No tengas miedo, José:

Vocación y conversión actual de la Iglesia

José era la Iglesia del AT: Hijo de David, patriarca justo (=Papa de Israel). El mismo Dios había fijado su agenda, ratificada en mil años  de histori  (desde el tiempo de David).

Pero en un momento dado, cuando todo estaba bien resuelto, desposado para siempre con María, descubrió que ella no era  como él pensaba, y decidió por compasión abandonarla.

Pero «en sueños» (¡he tenido esta noche un sueño! Luther King), escucho en su corazón la Voz que le decia: Al Tirá, Me Fobezes: No tengas miedo…Hay un camino de mujer y de vida que hasta ahora no habías comprendido, no tengas miedo, despierta.

Todo lo que digo aquí está tomado de Historia de Jesús y especialmente de Comentario a Mateo Pero, a modo de ayuda  para algunos más interesados, voy introduciendo más bibliografía erudita, que los lectores normales pueden pasar por alto. Buen día de José a todos.

Por X Pikaza Ibarrondo

Esta es la palabra:No temas

En José estamos representados  todos, en especial los varones, y en especial los “servidores” de la Palabra, que son los que forman el clero, con el Papa a la cabeza. Aellos se le piden varias cosas:

a) Que escuche la Palabra de Dios, en fidelidad, superando el nivel normal de las razones,, el nivel de leyes antiguas de Israel, de una iglesia ya pasado. Éstas la fiesta domingo de la “conversión” de José, una conversión de todos, pero en espelcial de los varones que aún no se ve clara en ciertos estamentos de la Iglesia, que son justos, como era José, pero en línea de AT.

b) Que acepten a María, es decir, es decir, a la nueva palabra de Dios por la mujer, que crean en ella, aunque no entiendan (no entendamos) todo lo que hay al fondo.

 Creer en Dios significa que creer en una mujer como María,en circunstancias duras y difíciles. Creer en lo que Dios hace por ella, a través de las mujeres,al servicio de la vida de Dios, superando un tipo de promesas de David (de jerarquía de varones).

c) José aceptó y creyo….pero una pare de Iglesia, y en especial su jerarquía, no ha realizado todavía el camino de José. No ha dejado un tipo de iglesias de patriarca, de poderes… Ciertamente, ha podido elevar María, para ponerla en una peana, pero no cree en ella, no cree en las mujeres, como portadoras de una palabra del Espíritu Santo. Hay un tipo de jerarquía del viejo José que no se ha convertido aún al evantelio de Dios por María.

d) Mil años esperando…y Dios pide a José se ponga al servicio de la Vida, que es Jesús, es decir, Dios con nosotros, Dios en los más pobres, en aquellos que nacen cada día. La conversión de Jesús es conversión de la Iglesia. Mil años ha estado José esperando este día: Que Dios confirme su paternidad de justo patriarca. Y Dios le dice ahora que deje de ser patriarca, que su tarea es más alta, la de ponerse al servicio de la vida, que viene de Dios por María.

d)Dos mil años esperando dormida un tipo de jerarquía de la iglesia, como el antiguo José… Es momento ds cambio. Seguimos formando un clero en la línea del antiguo José, para ser patriarca, para manda…Ahora, este 19.3.23., Dios no dice lo mismo que a José:  No tengas miedo de dejar tu oficio antiguos. Ponte al servicio de María, deja de ser patriarca, empieza a ser persona…

Texto. Mateo 1,18-24

El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto.

Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.» Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el Profeta: «Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa «Dios-con-nosotros».» Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer.

1. UN PROBLEMA PARA JOSÉ

El relato de la concepción y nacimiento de Cristo incluye aspectos de carácter teológico y antropológico, cristológico y sacral, que ahora no podemos estudiar con más detalle. Debemos, sin embargo, evocar desde el principio los tres más significativos, en perspectiva cristológica:

– Nacimiento irregular de Jesús. En clave de Ley israelita, desde el punto de vista de José, que es Hijo de David y portador de su promesa israelita, el surgimiento de Jesús resulta “contrario al orden patriarcal”, situándose en las fronteras del mayor “pecado” posible, que es el adulterio o ruptura del orden familiar. El esposo/padre José, que quiere abandonar a María, dejándola a su suerte, con el hijo en las entrañas, es el signo del mejor judaísmo (nacionalismo o legalismo religioso de cualquier tipo), que es capaz de abandonar a los humanos necesitados por extraños, impuros, diferentes, no queriendo acogerlos con su vida.

– Presencia superior de Dios. En contra de lo que podía esperar un tipo de judaísmo legal (¡hay otros judaísmos proféticos y místicos!), Dios mismo se expresa y actúa en la mujer “irregular” María, fecundándola por medio de su Espíritu Santo, introduciendo así su gracia creadora dentro de la humanidad. Ciertamente, el buen judaísmo de José es signo y lugar de acción sagrada, pero actúa por ley, dentro de unos esquemas de nación sacral y familia ya fijada: la fidelidad a su acción y presencia se identifica con la obediencia a las estructuras de legalidad que defiende al propio grupo. Pues bien, el Dios de María supera los esquemas de esa legalidad y viene a mostrarse, de un modo inmediato, en el proceso de surgimiento mesiánico de Jesús, por medio del Espíritu Santo.

– Vocación de José.   Allí donde parecía reinar el orden de los padres de familia, según buena ley (patriarcalismo de José), emerge la más alta función de María, mujer y madre, que aparece como signo de acogida universal humana, en línea de gratuidad. No se trata, por ahora, de obedecer a teorías, de creer verdades generales, sino de aceptar la vida que nace, desbordando los cauces que la ley quiere ponerle. Por eso, José (varón israelita) debe «convertirse», superando la ley de los varones, para aceptar la más alta acción y presencia creadora de Dios en María.

Los tres aspectos se encuentran vinculados: la presencia directa de Dios, expresada por la acción de Espíritu Santo en María, supera el nivel de paternidad humana (israelita, masculina) de José. Naciendo de María virgen, Jesús desborda el patriarcalismo legal en que se mueve la genealogía anterior de los varones (Mt 1,1-17), abriéndose a la universalidad de lo humano.

Por eso, debemos afirmar que origen de Jesús resulta legalmente irregular…  Por encima de la ley Dios se revela como graia de Vida. José tiene que dejar de ser patriarca, para empezar a ser amigo de Dios, amigo de María…al servicio del auténtico Jesús.

Por medio de José, Jesús será asumido en la familia israelita, pero no por sangre patriarcal, no por autoridad de oficio, sino por obediencia a Dios y decisión creyente, en la línea de aquello que Pablo ha llamado la descendencia según la promesa, y no según la carne (Rom 9, 8) ((Pablo sabe que no son Hijo de Dios los “hijos de la carne”, sino aquellos que nacen según la promesa (Rom 9, 8).

Eso significa que el verdadero esperma o descendencia de Dios se expresa y expande en línea de promesa universal, simbolizada por Abraham, en plano de fe o confianza universales, superando el nivel de la ley nacional que José, como varón y patriarca, debería haber garantizado. La conversión de José implica para Mt el cumplimiento y superación de todo patriarcalismo humano y religioso (como ratifica 23, 8-12).))

Siendo judío (como muestra su genealogía anterior de varones y su misión dirigida al pueblo de la alianza: cf. 1, 21), Jesús viene a presentarse desde ahora como más que un simple judío, como nuevo ser humano.

2. UNA PRESENCIA DE DIOS, MARÍA

Conforme a la visión israelita, el origen conforma a una persona. Es lógico que Mt quiere expresar la novedad de Jesús presentando el sentido más profundo de su nacimiento. Para ello ha proyectado sobre su concepción aquellos dos momentos que Pablo separaba en Rom 1,3-4 (Hijo de David según la carne, Hijo de Dios por la resurrección). Según Mt 1, 18-25, Jesús nace al mismo tiempo como Hijo de David israelita (por José) e Hijo de Dios universal (por la acción del Espíritu en María). Desde ese fondo podemos evocar su genealogía completa, destacando tres momentos:

1. María, su madre,

estaba encinta, por obra del Espíritu Santo (1, 18). No se dice cómo ha sido, no tiene que decirse, aunque por todo el contexto sabemos que la acción maternal de Dios sobrepasa el nivel legal-patriarcal de los varones, para inscribirse en el plano más hondo de la maternidad humana, representada por María.

Conforme a Lc 1, 26-38, María dialoga con Dios, en palabra de fidelidad y colaboración personal. Mt ha preferido dejar la función de María en un rico silencio apofático. ¿Cómo explicar la acción de en nuestra historia? ¿Cómo decir lo que es más hondo que todas las palabras? En el origen de la vida hay un silencio superior, que no es ausencia de voz sino lugar donde toda voz se funda y recibe su sentido. Este es el nivel del mito, que ha de entenderse no como irracionalidad, sino como proto-racionalidad: origen y fuente de donde brotan todas las palabras.

