La Buena Noticia del Dgo: Fiesta de la Ascensión

Seréis mis testigos

La hora de la Palabra

La fiesta de la Ascensión nos recuerda que terminada la presencia histórica de Jesús, vivimos el tiempo del Espíritu

El Señor asciende al cielo, pero no nos deja solos. Nos deja palabras y gestos que, ni los tiempos más difíciles, lograrán eclipsar. El nos dice: «Seréis mis testigos».   En medio de un mundo duro, injusto y violento, tenemos que trabajar por la paz y la justicia para hacer otro mundo más humano, donde podamos vivir todos con dignidad.

Es la hora de la madurez; es el tiempo de llevar a la práctica el mensaje de Jesús. ¡Es nuestro tiempo! Por eso «no podemos quedar mirando al cielo».

Lectura de la Palabra

Juan 14,15-21

Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor

Lectura del santo evangelio según san Juan:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque vive con vosotros y está con vosotros. No os dejaré huérfanos, volveré. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy con mi Padre, y vosotros conmigo y yo con vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él.»

Comentarios a la Palabra

                                                             La hora de la glorificación – La Ascensión del Señor  –A  –    Mt 28,16-20

Mons. Romero dice[1]:  “El Evangelio de hoy d ice, repitiendo las palabras de Cristo: “sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. ¡Qué consuelo más grande!.  … A Cristo ya no lo vemos caminar y su presencia entre nosotros es todo esto: esperanza, riqueza de gloria, grandeza de poder. La Iglesia por eso , va tan confiada. No se apoya, la Iglesia, en los poderes de la tierra, en las riquezas de los hombres; se apoya en Cristo, que es su esperanza, la riqueza de su gloria, fuerza de su poder.   Cristo vive aquí, no con una presencia física limitada a un pueblecito en Palestina; Cristo vive ahora en cada cantón, en cada pueblo, en cada familia donde haya un corazón que ha puesto en Él su esperanza, donde hay un afligido que espera que pasará la hora del dolor, donde hay un torturado, hasta en la cárcel está presente, en el corazón del que espera y ora.  Cristo está presente ahora  con nuestra presencia mucho más viva que cuando peregrinó treinta y tres años entre nosotros.  Cristo vive, hermanos, y vive en su Iglesia, glorificado a la diestra del Padre, presente, hecho esperanza y fuerza entre sus peregrinos de la tierra.  Esta el la glorificación del hombre en Cristo. ¿Qué aflicción puede haber, entonces, para este Cristo, para nosotros que somos el Cristo de la historia?

La narración de la ascensión se sitúa en una cosmovisión que ya no es la nuestra: el cielo arriba, la tierra en medio, y abajo el fuego eterno. Esta confusión no facilita hoy la comprensión del mensaje de la ascensión como Buena Nueva de Dios. El relato también se sitúa en una imagen de Dios que ya no es la nuestra: Dios sentado en algún lugar de su trono en el cielo: ahora con el Resucitado «ascendido a los cielos» a la derecha del Padre, allí en ese trono, supervisándolo todo.

La narración de la ascensión en el libro de los Hechos de los Apóstoles (1.11) incluye felizmente a los dos hombres de túnicas blancas que les preguntan «¿qué están mirando al cielo?». Este es también un mensaje importante para nosotros: no necesitamos mirar a las estrellas por la noche, al cielo azul o nublado durante el día, porque no se trata de eso. En el Evangelio de Mt, la última frase, también las últimas palabras del Resucitado, es «Yo estoy con vosotros todos los días, hasta la consumación de este mundo». Se trata ahora de la nueva presencia de Cristo con nosotros, hoy, en esta historia de los hombres. Recordemos también sus propias palabras: «Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, yo estoy en medio de ellos» (Mt 18,20). Esto se convierte en un mensaje reconfortante y esperanzador para la comunidad cristiana, una minoría dentro de una sociedad secular, o una minoría dentro de las iglesias populares tradicionales. Podemos abrirnos a Su presencia entre nosotros si realmente nos reunimos en Su Nombre (en Su Presencia). Esta es (¿ha sido?) una fuerte experiencia de las comunidades eclesiales de base en sus encuentros para encontrar la Luz del Evangelio, en sus celebraciones, en su misión evangelizadora. No se trata entonces de las explicaciones de los especialistas de la Biblia, sino de la empatía fiel y de la escucha de las historias del Evangelio.  Y, de repente, todo se aclara, como en el relato de los dos del camino a Emaús: «¿No ardía nuestro corazón cuando nos hablaba por el camino y nos abría las Escrituras?». Le reconocieron al partir el pan. (Lc 24,31-32). Allí donde se parte, se comparte y se distribuye el pan (la vida), allí está Él presente. En la convivencia y en el Evangelio, los creyentes reconocen Su Voz y comprenden Su acción solidaria y liberadora, entonces y también hoy.

Monseñor Romero señala también los caminos por donde podemos encontrarnos con Él hoy. «Cristo vive ya en cada aldea, en cada pueblo, en cada familia donde hay un corazón que ha puesto en Él su esperanza». Tal vez lo que se está indicando aquí es que sólo quien lo busque lo encontrará; quien espere en Él se encontrará con Él; quien se abra a Él podrá experimentarlo.

En su nueva presencia, Cristo no se impone a la fuerza. Nadie está obligado a verle o a encontrarse con Él. Él se ofrece. «Cristo vive ahora, donde hay un enfermo que espera que pase la hora del dolor, donde hay un torturado, incluso en la cárcel Él está presente, en el corazón del que espera y ora». Aquí pensamos en la parábola de Mt 25. Podemos encontrar al Resucitado en nuestro encuentro con los pobres, con los que tienen hambre y sed, con los emigrantes y refugiados, con los enfermos, con los que no tienen ropa (vivienda), con los que están en la cárcel. Se trata, pues, de todas las personas vulnerables y heridas, cercanas y también lejanas. Gracias a los medios de comunicación, sabemos bastante bien lo que ocurre en los países del Sur, en los países en guerra, en los lugares afectados por terremotos, inundaciones o sequías prolongadas.

También sería importante entonces compartir unos con otros cómo Lo  vemos, Lo encontramos, dejamos que nos hable y nos llame a un testimonio vivo y liberador.

«Cristo está mucho más vivamente presente ahora que cuando peregrinó entre nosotros durante treinta y tres años», decía Mons. Romero. Hoy podemos entender aquellas viejas palabras «ascendido a los cielos, glorificado a la derecha del Padre» como «estar presente, hecho esperanza y fuerza entre sus peregrinos de la tierra». Él vive así en la Iglesia que, siendo humana, y por tanto cayendo y levantándos, quiere siempre encontrarle de nuevo y dar testimonio de Él. «¿Por qué inquietarnos?», se pregunta Mons. Romero, cuando Él está tan presente entre nosotros.

Muchos no cristianos solidarios también se preocupan seriamente por nuestros semejantes. En esto podemos ser aliados en la lucha contra la injusticia, por la paz, por la hospitalidad, por un humanismo más genuino. Para los cristianos, esos encuentros con «personas heridas y vulnerables» significan también encuentros con el Resucitado, que evoca, fortalece, anima, da esperanza y nos abre a nuestra dimensión divina. No se trata sólo de nuestra vida o de nuestro futuro. Por eso, podemos creer en aquella pregunta de Mons. Romero: «¿Por qué hemos de estar ansiosos?». Por enorme que sea la tarea, merece la pena.

Una nota personal. Estos días me han vuelto a permitir visitar a alguien (cada 14 días) en la cárcel. Un encuentro y una conversación de 45 minutos. Un oasis en medio del tan monótono y a veces desesperante tiempo de detención. Estos días, he vuelto a visitar a algunas personas muy mayores en el asilo cercano. Conversaciones a veces breves, a veces más largas. Ojos agradecidos de personas que esperan que alguien les visite y les escuche. En la mesa de plática con personas que están aprendiendo el Neerlandés de esta semana, vi los ojos brillantes de un migrante sirio que podrá empezar a trabajar dentro de unas semanas, pero también vi las lágrimas en los ojos de otro migrante sirio que, con su esposa y sus cinco hijos, tendrá que dejar su actual casa de alquiler dentro de un mes y no encuentran una vivienda adaptada para siete personas. También en esa conexión con la gente, el Resucitado me habla y me llama… En el camino Él siempre nos guiará. Permitirme experimentar esa Presencia es una profunda alegría llena de gracia.

Algunas preguntas para nuestra reflexión y acción personal y comunitaria.

  • La fiesta de la Ascensión de Jesús, ¿qué significa para mí?
  • En lugar de mirar hacia arriba, ¿dónde «vemos» al Resucitado ahora presente?
  • ¿Puedo compartir con otros (familia, comunidad, amigos) algo de mi experiencia de Su presencia en mi encuentro con personas vulnerables y heridas? ¿Qué aprendemos unos de otros?

[1] Homilías de Monseñor Oscar A. Romero.  Tomo II – Ciclo A,  Uca editores, San Salvador, primera edición 2005, p. 474. 475

Por Luis Van de Velde

                                           Yo estoy siempre con vosotros hasta el fin del mundo

Mateo no ha querido terminar su narración evangélica con el relato de la Ascensión. Su evangelio, redactado en condiciones difíciles y críticas para las comunidades creyentes, pedía un final diferente al de Lucas.

Una lectura ingenua y equivocada de la Ascensión podía crear en aquellas comunidades la sensación de orfandad y abandono ante la partida definitiva de Jesús. Por eso Mateo termina su evangelio con una frase inolvidable de Jesús resucitado: «Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo».

Esta es la fe que ha animado siempre a las comunidades cristianas. No estamos solos, perdidos en medio de la historia, abandonados a nuestras propias fuerzas y a nuestro pecado. Cristo está con nosotros. En momentos como los que estamos viviendo hoy los creyentes es fácil caer en lamentaciones, desalientos y derrotismo. Se diría que hemos olvidado algo que necesitamos urgentemente recordar: él está con nosotros.

Ascensión de Jesús

Los obispos, reunidos con ocasión del Concilio Vaticano II, constataban la falta de una verdadera teología de la presencia de Cristo en su Iglesia. La preocupación por defender y precisar la presencia del Cuerpo y la Sangre de Cristo en la eucaristía ha podido llevarnos inconscientemente a olvidar la presencia viva del Señor resucitado en el corazón de toda la comunidad cristiana.

Sin embargo, para los primeros creyentes, Jesús no es un personaje del pasado, un difunto a quien se venera y se da culto, sino alguien vivo, que anima, vivifica y llena con su espíritu a la comunidad creyente.

Cuando dos o tres creyentes se reúnen en su nombre, allí esta él en medio de ellos. Los encuentros de los creyentes no son asambleas de hombres huérfanos que tratan de alentarse unos a otros. En medio de ellos está el Resucitado, con su aliento y fuerza dinamizadora. Olvidarlo es arriesgarnos a debilitar de raíz nuestra esperanza.

Todavía hay algo más. Cuando nos encontramos con un hombre necesitado, despreciado o abandonado, nos estamos encontrando con aquel que quiso solidarizarse con ellos de manera radical. Por eso nuestra adhesión actual a Cristo en ningún lugar se verifica mejor que en la ayuda y solidaridad con el necesitado. «Cuanto hicisteis a uno de estos pequeños, a mí me lo hicisteis».

El Señor resucitado está en la eucaristía alimentando nuestra fe. Está en la comunidad cristiana infundiendo su Espíritu e impulsando la misión. Está en los pobres moviendo nuestros corazones a la compasión. Está todos los días, hasta el fin del mundo.

Testigos de la Palabra

 Rufino Velasco

uno de los mejores especialistas y testigos del Concilio Vaticano II

  • Recién cumplidos los noventa años nos ha dejado en silencio en plena cuarentena el 22 de abril el teólogo y poeta Rufino Velasco Martínez, persona entrañable, compañero noble, colega solidario y creyente sincero, con quien compartimos experiencias comunitarias en los sectores populares, luchas en favor de la justicia y de la libertad y reflexiones teológicas en el horizonte de la liberación. Fue uno de los mejores especialistas y testigos del Vaticano II, el Concilio de la Reforma eclesial que, a través de sus clases, encuentros de grupos cristianos, publicaciones y actividad pastoral, hizo realidad en la Iglesia, la sociedad y la teología españolas no sin dificultades y resistencias por parte de un sector de la jerarquía eclesiástica.

Colaboramos juntos en las revistas Misión Abierta, Éxodo y Utopía, donde escribió numerosos artículos que iluminaron el itinerario de muchos cristianos y cristianas en diferentes momentos de la historia reciente del cristianismo en España: la dictadura franquista, el Concilio Vaticano II, la transición política, la larga invernada eclesial con Juan Pablo II y Benedicto XVI y la nueva primavera de la “Iglesia en salida” con el papa Francisco.

La comunidad de Fernández de los Ríos con la que Rufino ha convivido durante más de 40 años (integrada por José Luis Sierra, Benjamín Forcano, Secundino Movilla y Evaristo Villar) contó siempre con el apoyo, el aliento y la complicidad del obispo, poeta y profeta Pedro Casaldáliga, compañero y amigo, que la acogió en su diócesis brasileña de Mato Grosso en situaciones de exilio eclesial. En él encontró esta comunidad el reconocimiento religioso y la ciudadanía eclesial, que otros colegas le negaron.

Aplicando a Rufino dos títulos de sendos libros de Casaldáliga se podría decir que vivió lúcidamente en “Tierra nuestra, libertad”, “en rebelde fidelidad” y “reconciliado consigo mismo, con la naturaleza, con los hermanos y hermanas, con la historia humana, con Dios Padre/Madre

Juan José Tamayo|Evaristo Villar

MONICIONES: 7º  PASCUA: ASCENSIÓN  A  .

