«Soy un sacerdote que ha conocido el infierno»

Historia de Ana Gaitero

Ignacio Doñoro (Bilbaco. 1964) es un sacerdote español que desde el año 2002 lucha contra diversas formas de vulneración de los derechos de los menores. Es el fundador del Hogar Nazaret en la selva amzónica de Perú ((www.hogarnazaret.es) y un gran ejemplo de tesón, bondad y amor. La célebre frase del Evangelio ‘Dejad que los niños se acerquen a mí’, es el lema del hogar.

«Soy un sacerdote que ha conocido el infierno»

—¿A cuántos niños y niñas atiende en el Hogar Nazaret?

—Unos 310. Pero no son números. Cada niño es diferente e irrepetible. Único. No existe tráfico de órganos, pero nos llegan criaturas de las 4.000 comunidades que abarcan las 40 parroquias de la región de San Martín en la selva amazónica. Llegan desechos, irreconocibles, enfermos. Por fuera destrozados y por dentro todavía más rotos. A veces nos los dan ‘porque no sirven para nada’ y van a morir. Allí los niños sanan con el amor.

—¿Cómo marca el machismo la realidad de las mujeres allí?

—Allí a la mujer la llaman hembra, como a un animal. Y dicen: ‘Con mi hembra hago lo que quiero’. La mujer está para el goce del varón y lo mejor que le puede pasar a una niña es casarse con un hombre, que le sacará 40 años, para . Cambiar eso es una auténtica revolución, No tiene nada que ver con España, donde hablar de mujer es ideología. Damos a las niñas la oportunidad de estudiar y en vacaciones van a sus comunidades a poner en práctica lo aprendido. Son campeonas, sobre todo del perdón y la reconciliación.

—¿Se pueden tender puentes entre la infancia de allí y la de aquí?

—Vengo a España a ‘pasar el sosombrero’ porque necesitamos salir adelante. No tenemos medios. Hemos pasado hambre. Pero veo más amargura y tristeza, suicidios y trastornos mentales, aquí que allá. Allí son felices porque tienen a Dios.

—¿Qué situación ha marcado su vida haciéndole cambiar?

—La Madre Teresa lo describe muy bien. Me encuentro con una realidad que no puedo creer y me hice pasar por traficante de órganos para salvar a un niño El Salvador. Soy un sacerdote que ha conocido el infierno. Estuve con los gambines de la calle en Colombia, en la franja del Estrecho, en Mozambique.

—¿Qué mensajes trae a León?

—Primero, que nosotros solos no podemos, pero con Dios podemos ser felices. Y segundo, la antorcha que me dio Carme Chacón en Bosnia: «No esperes al mañana porque no existe. Atrévete a realizar tus sueños».

Autor de El fuego de María y El secreto de Jesús (ambos en Nueva Eva), confiesa que se hizo sacerdote por amor: «Estoy enamorado de Dios aunque ser sacerdote hoy te cierra muchas puertas»   

Jornada de Infancia Misionera

Este domingo, pequeños y mayores tienen una cita con los niños en las misiones

Cuatro millones de niños son ayudados al año gracias a Infancia Misionera

Jornada de Infancia Misionera
Jornada de Infancia

Este domingo 15 de enero se celebra en España la Jornada de Infancia Misionera, la Obra Pontificia con la que el Papa apoya el trabajo que los misioneros realizan con los más pequeños en los 1.118 territorios de misión

¿De dónde vienen los fondos para financiar 2.577 proyectos al año? Lo peculiar de Infancia Misionera es que muchos de los donantes también son niños

Las necesidades son enormes, así que también los adultos están invitados a colaborar en esta gran obra de la Iglesia con su oración y sus donativos

El domingo 15, La 2 de TVE emitirá la Eucaristía desde el Real Colegio Escuelas Pías de San Fernando de los padres Escolapios de Pozuelo de Alarcón, presidida por monseñor César Franco

Este domingo 15 de enero se celebra en España la Jornada de Infancia Misionera, la Obra Pontificia con la que el Papa apoya el trabajo que los misioneros realizan con los más pequeños en los 1.118 territorios de misión. Gracias a la generosidad de los donantes –muchos de ellos niños-, se sostienen más de 2.500 proyectos infantiles de educación, salud y protección de la vida y evangelización. Así, cuatro millones de niños al año encuentran en la Iglesia católica una familia.

Cuando Harriet enfermó de malaria y tifus en Bujuni(Uganda), un poblado sin agua ni luz ni carreteras, tenía pocas posibilidades de sobrevivir. Hizo un viaje de dos horas en moto hasta el hospital más cercano, el de la diócesis de Hoima, donde fue atendida por las religiosas Hijas de María de Uganda y se curó. Ahora ella quiere ser enfermera como ellas, y está estudiando en el colegio diocesano para poder conseguirlo, aunque tenga que caminar 4 horas al día.

Infancia Misionera
Infancia Misionera

Lejos de allí, en Tailandia, la madre de Chan se quedó embarazada muy joven y fue abandonada por todos, incluso por su novio. Las hermanas del Buen Pastor en Bangkok la acogieron y Chan va a poder nacer con dignidad, y tener un hogar donde crecer, al igual que muchos otros niños como él.

En India, la familia de Vikhonuo no tenía recursos para proporcionarle un futuro. Ingresó en el Hogar Eden garden en Nagalaand, llevado adelante por misioneros jesuitas, y allí ha podido estudiar y conocer a Jesús. Ahora tiene la esperanza de ser diseñadora mientras vive, crece y aprende rodeada de otros niños.

¿Qué tienen en común Harriet, Chan, y Vikhonuo? Los treshan encontrado una familia en la Iglesia católica. Y son los protagonistas del vídeo propuesto por Infancia Misionera para la Jornada de este domingo.

Los niños ayudan a los niños

Los misioneros, dentro de su labor evangelizadora, atienden con especial cuidado a los niños, y lo hacen de muchas formas: escuelas, hospitales, orfanatos, centros de discapacitados, comedores, catequesis… Este trabajo es muy costoso, y necesita el apoyo de toda la Iglesia universal. El Santo Padre se lo ofrece a a través de lo que recauda Infancia Misionera en todo el mundo, para poder atender al año a más de cuatro millones de niños en África, Asia, Oceanía y ciertas regiones de América.

¿De dónde vienen los fondos para financiar 2.577 proyectos al año?Lo peculiar de Infancia Misionera es que muchos de los donantes también son niños. Desde su fundación, se invita a los más pequeños a participar en la misión de la Iglesia con su oración y sus donativos. De este modo, forman una red mundial, cuyo lema fundacional es “Los niños ayudan a los niños”.

Infancia Misionera
Infancia Misionera

Un fin de semana misionero para niños y adultos

Para esta Jornada, Infancia Misionera en España invita a todos los niños a rezar por los misioneros y por los niños del mundo. Además, les anima a colorear y montar sus propias “huchas del compartir”, para poder depositar sus donativos. Y también les ofrece participar en el X concurso nacional de dibujos de Infancia Misionera, que está abierto hasta el 16 de enero. Toda la información está en www.infanciamisionera.es

Sin embargo, esto no es solo cosa de niños. Desde que hace 100 años esta iniciativa se asumiera como una Obra Pontificia, se convirtió en el cauce oficial de la Santa Sede para sostener el trabajo que la Iglesia realiza con la infancia en los 1.118 territorios de misión. Las necesidades son enormes, así que también los adultos están invitados a colaborar en esta gran obra de la Iglesia con su oración y sus donativos.

El domingo 15, Jornada de Infancia Misionera, La 2 de TVE emitirá la Eucaristía desde el Real Colegio Escuelas Pías de San Fernando de los padres Escolapios de Pozuelo de Alarcón (avda. de Bularas, 1). Presidida por monseñor César Franco, obispo de Segovia y miembro de la Comisión Episcopal de Misiones, la Eucaristía dará comienzo a las 10:30 horas.

La Buena Noticia del Dgo. 30º-C

El fariseo y el publicano

Lc 18, 9-14

LA HORA DE LA PALABRA

Ser sinceros para con Dios

La parábola del fariseo y el publicano es una fuerte crítica que desenmascara una actitud religiosa engañosa, que nos permite vivir ante Dios seguros de nuestra inocencia, mientras que condenamos a todo el que no piensa ni actúa como nosotros.

Lo importante es ser sinceros para con Dios. No creernos seguros y con derechos ante Dios como si Dios nos debiera algo, sino humildes ante Dios , reconociendo que somos débiles y pecadores, que nos acogemos a su misericordia. Pero eso no nos da derecho a juzgar a los demás. ¿Quién soy yo para juzgar a otro?

LECTURA DE LA PALABRA

Lucas 18, 9-14

                                         El publicano bajó a su casa justificado, y el fariseo noEn aquel tiempo, a algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás, dijo Jesús esta parábola: «Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior:

«¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo.»

El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo:

«¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador. »

Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.

COMENTARIO A LA LECTURA

La mayor parte de las parábolas de Jesús tienen como telón de fondo la vida de las aldeas de Galilea y reflejan distintas experiencias de vida del campesinado. Solamente unas pocas se salen de este marco. Y una de éstas es la del fariseo y el recaudador, que se sitúa en contexto urbano y, más en concreto, en la ciudad de Jerusalén, en el recinto del templo, el lugar propicio para obtener la purificación de los pecados.

La influencia y atracción del Templo para los judíos se extendía incluso más allá de las fronteras de Palestina, como lo muestra claramente la obligación del pago del impuesto al Templo por parte de los judíos que no vivían en Palestina. Pagar ese impuesto se había convertido en tiempos de Jesús en un acto de devoción hacia el Templo, porque éste hacía posible que los judíos mantuviesen su relación con Dios.

En tiempos de Jesús, el cobro de impuestos no lo hacían los romanos directamente, sino indirectamente, adjudicando puestos de arbitrios y aduanas a los mejores postores, que solían ser gente de las élites urbanas, de la aristocracia. Estas élites, sin embargo, no regentaban las aduanas, sino que, a su vez, dejaban la gestión de las mismas a gente sencilla, que recibía a cambio un salario de subsistencia. Los recaudadores de impuestos practicaban sistemáticamente el pillaje y la extorsión de los campesinos. Debido a esto, el pueblo tenía hacia estos cobradores de impuestos la más fuerte hostilidad, por ser colaboracionistas con el poder romano. La población los odiaba y los consideraba ladrones. Tan desprestigiados estaban que se pensaba que ni siquiera podían obtener el arrepentimiento de sus pecados, pues para ello tendrían que restituir todos los bienes extorsionados, más una quinta parte, tarea prácticamente imposible al trabajar siempre con público diferente. Esto hace pensar que el recaudador de la parábola era un blanco fácil de los ataques del fariseo, pues era pobre, socialmente vulnerable, virtualmente sin pudor y sin honor, o lo que es igual, un paria considerado extorsionador y estafador.

En su oración, el fariseo aparece centrado en sí mismo, en lo que hace. Sabe lo que no es: ladrón, injusto o adúltero; ni tampoco es como ese recaudador, pero no sabe quién es en realidad. La parábola lo llevará a reconocer quién es, precisamente no por lo que hace (ayunar, dar el diezmo…), sino por lo que deja de hacer (relacionarse bien con los demás).

El fariseo decimos que ayuna dos veces por semana y paga el diezmo de todo lo que gana. Hace incluso más de lo que está mandado en la Torá. Pero su oración no es tan inocente. Lo que parecen tres clases diferentes de pecadores a las que él alude (ladrón, injusto, pecador) se puede entender como tres modos de describir al recaudador. El recaudador, sin embargo, reconoce con gestos y palabras que es pecador y en eso consiste su oración.

El mensaje de la parábola es sorprendente, pues subvierte el orden establecido por el sistema religioso judío: hay quien, como el fariseo, cree estar dentro, y resulta que está fuera; y hay quien se cree excluido, y sin embargo está dentro.