El ser humano no “inventa” su vida, ni logra encerrarla por leyes patriarcales, pues la fuente de la vida es el Espíritu de Dios, que se expresa ahora de forma ejemplar por medio de María

((Esta acción de Dios en María pertenece al mito originario, a la experiencia y despliegue fundante del misterio de la vida, como han visto, entre otros: Acevedo, C. M., Mito y conocimiento, Iberoamericana, México 1993; L. Cencillo, Mito. Semántica y realidad, BAC, Madrid 1970; G. Durand, Las estructuras antropológicas de lo imaginario, Taurus, Madrid 1982; F. Gusdorf, G. , Mito y metafísica, Nova, Buenos Aires 1960; R. Panikkar, The Intrareligious Dialogue, Paulist, New York 1978; Id., Myth, faith and hermeneutics, Paulist, New York 1979; G. Widengren, Fenomenología de la religión, Cristiandad, Madrid 1976, 169-188)

Este símbolo básico, que aquí viene expresarse por medio de María, madre de Jesús, sitúa el nacimiento de Jesús en el transfondo de la experiencia y deseo universal del nacimiento divino, que aparece de algún modo en casi todas las religiones de la tierra. Lo que el judaísmo legal había cerrado (Dios se expresa sólo a través de las leyes de vida de un pueblo) se abre ahora hacia la totalidad de la experiencia humana: lo divino se expresa como fuente de vida en el surgimiento de un niño.

La concepción virginal es símbolo  de la nueva presencia de Dios, de la verdadera encarnación, no el sentido de mentira o simple cuento, de leyenda o relato edificante, sino porque nos sitúa en el origen y principio de toda realidad, allí donde Dios se expresa poderoso en nuestra misma vida humana (maternidad/paternidad y filiación).

Defensores y adversarios de este símbolo lo han venido interpretando con frecuencia en un nivel puramente histórico-biológico, diluyendo de esa forma su sentido. Mt lo sitúa en un nivel más hondo, de surgimiento fundante y así nos permite dialogar con una tradición religiosa universal, pues muchos pueblos saben que en la base de la generación verdadera humana actúa y viene a desvelarse el más hondo Espíritu divino. Mt añade que la acción del Espíritu generador de Dios se ha expresado de forma ejemplar y para siempre por María.

((Para un estudio del transfondo religioso del tema, cf. S. Benko, The Virgin Goddes. Studies in the Pagan and Christian Roots of Mariology, SHR 49, Brill, Leiden 1993; R. Panikkar, Dimensione Mariane della Vita , Locusta,Vicenza 1970. En línea histórico/teológica, desde diversas perspectivas, cf. T. H. Boslooper, The Virgin Birth, SCM, London 1962; J. C. R. García Paredes, Mariología, SapFide, BAC, Madrid 1995; R. Laurentin, Les Évangiles de l’Enfance, Desclée, Paris 1982; I. de la Potterie, Maria en el misterio de la alianza, BAC 533, Madrid 1993. Análisis del transfondo teológico en S. de Fiores, María en la teología contemporánea, Sígueme, Salamanca 1991.))

2. Su padre humano (José, Hijo de David: 1, 20)

ha de acoger ese misterio en fe, superando el patriarcalismo genealógico y convirtiéndose al Espíritu de Dios que obra en María, pues el nacimiento y obra de Jesús desborda el nivel de esperanza nacional, apareciendo como misterio de fe, por encima de los datos legales y biológicos. La ley judía ha regulado de forma minuciosa (alguien diría obsesiva) la identidad patriarcal de los varones, que quieren asegurar con toda fuerza su poder (su propiedad) sobre los hijos, imponiendo así una serie de normas muy minuciosas sobre la sexualidad (sangre menstrual, pureza….) de las mujeres.

José supera ese nivel, apareciendo así como creyente que acoge la obra de Dios y no como patriarca que define y regula con su acción la realidad (la vida humana). Entendido así, el relato de la concepción por el Espíritu nos sitúa ante el misterio de la creatividad supra/histórica e histórica de Dios, que, siendo fuente de vida primigenia/eterna se ha expresado, de forma ejemplar y para siempre, en el signo maternal de María, dentro de la historia.

3. Espíritu Santo.

Por medio de la mujer/María y superando el nivel del patriarcalismo legal de José, viene a expresarse la creatividad del Espíritu de Dios (1, 18.20), anticipando el despliegue posterior del evangelio: el bautismo en el Espíritu (3, 17), el envío final en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu (28, 16-20). Por nacer del Espíritu de Dios (no de la ley humana), Jesús será mesías universal. De esa forma, su misma biografía humana (nacimiento, decurso vital, muerte/pascua) son signo y presencia del Espíritu divino, revelación humana de Dios sobre la tierra.

Pues bien, el Espíritu no sustituye a María/madre, sino que actúa por ella. Tampoco niega o destruye la función de José, sino que le sitúa en el lugar de la palabra y acogida creyente: debe acoger a María, aceptando a Jesús como hijo, dentro de la estructura de la ley israelita. José es por tanto el primer creyente explícito, el primero que acepta la presencia y acción del Espíritu de Dios, por medio de María ((Reelaboro de esta forma mi tesis mariológica fundamental (María como la primera creyente de la historia), expuesta en La Madre de Jesús, Sígueme, Salamanca 1990.

((Para estudiar mejor el tema, además de comentarios a Mt y de obras sobre María que venimos citando, cf. R. E. Brown (ed.), María en el NT, Sígueme, Salamanca 1982; J. McHugh, La Madre de Jesús en el NT, DDB, Bilbao 1978; Muñoz León, D., El principio trinitario inmanente y la interpretación del NT, EstBib 40 (1982) 19-48; 277-311. Para una aproximación al sentido y obra del Espíritu Santo en la concepción de Jesús, cf.: M.A. Chevalier, de Dios, I. Secretariado. Trinitario, Salamanca 1982; M. D. G. Dunn, El Espíritu Santo y Jesús, Secretariado Trinitario, Salamanca 1981; C. Schütz, Introducción a la Pneumatología, Secretariado Trinitario, Salamanca 1991; E. Schweizer, El Espíritu Santo, Sígueme, Salamanca 1992
He presentado el sentido de Yahvé en el primer itinerario de El camino del Padre, EVD, Estella 1998. Para un estudio más profundo del tema, cf. Transfondo histórico y estudio sobre el origen y sentido del nombre de Yahvé en A.M. Dubarle, La signification du nom du Yahveh, RSPh 35 (1951)3-21; R. de Vaux, Historia antigua de Israel I, Cristiandad, Madrid 1974, 315-348; T. N. D. Mettinger, Buscando a Dios. significado y mensaje de los nombres divinos en la Biblia, Almendro, Córdoba 1994, 31-64; W. Eichrodt, Teología del AT I, Cristiandad, Madrid 1975, 163-208.))

3. ESPÍRITU Y PALABRA, EL NACIMIENTO DE EMMANUEL

Seguimos con el texto anterior, destacando las palabras de cita y cumplimiento (1, 22-23). El personaje principal de la escena es Dios, a quien el texto presenta como Kyrios o Señor (Yahvé), conforme a la terminología usual de las traducciones griegas de la Biblia israelita. Pues bien, ese Dios se expresa y actúa de tres formas que se encuentran implicadas, conforme a un esquema que puede interpretarse a la luz de Gen 1 (que vincula acción del Espíritu y Palabra de Dios), culminando en el surgimiento del Humano, que es signo y presencia del mismo Dios sobre el mundo:

1. Espíritu Santo, maternidad de María.

Ella aparece silenciosa, acogiendo en su seno (en su vida) el fruto del Espíritu, como ha dicho ya el narrador (1, 18: eurethe en gastri. ekhoousa ek pneu,matoj a`gi,ou) y confirma luego el ángel (1, 20). El texto supone así que hay cierta connaturalidad entre Espíritu Santo (Santidad de Dios expresada como fuente de vida, poder generador) y persona de María (humanidad que es lugar de surgimiento de la vida). El silencio de María no es por falta de palabras, sino porque ella acoge el misterio y lo expresa fondo donde anidan y se fundan todas las palabras. A ese nivel, no debe decir nada: ella es y se expresa, como fuente de vida (fe fundante), en la raíz de todas las palabras.

2. Ángel del Kyrios, palabra a José.