(Celebraciones en las casas)

Ambientación.
Hoy es la fiesta de la Ascensión del Señor. En el Credo decimos que Jesús “subió al cielo y está sentado a la derecha del Padre”. Pero las cosas no ocurrieron exactamente así, porque Jesús no se fue a ningún sitio. Nos lo dijo él: “Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.” Pues eso: Jesús no se ha ido. Lo que pasa es que está con nosotros pero de otra manera. Ahora no lo vemos con los ojos de la cara.///La Ascensión también significa que los cristianos tuvieron que tomar las riendas de la iglesia de entonces. Con la presencia invisible de Jesús y con la ayuda de su Espíritu, fueron sacando adelante a la comunidad cristiana. Pues de eso vamos a hablar. Bienvenidos todos. Que os sintáis a gusto y que disfrutéis.
Comenzamos: En el nombre del P.
Saludo: Que el amor Dios y la fuerza de su Espíritu, estén con todos vosotros.

Perdón. -Para que te sintamos  presente entre nosotros. Señor,
-Para que el Espíritu nos de fuerza para cumplir con nuestras tareas: Cristo, ten …
-Para que el evangelio de Jesús guíe siempre nuestros pasos: Señor, ten piedad,

Oración de los fieles.
A Jesús que nos prometió que siempre estaría con nosotros, hoy le presentamos nuestras pobrezas y le decimos: Señor, cuida de nosotros con cariño.
-Por la iglesia de Dios, para que siempre prediquemos los valores del evangelio donde estemos. Oremos.
-Por todos los que estamos sufriendo la crisis del coronavirus, para que Dios nos ayude a vencer en esa lucha. Oremos.
-Por los que se han alejado de la fe, para que recuperen la alegría de sentirse hijos de Dios. Oremos.
-Por los pobres, los refugiados y todos los que sufren, para que sientan sobre ellos el cariño de Dios. Oremos.
-Por nuestro pueblo y por nuestra parroquia, para que aguardemos sin dormirnos la venida del Espíritu.  Oremos.
Señor Jesús: envía sobre nosotros tu Espíritu para que seamos buenas personas y para que trabajemos por un mundo nuevo. Tú que vives…

Bendición final: -Dios nuestro Padre que, por medio de su Hijo Jesús, nos ha abierto las puertas del evangelio, que hoy nos colme de sus bendiciones. Amén.
-Y ya que Jesús se manifestó resucitado a sus amigos cuando lo necesitaron, que a nosotros también nos conceda vivir siempre bajo su mirada cariñosa. Amén.
-Y así como nos sentimos contentos al celebrar la Ascensión de Jesús, que sintamos también que Él está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Amén.
-Y la bendición de Dios ….
Despedida. Hemos terminado esta misa. Recordamos que el Señor no se ha ido. Sigue siempre con nosotros. El próximo domingo es una fiesta muy grande: Pentecostés. Pues que paséis un buen día. Podéis ir  en paz.

PUNTOS-HOMILÍA-ASCENSIÓN DEL SEÑOR  A 20.

Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra@.
Los primeros cristianos vivieron con mucha alegría la etapa de las apariciones de Jesús. De buenas a primeras Jesús resucitado se les aparecía y se ponían contentísimos. San Lucas dice que Jesús, aprovechó en ese tiempo de las apariciones para hablarles del Reino de Dios. Es decir; del mundo nuevo. Pero esa etapa de las apariciones tenía que terminar y un día terminó. ¿Qué pasó entonces? ¿Cómo iban a funcionar los primeros cristianos? Pues el evangelio de hoy dice que hasta el último momento, “algunos vacilaban”. Es decir: que no tenían las cosas muy claras. Pues esa gente que no tenían las cosas muy claras eran la primera comunidad cristiana a la que Jesús le había prometido que no los iba a abandonar nunca. Les iba a enviar su Espíritu. Luego, sólo el evangelio de San Lucas dice que Jesús subió al cielo en las afueras de Jerusalén y que subió bendiciendo a sus amigos. Los otros evangelios no dicen nada de eso. El evangelio de San Mateo que es el que hemos leído ahora solo dice que Jesús desde un monte de Galilea envió a sus discípulos por el mundo a predicar las cosas bonitas que habían aprendido a su lado. Y para que no se sintieran solos o abrumados por esa misión tan difícil, Jesús termina diciéndoles: «Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo».  Así termina el evangelio de San Mateo. Como si les dijera: “Tranquilos: que yo no me voy porque voy a estar siempre con vosotros aunque no me veáis con los ojos de la cara”. Pues eso es lo que celebramos ahora: que el Señor no se ha ido sino que está con nosotros aunque no lo veamos con los ojos de la cara. Ya sabéis que en la crisis del coronavirus mucha gente se ha sentido como desamparados de Dios. Pues no. Ese era un buen momento para recordar que Jesús sigue con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Y el sentir esa presencia cariñosa de Jesús es una experiencia muy bonita. Nos da fuerzas para seguir adelante en nuestras luchas. Y ¿qué tenemos que hacer ahora que todavía estamos perseguidos por ese virus? Pues tenemos que proponernos hacer otro mundo distinto del que teníamos: un mundo menos egoísta y más humano. Y ¿cómo se hace ese mundo nuevo? Pues ese mundo nuevo lo hemos visto un poquito cuando los sanitarios trabajaban hasta el agotamiento por los enfermos,  y lo hemos visto en multitud de gentes admirables que han vivido cuidando de los desvalidos, de los pobres, de los que sufrían. Fijaos: cuando nos esforzamos por ser buenas personas, cariñosos, cercanos a los que sufren …. ya estamos haciendo un mundo nuevo. Y ¿cómo podremos hacer esa tarea tan grande y tan bonita? Pues como siempre: nosotros ponemos lo poquito que tengamos y el Señor con su Espíritu se encargará de poner lo demás. Un día Jesús hizo una locura: poner a su iglesia en las manos de unos pobres hombres. Pues la iglesia no se hundió porque Jesús sigue con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Que no se nos olvide eso.

La Buena Noticia del Dgo. 4º Pascua-A

Escuchar su voz y seguir sus pasos

Jn 10, 1-10

Yo he venido para que tengan vida

Seguimos celebrando con alegría la Pascua del Señor.

Hoy el Resucitado se nos presenta como el Buen Pastor, que conoce a sus ovejas y ellas escuchan su voz y le siguen.

Cristo nos llama a todos: a escucharle, a seguirle y a entregarnos sin reserva para esforzarnos por la vida de los que están más amenazados por la pandemia.

Lectura de la Palabra

Juan 10,1-10

Yo soy la puerta de las ovejas

En aquel tiempo, dijo Jesús «Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el guarda, y las ovejas atienden a sus voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.» Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús: «Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.»

Comentarios a la Palabra

Jesús, nuestro único Pastor

 En algunos ámbitos de la Iglesia se insiste más que nunca en la necesidad de un «magisterio eclesiástico» fuerte para dirigir a los fieles en medio de la crisis actual. Estas llamadas no logran, sin embargo, detener su creciente «devaluación» entre amplios sectores de cristianos.

De hecho, no pocas intervenciones de los obispos provocan reacciones encontradas. Unos las alaban con fervor, otros las critican duramente, y la mayoría las olvida a los pocos días. Mientras tanto, en el evangelio se nos recuerdan unas palabras de Jesús que nos interpelan a todos: «Las ovejas siguen al pastor porque conocen su voz».

Lo primero y decisivo también hoy es que, en la Iglesia, los creyentes escuchemos «la voz» de Jesucristo en toda su originalidad y pureza, no el peso de las tradiciones ni la novedad de las modas, no las «preocupaciones» de los eclesiásticos ni los «gustos» de los teólogos, no nuestros intereses, miedos o acomodaciones.

Esto exige no confundir sin más la voz de Jesucristo con cualquier palabra que se pronuncia en la Iglesia. No hemos de dar por supuesto que en toda intervención de los obispos, en toda predicación de los curas, en todo escrito de los teólogos o en toda exposición de los catequistas se está escuchando fielmente la voz de Jesús.

Sustituir con ruido la voz del Maestro

Siempre existe un riesgo. Que llenemos la Iglesia de escritos y cartas pastorales, de documentos y libros de teología, de catequesis y predicaciones, sustituyendo con nuestro «ruido» la voz inconfundible de Jesús, nuestro único maestro. Lo recordaba una y otra vez el obispo san Agustín: «Tenemos un solo maestro. Y, bajo él, todos somos condiscípulos. No nos constituimos en maestros por el hecho de hablar desde el púlpito. El verdadero Maestro habla desde dentro».

Hemos de preguntarnos si la palabra que se escucha en la Iglesia proviene de Galilea y nace del Espíritu del Resucitado. Esto es lo decisivo, pues el magisterio, la predicación o la teología han de ser una invitación a que todos y cada uno de los creyentes escuchemos de manera fiel la voz de Cristo. Solo cuando uno «aprende» algo de Jesús se convierte en su seguidor

Por José Antonio Pagola

El Buen Pastor

El redil del Buen Pastor no coincide con muchos apriscos eclesiásticos.

Celebramos hoy el cuarto domingo de Pascua denominado: domingo del Buen Pastor con los símbolos de la Puerta, la puerta, el redil). Hemos escuchado parte del cp. 10 de San Juan en el que nos presenta a Cristo como Puerta y Buen Pastor de las ovejas.

Cristo buen Pastor y puerta del redil.

A nosotros, que no hemos conocido el mundo rural ni la trashumancia, nos pilla un poco de lejos hablar del buen pastor y del redil.     Sin embargo, estas imágenes son muy queridas en el mundo bíblico, que está vivido y pensado desde una cultura rural y pastoril. Dios es el pastor de su pueblo, el Señor guía a su pueblo con todo lo que esta imagen significa de orientación, de protección, de ayuda. La experiencia de tener a Cristo como guía, como luz, como Pastor nos hace bien. En la vida podemos seguir a muchos «pastores», nos podemos poner bajo muchos cayados de toda ideología, entrar en apriscos de todo tipo… El salmo 22 emplea esta expresión del buen Pastor: El Señor es mi Pastor, nada me puede faltar.

  1. 02Nada me falta (salmo 22, 1).

Cuando tenemos la experiencia de confiar en Dios y que Él es nuestro Pastor, ello infunde la confianza de que nada nos falta. La vida, los acontecimientos, los problemas están bien situados y fundamentados en el Señor. La experiencia profunda del «sólo Dios basta» serena y calma el alma humana.

Santa Teresa dejó bien plasmada esta vivencia:

Nada te turbe,

nada te espante,

Todo se pasa,

Dios no se muda.

En la vida podemos tener miedo a mil cosas y podemos pasar por muchas situaciones difíciles: de enfermedad, de escasez, de pecado;  podemos sentir miedo -por desgracia-incluso a Dios.

Si tenemos a Dios como pastor, nada temamos. El Señor va con nosotros en nuestro caminar, nos acompaña como a los dos de Emaús… Aunque pasemos por valles tenebrosos, nada temo, porque Tú vas conmigo. (Salmo 22, 4).

En alguna medida, todos somos pastores.

Los padres de familia, los mayores de las familias, los políticos los profesores y maestros, los médicos y psicólogos, los periodistas y medios de comunicación, toda persona adulta, más o menos, somos pastores, guiamos a los demás.                       Viene de la mano aludir a la pre-campaña electoral en la que ya estamos metidos. Los políticos son también pastores: asalariados o buenos pastores es ya otra cuestión, pero ciertamente son los que conducen la sociedad.

Poder y autoridad de los pastores

No es lo mismo poder que autoridad. El poder es la potestad que una persona (institución) tiene porque ha sido legítimamente instituido o constituido en tal cargo, puesto, sede, escaño, etc. Un político ha obtenido determinado número de votos y, por tanto, legítimamente ocupa el escaño parlamentario correspondiente. Un obispo –tal y como están las cosas- es nombrado por Roma para tal diócesis y ocupa legítimamente esa sede. Ahora bien, que una persona tenga poder no significa que tenga autoridad.                La autoridad la tiene y ejerce quien por su bondad, por su competencia y bien hacer, por su respeto y afecto a la grey que ha de gobernar, es querido, respetado y obedecido por el rebaño que Dios y la vida han puesto en sus manos. De manera que, puede haber –hay- personas que tienen poder en el plano político, eclesiástico, cultural que tienen poder, pero ninguna autoridad sobre el pueblo. Y hay personas que no tienen poder, pero sí una gran autoridad en el pueblo o grupo en el que viven. Hace unos días el arzobispo de Estrasburgo, fue obligado a dimitir por su talante «irascible, distante y autoritario”. (Religión Digital).

Tenía poder, pero ninguna autoridad…

Jesús no fue hombre de poder ni en el Templo, ni en la ley farisaica, ni perteneció a la élite saducea, ni tuvo poder político alguno. Pero Jesús tenía autoridad, hablaba con autoridad.(Mc 1,21-28)     El Buen Pastor es querido y seguido por sus ovejas. Los demás son asalariados y salteadores.     El Buen pastor no deja a nadie “tirado”. El Buen Pastor sale a buscar la oveja perdida.                      La autoridad no es una amenaza sino presencia de amor, de bondad, de paz que nos lleva a las verdes praderas del Reino…              Jesús es el Buen Pastor que nos guía con bondad. Cristo es la puerta del aprisco, es el paso, la Pascua.

    La Iglesia y el redil

Es hermosa la imagen de la “puerta, del aprisco-redil”. La puerta es el acceso a la casa, a vivir a cubierto, confiados… Cristo es la puerta que nos posibilita la entrada a la Pascua, a la vida.     El redil de Jesús es más amplio que la Iglesia. (El Reino de Dios es más amplio y hermoso que el sistema eclesiástico). ¿Fuera de la Iglesia no hay salvación, o fuera de la salvación no hay Iglesia? En el redil, en el aprisco del Buen Pastor hay muchas, “multitud» de personas que no conocieron la Iglesia.

Yo soy el buen pastor, yo soy la `puerta

La Puerta es Cristo: Camino, Verdad y Vida

En este domingo IV de pascua se nos invita a mirar al buen pastor y a sus ovejas.

Cristo como Camino, Verdad y Vida es el Buen Pastor por cuya puerta deben entrar y salir las ovejas. Hay que escuchar la voz de Cristo en el resplandor de la verdad para alejarnos de engaños, evitar la corrupción para no robar ni engañar a otros.