En el relato se ha presentado al fariseo como un justo y ahora se dice que este justo no es reconocido; debe haber algo en él que resulte inaceptable a los ojos de Dios. Sin embargo, el recaudador, al que se nombra con un despectivo “ése”, no es en modo alguno despreciable. ¿Qué pecado ha cometido el fariseo? Tal vez solamente uno: mirar despectivamente al recaudador y a los pecadores que él representa. El fariseo se separa del recaudador y lo excluye del favor de Dios.

Dios, justificando al pecador sin condiciones, adopta un comportamiento diametralmente opuesto al que el fariseo le atribuía con tanta seguridad. El error del fariseo es el de ser “un justo que no es bueno con los demás”, mientras que Dios acoge graciosamente incluso al pecador. Esta parábola proclama, por tanto, la misericordia como valor fundamental del reinado de Dios. Con su comportamiento, el recaudador rompe todas las expectativas y esquemas, desafía la pretensión del fariseo y del Templo con sus medios redentores, y reclama ser oído por Dios, ya que no lo era por el sistema del Templo y por la teología oficial, representada por el fariseo.

Si la interpretación de la parábola es ésta, entonces se puede vislumbrar por qué Jesús fue estigmatizado como «amigo de recaudadores y de pecadores», y por qué fue crucificado finalmente por las élites de Jerusalén con la ayuda de los romanos y el pueblo.

En esta parábola se cumple lo que leemos en la primera lectura del libro del Eclesiástico: “Dios no es parcial contra el pobre, escucha las súplicas del oprimido, no desoye los gritos del huérfano o de la viuda cuando repite su queja”. Dios está con los que el sistema ha dejado fuera. Como estuvo con Pablo de Tarso, como se lee en la segunda lectura, que, a pesar de no haber tenido quien lo defendiera, sentía que el Señor estaba a su lado, dándole fuerzas

TESTIGOS DE LA PALABRA

Mártires de la Amazonía

Mons. Alejandro Labaka: el obispo de la Amazonía que murió desnudo

Alejandro Labaka es un obispo de las periferias. Los 23 últimos años de su vida los pasó en periferia de frontera, inserto en la cultura huaorani. Es obispo “con olor a oveja”: y de la manera más radical y concreta. Sudó con el calor tropical de la selva y mezcló su sudor con sus selváticos Huaoranis. Se mezcló con ellos, comió sus comidas, aprendió sus costumbres y su idioma, cantó sus cantos, rezó sus oraciones. Callejeó mucho. No quiso aprender a conducir para mezclarse con la gente en el autobús, para caminar por las calles.

Hna. Inés:La misionera que le acompañó y murió junto a él

Aunque este escrito se centra en el obispo que murió desnudo, no podemos olvidar a la religiosa misionera Terciaria capuchina de la Sagrada Familia Hna. Inés Arango. Nacida en Medellín (Colombia) llevaba diez años en Aguarico, dedicada al apostolado con los Huaorani. Convivió con ellos en sus chozas, aprendió su idioma, compartió sus comidas. Y fue muy consciente del riesgo que afrontaba al acompañar a su obispo en el intento de contacto con la tribu tagaeri, el 21 de julio de 1987. La víspera de su partida, escribió un breve testamento, que se encontró en su mesilla de noche. Dice así:

          Si muero me voy feliz y ojalá nadie sepa nada de mi.

         No busco nombre… ni fama.    Dios lo sabe. Siempre con todos .   INÉS

Como mujer intuitiva, previó la posibilidad de su muerte: Si muero…Quizás no sospecho la crueldad final.

El 21 de julio de 1987 los dos misioneros Mons. Alejandro y Hna. Inés fueron llevados en helicóptero a una apartada región de la Amazonia donde Vivian los Tagaeri. Descendidos sobre una vivienda de ellos, fueron acogidos por las mujeres y los niños. Más tarde llegaron los adultos cazadores y decidieron matarlos. La Hna. Inés  contempló la muerte cruel de su obispo, el rito de clavarle 17 lanzas y punzarle con 80 heridas. ¿Y ella? Parece que no querían matarla. Pero un joven guerrero clavó su lanza en su frágil cuerpo. Otros cuatro le imitaron. Tenía 70 heridas en su cuerpo.

Y allí quedaron, tendidos en la selva, dos cuerpos desangrados. El del obispo, desnudo como el de Jesús en la cruz. Desde su infancia había cantado un himno misionero:

Mi premio ha de ser, oh Madre – al pie de un árbol morir.

De todos abandonado – de todos menos de ti.

Bendita mil veces, diré al expirar – la hora en que me enviaste la fe a propagar.

Hoy sus tumbas están en la catedral de Coca y la Iglesia de Aguarico espera sean reconocidos como mártires de la caridad misionera.

DOMUND 2022 «Seréis mis testigos»

Tamara Falcó compartirá protagonismo en el Domund con misioneros supervivientes de secuestros y ataques

Osoro y Calderón presentan el Domund
Osoro y Calderón presentan el Domund

Ángeles López, la misionera superviviente del reciente ataque a una misión en Mozambique, y los religiosos Gloria Cecilia Narváez y Pier Luigi Maccali, secuestrados y liberados hace poco, llegarán a Madrid demostrando que ‘Seréis mis testigos’ como afirma el lema del Domund de este año

«Hemos de apoyar a nuestros misioneros y misioneras, porque son el auténtico tesoro de nuestra Iglesia», afirmó el cardenal de Madrid, Carlos Osoro. «Quien es misionero es un hombre, una mujer, alegre»

Por Jesús Bastante

Ángeles López. La misionera comboniana que consiguió escapar de la última matanza llevada a cabo en Mozambique, será una de las protagonistas del Domund de este año. La religiosa murciana participará en una mesa redonda de testimonios misioneros, que tendrá lugar en Alcalá de Henares el próximo jueves 20 de octubre, en la antesala de la Jornada Mundial de Misiones que, con el lema, ‘Sereis mis testigos’, se celebra el 23 de octubre.

Ángeles López compartirá protagonismo con otros dos misioneros secuestrados, y liberados, recientemente: Gloria Cecilia Narváez y Pier Luigi Maccalli, que recibirán el Premio ‘Beata Pauline Jaricot’ el sábado 22. Otro premio, ‘Beato Paolo Manna’, irá para la ex presidenta de Manos Unidas, Ana Álvarez de Lara. Ejemplos todos de trabajo desinteresado por el Evangelio y por los demás, con el riesgo de dar la vida por ello.

Domund 2022

Junto a ellos, la cuando menos ‘peculiar’ presencia de la marquesa de Griñón, Tamara Falcó, quien será encargada de ‘dar voz’ a los 10.000 misioneros españoles repartidos por el mundo, en un más que previsible multitudinario pregón que tendrá lugar el 19 de octubre en la Colegiata de San Isidro.

Hay expectación por las palabras de Falcó, tras su público protagonismo personal y sus polémicas declaraciones en un congreso de las familias promovido por HazteOir y otros sectores ultracatólicos. La marquesa de Griñón, poniendo voz a los misioneros españoles por el mundo. El 18 de octubre, en la Real Colegiata de San Isidro, las 20 horas. 

El cardenal Osoro, con José María Calderón
El cardenal Osoro, con José María Calderón

«Se lo agradecemos mucho»

«Se decidió hace unos meses, lo hace de forma gratuita, y se lo agradecemos mucho», explicó el director de las OMP, José María Calderón, desde la Sala Capitular de la catedral de La Almudena. Junto a él, el cardenal de Madrid, Carlos Osoro, quien reivindicó la valentía de quienes trabajan frente al odio y el miedo. «Es más urgente que nunca que los católicos entreguemos la buena noticia del Evangelio».

«Hemos de apoyar a nuestros misioneros y misioneras, porque son el auténtico tesoro de nuestra Iglesia», trazó Osoro. «Si no tenemos misioneros, religiosos, sacerdotes, laicos…. el Señor no quiere que hagamos propaganda, sino servirse de nosotros para que mostremos con nuestra vida el Evangelio». Porque «quien es misionero es un hombre, una mujer, alegre», finalizó el purpurado.

La Buena Noticia del Dgo. 29º-C

Orar y luchar por la justicia

Lc 18, 1-8

LA HORA DE LA PALABRA

Orar siempre sin desanimarse

 La oración ocupa un lugar esencial en la vida de Jesús. Le brota espontáneamente de esa relación profunda que vive con el Padre. Su confianza  en el Padre se mantiene firme en los momentos más difíciles de su vida.

Nosotros necesitamos también invocar a Dios como Jesús, de manera incesante y sin desanimarnos. Sin una profunda relación con Dios, ¿cómo podremos vivir con alegría la novedad radical del Evangelio, que es “contracultural” en nuestro mundo actual?

Dios no es sordo ante los gritos de los más abandonados. Orar es pedir justicia, pero es también implicarse de lleno en el compromiso por la justicia.

LECTURA DE LA PALABRA

Lucas 18, 1-8

Dios hará justicia a sus elegidos que le gritan

En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola: «Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres.

En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: «Hazme justicia frente a mi adversario.»

Por algún tiempo se llegó, pero después se dijo: «Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara.»»

Y el Señor añadió: «Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?»

COMENTARIO:

 En la Iglesia el centro de las preocupaciones no son los últimos, sino la vida moral

Por José Antonio Pagola

 La parábola de Jesús refleja una situación bastante habitual en la Galilea de su tiempo. Un juez corrupto desprecia arrogante a una pobre viuda que pide justicia. El caso de la mujer parece desesperado, pues no tiene a ningún varón que la defienda. Ella, sin embargo, lejos de resignarse, sigue gritando sus derechos. Solo al final, molesto por tanta insistencia, el juez termina por escucharla.

Lucas presenta el relato como una exhortación a orar sin «desanimarnos», pero la parábola encierra un mensaje previo, muy querido por Jesús. Este juez es la «antimetáfora» de Dios, cuya justicia consiste precisamente en escuchar a los pobres más vulnerables.

«Dios no tiene los ojos vendados»

El símbolo de la justicia en el mundo grecorromano era una mujer que, con los ojos vendados, imparte un veredicto supuestamente «imparcial». Según Jesús, Dios no es este tipo de juez imparcial. No tiene los ojos vendados. Conoce muy bien las injusticias que se cometen con los débiles y su misericordia hace que se incline a favor de ellos.

Esta «parcialidad» de la justicia de Dios hacia los débiles es un escándalo para nuestros oídos burgueses, pero conviene recordarla, pues en la sociedad moderna funciona otra «parcialidad» de signo contrario: la justicia favorece más al poderoso que al débil. ¿Cómo no va a estar Dios de parte de los que no pueden defenderse?

«Es falso que seamos libres e iguales»

Nos creemos progresistas defendiendo teóricamente que «todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos», pero todos sabemos que es falso. Para disfrutar de derechos reales y efectivos es más importante nacer en un país poderoso y rico que ser persona en un país pobre.

Las democracias modernas se preocupan de los pobres, pero el centro de su atención no es el indefenso, sino el ciudadano en general. En la Iglesia se hacen esfuerzos por aliviar la suerte de los indigentes, pero el centro de nuestras preocupaciones no es el sufrimiento de los últimos, sino la vida moral y religiosa de los cristianos. Es bueno que Jesús nos recuerde que son los seres más desvalidos quienes ocupan el corazón de Dios.

Nunca viene su nombre en los periódicos. Nadie les cede el paso en lugar alguno. No tienen títulos ni cuentas corrientes envidiables, pero son grandes. No poseen muchas riquezas, pero tienen algo que no se puede comprar con dinero: bondad, capacidad de acogida, ternura y compasión hacia el necesitado

LA BUENA NOTICIA DEL DGO. 28º-C

EL LEPROSO AGRADECIDO

                                                                              Lc 17, 11-19

LA HORA DE LA PALABRA

Los excluídos de la sociedad

Jesús cura a diez leprosos enviándoles al templo para que les den el certificado de curación. Y es que los enfermos de lepra a la vez de estar impuros por la enfermedad también están excluidos de la sociedad.

