Santa María, Madre de Dios

Pagola: «Acercarnos a María es colocarnos en el mejor punto para descubrir el misterio de Cristo y acogerlo»

Año Nuevo, La Madre de Dios
Año Nuevo, La Madre de Dios

«En estos tiempos de cansancio y pesimismo increyente, María, con su obediencia radical a Dios y su esperanza confiada, puede conducirnos hacia una vida cristiana más honda y más fiel a Dios»

«No se trata de acudir a María para escuchar «mensajes apocalípticos» que amenazan con castigos terribles a un mundo hundido en la impiedad y la increencia, mientras ella ofrece su protección maternal a quienes hagan penitencia o recen determinadas oraciones»

Por José Antonio Pagola

Después de un cierto eclipse de la devoción mariana, provocado en parte por abusos y desviaciones notables, los cristianos vuelven a interesarse por María para descubrir su verdadero lugar dentro de la experiencia cristiana.

No se trata de acudir a María para escuchar «mensajes apocalípticos» que amenazan con castigos terribles a un mundo hundido en la impiedad y la increencia, mientras ella ofrece su protección maternal a quienes hagan penitencia o recen determinadas oraciones.

No se trata tampoco de fomentar una piedad que alimente secretamente una relación infantil de dependencia y fusión con una madre idealizada. Hace ya tiempo que la psicología nos puso en guardia frente a los riesgos de una devoción que exalta falsamente a María como «Virgen y Madre», favoreciendo, en el fondo, un desprecio hacia la «mujer real» como eterna tentadora del varón.

El primer criterio para comprobar la «verdad cristiana» de toda devoción a María es ver si repliega al creyente sobre sí mismo o si lo abre al proyecto de Dios; si lo hace retroceder hacia una relación infantil con una «madre imaginaria» o si lo impulsa a vivir su fe de forma adulta y responsable en seguimiento fiel a Jesucristo.

María madre de Dios

Los mejores esfuerzos de la mariología actual tratan de conducir a los cristianos a una visión de María como Madre de Jesucristo, primera discípula de su Hijo y modelo de vida auténticamente cristiana.

Más en concreto, María es hoy para nosotros modelo de acogida fiel de Dios desde una postura de fe obediente; ejemplo de actitud servicial a su Hijo y de preocupación solidaria por todos los que sufren; mujer comprometida por el «reino de Dios» predicado e impulsado por su Hijo.

En estos tiempos de cansancio y pesimismo increyente, María, con su obediencia radical a Dios y su esperanza confiada, puede conducirnos hacia una vida cristiana más honda y más fiel a Dios.

La devoción a María no es, pues, un elemento secundario para alimentar la religión de gentes «sencillas», inclinadas a prácticas y ritos casi «folclóricos». Acercarnos a María es, más bien, colocarnos en el mejor punto para descubrir el misterio de Cristo y acogerlo. El evangelista Mateo nos recuerda a María como la madre del «Emmanuel», es decir, la mujer que nos puede acercar a Jesús, «el Dios con nosotros».

La Buena Noticia del Dgo 2º Navidad

La Palabra se hizo hombre y acampó entre nosotros

Era la luz verdadera que ilumina a todo hombre

JUAN 1, 1-18

1 Al principio ya existía la Palabra y la palabra se dirigía a Dios y la Palabra era Dios. 2 Ella al principio se dirigía a Dios.

3 Mediante ella existió todo, sin ella no existió cosa alguna de lo que existe.

4 Ella contenía vida y la vida era la luz del hombre: 5 esa luz brilla en la tiniebla y la tiniebla no la ha apagado.

6 Apareció un hombre enviado de parte de Dios, su nombre era Juan; éste vino para un testimonio, 7 para dar testimonio de la luz, de modo que, por él, todos llegasen a creer. 8 No era él la luz, vino sólo para dar testimonio de la luz.

9 Era ella la luz verdadera, la que ilumina a todo hombre llegando al mundo.

10 En el mundo estaba y, aunque el mundo existió mediante ella, el mundo no la reconoció. 11 Vino a su casa, pero los suyos no la acogieron.

12 En cambio, a cuantos la han aceptado, los ha hecho capaces de hacerse hijos de Dios: a esos que mantienen la adhesión a su persona;

13 los que no han nacido de mera sangre derramada ni por designio de un mortal ni por designio de un hombre, sino que han nacido de Dios.

14 Así que la Palabra se hizo hombre, acampó entre nosotros y hemos contemplado su gloria -la gloria que un hijo único recibe de su padre-: plenitud de amor y lealtad.

15 Juan da testimonio de él y sigue gritando:

– Éste es de quien yo dije: «El que llega detrás de mí estaba ya presente antes que yo, porque existía primero que yo».

16 La prueba es que de su plenitud todos nosotros hemos recibido: un amor que responde a su amor. 17 Porque la Ley se dio por medio de Moisés; el amor y la lealtad han existido por medio de Jesús Mesías.

18 A la divinidad nadie la ha visto nunca; un Hijo único, Dios, el que está de cara al Padre, él ha sido la explicación.

Actualizando la Palabra

DIOS ENTRE NOSOTROS

El evangelista Juan, al hablarnos de la encarnación del Hijo de Dios, no nos dice nada de todo ese mundo tan familiar de los pastores, el pesebre, los ángeles y el Niño Dios con María y José. Juan nos invita a adentrarnos en ese misterio desde otra hondura.

En Dios estaba la Palabra, la Fuerza de comunicarse que tiene Dios. En esa Palabra había vida y había luz. Esa Palabra puso en marcha la creación entera. Nosotros mismos somos fruto de esa Palabra misteriosa. Esa Palabra ahora se ha hecho carne y ha habitado entre nosotros.

