Entrevista al Director Ejecutivo de la Academia de Líderes Católicos de Europa

-Javier de Cendra: «Desgraciadamente, la política hoy no es un espacio de comunión»

Javier de Cendra, en los estudios de Religión Digital

«Queremos formar a los líderes católicos, a los presentes y a los futuros, en la Doctrina Social de la Iglesia y en todo lo que la Doctrina Social de la Iglesia tiene que aportar al ejercicio del liderazgo social, con un enfoque no exclusivo, pero particular, en el ámbito de la política»

«La pandemia fue una oportunidad inmensa porque dieron un salto a la formación online y consiguieron pasar de unos nueve mil alumnos, que habían pasado por aulas presenciales, a treinta y pico mil alumnos en programas puramente online en muy poco tiempo, dos años»

«El Consejo, con el cardenal Carlos Aguiar Retes a la cabeza y con un apoyo muy fuerte del arzobispo de Madrid y cardenal, don Carlos Osoro, pensaron que tenía mucho sentido el cambiar su estrategia, que pasaba por centrarse en las Américas, para incluir Europa y convertirse ya, de hecho, en una academia internacional»

«La polarización lo que hace es espantar a la gente. Viendo eso, uno se desvincula de los polítcos. La política tiene sus propias dinámicas y es bueno conocerlas, pero estás lejos»

«La clave aquí está en entender que lo que nos une es la Doctrina Social de la Iglesia. Es la Iglesia. Y que puede haber un político católico en un partido de izquierda o más progresista, otro en un partido más conservador, pero que esas etiquetas, que están bien el ámbito político, no son categorías teológicas»

«Tenemos una Europa débil desde el punto de vista moral, ético y social, cada vez más fragmentada y siempre se ha salvado y ha evolucionado a golpe de crisis»

Por Jesús Bastante

«Plural, popular y profundamente fiel al papa». Así pretende ser la Academia de Líderes Católicos, que está comenzando su andadura en Europa, de la mano de su presidente, Carlos Osoro y su director ejecutvio, Javier de Cendra, con quien conversamos en RD.

Un proyecto que pretende formar a líderes políticos, no a fundar un partido político católico, «ni mucho menos», aclara, y que buscar dar respuestas a la creciente polarización en el Viejo Continente y, también, en España. «La polarización lo que hace es espantar a la gente. Viendo eso, uno se desvincula de los polítcos», lamenta De Cendra.

¿Qué es la Academia?

-La Academia surgió en el año 2006 en Chile. En ese momento era la Academia Latinoamericana de Líderes Católicos. Surgió porque el fundador, José Antonio Rosas, de nacionalidad y chilena y mexicana, había tenido un pasado en el ámbito de la política en México y se dio cuenta de que en un momento de turbulencia en ese país, de muchas revuueltas sociales, la voz de los católicos no era claramente identificada. Él echó en falta algo en ese marco de la soiedad civil y quiso remediarlo. Entonces lanzó una academia con la idea de formar a los líderes católicos, a los presentes y a los futuros, en la Doctrina Social de la Iglesia y en todo lo que la Doctrina Social de la Iglesia tiene que aportar al ejercicio del liderazgo social, con un enfoque no exclusivo, pero particular, en el ámbito de la política.

-No solo en los partidos políticos, sino también en lo que es la política.

-Su idea era la formación de católicos para que pudieran participar en el ámbito de la sociedad civil, y especialmente en el ámbito de la política, a través de plataformas políticas y, en su caso, de los partidos políticos. Pero lo hizo centrándose en la formación, más que en la participación directa. Entendiendo, además, que su misión era la de formar a los católicos que tenían vocación para entrar en la política, de manera que pudieran aportar la luz que da la fe católica y el Evangelio y la doctrina, en ese ámbito.

Entonces, separó muy bien lo que era la formación del ejercicio posterior de la política. Y eso empezó en el año 2006 y, poco a poco, se fue extendiendo con una fórmula que ha probado ser muy sabia y que ha tenido mucho éxito por el tiempo. Que empezó despacio, pero luego se ha ido acelerando, y que fue el buscar, primero, el apoyo explícito de los pastores, de los obispos de las diócesis en las que quería entrar para formar a los jóvenes de esa de esa diócesis.

Y luego, el apoyo de universidades que pudieran dar la garantía, el rigor, de que la formación no solamente era una buena formación en el ámbito de la Iglesia, sino que era una buena formación en el ámbito del ejercicio liderazgo, con esa metodología que luego se ha ido cristalizando en tres dimensiones: formar la cabeza, formar el corazón y formar las manos. Las manos, en el sentido de desarrollar las habilidades necesarias con eficacia.

-Muy al día de lo que dice el papa.

-Eefectivamente. Aquello fue creciendo, al principio, poco a poco, y luego se fue extendiendo por toda Latinoamérica. Y llegó el momento de la pandemia, que fue un momento difícil porque todos sus programas habían sido presenciales. Considera que para formar a las personas hace falta hacerlo en comunidad, de maestros y de profesores.

Sin embargo, la pandemia fue una oportunidad inmensa porque dieron un salto a la formación online y consiguieron pasar de unos nueve mil alumnos, que habían pasado por aulas presenciales, a treinta y pico mil alumnos en programas puramente online en muy poco tiempo, dos años. Y eso, además, también facilitó la internacionalización. Al poder hacer programas online, podían invitar a ponentes de todo el mundo, y cada vez a más a gente que estaba interesada en participar en esos programas y que no podía desplazarse, pero que podía, perfectamente, conectarse a través de la red.

Con programas de buena calidad y con una buena difusión gracias a medios como este, que me invita y que es un placer y un honor, fueron dándose a conocer.

El año pasado dieron el salto a Estados Unidos, sobre todo pensando en atender a las comunidades latinas en Estados Unidos. Lo hicieron en Washington de la mano de la Universidad Católica de América y de la mano de la Conferencia de Obispos de Estados Unidos, que está al otro lado de la calle de la sede de la CUA, con lo cual, fue magnífico.

Tuvieron mucho apoyo y eso les abrió el camino, gracias también a algunos de los miembros del Consejo Internacional, a ofrecer programas en Nueva York y en Chicago.

Después de la pandemia y habiendo comprobado el éxito de la formación online, vimos que tenía mucho sentido el plantear la entrada en Europa. Y ahí, el Consejo, con el cardenal Carlos Aguiar Retes a la cabeza y con un apoyo muy fuerte del arzobispo de Madrid y cardenal, don Carlos Osoro, pensaron que tenía mucho sentido el cambiar su estrategia, que pasaba por centrarse en las Américas, para incluir Europa y convertirse ya, de hecho, en una academia internacional, que era un nombre que tenía desde el principio, pero que en fondo no había pasado de ser un deseo.

Una Europa, Javier, que no pasa por sus mejores momentos en cuanto a política. Estamos hablando de una Europa, y de una España también, extremadamente polarizadas en lo político y en lo social. Hay mucho blanco y mucho negro. Mucha falta de capacidad de encontrarse, y probablemente la Academia pueda cumplir una función en ese sentido.

-Absolutamente de acuerdo. La Academia europea es parte de la Academia Internacional. Participa de su carisma fundacional y de su identidad. Y, por supuesto, de todos de todos los aprendizajes, que son muchos.

Uno de los aprendizajes ha sido cómo crear comunidades en las que haya mucha pluralidad dentro de la iglesia, incluso con personas de buena voluntad que están fuera de ella. Un enfoque muy popular, en el sentido de no hacer distinciones por clases sociales, por clases económicas o clases políticas, y muy fiel al papa. Muy fiel a la Iglesia.

Con esas tres ‘P’; plural, popular y profundamente fiel al papa, ha conseguido crear espacios de comunión donde hay un diálogo que va de corazón a corazón. Porque va de corazón a corazón, pasa por la cabeza también y ayuda a todos a andar en verdad, a avanzar juntos en la verdad y a corregirse mutuamente.

Eso lo ha demostrado la Academia en estos años en América Latina. Y nosotros esperamos que ahora lo demuestre en Europa.

Europa está muy polarizada en el ámbito político, España lo está también. Estamos en un momento en el que la política, desgraciadamente, no es un espacio de comunión ni de promoción del bien común.

Hay que defender la vigencia y la oportunidad de la política porque nos construye, también, como sociedad. Esto no se soluciona echando a los políticos y dejando un vacío.

-El papa Francisco, el papa Juan Pablo II, Pablo VI, todos, hablan de la política como la forma más alta de ejercer la caridad social y la caridad que atañe a las estructuras políticas, económicas, jurídicas.

El papa Francisco, en ‘Fratelli tutti’, de manera magistral, explica la vinculación, muy cercana, entre la la caridad de la familia y la caridad social como dos dimensiones de la misma realidad, que es el amor. Y, por tanto, anima a todos los políticos de buena voluntad, no solo creyente, pero en particular a los cristianos, a trabajar para bien común. Y para trabajar para bien común, hay que haber descubierto una llamada a hacerlo.

Entonces, lo que está haciendo el papa Francisco es decir que ejercer la política es la respuesta a una llamada, a una vocación primera que nosotros creemos que es una llamada de Dios a servir a los hermanos. Eso es lo que hay que recuperar. Y hay que formar a los jóvenes y acompañar a los que ya tienen experiencia política para que descubran o redesdescubran esa vocación y sean capaces de llevarla a la realidad. Porque, lo vemos mucho, la polarización lo que hace es espantar a la gente. Viendo eso, uno se desvincula de los polítcos. La política tiene sus propias dinámicas y es bueno conocerlas, pero estás lejos.

La Doctrina Social de la Iglesia, lo que hace es leer los signos de los tiempos y plantear una serie de principios que luego hay que ver cómo se llevan a la realidad de cada momento y que permiten, y no sólo permiten, sino fomentan maneras distintas de abordarlo desde sensibilidades distintas. La Iglesia es enormemente diversa porque es universal

-Y, salvando las distancias, lo que ha ocurrido con la Iglesia después de algunos escándalos es que mucha gente de buena voluntad ha decidido apartarse. Mantienen su fe, pero no se fían de la institución. Entonces, igual que hay que salvar a la Institución, también hay que salvar el ejercicio de la política. ¿Se puede ser creyente, responsable y constructor de Iglesia en sociedad perteneciendo a cualquier partido político?

-Sí. Estoy convencido, y la razón de fondo es la sigiente. El corpus de la Doctrina Social de la Iglesia, lo único que hace es poner especial atención a las realidades sociales, políticas y económicas para leerlas a la luz de la relación y para poder dar orientación a los católicos en el ámbito social.

La Doctrina Social de la Iglesia, como se basa en los Evangelios, en las enseñanzas de Cristo y en la continuidad de la Iglesia, lo que hace es leer los signos de los tiempos y plantear una serie de principios que luego hay que ver cómo se llevan a la realidad de cada momento y que permiten, y no sólo permiten, sino fomentan maneras distintas de abordarlo desde sensibilidades distintas. La Iglesia es enormemente diversa porque es universal.

Entonces, la traslación de la Doctrina Social de la Iglesia al ámbito de la política permite que se lleve a través de partidos políticos de todo el arco ideológico, por decirlo así. Pero con una clave, que es fundamental, y es que la Doctrina Social de la Iglesia, casi, casi, por definición, nunca puede estar completamente plasmada y respetada en ninguna opción política. Más bien, lo que le toca a los católicos en la política es hacer que la opción política en la que han entrado refleje cada vez con mayor fidelidad los principios y la doctrina. Luego, cada uno, según su sensibilidad y sus circunstancias, lo hará con unos acentos o con otros.

La clave aquí está, pienso, en entender que lo que nos une es la Doctrina Social de la Iglesia. Es la Iglesia. Y que puede haber un político católico en un partido de izquierda o más progresista, otro en un partido más conservador, pero que esas etiquetas, que están bien el ámbito político, no son categorías teológicas.

-Y que no sean barreras para el encuentro.

-Y que si se convierten en barreras, entonces hay que hacer una reflexión personal. Primero está la persona. La Doctrina Social de la Iglesia nos habla de redes sociales; las personas, por delante.

La dignidad del otro exige escuchar mucho, reconocer todo lo bueno, y cuando uno encuentre qué puede aportar al otro, esté también abierto a que el otro le aporte también. Es una conversión permanente. Eso es lo que la Academia considera su misión fundamental, animar a los jóvenes a, teniendo vocación para no meterse en líos en la calle, como dice Francisco, ‘entrar en el lío’. Y luego, a los que están en la política, invitarles a regenerar su vocación, a reilusionarse y a trabajar en el sitio en el que estén tratando de impregnar la realidad.

Y a recordar por qué es necesaria la política, que no es otra cosa que intentar cambiar la realidad y hacer un mundo más vivible para todos. En este sentido, la conexión con el Evangelio es evidente.

-Eso es. Y luego, yo creo que ya es cuestión de cada cual. Está en el ámbito de la conciencia bien formada el que cada uno tenga que decidir si, en un momento dado, el partido en el que está ha entrado en una dinámica que hace que ya no pueda continuar ahí.

-El otro gran trabajo, mucho más de fondo, tal vez, es entender que los partidos deberían dejar de ser estructuras tan monolíticas que obligan a cualquiera de sus miembros a votar a ciegas. La imagen en el Congreso del portavoz o el responsable parlamentario levantando un dedo, dos o tres, es sumamente clarificadora de lo que a veces pasa.

-Sí. O sea, en España, desde luego, y en las democracias avanzadas, los miembros del Congreso de los Diputados o del Senado, de alguna manera tienen libertad. Otra cosa es que sea lógico, en toda institución humana, que haya orden. Que haya unas líneas. Es lógico porque si no hubiera esto, sería imposible crear una sociedad que funcionase. Pero siempre respetando la libertad, y más en el ámbito de la primaria donde la libertad de conciencia es fundamental. Y un partido sano es un partido en el que hay mucho debate en amistad, riguroso y en el que se busque siempre consenso dentro del partido. Pero que cuando no hay consenso, el tema de conciencia sea de libertad y que no haya consecuencias de multas o de expulsiones. Eso es algo que, con mucha claridad y con mucho realismo, hay que denunciar. O hay que plantear que eso no debe ser así. Y desde el punto de vista de la Constitución Española no debe ser así. Es una deriva que reduce la calidad de la asistencia.

La respuesta es NO, no va a formar una plataforma política y, desde luego, no va a vincularse a partidos en concreto. Lo que hace es, con personas concretas, generar mancomunidad. Mancomunidad epistémica y mancomunidad de amistad. Una comunidad de amistad, además, en torno al Señor. En torno a Cristo, que para eso es una academia católica

-No te quiero robar mucho más tiempo, pero entiendo que la Academia no se plantea en ningún momento la creación de un partido político católico por antonomasia, ni nada por estilo, precisamente porque lo que pretende es los contrario; que haya presencia de lo católico en todos los puntos.

-Exacto. La Academia, una vez que ha ayudado a que los que tienen vocación se acerquen a la Academia, y que los que están ejerciendo la política la descubran y quieran acercarse a ella, lo que busca es formar en Doctrina Social de la Iglesia. Formar en grandes dilemas que hay que abordar en el ámbito de la política, en habilidades de negociación, y muchas otras que son necesarias. Y luego, crear una comunidad en la que todos los que están puedan sentirse acompañados, puedan ir formándose y puedan ir o bien decidiendo cómo quieren ejercer esa vocación, o si ya están en un partido que puedan sentir el aliento, el apoyo de la Academia.

Por lo tanto, la respuesta es NO, no va a formar una plataforma política y, desde luego, no va a vincularse a partidos en concreto. Lo que hace es, con personas concretas, generar mancomunidad. Mancomunidad epistémica y mancomunidad de amistad. Una comunidad de amistad, además, en torno al Señor. En torno a Cristo, que para eso es una academia católica.

Y aclarado este punto, la Academia quiere entrar en Europa y esto es importante. Desde Latinoamérica viene una corriente muy fuerte de impulso espiritual, porque Europa es un gran continente que llega a unos niveles de progreso extraordinarios. Es un sitio extraordinario y muchos quisieran tener este nivel de vida.

Y aquí vamos a un tema muy de fondo, pero dicho de una manera muy rápida, muy sencilla y a riesgo de simplificar demasiado. Nosotros, como cristianos, creemos que la historia tiene teleología, y que la historia va verdaderamente avanzando, a grandes rasgos, en alguna dirección, porque para eso Cristo ha muerto, ha resucitado, ha envíado a su espíritu y nos lleva. Dios quiere salvar a toda la humanidad. Pero en la historia eso no predestina a nada. La historia tiene sus momentos buenos y sus momentos malos. Las sociedades, las civilizaciones, se crean, maduran, entran en declive y desaparecen. Todo eso ocurre.

Europa está en un momento, desde el punto de vista económico, político y cultural extraordinario. Llevamos 70 años, esencialmente, en paz. 70 años con un crecimiento económico extarordinario, con un crecimiento tecnológico extraordinario, con una consolidación democrática extraordinaria

Europa está en un momento, desde el punto de vista económico, político y cultural extraordinario. Llevamos 70 años, esencialmente, en paz. 70 años con un crecimiento económico extarordinario, con un crecimiento tecnológico extraordinario, con una consolidación democrática extraordinaria.

¿Qué es lo que ocurre? Que llevamos tanto tiempo en esta situación extraordinaria que la sociedad se va debilitando. Ya lo decía Aristóteles hace 2.500 años. Decía: tiempos malos dan lugar a personas fuertes que se ponen sobre los hombros la tarea de revitalizar una sociedad. Personas fuertes crean sociedades buenas. Sociedades buenas tienden a crear personas débiles, no porque sean malas, sino porque están acostumbradas a la abundancia. Y personas débiles crean sociedades débiles, fragmentadas. Es en lo que estamos.

Europa, siendo muy fuerte en todos los indicadores, se ha acomodado. Habla de valores muchas veces, pero ya no se plantea cuáles son. Ha desvirtuado mucho sus valores, que están en el Tratado de la Unión Europea y se interpretan de una manera muy laxa. No se llevan a las últimas consecuencias. A veces, se les da la vuelta… Y eso tiene como consecuencia una sociedad débil.

Tenemos una Europa débil desde el punto de vista moral, ético y social, cada vez más fragmentada y siempre se ha salvado y ha evolucionado a golpe de crisis. Lo que ahora buscamos, y es nuestra aportación en humildad y reconociendo todo lo bueno que se ha conseguido, ojo. Pero como ya dijo Juan Pablo II en Santiago de Compostela: «no te olvides tus raíces», que el árbol es espectacular, pero hemos visto árboles muy grandes caer. Porque las raíces se pudren, eso no lo ve nadie, pero, de repente, el árbol enferma y muere.

