Carta pastoral del Arzobispo de San Salvador

Iglesia en El Salvador pide ‘misión permanente’ a ejemplo de san Óscar Romero

El arzobispo de San Salvador, José Luis Escobar Alas, ha publicado una Carta Pastoral para animar a esa Iglesia particular

arzobispo de San Salvador

En su más reciente Carta Pastoral dirigida a la arquidiócesis de San Salvador, su arzobispo José Luis Escobar Alas hizo un llamado a estar en ‘misión permanente’ y seguir el ejemplo de san Óscar Romero y del obispo Arturo Rivera.


Escobar Alas se dirige en su VI Carta Pastoral -de 267 páginas- a los fieles de esa Iglesia particular, así como a sacerdotes, religiosos, seminaristas, religiosas y hombres y mujeres de buena voluntad.

El texto tiene el objetivo es animar a emprender la misión permanente, entendida como un trabajo arquidiocesano organizado y sincronizado, en el que todos se involucren de manera permanente.

“Una misión de esta envergadura no es sencilla; pero sí, es nuestra obligación, porque es el mandato de Cristo, el que, configurando a su Iglesia a su imagen y semejanza, hace de la misión un rasgo constitutivo; más aún, medular, tal y como lo explica el Concilio Vaticano II: La actividad misionera fluye de la misma naturaleza íntima de la Iglesia”, refiere.

Misión que promueva el encuentro con Cristo

La Carta Pastoral está dividida en tres partes: ‘En tierra de misión’, dedicada a conocer el desarrollo de la misión; ‘No podemos dejar de hablar’, en la que se juzga la misión desde la Palabra, la tradición y el magisterio, y ‘¡A la Misión Permanente!’, en la que se propone la forma de realizar la misión con fundamento en la Palabra y Magisterio de la Iglesia.

En resumen -explicó el arzobispo Escobar- “la misión debe ocupar el lugar central de nuestras parroquias y, consecuentemente de nuestras vidas. Como cristianos y cristianas somos enviados al anuncio de la Buena Nueva desde nuestro bautismo”.

También recordó que la misión debe promover el encuentro personal con Cristo en la oración, en la Eucaristía, y en la práctica de los Sacramentos; “una misión que vele por una correcta formación, bíblica, catequética, espiritual y si se puede, teológica. Y, por supuesto promover y animar a todos nuestros hermanos laicos a tomar parte activa en la misión permanente de las parroquias, de la diócesis; e incluso, en la misión ad gentes”.

Ideologías que penetran y golpean a la población

En la carta pastoral, el arzobispo hace recuento de los modelos misioneros de san Francisco de Asís, de san Francisco Javier y santa Teresa del Niño Jesús; en particular del Magisterio y legado de la Iglesia salvadoreña.

En ese sentido, refirió que, ante el ambiente de persecución, san Romero pidió al pueblo convertirse en misionero o evangelizador de obra y palabra, porque frente a su potencial evangelizador, la radio no era necesaria.

“Cuánta razón tenía monseñor Romero. Ni Jesús ni los primeros cristianos tuvieron radio ni canales de televisión, ni Twitter, ni Facebook, ni WhatsApp ni Instagram ni TikTok. Solo tuvieron su voz y su testimonio de vida; y llegaron a más regiones de las que podemos imaginar“, añadió el arzobispo.

Al referirse al obispo Arturo Rivera -dijo- éste vivió una de las coyunturas más dolorosas del pueblo salvadoreño: la guerra civil, y la tendencia en aumento, a imitar los patrones negativos de Europa, “imponiendo un perjudicial antropocentrismo que, sacando a Dios de sus vidas, hacía del mundo un lugar de desencuentro con Dios”.

La realidad salvadoreña -puntualizó el arzobispo- no ha cambiado mucho. “Las ideologías aún penetran y golpean a nuestra población; incluso en el seno familiar. Los medios de comunicación pululan con más fuerza en los hogares, a la televisión se han agregado los celulares, tabletas, computadoras, y más herramientas tecnológicas, que en realidad no son medios de comunicación sino de masificación; usualmente, hacen de las personas meros receptores sin sentido crítico“.

Centroamérica, 1986

por Ángel García Forcada 

  

En el verano de 1986, siendo un joven estudiante jesuita, visité durante tres meses Centroamérica (Honduras y unos pocos días en El Salvador). Siendo ya médico, además de las tareas parroquiales en una zona rural, atendía pacientes por las mañanas en un dispensario del Gobierno que contaba con el apoyo de una ONG británica y el párroco de la localidad, un jesuita que también era médico.


En mi consulta descubrí todo un espectro de sufrimiento humano que apenas había conocido en mi país de origen: enfermedades infecciosas como la tuberculosis, que en aquellos días no era tan frecuente en España (más tarde, con la pandemia de SIDA, la situación cambió); infecciones por hongos que yo apenas sabía existían; fiebre reumática (una enfermedad del corazón y las articulaciones) que no he vuelto a ver en mi práctica clínica; mordeduras de serpiente; desgarros después del parto en las casas, que no podíamos reparar y derivábamos al hospital; y, sobre todo, las consecuencias terribles de la miseria: la malnutrición infantil con sus diversas manifestaciones clínicas, hasta el mortal marasmo, forma extrema de desnutrición que resulta casi irreversible. Vi morir no pocos niños en aquellos breves meses.

Ya lo vivió Romero

Encontré las situaciones vitales que describe en sus escritos monseñor Romero, el santo salvadoreño: “Campesinos sin tierra ni trabajo estable, sin agua ni luz en sus pobres viviendas, sin asistencia sanitaria cuando sus mujeres dan a luz y sin escuelas cuando sus hijos llegan a la edad escolar… Habitantes de tugurios cuya miseria supera toda imaginación, y sufriendo el insulto de las mansiones cercanas”.

Allí descubrí muchas cosas que me han enriquecido y acompañado hasta hoy. Por ejemplo, que mi vocación en la vida era la medicina, no el sacerdocio. Yo quería servir a mis semejantes como médico, no mediante la pertenencia a una orden religiosa. Me admiró la dignidad con la que la mayoría de la población llevaba adelante unas vidas que me parecían duras, con condiciones de vida precarias, que se tambaleaban por completo cuando acontecía la enfermedad. Vi de cerca la violencia política que asolaba Centroamérica en esos tiempos y que, unos años más tarde, se convirtió en violencia social, peor si cabe. Pero también viví la esperanza de un continente, expresada en una religiosidad de gran riqueza y tradición, en el compromiso de muchos por una sociedad más justa, hasta el sacrificio de la propia vida.

Tras su rastro

Una de las figuras que encontré –amén de otras muchas personas, en el mundo religioso y fuera de él– fue el ya mencionado monseñor Romero, arzobispo de San Salvador, que había sido asesinado unos años antes de mi visita, el 24 de marzo de 1980. Visité su mausoleo y hablé con personas que le conocieron y trataron, leí libros sobre él, escuché sus homilías. Su testimonio y sus palabras, su compromiso con el pueblo del que fue pastor y por el que entregó su vida, su fe en el Dios de Jesús, me han ayudado e inspirado durante toda mi vida, sobre todo en momentos de dificultad.

Aquellos meses de Centroamérica me fundamentaron como médico y como persona, aunque no fueron nada fáciles: estuve en contacto directo con más sufrimiento humano del que hubiese deseado, y que solo conocía de oídas, a través las imágenes de los periódicos y la televisión. Creo que gran parte de lo que soy y de lo que mi vida ha sido hasta ahora lo debo a aquella visita; puedo afirmar que, en mi caso, Honduras fue un lugar de liberación, una tierra de encuentro con Dios. Por eso me entristece tanto ver en lo que los actuales gobernantes han convertido a la región, después de unos tiempos en que pareció que un mundo mejor era posible para sus habitantes.

Recen por los enfermos y por quienes les cuidamos

La Buena Noticia del Dgo de Ramos-A

¡Bendito el que viene en nombre del Señor!

Mt 21, 1-11

Verdaderamente este hombre era inocente

Jesús se entrega por todos                                                                                       

Ante la pasión de Jesús no podemos ser meros espectadores o un auditorio pasivo.

Dios sufre con nosotros                                                                                         

Ante millones de personas que mueren de hambre, que son refugiados o desaparecidos, nos preguntamos:

¿Dónde está Dios? ¿Qué dice Dios ante el sufrimiento?

Si queremos conocer la respuesta de Dios al sufrimiento, la tenemos que descubrir en el rostro de un crucificado que ha muerto tras un misterioso grito lanzado al cielo, pero no contra el cielo.                                                                                               

Ahora el dolor ya no es un signo de la ausencia de Dios. Donde parece que no hay Dios o que ha desaparecido, es donde está más cercano que nunca. La respuesta de Dios al sufrimiento humano se halla en su cruz y en nuestra cruz de cada día.

Testigos de la Palabra

Lugar del asesinato de Rutilio Grande y compañeros mártires en el camino hacia El Paisnal.

