Vivir la Navidad

Navidad, tiempo para recobrar fuerzas espirituales

por Rafael Salomón 

  

Es tiempo familiar, nuestras actividades se detienen por unos días para cambiar su dinámica y pasar más días con los nuestros. Celebraremos y festejaremos el nacimiento de Jesús, son días en los que la rutina se detiene para dar paso a nuevas experiencias, tal vez reunirse con familiares y amigos o simplemente quedarse en pijama todo el día.

Comer a deshoras y desvelarse un poco más de lo habitual, cada quien lo vivirá de diferente manera. El frío en algunos lugares del mundo intensifica esta temporada, se antoja más un café, te o chocolate; para quienes somos padres de familia de pequeños, es un tiempo de formación espiritual, es la más grande oportunidad que tenemos para que en sus tiernos corazones puedan recibir el mensaje de esperanza, no dejemos pasar esta temporada.

En mi caso, mis hijos aún son pequeños, de manera que puedo ver el brillo de sus ojos por ser Navidad. Hemos encendido cada vela de Adviento y juntos rezamos, al final un breve comentario acerca de lo que vamos a celebrar, su asombro es fascinante, mi corazón recuerda por qué me gusta tanto esta temporada y es que mis padres me hablaron también de la Navidad y eso es maravilloso, porque ahora lo hago yo.

Sé que serán recuerdos únicos, bases que les permitirán conocer y profundizar más acerca de su fe, es importante acompañar a nuestros hijos en este caminar, entendiendo que en su crecimiento se enfrentarán a una gran cantidad de obstáculos y diferentes formas de ser y pensar, en este mundo donde a quien cree se le considera débil.

¡Ha nacido el Salvador!

Navidad, tiempo para recobrar fuerzas espirituales, dejar a un lado las prisas y preocupaciones, dedicarse a reflexionar la lectura de este tiempo litúrgico y comprendernos más amados en este mundo, hoy más que nunca nos debemos sentir amados por quien se hizo uno con nosotros, celebrar al Dios cercano. Navidad, momento para curar las heridas de nuestros corazones y vivir la vida pausadamente, entendiendo que, no por mucho hacer, se vive mejor.

“Hoy les ha nacido en la Ciudad de David el Salvador, el Mesías y Señor. Esto les servirá de señal: encontrarán un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. El ángel, en ese momento, se le juntó otra gran cantidad de ángeles, que alababan a Dios diciendo: ¡Gloria a Dios en lo alto y en la tierra paz a los hombres amados por él!”. San Lucas 2, 11-14

¡Alegrémonos! Nos ha nacido el Salvador, quien ilumina nuestras vidas en medio de la tiniebla, nada más sencillo y complejo como esto. Creamos con sinceridad y dejemos que la vida transcurra con lentitud en estos días, porque la aceleración con la que vivimos nos aleja de la capacidad de amar y de creer en este hermoso milagro, el Reino de Dios está aquí, el Reino es ahora, es posible creer en el Reino.

Cuando falta la salud

por Rafael Salomón

Apagar el despertador, abrir la ventana, levantarse y esas pequeñas cosas que parecen tan insignificantes, cuando estamos enfermos son casi imposibles de realizar. Un ligero dolor o una gripa hacen que esas cosas tan elementales, se conviertan en una acción de enormes dimensiones. La salud es un don que se debe valorar, cuando falta, la vida comienza a volverse lenta, con muy poco sentido y especialmente se debilita nuestra pasión por todo aquello que nos motiva; estar enfermo también es un acto de aceptación, poco se puede hacer.

La espera de una mejor salud es todo lo que se anhela, si la falta de salud va acompañada de dolor, la situación se complica y la desesperación se instala en nuestras vidas. Aún recuerdo las palabras de mi padre mientras sostenía con sus manos ese plástico blanco que habían introducido en su garganta, un proceso llamado traqueotomía permanente, se hace una abertura en la tráquea.

Entonces se inserta un tubo (cánula) en la tráquea a través de la abertura la persona respira usando la cánula. Nos decía: -Quiero que me quiten esto, es muy molesto. Lo que mi padre no sabía, era que ese tubo lo iba a acompañar por el resto de su vida. Tan solo imaginar esa sensación en su garganta me hace comprenderlo cada vez más en el dolor e incomodidad que sintió.

Sin embargo, eso nunca le restó ni fuerzas, ni ganas de vivir, mi padre luchó por su vida hasta el útimo momento y para expresarlo de la mejor manera, lo hizo hasta su útimo aliento. Así que, desde este espacio de reflexión, quiero invitarles a que seamos más empáticos con nuestros hermanos que están enfermos, quienes están buscando esa mejora en sus vidas o aquellos que desean sentirse bien; la enfermedad nos cambia los planes y prioridades, ajusta nuestros sueños y nos recuerda que somos vulnerables.

