Preocupación del SEDAC por el obispo Rolando Álvarez

Preocupa a la Iglesia el trato inhumano que pueda recibir el obispo Rolando Álvarez en prisión

El secretario general del Secretariado Episcopal de América Central aseguró que el gobierno de Daniel Ortega podría hacer sufrir al obispo de Matagalpa para hacerlo desistir de su postura y menguar su ánimo

El secretario general del Secretariado Episcopal de América Central (Sedac), el obispo de la diócesis de Danlí (Honduras), José Antonio Canales, manifestó su preocupación por el trato inhumano que pudiera estar recibiendo el obispo de Matagalpa (Nicaragua), Rolando Álvarez, en la cárcel.

El obispo Álvarez ha sido una de las voces más críticas del gobierno de Daniel Ortega, por lo que en agosto del año pasado fue aprehendido y, el pasado 11 de febrero la justicia de Nicaragua lo condenó a 26 años y cuatro meses de prisión tras negarse a subir a un avión para ser exiliado a los Estados Unidos. Se le acusa de delitos considerados “traición a la patria”, por lo que también se le ha despojado de la nacionalidad nicaragüense.

En entrevista con Vatican News, el obispo hondureño José Antonio Canales aseguró que el gobierno de Ortega ha golpeado precisamente a la Iglesia porque “no quieren oposición, no aceptan ninguna crítica, no aceptan ninguna voz que sea contraria a lo que él hace y dice”.

Sin embargo –dijo- la voz de la Iglesia católica es la única que el gobierno no ha podido callar, aunque la intención es tenerla “sumergida en el silencio”.

Tras lamentar la sentencia a 26 años de prisión para el obispo Rolando Álvarez, dijo: “en realidad fue un secuestro del obispo, y pues lo hemos sentido con mucho pesar en todo Centroamérica y, más nosotros aquí en Honduras y mi diócesis que es fronteriza con Nicaragua”.

Preocupación permanente

El obispo Canales expresó la preocupación del episcopado centroamericano y del mismo pueblo católico nicaragüense por el trato que pudiera estar recibiendo el obispo Rolando Álvarez en prisión, pues en días pasados trascendió que se le tenía en una celda de máxima seguridad conocida como ‘el infiernillo’.

Nos preocupa que “puedan darle un trato tan inhumano que lo hagan colapsar, y ya se lo había manifestado a mis hermanos obispos de las conferencias de Centroamérica, mi preocupación por el trato que pueda recibir el obispo y que en este momento que estoy hablando esté sufriendo para hacerlo desistir de su postura y menguar su ánimo, estoy muy preocupado”.

No obstante, hizo un llamado a la Iglesia en Nicaragua para “no desmayar, a mantener el ánimo en alto, y que la Iglesia pueda, aun con todas las dificultades y trabas que le han puesto estas autoridades, continuar adelante con su misión evangelizadora“.

Nicaragüenses huyen del régimen sandinista

Al referirse a una mayor presencia de migrantes nicaragüenses en Honduras, el obispo Canales comentó: “nosotros al principio recibíamos migrantes venezolanos, haitianos y cubanos que era la gran mayoría de los que cruzaban el territorio de nuestra diócesis de Danlí, y tristemente ya también se ha sumado un fuerte contingente nicaragüense, que, por cierto, era un país de Centroamérica que pocos migrantes emitía, pero ya con esta situación tan dura de persecución”.

En ese sentido destacó: “nosotros aquí pues ayudando a todos los migrantes que entran, independientemente de la nacionalidad, pero sí lamentablemente hemos visto que los nicaragüenses son ahora también otro fuerte contingente cruzando el territorio de nuestra diócesis”.

La dictadura de Daniel Ortega en Niaragua

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¿A qué esperan los obispos europeos para pasar de las palabras a los hechos y manifestarse ante las embajadas de Nicaragua en sus respectivos países? Y a los nuestros si les importa su hermano obispo ya tardan en hacer algo más que escritos y discursos. ¿No se les ocurre nada a las cabezas pensantes de nuestro episcopado para forzar su liberación y la de tantos disidentes? Promuevan una acción conjunta con el gobierno y la oposición para hacer algo, por favor.

Por José Luis Ferrando Lada

Eran tiempos de esperanza en toda Latinoamérica. El 17 de julio de 1979, el dictador Anastasio Somoza abandonó Nicaragua. La fuerzas sandinistas capitaneadas por Ortega habían terminado con una de las dictaduras más sangrientas. El aplauso por este acontecimiento era global.  El comandante guerrillero, Daniel Ortega, hablaba con sencillez, de la guerra en su país, de los sufrimientos de la gente. Lo veíamos en la televisión, planteando su estrategia, buscando el apoyo de la comunidad internacional, clamando contra la injusticia. Hablaba de la guerra, pero también de la imprescindible ayuda de los otros países de la región para lograr la caída de la dictadura de Somoza. Nos parecía un héroe convincente.