Siempre lleno de flores y de palmas, signo de la victoria que han alcanzado…

Lo que Mons. Romero dijo de Rutilio:

Su muerte es una inspiración de amor

«El amor verdadero es el que trae Rutilio Grande en su muerte con dos campesinos de la mano. Así ama la Iglesia, muere con ellos y con ellos se presenta a la trascendencia del cielo. Los ama y es significativo que mientras el Padre Grande caminaba hacia su pueblo a llevar el mensaje de la Misa y de la Salvación, allí fue donde cayó acribillado. Un sacerdote con sus campesinos, camino a su pueblo para identificarse con ellos, para vivir con ellos, no una inspiración revolucionaria, sino una inspiración de amor» (14 de marzo de 1977)

Las homilías de Rutilio

Una voz que grita en el desierto

  1. La predicación de la Palabra de Dios

 En esta toma de conciencia jugó un papael muy importante la lectura de la Biblia y la predicación de perswonas como Rutilio Grande. ¿Qué produjo entonces la predicación de aquel tiempo, en la década de los 70? No precisamente personas piadosas y expertas en Biblia. Lo que produjo fueron personas adultas, con espíritu, que se organizaron para luchar por la vida, para hacer realidad la buena noticia de la liberación.

Muchos han presentado a Rutilio como el precursor de Romero. Y es cierto. En buena medida Rutilio Grande preparó el camino a Mons. Romero.

Si comparamos las homilías de Rutilio Grande con las de Mons. Romero, sin lugar a dudas podemos percibir que en las primeras ya hay algo de lo que después contendrán de manera magistral las homilías de Romero.

Ahora queremos mostrar qué es lo que tienen las homilías de Rutilio Grande que las hacen tan peculiares y que en cierto modo preparan el camino a aquellas homilías proféticas, únicas, incomparables de Mons. Romero. Lo peculiar de Rutilio lo podemos resumir quizás en que sus homilías son una palabra popular, encarnada en la realidad, oportuna y profética.

Materiales para la celebración del Dgo. de Ramos         en la Pasión del Señor

(Celebraciones en las casas.)

Este domingo inicia la Semana Santa con la celebración del Domingo de Ramos, donde recordamos la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén entre palmas y ramos de olivo. La liturgia de las palmas anticipa el triunfo de la resurrección.

Sugerencias de cantos:

1.“Que alegría cuando me dijeron:vamos a la casa del Señor,                                   ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén

  1. “Tu Reino es vida, tu Reino es verdad, tu Reino es justicia,                            Tu Reino es paz, tu Reino es gracia, tu Reino es amor,                                      Venga a nosotros tu Reino, Señor

Preparar: una mesa con la Biblia en medio, una vela encendida                                 y unos ramos alrededor

Alguien que coordina y anima la oración (dando participación a los demás):

Ambientación:

Buenos días: El virus que estamos sufriendo nos obliga a todos a cambiar nuestra vida y a vivir de otra manera. Nunca me hubiera imaginado que yo iba a dirigir una oración. Yo de esto no sé pero me voy a guiar por un guión que tengo aquí escrito. Perdonadme si lo hago mal. Es que ahora no nos podemos juntar en las iglesias por no contagiarnos el virus. Bastantes sufrimientos nos ha causado ya. Pues si os parece, mientras no podamos ir a las iglesias, lo haremos en casa como buenamente sepamos. Dios no se va a enfadar si lo hacemos mal. Seguro que se pone tan contento al vernos rezando en casa. Pues empezamos: En el nombre del Padre, del hijo y del Espíritu Santo.

OREMOS: 

Dios padre bueno: tú sabes que tenemos mucho miedo al virus y que muchos familiares, amigos y vecinos están sufriendo por él. Ayúdanos a vencer en esa lucha y acoge con cariño en tus brazos de padre a los que ya se nos han muerto. Te lo pedimos por tu hijo Jesús que nos enseñó a confiar en ti. Por Jesucristo nuestro Señor. 

LECTURAS:

La fiesta de hoy se titula así: “Domingo de Ramos en la Pasión del Señor”. Eso quiere decir que tiene dos lecturas: la de los ramos y la de la pasión del Señor. Pues vamos a leer primero el evangelio de los ramos y luego leeremos algo de la Pasión del Señor.

Lectura del santo evangelio según San Mateo: 

Cuando se acercaban a Jerusalén, junto al Monte de los Olivos, Jesús mandó a dos discípulos diciéndoles: Id a la aldea de enfrente, encontrareis una borrica atada con su borriquillo, desatadlos y traédmelos. Si alguien os dice algo, le decís que el Señor los necesita y que los devolverá pronto.

Fueron los discípulos e hicieron lo que les había mandado Jesús. Trajeron la borrica y el borriquillo, echaron encima sus mantos y Jesús se montó. La multitud extendió sus mantos por el camino. Algunos cortaban ramos de árboles y alfombraban el camino. Y la gente que iba delante y detrás gritaban: “¡Viva el Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Viva el Altísimo!

Al entrar en Jerusalén toda la ciudad se preguntaba alborotada: ¿Quién es este?

Los que venían con Jesús decían: “Es Jesús, el profeta de Galilea”

Palabra del Señor.

PRIMERA REFLEXIÓN

Para pensar en este evangelio vamos a imaginarnos lo que hemos leído: que Jesús entraba en la ciudad de Jerusalén montado en un borriquillo. No como los generales romanos, sino como un hombre pobre y sencillo que iba a morir muy pronto en una cruz en Jerusalén. Iba a sufrir muchísimo. Sus amigos lo aclamaban a gritos, contentísimos, y diciendo que era el rey de Israel. Esas aclamaciones con ramos debió ser una de las pocas cosas bonitas que le ocurrieron a Jesús a lo largo de su vida. Ya sabéis que poco después empezarían los insultos y los sufrimientos. Pues hoy nosotros también queremos aclamar al Señor. Lo queremos aclamar en el corazón porque somos sus amigos, sus seguidores. Pero ahora no lo hacemos con gritos, sino desde el fondo del corazón en un momento de silencio. Vamos a sentir admiración y cariño por Jesús. A Él acudimos en este momento de sufrimiento por la enfermedad que recorre el mundo.

Hacemos un rato de silencio meditativo.

Ahora vamos a leer algo de la Pasión del Señor tal como la cuenta San Mateo (26, 14–27,66) (si se puede) 

SEGUNDA REFLEXIÓN.

Esta parte de la fiesta es mucho más triste. Recordad cosas que le pasaron a Jesús. Primero Judas pactó la entrega de Jesús con los sumos sacerdotes por 30 monedas. Luego, en una cena Jesús celebraba su cuerpo entregado y su sangre derramada. Era su última cena. Allí avisó de que uno de los presentes lo iba a entregar y de que Pedro lo iba a negar. Después de cenar se fueron al Huerto de los Olivos a rezar y Jesús se puso muy triste hasta que vinieron un tropel de gente a llevárselo preso. Pedro lo defendió con una espada pero termina el evangelio diciendo que lo abandonaron todos. Lo abandonaron todos. Luego a Jesús se lo llevaron a interrogarlo y lo condenaron a muerte. Algunos le escupieron y le daban bofetadas. Su amigo Pedro por tres veces dijo que no lo conocía. Por tres veces. Luego, cuando Pilatos quería soltar a Jesús, la gente gritó diciendo que a Jesús no, que soltara a Barrabás que era un terrorista. A Jesús se lo entregó para que lo mataran. Se lo entregó, como diciendo: haced lo que queráis con él. Y empezaron las torturas terribles y el camino hacia el Calvario con una cruz a cuestas que después de las torturas le pesaba demasiado. Jesús no podía con ella. A un emigrante de Cirene le obligaron a llevar la cruz. Y cuando llegaron al Monte Calvario lo mataron clavándolo en la cruz. Sólo el Centurión vio que habían matado a un inocente. Y después de morir de dolor, lo enterraron de correprisa en un sepulcro prestado porque Jesús no tenía un sitio para reclinar su cabeza.

Nosotros ahora también estamos sufriendo mucho por el coronavirus. Todos, los infectados y los no infectados, todos estamos sufriendo mucho por este mal que recorre el mundo. Estamos muy tristes. Estamos muy preocupados y venimos a Dios a pedirle que nos ayude. Ahora meditamos en silencio todas las  barbaridades que le hicieron a Jesús. Somos sus amigos y lo miramos con inmenso cariño y con mucha admiración. Le pedimos a él que sufrió tanto, que nos ayude a nosotros y que nos dé fuerza para vencer el sufrimiento del tiempo presente. (Silencio breve)

Peticiones

Nosotros también queremos  aclamar al Señor en nuestro corazón pero ahora mismo tenemos a muchísima gente sufriendo por el coronavirus. Rezamos por ellos. Pues a cada petición le decimos: Señor, ayúdanos.

Todos R/   Señor, ayúdanos.

-Empezamos rezando por todos los que han muerto, casi todos personas mayores. Para ellos pedimos que Dios los lleve a su casa de padre y que sean felices con el Señor. Oremos.