Uno de los leprosos es samaritano y al verse curado, se vuelve dando gloria a Dios y se postra agradecido delante de Jesús, que le levanta y le dice “tu fe te ha curado”

Quiénes son hoy los excluidos y marginados de la sociedad?

¿Cómo hacer para integrar, acoger y luchar contra cualquier forma de exclusión y marginación en nuestra sociedad?

LECTURA DE LA PALABRA

Lucas 17, 11-19

                           ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: «Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.»

Al verlos, les dijo: «Id a presentaros a los sacerdotes.»

Y, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias.

Éste era un samaritano.

Jesús tomó la palabra y dijo: «¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?»

Y le dijo: «Levántate, vete; tu fe te ha salvado.»

COMENTARIO

ENCUENTRO, SANACIÓN Y AGRADECIMIENTO

Lucas (17,11-19)

El evangelio de hoy narra un milagro de Jesús, una curación. Los milagros de Jesús son expresión de su acción liberadora, de sus relaciones sanadoras e incluyentes frente a un orden social y religioso más preocupado por el cumplimiento de las leyes que por aliviar el sufrimiento de las personas. En este caso el de diez leprosos. Pero el tema central de este texto no es propiamente el milagro sino el agradecimiento.

Jesús obra el milagro como es habitual en él, desde la absoluta gratuidad, sin pretender ningún tipo de protagonismo o compensación, porque lo que está en el centro de su acción liberadora es el sufrimiento del otro y no su ego ni su necesidad de reconocimiento. El milagro busca la restitución y la inclusión de los leprosos en la comunidad y por ello Jesús les envía a los sacerdotes, para que una vez confirmado que han quedado sanados de la enfermedad sean reintegrados y acogidos en la comunidad de la que forman parte.

Pero el tema central del relato es el desigual modo con que el grupo de leprosos procesa interiormente el encuentro con Jesús y su sanación. Sólo uno de ellos, el samaritano, vivirá aquel encuentro y su sanación como algo absolutamente inédito, desde una experiencia profunda de agradecimiento que le desborda y le hace volver a Jesús, consciente que una experiencia radicalmente nueva ha surgido en su vida y nada podrá ya volver a ser igual. La mediación de los sacerdotes ya no le es necesaria. A partir de lo que el mismo ha experimentado se ha convertido en testigo de la irrupción de un nuevo orden inaugurado por Jesús, el del amor y la compasión frente a la ley y los ritos vacíos.

De esa experiencia brota el agradecimiento como un don incontenible: convertirse en amor como respuesta al amor recibido. Los gritos iniciales de auxilio se convierten por parte del leproso samaritano en gritos de alegría. No es casual, que sea precisamente un samaritano, un “maldito”, el único del grupo que reaccione de esta manera y capte el misterio de novedad radical acontecido en Jesús, pues el evangelio está siempre atravesado por esa constante: los últimos serán los primeros y los pobres son los preferidos de Dios.

La gratuidad y el agradecimiento son signos de que el reino esta ya entre nosotros y nosotras. Ambos nacen de la lógica del don, no de la retribución, la suficiencia o los merecimientos. También de la humildad radical que supone experimentarnos vulnerables y necesitados.

Jesús toma la palabra al final del relato y sus preguntas van dirigidas también a nosotras y nosotros hoy. ¿Dónde nos encontramos con Él?, ¿De qué nos sana? ¿Qué novedad radical introduce en nuestra vida? ¿Qué puede más en nosotros la lógica del don y el agradecimiento o la suficiencia? ¿Quiénes son para nosotros y nosotras nuestros maestros para vivir en clave de agradecimiento en nuestra vida cotidiana?

Por Pepa Torres

TESTIGOS DE LA PALABRA

 Padre Guadalupe Carney,Revolucionario y mártir del pueblo hondureño.

Guadalupe Carney nació en 1924, Chicago, Estados Unidos. Su nombre original es James Francis Carney, la familia trabajadora de clase media, y desde el principio se dio cuenta de la vida burguesa en la que vivía. Sirvió como soldado en Francia y Alemania durante la Segunda Guerra Mundial;

Su fe era profundamente importante para él. Sin embargo, se sorprendió de lo poco que la religión parece importar a muchos cristianos, tanto en sus años de ejército y más tarde en la universidad En 1948, ingresó en la Compañía de Jesús, para contestar la llamada, convirtiéndose más tarde, un misionero jesuita en Honduras. Estaba convencido de que el sistema capitalista era intrínsecamente malo, promoviendo una actitud egoísta, individualista y competitiva en las personas. Pero también rechazó los sistemas marxistas de Rusia y China, que pareció perder el valor de la persona humana en la comunidad estatal. Se fue en busca de otro modo, una forma de socialismo, donde la gente compartir lo que tienen, como los primeros cristianos que se describen en los Hechos de los Apóstoles.

Llegó a Honduras en 1962, ya como sacerdote jesuita, animada por el ideal del Concilio Vaticano II, el servicio radial para los pobres, y al vivir con las comunidades rurales y los pobres, y participar en sus luchas, se volvió como él mismo dijo en sus memorias, “un gringo burguesa en un luchador revolucionario”. Guadalupe dijo fueron campesinos pobres de Honduras que realmente le enseñaron el Evangelio, la Buena Nueva que Jesús trajo, y que la burguesía no puede realmente entender lo que significa “para dar buenas nuevas a los pobres.”

La historia de su vida tiene el derecho a ser reconocido como una historia de un revolucionario, porque el Padre Guadalupe creía firmemente como cristiano, tenía que ser un revolucionario, y vivir la radicalidad del Evangelio, para tener una vida cristiana plena. El Evangelio es revolucionario. Guadalupe vio y entendió los problemas de los pobres. Vio cómo las compañías fruteras estadounidenses habían tomado

las mejores tierras y plantaciones. Ellos y algunos hondureños ricos controlan alrededor del 95% de la riqueza del país. Mientras que el resto de la población vivía en la pobreza extrema.

Los intentos de organizar sindicatos menudo conducido a las muertes y desapariciones de sus líderes. En un video raro, dice, “cómo los agricultores son tratados es totalmente inaceptable por Dios y esto se debe cambiar.”

La iglesia no puede permanecer en silencio mientras sus niños pobres estaban siendo explotados ya menudo martirizados por tratar de luchar por sus derechos básicos. Finalmente Padre. Guadalupe eligió vivir solo en su pequeña misión de la iglesia, que divide por completo la vida y la pobreza de su pueblo. Por su identificación con la gente que él enseñó los caminos de la teología de la liberación :. “Cristo vino a liberar a las personas y establecer un reino de justicia y paz” y esta enseñanza se ha convertido en una parte importante de la lucha del pueblo para hacer de esto una realidad .

Él escribió sobre su vida y sus ideales mientras vivía en Nicaragua. Finalmente, regresó a Honduras para ser capellán de las fuerzas revolucionarias. En 1983, el “Padre Guadalupe”,  se convirtió en capellán de una comuna revolucionaria armada, y poco después fue capturado por el ejército, que afirmó que “el P. Carney había desaparecido “.

El gobierno de Honduras construyó cerca de seis historias diferentes. Después de probar todos modos ocultar la verdad con una nota oficial que sostenía que había muerto de hambre el 19 de agosto 1985 llega un testigo para refutar estas afirmaciones, el Señor Cabelleros, un refugiado de Honduras y ex miembro de la escuadrones de la muerte hondureños. Confirmó la participación de la CIA y dijo que había escuchado de otros que Padre Guadalupe había sido asesinado y lanzado desde un avión en la selva.

La vida de Guadalupe es un testimonio elocuente del sacerdocio y la llamada al discipulado cristiano. Carney recuerda a todos los bautizados, donde nuestro compromiso debe ser enfocado, “el compromiso con las causas del pueblo por la liberación de la explotación y la injusticia , siempre en busca de la paz “.

COMENTARIO DE X. PIKAZA:

Fe samaritana, no religión de sacerdotes      (Lc 17, 11-19)

Con la parábola del buen samaritano (Lc 10), que acoge y cura al herido del camino (en contra de sacerdotes y levitas), pone Lc 17 esta parábola del samaritano agradecido (creyente) que va donde Jesús, en contra de los nueve «servidores de una ley opresora, que vuelven a la religión de los sacerdotes.

Ésta es quizá la parábola más escandalosa de los evangelios (cf. también Mc 1, 39-45):  Jesús cura a diez leprosos y les dice (en forma provocadora) que se sometan a la ley de los sacerdotes, como si todo siguiera igual en el mundo. Nueve curados «de ley» no entienden a Jesús, cumplen externamente su mandato y se refugian en la ley de los sacerdotes. Sólo uno, que es samaritano, le entiende y no va, pues eltiempo de dominio y ley de los sacerdotes ha pasado.

Este samaritado que Vuelve a dar gracias a Jesús, para caminar con él. Ha encontrado la fe, ha encontrado el amor. no necesita sacerdotes.

Este samaritano hemos de ser todos nosotros. Jesús no ha venido para liberarnos de un tipo de religión de sacerdotes antiguos, pues sólo la fe (la gratuidad amorosa) puede salvarnos. Éste es, a mi juicio,el evangelio más hondo y necesario para este siglo XXI, como puede verse en la Historia de Jesús

Por  X. Pikaza

  Jesús cura a diez leprosos, y, en un primer momento, les «manda» que vayan donde  los sacerdotes. Nueve curados (judíos religiosos), observantes de ley, se someten a la norma  de y siguen siendo en el fondo unos “leprosos” curados en lo externo, sometidos a tipo de ley que les manipula y esclaviza

Sólo un samaritano, que que no tiene religión de ley, ni está obligado a cumplir mandamientos de sacerdotes, se descubre curado y vuelve para dar gracias a Jesús, para caminar con él. Éste es el único curado de verdad, iniciando  con Jesús una vida de agradecimiento sanador por encima de todas las religiones particulares de los sacerdotes, como he puesto de relieve en Historia de Jesús..

Texto. Lucas 17, 11-19

Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: «Jesús, maestro, ten compasión de nosotros. Jesús, al verlos, les dijo: «Id a presentaros a los sacerdotes. Y, mientras iban de camino, quedaron limpios.

Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Éste era un samaritano. Jesús tomó la palabra y dijo: «¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?» Y le dijo: «Levántate, vete; tu fe te ha salvado.» 

OBSERVACIONES PRELIMINARES

            Este milagro de los diez leprosos es una parábola de la vida humana, como la parábola de  Mt 25, 1-13, don la diez muchachas que van de bodas; cinco son prudentes, llevan aceite en sus alcuzas); cinco son necias, que no llevan llevar aceite.

Aquí (Lc 17) hay diez leprosos, todo el universo. La humanidad está representada por una “pandilla” de enfermos de covid, condenados a la muerte. Van juntos, gritando y sufriendo . Son judíos y gentiles, “cristianos” observantes de ley o gentes de la vida. Ante la lepra universal no pueden hacerse distinciones. Bajo el riesgo de esa pandemia tamos todos,  sin que se pueda decir que unos son culpables (han buscado la lepra a pulso) y otros inocentes (sufren sin causa). Todos sin excepción están (estamos) condenados .

Pero la historia sigue, en forma parabólica. Viene Jesús y nos dice “curaos todos”, vivir sin lepra… Pero añade algo sorprendente: “id y presentaos a los sacerdotes”, es decir, a laz autoridades establecidas, que puede ser levitas del templo de Jerusalén o funcionarios de las diversas leyes y sistemas de este mundo.

            Esta propuesta de Jesús, leída bien, desde el evangelio resulta escandalosa. En un primer plano Jesús parece  que quiere llevarnos atrás, a los tiempos de la letra, viviendo cada uno según su ley (según la religión o ley de los sacerdotes de sus pueblosp ueblo).

