Entrevista a Vittorio Scelzo

Vittorio Scelzo: «La vejez no es una enfermedad. La soledad es una enfermedad»

Vittorio Scelzo
Vittorio Scelzo

«Francisco quiere que el papel de los ancianos destaque en este momento histórico. Dice claramente: la guerra ha comenzado en el momento en el que los que testimoniaron la guerra Mundial se murieron. Ahora que ya no están, la guerra no encuentra obstáculos para volver»

«Alguien que nos abrace. Y seguiremos dando frutos, también en la vejez, si aceptamos esa necesidad de alguien que nos cuide y que nos acompañe. Y también, la idea de que nosotros podemos acompañar a otros. El Papa nos enseña cómo en la vejez se puede seguir dando frutos»

«Los ancianos han sido por años los que más acudían a la misa, pero la pandemia los ha echado fuera. Han tenido miedo porque eran los más frágiles. Y ahora tenemos que procurar que ellos vuelvan a la Iglesia»

Por Jesús Bastante

Hoy vamos a hablar de ancianos, abuelos y abuelas; de nuestros mayores. Esta semana se ha presentado el mensaje del papa Francisco para la II Jornada de los Ancianos y los Mayores que se celebrará este domingo, 24 de julio, y reflexionaremos sobre el mensaje de los mayores y de su papel en la Iglesia y en la sociedad con Vittorio Scelzo, que es el encargado de la Pastoral de Ancianos del Dicasterio de Laicos y Familia del Vaticano y responsable de estas jornadas.

-Buenos días, Vittorio.

-Buenos días a usted y a todos los que nos escuchan.

-Tenemos el mensaje del Papa recién sacado del horno. Cuéntanos cuáles son los ejes de este mensaje.

-El Papa habla de la vejez y esto ya es una novedad. Porque la gente, cuando habla de la vejez, lo hace eludiendo esta palabra. El Papa habla de vejez y dice que es un hecho que puede espantar, que asusta a la sociedad y que por eso la sociedad descarta a los ancianos. Y es muy interesante porque cuando habla de ancianos, lo hace en primera persona, se incluye. Habla a sus compañeros y dice: esta edad nos asusta, nadie nos ha preparado para vivirla y tenemos que buscar un sentido, una tarea para este tiempo de vida.

-Por qué ese énfasis en denunciar por un lado ese descarte y, por otro, en revalorizar la figura de los ancianos, de nuestros mayores, de nuestra memoria, también.

-Yo creo que las cosas están muy relacionadas porque cuando el Papa nos pide rechazar la cultura del descarte, no nos pide descartar un poco menos a los ancianos. Nos pide ponerlos al centro. Considera que los ancianos son un valor, no una carga para sociedad.

Él afirma que los ancianos son centrales en la sociedad y que los abuelos son centrales en la familia. Y desde el principio, su pontificado ha sido una larga explicación de esa idea. En el mensaje que salió del horno ayer, explica el papel que tienen los ancianos en nuestra sociedad en este momento histórico.

II Jornada Mundial de los Ancianos y los Abuelos
II Jornada Mundial de los Ancianos y los Abuelos

-El Papa los reivindica (y él se incluye) como protagonistas de la revolución de la ternura frente a la cultura del descarte en un mundo en el que echamos de menos los abrazos, la cercanía y ese cariño que los abuelos profesan a los nietos pero que también nos muestran al resto de la sociedad.

-Claro que sí. La revolución de ternura es algo en lo que Papa ha insistido en repetidas ocasiones. Pero me parece que hablar de revolución de la ternura después de estos años pasados, en los que los abrazos no estaban permitidos y en los que las visitas a los ancianos tampoco eran posibles, adquiere un sentido renovado. Y tiene un valor nuevo en este momento en el que, cuando miramos la televisión, solo vemos imágenes terribles. Creo que Francisco quiere que el papel de los ancianos destaque en este momento histórico. Dice claramente: la guerra ha comenzado en el momento en el que los que testimoniaron la guerra Mundial se murieron. Ahora que ya no están, la guerra no encuentra obstáculos para volver.

-Es una paradoja. Cuando la memoria de los que vivieron el horror va desapareciendo con ellos, volvemos a cometer errores similares a los que se cometieron hace varias décadas.

-Y eso arroja una luz sobre la insistencia del Papa en la importancia del diálogo intergeneracional. Porque uno puede pensar que el diálogo intergeneracional es el de un abuelito hablando a su nieto de cómo era su tiempo, cómo era de buena la vida hace cincuenta años… Se trata de la historia, de las enseñanzas que los ancianos tienen sobre la vida.

Por ejemplo, el Papa habla muchas veces de los sueños de los ancianos. Un sueño de los ancianos de Europa ha sido la paz en el continente. Nosotros vivimos en paz porque nuestros abuelos…

-Vivieron la guerra y fueron capaces de construir la paz.

-Claro que sí. Fue un sueño, el sueño que donan los ancianos a los jóvenes. Quizá deberíamos preguntarnos si el diálogo entre las generaciones ha funcionado.

El Papa y una anciana
El Papa y una anciana

-¿Ha funcionado?

-No sé. Probablemente hubo algún problema en la transmisión y el Papa lo dice; se sienten voces muy duras, es normal hablar de contraposiciones, de guerra, hay un lenguaje muy peligroso que retrocede. El Papa nos invita, por ello, a hablar un lenguaje diferente, desde la ternura, el de los abuelos con los nietos. La mirada tierna de un abuelo no es algo para un dibujito, es algo radicalmente distinto de lo que vemos en las noticias.

-Hay una frase del mensaje que me gusta especialmente, en esa línea de «exportar» el cariño de los abuelos a sus nietos, a la sociedad. Dice: «Nosotros (vuelve a incluirse), los ancianos y los abuelos tenemos una gran responsabilidad; enseñar, a las mujeres y a los hombres de nuestro tiempo, a ver a los demás con la misma comprensión y la misma mirada tierna que dirigimos a nuestros nietos. Hemos afinado nuestra humanidad al ocuparnos del prójimo y hoy podemos ser maestros de un modo de vivir pacífico y atento a los más débiles. Es exportar ese cuidado, esa ternura, ese cariño de los abuelos a sus nietos, a los mayores y a sus nietos. Al resto de la humanidad».

Esto se inserta dentro de las otras claves de este pontificado, esa unidad del mundo en su diferencia. Ese sentir que nos salvamos todos juntos. Que tenemos cuidar los unos de los otros y en ese papel, nuestro mayores tiene una función esencial.

-Sí, y añade que nadie se salva solo. Esto es algo que hemos comprobado durante la pandemia, pero algo que también nos enseñan los ancianos. La idea de aceptar que nos cuiden.

-Además, creo que el Papa está visibilizando no tanto su enfermedad, sino esa necesidad que tiene también de recibir cuidados. Está dando ejemplo. Lo decía ayer el cardenal Farrell en la rueda de prensa, el ejemplo de los que los cuidadores también necesitan ser cuidados. Hasta el mismo Papa de Roma necesita del cuidado y a su vez ser protegido para proteger y para cuidar. Estamos interrelacionados en eso y Francisco nos lo demuestra.

-Y esa relación es el centro del mensaje. La idea de que todos necesitamos una relación. Una ayuda, un cuidado. Alguien que nos abrace. Y seguiremos dando frutos, también en la vejez, si aceptamos esa necesidad de alguien que nos cuide y que nos acompañe. Y también, la idea de que nosotros podemos acompañar a otros. El Papa nos enseña cómo en la vejez se puede seguir dando frutos.

La fragilidad, la debilidad y la necesidad de ayuda es una verdad entre las personas, pero también entre los pueblos. Nadie se salva solo; eso está claro. La felicidad, dice el Papa, es un pan que se come en compañía

-Es, además, el lema del mensaje: ‘En la vejez seguiréis dando frutos’

-La fragilidad, la debilidad y la necesidad de ayuda es una verdad entre las personas, pero también entre los pueblos. Nadie se salva solo; eso está claro. La felicidad, dice el Papa, es un pan que se come en compañía.

-Se parte y se comparte… es muy evangélico. Es ‘jueves santo’.