-También rezamos por todos los que están ahora o han estado enfermos. Todos dicen que lo han pasado muy mal. Que Dios les dé fuerzas para salir de esa enfermedad y que vuelvan otra vez a ser felices. Oremos.

-Por todos los que siguen haciendo funcionar el mundo: los médicos y los enfermeros, los que atienden las residencias de ancianos, los militares que desinfectaban las residencias y las ciudades, los de las funerarias  que llevaban los cadáveres y se jugaban la salud en su trabajo, los que producen los alimentos y todos los que trabajan duro por los demás. Por ellos, oremos.

-Por nuestro pueblo y por nuestra parroquia, para que en este tiempo de crisis vivamos con intensidad el amor a Dios y el amor a nuestros hermanos. Oremos.

-Y si queréis hacer alguna petición más …… Oremos.

Ayúdanos, Señor, con tu amor desbordante y acoge nuestra oración, por la entrega generosa de tu Hijo Jesús que sufrió más que nosotros y que ahora vive y reina por los siglos de los siglos. Amén. 

PADRE NUESTRO. Estamos terminando esta oración y para que no se nos olvide que no somos delincuentes ni gentes extrañas o lejanas sino Hijos de Dios, vamos a rezar la oración de los hijos: el Padre Nuestro:  

FINAL: oración del Papa Francisco a la Virgen:

“Oh María,

tú resplandeces siempre en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza.

Nosotros nos confiamos a ti, Salud de los enfermos, que bajo la cruz estuviste asociada al dolor de Jesús, manteniendo firme tu fe.

Tú, Salvación del pueblo romano, sabes de qué tenemos necesidad y estamos seguros que proveerás, para que, como en Caná de Galilea, pueda volver la alegría y la fiesta después de este momento de prueba.

Ayúdanos, Madre del Divino Amor, a conformarnos a la voluntad del Padre y a hacer lo que nos dirá Jesús, quien ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos y ha cargado nuestros dolores para conducirnos, a través de la cruz, a la alegría de la resurrección. Amén.

DESPEDIDA. Hemos terminado esta oración. Le hemos pedido a Dios por nuestros enfermos y por todos los que están sufriendo. Hoy entramos en la Semana Santa. Pues si queréis, el Jueves Santo, el Viernes Santo y el Domingo de Resurrección hacemos también una pequeña oración como esta.  Que el Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.

Nos vamos a colocar las palmas benditas en la ventana de la casa:

Oración :

Bendice, Señor, nuestro hogar.
Que tu Hijo Jesús y la Virgen María reinen en él.
Danos paz, amor y respeto,
para que respetándonos y amándonos
los sepamos honrar en nuestra vida familiar,
sé Tú, el Rey en nuestro hogar.
Amén.

El Salvador, en estado de excepción… y venganza

El padre Manuel Acosta, catedrático de la UCA, cuestiona que la Iglesia “no se posicione” ante el golpe a los derechos humanos cuando se cumplen 43 años del asesinato de San Óscar Romero

A finales de marzo hay dos fechas clave para El Salvador: se conmemora el 43º aniversario del martirio de san Óscar Romero, al tiempo que se cumple un año del estado de excepción que, para muchos, ha ‘pisoteado’ los derechos humanos por los cuales Romero ofreció su vida. El presidente salvadoreño, Nayib Bukele, impuso esta ley para 30 días, pero ha acabado militarizando el país.

Desde el 27 de marzo de 2022 han sido detenidas más de 65.000 personas, el 2% de la población, tras otorgar al gobierno la autoridad de realizar detenciones masivas y arbitrarias bajo el argumento de sospecha de vínculos con las maras. Unos de los lugares más afectados ha sido Soyapango, a pocos kilómetros de la capital, San Salvador, donde hoy no se puede ir a trabajar o volver a casa sin encontrarse con los más de 10.000 soldados desplegados por la ciudad. Sin duda, hay muchos malhechores entre los apresados, pero también estudiantes, trabajadores… incluso un religioso.

Entre el pequeño coro de voces que han denunciando estos atropellos, no figura la Conferencia Episcopal de El Salvador (CEDES). Salvo el cardenal Gregorio Rosa Chávez, los obispos han mantenido una voz muy baja ante las violaciones del gobierno contra personas inocentes que han sido detenidas, incluso cuando algunas de ellas han muerto en prisión.

La nueva ‘megaprisión’

Algunos sacerdotes, como Manuel Acosta, catedrático de Teología en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas de San Salvador, lamentan que la Conferencia esté “afónica” ante los atropellos. “Echo de menos la voz de un obispo que diga que vamos a adoptar una línea de predicación en la que vamos a pedir el perdón entre todos los salvadoreños. Ningún obispo está proponiendo el perdón en una sociedad que busca la venganza por el sufrimiento que han causado las maras”, señala el sacerdote.

“En verdad, el pueblo se ha expresado, eso es evidente; y ha expresado su aceptación en un altísimo número del régimen de excepción y la gestión del presidente de El Salvador, eso está claro”, señaló en junio de 2022 el arzobispo José Luis Escobar Alas, quien ahora ocupa la sede del profético Romero. Y, en realidad, tiene razón. La mayoría de salvadoreños apoya las medidas de Bukele, hasta que les toca a ellos o a sus familiares o conocidos inocentes. Están orgullosos, dicen muchos de ellos, de la nueva ‘megaprisión’ con capacidad máxima para encarcelar a 40.000.

La amistad Romero y Rutilio

Por José M. Tojeira

Con frecuencia se nos ha hablado de la amistad entre estos dos mártires que tanto han impactado nuestra propia religiosidad. Una amistad que no solo fue humana y generosa, sino que tuvo repercusiones más allá incluso de su muerte. Cuando se hablaba, muy en los inicios, de la posibilidad de la beatificación de Rutilio, siempre se solía decir que la misma no podría llegar hasta que no se reconociera como mártir a Mons. Romero. En medio de las dificultades del proceso de Mons. Romero, tanto por la oposición de la derecha política salvadoreña como por la reacción contraria de algunos dignatarios de la Iglesia, era difícil pensar en más mártires salvadoreños en el contexto de la violencia política salvadoreña. Decíamos con frecuencia que la muerte de Rutilio había impulsado a nuestro obispo santo a ejercer la profecía y la parresía cristiana con mayor energía y fuerza. Al Papa Francisco se le atribuye el haber dicho varias veces que el milagro de Rutilio fue Mons. Romero. Pero también nosotros podemos decir que la intercesión de Romero fue indispensable para que se abriera la puerta de la beatificación de Rutilio. Solo cuando ya la beatificación de Romero avanzaba imparable, surgió la idea con fuerza de beatificar a Rutilio. Y gracias a Romero, el caso de Rutilio avanzó más rápido que el de nuestro santo obispo.

Cuando hablamos de amistad cristiana, el ejemplo de la amistad entre Romero y Rutilio nos dice algo universal. La amistad cristiana es siempre comunión e impulso hacia el seguimiento del Señor Jesús. Diferentes en sus funciones eclesiales, diferentes en su carácter y modo de ser, ambos terminaron dando la vida por el Evangelio y por los preferidos del Señor, los pobres y sencillos. En este mes en que celebramos las fechas de su martirio bueno es reflexionar sobre la amistad cristiana. Con cierta frecuencia nos dividen distintos modos de pensar, pertenencia a diferentes organizaciones, movimientos o grupos religiosos. La amistad cristiana, sin embargo, debe estar por encima de toda diferencia dentro de nuestra vida eclesial. Y debe basarse siempre en la fidelidad al amor al prójimo y en la opción preferencial por los pobres y afligidos de este mundo. Ser amigo de los pobres, aunque sea de una u otra forma, es siempre camino para ser amigo del Señor. Porque los pobres son sus amigos; es más, su pesencia en este mundo, como nos dice Mateo en su parábola del juicio final.

Hoy, que impulsados por el Papa Francisco hablamos de la necesidad de un camino sinodal al interior de la Iglesia, resulta todavía más ejemplar el ver la amistad entre nuestro santo pastor y nuestro apostólico beato, ambos con “olor a oveja”, con sabor a generosidad personal y a justicia social. Caminaron juntos hacia la santidad, abriéndose puertas uno al otro frente a los obstáculos, tanto en vida como en muerte. A nosotros nos corresponde ahora caminar no solo con la amistad entre nosotros, sino agregar a nuestra amistad actual la historia de personas señeras en el caminar de la Iglesia. Recordar a todos los sacerdotes asesinados, a las víctimas inocentes de tanta masacres, ejecutados muchos de ellos por permanecer en sus tierras y amar el terruño que los vio nacer. Monseñor Chávez, que impulsó la cercanía con nuestro pueblo pobre desde la pastoral social, Mons. Rivera, constructor de Paz, María Julia Hernández defensora del oprimido y violado en sus derechos, y tantos otros hombres y mujeres, parte de nuestra tradición eclesial y martirial, deben ahora acompañarnos en este camino sinodal que es al mismo tiempo camino de reforma eclesial y camino de testimonio apostólico y misionero. El Papa Francisco señalaba en su encíclica Fratelli Tutti la importancia de la amistad social. Los cristianos, desde la amistad sinodal inspirada en el Evangelio y en nuestros mártires, debemos avanzar aportando a El Salvador desde nuestra fe, esperanza, honestidad y solidaridad con los pobres y afligidos. Sólo así aportaremos, desde nuestra fe, coherencia y servicio, la amistad social que necesita nuestro pueblo.

