¿Cisma en Alemania?


El sector más ultra de la Curia vaticana pone trabas a la reformas progresistas impulsadas por la Iglesia alemana

Historia de Jesús Bastante 

Vientos de cisma en la Iglesia alemana. El sector más reaccionario de la Curia vaticana y los obispos más ultraconservadores de Alemania se han aliado para poner en jaque la evolución aperturista de de la Iglesia germana, una de las más avanzadas del mundo que pone en cuestión doctrinas supuestamente inamovibles como la bendición de parejas homosexuales, la comunión a los divorciados o una progresiva democratización en la Iglesia.

Esta evolución –su ‘Camino sinodal’– ha generado un pulso que enfrenta a tres poderosos cardenales vaticanos (que, además, aseguran tener detrás, sin pruebas, el respaldo del Papa) con la práctica totalidad de los obispos y laicos alemanes, que desde 2019, han emprendido un proceso de diálogo y consulta para contribuir, en la línea del Sínodo convocado por Francisco, a una Iglesia más participativa, abierta y con respuestas a los desafíos de hoy.

Un sector reaccionario del episcopado de Alemania ha logrado que Roma vuelva a negar legitimidad al órgano de debate de la Iglesia de Alemania. Esto ha llegado tras una polémica visita del noviembre pasado de los obispos alemanes a Roma donde se reunieron con el Papa Francisco. Pero, tras hablar con Bergoglio luego sufrieron una suerte de encerrona por parte del secretario de Estado, Pietro Parolin, el prefecto de Doctrina de la Fe, Luis Ladaria y el prefecto de la Congregación de Obispos, Marc Ouellet. Un trío conservador.

La visita acabó así sin acuerdo ya que los curiales, es decir, los conservadores, pidieron «suspender» el Camino Sinodal alemán, mientras que los obispos contestaron que el proceso seguía abierto, y no tenía por qué frenarse, .

La reciente nueva negativa vaticana hacia el camino alemán ha producido el bloqueo de toda posibilidad de acuerdo, a la espera de que Francisco consiga calmar la tempestad, o se pronuncie definitivamente.

¿Están obligados los obispos alemanes a participar en el Camino Sinodal? Esta fue la pregunta formal que presentaron, en diciembre, los obispos Rainer Maria Woelki, de Colonia; Bertram Meier, de Augsburgo; Stefan Oster, de Passau; Rudolf Voderholzer, de Ratisbona, y Gregor Maria Hanke, de Eichstätt, ante la Santa Sede. La respuesta, conjunta, de los cardenales Parolin, Ladaria y Ouellet fechada el 16 de enero no deja lugar a dudas: «Ni el Camino Sinodal, ni un organismo establecido por él, ni una conferencia episcopal tienen competencia para establecer el ‘Consejo Sinodal’ a nivel nacional, diocesano o parroquial». Bloqueo a la apertura germana.

Uno de los instigadores, el cardenal Woelki, que está siendo investigado por falta de precisión a la hora de gestionar casos de abusos y económicos en su diócesis, y que en 2022 estuvo medio año alejado de ella, acogió con satisfacción la carta de la Curia. El purpurado, en declaraciones a la prensa alemana, admitió haber pedido a Roma aclaración sobre si los obispos contrarios a la medida estarían obligados a participar en dicho proceso. Aunque admitió que las reformas planteadas por la Iglesia alemana «son sensatas y necesarias» aunque «sólo en determinadas condiciones».

En el otro lado, el grueso del episcopado alemán, cuyo presidente Georg Bätzing, reaccionaba publicando la nota de Parolin, Ladaria y Ouellet, y asegurando que «el Consejo Sinodal se moverá de acuerdo al mandato contenido, dentro del derecho canónico vigente». 

En el seno de la Iglesia alemana hay malestar por la iniciativa emprendida por los cinco prelados, pero también por la respuesta de los tres miembros de los dicasterios vaticanos con quienes la Plenaria del episcopado germano ya tuvo una tensa reunión el pasado mes de noviembre en Roma.

Y es que tanto Parolin como, especialmente, Ladaria y Ouellet, están en contra de los pasos aperturistas dados por el ‘Camino Sinodal Alemán’. Y la respuesta a unas «preguntas legítimas y necesarias» de estos cinco obispos, con el «conocimiento expreso y aprobación» del Papa Francisco, no hace sino ahondar la brecha existente entre quienes buscan una mayor libertad de opinión, y los que creen que eso significa romper con la comunión. 

Según la carta vaticana, los obispos habían preguntado si estaban obligados o autorizados a participar en el Comité Sinodal, porque la Santa Sede había dejado claro en junio pasado que ese foro no tenía poder «para comprometer a los obispos y a los fieles en la adopción de nuevas formas de gobierno y de nuevas orientaciones doctrinales y morales».

La misiva de Ladaria, Ouellet y Parolin añade que el Consejo Sinodal parece situarse «por encima de la autoridad de cada obispo en su diócesis», y se muestran «abiertos para la continuación de un diálogo más profundo» al que ya se inició durante la visita ad limina.

En respuesta, Bätzing tildó la preocupación vaticana de «infundada». «La Santa Sede ve el peligro de un debilitamiento del oficio episcopal, aunque yo experimento la consulta sinodal como un fortalecimiento de este oficio», señaló el presidente de los obispos alemanes, quien añadió que el debate con Roma se retomará «a su debido tiempo». 

Bätzing también reveló su asombro por el hecho de que el Vaticano hablara de «Concilio sinodal», aunque los obispos alemanes «todavía no han podido hablar con Roma sobre el contenido y los objetivos de la consulta sinodal a todos los niveles en la Iglesia de nuestro país».

«No se trata principalmente de cuestiones dogmáticas, sino de cuestiones de cultura sinodal vivida en la deliberación y la toma de decisiones conjuntas. Nadie cuestiona la autoridad del episcopado».

«Recogeremos la invitación de la carta para hablar oportunamente con Roma», finaliza la carta de Bätzing, que añade que «el proceso actual refuerza mi conciencia de que la cooperación iniciada en el Camino Sinodal debe continuar para adquirir experiencia de responsabilidad compartida. No podemos delegar estas experiencias. Por ello, agradezco que gran parte del Consejo Permanente haya reafirmado la voluntad de aplicar la decisión de la Asamblea Sinodal sobre el Comité Sinodal y de iniciar las consultas».

La mayoría de los obispos alemanes dispuestos a la reforma justificaron su participación en la «vía sinodal» y la consiguiente pérdida de poder diciendo que era una expresión de su autoridad episcopal renunciar voluntariamente al poder, argumento que no se recoge en los argumentos del Vaticano. Por el momento, la crisis parece lejos de cerrarse.

Entrevista a la presidenta del Comité Federal de Cristianos Socialistas

Rosa Aguilar: «A la extrema derecha no le gusta el Papa, son católicos a la carta»

«Como cristianos y socialistas, hacemos aportaciones, hacemos propuestas, participamos en los debates y damos nuestras opiniones. Esto es tremendamente importante, e indica que entre cristianismo y socialismo no solo es posible el entendimiento, sino que es un diálogo permanente y constante»

«El espacio religioso, el espacio de las creencias, es un espacio abierto, plural, diverso y distinto. Y ahí está el socialismo. Y hay muchísimos creyentes que se identifican, desde su condición de cristianos, con las políticas que auspicia el Partido Socialista en términos sociales, en términos de compromiso con los que más lo necesitan, y lo respaldan»

«Querer hacer un traje, por parte de un sector de la extrema derecha o de la derecha, de lo que es ser cristiano o de lo que es ser cristiano católico, me parece que es lo menos cristiano y lo menos católico. Es decir, que en nombre de Dios hacen lo contrario de lo que realmente es el cristianismo»

«El Papa está diciendo cosas muy importantes, situándose por la paz frente a la guerra, situándose al lado de los más débiles, y si ellos no lo escuchan, desde mi punto de vista, están desoyendo lo que es ese cristianismo humano que que es absolutamente imprescindible y necesario para hacer realidad la Palabra de Dios»

«Nos gustaría que (el próximo secretario general de la CEE) fuese una persona que entendiera la vida y el mundo actual en el que estamos y que fuese una persona que auspiciara el diálogo; que expresara con libertad aquello de lo que es portavoz pero, a la vez, que entendiera y respetara que va a haber momentos de discrepancia, y que las discrepancias son legítimas y que normalmente enriquecen»

Por Jesús Bastante

«Nadie puede pensar que ser cristiano tiene que comportar ser de derechas, porque entonces estaría en una equivocación plena y total. El espacio del cristianismo es plural y diverso como la propia sociedad (…). Algunos que cada día se dan golpes de pecho, se alejan mucho más de lo que es ser cristiano, tender la mano y ayudar a los demás. Rosa Aguilar acaba de ser nombrada presidenta del Comité Federal de Cristianos Socialistas.

En su primera entrevista a un medio tras su designación, la política cordobesa arremete contra los políticos de ultraderecha que pretenden monopolizar el patrimonio de la fe, llegando, incluso, a ridiculizar al mismísimo ‘ciudadano Bergoglio’. «¿Qué pasa? ¿Que cuando el Papa no responde a lo que tú piensas políticamente, ya no es el Papa, ya no representa la Iglesia Católica, ya no es católico?». Hablamos con ella.

-Hoy nos acompaña Rosa Aguilar, desde Córdoba. ¿Cómo estás?

-Muy bien gracias.

Rosa acaba de ser nombrada presidenta del Comité Federal de Cristianos Socialistas, que es un cargo que no existía hasta la fecha. Cuéntanos, un poco, en qué consiste tu nuevo cometido y qué retos tienes.

-Los cristianos socialistas, como todo el mundo sabe, estamos dentro del Partido Socialista, tenemos un espacio propio para el debate, para el encuentro y para la reflexión. Y, en este contexto, que hay un Comité Federal. Las compañeras y los compañeros han considerado que yo lo presida y yo tengo que decir que estoy ilusionada con el nuevo cometido y, sobre todo, comprometida.

