Cardenal Marx: «La moral sexual católica debe cambiar» y dejar de ser «moral de prohibición»
Cardenal Reinhard Marx
El cardenal reconoce que, a menudo, tanto en la predicación como en la práctica pastoral, se ha dado una imagen negativa de la sexualidad humana
«Una imagen que ha estado marcada por la culpa y el pecado, lo que ha llevado también a la represión y a la doble moral»
«La imagen cristiana del hombre quiere abrir también perspectivas positivas y liberadoras en el ámbito más personal e íntimo de la vida humana, tanto para la vida de los individuos como para la vida en común»
El cardenal Reinhard Marx, arzobispo de Munich, asegura que es urgente que la Iglesia desarrolle la doctrina sexual católica. «Es hora, por el bien de la humanidad, de seguir desarrollando una moral y una doctrina útiles para la vida, que proclamen el amor de Dios por los hombres a la altura de los debates actuales», explica en declaraciones a Cath.ch
A su juicio, la gestión actual de los casos de pederastia en la Iglesia demuestra «que existe un problema fundamental en el ámbito relacional entre la Iglesia y la sexualidad, que desempeña con razón un papel importante en una perspectiva sistémica, también en las deliberaciones de la vía sinodal».
«¿Pasión, deseo y sexo frente a razón, amor y moral? Esto a veces suena un poco como si existiera o bien una vida pecaminosa, impulsada por los instintos y la sinrazón, o bien el ideal del amor puro», dice el cardenal Marx, que tacha tal perspectiva de «estrecha» y «alejada de la realidad».
El cardenal reconoce que, a menudo, tanto en la predicación como en la práctica pastoral, se ha dado una imagen negativa de la sexualidad humana. «Una imagen que ha estado marcada por la culpa y el pecado, lo que ha llevado también a la represión y a la doble moral».
Para el cardenal alemán, esta «moral de la prohibición» ha marginado su verdadero fundamento: «La imagen cristiana del hombre quiere abrir también perspectivas positivas y liberadoras en el ámbito más personal e íntimo de la vida humana, tanto para la vida de los individuos como para la vida en común».
El milagro de la cohabitación y de la transición del invierno a la primavera
Francisco y Benedicto XVI
«El Papa Benedicto XVI pasará a la historia por su renuncia… Pero hay otra cosa, que no lo hará pasar a la historia, pero que, para mí, representa su mayor y mejor legado: el milagro de la cohabitación y de la transición tranquila»
«La Iglesia tiene horror al cisma y la ley suprema de la comunión se suele conjugar en la iglesia con otra ley no escrita, pero no por eso menos efectiva: la ley del péndulo»
«Con la renuncia de Benedicto se acaba el antiguo régimen de una Iglesia piramidal y autorreferencial, de la que Ratzinger fue su máximo ideólogo, para dar paso a la Iglesia en salida, sinodal y hospital de campaña de Francisco»
«¡Tuvo que sufrir mucho el Papa emérito, viendo como su obra era derribada y duro para el Papa Francisco esta labor de desmontaje ante los ojos de Benedicto… Sin embargo, en general, la convivencia, durante casi 10 años, fue exquisita y hasta fraterna»
Sin duda alguna, el Papa Benedicto XVI pasará a la historia y, más cerca de nosotros, a los comentarios de casi todos los expertos, por su renuncia. Un gesto amplificado por el foco de los medios masivos de comunicación: Aquel helicóptero sobrevolando la cúpula de la Basílica de San Pedro quedó grabado para siempre en la retina y en los recuerdos de mucha gente en todo el mundo. Y, por supuesto, en el alma de los católicos.
Pero hay otra cosa, que no lo hará pasar a la historia, pero que, para mí, representa su mayor y mejor legado: el milagro de la cohabitación y de la transición tranquila (con algún sobresalto) desde el invierno de la involución de Wojtyla-Ratzinger a la espléndida primavera de Francisco.
La Iglesia tiene horror al cisma, vieja herida sin cicatrizar en el tronco del cristianismo. Por eso, su máxima pretensión estructural y espiritual es no romper nunca la comunión. Cueste lo que cueste.
La ley suprema de la comunión se suele conjugar en la iglesia con otra ley no escrita, pero no por eso menos efectiva: la ley del péndulo. Y es que para contentar a las dos sensibilidades o almas, la institución va pasando de épocas conservadoras a otras más abiertas y liberales.
Es de todos sabido que, después de le ventana de aire fresco que se abrió en los muros anquilosados de la Iglesia con el Vaticano II y siguió en el postconcilio, vino la época de la involución orquestada por Juan Pablo II y de la que el entonces cardenal Ratzinger fue su máximo ideólogo. Los dos, mano a mano, vinieron a decir lo que dijo el filósofo español Ortega ante la República española: “Esto no es, esto no es”. Y atemorizados por el devenir, especialmente litúrgico, de las reformas conciliares, decidieron echar el freno y congelar el Concilio. Y así estuvo durante 35 años, en los reinados de Wojtyla y Ratzinger.
«Después de le ventana de aire fresco que se abrió en los muros anquilosados de la Iglesia con el Vaticano II y siguió en el postconcilio, vino la época de la involución orquestada por Juan Pablo II y de la que el entonces cardenal Ratzinger fue su máximo ideólogo»
Con la renuncia de Benedicto se acaba el antiguo régimen de una Iglesia piramidal y autorreferencial, para dar paso a la Iglesia en salida, sinodal y hospital de campaña de Francisco. ¡Tuvo que sufrir mucho el Papa emérito, viendo como su obra era derribada, poco a poco por el Papa reinante, para descongelar el Concilio y volver a una Iglesia circular o, como a Francisco le gusta decir, poliédrica!
Y tuvo que ser duro para el Papa Francisco esta labor de desmontaje ante los ojos de Benedicto. Pero uno y otro mantuvieron el tipo y, si sufrieron, lo hicieron en silencio. Eso sí, los conservadores intentaron convertir a Benedicto en su icono, en su referente y en su ariete contra la nueva primavera. Con todo lo que eso supone de descalificación, persistente y continuada, del Papa Francisco, al que tacharon hasta de hereje.
«Los conservadores intentaron convertir a Benedicto en su icono, en su referente y en su ariete contra la nueva primavera. Con todo lo que eso supone de descalificación, persistente y continuada, del Papa Francisco, al que tacharon hasta de hereje. Pero Benedicto no se dejó utilizar»
Pero Benedicto no se dejó utilizar, aunque alguna vez rompió su promesa y dejó el monte, donde estaba dedicado a la oración, para bajar a la arena de la polémica. Por ejemplo, en el libro que firmó o que le hicieron firmar con el cardenal Sarah. Pero, en general, la convivencia, durante casi 10 años, fue exquisita y hasta fraterna. Francisco siempre le llamó “el abuelo sabio” y Benedicto le respondió con el mismo cariño. Ahí están las fotos de sus encuentros para demostrarlo y el ojo de la televisión que todo lo escudriña y nada se le escapa. Y así se hizo carne el milagro del paso, tranquilo y sin cismas, del invierno a la primavera. La ‘complexio oppositorum’ hecha carne.