La obra del Espíritu en María era misterio apofático, que no puede decirse. Pero la acción de Dios en José necesita la palabra clarificadora del del Ángel o Enviado del Señor, que le habla en sueños, penetrando con su luz en la noche de su duda y de su decisión contraria al Espíritu divino( dejar a María). El Ángel habla desde fuera (como enviado y mediador), sin identificarse con aquel a quien dirige su palabra. El Espíritu, en cambio, actúa por dentro, sin necesidad de palabras, pues se identifica con la vida más profunda de aquel o aquella a quien ofrece su presencia (en esta caso, con María). Significativamente, la palabra del Ángel a José está al servicio de la obra del Espíritu en María.

3. Dios con Nosotros, Emmanuel.

Las dos líneas anteriores de acción/presencia de Dios (el Espíritu en María, el Ángel a José) se identifican y culminan en el surgimiento del Niño, acogido por ambos, Niño que, conforme a una valiosa experiencia de Israel, recibe el nombre de Emmanuel, Dios con nosotros. Aquí no hay mediación interior (Espíritu en María), ni exterior (Ángel a José), sino identidad plena de Dios con el que nace. El mismo Niño, nacido de María y anunciado a José, viene a mostrarse como Dios en Persona, en medio de la historia.

Los tres elementos se encuentran implicados: la presencia fecundante del Espíritu en María, la palabra del Ángel a José y la identidad de Jesús Dios (=Dios con nosotros). María aporta la experiencia fundante de la vida, el don materno del Espíritu, que alienta por encima de todas las palabra. José debe acoger en fe el regalo del Espíritu en María, obedeciendo de esa forma a la palabra del Ángel de Dios. Ambos, María y José, deben unir sus experiencias, vinculando así el aspecto materno y paterno de la visión de Dios y de la misma cristología.

4. JOSÉ Y MARÍA, UNA PAREJA DE CREYENTES

La cristología del siglo XXI deberá recuperar los elementos maternos y paternos de este camino que lleva a Jesús, integrando el Espíritu de María y el Ángel de José. Es evidente que, cerrados a nivel de Mt 1, 18-25, esos símbolos resultan insuficientes y deben ser ampliados y fecundados de forma evangélica: el Ángel aparecerá como testigo de la Pascua, sacándonos de la tumba vacía de Jesús, para llevarnos a la montaña de la pascua (28, 1-7); el Espíritu, como don divino y principio de misión universal, junto al Padre y el Hijo (28, 16-20). Pero desde aquí se hallan unidos y deben vincularse como principios permanentes de toda interpretación cristológica

((Estas observaciones nos sitúan en el lugar donde se vinculan maternidad y paternidad de Dios, el Espíritu (María) y la Palabra (José). Interpretación antropológica y teológica del tema en L. Armendáriz, El Padre materno, EstEcl 58 (1983), 249-275; S. del Cura, Dios Padre/madre, en Dios es Padre, Sem Estudios Trinitarios 25, Salamanca 1991,277-315; R. Hamerton-Kelly, Theology and Patriarchy in the Teaching of Jesus, Fortress, Philadelphia 1979; P. Ricoeur, “La paternitè: du fantasme au symbole”, en Id.,Le conflit des interprétations, Seuil, Paris 1969, 258-473; R. R. Ruether, Sexism and God-Talk, SCM, London 1983; Ph. Trible, God and the rethoric of sexuality, Fortress. Philadelphia 1978; A. Vázquez, Freud y Jung. Dos modelos antropológicos, Sígueme, Salamanca 1981, 88-120; Id, “Los símbolos familiares de la Trinidad según la psicología profunda”: EstTrin 14 (1980) 4-69; A. Vergote, Psicología religiosa, Taurus, Madrid 1973, 191-216 . Para una visión exegética y teológica, cf. F. X. Durrwell, Nuestro Padre. Dios en su misterio, VI 110, Sígueme, Salamanca 1990; A. Torres-Queiruga, Creo en Dios Padre, Sal Terrae, Santander 1986. He planteado con cierta detención el tema en La Madre de Jesús, Sígueme, Salamanca 1989, 287-406.))

Pudiéramos dar un paso más. La madre que engendra, apareciendo como signo del Espíritu, es una experiencia religiosa universal. Pues bien, para destacar el valor de su Dios transcendente y de su Ley, los israelitas han debido marginar de alguna forma esa experiencia. Por eso, ellos se encuentran más cerca de José, Hijo de David, a quien el Ángel le pide que obedezca a la palabra de Dios.

Pues bien, en inversión gozosa (quizá un poco irónica), al culminar su camino de obediencia, José, el Israelita, no viene ya a ponerse ante una ley nueva y más alta, sino ante el misterio de la vida divina que se expresa y nace a través del signo de la mujer. Ciertamente, a nivel de historia, tanto María como José son igualmente israelitas. Pero simbólicamente, a nivel de experiencia y respuesta personal, ellos han venido a situarse en dos planos distintos, bien complementarios:

– María, ampliando el nivel israelita, simboliza la humanidad entera, como lo ha sentido y expresado pronto la fe de la iglesia, al situarla en un espacio de maternidad universal. Ella es anterior a todas las leyes, ella aparece en el transfondo de todas las religiones de la historia: por ser mujer y madre es signo de Dios, de esa manera representa al conjunto de los pueblos.

– José empieza siendo sólo israelita, pero debe superar ese nivel. Por eso, el Ángel le pide conversión: que acepte a María, es decir, que acoja y se ponga al servicio del despliegue de la vida. Mt anticipa de esa forma un tema esencial del evangelio: Jesús pedirá a los judíos (“buenos” viñadores) que pongan los frutos de su viña al servicio del reino, es decir, de todos los humanos (cf. Mt 21, 33-45); ellos no responderán, José sí ha respondido.

Estamos ante una bella y profunda inversión de lo que suele llamarse el carácter lineal de la historia que iría avanzando de lo menos a lo más perfecto, sin necesidad de rupturas interiores. El mismo Dios de Israel (que es el Kyrios) ha pedido a José la más fuerte ruptura: que ponga su camino anterior al servicio de la Mujer que engendra y da a luz; que supere su Ley israelita, para abrirse de esa forma al servicio de la vida que se expande a todas las naciones. Como la iglesia antigua ha descubierto, aquí parece repetirse el esquema de Gen 3, 20, donde se dice que Adán, varón, llamó a su mujer Eva “por ser madre de todos los vivientes”.

((Según Gen 3, 20 , es el varón (que no es ya Ha-Adam, ser humano en general, sino Adam, hombre concreto) quien descubre y confiesa la supremacía de la mujer, llamándola Eva, Jawah, Vitalidad. Conforme al relato anterior (Gen 2-3), la mujer había estado buscando su identidad en camino conflictivo, queriendo de algún modo hacerse diosa y siendo de hecho la protagonista de la historia, fundadora de la estirpe humana (cf . Gen 3, 15). Pues bien, ahora es el varón quien le da nombre: Eva, La Viviente. De esa forma reconoce y expresa la identidad y supremacía de la mujer: ella es Eva, Jawah , madre de aquellos que viven/son. Por eso aparece especialmente vinculada con Yahvé, que es también vida, pues los dos nombres (Eva-Yahvé, jawah/jayah) están relacionados; cf. H.N. Wallace, Eve, ABD II, 676-677; A. Bonora, La creazione: il respiro della vita e la madre dei viventi in Gn 2-3, PSV 5 (1982); J. Bergman, Hayah, ThDOT III, 369- 371. Sobre el matriarcado como principio religioso he tratado en Hombre y mujer en las religiones, EVD, Estella 1996. Cf. también: E.Neumann, Storia delle origini della coscienza, Astrolabio, Roma 1978; Id., La grande madre. Fenomenologia delle configurazioni femminili dell’inconscio, Astrolabio, Roma 1981; A. Ortiz.Osés, Mitología cultural y memorias antropológicas, Anthropos, Barcelona 1987.))

Según Gen 3, 20, era Adán quien reconocía a Eva como Madre de los viviente. Aquí es José el israelita, hombre de ley, quien debe aceptar a María, sabiendo que el Espíritu de Dios actúa en ella y reconociendo el valor salvador de su Hijo; de esa forma asume y elabora de esa forma la primera cristología de la historia, según Mt:

– Esta es una cristología materna, elaborada desde la fecundidad de la vida humana reflejada en la mujer. Ella, que está grávida y dará a luz (1, 23), empieza a ser para José el signo de Dios. Quedan en segundo lugar todas las leyes sacrales del pueblo, las instituciones religiosas o sociales. La Palabra del Ángel de Dios lleva a José hasta María. El texto no la justifica, no nada de ella, sino que se limita a presentarla como parthenos, es decir, como virgen o, mejor dicho, como doncella/joven que puede dar a luz, conforme al sentido original de la palabra hebrea de Is 7, 14 (almah).