Pero leyendo el texto en profundidad, descubrimos que  Jesús nos cura para que, superando la pura ley de los sacerdotes de ley, descubramos la gratuidad, para caminar con él en gesto  de agradecimiento salvador, por encima de todos los sacerdotes legales del mundo, conforme a la letra-letra de este evangelio

En un prmer momento, Jesús deja a cada uno ante sus sacerdotes, para que vuelvan si quiere al mundo antiguo, a la religión de la ley. 

Pero, en el sentido más profundo, Jesús nos cura para que pocamos volver a él sin sacerdotes, para darle gracias, para vivir en gratuidad, por encima de un tipo de ley de sacerdotes. Para esos que vuelven a los sacerdotes del sistema quedándose allli, el milagro de Jesús ha servido para nada. Sólo el samaritano, un hombre que no tiene sacerdotes de ley, qeda de verdad curado.

Esta esa una parábola para el siglo XXI. La superación de un tipo de ley de sacerdotes  de ley podrá abrirnos un camino de fe salvadora. Sólo abandonando un tipo de ley religiosa de sacerdotes podremos creer de verdad en Jesucristo y curarnos del todo, según este evangelio

Los que escuchan a Jesús de un modo externo (los nueve del grupo legal), que vuelven a sus “sacerdotes antiguos” (escuchando aJesús sólo de un modo externo) siguen dominados para una ley religiosa que les esclaviza, siguen siendo en el fondo leprosos. De esa manera, lo que Jesús ha hecho con ellos termina siendo en vano: La religión de ley (de sacerdotes antiguos) les sigue destruyendo. No han quedado curados, no han dado el “salto” a la gratuidad, a superar la religión de ley, para vivir en gracia y agradecimiento con Jesús.

Por eso he dicho que es mejor no tener religión que tener una religión de ley. El que no tiene religión aparece aquí, conforme al lenguaje judío, como un samaritano…No tiene ley que le esclaviza, no tiene religión, pero tiene un corazón… y siente que Jesús le ha curado y va a darle gracia… es decir, va a mostrarse como hombre de fe (no de religión o ley establecida). Los nueve restantes parece curados, pero no lo están. Siguen viviendo bajo una ley religiosa, no tienen ve verdadera, no tienen libertad, no tienen agradecimiento.

            Sólo el samaritano que deja todo a un lado y vuelve donde Jesús para darle gracias  y para iniciar con él un camino de fe ha sido salvado.

DESARROLLO MÁS PROFUNDO.

Primer acercamiento.  Este relato de la curación inicial de 10 leprosos y final de uno sólo, a quien Jesús dice “tú fe te ha salvado”, tiene una historia compleja que puede condensarse como sigue: 

Jesús estuvo en compañía de leprosos (como estará Francisco de Asís), y así le recuerda la tradición, ofreciéndoles presencia, abriendo para ellos un camino solidario de salud y salvación.

El relato clave de la curación de un leproso es el de Mc 1, 40-45 (que Lucas ha recogido en su evangelio: Lc 5, 12-16). Es un relato fuerte: La iniciativa parte del leproso; Jesús le cura y le dice que se presenta para certificar su curación, pero él se niega, no quiere someterse más a los sacerdotes (que controlan y someten, no curan)… y se pone a pregonar lo que ha hecho Jesús.

Lucas (que recoge como he dicho el relato de Marco, en Lc 5, 12-16) ha sentido la necesidad de reelaborarlo, de un modo también poderoso, en el pasaje de este domingo.

Reelaboración: Lc 17, 11-19  Lucas sitúa el relato en el camino de ascenso a Jerusalén, en el límite entre Galilea y Samaría, lugar clave de disputas religiosas. 

Los leprosos que salen al encuentro y le invocan de lejos (para no contaminarle), pidiendo a Jesús que les cure, son diez. Significativamente, la lepra no distingue entre judíos y gentiles, galileos y samaritanos. Todos son hermanos en la miseria.

Jesús les manda “a los sacerdotes”. No dice “al sacerdote”, para no presuponer que hay uno sólo (el judío). Cada puede ir a su sacerdote de turno, Jerusalén o a Samaría, a Tiro o a Damasco. Jesús les manda “al sistema sagrado”, como queriendo que se integran de nuevo en el orden oficial.

Pero uno vuelve… Se ve “limpio” (katharos) y no quiere acudir ya al sacerdote de turno, para que firme su ficha “¡curado!”; no quiere someterse nuevo a la ley del sistema que crea leprosos para decir después que puede (a veces) curarlos… Desobedece en un sentido a Jesús, pero en otro más alto le obedece.

Éste es samaritano… un hombre que no tiene religión de ley, de forma que puede vivir en gratuidad, volviendo a Jesús para seguir con él, en fe, en gratuidad, en amor, por encima de los mandamientos.  A este le dice Jesús ¡Tú fe te ha salvado! (hê pistis sou sesôken se).

Ésta es la fe del samaritano que confía en Jesús, por encima del sistema de ley, la fe de un hombre que confía en el amor y el agradecimiento por encima de las leyes  religiosas. Los otros nueve pueden haber quedado externamente limpios, pero no se han salvado… Siguen apegados a las leyes del poder del mundo, no creen en la gracia del Dios de Jesús, no creen en el poder de la fe sanadora que Jesús he la transmitido.

MILAGROS DE JESÚS, UN ACTO DE FE

 Desde ese fondo puedo condensar algunos rasgos de la fe y las curaciones de Jesús, tal como han sido reasumidas y entendidas por la tradición cristiana…

 Estos diez leprosos son todo el mundo, la humanidad excluida y sucia que Jesús quiere curar, con fe, es decir, con honda humanidad. Allí donde otros piensan que la vida de los hombres sigue condenada a la lepra (¡lepra de esos diez, lepra del Vaticano, como dice el Papa Francisco…!), Jesús cree que es posible no sólo la curación, sino incluso la salvación.

 Varios son los elementos que actúan en las curaciones de Jesús, que aparecen de un modo de un modo ejemplar en este caso de los diez leprosos:

a) Jesús actúa como mediador de fe, y así penetra en el dolor de los enfermos que le dicen ¡ten misericordia de nosotros! Penetra en el lugar de su dolor, en la raíz de su misma enfermedad o su locura, como un amigo que ama, como psicólogo que discierne, como un creyente que irradia fe.

b) Jesús pone a los enfermos ante el poder de Dios que definimos con todo el evangelio como «reino», es decir, como principio de nueva humanidad, en agradecimiento… Pero, en un primer momento, no les dice: ¡Creed en el Reino, sed curados!, sino que les pide que vayan a los sacerdotes, a los gurus del sistema religioso, para que encuentren allí la curación.

c) El primer milagro, la curación (limpieza externa) sucede antes de que los leprosos hayan llegado a la “oficina” de los sacerdotes. Jesús les ha dicho que vayan, cada uno a su iglesia… y ellos empiezan a creer, y por eso, en el mismo camino, se descubren curados (limpios).

d) Sólo aquí puede empezar el milagro verdadero, la fe más honda, el amor en gratuidad: Te descubres curado ¿qué haces? Hasta ahora los diez enfermos eran iguales, judíos, griegos o samaritanos, paganos o cristianos… Ahora empieza la diferencia.

e) Nueve de los diez “se olvidan de Jesús”; les basta la limpieza externa y siguen, van donde su sacerdotes, para recibir el sello de limpieza, para integrarse de nuevo en el sistema de las seguridad y las imposiciones, cada uno con su “dios” particular

f) Sólo uno se olvida del sistema religioso… Jesús le ha dicho que vaya… y ha creído. Pero ahora que se descubre sano y capaz no necesita ya de sacerdotes, ni sistemas… Quiere a Jesús y vuelve, para darles gracias… Aquí empieza el auténtico milagro.

Fee completa, la fe del samaritano

 Los otros nueve… han tenido un comienzo de fe, pero no lo han cultivado… Han vuelto a recaer en el sistema de los sacerdotes y gurús de turno. La fe de Jesús no les ha transformado por dentro.

 Este samaritano en cambio ha cambiado… No le basta la limpieza externa del sistema, quiere la salvación total, que sólo Jesús puede ofrecerle. Éste es el único que tiene fe completa. El único que se ha salvado de verdad….

  Jesús actúa en este relato como hombre de fe. Por eso no resuelve los problemas de los hombres ofreciéndoles un tipo de ayuda desde fuera. No les lleva a la evasión o al olvido de la tierra sino todo lo contrario: desde el centro de la enfermedad les manda a los sacerdotes, a “lidiar” con el sistema. Así actúa como promotor de vida en medio de la muerte, como signo de esperanza en medio de una sociedad que parece condenada a la desesperanza.

 Resumen

Jesús comienza “confiando” en los sacerdotes de Jerusalén, de Babilonia o Roma… Por eso dice a cada uno de los diez leprosos que vaya al lugar donde se mantiene y cultiva su religión, dentro del propio sistema de creencias…

Pero en el camino que lleva al lugar de los sacerdotes acontece el primer cambio, el paso de la salud externa, de la limpieza de la carne leprosa, a la curación total, que es la vida en gratuidad, por encima de todas las leyes y mandamiento… Este es el milagro que se descubre y despliega en el camino

  Hay una primera fe de los diez… que creen en lo que Jesús les dice y se ponen en marcha hacia la casa de los sacerdotes. Esa fe termina poniéndonos en manos del sistema, para perpetuar al fin sus normas y rutinas, con enfermos y sanos, con opresores y oprimidos.

Pero hay también una segunda fe, que la propia de este samaritano, pariente sin duda de la parábola de “buen” samaritano de Lc 10, 25-37… Éste es un hombre que no se ajusta al sistema, que manda al “diablo” a sus propios sacerdotes (aunque Jesús le haya dicho que se presente ante ellos)… y que viene a dar gracias a Jesús, para iniciar así el camino de la salvación completa.

 Éste es el milagro de la libertad. La fe en Jesús (de Jesús) libera al samaritano, de manera que le capacita para superar el nivel de los sacerdotes, haciéndose dueño de sí mismo, en gratuidad.

Milagro, una fe que se hace amor

 Nos gustaría saber cómo sigue la historia de este samaritano al que Jesús he ha dicho que “su fe le ha salvado”, que vaya en paz… Nos gustaría saber cómo ha ido, cómo le ha ido, que ha hecho, con la nueva libertad del amor. En esa línea me atrevo a ofrecer unas consideraciones generales:

 a) El milagro es un gesto de amor, más allá de la pura curación externa. Este samaritano ha descubierto que hay algo mayor que esa salud externa (que la limpieza de la piel). Hay una salud interior, hecha de gratuidad, de agradecimiento. Por eso vuelve donde Jesús.

 b) En esa línea, el milagro es una invitación a la libertad: Jesús quiere que los curados, liberados de la enfermedad, los que superan el abismo de su locura o de la lepra, puedan hacerse responsables de su vida, en libertad creadora. En fórmula paradójica, podríamos decir que Jesús cura a los hombres para hacerles capaces de asumir en libertad su propia muerte como gesto de entrega por los otros. Este samaritano curado tiene que iniciar ahora una nueva travesía de libertad, por encima de los ritos anteriores (a los que vuelven los judíos, que no han entendido a Jesús, a pesar de cumplir externamente la palabra de Jesús (ir donde los sacerdotes)

EXCURSO I. JESÚS, CREYENTE Y SANADOR

 Jesús ha curado a muchos enfermos, viniendo a presentarse como profeta poderoso en obras y palabras», pero luego es «impotente» en el Calvario. Por eso le acusan los contrarios diciendo que es un mago fracasado. Al obrar de esta manera desconocen su mensaje más profundo, el sentido de su fidelidad en el amor.

El auténtico milagro consiste en aprender a amar, pudiendo compartir su vida en ge y en agradecimiento  hasta la muerte (por encima de la muerte).

 Jesús ama dando su propia vida; su milagro es la fe, la gratuidad abierta en amor a todos los que quieran acompañarsle en gratuidad. .