Eso sí, con la muerte de Benedicto, el ala conservadora de la Iglesia, que siempre le tuvo como icono y que quiso convertirlo en su ariete, sin conseguirlo, tiene dos opciones: Calmarse y, sin líder reconocido, asumir que la llegada de la primavera de Francisco es inevitable, o redoblar su campaña contra el Papa y plantear, incluso, un cisma, que podría cuajar entre los ultraconservadores americanos y europeos, que tienen poder y dinero para ello. El futuro lo dirá.
«Dios ama a la ciudad». El arzobispo de Monterrey y presidente del episcopado mexicano, Rogelio Cabrera, intervino en la intorducción a los trabajos del segundo día del Congreso internacional sobre la pastoral urbana, organizado por la archidiócesis de México, con una conferencia muy optimisma, en la que recalcó que «la ciudad sigue siendo un espacio adecuado para la proclamación del Evangelio», donde sus parroquias son «oasis, hospitales y escuelas», para «decirle al hermano que Dios le ama tal y como es y tal y como está”. En cambio, en ponencia sucesivas, el teólogo Altbach sostenía que» “la Iglesia influye cada vez menos en la historia de las ciudades de Latinoamérica” y el pastoralista Palafox invitaba a «pagar el precio de desparroquializar nuchos modelos parroquiales».
En su exposición telemática, el arzobispo de Monterrey comenzó haciendo memoria “del caminar de la Iglesia y de la transformación cultural de nuestros pueblos”. En todos los ámbitos, no en vano monseñor Cabrera explicó que había sido “obispo en una diócesis casi cien por cien rural y, ahora, en esta gran ciudad de Monterrey”.
Apoyado en esa experiencia vital, el prelado invitó a no caer en el pesimismo, porque “la ciudad también es objeto del amor y de la compasión divinas”. Y lo glosó con el testimonio de Jonás, “el profeta de la gran ciudad, que lleva adelante la tarea que le encomienda el Señor, a pesar de sentirse incómodo a la hora de predicar en Nínive, la ciudad enemiga. Y, por eso, duda que haya respuesta del pueblo y se convierta. Pero, al final, Nínive se convierte”.
Para hacer frente a las flaquezas y desánimos pastorales, como los de Jonás en Nínive, monseñor Cabrera invitó a “sentir la alegría de servir” y ser conscientes de que “compartimos la compasión divina y su amor por la gran ciudad. Porque partimos siempre del hecho de que Dios ama a su pueblo y tiene compasión de él”.
Y, por eso, concluyó en positivo esta primera parte de su intervención: “La ciudad es un espacio adecuado para la proclamación del Evangelio, donde el profeta puede llamar a la conversión”.
A su juicio, en medio de la ciudad, “la parroquia tiene que ser un lugar para encontrarse con el Señor, porque la parroquia es oasis, es hospital y es escuela”.
Congreso-parroquia
Y el presidente de los obispos mexicanos explicó esos tres términos: “Es un oasis, para beber el alimento de la Palabra y compartir la alegría del Evangelio. Pero también es un hospital, un lugar de terapia y de salud, donde encuentran consuelo los heridos. Y, asimismo, es escuela o lugar de aprendizaje, donde todos somos discípulos de Jesús”.
O dicho de otra forma: “Una comunidad en éxodo o en salida, que no queda apresada en su propio espacio, que sabe que tiene que ir a las fronteras; es también una comunidad sinodal, espacio de diálogo y escucha mutua; y una comunidad samaritana, porque encontramos en ella muchas heridas, un hospital de campaña, como dice el Papa”.
El arzobispo de Monterrey quiso terminar su intervención con una tríada de propuestas respecto a la ciudad y a la parroquia urbana: “Jesús camina en la ciudad; Jesús ama a la ciudad, y Jesús llama a la conversión a la ciudad”.
A su juicio, Jesús camina en la ciudad, porque la parroquia y la Iglesia camina en las calles de la ciudad. “La parroquia es la comunidad que camina de un pueblo peregrino que quiere llegar a Dios. No caminamos solos, sino acompañados por Jesús. Caminamos con Él y lo encontramos también en todo ser humano”.
Virgen de Guadalupe
Porque, además, “Jesús ama la ciudad y en ella experimenta el desprecio, la soledad y el descarte. Que alguien te ame es un gran regalo. El Evangelio es decirle al hermano que Dios le ama tal y como es y tal y como está. La gente necesita ser amada de modo personal. Hay que evangelizar sin miedo, sin demora y sin asco, sin despreciar ni mirar a los demás con desprecio. La parroquia es una comunidad abierta: no hay patio de gentiles y de hijos, sino un mismo patio donde todos somos hermanos”.
Y el último elemento de la tríada de monseñor Cabrera es que “Jesús llama a la conversión a la ciudad, porque no todo lo de la ciudad es bueno. Llamar a la conversión no es proclamar un moralismo, sino ayudar a entender que convertirse es aprender a amar. Convertirse no sólo es dejar de hacer el mal y hacer el bien, sino amar”.
Para el prelado, “las ciudades están hoy llenas de violencia, de agresión y de pobreza, acentuadas por la pandemia. Estamos llamados a la conversión pastoral, la de los pastores, pero también a la conversión del pueblo”.
De cara a esta conversión, el arzobispo señaló que “los mexicanos tenemos una dicha muy grande: estamos acompañados por la Virgen de Guadalupe, que nos enseñó que la dulzura es más importante que la amargura, que nuestra palabra debe dejar de ser un reproche y ser una palabra de ánimo. El moralismo es siempre despreciable, porque es no entender qué pasa en el corazón de la persona y olvidar el objetivo mismo de la vida: amar”.
Y monseñor Cabrera concluyó con esta vibrante proclama: “El Señor va a tener compasión de nuestras grandes ciudades, porque en ellas viven tantas personas que Cristo ama. Llevémosles el amor de Dios tanto a los pobres como a los habitantes de los grandes condominios. Jesús quiere que toda la ciudad se convierta”.
A continuación intervino el padre Federico Altbach, teólogo y ex rector de la Universidad Lumen Gentium, con una conferencia sobre “la fragmentación de las grandes ciudades, de sus habitantes y de las parroquias”.
A su juicio, en la época de la fragmentación, “la fuerza de la parroquia ha decaído abruptamente y hay riesgo de que la parroquia se esclerotice”. Por eso y “dado que la Iglesia no es una institución rígida, debe transformarse continuamente, al estilo de la Iglesia accidentada y manchada del Papa Francisco”.