-Sí. Y eso de la silla de ruedas me recuerda lo que dice Jesús a Pedro: «Cuando llegues a viejo, extenderás tu mano y otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras… Pero tú sígueme». Y es esto; la idea de que nadie se basta a sí mismo y que todos podemos acompañar. Y hay un fruto que los ancianos de ahora tienen que dar y es enseñar el cuidado. Y cuando hablamos de lo opuesto a la cultura del descarte, no nos referimos a un lugar más limpio, sino a entender cuál es el papel de los ancianos en la sociedad.

Abuelos
Abuelos

-Es un papel activo y necesario. ¿Cómo estáis planteando desde el dicasterio los actos de la II Jornada?

-Nos gustaría que esta jornada llegara a ser una tradición en la Iglesia y que crezca sobre dos ideas bastante simples. La primera es que el 24 de julio de cada año sea un día de fiesta. El Papa dijo, cuando lanzó la jornada, una ‘fiesta del encuentro’ con los ancianos en el centro. Entonces, nos imaginamos que cada 24 de julio hubiera, en cada comunidad de cada parroquia de cada diócesis de cada lugar, una misa con los ancianos. Y tenemos que poner cuidado, porque los ancianos han sido por años los que más acudían a la misa, pero la pandemia los ha echado fuera. Han tenido miedo porque eran los más frágiles. Y ahora tenemos que procurar que ellos vuelvan a la Iglesia.

Y la otra idea es sobre la Iglesia en salida, en la que el Papa insiste muchísimo. Que los jóvenes, los adultos  y los niños vayan a visitar a los ancianos que están solos. Sabemos que hay muchísimos ancianos solos. En los países ricos los ancianos que viven solos son el 25%.

-Es la otra gran enfermedad de nuestras sociedades. La soledad.

-Es lo que estaba diciendo: la vejez no es una enfermedad. La soledad es una enfermedad. Y hay que curarla. Nosotros pedimos que los jóvenes visiten a los ancianos. El Papa lo dice de manera muy clara; es una obra de misericordia de nuestro tiempo.

-Hay que visitar a nuestros mayores no solo el día 24, sino acompañarles en un proceso. Porque la vida no es solo jornadas, aunque las jornadas nos ayudan a tomar conciencia y por eso es importante que se institucionalicen, como parece que se está institucionalizando este día de los abuelos y de los mayores en toda la Iglesia.

-Es claro que no podemos pensar en los mayores solo el 24 de julio. Pero la idea es que la jornada se repita cada año para que llegue a ser una virtud de la Iglesia. Tenemos que desarrollar una pastoral ordinaria de los ancianos y en España hay alguien que se ocupa de ellos en la Conferencia Episcopal. Pero hay muchísimos países donde, dentro de la Conferencia Episcopal, hay oficinas que se ocupan de todo pero no de los ancianos. Una persona me dijo una vez: «en mi Conferencia Episcopal, no nos ocupamos de los ancianos porque nadie me dijo que era mi tema».

Yo le dije: «Puedes ver en las noticias, cada mañana, que hay una urgencia de una pastoral ordinaria de los ancianos».

La ancianidad es nuestro futuro. Es algo muy raro; esta sociedad ha luchado por siglos para alargar la vida y ahora, que tenemos veinte años más para vivirlos, ¿qué hacemos con ellos?

-Son ‘nuestro tema’ también. Son nuestro presente, nuestra memoria. Los que, en muchos casos, nos han transmitido la fe. Los que la ha custodiado en los momentos difíciles.

-Y son nuestro futuro. Creo que todos esperamos tener una vida larga y esto significa que los ancianos son nuestro futuro. Una vez dijo el Papa: «Los ancianos no son ajenos: somos nosotros dentro de unos años».

La ancianidad es nuestro futuro. Es algo muy raro; esta sociedad ha luchado por siglos para alargar la vida y ahora, que tenemos veinte años más para vivirlos, ¿qué hacemos con ellos?

Abuelo con sus dos nietas
Abuelo con sus dos nietas

-No tenemos calidad. Y no reivindicamos la vigencia de esos años.

-Claro. El Papa dice: «lo máximo que nos ofrecen son proyectos de asistencia, pero lo que falta es un proyecto de existencia»

¿Cómo vivir? ¿Cuál es el papel social de una persona cuyos hijos son adultos? ¿Qué hacemos con nuestra vida después de la jubilación? Tenemos años, salud, los nietos están lejos, los hijos son independientes… Nadie nos ha preparado para vivir como ancianos

La humanización de la vejez

La humanización de la vejez
La humanización de la vejez

«‘En la vejez seguirán dando frutos’ es la respuesta a la contracorriente de lo que piensa el mundo y de la actitud resignada de muchos en esa situación»

«Ahora mismo prima la cultura del descarte: marginación o puesta de distancia»

«Son momentos muy delicados. A pesar de todo: ¡Bendita la casa que cuida a un anciano! ¡Bendita la familia que honra a sus abuelos!»

«Quizás nos haría bien, por el contrario, escuchar e interiorizar este mantra: ¡Envejecer no es una condena, es una bendición!»

«Se podría llevar una ancianidad activa en todos los órdenes. Pero, muy especialmente, humanizando este mundo tan deshumanizado. Reviste un carácter transversal»

«Prestando una atención específica a las relaciones humanas con los demás, amigos y no tan amigos, restañando muchas heridas del pasado. Con la ayuda a los pobres y afligidos a quienes siempre podemos dar consuelo y afecto. Sobre todo, con nuestra propia familia, con nuestros hijos y nietos»

«Frente a todo esto, ha subrayado Francisco, necesitamos un cambio profundo, una conversión que desmilitarice los corazones, permitiendo que cada uno reconozca en el otro a un hermano»

Por Gregorio Delgado del Río

Con motivo de la Jornada mundial de los abuelos y mayores, el papa Francisco ha querido transmitirnos a todos una buena noticia, un verdadero evangelio. Lo ha hecho con el versículo 15 del Salmo 92: “en la vejez seguirán dando frutos”. Maravilloso pensamiento positivo, transmisor de estimulante optimismo y energía. Es la respuesta a contracorriente de lo que se piensa, generalmente, en esta sociedad tan narcisista. Y, lo que es más grave, a contracorriente de la actitud resignada de muchos de nosotros, ya en el atardecer final de la vida, que, por circunstancias diferentes, deambulamos sin ya esperanza alguna de futuro. Pues, no. ¡Todavía podemos dar frutos! Claro que sí.

Es obvio, sin embargo, que en la sociedad actual prima la cultura del descarte. A muchos en ella, nuestra situación les da miedo. Probablemente, con infinita pena, lo veamos reflejado, a veces, en la cara de nuestros propios hijos. Parece como si, a esta sociedad tan egoísta, los ancianos no le concerniesen y, por ello, hasta fuese mejor su alejamiento. Quizás, incluso, se prefiera y se propicie su encerramiento en centros al respecto y, de este modo, evitar el tener que hacerse cargo de sus preocupaciones. Da la impresión, en ocasiones, que se busca y se desea poner distancia o tierra de por medio.

No es fácil gestionar la situación. Hemos llegado al final de la actividad laboral. Los hijos ya hacen su vida independiente con sus propias familias. Desaparecen las motivaciones por las que, en su momento, gastamos tantas energías. Las fuerzas van claramente en baja o la aparición de alguna enfermedad trastorna nuestra quietud. A los hijos no siempre les es fácil prestarnos la atención que solicitamos. Nos cuesta mantener el paso en la vida. Nos sentimos solos, frágiles y abandonados.

Son momentos muy complicados. Se hace presente la tentación de interiorizar el descarte. Es ahora, y a pesar de todo, cuando necesitamos proclamar con Francisco una grata realidad, siempre posible: ¡Bendita la casa que cuida a un anciano! ¡Bendita la familia que honra a sus abuelos!

En realidad, la situación a la que se nos ha dado llegar no es fácil de comprender ni para quienes ya la vivimos por necesidad. Lo cierto es que nadie nos ha preparado para adaptarnos a ella. Ni siquiera nosotros nos hemos preocupado de cultivar actitudes, aficiones y oportunidades para ese futuro seguro. Suele presentarse por sorpresa y nos pilla sin resortes para interpretarla. Y ante semejante panorama, “por una parte, estamos tentados de exorcizar la vejez escondiendo las arrugas y fingiendo que somos siempre jóvenes, y, por otra, parece que no nos quedaría más que vivir sin ilusión, resignados a no tener ya “frutos para dar” (Francisco). Se ha de huir de ambas tentaciones.