Comprometida con quienes han depositado la confianza en mí y, además, ilusionada. Porque trabajar con un colectivo como el de Cristianos Socialistas, donde todo el mundo está comprometido firmemente y donde queremos caminar, avanzar y trabajar con el conjunto de la ciudadanía, es una oportunidad extraordinaria.

Desde aquí, agradecer a mis compañeros y compañeras el que hayan pensado en mí. Es una oportunidad para un mayor esfuerzo y para un mayor trabajo juntos, porque solo colectivamente se consiguen los objetivos.

Algunos piensan que es incompatibles tener esas dos vocaciones; la vocación política de izquierda y la vocación de fe religiosa. Pero, desde hace muchos años, desde los tiempos de Ramón Jauregui y Carlos García Andoin se lleva trabajando, precisamente, por el lema de Cristianos Socialistas de tender puentes entre el mundo cristiano y el mundo socialista.

¿Es todavía posible tender esos puentes, o estamos en un momento tan polarizado, también en el en el ámbito religioso, que cada vez es más complicado?

-Yo tengo que decir, en primer lugar, que el diálogo permanente existe y la prueba más clara es que ahí está Cristianos Socialistas dentro del Partido Socialista reconocido con un espacio propio, y nuestra participación habitual activa y cotidiana en el partido. Y en ese contexto, como cristianos y socialistas, hacemos aportaciones, hacemos propuestas, participamos en los debates y damos nuestras opiniones. Esto es tremendamente importante, e indica que entre cristianismo y socialismo no solo es posible el entendimiento, sino que es un diálogo permanente y constante.

Si, además, pensamos que hay miles y miles de personas que son creyentes, que votan al partido socialista, y cientos y cientos de colectivos que se sienten también cristianos y que en sus valores, en su apuesta, en su trabajo y en su compromiso expresan lo que significa socialismo, podemos afirmar que ese diálogo diario, permanente y constante no solo es posible, sino que se está dando y que es necesario fortalecerlo, porque cuando hablamos en términos de cristianismo, de cristianos católicos, parece que alguien tuviera la propiedad de lo que es el espacio religioso. Y no es así.

El espacio religioso, el espacio de las creencias, es un espacio abierto, plural, diverso y distinto. Y ahí está el socialismo. Y hay muchísimos creyentes que se identifican, desde su condición de cristianos, con las políticas que auspicia el Partido Socialista en términos sociales, en términos de compromiso con los que más lo necesitan, y lo respaldan.

Por lo tanto, ese diálogo no sólo se da con carácter global y permanente en términos de relaciones con organizaciones del propio espacio de Cristianos Socialistas, sino también con carácter individual a la hora de apostar por un partido político que saben coincide en sus planteamientos solidarios. Y, además, que desde su condición cristiana no tienen ningún problema, porque su espacio es ese y es natural.

De manera que nadie puede pensar que ser cristiano tiene que comportar ser de derechas, porque entonces estaría en una equivocación plena y total. El espacio del cristianismo es plural y diverso como la propia sociedad. Y lo que hay que tener es respeto por todo el mundo y entender que el Partido Socialista tenga no solo militantes cristianos sino que, además, tenga un montón de votantes cristianos porque sus políticas están muy cerca de lo que significa ser cristiano y por eso se identifican.

Algunos que cada día se dan golpes de pecho, se alejan mucho más de lo que es ser cristiano, tender la mano y ayudar a los demás.

-Es verdad que en estos tiempos de polarización se está utilizando el factor religioso desde algunas iniciativas políticas, asociadas a la ultraderecha, que están hablando de esas verdades inmutables de las que habló Juan Pablo II, todas relacionadas con la moral sexual, con una forma de ser creyente que no puede hacer determinadas cosas y que si te sales de ese de ese carril, no te puedes considerar cristiano.

Da la sensación de que desde algunos grupos -y no sé si apoyados por algunos sectores de la jerarquía eclesiástica-, está abundando la tesis de que solo se puede ser cristiano de verdad si se defienden tres o cuatro cosas y si se atacan otras tantas. Eso se ve en la política respecto a los inmigrantes y refugiados, respecto al aborto, respecto a los tipos de matrimonio, etc. Que en una sociedad tan plural como es la española, se está intentando constreñir el concepto católico, el concepto cristiano, a una determinada forma muy concreta: «eres católico si eres esto esto y esto…»

No sé si os preocupa esa esa visión, y si es verdad que sentís que desde alguna parte de la jerarquía se está abonando ese supuesto ADN cristiano.

-Bueno, son varias las cuestiones que planteas.

Por una parte, es curioso que estos grupos hablen siempre de Juan Pablo II y se les olvide el Papa Francisco o Juan XXIII. Que se les olviden papas que han marcado una historia en el ámbito de la Iglesia Católica, en este caso, desde su responsabilidad, y que han planteado unas cosas bien diferentes. Pero es que también Jesucristo decía que los último serán los primeros. Y el querer hacer un traje, por parte de un sector de la extrema derecha o de la derecha, de lo que es ser cristiano o de lo que es ser cristiano católico, me parece que es lo menos cristiano y lo menos católico. Es decir, que en nombre de Dios hacen lo contrario de lo que realmente es el cristianismo. Y, en ese contexto precisamente, en el tema de la inmigración, el Papa Francisco ha sido muy claro con ellos y muy contundente.

Entonces, ¿qué pasa? ¿Que a la extrema derecha o a la derecha, no le sirve el Papa cuando dice cosas que no le gustan? Porque esto no es, soy ciudadano cristiano. Soy católico a la carta.

-Lo decía Santiago Abascal cuando el Papa hablaba de inmigración; le llamaba ciudadano Bergoglio, no papa Francisco.

-Claro. ¿Qué pasa? ¿Que cuando el Papa no responde a lo que tú piensas políticamente, ya no es el Papa, ya no representa la Iglesia Católica, ya no es católico? O sea, ¿también van a excluir al Papa y le van a decir que no es católico porque no entre en su esquema?

-¿Te imaginas?

-Es que ya, sería el no va más. Cualquier día, en vez de decir ciudadano Bergoglio, dirá que es que no le representa porque no es el Papa que debería.

Es el Papa, desde luego, que ha tenido claridad a la hora de expresar su ser, sus sentimientos, y hablar en nombre de la Iglesia Católica cuando ha hablado de los inmigrantes, cuando has hablado de la homosexualidad, cuando ha hablado de las mujeres. Es que es un Papa que habla de la realidad porque la conoce y pone pie en tierra al lado de quienes más lo necesitan. Y en ese contexto, parece que ese no es el prototipo de la extrema derecha, ni de la derecha.

Cristianos Socialistas no excluimos a nadie de la Iglesia. Quienes se están autoexcluyendo son ellos con sus actitudes, que dicen poco con el cristianismo y que, desde luego, tienen muy poco que ver con los valores esenciales que debe de auspiciar la creencia individual y colectiva

El prototipo es seguir teniendo una Iglesia que responde a su planteamiento político. Y nosotros, no somos excluyentes. Cristianos Socialistas no excluimos a nadie de la Iglesia. Quienes se están autoexcluyendo son ellos con sus actitudes, que dicen poco con el cristianismo y que, desde luego, tienen muy poco que ver con los valores esenciales que debe de auspiciar la creencia individual y colectiva. Valores que aporten a esta sociedad para que todas y todos podamos avanzar; el valor de la solidaridad, el de la libertad, el de la igualdad, al de tender la mano a quienes más lo necesitan. Esto, parece que la derecha y la extrema derecha lo olvida, y se sienten cómodos con una parte de la jerarquía eclesiástica que responde a esos cánones que ellos describen y parece que el resto de la Iglesias no existiera.

Pues no; el Papa está diciendo cosas muy importantes, situándose por la paz frente a la guerra, situándose al lado de los más débiles, y si ellos no lo escuchan, desde mi punto de vista, están desoyendo lo que es ese cristianismo humano que es absolutamente imprescindible y necesario para hacer realidad la Palabra de Dios. De manera que, nosotros, en esa confrontación no vamos a entrar porque se retratan solos. Y lo que vamos a hacer es trabajar, precisamente, con esos valores y con esos compromisos. Por eso, el diálogo entre cristianismo y socialismo es permanente, continuo e interesante. Y no solo porque se da en Cristianos Socialistas, sino porque se da en muchísimas personas que lo que quieren es igualdad, que tendamos la mano de quienes más lo necesitan en esta sociedad. Que, de verdad, nos comprometamos en ese ámbito y en esa esfera, que luchemos por la libertad. Que todo el mundo se pueda reconocer a sí mismo y se puede mostrar como es; cosas de la vida diaria y cotidiana que sin lugar a dudas, no solo mejoran colectivamente, sino que lo hacen más humano y más persona individualmente.

-Y el diálogo entre Cristiano Socialistas y la institución, es factible? ¿Es complicado? ¿Se os reconoce como como parte, también, de la institución?

-Ese diálogo existe permanentemente. Unas veces con mayor intensidad, otras con menos. Es un diálogo por nuestra parte sincero, abierto, siempre constructivo, siempre con la intención de avanzar y de fortalecer ese diálogo, pero, lógicamente, también manteniendo nuestras posiciones. En el diálogo, lo mejor que se puede ser es honesto, claro y sincero. Y así dialogamos desde el ámbito del Partido Socialista, a sabiendas que, además, el diálogo es imprescindible también para la ciudadanía. En ese contexto lo hacemos, y hay momentos, no se va a ocultar, que hay mayor dificultad en el diálogo. No porque el diálogo deje de existir, que nunca ocurre, sino porque hay momentos de mayor dificultad a la hora de acometer determinadas cuestiones, y momentos en los que es más fluido porque las cuestiones que se plantean son «más tranquilas», más sencillas de abordar, sobre todo en el ámbito de la Iglesia.

