua del pozo, mientras los doce «apóstoles» solo buscan comida) puede ser misionera de nueva humanidad  (cf. Ez 16 y 23). Pero, al mismo tiempo, ella es una persona concreta que ha escucha a Jesús y ha expandido su palabra.

(4) Esta mujer es el primer apóstol (profetisa, mensajera) de Jesús Por eso deja el cántaro del agua, vuelve a la ciudad y dice a sus paisanos. «Venid, ved al hombre que me ha dicho todo lo que hice ¿no será el Cristo?» (Jn 4, 29) Ella es la primera que pone  a los hombres en contacto con Jesús, profeta (cf. Jn 4, 19.25) y Mesías de la humanidad, superando las divisiones que separan a Jerusalén del Garicím, montaña santa de los samaritanos, porque los verdaderos adoradores han de hacerlo en espíritu y verdad (Jn 4, 19-23). 

(5) Una mujer para la Iglesia, una Iglesia de mujeres. Ella es primera persona que transmite un evangelio universal de salvación más allá del judaísmo y así precede a los apóstoles que cosecharán donde otros han sembrado (Jn 4, 37-38). La samaritana conduce a sus paisanos hacia aquel lugar donde culmina el camino de la humanidad, formada por pueblos que se dividen por ciudades y montes santos, para descubrir así, más allá de los montes sagrados (antiguos y modernos) la nueva humanidad unida en el amor de Jesús, que es Espíritu y Vida. Sólo una mujer así puede recrear hoy la iglesa. 

(6) Mujer‒profeta de las nuevas mujeres creadoras de iglesia del siglo XXI. Una iglesia de varones‒jerarcas, de estilo judío y romano, está llegando a su tope en este siglo, de forma que con ellos es difícil crear nueva iglesia… a no ser que vengan  mujeres, como esta Samaritana, que se descubran “animadas” por Jesús, junto al pozo de la vida, portadoras de un mensaje de intimidad y apertura universal. Por eso, debo repetir que, siendo símbolo de Samaría y de toda humanidad buscadora de “agua superior”, ella ha sido una persona concreta, una mujer apóstol que precede a todos los restantes apóstoles del Cristo en el principio de la iglesia.

(7) Esta mujer nos sitúa en el principio del apostolado cristiano; en su línea, y en la del Buen Samaritano de Lc 10, la iglesia del siglo XXI será samaritana o no será.  Ante este evangelio de Jn 4 resultan patéticos y en el fondo pre-cristianos todos los esfuerzos de los que dicen que no puede haber ministros de Jesús mujeres. Sin samaritanas del siglo XXI la iglesia morirá de sed, teniendo a mano el pozo de Jacob, es decir, de la historia israelita, samaritana, universal.

(8) Ésta es la mujer del pozo de Dios (de Jacob, de Jesús) donde buscan agua para saciar la sed millones de personas que vienen de muy lejos. Cientos de millones de mujeres, varones y niños viven todavía sin agua corriente y potable, sin agua de vida verdadera. Más son aún los que necesitan «del agua de Jesús», que es la libertad, el amor, la superación de las mentiras y batallas de unos contra otros.

(9) El agua de este pozo es bebida de amor y bodas de vida, de muchachos y muchachas que se encuentran para celebrar la vida, como en las más bellas historias de la Biblia, donde los buenos “matrimonios”, las historias de amor , se dan junto al pozo: Así en el caso Isaac y de Jacob, en el Génesis (Gen 24.29) así en el de Moisés en el Éxodo (Ex 2).En un pozo como éste se juntan y se dan de beber los enamorados, así aparece aquí esta mujer que da de beber a Jesús del agua que ella tiene, mientras Jesús le ofrece la suya. Estamos en el pozo de Jacob, donde se centra la historia de Israel, el pozo donde empieza la revelación del mesías. Sin una historia de fondo de amor en libertad creadora carece de sentido la historia humana. 

(10) Éste es un pasaje clave de mística y de historia cristiana, un pasaje que nos abre al infinito de la Vida. Teresa de Jesús reflexionó sobre las formas de sacar agua del pozo de Dios y de la vida. Gustavo Gutiérrez ha escrito un bello libro titulado: “Beber del propio pozo”. Yo poco puedo aportar, a no ser mi pequeña experiencia bíblica. Yo mismo he desarrollado el tema en Gran Diccionario de la Biblia.

ELEMENTOS PARA UN COMENTARIO MÁS AMPLIO

 (Imagen: Retablo catedral vieja Salamanca). Jn 4 ofrece una exposición simbólica, pero de fondo histórico, de aquello que debió ser la predicación cristiana en Samaría, con recuerdos y argumentos antiguos y, sobre todo, con la reflexión teológica que surgen a partir de la misión de Samaría.   

(1) El pozo de Jacob. El episodio se produce en un lugar cargado de simbolismo. Ciertamente, existió y existe ese pozo, pero no tiene importancia en el AT. El evangelio de Juan lo introduce como lugar simbólico de encuentro, vinculado a  la heredad que Jacob dio a su hijo José (cf. Gen 33,18-20).   Éste es, como digo, un pozo teológico, en la línea de las tradiciones antiguas de los “pozos matrimoniales” y en la línea de la tradición de Pablo (de fondo rabínico), en la que se habla de una “roca mesiánica” de la que brota el agua de vida para todos los que forman parte del pueblo de Dios (cf. I Cor 10.1-3).  

(2) Llega una mujer. Es una mujer concreta (sin nombre, una mujer sin más, como  la Madre de Jesús en el Evangelio de Juan, en Caná y en la Cruz). Pero es también una “encarnación” de los samaritanos antiguos y de la nueva iglesia cristiana de Samaria. En ese sentido, ella se ha convertido en figura simbólica  para exponer el encuentro del Mesías judío con Samaria, la prostituta, la infiel, la adultera Samaria denunciada por los profetas antiguos desde Amós y Oseas, en el siglo VIII a. C.