¿Y a qué nos referimos nos referimos con morir? No nos referimos a que el proyecto político o social muera. Nos referimos al punto de vista espiritual de Europa, a la Unión Europea, sobre todo, que se construyó después de la Segunda Guerra Mundial, cuyos padres eran cristianos, extraordinarios en lo político, extraordinarios sabios, capaces, eficaces, eficientes, generadores de consensoa… Si Europa se olvida de eso y se olvida de sus raíces, que son judeocristianas, que son griegas, que son romanas, y entra en el relativismo, en el pensamiento débil, que es lo que estamos, en poner poca atención a la demografía, a la familia, a la vida; la crisis demográfica es impresionante, si europa se debilita en eso, tendrá que aceptar la inmigración grande, que es una riqueza, pero si es porque hay una descuidada demografía, vamos a encontrar que lo que podía haber sido un regalo, de repente es un problema.

Es la solución a un problema, no es nada de oportunidad.

-Aquí tenemos temas duros y en los que es muy fácil caer en la controversia y en la polarización. Y lo que qiuiere la Academia es analizarlos con rigor, en profundidad y en comunidad. Escuchando todos los puntos de vista, pero constantemente diciendo, como es academia en el sentido propio de Platón, de una institución dedica a la verdad, queremos fomentar de manera particular ese debate, y que luego cada uno lo lleve a la arena principalmente política. Y no sólo, porque también formamos a líderes en la sociedad civil o en la empresa. Y que lo lleve como considere según su conciencia, pero sabiendo que lo hace en comunidad, que me parece muy importante, también. O sea, es muy difícil entrar a las bravas en un partido político, si uno no tiene en ese partido relaciones de amistad o no tiene una visión compartida con unos cuantos. Si no tiene el apoyo económico de otros.

Con esto, y lo dejo muy claro, no me refiero a entrar en política por la puerta de atrás, o entrar con estrategias para tratar de encontrar poder. No; la Academia es formación en el ámbito estrictamente prepolítico. Lo insisto para que no se nos malinterprete. Y el ámbito de la Academia es el ámbito de la libertad.

-¿Dónde os podemos encontrar?

-La Academia tiene, de alguna manera, una sede, ahora mismo, como doble. Por una parte, y como es obvio, en el Arzobispado de Madrid. El cardenal Carlos Osoro es el presidente de la sede de Europa, por tanto esa es la sede. Pero es verdad que yo, como director ejecutivo, he aportado la sede física de la Universidad Francisco de Vitoria, con la Facultad, que aporta, además del cariño, un espacio físico, un equipo de personas que le dedican tiempo, unos ciertos recursos… Dicho esto, no es de la Universidad Francisco de Vitoria. La Universidad da este paso y espera que haya muchos que se sumen. Y el que Religión Digital haga esta entrevista me alegra muchísimo porque se ve que la Academia es plural y que queremos que haya muchos más espacios.

-Nos queremos sumar a un proyecto abierto de políticos y de constructores de sociedad. Nosotros, del mundo de la comunicación, que no deja de ser también política en algún sentido, pero apoyando también desde el Evangelio y desde nuestra visión, que es muy plural también, a una construcción de un mundo mejor.

-Ya añado, quiero decirlo, dónde está y cómo hemos conseguido que esto avance rápido. Muchas veces los proyectos que son de Dios avanzan más rápido de lo que somos capaces de pensar y planificar. Se han dado algunas condiciones. Una de ellas, es que dentro de la UFV y de la Facultad de Derecho, Empresa y Gobierno, se ha constituido una Escuela de Gobierno y Liderazgo, la escuela de Liderazgo Isabel la Católica, que participa en esta misión, en este deseo de crear la política y que ha confiado en nosotros y ha puesto unos recursos que nos permiten, por ejemplo, formar a muchos de los alumnos de este primer programa de líderes católicos europeos, unos 40 de toda la Comunidad de Madrid, de universidades públicas y privadas, y también jóvenes profesionales, que están todos juntos durante nueve sábados aprendiendo en esta metodología de manos cabeza y corazón, y complicarse gracias a la generosidad.

Es decir, que se crea esta autopista. Esta corriente en la que hay muchos, y que nos alegra el poner nuestro granito de arena al principio, para que esto vaya creciendo.

La España católica frente a las elecciones

España católica

Esta Iglesia no cuestiona por lo general al poder político gobernante, que transcurre autónomo e intocable, ajeno al requerimiento de la Ética y del Evangelio

España, muy católica ella  (hoy un 44 % de sus habitantes), ha sido, desde este proceso clerical, aliada de una política  ajena al  Evangelio

Muchos de los que buscan a Dios en el culto cristiano pasan de largo frente al necesitado y no obran como el buen samaritano

Por| Benjamín Forcano, teólogo

1.Un planteamiento apenas sospechado

Es preciso hablar claro, para mostrar de una vez la ignorada equivocación que cubre a muchos cristianos. 

Lo muestran dos reiterados errores:  

1º) Una Iglesia clerical predominantemente ritualista

Como no era de esperar, reaparece en estos últimos años un modelo Iglesia clerical, encargada de promover el culto y la santificación de los fieles, verificada   en un despliegue de ritos, rezos y gestos reverenciales pasajeros, que nos ponen en contacto directo con Dios y aseguran el futuro celestial de nuestra salvación. Un contacto repetido una y otra vez bajo rituales diversos con específicas condiciones y tributos establecidos. 

2º)Una Iglesia que no hace suya, la opción de Jesús por los más pobres. 

Esta Iglesia no cuestiona por lo general al poder político gobernante, que transcurre autónomo e intocable, ajeno al requerimiento de la Ética y del Evangelio.   

En el momento actual, salta a la vista una ausencia fundamental: en la Iglesia católica el principio y medida del pensar y actuar es Jesús de Nazaret que, vivió   inmerso en la vida sociocultural y política de su pueblo, organizada y custodiada por enaltecidos y severos dirigentes. 

A estos dirigentes,  Jesús los denuncia poniendo al descubierto sus depravaciones y mentiras, los encara terminante: no hay   plegarias, ni culto, ni leyes que valgan  si se hacen contra la dignidad, el bien y los derechos  del pueblo.

Jesús no pudo tolerar este escándalo, no fue neutral. Y , sin ser propiamente un personaje político , aireó con gran libertad  la soberbia e hipocresía de estos dirigentes. 

2-Una iglesia clerical encubridora del mensaje  liberador de Jesús de Nazaret 

Trasladado esto a la situación presente,  tiene aplicación ante la pervivencia de un tipo de lglesia entrelazada con una política que dista leguas de lo que es el  Reino de Dios ,   obviamente desatendido por quienes  debieran proclamarlo. 

Muy otra es la valoración del Vaticano II: “La Iglesia,  fundada en   el amor del Redentor, contribuye  a que dentro de los límites  de la nación y  entre unas naciones y otras, se extienda más vigorosa  la justicia y la caridad, pues predicando  el Evangelio e ilustrando todos los sectores de la actividad humana, con la luz de su doctrina y el testimonio de los cristianos respeta y promueve también  la libertad política y  la responsabilidad de los ciudadanos” (Gaudium et Spes, 26). 

El escándalos es innegable, pero se ha hecho tan natural, que pasa como inexistente, pues en las próximas y  enfrentadas elecciones  ni siquiera se ve mencionar el hecho histórico de la vida  y enseñanza de Jesús de Nazaret, que abrió  el Camino  para una nueva  convivencia sociopolítica humana que abarca ya más de dos mil años.  

España, muy católica ella  (hoy un 44 % de sus habitantes), ha sido, desde este proceso clerical, aliada de una política  ajena al  Evangelio ; lo gritan las desigualdades, las  injusticias, los empobrecimientos y las esclavitudes de grandes sectores de la ciudadanía.

Frente a esta situación, no se nota que se haga valer lo más relevante y característico del  mensaje de Jesús: la llegada a  nosotros del reino de Dios, en el cual  los primeros y los preferidos de Dios,  son los más explotados y empobrecidos.

Lógicamente, en el contexto de un país que se tiene y se denomina cristiano, un buen analista no  puede menos   de preguntarse: 

-“ ¿Es que es  un pecado,  una traición o un despropósito  recordar y destacar que los primeros y los preferidos  en el reino de Dios  son los más  empobrecidos y oprimidos? ¿O acaso para un cristiano actuar concorde con este principio cae fuera de la política? ¿Si no cae, dónde están los adalides políticos cristianos de uno u otro Partido, que hagan justicia y levanten a los más explotados y ofendidos? ¿O acaso se inhiben porque se les amenaza con ser castigados por asumir el más noble empeño de toda política? En tal caso, ¿no debieran reconocerse identificados con Jesús de Nazaret que fue condenado a ser crucificado por reivindicar la primacía del cuidado y respeto de lo   más empobrecidos y oprimidos?”. 

A la vista de esta contradicción, ¿qué sentido tiene entonces   lo de llamarse cristiano? ¿O es que la fe en ese Dios, Padre de todos, manifestado en el amor extremo de su hijo Jesús, debe contabilizarse como puro cuento o ilusión? 

Muchos de los que buscan a Dios en el culto cristiano pasan de largo frente al necesitado y no obran como el buen samaritano. Pasan de largo sobre todo los seducidos por el dinero, que triunfan generando grandes cortejos a través de inacabables festejos y espectáculos para congregar a la gente, distraerla y entretenerla.

Junto a estos grandes cortejos diarios, quedan otros , más desvalidos,  tirados en la calle,  en la cuneta,. De este modo , los adinerados parece que no solo se contentan  con  el Jesús muerto crucificado, sino que  se tranquilizan  con ni siquiera nombrarlo. 

¿Esta Iglesia tan partidaria de romerías, de procesiones y de ritos, sirve para llevar a la gente hasta Jesús o a que se aparten de él?  No parece que mucha gente descubra a Jesús y entienda que ha llegado el Reino de Dios, no se percibe que existan comunidades donde todos viven unidos y todo lo tienen en común, pues comulgar con Cristo es ser y  sentirse uno con todos haciendo presente y visible el Reino de Dios.

Teologia de la Liberacion

4- El planificado entierro del concilio Vaticano II y de la teología de la liberación 

Siguiendo el hilo de la reflexión, impresiona comprobar cómo Jesús no pudo callar ni tolerar en su pueblo este escándalo. Ciertamente no fue neutral y sin ser propiamente un personaje político, aireó con gran libertad lo que, en personas  que alardeaban de creyentes y piadosas, resultaban un  escándalo de pura soberbia e hipocresía. 

Ante esta actitud de Jesús, surge lógica la pregunta: ¿No se ha llegado entre nosotros a  un alejamiento  del Evangelio? ¿No vivimos de espaldas a él? A decir verdad, no es casual, ni se debe a factores misteriosos, lo acreditan los hechos;  es muy  grave , tiene sus causas e incita a dar con ellas y no menos a conocer los sujetos que la tramaron  y promovieron. 

No es ningún secreto declarar que la situación que nos envuelve ha sido  secretamente propulsada por intereses y  objetivos imperialistas. Calculadamente, se ponderó que el covid 19 podía influir y servir de tapadera para aventar y excluir de los medios de comunicación  el hecho profundamente innovador y revolucionario del  concilio  Vaticano II, juntamente con  el hecho  no menos subversivo y liberador   de la Teología de la Liberación. 

Estamos por los años 1960 y la Iglesia hierve con el caudal que le baja de las montañas de la investigación científico-teológica moderna. El mundo entero mira a Roma y allí se concentran , bajo la inspiración del Papa bueno Juan XXIII, representantes del episcopado mundial , asesorados por sus  mejores teólogos, peritos de amplio y  contrastado saber.

El Vaticano II levantó encendidas esperanzas. Hizo soplar fuerte el aire de una renovación bien fermentada y anhelada.

Sesenta años del Concilio Vaticano II

Pero este aire en otras latitudes, se lo marcó muy peligroso para el logro de ctros y muy   importantes objetivos.

No tardó en sonar alarmante una alerta, que llegaba del inmenso y vigilante imperio de Estados Unidos. Al poco de acabar el Vaticano II , Latinoamérica en su asamblea de Medellín,(1968) mostró una recepción plena  de lo acordado en el concilio para poder aplicarlo a  la singular situación de los pueblos del tercer mundo.  

Fue tal el impacto producido, que en ese mismo año, Rockefeller, después de una  gira por Latinoamérica , dijo: “Si la Iglesia  latinoamericana   cumple los acuerdos de Medellín, los intereses de Estados Unidos , están en peligro en América Latina” . 

La alarma se tornó en toque de  guerra con el presidente Reagan: “ La política exterior de Estados Unidos debe comenzar  a enfrentar ( y no simplemente a reaccionar con posterioridad ) la teología de la liberación, tal como es utilizada  en América Latina  por el  clero de la liberación” (Documento de Santa Fe).

Apoyada e impulsada por el concilio Vaticano II, la Teología de la Liberación recibió consagración en la reunión de Medellín del episcopado latinoamericano.  

Sería el caso, de narrar   cómo se  combatió  y paralizó la Teología de la Liberación,  que presentaba a Dios  en un mundo bipolar de ricos y pobres , donde por lógica su relación es de injusticia y exclusión y cómo ahí, la fe es capaz de provocar cambios radicales  y donde los pobres, los excluidos, los marginados dejan de serlo , lo cual no es posible sin  dar la vuelta al sistema.

Es ya conocido y muy comentado el nuevo modelo de Iglesia, patrocinado por el Papa Karol Jósef Wojtyla (elegido en 1978) y el nuevo rumbo que le iba a imprimir, aliado con  el presidente Reagan y atizando  los   movimientos más reaccionarios de la  Iglesia. Fue tal la uniformidad  que parecía destinada  a vaciarla  de su savia original más profunda: el amor, la democracia  y la libertad. 

La opción de Wojtyla era restaurar y cristianizar a Europa ; los males era preciso remediarlos reintroduciendo la imagen de una Iglesia preconciliar, centralizada, androcéntrica, clerical, compacta, bien uniformada y obediente, antimoderna.

El paisaje descrito podría completarse con  otras muy sugerentes pinceladas. (A quien lo desee, le remito a mi Entrevista, publicada en Polonia: “Balance eclesial  a los 40  años  de la elección de Juan Pablo II”) .

Creo que lo principal para entender de dónde venimos, es que la Teología de la Liberación no tiene parangón con la teología del pasado, donde  el orden socieconómico y político burgués , construido de acuerdo a  las leyes del más fuerte,   era también el que presentaba la Iglesia como querido y  bendecido por Dios y se lo consideraba con todos sus males  como pruebas mandadas por Dios  para santificarse y acumular mérito para el cielo. 

Toda la pompa religiosa se orientaba a asegurar el negocio de la propia salvación.  Preceptos, normas , leyes y dogmas interminables , rezos y misas, pero a  la postre  todo quedaba  en obras piadosas,  sin plantear para nada  lo que la vida de Jesús pedía denunciar  y hacer  en cada lugar y momento de la sociedad.

Con razón, frente a grupos  integristas o neoconservadores  que rechazaban todo cambio social  y pregonaban  una religión que pretende ser apolítica, la Teología de la Liberación enseñaba  a la luz del Evangelio  la liberación integral  de los oprimidos. Visión sólidamente fundada, que fue publicada directamente contra Juan Pablo II, firmada por 700 teólogos en el  Manifiesto de Colonia.

Liberación

Visto lo expuesto, de cara a las elecciones, sirve para señalar tres cosas  importantes:

Primera: el Pasado de que venimos, está marcado por una fe unida a una política , ajena al Evangelio, mayormente  colonizadora y dominadora.

Segunda:   el Presente que nos  configura con la duplicidad de una fe  que,  guiada por una iglesia clerical, asegura la santificación y salvación  con la práctica de numerosas plegarias y ritos, siempre al margen de toda política.

Tercera,  el Futuro, proyectado desde un retorno al Evangelio, mediante el seguimiento de Jesús   que implica y relaciona la consecución del reino de Dios en  la política actual, asumiendo  la primacía  que en ese reino de Dios tienen  los más empobrecidos y oprimidos y  compometerse con ella como  la forma más radical y segura de obtener nuestra santificación y salvación.  

5-Una  cuestión de simple coherencia: cristianos en privado y en público 

Resulta evidente el enorme trastueque que se efectuó dentro de la Iglesia a partir  de la elección de los Papas Juan Pablo II  y Benedicto XVI . Fueron 35 años de negación y oposición descarada a la renovación del Vaticano II , marcando un retroceso inimaginable y estableciendo alianza con el poderoso imperio yanqui para anular el espíritu  y propuestas del Vaticano II. 

Francisco y Juan XXIII

¿EL  recorrido invasor  imperialista hubiera tenido efectos tan devastadores  sin la coerción ejercida contra la  renovación llevada a cabo por el Vaticano II? 

Se puede imaginar otro Camino muy diverso si  la Iglesia  con unanimidad  hubiera  aceptado el concilio  movilizando y haciéndolo vivir  en la mayor institución religiosa del mundo  con sus mil millones de miembros. ¡Peligroso, muy peligroso! Y, por ende, intolerable para las miras y ansias del Imperio. 

Nada extraño, por tanto, el premeditado empeño  por  enmudecer y hacer desaparecer la carga explosiva de la Teología de la Liberación,  con la  expansión tan enorme que estaba teniendo. La confabulación del Papa Juan Pablo II -Presidente Reagan tuvo insospechados efectos , tan insospechados como llegar  a silenciar y dar como inoperante  la profunda innovación del concilio Vaticano II y  de la Teología de la Liberación.

Sirvan como como un reguero final de luz y energía el mensaje que los Padres Conciliares enviaron , entre otros, a los Gobernantes y a los más Pobres. 

A LOS GOBERNANTES: A LOS DEPOSITARIOS DEL PODER TEMPORAL 

Rendimos honor a vuestra soberanía y respetamos vuestra función, reconocemos vuestras leyes justas y os decimos: Sólo Dios es grande, El es el principio y el fin, la fuente de vuestra autoridad  y el fundamento de vuestras leyes.  

Sois los promotores del orden y de la paz entre los hombres. No olvidéis que el Padre de los hombres es Dios y que Cristo , su  hijo eterno, ha venido a decírnoslo  y enseñarnos que todos somos hermanos.  El es el único que dirige la historia humana e inclina nuestros corazones a  rechazar la guerra  y la desgracia. La Iglesia, después de casi dos mil años , os pide la libertad de creer, de predicar su fe, de amar a su Dios y de servirle. Y de poder llevar a los hombres su mensaje de vida. Hecha a imagen de su Maestro,   cura a todo  lo humano de su fatal caducidad, lo transfigura , lo llena de esperanza,  de verdad y de belleza. El es hijo de Dios e hijo del hombre, no lo crucifiquéis de nuevo , dejadnos difundir  por todas partes la Buena Nueva del Evangelio de la paz.  