Una oración por los enfermos

Los hospitales me hacen reflexionar que muchas veces ahí comienza y termina la vida, es en un hospital donde se dictamina la sentencia: sano o enfermo, vida y muerte. La esperanza y la fe durante la enfermedad deben ser nuestros pilares esenciales para mejorar y así tener una actitud positiva frente a lo que nos espera, de ello puedo dar testimonio acerca de lo que mi padre tuvo que vivir, ya que cada respiración era difícil de hacer y de eso dependía su supervivencia.

Las pequeñas cosas que nos quita la enfermedad, son los grandes acontecimientos que hacen de nuestra existencia algo único y maravilloso; beber un té, tomar una ducha, saborear algún platillo, conversar con alguien, salir a caminar, orar. Todo lo anterior se vuelve tan complejo y se dificulta en ocasiones por la enfermedad, es una situación que nos impide disfrutar la sencillez de la vida.

Elevemos nuestra oración por quienes llevan mucho tiempo enfermos, por aquellos hermanos que aún no se han podido recuperar o ya no podrán hacerlo.

“Yo soy el Señor, que les devuelve la salud” Éxodo 15,26. Por eso podemos tener toda confianza cuando acudimos ante Él, para llevarle nuestras peticiones de salud física, emocional o espiritual. Seamos empáticos, tratando de entender ese proceso en el que se encuentran y dediquemos nuestra atención y paciencia, que un día, seremos nosotros quienes nos encontremos en esa situación.

El evangelio desde casa

por Rafael Salomón

En casa, en nuestra vida diaria, en el trabajo y en todo momento, así debería ser vivir el evangelio; sin embargo, parece que hay una diferencia entre lo que aprendemos en la iglesia y en lo que vivimos. Parece que lo aprendido y reflexionado se queda en ese santo lugar y no trasciende. Hay una enorme riqueza en cada enseñanza, pero por alguna razón nos cuesta llevarla a cabo, sin duda Dios puede hacer maravillas si sabemos vivir alegremente su Santo Evangelio en todas sus enseñanzas.

Es promesa divina que en este caminar encontraremos obstáculos en nuestra fe, se presentarán tentaciones y atractivos como el poder, las riquezas, el mundo nos ofrecerá eso que a veces anhelamos, rechazando nuestro crecimiento espiritual. Sin embargo, todo tiene sus consecuencias, si elegimos las tentaciones del mundo, lo más probable es que terminemos siendo esclavos del pecado y la muerte.

Quienes luchamos por vivir el mensaje, por tratar de darle sentido a las palabras de Jesucristo en nuestras vidas cotidianas, podemos expresar que experimentamos confianza, paz y amor, una certeza que no puede ser definida, tan solo se siente. Es una actitud poco entendida para quienes no comprenden lo que es servir de forma gratuita y gozarse en la fuerza de la luz de Jesucristo.

“No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree… Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá”. Romanos 1,16-17.

Formación espiritual desde los hogares

A lo mejor, ésta sea la causa de no vivir el evangelio en plenitud, porque nos avergüenza y los criterios del mundo nos “obligan” a ser de cierta manera y si no respondemos como se espera, estaremos aislados y para algunas personas no es algo que quieran probar en sus vidas. Vivir el evangelio es mucho más que ser valientes, diría que se trata de ser coherentes y sencillos, definitivamente algo que el mundo no promueve y tampoco invita a serlo.

La formación espiritual debe originarse y tener su mayor fuerza y profundidad en los hogares, desafortunadamente, en las habitaciones es donde estamos perdiendo a nuestros hijos, con largas horas en sus pantallas, aislados, entretenidos con sus contenidos y video juegos, cada vez nos vamos alejando de ellos y ellos de nosotros. Nos hemos relajado en muchos temas y uno de ellos es no ofrecerles a nuestros hijos la espiritualidad y riqueza que hay en el evangelio.

El fruto es todo aquello que ahora nos alarma y altera, una sociedad sin valores, sin estructuras, sin futuro, sin Dios ¿Esto es el progreso? Indudablemente estoy a favor de mejorar como humanidad, pero no puedo dejar pasar que vamos hacia un libertinaje donde las reglas y leyes elementales se ignoran. La vida y la naturaleza tienen sus propias bases y por el afán de transgredirlas hemos dejado de lado la belleza y enseñanza del evangelio. Buenas noticias en este mundo donde abunda la desesperanza y destrucción.