Pero, la primera vez que nos defraudó fue durante la visita de Juan Pablo II en 1983. El mismo Papa la calificó como “una noche oscura”. El Papa polaco llegaba a un país que estaba al borde de la guerra civil. En el aeropuerto había una pancarta que decía “Bienvenido a la Nicaragua libre gracias a Dios y a la revolución”. En Managua esperaban al Papa las autoridades de la Junta de Gobierno sandinista, entre quienes estaba el coordinador, Daniel Ortega, quien con su esposa Rosario Murillo lidera la actual dictadura de Nicaragua. En ese marco, Ortega pronunció un discurso favorable al régimen sandinista. En su discurso inaugural, San Juan Pablo II dijo que llegaba a Nicaragua “en nombre de Aquel que por amor dio su vida por la liberación y redención de todos los hombres, querría dar mi aporte para que cesen los sufrimientos de pueblos inocentes de esta área del mundo; para que acaben los conflictos sangrientos, el odio y las acusaciones estériles, dejando el espacio al genuino. En la crónica de aquel viaje quedó el gesto del Papa saludando a Ernesto Cardenal, sacerdote, que era ministro de cultura del régimen. Cuando se acercó a él se quitó la boina y dobló la rodilla para besarle el anillo. No permitió que se lo besara, y blandiendo el dedo como si fuera un bastón le dijo en tono de reproche: Usted debe regularizar su situación.

Cuentan que Juan Pablo II, estuvo a punto de eliminar Nicaragua de su viaje a Centroamérica, llegó a Managua tenso y visiblemente irritado. A partir de aquella escena, que dio la vuelta al mundo, toda la jornada estuvo cargada de tensión. El medio millón de personas llegadas de todo el país para asistir a la misa del Papa, con el viaje costeado por el Gobierno, tenía orden de aplaudirle durante la misa, dijera lo que dijera. Así empezó la ceremonia en una tarde que casi acabó en tragedia. En el altar improvisado estaban en pie los gerifaltes sandinistas junto a Daniel Ortega. La misa fue un claro ejemplo de manipulación política a todos los niveles. Juan Pablo II acabó la misa deprisa y corriendo. El arzobispo Miguel Obando lo llevó directamente al aeropuerto para volver a Roma. El chófer narró que el Papa estuvo mudo durante todo el trayecto.

Daniel Ortega ha iniciado su cuarto mandato consecutivo embebido de poder. Lo más parecido  a la dictadura somocista, Ahora, entre amenazas de sanciones internacionales, el líder sandinista sigue haciendo oídos sordos. El 7 de noviembre de 2021 había ganado unas elecciones sin garantías democráticas, observadores internacionales ni prensa foránea acreditada, y precedidas de una ola represiva que terminó con siete precandidatos retenidos y revocados de la carrera presidencial. Según los datos oficiales, Ortega obtuvo el 75% de los votos en una jornada con el 65% de participación, lejos de los números del observatorio nicaragüense independiente aunque algunos hablan de una abstención por encima del 81%.

Cuatro décadas después, sin embargo, se ha convertido en el nuevo Somoza que ahora oprime salvajemente a Nicaragua. Ahora, Ortega, actúa hacia adentro con absoluta impunidad y desvergüenza. y parece no importarle ni la opinión internacional, ni unas posibles sanciones. Parece increíble. Ha enviado a un grupo de disidentes a los Estados Unidos, les ha quitado la nacionalidad…,y en su país las cárceles están atiborradas de disidentes.

Entre ellos se encuentra el obispo de  Matagalpa, Rolando Alvarez, encarcelado en condiciones infrahumanas. ¿A qué esperan los obispos europeos para pasar de las palabras a los hechos y manifestarse ante las embajadas de Nicaragua en sus respectivos países? Y a los nuestros si les importa su hermano obispo ya tardan en hacer algo más que escritos y discursos. ¿No se les ocurre nada a las cabezas pensantes de nuestro episcopado para forzar su liberación y la de tantos disidentes? Promuevan una acción conjunta con el gobierno y la oposición para hacer algo, por favor.

No es posible consentir tanta prepotencia y desfachatez. Estamos ante una dictadura químicamente pura. Ningún líder debería de acercarse, ni recibirlo. Sanciones económicas no, que las paga el pueblo con su sufrimiento.

La cárcel como victoria

El Semanario Orientación de la Arquidiócesis de San Salvador me publica este domingo un artículo en el que reflexiono sobre el significado de la cárcel para Mons. Rolando Álvarez en Nicaragua

A principios del siglo III de nuestra era, en pleno tiempo de persecuciones romanas contra el cristianismo, un escritor del norte de África, cristiano convertido llamado Tertuliano, hoy considerado Padre de la Iglesia, decía que la cárcel era la casa del diablo. Y que los cristianos llevados a ella, habían sido llevados allí “para que vencieran en su casa al propio diablo”. Aunque la sentencia de cárcel injusta que le han impuesto a Mons. Rolando Álvarez en Nicaragua es claramente represiva, fruto de un gobierno de estilo dictatorial, incapaz de soportar la crítica a las violaciones de los Derechos Humanos, lo cierto es que la altura moral y el espíritu cristiano del obispo de Matagalpa ha dado un fuerte testimonio de honradez y valentía cristiana frente a la oferta de libertad y destierro que el régimen nicaragüense le ofrecía. Todas nuestras Iglesias centroamericanas se han solidarizado con él, así como otras de diferentes países y regiones. Muchos cristianos, que tal vez anteriormente no lo habían oído mencionar, rezan ahora por el obispo preso, conscientes de la injusticia cometida contra él. El régimen nicaragüense, ciego y colérico en su fracaso, ha expulsado ya de Nicaragua a varios religiosos que han mencionado la altura moral de Mons. Álvarez en sus iglesias.