A LOS POBRES, A LOS ENFERMOS , A TODOS LOS QUE SUFREN.

Vosotros,  los pobres y abandonados,   los  que sentís más duramente el peso de la cruz, saberos por vuestra fe unidos al  Varón de dolores, con Cristo , hijo de Dios y recobrar vuestro valor:  vosotros sois los preferidos del reino Dios,  reino de la esperanza,  de la dicha  y de la vida;  vosotros sois los  hermanos de Cristo paciente  y con El, si queréis , salváis al mundo. No estáis solos, ni separados, ni abandonados, ni inútiles, sois los llamados de Cristo, su viva y transparente imagen. 

Una política a la que le duele el pueblo

Depositando el voto en una urna Element5Digital

 “¡Ruego al Señor que nos regale más políticos a quienes les duela de verdad la sociedad, el pueblo, la vida de los pobres!”, reclamaba el papa Francisco en Evangelii gaudium. Personas de fe en política tienen en el magisterio pontificio una hoja de ruta muy clara

Por | José Luis Palacios

(Noticias Obreras).-  “¡Ruego al Señor que nos regale más políticos a quienes les duela de verdad la sociedad, el pueblo, la vida de los pobres!”, reclamaba el papa Francisco en Evangelii gaudium. Personas de fe en política tienen en el magisterio pontificio una hoja de ruta muy clara.

“El movimiento se demuestra andando y la pasividad no cambia nada” dice José Antonio Delgado Palma, número 17 en lista de Izquierda Unida al Ayuntamiento de Puente Genil (Córdoba), cuando es preguntado por la razón para incorporarse a la candidatura presentada en la localidad donde vive.

Manolo Copé expone que aceptó ser el candidato a la alcaldía de Alicante en la lista de Unides per Alacant, en resumidas cuentas, porque se lo pidió la asamblea de la organización política en la que está. De hecho, ha percibido “mucha normalidad” al anunciar su decisión, más que nada porque  “he estado implicado en el ámbito laboral, social, cultural y político de la ciudad”, añade.

La cabeza de lista por Castellón al parlamento autonómico por Unides Podem-Esquerra Unida, Marisa Saavedra, explica que aceptó concurrir en esta lista “en continuidad con los compromisos anteriores”. “Me plantearon asumir esta responsabilidad ahora por lo que está en juego a nivel autonómico”, y aceptó, claro.

Ángel Aguas, candidato a alcalde de Ciudad Real por Unidas Izquierda Unida Podemos, con Más Ciudad Real, confiesa que sus excusas para negarse a la propuesta que le hicieron se vinieron abajo al leer lo siguiente: “Un individuo puede ayudar a una persona necesitada, pero cuando se une a otros para generar procesos sociales de fraternidad y de justicia para todos, entra en el campo de la más amplia caridad, la caridad política”.

El autor de esta cita no es otro que el papa Francisco, que así se expresa en la encíclica Fratelli tutti al hablar de “el amor político” necesario para una convivencia en paz capaz de integrar a las personas más vulnerables y de encauzar las lógicas diferencias que se dan en la vida social.

El Papa firma su encíclica ‘Fratelli tutti’

Para Delgado, implicarse en estas elecciones parece natural cuando se asume que “las instituciones toman decisiones sobre las personas que pueden contribuir a humanizar la sociedad” y explica que lo vive “como una oportunidad que Dios me ofrece para intentar trabajar para mejorar la vida de las personas de mi pueblo”.

Las necesidades de las familias trabajadoras

Copé entiende que puede prestar un servicio a la ciudadanía de su ciudad, como es trabajar por “reducir desigualdades y brechas proponiendo un modelo de ciudad que aborde las necesidades de la clase trabajadora, de las familias más empobrecidas”, lo que, por otra parte, ha intentado que fuera la seña de identidad de su compromiso desde hace mucho tiempo.

También aparecen las preocupaciones asociadas a la vorágine política con su endiablado ritmo y su escrutinio permanente. Aguas reconoce que teme desatender a sus hijas, a verse sobrepasado por la tarea institucional y alejarse de la escucha directa de las personas más sufrientes y a quienes les acompañan, pero sobre todo a “no responder a las expectativas de desarrollar una buena política que erradique las injusticias desde lo municipal”.

Su anhelo, sin embargo, parecen muy concretos: “ser útiles a la población más desfavorecida y excluida, llegar a consensos sociales que impliquen un cambio de mentalidad hacia el alquiler justo de tanta vivienda vacía y de tanto local comercial sin uso y disminuir tanta suciedad evitable dentro de la ciudad y en su entorno, además de erradicar los discursos de odio contra las aparentes diferencias entre personas que no son tales”.

Copé prefiere hablar de “respeto”, antes que de “miedos”: “Tengo mucho respeto lógicamente, porque aspiramos a la alcaldía de la segunda ciudad de la Comunidad de Valencia, pero sobre todo tengo ilusión, creo realmente que nuestra ciudad necesita un cambio en las políticas y en la gestión del gobierno municipal”.

Saavedra confiesa que le pesa abandonar la dinámica ya conocida del Congreso de los Diputados por la incertidumbre que supone aspirar a entrar en un parlamento autonómico, que compensa con la ilusión de poder contribuir a “un gobierno progresista que ponga la política al servicio del bien común”.

Eso sí admite que su entorno sí muestra preocupación por “el actual contexto político, bastante tóxico, hostil y muy exigente, especialmente si lo vives con pasión y crees en lo que haces”. Además, relata que se ha tenido que acostumbrar a la agresividad con que se expresan algunas personas que no comparten sus opciones políticas y que llegan a decirle que su lectura y vivencia de la fe “no es correcta”.

En cambio, Aguas habla incluso de haber notado “la colaboración de familia y personas amigas más allá de las posibles diferencias ideológicas”, al igual que de las “compañeras y compañeros del pasado político que han “resucitado” y forman parte del equipo cercano, a pesar de su edad.

Aún así, tal y como está el espacio de la izquierda, Aguas se ha encontrado con “interpelaciones de innumerables personas sobre la unidad de las fuerzas de izquierda que finalmente hemos conseguido aquí”.

Mucho más relajado se pronuncia Delgado, dado que asume que su principal aportación pasa por “prestar apoyo” a sus compañeros y “transmitir el valor cristiano de tener siempre presente a los que menos tienen y más sufren”.

La aportación de la fe a la política

En cuanto al papel de los cristianos y cristianas en política hay una gran coincidencia en identificar los valores que deben inspirar su actuación y en el tipo de gestión que cabe esperar.

Después de todo, el papa Francisco en su primera exhortación apostólica apostaba por no disociar la gestión pública ni la economía de la ética: “La caridad no es sólo el principio de las micro-relaciones, como en las amistades, la familia, el pequeño grupo, sino también de las macro-relaciones, como las relaciones sociales, económicas y políticas”.

Así, el candidato al consistorio de Puente Genil cree que el papel de una persona creyente en política es “transmitir el principio de encarnación, que es lo más importante del cristianismo en favor de los más necesitados”, sabiendo que “lo público y lo privado van modelando la vida”.

En su opinión, un cristiano o una cristiana metido en la arena de los asuntos públicos tiene que partir del “respeto a las demás opciones políticas, llegando con ellas a acuerdos para el bien común”.

La aspirante al parlamento valenciano comparte su convicción de que “la fe tiene, en su propia esencia, la necesidad de expresarse y mostrarse públicamente”, por lo que “las normas del Estado deben defender esa necesidad que, por otra parte, es un derecho”.

Aunque, puntualiza “debe evitar privilegiar unas creencias concretas”. Admite que puede haber consecuencias negativas de la fe cuando se intentan “traducir los dogmas propios de las creencias en normas impuestas a toda la sociedad”.

Otra política es posible

Parece oportuno recordar que Francisco, en la citada Evangelii gaudium, no solo reclamaba una política de miras altas, sino que planteaba incluso la conveniencia de poner en juego la trascendencia a la hora de organizar la vida en sociedad: “¿Y por qué no acudir a Dios para que inspire sus planes? Estoy convencido de que a partir de una apertura a la trascendencia podría formarse una nueva mentalidad política y económica que ayudaría a superar la dicotomía absoluta entre la economía y el bien común social”.

La política para las personas creyentes debe entenderse como “servicio, trabajar con honestidad por el bien común, con especial atención a las personas y colectivos más vulnerables y tratados injustamente, pero también valorar y potenciar las iniciativa positivas, solidarias, fraternas, con actitud positiva y constructiva en ambientes tóxicos, y desde luego, aportar esperanza”, explica Saavedra, que precisamente en estos tiempos, defiende la necesidad de “dignificar la política”.

“El compromiso de Jesús de Nazaret con la gente más sencilla y la gente más humilde tiene que tener una translación a la política local”, resume Copé, quien completa que también su pertenencia a la HOAC ha influido a la hora de aceptar ser la cara visible del proyecto político que se presenta al ayuntamiento alicantino.

“Otra política es posible, si ponemos las necesidades de las personas y de los trabajadores en primer lugar”, sentencia.

“En un ambiente muy crispado y muy vilipendiado, que promueve el enfrentamiento constante”, Copé apuesta por “transmitir las ideas sin necesidad de embarrar los debates y sin despreciar la posibilidad de alcanzar consensos que beneficien a las mayorías sociales”.

Su compañera en faenas políticas, Saavedra, refleja que “no somos personas escindidas, la fe por un lado, las opciones políticas por otro, el comportamiento personal por otro… Debemos mostrar hacia el exterior el impacto positivo de nuestra manera de estar en el mundo con nuestra forma de ser, nuestras creencias, nuestras acciones, valores, aquello por lo que luchamos”.

Sin duda, nobles propósitos y loables tareas que necesariamente tendrán que confrontarse con decisiones complejas, con intereses en conflicto y con las estrategias de grupos diversos, elementos, después de todo, que jalonan la vida humana y recorren las instituciones.

Siempre nos queda hacer nuestra la oración de Bergoglio: “¡Pido a Dios que crezca el número de políticos capaces de entrar en un auténtico diálogo que se oriente eficazmente a sanar las raíces profundas y no la apariencia de los males de nuestro mundo!”.

La vocación política

LA VOCACIÓN POLÍTICA ES UNA FORMA GENUINA DEL EJERCICIO DE LA CARIDAD

Afirma nuestro obispo Fernando Cadiñanos: nos encontramos con muchos problemas que juntos hemos de afrontar como sociedad en estas tierras del norte de Galicia: la interculturalidad, la inclusión social de todos, el trabajo digno, la defensa de la familia, el cuidado y la atención de los mayores, las infraestructuras que permitan un desarrollo sostenible, la despoblación y envejecimiento del medio rural, el cuidado del medio ambiente… Sin duda que son retos que tendrán que ser afrontados con la participación de todos.             Recuerda también Fernando Cadiñanos: “Tenemos que recordar que la vocación política es una forma genuina del ejercicio de la caridad, es una forma de amar. Desde el ejercicio de la participación política tenemos la capacidad de empujar en la construcción de una sociedad más justa que haga presente el Reino de Dios”

Muchos de nosotros hemos experimentado que, a pesar de tener buena voluntad, es muy difícil lograrlo solos y, por lo tanto, se tiende a la resignación o a justificar comportamientos egoístas para alcanzar resultados personales y a toda costa (el fin justifica los medios).                                                                  

En estos casos ciertamente disminuirá la autenticidad de la llamada, se apagará el entusiasmo y la misma pasión política se volverá pasión por sí mismos. Esto hará que el político se conforme con la lógica del más fuerte que no equivale siempre a la lógica de la justicia.

Para los creyentes, la dignidad humana es sagrada. La existencia de los empobrecidos es la negación de la vida y de su sagrada dignidad. Para Jesús, la pobreza es contraria al plan original de Dios, es su negación práctica. Por eso, hacer la voluntad de Dios es ponerse al lado de los pobres y luchar contra su empobrecimiento, afirmando en la práctica su dignidad.                                                                    

El Catecismo de la Iglesia Católica define el bien común como el conjunto de aquellas condiciones de la vida social que permiten a los grupos y a cada uno de sus miembros conseguir más plena y fácilmente su propia perfección (n.1906).

El bien común exige el bienestar social y el desarrollo del grupo. En este sentido, el Estado debe facilitar y garantizar aquellas estructuras y bienes fundamentales que permiten llevar una vida verdaderamente humana: alimento, vestido, salud, trabajo, educación y cultura, información adecuada, derecho a fundar una familia, etc.

Así pues, el poder político sólo se ejerce legítimamente si se busca el bien común de la sociedad a través de medios moralmente lícitos (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n.1903). Aristóteles, en la Ética Nicomáquea, dice que “el bien es deseable en cuanto interesa a un solo individuo; pero tiene un carácter más bello y divino cuando interesa a un pueblo”. De esta forma, el bien común, en conformidad con la naturaleza social del hombre, desarrolla un papel fundamental en la acción política porque se dirige a la búsqueda del bien y de los intereses personales y colectivos.

El bien común se denomina, en el lenguaje político actual, como “interés general” o “interés de todos” y ha sido interpretado de diversas formas. Algunos lo han reducido a la simple suma de los bienes o intereses particulares de cada sujeto perteneciente al cuerpo social (cf. Benedicto XVI, Mensaje a los participantes en la 45ª semana social de los católicos italianos, 12 de octubre de 2007).

En su época de juventud, Ortega y Gasset confiere primacía a lo social-universal o comunitario por encima de lo privado, individual y concreto. El individuo, para Ortega, se diviniza en la colectividad, es decir, en comunión o comunidad con el resto de hombres que conjuntamente trabajan en la gran tarea humana que suponen la cultura y la moral. Según Ortega, hay que inyectar en nuestra raza la moralidad social.

Censura aquél todo lo privado o particular. Exige que todo sea público, popular y laico. La moral privada es una moral estéril y subjetiva. La vida privada misma no tiene muy buen sentido: el hombre es todo él social y no se pertenece; “la vida privada, como distinta de la pública, suele ser un pretexto para conservar un rincón al fiero egoísmo”

Nuestros sistemas democráticos están en crisis porque han perdido la capacidad de decidir según el bien común. Las respuestas a todos los interrogantes que se plantean en sociedad son examinados según criterios de fuerza electoral o financiera de los grupos que sostienen a los partidos políticos. Esto es una desviación y solo genera desconfianza y apatía en las personas, que cada vez participan menos de la política y se desvanece el espíritu cívico entre la población. La búsqueda del bien común también tiene una dimensión trascendente y, de hecho, para la Doctrina Social de la Iglesia, el bien común es superior a cualquier otro interés.

El Papa Francisco dice que no estamos buscando éxitos, estamos abriendo procesos, analizando las causas por las que una persona está en situación de riesgo, de exclusión, para  ahondar y encontrar qué podemos hacer para cambiarlo. Tenemos que reequilibrar y reorientar la globalidad para evitar todos sus efectos. Y debemos hacerlo de una manera conjunta. Es necesaria una conversión profunda.

Francisco también nos invita a practicar una revolución política del amor y una esperanza que sea transformadora porque seguimos a alguien que nos habló de que esta vida solamente es vida si es vida resucitada.

ANTE LAS PRÓXIMAS ELECCIONES

Por | Fernando Bermúdez López

Para muchos la palabra “política” es sinónimo de deshonestidad, corrupción, engaño, oportunismo, demagogia y de intereses personales o de grupo. Lamentablemente, los malos ejemplos de algunos políticos han contribuido a su desprestigio.

La política es una actividad profundamente humana y necesaria. Es el medio por el que la sociedad busca que exista condiciones para que todos los hombres y mujeres sean felices, vivan en libertad y a nadie le falte lo necesario para vivir con dignidad.

Estamos en las puertas de las elecciones municipales y autonómicas. Con frecuencia las campañas electorales se convierten en un espectáculo bochornoso de ataques e insultos de unos contra otros. No siempre se presentan programas sociales serios sino eslóganes vacíos de contenido y aquel partido que más grita y más dinero invierte es quien saca más provecho. Eso no es ético. Eso no es democrático. Es una profanación de la política y un insulto a los ciudadanos y ciudadanas. Es por eso que es necesario un espíritu crítico para analizar los programas políticos y los discursos de los candidatos.

La política puede ser buena o mala según sea su proyecto socioeconómico y los líderes políticos que la promueven. De donde se deduce que hay dos clases de política: por una parte, la que defiende los privilegios e intereses económicos de una minoría poderosa (multinacionales, grandes empresarios, banqueros…). Muchos de estos políticos han caído en tramas de corrupción, como hemos sido testigos en España.  Los candidatos que se mueven en esta onda buscan los cargos y se presentan a las elecciones no tanto para servir a la comunidad sino para hacer negocio sin importarles la situación del pueblo ni la degradación de medio ambiente. El afán de lucro ha envenenado sus corazones. Y para mantenerse en el poder utilizan las redes sociales para lanzar toda clase de mentiras contra los adversarios y de esta manera engañan al pueblo.

Es lamentable que mucha gente ve la corrupción de los políticos como algo natural, diciendo “todos son iguales”. Pero en verdad, no todos los políticos son iguales. Ha habido y hay políticos honestos, con vocación de servicio al pueblo y de responder a sus necesidades.

Antes de ir a las urnas habrá que tener en cuenta el programa social del partido y la honestidad de los candidatos. Es necesario saber discernir entre el proyecto sociopolítico del partido y las personas que lo conforman. Hay dos preguntas claves a la hora de hacer este discernimiento: Una, ¿cómo quedan los derechos humanos, los derechos sociales y los derechos de la naturaleza? Otra, ¿cómo quedan los pobres, los más vulnerables, los trabajadores y trabajadoras, los parados, los pensionistas, los sin techo, los migrantes, los jóvenes y los ancianos en situación de dependencia, si elijo a éste o aquel partido?

Ser críticos y ver la política con criterios éticos es un signo de madurez. Es necesario visualizar la política sin intereses partidistas sino como una mediación para que en la sociedad se viva los valores humanos, que son la justicia, la libertad, el bien común, el respeto a la diversidad, la fraternidad, la paz social y el cuidado del medio ambiente, de manera que a nadie le falte lo necesario para vivir con dignidad y se respete la Naturaleza.