(3) Es una mujer con dos sentidos, conforme al estilo del evangelio de Juan, donde muchos personajes e historias tienen varios sentidos. (a) Ella es “Samaría”, toda la historia del gran Israel que los judíos han excluido, diciendo que es herética. Ellos, los “orgullosos” judíos de Jerusalén son sólo “dos” tribus. Jesús, en cambio, ha querido reunir a las doce tribus, a todos Israel, por eso necesita venía a Samaría. (b) Pero, al mismo tiempo, esta samaritana puede y debe haber sido una mujer concreta que, según el evangelio de Juan, ha promovido la misión en Samaría (a diferencia del libro de los Hechos que pone de relieve en este contexto la misión de Felipe).

(4) Un problema de marido: Vete, llama a tu marido y vuelve acá.  En un sentido, ella no tiene marido, porque el marido es Dios, y ella le ha dejado… Ella no es, por tanto, una prostituta normal de la tierra (a las que Jesús quería y acogía, como a los publicanos…), sino una prostituta teológica, conforme al mensaje de los profetas, desde Oseas hasta Ezequiel: una mujer (un pueblo) que no ha logrado amar plenamente a Dios y al Cristo de Dios.

(5) Bien has dicho que no tienes marido, porque has tenido cinco maridos y el que ahora tienes no es marido tuyo.  Esta  referencia a la prostitución viene de los antiguos profetas de Samaría (como Oseas) o de su entorno (como Jeremías). El ser humano está hecho para ser amado y amar a Dios, que es la vida, en honestidad, en ternura, en fidelidad, en libertad…, pero los judíos (y samaritanos) se han prostituido.          En esa línea, los cinco maridos “falsos” de los samaritanos pueden interpretarse de diversas formas: (a)  Los samaritanos admitían solo los cinco libros del Pentateuco (no admitían a los profetas…, no tenían la Biblia entera).(b) Los asirios habían traído a Samaria colonos que procedían de cinco ciudades de la alta Mesopotamia. Ellos fueron maridos falsos para los israelitas. (c) Los nuevos colonos y los samaritanos  construyeron cinco ≪lugares altos≫, es decir, cinco templos o santuarios, aunque el más importante era el del Garicim (cf. Fontana Elboj). 

(6) Dame de beber (dos moi piein).  Sorprendentemente, en vez de empezar dándole agua a la mujer de Samaría, Jesús empieza pidiéndole agua (a una mujer aparentemente de vida dudosa). Él viene rechazado de la tierra de los judíos (de Jerusalén y de su templo, donde ha venido a verle de noche Nicodemo…), y quiere ser acogido en Samaria, a pleno sol de medía, pidiendo agua, amor, a una mujer (quizá en la línea del Shema de Dt 6, 4‒6 donde es Dios el que pide a los hombres que le amen). Repito la idea: Los suyos se han ido por pan (sólo les importa la comida). Jesús queda en el centro de todas las miradas, junto al pozo, donde vienen las mujeres de toda  Samaría… y pide agua, quiere ser amad.

(7) Jesús no empieza diciendo “yo te daré” sino ¿quieres darme? Ésta es la novedad radical del pasaje, un tema teológico central del evangelio de Juan. Jesús no empieza diciendo “yo te daré”, sino “dame tú”, domo Dios‒mesías, que quiere ser amado. Jesús pide amor (es decir, pide agua) a una mujer en Samaría, quiere que ella sea la que empiece así a crear Iglesia. La novedad de la misión cristiana empieza así, en el momento y lugar en que Dios (el Cristo de Dios) busca amor sobre la tierra.  Jesús, judío, empieza pidiendo agua a una samaritana; Jesús, mesías de Dios, empieza pidiendo acogida a un pueblo que parece alejado. 

(8) La mujer defiende su propia tradición israelita (no judía): ¿Eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio el pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?Como he dicho, este es un pozo real, pero no forma parte de la tradición del Antiguo Testamento… Es el pozo que esta mujer identifica, en ese momento, con la tradición israelita de su pueblo, añadiendo:   Nuestros padres adoraron en este monte (están bajo el Garicim) y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar. Se trata de buscar y encontrar la verdadera tradición.

(9) Ni aquí ni en Jerusalén, en espíritu y verdad… Por un lado, Jesús admite las dos tradiciones (del Garicim y de Jerusalén), y con ellas todas las tradiciones de los hombres (aunque poniendo de relieve la suya, la de los judíos, según añade una glosa quizá posterior: “aunque la salvación viene de los judíos…”.  Jesús responde de un modo radical: Ni aquí ni allí (o aquí y allí, y en todas partes…), pero siempre que sea en Espíritu y verdad…

(10) Esperando al Taeb. La samaritana descubre que Jesús es un/el profeta, porque ha descubierto e iluminado su historia de amor. La mujer busca y espera al profeta “samaritano”, prometido y anunciado por el Pentateuco (Dt 18, 15; cf. Hch 3, 22). Los samaritanos esperaban, según eso, un nuevo Moisés, legislador, salvador completo, no un Mesías rey como el de los judíos. En esa línea, ellos esperaban al  Taheb, que significa en hebreo el que retorna, un profeta semejante a Moisés, el maestro de la Ley que restauraría el culto y elevaría la vida de los hombres.

(11) Una esperanza sangrante… Los judíos de Jerusalén (y los de Galilea) tenían en su Biblia muchos profetas… Los samaritanos sólo tenían como biblia el Pentateuco, y así fundaban sus esperanzas mesiánica en el texto citado de Dt 18, 15 (un profeta como yo os mandará Dios…) y en el gran Cántico de Moisés (Dt 32,1-47) donde se evoca y promete también la llegada de ese Taheb, el restaurador de todas las cosas; cuando él venga se restaurará el santuario del monte Garizin, Dios castigará a los impíos y pemiará a los justos (Dt 32.32-35).