Para el teólogo, en medio de una pastoral urbana fragmentada, hay que buscar “momentos de evangelización puntuales, dispersos y ocasionales. Lo importante es que la celebración ocasional sea un evento y marque la memoria y la vida de una persona. Porque muchas personas solo están dispuestas a participar en ofertas puntuales, fragmentadas y discontinuas”.
El ponente invitó, asimismo, a promover “la pastoral del encuentro, no para hacer proselitismo, sino encuentros a la luz de la fe” y cuidar, asimismo, la “microhistoria”, dado que “la Iglesia influye cada vez menos en la historia de las ciudades de Latinoamérica”.
La tercera ponencia, titulada ‘Sobre el significado y la pertinencia de la parroquia en la urbe (¿desparroquializar?)’ corrió a cargo del teólogo pastoralista y profesor de la Pontificia de México, Antonio Ernesto Palafox, que comenzó señalando el contexto actual de “crisis o ‘policrisis’ y de cambios acelerados y globalizados”. Con todo, “la crisis encierra riesgos, pero también oportunidades. Las crisis forman parte de la existencia humana”.
Y el pastoralista abordó el análisis de la cuádruple crisis de la parroquia: “Crisis de identidad, de representatividad, de significatividad y de credibilidad en el ámbito público”.
En efecto, la parroquia está sufriendo una “crisis de identidad como centro de administración de sacramento y centrada en el párroco.Para muchos, la parroquia no representa ya el cristianismo”.
Por otra parte, la parroquia está sufriendo, según el teólogo, “crisis institucional de representatividad. ¿Los cristianos se sienten representados por la parroquia? A muchos laicos los representa más su movimiento que la parroquia”.
En cuanto a la “crisis cultural de significatividad”, se refiere a la crisis en la que está inmersa la parroquia, porque ya no es más el principal regulador de la vida local”.
Y, por último, “la crisis social de credibilidad”, porque “la credibilidad de la Iglesia se juega desde la calidad de la parroquia, y a la inversa”. De hecho, según las encuestas, la parroquia ocupa en México “el tercer lugar de credibilidad, después de la Marina y del Ejército”.
Por último, el profesor Palafox, abordó “las condiciones de posibilidad para la pertinencia de la parroquia. Primera condición: “encaminarse a una mayor comprensión teológica del territorio”. Segunda condición: “considerar la parroquia un espacio activo que visibiliza el cristianismo en un lugar determinado”.
La tercera condición sería “desmarcarse radicalmente de la llamada civilización parroquial, anclada en la imagen de cristiandad, que está centrada en el clericalismo y en el sistema clerical. Por eso, los sociólogos hablan del finde la civilización parroquial. Pero, desde la parroquia se puede ensayar otra forma de ser Iglesia”.
Cuarta condición es “renunciar a la pretensión pastoral de todo fundarlo y todo abarcarlo. No a la ‘parroquia ‘omnívora’. Relativizar la parroquia. Más modestia pastoral ante los actuales desafíos urbanos”
Quinta condición: “movilizar la parroquia desde la práctica sinodal”. Y Sexta condición: “Ensayar desde lo pequeño un nuevo estilo de socialización cristiana”
Y el padre Palafox concluyó, apoyándose en el teólogo Juan Luis Segundo, “que plantea la necesidad de una pastoral evolutiva: Nada se construye sin pagar el precio de una destrucción equivalente. Es decir, habrá que desparroquializar muchos modelos parroquiales actuales. ¿Pero estamos dispuestos a pagar ese precio?
Gilles Routhier: “La parroquia clásica se está desmoronando lentamente”
Gilles Routhier y su presentador
“La parroquia, heredera de Trento, ya no funciona ni se adapta a la realidad actual”
“No se trata de adaptar la parroquia a la nueva realidad urbana, sino de preguntarse qué figura institucional es la más adecuada para asegurar el anuncio del Evangelio en las grandes ciudades”
“La catedral como lugar de encuentro de las diferencias, lugar de comunión y de reconciliación”
“La iglesia debe ser abierta y no debe estar ligada a un territorio”
“La parroquia clásica, tal y como la conocemos se está desmoronando lentamente”. El diagnóstico es claro y tajante y procede de la mente privilegiada del teólogo quebequense Gilles Routhier, uno de los mejores pastoralistas del momento, profesor de la Universidad Laval y rector del seminario de la archidiócesis de Quebec. Por eso, además de diagnosticar, avanza la solución: caminar hacia “una iglesia-ciudad”.
Había expectación en el Congreso de pastoral urbana de la arquidiócesis de México, que se está celebrando en el seminario conciliar, por escuchar al pastoralista quebequense Gilles Routhier. Y no defraudó, ofreciendo una ponencia corta, clara y contundente, sin remilgos al uso y sin medias verdades.
Routhier comenzó señalando que “el cristianismo nació en la ciudad y la parroquia, en el campo” y, por lo tanto, desde siempre se planteó el problema de cómo adaptar la parroquia a la ciudad. A su juicio, en la actualidad “esa parroquia, heredera de Trento, ya no funciona ni se adapta a la realidad actual, y se está desmoronando lentamente”.
Ante esta situación y a juicio del pastoralista, “no se trata de adaptar la parroquia a la nueva realidad urbana, sino de preguntarse qué figura institucional es la más adecuada para asegurar el anuncio del Evangelio en las grandes ciudades”.
Para hacerlo, apuntó varias iniciativas. Primero, “tomar la realidad urbana como punto de partida de la manera de pensar el Evangelio en la ciudad, en lugar de partir de nuestros marcos institucionales, para adaptarlos a la ciudad”.
En segundo lugar, “identificar y examinar experiencias que intentan crear prácticas pastorales y formas eclesiales dentro de las grandes ciudades”. Y tercero, “explorar otras maneras de hacer presente el Evangelio en la ciudad a través de la historia”.
Congreso-parroquia
Gilles Routhier aboga, pues, por ir caminando hacia “una Iglesia-ciudad” en “una sociedad que se construye fuera de la Iglesia y sin referencias a ella”. Y para ello, propuso tres elementos.
El primero, la catedral “como lugar de encuentro de las diferencias, lugar de comunión y de reconciliación”. El segundo elemento sería transformar las parroquias en “lugares flexibles, para acompañar a nuestro contemporáneos” en continuo movimiento sobre todo los fines de semana. Y en tercer lugar, “la iglesia debe ser abierta y no debe estar ligada a un territorio”.
Sentado el diagnóstico y las propuestas, Gilles Routhier avanzó su conclusión: “La ciudad nos espera. Se trata de pensar la evangelización a partir de la ciudad y, para eso, necesitamos conversión, si queremos conseguir una profunda reforma de la Iglesia”.