Consecuentemente, una persona con conciencia ética y social no votará a aquellos partidos que defienden el ultraneoliberalismo económico, que enriquece a los ricos a costa de cargar el peso sobre el pueblo, a los que defienden las privatizaciones de los servicios públicos (sanidad, educación, pensiones…). Tampoco  votará a aquellos partidos que se oponen al recibimiento de migrantes y rechazan a los que son de otra religión, destilando en sus discursos  racismo y odio; tampoco  votará a aquellos partidos que se han embarrado en tramas de corrupción ni a los que niegan el cambio climático. Las elecciones son una oportunidad para ir dando pasos hacia una sociedad más democrática y en paz.

Pero no basta con elegir cada cuatro años a nuestros alcaldes y diputados. La verdadera política no es solo representativa sino también participativa. De ahí la urgente necesidad de que los ciudadanos y ciudadanas se organicen en movimientos sociales, sindicatos, asociaciones de vecinos, ONGs, ateneos, comités y agrupaciones que contribuyan al bien de la comunidad y controlen a los políticos elegidos.

Toda persona, y más en concreto un cristiano, debe ser testigo de sueños y esperanzas de un mundo nuevo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres, de manera que a nadie le sobre para que a nadie le falte y todas las personas puedan vivir digna y felizmente en una Tierra limpia, la casa común.

Urge soñar en una España próspera y en un mundo justo y fraterno sin cansarse en la lucha para que algún día pueda lograrse. El amor a España y a la humanidad, sobre todo a la gente más desfavorecida, es nuestra fuerza. Merece la pena pasar por la vida sembrando semillas de un mundo nuevo sin perder nunca la esperanza. El Espíritu de Dios nos acompaña.

Jesucristo ¿es de izquierda o de derecha?

«Sobre Jesucristo se han dicho muchas cosas. Ha sido calificado como un gran revolucionario, algunos lo consideran un anti sistema o, incluso, se le ha llegado a apodar ‘el primer comunista'»

«Hay quien apela a estos apellidos diciendo que no son sino interpretaciones interesadas de aquellos que quieren usar de forma partidista para beneficio propio la figura destacada de Jesús de Nazaret, a quien un gran número de seguidores consideran el ‘Hijo de Dios'»

«El problema: una derecha que no acompaña las líneas estratégicas del Concilio Vaticano II, por no hablar de los planteamientos evangélicos y eco-fraternales de Francisco, y una izquierda que lucha contra la supervivencia de la propia Iglesia y la educación religiosa en general»

Por| Jesús Lozano Pino

Sobre Jesucristo se han dicho muchas cosas. Ha sido calificado como un gran revolucionario, algunos lo consideran un anti sistema o, incluso, se le ha llegado a apodar “el primer comunista”. Hay quien apela a estos apellidos diciendo que no son sino interpretaciones interesadas de aquellos que quieren usar de forma partidista para beneficio propio la figura destacada de Jesús de Nazaret, a quien un gran número de seguidores consideran el “Hijo de Dios”. No voy a discutir yo esto, sólo quisiera dar un par de anotaciones:

En primer lugar, creo que Jesús no se dejaría atrapar por estereotipos fáciles o cómodos ni por titulares sensacionalistas de esos que hoy día proliferan y que con suma facilidad aceptamos y, en segundo lugar, como dice el Papa Francisco, no es que los cristianos se parezcan a los comunistas, sino que más bien son los comunistas quienes piensan [en algunos aspectos] como los cristianos. Pero, al fin y al cabo, hemos de reconocer que la revolución que trajo Cristo no fue la que muchos de sus contemporáneos buscaban ni esperaban: ni zelotes ni bandoleros, por ejemplo, se vieron totalmente reflejados en el mensaje revolucionario de caridad que proclamó tanto en palabras como en obras el nazareno.

Ahora bien, una vez dicho esto, quiero dejar claro que lo que, curiosamente, nunca he encontrado una sola alusión a Jesús de Nazaret relacionada —a nivel de pensamiento y ejercicio político— con “las derechas”. Jamás he oído decir a alguien que Jesús fue un fascista, por ejemplo, o un dictador; tampoco un moralista o un neoliberal…, cuestión esta que me lleva a pensar, salvando las distancias y respetando los diferentes espacios que configuran la órbita de lo político y lo religioso, que Jesús de Nazaret estaba próximo en su praxis social y teológico-política con la proclamación liberadora que prometía que el reino de Dios estaba ya cerca, anuncio este ilusionante para los excluidos, enfermos, pobres y estigmatizados de su época; políticas estas, al menos en el terreno teorético, más próximas a las proclamas de izquierda que a las de derecha.

Llegado a este punto, quizá sea conveniente recordar que, en el ámbito político, los términos “izquierda” y “derecha” se originaron en la votación del 28 de agosto de 1789 en la Asamblea Nacional Constituyente de la Revolución francesa, donde se discutía un artículo en el que se establecía el veto absoluto del rey a las leyes aprobadas por la futura Asamblea Legislativa. Los diputados que estaban a favor del mantenimiento del poder absoluto del monarca se situaron a la derecha del presidente de la Asamblea. Los que estaban en contra y defendían que el rey solo tuviera derecho limitado, poniendo por tanto la soberanía nacional por encima de la autoridad real, se situaron a la izquierda del presidente. Curiosamente, los diputados sentados a la derecha eran portavoces de la gran burguesía. En el centro figuraban diputados independientes, carentes de programa político definido y, a la izquierda los diputados que representaban a la pequeña burguesía y al pueblo llano, muy contrarios a la jerarquización entre individuos… Así, el término “izquierda” quedó asociado a las opciones políticas que propugnaban el cambio político y social con miras hacia una mayor igualdad y justicia social, mientras que el término “derecha” quedó asociado a las que se oponían a dichos cambios.

Jesús fue un hombre que se enfrentó especialmente con la jerarquía religiosa establecida en el mundo judío, la cual era a su vez (hasta donde le permitían los romanos) una élite social con privilegios e influencia política. Sus principales conflictos se debieron a la estrecha visión que estos estamentos socio-religiosos mantenían y la poca compasión y empatía que mostraban con los más débiles: los pobres, enfermos y desfavorecidos, a los que consideraban también alejados del aprecio de Dios. Jesús, ante esta hipocresía y falta de misericordia, se posiciona claramente a favor de las víctimas, de los pequeños y débiles denunciando con firmeza la actitud mezquina de los corazones inflexibles e intolerantes.

Las palabras más duras e implacables que Jesús dirigió en vida fueron las que pronunció contra los escribas, sacerdotes y fariseos, a los que llegó a llamar “sepulcros blanqueados”. Todo el acento lo ponían en la conservación y cumplimiento de las tradiciones y costumbres que circulaban en torno al templo y la pureza. Y es que, como solía decir en toda ocasión que se ofreciera el jesuita Toni Catalá, que Dios sea compasivo no interesa a todo el mundo, interesa más un Dios que castiga a los malos y premia a los buenos, un Dios que hace categorías y clases… No es así extraño que el gesto más radical y llamativo de Jesús justamente lo llevara a cabo en el Templo de Jerusalén. Todos recordaremos aquel episodio en el que Jesús expulsó a los cambistas del Templo afirmando que habían convertido la casa de su Padre en una cueva de ladrones, desvirtuando, así, el verdadero sentido de culto que este espacio debería tener.

Catolicismo cristiano –y no digo a Cristo–, con la derecha y las políticas conservadoras?

Considero que hay dos motivos principales: el primero es la defensa a ultranza que estas ideologías que llamamos de derechas mantienen respecto a las tradiciones, los cultos y una moral adoctrinada-jerarquizada que, en cierto modo, necesita a Dios como garante de la armonía y supervivencia de la estructura jerárquica-vertical deseada. A esto habría que sumarle, en concreto en nuestro país, la idiosincrasia y los ecos del caso español: una Iglesia oficialista que se plegaba a las directrices políticas de la dictadura y un gobierno estrechamente vinculado al conservadorismo católico para que todo fuese –perdonen la expresión– “como Dios manda”, lo que pretendía el nacional-catolicismo de la época, cuya herencia y coletazos siguen influyendo en las políticas actuales ultraconservadoras y suscitando en la izquierda política un reflejo automático y visceral contra todo lo que posee un intenso olor a añejo.

Es llamativo observar cómo las políticas neofascistas sin escrúpulos y los fundamentalismos religiosos se alían con el cristianismo más conservador en el discurso del odio y la crispación social, y no menos curiosa es la coincidencia de personas que agrupan este núcleo duro, todas ellas contrarias a las políticas teológicas-pastorales del Papa Francisco.

Pero, por otro lado, considero que los partidos de izquierda, aquellos que asumen actuaciones sociales más equitativas e igualitarias y propugnan una justicia, no sólo a nivel local sino universal, y un respeto por las diferencias, no están sabiendo evolucionar suficientemente a nivel doctrinal ni político al no contemplar ni integrar algunos retos que la praxis cristiana viene trabajando desde hace mucho tiempo y, en algunos aspectos, desde siempre. Existen claros puntos de convergencia: la lucha por la justicia y promoción social en países y continentes pobres, el respeto y reconocimiento de la condición jurídica de los territorios y autoridades indígenas, la acción en la acogida y acompañamiento a las personas vulnerables y excluidas, entre otros….

Hay que reconocer que donde no llegan los gobiernos llega Cáritas; o qué decir de la crítica valiente que hace Francisco a la falta de escrúpulos que tienen algunos países (¿desarrollados?) y empresas transnacionales al sangrar a los más débiles del planeta sin importarles los millones de pobres que sus objetivos particulares producen a su paso como maquinaria del descarte… o, cómo no, la lucha por una ecología integral y el desarrollo sostenible que plantea Bergoglio (el “Papa verde”) en sus documentos e intervenciones públicas.

Hoy por hoy Francisco, el máximo representante del catolicismo, es reconocido como el personaje público de mayor credibilidad mundial. Sus declaraciones y documentos ecológicos, económicos y teológico-políticos no están siendo, repito, suficientemente aprovechados; considero que no se está sabiendo seguir la huella de su pisada, seguramente por su carácter de representante católico… Lástima, porque su huella deja un rastro muy humano y solidario que siembra esperanza en tiempos de aturdimiento y confusión pre y pos pandémicos. Quizá por ello Gianni Vattimo propone que sea Francisco quien lidere y reconstituya el nuevo orden mundial, recogiendo y convergiendo las fuerzas débiles de la izquierda para reconducir este mundo roto hacia la casa común que muchos esperamos construir. Sólo así será posible que quienes andan al margen de las estructuras sociales y económicas sean incluidos y cuenten en espíritu y en verdad.

Difícilmente se puede realizar esto sin “hacer lío”, pero ¿qué mayor “lío” que proponer un proyecto de ciudadanía global que se consolide de abajo arriba y donde nadie quede tirado en la cuneta, una comunidad de reunidos que sepan sumar e integrar diferentes sensibilidades al proyecto plural revolucionario de la solidaridad y la inclusión? Como afirma Gianni Vattimo, el cristianismo no debe pretender ser una metafísica natural con pretensiones de verdad, como un conjunto de enunciados verdaderos (por los que quizá histórica y contextualmente muchos no entren, o incluso más adelante pudieran correr el riesgo de ser desmitificados o refutados) sino más bien una ética de la caridad universal que se ofrece, “un amor que se identifica, en el mensaje del evangelio, con los vulnerables: la viuda, el extranjero pobre, la mujer que sufre, los parias de la tierra”.

A pesar de que últimamente hay una mayor apertura y simpatía fuera del terreno religioso hacia la figura del Papa, de la que tiene mucha culpa Francisco, es muy probable que estas palabras mías no gusten demasiado a algunos de mis colegas del ámbito filosófico, pues las pueden considerar una apología del cristianismo o una intromisión creyente en la filosofía política, para muchos un reino este excluido para las religiones y creencias.

Me duele observar cómo las ideologías que encarnan los partidos de izquierda convierten el acoso y derribo a la Iglesia (o a todo lo que huela a religión) en uno de sus objetivos primordiales…, como si el único o principal problema se originase en este espacio, dilapidando energías en esta tarea y, sobre todo, desperdiciando aspectos fundamentales de la praxis cristiana que aportan argumentos recios y convergentes respecto a la justicia social, la dimensión ecológica o económica, entre otras, y olvidando, en última instancia, que países constituidos oficialmente como ateos han demostrado que no han sido una alternativa ni posible ni creíble a la hora de extirpar el mal endémico del hombre.

A esto habría que añadir que en España se tiene mala memoria. Por un lado, se tiene un concepto de Iglesia preconciliar que, en general, no corresponde con la realidad de hoy, tan sólo refleja una pequeña parte, eso sí, muy ruidosa y, por otro, olvidamos que algunos sindicatos y movimientos sociales tienen su origen, curiosamente, en la lucha que los militantes de las hermandades cristianas desarrollaron en la reconstrucción del mundo obrero español. Otra cuestión diferente sería matizar aquellas situaciones donde la historia, la tradición o el contexto han hecho prevalecer o han favorecido a la institución eclesial. Estas deben ser revisadas y cuestionadas, ya que se gobierna para todos: para creyentes (de diversas religiones) y para no creyentes (con diversas sensibilidades).

No podemos ignorar que esta incómoda situación hace que muchos que se consideran creyentes cristianos, se replieguen ₋como si de un búnker o escudo se tratase₋ en aquellos partidos que explicitan su voz a favor del ámbito religioso o eclesial o, al menos, no lo atacan. Lástima, porque existen muchísimos creyentes y comunidades cristianas que mantienen una mayor aproximación a la izquierda que a la derecha en su interpretación y traducción cristiana socio-política. Y la tienen porque toda teología es política y, en este caso, su motor, su matriz y su incansable lucha parte del corazón de los evangelios a propuesta de Jesús de Nazaret. Sólo hay que mirar los evangelios para darse cuenta de la traducción socio-comunitaria de inclusión que la oferta cristiana genera. Se trata simplemente de activos ciudadanos que tienen fe en Jesús; ¿y cuál es el plan? ¿Exterminar la religión…, diluir a la Iglesia? Bajo mi opinión, este es uno de los errores que está cometiendo una amplia parte de la izquierda: hablar de pluralidad, integración, tolerancia y arremeter –bajo una ideología trasnochada del XIX– contra gran parte de su base activa. ¿Eugenesia política? No podemos ignorar, aunque sólo sea como una medida estratégica sagaz, que lo que no suma, resta.

Como anécdota quisiera contar que hace no mucho en una clase me preguntaron de qué partido político sería hoy Jesucristo (digamos que a qué partido Jesús votaría en unas elecciones…, se entiende que en España). Me quedé un poco sobrecogido pensando para mis adentros qué podía responder ante tal incisiva y compleja pregunta. Mi reacción fue devolverle la pregunta al alumno (y a la clase). La respuesta general a esta pregunta fue “Vox”. Así pues, me armé de valor y pregunté por qué Vox. A lo que me respondieron algunos alumnos que era el único partido que defiende a la Iglesia. Creí entender lo que querían expresar y, a pesar de mi respeto a las diferentes sensibilidades políticas y religiosas, volví a hacerles una nueva pregunta: ¿pensáis, entonces, que este partido sigue, por ejemplo, las líneas estratégicas del Papa Francisco acerca de la acogida incondicional a los refugiados e inmigrantes, y la búsqueda de una Iglesia menos preocupada por la doctrina y sus privilegios y más orientada a la evangelización, la caridad fraterna y el diálogo e integración interreligioso e intercultural? El silencio se hizo en la clase… pero ¿acaso podía afirmar yo que Jesús votaría a la izquierda, a uno de esos partidos que arremeten públicamente y por sistema contra la institución religiosa y sus creencias? Este es el problema: una derecha que no acompaña las líneas estratégicas del Concilio Vaticano II, por no hablar de los planteamientos evangélicos y eco-fraternales de Francisco, y una izquierda que lucha contra la supervivencia de la propia Iglesia y la educación religiosa en general.

Mucho estamos hablando en este artículo de izquierda y derecha, pero no está mal recordar que hoy día decir “izquierda” y “derecha” es cuestión de matices, no banales, pero matices, porque es el sistema neoliberal capitalista quien engulle las diferencias y paraliza las posibles réplicas transformadoras. Ya nos lo advertía Marcuse, el sistema capitalista se reinventa continuamente para sobrevivir y anula nuestro sentir crítico a base de migajas de felicidad que nos proporciona la cosificante e insaciable maquinaria productiva de la sociedad de consumo. Eso sí, quizá podamos advertir que uno de estos rasgos que diferencian la izquierda de la derecha sea cómo se enfrenta cada una al Todopoderoso Sistema, el Dios de los últimos siglos. Mientras la derecha apoya y ayuda para que la economía de mercado dirija las políticas, la izquierda procura, si acaso, frenar, resistir y debilitar, al menos un poco, este imparable tsunami procurando que sea la política la que dirija la economía y no al revés.

Una cuestión que puede ilustrar este asunto es ver cómo ya en noviembre y, especialmente, en diciembre del terrible año 2020 un gran número de políticos mostraban su análisis sobre la Pandemia bajo un discurso económico que llevaba como eslogan “Hay que salvar la Navidad” (entendiendo aquí “Navidad” como un claro espacio comercial y económico de mercado).

 Curiosamente, en la época de Jesús, los pobres, enfermos y pecadores, aquellos que eran considerados castigados por Dios, comprendieron, no que había que salvar la tradición y la religiosidad, la misma que a ellos estigmatizaba (aquí vuelve a nosotros la escena de Jesús en el templo de Jerusalén expulsando a los vendedores y cambistas), sino que fue la presencia de Jesús, un Dios encarnado y débil (la Navidad) quien devolvió la esperanza y salvó a esta pobre gente dándoles una verdadera buena noticia.

Es el mensaje de Jesús, cuidadosamente interpretado desde abajo, quien libera a los hombres de la losa del cumplimiento y la alienación rigurosa e inflexible, ofreciendo al mundo un rostro más fraternal y humano, o como afirma Leonardo Boff en uno de sus títulos más conocidos, un rostro materno de Dios, pues “la revolución de Jesús consistió fundamentalmente en haber superado la ética de la norma con la ética de la responsabilidad y del amor que se expresa en el reconocimiento de la persona y en la búsqueda de relaciones fraternales (…)”. No es que haya que salvar la Navidad, sino que la Navidad es la que nos salva. No es que la economía tenga que dirigir las políticas sino que las políticas, las buenas políticas solidarias, humanas e inclusivas deben conducir la economía…para beneficio de todos y no de unos pocos.

Jesús y la Nueva Política

Extracto de la obra de Rubén Dri «La utopía de Jesús», donde el autor analiza la relación entre la practica de Jesús y la política emancipadora.