Ese diálogo existe, es bueno que lo haya y es bueno que sea con carácter permanente, con mayor o menor intensidad, pero siempre con los puentes tendidos y sin ninguna intención de dinamitarlos. Eso de que los puentes son lo primero que se dinamita, en este caso es todo lo contrario. Tenemos toda la intención de conservarlos porque creemos que es necesario y porque se lo debemos también a quienes se sienten y nos reconocen en el ámbito del cristianismo.

-Y en el ámbito del Partido Socialista, que sois una corriente federal, cómo os sentís. ¿O sentís escuchados, sentís que vuestra percepción se tiene en cuenta, sobre todo en algunos temas que chocan, o que pueden chocar, en algunos en algunos casos, con la vida de fe de la de la gente?

-Nosotros tenemos, hay que decirlo, doble oportunidad. Porque como cristianos socialistas nosotros fijamos nuestra posición, pero luego también tenemos nuestra agrupaciones, nuestros espacios de debate con todas las compañeras y todos los compañeros del Partido Socialista donde también expresamos lo que pensamos, lo que sentimos, y todas aquellas cuestiones que consideramos. En ese aspecto, nosotros nos sentimos bien. Si no, no estaríamos en la militancia del partido.

Nos sentimos reconocidos como cristianos socialistas. Sentimos, además, que nuestros compañeros y nuestras compañeras, y el partido en general, reconoce el trabajo que realizamos. Y por otra parte, como un militante más

Nos sentimos reconocidos como cristianos socialistas. Sentimos, además, que nuestros compañeros y nuestras compañeras, y el partido en general, reconoce el trabajo que realizamos. Y por otra parte, como un militante más o una militante más, expresamos aquello que consideramos en todas y cada una de las cuestiones que tiene que abordar el partido. De manera que en esa doble vertiente donde participamos y donde contribuimos con nuestra opinión, nos sentimos respetados y, en muchísimos casos, hay que tener en cuenta que hay todo un bloque social que determina humanitaria la política del Partido Socialista, que es un bloque troncal, que nos define cada día en nuestra acción y que es algo en el que todo el mundo estamos de acuerdo. O sea, las políticas sociales son clave; el tender la mano a quienes más lo necesitan es clave.

La igualdad y la libertad son imprescindibles y deben ser consustanciales al ser humano… En todo ese campo, lo que hacemos es multiplicar para que tengamos mayor fortaleza a la hora de trasladar a la ciudadanía, aquello que queremos. Y además, que sepan que nos ponemos en el lugar del otro. Que no se trata de ver las cosas desde lejos, sino también desde cerca. Y desde cerca significa también estar al lado de la organización o de las organizaciones que están, cada día, trabajando con los más vulnerables. Y ahí estamos nosotros también, Cristianos Socialistas. Donde tenemos que estar en una segunda fila, o en la cuarta, pero empujando y participando.

-En unos días se elige el nuevo secretario general y portavoz de la Conferencia Episcopal, que es una figura fundamental tanto en las reacciones Iglesia-Estado, como en ser una de las voces o la voz institucional de la Iglesia española.

Sin entrar en nombres, porque entiendo que eso es una cosa que tienen que decir los los obispos que participan, ¿cómo os gustaría que fuera la persona que tiene que representar la voz de la jerarquía española? ¿Qué le pediríais? ¿Qué mínimos debería tener?

-Nos gustaría que fuese una persona que entendiera la vida y el mundo actual en el que estamos y que fuese una persona que auspiciara el diálogo; que expresara con libertad aquello de lo que es portavoz pero, a la vez, que entendiera y respetara que va a haber momentos de discrepancia, y que las discrepancias son legítimas y que normalmente enriquecen.

Entonces, el diálogo, la escucha y el entender el mundo en el que hoy vivimos y en el que hoy estamos esencial para una persona que va a tener esa responsabilidad. A partir de ahí, nosotros respetaremos a quien elija la Conferencia Episcopal.

Son tres elementos que creo es importante que las personas que van a jugar papeles fundamentales, tengan. Que entiendan en qué mundo estamos y que tengan esa disposición permanente de diálogo y de intentar sumar para multiplicar.

-En un momento, además, en el que se está poniendo en discusión algunos acuerdos y desacuerdos entre Gobierno e Iglesia. No sé si se plantea, realmente, la denuncia de los acuerdos, pero sí que se están negociando temas relativos a la fiscalidad, a la Obra Pía, etc.¿Cómo percibís el estado de las negociaciones? ¿Hay capacidad de llegar a un acuerdo, está todo parado? ¿Hay una perspectiva electoral que puede frenar todo esto?

-En primer lugar, lo que tenemos que entender es que estamos en un estado aconfesional, lo dice nuestra Constitución, aunque es verdad, y hay que subrayar que el papa Francisco también ha dicho en alguna ocasión que lo mejor es un estado laico, diciendo que además, eso beneficiaría al mejor entendimiento entre las religiones y demás. Que fomentaría más ese entendimiento y ese diálogo. Pero nosotros, constitucionalmente, somos un estado aconfesional y, por lo tanto, es normal que, en este caso, Iglesia y Gobierno dialoguen y no estén de acuerdo en todo.

Yo soy de las que dicen que hay que acordar hasta los desacuerdos. Hay que respetarse en el espacio de desacuerdo, pero hay que pensar que el Gobierno gobierna para todo un país. Que gobierna para toda la ciudadanía, y en ese contexto también la Iglesia tiene que ser generosa y entenderlo. Y desde la generosidad de ambas partes, desde la vocación de diálogo y de la voluntad de llegar a acuerdos, a mí no me cabe la menor duda de que las cosas avanzarán, unas veces con mayor rapidez y otras veces con mayor lentitud, pero ahí está. Lo más importante es que siempre hay esa posibilidad de hablar, aunque haya momentos de silencio, que también son necesarios para la reflexión.

-No hay que cansarse de buscar el encuentro y de atender puentes como bien dice el lema de Cristianos Socialistas desde su formación.

Rosa Aguilar, muchísimas gracias, suerte en tu nuevo cometido y desde Religión Digital sabes que tienes las puertas abiertas para lo que necesites y en lo que podamos ayudar.

Muchísimas gracias por la charla y seguimos adelante.

-Muchas gracias a vosotros y a vuestra disposición plena. Seguimos adelante.

Ley de Debida Diligencia

Cartel con los 272 muertos en Brumadinho

Activistas contra el abuso y la impunidad de las multinacionales: «Que estos mártires sirvan para acabar con la injusticia»

«Queremos que el proyecto de ley de Debida Diligencia en España salga del cajón, y que haya una legislación que acabe con la impunidad de empresas, algunas de ellas españolas», señalaron desde la plataforma, que denuncia la ausencia de marcos legislativos, en sus países, pero también, en los países sede de las empresas transnacionales (entre ellos, España), que permite los abusos y la impunidad

Francisca Pérez (nombre ficticio): «Pertenezco a una organización campesina que lucha contra las empresas que vienen a violentar nuestro medio ambiente, a nuestras comunidades, a nuestras mujeres»

Por Jesús Bastante

¿Cuál es la situación de los afectados por los abusos de las transnacionales en Brasil y Guatemala? ¿Qué responsabilidades se pueden exigir a las empresas, que todavía hoy actúan con total impunidad frente a los derechos de los más pobres? Estas, y otras preguntas, fueron el eje de la mesa redonda, organizada por la Plataforma de Empresas Responsables, y que congregó en la sede de Intermón-Oxfam a activistas de estos dos países.

«Queremos que el proyecto de ley de Debida Diligencia en España salga del cajón, y que haya una legislación que acabe con la impunidad de empresas, algunas de ellas españolas», señalaron desde la plataforma, que denuncia la ausencia de marcos legislativos, en sus países, pero también, en los países sede de las empresas transnacionales (entre ellos, España), que permite los abusos y la impunidad, con graves consecuencias sobre la población y el medioambiente en sus países, impidiendo el acceso a la reparación de las víctimas. Algunas de ellas, luchadores del pueblo como Berta Cáceres, asesinada y cuyo recuerdo sigue vivo hoy.

Carolina de Moura representa a 272 personas que murieron tras el colapso de una represa en Brumadinho, en Minas Gerais (Brasil), «por la irresponsabilidad y el silencio de la empresa Vale», que sabía de la inestabilidad de los trabajo, y no hizo nada. «Sus cuerpos se partieron en pedazos», relató la activista, enseñando un inmenso cartel con sus rostros. No todos han sido encontrados. «Lamentablemente, lo que aprendimos con el intento de diálogo es que ellos no son dignos de confianza».

Años después, la lucha sigue, también a nivel europeo, pues certificadoras, aseguradoras, compradores, inversionistas, bancos… «toda la cadena de valor es responsable». «No necesitamos nuevas leyes que digan que no se puede matar así», recalcó De Moura. «El agua es un derecho humano, y están comerciando con ‘minas de agua’, y empresas y gobiernos se apropian del discurso del agua». En los últimos años, colapsaron cinco represas, y otras cuatro están en riesgo (tres de ellas propiedad de Vale, y otra de Arcelor).

«Hay que garantizar mecanismos de defensa de las comunidades trabajadoras, y mirar a América Latina no más como proveedora de materia prima, sino un lugar que necesita protección para mantener el equilibrio del planeta», concluyó Carolina.

Por su parte, Danilo de Chamba, abogado defensor de derechos humanos, lleva años dedicado al trabajo con las víctimas que, pese a todo, «siguen creyendo en la justicia y el derecho». En Brasil, acompaña la demanda criminal, en Brasil, pero también en Alemania, contra varias empresas por responsabilidad en la muerte de los 272. «Las empresas jugaron de manera sucia, y eso no se puede permitir».

«Queremos que los procesos de verificación estén representados todos los actores para evitar las malas prácticas» que, en algunos casos, acaban en tragedia. Ahora, esto, es imposible. Es más: «Casi nunca tenemos acceso a los datos de las empresas». «Que estos mártires sirvan para acabar con la injusticia», recalcó.