Quizás nos haría bien, por el contrario, escuchar e interiorizar este mantra: ¡Envejecer no es una condena, es una bendición! Sobre el mismo, se podría llevar una ancianidad activa en todos los órdenes. Pero, muy especialmente, humanizando este mundo tan deshumanizado.

Aunque, personalmente, lo entiendo como la derivada del misterio más esencial del cristianismo, reviste un carácter trasversal. Esto es, no es necesario ser cristiano para vivirla de ese modo. ¿Cómo llevarlo a cabo? Muy sencillo: Prestando una atención específica a las relaciones humanas con los demás, amigos y no tan amigos, restañando muchas heridas del pasado. Con la ayuda a los pobres y afligidos a quienes siempre podemos dar consuelo y afecto. Sobre todo, con nuestra propia familia, con nuestros hijos y nietos. Siempre se puede dulcificar la convivencia si se cambia de actitud, si se pone amor y ternura. Los demás, ante ese tu testimonio de amor, cambiarán su actitud.

Existe un pasaje evangélico (Mt 25, 31-46) que, personalmente, he interpretado como concluyente y definitivo. El criterio del bien y del mal, en el juicio final, no es puesto en nuestra relación con Dios a través de los rituales y ceremonias en que hayamos participado, ni en las doctrinas que hayamos abrazado, ni en la sumisión y obediencia a los líderes religiosos, ni en el cumplimiento riguroso de los preceptos religiosos. El criterio estará en función de lo que hayamos hecho con los demás, y especialmente con los más necesitados, con los enfermos, los marginados y despreciados de este mundo. “Dios, se funde y confunde con lo humano” (Castillo). Por tanto, “solo se tendrá en cuenta la humanidad de cada uno”.

Frutos

Para comprender la verdadera dimensión de esta novedosa realidad, enseñada por Jesús, es suficiente la lectura de dos versículos que contienen la respuesta del Rey a las preguntas de los aceptados en el reino y de los apartados del mismo. ¿Cuándo te vimos hambriento, sediento, inmigrante, desnudo, enfermo o encarcelado? (vs. 37-39). El Rey les responderá: “Os digo que cuanto hicisteis al más pequeño de mis hermanos, a mí me lo hicisteis” (v. 40). ¿Cuándo te vimos hambriento….? (v. 44). Él les responderá: “Os dijo que cuanto dejasteis de hacer a uno de estos más pequeños, a mí dejasteis de hacerlo”(v. 45). La enseñanza es muy clara: “… lo que se haga o se deje de hacer con cualquier ser humano, en definitiva, a quien se le hace o se le deja de hacer es a Dios (…) La respuesta del Señor … no es poner al hombre en lugar de Dios, sino la afirmación de que los humanos no tenemos otro sitio ni otra forma de encontrar a Dios que nuestra propia humanidad” (Castillo).

“Frente a todo esto, ha subrayado Francisco, necesitamos un cambio profundo, una conversión que desmilitarice los corazones, permitiendo que cada uno reconozca en el otro a un hermano”. Todos somos hijos de Dios, y hermanos, pues fuimos creados a su imagen y semejanza. Podemos, no obstante nuestra ancianidad, dar el testimonio de ver a los demás con la mirada amorosa y humanizadora de Dios.

Por la dignidad de los adultos mayores

La Iglesia argentina, por la dignidad de los ancianos y los adultos mayores

Desprecio, subestimación, desatención, indiferencia: algunas modalidades de abuso y maltrato que sufren los adultos mayores y que es necesario revertir

En el marco del Día Mundial de Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez, declarado por la ONU, el área de Adultos Mayores de la Comisión Episcopal de Vida, Laicos y Familia (CEVILAF) emitió un mensaje para “unir nuestra voz a este coro que busca enaltecer esa importante etapa de la vida, así como rescatar la riqueza que contiene para toda la sociedad”.seguraron que el problema que afecta la salud y la dignidad de los adultos mayores tiene que ver con las modalidades de abuso y maltrato, más allá de su procedencia, religión o condición social o económica. Recordaron las palabras del papa Francisco que afirmó que la Iglesia no puede ni quiere conformarse a “una mentalidad de intolerancia y mucho menos de indiferencia, desprecio, respeto a la vejez”.

Cuando se habla de esta problemática se referencian aquellos actos que, ejecutados por única vez o permanentemente repetidos, por negligencia o dolo, acción u omisión, causan daño corporal o psicológico o provocan la exclusión y marginación de los adultos mayores: maltrato físico o anímico, falta de respeto, engaño y estafa económica.

Asimismo, se le suma a esto la cultura del abandono y descarte que aparta los adultos mayores de los ambientes familiares y sociales, o, en casos extremos, la promoción de la eutanasia.

Los miembros del área de adultos mayores del Episcopado argentino reconocen que estos actos pasan casi inadvertidos o están naturalizados, motivo por el cual son subestimados o desatendidos. “Es triste considerar que, a pesar de todos los esfuerzos que la humanidad destina a mejorar la vida de las personas, el maltrato de los adultos mayores parece ser una realidad que aumenta en vez de disminuir”, señalaron.

La valoración en la Argentina

También aludieron a lo que ocurre en el país con este grupo etario. Reafirmaron que uno de los aspectos que más afectan la calidad de vida de los adultos mayores argentinos es la cuestión previsional: sistema jubilatorio arcaico, irracional e injusto, haberes que hunden en la marginalidad y la pobreza a multitudes que no alcanzan a satisfacer las necesidades vitales básicas.

Desde el área de Adultos Mayores consideraron que es oportuno recordar esta fecha para promover actitudes en defensa de la dignidad de los ancianos, que no disminuye por su menor capacidad productiva. Es necesario atender adecuadamente la vejez para promover el bienestar espiritual y cultural de toda la sociedad. Aseveraron que “Su fragilidad hace de los adultos mayores un especial signo de la presencia de Jesús entre nosotros”.

Finalmente pidieron comprometerse para transformar el maltrato en buen trato y el abuso en respeto y valoración de todos los adultos mayores y ancianos.

Orientaciones para una Pastoral de los Mayores

Los obispos españoles proponen una pastoral de “dignidad” frente a “la cultura del descarte”

La Subcomisión Episcopal para la Familia y la Defensa de la Vida presenta el documento ‘Orientaciones para la pastoral de las personas mayores. La ancianidad: riqueza de frutos y bendiciones’

El presidente de la Subcomisión Episcopal para la Familia y Defensa de la Vida, José Mazuelos, y el presidente de Vida Ascendente, Álvaro Medina, han presentado el documento que sienta las bases para la pastoral de las personas mayores en la Iglesia Española. Unas líneas que buscan resaltar su figura y devolverles la dignidad que les niega la cultura del descarte, a la vez que aprovechar el “tesoro” de su sabiduría y experiencia.

Se trata de un “documento transversal, fruto de un trabajo interdisciplinar, realizado desde los diferentes movimientos que están al pie del cañón, con una sensibilidad especial” y que “no debe quedar solo en una lectura, sino que hay que hacerlo vida ahora“, señaló Mazuelos.

Se ha buscado, a partir de la definición de “personas mayores”, encontrar su lugar en la Iglesia y la sociedad y hacerles protagonistas o beneficiaros de la labor eclesial. Aporta esta definición, Medina, responsable de uno de los movimientos que trabajan con ancianos y que considera que una persona “es mayor cuando la vida cambia: los hijos se emancipan, pierdes amigos, compañeros del camino, incluso una esposa o un esposo y llega la soledad”.

Esconder a los mayores

En estos momentos, Mazuelos denuncia que “la sociedad trata de esconder a los mayores, a los débiles, a lo feo“, en aras de una idea de “juventud y belleza eternas” que no son reales. “La realidad hoy es ancianos solos, con la familia lejos, que viven una soledad profunda, no solo por sus limitaciones“. La consecuencia es “la cultura de descarte que viene denunciando el papa Francisco”.

“Se habla mucho de progreso, pero se pone en duda la dignidad del ser humano al principio y al final de su vida“, analizó el presidente de la Subcomisión. “La Iglesia debe denunciar esta incoherencia y sensibilizar frente a ese descarte, porque una sociedad que cree que ellos son el origen de todo, una sociedad soberbia, es una sociedad corrupta, un árbol sin raíces, que se seca”.