 Significativamente, a Jesús le han condenado a muerte porque ha hecho milagros en favor de la libertad de los más pobres del pueblo, superando un tipo de ley del sistema. Le condenan porque sus milagros desestabilizan el orden social que había forjado Israel. Jesús no cura a unos pocos. . . , poniendo sus curaciones al servicio del sistema, como sucede en Epidauro o en los sitios donde actúan los exorcistas judíos. Jesús cura ofreciendo a los curados y a todos los pobres de la tierra un ideal nuevo de vida liberada, de forma que el sistema de la le reacciona matándola.

De esta forma, los milagros de Jesús se convierten en principio de ruptura dentro de aquella sociedad establecida en la que había sitio para cojos, mancos, ciegos y posesos. . . pero dentro un sistema sacral que justifica el orden existente. Pues bien, Jesús ha roto ese sistema. Ha curado a los enfermos y a los locos para abrir su corazón y su existencia hacia una forma de existencia liberada, de plena gratuidad. Por eso le persiguen como peligroso, por eso le acusan de «poseso» y le acaban condenando como a un hombre que destruye el orden de la ley israelita.

 Las curaciones de Jesús, siendo gesto de amor a los pequeños son, al mismo tiempo, una expresión de libertad plena en el amor Jesús quiere liberar a los pobres y enfermos, haciéndoles capaces de vivir en gratuidad, en apertura al reino, haciéndoles capaces de gozar y de morir por ese reino. Por eso, cuando le entregan a la muerte y le clavan en cruz, Jesús sigue fiel a su ideal de reino y se mantiene (sufre) en la cruz precisamente por amor al reino. Ha confiado en Dios y esa confianza ha sido base de todos sus milagros; en Dios sigue confiando desde el mismo abismo de la muerte, abrindo así un camino de gratuidad generosa para todos los hombres y mujeres del mundo.

Por eso he dicho que es mejor no tener religión que tener una religión de ley. El que no tiene religión aparece aquí, conforme al lenguaje judío, como un samaritano…No tiene ley que le esclaviza, no tiene religión, pero puede tener  corazón… Siente que Jesús le ha curado y va a darle gracia… es decir, va a mostrarse como hombre de fe (no de religión o ley establecida). Los nueve restantes parece curados, pero no lo están. Siguen viviendo bajo una ley religiosa, no tienen ve verdadera, no tienen libertad, no tienen agradecimiento.

El legado de Rutilio (8)

La Misión en Aguilares: 1ª Etapa

El P. Rutilio Grande, primer sacerdote asesinado en El Salvador.En estos días se ha abierto en Roma el proceso de beatificación.

  

Para organizar la Misión, la Parroquia se dividió en sectores: 10 en la ciudad y 15 en el campo, haciendo una invitación general de la Misión a toda la Parroquia 

La Misión duraría 15 días durante los cuales el misionero y sus colaboradores permanecerían en su zona conviviendo con la gente del sector. 

Un día de Misión comprendía visitas familiares a domicilio; después levantaban una ficha antropológica cuyos temas utilizaban luego como temas generadores, que serían descodificados a partir de textos del Evangelio. 

En las primeras horas de la tarde se tenían reuniones con los niños y más tarde con los adultos. El objetivo de estas reuniones era procurar dejar en la gente un esquema rudimentario para que ellos continuaran con la celebración de la Palabra de Dios. 

Así se logró desde el principio un inicio de autoevangelización, un inicio de comunidad y un inicio de auto-selección de Delegados de la Palabra. 

La parte central de la sesión de adultos consistía en una repetida lectura por diversos lectores de un texto del Evangelio. Entre las lecturas se hacían preguntas, sugerencias y anotaciones. Luego se invitaba a la gente a dividirse en grupos de 8 ó 10 personas para dialogar sobre el texto. Se nombraba un lector, un animador del grupo y un relator para comunicar en la reunión plenaria los resultados del grupo. 

 En la reunión plenaria, el sacerdote o un colaborador fijaba por escrito en un papelógrafo y sintetizaba lo que comunicaban los relatores, devolviendo a los participantes en forma de cuestionamiento los puntos más significativos para profundizarlos en el diálogo. 

Posteriormente, ya noche, el equipo evaluaba el día y planificaba lo del día siguiente.                       Uno de los puntos vitales de estas reuniones fue la auto-selección de los líderes, pues de ello dependía la realización de una Iglesia integrada por ellos mismos. El proceso misional tendía a integrar y desarrollar las tres dimensiones de evangelización, comunidad y liderazgo. El equipo asumió que el primer empujón le correspondía al sacerdote, pero una vez estimulado el movimiento, los agentes de pastoral y las mismas comunidades debían continuarlo quedando el sacerdote como acompañante y animador en el crecimiento de la fe. La penúltima noche se hacía la elección de los Delegados, sugeridos por la comunidad. Los nombrados expresaban su disponibilidad explicando los pro y los contra según lo cual la Comunidad les daba su voto. 

Los Delegados tenían la función de servir de eslabón entre la Comunidad y la Parroquia. Con los nuevos Delegados se tenía una reunión para instruirles sobre sus nuevas obligaciones, proporcionarles criterios y esquemas mínimos para animar y organizar sus reuniones. 

En la última celebración se tenían los bautizos y matrimonios dentro de una ceremonia sugestiva en la cual se enfatizaba el compromiso del bautismo. Se les dejaba ejemplares del Nuevo Testamento y se les confirmaba para continuar en la Misión. 

El período posterior a la Misión se caracterizó por el acompañamiento a las comunidades. Un sacerdote asumió la responsabilidad de las comunidades del campo y otro las de la ciudad de Aguilares. La tarea de ellos era la de visitar periódicamente las diversas comunidades, asistiendo a sus reuniones, disipando las dudas que hubiera y evaluando la vida comunitaria. 

Aquí ayudaron mucho los colaboradores foráneos, unos 20, que jugaron un papel insustituible en el arranque de las comunidades.Este grupo de colaboradores estaba integrado por estudiantes jesuitas, universitarios y seminaristas. Esta colaboración se consideró temporal y supletoria. 

El 10 de junio de 1973, Fiesta de Pentecostés, marcó el nacimiento de la Comunidad cristiana y el fin de la primera etapa de la Misión. 

Este nacimiento se celebró con una gran concentración en Aguilares para pedir y celebrar el espíritu nuevo. Se recibieron las diversas delegaciones de las comunidades con sus carteles que traían textos alusivos del Evangelio. Después se tuvo la Eucaristía animada por los conjuntos musicales de las diversas comunidades. Fue algo masivo, creativo e insospechado, que asombró a los habitantes de la ciudad.. 

La homilía la tuvo Rutilio, en la que dio ánimos y disipó las dudas más comunes, respondiendo a las acusaciones de protestantismo, de olvidar lo espiritual, de comunismo, de política, etc. 

A continuación se proclamaron los principios del equipo misionero, dedicado a anunciar el Evangelio limpia y simplemente, sin otros intereses personales. También dejaron bien claro que no se administrarían los sacramentos si no estaban suficientemente preparados. Y aclararon que no tenían nada que ver con agrupaciones políticas de ninguna clase. La política del equipo sería anunciar el Evangelio, el cual abarcaba todas las actividades del hombre destinado por Dios a transformar el mundo. Por tanto denunciarían toda clase de injusticias y atropellos contra la persona humana, vinieran de donde vinieran. Después de la Misa se tuvo una fiesta popular de carácter cultural y religioso. De aquí nacería la Fiesta del Maíz. 

 Los resultados de aquella primera etapa misional eran palpables. Los campesinos habían descubierto el Evangelio y se les había abierto el apetito por la palabra, la cual comentaban haciendo aplicaciones a su modo. Pronto llegaron a unir el Evangelio con su propia situación de miseria e injusticia. Comenzaron a emerger de su conciencia mágica, dándose cuenta de que la voluntad de Dios no era mantener las cosas como estaban. Tomaron confianza en sí mismos perdiendo complejos bastante generalizados de vergüenza e incapacidad y descubrieron que tenían una palabra y podían opinar. Fueron capaces de discernir lo prioritario de lo secundario en su religiosidad. Tomaron conciencia de que sus males radicaban en su desunión y comenzaron a adquirir sentido de lo comunitario. Comenzaron a reunirse y a movilizarse buscando qué podían hacer para realizar el plan de Dios aquí y ahora. 

Al final de la 1ª Etapa se organizaron 10 comunidades urbanas y 27 rurales con un total aproximado de 300 animadores, quienes dirigían rotativamente las celebraciones. 

El equipo tuvo un período de reflexión para codificar, globalizar y evaluar las experiencias de la primera etapa. A partir de allí decidió trabajar en la línea del acompañamiento y profundización del Evangelio en las Comunidades y en la preparación cualitativa de los Delegados y animadores. 

  

 La misión cristiana del siglo XXI 

Evangelización y poder, colonización religiosa.

 Por X. Pikaza  

El proceso de evangelización realizado por las iglesias y confesiones cristianas de la modernidad ha estado vinculado a los poderes coloniales y se ha ejercido, de manera considerable, a través de la política. Por eso se encuentra bastante viciado, a pesar de sus valores. Ese proceso había comenzado atrás (en la Edad Media), pero culminó con las conquistas hispanas de los siglos XVI y XVII y la colonización posterior de las potencias europeas, desde el siglo XVIII hasta mediados del XX. 

Aliados a conquistadores y colonizadores, los misioneros no pudieron llevar el puro evangelio, buena nueva de comunión universal, abierta de un modo gratuito a los más pobres (sin imposiciones culturales y sociales), sino que fueron a veces portadores de tipo de ideología político-religiosa, al servicio de las grandes potencias que les amparaban. 

            De esa manera, los misioneros corrieron el riesgo de tratar a los «indígenas» como menores de edad, carentes de cultura, ofreciéndoles un cristianismo protegido, como un sistema sagrado que se les imponía desde fuera, sin que ellos pudieran recrearlo libremente, desde sus propias culturas y situaciones sociales. Lógicamente, allí donde ha extendido su mensaje utilizando formas de poder social y político del mundo, la iglesia ha corrido el riesgo de volverse un elemento del mismo poder, vinculado a la intolerancia de los triunfadores. 

Colonización y evangelización. Jesús y los primeros cristianos propagaron el evangelio desde su misma experiencia de humanidad, de un modo gratuito, poniéndose en manos de los pueblos y las gentes a quienes ofrecían su palabra (cf. Mt 10 par). Pues bien, después de haberse aliado al poder, el cristianismo corrió el riesgo de emplearlo para defenderse y extenderse. Así lo hicieron los caballeros teutónicos en la Europa del Norte, los conquistadores hispanos en América y los colonizadores posteriores en África o Asia. La mayoría de los misioneros fueron personas de honradez intachable y realizaron una labor ingente, al servicio de los valores humanos. Pero de hecho su cruz se ha vinculado a la espada del conquistador o al poder administrativo del colonizador de turno, corriendo el riesgo de perder su valor evangélico. 

En general, ofreciendo su evangelio a unos pueblos que parecían cultural y políticamente menos desarrollados, la iglesia pensó que les hacía un bien: la conquista se justificaba porque permitía la evangelización (a pesar de los posibles daños que causara). Pero evangélicamente el fin no justifica los medios y una misión vinculada a la conquista resultaba en sí viciada. Es evidente que la conquista y colonización tuvieron raíces y fines no cristianos, de tipo económico y político, en línea de sistema, de manera que se hubieran realizado aunque no fuera por razones de evangelización. Pero de hecho, al promoverse bajo el patronazgo de los reyes de España y Portugal o la complicidad de los poderes coloniales de Inglaterra o Francia, la evangelización quedó muy viciada, de manera que el cristianismo apareció como una religión de poder, propia de la política y la ideología de occidente. 