– Esta es una cristología dirigida hacia la salvación: José debe llamar al niño Jesús, pues salvará a su pueblo de sus pecados. José impone al niño un título mesiánico, implicado en el sentido hebreo del término Jesús ([;vuAhy>), Yahvé Salva. El contenido y alcance de ese título (con la identificación más concreta de los miembros de su pueblo) sólo puede concretarse desde el conjunto del evangelio.

– Esta es una cristología teológica, pues llamarán a Jesús Emmanuel: Dios con nosotros. Pasamos así del plano del actuar/salvar (Jesús, como nombre de acción) al plano de la presencia/ser (Emmanuel, Dios con nosotros). Antes de hacer nada, Jesús es presencia universal de Dios, abierta a todos los humanos. La Ley de Israel les divide y distingue conforme a su origen y a sus obras. El nacimiento de Dios en Jesús les unifica. De esa forma, siendo israelita (cumpliendo la palabra de Is 7, 14), Jesús es presencia universal de Dios

5. JOSÉ ES LA IGLESIA. CREER EN LA MUJER, SER COMUNIDAD

Al llegar a este plano (del Emmanuel) pasamos de la cristología de José (que acoge y nombra al niño) a la cristología universal de la Iglesia, expresada por la cita reflexiva de 1, 22-23: el mismo autor del evangelio reflexiona, desde la base de la Escritura israelita y resume todo lo anterior presentando a Jesús como Emmanuel y abriendo de esa forma un arco (o puente) que se cerrará al final del evangelio: sólo este Dios-con-nosotros podrá decir sobre el monte de la Pascua Yo-estaré -con-vosotros (con misioneros y pueblos humanos) hasta el final de los tiempos (28, 16-29) .

La cristología expresa la presencia divina en el nosotros de la comunidad y el evangelio de Mt traza un camino que lleva de la madre con niño y del padre legal hacia la comunidad fraterna donde el Cristo se expresa plenamente.

La tarea de Jesús consistirá en suscitar esa fraternidad mesiánica fundada en el don del Padre y el amor del evangelio: “Pero vosotros no os dejéis llamar Rabí; porque uno es vuestro Maestro y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis a nadie Padre vuestro sobre el mundo, porque uno es vuestro Padre, el de los cielos…” (Mt 23, 8-9). Sólo posemos entender a Mt en la medida en que, partiendo de María y José, recorremos su camino de fraternidad, desde el Sermón de la montaña. Este no es un tema teórico, propio del logos helenistas (no se trata sin más), ni de organización eclesial o experiencia de misterio (no se trata de construir una nueva comunidad o pueblo de seguidores de Jesús), sino un tema de búsqueda y experiencia fraterna de vida: allí donde los humanos aprendan a compartir en amor mutuo, conforme al camino de Jesús y a su mensaje (Sermón de la montaña) sabrán que es Emmanuel, Dios con nosotros.

Pasamos así de José y María, unidos en fe y solidaridad, a la comunión de los creyentes, hombres y mujeres, que creen en Jesús, como portadores de una misma palabra de salvación, allí donde culmina el adviento.

NOTA 9 INICIAL

He desarrollado extensamente el tema del nacimiento virginal, en diálogo con la teología y doctrina de la iglesia en Historia de Jesús, Verbo Divino, Estella 2012 y en Comentario de Mateo, Verbo Divino, Estella 2017. Cf. tambien Dios como Espíritu y persona, Sec. Trinitario, Salamanca 1989, 353-436; he planteado el mismo tema en perspectiva mariológica y eclesial, en Amiga de Dios. Mensaje mariano del NT, Paulinas, Madrid 1996, 117-143. Visión monográfica en S. Muñoz Iglesias, Los evangelios de la infancia IV. Nacimiento e infancia de Jesús en San Mateo, BAC 509, Madrid 1990. Aproximación a la figura de José, desde perspectiva protestante, en S. Benko, Los evangélicos, los católicos y la Virgen María, Casa Bautista, Barcelona 1981, 118-140. En perspectiva católica, cf. S. Blanco, J. C. R. García Paredes, R. Alonso y A. Aparicio, María del Evangelio I: Mateo, EphMar 53 (1993) 9-80; A. Serra, Biblia, NDM, 307-313; P. Grelot (ed.), Joseph et Jésus, Beauchesne, Paris 1975 (=DS 8, 1974, 1289-1323); R. E. Brown, El nacimiento del Mesías, Cristiandad, Madrid 1982. Entre los comentarios, cf. M.-J. Lagrange, Matthieu, ÉB, Paris 1948, 9-18; A. Schlatter, Matthäus, Calwer, Stuttgart 1963, 10-24; U. Luz, Mateo I, BEB 74, Salamanca 1993, 135-153.

María, una judía que influyó en su hijo

Por Amy-Jill Levine

Cuando era niña y crecía en un barrio predominantemente portugués y católico en el noreste de los Estados Unidos, María me fascinaba. Todas las estatuas que casi todas las familias tenían una, ya fuera pequeña en la repisa de la chimenea o más grande en el jardín delantero, la mostraban con lindos rasgos, elegantes túnicas azules y la corona más hermosa jamás usada. Mi película favorita era Nuestra Señora de Fátima de 1952. Nunca pude saber si prefería recibir una visión de la Santísima Virgen como Lucía, Jacinta y Francisco, o fugarme con el apuesto Gilbert Roland, quien interpretó a Hugo da Silva, el protagonista masculino.

Además, de niña me identificaba con María. Mi madre me había dicho que María era judía, como yo. María iba a la sinagoga, igual que yo. María recitaba las antiguas oraciones como “Escucha, Israel: el Señor es nuestro Dios, el Señor es uno solo”, como yo. A veces pretendía ser María y me envolvía en una sábana azul, me ponía una funda de almohada azul en la cabeza, construía una corona con papel de aluminio y sonreía dulcemente a todos los que encontraba.

Y también había oído la historia de Navidad de cómo el ángel Gabriel se apareció a María, una virgen judía, diciéndole que daría a luz un hijo. Yo era la única niña judía y, por lo tanto, la única virgen judía en mi barrio, así que pensé que tal vez Gabriel se me aparecería. Esta idea por un lado despertaba mi curiosidad, pero por otro lado me asustaba.

Hoy, como mujer casada con dos hijos, ya no aspiro a ser una madre virgen. Pero como maestra del Nuevo Testamento, María continúa fascinándome e inspirándome. Me pregunto si sus padres la llamaron María, uno de los nombres más comunes para las mujeres judías en el primer siglo, en honor a Miriam, la hermana de Moisés, quien condujo a los israelitas a en el éxodo hacia el desierto. ¿O tal vez le dieron el nombre de Mariamne, la princesa asmonea casada con Herodes el Grande, un símbolo de la independencia judía del dominio romano? ¿Qué pensaba María de la política, del tetrarca Arquelao, que gobernó Galilea, o de los gobernadores romanos que reemplazaron a los líderes judíos en el año sexto?

La influencia de María en su hijo

Así como mi madre me contaba historias y yo se las conté a mis hijos, creo que María también contaba historias a Jesús. Según el libro de Tobías, la abuela de Tobías, Débora, le enseñó la Torá, así como otras mujeres judías educaban a sus propios hijos. Sin duda María enseñó a Jesús las instrucciones de la Torá sobre amar a Dios y amar al prójimo, prescripciones que desembocaron en el gran mandamiento de Mateo 22, 36-40 y Marcos 12, 28-34.

Quizás ella le contó cómo Moisés condujo a su pueblo de la esclavitud a la libertad, cómo el rey David llevó el arca a Jerusalén o cómo Judas Macabeo derrotó a las fuerzas sirias que profanaron el Templo de Jerusalén. Probablemente le contó cómo los profetas Elías y Eliseo curaron cuerpos y proporcionaron comida a personas hambrientas; quizás le habló de Caín y Abel, Ismael e Isaac, Jacob y Esaú, cuyas historias forman la base de la parábola del hijo pródigo. O tal vez le habló del siervo de Isaías, que sufrió por su pueblo.

La influencia de María en su hijo, si bien solo puede imaginarse, no debe subestimarse.

La Navidad es femenina

#Sentipensares

Porque son ellas las que alumbraron la VIDA con mayúscula, ellas las que mimaron a María y ellas, y solo ellas las que adoraron al pequeño Jesús como se suele adorar a una hija o a un hijo recién nacida/o.