A nosotros nos sigue pareciendo todo esto demasiado hermoso para ser cierto: un Dios hecho carne, identificado con nuestra debilidad, respirando nuestro aliento y sufriendo nuestros problemas. Por eso seguimos buscando a Dios arriba, en los cielos, cuando está abajo, en la tierra.

Una de las grandes contradicciones de los cristianos es confesar con entusiasmo la encarnación de Dios y olvidar luego que Cristo está en medio de nosotros. Dios ha bajado a lo profundo de nuestra existencia, y la vida nos sigue pareciendo vacía. Dios ha venido a habitar en el corazón humano, y sentimos un vacío interior insoportable. Dios ha venido a reinar entre nosotros, y parece estar totalmente ausente en nuestras relaciones. Dios ha asumido nuestra carne, y seguimos sin saber vivir dignamente lo carnal.

También entre nosotros se cumplen las palabras de Juan: «Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron». Dios busca acogida en nosotros, y nuestra ceguera cierra las puertas a Dios. Y, sin embargo, es posible abrir los ojos y contemplar al Hijo de Dios «lleno de gracia y de verdad». El que cree siempre ve algo. Ve la vida envuelta en gracia y en verdad. Tiene en sus ojos una luz para descubrir, en el fondo de la existencia, la verdad y la gracia de ese Dios que lo llena todo.

¿Estamos todavía ciegos? ¿Nos vemos solamente a nosotros? ¿Nos refleja la vida solo las pequeñas preocupaciones que llevamos en nuestro corazón? Dejemos que nuestro corazón se sienta penetrado por esa vida de Dios que también hoy quiere habitar en nosotros.

José Antonio Pagola

«La Navidad: una llamada a renacer»

Pagola: «La Navidad ofrece la clave para desvelar el misterio de nuestra existencia»

Navidad del desconcierto

«Generación tras generación, los seres humanos han gritado angustiados sus preguntas más hondas. ¿Por qué tenemos que sufrir, si desde lo más íntimo de nuestro ser todo nos llama a la felicidad? ¿Por qué tanta frustración? ¿Por qué la muerte, si hemos nacido para la vida?»

«Los hombres preguntaban. Y preguntaban a Dios, pues, de alguna manera, cuando buscamos el sentido último de nuestro ser estamos apuntando hacia él. Pero Dios guardaba un silencio impenetrable»

Por José Antonio Pagola

La Navidad encierra un secreto que, desgraciadamente, escapa a muchos de los que en esas fechas celebran «algo» sin saber exactamente qué. No pueden sospechar que la Navidad ofrece la clave para descifrar el misterio último de nuestra existencia.

Generación tras generación, los seres humanos han gritado angustiados sus preguntas más hondas. ¿Por qué tenemos que sufrir, si desde lo más íntimo de nuestro ser todo nos llama a la felicidad? ¿Por qué tanta frustración? ¿Por qué la muerte, si hemos nacido para la vida? Los hombres preguntaban. Y preguntaban a Dios, pues, de alguna manera, cuando buscamos el sentido último de nuestro ser estamos apuntando hacia él. Pero Dios guardaba un silencio impenetrable.

La Palabra se hizo carne

En la Navidad, Dios ha hablado. Tenemos ya su respuesta. No nos ha hablado para decirnos palabras hermosas sobre el sufrimiento. Dios no ofrece palabras. «La Palabra de Dios se ha hecho carne». Es decir, más que darnos explicaciones, Dios ha querido sufrir en nuestra propia carne nuestros interrogantes, sufrimientos e impotencia.

Dios no da explicaciones sobre el sufrimiento, sino que sufre con nosotros. No responde al porqué de tanto dolor y humillación, sino que él mismo se humilla. No responde con palabra sal misterio de nuestra existencia, sino que nace para vivir él mismo nuestra aventura humana.

Belén Berzosa

Ya no estamos perdidos en nuestra inmensa soledad. No estamos sumergidos en pura tiniebla. Él está con nosotros. Hay una luz. «Ya no somos solitarios, sino solidarios» (Leonardo Boff). Dios comparte nuestra existencia.

Esto lo cambia todo. Dios mismo ha entrado en nuestra vida. Es posible vivir con esperanza. Dios comparte nuestra vida, y con él podemos caminar hacia la salvación. Por eso la Navidad es siempre para los creyentes una llamada a renacer. Una invitación a reavivar la alegría, la esperanza, la solidaridad, la fraternidad y la confianza total en el Padre.

Recordemos las palabras del poeta Angelus Silesius: «Aunque Cristo nazca mil veces en Belén, mientras no nazca en tu corazón, estarás perdido para el más allá: habrás nacido en vano».

Natividad del Señor

UNA NOCHE DIFERENTE

La Navidad encierra un secreto que, desgraciadamente, escapa a muchos de los que en esas fechas celebran «algo» sin saber exactamente qué. No pueden sospechar que la Navidad ofrece la clave para descifrar el misterio último de nuestra existencia.

Generación tras generación, los seres humanos han gritado angustiados sus preguntas más hondas. ¿Por qué tenemos que sufrir, si desde lo más íntimo de nuestro ser todo nos llama a la felicidad? ¿Por qué tanta frustración? ¿Por qué la muerte, si hemos nacido para la vida? Los hombres preguntaban. Y preguntaban a Dios, pues, de alguna manera, cuando buscamos el sentido último de nuestro ser estamos apuntando hacia él. Pero Dios guardaba un silencio impenetrable.

En la Navidad, Dios ha hablado. Tenemos ya su respuesta. No nos ha hablado para decirnos palabras hermosas sobre el sufrimiento. Dios no ofrece palabras. «La Palabra de Dios se ha hecho carne». Es decir, más que darnos explicaciones, Dios ha querido sufrir en nuestra propia carne nuestros interrogantes, sufrimientos e impotencia.