(12) En una época de sufrimiento y rebeliones. La Biblia Judía presenta la historia «sagrada» desde Jerusalén y define a los judíos como los buenos y a los samaritanos como malos. Pues bien, esa visión resulta no sólo parcial sino injusta. Era mentira decir que los samaritanos eran malos y los judíos buenos.  Los “asmoneos” (macabeos judíos) habían oprimido de modo cruel a los samaritanos… y lo mismo hacían los romanos. Por eso, en tiempos de Jesús y de la Samaritana muchos samaritanos esperaban la liberación…, con gran piedad, como Jesús. Sólo en el momento en que superemos un tipo de orgullo judío/jerosolimitano y cristiano…, recuperando la tradición de esta mujer samaritana que busca amor y confía en Jesucristo podremos crear iglesia (podrán crearla ante todo las mujeres).

(13) La rebelión de los samaritanos, para entender a Jesús y a la samaritana. En tiempos de Jesús (de Poncio Pilato, entre el 26‒36 d.C.) se produjo una de las mayores rebeliones de los samaritanos  contra de los Romanos, esperando la llegada del Profeta de Dios. En este entorno ha de entenderse la conversación de Jesús y de la samaritana, en el comienzo de la Iglesia. No estamos ante un idilio de flores, como podría parecer por el texto de Jn 4, sino ante un tiempo recio y sangrante de esperanzas, protestas, sublevaciones y opresiones. Así dice Flavio Josefo:

Pero tampoco el pueblo de los samaritanos dejo de cometer disturbios. En efecto, los revolvió un hombre que no daba importancia alguna al mentir y que urdía cualquier cosa para halagar a la masa. En consecuencia les mando que se reunieran con él en la cima del monte Garizin, considerado por ellos el más sagrado de los montes, puesto que les aseguraba que, si acudían allí, les mostraría los objetos sagrados sepultados en aquel lugar, siendo Moisés, según él, quien los había enterrado en aquel sitio. Y los samaritanos, considerando creíble su información, tomaron las armas y, asentados en cierta aldea de nombre Tirazana, acogían a los que se iban incorporando, con intención de efectuar la subida a la cima de la montaña con una nutrida multitud. Pero antes de que ellos hubieran conseguido subir a la montaña, se les anticipo y les tomó la delantera Pilato con el envió de soldados de caballería y de infantería quienes […] mataron a unos y pusieron en fuga a otros […]. Y a los principales cabecillas, así como a los más influyentes de los que pretendieron huir los mató Pilato (Antiguedades judísJ XVIII 85-87; traducción de J. Vara, Madrid, 1997).(Este relato de Josefo es muy sesgado, como todo lo de Josefo, pero puede ayudarenos a entender el trasfondo de Samaria). 

AMPLIACIÓN

              Pues bien, desde ese fondo Jn 4 presenta a la samaritana como la primera de todos los que, estando más allá de las barreras de Israel, han comenzado a creer en Jesús y han propagado su evangelio. Ciertamente, siendo mujer y pecadora, puede presentarse como signo de Samaría y de la humanidad entera, conforme a una imagen que es corriente en la teología de Israel (cf Ez 16;23). Pero, al mismo tiempo, ella aparece en Jn 4 como una persona concreta que ha escucha a Jesús y ha expandido su palabra. Por eso deja el cántaro del agua, vuelve a la ciudad y dice a sus paisanos. «Venid, ved al hombre que me ha dicho todolo que hice ¿no será el Cristo?» (Jn 4, 30)

De esta forma, la Samaritana actúa como la primera profetisa de Jesús en el camino de la iglesia: es profetisa porque pone a los hombres en contacto con Jesús, el gran profeta (cf Jn 4, 19. 25) y mesías de la humanidad. En este sentido se pueden comparar y completar su figura con la madre de Jesús La samaritana conduce a sus paisanos hacia aquel lugar donde culmina el camino de la humanidad, más allá de las antiguas divisiones que separan a Jerusalén del Garicím, montaña santa de los samaritanos: ahora no se debe adorar a Dios ni en Sión ni en ese monte, porque los verdaderos adoradores han de hacerlo en espíritu y verdad (Jn 4, 19-23). En este sentido, la samaritana es el primer apóstol mesiánico: la primera persona que transmite un evangelio universal de salvación más allá del judaísmo.

             La samaritana precede a los mismos apóstoles que cosecharán donde otros han sembrado (Jn 4, 37-38). Esta mujer samaritana de nombre desconocido es dentro de la iglesia del discípulo amado la primera persona que ha expandido el mensaje de Jesús. Siendo símbolo de Samaría y de la misma humanidad necesitada, ella ha sido una persona concreta, una mujer apóstol que precede a todos los restantes apóstoles del Cristo en el principio de la iglesia.

            En el fondo del apostolado cristiano (de la estructura posterior de la iglesia) hallamos a esta mujer. Ella rompe todos los esquemas genealógicos de los varones patriarcalistas, que rechazan el valor de su buena simiente y rechazan a las «prostitutas». Ella iguala a todos los humanos (varones y mujeres) en el camino de la esperanza y misión cristiana.

APENDICE, SAMARITANOS Y JUDÍOS:

Desde su propia perspectiva, los samaritanos actuales forman el grupo israelita más antiguo, que ha permanecido fiel a las creencias tradicionales de los hebreos (que habrían sido transformadas por los judíos de Jerusalén). Ellos (los samaritanos) conservan el Pentateuco, como testimonio de sus orígenes y como sentido y expresión de su fidelidad a Dios. Pero rechazan el resto de la Biblia judía (libros históricos, proféticos…), porque habría sido escrita desde la perspectiva partidista de los jerosolimitanos. Lógicamente, ellos afirman que los innovadores han sido los judíos (judaísmo*), que han reformulado y trasformado las tradiciones de Israel desde una perspectiva particular, centrada en el templo de Jerusalén y en el particularismo judío. Desde ese fondo se entiende el despliegue de los samaritanos.