La voz y la verdad van relacionados para introducirnos por la puerta que es Cristo. Las ovejas deben saber escuchar esa voz en la verdad, por eso, solo pueden seguir a Cristo.

Una voz con engaños y mentiras que quiere usurpar lo que les pertenece no la reconocen ni se confían a esa voz engañosa, porque corren el riesgo de ser trasquiladas y quedarse desprotegidas. Solo se puede seguir a Cristo en la verdad, porque nos lleva a la vida.

¿Cuántas cosas en nuestra libre elección van acabando con nuestra vida?

Nos falta saber escuchar la verdad para que nuestra libertad encuentre una conducción que nos permita encontrarnos con Cristo. Al afirmar que Jesús, que él es la puerta, podemos entender que necesitamos encontrarnos con Él.

Quien se encuentra con Cristo descubre la verdad y, al escucharla, podrá conducirse en el camino que lo haga entrar por la puerta, libre de engaños y mentiras.

Bien preguntan a Pedro, quienes le escuchan el día de Pentecostés: qué debemos hacer hermanos?

La respuesta es arrepentirse y bautizarse. Es decir, reconocer nuestros errores y mentiras, enmendar el camino para tener esa vida en abundancia que se nos ofrece en Cristo con el nacimiento bautismal.

Hay que empezar a hacer el bien, y entender que perseverar en el bien significa asumir los sufrimientos propios que conlleva a hacer el bien, siempre al estilo de vida de Jesús, quien al ser insultado no devolvía insultos, al ser maltratado no profería amenazas.

La bondad en el corazón del hombre abre espacio de manifestación al Espíritu Santo, para ser fortalecidos y entender que nuestra vida de fe es un camino de comunión y de vida, que se fortalece en perseverancia y se sostiene por gracia de Dios.

Así como los discípulos de Emaús fueron tocados por la palabra y el espíritu de Jesús que hacía arder sus corazones, así en este domingo, los oyentes de Pedro se conmueven ante sus palabras y piden, qué es lo que ellos deben de hacer.

Abrámonos al espíritu de Jesús para escuchar su voz, dejar que arda nuestro corazón y con docilidad preguntar delante de Dios: qué debemos hacer?

Por Fray Alfredo Quintero Campoy OdeM

TESTIGOS DE LA PALABRA

Sentido adiós a un gran amigo RIAY TATARY
Por Evaristo Villar

Necesito decir que este maldito virus cada día que pasa me está resultado más desgarrador y antipático. Y no tanto porque me haya visitado ya con aires nada amistosos. Sobre todo, porque me está tocando a personas con las que he mantenido un vínculo muy estrecho.
¡Maldito virus! ¡No sé si eres consciente del daño que nos estás haciendo!
Me refiero ahora a Riay Tatary. Murió ayer en el hospital de la paz, con 72 años, por  coronavirus como muere hay tanta gente sin poder ser acompañada y solo llorada a distancia.
Y su muerte me ha dejado una pena muy honda porque se trata de una ausencia difícil de  llenar.

Riay Tatary, en la actualidad, era presidente de la Comisión Islámica de España que agrupa a  más de dos millones de personas. Pero, más que eso, Riay era sobre todo un gran amigo. Por  motivos profesionales hemos viajado y trabajado juntos en diferentes ocasiones. Hasta hemos  llegado a compartir bolsa común.

Imán de la Mezquita Central de Madrid, en el barrio de Tetuán, Riay supo hacer de esta  Mezquita Central una lugar popular, sociable y acogedor. ¡Cuántas personas migrantes,  durante estos años de la debacle siria, han encontrado acogida y refugio en esta mezquita!  También fue ahí donde, acompañados por otro entrañable amigo, Luis Poveda (de la Iglesia  Evangélica Española) iniciamos los encuentros interreligiosos. El primero, organizado a  consecuencia de la guerra contra Irak y que titulamos “Religiones por la paz y la acogida” locelebró precisamente en esta mezquita. Imposible olvidar la finura de esos exquisitos
pasteles de origen sirio junto al delicioso té que Tatary preparaba magistralmente para los  amigos.

De la amistad con Riay Tatary quiero mantener algunas cosas muy importantes: la madurez de  su reposada fe musulmana, sin fanatismos, sin extremismos, algo que en él parecía muy  humano y natural; aquella su paz y serenidad en medio de los muchos conflictos que han  azotado frecuentemente a la sociedad musulmana en España; su bonhomía a flor de piel, algo  que te hacía sentir a gusto a su lado, una bondad amenizada con una modesta ironía y rodeada  de una gran sabiduría y experiencia de vida. Como médico que era, acostumbrado a articular el chequeo, con el diagnóstico y la terapia, Tatary sabía estar y armonizar perfectamente las diferentes momentos y situaciones de la vida social, política y religiosa.

Con la ausencia de Riay todos salimos perdiendo. Y no quiero referirme en esta sentida  despedida lo que la presencia del imán Tatary ha significado en momentos importantes de la  historia reciente como las negociaciones para la Ley Orgánica de Libertad Religiosa de 1980, o los Acuerdos con el Estado para las Confesiones de notorio arraigo de 1992, o sus mismos  trabajos para normalizar la confesión musulmana en la cultura hispana y la escuela española,  etc. Es verdad que nos queda su memoria. Pero yo pierdo un entrañable amigo, un hombre
dialogante con todas las ideologías, un hombre clave en la integración social de los diferentes, un acogedor de los extranjeros y refugiados, un pacificador social. En definitiva, una persona de bien.

Descansa en paz amigo Riay y que Al-lâh sea tu refugio y tu nuevo hogar.

Lo que Romero dijo de Rutilio

La sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos

 “Los que mataron al P. Rutilio pensaban que así podían truncar toda su predicación cristiana; lo que no se esperaban es que la muerte de un sacerdote suscita tempestades; suscita primaveras, como la que ha vivido El Salvador cristiano desde que le mataron. Lo que no sabían es ellos ponían en el surco una semilla que reventaría en grandes cosechas, como decía Cristo: “El grano de trigo muere no para quedarse sepultado”. No han triufado sobre él.La cosecha de la persecución ha sido muy abundante. Esta es la vida de este cristiano que por el bautismo emprendió unas perspectivas tan amplias que no las podemos abarcar desde la tierra” (Hom 5.03.1978)

 Las homilías de Rutilio

Una voz que grita en el desierto

 La predicación de la Palabra de Dios: una palabra profética.

 La palabra profética de Rutilio Grande cumple, como verdadera palabra profética, una doble función: denunciar las injusticias y al mismo tiempo trasmitir ánimo y esperanza a los pobres. Un ejemplo en la homilía de Apopa con motivo de la expulsión del P. Mario Bernal: “¡Ay de ustedes hipócritas que del diente al labio se hacen llamar católicos y por dentro son inmundicia de maldad! ¡Son caínes y        crucifican al Señor cuando camina con el nombre de Manuel, con el                        nombre de Luis, con el nombre de Chavela, con el nombre del humilde                     trabajador del campo”

Las denuncias de Rutilio Grande dan a los pobres alegría y esperanza. Los pobres por fin, advierten que alguien habla por ellos, y sienten que algo puede cambiar su situación. De la sumisión y el silencio los campesinos y campesinas pasan a tomar la palabra y a hablar por sí mismos, se organizan y luchan por su vida. Y si lo hacen es porque la predicación no les dejó sumidos en la tristeza y la pasividad, sino que les produjo esperanza.

La predicación actual suele ser más doctrinal que profética. Está más preocupada por trasmitir la doctrina segura que por denuciar las injusticias. Pero el objeto de la predicación es contribuir a la liberación y no tanto al adoctrinamiento de los fieles. Esto último es función de la catequesis. Y la predicación es mucho más que la catequesis. Es la actualización de la Palabra de Dios en la situación concreta que vive el pueblo. Es fácil observar que las homilías de Rutilio Grande están cimentadas en una doctrina segura, pero su finalidad primaria no es trasmitir esa doctrina. Lo que Rutilio buscaba, al igual que Jesús, era contribuir a la liberación de su pueblo

La celebración del domingo en las casas

4º DE PASCUA- A 20 VIRUS.

Preparar: Biblia, velas, flores, etc

Cantos: -Vienen con alegría…     -El Señor Dios nos amó…

Ambientación: (Quien anime o dirija la celebración)

Es verdad que ya nos estamos cansando de hacer estas oraciones en casa. Quisiéramos ir a nuestra iglesia a celebrar la misa allí, pero todavía no se puede. Seguimos encerrados. Pues vamos a hacer este rato de oración lo mejor que sepamos. (Hoy es el primer domingo de mayo y en muchas familias en este día celebran “el día de la madre”. Pues felicidades a todas las madres del mundo y que Dios las bendiga). Pero además hoy es también “el domingo del Buen Pastor”. El evangelio de hoy empieza diciendo que Jesús era la Puerta de las ovejas pero luego dice que Jesús era el Buen Pastor que llamaba a sus ovejas por su nombre, que las sacaba afuera y que él caminaba delante de ellas guiándolas. Pues de eso vamos a hablar nosotros. Bienvenidos todos. Que os encontréis a gusto y que disfrutéis.

Comenzamos: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

OREMOS

         Dios Padre bueno que has dado a tu iglesia el gozo inmenso de la resurrección de tu Hijo Jesús, concédenos a nosotros que somos sus seguidores participar también en la victoria de nuestro buen Pastor, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

 LECTURA.

Ahora vamos a leer un trocito del capítulo 10 del evangelio de San Juan que habla de Jesús como el Buen Pastor.

 En aquel tiempo dijo Jesús a los fariseos: -Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A ese le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca afuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirían sino que huirían de él porque no conocen la voz de los extraños. Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendían de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús: -Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mi se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos.

El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante. Palabra del Señor.

COMENTARIO A LA LECTURA

Yo soy la puerta de las vejas”.

El evangelio que acabamos de leer cuenta lo que hace un pastor de verdad: que entra por la puerta, que saca a sus ovejas, que va delante de ellas y que las cuida con cariño. Eso es lo que hacía un pastor de verdad a finales del siglo primero. Pero los ladrones y bandidos no entraban por la puerta ni pensaban en las ovejas. Esos entraban para «robar, matar y hacer estrago». ¡Fijaos qué cosas decía Jesús de los malos pastores! Pues frente a esos malos pastores Jesús decía: «Yo he venido para que tengan vida y vida abun­dante». ¡Qué frase tan bonita! Como si les dijera: cuando otros os quitan la vida, yo he venido para que tengáis vida y vida abundante.­ Y eso lo veían todos los días los leprosos, los enfermos, los pobres, los despreciados, los pecadores. Todos. Y sus gritos siempre conmovían a Jesús. El evangelio dice con frecuencia que Jesús “sentía lástima de ellos porque andaban como ovejas sin pastor». Es decir: andaban desorientados, tristes, perdidos, expuestos a todos los lobos y sin que nadie diera la cara por ellos. A nosotros ahora nos encanta cómo era Jesús. Nos produce admiración y cariño. Jesús se veía a sí mismo como  un Pastor que se desvive por sus ovejas. Pues eso es lo que celebramos hoy: que Jesús se desvive por sus ovejas, Es nuestro Buen Pastor. El mejor. Nadie como él. Era muy  compasivo y cariñoso, cercano a todos los que sufrían. Pues así tenemos que ser nosotros. A nosotros nos dan pena los afectados por el coronavirus, las familias que no pueden salir adelante, los refugiados que buscan refugio y nadie les quiere, los despreciados y todos los que sufren. Ahora estamos en un momento muy duro por la crisis de la pandemia que sufrimos. Es el momento de plantearnos cómo queremos hacer nuestra vida y nuestro mundo. Nos suena mal eso de ser ovejas de Jesús. Preferimos decir que somos seguidores de un hombre maravilloso que se desvivió por todos y que vino a traer vida y vida abundante. Pues una copia de ese hombre maravilloso queremos ser nosotros en este mundo que nos ha tocado vivir. Por muchas penalidades que tengamos que pasar, no queremos vivir asustados porque no estamos solos en la vida. Nos fiamos de Jesús porque sabemos que siempre va con nosotros y siempre nos quiere entrañablemente. Sólo él es nuestro buen pastor. Sólo él.

(Silencio meditativo)

 PETICIONES.

En estos momentos el mundo está sufriendo la gran crisis del coronavirus y también empieza a sufrir la crisis económica que va a maltratar a los más pobres. Pues en estos momentos de angustia nosotros acudimos a Jesús que es nuestro Buen Pastor y le decimos: Buen Pastor, cuida de nosotros con cariño.

Todos: Buen Pastor, cuida de nosotros con cariño

-Hoy empezamos rezando por las madres que celebran su día, para que sientan en su corazón de madres el cariño de Dios y el cariño de sus hijos. Oremos.

-También rezamos por todos los que han muerto en esta crisis. Para que Dios los tenga en la vida de Jesús resucitado. Oremos.

-También rezamos por todos los que están enfermos. Que Dios les dé fuerzas para salir de esa enfermedad y que vuelvan otra vez a vivir felices y contentos con sus familias. Oremos.

-También pedimos por todos los que hacen funcionar el mundo: por los sanitarios, por los que atienden las residencias de ancianos, por los militares que desinfectan las ciudades, por los de las funerarias que llevan los cadáveres, por los que producen los alimentos y por todos los que trabajan duro por los demás. Oremos.

-También pedimos por nuestro pueblo y por nuestra parroquia, para que en este tiempo de crisis vivamos con intensidad el amor a Dios y el amor a nuestros hermanos. Oremos.

-Y por todos los pobres del mundo, por los refugiados, por los emigrantes y por todos los que sufren, para que nuestro buen Pastor nos dé fuerzas para hacer otro mundo más justo y más humano. Oremos.

-Y si queréis hacer alguna petición más …… Oremos.

Jesús resucitado que eres nuestro buen Pastor: concédenos aquello que más necesitamos para poder vivir siempre como buenos hijos de Dios. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

 PADRE NUESTRO.

Estamos terminando esta oración en casa. Como siempre, la vamos a terminar recordando que Dios es nuestro padre que nos quiere entrañablemente porque somos sus hijos. Pues con el cariño de los hijos rezamos ahora la oración que Jesús nos enseñó: Padre Nuestro…

Y terminamos…..