Es decir, “se trata de anunciar el Evangelio en la ciudad, no de adaptar la parroquia a la ciudad”.
Francisco amplía hasta el 2024 el plazo del proceso sinodal, para asumirlo como «una dimensión constitutiva de la Iglesia»
El Vaticano publicará el documento de síntesis del Sínodo el 18 de octubre
«Los frutos del proceso sinodal son ya muchos, pero, para que alcancen su plena madurez es necesario no tener prisa»
«Confío que esta decisión pueda favorecer la comprensión de la sinodalidad como una dimensión constitutiva de la Iglesia y ayudar a todos a vivirla»
“Imaginemos que el Señor llega hoy a la tierra: vería, lamentablemente, muchas guerras, pobreza y desigualdades”
“Nos concentramos sobre muchas cosas urgentes pero no necesarias, nos ocupamos y nos preocupamos de muchas realidades secundarias”
«Nos puede ayudar una sabia práctica espiritual, aunque hoy un poco olvidada, que nuestros mayores conocen bien, especialmente las abuelas: la de las llamadas jaculatorias»
En su catequesis previa al ángelus, el Papa Francisco invita a los fieles a ir a lo esencial, dejando de concentrarse “sobre muchas cosas urgentes, pero no necesarias” o secundarias. Y lo esencial es cultivar la fe “de nuestra fe tibia”. ¿Cómo? Con la oración y, más en concreto, Bergoglio recomienda una forma antigua de rezar, como las abuelas, y moderna, como los sms: Las jaculatorias.
En sus saludos tras el ángelus, asegura que «los frutos del proceso sinodal son ya muchos, pero, para que alcancen su plena madurez es necesario no tener prisa». Y, por eso, amplía el período de discernimiento en dos etapas: «la primera del 4 al 29 de octubre de 2023 y la segunda en el mes de octubre de 2024». Y confía que esta decisión «pueda favorecer la comprensión de la sinodalidad como una dimensión constitutiva de la Iglesia y ayudar a todos a vivirla».
Carlos Schickendantz: «El proceso sinodal representa un kairós para una renovación de toda la vida de la Iglesia»
Carlos Schickendantz
«Como decía Pablo VI, ‘en cuanto institución terrena y humana’ la Iglesia está llamada por Cristo a una ‘perenne reforma'»
«La renovación de las personas y la reforma de la institución deben ser pensadas como tareas permanentes»
«Cada generación de creyentes tiene la responsabilidad de llevar a cabo esta ‘perenne reforma’ dejándose guiar por el evangelio y su tradición, por una parte y, por otra, por los signos de los tiempos»
«El principio de accountability, que describe una forma de gobernanza y liderazgo adecuados para nuestra época, reclama ajustes profundos en las formas de proceder a todos los niveles de la vida de la Iglesia»
El teólogo Carlos Schickendantz (Córdoba, Argentina, 1957), doctor en Teología por la Eberhard Karls Universität Tübingen (Alemania) e envestigador del Centro Teológico Manuel Larraín de la Universidad Alberto Hurtado (Santiago de Chile) es especialista en el Vaticano II y en las reformas de la Iglesia. Profesor del curso intercontinental ‘Discernimiento en común y toma de decisiones en una Iglesia Sinodal‘, que comienza este mes de julio online, asegura que «el proceso sinodal representa un kairós para una renovación de toda la vida de la Iglesia». Además, exige «una conversión personal» y «una reforma de estructuras, de las diversas formas de proceder en las distintas instancias diocesanas, nacionales y universales», especialmente «el principio de accountability, que describe una forma de gobernanza y liderazgo adecuados para nuestra época, reclama ajustes profundos en las formas de proceder a todos los niveles de la vida de la Iglesia».
¿Por qué hablar de una reforma en la Iglesia? ¿En qué sentido?
En el documento sobre el ecumenismo el Vaticano II recordó una expresión de Pablo VI formulada en 1964: “en cuanto institución terrena y humana” la Iglesia está llamada por Cristo a una “perenne reforma” (UR 6). Por tanto, la renovación de las personas y la reforma de la institución deben ser pensadas como tareas permanentes. Cada generación de creyentes tiene la responsabilidad de llevar a cabo esta “perenne reforma” dejándose guiar por el evangelio y su tradición, por una parte y, por otra, por los signos de los tiempos.
Curso sobre sinodalidad
¿Cómo puede contribuir la sinodalidad a una reforma eclesial y que dimensiones incluye?
El proceso sinodal representa un kairós para una renovación de toda la vida de la Iglesia. Incluye una conversión personal de cada una y de todas las personas creyentes y, al mismo tiempo, una reforma de estructuras, de las diversas formas de proceder en las distintas instancias diocesanas, nacionales y universales. En la tarea de renovación no debe escogerse uno u otro aspecto, la conversión espiritual personal o la reforma de la institución. Tampoco debe impulsarse un aspecto primero y dejar el otro para un tiempo posterior. Hay que impulsar simultáneamente los cambios personales y las transformaciones institucionales, incluso jurídicas. Solo así se verifica una renovación profunda y una reforma efectiva y duradera. En particular, el principio de accountability, que describe una forma de gobernanza y liderazgo adecuados para nuestra época, reclama ajustes profundos en las formas de proceder a todos los niveles de la vida de la Iglesia
El Papa clama de nuevo: “La agresión armada de estos días, como toda guerra, representa un ultraje a Dios, una traición blasfema del Señor de la Pascua”
El Papa y Ucrania
«Es así como Cristo lleva la paz en el mundo: a través de la mansedumbre y la docilidad, representadas en ese pollino»
«La paz que Jesús nos da en Pascua no es la paz que sigue las estrategias del mundo, que cree obtenerla por la fuerza, con las conquistas y con varias formas de imposición»
«La tentación de una paz falsa, basada en el poder, que después conduce al odio y a la traición de Dios»
«En este momento difícil, de agresión armada, estamos llamados a ser portadores de la paz de Cristo con las ‘armas’ del Evangelio, que son la oración, la ternura, el perdón y el amor gratuito a todos, sin distinción»
En la catequesis de la audiencia de miércoles santo, el Papa Francisco aborda el tema de ‘la paz de la Pascua’, es decir la paz de Cristo “con las ‘armas’ del Evangelio, que son la oración, la ternura, el perdón y el amor gratuito a todos, sin distinción”. Por eso, los seguidores de Jesús han de vitar “la tentación de una paz falsa, basada en el poder, que después conduce al odio y a la traición de Dios”. Y el Papa concluye: “La agresión armada de estos días, como toda guerra, representa un ultraje a Dios, una traición blasfema del Señor de la Pascua, un preferir el falso dios de este mundo a su rostro manso”
Catequesis de la audiencia
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Estamos en el centro de la Semana Santa, que va desde el Domingo de Ramos al Domingo de Pascua. Ambos domingos se caracterizan por la fiesta que se hace en torno a Jesús. Pero son dos fiestas diferentes.