Explotan la tierra y el agua, sin control

Feliciana Herrera, coordinadora de la Alcaldía Indígena del Pueblo Maya Ixil de Nebaj en Guatemala, involucrada en la defensa del territorio frente a diferentes acciones jurídicas llevadas a cabo por empresas, explicó la lucha de las comunidades contra las empresas y el Estado para ser consultados en proyectos, especialmente hidroeléctricos, que explotan la tierra, y el agua, sin control. «A día de hoy, no se cumplen las sentencias, hay amenazas, complicidad entre las empresas y el Estado», denunció.

«No son terrenos del Gobierno, son de las comunidades, pero las empresas han creado grupos de choque», para dividir a las comunidades y amenazas a sus pobladores, construyendo torres eléctricas y creando caminos de paso, que terminan que hacer que los campesinos abandonen sus tierras. «Hay violaciones de derechos que el Estado no respeta», apuntó Feliciana.

«Estamos defendiendo nuestro territorio, defendiendo la vida«, recalcó la activista. El Gobierno, por su parte, les acusa de «oponernos al desarrollo y crear desempleo», lo que, a la larga, ha provocado el éxodo de jóvenes en las caravanas de migrantes camino de Estados Unidos. 

«Han llevado más pobreza, más destrucción del medio ambiente, más violencia… Son unas empresas explotadoras. No pagan los servicios mínimos, no permiten la organización de sindicatos»

Grandes inundaciones en invierno, grandes sequías en verano

Francisca Pérez es un nombre ficticio, y está imputada en Guatemala por defender a trabajadores cuyas cuotas de Seguridad Social no fueron pagados por las empresas que les explotaban. «Pertenezco a una organización campesina que lucha contra las empresas que vienen a violentar nuestro medio ambiente, a nuestras comunidades, a nuestras mujeres». Además de la explotación minera, han traído los monocultivos, «que están contaminando el ambiente en gran manera», con fumigaciones masivas sobre las comunidades, contaminando los ríos y robando sus aguas, «dejando a las comunidades sin agua».

En invierno, en cambio, inundan las tierras. «Han llevado más pobreza, más destrucción del medio ambiente, más violencia… Son unas empresas explotadoras. No pagan los servicios mínimos, no permiten la organización de sindicatos». La lucha sigue, y también los asesinatos de activistas, y las muertes provocadas por la contaminación descontrolada, en un círculo vicioso que no parece acabar nunca. Como en el caso de Berta Cáceres, Francisca Pérez está siendo criminalizada por una empresa de origen español, que ha explotado a decenas de trabajadores que no han podido jubilarse porque la empresa nunca les tramitó.

La Plataforma por las Empresas Responsables está formada por 16 organizaciones españolas de sociedad civil y representa a más de 530 entidades: Alboan, Alianza por la Solidaridad-ActionAid, Anesvad, Amnistía Internacional, La Coordinadora de Organizaciones para el Desarrollo, Coordinadora Estatal de Comercio Justo, Economistas sin Fronteras, la red Enlázate por la Justicia, Entreculturas, Fundadeps, Greenpeace, Mundubat, Observatorio de la RSC, Oxfam Intermón, Setem-Campaña Ropa Limpia y USO.

Situación actual de la Iglesia en España


Del ‘Totus Tuus’ de Juan Pablo II a atacar a Francisco: una Iglesia española más ultra a 40 años de la primera visita de un papa

Por Jesús Bastante

Fue la primera visita de un Papa a España en la historia. Desde entonces, ha habido varias más –el propio Juan Pablo II viajó otras cuatro veces a nuestro país, y Benedicto XVI, dos– a lo que Karol Wojtyla llamó “Tierra de María”. Han pasado, desde el 31 de octubre de 1982, 40 años. Pero también un tsunami de radicalización ideológica de los grupos ultracatólicos bendecidos y apoyados por el Papa polaco: kikos, Opus Dei, Legionarios de Cristo o propagandistas. Y, a la vez, una creciente secularización del país, con datos de quienes se confiesan católicos o practicantes que no dejan de caer. “España ha dejado de ser católica”, dijo Manuel Azaña en 1931 y su proclamación ha resultado finalmente un vaticinio.

España fue dejando de ser católica de a poco. En el camino, la Iglesia dentro de las fronteras se escoró hacia una posición maximalista y conservadora que la vinculó estrechamente a las ideas de la derecha más ultra. Poco queda en España de la herencia del cardenal Tarancón, defenestrado por el propio Juan Pablo II pocos meses después de visitar nuestro país. En estas cuatro décadas, los obispos han aguado las esperanzas de quienes, tras el Concilio Vaticano II, confiaban en aquel episcopado capaz de enfrentarse al régimen y defender la salida democrática.

Hoy, pese a las múltiples invitaciones recibidas, nadie espera a Francisco en España. Al menos, no los ‘suyos’, que son clara minoría en nuestro país. «Juan Pablo II, te quiere todo el mundo», clamaban los fieles en 1982 al paso de Wojtyla. Hoy no podría decirse lo mismo: no todos quieren a Bergoglio. Al menos, no todos los católicos.

La renuncia que Tarancón nunca presentó, pero le fue sorpresivamente aceptada en Vaticano, fue el primer paso para el nombramiento de una línea de obispos netamente conservadores que, capitaneados primero por el cardenal Suquía y, posteriormente, por Antonio María Rouco Varela, iniciaron el camino de la Iglesia española que la convertiría en una de las más conservadoras de toda Europa. Todo con la inestimable ayuda de la Obra y los nuevos movimientos eclesiales, que buscaban competir en relevancia con órdenes históricas también nacidas en España, como los jesuitas. «España evangelizadora de la mitad del orbe; España martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio…; esta es nuestra grandeza y nuestra unidad. No tenemos otra», diría Menéndez Pelayo en un lema que hizo suyo Franco tras la «santa Cruzada» de 1936-39.

El plan estaba trazado de antemano: el Opus Dei y sectores de la democracia cristiana (que por entonces todavía existía en España) se volcaron en la organización de un viaje que iba a darse un año antes y que se pospuso por el atentado contra Wojtyla el 13 de mayo de 1981. Los seguidores de Escrivá de Balaguer idearon el logo del viaje: Totus tuus (Soy todo tuyo), toda una declaración de intenciones de una Iglesia que se puso en manos del Papa polaco en su tarea de demolición de las «veleidades progresistas» del clero obrero y los misioneros españoles, que exportaban sus ideas a Latinoamérica en forma de una Teología de la Liberación. Al mismo tiempo que se condenaba duramente a los curas rojos bajo la tutela de Wojtyla y de su sucesor, Ratzinger, lo que sí exportó el clero español al Nuevo Continente fue a decenas de curas y religiosos acusados de abusos, en una política de silenciamiento de la pederastia que aún hoy lastra el trabajo de la Iglesia.

El Papa polaco no defraudó a sus fieles: en los 50 discursos que pronunció a lo largo de diez días en España –es el viaje más largo de un pontífice al país, y sin duda el más intenso– Wojtyla arremetió contra el divorcio, el aborto, los preservativos e impulsó una moral tradicional que durante décadas siguió marcando el paso de la doctrina episcopal.                                                 Con una cuidada puesta en escena, más propia de un gira de una estrella de rock que de un Papa (20 millones de personas siguieron el viaje por TVE, y varios cientos de miles llenaron todos y cada uno de sus actos), Juan Pablo II trazó una hoja de ruta con una fórmula exitosa: doctrina dura, cara amable.

Los diez días que duró el viaje –en los que el pontífice visitó Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla, Ávila, Toledo, Zaragoza o Santiago de Compostela– se declararon día festivo en los colegios y cientos de miles de personas salieron a las calles con las banderitas de España y el Vaticano. Nadie se preguntaba, entonces, quién financiaba el viaje: se daba por supuesto que el Estado. Hasta Seat fabricó para Wojytla el papamóvil, que desde entonces se ha convertido en elemento indispensable de cualquier viaje papal.

Hoy, en cambio, instituciones como la ACdP y el CEU organizan congresos donde, con la excusa de homenajear al anterior Papa, Benedicto XVI, se jalea la oposición al actual pontífice, con prelados como Munilla, Reig, el imprescindible Rouco Varela y el cardenal Müller, considerado el mayor opositor interno a Bergoglio y que, para más inri, visitó el pasado martes el Valle de Cuelgamuros, oficiando misa con los benedictinos de Santiago Cantera. Incluso entre los prelados más afines a Francisco (como los cardenales Omella y Osoro, presidente y vicepresidente, respectivamente, de la Conferencia Episcopal) no se encuentran lo suficientemente arropados como para implementar los cambios que, desde hace casi una década, impulsa Francisco desde el Vaticano. Una España cada vez menos católica que ya no quiere, al menos tanto, al Papa.

El historiador Juan Mari Laboa se pregunta en RD, «cuarenta años después, ¿qué queda de Juan Pablo II? ¿Qué queda de Felipe González? ¿Qué queda de Julián Marías? ¿Qué queda de Tarancón? ¿Qué queda de la HOAC?… Hay más creyentes en España de los que parece, confusos como todos los demás, capaces de agarrarse a cualquier movimiento. Y eso nos tiene a todos absolutamente desconcertados».

Ciertamente, con los números en la mano, queda muy poco de la Iglesia que dio un baño de masas a un joven Juan Pablo II. Una España que, tres días antes, había dado la mayor victoria en la historia de la democracia al PSOE de Felipe González, que venía de organizar un Mundial y que acababa de superar un intento de golpe de Estado.

Entonces, el 90,2% de los españoles se declaraba católico, y una amplia mayoría iba a misa todos los domingos y fiestas de guardar. Hoy, el CIS nos muestra que no llegan a seis de cada diez, de los que dos tercios no va “nunca o casi nunca” a la Iglesia. Creyentes sin Iglesia.