Que Dios nuestro Padre que por la resurrección de Jesús nos ha hecho hijos suyos, que hoy nos llene de sus bendiciones. Amén.

Todos: Amén

 -Y ya que por el bautismo nos ha llamado a vivir en una comunidad de hermanos que es la iglesia, que por su bondad nos conceda también vivir siempre felices a su lado. Amén

Todos: Amén.

 -Y así como hoy nos sentimos contentos de poder celebrar que Jesús es nuestro buen Pastor, que hoy también sintamos en nosotros la fuerza de su Espíritu para vencer la epidemia que nos ataca. Amén.

Todos: Amén.

 Y que el Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.

 Podemos ir en paz  porque hemos terminado.

La Buena Noticia del Dgo. 3º Pascua-A

Reconocer a Jesús

Lc 24, 13-35

Los discípulos de Emaús se alejan de Jerusalén tristes y desanimados porque han matado al maestro querido. En el camino se encuentran con Jesús a quien no reconocen. El les escucha con atención y les explica las Escrituras.

Esto les caldea el corazón y también se les abren los ojos y reconocen a Jesús cuando en la cena les parte el pan, lo bendice y se lo da. Vuelven contentos a Jerusalén para comunicar a la comunidad que el Señor está vivo y lo han reconocido al partir el pan.

Los cristianos hemos de recordar más a Jesús, abriendo más los ojos de nuestra fe y descubriéndolo vivo entre nosotros. ¿Nos reconocen a los cristianos por compartir nuestro pan, nuestro tiempo, nuestra solidaridad y nuestra alegría? ¿Re conocen los demás a Jesús por nuestras palabras y nuestros gestos?

Lectura de la Palabra

Lc 24, 13-35

 Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Jesús les dijo: -¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino? Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: -¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días? Él les preguntó: -¿Qué? Ellos le contestaron: -Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves, hace dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición  de ángeles que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron.

Entonces Jesús les dijo: -¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria? Y comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explico lo que se refería a él en toda la Escritura. Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante, pero ellos lo apremiaron diciendo: -Quédate con nosotros porque atardece y el día va de caída. Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él despareció. Ellos comentaron: -¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras? Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén donde encontraron reunidos a los once con sus compañeros que estaban diciendo: -Era verdad. Ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón. Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y como lo habían reconocido al partir el pan.

COMENTARIO A LA LECTURA:

                               NO HUIR A EMAÚS

No son pocos los que miran hoy a la Iglesia con pesimismo y desencanto. No es la que ellos desearían. Una Iglesia viva y dinámica, fiel a Jesucristo, comprometida de verdad en construir una sociedad más humana.

La ven inmóvil y desfasada, excesivamente ocupada en defender una moral obsoleta que ya a pocos interesa, haciendo penosos esfuerzos por recuperar una credibilidad que parece encontrarse «bajo mínimos». La perciben como una institución que está ahí casi siempre para acusar y condenar, pocas veces para ayudar e infundir esperanza en el corazón humano. La sienten con frecuencia triste y aburrida, y de alguna manera intuyen –con el escritor francés Georges Bernanos– que «lo contrario de un pueblo cristiano es un pueblo triste».

La tentación fácil es el abandono y la huida. Algunos hace tiempo que lo hicieron, incluso de manera ruidosa: hoy afirman casi con orgullo creer en Dios, pero no en la Iglesia. Otros se van distanciando de ella poco a poco, «de puntillas y sin hacer ruido»: sin advertirlo apenas nadie se va apagando en su corazón el afecto y la adhesión de otros tiempos.

Ciertamente sería un error alimentar en estos momentos un optimismo ingenuo, pensando que llegarán tiempos mejores. Más grave aún sería cerrar los ojos e ignorar la mediocridad y el pecado de la Iglesia. Pero nuestro mayor pecado sería «huir hacia Emaús», abandonar la comunidad y dispersarnos cada uno por su camino, hundidos en la decepción y el desencanto.

Hemos de aprender la «lección de Emaús». La solución no está en abandonar la Iglesia, sino en rehacer nuestra vinculación con algún grupo cristiano, comunidad, movimiento o parroquia donde poder compartir y reavivar nuestra esperanza en Jesús.

Donde unos hombres y mujeres caminan preguntándose por él y ahondando en su mensaje, allí se hace presente el Resucitado. Es fácil que un día, al escuchar el Evangelio, sientan de nuevo «arder su corazón». Donde unos creyentes se encuentran para celebrar juntos la eucaristía, allí está el Resucitado alimentando sus vidas. Es fácil que un día «se abran sus ojos» y lo vean.

Por muy muerta que aparezca ante nuestros ojos, en esta Iglesia habita el Resucitado. Por eso también aquí tienen sentido los versos de Antonio Machado: «Creí mi hogar apagado, revolví las cenizas… me quemé la mano».

Por José Antonio Pagola

TESTIGOS DE LA PALABRA

Juan de Dios Martín Velasco (1934-2020)

Ha muerto Juan de Dios, hombre de mística, testigo de una iglesia que pudo haber sido distinta

Por Xavier Pikaza

 Con él se va y queda la mejor memoria del pensamiento católico español de finales del siglo XX y principios del XXI. Había nacido en Santa Cruz del Valle, Ávila, pero ha sido siempre madrileño, profesor de la Universidad Pontificia de Salamanca (campus de Madrid), Rector del Seminario de Madrid.

Pudo haber sigo el gran Arzobispo de Madrid en los últimos decenios del siglo XX y principios del XXI, tras la jubilación del Cardenal Tarancón (el año 1983), era el preferido de gran parte del clero, hubiera sido el hombre clave de la Iglesia española, pero quedó quedó relegado por razones de política eclesial (en su lugar fueron nombrados primero A. Suquía y luego Rouco).

La iglesia española tomó otro rumbo eclesial, no fue lo que podría haber sido, ni en un plano espiritual, ni intelectual, ni humano…  Otros personajes de esa iglesia hispana de finales del XX y principios del XXI pasarán, quedarán olvidados, incluso relegados… Pero J. Marín Velasco seguirá presente y será una referencia para  la renovación evangélica, religiosa, pastoral e incluso social de la Iglesia en los próximos decenios. Una parte considerable de lo mejor de la Iglesia de Madrid, todavía hoy, depende de lo que ha sido y ha hecho, con su pensamiento y con su vida el profesor y amigo J. de Dios Martín Velasco

He sido colega y amigo suyo durante 30 años (del 1973 al 2003) en la Universidad Pontificia de Salamanca. El fue por decenios el «alma» del Institudo de Pastoral de Madrid… Yo enseñaba en la sede de Salamanca.  Nos vimos con mucha frecuencia, incluso habíamos proyectado un estudio en conjunto sobre Dios, él en perspectiva de fenomenología de la religión, yo desde la Biblia. No pudimos realizarlo.

En su «despedida académica» le hicieron un homenaje con publicación en la Univesidad Pontificia de Salamanca (Nostalgia de Infinito. Hombre y religión en tiempos de ausencia de Dios. Homenaje a Juan Martín Velasco, Verbo Divino, Estella 2005). Le escribí una carta lamentando que no me hubieran invitado, tenía algo que decirle… Me contestó que no lo lamentara, que las relaciones personas, intelectuales y cristianas están por encima de esos «homenajes políticos» de las instituciones.

Por eso quiero dedicarle hoy una palabra de recuerdo académico… que no ha sido escrita como panegírico funerario, sino que forma parte de mi Diccionario de Pensadores Cristianos (Estella 2012). Adiós, Juan. Buen día, buena pascua eterna en manos del Padre

Lo que Romero dijo de Rutilio

 Rutilio Grande: una luz en el camino

 “Rutilio como hombre hubiera muerto hace un año, pero como cristiano no puede morir. Lo ha iluminado la luz inmortal de Cristo; en su conciencia hay un compromiso que se encontró con él como el ciego de nacimiento, que cada día podía postrarse ante Cristo para decirle: Sí, Señor, creo en ti, te sigo a ti, mi doctrina es cristiana, mi liberación es la del Evangelio, yo no quiero que me confundan mi libewración con otras líneas meramente temporalistas. Quiero ser el cristiano que entregó una esperanza del verdadero progreso de esta sociedad, que no encontrará en la tierra un paraíso, pero que ya quiere reflejar en la tierra ese paraíso hacia el cual camina. Es un Reino de Dios que ya trabaja entre los hombres y que los hombres no quieren aceptar y que es necesario, aunque se muera mártir, predicarlo, aceptarlo”. (Hom. 5.03.1978)

 Las homilías de Rutilio

 Una voz que grita en el desierto

 La predicación de la Palabra de Dios: una palabra oportuna

 Creo que ésta es una de las principales cualidades de las homilías de Rutilio Grande.   Y es que no se trata simplemente de predicar, sino de hacerlo en el tiempo y lugar oportunos. Hablar cuando hay que hablar. Un sacerdote es expulsado del pais y shí se hace presente Rutilio Grande, en el atrio de la parroquia de Apopa para dirigir una memorable homilía en la que denunció el atropello brutal al que estaba entonces sometido el pueblo. A esto es a lo que llamamos una palabra oportuna, que habla cuando hay que hablar, en los momentos en los que el pueblo espera una palabra de aliento, de denuncia y de orientación.

Rutilio Grande es invitado a predicar en la fiesta patronal del Divino Salvador del Mundo, donde están las autoridades civiles y religiosas del país, el presidente del Gobierno y sus ministros, así como todos los obispos del país; y él aprovecha esta “oportunidad” no para hacer una predicación de lucimiento personal, o una predicación para salir del paso, sino que , sabiendo que se trata de un momento clave en la vida y la historia del país, hace ante las autoridades políticas, militares y religiosas las denuncias que es necesario hacer. Esta homilía le costó el rectorado del Seminario Mayor de San José de la Montaña y una llamada del presidente a casa presidencial. La homilía de Apopa denunciando la expulsión del P. Bernal le costó la vida.

Esta es la lección que nos deja Rutilio: saber ser oportunos –que nada tiene que ver con ser oportunistas. Es decir, arriesgarse a hablar cuando lo más cómodo es callar. Atreverse a decir una palabra en las circunstancias críticas que requieren, precisamente por ser situaciones límite, de la palabra alentadora y orientadora.

CELEBRACION DOMINICAL EN LAS CASAS

3º PASCUA  A  20  VIRUS.

Preparar: Biblia, vela, flores, cartel, etc.

Cantos: -Alegre la mañana… -Este es el día en que actuó en Señor…                            Te conocimos Señor al partir el pan…

Ambientación: (Quien preside o anima la celebración)

Decían que este domingo iba a ser el último en el que no podíamos ir a misa en la iglesia porque seguíamos encerrados en casa. Ojalá que el próximo domingo ya podamos por  fin celebrar nuestra misa en la iglesia como hacíamos antes. Ojalá. Hoy todavía vamos a rezar en casa. Lo haremos como buenamente sepamos. /// Cuenta el evangelio de hoy cómo Jesús recuperó a dos cristianos que se habían borrado de la comunidad y que se volvían a su pueblo desanimados. Para recuperarlos Jesús les salió al camino y ellos descubrieron a Jesús resucitado al partir el Pan. Entonces regresaron corriendo otra vez a la comunidad. Pues eso es lo que vamos a meditar nosotros hoy. Bienvenidos a esta oración. Que os sintáis a gusto y que disfrutéis.

Comenzamos: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

OREMOS:

Dios padre bueno, te pedimos que tu pueblo esté hoy muy contento al verse renovado por el Espíritu Santo que derramaste sobre nosotros en nuestro bautismo, y que la alegría de la Pascua reanime también nuestra fe con la resurrección de tu hijo Jesús que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén

 LECTURA.

Vamos a leer el evangelio de la misa de este domingo. Es un trozo del evangelio de San Lucas. Dice así:

 Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Jesús les dijo: -¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino? Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: -¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días? Él les preguntó: -¿Qué? Ellos le contestaron: -Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves, hace dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición  de ángeles que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron.

Entonces Jesús les dijo: -¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria? Y comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explico lo que se refería a él en toda la Escritura. Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante, pero ellos lo apremiaron diciendo: -Quédate con nosotros porque atardece y el día va de caída. Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él despareció. Ellos comentaron: -¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras? Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén donde encontraron reunidos a los once con sus compañeros que estaban diciendo: -Era verdad. Ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón. Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y como lo habían reconocido al partir el pan.

 Palabra del Señor.

 COMENTARIO A LA LECTURA.

 El evangelio de hoy habla de dos cristianos muy desanimados. (Seguro que serían marido y mujer). Estaban tan desanimados que abandonaron la comunidad de los cristianos y se volvían a su pueblo muy tristes. Habían visto cosas muy bonitas al lado de Jesús. Decían que Jesús había sido «un profeta poderoso en obras y pala­bras». Querían decir que fue un hombre maravilloso, pero que lo habían matado en una cruz y ahí se acabó todo. Sus amigos lo pasaron muy mal. Decían: “nosotros creíamos que iba a ser el futuro liberador de Israel pero ya han transcurrido dos días y no ha pasado nada”. Era verdad que unas mujeres habían venido diciendo que el sepulcro estaba vacío, pero no había otras noticias más sólidas. ¿Qué estaba pasando en aquella comunidad? Pues que eran un grupo pequeño de seguidores de Jesús que estaban llenos de dudas y de miedos. Aguantaban como podían, pero algunos ya estaban pensando en marcharse. Les parecía que lo de Jesús había sido algo muy bonito mientras duró, pero que lo habían matado y ya se había terminado todo. Pero mientras tanto, el amor de Dios no descansa. Dice el evan­gelio que «Jesús en per­sona se les acercó y se puso a caminar con ellos”, pero que ellos no lo reconocieron. Entonces Jesús les fue dando una catequesis tan bonita que dicen ellos que “ardía su corazón». Les diría cosas preciosas. Pero luego ya sabéis lo que pasó: que invitaron a Jesús a quedarse con ellos. Es que ya eran muy tarde para seguir caminando y resulta que lo reconocieron al partir el pan. Lo reconocieron. Entonces se dieron cuenta de todo. Parece que Jesús tenía un estilo muy particular para partir el pan. Debió ser un chispazo de luz. Y aunque ya era de noche, regresaron a otra vez a la comunidad de Jerusalén corriendo. Iban contentísimos a contar su secreto. Pero para entonces en la comunidad ya todos sabían que Jesús estaba vivo. Estaba resucitado. Todos lo sabían. Pensad que nosotros ahora somos la comunidad de Jesús. Aquí estamos encerrados en esta casa por la crisis del coronavirus. Pero sabéis que hay mucha gente que ahora mismo también se han borrado de la iglesia. Las iglesias se están quedando vacías, no por el coronavirus sino porque hay mucha gente muy desanimada, como los de Emaús. Pero nosotros no nos vamos. Nosotros también hemos pasado por algunos desánimos, pero no nos hemos borrado de la iglesia. No nos borramos. Que Dios nos ayude a seguir adelante y que siempre sintamos al Señor que nos sale al paso por los caminos de la vida.