“Los servicios sociales hacen agua”

La pandemia demostró que “los servicios sociales hacen aguas”. Con el confinamiento, “muchos ancianos, que viven solos en pisos sin ascensor, no tenían posibilidad de buscar medicamentos, ni siquiera comida”. Aquí apareció la figura de Cáritas, con grupos de voluntarios que incluso iban a las farmacias para poder acercar las medicinas.

El obispo de Canarias destacó la necesidad de un documento y una pastoral de estas características en unos momentos en que cada vez hay un mayor número de mayores, especialmente por el aumento de esperanza de vida. “Aunque la Iglesia ya ha escrito sobre ellos, la pandemia ha descubierto una realidad que debe ser respondida, y a la que la Iglesia está respondiendo”. En este sentido, destacó que “muchos ancianos llevan el peso de la evangelización“, en la actualidad.

“Más testimonio y menos discursos”

Mazuelos reclamó, además que se piense en los mayores en el proceso de digitalización. “Con la pandemia, se animó a los bancos, a los médicos, hospitales, todo se hizo digital… ¿y qué pasa con esos mayores solos que no tienen posibilidad de digitalizarse? Es necesario reclamar a los políticos que piensen en ellos, que busquen la figura de acompañantes y cuidadores, y que pongan el dinero necesari0, porque la Iglesia solo puede ser subsidiaria”.

De ese principio, se puede ver a los mayores desde dos factores: Primero, como agentes de pastoral, aquellos que están en condiciones para trabajar y ayudar a la sociedad y a la Iglesia o aquellos que se encuentran limitados, y que requieren ser atendidos”. Medina destacó “la sabiduría de los mayores. Su testimonio de fe a través de la experiencia de su vida, algo que el Papa viene reclamando para la Iglesia cuando reclama ‘más testimonios buenos y menos discursos’, que serán esas lucecitas que indican el camino“.

I Encuentro Internacional de Mayores

Medina anunció “el primer encuentro internacional de Mayores a finales de septiembre y principios de octubre. Iremos a Santiago a gritar al mundo que los mayores estamos aquí”.

Los mayores en la era degital

Los cuidados al servicio de la vidaNº 121. El cuidado de las personas que no cuentan

 

Cristina Ulloa Pastor.

¿Podemos identificar alguna característica general de la época en que vivimos? Aunque hay muchas características contemporáneas que podríamos nombrar, una de las que más sobresalen es “el cambio”.

  1. Los marcados periodos históricos van ocurriendo cada vez con menor espacio de tiempo entre las civilizaciones nuevas y su cultura persistente. 3.000 años de Edad Antigua, 1.000 de Edad Media, solo 300 años de Edad Moderna hasta la Edad Contemporánea, que va desde la Revolución Francesa hasta nuestros días. Así es cómo el ser humano va renovando y haciendo frente a la cultura y los saberes.

Menos de 100 años entre lo analógico y lo digital, por si fuera poco.

Pero ¿qué pasa cuando nuestra demografía cambia su paradigma y nuestro envejecer es diferente, emergiendo un ser humano nuevo, cuya adaptabilidad y roles ya no son lo que habíamos vivido 50 años antes?

El ser humano va cambiando en la medida en que esa sociedad líquida  y orgánica evoluciona y también cambia. Además, a un paso cada vez más rápido y vertiginoso, que, como el aire, no para. Vivimos en una colectividad cuyo Zeitgeist (espíritu del tiempo) va desarrollándose muy rápidamente, cuyos conocimientos cada vez nos calan más rápidamente, en segundos, y que seguramente con el paso del tiempo otras sociedades se beneficien de esos conocimientos y su entendimiento. Sabrán cómo honrar el espíritu de otras épocas.

La búsqueda de lo digital

Lo visual, hoy cobra absoluto protagonismo frente a lo hablado o escrito, y el ser humano se ha vuelto más autómata y menos reflexivo.

Y, como nos decía Mary Shelley, “mañana, ya no es actualidad”.

Lo que hagamos hoy para innovar, en unos días ya será obsoleto. Y es en esta sociedad de la inmediatez donde nosotros crecemos, y nuestros mayores, en esa senectud, acuden a un encuentro con lo digital, y allá donde la intuición y la imitación nacen en ellos sobremanera  para poder sobrevivir en este mundo de lo táctil y lo no tangible.

Son la primera generación no formada y con inmersión obligada en las TICs.

Hubo un tiempo en que se asumían verdades absolutas, con normas rígidas y un conocimiento de los saberes inamovibles; se experimentaban cambios histórico-culturales e intelectuales muy lentamente, manteniendo las tradiciones, desde periodos marcados por una gran carga y efervescencia cultural.

Cambio mucho más rápido

Hoy se ha acelerado todo aún más. De hecho, solo pasan 200 años entre la era industrial y la digital.

Si ya desde el Renacimiento se nos va avisando de que el conocimiento es multisectorial y fragmentado, hoy más que nunca, después de 600 años, vemos cómo el ser humano asimila conocimientos desde múltiples fuentes y que de manera autónoma es capaz de crear mezcolanza para generar novedad, para, por tanto, avanzar.

Hoy tenemos una sociedad muy capacitada y menos especialista, somos más polifacéticos y adaptados a soportar y resistir los cambios para buscar nuevas soluciones a cualquier embate.

Ya profetizaba Baha´ú´llah, en el siglo XIX, que “el mejoramiento del mundo solo puede ser logrado mediante hechos puros y hermosos y una conducta loable y correcta.” Y es que, en el ejercicio de entender qué necesitan las sociedades y qué requerimientos las enmarca, nos damos cuenta que ésta es una demografía más longeva y en cualquier entendimiento, tanto intelectual como artesanal, se yergue con avances vertiginosos en todas las áreas, observando que se le va dando más valor al aprendizaje durante toda la vida.

Aprendizaje continúo

Aprendizaje durante toda la vida, que parte de la conciencia de que envejecemos al nacer y que nuestros pasos por la vida deben ser relevantes y de calado significativo como proceso atento.

Es, desde este punto de vista, donde la neurociencia de la felicidad tiene mucho que decir, puesto que los estudios en esta actual ciencia, la Epigenética, han venido para quedarse y demostrar cómo podemos evolucionar y tener un buen envejecer desde nuestras decisiones y propia voluntad, tener una vida plena y saludable.

Lo revolucionario de esta ciencia es que de nuestras decisiones van a depender las generaciones futuras, revirtiendo nuestros autocuidados en esos genes de los que vamos a ser transmisores.

Poseemos unos genes que nos vienen dados, pero podemos interferir en su expresión génica, mediante los factores ambientales que nos circunden y las decisiones que tomamos sobre los hábitos de vida saludable que escogemos.

Esta adaptación a los cambios, la heredabilidad de genes cada vez más perfeccionados y la sociedad que se va organizando de maneras diferentes van a contribuir a configurar novedades en nuestra plasticidad cerebral y por tanto se va creando un nuevo modelo de humano.

Merece la pena nombrar la Teoría de los Rendimientos Acelerados, de Raymond Kurzweil, donde el autor analiza cómo el ser humano asume nuevo y más rápido conocimiento junto a su capacidad de aprehender, asumir y realmente aprender. Analiza esto desde la tasa de avance tecnológico y cómo afecta al futuro de las sociedades. Además, cómo las sociedades requieren cambios cualitativos ante cambios cuantitativos.

En este punto vemos cómo muchas organizaciones e instituciones ya van trabajando desde la economía del servicio a los demás por un bien común y optimizando sus recursos.

Actualmente, ya va cambiando el paradigma; la persona arquetípica que tenemos en mente como cuidador de la persona de edad en el hogar también debe ser cuidada por la otredad.

Moviéndonos en un segmento de entre los 65-99 años de edad, reconocemos las primeras “generaciones sándwich” que podremos recordar.

Filosofía Bahá´í y relaciones intergeneracionales

Recuerdo que en mi experiencia en las sesiones de actividades para grupos seniors en Centros de Participación Activa, podíamos ver a padres e hijos compartiendo una misma actividad y conllevando un mismo segmento generacional.

Era cierto que las actividades “joya de la corona” más demandadas eran las actividades motrices de bienestar físico, como la gerogimnasia o el chikun, o de deterioro cognitivo; aunque, sin duda, las grandes áreas de esparcimiento de los grupos más longevos son la creatividad y las TICs, fruto de la necesidad de supervivencia social y la resistencia desde la necesidad biológica de “dar a luz”, desde ese componente generador de dar que todo ser humano posee innato.