Dios no da explicaciones sobre el sufrimiento, sino que sufre con nosotros. No responde al porqué de tanto dolor y humillación, sino que él mismo se humilla. No responde con palabras al misterio de nuestra existencia, sino que nace para vivir él mismo nuestra aventura humana.

Ya no estamos perdidos en nuestra inmensa soledad. No estamos sumergidos en pura tiniebla. Él está con nosotros. Hay una luz. «Ya no somos solitarios, sino solidarios» (Leonardo Boff). Dios comparte nuestra existencia.

Esto lo cambia todo. Dios mismo ha entrado en nuestra vida. Es posible vivir con esperanza. Dios comparte nuestra vida, y con él podemos caminar hacia la salvación. Por eso la Navidad es siempre para los creyentes una llamada a renacer. Una invitación a reavivar la alegría, la esperanza, la solidaridad, la fraternidad y la confianza total en el Padre.

Recordemos las palabras del poeta Angelus Silesius: «Aunque Cristo nazca mil veces en Belén, mientras no nazca en tu corazón estarás perdido para el más allá: habrás nacido en vano».

José Antonio Pagola

La Buena Nueva del Dgo.1º-Adviento-A

Estad en vela

Estad también vosotros preparados

Lectura de la Palabra

Mateo 24,37-44

Estad en vela para estar preparados

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé. Antes del diluvio, la gente comía y bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre: Dos hombres estarán en el campo: a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo: a una se la llevarán y a otra la dejarán. Por lo tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa. Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.

Qué es vivir despiertos y estar en vela?: Desear ardientemente que el mundo cambie 

Por  José Antonio Pagola 

Jesús no se dedicó a explicar una doctrina religiosa para que sus discípulos la aprendieran correctamente y la difundieran luego por todas partes. No era este su objetivo. Él les hablaba de un «acontecimiento» que estaba ya sucediendo: «Dios se está introduciendo en el mundo. Quiere que las cosas cambien. Solo busca que la vida sea más digna y feliz para todos». 

Jesús llamaba a esto el «reino de Dios». Hemos de estar muy atentos a su venida. Hemos de vivir despiertos: abrir bien los ojos del corazón; desear ardientemente que el mundo cambie; creer en esta buena noticia que tarda tanto en hacerse realidad plena; cambiar de manera de pensar y de actuar; vivir buscando y acogiendo el «reino de Dios». 

No es extraño que, a lo largo del evangelio, escuchemos tantas veces su llamada insistente: «vigilad», «estad atentos a su venida», «vivid despiertos». Es la primera actitud del que se decide a vivir la vida como la vivió Jesús. Lo primero que hemos de cuidar para seguir sus pasos. 

«Vivir despiertos» significa no caer en el escepticismo y la indiferencia ante la marcha del mundo. No dejar que nuestro corazón se endurezca. No quedarnos solo en quejas, críticas y condenas. Despertar activamente la esperanza. 

«Vivir despiertos» significa vivir de manera más lúcida, sin dejarnos arrastrar por la insensatez que a veces parece invadirlo todo. Atrevernos a ser diferentes. No dejar que se apague en nosotros el deseo de buscar el bien para todos. 

«Vivir despiertos» significa vivir con pasión la pequeña aventura de cada día. No desentendernos de quien nos necesita. Seguir haciendo esos «pequeños gestos» que aparentemente no sirven para nada, pero que sostienen la esperanza de las personas y hacen la vida un poco más amable. 

«Vivir despiertos» significa despertar nuestra fe. Buscar a Dios en la vida y desde la vida. Intuirlo muy cerca de cada persona. Descubrirlo atrayéndonos a todos hacia la felicidad. Vivir no solo de nuestros pequeños proyectos, sino atentos al proyecto de Dios. 

En tiempos de Noé pasaba lo mismo que hoy: la gente comía, bebía, compraba, black friday, Catar…

En tiempos del pobre Noé.

¿Qué pasaba en tiempos de Noé? Pues lo mismo que hoy: que la gente comía, bebía, ahorraba, compraba (Black Friday), viajaba, se casaba y vivía como “si sí”, inconscientemente.

También nosotros vivimos narcotizados y en una sedación crónica por el consumismo, el nihilismo y la ausencia de pensamiento

La gente se reía de Noé, porque el buen hombre estaba haciendo un arca, un barco en pleno desierto: ¿para qué sirve una barca en el desierto? ¿Cuándo se han visto inundaciones en el Sahara? Noé estaba “chinado”, haciendo el canelo.

Pero el diluvio (el agua bautismal) llegó y arrastró a la gente que paseaba por las boutiques, por las playas turísticas y estaciones de nieve, por Catar… La gente en tiempos de Noé vivía -como hoy- en una dulce estupidez.

Siempre nos hace falta un diluvio, un agua bautismal que nos despierte y purifique este mundo, esta sociedad y nos devuelva el buen sentido, el sentido de la vida y de la muerte

    Por otra parte, nosotros, el mundo occidental, estamos viviendo entre decepciones, en el ocaso de los grandes ideales y de la gran tradición cristiana, en medio de corrupciones políticas, económicas:

El mundial de fútbol de Catar es buena prueba de esa corrupción: 6500 / 7.000 trabajadores muertos en la construcción de los campos de fútbol) sin que el pensamiento ni la ética se hagan presentes.

    Alguien decía que no estamos asistiendo a una época de cambios, sino a un cambio de época. Hay que ser conscientes hacia dónde estamos cambiando.

No se permite que afloren las cuestiones fundamentales. Sobre todo los problemas del sentido de la vida, la ética, la muerte. Todo se resuelve por sedación. ¿qué otra explicación puede tener el vacío de los planes (programas) de educación en los que se elimina la filosofía, la religión, la ética, en los que no se plantea el sentido de la vida, o la misma cuestión de la eutanasia o la muerte?