(Silencio meditativo)

 Oración de los fieles.

Estamos en el tercer domingo de Pascua celebrando la Resurrección del Señor. Todavía estamos haciendo esta oración en casa porque aún tenemos encima el ataque de un virus que nos está haciendo mucho daño. Pues hoy también le pedimos al Señor que nos ayude a salir de esta crisis para que podamos celebrar felices la resurrección y el cariño inmenso del Señor. A cada petición le decimos:

-Jesús resucitado, ayúdanos.

Todos: -Jesús resucitado, ayúdanos.

 -Empezamos rezando por todos los que han muerto en esta crisis. Para que Dios los lleve a la vida de Jesús resucitado. Oremos.

-También rezamos por todos los que están enfermos y que lo están pasando muy mal. Que Dios les dé fuerzas para salir de esa enfermedad y que vuelvan otra vez a vivir felices y contentos con sus familias en sus casas. Oremos.

-También pedimos por todos los que hacen funcionar el mundo: los sanitarios, los que atienden las residencias de ancianos, los militares que desinfectaban las ciudades, los de las funerarias que llevaban los cadáveres, los que producen los alimentos y todos los que trabajan duro por los demás. Oremos.

-También pedimos por nuestro pueblo y por nuestra parroquia, para que en este tiempo de crisis vivamos con intensidad el amor a Dios y el amor a nuestros hermanos. Oremos.

-Por todos los pobres del mundo, por los refugiados, por los emigrantes y por todos los que sufren, para que Jesús resucitado nos ayude a hacer otro mundo más justo y más humano. Oremos.

-Y si queréis hacer alguna petición más podéis hacerla…. Oremos:

Jesús resucitado: concédenos tu Espíritu que nos dé fuerzas para poder vivir siempre como hijos de Dios. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

PADRE NUESTRO.

Estamos terminando esta oración en casa. Puede ser que sea la última de esta crisis por el coronavirus. Quizás.

Y la vamos a terminar, como siempre: recordando que Dios es nuestro padre que nos quiere entrañablemente porque somos sus hijos. Pues con el cariño de los hijos rezamos la oración que Jesús nos enseñó:

Padre Nuestro.

Y terminamos pidiéndole que …..

Dios nuestro Padre que por la resurrección de Jesús nos ha hecho hijos suyos, que hoy nos llene de sus bendiciones. Amén.

 -Y ya que por el bautismo nos ha llamado a vivir en una comunidad de hermanos que es la iglesia, que por su bondad nos conceda también vivir siempre felices a su lado. Amén

 -Y así como hoy nos sentimos contentos y felices de poder celebrar la resurrección de Jesús, que hoy también sintamos en nosotros la fuerza de su Espíritu para vencer la epidemia que nos ataca. Amén.

 Y que el Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.

 Podemos ir en paz porque hemos terminado nuestra oración de hoy.

La Buena Noticia del Dgo. 2º de Pascua-A

Jesús resucitado se aparece a sus discípulos

Jn 20, 19-31

El primer día de la semana, Jesús se hace presente en medio de sus discípulos y les muestra las llagas, que son las señales de su pasión. Son la prueba de que es el mismo, el que ha sufrido la pasión y la muerte, pero que ahora vive y está resucitado.

Jesús exhala su aliento sobre ellos y les dice: recibid el Espíritu Santo.  Se llenan de alegría al ver al Señor y también de una gran fuerza para dar testimonio de que el Señor vive y está resucitado entre nosotros

Comentarios a la Palabra

Hombres y mujeres ‘espirituales’: el mejor regalo para una Iglesia amenazada por la mediocridad

Monjas de clausura

Monjas de clausura

No hablan mucho. No se hacen notar. Su presencia es modesta y callada, pero son «sal de la tierra». Mientras haya en el mundo mujeres y hombres atentos al Espíritu de Dios, será posible seguir esperando. Ellos son el mejor regalo para una Iglesia amenazada por la mediocridad espiritual

Su influencia no proviene de lo que hacen ni de lo que hablan o escriben, sino de una realidad más honda. Se encuentran retirados en los monasterios o escondidos en medio de la gente. No destacan por su actividad y, sin embargo, irradian energía interior allí donde están

Por José Antonio Pagola

No hablan mucho. No se hacen notar. Su presencia es modesta y callada, pero son «sal de la tierra». Mientras haya en el mundo mujeres y hombres atentos al Espíritu de Dios, será posible seguir esperando. Ellos son el mejor regalo para una Iglesia amenazada por la mediocridad espiritual.

Su influencia no proviene de lo que hacen ni de lo que hablan o escriben, sino de una realidad más honda. Se encuentran retirados en los monasterios o escondidos en medio de la gente. No destacan por su actividad y, sin embargo, irradian energía interior allí donde están.

Viven en armonía

No viven de apariencias. Su vida nace de lo más hondo de su ser. Viven en armonía consigo mismos, atentos a hacer coincidir su existencia con la llamada del Espíritu que los habita. Sin que ellos mismos se den cuenta, son sobre la tierra reflejo del Misterio de Dios.

Tienen defectos y limitaciones. No están inmunizados contra el pecado. Pero no se dejan absorber por los problemas y conflictos de la vida. Vuelven una y otra vez al fondo de su ser. Se esfuerzan por vivir en presencia de Dios. Él es el centro y la fuente que unifica sus deseos, palabras y decisiones.

Búsqueda espiritual

Búsqueda espiritual Zac Durant/Unspalsh

Basta ponerse en contacto con ellos para tomar conciencia de la dispersión y agitación que hay dentro de nosotros. Junto a ellos es fácil percibir la falta de unidad interior, el vacío y la superficialidad de nuestras vidas. Ellos nos hacen intuir dimensiones que desconocemos.

Fuente de luz y vida

Estos hombres y mujeres abiertos al Espíritu son fuente de luz y de vida. Su influencia es oculta y misteriosa. Establecen con los demás una relación que nace de Dios. Viven en comunión con personas a las que jamás han visto. Aman con ternura y compasión a gentes que no conocen. Dios les hace vivir en unión profunda con la creación entera.

En medio de una sociedad materialista y superficial, que tanto descalifica y maltrata los valores del espíritu, quiero hacer memoria de estos hombres y mujeres «espirituales». Ellos nos recuerdan el anhelo más grande del corazón humano y la Fuente última donde se apaga toda sed.

Tomás Muro: «Con Francisco, el paradigma y los criterios han cambiado y van volviendo al Evangelio»

Tomás, apóstol

Tomás, apóstol

«El miedo bloquea, paraliza la mente y la creatividad y se echa mano del eterno “siempre se ha hecho así”, que hace unos días criticaba el papa Francisco»

«Con el cambio de obispo hay expectativas de que la vida eclesial en nuestra diócesis, en nuestra iglesia local de San Sebastián cambie, mejore y se acerque al evangelio de Jesús y al Concilio Vaticano II. (Sería no querer ver la realidad decir que aquí no ha pasado nada)»

» Si el poder eclesiástico y religioso te hace daño, si una moral legalista te ha hecho daño: el Señor te alivia, te confiere paz, alegría e ilusión»

Por Tomás Muro Ugalde

  1. Ni son todos los que están, ni están todos los que son.

    Aquel grupo inicial de creyentes –o no tan creyentes- y nosotros podríamos hacer nuestro el refrán castellano: ni están todos los que son, ni son todos los que están.

Y no estaban todos, porque faltaba Judas, que se había suicidado. Faltaba Tomás, que probablemente “había echado la toalla” y “había dejado ya la iglesia”. Probablemente faltaban muchos que terminaron decepcionados de Jesús y habían vuelto a sus tareas normales de pescadores. Por otra parte los “Once” que estaban, estaban “derrotados”.

¿Como nosotros?

Estaban los “Once” (número símbólico de los “Doce”), pero estaban encerrados y con el miedo metido en el alma.

¿También como nosotros?

Tomás

  1. Cristo no estaba en el grupo, en la comunidad,

    Estaba el grupo, pero no estaba Cristo. Era un grupo “medio-judeo cristiano” pero sin JesuCristo.

    Y, porque no estaba Cristo, aquella comunidad naciente se encontraba agitada (sin paz),encerrada, triste, con miedo y sin ganas de vivir.

    El miedo bloquea, paraliza la mente y la creatividad y se echa mano del eterno “siempre se ha hecho así”, que hace unos días criticaba el papa Francisco[1]

  1. La resurrección, Cristo, impregna la vida de paz, alegría y espíritu

    Pocas huellas y poco testimonio de resurrección daba aquella comunidad eclesial: aquellos “Once”, y, sobre todo, faltaba Cristo.

    Pero, cuando Cristo está presente en nuestras vidas, en una comunidad cristiana, en la Iglesia, confiere: paz, alegría y Espíritu (aliento vital– ganas de vivir).

    Cuando Cristo está presente en nosotros experimentamos una profunda paz-serenidad, una inmensa alegría-gozo y su espíritu nos infunde vitalidad.

    El Evangelista San Juan de nuevo vuelve al Génesis, a la creación. Dios, para terminar la creación exhaló su aliento vital sobre el barro humano y así llegó, llegamos- a ser seres vivientes, (Gn 2,7).

Una comunidad, una Iglesia en la que Cristo está presente, tiene y vive en paz, con serenidad-alegría, con ilusión (Espíritu). Lo demás son agencias de servicios religiosos y doctrinarios.

    ¿Y nuestra diócesis?

    Con el cambio de obispo hay expectativas de que la vida eclesial en nuestra diócesis, en nuestra iglesia local de San Sebastián cambie, mejore y se acerque al evangelio de Jesús y al Concilio Vaticano II. (Sería no querer ver la realidad decir que aquí no ha pasado nada)

    Se barajan nombres para los cambios en los cargos diocesanos que parecen más que necesarios. No se trata de derrocar a nadie, pero quiera Dios que quienes sean elegidos para tales tareas diocesanas sean personas que transmitan paz, alegría – serenidad e ilusión (Espíritu) a nuestra comunidad eclesial.

  1. se intuye en la Iglesia una vuelta al origen en las intuiciones de Francisco

    Gracias a Dios que el estilo y tono cristiano y eclesial de Francisco es más evangélico del que pulula en algunas diócesis y jerarquía.

El paradigma ha cambiado con Francisco.

Aunque el papa Francisco no logre muchas cosas y cambios que quisiera y son necesarios, al menos el paradigma y los criterios han cambiado y van volviendo al Evangelio. Quedémonos con el “tono vital” de Francisco, el espíritu que Jesús infundió en la comunidad naciente. Desde el papa Francisco, lo principal en la Iglesia católica ya no es el miedo y la represión, la cerrazón, la condenación, y el infierno, la Inquisición y la doctrina, liturgia y moral fanáticas contra quien sea. Francisco no carga machacona y agresivamente contra todo lo que se mueve en la Iglesia.

Tomás, apóstol

    Si el poder eclesiástico y religioso te hace daño, si una moral legalista te ha hecho daño: el Señor te alivia, te confiere paz, alegría e ilusión.

El ¡Señor mío y Dios mío! es JesuCristo y nadie más ni en el ámbito social-político, ni ninguna jerarquía eclesiástica sustituye a JesuCristo.

  1. Tomás no está en el grupo: Vivir a descampado es difícil

    El ser humano es un haz de relaciones, no somos islotes en el Atlántico. Somos y vivimos en grupo, en familia, en amistades, pueblo, en ideologías, en iglesia, en comunidad, etc.

Es difícil vivir “afuera”, “a descampado”: fuera de la familia, del pueblo al que uno pertenece, de la cultura en la que uno ha nacido, de la fe que ha dado sentido a la vida.

Fuera del grupo uno vive dislocado, hace frío, se está mal.

    Mientras Tomás está “fuera”, no cree.

    ¿Cómo nos va la vida “al margen” de la comunidad, en las rupturas familiares, en las disensiones eclesiásticas, ideológico-políticas?

Tomás “dejó la Iglesia” como tantas personas han abandonado la fe, la práctica religiosa, la Iglesia.

Tomás, apóstol

  1. Tomás vuelve al grupo.

    A los ocho días, o cuando fuere, Tomás se reincorpora al grupo. Son “los otros discípulos” los que le comunican: hemos visto al Señor.

    La educación, la fe, la cultura nos la transmiten siempre “los otros”, la familia, el pueblo, la iglesia. Es muy difícil vivir siempre sólo y al margen de alguna comunidad humana y de la comunidad cristiana. No se puede ser “cristiano por libre”, como no se puede ser familia por libre o no se pertenece a un pueblo si no es con un cierto sentido comunitario

  Y es que vivir en comunidad es algo tan natural y espontáneo como difícil y, en ocasiones, duro. La vida matrimonial y familiar es muy problemática en determinadas situaciones, lo mismo que la vida socio-política, y eclesiástica, en las comunidades religiosas. Pero no es menos cierto que somos socio-comunitarios.[2]

    La mayor y mejor parte del “Windows” que configura nuestra existencia, lo hemos recibido del “grupo” familiar, social, eclesial al que pertenecemos.