El reto de las comunidades cristianas en el mundo digital

por Rafael Salomón 

La comunidad más importante y de la que tenemos más información es de la de Jerusalén, en efecto, los discípulos más inmediatos de Jesús, tras la muerte del Maestro.
Muy pronto esta comunidad de Jerusalén se desdobló en dos. Había dos grupos entre los seguidores de Jesús: Los hebreos, de cultura semítica y habla aramea, y los helenistas, más helenizados que hablaban en griego.
En la Iglesia de Jerusalén encontramos muy pronto dos comunidades en comunión entre ellas, pero cultural y teológicamente diferenciadas. Debido a la necesidad de comunicación, se forman las comunidades, aquellas según los intereses de un grupo de personas, por ejemplo, las iglesias que impulsan a los creyentes de la religión católica y apostólica, forman una asociación para hacer devoción a los patronos que los lideraban.
Desde ese entonces las comunidades han pasado por cambios, transformaciones y evoluciones que hasta nuestros días nos dan la oportunidad de darnos cuenta que son comunidades vivas, donde los conflictos y diferencias, a veces impiden ponerse de acuerdo.
Una nueva forma de hacer comunidad
Un dato interesante de aquellas comunidades: El silencio que se impone a las mujeres (1Tm 2,12) entra en contradicción con Pablo, que les permitía profetizar en las asambleas comunitarias (1Cor 11, 2-16); en ese momento se introduce el comentario de 1Cor 14, 33b-35 (“las mujeres cállense en las asambleas…”).
En nuestros tiempos lo anterior resulta impensable y agresivo ¡Qué bueno que esto se ha modificado! Las comunidades cristianas han cambiado de acuerdo a los tiempos y costumbres. No cabe duda que estamos descubriendo una nueva forma de hacer comunidad, la que podríamos definir como comunidad virtual impulsada por la pandemia.
Presencia desde las pantallas, aprendizaje desde nuestros dispositivos y llegando a un alcance jamás imaginado, pero también con una enorme desventaja la cual no debemos dejar de observar: “Estamos viviendo en comunidades sin contacto, aisladas”.
Las comunidades cristianas evolucionan
Si bien es cierto, hay enormes ventajas, pero también domina lo impersonal, estamos todos en la red y nadie en la realidad. Así son las reuniones por Zoom, transmisiones de Facebook, congresos virtuales y demás modalidades.
Avances tecnológicos que reconocemos como progreso de la humanidad, pero esto también lleva sus pérdidas, porque nos estamos confinando, anclados a nuestras computadoras y dispositivos, solo moviendo los dedos, a veces ni eso, porque en algunos casos el teclado se activa automáticamente con el dictado.
Es una realidad: Misas “on line”, sacramentos a distancia, homilías en “podcast”, estamos entrando a las nuevas comunidades digitales, es inevitable, estaremos conectados, pero aislados.
Las comunidades cristianas evolucionan y adaptarnos dependerá de nuestra responsabilidad, creatividad y exigencia para nuestra fidelidad

Un nuevo aire a nuestra Iglesia

por Rafael Salomón 


  

Han pasado más de treinta años dedicando parte de mi vida a compartir el Evangelio, visitando comunidades, conociendo personas tan valiosas y llenas del Espíritu de Dios, han sido más de tres décadas de haber dicho sí. Soy un laico comprometido, una persona como cualquiera otra que descubrió un camino diferente y en el que me sigo sintiendo completo.


En este largo caminar como lo he mencionado, he conocido a seres humanos de una extraordinaria calidad humana, pero también he tenido la experiencia de estar con seres que no son felices, que tratan por todos los medios de impedir, obstaculizar y distorsionar los planes y proyectos para crecer en comunidad. Personas que tienen un problema para cada solución, nada les parece y todo lo critican de una manera cruel.

También están los que guardan silencio y a mi parecer son los que más daño hacen, los primeros toman una posición negativa, pero los que ignoran, los que callan para no tener problemas, los que solo toman partido cuando se ven beneficiados, esas personas son las que causan daños estructurales, así es, golpean fuertemente las estructuras humanas porque son quienes de manera sigilosa no permiten los cambios, hacen como que no está pasando nada.

Su inteligencia causa un daño irreparable, ignoran a sus semejantes y solo se manejan en esferas donde la toma de decisiones es real. Son laicos, como muchos de nosotros, pero sus verdaderas intenciones están en el poder, en el estatus, en todo menos en la humildad. Siempre están cerca de la jerarquía, nunca cerca de los que realmente necesitan, estos hermanos tienen grandes y brillantes ideas, siempre para su beneficio.

Necesitamos hacerlo así: juntos

No quiero que se malinterprete este comentario, solo estoy exponiendo lo que he visto y trato de poner en perspectiva una realidad. Por ejemplo, cuando se habla de una visita Papal, quienes dan los lineamientos de las condiciones y forma en que se llevará a cabo la visita es el propio Vaticano, pero quienes implementan, ajustan, organizan y autorizan son los laicos que están cerca de estas esferas.