“Felices ustedes cuando por causa mía los maldigan, los persigan y les levanten todo tipo de calumnias por mi causa”, decía Jesús en la última de las Bienaventuranzas (Mt 5, 11). Aunque la felicidad en la persecución no es fácil y, generalmente, al menos en esta vida, solo despierta felicidad cuando se ha superado, a los cristianos nos queda siempre como recurso la oración solidaria por quienes son perseguidos y la denuncia y defensa de quienes padecen injusticias. Mons. Álvarez nos ha dado ejemplo de la valentía del pastor que prefiere la cárcel a abandonar la tierra de sus ovejas. En algunos escritos se ha aplicado a Mons Romero un texto y reflexión de San Juan Crisóstomo, también Padre de la Iglesia. El texto dice: «En la guerra, caer el combatiente es la derrota; entre nosotros, eso es la victoria. Nosotros no vencemos jamás haciendo el mal, sino sufriéndolo. Y la victoria es justamente más brillante, pues sufriéndolo podemos más que quienes lo hacen. Con ello se demuestra que la victoria es de Dios, pues es una victoria contraria a la del mundo. Y esa es la mejor prueba de fortaleza». Ante el caso de Mons Álvarez los cristianos oramos por él para que Dios le dé la fortaleza que le permita vencer al mal, aunque tenga que sufrirlo en la cárcel.

Como personas de esperanza que somos los cristianos, estamos convencidos de que llegará el día en que Mons. Álvarez recuperará su libertad y la alegría inundará, especialmente a sus feligreses de Matagalpa. Hombre sencillo y cercano a los pobres de su diócesis, defensor de los derechos de los humildes, cumple ahora desde la cárcel la misión de ser “voz de los que no tienen voz” en Nicaragua. En tiempos de las persecuciones romanas, cuando había varios candidatos a obispo de una diócesis, se prefería siempre al que había sufrido cárcel o cualquier tipo de castigo por dar testimonio público de su fe. Mons. Álvarez ya es obispo y nos da ejemplo de fe y de valentía cristiana. Permanezcamos en oración por él y no dejemos que su ejemplo y su sufrimiento caiga en el olvido. Jesús, nuestro Señor y Maestro, tampoco quiso huir de sus perseguidores. Encontramos hoy la presencia del Señor en los cristianos que son perseguido por defender su fe y ser coherentes con su amor al prójimo herido y golpeado. La oración y la solidaridad son obligaciones nuestras para con todos ellos para que se muestre la victoria de nuestro Dios incluso en la cárcel.                              Por José M. Tojeira  

Estados Unidos exige a Nicaragua la «liberación inmediata» del obispo Rolando Álvarez

El obispo de Matagalpa, Rolando Álvarez

«Condenamos esta acción del Gobierno de Nicaragua e instamos a la liberación inmediata del obispo Álvarez», ha señalado el portavoz del Departamento de Estado estadounidense

Ned Price ha reiterado el llamamiento de la Administración Biden a «la liberación de las personas encarceladas en Nicaragua por ejercer sus libertades fundamentales»

Por | RD/Agencias

El Gobierno de Estados Unidos ha exigido la «liberación inmediata» del obispo nicaragüense Rolando Álvarez, después de que haya sido condenado a 26 años de prisión por la supuesta comisión de delitos de conspiración, propagación de noticias falsas, obstrucción de funciones y desacato a la autoridad.

«Condenamos esta acción del Gobierno de Nicaragua e instamos a la liberación inmediata del obispo Álvarez», ha señalado el portavoz del Departamento de Estado estadounidense, Ned Price, antes de reiterar el llamamiento de la Administración Biden a «la liberación de las personas encarceladas en Nicaragua por ejercer sus libertades fundamentales».

«Traidor a la patria»

Price ha indicado que las autoridades estadounidenses continúan «pidiendo al Gobierno nicaragüense que libere a quienes están retenidos por no hacer otra cosa que ejercer el derecho que es tan universal para ellos como para las personas de todo el mundo».

La Justicia de Nicaragua condenó el viernes, 10 de febrero, a 26 años de cárcel al obispo de Matagalpa, perdiendo su nacionalidad tras haber sido declarado «traidor de la patria», todo ello un día después de que 222 personas fueran deportadas de Nicaragua en un avión rumbo a Estados Unidos, dentro de una medida inédita, ya que habían sido acusadas de incitar supuestamente a la violencia y el terrorismo, así como de perpetrar acciones de «desestabilización económica», informa Europa Press.

«El exilio no es la panacea»

«Cuando hablamos a finales de la semana pasada sobre la llegada de 222 ex presos políticos de Nicaragua a Estados Unidos, dejamos muy claro que era un paso bienvenido, que era un paso constructivo, pero que de ninguna manera era una panacea para las muchas preocupaciones que tenemos con el régimen nicaragüense, incluida la represión y la opresión que sigue ejerciendo contra su propio pueblo», ha explicado el portavoz del Departamento de Estado.


«Con los 222 presos políticos que fueron liberados la semana pasada y a los que se permitió viajar a Estados Unidos, aún quedan muchos más presos políticos que permanecen en prisión», ha lamentado Price.

Obispos de Panamá y Costa Rica de solidarizan con Rolando Álvarez

Las conferencias episcopales de Costa Rica y Panamá rechazaron la condena al obispo de Matagalpa, a quien el gobierno ordenó cumplir 26 años en prisión

La Conferencia Episcopal de Costa Rica expresó su solidaridad con el obispo de Matagalpa, Rolando Álvarez, quien fue condenado a 26 años de prisión por la justicia nicaragüense, que lo halló culpable de delitos considerados traición a la patria.

Los obispos costarricenses, encabezados por el obispo de Ciudad Quesada, José Manuel Garita, rechazaron la condena, y manifestaron su “dolor ante cualquier acto de injusticia”.