A lo largo de los relatos bíblicos, las mujeres hemos sido invisibilizadas de papeles protagónicos en la historia de la humanidad. Son los varones, llamados patriarcas quienes enmarcan los primeros libros, seguidos por jueces, profetas y reyes. 

En el Nuevo Testamento, sucede un poco lo mismo, ya que los textos, escritos por comunidades masculinas, destacan la presencia de varones como modelo de seguimiento y acompañamiento a Jesús de Nazaret, siendo que en la comunidad incipiente, las mujeres, igualmente comprometidas estaban presentes.

Refiriéndonos específicamente al evangelio de Lucas, el cual narra el nacimiento del Mesías, propongo hacer una revisión histórica de las leyes y mandatos judíos de la época, ya que desde la mirada teológica feminista, se detecta una gran omisión, al presentar únicamente personajes masculinos en el gran acontecimiento: José, pastores, reyes, ángeles… Las mujeres y lo femenino son inexistentes en el relato, con excepción de María, mujer parturienta que ocupa el papel estelar.

A través de la hermenéutica de la sospecha, revisamos la Ley escrita en el Libro del Levítico 12, 1-8 donde dice:

El Señor le ordenó a Moisés que les dijera a los israelitas: «Cuando una mujer conciba y dé a luz un niño, quedará impura durante siete días, como lo es en el tiempo de su menstruación. Al octavo día, el niño será circuncidado. La madre deberá permanecer treinta y tres días más purificandose de su flujo de sangre. No tocará ninguna cosa santa, ni irá al santuario, hasta que termine su período de purificación.

Si da a luz una niña, la madre quedará impura durante dos semanas, como lo es en el tiempo de su menstruación, y permanecerá sesenta y seis días más purificandose de su flujo de sangre.

Siguiendo la Ley Mosaica, imposible que José, los pastores o los reyes estuvieran presentes en el momento en el que María da a luz o en los días subsiguientes. Por tanto, salta a la vista una falta de congruencia en el relato lucano, ya que olvida nombrar a la comitiva de mujeres que con presteza respondieron al llamado.

Como propuesta hermenéutica creativa, proponemos que la narración lucana debiera mencionar que, de forma anónima, servicial y gratuita llegaron parteras, doulas, sanadoras, curanderas y afanadoras de Belén y de las poblaciones cercanas, las cuales se agolparon diligentemente al lado de María para ayudar a llegar a buen término ese nacimiento. 

Estar al lado de una mujer que lo necesita, es un privilegio que enriquece y llena de algarabía. De ahí que las actividades de las mujeres se coordinaron como tantas veces con presteza: unas a acarrear agua, hervirla y ponerla en diferentes palanganas; otras a preparar ungüentos y hierbas finas; algunas más a recolectar pañales y cobijas para arropar a la madre y al recién nacido, y otro grupo para acondicionar el sitio del alumbramiento y la cuna. 

Importante no olvidar en el relato a las ancianas que con su sabiduría, oraciones, cantos, baños y rituales brindan apoyo y acompañamiento a la futura madre durante el parto, el amamantamiento y el puerperio. En todo ese tiempo de «purificación» según la Ley, las ancestras y sabias recrearán la vida con leyendas, cuentos, poemas, rimas y cantos; con aceites e inciensos aromáticos, con bendiciones, experiencias  vividas, consejos y buenos deseos.

Para las mujeres del siglo primero, como para nosotras ahora, la sangre no significa impureza como reza el mandato del Levítico. La sangre de la menstruación, del parto o del posparto, es regeneración, fertilidad, bendición y proceso posibilitador de la humanidad. Y con respecto a que una mujer con flujo de sangre no puede tocar ninguna cosa santa, habría que decir que la vida de cada pequeñín es obra santa y por ello el santuario se instala en cada tienda donde se da a luz al ser humano. 

Por ello, la navidad es femenina, porque son ellas las que alumbraron la VIDA, ellas las que mimaron a María, y ellas, y solo ellas, las que adoraron al pequeño Jesús como se suele adorar a una hija o a un hijo recién nacida/o. 

Navidad es femenina y habría que dar una nueva lectura a Lucas: ni José, ni pastores, ni ángeles o reyes, al lado de María y Jesús, puras mujeres.

UNA MUJER MIGRANTE


Acompañemos a María

ECLESALIA, .- Estamos en unas sociedades en las que la migración se ha vuelto uno de los mayores problemas y una de las realidades más acuciantes. Cada mes, cada semana, cada día… miles y miles de personas intentan pasar los ríos, selvas, muros o alambradas que separan sus entornos, de los sueños y posibilidades de un mañana mejor, un mañana en el que simplemente la vida sea posible. Tanto en África, como en América Latina, mujeres, hombres, jóvenes y niños se desplazan y caminan kilómetros y kilómetros porque los expulsa el hambre, el no-futuro, los regímenes políticos dictatoriales… En Colombia cientos de miles de desplazados y desplazadas venezolanos buscan un rincón para vivir. ¿Cómo pueden estas miles y miles de personas esperar una Navidad, semilla de futuro?

La familia de Belén también sufrió el desplazamiento: Estando María en embarazo, recibió del imperio una orden: empadronarse en el lugar de origen. Nos cuenta Lucas que, entonces, José y María emprendieron camino hacia Belén: Jornadas de camino por senderos inhóspitos; nos dice también que al llegar a su destino no encontraron ningún lugar para albergarlos y tuvieron que refugiarse en un establo, donde nació Jesús, según el relato que rememoramos. Por el otro lado Mateo nos cuenta que una vez nacido el niño, Herodes lanza contra él una persecución y María y José deben desplazarse hasta Egipto buscando refugio para salvar la vida. Encontramos en estos evangelio de la infancia  una doble migración y desplazamiento. El camino de Palestina a Egipto supone atravesar un extenso desierto, que puede esconder, en sus entrañas, la muerte.

A María la hemos imaginado, representado, soñado, de múltiples maneras… sus imágenes se cuentan por miles: Como mujer sencilla del pueblo palestino, como la madre del crucificado, como madre doliente, como madre amorosa del pueblo creyente, como reina del cielo, con fulgores de diosa… Sin embargo, no la hemos percibido como una mujer que en situaciones complicadas tuvo que desplazarse y fue obligada a migrar. Una mujer que con su niño en brazos tuvo que irse de su tierra hasta otra en busca de refugio. Por eso invito a que la descubramos, vivenciemos, contemplemos así.

Miremos a esa María Migrante, sus incomodidades, sus incertidumbres, sus dolores… sus viajes, no precisamente de placer. Contemplemos en ella a tantas mujeres desplazadas de hoy. Mujeres y familias enteras a las que se les niega un pedazo de tierra y un cielo de cobijo. Mujeres y familias que no son recibidas con gusto en la tierra a que llegan y son sometidas a exclusiones y desprecios de todo tipo. Caminantes a los que se les exige papeleos kafkianos que los deshumanizan y desesperan. ¿Cuál es nuestra sintonía con estas realidades? Nuestra sintonía con la familia de Belén debe pasar por la acogida a migrantes y desplazados en el hoy, de lo contrario se queda en fantasía romántica que arruina la potencia de los relatos mateano y lucano.  Ganemos nuestros corazones para la solidaridad. Celebremos así una Navidad como la primera de ellas

CARMIÑA NAVIA VELASCO

La fiesta de Nuestra Señora

Mons. Jorge Lozano: «María es imagen de la vida de la Iglesia, la comunidad redimida»

La Asunción de María: expresión de la unión perfecta entre Madre e Hijo

En la Asunción «María es imagen de la vida de la Iglesia, de la comunidad redimida y lo que se dice de María se dice de la Iglesia»

La Asunción de María a los cielos ha de constituirse en una ocasión para pedirle a ella que nos ayude a construir fraternidad y caminos de diálogo

 | Paola Calderón – ADN Celam

El significado de la solemnidad de la Virgen y su actualidad en la vida de los creyentes es el tema que aborda Monseñor Jorge Lozano en su reflexión semanal.

El secretario general del Celam nos recuerda que cada 15 de agosto celebramos la Asunción de la Virgen María en cuerpo y alma a los cielos; una solemnidad entrañable para los creyentes que nos invita a mirar en ella una aspiración nuestra, la de alcanzar esa unión perfecta con Jesús que mantiene viva nuestra esperanza y nos permite mirar la realidad con otros ojos.

Ella es el anticipo de lo que será nuestra plenitud en la gloria. Es expresión de nuestra vocación más profunda,” afirma el prelado al recordar que en ella se realiza la Pascua como un don para toda la humanidad.