 

 

San Romero de América

Monseñor Romero, luces para el camino hacia la Pascua

por Flor María Ramírez 


Cuarenta y tres años han pasado desde el Martirio de Monseñor Romero un 24 de marzo y la situación de tensión y desesperanza lamentablemente sigue latente en su país. Por muchos años, Monseñor fue la “voz de los sin voz”,  denunció sin temor la violencia, las violaciones a los derechos humanos y las arbitrariedades que sumergieron a El Salvador en una cruenta guerra de más de 12 años.


Las homilías de San Óscar Romero se transmitían cada domingo en la radio abierta, sus palabras eran consuelo, eran un bálsamo ante una espiral de violencia; con su valentía puso a la vista pública las injusticias de una guerra sin fin alimentada por un contexto internacional de polarización. Fue un pastor y un líder que se transformó por la realidad del pueblo, adquirió gran conciencia de su rol, en “disposición de dar mi vida por Dios, sea cual sea el fin de mi vida”, dijo San Óscar Romero.

Su camino, ha sido uno de liberación y preparación, decía en una de sus homilías cuaresmales que “sentimos en el Cristo de la Semana Santa, con su cruz a cuestas que es el pueblo que va cargando también su cruz. Sentimos en el Cristo de los brazos abiertos y crucificados, al pueblo crucificado; pero que desde Cristo, un pueblo crucificado y humillado, encuentra su esperanza”. (Homilía 19 de marzo  de 1978, IV p. 80)

San Óscar Romero

Monseñor ahora canonizado, fue un  pastor con voz potente, fuerte y clara que se comprometió con la justicia y con la búsqueda de una solución al conflicto. Su legado se ha hecho cada vez más conocido y asimilado por las nuevas generaciones en contextos adversos en donde la violencia es latente. Hoy su influencia trasciende a la Iglesia Católica y a las fronteras salvadoreñas. Su labor ha sido reconocida en diferentes foros ecuménicos, políticos y sociales. El arzobispo ocupa un lugar especial al ser considerado uno de los 10 mártires del siglo XX en la Abadía de Westminster, al lado de Martin Luther King.

Descrito por Casaldáliga

El histórico San Romero de América era descrito por Pedro Casaldáliga como:

“Pobre pastor glorioso, asesinado a sueldo, a dólar, a divisa.
Como Jesús, por orden del Imperio.
¡Pobre pastor glorioso,
abandonado por tus propios hermanos de báculo y de Mesa…!
(Las curias no podían entenderte: ninguna sinagoga bien montada puede entender a Cristo)… pero el pueblo te hizo santo.
La hora de tu Pueblo te consagró en el kairós.
Los pobres te enseñaron a leer el Evangelio…”

Fue siempre la esperanza la que dio fuerza a su trayectoria valiente y la que ayudó a la Iglesia a asimilar su Martirio: “si me matan resucitaré en el pueblo salvadoreño”. Podemos ver en la imagen, vida y obra de Romero un camino claro hacia la Pascua, de cómo nuestras palabras, pensamientos y acciones pueden ser luz en un contexto de sombras, anunciar la Resurrección en lo más profundo de nuestras comunidades.

San Romero de América

Otro nuevo aniversario de su martirio, y ya son 43 años

Romero
Romero

«Y como cada 24 de Marzo, los que nos sentimos vinculados a su proyecto y a su espiritualidad nos conmovemos y nos llenamos de emoción»

«Se ha sustituido, a mi entender, una violencia de la calle, de pandillas, por una violencia de corte institucional: el miedo a las pandillas se ha sustituido por el miedo al gobierno, y a la policía»

«Un nuevo 24 de marzo, seguimos afirmando que el proyecto de Monseñor Romero, que hizo carne en él mismo el proyecto de Jesús de Nazaret, sigue vivo»

«Su poder estaba en el servicio, su poder se basaba como el de Jesús, en lavar los pies de los pobres, y en defenderlos hasta el final»

Por Javier Sánchez, capellán cárcel de Navalcarnero

Estamos celebrando un nuevo 24 de marzo, un nuevo aniversario del martirio de Monseñor Romero, nuestro santo de América latina, canonizado definitivamente por el papa Francisco el 14 de octubre de 2018, aunque el pueblo salvadoreño lo canonizó ya desde el mismo momento en el que la bala asesina traspasó su corazón. Un corazón lleno de amor, de evangelio y de vida, con el que aquella bala acabó físicamente, pero un corazón que permanece en el pueblo salvadoreño, entre su pobrerío, como él siempre decía, y por supuesto, en el mismo corazón del Dios de la vida, que resucitó también a Jesús de Nazaret.

Y como cada 24 de Marzo, los que nos sentimos vinculados a su proyecto y a su espiritualidad nos conmovemos y nos llenamos de emoción, porque seguimos descubriendo que en Monseñor Romero se dan las características del auténtico seguidor de Jesús de Nazaret, asesinado como él por decir lo que El mismo decía: que Dios es un Padre de todos, que todos nos merecemos lo mismo, que la pobreza no la quiere Dios y que ese mismo Dios a quien confesamos como Padre-Madre quiere que todos seamos felices, en cada minuto de nuestra vida, como quieren todos los padres y madres, para cada uno de sus hijos. 

Monseñor Romero
Monseñor Romero

     En estos meses, y con todo lo que está pasando en la “Tierra Santa” salvadoreña, me he preguntado muchas veces qué diría nuestro Monseñor, de lo que sucede en su querida tierra salvadoreña. Me he preguntado no sólo qué pensaría, sino cuál sería su actitud. Y quizás, con un cierto pesimismo, e incluso con lágrimas en los ojos, me parece que Monseñor Romero actuaría como actuó, defendiendo a las mayorías pobres, poniéndose de su parte, a su favor, y criticando a las minorías ricas, o riquísimas diría yo, que siguen controlando casi todo el país. Después de 31 años de los acuerdos de paz, de enero de 1992, descubrimos que el país sigue sumido en la más absoluta pobreza y desigualdad social; con pena descubrimos que la sangre de los más de 60.000 salvadoreños que murieron en la contienda civil, no ha servido para esa paz y justicia social, que nuestra Tierra Santa salvadoreña, se merece.

Las causas que motivaron el conflicto civil, permanecen, porque la injusticia, la pobreza y la desigualdad, allí continúan. Siguiendo de cerca lo que va sucediendo allí, hay que decir con pena que son muchos los salvadoreños que tienen que seguir dejando su país en busca de un futuro mejor, o lo que es más, en búsqueda de un mínimo de vida que les posibilite una dignidad para vivir como seres humanos, con todas las oportunidades de cualquier otra persona, en cualquier otro país del mundo. La sangría migratoria permanece y va aumentando en un país, tan pequeño y tan rico, que a mi juicio sería fácil gobernar, si no fuera porque los gobernantes, incluso el de ahora, están solo preocupados por acaparar y por mantenerse en su puesto de poder. 

Descubrimos con espanto y con horror que la violencia permanece, hasta hace poco fueron las maras, las pandillas juveniles las que extorsionaban son su violencia a la mayoría del pueblo salvadoreño; en muchos barrios de la capital, de San Salvador, a unas ciertas horas del día no se podía salir a la calle, porque el control de esos barrios estaba en manos de las pandillas, que practicaban la violencia contra quien fuera; en muchas poblaciones no se podía vivir en paz, porque a la mínima podías encontrarte con unas balas. Solo se podía vivir en paz en los campos, en los cantones rurales; recuerdo la vez que estuve por allí, en Arcatao, en el departamento de Chalatenango, en el año 2015 cuando nos decía la gente del pueblo que allí eran pobres, pero “por los menos no nos matan, como en la ciudad”, y al escucharlo me llenaba de pena y los ojos se me cubrían de lágrimas.