    Es hora de despertar de la somnolencia y es tiempo de despertar y vivir en vela.

Lo hemos escuchado hoy en las tres lecturas:

o Caminar a la luz (Isaías).

o Daos cuenta del momento en que vivís. Despertad del sueño (Romanos).

o Velad, estad despiertos, (Mateo).

El sentido de la vida.

Quizás el problema más fuerte que se nos plantea en este momento cultural es el del sentido de la vida.

El cantante italiano Vasco Rossi tiene una canción demoledora. Evoquemos aunque solamente sea una estrofa:

Voglio trovare un senso a questa vita     Quiero encontrar sentido a esta vida

Anche se questa vita un senso non ce l’ha Si bien esta vida no tiene sentido

Voglio trovare un senso a questa storia   Quiero hallar sentido a esta historia

Anche se questa storia un senso non ce l’ha    Si bien esta historia no tiene sentido

Voglio trovare un senso a questa voglia   Quiero encontrar sentido a mi deseo,

Anche se questa voglia un senso non ce l’ha    Aunque este deseo no tiene sentido.

Sai che cosa penso                    ¿Sabes qué pienso?

Che se non ha un senso                Que no hay sentido alguno,

Si la vida no tiene sentido, ¿para qué vivir?

Por sentido de la vida podemos entender si existe algo por lo cual merece la pena que yo siga existiendo.

Quien se deja interpelar por el sentido de la vida, se está preguntando por la meta y horizonte

No estamos lejos de la primera meditación de los “Ejercicios Espirituales” de San Ignacio de Loyola: Principio y Fundamento.

Esperar lúcidamente en la vida.

Quien no sabe de dónde viene termina por no saber a dónde va. Los clásicos lo decían de modo semejante: ex memoria, spes: la esperanza nace de la memoria, el recuerdo fundamenta nuestra existencia.

Seguramente que causa decepción si decimos que nuestra esperanza se fundamenta en lo acontecido en Cristo. No nos va a pasar nada más importante en la historia y en nuestra vida que la memoria: la presencia activa de Xto hoy y en el futuro absoluto.

    Se trata de vivir con esperanza; no solamente a la espera, sino con esperanza. La esperanza aguarda algo que humanamente nos sobrepasa. Decía Laín Entralgo: el ser humano espera por naturaleza algo que no está en su naturaleza.

    Hay esperas pasivas. Aguardamos a que llegue el autobús, aguardamos a que nos reciba el médico. La esperanza es confiadamente creativa: miramos y confiamos en lo que nos será gratuitamente dado y trabajamos ya en ese futuro absoluto.

    Porque la esperanza es una planta muy débil y delicada, hemos de cuidarla mucho. Procuremos dar razón de nuestra esperanza, (1Pedro 3,15).

Comencemos esperanzadamente el adviento.

    Comencemos con buen ánimo el Adviento. En realidad la vida es un Adviento: una nostalgia y esperanza infinitas.

    A pesar de los pesares, esperemos contra toda desesperanza (San Pablo).

    Que la vida no nos pille aletargadas como a las gentes del tiempo de Noé.

estad despiertos, que se acerca vuestra liberación

Fiesta de Jesucristo Rey del Universo

«Este es el Rey de los judíos»

Hoy estarás conmigo en el paraíso

Lectura de la Palabra

Lucas 23, 35-43

Señor, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino

En aquel tiempo, las autoridades hacían muecas a Jesús, diciendo: «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido.» Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo: «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.» Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: «Éste es el rey de los judíos.» Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.» Pero el otro lo increpaba: «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibirnos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha faltado en nada.» Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.» Jesús le respondió: «Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso.»

Comentarios a la Palabra

Pagola: «Jesucristo se identificó tanto con las víctimas inocentes que terminó como ellas»

Solemnidad de Cristo Rey
Solemnidad de Cristo Rey
Por José Antonio Pagola

Los cristianos hemos atribuido al Crucificado diversos nombres: «redentor», «salvador», «rey», «liberador». Podemos acercarnos a él agradecidos: él nos ha rescatado de la perdición. Podemos contemplarlo conmovidos: nadie nos ha amado así. Podemos abrazarnos a él para encontrar fuerzas en medio de nuestros sufrimientos y penas.

Entre los primeros cristianos se le llamaba también «mártir», es decir «testigo». Un escrito llamado Apocalipsis, redactado hacia el año 95, ve en el Crucificado al «mártir fiel», «testigo fiel». Desde la cruz, Jesús se nos presenta como testigo fiel del amor de Dios y también de una existencia identificada con los últimos. No hemos de olvidarlo.

Se identificó tanto con las víctimas inocentes que terminó como ellas. Su palabra molestaba. Había ido demasiado lejos al hablar de Dios y su justicia. Ni el Imperio ni el templo lo podían consentir. Había que eliminarlo. Tal vez, antes de que Pablo comenzara a elaborar su teología de la cruz, entre los pobres de Galilea se vivía esta convicción: «Ha muerto por nosotros», «por defendernos hasta el final», «por atreverse a hablar de Dios como defensor de los últimos».

Al mirar al Crucificado deberíamos recordar instintivamente el dolor y la humillación de tantas víctimas desconocidas que, a lo largo de la historia, han sufrido, sufren y sufrirán olvidadas por casi todos. Sería una burla besar al Crucificado, invocarlo o adorarlo mientras vivimos indiferentes a todo sufrimiento que no sea el nuestro.

El crucifijo está desapareciendo de nuestros hogares e instituciones, pero los crucificados siguen ahí. Los podemos ver todos los días en cualquier telediario. Hemos de aprender a venerar al Crucificado no en un pequeño crucifijo, sino en las víctimas inocentes del hambre y de las guerras, en las mujeres asesinadas por sus parejas, en los que se ahogan al hundirse sus pateras.