El domingo pasado vimos a Cristo entrar solemnemente en Jerusalén, acogido como Mesías: por Él se extienden mantos a lo largo del camino (cfr Lc 19,36) y ramos cortados de los árboles (cfr Mt 21,8). La multitud exultante bendice a grandes voces al «Rey que viene», y aclama: «Paz en el cielo y gloria en las alturas» (Lc 19,38). Esa gente celebra porque ve en el ingreso de Jesús la llegada de un nuevo rey, que traería paz y gloria. Esta era la paz esperada por esa gente: una paz gloriosa, fruto de una intervención real, la de un mesías poderoso que liberaría Jerusalén de la ocupación de los romanos. Otros, probablemente, soñaban el restablecimiento de una paz social y veían en Jesús el rey ideal, que daría de comer a la multitud con el pan, como ya había hecho, y realizado grandes milagros, llevando así más justicia al mundo.
Pero Jesús nunca habla de esto. Tiene delante de sí una Pascua diferente. Lo único que le preocupa para preparar su ingreso en Jerusalén es ir sobre «un pollino atado, sobre el que no ha montado todavía ningún hombre» (v. 30). Es así como Cristo lleva la paz en el mundo: a través de la mansedumbre y la docilidad, representadas en ese pollino atado, sobre el que no había montado nadie. Nadie, porque la forma de hacer de Dios es diferente a la del mundo. Jesús, de hecho, antes de Pascua, explica a los discípulos: «Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo» (Jn 14,27).
La paz que Jesús nos da en Pascua no es la paz que sigue las estrategias del mundo, que cree obtenerla por la fuerza, con las conquistas y con varias formas de imposición. Esta paz, en realidad, es solo un intervalo entre las guerras. La paz del Señor sigue el camino de la mansedumbre y de la cruz: es hacerse cargo de los otros. Cristo, de hecho, ha tomado sobre sí nuestro mal, nuestro pecado y nuestra muerte. Así nos ha liberado. Su paz no es fruto de algún acuerdo, sino que nace del don de sí. Esta paz mansa y valiente, sin embargo, es difícil de acoger. De hecho, la multitud que alababa a Jesús es la misma que unos días después grita “Crucifícale” y, asustada y desilusionada, no mueve un dedo por Él.
En este sentido, siempre resulta actual un gran relato de Dostoievski, la llamada Leyenda del Gran Inquisidor. Narra que Jesús, después de varios siglos, vuelve a la Tierra. En seguida es acogido por la multitud alegre, que lo reconoce y lo aclama. Pero después es arrestado por el Inquisidor, que representa la lógica mundana. Este lo interroga y lo critica ferozmente. El motivo final del reproche es que Cristo, aun pudiendo, nunca quiso convertirse en César, el rey más grande de este mundo, prefiriendo dejar libre al hombre en vez de someterlo y resolver los problemas con la fuerza. Habría podido establecer la paz en el mundo, doblegando el corazón libre pero precario del hombre en virtud de un poder superior, pero no quiso. «Si hubieses aceptado – dice el Inquisidor a Jesús –, la púrpura de César, habrías fundado el imperio universal y dado la paz al mundo» (Los hermanos Karamazov, Milán 2012, 345); y con sentencia cortante concluye: «Pues nadie ha merecido más que Tú la hoguera» (348). Este es el engaño que se repite en la historia, la tentación de una paz falsa, basada en el poder, que después conduce al odio y a la traición de Dios.
Al final, el Inquisidor querría que Jesús «le dijera algo, quizá también algo amargo, terrible». Pero Cristo reacciona con un gesto dulce y concreto: «se le acerca en silencio, y lo besa dulcemente en los viejos labios ensangrentados» (352). La paz de Jesús no domina a los demás, nunca es una paz armada. Las armas del Evangelio son la oración, la ternura, el perdón y el amor gratuito al prójimo, a todo prójimo. Es así que se lleva la paz de Dios al mundo. Por esto la agresión armada de estos días, como toda guerra, representa un ultraje a Dios, una traición blasfema del Señor de la Pascua, un preferir el falso dios de este mundo a su rostro manso. Siempre la guerra es una acción humana para llevar ala idolatría del poder.
Jesús, antes de su última Pascua, dijo a los suyos: «No se turbe vuestro corazón ni se acobarde» (Jn 14,27). Sí, porque mientras el poder mundano deja solo destrucción y muerte, su paz edifica la historia, a partir del corazón de cada hombre que la acoge. Pascua es entonces la verdadera fiesta de Dios y del hombre, porque la paz, que Cristo ha conquistado sobre la cruz en el don de sí, se nos distribuye. Por eso el Resucitado, el día de Pascua, se aparece a los discípulos y repite: «La paz con vosotros» (Jn 20,19.21).
Hermanos, hermanas, Pascua significa “paso”. Es, sobre todo este año, la ocasión bendecida para pasar del dios mundano al Dios cristiano, de la codicia que llevamos dentro a la caridad que nos hace libres, de la espera de una paz llevada con la fuerza al compromiso de testimoniar concretamente la paz de Jesús. Pongámonos delante del Crucificado, fuente de nuestra paz, y pidámosle la paz del corazón y la paz en el mundo.
Saludo en español
Queridos hermanos y hermanas:
En la catequesis de hoy reflexionamos sobre la paz que Cristo nos da. El domingo pasado, domingo de Ramos, contemplábamos la entrada de Jesús en Jerusalén, aclamado por la gente como rey. Muchos esperaban un Mesías poderoso que instaurara una “paz social”, obtenida por medio de la imposición y la fuerza. Jesús, en cambio, recorre otro camino, su paz no es la paz que ofrece el mundo. El modo de actuar de Dios siempre nos sorprende.
Jesús nos da su paz como rey de mansedumbre y humildad, con la entrega total de sí mismo. Mientras que el poder mundano trae destrucción y muerte, la paz de Cristo edifica la historia, transformando los corazones de los que acogen su presencia salvadora. En este momento difícil, de agresión armada, estamos llamados a ser portadores de la paz de Cristo con las “armas” del Evangelio, que son la oración, la ternura, el perdón y el amor gratuito a todos, sin distinción.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los jóvenes que participan en el Encuentro internacional Univ 2022. En estos días santos acompañamos a Jesús en su Pasión, Muerte y Resurrección. Pidámosle que, así como Pascua significa “paso”, también nosotros seamos capaces de “dar pasos” de reconciliación. Y que su paz reine en nuestros corazones y en el mundo entero. Que Dios los bendiga. Muchas gracias.