   Hubo, sin duda, muchos rasgos buenos, misioneros admirables que entregaron su vida a favor de los pobres. Pero, en conjunto, aquella evangelización pudo volverse dictadura sacral ilustrada: los misioneros sabios actuaron como «padrecitos», dispuestos a ayudar bondadosamente a los «pobres» indígenas. Ese gesto pudo ser socialmente valioso, pero muchas veces resultó cristianamente negativo, contrario al signo de Jesús, que no se impuso sobre los demás por su poder más alto, y contrario a los valores y a la dignidad de los pueblos «indígenas», que eran y siguen siendo portadores de una cultura que la iglesia no ha tolerado o respetado totalmente. 

¿Nueva evangelización, más allá del poder?El tiempo de misión desde estructuras de poder ha terminado, de manera que ahora podemos volver a la raíz de la experiencia cristiana. Estamos en un momento bueno para que los portadores del evangelio puedan recuperar la experiencia que está al fondo de los relatos de misión de Jesús (cf. Mt 10 par), cuando nos dicen que envió a sus discípulos sin otro poder que su palabra y el don de su presencia humana (el don de curaciones). Les mando en desnudez radical, sin más poder que el poder de sus personas creyentes, para compartir la vida con aquellos que les acogieran, sin imponerles estructuras, ni dogmas o verdades hechas. 

El evangelio no tiene más autoridad que la nueva de Dios: el mensaje del Reino que se acerca, la vida que se expresa y despliega allí donde los hombres acogen, entregan y comparten su existencia, de un modo gratuito, en comunicación de amor, como nómadas de un tiempo que está lleno de Dios. Esa autoridad nos impulsa a ser y a decir lo que somos, ofreciendo a los demás nuestra experiencia, dialogando con ellos, sin pedirles ni imponerles nada. Desde ese fondo podemos hablar de una nueva voluntad de vida (=poder), pero no en el sentido que Nietzsche dio a esa palabra, sino desde una perspectiva de creatividad múltiple, abierta a la esperanza. Parece que muchos buscamos solamente poder y evasiones: estamos cansados, sin deseo de vivir. Pues bien, en contra de eso, la primera misión del evangelio consiste en hacernos capaces de recuperar la voluntad de vida, en pluralidad y comunión, en inspiración personal y respeto mutuo, de manera que podamos acoger y expandir gratuitamente la vida que hemos recibido. 

   A veces tenemos la impresión de que algunos eclesiásticos cristianos se encuentran agotados, como aplastados por el peso de la vida, de manera que no tienen más que teorías que ofrecer, dogmas hechos, organizaciones exteriores, construcciones. Pues bien, en contra de eso, el evangelio es deseo de vivir y don de vida, es gozo de nacer y de ser hijos de Dios, en amor mutuo.  

Estructuras y organizaciones vienen, si hace falta, en un segundo momento. El evangelio de Jesús es Presencia y deseo de Reino, es inspiración de Dios y comunión, es palabra de gratuidad y comunión, por encima de todos los sistemas sociales y políticos del mundo. Sobre esta base ha de asentarse la misión de la iglesia. 

Evangelio universal y sistema cultural de occidente. Han existido otros tipos de iglesia y cristianismo: uno judío o judeo-cristiano, otro siríaco muy importante hasta el final de la Edad Media, otro copto y etíope… Pero han quedado marginados a lo largo de la historia, de tal forma que sólo han triunfado y se han impuesto dos muy vinculados: el greco-bizantino de oriente y el latino de occidente (dividido después por la Reforma protestante). Prescindimos aquí, en general, del cristianismo ortodoxo-bizantino; dejamos también algo al margen la tradición protestante y nos fijamos, de un modo más estricto, en el cristianismo de la iglesia occidental católica, muy vinculada a la tradición latina y al sistema político y social de la modernidad. 

            Este cristianismo ha corrido el riesgo de asumir los valores y riesgos la cultura occidental, que ha sido muy creadora, pero que puede volverse y se ha vuelto también destructora, como venimos destacando. Desde ese fondo queremos evocar los riesgos y exigencias de ese pacto del cristianismo católico con la cultura de occidente, para indicar después la necesidad de suscitar un nuevo paradigma de iglesia universal. 

Riesgo de un evangelio occidental e intolerancia del sistema. El despliegue del sistema capitalista, que ha desembocado en el neo-liberalismo actual, se ha realizado teóricamente con la oposición oficial de la iglesia católica (que hasta el Vaticano II condenaba los «derechos humanos»), pero, de hecho, en su conjunto el cristianismo ha pactado y sigue pactando con ese sistema intolerante y portador de muerte. En ese sentido, son muchos los que afirman que el cristianismo se cierra en occidente y que su ciclo de expansión e incluso de existencia ha terminado, sea por secularización (están disminuyendo los cristianos explícitos) sea por rechazo de contra las injusticias del sistema (que se convierte en rechazo del mismo cristianismo). 

Esta afirmación debe, sin duda, matizarse. Contra el sistema se vienen oponiendo, desde antiguo, muchos movimientos de inspiración cristiana, cercanos antaño al socialismo y ahora más abiertos a un tipo de humanismo espiritual. En este contexto podemos citar la teología de la liberación y el mismo magisterio social del Papa Juan Pablo II. 

Sin embargo, en su conjunto, las grandes iglesias parecen inmersas en el sistema occidental, vinculado a la filosofía griega, a la organización romana y, de un modo especial, a la política social y económica del mundo occidental. La cuestión resulta compleja y no pueden trazarse soluciones simplistas. Pero es evidente que el sistema ha brotado en un contexto cristiano (alguien diría judeo-cristiano) y que las iglesias no han opuesto la resistencia que hubiera sido deseable, de manera que, al menos en parte, ellas son responsables de su intolerancia y prepotencia. 

    Ciertamente, existe tolerancia externa: Por primera vez en la historia, el sistema de occidente ha proclamado y quiere defender la libertad formal (religiosa, cultural) de todos, oponiéndose a la visión de las sociedades antiguas (donde la religión se entendía como signo de pertenencia social) y a un tipo de marxismo comunista (que creyó que debía oponerse a las religiones para conseguir la verdadera libertad y justicia humana). Esa tolerancia externa del sistema resulta en sí muy positiva, pues ratifica la libertad de conciencia de los hombres. Pero corre el riesgo de convertirse en una trampa: permite el despliegue de lo religioso, pero como sentimiento privado, de manera que el conjunto de la sociedad, aparentemente libre, corre el riesgo de caer bajo la opresión del sistema. Esa libertad religiosa puede convertirse en una estrategia de inmunización: se la deja libre porque no hace daño (para que no haga daño), mientras la vida social actúa y se despliega según otros principios de lucha y competitividad. 

Una iglesia que no sea ya occidental, creatividad cristiana. Buscamos una iglesia o, mejor aún, un conjunto de iglesias dialogantesque no estén vinculadas a los poderes fácticos de nuestra sociedad (que ha tenido valores admirables, pero que de hecho es portadora de violencia y muerte sobre el mundo). Necesitamos iglesias que se abran y que ofrezcan en todas las naciones su signo de evangelio; unas iglesias con identidad, capaces de abrir un surco de evangelio o buena nueva para los nómadas del tiempo, en estas circunstancias difíciles de cambio radical del paradigma humano. 

El surgimiento de tales iglesias no se puede planear (en la línea de los planes políticos o económicos), pues los valores de evangelio no son algo que pueda medirse, programarse y, al fin, evaluarse con métodos de ciencia. La expansión de la iglesia no se mide en números, ni se valora por el capital de sus organizaciones, sino al contrario: donde la organización crece y triunfa puede desparecer y destruirse la iglesia de Jesús. Apelamos, según eso, a una creatividad cristiana, que sólo puede interpretarse en términos de Espíritu Santo, es decir, de multiplicidad de vida, riqueza de dones y encuentro gratuito entre los hombres. 

   En este contexto resulta secundario (y en el fondo ya obsoleto) el sistema latino de la iglesia occidental y la administración de Curia Vaticana que quiere imponer en todas partes un mismo modelo de jerarquía y pensamiento unificado. La nueva misión del evangelio ya no podrá llamarse occidental ni oriental (aunque en cada pueblo o cultura reciba sus rasgos). Esa misión será simplemente evangélica: brotará de la experiencia de la gracia de Jesús y se expresará en términos de diálogo de amor, sin más condiciones ni tareas que el puro amor gratuito. 

   Hemos vivido por siglos en una situación de evangelio “custodiado”, bajo la protección de jerarcas y patronos encargados de decirnos lo que debíamos que hacer, de manera que la pobre y simple gente no ha tenido capacidad de pensar y vivir el evangelio como algo propio, sin pedir permisos a nadie para hacerlo. En ese contexto, el ser cristiano era un signo de sometimiento, pero no de sometimiento creador al Dios de la libertad, sino de sumisión a unos esquemas eclesiales. 

   Pues bien, hoy podemos encontrarnos ante un tiempo privilegiado de surgimiento eclesial, en clave de evangelio. La caída de formas y estructuras anteriores nos permite abrir el mensaje de Jesús en todas direcciones, de manera que los creyentes de cada cultura y lugar lo puedan expresar como ellos quieran, creando su propia iglesia, en diálogo con los cristianos de otras iglesias y culturas. Se había dicho que la religión se está acabando, pero eso resulta muy dudoso: lo que cae y acaba es un tipo de religión dirigida y marcada desde fuera, por los dirigentes de las grandes estructuras eclesiales, que siguen trazando sus planes, pensando que cumplen una función imprescindible, sin darse cuenta de que han perdido el contacto con la realidad, de manera sus instituciones se encuentran vacías. 

   Esta es, sin duda, una situación de gran riesgo, pues son muchos los hombres y mujeres que parecen abandonados a su propia búsqueda, sin la ayuda de instituciones avaladas por la experiencia de siglos. Pero esta es, al mismo tiempo, es una situación llena de posibilidades creadoras, siempre que dejemos que el Espíritu del evangelio actúe (nos inspire), vinculándonos en comunión unos con otros. Ciertamente, el tiempo es difícil para miles y millones de personas ricas de las nuevas generaciones de occidente, que se encuentran perplejas ante la serie casi infinita de ofertas que presentan los medios de comunicación, las facilidades del sistema. Es tiempo todavía más difícil para millones y miles de millones de personas pobres, incapaces de introducirse de manera creadora en el nuevo orden social, por marginación, pobreza o falta de posibilidades. Pero este puede y debe ser un tiempo bueno para el conjunto de los hombres y mujeres de la tierra desde el evangelio. 

   En este contexto es necesario que la iglesia vuelva a lo esencial, a la Presencia del Espíritu de Dios (Inspiración) y a la experiencia del encuentro inmediato entre creyentes, en gesto de comunicación gozosa, sin exclusivismo sectarios, ni condenaciones de ninguna especie. La iglesia está formada por ese mismo encuentro directo de los hombres y mujeres que se sienten vinculados por Jesús y que recrean, desde ellos mismos, sin jerarquías exteriores, los signos fundamentales del evangelio: el bautismo como nuevo nacimiento, la eucaristía como unión mesiánica con Cristo en la comida compartida. 

              Ante esta urgencia y riqueza de creatividad, resultan secundarios los signos más externos de la iglesia occidental: un tipo de estructuras jerárquicas fijadas de antemano, unos dogmas formulados en clave helenista, un tipo de poder social… Sólo habrá iglesia si podemos volver a la experiencia de Jesús, para recuperar desde ella la gran riqueza de los valores mesiánicos (carismas) y la experiencia de una comunicación personal, de una experiencia de la vida compartida. Eso significa que debemos encontrar o inventar la nueva forma de vinculación cristiana, que no esté la marcada por la jerarquía sacral, la filosofía dogmática y la política imperialista de occidente. 