  1. Jesús se acerca a Tomás, al ser humano: Sus heridas nos han curado (1Pedro 2,25)

Jesús se acerca a la frustración  y angustia de Tomás, como se acerca a todo ser humano: a los dos de Emaús, a la hemorroísa, la samaritana, al ciego, leprosos, epilépticos, etc.

Tomás, apóstol

Sus heridas nos han curado, (1Pedro 2,25).

La herida de Tomás, como las viejas cuestiones familiares, las polémicas eclesiásticas, enfrentamientos políticos, etc., no estaban sanadas todavía.

    La herida está curada cuando ya no rezuma amargura y rencor y es fuente de luz y de paz.

    Las heridas de Cristo han sanado y nos han sanado desde el amor.

La memoria eclesial de Cristo nos sana y ayuda a vivir en paz, ilusión (espíritu), y esperanza.

    Solamente a Cristo le decimos:

Señor mío y Dios mío

[1] Decía el papa Francisco en la audiencia de hace dos o tres miércoles: “En la Iglesia tenemos que evitar lógica del siempre se ha hecho así”

[2] En la vida eclesial se baraja con excesiva frivolidad y simplismo las ideas de comunión y obediencia, sin tener en cuenta otras dimensiones como son el pluralismo, la diversidad, las tradiciones varias, los estilos eclesiales y carismas, la armonía, que no van, ni mucho menos contra la vida comunitaria. La obediencia no es dominación ni sometimiento.

TESTIGOS DE LA PALABRA

Antonio Cano: sacerdote, periodista y hombre de Dios

Había nacido en Pedroche (Córdoba) en 1939, un pueblo que amaba y al que ha dedicado su último libro ilustrado y algunos comentarios en Facebook, glosando el sacramento de las cosas pequeñas: la cortina, la ventana, los matorrales del campo, la viejecita cosiendo en la puerta de su casa. Pronto entró en los carmelitas calzados, donde pasó por diversos destinos: Granada, Jerez, Canarias. Hasta que decidió, quizás buscando mayor libertad, pasarse al clero diocesano incardinándose pastoralmente en las parroquias de San Atanasio y San Juan María Vianney de Madrid, donde  el pueblo de Dios pudo disfrutar de su corazón abierto, su compromiso con los pobres y sobre todo de esa sencillez evangélica que sin duda fue su característica más señalada.                 Fue mi sucesor en San Atanasio, en el Barrio de Tetuán donde vivía con su familia , cuando yo salí en 1983 para El Salvador como misionero diocesano. Siempre le recordamos con mucho cariño por su apertura y sensibilidad en servicio siempre de los más necesitados.                                                                                                    Hacía algún tiempo que se encontraba mal por una avanzada diabetes; vivía en una residencia y tenía dificultades para caminar. Finalmente ha sido víctima fatal de la pandemia                                                                                                                                           “Parece que el mismo Dios está detrás de la cortina -escribió-. Intuimos su silueta, porque no acaba de mostrarse del todo; se dibuja como aguardando, como deseando que pasemos y lo veamos de una vez»

DIOS, ¿VIVO O MUERTO?

Abiertas las ventanas,

ofrezco al viento

mis sufrimientos de creyente.

Tengo vivencias de Alguien.

Intuyo su realidad.

Pero no puedo comunicar lo que presiento.

Y me consta

hasta el extremo de no poder negarlo.

Dios vivo.

(Los otros Salmos, Joaquín Suárez Bautista, Sal Terrae, pág 232)

Lo que Romero dijo de Rutilio Grande

 La tumba de Rutilio es gloria de la Iglesia

 “En El Paisnal tenemos un Jesuíta mártir, su tumba es gloria de la Compañía de Jesús y es gloria de la Iglesia. Yo quiero agradecerles a la Compañía todo lo que trajeron hasta acá, a enseñar a esta gente; también a amar a Jesús y a darles un sentido de salvación, de liberación, de redención a su pobreza, a su sufrimiento.Pero el mayor sufrimiento del P. Grande sería no haber sido comprendido y que su mensaje liberador se mutilase.                                    Hagámosle honor a él recogiendo su verdadero mensaje en Cristo Jesús sin el cual no hay liberación verdadera. Cristo es el único liberador sin el cual no se puede comprender toda la esperanza que él llevaba en su corazón y la cual le hace vivir alegre en su cielo porque sabe que vendrán días mejores para estas tierras”. (Hom.5.03.1978)

Las homilías de Rutilio

Una voz que grita en el desierto

 La predicación de la Palabra de Dios: una palabra encarnada en la realidad

 La predicación de Rutilio Grande pone en contacto la Biblia con la realidad que viven los campesinos y campesinas que lo escuchan. De lo que se trata en la predicación –para quien precica y para quien escucha- no es tanto de “entender” lo que dice la Biblia. Sino lo que “dice” Dios en la realidad actual, qué nos dice Dios ahora, qué nos dice hoy mismo. Por supuesto, para entender qué es lo que está pasando, para discernir los signos de los tiempos, es insustituible la palabra de Dis que ilumina como una lámpara. Pero la cuestión, repetimos, no es quedarse admirando la belleza de la lámpara (la Biblia), sino el camino que ilumina (nuestra realidad).

Nuestra Pascua de cada día

–Por Pedro Pierre

“Pascua”… ¿significa para muchos un largo feriado, para otros el paso de un tal Jesús de Nazaret de la muerte a la resurrección o el paso de un Pueblo esclavo en Egipto a la libertad? ¿Por qué es la Pascua un proceso tan ajeno a nosotros como personas y como Pueblo?

Tal vez porque nunca nos hemos sentado para escucharnos en comunidad, sea de hombres y mujeres que queremos vivir de verdad, no de rodillas sino de pie, no superficialmente sino intensamente, sea de hermanos y creyentes en ese Jesús de Nazaret que nos quiere sacar del aburrimiento, el individualismo, la sola acumulación de bienes materiales para despertar y pasar -la Pascua- a una felicidad más profunda y duradera que se enraíza en la fraternidad y la solidaridad. Ese despertar personal y esta comunión fraterna desembocan en un proceso -la Pascua, nuevamente- de vida colectiva mejor para todos, sembrado de dificultades y de sufrimientos, pero indisolublemente ligado a una experiencia de felicidad superiora.

Eso es el largo y duro esfuerzo de personas que alcanzan su verdadera madurez con dimensión colectiva porque no se puede crecer ni mejorar solos. Es la larga y dura lucha de un Pueblo que deja de ser una masa sin rumbo ni perspectivas, que se encamina hacia una comunión de personas hermanadas y solidarias las unas de las otras.

Esta historia de la Pascua comienza hace casi 4,000 años, como una llamada para nosotros a entrar en esa dinámica para llegar a ser verdaderamente humanos y felices. Es la historia de un pueblo de esclavos que deciden salir juntos de la esclavitud para emprender un camino desconocido, apoyándose en el recuerdo de sus antepasados que habían dejado la explotación de unos reyes que utilizaban la religión para justificar su dominación y explotación.
Estos antepasados se llamaban Abraham y Sara, y habían descubierto en esa experiencia la presencia de un Dios diferente porque amigo de ellos y fortaleza para concretizar un sueño de fraternidad e igualdad.

Ese pueblo de esclavos tuvo la ayuda de Moisés y de su hermana Miriam no sólo para salir de Egipto, sino de emprender la utopía de la equidad: compartirlo todo para que cada uno tenga, aunque sea poco, lo necesario para sobrevivir y proseguir el sueño de una vida juntos en comunidad. Felizmente acompañaron su éxodo de Egipto –la Pascua, más colectiva que individual- con su sentido de espiritualidad que habían sembrado en ellos Abraham y Sara:
la de un Dios amigo. Este ‘éxodo’ no era solamente ‘salir’ de la esclavitud y cosechar la libertad en un desierto implacable.

Era también ‘llegar’: era una Pascua. Era la construcción de un triple proyecto. Por una parte, conservar la libertad: no ser esclavos de nadie, ni entre ellos, ni de algún pueblo extranjero. Eso suponía la puesta en marcha de la fraternidad. En medio de mucha escasez -40 años, dice la Biblia, es decir el tiempo de una generación entera- se convencieron que la equidad era la única manera de lograrlo. Y lo lograron porque entendieron que si unos acumulaban lo poco que se tenía, otros iban a morirse de hambre.

Libertad, equidad y fe. Decidieron hacer una alianza con ese Dios amigo del que sentían la presencia en esta experiencia de libertad, o liberación, y equidad, o compartir fraterno. En su honor hicieron una fiesta con la mejor comida que tenían. Esa mejor comida era comer en familia un corderito, porque en el desierto era el único animal que resistía la escasez, el animal de los pobres. Eran pobres todos, pero libres, libres y fraternos. La familia era el lugar del crecimiento personal: los mayores convencían a los jóvenes y los jóvenes soñaban que era posible no solamente sobrevivir sino convivir dignamente en la equidad salvadora.

Además, el Dios amigo de Abraham y Sara los seguía, compañero de camino, luz en la oscuridad y aliento en los conflictos, para no perder la brújula de la libertad, porque no hay libertad sin fraternidad, ni hay fraternidad sin compartir equitativa. Les costó 40 años, una generación entera, para comprenderlo y no asimilarlo. Descubrieron que el éxodo -la Pascua- era un proceso permanente: más libertad gracias a más fraternidad; más fraternidad gracias a más compartir. Y Dios presente con ellos en este éxodo como manera de vivir personal y colectivamente.Una vez llegados en Palestina, la “Tierra Prometida”, fruto sus luchas por la libertad y la equidad, continuaron viviendo la misma trilogía: libertad, equidad y fe. Se les unieron otros campesinos y pastores de ovejas.

Se prometieron unos a otros y prometieron a su Dios amigo y compañero que no apartarían de este ‘éxodo permanente’, seguros que su Dios los llevaría a buen puerto y futuro feliz.

La Biblia nos dice que continuaron fieles, a lo menos un pequeño resto, 1,000 años más, hasta llegar a un tal Jesús de Nazaret que retomó el proceso del ‘éxodo’ como Pascua permanente, a la vez individual y colectiva. Lo transformó en ‘Movimiento’, es decir un dinamismo colectivo organizado, que llamó el Reino de Dios, porque Dios no era ajeno a ese proceso, sino su alma y su destino. La comunión de hermanos compartiendo en equidad se transformaba en comunión con Dios, amigo, compañero, padre y madre.

Hoy, 2,000 años más tarde, seguimos en el ‘éxodo’ comenzado por Abraham y Sara, en la Pascua permanente de Moisés y Miriam, en la alianza con un Dios liberador y compañero de camino, padre y madre incansablemente. ¿Vivimos así esta Semana santa? O ¿nos hemos dejado llevar por el consumismo individualista, la vida fácil de la corrupción tranquila, la indiferencia egoísta frente a tantas esclavitudes modernas? Tal vez la misma religión nos ha adormecido mediante prácticas repetidas y sin sentido.

Tal vez hemos reducido el mensaje de Jesús a una cuantas oraciones y devociones sin mayor compromiso. Tal vez hemos enterrado nuestra espiritualidad confundiéndola con unos ritos vacíos de contenido. Cada Semana santa es un llamado a volver a las fuentes, a retomar el camino del primer éxodo, para que nuestra vida sea un Pascua, un paso a una vida mejor hecha de fraternidad sin frontera, de compartir equitativa, y de felicidad con un Dios-con-nosotros. ¡Felices Pascuas de resurrección!

¡Feliz Pascua de Resurrección!

“El Cristo de la Nueva Creación”, vidriera de la Pquia Madre de los Pobres en San Salvador

¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡El Señor resucitó!

Ha irrumpido la nueva presencia de Jesús

Es la Nueva Creación que nos hace posible

la Nueva Humanidad

como mujeres y hombres nuevos al estilo e Jesús

¡Que viva Jesucristo Resucitado!

Catequesis de Pascua

Catequesis pascual, catacumba de Lázaro: resucitar a los muertos, matar a los resucitados

Domingo 5 de Cuaresma: Jn 11, 1-45, catequesis de pascua. La más importante esMc 16 1-8: Entrar en la tumba de Jesús con las mujeres, culminar allí el camino (en las subidas cavernas de la roca: Juan de la Cruz, Cántico)…

Pero también esta catequesis de Lázaro (Jn 11) esmuy importante. Ella nos habla de morir con Jesús, quedar muriendo (con tristeza y protesta amorosa de las dos hermanas, Marta y María), para descubrir que él, Jesús, el gran Amigo (tu amigo está enfermo, le dicen) nos resucita…

Esta «enfermedad» de la tierra (sepulcro de roca)  no es de muerte eterna, sino de amor y resurrección.

Por eso, en el fondo, somos ya unos resucitados, en la tumba de Jesús, con Lázaro, en la Vida de Dios. Pero estamos en riesgo, porque los poderes del mundo pueden perseguirnos; no  qieren esucitados, necesitan súbditos,  muertos.

Por| X. Pikaza

La resurrección de Lázaro, del Cubiculum C, Catacumba Via Latina |  Catacombs, Roman painting, Medieval art

Catacumba de Lazaro… cavernas de la roca.

 Ésta es una imagen clave de la vigilia de pascua, conforme a Mc 16, 1-8: Entrar en la tumba de Jesús, con las tres Marías… para morir con él, para compartir su muerte, en el gran sepulcro, en la inmensa caverna de la roca…; y para resucitar de un modo màs alta, a la vida del banqute sin fin, con Jesus, como Juan de la cruz ha cantado al final de Cántico B 37-38: 

  • Y luego a las subidas cavernas de la piedra
  • nos iremos, que están bien escondidas,y
  • allí nos entraremos,
  • y el mosto de granada  gustaremos.
  • Allí me mostrarías aquello que mi alma pretendía,
  • y luego me darías allí tú, vida mía,
  • aquello que me diste el otro día:

  Empecemos leyendo el texto de Jn 11, un prodigio de emociones y esperanzas, de retos y tareas… en silencio, sabiendo que Lázaro somos todos; sus hermanas y amigos, todos debemos asumir la gracia y desafío de la resurrección.