Confesar al Crucificado no es solo hacer grandes profesiones de fe. La mejor manera de aceptarlo como Señor y Redentor es imitarle viviendo identificados con quienes sufren injustamente.

SOLEMNIDAD DE CRISTO REY

Por José Luis Sicre

Inicialmente esta fiesta se celebraba el domingo anterior a la de Todos los Santos (1 de noviembre). La reforma del Concilio Vaticano II decidió cerrar el año litúrgico con esta solemnidad para subrayar la victoria final de Jesús.

David, el rey salvador (2 Samuel 5, 1-3)

La primera lectura solo se comprende recordando los acontecimientos previos. Años atrás, el primer rey israelita, Saúl, ha muerto luchando contra los filisteos. Le ha sucedido un hijo bastante inútil, Isbaal, y el poder se concentra en las manos del general Abner. Pero tensiones internas y externas llevarán al asesinato de Abner y, más tarde, de Isbaal. Las tribus del norte, sin rey ni general, se sienten desconcertadas. Y consideran que la única solución es ofrecerle el trono a David, que ya es rey de Judá desde hace siete años. Y se dirigen a la que entonces era capital de Judá, Hebrón (Jerusalén todavía no había sido conquistada).

Nosotros leemos estas palabras sin darle especial importancia. Pero el que los del norte vengan a buscar la salvación en el rey del sur era entonces algo inaudito, que sólo se explica por la necesidad urgente de un rey que los salve.

Jesús, ¿un rey incapaz de salvar? (Lucas 23, 35-43)

Los contemporáneos de Jesús también esperaban un rey con capacidad de salvar. La lectura del evangelio de hoy lo deja muy claro. Las autoridades, los soldados, uno de los malhechores crucificado con Jesús, lo repiten hasta la saciedad. Pronuncian los mayores títulos: Mesías de Dios, Elegido, rey de los judíos, Mesías. Pero sólo están dispuestos a aplicárselos a Jesús si se salva a sí mismo, o, como dice el otro crucificado, «sálvate a ti mismo y a nosotros». La sorpresa aparece al final, en la petición del buen ladrón, cuando reconoce que el reino de Jesús no se realiza en este mundo, no es aquí donde lleva a cabo obras portentosas para que la gente lo acepte como rey. Su reino se encuentra en una dimensión distinta, en la que entrará a través de la muerte. Por eso, el buen ladrón no pide que lo salve. Sólo pide un recuerdo: «acuérdate de mí».

A lo largo de su vida, Jesús escuchó muchas peticiones: de leprosos que deseaban ser curados, de ciegos y cojos, de padres de niños difuntos, de discípulos asustados por la tormenta… Pero esta es la petición más bella y más sencilla: «Jesús, acuérdate de mí». El buen ladrón pide muy poco. Pero hace falta una fe profundísima para creer que ese ajusticiado, al que todos rechazan y del que todos se burlan, dentro de poco será rey, y que un simple recuerdo suyo puede traer la felicidad. Así ocurre en la promesa que Jesús le hace: «hoy estarás conmigo en el paraíso».

«Acuérdate de mí» y «estarás conmigo» son las dos caras de una misma moneda, de la intimidad plena entre el rey y su súbdito, más satisfactoria que todas las prebendas y beneficios mundanos que regalan otros reyes.

Jesús, mucho más que rey (Colosenses 1,12-20)

Si los presentes junto a la cruz negaban la realeza de Jesús, Pablo, sin llamarlo “rey”, habla de su reino y coloca a Jesús por encima de todo lo imaginable en cielo y tierra. La lectura podemos dividirla en dos secciones.

En la primera, se da gracias a Dios por un regalo inimaginable. Imaginemos que somos ciudadanos de un país pobre, miserable, sin futuro; de repente, nos conceden la ciudadanía de un país maravilloso, el pasaporte para entrar en él, incluso nos llevan en avión en primera clase. Eso es lo que ha hecho Dios con nosotros: del mundo de las sombras y del pecado nos ha trasladado al reino de su Hijo querido.

La segunda parte resulta difícil entender si no se conoce la situación de los cristianos de Colosas (en la actual Turquía). ¿Era Jesús superior a los semidioses tan venerados por el pueblo: tronos, dominaciones, principados, potestades? ¿Se extendía su dominio a los seres visibles e invisibles, al pasado y al futuro, al ámbito de los muertos? Preguntas que pueden parecernos trasnochadas pero esenciales para ellos. Pablo responde situando a Jesús por encima de todo lo imaginables en cielo y tierra, pero sin olvidar la realidad de su muerte en cruz.

Nota sobre el sentido originario de la fiesta

Cuando Achille Ratti fue elegido Papa en febrero de 1922 y tomó el nombre de Pío XI, tenía la experiencia reciente de la Primera Guerra Mundial y de la Revolución rusa. Pocos meses después, en octubre, Mussolini organizaba la marcha sobre Roma, que llevaría al triunfo del fascismo. Un año más tarde (8 de noviembre de 1923) Hitler intenta un golpe de estado en Múnich. Pío XI, alarmado por las tensiones crecientes en Europa y en todo el mundo, piensa que la única y verdadera solución a los problemas de tipo social, político, económico, es atenerse al mensaje del evangelio. Si Cristo fuese el rey de este mundo, muy distintas serían las cosas. Entonces instituyó esta fiesta, aprovechando que en 1925 se cumplían mil seiscientos años del concilio de Nicea, que proclamó la realeza de Cristo al añadir al credo apostólico las palabras: “y su reino no tendrán fin”.