Las enseñanzas desde un punto de vista de avance social y gobernanza en la filosofía Bahá´í nos hacen focalizar nuestros esfuerzos en crear comunidad intergeneracional, enfoques de servicio desinteresado para quien nos necesite y crear redes de comunidades pujantes donde el apoyo mutuo sea un bálsamo curativo frente a la barbarie que por otro lado socialmente está ocurriendo.

Se necesitan nuevamente agentes de cambio y estrategias que atiendan y diseñen proyectos para diversificar, divulgar y transferir esas nuevas maneras de vivir a los que aún les está costando un nuevo cambio de siglo.

Como apuntaba Eleanor Roselvert, “a ninguna edad yo me conformaría con sentarme y mirar el fuego”.

Proyecto piloto para atender a personas mayores

Proyecto piloto en Castilla-La Mancha para atender a personas mayores en situación de dependencia o soledad

Representantes de asociaciones, la alcaldesa de Talavera y la consejera de Bienestar Social, tras la firma del acuerdo. | JCCM

La Consejería de Bienestar Social y el Ayuntamiento de Talavera de la Reina han suscrito un convenio con la Fundación Pilares y Lares Educación para su puesta en marcha

SILVIA BEJARANO

 11 DE MAYO DE 2022

TOLEDO.- Desarrollar un proyecto piloto destinado a la atención de las personas mayores en situación de dependencia o soledad en sus domicilios, comunitarios y residenciales, es el objetivo del convenio suscrito por la Consejería de Bienestar Social y el Ayuntamiento de Talavera de la Reina (Toledo).

Será precisamente en este municipio toledano donde se ponga en marcha esta iniciativa denominada ‘Actuaciones innovadoras para avanzar en el cambio de modelo hacia la atención integrada y centrada en la persona’, que se financia con fondos europeos del Mecanismo de Recuperación y Resiliencia.

Tras la firma del convenio, la consejera de Bienestar Social, Bárbara García, ha destacado el objetivo de adaptar los servicios y recursos que se ofrecen a la población a cada etapa vital. En el caso de las personas mayores, ha dicho que el Gobierno regional «tiene clara la importancia que tiene trabajar por la prevención de la dependencia y por el envejecimiento activo para que facilite el proyecto de vida».

Para ello, el proyecto se desarrolla en dos ámbitos que ejecutarán la Fundación Pilares de Autonomía Personal y Lares Asociación en Talavera. Por un lado, la presidenta de la Fundación Pilares de Autonomía Personal, Pilar Rodríguez, ha explicado que trabajarán en un núcleo de 40 viviendas de personas que presentan riesgo de vulnerabilidad o soledad, a las que acompañarán y adaptarán la vivienda a sus necesidades, sumando el esfuerzo también de tres profesionales que reforzarán los equipos de servicios sociales.

Por otro lado, el presidente de Lares Asociación, Juan Ignacio Vela, ha detallado que en el ámbito residencial se ofrecerá información a los profesionales de los centros en relación a prácticas que conduzcan a un modelo de atención integral y se creará la figura de los ‘facilitadores’ que propiciarán este cambio dentro de las residencias.

La alcaldesa de Talavera, Tita García, ha mostrado «orgullo» por estas medidas que «ponen en el eje central de las políticas a las personas, especialmente a las más vulnerables y las que más lo necesitan como son las mayores».

En Talavera, el proyecto se pondrá en marcha en la residencia ‘Virgen del Prado’, pero continuará en otras siete residencias de la región como son ‘Las Hazas’ de Hellín (Albacete), ‘Las Hoces’ de Cuenca, ‘Las Sabinas’ de Molina de Aragón (Guadalajara), ‘Los Gavilanes’ de Ajofrín (Toledo), ‘Nuestra Señora del Carmen’ de Socuéllamos (Ciudad Real), ‘Virgen de las Nieves’ de Casasimarro (Cuenca) y ‘Hogar de Molinicos’ de Talavera de la Reina.

A nivel nacional, el pilotaje de este proyecto en el ámbito domiciliario se llevará a cabo en siete municipios de la Comunidad Valenciana, Navarra y Castilla-La Mancha, y en un total de 24 residencias de Aragón, Valencia, Navarra, Ceuta y la región castellanomanchega.

Verdad y justicia para nuestros mayores

ANITA BOTWIN

Varias personas en una manifestación en homenaje a los residentes fallecidos por coronavirus en la Plaza de la Diputación de Vitoria, País Vasco (España), a 20 de marzo de 2021.- EUROPA PRESS

Este miércoles tenemos una cita con la memoria, la verdad y la justicia. Se presenta en Madrid la Plataforma Verdad y Justicia en la residencias de mayores con las voces de epidemiólogas, periodistas, familiares y trabajadores de residencias. Aunque parece lejano ya, no han pasado ni dos años desde que la presidenta de la Comunidad de Madrid decidió abandonar a su pueblo y especialmente a sus mayores. Ya casi dos años desde que muchos ancianos morían solos y encerrados en sus residencias. Otros no morían, pero malvivían sin apenas tener comunicación con el mundo exterior.

Las familias se han cansado de esperar respuesta y se han unido para presionar al Gobierno de la Comunidad de Madrid y buscan conocer qué pasó en las residencias de mayores en la primera ola de la pandemia, cuando murieron 7.291 personas en los propios centros sin ser trasladados a un hospital para recibir atención médica.

Ahora que ya pasó (tocamos madera) la emergencia sanitaria y gozamos de una normalidad que permite hacer lo mismo de siempre es momento de reivindicar y exigir que se haga justicia con los que ya no están. Es momento de preguntarse también que habría pasado si la Comunidad de Madrid no hubiera concedido la gestión de hospitales públicos a ciertas empresas privadas que se han hecho de oro gracias al deterioro de la atención sanitaria que recibimos los madrileños.

Verdad y Justicia nace con el apoyo de Amnistía Internacional, que ya documentó en distintos informes la vulneración de los derechos de los mayores usuarios de residencias durante la primera ola. La ONG denunció en su momento que los ancianos vieron vulnerados su derecho a la salud, a la vida, a la no discriminación, a la vida privada y a una muerte digna. En sus informes se dice, entre otras cosas que las residencias nunca pueden ser ‘aparcamientos’ de personas mayores y que la emergencia sanitaria no debió ser nunca una excusa para no asegurarles atención y protección.  La organización también habló de la mala gestión durante el pico de la primera ola de la pandemia que tuvo como consecuencia la falta de los EPI en el personal, la exclusión generalizada y discriminatoria de la derivación hospitalaria y aislamiento de residentes durante semanas enteras sin apenas comunicación con sus familias ni con el mundo exterior.

Sin embargo y a pesar de la gravedad de los hechos, no se ha conseguido respuesta ni por la vía política ni por lo judicial (9 de cada diez investigaciones penales de la Fiscalía han sido archivadas) y por eso mismo la sociedad civil organizada ha decidido que si las instituciones les dan la espalda, serán ellos los que tomen las riendas y crearán si es preciso una comisión de investigación para averiguar lo ocurrido. En las investigaciones penales no se ha escuchado a los familiares, que son quienes tienen mucho que contar y de primera mano, y se han archivado nueve de cada diez casos. Se ha hecho caso omiso de los informes médicos que han aportado, en los que en muchos casos queda claro que se les abandonó y algunos de ellos murieron incluso de hambre o de sed.

La plataforma se presenta este miércoles 18 de mayo a las 11.00 horas en la librería Traficantes de Sueños, en Madrid, y el acto será presentado por Victoria Zunzunegui, epidemióloga; Manuel Rico, director de investigación de infoLibre y autor del libro ¡Vergüenza! El escándalo de las residencias; Mercedes Huertas, familiar de una persona fallecida, y Rosa María García, trabajadora de una residencia.

Como en otros casos de la historia reciente de nuestro país, y de eso los republicanos sabemos un poco, se quiere pasar página sin hacer justicia, que la memoria se transforme en olvido y no existan responsabilidades de ningún tipo. Nos suena la historia en la que por desgracia, se abandona a los más desfavorecidos, a los nadies, los olvidados.

Para dar un paso hacia adelante es necesario poner el foco en los errores del pasado. Por ello, es fundamental que se aclare todo lo sucedido, porque si no hay cambios ni humanización en las residencias, nada cambiará. Y les diré más, jamás se podrá conseguir una atención humana y digna en las residencias mientras no se depuren responsabilidades.