            Ciertamente, será necesario que vayamos desmontando muchos elementos de nuestra iglesia tradicional. Pero lo que importa no es desmontar en sí, sino recrear el mensaje del evangelio, desde la experiencia de las propias comunidades de discípulos de Jesús, reunidos en diversos lugares del mundo. La iglesia real es la formada por cada comunidad de seguidores que se reúnen en amor, recordando a Jesús y contando de nuevo sus palabras. Pero cada iglesia debe mantenerse en comunión con todas las restantes iglesias, en esperanza de resurrección. 

Comunicación racional, comunión religiosa: nómadas del tiempo. El centro del cristianismo es una experiencia de encarnación: Dios mismo se ha introducido por Jesús en el despliegue de la vida y en la carne de la historia, de manera que su Realidad se hace Presencia fuerte en la frágil realidad de los nómadas del tiempo, que somos los hombres. El Dios a quien los filósofos llaman Inmortal asume así la peregrinación de los mortales, indicando de esa forma que la muerte es una experiencia pascual, lugar privilegiado del despliegue compartido de la Vida. 

            Por eso, el centro de identidad cristiana no es la expectación mesiánica des futuro (como supone cierto judaísmo), ni la experiencia de una soberanía absoluta del Dios siempre trascendente (como añade cierto Islam), sino la marcha o peregrinación de los hombres, enriquecidos por los dones de Dios, que no son puros nómadas perdidos en un tiempo de muerte (que nunca alcanza plenitud), sino presencia encarnada de Dios que se hace tiempo para que en él podamos caminar los hombres. Según eso, la Historia de Dios es nuestra historia y su Camino viene a revelarse como el nuestro. Desde este fondo queremos expresar los riesgos y valores de la comunicación racional y de la comunión religiosa, vistas como caras de una misma identidad humana. 

 B Las razones de la iglesia, una iglesia más allá de las razones. La comunidad cristiana es heredera del camino israelita, asumido y universalizado por Jesús, desde su opción a favor de los pobres y excluidos y desde la experiencia pascual de sus primeros seguidores. Entendida así, ella es vivero del Espíritu, un camino o mapa escatológico que marca unas direcciones o mojones en línea de Reino. Muchos de los discípulos de Jesús pensaron, en un primer momento, que el tiempo de su travesía mesiánica sería cronológicamente muy breve. Pero luego, por la misma tensión de la historia (por el “retraso” de la parusía), fueron advirtiendo que esa «brevedad» escatológica debía interpretarse en otra perspectiva y así se dispusieron para recorrer un camino más largo. 

De esa manera, para instalarse nuevamente en el tiempo, desde el mismo fondo de su experiencia escatológica, la iglesia ha debido pactar y ha pactado con los grandes poderes históricos, especialmente con la sacralidad judía, el pensamiento griego y el orden romano, construyendo un edificio admirable de racionalidad human (sagrada, conceptual y jurídica) en línea de sistema. Ese pacto resultaba necesario y debemos aceptarlo con admiración, pues nos ha permitido ser lo que somos; pero ahora, concluido un ciclo cultural y eclesial que ha estado definido por instituciones y estructuras sociales de occidente (buenas, pero muy parciales y peligrosas en línea de sistema), debemos volver al origen, para recuperar y recrear desde nuestro tiempo la radicalidad escatológica del evangelio. Aquel pacto había sido necesario, pero hemos corrido el riesgo de confundir lo esencial del evangelio con lo accidental de unas estructuras cambiantes de la historia de occidente. 

   La iglesia ha desarrollado muchas «razones» buenas, viniendo a presentarse como institución bien organizada, en sentido sacral, social y espiritual. Pero, en otras circunstancias, acabado un ciclo histórico, casi todas aquellas razones han perdido su sentido y no responden más a las preguntas que plantean hoy los hombres, ni reflejan la tensión del evangelio. Ahora, cambiadas las preguntas e inútiles muchas razones y respuestas que antaño nos parecieron pertinentes, tenemos que volver a la radicalidad del evangelio de la gracia. 

Signo y presencia de gracia, superar el sistema político-económico de poder. No se trata de negar el pasado de la iglesia, pues de su seno nacimos y en él nos hallamos insertos, sino de recrearlo desde nuestra fidelidad al evangelio. Venimos de una historia de glorias y errores, de grandeza y pequeñeces, que han servido de cauce al evangelio y así debemos admitirlo, a no ser que queramos negarnos a nosotros mismos. Sólo se asume de verdad la historia al superarla, no para convertirla en objeto de museo (una curiosidad que miramos desde fuera), sino para recrear de otra manera lo que ella había creado, a partir del evangelio. 

Recrear la historia significa estar dispuestos a reconocer lo pasado, sin querer eternizarlo. No podemos entrar en el futuro con el lastre de aquello que ya ha terminado, manteniendo las instituciones sin cambiarlas. No podemos exportar a los demás lugares de la tierra nuestra iglesia occidental, con su filosofía y su derecho, su organización y sus estilos de liturgia, pues con ello confundimos la esencia con las formas exteriores, la comunión con una imposición social, el agua de la vida y el pan del alimento compartido de Jesús con una ceremonia externa, la libertad creadora del Reino con la uniformidad de unas instituciones pasajeras y parciales. 

   No podemos exportar nuestra iglesia, ni imponerla en otros tiempos y lugares, pues son ellos, los hombres de esos tiempos y lugares, quienes han de hacerlo. Pero podemos y debemos ofrecer a las próximas generaciones (y a todos los pueblos de la tierra) nuestra experiencia original de gracia, que se funda en el mensaje-vida de Jesús, que cada pueblo debe acoger de una manera libre, creadora. Sólo así podemos superar los riesgos del sistema, que pretende imponer su fuerza en todas partes, no por simple estrategia, sino por exigencia de nuestra identidad cristiana, asumiendo de nuevo la experiencia del éxodo israelita y la gracia salvadora de la muerte de Jesús, que es Presencia de Dios en nuestra historia. Salir y morir para vivir, desde el poder de Vida que es Dios: esa es la vocación del evangelio. 

   Para nosotros, privilegiados de la cultura occidental, es fácil criticar el sistema, pero aprovechando sus ventajas; es fácil condenarlo, pero estando dentro. Lo importante y difícil es salir, como hicieron los israelitas de Egipto, lo importante es dejarse matar como Jesús, no por negatividad, ni por simple inconsciencia o «amor al destino», sino por confianza en el Dios de la gracia. Pues bien, estoy convencido de que ha llegado para la iglesia cristiana la hora de la ruptura, la hora de abandonar un sistema de seguridades racionales, para confiar de manera radical en la Presencia radical del Dios de Jesús, en la cons-piración dialogal de su Espíritu. Sólo así podremos ser de verdad los nómadas creadores del evangelio, recreados por el amor de Dios (su propio ser) en el tiempo de la pascua. 

Conclusión. Portadores de la travesía cristiana. Al final de este recorrido teórico queda abierto el tema práctico de quienes pueden ser los pro-motores de esta navegación monoteísta a través del tiempo de Dios (que es el tiempo humano). Este no ha sido un simple periplo, en que al final volvemos al principio (como Ulises), ni un crucero de placer, que nos permite ver islas y costas desde un barco de lujo resguardado. Nosotros mismos somos barco y pasajeros de esa travesía en que vivimos y nos realizamos (o morimos); sólo en ella podemos existir y así queremos que sea creadora y tolerante, capaz de ofrecer también a otros, en este fuerte tiempo de paroxismo y crisis del sistema, unos espacios de diálogo, en respeto mutuo y tolerancia gozosa, contagiosa. 

            Ya no queremos convertir a los «infieles», ni extender las instituciones actuales de la iglesia sobre el orbe de la tierra (como si tuviéramos respuesta para todos los problemas), sino ofrecer el testimonio del Reino, con una palabra narrativa y no demostrativa, con un ejemplo de solidaridad fraterna y fiesta pascual, que nos reúne en forma de comunión a los diversos grupos de cristianos. Queremos ofrecer el gran tesoro de Jesús y hemos de hacerlo de manera humilde y generosa, pues tesoro que se impone acaba siendo obligación y verdad que se demuestra se vuelve banalidad o dictadura mediática. En este contexto podemos y debemos ofrecer un testimonio misionero activo, asumiendo, sin duda, las estructuras del orden eclesial, pero desbordándolas de forma generosa. 

 Riesgo de un cristianismo dirigido. Misión desde el sistema. En estos últimos decenios ha culminado en la iglesia católica un proceso en el que destacaban, como venimos indicando, los rasgos de organización sacral y verdad ontológica. Ciertamente, ella ha ofrecido valores excelente, de manera que ha podido presentarse como «Madre y Maestra» de la humanidad. Pues bien, esos mismos valores se han vuelto ahora un riesgo: ella se ha extendido por el mundo como si tuviera las respuestas ya sabidas, como si pudiera organizar y dar lecciones a los hombres y mujeres de todas las culturas, imponiendo en el conjunto de la tierra una misma moral y liturgia, una teología y organización clerical, que deriva de la tradición latina más que de la experiencia del evangelio. Pero el tiempo de esas buenas lecciones ha pasado. 

Ciertamente, la iglesia ha realizado con estas estructuras ya pasadas una labor admirable de globalización, de manera que ha podido decirse que ha sido el primer sistema mundial, en plano de derecho y administración sagrada. Pero ese mismo triunfo en línea de sistema se ha vuelto una gran debilidad: la iglesia ha corrido el riesgo de entender la unidad como uniformidad, la comunión en Cristo como imposición sagrada, como una dictadura donde todo se impone desde arriba, sin que los individuos y las comunidades puedan expresar el evangelio de manera creadora, a partir de sus propias opciones culturales y sociales. 

   Estoy convencido de que el tiempo del buen sistema clerical, donde se dictan y resuelven los problemas desde un centro que pretende hallarse en comunicación directa con el Espíritu de Cristo, ha terminado, no porque fuera falso, sino porque ha tocado fondo y su cauce de agua se halla seco. Ese sistema no sirve ya para animar y organizar la travesía de esos nómadas del tiempo que somos los humanos. Ciertamente, pervivirá por una etapa, quizá de decenios (¿de siglos?), pero sin sabia interior y sin agua verdadera. La corriente del evangelio discurre por otros cauces de libertad y comunicación, de diversidad y diálogo en los que todos se sientan y sepan creadores. 

 B Camino católico, comunión de nómadas del tiempo. Lo que importa no es la pura tolerancia externa, pues ella puede nacer de la falta de interés o creatividad (como la paz de un cementerio) o volverse al fin intolerante, pues abandona a cada uno de los miembros del grupo en manos de sus posibles carencias o necesidades. Una tolerancia sin solidaridad y comunicación personal acaba siendo experiencia de muerte. Por eso, lo que importa de verdad es la capacidad creadora de vida: que los hombres y mujeres puedan descubrirse enriquecidos por el don de Dios (por su Presencia), de manera que lo expandan y compartan, abriendo un camino de humanidad, en este tiempo amenazado por la muerte. 

El viejo paradigma de un cristianismo sacral, bien centrado en su verdad dogmática y dirigido por una jerarquía que se presentaba como signo del Cristo de la gloria ha sido hermoso, pero ha terminado. Por eso, la estructura actual de la iglesia católica, que culmina en la pirámide de la jerarquía, no parece la más adecuada para expresar la experiencia de Jesús y expandir una forma de vida en comunión y tolerancia. No es que esa haya sido falsa o que carezca de valores. Lo que pasa es que parece que ha perdido la capacidad de anunciar el Reino de Jesús, desde la nueva situación de la historia. Ella puede y debe seguir realizando su función por un tiempo, pero las aguas de la vida y del evangelio van por otros cauces. Por eso resultan necesarios y están surgiendo (quizá han surgido ya), unos nuevos paradigmas de comunicación y fe cristiana. 