Jesús parece ausente y lloramos, hoy de un modo especial, un día en el que tántos que mueren sin sentido sobre el mundo, como si Dios no existiera… para comenzar desde aquí, ya, ahora (primavera/otoño 20237) el camino de la resurrección.

Dejemos que el texto nos hable. Su historia es la nuestra:Situémonos en una catacumba de Roma, el gran imperio, nosotros, aquellos que con Lázaro nos sentimos inmersos en la inmensa catacumba,bajo la gran piedra de la muerta.

Arriba está el Coliseo y el Vaticano (antiguo y moderno), arcos triunfales, palacios imperiales, senado y cuartel de la Guardia Pretoriana, falsa Ara Pacis y sepulcro de Adriano…

Descubren la representación de la resurrección de Lázaro en las Catacumbas  de Priscila – El Funerario digital

Abajo la catacumba… con el sepulcro de Lázaro, el nuestro, tapado  y sellado con una gran losa. Lázaro dentro, atado, envuelto en un sudario….

Jesús resucita a Lázaro… Pero las autoridades quieren matar a Jesús y a Lazaro, porque es muy peligroso hacer que resucitan los muertos.

(todas las imágenes están tomadas de las catacumbas de Roma, las primer imágenes cristianas).

Texto (Jn 119. Parte…) L 

En aquel tiempo, [un cierto Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta, su hermana, había caído enfermo. María era la que ungió al Señor con perfume y le enjugó los pies con su cabellera; el enfermo era su hermano Lázaro.] Las hermanas mandaron recado a Jesús, diciendo: «Señor, tu amigo está enfermo.» Jesús, al oírlo, dijo: «Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.» Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro.

Cuando se enteró de que estaba enfermo, se quedó todavía dos días en donde estaba. Sólo entonces dice a sus discípulos: «Vamos otra vez a Judea.» Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. [Betania distaba poco de Jerusalén: unos tres kilómetros; y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María, para darles el pésame por su hermano.]

Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Y dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá.» Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará.» Marta respondió: «Sé que resucitará en la resurrección del último día.» Jesús le dice: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?» Ella le contestó: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.»…

Mensajería de Paz on Twitter: "6) Encuentro de Jesús con María. Ubicada en  las catacumbas de San Pedro y Marcelino. Data del siglo lll.  https://t.co/uyMBOllbcA" / Twitter

 Jesús, sollozando de nuevo, llega al sepulcro. Era una cavidad cubierta con una losa. Dice Jesús: «Quitad la losa.» Marta, la hermana del muerto, le dice: «Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días.» Jesús le dice: «¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?» Entonces quitaron la losa. Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: «Padre, te doy gracias» Y dicho esto, gritó con voz potente: «Lázaro, sal fuera.» El muerto salió, los pies y las manos atadas con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: «Desatadlo y dejadlo andar.» Y Lázaro salió, corrida la piedra del sepulcro, rotas la vendas, caído el sudario…  Pero algunos de ellos fueron a los fariseos y les dijeron lo que Jesús había hecho [resucitando a Lázaro]. 

Entonces los principales sacerdotes y los fariseos reunieron al Sanedrín y decían: –¿Qué hacemos? Pues este hombre hace muchas señales. Si le dejamos seguir así, todos creerán en él; y vendrán los romanos y destruirán nuestro lugar y nuestra nación.  Entonces uno de ellos, Caifás, que era sumo sacerdote en aquel año, les dijo: –Vosotros no sabéis nada; ni consideráis que os conviene que un solo hombre muera por el pueblo, y no que perezca toda la nación (Jn 11, 46-50).

Hallan fresco de la resurrección de Lázaro en Catacumbas de Priscila -  Periodista Digital

Un comienzo¿Qué se puede hacer? Llorar por los muertos, consolar a los vivos,

esperar la resurrección… y comprometerse a favor de la vida, aunque ello resulte peligroso apostar por ella, como Jesús, subiendo a los lugares conflictivos (¡Vayamos, y muramos con él, como dice Tomás).

Estamos ante el dolor de Jesús que (en un plano) llora y solloza impotente ante la muerte de su amigo, en un mundo que huele, mundo de asesinos concretos, de mentiras extensas, de llanto y de muerte. Es Hijo de Dios, pero no puede impedir que su amigo muera, porque la muerte pertenece a la ley de la vida. Por eso llora, porque ve al amigo muerto. Pero le ofrece (a él, a sus hermanas) la esperanza de la resurrección.

Lázaro murió de muerte natural y a muchos, en cambio, les matan, de muerte violenta, los diversos tipos de asesinos, traficantes de la muerte, precisamente aquellos que no quieren que Jesús resucite, dé vida a los muertos. … pensando que así pueden obtener ventajas políticas, sociales o de cualquier tipo que sea, ignorando que con la muerte sólo se consigue más muerte. El texto no acaba con la resurrección de Lázaro, sino con la decisión de Caifás y los sumos sacerdotes, que deciden matar a Jesús porque da la vida, porque resucita a los muertos.

La resurrección de lázaro fotografías e imágenes de alta resolución - Alamy

Jesús no impidió la muerte de Lázaro. Esperó tres días antes de venir y Lázaro murió… Son los días de la vida y de muerte en este mundo, son los días de la dura realidad de la historia. Después vino, en el día de la resurrección que es tercer día (como dicen los judíos y decimos los cristianos: Resucitó, resucitará al tercer día, que es el tiempo de la culminación).

¿Por qué no vino antes para impedir que Lázaro muriera? Se lo preguntaron las hermanas y lloró. No pudo venir antes, pero lloró. No puede impedir un tipo de muerte en este mundo, pero sufre. También llora aquí, en nuestro día, en todos los hospitales y casas de difuntos, en los campos de concentración y en las cárceles, en los lugares donde siguen reinando las bombas y el hambre… ¿Por qué no impidió que muriera Lázaro? ¿Por qué no detuvo la muerte asesina de miles de matadores de este mundo? ¿Por qué no impide que fallen las balas que vuelen buscando la muerte?

¿Por qué no para la mano al terremoto, por qué no tapa la boca al tsunami que grita, produciendo olas inmensas? ¿Por qué no cierras las grietas de los agujeros negros de las cámaras atómicas que estallan? ¿Por qué…? ¿Por qué impide que los asesinos sigan matando directa o indirectamente…? Jesús lloró con sus amigas. Hay acontecimientos en la vida ante los que sólo tenemos el llanto y la condena y la libertad para cambiar

Nos queda la oración y el llanto y la solidaridad Nos queda orar con y por los muertos… pues la oración vincula a los vivos con los muertos. Una oración con voces y en silencio, porque creemos en la resurrección, como Jesús creía en la resurrección de Lázaro.

Le Catacombe cristiane

Una oración que acepta la muerte (porque es condición humana) y que condena a los que trafican con ella, con la guerra y el hambre, con la injusticia y la opresión. Una oración de cercanía, con las hermanos y hermanos de los muertos. Aceptación de la muerte, pero condena sin paliativos, sin distingos, sin comparaciones, para todos los que matan, aprovechándose de la muerte de los otros.

La iconografía cristiana y sarcófagos paleocristianos

Después debemos ofrecer una palabra de solidaridad a las hermanas y familiares del muerto Solidaridad a los amigos, a los compañeros. No sé si podemos consolarles, pues a veces el único consuelo es el silencio con ellos. Muchas veces, no entiendo.

Tampoco Jesús entendía. No hizo un sermón explicando las razones de la muerte de Lázaro. Simplemente lloró. Lázaro ¡Sal fuera! Jesús lloró, pero creía (porque creía) en la resurrección. Y de esa forma habló, llegado el tercer día, culminado el tiempo del llanto (que es el tiempo de muerte de este mundo, un tiempo del que nadie vuelve a la historia anterior). De esa forma nos introduce (desde este mismo mundo) en el cuarto día (día pascual) de la resurrección, diciendo: “Sal fuera”.

¡Lázaro sal fuera! Esta palabra hay que decirla desde ahora, con Jesús. ¡Salgamos fuera todos, de manera que no vivamos más de muertes, de manera que no vivamos más aletargados, envueltos en sudarios y vendas, pactando con la violencia y la injusticia, dando cobertura a los que matan.

Esta palabra ¡sal fuera! es para todos. Tenemos que salir de un mundo en el que, de un modo o de otro, nos hemos acostumbrado a la muerte, de manera que muchos viven (vivimos) de la muerte de los demás. Salir fuera de la tumba significa vivir para la vida, en justicia y solidaridad. Que los educadores eduquen para la paz, que los políticos gobiernen para la justicia, que los trabajadores trabajen para el bien de todos… que todos podamos vivir para la concordia, condenando la violencia de un modo radical, total… E

l riesgo de los resucitadores El camino de la resurrección empieza por el llanto y la conversión. Es un camino en el que intervienen muchos factores, un camino en el que tienen responsabilidad muchas personas, empezando por los políticos y los educadores, por los dueños de la economía y los creadores de opinión, por los dirigentes de las iglesias etc. Pero es, ante todo, un riesgo y camino nuestro, de los que creemos en la resurrección, de los que deberíamos dice: ¡Lázaro, sal fuera, caminamos! Este camino de la resurrección es hermoso, pero muy arriesgado. 

Etimologías on Twitter: "Pequeño hilo sobre el ARTE PALEOCRISTIANO,  localizado sobre todo en catacumbas, que eran lugares de enterramiento, y  las casas particulares, lugares de adoración. En la imagen, Noé y la

Los que trabajan sin más por la vida, los que sacan a los hombres y mujeres de sus tumbas suelen ser perseguidos, porque hay intereses creados y muchos prefieren que las cosas sigan así. Con una lucidez impresionante, el evangelio de hoy sigue y dice, como he mostrado ya al citar el texto:

Es peligroso optar por la vida y promover la resurrección en este mundo de muerte. Hay muchos (personas e instituciones) que prefieren mantener las cosas así, traficando con la muerte. El evangelio supone que los primeros traficantes de la muerte (¡que Lázaro se pudra!) son los dirigentes religiosos y políticos que controlan el poder desde la muerte.

Por eso, para impedir que Lázaro resucite y viva y sea testigo de paz proponen matar al “mensajero”, al que habla a favor de la paz (¡recordemos a M. Luther King, a Mons. Romero, a Ignacio Ellacuría y a otros miles de testigos de la vida, empezando por Jesús !). Para vivir de la muerte de los demás, hay que matar a los que lloran y promueven la vida, como Jesús (hay que matar en el fondo a Jesús).

Catacumba de roma fotografías e imágenes de alta resolución - Alamy

No quiero trazar ninguna condena general a poderosos sin más, como traficantes de muerte, ni acusar a los dirigentes religiosos (a los que acusa este evangelio), ni a los traficantes de la muerte (vendedores de armas, promotores de una economía que mata, pero….).

(Seguirá el tema de la entrada en la tumba/catacumba de Jesús en la vigilia y fiesta de Pascua). Buen día a todos, buena preparación de pascua)

Pascua: “Escuchar y caminar juntos”

 


“Que todos los pueblos te den gracias. Que canten de alegría las naciones, porque gobiernas a los pueblos con justicia y guías a las naciones de la tierra” (Salmo 66, 5-6)

La iglesia del resucitado fallaría gravemente si se hace frontera en lugar de encuentro. No está llamada a encerrarse y buscarse a sí misma; si hace eso se pierde, su horizonte no está en el éxito ni en la fuerza de un poder de este mundo, sino mucho más allá


El espíritu del resucitado

Nuestro horizonte eclesial es el de la universalidad, ligados a la realidad fundante en Cristo Alfa y Omega, amamos el mundo y a toda la humanidad y caminamos por los caminos de la historia con el deseo de encuentros humanos que generen espacios de comunidad para la eternidad. No hemos de caminar por las cargas y los préstamos de un Dios lejano, sino por el pan compartido y por la sangre derramada que ha obtenido la victoria y nos ha adentrado en la alianza nueva y eterna. Esta es la palabra que hemos de guardar y vivir, la que da vida y genera amor, no somos hijos de mandamientos y miedos, sino de la entrega generosa.

Ahora tenemos el espíritu del resucitado, su alegría y su ánimo y no podemos ser razón de tristeza y desesperanza en medio de la historia. Hemos de saber alegrarnos del momento que nos toca vivir y de la esperanza que nos ilumina. El camino para una realidad nueva, para ascender a lo profundo de la vida y a la alegría de lo sano y lo bueno vendrá por pasos de verdad y sencillez en el vivir y en el ser. Necesitamos avanzar en el seguimiento de Cristo que nos abre a la fraternidad verdadera con toda la realidad:

  • Recuperar el verdadero sentido de origen en nuestro ser criaturas con principio y fundamento, a nuestro verdadero ser descubierto en un yo, liberado del ego, que posibilita el reconocimiento de que he crecido en un nosotros al que no debo renunciar nunca, sino alimentar y cuidar como lugar de verdadera identidad. Soy de los otros y con los otros.
  • El reto de la sociedad hoy pasa por la conversión a lo comunitario, nuestra sociedad está enferma de progreso y tecnología en clave de éxito competitivo sin conexión con lo humano y lo fraternal. Volver a reconstruir los lazos de lo humano en toda la realidad económica, social y política es cuestión de urgencia. Los cristianos, tocados por la sangre de Cristo, estamos llamados a ser testigos de alianzas realizadas de la esperanza de una alianza sellada con eternidad por la entrega del hombre Jesús en la cruz, que se adentra en el corazón del Padre inaugurando una humanidad nueva. Creemos que lo humano se realiza en lo comunitario. Necesitamos una Europa humanista y comunitaria; un mundo de fraternidad frente a la violencia de la guerra.
  • Conversión a la austeridad felicitante. Hay un modo de vivir en libertad, que pasa por saber distinguir lo que es necesidad, deseo y capricho. La necesidad cubierta de toda la humanidad será factor de humanismo pacífico y equitativo, pero eso sólo será posible por la vida de la entrega de caprichos que generan injusticia y desigualdad. Hoy la humanidad necesita la liberación del capricho para conquistar la alegría de la fraternidad. Este camino lo será de encuentro con la naturaleza, de cuidado de la casa común que se hará habitable para todos y nos mostrará su generosidad de un modo nuevo. La ecología integral es llamada urgente a la conversión para lo humano y el gozo de lo divino. Necesitamos escuchar y caminar juntos.
  • Recuperar un sentido nuevo del tiempo. Saber reconocer que la vida es la existencia colmada, llena de sentir, de emoción, de gozo y de luz. El tiempo es lugar para la vida, pero queda agotado y sometido cuando la rapidación impide lo profundo, lo verdadero, lo auténtico. Un mundo de mercado, económico, social de prisas arrolladoras son la actualización del faraón y de la esclavitud. Dios quiere bajar a liberarnos, a recuperar el verdadero valor del tiempo en la clave de una historia que lo es de salvación y de vida. Humanizar el tiempo es el reto de una revolución que hoy se hace necesaria. La cuaresma es una llamada a vivir el tiempo de un modo nuevo, como “señores del sábado”.

Así es el camino que nos puede liberar y arrancar de la oscuridad y la pesadez de una vida y un ser agotado. Hay caminos para la libertad y la luz, podemos ascender y transcender nuestra existencia en una esperanza fecunda y verdadera, tenemos motivos para cantar con fuerza el aleluya de nuestra salvación. Hoy la tierra y todos los pueblos necesitan de la gracia y la luz de la salvación, para poder entonar un verdadero “Laudato si’”.

La buena noticia del domingo 24.04.2022—2º. Dgo de Pascua-C

SEÑOR MÍO Y DIOS MÍO

Jesús se hace presente a los discípulos y a Tomás (Dibujo Cerezo B.)
Jesús se hace presente a los discípulos y a Tomás (Dibujo Cerezo B.)

LA HORA DE LA PALABRA

Una comunidad tentada de encerrarse por el miedo

Nuestras comunidades cristianas no viven días como aquellos en los que la gente se hacía lenguas de los cristianos y el número de los que se adherían al Señor crecía visiblemente. As bien nos asemejamos a los discípulos que estaban con las puertas cerradas, dominados por el miedo a un mundo que nos parece lleno de peligros.

La experiencia creyente del Resucitado

El Resucitado sale al encuentro de sus discípulos llenos de miedo y desesperación porque han matado al maestro. El se hace presente para decirles: “Yo soy el que vive; estaba muerto y, ya veis,vivo por los siglos”

Los discípulos vieron al Señor Resucitado y se llenaron de alegría.

También en medio de nosotros se hace presente el Señor y nos invita a creer en El, como la forma propia de hacer también nosotros la experiencia del Resucitado y ser testigos de la resurrección ante los demás.

TESTIGOS DE LA PALABRA

La catequista Laura
La catequista Laura

Laura López

El pasado 23 de abril ha sido el 37º aniversario de la muerte de Laura López, una líder campesina salvadoreña, celebradora de la Palabra y asesinada por el ejército en un operativo de “tierra arrasada” en la ladera norponiente del cerro de Guazapa. Era la Primera Responsable y Coordinadora del Equipo Pastoral de las Comunidades del cerro Guazapa. Donde no había sacerdotes que pudieran atender a las comunidades, o solo alcanzaba a llegar alguno después de varios meses porque era una zona de guerra.
Ella siempre acompañaba al pueblo sufriente, que a veces tenía que salir “en guinda” porque venía el ejército destruyendo todo lo que encontraba a su paso ya fueran personas, animales, casas y cultivos.

¡FELIZ PASCUA FLORIDA!

Por unos pueblos vivos en C-LM y un mundo rural más consciente y más organizado. Para defender la vida, la salud Y una ecología integral para todos.

ORACIÓN DESDE LA PALABRA

Creemos en la resurrección

Creemos
que afirmar la resurrección
es vivir como resucitados:
una forma de situarse en el mundo,
de vivir de otra manera,
de apuntarse a la construcción del Reino,
de seguir apuntados
asumiendo las propias limitaciones
y el propio pecado,
de optar por el bien,
la verdad y la hermandad.
Creemos
Que la resurrección de Jesús
Significa que está vivo
y se puede uno encontrar con El
y tener una experiencia liberadora,
y seguir siendo una persona,
una amalgama de gloria y de miseria.
Creemos
Que para experimentar una resurrección
en nosotros y en el mundo
no tenemos más salida
que rebelarnos y asumir la insurrección
Amén.
Juaquín Suárez Bautista, “Los otros salmos”. Sal Terrae.

Pastoral bíblica de Daniel Sánchez Barbero en Fuente de Pedro Naharro, Cuenca

Pascua, mensaje de esperanza

¿Dónde está Dios en las guerras y masacres?

Fernando Bermúdez

Los medios de comunicación nos están mostrando la destrucción y muerte provocada por la invasión del ejército ruso en Ucrania. Multitud de personas muertas y heridas y más de cuatro millones de refugiados. Gente que lo ha perdido todo, absolutamente todo, vivienda, objetos personales, trabajo y sobre todo familiares y amigos. Pero ésta no es la única guerra que hay en la actualidad. Son más de 20 conflictos bélicos de los que los medios de comunicación apenas hablan. En estos conflictos millones de personas murieron y otras se vieron forzadas a buscar refugio en otras partes.

En todas las guerras la población civil es la que más sufre, sobre todo niñas y niños a los que se les ha robado el derecho a vivir. Y como consecuencia, se acrecienta el hambre, el odio, las venganzas, la deshumanización.
¿Dónde está Dios en medio de tanto sufrimiento? La sangre derramada a lo largo y ancho de la tierra corre por las venas de la historia. Sangre de masacrados en todas las conquistas, sangre de indígenas de la Amerindia, sangre de esclavos negros de África, sangre de los asesinados en Auschwitz, sangre de palestinos, iraquíes, sirios, yemeníes, etíopes, somalíes, congoleños, ucranianos…, sangre de mártires que dieron su vida por una causa justa, sangre de innumerables personas inocentes…

Esta sangre es un indicador de que en la historia hay víctimas y victimarios.
¿Dónde estaba Dios cuando los fuertes mataban a los débiles? ¿Dónde estaba Dios en los barcos repletos de esclavos negros, cazados en África para su venta en las Américas?, ¿dónde estaba Dios en la matanza de indios en el continente americano?, ¿dónde estaba Dios en los bombardeos de la “Desbandada” de Málaga?, ¿dónde estaba Dios en las matanzas entre los tutsis y los hutus en el corazón de África…?

Las guerras son la estrategia de los poderosos de las grandes potencias que siempre van a justificar, desde arriba, desde sus despachos y con mentiras, sus acciones bélicas, para acrecentar su dominio, poder y riqueza.
Esta realidad nos hace sentirnos impotentes. El llanto y la muerte de millones de inocentes nos golpean el alma y destrozan la esperanza. ¿Dónde estaba Dios? ¿Dónde?

Es el interrogante que arranca desde lo profundo del sufrimiento injusto provocado por los señores de la guerra.
¿Dónde está Dios?, ¿por qué no actúa? Si Dios es amor y quiere evitar el sufrimiento humano y no lo hace, ¿por qué lo permite? ¿Es que no es omnipotente? Y si es todopoderoso y no evita el sufrimiento, ¿dónde está el Dios bueno, compasivo y misericordioso? “Si Dios existe el mal no tiene explicación, pero si Dios no existe el mal no tiene solución”, señala González-Faus.

¿Por qué los tiranos lo pasan tan bien y tanta gente buena lo pasa tan mal?, se preguntaba José Luis Caravias. ¿Por qué Dios guarda silencio viendo cómo el malvado se traga al inocente?
Estos interrogantes superan nuestra capacidad de respuesta. El horroroso sufrimiento de las matanzas y las guerras nos deja abatidos y sin sentido. Desde el día en que escuché a los refugiados guatemaltecos, en Chiapas, testimonios de masacres, solo encontré una respuesta:
el silencio. Y en el silencio descubrí la presencia de Jesús de Nazaret, torturado, crucificado, humillado, muerto y destazado en la cruz. El hombre que pasó por el mundo amando y haciendo el bien, fue aniquilado por los poderes del mal. Él refleja a todos los inocentes y masacrados de la historia. El Verbo de Dios se hizo muerte, decía Pedro Casaldáliga.

No encuentro otra respuesta sino en la contemplación profunda del Crucificado del Gólgota, quien en su angustia clamaba: “¡Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado!” (“Eloí, Eloí, lammá sabactaní, en su lengua aramea). Jesús expresa un sentimiento profundo de abandono, de rebeldía y casi de desesperación, señala José Cervantes. Da la impresión de que Dios está ausente. Jesús, impotente y moribundo, pregunta ¿por qué? La confianza en un Dios que se revela como Padre justo y misericordioso se convierte en sentimiento de fracaso. La resistencia humana ante el sufrimiento llega a su límite y estalla en un grito que suena a rebeldía y desconsuelo. Le grita a Dios. Y en su angustiosa desesperación le interroga ¿por qué?, ¿por qué este sufrimiento inmerecido? Es una pregunta profundamente desgarradora.

Jesús muere sin respuesta. Es la expresión más trágica de la humanidad sufriente. Su grito es el grito de todos los oprimidos, perseguidos y masacrados a lo largo de los tiempos. ¿por qué?
¿Dónde está Dios?
Parece que Dios calla ante el que murió injustamente en la cruz porque amaba a los pobres, porque proclamaba la justicia y la fraternidad universal, porque quería otro estilo de vida que sea signo del reinado de Dios.

En este grito, “¿Dios mío, por qué me has abandonado?”, que expresa un sentimiento de abandono, soledad, desesperación y tristeza de muerte, Jesús carga con el sufrimiento de todos los seres humanos. Se hace solidario con ellos. Es un grito que expresa una duda existencial. “Es la palabra más universal frente a la muerte como abismo y muestra la más radical incomprensión de la muerte y especialmente de la muerte injusta”, como la de tantos hombres y mujeres que son asesinados, masacrados, bombardeados.

Jesús Crucificado estaba en aquel niño iraquí, sirio, yemení o ucraniano que murió aplastado por una bomba. Jesús estaba en el anciano degollado, estaba en aquellas mujeres violadas y asesinadas, estaba en los palestinos que reclamaban sus tierras, estaba en las mujeres que con sus niños murieron ametralladas y ahogadas en el río Sumpul y en el Mozote, El Salvador; y en la selva de Ixcán o en San Francisco Nentón, Guatemala.

Jesús estaba en aquellos hombres y mujeres que fueron asesinados por defender la vida de su pueblo, defensores de derechos humanos, líderes sociales, políticos o religiosos como Luther King, Enrique Angelelli, Salvador Allende, Robert Kénnedy, Rutilio Grande, Oscar Romero, Dorothy Stang, Policarpo Chem, Juan Gerardi, Víctor Gálvez, Berta Cáceres, Luis Espinal, Ignacio Ellacuría…

Los que mataban decían que lo hacen por defender el orden establecido o la civilización cristiano-occidental frente a la amenaza del comunismo. Veían comunismo en la defensa y promoción de los derechos humanos, en la exigencia de justicia, en los retos de la doctrina social de la Iglesia… Por eso mataron obispos, sacerdotes, religiosas, catequistas y ministros de la Palabra.

El Dios de los poderosos, de los opresores, no es el Dios de Jesús. Es otro Dios. Es el dios de la Seguridad Nacional, el dios dinero, el dios de los imperios. “Su Dios no es mi Dios”, dijo el santo arzobispo Óscar Romero al presidente de El Salvador. Un Dios sin justicia, sin respeto a la dignidad de todo ser humano es un fetiche. Muchos poderosos toman el nombre de Dios en vano, convirtiéndolo en un monstruo.

Dios es amor. Está en los pobres y en la humanidad sufriente. No puede ser vencido por el odio, el mal y la muerte, ni puede contemplar impasible el sufrimiento de las víctimas. Dios nos presenta como respuesta al sin sentido de tanto horror y dolor a Jesús muerto en la cruz, quien fue resucitado. Jesús es la respuesta.

Por eso solo se puede asumir el sufrimiento y la muerte de tantos hombres y mujeres
masacrados, desde una actitud contemplativa del misterio de Dios. La última palabra no la tienen los poderes de este mundo ni el sistema capitalista neoliberal ni las potencias político- militares, ni las multinacionales económico-financieras que hoy se consideran dueñas y señores de la humanidad. La última palabra la tiene el Dios de la vida que resucitó al Crucificado y en él hace justicia a los crucificados de la historia.

La resurrección de Jesús, el Cristo de Dios, abre la puerta a la esperanza. La muerte deja de ser el final de la existencia. Es el triunfo de la justicia sobre la injusticia, de la libertad sobre la opresión, de la verdad sobre la mentira y la falsedad, de la vida sobre la muerte. Todos los que a lo largo de la historia cayeron aplastados por el pecado de la injusticia y, concretamente los
hombres, mujeres, niños y niñas muertos en estas masacres y en todas las guerras, viven en el corazón de Dios y en la memoria de las personas y pueblos que aman y trabajan por la vida y la paz. Son como el grano de trigo que cae en el surco de la tierra y se descompone para germinar en una nueva vida. Así ellos, no mueren, resucitan en la memoria histórica de los pueblos y, sobre todo, en la plenitud de la Vida.

¿Dónde estaba Dios en estas tragedias de dolor y de muerte? Dios estaba, asimismo, en todas aquellas personas que abrieron su corazón para aliviar el sufrimiento humano, compartiendo techo, vestido, pan, amor y compasión. Ahí estaba Dios. Dios está en la solidaridad de quienes acogen a las víctimas de las tragedias, sin importar el color de la piel, nacionalidad, ideología política o religión. Dios está en las organizaciones, iglesias y demás religiones que salen al encuentro de la humanidad sufriente, de los refugiados, aportando su dinero y su tiempo,
acogiéndolos como hermanos. Dios está en las personas que sueñan y luchan por otro mundo más humano y fraterno, como señala el papa Francisco en la Fratelli tutti.

Ubi caritas et amor Deus ibi est. Donde hay solidaridad y amor allí está Dios.