POR  RUBÉN DRI

 Tratar la relación que Jesús tuvo con la política significa enfrentarse a uno de los obstáculos epistemológicos más serios. La práctica de Jesús, en efecto, tradicionalmente ha sido desvinculada completamente de toda actividad política y enmarcada en un ámbito puramente religioso. Debemos, pues, en primer lugar, tratar de dilucidar las principales variantes de esta interpretación apolitizadora de la práctica de Jesús.

Nos encontramos, en primer lugar, con la interpretación tradicional de los medios eclesiásticos, según la cual los ámbitos religioso y político se encuentran completamente separados, de tal manera que la práctica de Jesús hay que entenderla como estrictamente religiosa, sin atisbos de compromiso ideológico y político. En este sentido, se afirma en el documento de Puebla: “El Evangelio de Cristo no habría tenido tanto impacto en la historia sí Él no lo hubiera proclamado como un mensaje religioso, separando la tentación de mezclar “las cosas de Dios” con actitudes meramente políticas” (p.388); por ello, la Iglesia “no necesita (…) recurrir a sistemas de ideologías para amar, defender y colaborar en la liberación del hombre; en el centro del mensaje del cual es depositaria y pregonadora, ella encuentra inspiración para actuar en favor de la fraternidad, de la justicia, de la paz, contra todas las dominaciones, esclavitudes, discriminaciones, atentados a la libertad religioso, opresiones contra el hombre y cuanto atenta contra la vida” (p.411).

En este documento se trata en cierta manera de conectar los dos ámbitos, el religioso y el político, pero de hecho no se logra hacerlo, porque se parte de su sepación. El texto clásico mediante el cual se pretende fundamentar esta separación es la frase mediante la cual Jesús se deshace de sus enemigos cuando le preguntan si es licito pagar el tributo al César, Jesús entonces les dice, luego de pedir que le muestren la moneda: “Lo que es del César, devuélvanselo al César, y lo que es de Dios, a Dios” (Mc, 12, 17). Más adelante analizaremos su significado, que erróneamente se ha tomado para justificar la separación e independencia de los ámbitos religioso y político.

Esta separación de ámbitos ha llevado a algunos pensadores a colocar a Jesús en la categoría de “alma bella”, como hace Hegel, o del “amor acósmico”, como lo hace Max Weber. El “alma bella” es aquella que se retira del mundo por temor a mancharse. “La verdad de los dos opuestos, de la valentía y de la pasividad, se unifica en la belleza del alma, de tal manera que del primero se conserva la vida y se elimina la oposición, mientras que del segundo se conserva la pérdida del derecho sin sufrimientos, una elevación viviente y libre por encima de la lucha”.

El alma bella, por una parte, es valiente, pues se requiere una gran fuerza de voluntad para el auto renunciamiento; pero, por otra, es pasiva, no participa de las luchas reales del mundo. Es una “elevación” “por encima de la lucha”, “como una planta hipersensible se retrae más y más en sí misma cada vez que alguien la toca. Antes de convertir la vida en su enemigo, antes de suscitar frente a si un destino (particular), huye de la vida”. Esta huida de las luchas de la vida, este recontrarse en la pura interioridad, hará posible el tener el corazón siempre abierto a la reconciliación, el perdonar todo, incluso a los enemigos, el no juzgar a los demás.

De esta manera, el alma se encuentra en su refugio más íntimo, ante el que desaparece toda exterioridad como tal.”3 Naturalmente que se desinteresa completamente del Estado, de la política, de los problemas sociales, depurándose continuamente a sí misma. Pero de esa manera no se transforma en la figura más rica de la conciencia sino en “su figura más pobre, y la pobreza, que constituye su único patrimonio, es ella misma un desaparecer”.

Ello es así porque “le falta fuerza de la enajenación, la fuerza de convertirse en cosa y de soportar el ser. Vive en la angustia de manchar la gloria de su interior con la acción y la existencia; y para conservar la pureza de su corazón, rehúye todo contacto con la realidad y permanece en la obstinada impotencia de renunciar al propio sí mismo llevado hasta el extremo de la última abstracción”. “Ha renunciado a toda acción, su obrar es un anhelar” de tal manera que “arde consumiéndose en sí misma y se evapora como una nube informe que se disuelve en el aire”.

“La práctica de Jesús, en efecto, tradicionalmente ha sido desvinculada completamente de toda actividad política y enmarcada en un ámbito puramente religioso”

En sentido parecido, Max Weber interpreta la práctica de Jesús como perteneciente, junto con la de Buda, al tipo de “amor acósmico”, amor que se salta todas las barreras interpuestas por lo económico, lo social y lo político. Jesús no habría estado “interesado en absoluto en las reformas sociales en cuanto tales”6, sino que se ocupa de éstas en cuanto la injusticia provoca la ira de Dios, punto central de su pensamiento y preocupación.

“La experiencia universal que nos enseña que el poder engendra poder” habría dado origen “a la exigencia radical de la ética fraternal común al budismo y a las predicaciones de Jesús: no resistir al mal con la violencia”7. De esta manera se produce realmente la identificación de Jesús con Buda, y la interpretación de la famosa distinción entre Dios y el César como una expresión de “absoluta indiferencia por las cosas de este mundo”8. Por cierto, que no es la primera vez que se identifica la práctica de Jesús con la de Buda. Ya Nietzsche lo había hecho, subrayando, sin embargo, que en este sentido el budismo es mucho más coherente que el cristianismo.

Línea Profética-Apocalíptica y dilema de Jesús

Antes de enfocar directamente la actitud de Jesús frente a la política, es necesario echar un vistazo a la actitud frente a la misma que tuvieron los profetas y los autores del Apocalipsis, porque, como hemos considerado, la opción de Jesús es clara y definitivamente profética y asume rasgos apocalípticos fundamentales.

En cuanto a los profetas, no cabe la menor duda sobre su participación política. Más aún, ellos, debido al contexto monista en el que se movían, no podían concebir un ámbito religioso que no estuviese íntimamente conectado con el político. El Reino, meta final de su concepción de la historia, si significaba la plenitud de la presencia de Yavé, su reinado sin ningún tipo de limitaciones, también y esencialmente significaba la plenitud de la liberación, y en primer lugar la liberación política, que para los más radicalizados era la liberación de la monarquía.

En el horizonte de su pensamiento siempre está presente la confederación, la destrucción de los aparatos burocráticos; del ejército, con sus carros de guerra y sus caballos, con sus levas, con sus depredaciones; de los impuestos que el Estado exige para el mantenimiento de la corte y del ejército y para la construcción de las obras públicas; de la esclavitud por deudas en la que caían los pequeños campesinos; del crecimiento de los latifundios.

Esta actitud materialista, profundamente política, estaba en todos los profetas, si bien se presentaba con un grado de más radicalidad en los del norte, como Elías, Amós y Oseas, que en los del sur, más cercanos al poder real, si bien aquí se dan casos de radicalización extrema, como el de Miqueas. Pero en todos la realización del Reino implicaba la liberación en el ámbito político. Para algunos como Miqueas y Oseas, ello significa la destrucción del Estado monárquico y la refundación de la confederación. Para otros, como Isaías, en cambio, significa un Estado monárquico justo.

En los escritores del Apocalipsis, las posiciones se radicalizan. El Estado monárquico es el gran monstruo que será destruido. Ya no habrá reyes, nobles, ni palacios. “Ya no habrá más nobles, ni se nombrarán nuevos reyes, pues todos los príncipes habrán desaparecido. En sus palacios crecerán las zarzamoras, y en sus castillos las ortigas y los cardos. Serán una guarida de lobos, y un escondite para los avestruces. Allí se juntarán los gatos salvajes con los pumas… Allí tendrá su cueva la serpiente” (Is. 34, 12-15).

Resurge en los apocalipsis el tema del reconocimiento de Yavé como único Señor: “Otros señores fuera de ti nos han dominado, mas no recordaremos otro nombre que el tuyo, a ti solo conoceremos. Han muerto y no vivirán y sus sombras no se levantarán, pues los has castigado y exterminado, has borrado hasta el recuerdo de su nombre” (Is. 26, 13-14).

No se puede negar, sin embargo, que frente a esta poderosa vertiente profético-apocalíptica que ve la realización del Reino en la eliminación del estado monárquico, y, en consecuencia, a los humildes, los pobres, como sujetos de la liberación, se alza otra, la vertiente mesiánico-davídica, que ve en un rey al estilo David, más aún, perteneciente a la estirpe de David, al autor de la liberación.

Podemos hablar, pues, de una línea profética que mayoritariamente ve en los pobres el sujeto del Reino, y en la eliminación del Estado monárquico la realización plena de la liberación. Hay variantes matizadas, pero podemos poner estas características como propias de la corriente profético-apocalíptica. Esta línea encontrará su expresión gráfica en la figura del Mesías-siervo que describe el Deutero-Isaías.

Frente a ella se alza la otra línea, la davídica, la del Mesías-rey, según la cual el Mesías ha de ser un rey con todos los atributos y los poderes de tal, que ha de poner al servicio de la liberación del pueblo.

Menester es tener presentes estas dos líneas, ambas con fundamento en la Biblia, para entender las tentaciones de Jesús en el desierto. Trataremos de ver que se trata de optar entre ambas líneas de acción, y Jesús o las primeras comunidades cristianas interpretaran que una de ellas, la del Mesías-rey, constituye una verdadera tentación que es necesario rechazar.

“Una línea profética que mayoritariamente ve en los pobres el sujeto del Reino, y en la eliminación del Estado monárquico la realización plena de la liberación”

Jesús y el poder de las clases dominantes

Los tres sinópticos colocan las tentaciones en el desierto, espacio mítico, lugar ambivalente, habitado tanto por Dios como por el demonio. El desierto es el caos que rodea al cosmos de Palestina. Desde el desierto irrumpían en los lugares habitados de Palestina los beduinos, con sus secuelas de rapiña, violaciones, sufrimiento y muertes. Éste es el aspecto del desierto que aquí le interesa al evangelista.

Allí es llevado Jesús por el Espíritu y tentado (peiradsómenos) por el demonio (Lc. 4, 2). “Ser tentado” aquí significa ser puesto a prueba. Para que haya efectivamente tentación no es suficiente una incitación externa, sino que es necesario que en el interior del hombre tentado la incitación encuentre una determinada inclinación a una respuesta positiva. Si sólo se da una incitación externa, propiamente no existe la tentación: una invitación a beber vino no es una tentación si el invitado no siente alguna inclinación por esa bebida; una invitación al baile no es una tentación para quien no experimenta placer al bailar; una invitación a leer una novela no es tentación para quien no tiene inclinación a tal género de lectura.

Aclaramos esto porque el estereotipo religioso de Jesús implica su absoluta inmunidad a cuantas solicitaciones puedan venir de fuera si no están absolutamente de acuerdo con la misión que debe realizar. Los Evangelios nos hablan de tentaciones, y en consecuencia tomamos en serio el pasaje, tratando de analizar en qué consistieron tales tentaciones.

Tanto Mateo como Lucas – los únicos que las desarrollan, pues Marcos sólo las nombra- nos hablan de tres tentaciones. Así presenta la primera Lucas: “El diablo dijo entonces: -Si eres Hijo de Dios, manda a esta piedra que se convierta en pan-… Pero Jesús le contestó: -Dice la Escritura: El hombre no vive solamente de pan-“ (Lc. 4, 3-4).

Si nos fijamos bien en la propuesta o tentación del demonio, ésta consiste en que Jesús manifieste su naturaleza de Hijo de Dios mediante una demostración de poder. Ser Hijo de Dios Significa, en primer lugar, antes que todo, tener poder. Si Jesús demuestra que tiene poder suficiente como para convertir las piedras en pan, con ello habrá demostrado que es el Hijo de Dios, el verdadero Mesías.

Si tenemos presente la práctica mediante la cual Pedro reconoció a Jesús como Mesías, nos daremos cuenta del abismo existente entre esta concepción que ubica al Mesías como un ser dotado de un poder extraordinario, semejante a los héroes o semidioses griegos, y la que lo ubica como un ser capaz de realizar la práctica del don.

Precisamente en las escenas que describen la práctica del reparto del pan se intercala una que está directamente relacionada con la tentación del demonio que estamos considerando. En efecto, “se acercaron los fariseos para discutir con él, y le pidieron una señal del cielo como prueba. Jesús, suspirando profundamente, les dijo: “Por qué esta gente pide una señal? Yo les aseguro: No se dará a esta gente ninguna señal” (Mc. 8, 11-12). Una señal del cielo es una demostración de fuerza, de poder. Lo que el demonio le pidió en el desierto es lo que ahora le piden los fariseos. Demonios y fariseos tienen la misma concepción del Mesías. Éste ha de ser un señor poderoso, más poderoso que todos los reyes de la tierra. Por ello le exigen a Jesús una señal de su poder.

Con más claridad todavía aparece el sentido de las tentaciones en la segunda escena: “Habiendo llevado a una altura, le mostró todos los reinos de la tierra (tés oikuoménés) en un instante de tiempo; y le dijo el diablo: “Te daré todo este poder y su gloria, porque a mí me ha sido entregado y a quien quiero se lo doy. Si pues, te postrares ante mi todo será tuyo”. Respondiendo Jesús, le dijo: “Escrito está: Al Señor tu Dios adorarás y a Él solo darás culto” (Lc. 4, 5-8).

El demonio habla aquí de “todos los reinos de la tierra”. A él le pertenecen, pues todos están basados en el poder y la acumulación de los sectores dominantes. El poder (eksousía) va acompañado de gloria (dóksa) o prestigio. Poder y prestigio significan también riqueza. Riqueza, poder y prestigio. Bienes inestimables que están en manos del demonio. Éste no es otra cosa que la conjunción de los tres. Basta adorarlos, quererlos por sí mismos, no importa cuántos crímenes, cuántos atropellos deban cometerse para alcanzarlos. Pero se requiere adorarlos.

“Si nos fijamos bien en la propuesta o tentación del demonio, ésta consiste en que Jesús manifieste su naturaleza de Hijo de Dios mediante una demostración de poder. Ser Hijo de Dios Significa, en primer lugar, antes que todo, tener poder”

Finalmente, “lo llevó a Jerusalén, lo puso sobre el alero del templo y le dijo: ¨Si eres Hijo de Dios, échate de aquí abajo; porque está escrito: A sus ángeles te encomendará para guardarte, y: En sus manos te llevarán para que no tropiece contra una piedra tu pie¨ Pero Jesús le replicó: ¨Se ha dicho: No tentarás al Señor, tu Dios¨” (Lc. 4, 9-12).

La escena se conecta directamente con la primera. Jesús debe probar que es el Mesías, que es el Hijo de Dios, haciendo una demostración de fuerza. Esta vez se trata de un acto espectacular que todos verán y aplaudirán, un verdadero acto de superhombre. Llama la atención que después de la insurrección popular que Jesús lidera, los “sacerdotes jefes, los escribas y los ancianos le preguntan ¨Con qué autoridad haces estas cosas?¨” (Mc. 11, 28).

El termino griego que emplea Marcos es eksousía que aquí hemos traducido por “autoridad” y que en las escenas de las tentaciones traducimos por “poder”. De hecho, se trata de que Jesús debe mostrar poder para tener autoridad frente a la sociedad, o sólo tendrá autoridad, es decir, poder aceptado socialmente, si demuestra que tiene poder.

De esta manera los fariseos, los sacerdotes jefes, los escribas y los ancianos son asimilados al demonio. Todos ellos conforman una constelación de intereses que se enfrentan a Jesús como obra del demonio. Jesús, si quiere obrar con autoridad, debe mostrar ante ellos su poder. Pero él rechaza este poder. Es obra del demonio.

De esta manera, recoge la tradición profética que siempre se opuso al poder opresor. Es el caso de Moisés enfrentándose al poder del faraón; de Elías, enfrentándose al poder de Ajab y Jezabel; de Amós, luchando contra el poder de jeroboam. Así también Jesús rechaza el poder del demonio, que es el de Herodes al que Jesús despectivamente denomina “zorra” (Lc. 13, 32); que es el del César que debe ser echado fuera, al que no hay que pagarle tributo (Mc. 12, 17); que es el de los jefes de Israel, ciegos que guían a otros ciegos, a los que la viña les será quitada y entregada a otros (Mc. 12, 9).

Jesús se opone terminantemente, sin concesiones, al poder de las clases dominantes. Un primer problema que ahora se nos plantea es en qué sentido este poder pudo ser para Jesús una tentación. Evidentemente no podemos suponer que fue tentado por él para oprimir a las clases dominadas, a los campesinos y al pueblo pobre en general; pero sí en cambio por la oportunidad de aprovechar ese poder para realizar la liberación del pueblo, o, en otras palabras, para apresurar el advenimiento del Reino.

A los hombres idealistas, a los revolucionarios, cuando realmente están entregados a la causa, como es el caso de Jesús, el aprovechar las oportunidades que puede dar el poder dominador constituye una verdadera tentación. ¿Por qué estar luchando desde el llano, con medios escasos o insuficientes, cuando se puede aprovechar la oportunidad de manejar resortes de poder que ponen al alcance de la mano abundancia de medios con los cuales apresurar el proceso de liberación? Es ésta una verdadera tentación a la que muchos revolucionarios e idealistas han sucumbido a lo largo de la historia.

Jesús se encuentra frente a dos tradiciones firmemente asentadas en la Biblia, como hemos visto. La tradición propiamente profética, la del Mesías-siervo, que supone que la liberación, el advenimiento del Reino de Dios, se ha de hacer desde abajo, con la práctica de los pobres; y la del Mesías-rey davídico, que supone que el Reino ha de llegar por la acción fulgurante y llena de fuerza de un Rey. Se trata en este caso de una acción a realizarse desde arriba, desde el poder y la fuerza. Por otra parte, ésta era la línea en la que creían los zelotes, el partido más importante de los sectores populares.

¿Por qué motivo Jesús considero que esta posibilidad era una verdadera tentación del demonio, y no una posibilidad real de obrar para apresurar la venida del Reino? Aquí sí es pertinente la observación sobre el círculo diabólico del poder. El poder de las clases dominantes es esencialmente corruptor porque se basa en la opresión. Entrar en él es entrar en el círculo opresor-oprimido y la opresión se introyecta en el mismo sujeto que se transforma en opresor para liberar.

Jesús, retomando la línea profética, rechaza el entero ámbito de la opresión. La figura del rey davídico como liberador del pueblo, o es un engaño de las clases dominantes, o es un espejismo de los dominados que, en su impotencia, sueñan con el superhombre que los ha de liberar. Jesús condenó a tales liberadores: “Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas y los que ejercen la autoridad sobre ellas se llaman bienhechores” (euérgetai) (Lc. 22, 25).