Ha pasado casi un siglo. El lenguaje, como tantas cosas, ha cambiado; las verdades profundas, no. No creo que muchos católicos se animen a decir hoy día que la solución a los problemas que afectan al mundo actual sea Cristo Rey. Pero sí debemos estar dispuestos a defender los valores evangélicos del amor al prójimo, especialmente al más necesitado, de reconocernos todos como hermanos, hijos del mismo Padre, de la compasión, la justicia, la paz.

José Antonio Pagola

José Antonio Pagola

Por Jesús Martínez Gordo

A finales del pasado mes de junio se presentó en Madrid el libro-entrevista que, firmado por su sobrino, Juan Ignacio Pagola, narra algunos de los pasajes de la vida del teólogo donostiarra más leído y traducido estas últimas décadas: “José Antonio Pagola. Un creyente apasionado por Jesús”. Quien se adentre en su lectura se va a encontrar con una interesante conversación, escrita con la empatía que, aún hoy, se le sigue negando en no pocos sectores de la Iglesia y de la sociedad civil. Entiendo, a diferencia de estas personas, que dicha empatía es exigible a quien busque comprender cualquier aporte, sea el del teólogo nacido en el barrio donostiarra de Añorga o el de otro autor. Y, de manera particular, a quien pretenda criticar –con la intención de prolongar y, si fuera el caso, superar– la contribución que funda y explica la vida a la que se refiere el texto al que me refiero en estas líneas.

Adentrado en su lectura, me encuentro, después de la presentación del entrevistador, con una sobria y contenida narración de multitud de encuentros y desencuentros. Son cinco los que, sobre todo, me llaman la atención.

El primero, la experiencia de acercamiento a la persona del Nazareno que vivió junto al lago de Galilea, entre el 15 de mayo y el 15 de junio de 1966: “nada, confiesa a su sobrino, habría sido igual sin aquella experiencia de Jesús”. Lo allí experimentado marcó para bien y para siempre mi vida. Pero este encuentro fue posible gracias a que conté con una magnífica iniciadora a la fe: mi madre. Tu abuela, le confiesa, “sin haber leído nunca directamente el Evangelio, me enseñó a vivir con espíritu evangélico”. He aquí el segundo de los encuentros.

Durante su tiempo de formación en Roma asistió a la celebración del concilio Vaticano II (1962-1965). Fue entonces cuando, identificándose con su espíritu evangelizador, se percató de la necesidad de renovar la Iglesia, una tarea a la que dedicará una parte muy importante de su existencia: si, alguna vez, la institución eclesial no llevara a Jesús, confiesa en diferentes ocasiones, “sería una Iglesia muerta”. Este articulado convencimiento de pasión por Jesús y renovación de la Iglesia ha presidido mi vida como profesor de teología, rector del seminario mayor de S. Sebastián y vicario general de la diócesis. Y explica que no me haya “preocupado tanto de conservar las tradiciones cuanto de abrir camino a todo lo que podía contribuir a su renovación”. Fui invitado a embarcarme en esta aventura –llena de muchos encuentros y de no menos desencuentros, tanto eclesiales como sociales– por D. José María Setién, una persona a la que, a pesar de su aparente frialdad, nunca sentí distante y en la que admiré su honestidad, su fe, su humildad, su responsabilidad y su entrega total. Con él también compartí su pasión por pacificar el País Vasco denunciando tanto la violencia terrorista de ETA como la que ejercía el Estado y sin dejar de atender, por ello, a las legítimas reclamaciones de los derechos que se demandaban.

La publicación de “Jesús. Aproximación histórica” es el cuarto capítulo de encuentros y desencuentros. Quien se adentre en este pasaje de su vida descubrirá unas interesantes páginas, narradas sin acritud, con un enorme amor a la Iglesia y hasta con una inusitada comprensión para con sus denunciantes y detractores. Y, además, tendrá la oportunidad de conocer los entresijos de un estúpido hostigamiento, que duró casi cinco años, y contar con un magnífico hilo conductor de todo el “affaire”. Merecen ser traídas a colación, entre otras, las líneas escritas al respecto por José Ignacio González Faus en las que el teólogo valenciano fija lo que denomina “el intríngulis de la cuestión” que sigue provocando, todavía en nuestros días, la continuada reimpresión y lectura de este magnífico texto: los críticos de Pagola, “sin darse cuenta, proyectan en Jesús la idea prefabricada que ellos ya tienen de Dios… La manera de proceder tendría que ser al revés: Jesús es así; Jesús es Dios, luego Dios es de esta y de esta manera. Que es como ha procedido Pagola. Una investigación histórica nos acerca al hombre Jesús. Nada más. A partir de aquí, si creemos que Jesús es la revelación de Dios, pues se nos revela algo sobre Dios en esa humanidad de Jesús”.

Los “grupos de Jesús”, los siete volúmenes de “Jesús, Maestro interior. Lectura orante del Evangelio” y los miles de grupos que existen a lo largo y ancho de todo el mundo son, según declara José Antonio Pagola, la culminación de su aproximación al Nazareno. Si con los primeros textos y la promoción de tantos grupos busco facilitar una conversión individual y grupal a Jesús, con la segunda tanda de siete libros pretendo reavivar su espiritualidad revolucionaria.

Solo queda que, al menos, la Iglesia de S. Sebastián, le tribute, una vez nombrado el nuevo obispo, el homenaje que –negado hasta ahora– tiene más que bien merecido, tanto por su entrega a la diócesis y a la sociedad guipuzcoana como por su magnífico trabajo de investigación histórico-crítica y de difusión teológico-pastoral.

La buena Noticia del Dgo. 32º-C

DESTINADOS A LA VIDA ETERNA

Lc 20, 27-38

LA HORA DE LA PALABRA

El Dios de la vida

En el pueblo judío el Dios de nuestros padres es «Yahvé, el Dios de la vida».            La fe en la resurrección es la fe en un Dios que quiere la vida para todos sus hijos e hijas, «porque para él todos están vivos».