En 1982, el 58% de los hogares españoles tenían un crucifijo colgado en su salón. Hoy, encontrarlos es una rara excepción. Entonces, el divorcio seguía siendo fuente de conflictos en España (el 98,3% de los matrimonios eran por la Iglesia), no existía derecho al aborto (se aprobó, con restricciones, en 1985) e incluso se consideraba “totalmente inmoral” las relaciones prematrimoniales, o los matrimonios sin hijos.

La realidad hoy es totalmente distinta. También en el interior de la institución, inmersa en una histórica crisis de vocaciones al sacerdocio o la vida religiosa, con las cifras de bautizos, bodas, comuniones y confirmaciones desplomándose, y con la popularidad por los suelos por escándalos como el de la pederastia clerical, las inmatriculaciones o la oposición a cualquier evolución social en lo que el mismo Juan Pablo II llamó «principios irrenunciables» (defensa de la vida, matrimonio hombre-mujer, privilegios de la Iglesia). En Roma, por primera vez en la historia, un Papa jesuita, venido de Argentina, y con ideas de reforma de la Iglesia que, al menos en la española, no han calado. Tal vez porque, cuarenta años después, los obispos españoles siguen mirando más a Wojtyla que a Bergoglio.

El 60º Aniversario del Vat II


Sesenta años del Vaticano II, el Concilio que quiso cambiar la historia de la Iglesia pero la dividió en dos

El Vat II inaugurado pr Juan XXIII

Por Jesús Bastante

“Hay católicos que prefieren ser hinchas del propio grupo más que servidores de todos. Progresistas o conservadores antes que hermanos y hermanas, de derecha o de izquierda más que de Jesús”. El papa Francisco lanzó esta semana un lamento ante los católicos que, especialmente desde el Concilio Vaticano II, han cambiado el Evangelio por la ideología y han creado una religión basada en el poder y el control. Nada nuevo bajo el sol a lo largo de dos milenios de historia de la Iglesia, en la que el Concilio Vaticano II, de cuya apertura se cumplen esta semana 60 años, no fue sino un paréntesis.

Bergoglio parece empeñado en resucitar ese paréntesis con un camino sinodal, pero se encuentra enfrente con los sectores ultraconservadores de la Iglesia.

¿Está solo el papa Francisco en la defensa de una “Iglesia  libre y liberadora”, como señaló este lunes, en la misa en recuerdo de la apertura, por parte de Juan XXIII, del último concilio en la historia de la Iglesia? ¿O, como él mismo asegura, la institución ha sucumbido a “la tentación de la polarización»?

60 años después, el Concilio es un absoluto desconocido para la gran mayoría de creyentes, especialmente en Europa y Latinoamérica. En su día supuso una apertura inédita de la Iglesia católica tras las dos guerras mundiales que devastaron Europa, y una búsqueda de la unidad perdida después del Concilio de Trento (1545-1563), que consagró la ruptura con la reforma de Lutero. La ‘restauración’ ordenada por el aparato curial de Juan Pablo II y Benedicto XVI volvió a forjar una Iglesia de prohibiciones y castigos, alejada de la búsqueda de la fraternidad, la escucha y la aceptación de los “signos de los tiempos”, como anhelaba Juan XXIII cuando abrió el Concilio.

Francisco intenta resucitar el espíritu del Concilio de hace seis décadas al convocar un sínodo mundial en el que –en principio– se puede hablar de todo: ordenación de mujeres, matrimonio gay, apertura a otras confesiones, fin del celibato obligatorio o una Iglesia más participativa.

Aquel Concilio terminó por qudar afeitado por los sectores más reaccionarios. Tras la sorpresa inicial, lograron mantenerse al mando de una Iglesia que, pese a aceptar grandes cambios en su época (desde la liturgia en las lenguas vernáculas al fin de las misas en latín y de espaldas al pueblo, pasando por dejar de considerar a los judíos como el pueblo culpable de la muerte de Jesús, o aceptar la laicidad como una realidad en los estados modernos), comenzó a trabajar por demolerlos o, en su defectos, meterlos en el congelador.

Así, tras Juan XXIII y Pablo VI (quien advirtió que ‘el diablo’ se había introducido dentro de los muros vaticanos, y quien estuvo a punto de aprobar cuestiones todavía hoy polémicas en la Iglesia como la píldora abortiva o la paternidad responsable, que Francisco está tratando de recuperar), el larguísimo papado de Juan Pablo II y su política condenatoria de los teólogos progresistas y de cesión ante los grupos que no aceptaron el Concilio, o lo hicieron con la boca pequeña, trazó una hoja de ruta para bloquear los cambios aprobados por el Vaticano II.

De esta manera, grupos neoliberales como los Legionarios de Cristo o el Opus Dei alcanzaron inusitadas cotas de poder que ni los escándalos de sus líderes (Maciel es uno de los mayores depredadores sexuales conocidos en la Iglesia contemporánea, y tanto la beatificación como la canonización de Escrivá de Balaguer fueron puestas en cuestión por buena parte de los creyentes) pusieron en discusión.

Junto a ellos, sumando más influencia cada día, grupos cismáticos como los lefebvrianos y otros, desde la oficialidad de la institución, potenciaban una Liturgia netamente conservadora y una doctrina de moral sexual y familiar que echaba por tierra los principios planteados por el Concilio.

Para el teólogo Félix Placer, la convocatoria del Concilio en los años sesenta del siglo XX “puso en pie de guerra a la dominante ala conservadora que, alarmada por aquella decisión personal del Papa, podía cambiar el rumbo de la Iglesia”. No lo lograron en un principio, y el Vaticano II “fue una asamblea sorprendentemente abierta al mundo”, sin “definiciones dogmáticas” y que consagró un “cambio copernicano: del ‘Fuera de la Iglesia no hay salvación’ se pasó al ‘Fuera de los pobres, no hay salvación’”.

Sin embargo, “a los pocos años, una sensación de frustración comenzó a sentirse ante el sesgo dominante que tomaba la línea del sector conservador que, liderado por la Curia romana y sectores jerárquicos reticentes a las reformas conciliares, trataba de reorientar las pautas conciliares hacia planteamientos preconciliares”, hasta el punto de que el teólogo Hans Küng llegó a hablar de “traición al concilio”.

La Iglesia, en expresión de Karl Rahner, otro de los grandes promotores del Concilio, se retiró “a los cuarteles de invierno”, huyendo de la primavera conciliar, y las reformas estructurales regresaban a la primacía de la Curia. Algo que, aún hoy, no ha cambiado, y que supone uno de los grandes desafíos del papa Francisco.

“El prolongado pontificado de Juan Pablo II y el de su sucesor Benedicto XVI no llevaron a cabo, con todas sus consecuencias, las reformas y líneas que el Concilio Vaticano II había propuesto”, lamenta Félix Placer, quien denuncia cómo “las ilusiones de muchas personas que esperaban ver realizados sus anhelos de una Iglesia pobre, servidora de los pobres, renovada en sus estructuras e implicada en compromisos liberadores de los pueblos quedaban marginadas, aunque mantenían viva su esperanza”.

Para el teólogo José María Castillo, “el concilio Vaticano II fue, por desgracias, un enfrentamiento entre la eclesiología renovadora y la conservadora”. Un conflicto que, añade con cierto pesimismo el veterano jesuita, “hizo imposible que la Iglesia diera a este mundo la solución que necesita”.

Por su parte, Isabel Gómez Acebo reivindica cómo “por primera vez, en el Concilio se admitieron algunas mujeres en el aula conciliar, sin voz ni voto”. También “se colocó el acento en el pueblo de Dios, se invitó a ver en otras personas y otros credos las semillas de Dios, se pidió que la Iglesia no se enfrentara a los signos positivos que pudiera mostrar el mundo moderno…” pero, tras la muerte de Juan XXIII, sostiene, “la Iglesia se ha dividido en dos bandos, ambos queriendo ser los auténticos defensores de las ideas del concilio”.

De un lado, “la facción liberal”, que “vio un comienzo al desmantelamiento del poder autoritario de las estructuras eclesiásticas para ser más cercana a la vida de los católicos inmersos en el mundo y prepararse al fin de la cristiandad de manera de ser más celosos en defensa de nuestra religión y sus valores”. El otro lado, “el ala tradicional”, que “no ve más solución, ante el mundo materialista, que ofrecer nuestra contracultura que se extiende a lo largo de dos mil años del cristianismo”.

La teóloga, con todo, se muestra optimista ante las reformas de Francisco, que “tiene la idea de que la misión de la Iglesia es acompañar a las personas con indiferencia de su cultura, estado civil o inclinación sexual, pues todos están llamados a ser cristianos y tienen que ser agentes en la evangelización de un mundo que se proclama ateo”.

Para Josep Miquel Bausset, monje de Montserrat, con sus dudas, pasos cerrados y restauración posterior, el Vaticano II “abrió la Iglesia al pluralismo y al diálogo interreligioso” y “despertó la ilusión” de muchos creyentes

“El Concilio fue el inicio de un camino de esperanza y de comunión y un impulso y un fermento en la vida eclesial. El Vaticano II fue también un camino que abrió la Iglesia al pluralismo y al diálogo con el mundo. No un camino de un uniformismo estéril, ni de posturas de confrontación, de nostalgias y de miedos”, recalcó.

Para el jesuita José Ignacio González Faus, “ninguna revolución es instantánea, tampoco la del Concilio”. El escritor, que vivió ilusionado los primeros pasos del Vaticano II, aprendió pronto que “estas grandes luces son solo momentáneas”. “Ver a aquellos señores con sus vestimentas tan ridículas y sin darse cuenta de su ridiculez, me hizo pensar también que las cosas iban para largo”. Sesenta años después, el tiempo le ha dado la razón.