Elevaron una plegaria confiando en “el Señor de la paz, para que prevalezca el diálogo y el respeto en beneficio de todos los habitantes de este hermano país, para que cesen las persecuciones e impere la justicia”.

“Nos duele y nos entristece”

En tanto, la Conferencia Episcopal Panameña, dirigida por su presidente, el obispo de Chitré, Rafael Valdivieso, expresó su solidaridad con el pueblo nicaragüense, en particular con el obispo Álvarez.

Los obispos panameños expresaron: “también nos duele y nos entristece la situación de aquellos hermanos que han sido deportados de su tierra natal hacia Estados Unidos”.

Se unieron a las palabras del papa Francisco de orar por todos los que sufren “en nuestra hermana Nicaragua, e invocar ‘la intercesión de la Inmaculada Virgen María, patrona de esa nación, para que abra el corazón de los líderes políticos y de todos los ciudadanos a la búsqueda sincera de la paz, que nace de la verdad, la justicia, la libertad y el amor y se logra mediante el ejercicio paciente del diálogo’”.

Por MIROSLAVA LÓPEZ

Ortega estrecha el cerco sobre la Iglesia católica de Nicaragua

Historia de Johnny Cajina

Religiosos y defensores de DD.HH. repudian el encarcelamiento de un obispo y denuncian las violaciones a la libertad religiosa y los constantes atropellos del régimen sandinista.

Monseñor Rolando Álvarez, el obispo de Matagalpa que fue sentenciado a más de 26 años de prisión por el régimen de Daniel Ortega bajo cargos de propagación de noticias falsas y menoscabo de la integridad nacional.© Maynor Valenzuela/REUTERS

La condena de 26 años de prisión a un obispo, y el destierro y despojo de la nacionalidad nicaragüense a un grupo de sacerdotes y laicos, medidas ordenadas por el régimen sandinista de Daniel Ortega, confirman el propósito de “destrucción y persecución institucionalizada” en contra de la Iglesia católica de Nicaragua, señalaron defensores de derechos humanos consultados por DW.

El obispo Rolando Álvarez, una de las voces más críticas contra Ortega y su esposa y vicepresidenta, Rosario Murillo, fue condenado sin mediar juicio por los mismos delitos que el régimen imputa a todos los opositores encarcelados: “Propagación de noticias falsas” y “conspiración para cometer menoscabo a la integridad nacional”, entre otros delitos adicionales.

Los colectivos nicaragüenses de derechos humanos coinciden en que el caso de monseñor Álvarez y del resto de laicos y sacerdotes apresados, acusados, condenados y desterrados, conservan el mismo patrón de ilegalidades y violaciones al debido proceso.

Álvarez fue apresado el 19 de agosto de 2022, tras 15 días de un férreo cerco policial en el Palacio Episcopal de Matagalpa, ciudad del norte de Nicaragua, de la que es obispo. El jueves 4 de agosto, un día despúes que los agentes bajo el mando directo de Ortega iniciaron el asedio, al obispo se lo vio desafiando el cerco policial, enfundado en su habitual sotana negra con botones rojos.

Obispo: «Miedo y de rodillas, solo ante Dios»

“Miedo y de rodillas, solo ante Dios”, exclamó Álvarez hincado en la acera de la Curia, ante los oficiales armados que lo vigilaban.

El juicio contra el obispo había sido programado para fines de marzo, y luego para el 15 de febrero de 2023. Sin embargo, el 9 de febrero, tras negarse a subir al avión en el que sería desterrado junto a otros 222 presos políticos, Álvarez fue enviado a la temida cárcel de La Modelo, al norte de la capital, y, horas más tarde, condenado a la pena más alta imputada a un opositor en los últimos años.

Ese mismo día, en cadena nacional de radio y televisión, por la noche, el propio Ortega, en medio de las risas de Murillo, se mofó del líder religioso y lo llamó “desquiciado”, “energúmeno” y “soberbio”, por no haber dejado imponerse el destierro.

En declaraciones a DW, la abogada Vilma Núñez, presidenta del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (CENIDH) condenó y rechazó “la condena injusta y sobre todo ilegal contra monseñor Álvarez” y el resto de religiosos.

Persecución institucionalizada

Para la reconocida defensora de derechos humanos, “esa condena viene a reafirmar el propósito de destrucción y la persecución institucionalizada en contra la Iglesia Católica” por parte de Ortega y Murillo.

 “Contra monseñor (Álvarez) este régimen despótico se ha ensañado de una manera perversa; debemos estar vigilantes a lo que le ocurra”, advirtió Núñez.

A través de un comunicado, el CENIDH expresó “estupor e indignación” tras conocer la condena contra el obispo, calificando el proceso legal como una “farsa judicial” en la que se le achacaron nuevos delitos: “Obstrucción de funciones agravada y desobediencia y desacato a la autoridad”.

“Tenemos información de que no ha habido ningún juicio en el presente caso. Tampoco la Fiscalía acusó ni se tramitó ninguna investigación ni audiencia inicial” por los nuevos delitos, denunció el CENIDH.

Una atrocidad jurídica

La sentencia también fue repudiada y calificada como una “atrocidad jurídica” por el Colectivo de Derechos Humanos Nicaragua Nunca Más, “por ser arbitraria e inconstitucional a través de un proceso judicial oculto, desconocido y nulo”.