La revolución de la ternura

Francisco invita a los ancianos y abuelos del mundo a «ser artífices de la revolución de la ternura»

Francisco, en el día de los abuelos
Francisco, en el día de los abuelos

«¡Bendita la casa que cuida a un anciano! ¡Bendita la familia que honra a sus abuelos!»

«Descubriremos que envejecer no implica solamente el deterioro natural del cuerpo o el ineludible pasar del tiempo, sino el don de una larga vida. ¡Envejecer no es una condena, es una bendición!»

«El mundo vive un tiempo de dura prueba, marcado primero por la tempestad inesperada y furiosa de la pandemia, luego, por una guerra que afecta la paz y el desarrollo a escala mundial»

«Todos hemos pasado por las rodillas de los abuelos, que nos han llevado en brazos; pero hoy es el tiempo de tener sobre nuestras rodillas —con la ayuda concreta o al menos con la oración—, junto con los nuestros, a todos aquellos nietos atemorizados que aún no hemos conocido y que quizá huyen de la guerra o sufren por su causa. Llevemos en nuestro corazón —como hacía san José, padre tierno y solícito— a los pequeños de Ucrania, de Afganistán, de Sudán del Sur»

Por Jesús Bastante

«En la vejez seguirán dando fruto«. El salmista da título al mensaje de Francisco para la jornada de los Abuelos y los Ancianos, que se celebrará el próximo 24 de julio. Una jornada promovida por el Papa para reconocer -como lleva décadas haciendo Mensajeros de la Paz– la misión de nuestros mayores en la Iglesia y la sociedad. «Queridas abuelas y queridos abuelos, queridas ancianas y queridos ancianos, en este mundo nuestro estamos llamados a ser artífices de la revolución de la ternura. Hagámoslo».

«Los ancianos no son parias de los que hay que tomar distancia, sino signos vivientes de la bondad de Dios que concede vida en abundancia. ¡Bendita la casa que cuida a un anciano! ¡Bendita la familia que honra a sus abuelos!«, subraya el Pontífice.

El Papa y una anciana
El Papa y una anciana

«Esto va a contracorriente respecto a lo que el mundo piensa de esta edad de la vida; y también con respecto a la actitud resignada de algunos de nosotros, ancianos, que siguen adelante con poca esperanza y sin aguardar ya nada del futuro», constata Bergoglio, que arranca, provocativo, su mensaje: «La ancianidad a muchos les da miedo. La consideran una especie de enfermedad con la que es mejor no entrar en contacto».

«Los ancianos no nos conciernen»

Es la cultura del descarte, en la que «los ancianos no nos conciernen —piensan— y es mejor que estén lo más lejos posible, quizá juntos entre ellos, en instalaciones donde los cuiden y que nos eviten tener que hacernos cargo de sus preocupaciones», denuncia el Papa, que «autoriza a imaginar caminos separados entre “nosotros” y “ellos”».

Y es que, sostiene Francisco, «la ancianidad no es una estación fácil de comprender, tampoco para nosotros que ya la estamos viviendo». «A pesar de que llega después de un largo camino, ninguno nos ha preparado para afrontarla, y casi parece que nos tomara por sorpresa», recalca, incidiendo en que «las sociedades más desarrolladas invierten mucho en esta edad de la vida, pero no ayudan a interpretarla; ofrecen planes de asistencia, pero no proyectos de existencia».

Las sociedades más desarrolladas invierten mucho en esta edad de la vida, pero no ayudan a interpretarla; ofrecen planes de asistencia, pero no proyectos de existencia

No esconder las arrugas

Por eso, añade, «es difícil mirar al futuro y vislumbrar un horizonte hacia el cual dirigirse. Por una parte, estamos tentados de exorcizar la vejez escondiendo las arrugas y fingiendo que somos siempre jóvenes, por otra, parece que no nos quedaría más que vivir sin ilusión, resignados a no tener ya “frutos para dar”». Nada más lejos de la realidad.

Sin embargo, sí es cierto que el fin de la actividad laboral y la marcha de los hijos de casa hacen que «las fuerzas declinen» y otras circunstancias, como la enfermedad, «pueden poner en crisis nuestras certezas». El día a día tampoco ayuda. «El mundo —con sus tiempos acelerados, ante los cuales nos cuesta mantener el paso— parece que no nos deja alternativa y nos lleva a interiorizar la idea del descarte».

Mayores refugiados
Mayores refugiados

Frente a ello, el Papa propone la virtud de la espera. «Al llegar la vejez y las canas, Él seguirá dándonos vida y no dejará que seamos derrotados por el mal», al tiempo que «descubriremos que envejecer no implica solamente el deterioro natural del cuerpo o el ineludible pasar del tiempo, sino el don de una larga vida. ¡Envejecer no es una condena, es una bendición!»

Por ello, recalca Francisco, «debemos vigilar sobre nosotros mismos y aprender a llevar una ancianidad activa también desde el punto de vista espiritual» y fortaleciendo «las relaciones con los demás, sobre todo con la familia, los hijos, los nietos, a los que podemos ofrecer nuestro afecto lleno de atenciones; pero también con las personas pobres y afligidas, a las que podemos acercarnos con la ayuda concreta y con la oración».

Pedro Sánchez: “Hoy podemos celebrar que vosotros, abuelos y abuelas, estáis a salvo del virus”
Pedro Sánchez: “Hoy podemos celebrar que vosotros, abuelos y abuelas, estáis a salvo del virus”

Una misión que nos espera

«Todo esto nos ayudará a no sentirnos meros espectadores en el teatro del mundo, a no limitarnos a “balconear”, a mirar desde la ventana (…) y podremos ser una bendición para quienes viven a nuestro lado», porque «la ancianidad no es un tiempo inútil en el que nos hacemos a un lado, abandonando los remos en la barca, sino que es una estación para seguir dando frutos. Hay una nueva misión que nos espera y nos invita a dirigir la mirada hacia el futuro».

«Es nuestro aporte a la revolución de la ternura, una revolución espiritual y pacífica a la que los invito a ustedes, queridos abuelos y personas mayores, a ser protagonistas»

«Es nuestro aporte a la revolución de la ternura, una revolución espiritual y pacífica a la que los invito a ustedes, queridos abuelos y personas mayores, a ser protagonistas», clama el Papa, especialmente en nuestros días. «El mundo vive un tiempo de dura prueba, marcado primero por la tempestad inesperada y furiosa de la pandemia, luego, por una guerra que afecta la paz y el desarrollo a escala mundial. No es casual que la guerra haya vuelto en Europa en el momento en que la generación que la vivió en el siglo pasado está desapareciendo. Y estas grandes crisis pueden volvernos insensibles al hecho de que hay otras “epidemias” y otras formas extendidas de violencia que amenazan a la familia humana y a nuestra casa común», exclama.

Cada anciano es tu abuelo
Cada anciano es tu abuelo

Desmilitarizar los corazones

Frente a todo esto, «necesitamos un cambio profundo, una conversión que desmilitarice los corazones, permitiendo que cada uno reconozca en el otro a un hermano». «Y nosotros, abuelos y mayores, tenemos una gran responsabilidad: enseñar a las mujeres y a los hombres de nuestro tiempo a ver a los demás con la misma mirada comprensiva y tierna que dirigimos a nuestros nietos», reclama.

Ancianos en Ucrania
Ancianos en Ucrania

«Hemos afinado nuestra humanidad haciéndonos cargo de los demás, y hoy podemos ser maestros de una forma de vivir pacífica y atenta con los más débiles», pide el Papa a los abuelos. «Nuestra actitud tal vez pueda ser confundida con debilidad o sumisión, pero serán los mansos, no los agresivos ni los prevaricadores, los que heredarán la tierra». Y son ellos los que han de «proteger el mundo«. «Todos hemos pasado por las rodillas de los abuelos, que nos han llevado en brazos; pero hoy es el tiempo de tener sobre nuestras rodillas —con la ayuda concreta o al menos con la oración—, junto con los nuestros, a todos aquellos nietos atemorizados que aún no hemos conocido y que quizá huyen de la guerra o sufren por su causa. Llevemos en nuestro corazón —como hacía san José, padre tierno y solícito— a los pequeños de Ucrania, de Afganistán, de Sudán del Sur».