Es ahí donde se evidencia lo que comento, los mejores lugares son para ellos y sus allegados, todo lo que acontece en torno a los eventos que no están en el protocolo son manejados por ellos, emplean sus criterios y benefician a sus conocidos, por ejemplo, en la selección del tema musical. Esto es solo un ejemplo del poder que pueden llegar a tener, sin duda es mucho.

Eso sí, pocas veces han dedicado tiempo a lo que realmente el Evangelio nos invita. Estos hermanos laicos muchas veces imponen sus criterios por encima de un beneficio general. En ocasiones depende de ellos, necesitan estar convencidos del trabajo pastoral, de lo contrario no habrá forma de que se lleve a cabo. Si vamos juntos como hermanos, necesitamos hacerlo así: juntos. Es lo que impulsa la sinodalidad.

En estos treinta años de Ministerio veo ciertos puntos en los que debemos trabajar para avanzar y darle este nuevo aire a nuestra Iglesia. Más cooperativa, menos jerarquizada, más incluyente con quienes somos laicos de a pie, por llamarnos de alguna manera a quienes no tenemos ni aspiramos al poder ni reconocimiento. “¿Quién es el más importante en el Reino de los Cielos?” San Mateo 18,1

La mujer en la Iglesia

La participación de la mujer en la Iglesia 

por Rafael Salomón 

Las hojas de los árboles comienzan a caer, el viento nos recuerda que ya tenemos un cambio de estación, el frío es otro indicio que el otoño ya está con nosotros. Es tiempo de cambio, así es la vida, siempre en constante movimiento y transformación. 
 Todo esto me hace pensar en la manera que algunas personas se resisten a los cambios, a las nuevas propuestas y es que la tradición es exactamente contraria al cambio. Entiendo lo importante y necesario de mantener vivas las bases de todo aquello que nos da identidad; sin embargo, creo que cambiar algunas cosas nos ayudaría a entender la vida desde otra óptica. 

La Iglesia y las mujeres, claro ejemplo de la tradición que ha permanecido y que lentamente va cambiando, eso lo estamos viendo con el Papado de Francisco. Están sucediendo cambios; algunos alentamos y otros muestran su desacuerdo, por la tradición y el negarse a tener esa apertura tan necesaria respecto a la presencia de las mujeres, no es nada sencillo cuando se trata de modificar o cambiar. 

Tratadas como lo hizo Jesús 

Nuevamente recurro a la metáfora del cambio de estación, la misma naturaleza nos muestra que requiere transformarse para dar paso a una nueva versión de ella misma. Me alegra que se estén dando pasos firmes en el tema de la presencia activa en la Iglesia católica, aunque para ser sinceros, se ha ido con gran lentitud, a veces pienso que hay ciertas trabas e intereses de gran peso. 

Jesús y las mujeres; ellas tuvieron un lugar especial, el cual se modificó históricamente hasta limitar sus funciones y responsabilidades. Tal vez sea criticado por mostrar mi apoyo para que las mujeres puedan participar activamente, para que haya un verdadero cambio y renovada actitud, soy consciente que estos cambios no se verán de forma inmediata, que tardarán tiempo en suceder ya que la tradición puede ser tan fuerte y hasta el impedimento para llevar a cabo estos cambios. 

Hoy quiero que mi voz se escuche a favor de la mujer en nuestra Iglesia, con participación real y verdadera, no de apariencia y dejando a un lado las responsabilidades que se le han dado, me refiero a un cambio sustancial y real, donde sean tratadas como lo hizo Jesús. La tradición indica cuáles serían los espacios que ellas deberían desempeñar y por muchos años las mujeres lo aceptaron con amor y es que las cosas deberían ser así. 

Una revalorización de las mujeres 

Estamos frente a estos tiempos de cambio, nuevos vientos están soplando y donde las mujeres recobrarán el lugar que Jesús les dio a sus discípulas, es mi sincera esperanza. Vivir un cambio, ver que ellas tengan similares responsabilidades. Sin duda el tema es controvertido, pero creo que ha llegado el momento de abrir nuestros criterios a una revalorización de las mujeres. 

No es competencia, no debe ser visto como lucha de poderes, ni menos un atentado a la tradición. Jesús no se equivocó en sus tiempos, las recibió en la misma forma que lo hizo con los hombres, juntos evangelizaron, mujeres, niños y hombres compartían la buena nueva, se apoyaban y crearon comunidades que son la base de lo que ahora conocemos como Iglesia. Jesús trató con afecto a las mujeres. 

Muestro mi sincero apoyo para la participación de la mujer aunque tal vez no me tocará verlo, pero me emociona saber que estos ajustes se encaminan hacia cambios por parte de nuestra jerarquía donde también los laicos estamos involucrados