El colectivo denunció la persecución contra la Iglesia católica, el asedio contra sacerdotes, el impedimento de las actividades religiosas y la intimidación a la feligresía por parte del régimen de Ortega. Nicaragua Nunca Más ya había advertido en 2022, sin precisar cifras, el exilio masivo de sacerdotes y seminaristas para evitar ser encarcelados alzar su voz contra la crisis política que atraviesa el país.

El abogado Yader Valdivia, miembro de ese colectivo en el exilio, aseguró a DW que Ortega ha violado continuamente el derecho a libertad de religión en Nicaragua desde 2018, a partir de la rebelión social que puso en jaque a su gobierno hace casi cinco años.

Pero esa violación, añade Valdivia, fue más directa en 2022 y se comienza a criminalizar y perseguir de forma directa a sacerdotes, tras una iniciativa de ley que se presenta en el parlamento -bajo control absoluto de Ortega- para investigar a líderes religiosos y acusarlos por el supuesto intento de golpe de estado omnipresente en el discurso oficialista.

Usurpan actividades religiosas

También se da en un contexto en el que hay atentados contra la Iglesia y se atacan símbolos religiosos, mientras las alcaldías controladas por el régimen también comienzan a asumir actividades que meramente le corresponden a la Iglesia, como las procesiones, y cuando no lo logran niega los permisos para realizar festividades religiosas en la vía pública, explicó Valdivia.

Pero las violaciones a la libertad de religión prosiguieron “con agresiones a los feligreses que intentan participar en las misas, la vigilancia (policial) a las misas y luego los arrestos ilegales de los sacerdotes, algunos de ellos acusados por delitos comunes, a quienes se le ha violentado el derecho a la defensa”, denunció el defensor de derechos humanos.

No obstante, Valdivia recordó a DW que el patrón de criminalización de los sacerdotes se inició en 2018, cuando la pareja presidencial de Nicaragua buscó a la Iglesia católica para mediar en la revuelta masiva. “Pero como la Iglesia no se parcializa con el régimen, Ortega y Murillo se molestan, lo toman como una traición y comienzan a perseguir a figuras como monseñor Silvio Báez”, añadió.

Los obispos y sacerdotes que han condenado desde entonces la represión de las protestas civiles y demandado el respeto a los derechos humanos en Nicaragua, han sido objeto de agresiones físicas por parte de simpatizantes sandinistas. Desde lo más alto del poder, Murillo los ha tildado de “terroristas” y “demonios”, y ha ordenado además la cancelación de licencias a oenegés, y al menos a siete radioemisoras y canales de televisión católicos.

La última voz por silenciar

Tras perseguir al periodismo independiente y a las organizaciones de la sociedad civil, la voz de la Iglesia católica era la única que a Ortega le faltaba silenciar. “Y es la voz que comienzan a criminalizar, dejando un claro mensaje que en Nicaragua nadie puede hablar en contra del gobierno”, resaltó Valdivia.

Contra la condena a monseñor Rolando Álvarez se han pronunciado el gobierno de Estados Unidos y las conferencias episcopales de España, Chile, Costa Rica, Guatemala, así como el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM). Este domingo, la embestida de Ortega contra la Iglesia católica resonó desde los balcones del Vaticano, donde el papa Francisco dedicó un minuto de su discurso para manifestar su “tristeza” y “preocupación” por la situación de Álvarez y de los sacerdotes desterrados junto a los más de 200 presos políticos, si bien no exigió la excarcelación del obispo rebelde.

Al norte de Nicaragua, en la vecina Honduras, el cardenal Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga comparó la condena contra Álvarez con la persecución que sufrieron los primeros cristianos. Y en alusión al gobierno de Ortega y Murillo sentenció: “La justicia no se puede vencer con la injusticia y vean las lecciones de la historia: no hay dictadores que hayan terminado bien».

La cruel represión contra la Iglesia Católica en Nicaragua

El obispo Rolando Álvarez, el 20 de mayo de 2020 en Managua

El obispo que resiste en Nicaragua: así planta cara Rolando Álvarez a Daniel Ortega

La condena a 26 años de cárcel al religioso, que se negó a subir al avión del destierro, es la última prueba de la obsesión del sandinismo con la Iglesia católica

IKER SEISDEDOS CARLOS S. MALDONADO

La obsesión con la Iglesia católica del presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, y de su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo, atravesó esta semana un punto, otro, de no retorno con la condena a Rolando Álvarez, obispo de la diócesis de Matagalpa (en el centro del país). El viernes le cayeron 26 años de cárcel. ¿Su delito? Negarse al destierro junto a los 222 presos políticos excarcelados el día anterior y enviados por sorpresa a Estados Unidos para, mientras volaban, administrarles el último castigo: quitarles la nacionalidad.

La sentencia, que siguió a un juicio exprés sin las garantías debidas, considera probados los cargos de “traición a la patria”, “menoscabo de la integridad nacional” y “propagación de noticias falsas”. Álvarez se negó a subir al avión del destierro con una frase para la historia: ”Que sean libres, yo pago la condena de ellos”. La sentencia lo ha convertido en el símbolo de la oposición interior que quedó en tierra en Nicaragua, así como de la resistencia de la Iglesia católica.

Según la información facilitada por el régimen, la oferta inicial a Washington, a cuyas autoridades el sandinismo ocultó sus planes de convertir en apátridas a los desterrados, incluía una lista de 228 personas. Cuatro, según dijo Ortega el jueves en un mensaje televisado al país, fueron rechazadas por las autoridades estadounidenses. Los otros dos (Álvarez y un preso sin identificar) se negaron a salir de Managua el jueves. En las cárceles del país quedan, según cálculos de las organizaciones disidentes al régimen de Ortega-Murillo, otros 39 reos de conciencia.