La fe y la esperanza en la resurrección debe traducirse en un compromiso por defender la vida y rechazar todo lo que sea muerte porque «la gloria de Dios es que el hombre y la mujer vivan», como diría San Ireneo, o como diría Mons. Romero, «la gloria de Dios es que el pobre viva».

Ya desde ahora estamos llamados a vivir el Espíritu que animó a Jesús durante su vida. Es el Espíritu que nos hará vivir plenamente.

LECTURA DE LA PALABRA

Lucas 20, 27-38

                                                        No es Dios de muertos, sino de vivos

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección, y le preguntaron: «Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano. Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron sin dejar hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con ella.»

Jesús les contestó: «En esta vida, hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no se casarán. Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la resurrección.

Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor «Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob». No es Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos están vivos.»

COMENTARIOS A LA PALABRA

¿ES RIDÍCULO ESPERAR EN DIOS?

Por

Los saduceos no gozaban de popularidad entre las gentes de las aldeas. Era un sector compuesto por familias ricas pertenecientes a la élite de Jerusalén, de tendencia conservadora, tanto en su manera de vivir la religión como en su política de buscar un entendimiento con el poder de Roma. No sabemos mucho más.

Lo que podemos decir es que «negaban la resurrección». La consideraban una «novedad» propia de gente ingenua. No les preocupaba la vida más allá de la muerte. A ellos les iba bien en esta vida. ¿Para qué preocuparse de más?

Un día se acercan a Jesús para ridiculizar la fe en la resurrección. Le presentan un caso absolutamente irreal, fruto de su fantasía. Le hablan de siete hermanos que se han ido casando sucesivamente con la misma mujer, para asegurar la continuidad del nombre, el honor y la herencia a la rama masculina de aquellas poderosas familias saduceas de Jerusalén. Es de lo único que entienden.

Jesús critica su visión de la resurrección: es ridículo pensar que la vida definitiva junto a Dios vaya a consistir en reproducir y prolongar la situación de esta vida, y en concreto de esas estructuras patriarcales de las que se benefician los varones ricos.

La fe de Jesús en la otra vida no consiste en algo tan irrisorio: «El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob no es un Dios de muertos, sino de vivos». Jesús no puede ni imaginarse que a Dios se le vayan muriendo sus hijos; Dios no vive por toda la eternidad rodeado de muertos. Tampoco puede imaginar que la vida junto a Dios consista en perpetuar las desigualdades, injusticias y abusos de este mundo.

Cuando se vive de manera frívola y satisfecha, disfrutando del propio bienestar y olvidando a quienes viven sufriendo, es fácil pensar solo en esta vida. Puede parecer hasta ridículo alimentar otra esperanza.

Cuando se comparte un poco el sufrimiento de las mayorías pobres, las cosas cambian: ¿qué decir de los que mueren sin haber conocido el pan, la salud o el amor?, ¿qué decir de tantas vidas malogradas o sacrificadas injustamente? ¿Es ridículo alimentar la esperanza en Dios?

TESTIGOS DE LA PALABRA

Joan Roig, mártir en la Cataluña de 1936

Víctima del odio a la fe. El papa Francisco ha autorizado, tras una reunión con el cardenal Angelo Becciu, de la Congregación de la Causa de los Santos, la declaración como mártir –y, por lo tanto, la beatificación– de Joan Roig i Diggle, un joven de 19 años de la Federación de Jóvenes Cristianos de Cataluña, amigo del beato Pere Tarrés y alumno de los beatos mártires escolapios Ignacio Casanovas y Francesc Carceller.

Fue asesinado por las juventudes libertarias de Badalona de cinco tiros en el corazón y uno de gracia en la cabeza en la noche del 11 de septiembre de 1936, víspera del Dulce Nombre de María.

La familia Roig Diggle se empobreció y se trasladó al Masnou. Joan ingresó en la Federación de Jóvenes Cristianos de Cataluña (FJCC), creada en 1932 por mosén Albert Bonet y que llegó a contar con 8.000 muchachos antes de la guerra.

El joven Roig fue designado responsable de la rama infantil (10 a 14 años) de la FJCC,.

El 20 de julio de 1936, milicianos rojos quemaron la sede de la Federación. Empezó una persecución contra los jóvenes fejocistas –que eran una asociación de fe y acción social, pero no política ni de partido–. Se calcula que unos 300 fejocistas fueron asesinados en la retaguardia republicana en Cataluña, incluyendo unos 40 sacerdotes ligados a ellos.

Maud, la madre de Joan, recordó después lo que su hijo hizo esos días: «Fue aliviando penas, animando a los tímidos, visitando a los heridos, buscando diariamente en los hospitales entre los muertos, para saber cuáles de los suyos habían caído asesinados. Cada noche, al pie del lecho, con el crucifijo estrechado en sus manos imploraba para unos clemencia, para otros perdón, y para todos misericordia y fortaleza».

Los milicianos anticlericales golpearon a la puerta de su casa, la de su familia. Joan rápidamente consumió las Formas Sagradas encomendadas a su cuidado. Se abrazó a su madre y se despidió de ella en inglés: «God is with me» (Dios está conmigo).

La patrulla, de las juventudes libertarias de Badalona, le llevó junto al cementerio nuevo de Santa Coloma de Gramanet. Le permitieron unas últimas palabras. «Que Dios os perdone como yo os perdono», dijo él.

Lo mataron de 5 disparos al corazón y uno de gracia en la nuca. Tenía 19 años: según la legislación de la época no era aún adulto. Después de la guerra, sus restos fueron recuperados y reconocidos por las 5 heridas del pecho y la del cráneo.