    No se trata de un pequeño cambio en la burocracia del sistema, de reemplazar los posibles malos funcionarios por otros mejores o de anunciar un tercer Concilio Vaticano, sino de algo mucho más hondo, de una ruptura interior, por desbordamiento de vida, pues las mismas «ovejas», que parecían incapaces de encontrar por sí mismas el camino, han conocido al Pastor Jesús y dialogan con él de un modo personal, como amigo con amigo (cf. Jn 10, 14; 15, 15), encontrando así el camino. El paradójico rebaño de los nómadas del tiempo se ha vuelto comunión de personas libres, capaces de dialogar, abriendo su diálogo de amor todos los restantes «rebaños» u ovejas de la historia. 

   No se trata, por tanto, de trazar nuevas instituciones, que el tiempo borrará muy pronto, para que los nómadas del tiempo vuelen juntos, sino de dejar que ellos mismos vayan trazando sus propias conexiones, que no serán ya genes de un genoma, ni redes de un sistema, sino palabras de comunión en la que unos transmiten a otros la vida, desbordando los diques de la muerte. Sólo así podrán surgir instituciones que sean testimonio de la creatividad cristiana, portadoras de diálogo en tolerancia, de creatividad en comunión, en un camino donde todos puedan dialogar con todos, superando las mediaciones impositivas de un sistema de jerárquicas establecidas. 

   Todos los cristianos pueden y deben descubrirse portadores de la misma Vida de en Cristo, ministros mesiánicos del Espíritu de Dios. No podemos fijar de antemano las formas de la nueva institución eclesial de los peregrinos cristianos del tiempo, pero sabemos que ellas deben ser recreadas desde el cimiento de la Pascua de Jesús, de forma que ellas mismas sean signo y presencia de una gracia abierta a todos los hombres, en esperanza de resurrección. 

             Estos son los momentos fundamentales de mi diagnóstico cristiano, desde la perspectiva del monoteísmo, en diálogo con el evangelio y los signos de este tiempo de amenaza de sistema y de esperanza de Reino en que vivimos. Este ha sido un diagnóstico de sombras y luces, pero pienso que dominan las luces de esperanza.             

En un determinado nivel, ha triunfado una iglesia que tiende a edificarse a sí misma en forma de sistema, pero su mismo triunfo constituye su derrota, pues allí donde el sistema parece más perfecto resulta más grande su riesgo y su ruina más cercana. Son muchos los que piensan que la iglesia-sistema se ha vuelto intolerante o vacía, como una superestructura organizativa ideológica que administra unos bienes espirituales que han perdido su sentido. Pero en el fondo de esa estructura, como poder que transforma y llena esa vacío, puede y debe revelarse el Espíritu de Cristo, en conspiración plural de Vida. 

Pues bien, más allá de esa iglesia-sistema, que corre el riesgo de volverse prostituta de los poderes del mundo (como ya sabía la tradición cristiana antigua), se eleva y triunfa una iglesia que es libre en Jesús, una iglesia que se funda en la gracia pascual y se expresa en forma de gozo creador y comunicación gratuita, abierta a todos los hombres y mujeres de la tierra. Esta es la iglesia donde los nómadas del tiempo pueden convertirse en liberados en el tiempo, compañeros y amigos, pues no tienen miedo de morir en el camino (pues su camino es ya pascua). 

DOMUND 2021

  – «Lo que hemos visto y oído, no lo podemos callar» (Hechos 4,20) 

Con pleno respeto a la persona humana, a sus creencias y sensibilidades, nosotros los cristianos debemos afirmar con sencillez nuestra fe en Cristo, único salvador del hombre, porque: «lo que hemos visto y oído, no lo podemos callar» (Hechos 4, 20) 

El don de la fe proviene de lo Alto, sin mérito por nuestra parte. Por eso, decimos con san Pablo: «No me avergüenzo del Evangelio, que es una fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree» (Rom 1, 16). Los mártires cristianos de todas las épocas —también los de la nuestra— han dado y siguen dando la vida por testimoniar ante todos los seres humanos esta fe, convencidos de que cada hombre y mujer tiene necesidad de Jesucristo, que ha vencido el pecado y la muerte, y nos ha reconciliado con Dios. 

La Iglesia ofrece a los hombres y mujeres del mundo el Evangelio, él cual responde a las exigencias y aspiraciones del corazón humano y que es siempre “Buena Nueva”. La Iglesia no puede dejar de proclamar que Jesús, vi no a revelar el rostro de Dios y alcanzar, mediante la cruz y la resurrección, la salvación para todos los hombres y mujeres que abrieran el corazón a su amor. 

Ala pregunta ¿Para qué la misión? respondemos con la fe y la esperanza de la Iglesia: abrirse al amor de Dioses la verdadera liberación. En él, sólo en él, somos liberados de toda forma de alienación y extravio, de la esclavitud del poder del pecado y de la muerte. Cristo es verdaderamente «nuestra paz» (Ef 2, 14), y «el amor de Cristo nos apremia» (2 Cor 5, 14), dando sentido y alegría a nuestra vida. La misión es un asunto de fe: la misión es el indicador de nuestra fe en Cristo y de cuanto reconocemos su amor por nosotros. 

La tentación actual es la de reducir el cristianismo a una sabiduría meramente humana, casi como una ciencia del vivir bien. En un mundo fuertemente secularizado, se ha dado una «gradual secularización de la salvación», debido a lo cual se lucha ciertamente en favor del ser humano, pero de un ser humano a medias, reducido a la mera dimensión horizontal, En cambio, nosotros sabemos que Jesús vino a traer la salvación integral, que abarca al ser humano entero, abriéndole a los admirables horizontes de la filiación divina. 

¿Por qué la misión? Porque a nosotros, como a san Pablo, «se nos ha concedido la gracia de anunciar a todos los pueblos Las inescrutables riquezas de Cristo» (Ef 3, 8). La novedad de vida en él es la «Buena Nueva» para el hombre y mujer de todo tiempo: a ella han sido llamados y destinados todos los hombres y mujeres. De hecho, todos La buscan, aunque a veces de manera confusa, y tienen el derecho a conocer el valor de este don y la posibilidad de alcanzarlo. La Iglesia y, en ella, todo cristiano, no puede esconder ni conservar para sí esta novedad y riqueza, recibidas de la divina bondad para ser comunicadas a todos los hombres y mujeres. 

He ahí por qué La misión, pues además de provenir del mandato formal del Señor, deriva de la exigencia profunda de La vida de Dios en nosotros. Quienes hemos sido incorporados a La Iglesia hemos de considerarnos privilegiados y, por ello, mayormente comprometidos en testimoniar La fe y la vida cristiana como servido a los hermanos y hermanas y respuesta debida a Dios. 

P. Jafet Peytrequín, Dir. Nacional OMP-Costa Rica 

Con pleno respeto a la persona humana, a sus creencias y sensibilidades, nosotros los cristianos debemos afirmar con sencillez nuestra fe en Cristo, único salvador del hombre, porque: «lo que hemos visto y oído, no lo podemos callar» (Hechos 4, 20) 

El don de la fe proviene de lo Alto, sin mérito por nuestra parte. Por eso, decimos con san Pablo: «No me avergüenzo del Evangelio, que es una fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree» (Rom 1, 16). Los mártires cristianos de todas las épocas —también los de la nuestra— han dado y siguen dando la vida por testimoniar ante todos los seres humanos esta fe, convencidos de que cada hombre y mujer tiene necesidad de Jesucristo, que ha vencido el pecado y la muerte, y nos ha reconciliado con Dios. 

La Iglesia ofrece a los hombres y mujeres del mundo el Evangelio, él cual responde a las exigencias y aspiraciones del corazón humano y que es siempre “Buena Nueva”. La Iglesia no puede dejar de proclamar que Jesús, vi no a revelar el rostro de Dios y alcanzar, mediante la cruz y la resurrección, la salvación para todos los hombres y mujeres que abrieran el corazón a su amor. 

Ala pregunta ¿Para qué la misión? respondemos con la fe y la esperanza de la Iglesia: abrirse al amor de Dioses la verdadera liberación. En él, sólo en él, somos liberados de toda forma de alienación y extravio, de la esclavitud del poder del pecado y de la muerte. Cristo es verdaderamente «nuestra paz» (Ef 2, 14), y «el amor de Cristo nos apremia» (2 Cor 5, 14), dando sentido y alegría a nuestra vida. La misión es un asunto de fe: la misión es el indicador de nuestra fe en Cristo y de cuanto reconocemos su amor por nosotros. 

La tentación actual es la de reducir el cristianismo a una sabiduría meramente humana, casi como una ciencia del vivir bien. En un mundo fuertemente secularizado, se ha dado una «gradual secularización de la salvación», debido a lo cual se lucha ciertamente en favor del ser humano, pero de un ser humano a medias, reducido a la mera dimensión horizontal, En cambio, nosotros sabemos que Jesús vino a traer la salvación integral, que abarca al ser humano entero, abriéndole a los admirables horizontes de la filiación divina. 

¿Por qué la misión? Porque a nosotros, como a san Pablo, «se nos ha concedido la gracia de anunciar a todos los pueblos Las inescrutables riquezas de Cristo» (Ef 3, 8). La novedad de vida en él es la «Buena Nueva» para el hombre y mujer de todo tiempo: a ella han sido llamados y destinados todos los hombres y mujeres. De hecho, todos La buscan, aunque a veces de manera confusa, y tienen el derecho a conocer el valor de este don y la posibilidad de alcanzarlo. La Iglesia y, en ella, todo cristiano, no puede esconder ni conservar para sí esta novedad y riqueza, recibidas de la divina bondad para ser comunicadas a todos los hombres y mujeres. 

He ahí por qué La misión, pues además de provenir del mandato formal del Señor, deriva de la exigencia profunda de La vida de Dios en nosotros. Quienes hemos sido incorporados a La Iglesia hemos de considerarnos privilegiados y, por ello, mayormente comprometidos en testimoniar La fe y la vida cristiana como servido a los hermanos y hermanas y respuesta debida a Dios. 

P. Jafet Peytrequín, Dir. Nacional OMP-Costa Rica 

Buena Noticia del Dgo 29º-B

La Misión: servir y dar la vida

Lectura del evangelio según san Marcos (10,35-45):

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron: «Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir.»Les preguntó: «¿Qué queréis que haga por vosotros?»Contestaron: «Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda.»Jesús replicó: «No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?»Contestaron: «Lo somos.»Jesús les dijo: «El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; está ya reservado.»Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan. Jesús, reuniéndolos, les dijo: «Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Vosotros, nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos.»

Actualización del mensaje:

Hoy es el dia del DOMUND, el Domingo Mundial de las Misiones.
La Misión de la Iglesia no es otra que la de Jesús, que no vino a ser servido, sino a servir y a entregar su vida.
Nosotros solemos tener las mismas tentaciones de los discípulos: buscamos el poder, el prestigio y el dominio sobre los demás.
Hoy se nos dice cómo tenemos que ser discípulos, o sea, misioneros:
Se trata de servir como Jesús y a través de nuestro servicio cristiano, las personas lleguen a comprender vivencialmente que Dios es un Padre, que de El no recibimos más que amor y que su voluntad es que seamos felices, viviendo la fraternidad y amándonos unos a otros.

-Cómo fue el servicio de Jesús a los pobres?

¿Cómo vivimos hoy este servicio y entrega a los demás?

-Cómo realizar hoy nuestra vocación misionera?

Un instrumento de paz

Señor, haz de mi un instrumento de tu paz
que donde haya odio, ponga yo amor.

Donde haya ofensas, ponga yo perdón.
Donde haya discordia, ponga yo unión.

Donde haya error, ponga yo verdad.
Donde haya duda, que yo ponga fe.

Donde haya desesperación,
que yo ponga esperanza.
Donde haya tinieblas, que yo ponga luz

Donde haya tristeza, que yo ponga alegría.
Haz que no busque tanto
ser consolado como consolar;
ser comprendido como comprender;
ser amado como amar.

Porque dando es como se recibe,
olvidándose de sí mismo
es como uno se encuentra a sí mismo.

Perdonando
es como se obtiene perdón.
Muriendo
es como se resucita para la vida eterna.

San Francisco de Asís