Maras en Salvador

Cuanto dolor, cuanta violencia, cuanta sangre derramada en la contienda civil para nada. Pero ahora, el actual gobierno, se jacta de que ha eliminado la violencia, lo que no dice es que ha eliminado quizás la violencia de las maras, pero a consta de practicar una violencia institucional: son muchos los jóvenes que son detenidos y acusados de pertenencia a las pandillas, por el simple hecho de llevar un tatuaje en la piel o tener un aspecto. Hace unos días detuvieron a jóvenes en el mismo Arcatao, simplemente, por estar tatuados, y fueron llevados casi como animales a una cárcel modelo, segura parece ser, que ha constado muchos millones de dólares, y que el actual gobierno dice que es la solución frente a esa violencia. Se ha sustituido, a mi entender, una violencia de la calle, de pandillas, por una violencia de corte institucional: el miedo a las pandillas se ha sustituido por el miedo al gobierno, y a la policía

     Y en medio de todo ese dolor y toda esa injusticia, seguimos pensando que la vida de Monseñor Romero mereció y merece la pena, que merece la pena seguir no solo recordando y resucitando en el pueblo a un hombre, un obispo, que en los tres años que estuvo al frente de la Archidiócesis de San Salvador, fue capaz de transmitirnos con su actuar que otro país era posible, que se podían cambiar las cosas, desde una revolución sin violencia, pero defendiendo una justicia social para todos. Que un país nuevo podía irse construyendo, desde las nuevas bases de reconocer que todos somos iguales, y que la dignidad de todos los seres humanos, a la que todos tenemos derecho por ser personas, es la misma. En el centro fundamental de la vida de Monseñor estaba y está su amor profundo a Dios, Padre-Madre y su amor “al pueblo crucificado”, en palabras de Jon Sobrino. Precisamente por eso, por su defensa de ese pueblo martirizado, asesinaron a Romero, como asesinaron a Jesús de Nazaret y como han asesinado en la historia a todos los que siguen defendiendo la paz y la justicia como elementos inseparables: no puede haber auténtica paz sin justicia. 

 Un nuevo 24 de marzo, seguimos afirmando que el proyecto de Monseñor Romero, que hizo carne en él mismo el proyecto de Jesús de Nazaret, sigue vivo, que ese proyecto no ha sido asesinado con aquella bala que le quitó la vida, ni con la cruz que crucificó al maestro de Nazaret, sino que ese proyecto sigue presente, y merece la pena continuarlo.

Papa Francisco y monseñor Romero

     Ha sido necesario que viniera un papa del otro lado del mundo, del otro lado de la tierra,  para que la Iglesia reconociera como tal a San Romero de América como modelo de vida, porque eso significa ser santo: modelo de vida para los cristianos. Y el papa Francisco al hablar de Romero dijo que era santo porque el milagro de Romero fue su misma vida. Su vida entregada en favor del pueblo, su cuerpo entregado y su sangre derramada como la de Jesús, fue la que le  hizo santo. Romero se hizo plena eucaristía, derramó hasta la última gota de su sangre por su pueblo, entregó hasta el último aliento de su vida por los pobres. Y fue precisamente, cuando celebraba la Eucaristía, cuando su vida no es que fuera arrebatada, no es que nadie se la quitara, como dice el evangelio de San Juan, sino que él mismo la entregó.

En aquella tarde del 24 de marzo de 1980, San Romero se hizo Eucaristía, se hizo cuerpo entregado y sangre derramada por todos, como decía el profesor Manuel Gesteira; ese día, no solo es que Monseñor se uniera al sacrifico de Jesús, como hacemos siempre, sino que parece que el mismo se sacrificaba por su pueblo, como lo hizo el maestro. Así lo describe la hermana madre Lucita, religiosa del hospital la divina providencia: “Volviendo al momento  de la muerte de Monseñor, en que el proyectil destrozó la vida de nuestro querido Pastor, él por instinto de conservación e cogió al altar, haló el mantel y en ese momento se volcó el copón y las hostias sin consagrar se esparcieron sobre el altar. Las hermanas de nuestra comunidad del hospitalito interpretaron  este signo como que Dios le dijera: hoy no quiero que me ofrezcas el pan y el vino como en todas las eucaristías, hoy la victima eres tu OSCAR, y en se mismo instante, Monseñor cayó a los pies de la imagen de Cristo, a quien tuvo como modelo toda su vida” ( Dios proveerá, testimonio de la hermana Luz Isabel Cueva (madre Lucita). 

Ese hacerse Eucaristía fue el motivo de su santidad. De ahí que contemplar a Monseñor Romero sea contemplar al mismo Jesús de Nazaret en aquella primera Eucaristía. Así me lo  reconoció  también el papa Francisco, en la visita que tuve la suerte de disfrutar con él hace unos meses, me dijo que “era un hombre tremendamente evangélico y por eso muy humano”, el papa reconoce una vez más que evangelio y humanidad son dos elementos intrínsecamente unidos: solo se puede ser evangélico si se es plenamente humano. Y diría algo más, esa humanidad es la que nos lleva al misterio profundo del Dios encarnado en Jesús. En Jesús Dios se hace hombre para que hombres podamos llegar a divinizarnos, como también dice Leonardo Boff en su libro “Encarnación, la humanidad y jovialidad de nuestro Dios”. 

San Óscar Romero
San Óscar Romero

     Si la eucaristía es signo de vida renovada cada día, si la eucaristía hace presente el proyecto de Jesús, muerto y resucitado y podemos seguir diciendo que su proyecto sigue vivo cuando nos reunimos los cristianos y cuando hacemos de esa eucaristía vida y no rito, podemos decir también que la vida de Monseñor continúa siendo actual, que a los 43 años de su martirio él también sigue vivo en medio de su pueblo, y especialmente donde él quiso estar siempre, en medio de “su pobrerío”. “Si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño”, había dicho poco antes de ser asesinado. Y así comprobé que era, porque en cada casa, en cada puerta, en cada comunidad, en cada cantón de El Salvador hay una foto del Santo; porque cada campesino y campesina salvadoreños siempre te hablan de aquel obispo “que era uno como los demás, que llegaba a tu casa, se sentaba contiguo, compartía unas tortitas y hasta podía ver contigo la telenovela”, era obispo del pueblo y para el pueblo.

Su poder estaba en el servicio, su poder se basaba como el de Jesús, en lavar los pies de los pobres, y en defenderlos hasta el final. Gesto de lavar los pies que también hace el papa Francisco cada jueves santo, visitando las cárceles y lavando los pies a los presos, a los que nadie quiere, a “los malos”, que siempre nos dan lecciones de vida, de humanidad y de evangelio. Francisco, y así también me lo hizo saber en esa visita , dice “que el gesto que nos identifica como cristianos es el gesto de lavar los pies al hermano, especialmente al más pobre y necesitado”, y sin duda que uno de esos pobres de hoy son los presos, los privados de libertad, que también hoy son tratados sin dignidad por ser “delincuentes”, pero esos mismos delincuentes que nos dan lecciones de solidaridad y de humanidad, cada vez que tratamos con ellos y compartimos su vida, y yo tengo la suerte de hacerlo cada día en la cárcel de Navalcarnero. Por eso, unido al papa Francisco, siempre diré que el Salvador  y la cárcel, son “Tierra Santa”, tierra de crucificados, y habría que descalzarse al pisarlas.

  Romero fue maestro del lavado de pies, siempre estuvo dispuesto a hacerlo, no escatimó esfuerzo en ello, y nos mostró un nuevo rostro de obispo y de Iglesia; similar al rostro nuevo de Iglesia que nos está mostrando ahora el papa Francisco, en su empeño de estar cerca de los más pobres, inmigrantes y encarcelados, y en hacer de la iglesia una comunidad de acogida y misericordia para todos, en hacer una Iglesia pobre y para los pobres. 

Semana Romero
Semana Romero

Romero sigue vivo en el corazón del pueblo salvadoreño, y en el corazón de Dios, como sigue vivo Jesús de Nazaret. Cuando asesinaron a los jesuitas de la UCA, en 1989, así lo demostraron, al acribillar a balazos una foto de Monseñor, a la entrada de la UCA: habían pasado nueve años después del genocidio pero al ver la foto la llenaron de balas, balas de rabia, porque habían podido acabar con su cuerpo pero no con su vida.

    43 años después seguimos dando gracias por su vida, seguimos pensando que merece la pena haberlo conocido, que su vida no fue baldía, y le seguimos pidiendo por su pueblo, las palabras de su última homilía, siguen presentes, pedimos en su nombre “que cese la represión”, que no se responda a la violencia con más violencia, porque la violencia es negativa venga de donde venga y en ningún caso se puede justificar. Nos seguimos acogiendo a su proyecto y le seguimos rezando. Hoy Monseñor pedimos por el pueblo salvadoreño, seguimos pidiendo justicia para la Tierra Santa de El Salvador. Te seguimos diciendo que nos eches una mano, que hagas posible que la paz y la justicia puedan llegar a esta martirizada tierra, que la pobreza termine y que todos los salvadoreños y salvadoreñas, puedan ser tratados como se merecen, con la dignidad de todo ser humano.

Monseñor, como tú ya decías, nosotros solos no podemos, necesitamos la ayuda de Dios Padre-Madre y de tu misma intercesión. Te pedimos el milagro de la justicia y la paz para toda nuestra tierra. Que la Tierra Santa de El Salvador, tierra de mártires, pueda llegar a ser algún día tierra de igualdad, tierra de vida, esa es nuestra esperanza y ese es nuestro deseo a los 43 años de tu martirio. Te sentimos cerca, te sentimos a nuestro lado, te sentimos resucitado en nuestro pueblo, ayúdanos a mantener la esperanza y a ser siempre lo que tú fuiste, voz de los sin voz, que los cristianos y cristianas salvadoreños, que toda la iglesia salvadoreña sea la Iglesia de los pobres, la que tú nos enseñaste, que defienda siempre al pueblo, esa Iglesia en la que tu ofreciste la vida y en la que sigues resucitado. “San Romero de América, pastor y mártir nuestro, nadie podrá callar tu última homilía” (Pedro Casaldáliga)

Morir por amor

El martirio es una especie de testimonio de amor a Dios. No en vano la palabra mártir deriva del griego màrtys, testigo. El Catecismo de la Iglesia Católica recoge que el martirio es el supremo testimonio de la verdad de la fe; designa un testimonio que llega hasta la muerte.