(1) Historia. Los samaritanos son los herederos de la historia de de los israelitas del centro y norte de Palestina, vinculados en especial al santuario de Siquem (hoy Nablus), donde se recogieron las tradiciones básicas de la alianza, según el libro de Js 24 y Dt 27 (entre el Ebal y el Garizim). No aceptaron la centralización judía, impuesta desde Jerusalén, y por eso, tras la muerte de Salomón (en torno al 926 a. C.), constituyeron su propio reino, según las tradiciones antiguas, que se vinculaban a los diversos santuarios de la tierra. Ellos formaron el verdadero Reino de Israel (llamado Reino de Samaría, por su nueva capital, cerca de Siquem), con sus grandes profetas y reformadores (como Elías, Eliseo y Oseas). Fueron conquistados por los asirios (el 721 a. C.), perdiendo así su independencia política y algunos de ellos fueron desterrados, pero la mayoría permaneció en la tierra de sus antepasados, conservando básicamente su religión, aunque con ciertas mezclas de paganismo (lo mismo que en Judea). En ese tiempo mantuvieron y cultivaron la conciencia de la unidad religiosa del conjunto de Israel.

Ruptura con (del) judaísmo. Tras la conquista de los persas, la élite judía más concienciada volvió del exilio de Babilona, construyendo su propia comunidad sacral (elitista, endogámica) en torno al templo de Jerusalén (del 515 al 333 a.C.), en contra de los samaritanos. De todas formas, las relaciones fueron aún bastante fluidas, pues la rama liberal de los judíos optaba por un pacto con los samaritanos, ratificado por el hecho de que unos y otros redactaron y aceptaron una misma Ley básica o Pentateuco (con muchos influjos samaritanos), una Ley en la que no aparece ningún elemento específico del judaísmo posterior centrado en el templo de Jerusalén. Pero acabó triunfando la rama dura de los judíos (y quizá también la línea más intransigente de los samaritanos), lo que llevó a la separación fáctica de las dos comunidades hermanas, dotadas de una misma Ley, y a la constitución de dos santuarios distintos, el de Jerusalén y el del Monte Garizím, sobre Siquém. Esta situación se mantuvo y se ratificó tras la conquista de Alejandro Magno (333 a.C.) y, especialmente, tras la rebelión de los macabeos*, que se opusieron a la comunidad samaritana. Sólo entonces, a partir de la unción real de los sacerdotes  asmoneos (tras el 152 d.C.) se consumó la ruptura y se abrió un foso ya insalvable entre israelitas judíos e israelitas samaritanos (que sólo aceptan el Pentateuco y no los libros proféticos y sapienciales de la Biblia judía). Los judíos “re-judaizan” la zona norte (Galilea), pero los samaritanos mantuvieron su independencia religiosa, como aparece con toda claridad en el Nuevo Testamento.

 Pervivencia posterior. La separación se ha mantenido hasta el día de hoy. Durante cierto tiempo, los samaritanos fueron bastante activos y mantuvieron no sólo su presencia en Palestina, sino que se expandieron por diversos lugares del oriente. En la Edad Media constituyeron una comunidad floreciente, con su propia literatura y tradiciones. Pero después, poco a poco, fueron perdiendo fuerza, por falta de creatividad interna y por la presión musulmana del entorno. En la actualidad son una comunidad reducida, de menos de mil miembros, que han seguido viviendo bajo el monte Garizim y en un poblado nuevo de Holón (junto a Tel Aviv). Mantienen su Pentateuco (una de las fuentes más importantes para el estudio de la Biblia Judía) y sus tradiciones, centradas sobre todo en la celebración de la pascua en el Monte Garizim, conforme a un ritual antiguo.

(2) Teología básica. Visión cristiana. Los samaritanos se consideran hebreos e israelitas; más aún, ellos se creen los verdaderos israelitas y añaden que la separación viene de los judíos, que construyeron un santuario opuesto al de Siquem (y del Monte Garizim), primero en Silo y después en Jerusalén. Así quieren presentarse como los verdaderos herederos de Jacob y de José, vinculados a Siquem, su ciudad sagrada, manteniéndose fieles a la indicación de Dt 27, 4, donde se habla del monte Garizim (cf. también Jos 24, 33). Los puntos centrales de su fe son la confesión de Yahvé como Dios único y el seguimiento de Moisés como verdadero profeta. Ellos se comprometen a cumplir la Ley de Moisés y toman el Monte el monte que está sobre Siquem como espacio sagrado, lugar de presencia especial de Dios (cf. Gen 28, 17 e incluso Jos 9, 37).

      Desde la perspectiva cristiana resulta importante la parábola donde el “buen samaritano”, contrapuesta al sacerdote y levita de Jerusalén, de quienes se dice que no saben o no quieren ayudar al hombre herido, al borde del camino (cf. Lc 10, 25-37). La mujer samaritana de Jn 4, 5-42 aparece como ejemplo de creyente, que no sólo espera al Mesías que vendrá, sino que está dispuesta a creer en Jesús como Mesías (un Jesús que le dice que ya no importan ni Jerusalén, ni el Garizim, sino el Dios a quien se adora en espíritu y verdad). Finalmente, en Hch 8, 4-19 se habla de la primera misión cristiana en Samaría, con el surgimiento de una iglesia de samaritanos, de la que después no sabemos prácticamente nada (a no ser que sus miembros se integraran en la comunidad del Discípulo Amado, del Evangelio de Juan).