Consejo Mundial de Iglesias

Las iglesias europeas reivindican el valor cristiano de la hospitalidad frente al odio al refugiado

Las iglesias europeas reivindican el valor cristiano de la hospitalidad frente al odio al refugiado
Las iglesias europeas reivindican el valor cristiano de la hospitalidad frente al odio al refugiado

«Cada ser humano ha sido creado a imagen de Dios. Por lo tanto, el extranjero en la teología cristiana no es un enemigo, ni un oponente, sino un semejante, un hermano o hermana, independientemente de su origen o religión»

Gabriel, de la Iglesia Ortodoxa Griega, subrayó cómo las iglesias «han desempeñado un papel esencial en la acogida, el acercamiento inicial y la facilitación de la integración de los refugiados» en Lesbos, adonde han llegado más de un millón de personas huyendo de la guerra y el hambre desde 2015

Por Jesús Bastante

Hospitalidad frente a odio. Las iglesias europeas, reunidas en la 11 Asamblea del Consejo Mundial de las Iglesias, han hecho un llamamiento a reafirmar los valores cristianos de la acogida y el respeto al diferente como respuesta a la actual crisis humanitaria en Ucrania y, en general, al drama de millones de refugiados en todo el mundo.

Durante un taller de trabajo celebrado en Karlsruhe, responsables de migraciones de Grecia, Baviera o la Comisión de Iglesias para los Migrantes en Europa ofrecieron sus experiencias en materia de acogida  integración de refugiados, así como las dificultades políticas, sociales y culturales con las que, en la mayor parte de los casos, se enfrentan.

Migrantes en la orilla

Así, el Metropolitano Gabriel, de la Iglesia Ortodoxa Griega, subrayó cómo las iglesias «han desempeñado un papel esencial en la acogida, el acercamiento inicial y la facilitación de la integración de los refugiados» en Lesbos, adonde han llegado más de un millón de personas huyendo de la guerra y el hambre desde 2015. El objetivo, añadió, no es otro que el de «lograr una coexistencia pacífica de forma mutuamente beneficiosa para ellos y la sociedad de acogida».

El Metropolitano Gabriel compartió que los proyectos de apoyo a los refugiados están profundamente arraigados en los fundamentos teológicos de la tradición ortodoxa griega. La iglesia proporciona asistencia legal y psicosocial, así como albergues para menores no acompañados.

«Cada ser humano ha sido creado a imagen de Dios. Por lo tanto, el extranjero en la teología cristiana no es un enemigo, ni un oponente, sino un semejante, un hermano o hermana, independientemente de su origen o religión», culminó el líder ortodoxo.

Reunión de la plenaria del CMI
Reunión de la plenaria del CMI

Por su parte, Michael Martin, del Oberkirchenrat de la Iglesia Luterana de Baviera, recalcó que «la iglesia de hoy y de mañana es una iglesia consciente de su diversidad». «La concepción sobre la migración y la huida es un elemento importante de esta concepción, ya que abre la vista a percepciones, análisis y concreciones que resultan consecuentemente de la promesa de vida de Dios a todas las personas», incidió, recordando que «la vida de la Iglesia en la sociedad de la inmigración es la de una comunión inclusiva».

Participantes en la Asamblea ecuménica de Karlsruhe
Participantes en la Asamblea ecuménica de Karlsruhe CMI

Finalmente, Andrej Jevtic, de la Iglesia Ortodoxa Serbia, en representación de la CCME, compartió en el taller la «declaración de Pascua» de las organizaciones, que afirma el compromiso de Europa con los refugiados. Así, destacó que el documento reconoce la respuesta de las iglesias, organizaciones, individuos y grupos europeos a la guerra en Ucrania, manifestando empatía y solidaridad con los refugiados que huyen de la guerra. La declaración del CCME también señala cómo la UE ha activado programas y legislaciones, que son bastante acogedores y generosos con los refugiados de Ucrania.

Sin embargo, la declaración también expresa su «remordimiento» por el hecho de que «algunos de los refugiados ucranianos hayan sido discriminados por su etnia, religión y origen». Frente a ello, Jevtic reivindicó cómo en una Europa secularizada los llamamientos de los líderes cristianos, para ser efectivos, deben ser «afectivos», y combatir el racismo o el mero asistencialismo.

Por una Iglesia «sin dogmatismos ni moralismos»

«Seamos todos discípulos, todos esenciales (…). No sólo los obispos, los sacerdotes y los consagrados, todos los bautizados»

El Papa, en la catedral de Nur-Sultán

«Ninguno es extranjero en la Iglesia, ¡somos un solo Pueblo santo de Dios enriquecido por muchos pueblos! Y la fuerza de nuestro pueblo sacerdotal y santo está justamente en hacer de la diversidad una riqueza compartiendo lo que somos y lo que tenemos: nuestra pequeñez se multiplica si la compartimos»

No se trata de mirar hacia atrás con nostalgia, quedándonos estancados en las cosas del pasado y dejándonos paralizar en el inmovilismo»

«La fe se transmite con la vida, con el testimonio de quien ha llevado el fuego del Evangelio en medio de las situaciones para iluminarlas»

«Ser pequeños nos recuerda que no somos autosuficientes, que necesitamos de Dios, pero también de los demás, de todos y cada uno: de las hermanas y hermanos de otras confesiones, de quien profesa un credo religioso diferente al nuestro, de todos los hombres y mujeres de buena voluntad»

«Soñemos y, con la gracia de Dios, edifiquemos una Iglesia que esté más llena de la alegría del Resucitado, que rechace los miedos y las quejas, que no se deje endurecer por dogmatismos ni moralismos»

A los obispos y sacerdotes:  «Nuestra misión no es ser administradores de lo sagrado o gendarmes preocupados por hacer que se respeten las normas religiosas, sino pastores cercanos a la gente, imágenes vivas del corazón compasivo de Cristo»

Por Jesús Bastante

Como en todos sus viajes apostólicos, Francisco siempre saca un rato para dos encuentros fundamentales. El primero, más familiar, un diálogo con las comunidades jesuitas de la zona. En segundo término, una reunión-testimonio con la Iglesia local. Y en Kazajistán no fue una excepción. Pese a que los católicos del país son franca minoría, el Papa no faltó a su cita, en la pequeña catedral de Nursultán, con obispos, sacerdotes, diáconos, consagrados, seminaristas y agentes de pastoral.

En un ambiente familiar, cercano, un Papa que no está afrontando un viaje especialmente cargado de actos, y que este mediodía saldrá de regreso a Roma, volvió a proclamar los sueños de una Iglesia sinodal, alegre, participativa, alejada del clericalismo y los moralismos dogmáticos. «Soñemos y, con la gracia de Dios, edifiquemos una Iglesia que esté más llena de la alegría del Resucitado, que rechace los miedos y las quejas, que no se deje endurecer por dogmatismos ni moralismos», dijo Francisco.

El Papa escuchó varios testimonios (un sacerdote, una religiosa, una mujer casada con un clérigo, y que agradeció a Francisco su intervención en la guerra de Ucrania -ella es de allí- y un padre de familia). Tras la presentación del obispo español (y presidente de los obispos de Asia Central), José Luis Mumbiela, quien en un perfecto kazajo reconoció que «la mayor parte de nosotros somos extranjeros», el Papa destacó que «la belleza de la Iglesia es ésta, que somos una sola familia, en la cual nadie es extranjero».

«Nadie es extranjero en la Iglesia»

«Lo repito: ninguno es extranjero en la Iglesia, ¡somos un solo Pueblo santo de Dios enriquecido por muchos pueblos! Y la fuerza de nuestro pueblo sacerdotal y santo está justamente en hacer de la diversidad una riqueza compartiendo lo que somos y lo que tenemos: nuestra pequeñez se multiplica si la compartimos», aclaró Francisco.

Y es que «el misterio de Dios» pertenece a todos, «no sólo al pueblo elegido o a una élite de personas religiosas, sino a todos», pues todo forma parte de la «herencia y la promesa» de Dios. «Por un lado, una Iglesia hereda siempre una historia, siempre es hija de un primer anuncio del Evangelio», apuntó. «Sí, somos destinatarios de la gloria prometida, que anima nuestro camino con esa esperanza. Herencia y promesa: la herencia del pasado es nuestra memoria, la promesa del Evangelio es el futuro de Dios que nos sale al encuentro».

Memoria y futuro

Y a eso dedicó su discurso, a «una Iglesia que camina en la historia entre memoria y futuro». La memoria, en primer lugar, la rica historia que los precede, también en Kazajistán. «Hay una herencia cristiana, ecuménica, que ha de ser honrada y custodiada, una transmisión de la fe que ha visto protagonistas y también tanta gente sencilla, tantos abuelos y abuelas, padres y madres», y todos aquellos que «nos anunciaron la fe».

Pero, ojo, advirtió el Papa: «No se trata de mirar hacia atrás con nostalgia, quedándonos estancados en las cosas del pasado y dejándonos paralizar en el inmovilismo». «Esta es la tentación del “retroceso”», incidió. En cambio, la mirada cristiana «cuando vuelve hacia atrás para hacer memoria, lo que quiere es abrirnos al asombro ante el misterio de Dios».

«Esta es la memoria viva de Jesús (…). Es nuestro tesoro«, explicó Francisco. «Por eso, sin memoria no hay asombro. Si perdemos la memoria viva, entonces la fe, las devociones y las actividades pastorales corren el riesgo de debilitarse, de ser como llamaradas, que se encienden rápidamente, pero se apagan enseguida. Cuando extraviamos la memoria, se agota la alegría. Desaparece la gratitud a Dios y a los hermanos, porque se cae en la tentación de pensar que todo depende de nosotros», insistió.

La fe se transmite con la vida

Profundizando en esta herencia, prosiguió Bergoglio, veremos «que la fe no ha sido transmitida de generación en generación como un conjunto de cosas que hay que entender y hacer, como un código fijado de una vez para siempre. No, la fe se transmite con la vida, con el testimonio de quien ha llevado el fuego del Evangelio en medio de las situaciones para iluminarlas».