Jaume Marés, tío de Joan Roig, cuando se enteró de su detención pidió ayuda a un amigo policía. Le reveló que uno de los verdugo le había hablado del muchacho: «¡Ah! Aquel chico rubio era un valiente, murió predicando. Moría diciendo que nos perdonaba y que pedía a Dios que nos perdonará. Casi nos conmovió».

La Federación de Cristianos de Cataluña y la Asociación de Amigos de Joan Roig han promovido su beatificación. Sus restos descansan en una capilla en la parroquia de San Pere de Masnou.

«Esforzaos en entrar por la puerta estrecha»

¿Hay que volver de nuevo a un cristianismo tenebroso y amenazador?

Es sin duda una de las frases más duras de Jesús para los oídos del hombre contemporáneo: «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha». ¿Qué puede significar hoy esta exhortación evangélica?, ¿hay que volver de nuevo a un cristianismo tenebroso y amenazador?, ¿hemos de entrar otra vez por el camino de un moralismo estrecho?

No es fácil captar con precisión la intención de la imagen empleada por Jesús. Las interpretaciones de los expertos difieren. Pero todos coinciden en afirmar que Jesús exhorta al esfuerzo y la renuncia personal como actitud indispensable para salvar la vida.

Esfuerzo y disciplina

No podía ser de otra manera. Aunque la sociedad permisiva parece olvidarlo, el esfuerzo y la disciplina son absolutamente necesarios. No hay otro camino. Si alguien pretende lograr su realización por el camino de lo agradable y placentero, pronto descubrirá que cada vez es menos dueño de sí mismo. Nadie alcanza en la vida una meta realmente valiosa sin renuncia y sacrificio.

Esta renuncia no ha de ser entendida como una manera tonta de hacerse daño a sí mismo, privándose de la dimensión placentera que entraña vivir saludablemente. Se trata de asumir las renuncias necesarias para vivir de manera digna y positiva. Así, por ejemplo, la verdadera vida es armonía. Coherencia entre lo que creo y lo que hago. No siempre es fácil esta armonía personal. Vivir de manera coherente con uno mismo exige renunciar a lo que contradice mi conciencia. Sin esta renuncia, la persona no crece.

La vida es también verdad.

Tiene sentido cuando la persona ama la verdad, la busca y camina tras ella. Pero esto exige esfuerzo y disciplina; renunciar a tanta mentira y autoengaño que desfigura nuestra persona y nos hace vivir en una realidad falsa. Sin esta renuncia no hay vida auténtica.

La vida es amor. Quien vive encerrado en sus propios intereses, esclavo de sus ambiciones, podrá lograr muchas cosas, pero su vida es un fracaso. El amor exige renunciar a egoísmos, envidias y resentimientos. Sin esta renuncia no hay amor, y sin amor no hay crecimiento de la persona.

La vida es un regalo

La vida es regalo, pero es tarea. Ser humano es una dignidad, pero es también un trabajo. No hay grandeza sin desprendimiento; no hay libertad sin sacrificio; no hay vida sin renuncia. Uno de los errores más graves de la sociedad permisiva es confundir la «felicidad» con la «facilidad». La advertencia de Jesús conserva toda su gravedad también en nuestros días. Sin renuncia no se gana ni esta vida ni la eterna.

José Antonio Pagola

Una Iglesia pobre para sembrar semillas de Evangelio 

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Por José Antonio Pagola.-

Al cristianismo le ha hecho mucho daño a lo largo de los siglos el triunfalismo, la sed de poder y el afán de imponerse a sus adversarios. Todavía hay cristianos que añoran una Iglesia poderosa que llene los templos, conquiste las calles e imponga su religión a la sociedad entera.

Hemos de volver a leer dos pequeñas parábolas en las que Jesús deja claro que la tarea de sus seguidores no es construir una religión poderosa, sino ponerse al servicio del proyecto humanizador del Padre –el reino de Dios– sembrando pequeñas «semillas» de Evangelio e introduciéndolo en la sociedad como pequeño «fermento» de una vida humana.

La primera parábola habla de un grano de mostaza que se siembra en la huerta. ¿Qué tiene de especial esta semilla? Que es la más pequeña de todas, pero, cuando crece, se convierte en un arbusto mayor que las hortalizas. El proyecto del Padre tiene unos comienzos muy humildes, pero su fuerza transformadora no la podemos ahora ni imaginar.

La actividad de Jesús en Galilea sembrando gestos de bondad y de justicia no es nada grandioso ni espectacular: ni en Roma ni en el Templo de Jerusalén son conscientes de lo que está sucediendo. El trabajo que realizamos hoy sus seguidores parece insignificante: los centros de poder lo ignoran.

Incluso los mismos cristianos podemos pensar que es inútil trabajar por un mundo mejor: el ser humano vuelve una y otra vez a cometer los mismos horrores de siempre. No somos capaces de captar el lento crecimiento del reino de Dios.

La segunda parábola habla de una mujer que introduce un poco de levadura en una masa grande de harina. Sin que nadie sepa cómo, la levadura va trabajando silenciosamente la masa hasta fermentarla por completo.

Así sucede con el proyecto humanizador de Dios. Una vez que es introducido en el mundo va transformando calladamente la historia humana. Dios no actúa imponiéndose desde fuera. Humaniza el mundo atrayendo las conciencias de sus hijos hacia una vida más digna, justa y fraterna.

Hemos de confiar en Jesús. El reino de Dios siempre es algo humilde y pequeño en sus comienzos, pero Dios está ya trabajando entre nosotros promoviendo la solidaridad, el deseo de verdad y de justicia, el anhelo de un mundo más dichoso. Hemos de colaborar con él siguiendo a Jesús.

Una Iglesia menos poderosa, más desprovista de privilegios, más pobre y más cercana a los pobres siempre será una Iglesia más libre para sembrar semillas de Evangelio y más humilde para vivir en medio de la gente como fermento de una vida más digna y fraterna