Cf. A. D. Crown (ed.), The Samaritans, Mohr, Tübingen1989; F. Dexinger y R. Pummer (eds.), Die Samaritaner (WdF 604), Darmstadt 1992; I. Hjelm, The Samaritans and early Judaism. A literary Analysis (JSOTS 303), Sheffield 2000; M. Kartveit, The Origin of the Samaritans (VTS 128), Leiden / Boston 2009; J. Zangenberg, Berg des Segens, Berg des Streits. Heiden, Juden, Christen und Samaritaner auf dem Garizim, ThZ 63 (2007) 289-309

Hacia una Iglesia samaritana y cuidadora de la Naturaleza

Iglesia samaritana

«Todo parece indicar que el virus es un contra-ataque de la Madre Tierra a raíz de la secular agresión que los poderosos le hicieran devastando enteros ecosistemas en función de la acumulación de bienes materiales»

«La Madre Tierra nos quiere decir: paren este tipo de relación violenta contra mí que les doy cotidianamente todo lo que necesitan para vivir. En caso contrario, vendrán otros virus más dañinos y eventualmente el Gran Virus (The Next Big One) contra el cual las vacunas serán ineficaces y gran parte de la biosfera podrá verse peligrosamente afectada»

«Con el viraje hacia el paradigma del frater, del hermano y de la hermana, se abre una ventana de salvación»

«Hoy día el mayor problema de la humanidad no es ni el económico, ni el político, ni el cultural, ni el religioso, sino la falta de solidaridad con otros seres humanos que están a nuestro lado»

Por Leonardo Boff

Antes de abordar el tema –Hacia una Iglesia samaritana y cuidadora de la Naturaleza– pretendo hacer dos observaciones:

– La primera: ¿qué mensaje la Madre Tierra nos quiere comunicar con la intrusión del Coronavírus?

– La segunda: la confrontación de dos paradigmas civilizatorios: del dominus y del frater: ¿cuál es su significado para la actual crisis generalizada?

Vamos a la primera observación: más allá de las vacunas y de todas las precauciones contra la diseminación del vírus, hay que preguntarse: ¿de dónde viene el vírus? Todo parece indicar que el vírus es un contra-ataque de la Madre Tierra a raiz de la secular agresión que los poderosos le hicieran devastando enteros ecosistemas en función de la acumulación de bienes materiales. En otras palabras, es una respuesta al antropoceno y al necroceno. Tocamos los limites ecológicos de la Tierra al punto de que necesitamos más de un planeta y medio para atender al consumo y especialmente al consumismo suntuoso de una pequeña porción de la humanidad.

La Madre Tierra nos quiere decir: paren este tipo de relación violenta contra mí que les doy cotidianamente todo lo que necesitan para vivir. En caso contrario, vendrán otros virus más dañinos y eventualmente el Gran Virus (The Next Big One) contra el cual las vacunas serán ineficaces y gran parte de la biosfera podrá verse peligrosamente afectada. O vendrán otros eventos extremos como grandes catastrofes ecologico-sociales. 

Todo está indicando que tal mensaje no está siendo oído por los jefes de Estado, los directores de las grandes corporaciones multinacionales y por la población en general. Si lo escucharan, tendrían que cambiar su modo de producción, las ganancias absurdas y perder sus privilegios.

Hay que reconocer que la Covid-19 cayó como un meteoro rasante sobre el capitalismo neoliberal desmantelando sus mantras: el lucro,  la acumulación privada, la competencia, el individualismo, el consumismo, el Estado reducido al mínimo y la privatización de la cosa pública y de los bienes comunes. 

Mientras, planteo inequívocamente la disyuntiva: ¿vale más el lucro o la vida? ¿Debemos salvar la economía o salvar vidas humana? Si hubiéramos seguido tales mantras todos estaríamos en peligro.

Lo que nos ha salvado fue lo que le falta al capitalismo: la solidaridad, la cooperación, la interdependencia entre todos, la generosidad y el cuidado mutuo de la vida de unos y otros y de la naturaleza.

Segunda observación: El presente caos sanitario, ecológico, social, politico y espiritual es la consecuencia derivada del paradigma que ha dominado  en los últimos tres siglos de nuestra historia, ahora globalizada. Los padres fundadores de la Modernidad del siglo XVII entendían el ser humano como el dominus, el maître et possesseur de la naturaleza y no como parte de ella. Para ellos la Tierra carece de propósito y la naturaleza no tiene valor en sí misma, sino que está solo ordenada al ser humano que puede disponer de ella a su antojo. Este paradigma ha modificado la faz de la Tierra, trajo innegables beneficios, pero en su afán de dominar todo, ha creado el principio de autodetrucción de sí mismos y de la naturaleza con armas químicas, biológicas y nucleares.

El fin del mundo ya no es cosa de Dios, sino del proprio ser humano que se ha enseñoreado de la propia muerte. Llegamos a tal punto que el Secretario General de la ONU, António Guterrez dijo recientemene en un encuentro en Berlín sobre el calientamento global que crece de forma no prevista: “Solo tenemos esta elección: la acción colectiva o el suicidio colectivo”.

De cara al paradigma del dominus el Papa Francisco en la encíclica Fratelli tutti propone otro paradigma: el del frater el hermano y la hermana, él de la fraternidad universal y de la amistad social (n.6; 128). Desplaza el centro: de una civilización técnico-industrial, antropocéntrica e individualista a una civilización de la solidaridad, de la preservación y del cuidado de toda la vida.

Sabemos, por datos de la ciencia, que todos los seres vivos tienen en común el mismo código genético de base, los 20 aminoacidos y las mismas cuatro bases nitrogenadas, desde la célula más primitiva de 3,8 mil millones de años, pasando por los dinosaurios, los caballos y legándonos a nosotros. Por eso somos de hecho, y no retórica o místicamente, hermanos y hermanas. Esto lo reafirma la Carta de la Tierra así  como las dos encíclicas ecológicas del Papa Francisco.

Estos dos paradigmas están hoy altamente confrontados. Si seguimos el paradigma del señor y dueño que usa el poder como dominación de todo, hasta de las últimas dimensiones de la materia y de la vida, vamos seguramente al encuentro de un armagedón ecológico, con el riesgo de exterminar la vida en la Tierra.