El mártir da testimonio de Cristo, muerto y resucitado, al cual está unido por la caridad. Da testimonio de la verdad de la fe y de la doctrina cristiana. Soporta la muerte mediante un acto de fortaleza. Dejadme ser pasto de las fieras. Por ellas, me será dado llegar a Dios” (CIC, n. 2473). El amor llevado al extremo que es, a fin de cuentas, su expresión más verdadera.

El martirio es el amor que se sublima en la cruz: belleza detrás de la belleza, verdad extrema. Simboliza y testifica la victoria de la vida sobre la muerte, experimentando sobre su propia piel, en su propia carne, la Pasión de Jesús, resistiendo sufrimientos inconfesables, con absoluta conciencia de que, al final, el consuelo del amor de Dios aligerará todo tormento.

Precisamente por estas cuestiones, san Oscar Arnulfo Romero, pensaba que el martirio era una gracia de Dios. Monseñor Romero, efectivamente, fue martirizado por odio a la fe, pero, al mismo tiempo, también lo fue por amor al amor.

El rojo martirio de Monseñor Romero

La Iglesia Católica reconoce tres tipos de martirio cristiano que conducen a la recompensa celestial. Estos son diferenciados por colores: blanco, verde y rojo. El martirio blanco radica en que se renuncie a todo lo que ama por devoción a Dios, aunque allí sufriera ayuno y labores. El martirio verde consiste en que, por medio del ayuno y el trabajo, nos liberemos de deseos malignos, o suframos angustias de penitencia y conversión. El martirio rojo será el de la entrega extrema, aquel que ofrece su vida como testimonio de amor al límite.

“Todo cuanto atenta contra la misma vida, como son el asesinato de cualquier clase, el genocidio, el aborto, la eutanasia, y el mismo suicidio voluntario, todo lo que viola la integridad de la persona humana (…). Todas esas prácticas y otras parecidas son en sí infamantes (…), son totalmente opuestas al honor debido al Creador”.

Bajo la perspectiva de San Oscar Arnulfo Romero todo gobierno que actúe de manera semejante está opuesto a Dios y oponerse a Dios es oponerse al hombre. Esta actitud de abandono total a la verdad de Dios lo impulsó a asumir su hora con valentía, no exenta de gran angustia. Esa búsqueda por la justicia lo condujo a su martirio en plena misa un lunes 24 de marzo de 1980.

La valentía de Romero

Ser cristiano no ha sido fácil en ningún momento de la historia. De alguna manera, se vive bajo el signo de la persecución constante. Algunas veces, por fuerzas externas contrarias al amor, a la verdad y a la justicia que encarna Jesucristo. Por otro lado, a mi juicio, las más complejas, son las que vivimos internamente cuando se emprende este camino de contradicción permanente con el mundo.

Estas dificultades nos llevan a tener miedo. Miedo al dolor y al sufrimiento, por un lado; miedo a ser rechazados, por otro lado. Ese miedo, que no es distinto al de Cristo en Getsemaní o al de Romero aquellos días finales de su vida, no puede tener la última palabra. No podemos permitir que tenga la última palabra.

En tal sentido, la valentía de Romero resulta hoy una obligatoria reflexión frente a nuestra realidad. Una valentía que no estaba sostenida de sus fuerzas de hombre, sino de Dios, de su abandono total y absoluto al Señor. Y es que, en medio de todas las circunstancias adversas que atravesó, en especial las últimas semanas de su vida, no se dejó vencer por el miedo, sino que, por el contrario, se abrazó con mayor radicalidad al amor.

En la que fue su última entrevista, ante la pregunta de su tenía miedo, nos da una respuesta como bitácora de seguimiento cristiano: “Miedo propiamente no, cierto temor prudencial naturalmente, pero no un miedo que me inhiba, que me comprima de trabajar… pero yo siento que mientras camine en el cumplimiento de mi deber, que me desplace libremente a ser un pastor de las comunidades, Dios va conmigo y si algo me sucede, pues estoy dispuesto a todo”. Paz y Bien


Por Valmore Muñoz Arteaga. Profesor y escritor. Maracaibo – Venezuela

La propiedad privada no es un derecho incondicional y absoluto

Mons Romero

Por | Luis Van de Velde

Monseñor Romero informó ese domingo que no se lograba arreglar los conflictos laborales en varias empresas.  También sabía de “quejas de campesinos buscando terrenos y quienes puedan facilitarles para subsistir, con la angustia de que ya llegan las lluvias y no tienen dónde sembrar para sus familias.” Frente a esos problemas cita la encíclica de Pablo VI “Populorum progressio 23”.

“Yo quiero recordar esta palabra de PP 23: “Si alguno – cita aquí las palabras de la carta de San Juan – tiene bienes de este mundo y viendo a su hermano en necesidad le cierra sus entrañas, ¿cómo es posible que resida en el amor de Dios?”  Y el Papa Pablo VI comenta: “La propiedad privada no constituye para nadie un derecho incondicional y absoluto. No hay ninguna razón para reservarse en uso exclusivo lo que supera a la propia necesidad cuando a los demás les falta lo necesario.  El derecho de propiedad no debe jamás ejercitarse con detrimento de la utilidad común, según la doctrina tradicional de los padres de la Iglesia y de los grandes teólogos.  Si se llegase al conflicto entre los derechos privados adquiridos y las exigencias comunitarias primordiales, toca a los poderes públicos procurar una solución con la activa participación de las personas y de los grupos sociales.”

Muchas veces en situaciones de conflicto se observa con mayor claridad las desviaciones, las heridas, las contradicciones que ya han estado presente desde hace mucho tiempo.  En medio de conflictos laborales en empresas y ante el grito de familias campesinas sin tierra, Monseñor pretende orientar la historia a la luz de la encíclica papal. 

Para propietarios de empresas, de dinero (inversionistas, banqueros,..), de tierras (terratenientes) que dicen ser creyentes cristianos se recuerda una cita de la primera carta de Juan (3,17).   Es imposible ”residir en el amor de Dios”, es imposible vivir como hijo/a de Dios, si cierran sus entrañas ante las graves necesidades de tantas familias.  Por mucho que participen en ritos religiosos, bendiciones de instalaciones, fiestas patronales en la finca u oraciones al inicio de la jornada, no participan del plan de Dios y se están excluyendo de la familia de Dios.  La riqueza de unos pocos frente a las necesidades y la miseria de las mayorías es un grito al cielo exigiendo justicia.

El sistema capitalista nos ha metido en la cabeza y el corazón que la propiedad privada es lo más sagrado de la vida.  Por supuesto es un derecho fundamental que cada familia tenga su vivienda, su espacio necesario para poder vivir digna y saludablemente, también como propiedad familiar.  A ese nivel aun falta mucho que cambiar en el mundo.   La denuncia aquí vigente se refiere a quienes tienen mucho más de lo que necesitan para vivir dignamente, quienes se han instalado en el lujo, quienes acumulan casas, propiedades, vehículos, yates, ….  Esas riquezas exageradas son ofensa a los pobres y por eso, ofensa a Dios mismo que quiere vernos como hermanos/as en la familia humana.   Algunos podrían argumentar que se trata de dinero ganado a través de trabajos especiales (en el deporte, en el cine, ..), através de la ganancia de sus empresas, o gracias a herencias familiares.  Otros no dirán nada porque saben que han logrado juntar propiedades y dinero gracias a la corrupción política,  pago de servicios a “amigos”, …  En algunos países la distancia entre los más ricos y los más pobres es mayor que en otros, pero es una distorsión social estructural gravísima por todos partes.  Y lo más lamentable es que nos hemos acostumbrado a aceptarlo como normal. 

Aunque aun no sea suficiente en algunos países se ha logrado legislaciones que garantizan un salario y una pensión mínima, y también un aporte solidario básico para la sobrevivencia en momentos de crisis.  En la mayoría de los países se está muy lejos de esto, mientras también ahí unos sectores logran acaparar enormes riquezas.   Citando la encíclica Monseñor Romero recuerda que “Si se llegase al conflicto entre los derechos privados adquiridos y las exigencias comunitarias primordiales, toca a los poderes públicos procurar una solución con la activa participación de las personas y de los grupos sociales”.   No es fácil, porque en la realidad de los países, quienes están en el poder público son representantes de los grupos de poder económico.   Las leyes benefician generalmente el capital sobre lo humano. El estado tendría que garantizar la participación activa y plena de los grupos sociales más vulnerables y más afectados en los procesos de reordenamiento de la sociedad.  ¡cuán lejos estamos de esto!