Y un llamado final, un recordatorio que los abuelos no necesitan, pero tal vez sí la sociedad: «No nos salvamos solos, la felicidad es un pan que se come juntos. Testimoniémoslo a aquellos que se engañan pensando encontrar realización personal y éxito en el enfrentamiento. Todos, también los más débiles, pueden hacerlo. Incluso dejar que nos cuiden —a menudo personas que provienen de otros países— es un modo para decir que vivir juntos no sólo es posible, sino necesario«

Residencias de mayores

Miles de mayores son inmovilizados con sujeciones en residencias

Como en los viejos manicomios, muchas personas son inmovilizadas a diario en residencias. España es el país desarrollado número uno en sujeciones, pero gana fuerza un movimiento para reducir o eliminar su uso

FERNANDO PEINADO

Durante tiempo inmemorial, los viejos manicomios y los asilos sujetaron a los internos con lo primero que tenían a mano. Utilizaban sábanas, cuerdas o correas de cuero para atar a sus pacientes a la cama o alrededor de una silla por los tobillos o las muñecas. Era un tormento que nadie cuestionaba: si los retenidos hacían fuerza para liberarse y acababan sangrando, se entendía como un efecto secundario de un tratamiento. Fue en los años ochenta cuando empezaron a usarse las sujeciones actuales. Las introdujo una empresa alemana, Segufix, y eran según su lema un sistema “más humano, más ético y más práctico”. Consistían en unas cintas más anchas de algodón que hacían menos daño. Una ley cerró en 1986 los psiquiátricos, pero el negocio de las sujeciones sobrevivió porque encontró su nicho en el creciente sector de las residencias de mayores. Hoy son usadas en cientos de centros junto con sedantes, pero la sensibilidad ha cambiado y cada vez son más quienes las ven como una forma de tortura. Médicos, empresarios y familias están tomando conciencia de la necesidad de acabar con la “cultura de atar” y encontrar opciones más dignas. A diario, unas 55.000 personas son atadas o sedadas para reducir su agitación en las residencias españolas, el 17% de la población en estos hogares, según una estimación de la confederación de asociaciones de mayores Ceoma, que asegura que España es el país desarrollado número uno en el uso de sujeciones. A esa cifra habría que sumar un número considerable ―pero difícil de determinar― de mayores que viven atados en sus domicilios particulares.

Las residencias que usan sujeciones defienden que son necesarias para evitar caídas de los mayores, pero los críticos denuncian que son una forma de maltrato a la que recurren por conveniencia o como castigo. El campo de la medicina lleva décadas produciendo estudios sobre los efectos adversos de las sujeciones. Cada vez hay más evidencia científica de los daños físicos y psicológicos (úlceras, atrofia muscular, traumas, aumento de la incontinencia, mayor probabilidad de infecciones urinarias, mayor agitación en personas con trastornos cognitivos). Cuando una persona con alzhéimer se ve atada a una silla puede sentir vergüenza, vulnerabilidad, angustia y terror. El presidente de la Sociedad Española de Geriatría, José Augusto García Navarro, afirma tajantemente su oposición a estos métodos: “Las sujeciones, tanto físicas como químicas, no son un método que deba emplearse en personas mayores”.

A veces, tratando de liberarse, las personas se caen de la silla o se estrangulan involuntariamente en la cama. EL PAÍS ha informado de dos fallecimientos recientes en residencias de Madrid, en 2019 y 2021. La Fiscalía General del Estado no dispone de datos oficiales de prevalencia de estos sucesos “porque en las estadísticas no se reflejan las circunstancias de las muertes”.

Voces más permisivas recomiendan que el uso de las sujeciones sea muy puntual, por ejemplo en casos de agitación de residentes que presentan riesgo de autolesión. El problema reside en las residencias que abusan de las ataduras para compensar sus plantillas reducidas, según múltiples fuentes consultadas. Como las leyes estatales y autonómicas exigen prescripción médica y consentimiento informado para atar a una persona, las residencias recurren a veces al “chantaje emocional” para que los familiares les den autorización, según denuncian asociaciones de defensa de la dignidad en residencias.

Miguel Fernández Arias, que trabajó hasta 2019 en varias residencias infradotadas de Torrejón de Ardoz (Madrid), recuerda que nunca tenían manos suficientes. En su último trabajo, otro compañero y él estaban a cargo de 20 personas en una planta. Para facilitarles las cosas, la dirección se encargaba de llamar a las familias para aconsejarles que les dejasen atar a sus padres, afirma él: “Les decían que lo hacían por su seguridad y tal, pero lo que pasaba detrás es que nunca había personal para atenderlos como Dios manda”. Sobre esta facilidad para prescribir sujeciones, García Navarro opina que muchas residencias no se han cuestionado su uso por desconocimiento: “Falta formación sobre métodos alternativos y concienciación”.

Los familiares que han dado su autorización a veces se arrepienten cuando sospechan que las residencias abusan de las ataduras. Es el caso de María Josefa Sánchez, hija de una mujer que vive en una residencia pública de Madrid. Ha pasado más de un mes sin verla a causa de las restricciones de entrada para contener la sexta ola. Teme que su madre se haya pasado las 24 horas atada. “Me decían que la ponían de pie para que anduviera y yo sé que es mentira. No hay trabajadores. Si ni siquiera han sido capaces de mostrármela por videoconferencia en todo este mes”, protesta ella, que pide omitir el nombre del centro por temor a represalias. Cuando la semana pasada se reanudaron las visitas, descubrió que su madre había perdido unos cuatro kilos y le había salido una escara en el tobillo por falta de movimiento.

Negocio vigoroso

El hombre que introdujo los productos de Segufix en España es Juan Ignacio Alcaraz, que cuenta al teléfono desde Barcelona que en 1981 era un distribuidor de productos médicos cuando conoció la innovación que venía de Alemania. Alcaraz tiene 71 años y ha cedido recientemente su negocio de distribución médica a su hijo para dedicarse en exclusiva a la abogacía. Al teléfono opina que hay algo de utópico en este creciente movimiento contra las sujeciones. Alude al problema endémico de las residencias en España: la escasez de personal. Lo más barato y cómodo para una residencia es atar a decenas de mayores, lamenta, consciente del abuso de los mecanismos que ha vendido durante décadas.

A su modo de ver, las ataduras son un mal necesario. “Cuando un paciente se agita, ¿puedes permitirte el lujo de tener a un auxiliar 24 horas a su lado? ¿Eso lo permite nuestro bolsillo? Queda muy bonito decir que una residencia es sujeciones cero, pero en la práctica el que conoce lo costoso que es contratar a más personal sabe que no es posible”.

Sin embargo, su empresa familiar ya nota las señales del cambio. Hace cinco o seis años algunas residencias del País Vasco dejaron de comprarles. “Se les había metido en la cabeza esta idea de cero sujeciones”, cuenta Alcaraz. En este ámbito, varias asociaciones promueven desde hace casi 20 años la tolerancia cero con estos métodos. La confederación de asociaciones Ceoma inició en 2004 su campaña Desatar gracias a la experiencia en Estados Unidos del doctor Antonio Burgueño Torijano; en 2006, la residencia Torrezuri, en Guernica (Vizcaya), suprimió ataduras y se proclamó como la primera de toda España en dar ese paso. Su directora, Ana Urrutia, fundó más tarde la Fundación Cuidados Dignos para difundir el modelo. Más de 300 residencias de toda España se han sumado a los programas de erradicación de Ceoma y Fundación Cuidados Dignos. Otras asociaciones más moderadas proponen reducir el uso de ataduras al mínimo, por ejemplo en casos en que la agresividad de la persona puede suponer un riesgo para sí mismo o para los demás. A pesar de esto, Alcaraz asegura que la demanda de sujeciones es vigorosa: la población envejece, abren nuevas residencias y siguen comprando Segufix o sucedáneos.

En España, donde había 5.556 hogares de mayores en 2020, el rechazo a las sujeciones ha cobrado fuerza durante la pandemia a causa de la atención que ha recibido el drama de los mayores en las residencias. Hay varias iniciativas en marcha para reformar las leyes. Una proposición de ley de salud mental de Unidas Podemos presentada en septiembre propone formar al personal de los centros y crear un registro de sujeciones. Por otro lado, el Imserso, organismo estatal dedicado a los mayores, promueve una reforma que obligaría a las residencias a redactar un plan de reducción/supresión de ataduras. Para que esa iniciativa llegue a buen término debería ser adoptada por las comunidades autónomas, las competentes para regular la dependencia.