Saludo en polaco
Saludo cordialmente a todos los polacos. Este año celebran la Semana Santa y la Pascua de una manera especial: junto a muchos invitados ucranianos. La Pascua es una fiesta familiar y ustedes, al abrirles sus casas, se han convertido en sus familiares. Aunque la mayoría celebrará estas fiestas una semana después, según la tradición oriental, ya ahora todos juntos contemplan el Crucifijo, y esperan la resurrección de Cristo y la paz en Ucrania. Te bendigo de corazón.
El clamor dolorido del Papa en Navidad: “La emigración hoy es un escándalo social de la humanidad”
Sagrada Familia, emigrante
«San José, tú que has experimentado el sufrimiento de los que deben huir para salvar la vida de sus seres más queridos, protege a todos los que huyen a causa de la guerra, el odio, el hambre»
«Recemos hoy por todos los migrantes, por todos los perseguidos»
«Herodes y José son dos personajes opuestos, que reflejan las dos caras de la humanidad de siempre»
«La historia está llena de personalidades que, viviendo a merced de sus miedos, intentan vencerlos ejerciendo el poder de manera despótica y realizando actos de violencia inhumanos»
En la última catequesis del año, el Papa Francisco tiene presentes a sus preferidos, los emigrantes y los perseguidos, al glosar ‘la huída a Egipto” de la Sagrada Familia. Y por los emigrantes, el Papa clama, alto y claro, que “la emigración hoy es un escándalo social de la humanidad”, ante el que no podemos mirar para otro lado. A su juicio, en la vida hay que optar por ser Herodes o José, “dos personajes opuestos, que reflejan las dos caras de la humanidad de siempre”. Y, desgraciadamente, “la historia está llena de personalidades que, viviendo a merced de sus miedos, intentan vencerlos ejerciendo el poder de manera despótica y realizando actos de violencia inhumanos”.
Ante esta situación de la emigración actual, el Papa invita a rezar por los emigrantes y perseguidos con esta oración a San José: “San José, tú que has experimentado el sufrimiento de los que deben huir, para salvar la vida de sus seres más queridos, protege a todos los que huyen a causa de la guerra, el odio, el hambre”.
Texto íntegro de la catequesis del Papa
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy quiero presentarles a San José como un migrante perseguido y valiente. Así lo describe el evangelista Mateo. Este acontecimiento concreto de la vida de Jesús, en el que también están implicados José y María, se conoce tradicionalmente como «la huida a Egipto» (cf. Mt 2,13-23). La familia de Nazaret sufrió tal humillación y experimentó en primera persona la precariedad, el miedo y el dolor de tener que abandonar su tierra natal. Incluso hoy en día, muchos de nuestros hermanos y hermanas se ven obligados a experimentar la misma injusticia y sufrimiento.
El motivo es casi siempre la prepotencia y la violencia de los poderosos. También para Jesús ocurrió así. El rey Herodes se entera por los Reyes Magos del nacimiento del «rey de los Judíos», y la noticia lo trastorna. Siente su poder amenazado. Así que reúne a todas las autoridades de Jerusalén para averiguar el lugar del nacimiento, y ruega a los Reyes Magos que se lo comuniquen con precisión, para que -dice falsamente- él también pueda ir a adorarle. Pero cuando se dio cuenta de que los Reyes Magos se habían ido en otra dirección, concibió un malvado plan: matar a todos los niños de Belén de dos años para abajo.
Mientras tanto, un ángel ordena a José: «Levántate, toma al niño y a su madre contigo, huye a Egipto y quédate allí hasta que te avise. Porque Herodes quiere buscar al niño para matarlo». (Mt 2,13). Tanta gente que hoy piensa esto: Huyamos, huyamos, porque aquí hay peligro. El plan de Herodes recuerda al del faraón de arrojar al Nilo a todos los hijos varones del pueblo de Israel (cf. Ex 1,22). Y la huida a Egipto evoca toda la historia de Israel, desde Abraham, que también se quedó allí (cf. Gn 12,10), hasta José, hijo de Jacob, vendido por sus hermanos (cf. Gn 37,36) y luego convertido en «líder del país» (cf. Gn 41,37-57); y a Moisés, que liberó a su pueblo de la esclavitud de los egipcios (cf. Ex 1,18).
La huida de la Sagrada Familia a Egipto salva a Jesús, pero desgraciadamente no impide que Herodes lleve a cabo su masacre. Nos encontramos así con dos personalidades opuestas: por un lado Herodes con su ferocidad y por otro José con su premura y valentía. Herodes quiere defender su poder con una crueldad despiadada, como atestiguan las ejecuciones de una de sus esposas, de algunos de sus hijos y de cientos de opositores. Era un hombre cruel. Es el símbolo de muchos tiranos de ayer y de hoy; es el hombre que se convierte en «lobo» para los otros hombres. Y, para los tiranos, la gente no cuenta; cuenta el poder. Y esto pasa hoy.
La historia está llena de personalidades que, viviendo a merced de sus miedos, intentan vencerlos ejerciendo el poder de manera despótica y realizando actos de violencia inhumanos. Pero no debemos pensar que sólo vivimos en la perspectiva de Herodes si nos convertimos en tiranos; de hecho, todos podemos caer en esta actitud, cada vez que tratamos de disipar nuestros miedos con la prepotencia, aunque sea sólo verbal o hecha a base de pequeños abusos realizados para mortificar a los que nos rodean. También nosotros llevamos dentro del corazón la posibilidad de ser pequeños Herodes.
José es todo lo contrario a Herodes: en primer lugar, es «un hombre justo» (Mt 1,19); además, muestra valor al cumplir la orden del Ángel. Cabe imaginar las vicisitudes que tuvo que afrontar durante el largo y peligroso viaje y las dificultades que comportaron la permanencia en un país extranjero. Su valentía surge también en el momento de su regreso, cuando, tranquilizado por el Ángel, supera sus comprensibles temores y se instala con María y Jesús en Nazaret (cf. Mt 2,19-23).
Herodes y José son dos personajes opuestos, que reflejan las dos caras de la humanidad de siempre. Es un error común considerar la valentía como la virtud exclusiva del héroe. En realidad, la vida cotidiana de cada persona requiere valor para afrontar las dificultades de cada día. En todas las épocas y culturas encontramos hombres y mujeres valientes que, por ser coherentes con sus creencias, han superado todo tipo de dificultades, soportado injusticias, condenas e incluso la muerte. La valentía es sinónimo de fortaleza, que, junto con la justicia, la prudencia y la templanza forma parte del grupo de virtudes humanas conocidas como «cardinales».