El mismo jueves, las autoridades nicaragüenses cambiaron el arresto domiciliario de monseñor Álvarez, de 56 años, que cumplía condena desde el pasado agosto en la casa de unos familiares en Managua, por su reclusión en la temible prisión de La Modelo, también en la capital. No es la primera vez que el obispo pasa por ese trance. Hombre de profunda fe en la resistencia, ya lo encarcelaron en los años ochenta por oponerse al servicio militar obligatorio que impusieron los sandinistas para hacer frente a la guerrilla de la Contra financiada por Estados Unidos. Entonces, era un muchacho de 16 años.

La suerte de Álvarez la han seguido estos días con preocupación los liberados desde el hotel cercano al aeropuerto internacional de Dulles, situado a unos 40 kilómetros de Washington, en el que el Departamento de Estado les da alojamiento hasta el domingo, mientras aclaran la situación, no exenta de trabas burocráticas, que les espera ahora. En uno de sus salones, dos sacerdotes, presos políticos hasta esta semana, oficiaron una misa católica el sábado por la noche en la que hubo un recuerdo para el obispo Matagalpa. Uno de ellos, Benito Enrique, párroco de la iglesia Santa Martha de Managua, dio con sus huesos en la cárcel por llamar en una misa “pareja de asesinos” a Ortega y Murillo.

“La Iglesia es el último baluarte de libertad. Ortega lo sabe, por eso quiere desestabilizarla, atacar su unidad”, afirmó este sábado otro de los curas excarcelados, que pidió hablar desde el anonimato para no comprometer la situación de los suyos que quedaron en Nicaragua. “[El sandinismo] busca minar la fortaleza de la Iglesia para quedarse, ahora sí, sin oposición interna”, afirma. El sacerdote aseguró que su detención es una “cruz” que demuestra el valor de los religiosos en su país al criticar al régimen, apoyar a quienes se manifestaron contra “la dictadura” y abrir las parroquias durante los días más duros de la represión. Álvarez, dice, es un ejemplo de esa valentía. “Ha seguido su papel profético hasta las últimas consecuencias. Es un hombre coherente con sus principios”, afirma.

La noticia de que este faltaba en el grupo no la pudieron confirmar los 222 desterrados hasta que no subieron al avión, después de que los sacaran de sus celdas en la madrugada del jueves sin más explicación. “Nosotros veníamos con varios curas de Matagalpa, y fueron ellos los que nos dijeron que monseñor tenía tomada la decisión de que no quería ser usado como una ficha de negociación”, explicó el viernes en el vestíbulo del hotel del destierro el político y empresario Juan Sebastián Chamorro. “Al no verlo a bordo, supimos que había sido fiel a su palabra. La reacción habla de la ridiculez de Ortega, que por un lado nos saca a nosotros y dice que con eso ya no tiene presos políticos, y, por otro lado, deja 39 encarcelados, y la toma con Álvarez mientras el mundo observa”.

“No se va a arrodillar”

La exguerrillera Dora María Téllez, símbolo de resistencia y de la perplejidad del viejo sandinismo ante las derivas autoritarias del antiguo camarada Ortega, había vaticinado por la mañana, antes de conocer la sentencia, que al presidente nicaragüense “le va a pasar lo que siempre le pasa”: “Él cree que te vas a arrodillar. Y Monseñor Álvarez no se va a arrodillar. Lo metan donde lo metan”.

La represión de los Ortega-Murillo ha sido especialmente cruel con la Iglesia católica. Un estudio de la investigadora Martha P. Molina Montenegro contabiliza 396 ataques entre abril de 2018 —cuando estallaron las protestas por la reforma del seguro social que acabaron con un grupo de estudiantes refugiados en la catedral de Managua, que resultó tiroteada— y octubre de 2022. Fuera de ese recuento queda, por tanto, la condena de esta semana de una jueza sandinista a seis religiosos católicos y un laico de la diócesis de Matagalpa tras un juicio político a puerta cerrada. Los detuvieron junto a Álvarez en agosto de 2022, cuando la policía irrumpió de madrugada en la casa diocesana que compartían.

El 44% de la población de Nicaragua afirma ser católica, y Ortega siempre ha tratado de sacar ventaja de la intensa relación de los nicaragüenses con la religión. Lo intentó acercándose, por un pérfido cálculo político, al cardenal Miguel Obando y Bravo, archienemigo en los años ochenta, cuando este fue depuesto como jefe de la Archidiócesis de Managua, la principal del país, por un agonizante Juan Pablo II. Su caída en desgracia fue la oportunidad de Ortega para acercase y atraer el favor de la Iglesia.

Obando se convirtió en su consejero espiritual, casó a Ortega y Murillo en la fe católica y aquel pidió perdón por los “errores del pasado”. Cuando Ortega regresó al poder en 2006, el cardenal formó parte activa en el Gobierno como dirigente de la Comisión de Paz y Reconciliación cuyas funciones en Nicaragua nunca estuvieron claras. Esa alianza benefició al exguerrillero, pero pronto se alzaron dentro de la Iglesia las voces críticas con el comandante. Tras la muerte de Obando, la relación Estado-Iglesia entró en franco deterioro, y Ortega comenzó a acosar a los obispos críticos. Su esposa buscó entonces el favor de los evangélicos, cuya presencia en Nicaragua crece imparable. El 30% de la población dice pertenecer a alguna denominación cristiana no católica.