El pueblo de Israel tenía muchos dirigentes, muchos conductores, todos ellos conocedores de la Biblia, pero Jesús los ve “como ovejas sin pastor” (Mc. 6, 34) pues en vez de pastorear las ovejas las oprimen: ve que las autoridades, en vez de cultivar la viña (Mc. 12, 1-11) la explotan. Así es siempre el poder de las clases dominantes.

“La tradición propiamente profética, la del Mesías-siervo, que supone que la liberación (…) se ha de hacer desde abajo, con la práctica de los pobres; y la del Mesías-rey davídico, que supone que el Reino ha de llegar por la acción fulgurante y llena de fuerza de un Rey”

¿Significa ello que Jesús renuncia a todo poder? ¿Se apartará por lo tanto él de toda acción política, puesto que la política necesariamente entraña búsqueda del poder o ejercicio del mismo? ¿Será cierto que Jesús se proclama completamente indiferente frente a este mundo dominado por la política? ¿Será un “alma bella” que se rehusará a obrar para no mancharse? ¿Habrá separado tajantemente su acción como acción religiosa, referida enteramente a Dios, de la acción política, referida al César? Es lo que debemos pasar a considerar.

Jesús y el poder de los pobres

En las respuestas al tentador, Jesús siempre recurre al Deuteronomio, el libro que concibe a la sociedad con la lógica del sistema de la deuda-don. El demonio le habla con la lógica de la acumulación. En las tentaciones, el tema central es el poder, que supone necesariamente riqueza, poder y prestigio (mammón, eksousía, dóksa). Jesús le responde con otra lógica, la del don o reparto.

En efecto, frente a la invitación a la demostración personal, individual de fuerza de convertir la piedra en pan, Jesús acude al poder de Dios: “El Hombre no vive solamente de pan” (Lc. 4, 4). Mateo Completa la frase del Deuteronomio: “Sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt. 4, 4).

El texto del Deuteronomio está ubicado en el contexto de la travesía del desierto, donde el pueblo fue probado en su fidelidad al sistema del don sintetizado en el Decálogo. Ésta es la frase en su contexto: “Cuiden de cumplir con los mandamientos que hoy les ordeno, para que puedan vivir y ser numerosos y conquistar la tierra que prometió Yavé con juramentos a sus padres. Acuérdate de todos los caminos por donde te ha conducido Yavé, tu Dios, en el desierto, por espacio de cuarenta años para probarte y humillarte y conocer lo que había en tu corazón: si ibas o no a guardar sus mandamientos. Y después de tus pruebas, cuando pasaste hambre te dio a comer maná, que ni tú ni tus padres habían conocido, para mostrarte que no sólo de pan vive el hombre, sino todo lo que sale de la boca de Dios es vida para el hombre” (Dt 8, 1-3).

El lugar de la tentación es el desierto. Ya sabemos el motivo. Es el lugar del caos. Allí habitan tanto el tentador como Dios. También el pueblo, durante su travesía, fue tentado; pero entonces por Yavé, para saber si era capaz de vivir de acuerdo con la lógica del don, o sea, de las diez palabras o decálogo. La abundancia no se crea mediante el acto individualista del Superhombre, sino con el cumplimiento del decálogo, mediante la mutua donación que es también donación del hombre a Dios y de Dios al hombre. El problema del hambre no se soluciona haciendo un milagro para satisfacer el hambre individual, ni, como se lo hará entender más tarde a los discípulos, llevando dinero para comprar pan – pues ello significa acumulación individual – sino siendo fieles a Dios, es decir a las diez palabras, al amor a Dios y al prójimo, o, en otros términos, compartiendo.

A las otras dos tentaciones, la de adorar al demonio para recibir el poder y la gloria de todos los reinos de la tierra, y la de arrojarse desde lo alto del Templo, para que todo el pueblo admire el poder de Jesús al caer a tierra sin el menor daño, Jesús responde con frases que pertenecen al capítulo sexto del Deuteronomio. El tema de este capítulo es la observancia del decálogo que fue formulado en el anterior, y especialmente el amor a Yavé. Allí se dice al pueblo: “Escucha, pues, Israel, guárdalos (a los mandamientos o palabras) y ponlos en práctica. Así te irá bien y te multiplicarás en esta tierra que mana leche y miel, como lo prometió Yavé, el Dios de tus padres” (Dt. 6, 3). Como se ve, la abundancia está ligada a la observancia de las diez palabras, o sea, a la práctica del don.

Luego, desde el versículo 10 al 19, el tema está centrado en el amor que se debe a Yavé, el único, con exclusión de todos los demás dioses. “Temerás a Yavé tu Dios, a él servirás e invocarás su nombre si debes hacer algún juramento. No vayas tras otros dioses… No pondrás a prueba a Yavé, como lo hiciste en el desierto. Guarda los preceptos, los mandamientos y las normas que te ha dado. Haz lo que es recto y bueno a los ojos de Yavé, para que seas feliz. Haz lo que es recto y llegues a tomar posesión de la espléndida tierra que prometió con juramento a tus padres, pues él destruirá delante de ti a tus enemigos” (Dt. 6, 13-14; 16-19).

Las tentaciones del demonio quieren sacar a Jesús de esta lógica del don, lógica comunitaria, según la cual los hombres deben vivir los unos para los otros, de acuerdo con las normas del berith. En este vivir de los unos para los otros, está el vivir para Yavé, el cual a su vez vive para la comunidad, para el pueblo. Todo esto es posible cumpliendo los mandamientos.

Jesús no ha de adorar un ídolo, el demonio que es aquí el poder y el prestigio, pues ello sería adorar a otros dioses frente al único Señor que solo puede ser Señor, paradójicamente en el espacio de la liberación que es mutuo don: no puede “tentar” a Dios queriendo utilizarlo para su beneficio personal, manipulándolo mágicamente. Jesús retoma la lógica del don a la que está prometida la “tierra que mana leche y miel”.

De esta manera él no renunció a todo poder, sino sólo al poder idolátrico, el de las clases dominantes, para optar por otro poder, el de Yavé, que solo se realiza en el seno del pueblo pobre, por cuanto Yavé, por medio del berith, sólo actúa por medio de su pueblo. Frente al poder que viene de arriba, el poder opresor que encierra en su diabólico circulo a quien lo toca, el poder que viene de abajo, poder liberador, el poder del amor de los oprimidos.

Es éste el poder del que hizo uso Moisés para liberar al pueblo hebreo. Él participa del poder de los opresores, pues pertenecía a la corte del faraón. Pero no pudo aprovechar esa situación para la liberación del pueblo oprimido. Para ello hubo de cambiar de lugar social, pasarse a los oprimidos. Allí encontró a Yavé y todo su poder liberador, con el cual pudo conducir al pueblo hasta las puertas de la tierra prometida.

Jesús expresó gráficamente este poder mediante la parábola del grano de mostaza: “Es semejante (el Reino de Dios) a una semilla de mostaza. Cuando se la siembra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra. Pero una vez sembrada crece y se hace más grande que todas las plantas del huerto. Entonces echa raíces tan grandes que los pájaros del cielo pueden refugiarse bajo su sombra” (Mc. 4, 31-34). El grano de mostaza, “la más pequeña de todas las semillas”, es la práctica del pobre. Ésta es la más pequeña de todas las practicas. Está completamente desprovista de poder, de prestigio y de riquezas. ¿Qué se puede hacer con ella? Jesús descubre que esta carencia es meramente aparente, es un espejismo que se padece desde los sectores de la riqueza y el privilegio: que en realidad la práctica del pobre es poderosa, rica y prestigiosa. Tan es así que se siembra y luego se transforma en la planta más grande. Es decir, toda la sociedad resulta transformada por la práctica del pobre.

Ello es así porque en esa práctica, que brota del amor entre los pobres, del don entre ellos y con Dios, está presente Dios y todo su poder. Este poder no tiene las apariencias del poder de los ricos, los que viven según la lógica de la acumulación, pero en realidad es muchísimo más efectivo, tan efectivo que creará abundancia para todos y sobrará.

La práctica del pobre “es semejante a la levadura que una mujer mezcla con tres partes de harina, hasta que toda la masa fermenta” (Mt. 13, 33) o como “la sal de la tierra” (Mt. 5, 13). La levadura, en la medida en que realiza su trabajo con eficacia, desaparece, pero impregna, transforma toda la masa; la sal desaparece, pero impregna completamente el alimento. De la misma manera la práctica del pobre no tiene el brillo, el prestigio, la dóksa de la práctica de los líderes de los sectores dominantes.  Es humilde, se realiza comunitariamente, de forma escondida, pero tiene la máxima eficacia. Todo es transformado por ella. El Reino de Dios comienza a ser una realidad.

El poder como Diaconía

Naturalmente que esto conlleva una nueva concepción del poder. Jesús la explicitará a sus discípulos momentos antes de la insurrección popular en la que la pondrá en práctica, según la narración de Marcos. Mateo le da el mismo encuadre (Mt. 20, 20-28), mientras que Lucas sitúa la explicación en el contexto de la Última Cena (Lc. 22, 24-30). De cualquier manera, el contexto en los tres sinópticos es el que precede inmediatamente a los acontecimientos que precipitarán la muerte de Jesús –Mateo y Marcos- o se sitúa en el corazón mismo de los acontecimientos –Lucas-. Son los momentos decisivos en los que lo que Jesús hace y dice adquiere una relevancia especial.

Según el evangelio de Marcos ya se ha producido la decisión de Jesús de salir de Galilea, después del reconocimiento por parte de Pedro de su mesianismo (Mc. 8, 29-30) e ir a Jerusalén a enfrentar al poder opresor en su mismo centro. Evidentemente se está viviendo entre los discípulos un clima afiebrado. Se presienten grandes acontecimientos. Entonces se adelantan los hijos de Zebedeo –Juan y Santiago- para pedirle a Jesús los primeros puestos en la instauración del Reino que sin duda se siente cercana (Mc. 10, 35-40). Al enterarse los demás discípulos se enfuerecen contra los dos que se les habían adelantado (Mc. 10,41).

Entonces interviene Jesús expresando estos conceptos fundamentales en torno al poder: “Los que son tenidos por jefes (árchein) de las naciones, se enseñorean (katakyriéuousin) de ellas; y los grandes de entre ellos, ejercen poder (katekyriéuousin) sobre ellas” (Mc. 10,42). Ahora vienen las recomendaciones para los discípulos: “No así pues, será entre ustedes; sino el que quiera ser grande, será servidor (diákonos) de los demás: y el que quiera ser el primero de ustedes, será el siervo (doúlos) de todos: porque aún el Hijo del Hombre no vino a ser servido (diakonethénai) sino a servir (diakonesai)” (Mc. 10, 43-45).

Se está hablando del poder. Los discípulos disputan sobre la manera de ejercerlo cuando se instaure el Reino que presienten cercano. Jesús va a contestar sobre el mismo tema, explicando cuándo el poder es del demonio opresor, y cuándo es de Dios liberador.

En primer lugar, el poder opresor. Los términos mediante los cuales lo caracteriza son gráficos: “jefes”, traducción de un término griego (arché) que significa, por una parte, principio, causa primera, fundamento, y por otra, mando, dominio, autoridad. Evidentemente aquí la palabra está tomada en este segundo significado. Los jefes, dice Jesús, “se enseñorean”, se hacen “señores” es decir, dominadores, y “ejercen el poder”, esto es, oprimen. El jefe se hace “señor” (kyrios), ejerce el poder (eksousía), lo que equivale a oprimir. Todo esto es condenable. Jesús lo condena. Después de la condenación viene la propuesta. El que quiera ser grande, primero, no se hará kyrios, sino doúlos –siervo-; no se hará arché sino diákonos –servidor-, de manera que no va a “enseñorearse” o a “ejercer el poder”, sino que va a “servir”.

Esto significa subvertir completamente los conceptos. Los antiguos conceptos de mando, dominio, señorío, son declarados odres viejos que deben ser tirados a la basura, y reemplazados por odres nuevos, cuales son los conceptos de servicio y diaconía. Entendidos estos conceptos en el contexto monista de los profetas, nunca pueden dar lugar a la monstruosa concepción dualista de dominar materialmente, efectivamente, para “servir” espiritualmente. Autoridades eclesiales embebidas de poder, prestigio y dinero pretenden ser “siervos”. Hasta los dictadores militares, asesinos y torturadores, tienen la pretensión de estar “al servicio” de los más altos intereses de la comunidad.

“El que quiera ser grande, será servidor (diákonos) de los demás: y el que quiera ser el primero de ustedes, será el siervo (doúlos) de todos: porque aún el Hijo del Hombre no vino a ser servido (diakonethénai) sino a servir (diakonesai)” (Mc. 10, 43-45)”

Insurrección popular y toma del Templo

El capítulo decimoprimero del evangelio de Marcos señala el final del camino que Jesús ha emprendido desde Galilea hacia Jerusalén, desde el momento del reconocimiento de su mesianismo por parte de Pedro (Mc. 8, 29-30). En las cercanías de Jerusalén se produjo la discusión sobre el poder que hemos comentado. A ella sigue la curación del ciego de Jericó (Mc. 18, 46-51), y luego viene el capítulo decimoprimero, con la entrada de Jesús en Jerusalén.

En Marcos 11, 1-3 se narran los preparativos clandestinos que ya hemos comentado, comparándolos con los de la cena. Todo se realiza según lo planeado (Mc. 11, 4-6), y, en consecuencia, “trajeron el asno a Jesús, le pusieron sus capas encima y Jesús montó en él. Muchos extendieron sus capas a lo largo del camino, y otros, ramas cortadas de los árboles. Tanto los que iban delante como los que seguían a Jesús gritaban ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito el Reino que viene de nuestro Padre David! ¡Hosanna en las alturas!” (Mc. 11, 7-10). Así entró Jesús en Jerusalén y se fue al templo, y después de revisarlo todo, siendo ya tarde, salió con los Doce para Betania” (Mc. 11, 11). Al día siguiente, al volver a Jerusalén, Jesús maldice a la higuera que no da frutos (Mc. 11, 12-14) y “llegaron a Jerusalén, y Jesús fue al templo. Ahí comenzó a echar fuera a los que se dedicaban a vender y comprar en el templo. Tiró al suelo las mesas de los que cambiaban dinero y los puestos de los vendedores de palomas, y no dejó que transportaran cosas por el templo. Y les hizo esta advertencia: “¿No dice Dios en la Escritura: Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones? Pero ustedes la han convertido en cueva de ladrones”” (Mc. 11, 15-17).

Los sacerdotes jefes y los escribas al saber esto, se preguntaron cómo lo matarían: porque le tenían miedo, pues toda la gente estaba admirada de su doctrina (Mc. 11, 18-19.).

Esta sucesión de escenas culmina con la constatación de que la higuera maldecida se ha secado (Mc. 11, 20-26).

Varios puntos de suma trascendencia se presentan a nuestro análisis:

El centro de todo este relato lo ocupa la insurrección popular, conocida comúnmente como “entrada triunfal en Jerusalén”. El clima insurreccional no es nuevo en Palestina. Se lo vive desde el siglo II a. de C. a partir de la ocupación griega realizada por Alejandro Magno, y especialmente a partir de Antíoco IV Epífanes (175-164 a. de C.), rey seléucida que pretendió hacer perder al pueblo judío su identidad, para lograr la homogeneización del imperio.

Los libros de los Macabeos narran la atmósfera de insurrección que vive el pueblo, atmósfera que se continúa en la época de la ocupación romana, a partir del 63 a. de C., cuando Pompeyo se apodera de Jerusalén. Se suceden los movimientos mesiánicos, cuyos actores principales son los zelotes, que culminarán con los alzamientos del 66 y de 131 d. de C. cuando Pompeyo se apodera de Jerusalén. Se suceden los movimientos mesiánicos, cuyos actores principales son los zelotes, que culminarán con los alzamientos del 66 y de 131 d. de c. y la total destrucción y dispersión del pueblo judío.

La insurrección nos coloca en un clima apocalíptico y esto tiene extraordinaria importancia. Más adelante desarrollaremos ampliamente las características del movimiento apocalíptico, pero es necesario desde ahora tener presente que, si en toda la práctica de Jesús dicho movimiento tiene mucha importancia, encontrándose íntimamente relacionado con el profético, en las escenas estamos comentando adquiere una relevancia de primer orden, tanto que, luego de las discusiones con las autoridades del pueblo judío, Jesús desarrollará ampliamente su concepción apocalíptica de la realidad.

Jesús lidera esta insurrección montando un asno. Esto adquiere una significancia particular. No significa que Jesús esté contra la violencia. Un movimiento apocalíptico que esté en contra del uso de la violencia es un contrasentido. El uso del asno y no del corcel alude directamente al ideal de la confederación, cuando los campesinos israelitas luchaban en asnos, y el jefe circunstancial también iba montado en un asno, en contra de los ejércitos monárquicos que iban en corceles, como vimos.

Es este mismo ideal que había sido evocado por el profeta Zacarías: “Salta llena de gozo, oh hijo de Sion. Lanza gritos de alegría, hija de Jerusalén. Pues viene tu rey hacia ti; él es santo y victorioso, humilde y va montado sobre un burro, sobre el hijo pequeño de una burra. Destruirá los carros de Efraim y los caballos de Jerusalén. Desaparecerá el arco con flechas y dictará la paz a las naciones. Extenderá su dominio desde el mediterráneo hasta el mar rojo y desde el Éufrates hasta el fin del mundo” (Zac. 9, 9-10).

Aparece claramente la contraposición entre el asno del rey y los carros y caballos de los enemigos. El asno, símbolo de los campesinos, los pobres; y los carros y caballos, símbolo de los ejércitos monárquicos. Los pobres, liderados por su rey, vencerán a los ejércitos de las monarquías, y “desaparecerá el arco con flechas”, se inaugurará la paz del reino mesiánico.

La confederación campesina es comunista. Es el comunismo el que se pone en marcha con la insurrección. En efecto, un poco más adelante, en el capítulo decimocuarto, Marcos relatará la cena, el reparto del pan entre los pobres.

Hemos visto que los preparativos de la insurrección fueron clandestinos. Pero no es éste el único signo de clandestinidad que nos presentan los textos que estamos analizando. Después de entrar en Jerusalén y en el templo, “salió con los Doce para Betania” (Mc. 11, 11). Ya hemos visto que Betania es uno de los lugares donde Jesús se esconde. Finalmente, después de echar a los mercaderes del templo, “al anochecer salió de la ciudad” (Mc. 11, 19).