La lección que hoy nos deja José es la siguiente: la vida siempre nos depara adversidades, y ante ellas también podemos sentirnos amenazados, con miedo, pero sacar lo peor de nosotros, (como hace Herodes), no es el modo para superar ciertos momentos, sino actuando como José, que reacciona ante el miedo con la valentía de confiar en la Providencia de Dios. Recemos hoy por todos los migrantes, por todos los perseguidos y por todos aquellos que son víctimas de circunstancias adversas y que por esto se sienten desanimados y abandonados. Pensemos en tanta gebte víctima de la guerra, que quieren escapar y no pueden. Pensemos a los emigrantes que acaban su vida en el mar. Veamos en María y José a cada uno de los emigrantes de hoy. La emigración hoy es un escándalo social de la humanidad.
San José,
tú que has experimentado el sufrimiento de los que deben huir
para salvar la vida de sus seres más queridos,
protege a todos los que huyen a causa de la guerra,
el odio, el hambre.
Sosténlos en sus dificultades,
Fortalécelos en la esperanza y haz que encuentren acogida y solidaridad.
Guía sus pasos y abre los corazones de quienes pueden ayudarles. Amén.
Saludo en español
Queridos hermanos y hermanas:
Reflexionamos hoy, en este fin de año, sobre san José como emigrante perseguido y valiente, según lo que nos refiere san Mateo en el pasaje de la Huida en Egipto que hemos escuchado. La Sagrada Familia, como tantos de nuestros hermanos y hermanas en la actualidad, experimentó también la injusticia y el sufrimiento de tener que dejar la propia patria debido a la prepotencia y violencia del poderoso de turno.
En este escenario se contraponen dos personajes. Por una parte, Herodes, que sintiéndose amenazado por el nacimiento del “rey de los judíos” y, defender su propio poder, decide asesinar a todos los niños de Belén menores de dos años. Él es símbolo de muchos tiranos de ayer y de hoy que quieren vencer sus miedos ejerciendo el poder de manera despótica y violenta. Por otra parte, san José, hombre justo y valiente, que para salvar la vida del niño y de la Virgen, se fía de la indicación del ángel y afronta todas las dificultades y peligros del viaje.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. En este tiempo de Navidad, imploremos al Señor Jesús, por intercesión de la Virgen y de san José, que nos conceda la gracia de fiarnos de la Providencia divina en todo momento, y también la valentía de acoger con espíritu cristiano de caridad y solidaridad a todos nuestros hermanos y hermanas que han tenido que huir de su tierra y abandonar sus hogares. Que el Señor nos conceda un año nuevo lleno de sus dones y sus bendiciones. Muchas gracias.
Los Gerrikagoitia-Serrano, la familia adoptiva española del mártir Rutilio Grande
Los Gerrikagoitia-Serrano y Rutilio Grande
Con la familia Gerrikagoitia vivió en la casa que tenían en la calle bilbaína General Concha y en la casa de verano que disfrutaban en Sanfelices, un pueblo de la provincia de Burgos, cercano a Oña
En Oña, Rutilio se ordenó sacerdote el 30 de julio de 1959, apadrinado por sus padres adoptivos, y después celebró su primera misa en Sanfelices
Miren se siente afortunada “por haber conocido y querido a Rutilio”, al que define como “un hombre suave, dulce, cercano, diferente, que se hacía querer y, además, era guapo”
Su martirio es reconocido y premiado con los altares, de la mano de Francisco. Un Papa que, como dice Miren, “va por el camino de Jesús”
El 22 de enero, frente a la catedral metropolitana, en la Plaza del Divino Salvador del Mundo de San Salvador, el mismo escenario que acogió la misa de canonización de monseñor Romero, la Iglesia elevará a los altares al sacerdote jesuita salvadoreño Rutilio Grande, sus dos compañeros laicos, Manuel Solórzano y Nelson Rutilio Lemus, y el fraile Cosme Spessotto. Lo que pocos saben es que el nuevo beato jesuita tuvo en España una familia de adopción: los Gerrikagoitia-Serrano de Bilbao.
Rutilio perdió a sus padres cuando era muy pequeño y, quizás por eso, cuando vino a España, concretamente a Oña (Burgos), a estudiar Teología y ordenarse sacerdote jesuita, encontró una familia de adopción en Bilbao y consideró a José María y Consuelo sus nuevos padres, a los que cariñosamente llamaba en vasco ‘aitatxo’ y ‘amatxo’. Lo recuerda perfectamente una de las hijas de la familia, Miren Gerrikagoitia, que lo trataba como “un hermano más”.
La relación con la familia surgió a través del hermano mayor, José Mari Gerrikagoitia, que estuvo unos años con los jesuitas de El Salvador, donde conoció a Rutilio y trabó amistad con él. Por eso, cuando Rutilio tiene que venirse a España a cursar la Teología al seminario de los jesuitas de Oña, es acogido es su casa como uno más.
Con la familia Gerrikagoitia vivió en la casa que tenían en la calle bilbaína General Concha y en la casa de verano que disfrutaban en Sanfelices, un pueblo de la provincia de Burgos, cercano a Oña. Fue precisamente en Oña, donde Rutilio se ordenó sacerdote el 30 de julio de 1959, apadrinado por sus padres adoptivos, y después celebró su primera misa en Sanfelices.
Como recuerda Miren, que entonces tenía 26 años, “su primera misa en Sanfelices fue todo un acontecimiento, con todo el pueblo, las autoridades, mis padres de padrinos de honor y todos los hermanos juntos. Y, después, el banquete por todo lo alto en casa con la familia, los amigos y los invitados”.
Tan grabado se le quedó el acontecimiento a Miren que todavía recuerda incluso el regalo de ordenación que sus padres le hicieron a Rutilio. Mi padre, “una flamante máquina de afeitar eléctrica, de aquellas que causaban furor en aquellos años” en la España que pasaba de la maquinilla a la afeitadora eléctrica. “Y mi madre, una muda completa”.
Una vez ordenado sacerdote, Rutilio regresó a su país, pero nunca perdió el contacto con su familia española. De hecho, Miren conserva una carta que Rutilio le escribió a sus padres el 17 de julio de 1972, que rezuma nostalgia y confianza y que comienza con un “mis queridos y siempre recordados Aitatxus”.
En ella, con su delicadeza habitual, Rutilio dice: “Sigilosamente, de puntillas y con gran timidez, quiero hoy entrar suavemente en el tercero derecha del número 48 de General Concha, algo así como el perro con la cola entre las patas, cuando algo ha sucedido…”
Y reconoce con nostalgia: “La cartita de aita de fecha 4 de julio me trajo aire fresco y oxigenante…Fue como si se abriera de pronto un ventanal agradabilísimo hacia un paisaje lejano y encantador, el vivido con ustedes en otros tiempos. De pronto, todos aquellos recuerdos de antaño han comenzado a cobrar vida, y las palabras escritas por aita me parecía que las estaba escuchando, con el acento de su voz un poco socarrona y su cara expresiva”.Rutilio, con los Gerrikagoitia
Y, a continuación, les relata su periplo vital en Roma y El Salvador, “desde el año 1965 (enero), en que los vi por última vez, cuando pasé por Bilbao procedente de Roma y ya con dirección hacia El Salvador”.