 Sería el justo castigo por las ofensas y heridas que hemos infligido a la Madre Tierra por siglos y siglos. Ella seguirá su curso alrededor del sol pero sin nosotros.

Con el viraje hacia el paradigma del frater, del hermano y de la hermana, se abre una ventana de salvación. Superaremos la visión apocalíptica de la amenaza del fin de la especie humana, por una visión de esperanza, de que podemos y debemos cambiar de rumbo y de ser de hecho hermanos y hermanas dentro de la misma Casa Común, la naturaleza incluída. Sería el bien vivir y convivir del ideal andino, en armonía entre los humanos y con toda la naturaleza.

Este es el contexto dentro del cual se debe situar la acción de la Iglesia que se propone ser samaritana y cuidadora de todo lo que existe y vive.

El Papa Francisco de Roma, inspirado por el otro Francisco, él de Asís, se dió cuenta de la gravedad de la situación dramática del sistema-Tierra y del sistema-vida, y formuló una respuesta. En la Laudato Sì: cómo cuidar de la Casa Común invitó a todos a “una conversión ecológica global” (n. 5), además, “una pasión por el cuidado del mundo”…”una mística que nos anima, impele, fomenta y da sentido a la acción personal y comunitaria”(n. 216). En la Fratelli tutti fue todavia más radical: “estamos en el mismo barco, o nos salvamos todos o nadie se salvará”(n.32)

Creo que los elementos de las dos encíclicas ecológicas del Papa Francisco pueden servirnos de inspiración para realizar la misión de ser samaritanos y cuidadores de toda vida.

Pero lo primero es por dónde empezar. Aquí el Papa revela su actitud básica, repetida a menudo a los encuentros con los movimientos sociales sea en Santa Cruz de la Sierra en Bolivia, sea en  Roma:

 «No esperéis nada de arriba porque siempre viene más de lo mismo o todavía peor; empiecen por ustedes mismos», “desde abajo, desde cada uno de vosotros, a luchar por lo más concreto y local, hasta el último rincón de la patria y del mundo» (Fratelli n. 78). El Papa sugiere lo que hoy es la punta de la discusión ecológica mundial: trabajar la región, el biorregionalismo que permite la verdadera sostenibilidad, con una agroecología, una democracia popular y participativa que humaniza las comunidades y articula lo local con lo universal (Fratelli n. 147).

Dios es un «buen samaritano»

De la mano de la parábola del Buen Samaritano, hace un análisis riguroso de los diversos personajes que entran en escena y los aplica a la economía política, culminando con la pregunta: “¿con quién te identificas (con el herido del camino, con el sacerdote, con el levita o con el extranjero, el samaritano, despreciado por los judíos)? Esta pregunta es cruda, directa y decisiva. ¿A cuál de ellos te pareces?” (Fratelli n.64).        El Buen Samaritano se convierte en modelo del amor social y político (n. 66).

Eso me hace recordar lo que decía siempre el gran obispo de los indigenas de Chiapas en México, tan mal comprendido por Roma, Monseñor Samuel Ruiz: “Esta es la pregunta que el Juez Supremo hará a cada uno en el término de su vida: de qué lado estuviste? ¿A quién has defendido? ¿Qué personas has elegido?” En la contestación a estas preguntas se decide el destino humano.

Como nunca antes en la historia la Iglesia, sea local, sea universal, debe mostrarse samaritana porque son millones y millones los caídos en los caminos, muriendo de hambre o de las enfermedades del hambre. Es cruel constatar que 1% de la humanidad tiene más riqueza que 4,6 mil millones de personas. Son inhumanos y sin piedad.        En este campo, en todos los países las Iglesias se han mostrado samaritanas, especialmente, con los más vulnerables. Una ola inmensa de solidaridad se ha mostrado en los movimientos cristianos que han ofertado centenares de toneladas de productos agroecológicos y millones de platos de comida a los marginados en las periferias de las ciudades.

Curiosamente el Papa Francisco, en el arco del nuevo paradigma de la fraternidad universal y del amor social, confiere una significación política a dimensiones que siempre fueron tratadas en el campo de la subjetividad, como la ternura, el cuidado y la amabilidad. Afirma que “en la política hay lugar para el amor con ternura: a los más pequeños, a los más débiles, a los más pobres; ellos deben enternecernos y tienen el ‘derecho’ de llenar nuestra alma y nuestro corazón; sí, son nuestros hermanos y hermanas y como tales debemos amarlos y tratarlos de esta manera” (Fratelli n. 194). 

Se pregunta qué es la ternura y responde: “es el amor que se hace cercano y concreto; es un movimiento que procede del corazón y llega a los ojos, a los oídos, a las manos” (n.196). 

Igualmente define la amabilidad en su aspecto politico que significa “un estado de ánimo que no es áspero, duro, rudo, sino afable, gentil, que sostiene y conforta.           La persona que posee esta cualidad ayuda a los demás a hacer más llevadera su existencia» (Fratelli n. 223).

Este es un desafío para los políticos, hecho también a los obispos y sacerdotes: hacer la revolución de la ternura. De la misma forma ve en la solidaridad una forma “de cuidar de la fragilidad humana” (Fratelli n.115).

La esencia de la Iglesia, cuyas raíces se encuentran en la comunión de las tres divinas Personas, reside en la communio y no en la sacra potestas es decir en su estructura jerárquica y piramidal. El Papa Francisco, especialmente en la Laudato Sì lo traduce en términos de la moderna ecología y fisica cuántica: un hilo conductor recorre todo el texto, sosteniendo “que todo está relacionado y no existe nada fuera de la relación (LS nn. 117 y120). Aquí reside el primado de la communio como valor ecológico y principalmente eclesiológico.

