Jornada de la Sagrada Familia:

«La familia, cuna de la vocación al amor»

La Iglesia celebra el viernes 30 de diciembre la Jornada de la Sagrada Familia este año con el lema, «La familia, cuna de la vocación al amor»

Los obispos sitúan a la familia como lugar privilegiado de acogida y discernimiento de la vocación al amor

La Subcomisión Episcopal para la Familia y la Defensa de la Vida es la encargada de editar los materiales para este día, que incluye un folleto para orar en familia esta Navidad

(CEE).- La Iglesia celebra el viernes 30 de diciembre la Jornada de la Sagrada Familia este año con el lema, “La familia, cuna de la vocación al amor”. La Subcomisión Episcopal para la Familia y la Defensa de la Vida es la encargada de editar los materiales para este día, que incluye un folleto para orar en familia esta Navidad.

¿Qué dicen los obispos?

Los obispos sitúan a la familia como lugar privilegiado de acogida y discernimiento de la vocación al amor “en estos momentos en los que atravesamos un invierno vocacional” al sacerdocio, a la vida consagrada y al matrimonio cristiano. Ante esta situación, “no queremos instalarnos en una queja estéril que contempla pasivamente este ocaso de las vocaciones” porque “estamos convencidos de que la felicidad de cada persona pasa por el descubrimiento y vivencia en plenitud de la vocación que Dios ha soñado para ella desde toda la eternidad”.

Para descubrir esa vocación, entienden que es fundamental el papel de la familia en la formación de sus hijos y señalan que ninguna institución puede suplir su labor en la educación, «especialmente en lo que se refiere a la formación de la conciencia. Cualquier intromisión en este ámbito sagrado debe ser denunciada porque vulnera el derecho que tienen los padres de trasmitir a sus hijos una educación conforme a sus valores y creencias”.

Diez pautas a la luz de la exhortación Christus vivit

Así, y cogiendo como base la exhortación del papa Francisco Christus vivit, ofrecen diez pautas “para el discernimiento de la vocación y reflexionar sobre la educación en familia para facilitar a los hijos el proceso de discernimiento de la vocación”.

-La familia es el ámbito privilegiado para escuchar la llamada del Señor y para aprender a responderle con generosidad, porque –explican- “es el ámbito en que uno es amado por sí mismo, no por lo que produce o por lo que tiene”.

-Señalan como “un aspecto esencial“ la educación en la fe. En familia es donde mejor se aprende la relación con Jesucristo vivo, “el miembro más importante de la familia, a quien se consultan los temas importantes, se le confían todas las situaciones, a quien se le pide perdón cuando hemos fallado”. Por eso animan a rezar en familia y a participar en los sacramentos.

-Invitan a cuidar la formación en las virtudes “para que los llamados puedan dar su sí generoso al Señor y mantenerse fieles a este sí”. Entre estas virtudes, destacan la fortaleza, “para poder ir contracorriente frente a la sociedad del bienestar”. En esta formación se incluye “la afectividad y la sexualidad en el ámbito más amplio del amor verdadero”.

-Frente al zapping constante, navegar en dos o tres pantallas simultáneamente e interactuar al mismo tiempo en diferentes escenarios virtuales, exhortan a vivir la experiencia de encuentro con Cristo, “escuchar su Palabra y a reconocer su voz por medio del discernimiento”, abierto a la posibilidad de consagrarse a Dios en el sacerdocio o en la vida consagrada.

-También aconsejan a los padres tener muy presente en la formación de sus hijos que “no somos dueños del don sino sus administradores cuidadosos”.

-Los padres deben enseñar a sus hijos, precisan, “a reconocerse como don” y acompañarlos en el discernimiento, “pero no tomar las decisiones por ellos”.

-Una clave muy importante que debe tenerse presente es considerar la vida como ofrenda. Inculcar que “yo soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo”.

-Forjar a los hijos en la caridad es otra de las pautas que señalan los obispos porque “la familia no es una célula aislada en sí misma, a la que no importa lo que sucede alrededor. Esta dimensión caritativa empieza en la familia ampliada, cuidando especialmente a los abuelos y a los mayores, pero debe estar abierta a las necesidades de los demás”.