“Sabemos que algunos funcionarios rompieron con el régimen de Ortega por esa persecución a la Iglesia, que habla, una vez más, de su aislamiento, de su pérdida de conexión con la realidad social”, explica el periodista Carlos Fernando Chamorro, exiliado en Costa Rica desde junio de 2021, a quien la noticia del destierro de los presos políticos, entre los que se cuentan dos hermanos y un primo, le sorprendió en Washington, donde el viernes tenía programada una charla en un laboratorio de análisis del centro de la capital estadounidense.

Dora María Téllez junto al periodista nicaragüense Carlos Fernando Chamorro, en Washington, eslips jueves pasado.Dora María Téllez junto al periodista nicaragüense Carlos Fernando Chamorro, en Washington, eslips jueves pasado.RR.SS.

“Se habla mucho de los tres errores que el sandinismo cometió en su primera encarnación: su enfrentamiento con el sector privado, su beligerancia con Estados Unidos y el hostigamiento al catolicismo. De esos errores, se dice, Ortega aprendió. La realidad demuestra que eso no es verdad. En el caso de la Iglesia, la persecución es ahora mucho más feroz: en los ochenta expulsaron al obispo Pablo Vega, ahora hay un obispo condenado a 26 años de cárcel, varios sacerdotes presos y ahora desterrados, y han prohibido hasta las procesiones religiosas”, continúa Chamorro.

Téllez considera que la salida de los presos políticos no calmará la represión contra aquellos que se oponen al régimen y también contra sus familiares, como demuestra la severidad de la condena a Álvarez. En el contingente llegado a Washington hay al menos cinco casos de excarcelados que apresaron cuando no encontraron a quienes iban buscando (madres, hermanos, sobrinos…).

El temor a las represalias de los que se quedaron allá hace que muchos, como el sacerdote, no se atrevan a hablar con la prensa o pidan hacerlo desde el anonimato, como un destacado exdiplomático, que ofrece su análisis sobre el futuro de la oposición, ahora que los 222 se fueron: “Muchos no saben qué hacer. Sienten ahora que no hay alternativas, pero debemos dar el mensaje de que hay que seguir luchando. Es cierto que las cosas están difíciles, que hay mucho miedo, hay que pensar en la reorganización política. La clandestinidad es la única opción. Tomará tiempo, pero hay un descontento enorme que hay que aprovechar”, explica.

En ese juicio coincide José Antonio Peraza, que formaba parte de un grupo de activistas e intelectuales que promovían reformas electorales en Nicaragua y estuvo preso 19 meses en las celdas de El Chipote, sometido a lo que él llama “torturas silenciosas”: incomunicado, sin la posibilidad de conversar con sus compañeros de cárcel o ver a su familia. Aunque Peraza ve un “régimen en descomposición”, también admite que la falta de una oposición o liderazgos críticos en Nicaragua benefician a Ortega.

“Él se siente triunfante porque ha eliminado toda oposición. En Nicaragua no hay ahora resistencia y creo que pasará un tiempo hasta que se formen nuevos liderazgos”. Con la oposición política descabezada desde 2021 y muchas de sus principales caras ahora en el exilio y desterradas, Peraza afirma que será difícil que se forme un nuevo movimiento opositor a corto plazo, pero advierte de que en la medida en que el régimen se radicaliza más, el descontento interno puede generar nuevos movimientos más contestatarios. “Estamos ahora en un impasse”, dice. “Ortega quiere sobrevivir a cualquier costo, pero no puede mantenerse eternamente con la represión”.

Parte del problema que tienen los desterrados para ofrecer un vaticinio sobre lo que depara el futuro de la resistencia interior a Ortega pasa por el hecho de que la gran mayoría han vivido incomunicados mientras cumplían sus penas, y tienen aún que restaurar los viejos canales de información. Todos empezaron el jueves con lo puesto y sin móvil su nueva vida, y ahora pasean por los pasillos del hotel con los terminales que les han facilitado y con los que, como el líder campesino Medardo Mairena, aún no acaban de entenderse. La mayoría tampoco se ha aprendido todavía el nuevo número. Por eso, los llevan apuntados en un adhesivo pegado al reverso del teléfono.

Condenado a 26 años de cárcel

Nicaragua: “Rolando Álvarez seguirá siendo una piedra en el zapato para Daniel Ortega”

El obispo hondureño José Antonio Canales y el obispo nicaragüense Silvio Báez se refirieron a la decisión del obispo de Matagalpa de quedarse en el país, aunque eso le cueste su libertad

Rolando Álvarez

Luego de que el obispo de Matagalpa, Rolando Álvarez, rechazara su libertad a cambio del exilio en los Estados Unidos, lo cual le costó ser enviado a prisión por el gobierno de Daniel Ortega, las reacciones no se han hecho esperar.

El obispo hondureño de Danlí, José Antonio Canales, aseguró que lo ocurrido este jueves 9 de febrero, reafirma su postura.

“Él quiere seguir siendo una figura que denuncia, una figura que está en el propio Nicaragua para decir ‘basta ya a tanta ignominia, a tanto atropello, a tanta falta de cumplimiento de la Declaración Universal de los Derechos Humanos’”.

Tal como informó Vida Nueva, Rolando Álvarez fue sacado del arraigo domiciliario la madrugada del 9 de febrero para dirigirlo al avión que lo llevaría a Estados Unidos, pero se negó a subir a la aeronave, por lo que fue trasladado a la prisión La Modelo, en la localidad de Tipitapa a las afueras de Managua.