«Haciendo memoria, entonces, aprendemos que la fe crece con el testimonio. El resto viene después», explicó. «Esta es una llamada para todos y quisiera reafirmarlo a todos, fieles laicos, obispos, sacerdotes, diáconos, consagrados y consagradas que trabajan de diferentes maneras en la vida pastoral de las comunidades. No nos cansemos de dar testimonio de la esencia de la salvación, de la novedad de Jesús, de la novedad que es Jesús».

Porque «no se comunica con la sola repetición de las cosas de siempre, sino transmitiendo la novedad del Evangelio. De este modo, la fe permanece viva y tiene futuro».

Pequeñez y humildad

Esa es la segunda palabra, futuro. «Estamos llamados a acoger hoy la renovación que el Resucitado lleva a cabo en la vida», porque «a pesar de nuestras debilidades, Él no se cansa de estar con nosotros, de construir a nuestro lado el futuro de la Iglesia que es suya y nuestra».

En los rincones de gran tradición cristiana, pero también en un país como Kazajistán, donde «podríamos llegar a sentirnos “pequeños” e incapaces». Pero «la pequeñez nos entrega humildemente al poder de Dios y nos lleva a no cimentar la acción eclesial en nuestras propias capacidades».

«¡Esta es una gracia! Lo repito: hay una gracia escondida al ser una Iglesia pequeña, un pequeño rebaño, en lugar de exhibir nuestras fortalezas, nuestros números, nuestras estructuras y cualquier otra forma de prestigio humano, nos dejamos guiar por el Señor y nos acercamos con humildad a las personas», incidió el Papa. «Ricos en nada y pobres de todo, caminamos con sencillez, cercanos a las hermanas y a los hermanos de nuestro pueblo, llevando la alegría del Evangelio a las situaciones de la vida», como la levadura en la masa. Y con los otros.

No somos autosuficientes

Porque «ser pequeños nos recuerda que no somos autosuficientes, que necesitamos de Dios, pero también de los demás, de todos y cada uno: de las hermanas y hermanos de otras confesiones, de quien profesa un credo religioso diferente al nuestro, de todos los hombres y mujeres de buena voluntad».

«Nos damos cuenta, con un espíritu de humildad, que sólo juntos, en el diálogo y en la aceptación recíproca, podemos hacer algo verdaderamente bueno por todos», insistió, pidiendo a la Iglesia de Kazajistán «no ser un grupo que se deja arrastrar por las cosas de siempre, o que se encierra en su caparazón porque se siente pequeña, sino una comunidad abierta al futuro de Dios, encendida por el fuego del Espíritu: viva, llena de esperanza, disponible a su novedad y a los signos de los tiempos».

Y que «se realiza cada vez que vivimos la fraternidad entre nosotros, que atendemos a los pobres y a quienes están heridos por la vida, cada vez que en las relaciones humanas y sociales damos testimonio de la justicia y de la verdad, diciendo “no” a la corrupción y a la falsedad».

Gimnasios de la verdad y la apertura

Así, el Papa pidió «que las comunidades cristianas, en particular el seminario, sean “escuelas de sinceridad”; no ambientes rígidos y formales, sino gimnasios de la verdad, de la apertura y del intercambio». «Y que en nuestras comunidades —recordémoslo— seamos todos discípulos del Señor: todos discípulos, todos esenciales, todos de igual dignidad. No sólo los obispos, los sacerdotes y los consagrados, sino todos los bautizados han sido sumergidos en la vida de Cristo y en Él —como nos recordaba san Pablo— están llamados a recibir la herencia y a acoger la promesa del Evangelio».

«De manera que se ha de brindar un espacio a los laicos. Les hará bien, para que las comunidades no se hagan rígidas y no se clericalicen», insistió, apostando, de nuevo, por «una Iglesia sinodal, en camino hacia el futuro del Espíritu», que «es una Iglesia participativa y corresponsable».

«Es una Iglesia capaz de salir al encuentro del mundo porque está entrenada en la comunión», como subrayaron en sus testimonios tanto el sacerdote como las religiosas o el padre de familia. «En la Iglesia, en contacto con el Evangelio, aprendemos a pasar del egoísmo al amor incondicional».

Soñar una Iglesia alegre

Por ello, culminó, es tan importante que «seamos hombres y mujeres de comunión y de paz, que siembran el bien allí donde se encuentren». Con apertura, alegría e intercambio. «Soñemos y, con la gracia de Dios, edifiquemos una Iglesia que esté más llena de la alegría del Resucitado, que rechace los miedos y las quejas, que no se deje endurecer por dogmatismos ni moralismos».

Dirigiéndose finalmente a los obispos y sacerdotes, les recordó que «nuestra misión no es ser administradores de lo sagrado o gendarmes preocupados por hacer que se respeten las normas religiosas, sino pastores cercanos a la gente, imágenes vivas del corazón compasivo de Cristo».

El camino sinodal de la Iglesia alemana

La Iglesia alemana envía a Roma las primeras conclusiones de su ‘Camino Sinodal’

Iglesia alemana

La Iglesia es «una institución que define pero no escucha. Y lo hacen porque quieren que «el Evangelio pueda seguir siendo anunciado de forma creíble». Y para ello hacen falta reformas, discutidas, dialogadas… y encarnadas en la realidad

La Iglesia alemana lamenta el retroceso de la Iglesia a partir del pontificado de Juan Pablo II y la posterior secularización, con la consiguiente disminución de fieles, de ingresos, de sacerdotes y de colaboradores pastorales

«Hay temas tabú que no se pueden abordar, hay límites a la libertad de expresión en la Iglesia»

Por Jesús Bastante

La Conferencia Episcopal alemana ha enviado a la Secretaría General del Sínodo las primeras conclusiones del ‘Camino sinodal’, demostrando que, pese a las dudas de algunos sectores del Vaticano (no del Papa, como él mismo se encargó de aclarar en el vuelo de regreso de Canadá), los católicos del país quieren seguir participando dentro del proceso de reformas en la Iglesia universal.

No, no van por su cuenta, pese a que admiten en los resúmenes enviados a Roma, que la Iglesia es «una institución que define pero no escucha. Y lo hacen porque quieren que «el Evangelio pueda seguir siendo anunciado de forma creíble». Y para ello hacen falta reformas, discutidas, dialogadas… y encarnadas en la realidad.

Aplicar el Vaticano II

El documento que ha llegado al Vaticano consta de dos partes: una primera, en la que reflexiona sobre las experiencias sinodales en Alemania; y una segunda con un resumen de las reacciones de las diócesis del país al ‘Vademécum’ planteado por la Santa Sede.

Así, tras recordar los sínodos de Würzurg y Dresde, para «aplicar las decisiones del Concilio Vaticano II«, que configuraron «la cultura de la colaboración entre obispos, sacerdotes y laicos y permitieron una amplia participación», la Iglesia alemana lamenta el retroceso de la Iglesia a partir del pontificado de Juan Pablo II y la posterior secularización, con la consiguiente disminución de fieles, de ingresos, de sacerdotes y de colaboradores pastorales.

Encubrimiento «sistémico» de los abusos

Pero el verdadero punto de inflexión fue el estallido del escándalo de abusos sexuales, que -admiten los obispos-  demostraron que «no era una cuestión de fallos personales, sino de razones sistémicas que favorecían los abusos sexuales en la Iglesia y su encubrimiento».

De ahí surgió el Camino Sinodal alemán, que (pese a las dificultades y los intentos de boicot de los sectores ultraconservadores de la Curia) plantea temas «que deben ser sometidas a debate con la Iglesia universal». Por eso, «los católicos de Alemania miran con esperanza el Camino Sinodal de la Iglesia universal» como una oportunidad para integrar las experiencias sinodales y hacer su propia contribución. 

Que la Iglesia salga de su zona de confort

Dichas contribuciones han de integrarse dentro del Sínodo Mundial, se asegura en el documento enviado a Roma, que clama por lograr que la Iglesia «salga de la zona de confort del rol de anfitrión para convertirse en huésped en la vida de las personas”. Para los católicos alemanes, la Iglesia del futuro «será de pequeñas comunidades en las que los laicos tengan un papel protagonista». 

Pese a todo, las conclusiones denuncian que obispos, sacerdotes y responsables pastorales «no escuchan lo suficiente» a los fieles, que la Iglesia es «una institución que define pero no escucha«, y que si lo hace no es una «escucha compartida». «Hay temas tabú que no se pueden abordar, hay límites a la libertad de expresión en la Iglesia», concluye el documento.

El Sínodo de Pavía

Mil años del ‘Sínodo de Pavía’: cuando el Papa (y el emperador) prohibieron casarse a los curas

Sínodo de Pavía, mil años después
Sínodo de Pavía, mil años después

Hace justo un milenio, Papado e Imperio promulgaron una norma que, diez siglos después, sigue estando vigente, y sigue siendo discutida: prohibir el matrimonio de los curas

Ahora se llama ‘Tradición’, pero lo cierto es que, durante el primer milenio de la Iglesia, era natural que los sacerdotes contrajeran matrimonio. De hecho, casi todos los apóstoles de Jesús (el primer Papa, Pedro, también -los Evangelios nos hablan de su suegra), excepto Juan, estaban casados, y muchos tenían hijos

«Me viene a la mente una frase de San Pablo VI: ‘Prefiero dar mi vida antes que cambiar la ley del celibato'», dijo el Papa a la vuelta de un viaje a Panamá, aunque también reconoció que «no es un dogma» y que, como tal, puede modificarse

Por Jesús Bastante

El 1 de agosto de 1022 los ciudadanos (entonces ni siquiera lo eran) no paraban por vacaciones (de hecho, no existían vacaciones), así que no había necesidad de lanzar ‘tormentas de verano’ para dar carnaza a una opinión pública, que por entonces tampoco existía. Ese día, hace justo un milenio, Papado e Imperio promulgaron una norma que, diez siglos después, sigue estando vigente, y sigue siendo discutida: prohibir el matrimonio de los curas.