La misión de la Iglesia es construir puentes, puentes afectivos entre todos y con la naturaleza. Es rehacer las relaciones rotas por el individualismo de la cultura del capital. De hecho, la bioantropología y la psicología evolutiva han dejado claro que la esencia específica del ser humano es cooperar y relacionarse con todos. No hay ningún gen egoísta, formulado por Dawkins a finales de los 60 del siglo pasado sin ninguna base empírica. Todos los genes están interrelacionados entre sí y dentro de las células. En este sentido, el individualismo, valor supremo de la cultura del capital, es antinatural y no tiene ninguna sustentación biológica.

El Movimiento Laudato Si’ abre la inscripción para el programa Animadores

Otro punto fundamental en la misión samaritana de la Iglesia es el cuidado por todo lo creado. El cuidado esencial pertenece a todos los seres vivos y, según la antigua fabula del cuidado, del esclavo Higinio, profundizada por Martin Heidegger en su Ser y Tiempo, el cuidado es la esencia de lo humano sin el cual nadie  subsistiría. No necesito narrar la fábula porque la trabajé en profundidad en mi libro que está en español: Saber cuidar: ética de lo humano y compasión por la Tierra. 

El cuidado es, además, una constante cosmológica: las cuatro fuerzas que sostienen el universo (la gravitatoria, la electromagnética, la nuclear débil y la nuclear fuerte) actúan sinérgicamente con extremo cuidado sin el cual no estaríamos aquí reflexionando sobre estas cosas.

El cuidado supone una relación amiga de la vida, protectora de todos los seres porque los ve como un valor en sí mismo, independiente del uso humano. Fue la falta de cuidado de la naturaleza, devastándola, lo que hizo que los virus perdieran su hábitat, conservado durante miles de años y pasaran  al ser humano. Todo lo que cuidamos, lo amamos y todo lo que amamos, lo cuidamos. 

El ecofeminismo ha aportado una contribución significativa a la preservación de la vida y de la naturaleza con la ética del cuidado, porque el cuidado adquiere una especial densidad en las mujeres.

Otro punto fundamental en la misión de la Iglesia es la solidaridad. Está en el corazón de nuestra humanidad y de suyo es un valor eclesiológico como se pude constatar en las comunidades de la Iglesia primitiva y yo añadiría en las comunidades eclesiales de base que están por todas las partes de la Iglesia.

Los bioantropólogos nos han revelado que cuando nuestros antepasados antropoides buscaban sus alimentos, no los comían aisladamente. Los llevaban al grupo y servían a todos empezando por los más jóvenes, después a los mayores y luego a todos los demás. De esto surgió la comensalidad y el sentido de cooperación y solidaridad. Fue la solidaridad la que nos permitió dar el salto de la animalidad a la humanidad. Lo que fue válido ayer también vale para hoy.

Esta solidaridad no existe sólo entre los humanos. Es otra constante cosmológica: todos los seres conviven, están involucrados en redes de relaciones de reciprocidad y solidaridad de forma que todos puedan ayudarse mutuamente a vivir y co-evolucionar. Incluso el más débil, con la colaboración de otros subsiste, tiene su lugar en el conjunto de los seres y coevoluciona.

El sistema del capital no conoce la solidaridad, solo la competición que produce tensiones, rivalidades y verdaderas destrucciones de otros competidores en función de una mayor acumulación. Tiene una tendencia suicida.

Hoy día el mayor problema de la humanidad no es ni el económico, ni el político, ni el cultural, ni el religioso, sino la falta de solidaridad con otros seres humanos que están a nuestro lado. El capitalismo no ama la persona, solo su capacidad de producción y de consumo.

Como cristianos y cristianas en el seguimiento de Jesús, debemos hacer del hecho de la solidaridad esencial, un proyecto, vale decir, una opción conciente: solidarios a partir de los últimos e invisibles, de aquellos que no cuentan para el sistema imperante y son considerados como ceros económicos y prescindibles. Aqui reside la base espiritual y teologal de la Teologia de la Liberación, cuyo eje central es la opción por los pobres, contra su pobreza y a favor de su liberación.

¿Cuál es el proyecto de sociedad soñado por el Papa Francisco, fundado en la fraternidad universal y en el amor social? Lo que resulta de sus textos y pronunciamientos es una sociedad biocentrada. La vida con toda su diversidad detiene la centralidad. La economía y la política están a su servicio para que esta vida se mantenga en la Tierra, Tierra esta entendida como viva, la Magna Mater de los antiguos, la Pachamama de los andinos y la Gaia de los modernos.

Pachamama

Todo esto no puede ser apenas un proyecto formulado intelectualmente utilizando todos los recursos técnicos y científicos a nuestra disposición. Tenemos que incorporar algo fundamental: la razón cordial o sensible. En este tipo de inteligencia reside el mundo de las excelencias, que nos mueve y nos propicia una ética, una espiritualidad y el cuidado de tal forma que construímos un lazo afectivo con nuestra Madre Tierra. 

La razón intelectual, importante para dar cuenta de la complejidad de nuestras sociedades, tiene solo unos 7-8 millones de años. La razón cordial o sensible tiene como dos cientos y veinte millones de años e irrumpió cuando surgieron los mamiferos en el proceso de la evolución. La madre al dar a luz a su cría, la ama, la cuida y la defiende. Nosotros, los humanos, somos mamíferos racionales, penetrados de afecto, de cuidado y de cariño con nuestros hijos y hijas.

Hoy esta dimensión afectiva está prácticamente ausente en los procesos técnico-científicos, típicos de nuestro paradigma moderno. Importa enriquecer la razón intelectual con la razón sensible y cordial para movernos a amar y cuidar de la Tierra y de la naturaleza. En su encíclica Laudato Sí el Papa Francisco muestra varias veces poéticamente esta razón cordial y sensible. Ve en San Francisco “el ejemplo  por excelencia del cuidado…. tenia un corazón universal” (LS n.10). En otro lugar dice con profunda sensibilidad cordial: “Todo está relacionado y todos nosotros, seres humanos, caminamos juntos como hermanos y hermanas en una peregrinación maravillosa….que nos une también con tierna afección al hermano Sol, a la hermana Luna, al hermano rio y a la Madre Tierra” (LS nn. 92 y 86).