En la Asunción -explica- «María es imagen de la vida de la Iglesia, de la comunidad redimida y lo que se dice de María se dice de la Iglesia». Por eso, advierte es preciso comprender que la unión profunda entre María y Jesús se inicia con la unidad corporal pero luego se hace plena y total en el amor.

Ella fue la persona más cercana a Jesús en la tierra, pero también en la gloria. Recordando la promesa de Jesús: “donde Yo esté, estará también mi servidor,” en la existencia de su madre esto se cumple sin duda. La Iglesia a imagen de María debe ser evidencia de esa unión con Cristo en cada acto, en cada paso. Para Monseñor Lozano la unión entre María y Jesús se manifiesta en este acontecimiento particular que podemos decir es único.

Asunción y realidad

La Asunción de María a los cielos ha de constituirse en una ocasión para pedirle a ella que nos ayude a construir fraternidad y caminos de diálogo; indica el prelado, porque ante los conflictos que se viven en diferentes países de América Latina y el Caribe, donde los actos de corrupción, la impunidad, los caminos democráticos cerrados, la incertidumbre, la persecución y la cárcel condena a quienes piensan diferente, se hace necesaria nuestra oración y testimonio.

Al respecto, Monseñor Lozano evoca la postura del Celam ante situaciones de vulneración de los derechos en países como Nicaragua. Situaciones dolorosas que para los creyentes han de ser suficiente motivo para orar y actuar. En este sentido recuerda algunos fragmentos de los pronunciamientos oficiales del organismo por esta causa.  Situaciones que han de motivarnos a la reflexión y la oración en la solemnidad de la Asunción de María, porque es necesario asumir el sufrimiento de nuestros hermanos como si fuera propio, porque bien lo recuerda el obispo argentino «el amor no conoce barreras y ni siquiera la distancia lo apaga«  en el amor y el sufrimiento somos uno solo.

El asedio a sacerdotes y obispos, la expulsión de miembros de comunidades religiosas, la profanación de templos y el cierre de radios, nos duelen profundamente. Les manifestamos nuestra solidaridad y cercanía.

Acompañamos a nuestros hermanos que por distintos caminos buscan ser voz de los que no tienen voz, para construir un diálogo capaz de trazar un camino de unidad y de paz.”

Invitamos a todos nuestros hermanos y hermanas en América Latina y El Caribe a unirnos en oración por el pueblo nicaragüense, sus líderes, autoridades y la Iglesia ya que ‘cuando un miembro sufre, todos los miembros sufren con él’ 1Cor. 12, 26.”

María, modelo de discipulado para varones y mujeres

María, modelo de discipulado para varones y mujeres
María, modelo de discipulado para varones y mujeres

Descubramos a la María que emerge de los Evangelios, «una mujer libre y fuerte»

Es importante ir resignificando su figura si queremos que más personas encuentren en ella una referencia válida para sus vidas, especialmente las mujeres más jóvenes

A María se le ha identificado con lo que en la sociedad patriarcal debe ser una mujer (no es la imagen que nos dan los textos bíblicos) pero que ha hecho daño al reafirmar para las mujeres esa imagen

Por Consuelo Vélez

Latinoamérica se ha caracterizado por ser un continente mariano. En sus diferentes advocaciones, las personas de cada país han mantenido una presencia cercana y confiada a María y algunas, aunque no participen de otros espacios eclesiales, visitan los santuarios marianos porque saben que allí pueden expresar sus necesidades y confían en una respuesta positiva hacia ellas. Por eso el mes de mayo se reconoce, en algunos ambientes, como un mes mariano que congrega y aviva la devoción a María.

Sin embargo, es importante ir resignificando su figurasi queremos que más personas encuentren en ella una referencia válida para sus vidas, especialmente las mujeres más jóvenes. Esto es necesario por varias razones, entre ellas, porque las comprensiones bíblicas y teológicas actuales ofrecen un mejor acercamiento a la figura de María, pero también porque las sociedades van cambiando y los estereotipos de qué es ser mujer y qué es ser varón, se van transformando más rápido de lo que pensamos. En este sentido a María se le ha identificado con lo que en la sociedad patriarcal debe ser una mujer (no es la imagen que nos dan los textos bíblicos) pero que ha hecho daño al reafirmar para las mujeres esa imagen.

Las sociedades patriarcales son aquellas en las que se da preeminencia a lo masculino porque en los varones reside la razón y la fuerza y lo femenino es el complemento, atribuyéndole la intuición y la delicadeza. Esta simple descripción (en realidad es más compleja) nos sirve para explicar que lo femenino, en esa distribución de roles, se toma como secundario, menos valioso, subordinado y por eso las mujeres han tenido tantas puertas cerradas durante siglos y, aún hoy, hay muchos espacios impenetrables para ellas, además de la violencia de todo tipo que sufren, incluido el feminicidio.

Volvamos a la figura de María según los textos bíblicos. En el texto de la anunciación que nos relata Lucas (1, 26-38), la predicación más generalizada pone la fuerza en la aceptación de María al plan de Dios. Y esto es importantísimo y decisivo. Pero se olvida lo que también el texto dice de María. Ella pregunta: ¿cómo podrá ser eso si no conozco varón? Y de esa manera rompe la lógica de las muchachas de aquel tiempo a las que se les organizaba el matrimonio sin que ellas pudieran intervenir o tener algún cuestionamiento frente al destino que les marcaban. Pero el evangelista nos la muestra como una joven muy despierta, asertiva y dispuesta a entender bien lo que se le propone. O sea, en María podemos alabar su disponibilidad a Dios, pero también su capacidad de preguntar para responder libremente. Si remarcáramos también esta actitud de María, posiblemente tantas mujeres no serían tan sumisas, tan conformes, tan resignadas.

Muy interesante es también el conocido texto del Magnificat (Lc 1, 46-56) porque si en las predicaciones se ha aducido tanto al supuesto “silencio de María” (tal vez haciendo alusión a aquel texto de que María guardaba todo en el corazón”, Lc 2, 51), el Magnificat la muestra como una mujer capaz de tener voz, pero más aún, de alzar la voz. Lo que dice no es irrelevante sino bastante profético e interpelante: La misericordia de Dios es infinita, pero en esa misericordia “Él derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, colma de bienes a los hambrientos y a los ricos los despide vacíos”. Nada de resignación frente a la situación social que se vive en su tiempo. Por el contrario, profetiza que la voluntad de Dios exige un cambio y para conseguirlo, la opción es ponerse del lado de los más pobres.

Por su parte el evangelista Juan nos relata las bodas de Caná (2, 1-12). En las predicaciones muchas veces se enfatiza en el servicio de María, en no hacer quedar mal a los novios, en tener la intuición de salir al paso de las necesidades, etc. Pero en realidad, lo que interesa en este texto es la actitud de discípula que María muestra, invitando a que también los demás la tengan: “Hagan lo que Él les diga”. A partir de ahí Jesús hará signos a través de los cuales podrán creer los discípulos en Jesús mientras llega la hora en la cual se les manifestará plenamente y allí, al pie de la cruz (Jn 19, 25-27), María dará comienzo a la nueva comunidad de los discípulos.

En este sentido del discipulado, María es modelo para varones y mujeres y no solo para las mujeres. Este es otro de los aspectos que es necesario potenciar para no caer en esa división que la sociedad patriarcal ha proyectado sobre María -modelo para las mujeres- y, desde ahí, se nos dice que no aspiremos a más participación en la Iglesia porque ya tenemos en María la plenitud del ser mujer. Esto no es así. En ella tenemos la plenitud del discipulado, como ya lo dijimos, para varones y mujeres. Los rasgos femeninos o masculinos que la sociedad patriarcal determina, son más culturales que esenciales y los y las jóvenes de hoy no están aceptando esos estereotipos, reclamando una humanidad más en reciprocidad que en complementariedad, más en plenitud personal que en división de roles, más de colaboración y cooperación que en mantener una asimetría de géneros.

Sería muy bueno que en este mes descubramos a la María que emerge de los evangelios que, como dijo el Documento de Aparecida, ella aparece como “mujer libre y fuerte, conscientemente orientada al verdadero seguimiento de Cristo. Ella ha vivido por entero toda la peregrinación de la fe como madre de Cristo y luego de los discípulos, sin que le fuera ahorrada la incomprensión y la búsqueda constante del proyecto del Padre” (n. 266); “María, Madre de la Iglesia, además de modelo y paradigma de humanidad, es artífice de comunión” (n. 268), “María es la gran misionera, continuadora de la misión de su Hijo y formadora de misioneros (n. 269).