De día Jesús no tiene miedo, se mueve con libertad, porque tiene el apoyo del pueblo enfervorizado que, acompañándolo, ha experimentado el triunfo sobre sus odiados enemigos y opresores, al apoderarse del templo y arrojar de allí a los mercaderes, el negocio de los sacerdotes. Marcos relate que los sacerdotes jefes y los escribas “le tenían mucho miedo, ya que su enseñanza producía un gran impacto entre la gente” (Mc. 11, 18).

El problema era de noche, cuando la gente se retiraba a descansar. En esos momentos Jesús toma precauciones, sale de la ciudad que se ha tornado insegura y recurre a algunos escondites que tiene preparados. La clandestinidad es el lugar fértil donde germinan los apocalipsis. Es el contexto en el que es necesario leer el apocalipsis del capítulo decimotercero, junto al contexto clandestino de la comunidad romana a quien va destinado.

La insurrección que Jesús lidera tiene todos los rasgos de una insurrección zelote, apareciendo Jesús como un líder zelote. En efecto, la multitud gritaba “¡Hosanna en las alturas!” (Mc. 12, 20). “¡Hosanna!” significa “¡Sálvanos!”. ¿De quién? Si luego se habla de la instauración del reino davídico, evidentemente el pueblo clama a Jesús que lo salve de sus opresores, los romanos, y todos sus aliados internos.

El sentido es completamente claro. Pero aparece todavía con más claridad si efectivamente la traducción correcta no es “¡Sálvanos en las alturas o en los cielos!” sino “¡Sálvanos de los romanos!”.
Otro grito de la multitud era: “¡Bendito (eugeménos) el que vine en nombre del Señor (Kyrios)” y “¡Bendito (eugeméne) el reino que viene de nuestro padre David!” (vv. 10-11). Ya conocemos el significado de la bendición. En este caso sobresale particularmente su significado político. La bendición es el augurio de victoria sobre el enemigo, el romano y sus aliados.

Jesús viene en nombre del único Kyrios, el único Señor, y viene para instaurar el reino davídico. No podemos menos de notar aquí una contradicción entre el asno que monta Jesús y el único Kyrios en cuyo nombre entra en Jerusalén y toma el templo, por una parte, y la alusión al comienzo o restauración del reino davídico, por la otra. El asno apunta a la confederación en la cual no existía el Estado, es decir, la monarquía davídica, que se estableció en contra de los ideales libertarios e igualitarios representados por la antigua confederación. ¿Cómo se explica esta contradicción? Su explicación no nos parece complicada si tenemos en cuenta que se trata fundamentalmente de un hecho político protagonizado por los zelotes. Evidentemente, la masa popular que sigue a Jesús está formada por elementos pobres, cuya expresión política más connotada era la de los zelotes. Por otra parte, los eslóganes que se agitaron: ¡Hosanna! ¡Bendito el Reino davídico que viene!, eran zelotes. Junto a estos estaba el grupo de Jesús. Este tiene un proyecto con características propias, distinto en varios aspectos del proyecto zelote. El proyecto de Jesús está simbolizado por el asno, el de los zelotes, por la aclamación del reino davídico. Ahora bien, en todo movimiento político en el que confluyen fuerzas que tienen una gran franja de intereses comunes frente a un enemigo común, es natural que se expresen los matices distintos de los proyectos de las distintas fuerzas. En este sentido debe destacarse cómo Jesús no se mantiene en una actitud purista intransigente a nivel ideológico. Lo importante por el momento es enfrentar al poder opresor movilizando a todos los sectores populares. Además, como veremos, Jesús irá perfilando su estrategia a medida que el proceso avance.

La maldición de la higuera que no frutos se produce en dos tiempos significativamente entrelazados con la toma del templo y la expulsión de los mercaderes. En efecto, Jesús la maldice –según el relato de Marcos- luego de la toma del templo al frente del pueblo, y el efecto de la maldición a los mercaderes. La expulsión de los mercaderes es la condenación de la religiosidad del templo con todo lo que ello significa – economía de acumulación, política de poder de las clases dominantes, religiosidad cultural, de la pureza-. Así como la higuera se secó después de la maldición, también acontecerá con el templo.

No caben dudas de que la higuera significa el templo. El texto subraya que “no era tiempo (kairos) de higos” (Mc. 11, 13), significando con ello que la maldición no está dirigida directamente a la higuera, sino a lo que ella representa, el templo. El que no da frutos es el templo. Los frutos que debiera dar son los de liberación del pueblo, realización de la comunidad de hermanos donde se reparta el pan, donde los hombres puedan amar los unos a los otros. En cambio de ello, sirve para legitimar la opresión y es su mismo centro, el lugar donde se guarda el tesoro que sale de las manos de los campesinos, el lugar donde los sacerdotes hacen sus negocios aprovechando el sentimiento religioso del pueblo.

Desde ese momento el templo ha sido condenado a la destrucción. Los sacerdotes jefes y los escribas lo supieron muy bien, por lo cual “buscaban como lo matarían” (Mc. 11, 18). El texto esta inmediatamente después de la expulsión de los mercaderes, e inmediatamente antes de la constatación del efecto de la maldición sobre la higuera.

Discusiones Ideológicas – políticas

En este contexto insurreccional, en presencia del pueblo enfervorizado por el triunfo sobre sus enemigos tradicionales se produce una acalorada discusión ideológica – política entre Jesús y representantes de los sectores dominantes. El evangelio de Marcos las distribuye a lo largo del capítulo decimoprimero, inmediatamente después de la expulsión de los mercaderes, y del capítulo decimosegundo. Las seguiremos en el orden en que las dispone el Evangelio.

Pero es menester, para interpretarlas correctamente, tener presente el contexto en el que se realizan y los objetivos que persiguen:

1. El contexto es el de un pueblo insurreccionado que se ha apoderado de la ciudad y del templo. La victoria que ha obtenido evidentemente no es decisiva, y los hechos lo probaran fehacientemente, pero en los momentos en que se produce la discusión se sienten vencedores, en situación de imponer condiciones. Las condiciones estarán teñidas por la exaltación que se vive en esos momentos.

2. El objetivo que persiguen tanto Jesús como sus enemigos es ganarse al pueblo, obtener su aprobación y la descalificación del adversario. Esto reviste importancia. Será necesario interpretar en cada intervención de Jesús el momento estrictamente político, dirigido a descalificar al adversario frente al pueblo, y el momento del mensaje, es decir, lo que Jesús quiere transmitir como fondo, como significado ultimo de su intervención.

En las intervenciones de Jesús siempre están presentes ambos momentos. Si se los tiene en cuenta, no se caerá en el error de dogmatizar lisa y llanamente sobre ellas. El pueblo, a su vez, interviene aprobando, desaprobando, aceptando, rechazando. Se vuelve a producir la actuación de los tres actores que hemos visto en el capítulo IV de la segunda parte.

Primera Escena: Legitimidad de la práctica de Jesús

Lo primero que entra en discusión es la legitimidad de la práctica de Jesús: “Se le acercaron los sacerdotes Jefes, los escribas y los ancianos” (Mc. 11, 27). Son los representantes de la totalidad de las clases dominantes, pues a todas ha dañado Jesús con su práctica.

La respuesta de Jesús contiene los dos momentos indicados, el político y el del mensaje, poniendo en primer lugar el político, pues se trataba de destruir el ataque que acababa de sufrir.

 En la pregunta – trampa que le hacen se supone que la legitimidad de la práctica de Jesús podía provenir de dos fuentes: o de la autorización recibida por parte de quienes podían autorizar en nombre de Dios, es decir, de parte de los componentes del Sanedrín –sacerdotes jefes, escribas y ancianos – o de una demostración de poder que hiciese Jesús para mostrar que actuaba en nombre de Dios.

Evidentemente a Jesús no lo podía haber autorizado el Sanedrín, pues su actuación dañaba sus intereses; ni podía recibir autorización mediante la demostración de un poder que pertenecía a la lógica de la dominación, como ya lo hemos examinado a propósito de las tentaciones y de la “señal del cielo” que le pedían los fariseos.

El trasfondo, o sea el mensaje, que contiene la respuesta de Jesús es que su práctica está legitimada por Dios y eso aparece con claridad en cuanto el Bautista lo anunció como envidado por Dios; pero como Dios está presente en el pueblo pobre, se lo otorgó mediante el poder que le dio el pueblo.

Sin embargo, Jesús trasmite el mensaje políticamente, reduciendo al silencio a sus enemigos: “Jesús les contestó: Les voy a preguntar una sola cosa. Si me contestan les diré con qué autoridad (eksousía) lo hago: ¿El bautismo de Juan era del cielo o de los hombres?” Ellos comentaban entre sí: si decimos “del cielo”, dirá: “¿Por qué, pues, no creen en él?” Pero, ¿Vamos a decir “de los hombres”? Tenían miedo de la gente. Todos en efecto pensaban que Juan era verdaderamente un profeta. Por eso respondieron a Jesús: “No Sabemos”, y Jesús les contesto: “Tampoco yo les digo con qué autoridad hago estas cosas” (Mc. 11, 29-33).

Subrayamos que los enemigos de Jesús “tenían miedo a la gente”, al pueblo presente. Jesús, políticamente, les planteó una cuestión que ellos no podían resolver satisfactoriamente para sus intereses, por miedo al pueblo presente, Jesús, aquí, no es ni el “alma bella” ni “el profeta del amor acósmico”, ni el “rey de otro mundo”, sino el hombre que emplea la astucia para no caer en la trampa de sus adversarios y para hacer caer a éstos en la suya.

Segunda Escena: Los viñadores asesinos (Mc. 12, 1-12)

Avanzando en la discusión, Jesús comparó a las autoridades de Israel con unos viñadores a los que el dueño les alquilo su viña. Ellos intentaron adueñarse de ésta y mataron a cuantos el verdadero dueño envió para cobrar la parte de los frutos que le correspondía. Finalmente, el dueño manda a su propio hijo, quien corre la misma suerte.

El relato – parábola – termina: “Díganme, ¿Qué hará entonces el señor (kyrios) de la viña? Vendrá, dará muerte a esos trabajadores y entregará la viña a otros. ¿No has leído el pasaje de la Escritura que dice: la piedra que los constructores desecharon llegó a ser la piedra principal del edificio –(literalmente: cabeza del ángulo)? De parte del Señor se hizo esto y es cosa maravillosa a nuestros ojos” (Mc. 12, 9 -12).

Las alusiones eran de una claridad meridiana. El viñador es Dios. La viña es el pueblo de Dios, como ya lo hemos visto al comentar el pasaje de Isaías (Is. 1 – 7; 27, 1 – 13), que ha sido confiado a las autoridades. Éstas, en lugar de considerarse simples delegadas para cuidar, cultivar, limpiar y regar la viña, se consideraron dueñas y la explotaron. En consecuencia, Dios castigará a los culpables y pasará la viña a otros. La bendición, con todo lo que ella significa, pasará a otras manos.

La alusión fue comprendida sin lugar a dudas. “Pretendieron apoderarse de él, pero tuvieron miedo de la gente: comprendieron, en efecto, que la parábola se refería a ellos. Y dejándolo se fueron” (Mc. 12, 12). Jesús gana la discusión. El pueblo amotinado está con él. Sus enemigos temen al pueblo.

Todavía debemos remarcar dos elementos de esta escena: por una parte, que los otros a los que aquí se refiere Jesús son sin duda los paganos. El evangelista tiene en cuenta la comunidad de Roma a la que se dirige. Por otra parte, la figura de la viña para expresar al pueblo prepara el terreno para interpretar la célebre escena del “tributo al César”.

Tercera escena: El tributo al César (Mc. 12, 13-L7)

Viene luego la célebre y tergiversada escena del impuesto al César. La reproduciremos tal cual la relata Marcos, porque toca un aspecto importante del mensaje de Jesús. Además, es la escena que clásicamente se cita para probar la separación de lo político con relación a lo religioso. Es menester no mezclar los asuntos que se refieren a Dios con los que se relacionan con la política. De esta manera, por ejemplo, se pretende condenar a los cristianos, y sobre todo a los sacerdotes, que toman un compromiso activo junto a las clases populares.

El relato dice así: “Enviaron donde Jesús a algunos fariseos junto con partidarios de Herodes. Esa gente venía con una pregunta que era una verdadera trampa. Y dijeron a Jesús: ¨Maestro, sabemos que eres sincero y no te preocupas de quien te oye, ni te dejas influenciar por él, sino que enseñas con franqueza el camino de Dios. Dinos, ¿Está permitido pagar el impuesto al César o no?¨ Pero Jesús, desenmascarándolos, les dijo: ¿Por qué me ponen trampas? Tráiganme una moneda para verla. Le mostraron un denario y Jesús les preguntó: ¿De quién es esta cara y lo que está escrito? Ellos le respondieron: Del César. Entonces Jesús les dijo: Lo que es del César, devuélvanselo al César y lo que es de Dios, a Dios. (Mc. 12, 13-17).

Para interpretar correctamente la escena es menester primero conocer la posición de los distintos sectores sociales frente al problema del impuesto, que era objeto de amplios debates en esa época en Palestina. En un extremo se ubicaban los zelotes, quienes en su estrategia de enfrentamiento al Imperio Romano incluían la negativa a pagar el impuesto. En el extremo contrario, los colaboracionistas en general – como herodianos, saduceos, sacerdotes- quienes propagaban que era necesario pagarlo. En el medio los fariseos, teóricamente pensaban que no había que pagarlo, pero en la práctica lo pagaban. Típico comportamiento de los sectores medios. Siempre incluimos a los fariseos entre las clases dominantes porque en la práctica su política dependía de la de aquellas.

Si nos fijamos bien en la respuesta que da Jesús a la pregunta tramposa que le dirigen los fariseos y herodianos, veremos que se centra en la imagen, en la cara del César. Siendo del César debe ser devuelta a él, es decir, debe ser arrojada fuera. En otras palabras, no hay que pagar el tributo. Rechazo abierto del impuesto y, en consecuencia, también de la ocupación.

Por otra parte, “lo que es de Dios, a Dios” ¿Qué es de Dios? La viña, el pueblo oprimido. Es necesario tener una práctica de acuerdo con la tradición profética, la del reparto del pan, la del óbolo de la viuda… y entonces el pueblo será de Dios. Jesús habla aquí del Dios de su práctica, el Dios de los vivos, del que tratará directamente en la próxima discusión. El Dios de la práctica de Jesús está diametralmente opuesto al César, el elemento central del poder económico opresor.

La pretendida separación entre Dios y política, entre lo religioso y lo político, no tiene ningún asidero en esta discutida frase de Jesús. De ninguna manera podría Jesús predicar una separación entre lo sagrado y lo profano, entre lo religioso y lo político, pues se inscribe plenamente en el ámbito de la tradición que, como sabemos, es monista.

Además, el contexto en el que se da la discusión coloca a Jesús en una posición totalmente contraria al dualismo de la interpretación tradicional. En efecto, Jesús viene de liderar insurrección política, de haber tomado el templo y arrojado violentamente a los mercaderes. Son hechos de denso contenido político. Poco después compartirá en una casa anónima, profana. Por otra parte, léase detenidamente no sólo el evangelio de Marcos, sino todos los demás evangelios, se verá a Jesús asumiendo un compromiso pleno, totalmente ajeno al contexto dualista de la religión.

Jesús y la Iglesia

Nuestra Iglesia Católica Romana y también otras iglesias cristianas pretenden y se supone que están dedicadas a la realización de proyecto del Cristo, Jesús de Nazaret. Veamos si esa pretensión se ajusta a la realidad. Como miembros de la Iglesia Católica tenemos derecho a enjuiciar esto. Además, la propia Iglesia se encuentra ahora en un proceso sinodal abierto al público, católico y no católico.

¿Aborda este Sínodo la cuestión de si la Iglesia está cumpliendo su misión? Parece que en lo que se refiere al principal punto de la misión de Jesús, lo hace sólo marginal y ambiguamente; sólo el punto 5 del cuestionario sinodal trata algo este tema, lo demás son preocupaciones de la Iglesia sobre sí misma y lo que le ocurre a ella como organización. En la documentación sinodal el término “Iglesia” aparece con mucha más frecuencia que el término “Jesús” o “Cristo”. Al proyecto de Jesús casi no le nombra como “Reino de Dios”; prefiere referirse a él como la misión de la Iglesia, y ese término de misión resulta ambiguo pues no especifica su contenido; unas pocas veces parece relacionarla con el “anuncio del Evangelio”.

Bien se ve que la Iglesia se preocupa de sí misma como organización y no por la realización de su misión. Es claro que sin cesar disminuye la práctica religiosa, amplios sectores de la población abandonan lo relacionado con las creencias religiosas, disminuyen las vocaciones sacerdotales y la recepción de los sacramentos… En otro tiempo había un culto religioso brillante y con mucha asistencia, una gran aceptación social de la Iglesia y sus jerarquías… o sea, una Iglesia de “cristiandad”. En tal situación, sin duda la Iglesia no cuestionaría su organización en un sínodo ni, quizá, tendría un papa como Francisco, y seguramente no hubiese tenido lugar un concilio como el Vaticano II. Pero tal tipo de iglesia triunfante no evoca el mensaje de Jesús de Nazaret. A tal iglesia de “cristiandad” pertenecen prácticas como las cruzadas y la Inquisición, que no se justifican con el Evangelio. Por eso interesa ver cuál es el proyecto de Jesús de Nazaret, que la Iglesia pretende encarnar.

Jesús convocó seguidores que a lo largo del tiempo se organizaron como “iglesias”. Se las puede reconocer como “cristianas” si sus obras se ajustan a la realización de la misión de Jesús. En el caso de la Iglesia Católica Romana hay datos y argumentos a favor y en contra de su denominación como “cristiana”. Se puede valorar positivamente su actuación en lo referente al mandato de anunciar el Evangelio. Nuestro conocimiento del Evangelio nos viene de la enseñanza que la Iglesia imparte. La actividad misionera de la Iglesia llevó el conocimiento de Jesús a todas las partes del mundo donde fue posible hacerlo. Y está también la acción asistencialista como la realizada por caritas, las pastorales diocesanas penitenciarias, y la de órdenes religiosas, como la fundada por la Madre Teresa de Calcuta, que se dedican a esa actividad caritativa, sobre todo en el ámbito de las misiones.