Un reto para suprimir las sujeciones es que prohibirlas por ley puede dejar sin margen a un médico que las pueda requerir en estado de necesidad, según el doctor Burgueño Torijano. Por eso ningún país ha adoptado esa medida y por eso quizás la mejor estrategia es fomentar una cultura antisujeciones, como han hecho los países escandinavos, anglosajones o Japón. EE UU informa en una base de datos gubernamental de qué residencias son libres de ataduras. “Lo razonable es poner límites claros, controlar y estimular a que se prescinda de ellas”, propone él.

En el frente judicial, hay señales de menor permisividad. La Fiscal General del Estado, Dolores Delgado, distribuyó hace dos semanas una instrucción que pide a los fiscales mayor celo durante sus inspecciones en residencias. El documento prescribe la “excepcionalidad, proporcionalidad, provisionalidad y prohibición de exceso, debiendo aplicarse las contenciones con la mínima intensidad posible y por el tiempo estrictamente necesario”. Delgado pide una actuación proactiva para retirar sujeciones cuando se compruebe que las residencias las usan por conveniencia o como castigo.

Algunas patronales ya hablan abiertamente contra las sujeciones. “Sin duda, el futuro de los cuidados debe pasar por la eliminación de las sujeciones”, dice Jesús Cubero, secretario general de la patronal Aeste, que representa a los mayores grupos del sector. “Tan solo debería tener cabida aquella sujeción que fuera pautada temporalmente por un médico ante la ausencia de alternativas viables por las características de la persona mayor”. Pero otras asociaciones empresariales creen que una eliminación total no es realista. Pilar Ramos, portavoz de las pymes madrileñas en Amade, afirma que algunas propuestas no consideran el día a día de una residencia: “A veces un señor o una señora se mete en la cama de otro. Son situaciones extremas que suceden”.

Cuidados amigables

¿Es realmente posible organizar una residencia sin ataduras? Los hogares de mayores que se han sumado a este experimento aseguran que sí, pero no es un proceso fácil ni rápido. Hace falta formar al personal, introducir cambios organizativos y hacer inversiones que a veces son costosas. Nuestra Señora de la Oliva, un centro de 200 plazas en Pantoja (Toledo), invirtió 100.000 euros para reformar en 2018 un ala de su complejo de edificios a la que ha rebautizado como Unidad Amigable. Perdieron 20 habitaciones, pero ganaron calidad.

La coordinadora de la Unidad Amigable de Nuestra Señora de la Oliva, Laura Pleguezuelos, habla con una residente, Piedad Aguilera.

La coordinadora de la Unidad Amigable de Nuestra Señora de la Oliva, Laura Pleguezuelos, habla con una residente, Piedad Aguilera.

En esa unidad se encuentran las habitaciones de 16 mayores que suelen ser de los más agitados por tener alzhéimer y en algunos casos esquizofrenia. Las cuidadoras pueden hacer que las camas bajen a ras de suelo pulsando un botón. Junto a las camas han tendido colchonetas que amortiguan las caídas en caso de que rueden fuera de la cama.

La Unidad Amigable dispone de comedor, salón de fisioterapia, gimnasio y una sala a la que conocen como taller de reminiscencia. Cuando algún residente sufre un episodio de alteración, las cuidadoras lo llevan al taller de reminiscencia para tranquilizarlo. La sala parece una minidiscoteca, con una bola de espejos, cortina de luces, un sillón que vibra al compás de la música. Con la ayuda de un proyector, las cuidadoras pueden mostrarle al mayor fotos de su infancia, juventud, hijos y nietos. Cuando la conducta remite, el residente vuelve al salón o a su habitación. “Es mano de santo”, dice el director, Ángel del Oro.

El taller de reminiscencia de la residencia de mayores Nuestra Señora de la Oliva, en Pantoja, Toledo.

El taller de reminiscencia de la residencia de mayores Nuestra Señora de la Oliva, en Pantoja, Toledo.

El director, que lleva media vida en residencias, recalca que el cambio de modelo ha sido posible sin contratar más personal ni subir precios, que oscilan entre los 1.600 y 1.800 euros.

Del Oro explica que su manera de ver las sujeciones ha cambiado radicalmente gracias a descubrir una alternativa. Experimentó en sus propias carnes lo que supone estar atado cuando se unieron al programa de Ceoma. Le ataron a una silla y no aguantó más de 20 minutos. Se le dormían los músculos, se angustió y pidió que le liberaran. No necesitaba más. “Es muy sencillo comprobar lo que se siente. Prueba a sentarte 10 minutos sobre tus manos y verás”. E incide: “Durante muchos años creí que las sujeciones eran imprescindibles por seguridad. Hoy pienso que son un maltrato”.

Nuestra Señora de la Oliva, que está gestionada por la asociación religiosa Mensajeros de la Paz, decidió eliminar las sujeciones al conocer el programa de asesoramiento y formación de Ceoma, la federación de asociaciones que ha hecho el cálculo de 55.000 personas atadas.

Ceoma ha hecho ese cálculo a partir de una muestra de 900 residencias que conocen tras casi dos décadas de experiencia. Su director general, Javier García, recuerda que algunos políticos les llamaban locos allá por 2004, cuando empezaron esta lucha. España no estaba madura. “Imagina que en el siglo XIX alguien hubiese propuesto eliminar las camisas de fuerza de los psiquiátricos. Pues igual nos pasó”, dice García. Hoy se sienten reivindicados por la creciente demanda social.

Una mañana reciente en el salón principal de la Unidad Amigable, las cuidadoras acompañaban de la mano a varios mayores mientras daban paseos. Otros escuchaban sentados las viejas coplas españolas que sonaban por los altavoces. Las puertas de la Unidad Amigable han sido camufladas con pinturas murales para que los residentes no sientan el impulso de abrirlas. Entra un torrente de luz por el ventanal del salón y más allá se ven los campos de Toledo.

En una pared de la Unidad Amigable, las trabajadoras de la residencia han colgado un cartel con un mensaje de amor a los mayores con alzhéimer: “La esencia de las personas va más allá de su memoria”.

Ante el aumento de los suicidios

Actuemos solidariamente y en serio 

image770x420cropped

Nuevamente hemos conocido del suicidio de una pareja de personas mayores en nuestro país, de 59 y 60 años, respectivamente.

Esta noticia que conmociona y es muy lamentable, nos tiene que impulsar como personas y sociedad a visibilizar el tema, a tomarle la importancia que merece. Ello, porque alrededor de 700 mil personas se suicidan al año en el mundo y de este número aquellas con 70 años y más va en aumento.

En Chile, por su parte, se suicidan cerca de mil 800 personas anualmente y los dos grupos que más se suicidan son los jóvenes adolescentes y las personas mayores. Las cifras son alarmantes y representan vidas y familias que quedan fragmentadas en el dolor y la culpa. Se trata de un problema urgente y prevenible, donde todos y todas jugamos un rol desde los profesionales de la salud, las familias, las comunidades, la ciudadanía hasta el Estado.

Por lo mismo, tenemos que prestar atención cuando una persona mayor dice que no quiere ser una carga, que ya está cansado/a y quiere descansar, que ya no puede más con su vida, que perdió el sentido, etc.

En ese contexto, algunos factores que debemos mirar con detención para prevenir-intervenir son la soledad, el maltrato, la depresión, los duelos, las enfermedades crónicas, el dolor crónico, los conflictos familiares y el abandono.

Asimismo, en las políticas de salud mental se debiera considerar al colectivo de personas mayores, incluyendo medidas específicas enfocadas en este segmento etario. Aún existen muchos estereotipos negativos asociados a la vejez que impiden un buen diagnóstico, tratamiento y obviamente la prevención.

Porque no es normal estar deprimido/a en la vejez ni en cualquier edad, se debe hablar de este tema, no hay prevención sin apertura, sin diálogo.

La pandemia nos ha golpeado fuerte a todos/as y probablemente mucho más a las personas mayores, quienes han debido soportar situaciones como la mencionada soledad y abandono, angustia y condiciones de vulnerabilidad multifactorial.

Diana León
Psicóloga clínica
Miembro Sociedad de Geriatría y Gerontología de Chile