Sin el rescate de los derechos del corazón no vamos a comprometernos en la salvación de los “commons”, ni vamos establecer una alianza afectiva con el hermano bosque, con la hermana agua, en fin, com todos los seres de la naturaleza de cual somos parte.

Unidos, corazón y mente, podemos dar sostenibilidad al proyecto de una civilización biocentrada. El próximo paso de la humanidad es empezar a dar cuerpo a este tipo de civilización, que podrá garantizar un futuro bienaventurado a la Casa Común, la naturaleza incluida.

‘Fratelli tutti’

Termino con una frase del libro de la Sabiduría, citado por el Papa en la enciclica Laudato Sì (n. 89):”Señor, tu amas todo cuanto existe, y no aborreces nada de lo que hiciste; pues, si odiaras algo, no lo hubieras creado… Tú eres indulgente con todas las cosas, porque todas son tuyas, oh Señor, amante de la vida (Sab 11,24-26).

Un Dios que es apasionado amante de la vida no va a permitir que sus hijos e hijas perezcan así miserablemente. Tenemos esperanza de que habrá cambios sustanciales en la conciencia de la humanidad, de cara a las amenazas que pueden exterminarla, que hará, en fin, “una conversión ecológica global” (LS n.5) y así seguiremos viviendo y resplandeciendo en este pequeño y radiante planeta Tierra, nuestra Gran Madre y Casa Común. 

Dixi et salvavi animam meam.

*Leonardo Boff, teologo, filosofo y escritor. Escribió: Ecología: grito de la Tierra-grito de los pobres, Trotta 2000;  con el cosmólogo Mark Hathaway, El Tao de la liberación: explorando la ecología de transformación, Trotta 2011. 

Comunicado del MOCEOP sobre la encíclica Fratelli Titti



Con gran satisfacción hemos recibido la encíclica “Fratelli tutti” de Francisco sobre la
fraternidad y la amistad social, inspirada en S. Francisco de Asís.
La carta rezuma valores evangélicos y nos actualiza el mensaje de Jesús para nuestro mundo actual desde lo personal, lo cotidiano, la política y las instituciones. Se trata de una opción profética, social y política (en el sentido más pleno de la palabra)

Es un texto esperanzado, que frente a las sombras de un mundo cerrado nos estimula a gestar un mundo abierto para todos con sentido universal; con el impulso comunitario se puede lograr una vida más digna y más bella donde todas las personas tengamos tierra, techo y trabajo, porque estamos convencidos de que o nos salvamos todos o no se salva nadie.

Apoyamos las palabras de Francisco porque transmiten convicción, humanidad, claridad. Podríamos decir que nos confirma en nuestra fe en el hermano, en el cuidado al herido, en la ternura social y política, en la propiedad privada con función social, en la dignidad de la vida sin pena de muerte y sin cadena perpetua, en la paz social y política sin peleas ni discusiones estériles.

En la encíclica Francisco pregunta varias veces para confrontar a los lectores consigo mismos: ¿qué puedo hacer yo en democracia, economía, justicia, derechos humanos, respeto? Ante este recordatorio de actitudes evangélicas nosotros nos preguntamos: ¿podríamos pasar de largo y no apoyar y difundir esta carta papal cuando llevamos años soñando con una sociedad apoyada en la libertad, igualdad y fraternidad, como reclama Francisco y como Jesús anuncia en su Evangelio?

Por eso desde MOCEOP valoramos enormemente esta encíclica por su gran contenido social. De llevarse a cabo el Mundo sería muchísimo más habitable, fraterno y justo sin duda, pues el Reino de Dios que predicó Jesús se cumpliría en nuestro Mundo actual. Habla del “amor político” como forma de participación, no tanto en la política partidista, cuanto en la participativa: valora los movimientos populares como “poetas de lo social”; hace falta soñar otro mundo posible y hacerlo desde abajo: “sin ellos la democracia se atrofia”.

Pero aun valorando positivamente esta encíclica, pensamos que falta aplicar todo esto al
interior de la Iglesia, de lo que Francisco apenas dice nada.

No puede haber relaciones fraternas en la Iglesia ni amistad social cuando existen jerarcas con posturas dictatoriales, sin admitir el diálogo, y se comportan como dirigentes superiores más preocupados por las operaciones inmobiliarias y financieras que de llevar a cabo una labor pastoral, siendo, como son, unos hermanos más con todos sus hermanos.

Para lograr la fraternidad y la amistad social en la Iglesia habría habría que cambiar algunas estructuras y modos de actuar eclesiales que constituyen “sombras de un mundo cerrado” como el Estado Vaticano, el Papa como jefe de Estado, nunciaturas, concordatos, privilegios financieros, títulos y tratamientos eclesiásticos, derecho canónico, liturgias ancestrales, dogmas inamovibles, propiedades y riquezas, desigualdad de la mujer, pues es escasa o nula la referencia a la perspectiva de género en todo el documento y que se cumplieran los derechos humanos dentro de la Iglesia

En Moceop queremos un Iglesia comunitaria, comunidad de comunidades de iguales; pobre y de los y las pobres, Iglesia en salida al servicio del Reino, Iglesia samaritana… Y apostamos por hacerla real desde pequeñas comunidades fraternales y sororales, desclericalizadas y serviciales.

Habría que sacar conclusiones de esta encíclica para aplicarlas a la Iglesia.

Agradecemos a Francisco que nos haya regalado esta magnífica encíclica tan social, tan llena de valores evangélicos y tan necesaria para ser aplicada en nuestro Mundo. Le animamos en su impulso renovador .…

Animamos a todos a su lectura para procurar llevarla a la práctica.

MOCEOP (Movimiento por el celibato opcional)