La crisis provocada por la pandemia de covid nos ha ilustrado que los estados son incapaces de controlar las inmensas olas de ganancias extraordinarias de las empresas farmacéuticas.  Algo semejante vemos en las empresas de energía en la situación de crisis energética provocada entre otras por la guerra de Rusia contra Ucrania (y el occidente).   Mientras más familias ni pueden pagar su factura de energía, esas empresas hacen ganancias jamás soñadas.  En el mundo del deporte se juega miles de millones de dólares en la venta de jugadores, en el pago de salarios, premios y bonos.  Acumulan riquezas astronómicas.   El reparto de millones de dólares después del campeonato mundial de Qatar es un nuevo ejemplo muy actual.   Muchos de los jugadores vienen de familias pobres y al tener éxito se integran en la cúpula de los grandes ricos, viviendo en islas de lujo.  Y… tristemente, hasta los pueblos se animan tanto al ver los partidos jugados por estrellas futbolísticas que viven en extrema riqueza.

Toca a los poderes públicos procurar una solución”, cita Mons. Romero la encíclica.   Ya durante varias décadas sufrimos procesos de reducción del estado, impuestos por los grandes del neoliberalismo.   Solo el mercado va a solucionar nuestros problemas económicos y animará los procesos de desarrollo.  Sin embargo la crisis actual enseña nuevamente con claridad que no habrá solución si el estado no retoma su plena responsabilidad[1] de auténtico liderazgo priorizando la redistribución de la riqueza y la vigilancia de los derechos humanos fundamentales.

 Los poderes públicos deben garantizar que la sociedad mantenga el equilibrio entre la libertad empresarial y la corrección de repartición de la riqueza.   De ahí urge un sistema progresivo de impuestos de tal manera que quien gana más aporta más en impuestos.   Podría ser que un sistema impositivo progresivo sea como un “año jubilar bíblico permanente”.   Al mismo tiempo urge que se ponga un límite superior a los ingresos y propiedades individuales, de la misma manera como hay que garantizar también lo mínimo como un derecho humano fundamental para todos y  todas en todo el mundo.    Otro aspecto importante en ese equilibrio es la intervención en cuanto al derecho de herencia.  Los autores de esta Declaración ven que una tercera parte de lo que la sociedad produce se traslada anualmente de propietario vía el derecho de herencia.  Parece aun un sistema feudal.  Podría ser que la combinación de un techo límite para ingresos y propiedad, con rediseñar el derecho de herencia, ayuden a detener la acumulación sin fin de riqueza. 

La otra tarea del poder estatal es garantizar los derechos humanos de todos y todas.  Aunque la mayoría de la gente es “buena” ( a favor de DDHH), pero al actuar en masa puede justificar la violación de una gran cantidad de derechos fundamentales.  La concreción y la vivencia de la Declaración Universal de los DDHH (Naciones Unidas) es tarea importante de los gobiernos.    Los conceptos “trabajo, productividad, progreso” necesitan un nueva definición, un nuevo contenido,  tomando en cuenta el impacto en la naturaleza y en la vida humana.   Estos tres conceptos son hoy instrumentos para crecimiento material y virtual., y a la vez para la destrucción de la naturaleza y de la vida como humanos.   Mientras tanto nos urge redefinirlos como instrumentos para decrecimiento, armonía (entre la naturaleza y nosotros, y entre los humanos) y de valores espirituales que nos humanizen.  “Trabajo, productividad y progreso” deben garantizar que nos cuidemos, que podamos celebrar nuestra interdependencia y nuestro lugar en el planeta, que nos den tiempo para reflexionar, para compartir, para irradiar amor y construir estructuras justas. 

No tengamos miedo para arriesgarnos a caminos nuevos, a reducir nuestro consumismo, a estar contentos con “menos” frente a las ofertas del mercado para adquirir siempre más y cosas nuevas (mientras lo anterior aún sirve), a compartir en lugar de competir, a multiplicar (humanidad) dividiendo (repartiendo, compartiendo) lo material, el tiempo, el cuido, la alegría fraterna,…

Reflexión para el domingo 12 de marzo de 2023.    Para la reflexión de este día hemos tomado una cita de la homilía  durante la eucaristía en el tercer domingo de cuaresma, ciclo A , del 26 de febrero de 1978.  Homilías, Monseñor Oscar A Romero, Tomo II,  Ciclo A, UCA editores, San Salvador, p.291

[1] Traducción libre a partir de “Declaración del 30 de noviembre.  Borrador para un mundo vivible”  (Verklaring van 30 november.  Krijtlijnen voor een leefbare wereld).   Retomamos varios elementos de la propuesta formulada en esta declaración.

La Buena Noticia del Dgo. 5º-A

La sal y la luz del mundo

Vosotros sois la luz del mundo

Jesús nos invita a hacer visible con nuestra vida la fuerza transformadora del Evangelio

Es sal y luz quien hace presente en el mundo el Dios del Reino y el Reino de Dios.

Se da nu testimonio gustoso (sal) y luminoso (luz) cuando se practica la solidaridad y la justicia, cuando se comparte el pan, cuando se trata de defender a las personas.

Es testimonio es el que convence y hace vislumbrar la cercanía y la bondad de Dios.

Lectura de la Palabra

Mateo 5,13-16

Vosotros sois la luz del mundo

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.»

Comentario a la lectura

¿Para qué sirve una Iglesia?

Mons. Romero titula su homilía de este domingo «La Iglesia cuya debilidad se apoya en Cristo».  En una primera parte -de la que se extrae la siguiente cita- habla de la Iglesia como sal de la tierra y luz del mundo, a partir del texto del Evangelio de hoy.   En la segunda parte, retoma la primera lectura (Isaías) presentando las buenas obras como el rostro luminoso de la Iglesia.  En la tercera parte, parte de la segunda lectura (1 Cor) para mostrar cómo nos apoyamos en Cristo en nuestra debilidad.

¿Para qué sirve una Iglesia, un cristiano, cuando su predicación, su ejemplo se ha trastornado en un servilismo, en adulación, en quedar bien con el mundo?  Sal insípida, luz apagada. Qué fácil es estar bien con todo el mundo, pero qué ineficaz ser lámpara apagada, ¿Para qué sirve? La Iglesia necesita de cada uno de nosotros y de todos en conjunto.  Cada cristiano tiene que ser como una antorcha y el conjunto de cristianos tiene que ser como una ciudad en la montaña.  ….. Y esto es lo que yo quisiera dejar ahora, hermanos, como llamamiento en nombre de Cristo: que cada uno sea luz en su propia profesión.   ….Allí está su vocación, queridos laicos: el médico, el abogado, el ingeniero, el empleado, la vendedora de mercado, el  que se gana la vida cargando maletas en el mercado, el jornalero, el carpintero, cada uno en su propia vocación. …. El hombre brilla cuando es más luz del Señor; cuando hace de su profesión un servicio a la humanidad; cuando cómo lámpara se va consumiendo mientras ilumina.”

En este texto, Monseñor Romero hace una llamada tanto a cada cristiano/a individual como a la Iglesia en su conjunto.  Su pregunta «¿para qué sirve una Iglesia?  ¿Para qué sirve un cristiano?» rara vez se  nos ocurre.  Después de todo, ¿para qué servimos como Iglesia y como cristianos en el mundo actual? ¿Nos hemos convertido a veces en un museo histórico de creaciones religioso-culturales más o menos interesantes?  ¿A veces nos quedamos sin sentido? ¿Somos una minoría (significativa) a escala mundial?   De todas formas, ¿qué sentido tienen todos los que están inscritos en los registros de bautismo de todos los países?    ¿Para qué servimos esos pequeños grupos de personas (especialmente mayores) los domingos en nuestras iglesias?  ¿Para qué servimos, esos grandes grupos de personas en los lugares de peregrinación, en la JMJ, en los encuentros anuales de Taizé, en Roma?  ¿Para qué servimos, una iglesia con cada vez menos sacerdotes y más edificios eclesiásticos y monasterios vacíos?  ¿Qué sentido tienen las reuniones pastorales en las parroquias, las catequesis, nuestra liturgia?   ¿Para qué servimos como comunidades de fe en las márgenes de la Iglesia?  Así podemos hacer muchas más preguntas desde los entresijos actuales de la Iglesia.   ¿Cuál es el propósito de una Iglesia dentro de la política mundial presente y futura (y las guerras), el comercio mundial, ….Tal vez deberíamos hacer estas preguntas de Monseñor Romero: ¿Cuál es el propósito de una Iglesia, cuál es el propósito de un cristiano, hoy en el mundo?   No debemos rehuir estas cuestiones.   Son cuestiones fundamentales para nuestro «examen de conciencia».