-Como no se puede amar lo que no se conoce, otra propuesta es fomentar el conocimiento de las diversas vocaciones e instaurar una cultura vocacional. Lamentan que familias cristianas “se opongan a la vocación de sus hijos al sacerdocio o a la vida consagrada o que les pidan que prioricen su futuro profesional, postergando la llamada del Señor”. En cuanto a la vocación al matrimonio, “no hay nada más estimulante para los hijos que ver a los propios padres vivir el matrimonio y la familia como una misión, con felicidad y paciencia, a pesar de las dificultades, los momentos tristes y las pruebas».

-Además, indican, como Iglesia, “tenemos la misión de acompañar a las familias que viven en nuestras comunidades”. Acercarse “a las familias que viven la marginación y la pobreza; tener muy presentes a las familias migrantes; no dejar a un lado a las familias que han sufrido la separación y el divorcio”.

Los obispos concluyen su mensaje pidiendo a la Sagrada Familia de Nazaret “impulso misionero para mostrar la belleza de la vocación del amor a la que todos y cada uno hemos sido llamados”

Fiesta de la Sagrada Familia

Sagrada Familia: ¿mujer sometida?

«En el Señor» quedan suprimidas las diferencias sexuales, sociales, raciales, culturales y nacionales. En el Señor no hay hombre ni mujer, ni esclavo ni libre, ni judío ni griego, ni bárbaro ni escita. En el Señor todos somos “uno”. Nos pertenecemos los unos a los otros.

Este año 2022, la fiesta litúrgica de la Sagrada Familia se celebra el 30 de diciembre. La segunda lectura de la liturgia dominical dice así: “Mujeres, sed sumisas a vuestros maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas”. Una pésima lectura de esta sorprendente afirmación para los oídos actuales: “mujeres, sed sumisas a vuestros maridos”, sería aislar estas palabras del conjunto de la frase, y entenderlas además sin tener en cuenta el contexto socio-histórico-cultural en el que se escribieron.

El autor de la carta a los colosenses habla de una sumisión “en el Señor”. Pues bien, en el Señor quedan suprimidas todas las diferencias sexuales, sociales, raciales, culturales y nacionales. En el Señor ya no hay hombre ni mujer, ni esclavo ni libre, ni judío ni griego, ni bárbaro ni escita. En el Señor todos somos “uno”. Y si somos uno es porque nos pertenecemos los unos a los otros. Si esto es así, el adjetivo “sumisión” no puede aplicarse en un solo sentido, sino en sentido mutuo: “sed sumisos los unos a los otros”, las mujeres a los maridos y los maridos a las mujeres.

En segundo lugar, después de aplicar el adjetivo sumisión a las mujeres, el autor de la carta indica imperativamente que los maridos deben amar a sus mujeres. El amor es mucho más difícil y exigente que la sumisión. El que se somete puede aborrecer a quién le somete; y siempre puede fingir y disimular. El amor no admite disimulos, supone decisión personal por parte del que ama, entrega al otro, deseo de bien hacia el amado, búsqueda de lo mejor para él aún a costa de la propia incomodidad. La sumisión crea siempre superioridades e inferioridades; el amor anula todas las diferencias, iguala al amante con el amado.

Entendida en el contexto de hoy, la palabra sumisión es totalmente incompatible con el amor. Por eso la frase de san Pablo debe entenderse en el contexto de una cultura machista y misógina, en la que se consideraba que las mujeres eran propiedad del marido. En este contexto socio-cultural, la exhortación del apóstol a los maridos para que amen a sus mujeres es totalmente revolucionaria, contra-cultural, rompedora. El apóstol empieza utilizando el lenguaje de la época, pero enseguida pone una apostilla que anula totalmente la perversidad del lenguaje: sumisas, quizás, pero “en el Señor”. Y tras la apostilla que anula la perversidad de la sumisión (tal como hoy la entendemos), viene lo revolucionario (siempre situándonos en el contexto del siglo primero): maridos, amad a vuestras mujeres.

La Biblia es histórica y utiliza, en ocasiones, imágenes propias de una época que hoy ya no resultan adecuadas ni significativas. Por eso, más allá del lenguaje, debemos quedarnos con el fondo del mensaje y no con sus expresiones mejorables: mujeres, maridos, hijas e hijos; lo que importa en una familia, en definitiva, es el amor mutuo, el respeto mutuo, la ayuda mutua. Mutuo, eso es lo decisivo en el evangelio de Jesús: amaos los unos a los otros. Unos a otros y otros a unos. Amor recíproco, ese es el amor cristiano en la familia y en todo tipo de relaciones humanas.