Lo primero que hay que aclarar es que el celibato obligatorio no es un dogma de la Iglesia, sino una disposición del Derecho Canónico, que se estableció merced a un acuerdo entre el Papa Benedicto VIII y el Emperador Enrique II, que estaban muy unidos (el monarca repuso al pontífice, que había sido depuesto pocos meses después de ser elegido, y el Papa le coronó en Roma como emperador, en un acto que unió, por primera vez, la corona, el globo y la cruz, como símbolo del poder universal), y que acordaron introducir de forma definitiva en el credo niceno-constantinopolitano la procedencia del Espíritu Santo del Padre “y del Hijo” que desembocará años más tarde en el Cisma de las Iglesias de Oriente y Occidente, tan en boga hoy con el conflicto en Ucrania. pero esa es otra historia. 

El poder, la propiedad y las herencias

La que hoy cumple un milenio es la del Sínodo de Pavía, planteado como una suerte de reformar de la Iglesia, y que se celebró bajo la presidencia de Papa y emperador, concluyéndose que el alto clero (hasta el subdiaconado) debía ser obligatoriamente célibe, y que sus hijos habrían de convertirse en sacerdotes para no peligrar la herencia de los bienes eclesiásticos El dinero, los terrenos y los templos, todo muy actual. También se condenaron la simonía (compra de cargos) y el nepotismo, pero donde sí se cumplió a rajatabla, durante siglos, la norma, fue en lo tocante al celibato. 

Ahora se llama ‘Tradición’, pero lo cierto es que, durante el primer milenio de la Iglesia, era natural que los sacerdotes contrajeran matrimonio. De hecho, casi todos los apóstoles de Jesús (el primer Papa, Pedro, también -los Evangelios nos hablan de su suegra), excepto Juan, estaban casados, y muchos tenían hijos.

Jesús se aparece a sus discípulos
Jesús se aparece a sus discípulos

Sin embargo, la creciente unión entre el poder religioso y el poder político, consagrada por Constantino en el año 314, hizo que conviniera más a la institución que el clero estuviera únicamente reservado a varones (¿hubo mujeres sacerdotisas en los primeros tiempos del Cristianismo?), solteros y -como se ha encargado de recordar convenientemente la normativa más rancia- heterosexuales. De momento, como recomendaciones, que después se convirtieron en reglas, más o menos encubiertas. 

Con todo, no fue norma oficial de la Iglesia hasta este momento, hoy hace un milenio. Posteriormente, las normas fueron endureciéndose más y más, pese a los sucesivos cismas (el de Oriente, de 1054; o el provocado por Lutero en 1521, y al que se sumó Enrique VIII, precisamente, para poder volver a casarse -lo hizo en unas cuantas ocasiones-), hasta llegar al Segundo Concilio de Letrán, en 1139, que declaró nulos los matrimonios sacerdotales.

Ignacio Puente y su familia
Ignacio Puente y su familia

Una veintena de excepciones

Ya en Trento, como respuesta a la reforma de Lutero, se confirmó la exclusión de casarse después de la ordenación, pero no negó la posibilidad de ordenar a hombres ya casados, algo que, todavía hoy, se permite en muchas iglesias cristianas (y en hasta 23 ritos permitidos por la Iglesia católica, como el caso de los curas anglicanos que ‘vuelven a Roma’ y siguen siendo sacerdotes sin tener que abandonar mujer e hijos). Lo que sí hizo este Concilio fue impedir la entrada a las órdenes sagradas de hombres no célibes.

El Código de Derecho Canónico de 1917 declaró «simplemente impedidos» para recibir las órdenes sagradas los que tienen esposa»,y el Código que actualmente está en vigor, el de 1983, prohibe a los hombres casados ser ordenados sacerdotes (aunque sí pueden ser diáconos), y a éstos «observar una continencia perfecta y perpetua por el Reino de los Cielos». Una regla que, como decíamos, tiene excepciones.

Visita del Papa a un grupo de curas casados
Visita del Papa a un grupo de curas casados Vatican News

¿Y qué piensa el Papa Francisco? En febrero de este año, en plena polvareda por la petición del Camino Sinodal Alemán para acabar con el celibato obligatorio (algo que también ha sucedido en varias diócesis españolas, aunque la Conferencia Episcopal haya ‘afeitado’ convenientemente esta y otras demandas en la síntesis enviada a Roma), Bergoglio defendía el celibato sacerdotal como «un don» que «requiere relaciones sanas» para «no convertirse en un peso insoportable». 

«Me viene a la mente una frase de San Pablo VI: ‘Prefiero dar mi vida antes que cambiar la ley del celibato'», dijo el Papa a la vuelta de un viaje a Panamá, aunque también reconoció que «no es un dogma» y que, como tal, puede modificarse. Tal vez no sea necesario derogar la norma creada hace hoy mil años, pero sí llenar el Derecho Canónico de excepciones (los ‘viri probati’ de la Amazonía, o cristianos de reconocido prestigio en zonas despobladas, donde es imposible la llegada de curas) que, unidas al creciente crisis vocacional, puedan convertirse, con el paso de los años, en norma. Aunque no hay Iglesia que soporte aguantar otro milenio.

Posibles cambios en la moral sexual en la Iglesia

El Papa sopesa dar la vuelta a la moral sexual tradicional en la Iglesia católica

Foto de archivo del papa Francisco. EFE/Giorgio Onorati
Foto de archivo del papa Francisco. EFE/Giorgio Onorati

Jesús Bastante

Gaudium vitae (La alegría de la vida). Este podría ser el título de la próxima encíclica del Papa Francisco que, según fuentes vaticanas, podría abordar algunas de las cuestiones más polémicas de la moral sexual católica, y que forman parte de los “principios irrenunciables” establecidos por Juan Pablo II, hace un cuarto de siglo, en otro texto, Evangelium vitae, que cerraba la puerta a los anticonceptivos, el aborto, o el sexo antes del matrimonio (y dentro del mismo, si no estaba orientado a la procreación).

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Las encíclicas son cartas que el Papa envía a los obispos y fieles. Sus textos con más peso. El posible título, que hace referencia tanto a la de Wojtyla como a la Humanae Vitae, firmada entre presiones por Pablo VI hace más de medio siglo y en el que se condenaban la inseminación artificial o el uso de anticonceptivos, entre otras cosas, podría ver la luz en los próximos meses.

El momento es más que buscado: por un lado, la Iglesia católica está inmersa en un debate sinodal a nivel planetario, donde están surgiendo propuestas de reforma especialmente en dos ámbitos: el acceso al sacerdocio de mujeres y casados, y la moral sexual; por el otro, la próxima beatificación (4 de septiembre) del Papa Juan Pablo I, uno de los pocos cardenales que se atrevió a pedir a Pablo VI que aceptase el uso de la píldora en la Humanae Vitae.

La propuesta de encíclica no es un brindis al sol, ni mucho menos, sino que viene sugerida, entre otros, por La Civilttà Cattolica, publicación editada por los jesuitas, dirigida por Antonio Spadaro –uno de los más religiosos más cercanos a Bergoglio– y cuyos artículos están obligados a pasar el filtro de la Secretaría de Estado vaticana. Apareció en un análisis de las actas de un seminario interdisciplinario de estudio promovido por la Pontificia Academia por la Vida. El artículo iba firmado por el español Jorge José Ferrer, doctor en teología por Comillas, y se titulaba: “Releer la ética teológica de la vida. A la luz de las solicitaciones del papa Francisco”.

Circunstancias donde es “irresponsable” tener hijos

Un seminario en el que, por cierto, se planteó abiertamente el uso de métodos anticonceptivos no naturales en determinadas circunstancias que “harían irresponsable” tener hijos. Tal y como explica el presidente de la Academia, Vincenzo Paglia, “el Papa Francisco fue informado de cada paso y alentó el proyecto”, en el que se discute abiertamente sobre posibles cambios en la doctrina eclesiástica sobre el matrimonio, la apertura a la vida, la procreación asistida, los preservativos, el aborto o la eutanasia, temas considerados ‘tabú’ por el conservadurismo dominante, durante décadas, en las estructura eclesiástica católica.

Así, los participantes en el congreso recalcaron que existen  “condiciones y circunstancias prácticas que harían irresponsable la elección de engendrar” por lo que una pareja casada puede decidir recurrir “con una sabia elección” a técnicas anticonceptivas no naturales, “excluyendo obviamente las abortivas”.

En este sentido, la revista de los jesuitas aboga por un “trabajo de campo” en el mundo católico respecto a estas y otras cuestiones, que en el grueso de la feligresía están más que superadas, pero que siguen siendo capaces de provocar cismas o conflictos diplomáticos, como la prohibición de comulgar al presidente de EEUU, Joe Biden, por parte de un sector del episcopado norteamericano.

Pese a los bloqueos, para el jesuita Ferrer, “el planteamiento de temas novedosos y todavía debatidos es irrenunciable si queremos hacer avanzar la teología, particularmente la bioética teológica, que debe estar siempre en diálogo con las realidades cambiantes de la vida humana”, siempre desde la óptica del discernimiento y la conciencia, que “juegan un papel particularmente crucial en temas controvertidos como lo son los que atañen directamente a la moral de la vida, desde el ejercicio responsable de la sexualidad y la generación de nueva vida hasta los que rodean el morir humano y humanizado”.

Por ello, concluye el artículo, son necesarios continuos encuentros que “podrían contribuir a ir preparando sinodalmente una futura intervención magisterial, que vuelva cada vez más profunda y adecuada la enseñanza de la Iglesia sobre la ética de la vida. San Juan Pablo II nos dejó, hace ya más de 25 años, la Evangelium Vitae. ¿Nos legará el papa Francisco una nueva encíclica o exhortación apostólica sobre bioética, a la que quizá podría titular Gaudium vitae?”. Veremos.