Primero, sus cinco años de “superior inmediato” de los seminaristas mayores y filósofos del seminario central de San José, donde comenzó a entablar relación con el “clero joven e inquieto” y más comprometido “de nuestro país, en el que una minoría feudal lo tiene todo, mientras la gran mayoría está en condiciones lamentables de opresión y coloniaje”.
Cada vez más comprometido, Rutilio cuenta que redactó un manifiesto, dirigió un retiro a todo el clero de la archidiócesis y predicó en la catedral, “en la fiesta patronal de la República, ante el episcopado y ante el Gobierno en pleno. Fui explícito y claro”.
Como él mismo reconoce “todos estos acontecimientos me fueron colocando en la punta de lanza de una serie de situaciones que se fueron sucediendo”. Primero, los obispos que eran amigos suyos “mientras era agua mansa”, después se dividen en dos bandos, “unos a favor y otros decididamente en contra”. La Compañía, siempre prudente, “presentó otro candidato, gran amigo mío por cierto” y Rutilio decidió salir del seminario, para aterrizar “en un colegio de la alta burguesía del país”, donde sólo pasó 9 meses, para pedir su traslado a Quito, “buscando dentro de mi vocación general a la vida religiosa, mi propia vocación específica”.
Desde Quito les escribe a los Gerrikagotia y ya les anuncia en su carta que, terminado el curo en la capital ecuatoriana, su decisión está tomada: “Trabajar con otros compañeros jesuitas en una zona marginada de San Salvador, en la línea de la concientización cristiana, para una promoción integral de la comunidad que elijamos”. Y es que, como él mismo confiesa, “cada vez más, siento que el Señor me llama a un compromiso sincero y sin temor a los riesgos”. Y se despide con “abrazos para todos y con el afecto de siempre”.
Y Rutilio se fue a la zona marginada de los Aguilares y comenzó su labor de concienciación, que pronto le colocó en la diana de las fuerzas represoras. El 12 de marzo de 1977 fue asesinado, con el catequista Manuel Solórzano y el joven Nelson Rutilio, cuando se dirigían a El Paisnal. En el camino, sufrieron una emboscada y su coche fue ametrallado brutalmente.
Lugar del asesinato de Rutilio y de sus dos compañeros
Miren trabajaba, en aquel entonces, como asistente social en Ermua: “Oi la noticia por la radio e, inmediatamente llamé a Jon Sobrino, que me lo confirmó. Nos quedamos todos desolados en la familia y con una gran pena. En aquel momento no pude ir a El Salvador, pero fui años más tarde y visité el sitio donde lo mataron”. Allí, Miren sintió que “Rutilio estaba vivo” y que la gente ya acudía a él como a un santo, aunque todavía no lo fuese.
Ahora, Miren se siente afortunada “por haber conocido y querido a Rutilio”, al que define como “un hombre suave, dulce, cercano, diferente, que se hacía querer y, además, era guapo”. El que vayan a hacerle beato, a Miren le parece que es “una decisión que le hace justicia”. Por eso, Miren dice que lleva años rezándole al ‘hermano’ adoptivo, que tanto marcó su vida.
De hecho, Miren forma parte de la Comunidad Fe y Justicia, que se define así: “Una comunidad cuyos miembros queremos vivir uniendo contemplación y acción, espiritualidad y compromiso, oración y política, o como el propio nombre indica, la fe y la justicia”. Por esos mismos ideales Rutilio fue asesinado y, ahora, por fin, su martirio es reconocido y premiado con los altares, de la mano de Francisco. Un Papa que, como dice Miren, “va por el camino de Jesús”.
Los obispos europeos piden «vías legales» para «evitar que los migrantes caigan en manos de contrabandistas y traficantes»
La urgencia de una regulación extraordinaria de migrantes
Esta semana doce Estados miembros de la UE se han dirigido a la Comisión Europea para pedir formalmente que Bruselas financie «barreras físicas» que protejan las fronteras europeas de la llegada de nuevos inmigrantes
«Debe protegerse su derecho a solicitar asilo y los Estados deben respetar el principio de no devolución de las personas en peligro en su país de origen»
RD. José Manuel Vidal
Esta semana doce Estados miembros de la UE se han dirigido a la Comisión Europea para pedir formalmente que Bruselas financie «barreras físicas» que protejan las fronteras europeas de la llegada de nuevos inmigrantes.
Los ministros de Interior de Austria, Bulgaria, Chipre, Chequia, Dinamarca, Estonia, Grecia, Hungría, Lituania, Letonia, Polonia y Eslovaquia, los firmantes de esa solicitud, consideran que «esta medida legítima debería ser financiada de manera adicional y adecuada de manera prioritaria a partir del presupuesto de la UE». Ven en ella un instrumento válido para combatir los «intentos de instrumentalización de la migración ilegal con fines políticos», en clara referencia a gobiernos de países como Bielorrusia, Turquía o Marruecos. La carta constituye una novedad, pues el control fronterizo (incluida la construcción de vallas o no) es competencia exclusiva de los Estados.
En este contexto, y en el de nuevas denuncias de «expulsiones en caliente» por parte de las policías de Grecia y Croacia, la Comisión de Episcopados de la Unión (Comece) considera necesario recordar que «ser europeo significa también poner en práctica la solidaridad». Su presidente, el cardenal luxemburgués Jean-Claude Hollerich, expresa su preocupación por la situación de los migrantes y los solicitantes de asilo en situación de vulnerabilidad que llegan a Europa, «cuya dignidad humana y derechos fundamentales —ha recordado— deben ser defendidos». «Debe protegerse su derecho a solicitar asilo y los Estados deben respetar el principio de no devolución de las personas en peligro en su país de origen», señala el purpurado jesuita.
«En el contexto de las negociaciones en curso sobre la propuesta de Pacto de la UE sobre Migración y Asilo —dice ahora monseñor Hollerich—, pedimos a la Unión Europea y a sus Estados miembros que acojan, protejan, promuevan e integren a los migrantes y a los solicitantes de asilo, apoyando una percepción y una narrativa positivas de los migrantes y sus familias».
Los obispos europeos apoyan, asimismo, «los esfuerzos de reasentamiento por parte de los Estados (…), la sociedad civil y los actores de la Iglesia, y la creación de vías legales y seguras para los migrantes, para evitar que caigan en manos de las redes criminales de contrabandistas y traficantes»