En definitiva, la transformación de la sociedad patriarcal no depende solo de las movilizaciones sociales sino también de un recuperar la figura de María que quiebra con estereotipos de género y nos impulsa a la construcción de esa igualdad fundamental entre varones y mujeres, propio del ser cristiano porque “ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos ustedes son uno en Cristo Jesús” (Gál 3, 28).

Oración por la Paz en Ucrania

¿Cómo acompañar al Papa en el acto de consagración al Corazón Inmaculado de María?

Papa Francisco 

Sigue en directo a través de Vatican News, el Acto de Consagración de Rusia y Ucrania al Corazón Inmaculado de María. El mismo acto, el mismo día, será realizado en Fátima por el Cardenal Konrad Krajewski

Lo realizará el Santo Padre este viernes 25 de marzo, a las 17.00 horas en la Basílica de San Pedro, Solemnidad de la Anunciación del Señor

Será una oración pública y coral, que une a toda la Iglesia, para implorar la paz y consagrar al Corazón Inmaculado de María a la humanidad entera y en especial a Rusia y Ucrania

25.03.2022 | Renato Martinez

(Vatican News).- “El viernes 25 de marzo, durante la Celebración de la Penitencia que presidirá a las 17.00 horas en la Basílica de San Pedro, el Papa Francisco consagrará a Rusia y Ucrania al Inmaculado Corazón de MaríaEl mismo acto, el mismo día, será realizado en Fátima por el Cardenal Konrad Krajewski, Limosnero Pontificio, como enviado del Santo Padre», este era el anuncio que realizó el Director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Matteo Bruni, el pasado 15 de marzo anunciando que el Santo Padre realizaría este Acto de Consagración de Rusia y Ucrania en el día de la Solemnidad de la Anunciación del Señor.

¿Qué es el Acto de Consagración?

El Acto que realizará este viernes el Papa Francisco será una oración pública y coral, que une a toda la Iglesia, para implorar la paz y consagrar al Corazón Inmaculado de María a la humanidad entera y en especial a Rusia y Ucrania. Como escribió el Santo Padre en su Carta a los Obispos para el Acto de Consagración al Corazón Inmaculado de María, este 23 de marzo, “la Iglesia, en esta hora oscura, está fuertemente llamada a interceder ante el Príncipe de la paz y a estar cerca de cuantos sufren en carne propia las consecuencias del conflicto”.

Este Acto previsto en torno a las 18:30, hora de Roma, lo realiza el Papa Francisco acogiendo las numerosas peticiones del Pueblo de Dios, para invocar la paz renovados por el perdón de Dios, y “quiere ser un gesto de la Iglesia universal, que en este momento dramático lleva a Dios, por mediación de la Madre suya y nuestra, el grito de dolor de cuantos sufren e imploran el fin de la violencia, y confía el futuro de la humanidad a la Reina de la paz”.

¿Dónde poder seguir el Acto de Consagración?

Por esta razón, el Santo Padre invita a todo el pueblo de Dios a unirse a este Acto consacratorio, convocado para este viernes 25 de marzo, a las 17.00, hora de Roma, para que el Pueblo santo de Dios eleve la súplica a su Madre de manera unánime y apremiante. Después de la celebración penitencial, con el rito de reconciliación de varios penitentes con la confesión y absolución individual, el Papa Francisco realizará el Acto de Consagración que lo puedes seguir a través de Vatican News en:

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Aprender a creer de otra manera

¿Yo creo en Dios o en aquellos que me hablan de él?

La Visitación

Por José Antonio Pagola

Estamos viviendo unos tiempos en los que cada vez más el único modo de poder creer de verdad va a ser para muchos aprender a creer de otra manera. Ya el gran converso John Henry Newman anunció esta situación cuando advertía que una fe pasiva, heredada y no repensada acabaría entre las personas cultas en «indiferencia», y entre las personas sencillas en «superstición». Es bueno recordar algunos aspectos esenciales de la fe.

La fe es siempre una experiencia personal. No basta creer en lo que otros nos predican de Dios. Cada uno solo cree, en definitiva, lo que de verdad cree en el fondo de su corazón ante Dios, no lo que oye decir a otros. Para creer en Dios es necesario pasar de una fe pasiva, infantil, heredada, a una fe más responsable y personal. Esta es la primera pregunta: ¿yo creo en Dios o en aquellos que me hablan de él?

En la fe no todo es igual. Hay que saber diferenciar lo que es esencial y lo que es accesorio, y, después de veinte siglos, hay mucho de accesorio en nuestro cristianismo. La fe del que confía en Dios está más allá de las palabras, las discusiones teológicas y las normas eclesiásticas. Lo que define a un cristiano no es el ser virtuoso u observante, sino el vivir confiando en un Dios cercano por el que se siente amado sin condiciones. Esta puede ser la segunda pregunta: ¿confío en Dios o me quedo atrapado en otras cuestiones secundarias?

En la fe, lo importante no es afirmar que uno cree en Dios, sino saber en qué Dios cree. Nada es más decisivo que la idea que cada uno se hace de Dios. Si creo en un Dios autoritario y justiciero terminaré tratando de dominar y juzgar a todos. Si creo en un Dios que es amor y perdón viviré amando y perdonando. Esta puede ser la pregunta: ¿en qué Dios creo yo: en un Dios que responde a mis ambiciones e intereses o en el Dios vivo revelado en Jesús?

La fe, por otra parte, no es una especie de «capital» que recibimos en el bautismo y del que podemos disponer para el resto de la vida. La fe es una actitud viva que nos mantiene atentos a Dios, abiertos cada día a su misterio de cercanía y amor a cada ser humano.

María es el mejor modelo de esta fe viva y confiada. La mujer que sabe escuchar a Dios en el fondo de su corazón y vive abierta a sus designios de salvación. Su prima Isabel la alaba con estas palabras memorables: «¡Dichosa tú, que has creído!». Dichoso también tú si aprendes a creer. Es lo mejor que te puede suceder en la vida.

Discurso revolucionario de María de Nazaret

María de Nazaret
María de Nazaret

«María fue una mujer de Nazaret, un pueblo despreciado, del que nadie esperaba que saliese algo bueno»

«El canto del Magníficat (Lucas 1,46-55), que contiene uno de los fragmentos más revolucionarios de toda la Biblia»

«Lo que realmente fue María no tiene absolutamente nada que ver con las imágenes que hemos hecho de ella como si perteneciera a la alta burguesía de todos los tiempos»

«Si María viviera hoy, diciendo ahora lo que entonces dijo, sería calificada de revolucionaria, violenta, subversiva, y por supuesto comunista»

Por Faustino Vilabrille

Estos días de Navidad, el recuerdo de María de Nazaret recobra un especial  protagonismo. Le dedicamos este comentario con gran afecto y gratitud, presentando una imagen de ella que no es la habitual, pero que creemos que es más coherente con lo que fue la realidad de su vida y con el gran mensaje que nos transmite para la realidad de nuestro tiempo.

Para sacar las mejores conclusiones de la Biblia, tenemos que partir de que no se trata de un libro histórico, aunque recoja numerosos datos históricos, sino que se trata de la transmisión de un mensaje para un proyecto de vida digna y gratificante, basada en la justicia, el amor, la igualdad, la fraternidad, el respeto mutuo, la solidaridad, la paz. Ese es su contenido esencial. Leerla desde este punto de partida nos descubre su extraordinaria riqueza.

Pero para captar bien ese mensaje hay que leerla desde la realidad concreta de cada momento histórico en que nos toca vivir, porque se trata de un libro para la vida.

María

Pues bien, María fue una mujer de Nazaret, un pueblo despreciado, del que nadie esperaba que saliese algo bueno (Evangelio de Juan 1,46), situado en Galilea, una región pobre, dominada por el imperio romano, sometida a esclavitud, a pobreza, a onerosos impuestos a pagar al César romano. De  hecho, María era una esclava, una mujer sencilla, del pueblo, del sector social considerado más pobre y despreciable. En Caná aparece entre los sirvientes, no entre los sentados a la mesa. La ofrenda que ella y José hicieron al presentar al niño Jesús en el templo, fue la ofrenda de los pobres (Ver Levítico12,8).

Esto ya nos basta para encuadrar el mensaje de  este comentario: Cuando María acude a casa de su prima Isabel para atenderla y acompañarla en la última etapa de su embarazo, del cual va a nacer Juan Bautista, Isabel se emociona al recibir la visita de su prima, tanto que exclama: “así que llegó la voz de tu saludo a mis oídos, saltó de gozo el niño en mi seno”. Esto nos dice bien claro que los sentimientos de la madre se transmiten al niño ya antes de nacer. En este caso fueron sentimientos de alegría, pero si hay mala relación en el matrimonio, malos tratos, tristeza, violencia, o incluso hambre de la madre durante la gestión, como pasa a millares en el Tercer Mundo, todo eso, sin duda también afectará negativamente al niño/a, ya antes de nacer.