De acuerdo con fuentes citadas por algunos medios de comunicación, Rolando Álvarez habría pronunciado estas palabras al negarse al exilio: “Que sean libres, yo pago la condena por ellos“.

En este sentido, el obispo Canales refirió que no es extraña la postura de Álvarez “porque es un hombre valiente, que tiene muy clara su postura. Para el régimen es y sigue siendo una piedra en el zapato. A estas alturas, están arrepentidos de esa madrugada en que lo capturaron”.

“Nunca debieron ser apresados”

Por su parte, el obispo auxiliar de Managua, autoexiliado en Miami, Silvio José Báez, opinó sobre la excarcelación de los 222 presos políticos que ahora se encuentran en los Estados Unidos: “desterrándolos, la dictadura de Nicaragua comete otro crimen, mostrando que son ellos quienes no merecen ser nicaragüenses”.

Báez se alegró “profundamente de que los presos políticos de Nicaragua estén fuera de la cárcel”, y agradeció a Dios por la libertad de quienes “nunca debieron ser apresados”.

El obispo, quien llegó a Estados Unidos desde 2019, actualmente es pastor de la parroquia de Santa Ágata, en la localidad de Sweetwater, en Miami, donde viven nicaragüenses y centroamericanos.

Por | MIROSLAVA LÓPEZ

El clero de Estelí pide liberación de Mons Álvarez

Sacerdotes de Nicaragua al gobierno de Daniel Ortega: “están persiguiendo a Cristo”

El clero de la diócesis de Estelí pide la liberación de su administrador apostólico, Rolando Álvarez, y hace un llamado al gobierno a la conversión y a dejar de “fastidiarles” la vida

Rolando Álvarez hincado
Mons Rolando Álvarez
  • El clero de la diócesis nicaragüense de Estelí, que comprende las parroquias de los departamentos de Estelí, Madriz y Nueva Segovia, acusó al gobierno de Daniel Ortega de crear “zozobra y desorden” con la retención ilegal de su administrador apostólico, el obispo Rolando Álvarez, quien desde el pasado 19 de agosto se encuentra en resguardo domiciliar en Managua.

En un comunicado dirigido al gobierno de Nicaragua, la diócesis hizo un recuento del asedio en contra de varios integrantes de la Iglesia católica: “contribuyeron al destierro de monseñor Silvio Báez, del padre Edwin Román; le han fastidiado la vida al padre Harvy Padilla; han encarcelado al padre Manuel de Jesús García, fabricándole delitos”.

“Además de la expulsión del nuncio apostólico y otras irregularides, encarcelaron a monseñor Leonardo Urbina, sin probarle ningún deltio; no dejaron regresar al país al padre Idiáquez; le tienen retenido el pasaporte a monseñor Silvio Fonseca y expulsaron a las hermanas de la Congregación de Santa Teresa de Calcuta“.

La agresión viene del gobierno

Para el clero de Estelí, “la incitación al odio y a la violencia” de la que se le acusa a Rolando Álvarez, la inició el propio gobierno cuando el presidente Daniel Ortega, en el acto oficial de la celebración del 19 de julio de 2018, acusó públicamente a algunos obispos de ser golpistas, terroristas.

Desde entonces –acusa– “son innumerables las veces en las que ustedes, que debieran dar el ejemplo de civismo y respeto, arrojan todo tipo de improperios, ofensas y difamaciones, ya no solo a los obispos, sino también a nosotros los sacerdotes”.

Han inyectado odio

En el texto se destaca que el gobierno acusa a la Iglesia de haber participado activamente en las protestas de 2018 “cuando bien saben que lo que hicimos fue una labor de mediación evitando muertes innecesarias; auxiliar a los heridos, proteger la vida de los hermanos nicaragüenses”.

Aseguran que desde entonces “han inyectado odio”, pero “el pueblo es noble y no se deja engañar, y toda esa campaña de difamación no ha calado en el corazón y la mente de nuestra gente buena y respetuosa de su fe cristiana, de sus servidores los obispos y los sacerdotes”.

Recordaron que la Palabra de Dios los empuja a ser profetas y defender los derechos humanos de las personas, así como a denunciar todo tipo de injusticias: “nosotros no secuestramos a las personas, no tenemos rehenes humanos, no fabricamos delitos para encarcelar a las personas. A nosotros nos duele la migración de nuestros paisanos, la desintegración de las familias”.

Persecución a la Iglesia

Para la diócesis de Estelí, si Dios concedió a Daniel Ortega la oportunidad de asumir nuevamente el gobierno fue para no repetir errores de la primera administración, “pero no solo los han repetido, sino que los han sobrepasado. Es realmente lamentable”.

En este contexto pidieron al gobierno que libere al obispo Álvarez, sacerdotes y laicos que fueron detenidos, pues fueron “encarcelados injustamente”; “les hacemos un llamado a la conversión y a dejar de fastidiarnos la vida, ¡déjennos trabajar en paz! Respeten la Constitución Política de la República. Hacen lo que les da la gana con las leyes, las manipulan, las crean por decreto para encarcelar ciudadanos”.

Finalmente, calificaron el actuar del gobierno como persecución a la Iglesia “por su misión profética, porque es la única capaz de denunciar sus constantes violaciones a los derechos humanos, olvidándose de que cuando persiguen a la Iglesia, en la persona de sus servidores los obispos, los sacerdotes, los laicos, es a Cristo mismo a quien persiguen”.