Ya en el inicio de la Copa del Mundo, hace unos meses, vimos una vez más cómo el poder y el dinero se apoderan de ella y la convierten en un llamamiento todavía débil para acabar con la discriminación de género y la explotación y el maltrato de los trabajadores.  Los capitanes de los equipos europeos decidieron no llevar brazaletes arco iris después.  No se quiere castigos, no se quiere tarjeta amarilla,  «jugar»  es más importante.   Un presidente de la FIFA que supuestamente gana tres millones de euros al año acusa de hipocresía a las voces críticas .   Hay mucho dinero en juego.  Una vez más, vemos cómo el gran mundo del fútbol profesional está atrapado en el poder y la riqueza.    Y, por supuesto, no se trata sólo de Qatar.   ¿Y Rusia, China?   Y más cerca también, hay cosas que van mal en cuanto a los derechos humanos básicos…    ¿Hemos escuchado una palabra o un mensaje de la Iglesia en esos contextos?  ¿No era lo suficientemente importante como para decir algo al respecto como cristianos o hacer algo como Iglesia?

En la cita a partir de la cual estamos escribiendo este comentario, Monseñor Romero ya dice muy claramente que cuando el cristiano, y la iglesia en su conjunto, está al servicio de los poderes del mundo, sirviendo de aval (religiosamente político) a un régimen político o a un sistema económico, o simplemente siendo «feliz» en un mundo que gira en torno a la violación de los derechos humanos básicos, entonces estamos irremediablemente perdidos. Entonces somos como la sal insípida y las lámparas apagadas.  De hecho, estas cosas no sirven para nada.  

«El hombre brilla cuando es la luz del Señor«.  Eso es probablemente un «ya visto y oído», lo sabemos por supuesto.  Tenemos que ser sal y luz en la sociedad, además de levadura.  DE ACUERDO.  ¿Y qué?    Sólo somos claramente visibles cuando somos la luz de Jesús.   ¿Para qué servimos como Iglesia? Exactamente para eso: ¡para ser la luz de Jesús!  Esa es nuestra misión, nuestra razón de ser.  Cuando la gente que nos rodea, cuando el mundo que nos rodea (lejos y cerca) no experimenta la presencia de Jesús en nuestro hablar y en nuestro silencio, en nuestras acciones, entonces no servimos para nada.  Como luz de Jesús, siempre nadaremos contra la corriente.

Monseñor Romero pide, con la insistencia del mismo Jesús («como una llamada en nombre de Cristo») que cada uno de nosotros sea testigo del Evangelio, en cada profesión, en cada trabajo, en cada hogar, en cada organización (social, política, cultural,…).  Que nuestras vidas sean expresiones del Evangelio, de la Buena Noticia de Dios, para nuestra historia humana de hoy.  En términos negativos, esto significa: no estar del lado de los que tienen poder y riqueza, sino denunciar proféticamente toda forma de poder y riqueza desde las víctimas (impotentes, excluidos, explotados, empobrecidos,…). Positivamente, se trata de una vida en la que el «cuido» es central: cuidar bien y permanentemente a los que sufren, a los que están enfermos, a los que se dejan envejecer, a los que están solos, a los que están heridos, a los que están detenidos, a los que tienen hambre, a los que están entre nosotros que son «extranjeros» (migrantes, refugiados), a los que viven en la calle, a los que se les mira mal, a los que no encuentran vivienda, a los que están excluidos, a esos «otros», ….Cuidar la naturaleza.   Esta es una tarea fundamental para cada cristiano. Cada uno según su orientación, capacidades profesionales y experiencia de trabajo y de vida puede atender a personas muy concretas, ser una Buena Noticia. 

Podemos hacerlo a pequeña escala como una antorcha de luz en las oscuras situaciones de la vida de las personas, pero también tenemos una responsabilidad colectiva como comunidad de cristianos.  Monseñor Romero compara la comunidad eclesial con el ejemplo evangélico de una ciudad brillante en la cima de una montaña: muy visible, atractiva, acogedora.  Iglesia, a cualquier nivel, como alternativa de bondad humana, de sinceridad, de justicia, de solidaridad, de compromiso con las personas vulnerables y dolientes.   Entonces nos convertiremos en lugares donde la infinita bondad y misericordia de Dios se hace más experimentable.  Entonces también se nos permitirá celebrarlo y orar por el Poder de Su Espíritu. 

Quizás también podamos verlo de otra manera.  ¿No será que Dios mismo es sal, levadura y luz en el mundo, en la historia, y que nosotros podemos dar testimonio de ello y participar activamente en ello: poniendo nuestras manos y nuestros corazones al servicio de la presencia solidaria y liberadora de Dios?   Nuestra responsabilidad como cristianos significa entonces dar vida una y otra vez a esa fuerza dinámica de la «sal y  levadura y luz» divinas, sacarla de las tinieblas, desenterrarla, servirla,….  Porque en realidad no se trata de nosotros, se trata de la decisión de salvación de Dios para la humanidad, para la creación, para su Reino.   Thomas Merton[1] escribe: «Cuando aceptamos la creación, cuando estamos abiertos al misterioso poder creativo de la voluntad de Dios, participamos en la creación.  … Lo verdaderamente creativo, sin embargo, es el consentimiento no forzado, a través del cual participamos verdaderamente en la dinámica del mundo creado por el amor de Dios».  Los cristianos individualmente y las comunidades eclesiales tienen entonces la tarea de levantarse contra todo lo que destruye esa dinámica divina (la levadura, la sal, la luz,…) y la tarea de mantenerse en esa dinámica, participando creativa y liberadoramente.   Que esto nos dé más energía y vigor para hacer todo lo que esté a nuestro alcance para que venga Su Reino.

Algunas preguntas para nuestra reflexión y acción personal y comunitaria.

Si observamos nuestra propia experiencia eclesiástica cercana, ¿cuáles son nuestras respuestas sinceras a la pregunta «para qué sirve nuestra iglesia»? ¿Qué sentido tiene ser cristiano?

Monseñor Romero nos dice que «el hombre brilla cuando es la luz del Señor». ¿Con qué medios tratamos de ser esa «luz de Cristo» en nuestra vida diaria, en nuestras actividades de tiempo, en nuestra vida profesional, etc.? ¿Cómo podemos apoyarnos mutuamente en esto?

¿Dónde podemos crecer y ajustarnos para ponernos realmente al servicio de esa dinámica divina de salvación (que ya es sal, levadura, luz,…) en nuestra historia humana?

Por| Luis Van de Velde

A la luz de Romero…Iluminando nuestra realidad hoy

Comentario de Pagola:

Si la sal se vuelve sosa…

Pagola: «Cuando en la Iglesia ya no brilla la vida de Jesús, apenas se constata diferencia alguna con el mundo»

Sal

Pocos escritos pueden sacudir hoy el corazón de los creyentes con tanta fuerza como el pequeño libro de Paul Evdokimov, ‘El amor loco de Dios’. Con fe ardiente y palabras de fuego, el teólogo de San Petersburgo pone al descubierto nuestro cristianismo rutinario y satisfecho.

Así ve P. Evdokimov el momento actual: «Los cristianos han hecho todo lo posible para esterilizar el evangelio; se diría que lo han sumergido en un líquido neutralizante. Se amortigua todo lo que impresiona, supera o invierte. Convertida así en algo inofensivo, esta religión aplanada, prudente y razonable, el hombre no puede sino vomitarla». ¿De dónde procede este cristianismo inoperante y amortiguado?

Las críticas del teólogo ortodoxo no se detienen en cuestiones secundarias, sino que apuntan a lo esencial. La Iglesia aparece a sus ojos no como «un organismo vivo de la presencia real de Cristo», sino como una organización estática y «un lugar de autonutrición». Los cristianos no tienen sentido de la misión, y la fe cristiana «ha perdido extrañamente su cualidad de fermento». El evangelio vivido por los cristianos de hoy «no encuentra más que la total indiferencia».

Según Evdokimov, los cristianos han perdido contacto con el Dios vivo de Jesucristo y se pierden en disquisiciones doctrinales. Se confunde la verdad de Dios con las fórmulas dogmáticas, que en realidad solo son «iconos» que invitan a abrirnos al Misterio santo de Dios. El cristianismo se desplaza hacia lo exterior y periférico, cuando Dios habita en lo profundo.

«Cuando en la Iglesia ya no brilla la vida de Jesús, apenas se constata diferencia alguna con el mundo»

Se busca entonces un cristianismo rebajado y cómodo. Como decía Marcel More, «los cristianos han encontrado la manera de sentarse, no sabemos cómo, de forma confortable en la cruz». Se olvida que el cristianismo «no es una doctrina, sino una vida, una encarnación». Y cuando en la Iglesia ya no brilla la vida de Jesús, apenas se constata diferencia alguna con el mundo. La Iglesia «se convierte en espejo fiel del mundo», al que ella reconoce como «carne de su carne».

Muchos reaccionarán, sin duda, poniendo matices y reparos a una denuncia tan contundente, pero es difícil no reconocer el fondo de verdad hacia el que apunta Evdokimov: en la Iglesia falta santidad, fe viva, contacto con Dios. Faltan santos que escandalicen porque encarnan «el amor loco de Dios», faltan testigos vivos del evangelio de Jesucristo.

Las páginas ardientes del teólogo ruso no hacen sino recordar las de Jesús: «Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salaran? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente».