La Buena Noticia del Dgo. 4º Cuaresma-A

La luz nueva

Jn 9, 1.6-9.13-17.3438

Ciegos que ven con una luz nueva

Hoy es el domingo de la luz, el domingo de la alegría porque Cristo es nuestra luz.  Jesús cura a un ciego de nacimiento; y ese encuentro del ciego con Jesús va a cambiar su vida, va a ver también con los ojos de la fe.

A veces vivimos ciegos, sin ojos para mirar la vida como la miraba Jesús. Solo escuchando a Jesús y dejándonos conducir interiormente por él, vamos caminando a una fe más plena. Solo la experiencia personal del encuentro con Jesús nos abre los ojos y el corazón

Lectura de la Palabra

Juan 9,1-41

                                                                                             Fue, se lavó, y volvió con vista

En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. [Y sus discípulos le preguntaron: «Maestro, ¿quien pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego?» Jesús contestó: «Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. Mientras es de día, tenemos que hacer las obras del que me ha enviado; viene la noche, y nadie podrá hacerlas. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo.»

Dicho esto,] escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado.» Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: «¿No es ése el que se sentaba a pedir?» Unos decían: «El mismo.» Otros decían: «No es él, pero se le parece.» Él respondía: «Soy yo.»

[Y le preguntaban: «¿Y cómo se te han abierto los ojos?» Él contestó: «Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a ver.» Le preguntaron: «¿Dónde está él?» Contestó: «No sé.»]

Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista. Él les contestó: «Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo.» Algunos de los fariseos comentaban: «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.» Otros replicaban: ¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?» Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: «Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?» Él contestó: «Que es un profeta.»

[Pero los judíos no se creyeron que aquél había sido ciego y había recibido la vista, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron: «¿Es éste vuestro hijo, de quien decís vosotros que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?» Sus padres contestaron: «Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; pero cómo ve ahora, no lo sabemos nosotros, y quién le ha abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos. Preguntádselo a él, que es mayor y puede explicarse.» Sus padres respondieron así porque tenían miedo los judíos; porque los judíos ya habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús por Mesías. Por eso sus padres dijeron: «Ya es mayor, preguntádselo a él.»

Llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron: «Confiésalo ante Dios: nosotros sabemos que ese hombre es un pecador.» Contestó él: «Si es un pecador, no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo.» Le preguntan de nuevo: ¿Qué te hizo, cómo te abrió los ojos?» Les contestó: «Os lo he dicho ya, y no me habéis hecho caso; ¿para qué queréis oírlo otra vez?; ¿también vosotros queréis haceros discípulos suyos?» Ellos lo llenaron de improperios y le dijeron: «Discípulo de ése lo serás tú; nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios, pero ése no sabemos de dónde viene.» Replicó él: «Pues eso es lo raro: que vosotros no sabéis de dónde viene y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es religioso y hace su voluntad. Jamás se oyó decir que nadie le abriera los ojos a un ciego de nacimiento; si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder.»]

Le replicaron: «Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?» Y lo expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: «¿Crees tú en el Hijo del hombre?» Él contestó: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?» Jesús les dijo: «Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es.» Él dijo: «Creo, señor.» Y se postró ante él.

[Jesús añadió: «Para un juicio he venido ya a este mundo; para que los que no ve vean, y los que ven queden ciegos.» Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le preguntaron: «¿También nosotros estamos ciegos?» Jesús les contestó: «Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado, pero como decís que veis, vuestro pecado persiste.»]

Comentarios a la Palabra

CAMINOS HACIA LA FE

El relato es inolvidable. Se le llama tradicionalmente la «curación del ciego de nacimiento», pero es mucho más, pues el evangelista nos describe el recorrido interior que va haciendo un hombre perdido en tinieblas hasta encontrarse con Jesús, «Luz del mundo».

No conocemos su nombre. Solo sabemos que es un mendigo, ciego de nacimiento, que pide limosna en las afueras del Templo. No conoce la luz. No la ha visto nunca. No puede caminar ni orientarse por sí mismo. Su vida transcurre en tinieblas. Nunca podrá conocer una vida digna.

Un día Jesús pasa por su vida. El ciego está tan necesitado que deja que le trabaje sus ojos. No sabe quién es, pero confía en su fuerza curadora. Siguiendo sus indicaciones, limpia su mirada en la piscina de Siloé y, por primera vez, comienza a ver. El encuentro con Jesús va a cambiar su vida.

Los vecinos lo ven transformado. Es el mismo, pero les parece otro. El hombre les explica su experiencia: «Un hombre que se llama Jesús» lo ha curado. No sabe más. Ignora quién es y dónde está, pero le ha abierto los ojos. Jesús hace bien incluso a aquellos que solo lo reconocen como hombre.

Los fariseos, entendidos en religión, le piden toda clase de explicaciones sobre Jesús. Él les habla de su experiencia: «Solo sé una cosa: que era ciego y ahora veo». Le preguntan qué piensa de Jesús, y él les dice lo que siente: «Que es un profeta». Lo que ha recibido de él es tan bueno que ese hombre tiene que venir de Dios. Así vive mucha gente sencilla su fe en Jesús. No saben teología, pero sienten que ese hombre viene de Dios.

Poco a poco, el mendigo se va quedando solo. Sus padres no lo defienden. Los dirigentes religiosos lo echan de la sinagoga. Pero Jesús no abandona a quien lo ama y lo busca. «Cuando oyó que lo habían expulsado, fue a buscarlo». Jesús tiene sus caminos para encontrarse con quienes lo buscan. Nadie se lo puede impedir.

Cuando Jesús se encuentra con aquel hombre a quien nadie parece entender, solo le hace una pregunta: «¿Crees en el Hijo del hombre?», ¿crees en el Hombre nuevo, el Hombre plenamente humano precisamente por ser encarnación del misterio insondable de Dios? El mendigo está dispuesto a creer, pero se encuentra más ciego que nunca: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?».

Jesús le dice: «Lo estás viendo: el que te está hablando, ese es». Al ciego se le abren ahora los ojos del alma. Se postra ante Jesús y le dice: «Creo, Señor». Solo escuchando a Jesús y dejándonos conducir interiormente por él vamos caminando hacia una fe más plena y también más humilde.

Por José Antonio Pagola

Testigos de la Palabra

El poeta nicaragüense Ernesto Cardenal, figura clave de la Teología de la Liberación

Voz moral de la revolución sandinista y crítico del Gobierno de Daniel Ortega, ha muerto a los 95 años en Managua

El poeta y sacerdote nicaragüense Ernesto Cardenal ha fallecido el pasado uno de marzo en Managua a causa de daños renales y cardiacos, informaron fuentes cercanas al literato, uno de los principales exponentes de la poesía latinoamericana. Cardenal era uno de los más destacados representantes de la llamada teología de la liberación. Su compromiso político lo hizo apoyar la lucha armada contra la dictadura de Somoza, una dinastía que gobernó Nicaragua por más de 40 años, y más recientemente plantar cara al Gobierno del presidente Daniel Ortega, cuyos desmanes y arbitrariedades denunciaba allá donde viajaba a presentar su poesía. Su compromiso con los más pobres y contra las injusticias lo convirtieron en la voz moral de la revolución sandinista, un proyecto con el que se comprometió a fondo y le valió la reprimenda del Papa Juan Pablo II, para quien un sacerdote no podía inmiscuirse en los asuntos políticos. “¡Nicaragua sin Guardia Nacional, veo el nuevo día! Una tierra sin terror. Sin tiranía dinástica”, había escrito en uno de sus poemas más celebrados, Canto Nacional.

Nació en Granada (Nicaragua), el 20 de enero de 1925. Heredero de una sólida tradición poética –con poetas prominentes como Rubén Darío–, Cardenal estudió literatura en Managua y México y cursó otros estudios en Estados Unidos y Europa. En 1965 fue ordenado sacerdote y más tarde se asentaría en el Archipiélago de Solentiname, localizado en el Gran Lago de Nicaragua, donde fundó una comunidad de pescadores y artistas primitivistas que se hizo mundialmente famosa. Fue ahí donde escribió su célebre El Evangelio de Solentiname. El archipiélago es un sitio de peregrinación de los fieles lectores y seguidores del poeta. Cardenal pasaba sus vacaciones en esas islas, donde leía las obras completas de Darío, escribía o dirigía la misa de Semana Santa en la pequeña iglesia de la localidad. Allí será despedido.

Seguir leyendo

80 años de la muerte de Miguel Hernández

Luces y sombras de la Iglesia en la vida de un poeta

Miguel Hernández

A punto de concluirse el año del 80 aniversario de la muerte de Miguel Hernández, ha salido a la luz recientemente una carta inédita sobre la relación de la Iglesia con la muerte del poeta, señalando a Luis Almarcha, quien llegaría a obispo, como pieza imprescindible.

En los albores de las tensiones ideológicas que dominarían los años 30 en Europa, Miguel Hernández se hizo amigo de Ramón Sijé. El joven al que le dedicaría su elegía más famosa se mostraba, entonces, abiertamente partidario del fascismo.

Cómplice sin pestañeos, la Iglesia católica se puso al servicio de Franco desde el principio, ofreciendo monasterios y conventos para su transformación en cárceles, y protagonizando ‘ceremonias purificadoras’ de resonancias inquisitoriales y nazis.

Ya al borde de la muerte, Hernández tuvo que ceder al chantaje de casarse por la Iglesia para que su familia pudiese acceder a estar con él en la enfermería de la cárcel.

Por Lucía López Alonso

A punto de concluirse el año del 80 aniversario de la muerte de Miguel Hernández, ha salido a la luz recientemente una carta inédita sobre la relación de la Iglesia con la muerte del poeta, señalando a Luis Almarcha, quien llegaría a obispo, como pieza imprescindible que pudo influir en su favor durante el proceso penal, pero no quiso.

Hace más de una década que Eutimio Martín, biógrafo de Miguel Hernández, apuntó esta teoría en su obra “El oficio de poeta. Miguel Hernández”. En ella plasma la vida del oriolano sin escatimar las luces y sombras que le vincularon a la Iglesia desde su infancia en provincias, antes de la guerra civil (en tiempos de exaltación de los fascismos) y finalmente durante la dictadura, muriendo en una de las diversas cárceles franquistas que padeció.

Colillas de lápices en el prado

“Miguel Hernández descendió del estrado donde fue proclamado emperador y príncipe para vestir la zamarra de pastor y ponerse a pasturar cabras en la Huerta”. Así explica Eutimio Martín el choque que debió de suponerle al pequeño Miguel que su padre le sacara del privilegiado colegio religioso Santo Domingo, en el que había estado estudiando, para ponerle a trabajar. Le tocó pasar página, pero el joven era de personalidad persistente. Se fue al prado con las cabras, pero allí mismo escribiría sus primeros versos, con colillas de lápices, del mismo modo que frecuentaba la biblioteca pública para llevarse lectura. “Doña Inocente, la bibliotecaria, se lleva unos tremendos disgustos cuando Miguel le devuelve los libros de la BAE sucios y muy deteriorados por su pésima costumbre de leerlos doblados por el lomo”, cuenta la biografía de Martín.

Casa-museo Miguel Hernández en Orihuela

El oriolano Carlos Fenoll, dueño de una panadería, estableció con sus amigos una tertulia poética en su propio obrador, ya que el oficio de panadero le impedía asistir a otras tertulias. En esa ‘tertulia de la tahona’, Miguel Hernández se dio a conocer entre sus paisanos afines en edad y en inquietudes literarias. No sorprende, por otra parte, que el despertar poético de Hernández, el poeta-pastor, fuese dentro del marco de una tahona: los oficios humildes, manuales, van a estar permanentemente presentes en la ética y estética hernandianas.

En ese mismo período, Hernández se relaciona con el Círculo Católico de Orihuela, que le pide una poesía para los obreros, con motivo de la celebración de la fiesta del trabajo (el 1 de mayo). “Con este poema consigue Miguel Hernández, en cierto modo, poner en verso la encíclica Rerum novarum de León XIII, la carta magna vaticana de la cuestión social”, apunta su biógrafo.

Sin embargo, en tiempos de auge de los movimientos fascistas, Miguel Hernández no tardó en codearse con sectores de la Iglesia bastante más conservadores que el obrerismo católico, empezando a publicar poemas en revistas ligadas al mundo religioso y principalmente reaccionarias. Seguramente por conveniencia, para darse a conocer en el ámbito regional y aspirando a traspasar esos límites, el poeta firma versos claramente contrarrevolucionarios y de devoto vocabulario: “¡No, no clavó su garra octubre / en este mundo de verdores / que se ilumina y se recubre / como un altar de luz y flores!”.

Miguel Hernández recitando en la Plaza Ramón Sijé de Orihuela

En los albores de las tensiones ideológicas que dominarían los años 30 en Europa, Miguel Hernández se hizo amigo de Ramón Sijé (pseudónimo). El joven al que le dedicaría su elegía más famosa se mostraba, entonces, abiertamente partidario del fascismo, que tenía por programa la violencia. “A la famosa Constitución del 12, al enumerar los derechos de los españoles le faltó una cosa. ¿La adivináis? Pues el derecho a la estaca. ¿Qué quieren los estudiantes? ¿Una España o un caos?”, escribía el agitador Sijé. Pero las circunstancias acelerarían, en su íntimo amigo el poeta, un significativo cambio de tendencias.

Por lo pronto, en 1931 se proclama la República y Hernández, decidido a abandonar el localismo, pone rumbo a la capital. Le escribe por carta a su admirado Juan Ramón Jiménez: “¿Sabe usted dónde he leído tantas veces su libro? Donde son mejores: en la soledad, a plena naturaleza”.

Con la misma convicción con la que pretende hacerse un hueco entre los grandes, firma las cartas como Jorge Lorca y “se fija así una meta estética bidimensional”: escribir como Jorge Guillén, el intelectual de la generación del 27, y como Lorca, quien desde el mismo grupo puso el acento en lo popular.

Mientras el poeta de Orihuela superaba obstáculos entre Madrid y su tierra natal, en 1933 la CEDA había ganado las elecciones: la República, con Gil Robles, daba un giro a la derecha. Miguel Hernández, oportunamente, publica en La Verdad de Murcia y prepara una obra de teatro que define como una tauromaquia “a lo divino”.

En lo personal, había formalizado su noviazgo con Josefina Manresa, una modista hija de guardia civil. “No deja Josefina pasar un mes sin confesarse, ni un jueves sin novena eucarística”, describe Eutimio Martín. “En consecuencia, las sesiones de cine transcurren sin permitir que el brazo de su novio sobrepase los estrictos límites de la propia butaca”.

Josefina Manresa y Miguel Hernández

De ‘soplo divino’ a ‘viento del pueblo’

El chileno Pablo Neruda, célebre poeta entonces afincado en Madrid, al que también Miguel había carteado, se lo había advertido: “Querido Miguel, siento decirle que no me gusta El Gallo Crisis. Le hallo demasiado olor a iglesia…”. Era el título de otra revista de lectores católicos con la que Hernández colaboraba. Ya resuelto a desembarazarse de ese pasado, el de pastor y el de los poemas de ‘soplo divino’ para complacer a las mayorías rancias, Hernández recibe una paliza en San Fernando del Jarama. Le estallan en la cara, entonces, los prejuicios de una España clasista. Que, por su aspecto campesino, le juzga imbécil y peligroso. La confianza de Bartolomé de Cossío y el apoyo de los poetas del 27, refuerzan definitivamente el rumbo de Hernández, del filofascismo al comunismo, de los versos misioneros de las ideas de la Iglesia a su presencia en las Misiones Pedagógicas que había creado la República para llevar la cultura al pueblo.

En ese viraje le influyeron notablemente, apunta Eutimio Martín, mujeres como María Zambrano y Maruja Mallo. La primera, intelectual de calibre, profesora auxiliar de Metafísica en la Universidad Central de Madrid, compaginaba el estudio filosófico de textos precristianos como el Cantar de los cantares con el compromiso político republicano y los paseos a solas por Madrid con el poeta oriolano. En su prosa abrumadoramente mística, escribió en su recuerdo: “Aquellas tardes cuando mencionábamos las espigas y su soleado campo, el redondo pan moreno y la sangre de la tierra exprimida en los racimos. Y cuando nos callábamos”.

María Zambrano

La segunda también pertenecía a la generación de creadoras del 27, pero no era escritora sino pintora. Maruja Mallo, tan diferente de Zambrano, había “resultado ganadora de un concurso de blasfemias”, comenta Martín. Fundamentalmente transgresora, también se había “dado un paseo en bicicleta por el interior de una iglesia durante la celebración de la misa”. Ambas compartirían un destino de exilio, escapando de las represalias franquistas a la intelectualidad republicana y el activismo político.

Poeta, esposo, soldado

1936. Federico García Lorca es asesinado por los sublevados que, alzándose en contra del gobierno republicano, han hecho estallar la guerra civil. La elegía por la muerte de Lorca aparece “como pórtico de acceso a «Viento del Pueblo»”, escribe Martín en El oficio de poeta. Miguel Hernández ya es un reconocido poeta que publica libros, pero con el éxito ha llegado la comprensión de lo verdaderamente importante: la justicia. Se enrola, como soldado, en el que ha pasado a la historia como el ‘batallón del talento’, pues en él combatió junto a otros poetas, como Herrera Petere. Del 5º regimiento a la 11º división, Miguel es, en orden de urgencia, combatiente republicano y poeta. También es esposo (se ha casado con Josefina, en un matrimonio exclusivamente civil) y va a ser padre. “El vientre de su esposa ocupa el primer plano de la cosmovisión hernandiana. El resto, todo el resto, se le hizo al final borroso”, reflexiona Eutimio Martín.

Cuadro de Maruja Mallo con referencias religiosas

Hernández es testigo y partícipe de la victoria republicana con la rendición del Santuario de la Virgen de la Cabeza, en Jaén, que se sumó a las del Jarama y Guadalajara. Cronista de prensa y comisario político del bando republicano, obtiene permiso para regresar a Cox (donde está instalada Josefina) por Navidad, para conocer a su primogénito, Manuel Ramón. El bebé moriría en 1938, a consecuencia de la escasez.

Ya en 1939, la inminente derrota se percibe. El éxodo republicano se dispara. Desde Huelva, Miguel Hernández se dispone a escapar hacia Lisboa (sin posibilidades de salvación en Portugal, por la complicidad salazarista con el franquismo, pero con esperanzas de obtener un pasaporte para Chile a través, como Mallo, de la mediación de la cónsul y también poeta Gabriela Mistral). Pero le detienen y da comienzo su peregrinación carcelaria, primero de Huelva a Sevilla.

El nacionalcatolicismo en el drama de Miguel Hernández

Fue un historiador francés el que bautizó al nuevo régimen como nacionalcatólico. Ungiendo al jefe del nuevo Estado “caudillo por la gracia de Dios”, la dictadura de Franco quedó legitimada y además sacralizada, denuncia Eutimio Martín en su libro. Cómplice sin pestañeos, la Iglesia católica se puso al servicio de Franco desde el principio, ofreciendo monasterios y conventos para su transformación en cárceles, y protagonizando ‘ceremonias purificadoras’ de resonancias inquisitoriales y nazis, en las que se acometían quemas de libros: “Condenamos al fuego de los libros (···) los de la leyenda negra, (···) los de un modernismo extravagante, los cursis, los cobardes, los seudocientíficos, los textos malos y los periódicos chabacanos. E incluimos en nuestro índice a Sabino Arano, Juan Jacobo Rosseau, Carlos Marx, Voltaire, Lamartine, Máximo Gorki”.

Mientras se normalizaba esa estrecha asociación de la Iglesia y la dictadura, con sus sistemas de represión, persecución y censura, el preso Miguel Hernández fue trasladado de Andalucía a la cárcel de Torrijos, en Toledo, donde se cree que compuso las nanas de la cebolla, aludiendo al guiso pobre de patata y cebolla que Josefina, en sus cartas, mencionaba como único alimento disponible para el nuevo hijo, Manuel Miguel, nacido en ese triste 1939. El hambre de posguerra, por supuesto, también la sufrió Hernández encarcelado, aunque sus compañeros de celda destacaban de él su “notable capacidad de atención a los demás”, como relata Martín, cediendo bocados en la cárcel de Conde de Toreno, en Madrid, o en la de Palencia, donde continuó su “turismo penitenciario”.

En el penal de Ocaña, de nuevo Toledo, le dedicó versos al cura ‘verdugo’, que se ensañaba pegando a los reclusos con el instrumento para mover las ascuas de los braseros. “Se comentaba que para él era un placer acompañar a los pelotones de ejecución y dar los tiros de gracia”, apunta el biógrafo de Hernández.

Al tiempo que el poeta, entre rejas, construía juguetes para mandárselos a su hijo por Reyes en 1941, puede que fuera tomando conciencia de que se acercaba el final de su drama. Condenado a la pena capital, aunque ilegalmente (pues la sentencia le acusaba de hechos anteriores a la promulgación de la ley franquista), se le conmutó por 30 años de cárcel por la intercesión, entre otros, de Luis Almarcha, entonces vicario general de la diócesis de Orihuela.

Pero el poeta terminaría muriendo afectado por las condiciones de su cautiverio. Inmovilizado por la fuerza de la enfermedad, ya en la cárcel de Alicante, tuvo que ceder al chantaje de Almarcha, que le forzó a casarse por la Iglesia si quería que su esposa e hijo se despidiesen de él. En marzo de 1942, in articulo mortis y en la enfermería de la cárcel, tuvo lugar la ceremonia religiosa.

Como había escrito en «El rayo que no cesa», “Me llamo barro aunque Miguel me llame”. El poeta del pueblo no fue un arcángel invencible, terror de dragones, como el aludido por su nombre, sino un hombre sencillo y contradictorio, propenso al entusiasmo, que se relacionó con la Iglesia amistosa e interesadamente hasta que, con el triunfo de la dictadura, esa misma Iglesia no le perdonó haber sido la voz de los soldados republicanos. Y le traicionó y olvidó en su presidio.  

En el 1er Aniversario de Casaldáliga

Michael Moore: «Pedro Casaldáliga: poeta, profeta y pastor»

«En la vida de Pedro, la palabra poética se vuelve anuncio y denuncia profética, exteriorizada sin tapujos, como obligación de quien debe pastorear un pueblo pisoteado en su dignidad»

«Pedro-poeta encontró en el verso-sin- verso su desahogo y nuestro consuelo»

«En ese ir derramando palabras que buscan nombrar al Innombrable, el poeta es consciente del constante riesgo de manipulación en el que corremos al hablar de lo Totalmente Otro»

«Todo poeta es un profeta… Todo poeta ausculta a su pueblo y lo traduce en grito, en clamor»

«Desde el inicio, lo simbólico marcó todo el programa de cómo sería su pastoreo: nunca usó báculo, anillo ni mitra “tradicionales”, sino una suerte de remo, un anillo de palmera (tucum) y un sombrero de paja»

«Nunca dejó de soñar otra iglesia que -además de una, santa, católica y apostólica- tenga como nota definitoria la desnudez»

Por Michael Moore

Pedro Casaldáliga: poeta, profeta y pastor

Hoy hace un año que Pedro Casaldáliga se sumergía definitivamente en el Misterio de Dios, del Dios del cual fue testigo y voz durante largas décadas desde las olvidadas tierras amazónicas. Querría, pues, evocar aquí su memoria, intentando delinear un esbozo de su multifacética figura, concentrándome en tres rasgos de su personalidad: su ser poeta, su ser profeta y su ser pastor. Conjuntando los tres -que se iluminan y retroalimentan mutuamente-, y a modo de “fórmula” introductoria, diría: en la vida de Pedro, la palabra poética se vuelve anuncio y denuncia profética, exteriorizada sin tapujos, como obligación de quien debe pastorear un pueblo pisoteado en su dignidad.

1. Pedro-poeta

En primer lugar y, ante todo, Pedro-poeta: desde allí se autodefinió muchas veces: “La poesía ha significado y significa mucho en mí. Yo pienso a veces que si yo soy algo es eso, poeta. Y que incluso como religioso y como sacerdote y como obispo, soy poeta. Muchas cosas intuyo, siento, hablo, digo o hago, porque soy poeta. Sabes que para mí la poesía es la palabra emocionada, la realidad intuida y expresada en una palabra emocionada.” (T. Cabestrero, Diálogos en Mato Grosso con Pedro Casaldáliga, Salamanca, Sígueme 1978, 175). Poesía, acotaría yo, para cantar la belleza sin pretender disecarla y poesía para gritar tanto dolor sin banalizarlo. Pedro-poeta encontró en el verso-sin- verso su desahogo y nuestro consuelo. Descubrió el logos poético como arma pacífica para defender(se) y explicar(se): “Después de la sangre, la palabra es el «poder» mayor. Por ella uno se dice y dice el Universo, el Prójimo, el Pueblo, la Muerte, la Vida, Dios, cálidamente” (T. Cabestrero, El sueño de Galilea. Confesiones eclesiales de Pedro Casaldáliga, Madrid, Claretianas 1992, 131). Con la palabra poética en los labios bien abiertos y con los puños apretados, Casaldáliga nombró, rescató y recreó todo (las cosas, la naturaleza, el hombre, sus historias, etc.) desde una profunda experiencia del Misterio -con mayúscula- que lo transformó en un verdadero místico “de ojos abiertos” (J.B. Metz), es decir: aquel que sospecha y descubre a Dios donde parece no estar: en el sin-sentido gris y en el sufrimiento inocente.

Leyendo su poesía, descubro que hay, por una parte, una necesidad inaplazable de decir el Misterio (en lenguaje no dogmático) y, por otra, un pudoroso respeto ante eso Último para evitar manipularlo y no pretender agotarlo ni de-finirlo. Para iluminar lo primero, en cuanto testigo de un Misterio que lo envuelve, lo desborda y lo impele a comunicar, basta recordar: “Yo hago versos y creo en Dios. / Mis versos / andan llenos de Dios, como pulmones / llenos del aire vivo”. ¡Primero se declara poeta… y luego creyente! Lo cierto es que Pedro anda lleno de Dios. Sus pulmones, sus entrañas, sus ganas andan llenos de Dios, por eso necesita compartir esa Buena Nueva. Hablando de sí mismo, reconoce: “Si no hablase uno de Dios y de Jesús su Hijo, se sentiría traidor a sí mismo, mudo, muerto. Salvadas las apostólicas distancias, «¡ay de mí si no evangelizare!», ¡ay de mí si hiciera poesía no evangélica, no evangelizadora!” (T. Cabestrero, El sueño…, 133). Corresponde, pues, decir el Misterio porque forma parte esencial de la vida; hay conservarl-o, decir-lo y callar-se:Silencio y palabra; palabra y silencio: “Derramando palabras, / de mis silencios vengo / y a mis silencios voy. / Y en Tus silencios labras / el grito que sostengo / y el silencio que soy”. Y en ese ir derramando palabras que buscan nombrar al Innombrable, el poeta es consciente del constante riesgo de manipulación en el que corremos al hablar de lo Totalmente Otro: “¿Cómo dejarte ser sólo Tú mismo, /sin reducirte, sin manipularte?” Manipulación que muchas veces va de la mano del confundir a Dios con nuestras experiencias y representaciones, siempre nuestras y, por tanto, siempre falibles, siempre balbuceantes, como escribe en una de sus “Antífonas”: “Voy a decir de ti / mi última palabra. / (Siempre penúltima / y mía siempre)”.  Cuánto para aprender quienes tenemos la posibilidad de hablar de Dios: obispos, sacerdotes, teólogos, catequistas, predicadores… Siempre serán palabras nuestras que interpretan lo Inefable, puesto que en verdad conocemos a Dios… pero lo como conocemos a todas las otras realidades: al modo humano.

Concluyendo esta primera aproximación, quiero citar unas palabras del propio Casaldáliga donde define su vena poética: “La poesía es la respuesta sensibilizada a todo y a todos, en un encuentro que pulsa el alma y compromete las opciones. Mi práctica poética es “sobre la marcha”: viviendo, tocado por un momento fuerte, emocionado por un encuentro, a partir de una lectura, evocando, soñando el mañana, orando” (T. Cabestrero, El sueño…, 131). Una poesía, diría yo, nacida del corazón caminante y amante, y de los pies cansados y desnudos, como sugiere en el poema “Piensa también con los pies”:

 2. Pedro-profeta

 En Casaldáliga, poesía y profecía van de la mano: “Para mí, todo poeta es un profeta (…) Fíjate que todo poeta ausculta a su pueblo y lo traduce en grito, en clamor. Fíjate que todo poeta le da a su pueblo, en el momento histórico si es un poeta más épico, o a cada miembro de su pueblo en el momento sentimental si es un poeta más lírico, aquella palabra, aquella pista, aquel clima que lo hace vibrar, que lo hace vivir” ((T. Cabestrero, Diálogos…, 175-176). Ante todo, la escucha y, en un segundo momento, la verbalización, prestando palabras sobre todo a los sin-voz. Poesía que arranca de la historia concreta: desde los pies embarrados y pasando por el corazón conmovido, nace de sus labios la palabra comprometida: “Por mi vocación personal y por legítima ideología asumida, no creo en poesía neutral. Uno se emociona con ira frente a la injusticia y la miseria y la prepotencia. Uno se emociona con entrañas de compasión delante de los pobres, ante el dolor humano” (T. Cabestrero, El sueño…, 133-134). Es esa santa ira la que empuja a un hombre “en el buen sentido de la palabra, bueno” (A. Machado), a lanzar maldiciones como flechas que se disparan contra las injusticias de la historia y que recuerdan los famosos “ayes” -“¡ay de ustedes…!”- del otro profeta, el de Nazaret (cf. Mt 23,13 ss.):Pero toda esa cruda denuncia que en más de una ocasión ha desenmascarado el pecado y el mal en el mundo (y en la iglesia) se sostiene e ilumina desde un firme horizonte de esperanza: “La muerte continúa siendo para mí lo más serio de la vida. «Me hace la pascua». En algunos momentos casi me he desesperado, y yo le he preguntado a Dios por qué tantas muertes estúpidas, sin sentido al parecer, muertes de hambre, por distancias, por no tener un mínimo de infraestructura, asistencia médica, etc., por tanta injusticia, «muertes matadas», como se dice aquí, muertes enloquecidas. Por otra parte, claro, es «la pascua del Señor». Yo tengo fe, tengo esperanza…aquí mi esperanza se ha agudizado, se ha afilado como una cuchilla a medida que he ido cortando la carne de la muerte presente. Sólo puedo tener esperanza. No existe otra posibilidad” (T. Cabestrero, Diálogos…, 100). Querría iluminar este rasgo de profeta esperanzado con un soneto de los muchos que escribió sobre el tema: Y permítanme subrayar sólo tres notas: el cielo, la felicidad definitiva, el destino último del hombre, no será sólo ver y abrazar a Dios, sino también a todos los que nos precedieron (de un modo particular, a las víctimas de las diversas injusticias): “espero tanto verLo como verte”. En segundo lugar, esa apuesta al abrazo resucitado se valida en la capacidad previa de morir con esos que han muerto antes de tiempo: “donde espera / un muerto, yo reclamo primavera, / muerto con él ya antes de mi muerte”, Y, por último, la invitación que nos hace el poeta a “esperar a contramano / de tanta decepción”, que nos invita a pensar ahora, a cada uno de nosotros, cuáles han sido y son las decepciones -personales e institucionales- con las cuales y a pesar de las cuales seguimos creyendo, esperando y amando

3. Pastor

Y la última perspectiva que quiero compartir en este rápido esbozo de retrato es la de Pedro-pastor, recordando que sólo aceptó ser consagrado obispo cuando se sintió “fraternalmente presionado” y convencido por su propia gente para que accediera a ese ministerio de servicio. Nacido poeta, fue “hecho” obispo, como comenta con sutil ironía: “Para información de los amigos y sin posible discusión, es bueno hacer constar el parecer nada menos que del Papa Juan Pablo II, quien, además, es poeta: «Es más fácil hacer un buen poeta que hacer un buen obispo». Y lo decía de mí, cuando en su primer viaje al Brasil le dediqué aquel poema «Joáo Paulo, Pedro só». Ya es sabido que el poeta nace. Hasta ahora, a los obispos los hacen.” (T. Cabestrero, El sueño…, 132)

Desde el inicio, lo simbólico marcó todo el programa de cómo sería su pastoreo: nunca usó báculo, anillo ni mitra “tradicionales”, sino una suerte de remo, un anillo de palmera (tucum) y un sombrero de paja. Elementos todos que hacen referencia a esa tierra indígena oprimida, y que incomodan cuando, todavía hoy, se siguen manteniendo tantos signos que mucho tienen que ver con el Imperio romano de otrora y poco con una iglesia samaritana. Conmovedoras -e imagino que interpelantes para más de un obispo- resuenan las palabras que escribió en la tarjeta de invitación-recordatorio de su consagración episcopal (23-10-1971): “Tu mitra será un sombrero de paja sertanejo; el sol y el claro de luna; la lluvia y el sereno; la mirada de los pobres con quienes caminas y la mirada gloriosa de Cristo, el Señor. Tú báculo será la verdad del evangelio y la confianza de tu pueblo en ti. Tu anillo será la fidelidad a la nueva alianza del Dios liberador y la fidelidad al pueblo de esta tierra. No tendrás otro escudo que la fuerza de la esperanza y la libertad de los hijos de Dios, ni usarás otros guantes que el servicio del amor”.

Nunca aceptó ser llamado con esos títulos de dignidad que tanto abundan y gustan en ciertos sectores eclesiásticos, pero tan poco tienen que ver con el evangelio: monseñor,excelencia, ilustrísima, santidad, eminencia, etc… Pedía ser llamado “Pedro” o “Pedrinho”. Es que nunca dejó de soñar otra iglesia que -además de una, santa, católica y apostólica- tenga como nota definitoria la desnudez: “Yo, pecador y obispo, me confieso / de soñar con la Iglesia / vestida solamente de Evangelio y sandalias”. Este verso me retrotrae a una foto del año pasado, en alguna de las celebraciones fúnebres, donde se ven sus pies llagados, desnudos, apenas cubiertos con el libro de la Palabra. Todo un símbolo de lo que fue su búsqueda del Reino desde la iglesia. Una iglesia despojada de tantas exterioridades y superficialidades, de ritos insignificantes y palabras vacías para, desde la pobreza, concentrarse en lo esencial:“Soñar” una iglesia distinta implica también apurar la utopía, alentar e implementar reformas concretas. En un reportaje de 1986 -30 años antes que el papa Francisco lo instalara como tema prioritario de agenda eclesial-, enumerando algunas sombras de la Iglesia, denunciaba: “La lentitud seudo-eterna de nuestras reformas en curias y códigos. Especialista en eternidad, la Iglesia deja pasar, con frecuencia, el Tiempo…” (P. Casaldáliga, Al acecho del Reino, Madrid, Nueva Utopía 1989, 179). Y, acotaría yo que, dejar pasar el tiempo no es sólo una cuestión cronológica sino kairológica: “Lo malo no será / perder el tren de la Historia, / sino perder el Dios vivo / que viaja en ese tren”. Y sin ciertas reformas ya no urgentes sino impostergables, será la iglesia quien vea pasar de largo ese tren.

 Pedro del Araguaia, porque primero lo hizo con su ejemplo desde Sao Felix, se animó después a interpelar a Pedro de Roma, en aquel duro poema dedicado a Juan Pablo II. que comienza: “Deja la curia, Pedro, / desmantela el sinedrio y la muralla, / ordena que se cambien todas las filacterias impecables / por palabras de vida, temblorosas”.

Luchó por una iglesia pobre, desde los pobres y para los pobres… ¡para que no haya más pobres! Porque estaba convencido que lo que Dios quiere es la igualdad de todos sus hijos para que puedan vivir en verdadera y libre fraternidad, como escribe en un irónico poema titulado “Igualdad”: “Si Cristo es / la riqueza / de los pobres, / ¿por qué no es / la pobreza / de los ricos, / para ser / la igualdad / de todos?”

Y una última nota para subrayar la sintonía con la tan mentada “iglesia en salida”. En el poema ya citado, dedicado a un antecesor (“Deja la curia, Pedro”) lo exhorta -y, en él, a todos los creyentes-, a desplazarse hacia las periferias, donde el Pueblo (sobre)vive, abandonado. Cito sólo unos versos: ****

Para concluir este tan rápido como incompleto esbozo de su cautivante figura, quiero recordar un pequeño poema que, quizá, pueda resumir su triple ministerio de poeta, profeta y pastor o, mejor aún, lo que fue toda su vocación: buscar el verdadero y siempre inalcanzable Rostro de Dios para poder modelar y cambiar su propia vida y, luego, ofrecerlo como “condición de posibilidad” para poder humanizar un poco más la Iglesia y el Mundo, desde su propuesta programática de “Humanizar la humanidad practicando la proximidad”:

¿Qué mensaje nos deja Dom Pedro Casaldáliga?

Benjamín Forcano: «Desde su casita en Sao Félix, Pedro alcanzaba todos los rincones de la Tierra»

«Siempre nos asombró su capacidad de hacer mística, teología y profecía, al hilo de los acontecimientos, de conflictos y  progresos tecnocientificos de esta nuestra  sociedad dual y pluriforme»

«El Primer Mundo sólo podrá liberarnos en la medida en que él se libere. Sólo en la medida en que el Primer Mundo deje de ser Primer Mundo podrá ayudar al Tercer Mundo. Para mí esto es dogma de fe. Si el Primer Mundo no se suicida como Primer Mundo, no puede existir humanamente el Tercer Mundo»

«El neoliberalismo hoy se ha globalizado y pasa olímpicamente de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de la Carta de las Naciones Unidas y de la Carta de la Tierra»

23.08.2020 | Benjamín Forcano

Se trasluce en todos sus escritos, con rigor, con veracidad y, sobre todo, porque mana directamente de su identificación con los pobres y de su oposición radical a la realidad imperante que los oprime.

Siempre nos asombró su capacidad de hacer mística , teología y profecía, al hilo de los acontecimientos, de conflictos y  progresos tecnocientíficos de esta nuestra  sociedad dual y pluriforme. Como si en su casita de Sao Félix do Araguaia, hubiese levantada una potente estación emisora que alcanzara a todos los rincones de la tierra.

Recuerdo muy bien cómo describía  la contradicción entre el Primer y Tercer Mundo, en una entrevista que le hice:

-“Mira, Benjamín, nadie libera a nadie, incluso nadie concientiza a nadie, si uno mismo no se libera y autoconcientiza. Se puede ayudar, no sustituir.      

En ese sentido, el Primer  Mundo sólo podrá liberarnos en la medida en que él se libere. Sólo en la medida  en que el Primer Mundo deje de ser Primer Mundo podrá ayudar al Tercer Mundo. Para mi esto es dogma de fe. Si el Primer Mundo no se suicida  como Primer Mundo, no puede  existir humanamente el Tercer Mundo.

Mientras haya un Primer Mundo , habrá privilegio, exclusión, dominación , explotación, lujo y marginación. Si vosotros, en el Primer Mundo no resolvéis  ser un mundo humano, nosotros no podemos serlo”.

. Nadie es menos que nadie ni como persona ni como pueblo

  1. Se trata de implantar un proyecto humano, ético-religioso,  liberador, planetario,  que rompa el proyecto homicida del neoliberalismo. El neoliberalismo hoy se ha globalizado y pasa olímpicamente de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de la Carta de las Naciones Unidas y de la Carta de la Tierra.

Pedro Casaldáliga sabe de qué habla, sabe de las causas de tanta invasión, explotación, dominación y guerra. Lo ha afrontado él en su propia sociedad que es eco y espejo de la sociedad universal;  el aquí y  el allí están relacionados, hay allí tanto retraso y miseria, tanta deuda, porque aquí, -en Europa, en el Mundo occidental-,es interminable el robo, la incautación y  la dominación.

Los colonialismos e imperialismos, viejos y modernos, se atienen siempre a su lógica: ignorar y despreciar la alteridad, humillar, destruir, imponer la ley del más fuerte.

Michael Moore: «La última interpelación de Pedro Casaldáliga»

  1. Se trata de contar con  personas que se salgan de ese proyecto homicida, que le hagan frente desde la dignidad de la persona y sus  derechos inalienables. Sobre ese quicio podemos reconstruir una convivencia fraterna, que erradique el egoísmo y la avaricia, la soberbia y la prepotencia, la desigualdad, la injusticia, la rivalidad, las guerras, que matan la libertad y la paz.

Nadie es menos que nadie, ni como persona ni como pueblo. Todo ser humano esta obligado a hacer el bien y evitar el mal, a hacer efectiva  la regla universal de: “Trata a los demás como tú deseas que te  traten a ti”. El hombre es para el hombre cosa sagrada, hermano,  no lobo.

Llegar a eso, no es posible sin personas libres, que detesten la idolatría del dinero, del hedonismo, del consumismo, del racismo, del patriarcalismo, de todas las cadenas que aprisionan y  oprimen al ser humano.

El ser persona significa ser libre; ser libre significa ser pobre; y sólo es profeta quien vive con libertad y pobreza.

En esta nuestra sociedad hoy en tantos aspectos manipulada y esclavizada, el ejemplo de Pedro Casaldáliga seguirá siendo  señal, luz y camino  para vivir con dignidad y autonomía, con  libertad, con  pobreza, con profecía y esperanza.

Pere Casaldáliga

ME LLAMARÁN SUBVERSIVO

Con un callo por anillo,

monseñor cortaba arroz.

Monseñor ¿”matillo

y hoz”?

Me llamarán subversivo.

Y yo les diré: lo soy.

Por mi pueblo en lucha, vivo.

Con mi pueblo en marcha, voy.

Tengo fe de guerrillero

y amor de revolución.

Y entre Evangelio y canción

sufro y digo lo que quiero.

Si escandalizo, primero

quemé el propio corazón

al fuego de esta Pasión,

cruz de Su mismo Madero.

Incito a la subversión

contra el Poder y el Dinero.

Quiero subvertir la Ley

que pervierte al Pueblo en grey

y al Gobierno en carnicero.

(Mi pastor se hizo Cordero.

Servidor se hizo mi Rey).

Creo en la Internacional

de las frentes levantadas,

de la voz de igual a igual

y las manos enlazadas…

Y llamo al Orden de mal,

y al Progreso de mentira.

Tengo menos Paz que ira.

Tengo más amor que paz.

…¡ Creo en la hoz y el haz

de estas espigas caídas:

una Muerte y tantas vidas!

¡ Creo en esta hoz que avanza

– bajo este sol sin disfraz

y en la común Esperanza –

tan encurvada y tenaz!

 

Pikaza habla de Casaldáliga

Pikaza: «Casaldáliga, profeta, poeta, teólogo y testigo del amor invencible de Dios, ha sido una de las voces más significativas de la Iglesia del siglo XX»

Acaba de morir (08.08.2020)… Estos son, a mi juicio, sus tres títulos: Profeta, como los grandes de Israel, en especial como Isaías. Poeta, como los cantores de la pascua de Jesús, desde san Pablo (Flp 6, 6-11). Teólogo, de los iniciadores y testigos de la nueva teología de la gracia y de la libertad

Así me decía cuando le pedí una colaboración para un libro titulado «El Pacto de las Catacumbas»: Todo es gracia, todo es Cristo, todo es Pascua… Que el Cristo total de la gracia y de la pascua te acoja en su corazón, hermano Pedro. Éstas eran las palabras centrales de su carta, publicada en el citado libro (ed. española, Verbo Divino 2016)

Y sigo recordando lo que me decías: «Urge ahora que nuestra Iglesia se vaya haciendo cada vez más Iglesia de los Pobres, Iglesia de los Mártires. Actualizando con respuestas eficaces la inspiración del Pacto de las Catacumbas (del Concilio Vaticano II). Tenemos la gracia de la palabra y de los gestos del papa Francisco

No podemos perder en el vacío la carga inmensa de estímulos que nos demanda la alegría del Evangelio: fidelidad de praxis, dialogo plural. Yo digo que hoy la consigna es esta: Todo es Gracia, Todo es Pascua, Todo es Reino, en el seguimiento de Jesús»

08.08.2020 | Xabier Pikaza X Pikaza

Casaldáliga, Pedro (1928-2020). Profeta, poeta, teólogo… Pensador y obispo católico de origen catalán, de la Congregación Claretiana, que ha realizado su servicio pastoral en Brasil, como obispo de Sâo Felix de Araguaia (Mato Grosso). Ha vinculado su vida al servicio de los pobres y de los indígenas y a la causa de la justicia, en la línea de la teología de la liberación.

Ha publicado una obra muy extensa, de espiritualidad, de pastoral y, sobre todo, de poesía, tanto en castellano como en brasileño (y en catalán). Por el testimonio de su vida y por sus obras teológico-literarias (traducidas a muchas lenguas), ha sido y sigue siendo una de voces más significativas de la Iglesia católica del siglo XX y principios del XXI.

Otros han destacado su figura de «pastor», de testigo de la justicia y de los pobres, su resistencia ante la opresión. Teniendo eso en cuenta, yo quiero insistir en su vocación de poeta y místico, testigo de la gracia de Cristo y del amor/belleza de Dios en la tierra, creando comunión de en las lindes de la Amazonia: Seguir leyendo

Muere Ernesto Cardenal, sacerdote, político poeta, el alma de Nicaragua

 

El sacerdote y ex ministro de Cultura sandinista ha muerto a los 95 años. Destacado líder de la Teología de la Liberación, fue perseguido por Juan Pablo II y rehabilitado por Francisco y se convirtió en el mayor crítico de Daniel Ortega

Jesús Bastante Follow @@BastanteJesus – en religiondigital.com

02/03/2020 – 07:15h

Ernesto Cardenal nunca fue un cura al uso. Poeta, político, intelectual reconocido en todo el mundo, fue condenado por el Vaticano pocos meses después de aquella visita de Wojtyla y debió esperar 35 años para ser rehabilitado por la Iglesia. Tuvo que ser Francisco, el primer Papa latinoamericano, quien volviera a permitirle celebrar la Eucaristía.

Un guía moral

En cuanto se conoció la muerte de Cardenal, las condolencias no tardaron en llegar. El también escritor nicaragüense y premio Cervantes 2017, Sergio Ramírez, afirmaba que «al morir Ernesto Cardenal pierdo a un hermano mayor, amigo entrañable y vecino de muchos años, un guía moral, un modelo literario. Con él se va parte esencial de mi propia historia».

El fallecimiento fue anunciado por su compañera, la poetisa Gioconda Belli. «Les escribo para avisarles que Ernesto Cardenal, nuestro gran poeta, acaba de morir a sus 95 años después de una vida de entrega a la poesía, la lucha por la libertad y la justicia», afirmó Belli, añadiendo que el poeta será enterrado en la comunidad que él mismo fundó, Solentiname, e invitó al pueblo nicaragüense a participar, este lunes, en el funeral en la catedral de Managua.

No adoro dictadores

Por su parte, el obispo auxiliar de Managua, Silvio Báez, que según algunas fuentes dio la extrema unción a Cardenal, dio su último adiós al amigo, quien ahora puede cantar su Salmo 15 delante de Dios: «No hay dicha fuera de ti. Yo no rindo culto a las estrellas de cine, ni a los líderes políticos y no adoro dictadores».

«Mi poesía tiene un compromiso social y político, mejor dicho, revolucionario. He sido poeta, sacerdote y revolucionario», se definió Cardenal en 2012, al ser reconocido con el Premio Iberoamericano de Poesía Reina Sofía.

Seguir leyendo