Se le atribuye a Napoleón esta frase: “La educación de un niño comienza veinte años antes de su nacimiento, con la educación de sus padres”. Frase certera y lapidaria.

A continuación, en el Evangelio de Lucas, viene la respuesta de María a Isabel, el canto del Magníficat (Lucas 1,46-55), que contiene uno de los fragmentos más revolucionarios de toda la Biblia. María se dirige a Dios diciendo que Dios “desplegó el poder de su brazo para dispersar a los soberbios. Derribó a los poderosos  de sus tronos y ensalzó a los humildes. A los hambrientos los llenó de bienes y a los ricos los despidió vacíos”.

María

Lo que realmente fue María no tiene absolutamente nada que ver con las imágenes que hemos hecho de ella como si perteneciera a la alta burguesía de todos los tiempos: impoluta, candorosa, ingenua, recatada, pudorosa, con manos de sangre azul y cara angelical…, porque las clases burguesas eclesiásticas y políticas secuestraron el valor y la grandeza de María en su dimensión humana y comprometida, poniendo incluso por delante a la Virgen antes que a María.

Si María viviera hoy, diciendo ahora lo que entonces dijo, sería calificada de revolucionaria, violenta, subversiva, y por supuesto comunista por esas mismas clases burguesas y conservadoras. Por mucho menos de lo que ella dijo, los conservadores político-religiosos de hoy, que incluso se confiesan practicantes, califican públicamente al papa Francisco con esos calificativos, y aun peores.

En tiempos de María, la inmensa mayoría de la gente era muy pobre, esclava, sin los más elementales derechos. Las condiciones de vida de los pobres eran durísimas: se les podía tratar como a cualquier propiedad, regalarlos, venderlos, subastarlos en el mercado, alquilarlos, o incluso matarlos. Eran mercancía, no personas.

El estudio de 2.000 esqueletos exhumados de los cementerios de los barrios periféricos romanos durante 15 años de excavaciones, reflejan que las fracturas de huesos eran muy frecuentes entre los romanos de la clase obrera y otros muchos pertenecen a personas que murieron de cáncer óseo, mal alimentadas, y que era habitual la artritis crónica en hombros, rodillas y espalda, que está presente  en esqueletos de personas que murieron a la temprana edad de 20 años. (Fuente: Periódico del pasado, noticias de prehistoria y arqueología). Otras investigaciones calculan que la vida media de las clases pobres del imperio estaba en torno a los 30 años, pero en las clases altas de Pompeya duplicaba esa  edad.

María

A María, primero, y a Jesús después les tocó vivir esta realidad.  María se clasifica a si misma como esclava; dio a luz en una cuadra y la cuna fue un  pesebre. De hecho, aún hoy, muchas mujeres dan a luz en condiciones similares o aun peores, o tiran a la criatura en un contenedor de basura o viva en el monte, como vimos estos días: ¡A dónde conduce la miseria, la impotencia, la ignorancia o la desesperación! San Pablo dice que Jesús era un esclavo más, pasando por uno de tantos. El propio Jesús dice que no tenía ni siquiera donde reclinar a cabeza. A Jesús llegaban continuamente enfermos de toda clase de enfermedades: ciegos, sordos, paralíticos, leprosos, enfermos mentales, hambrientos. Su respuesta era curarlos y alimentalos a todos. Jesús quería  que todos estuviesen felices y contentos.

En aquel contexto de una sociedad tan injusta, la gran mayoría llena de sufrimientos y penurias, aplastada por el poder del imperio romano y la riqueza de una minoría que lo poseía todo, proclamó Jesús su mensaje de liberación, posicionándose a favor de los pobres y en contra de los ricos y poderosos, proclamando un mensaje de vida y esperanza para todos. Esto se repite constantemente a lo largo de los Evangelios.

Tanto el mensaje de María como el de Jesús, aún hoy, después de más de 2000 años, aun siguen en pleno vigor, pues formamos parte de una sociedad donde el poder y dinero siguen siendo los amos del mundo, con un capitalismo neoliberal feroz que daña a la humanidad y al planeta, y que cada vez acapara más poder y más dinero, haciendo a una minoría inmensamente rica y poderosa, y dejando a una gran mayoría sumida en una mera subsistencia, en la pobreza y la indigencia, agrandando una brecha de desigualdad cada vez mayor entre ricos y pobres generadora de infinitos sufrimientos y penalidades para los más empobrecidos del mundo, lo cual es radicalmente contrario al Reino de Dios que Jesús quiso establecer en este mundo, basado en la justicia, el amor, la igualdad y la fraternidad, la paz y la vida digna para todos.

Sigue, por tanto, siendo necesario lo que dice María: acabar con la riqueza de los ricos y la pobreza de los pobres, bajar de sus tronos a los poderosos y ensalzar a los humildes, llenar de bienes a los hambrientos y despedir a los ricos vacíos. Para María es necesario que se acaben los ricos para que se acaben los pobres. Resulta verdaderamente sorprendete, admirable y conmovedor que María tuviese una visión tan certera y luminosa de la realidad de su tiempo. Ni millones de los que nos decimos cristianos, la tenemos hoy así de clara. La coherencia entre el mensaje de María y el de su hijo Jesús  es verdaderamente admirable.

Lo que no vaya por esa línea trazada por María y por Jesús ciertamente  no es coherente  con el Reino de Dios, que es justicia, igualdad, amor, fraternidad para todos los seres humanos en este mundo. No es coherente con lo que Jesucristo practicó y enseñó. No es coherente con el Dios que María proclamaba.

El Papa Francisco quiere una la Iglesia que retorne al Evangelio, que sea coherente con Jesucristo y su mensaje para el bien inmanente y trascendente de la humanidad. Para ello convoca un nuevo Sínodo. Necesita nuestro apoyo, para que su celebración sea un antes y un después en la vida de la Iglesia, porque otro Mundo y otra Iglesia son necesarios para el bien de la humanidad y del planeta que la sostiene.

No depende de nadie, más que de todos nosotros, los seres humanos, hacerlo posible, para que “haya vida y vida en abundancia para todos”. Para eso vino Jesús a la tierra, cuya venida recordamos estos días. María, digna de la mayor admiración y confianza, nos señala el camino.

¡Feliz Año Nuevo!

Año Nuevo, 2022, La Madre de Dios

Año Nuevo, 2022, La Madre de Dios
Año Nuevo, 2022, La Madre de Dios

Jornada Mundial por la paz

31.12.2021

Año nuevo, 2022 

Primera bendición 

El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor te muestre su rostro y te conceda la paz”(Núm 6, 24-26). 

Que Dios te bendiga y te proteja 

Recibir la bendición del Padre nos constituye en herederos. Isaac bendijo a Jacob y el segundón se convirtió en Israel, padre del pueblo escogido, heredero de la promesa divina. Dios nos ha bendecido en su Hijo por haber hecho que naciera de mujer y se convirtiera así en el protector de sus hermanos los hombres. 

Ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor 

Somos reflejo del rostro que miramosEn nuestros ojos se dibujan los ojos que nos miran. Dejarnos mirar por Dios transfigura nuestro semblante y nos hace reflejo de su luz. El mayor favor que podemos recibir es el de sentirnos mirados entrañablemente por nuestro Hacedor. 

El Señor te muestre su rostro y te conceda la paz 

Hoy es la jornada mundial por la paz. La paz es el árbitro del bien hacer. Tanto en paz, tanto en Dios. Él se deja sentir por la paz en el corazón. La paz es destello del rostro divino, la sienten los limpios de corazón. 

María la bendita 

La Nazarena ha sido la mujer bendecida, protegida de toda mancha, favorecida por la gracia, sabiéndose habitada de la presencia divina y alumbrada en el Hijo de Dios. Ella es la Reina de la paz. La primera identidad de María que la Iglesia proclamó como verdad de fe se afirmó en el Concilio de Éfeso (431): «Desde un comienzo la Iglesia enseña que en Cristo hay una sola persona, la segunda persona de la Santísima Trinidad. María no es solo madre de la naturaleza, del cuerpo pero también de la persona quien es Dios desde toda la eternidad. Cuando María dio a luz a Jesús, dio a luz en el tiempo a quien desde toda la eternidad era Dios. Así como toda madre humana, no es solamente madre del cuerpo humano sino de la persona, así María dio a luz a una persona, Jesucristo, quien es ambos Dios y hombre, entonces Ella es la Madre de Dios» (Concilio de Éfeso) 

Deseo 

¡Feliz Año Nuevo!