Menos encomiable es la respuesta eclesial a otro mandato del Maestro: Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean sobre ellas, y los que son grandes ejercen autoridad sobre ellas. Entre vosotros no ha de ser así. Más bien, cualquiera que anhele ser grande entre vosotros sea vuestro servidor; y el que anhele ser el primero entre vosotros, sea vuestro siervo. La historia de 20 siglos de la Iglesia fue una flagrante violación de ese mandato. La Iglesia creó jerarquías que ejercieron dominio y gozó de privilegios hasta la actualidad.        En la sociedad se tiene más derechos como ciudadanos que los que tiene en la Iglesia el laicado y el bajo clero. De hecho, en el actual Sínodo se da mucha importancia a la superación del clericalismo.

Pero veamos lo que ocurre con el principal punto de la misión de Jesús, el que define esa misión. Cuando se le preguntó a Jesús: ¿Tú, eres rey?, su respuesta fue: Tú lo dices, soy rey, para esto he nacido y para esto he venido al mundo. Jesús valoraba el amor al prójimo, las obras de misericordia. Pero esas obras, por sí mismas, no contribuyen a establecer en el mundo el Reino de Dios. No contribuyen a cambiar las estructuras económicas que generan la pobreza. El sistema social imperante está montado sobre la desigualdad, el dominio de los poderosos sobre los débiles. Desde la época de Jesús siguió habiendo guerras por las contradicciones generadas por intereses egoístas enfrentados. La Iglesia no sabe, ni puede, ni quiere poner fin a eso. Pero justamente eso es lo que Jesús quiere cambiar, y contribuir a ello es justamente lo que Jesús espera de sus seguidores.

Jesús fue perseguido hasta la muerte porque representaba una amenaza para el sistema de dominación. Ningún sistema de dominación persigue a nadie por hacer obras de caridad. Pero Jesús dejó claro que su proyecto del Reino de Dios entraba en confrontación, en contradicción con el sistema imperante. A sus discípulos les decía que se les perseguiría como a él y a los profetas que fueron antes. Si los dominadores persiguieron a los profetas y a Jesús es por que vieron en ellos, en su proyecto, una amenaza para el dominio que ejercían. Jesús presentó ese proyecto en la sinagoga de Nazaret. Eligió para leer el rollo de Isaías, y fue al siguiente texto: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado para anunciar la buena nueva a los pobres, vendar a los quebrantados de corazón, proclamar libertad a los cautivos y a los prisioneros, proclamar el Año de Gracia del Señor. El profeta que Jesús leía había sido condenado a muerte por un rey de Judá: se le introdujo en el tronco hueco de un árbol y se le aserró por la mitad. Había desafiado al sistema dominante. Y cuando Jesús, después de la lectura dijo: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros, estaba declarando la guerra al sistema dominante, se estaba insertando en la tradición profética, no institucional, y se declaraba dispuesto a cumplir el programa profético.

El “Año de Gracia del Señor” es lo que en otro lugar de la Escritura se denomina “Año jubilar”, en el que debían ser liberados los esclavos, ser canceladas las deudas, y las tierras confiscadas o hipotecadas debían ser devueltas a los dueños anteriores. Esta última medida significaba establecer entre las familias una igualdad que se suponía estableció Josué en el reparto tras la conquista de la Tierra Prometida. Quizá este hecho no sea histórico, pero simboliza la abolición del mercado que genera desigualdad. La doctrina del Año jubilar jamás se aplicó en el antiguo Israel. Quedó como una promesa que cumpliría el Mesías que habría de venir.

Pues bien, la Iglesia que se declara asamblea de los seguidores de Jesús no es profética, es institucional, como lo era también el antiguo Sanedrín. Tiene intereses y compromisos que la obligan a relacionarse cordialmente con las instituciones y reinos de este mundo. Nunca estuvo, ni está ahora, dispuesta a luchar por la igualdad de todos los seres humanos. Combatió a todos los movimientos, internos y externos a ella, que lucharon por ese objetivo; recordemos el caso de la Teología de la Liberación, y la hostilidad que la Iglesia manifestó en los últimos siglos hacia las fuerzas políticas de izquierda que en este tema están más cerca que ella del proyecto de Jesús.

Jesús, al definir a Dios como Padre de todos los hombres, estaba declarando que todos somos hermanos y por lo tanto iguales. Escandalosamente, el posicionamiento anti-igualitario de la Iglesia-institución defendiendo los sistemas de dominación tiene por finalidad instalarse en ellos, recibir sus prebendas; el caso de las inmatriculaciones en nuestro país es muy elocuente sobre esto.

Concluyendo, no nos sentimos autorizados a negarle a la Iglesia Católica su condición de asamblea de seguidores de Jesús de Nazaret, pero tenemos que declarar que, con su posicionamiento acerca del principal punto de la misión de Jesús, está defraudando al Maestro.

Editorial-Redes Cristianas

Desjudicializar la política, pero no del todo

Carta a Oriol Junqueras ante la reforma de los delitos de sedición y malversación

Junqueras

Hay unos límites más allá de los cuales la política no puede ser desjudicializada. ¿Por qué? Pues porque entonces la democracia dejaría de ser ese mal llamado “imperio de la ley” y se convertiría en “imperio del ego”

Lo malo de todo esto es que, mientras yo sostengo que la política necesita un mínimo de judicialización, el PP (porque sabe que tiene mayoría entre los jueces) se dedica a judicializarla del todo

Por José I. González Faus

Estimat germà Oriol:

Debo decir de entrada que tiene usted pleno derecho a ser independentista, como lo tienen varios catalanes, y como otros tienen derecho a no serlo. El problema en la política actual no está en los fines, sino en los medios y en aquel principio de ética elemental: que “el fin no justifica los medios”.

Añado a eso que, aunque he criticado otras veces a Pedro Sánchez, comparto todo lo que está haciendo por modificar las leyes de sedición y malversación, sobre todo la primera. Y no digo nada de esto pretendiendo tener razón yo, sino solo como presentación de mis modos de ver. Vamos ahora a lo que quería decirle.

La balanza de la justicia Tingey Injure Law Firm

1. Visto lo anterior, comprenderá usted también que compartamos aquella necesidad de “no judicializar la política”. Sí, de acuerdo. Pero no absolutamente: pues hay unos límites más allá de los cuales la política no puede ser desjudicializada. ¿Por qué? Pues porque, entonces, la democracia dejaría de ser ese mal llamado “imperio de la ley” y se convertiría en “imperio del ego”. Me explico:

Imperio de la ley significa solo que la última palabra en una democracia la tienen a veces no exactamente las leyes (que son algo abstracto), sino sus intérpretes, que son los jueces y pueden equivocarse. Dicho simplemente, pasa como en el fútbol, que la última palabra la tiene el árbitro, que es un simple ser humano como los demás futbolistas. Luego se procurará ayudar a los árbitros con el VAR (que dicen que no ayuda tanto) y a los jueces con eso de la “jurisprudencia acumulada” (que en España casi no tenemos porque nuestra democracia no tiene aún edad para eso). Pero en caso de conflicto, la última palabra la tienen ellos.

Conciencia moral y responsabilidad legal

Le pongo un ejemplo para ver si me doy a entender mejor. Usted afirma que, con lo del 1-O del 2017 no se cometió ningún delito. Yo creo, junto con otros muchos, que sí hubo delito. En una disensión así, la última palabra no podemos tenerla ni usted ni yo. Para eso están los jueces. Y si usted cree que no cometió ningún delito, eso es algo que salvaguarda totalmente su conciencia moral, pero no su responsabilidad legal, la cual va por otros caminos. Y fíjese que decimos “la última palabra”, no la palabra verdadera que, ojalá lo sea, y a eso aspiramos, pero contando con posibles errores que ojalá no se den, pero son el precio de la democracia.

Y debo reconocer que lo malo de todo esto es que, mientras yo sostengo que la política necesita un mínimo de judicialización, el PP (porque sabe que tiene mayoría entre los jueces) se dedica a judicializarla del todo. Ojalá encontremos, pues, alguna forma medible y concreta de marcar esos mínimos.

«España es simplemente el nombre de un país y creo sinceramente que los llamados patriotismos son la gran idolatría de un mundo sin dioses»

2. Otro ejemplo un poco distinto: recuerdo ahora que en el juicio del procés le oí proclamar por dos veces: “yo amo a España”. Me sorprendió porque yo a España no creo amarla, aunque me siento muy obligado a amar a todo ser humano que me encuentre en España, sea español, marroquí, catalán u hondureño… En cambio, España es simplemente el nombre de un país y creo sinceramente que los llamados patriotismos son la gran idolatría de un mundo sin dioses.

La verdadera patria

Mire usted las idolatrías patrióticas que hemos ido presenciando en este mundial de fútbol donde, al convertirse un simple juego en “amor patrio”, nos sentimos felices por la estupidez de una copa, olvidando la gran pregunta de Albert Camus: ¿tiene una persona derecho a ser feliz en un ciudad dominada por la peste?: la peste de Irán con sus mujeres víctimas y ese futbolista condenado a muerte, la peste de Ucrania y sus niños, la peste de todos los trabajadores de Qatar que hemos olvidado aceptando sin más este mundial… Como cristiano, debo decir que esos son mi verdadera patria.

Y desde aquí vuelvo a su declaración en el juicio del procés: aquella declaración de amor, en labios de un independentista, significaba una desidolatrización del patriotismo. Por eso pensé, al oírle aquello en el juicio: ¡qué bueno sería si eso se le oyera decir a usted (y no solo decir, sino mostrar) en situaciones ajenas a un juicio penal! Un independentista que demuestra amar a España: a ver si así aparecían también muchos hispanólatras que demuestran amar a Cataluña. Así empezaríamos a cumplir el primero y mayor imperativo de nuestros días: el de la convivencia y la fraternidad universal. Y los jueces harían mucha menos falta.

Este país se está convirtiendo hoy (al menos a niveles públicos) en una batalla de egos contra egos, que es una guerra de todos contra todos. España debería llamarse Egospaña y Catalunya debería llamarse Catalego

3. Creo que usted y yo somos creyentes cristianos. Y le digo esto no solo porque alude a Algo que nos une mucho más de lo que puedan separarnos las diferencias aquí expuestas. Se lo digo porque creo que España o el Estado, o como quiera usted llamarla, atraviesa hoy un momento en que tanto Jesús de Nazaret, como el Dios revelado en Él no son lo que más necesita porque le vienen un poco grandes. Lo que España necesita hoy es simplemente a Buda: pero el Buda verdadero, no el que algunos se hacen a medida y que temo que les evite una verdadera iluminación: el Buda que enseña la muerte del ego (no del yo, sino del ego, quede esto claro): porque este país se está convirtiendo hoy (al menos a niveles públicos) en una batalla de egos contra egos, que es una guerra de todos contra todos. España debería llamarse Egospaña y Catalunya debería llamarse Catalego. Por eso me gusta aplicar a Buda las palabras de Jesús sobre Juan Bautista: es el mayor de los nacidos de mujer.

Luego de eso mira uno con un poco de ternura a todos estos hermanos de un lado y de otro, y le salen aquellas otras palabras de Jesús: “si conocieras el don de Dios”…

4. En fin, amigo Oriol: ya me dicen que a veces divago mucho cuando me pongo a escribir: debe ser ese gusto de dejarse llevar por el viento. Pero comprendo que ahora hemos de volver a donde hemos empezado: en este lugar donde usted y yo estamos, es imprescindible desjudicializar la política. Pero toda reacción suele tener un límite y se estropea si se va al extremo opuesto: la política necesita un mínimo de jurisprudencia si de veras es algo referido a la polis y no al ego.

Me gustaría que esté usted de acuerdo en esto, aunque luego ambos deberemos lamentar el triste descrédito de nuestros jueces, que no consiguen evitar esa impresión de que son más paniaguados de los partidos que servidores de la ley. Esperemos ambos que algún día salgamos de esta…

Y hasta entonces, un abrazo.

Dimensión Socio transformadora:

“Expresar el pensamiento social de la Iglesia y ponerlo en obras”

Dimensión Socio transformadora

“La Doctrina Social de la Iglesia es un camino para hacer coherente nuestra vida con el mensaje evangélico, un estímulo a la acción, no un ejercicio intelectual”

“Trabajar en el acompañamiento de iniciativas de economía solidaria, o de lo que hoy llamamos Economías de Francisco, economías de lo social, economías de lo común”

“Cambiar la cultura en nuestros pueblos que sienten al migrante como alguien que viene a quitarle el lugar a uno”, entendiendo que van a “aportar su riqueza, su cultura, su capacidad de ir construyendo una sociedad más fraterna”

Por Luis Miguel Modino, corresponsal en Latinoamérica

Con motivo del primer aniversario de la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe, el Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (Celam), ha organizado una serie de encuentros para reflexionar sobre las diferentes dimensiones presentes en el texto “Hacia una Iglesia en salida a las periferias”.

Opción preferencial por los pobres

Este 30 de noviembre los debates se han centrado en la Dimensión Socio transformadora, queriendo envolver de modo especial a quienes desde la Iglesia han asumido la opción preferencial por los pobres: agentes y voluntarios de todas las redes de Cáritas, los integrantes de la red de migración, desplazamiento trata y refugio Red Clamor, pastorales urbanas y todos aquellos que acompañan y trabajan con las periferias.

Esta es la quinta de las seis dimensiones que nos propone el texto que servirá como orientaciones pastorales para los próximos años, como recordaba Mons. Jorge Lozano. El secretario general del Celam ha querido agradecer la tarea que los participantes del encuentro virtual y sus comunidades realizan en favor de los más pobres y que buscan tener en el continente situaciones de justicia, alentándoles a seguir juntos en el cuidado de los que más sufren.

No podemos olvidar que la Dimensión Socio transformadora es constitutiva de la manera como el mismo Jesús entiende su misión, que es la de “anunciar la Buena Nueva a los pobres”, porque las obras de caridad practicadas con los más vulnerables son identificadas con la caridad hecha al mismo Cristo. No se puede olvidar que la fe, sin obras de caridad, está muerta. Por eso, la Doctrina Social de la Iglesia llama a asumir que evangelizar es “hacer presente en el mundo al Reino de Dios”.

Ejercer el rol profético

Las seis dimensiones propuestas en el Texto, “nos llaman a ejercer el rol profético, que es parte de nuestro ministerio bautismal, para anunciar el Reino y denunciar todo aquello que atenta contra el Reino”, según Guillermo Sandoval, que lo ve como “expresar el pensamiento social de la Iglesia y ponerlo en obras”. Algo que sirve para “trabajar en el plano ecuménico, avanzar en lo interreligioso y, más ampliamente, junto a todas aquellas personas de buena voluntad”, lo que “requiere una buena formación, para aportar desde nuestra identidad”.

Para el director del Centro de Gestión del Conocimiento del Celam, “la Doctrina Social de la Iglesia es un camino para hacer coherente nuestra vida con el mensaje evangélico, un estímulo a la acción, no un ejercicio intelectual”. Desde ahí recordaba las palabras del obispo mártir, Juan Gerardi, de Guatemala, que decía que “la pastoral de la Iglesia es una sola, profética, litúrgica y social. Se divide sólo para efectos de estudio, pero son inseparables”.  Por eso la preocupación por la dimensión socio transformadora en los documentos conclusivos en todas las Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano y del Caribe y en la Asamblea Eclesial, insistiendo en que “es una necesidad o una obligación moral inseparable de la opción por los pobres”.

Sin miedo a entrar en política

Sandoval ha recordado que la Asamblea Eclesial propone tener presencia en los espacios donde se pueda influir en los cambios culturales, políticos, sociales, económicos y eclesiales. Afirmando que “la política, en particular, es una forma superior de la caridad”, la considera un espacio privilegiado para la acción del laico, y hacía ver que “no hay que tener miedo de entrar en ella si tenemos vocación”, reclamando en ese campo “una buena formación y un permanente acompañamiento”.

En relación con los derechos humanos, el director del Centro de Gestión del Conocimiento afirmó que un cristiano no puede quedar tranquilo ante su violación, ante la violencia contra mujeres, jóvenes, ancianos, pueblos originarios y afrodescendientes, víctimas de la pobreza. Ante esas realidades llama a ir más allá de la oración, a comprometerse “en la formación y estructuración de una cultura de paz, donde la persona y la justicia sean importantes”.

Economía solidaria y sustentable

Sobre la actuación en la economía y la política, donde hoy se juega el destino de los pueblos, llamó a “trabajar en el acompañamiento de iniciativas de economía solidaria, o de lo que hoy llamamos Economías de Francisco, economías de lo social, economías de lo común”. En ese sentido, dijo que “formas económicas solidarias y sustentables son también una tarea del cristiano, que buscan superar al neoliberalismo”. Del mismo modo, fortalecer las democracias, a “ensuciarnos los pies en el barro” para “ir a servir en la cosa pública”, recordando las palabras de Gaudium et Spes: “El cristiano que falta a sus obligaciones temporales, falta a sus deberes con el prójimo, falta, sobre todo, a sus obligaciones para con Dios y pone en peligro su eterna salvación”.

Otro elemento es el cuidado de las víctimas de injusticias sociales, algo inspirado en la parábola del Buen Samaritano, fundamento de Fratelli tutti. En este campo hay dos momentos, según Guillermo Sandoval: atender las urgencias, acoger a las víctimas, ser la Iglesia Hospital de Campaña. Con ella, “trabajamos en la atención de las consecuencias de las situaciones injustas”, citando “lo que ocurre con los migrantes y la trata de personas, la explotación de niñas, niños y adolescentes, los encarcelados, las víctimas de explotación económica, las víctimas de las distintas formas de violencia que a menudo son ocasionadas por el pecado estructural”.

Acogida y misericordia

La presencia de la Iglesia junto a los pueblos originarios y afrodescendientes, victimas de un trato desigual, también esté presente entre las dimensiones, así como la atención especial a los migrantes y refugiados, encarcelados y discapacitados. En este punto, Sandoval destacó el gran trabajo de la Red Clamor, coordinando el trabajo que la Iglesia realiza en la acogida a los hermanos migrantes expulsados de sus patrias por múltiples razones. Desde ahí llamó a “cambiar la cultura en nuestros pueblos que sienten al migrante como alguien que viene a quitarle el lugar a uno”, entendiendo que van a “aportar su riqueza, su cultura, su capacidad de ir construyendo una sociedad más fraterna”.

Finalmente, en el campo de la protección de la vida y de la familia, Guillermo Sandoval insistió en “cuidar la vida para poder regalarla, desde el momento de la concepción hasta la muerte natural”, llamando a evitar que se dañe la vida en todas las circunstancias y momentos. Todo ello para “avanzar a una sociedad de hermanos, donde nadie tenga que llegar a esas situaciones». Por eso llamó a tratar el tema de la familia con mucha verdad y mucha misericordia.