Un espacio para el silencio

Más Que Silencio: la otra forma de evangelizar de las dominicas

Las religiosas ofrecen un espacio para el silencio, el encuentro personal y la trascendencia en el centro de Madrid

En un luminoso edificio hexagonal de oficinas, en la madrileña calle Princesa, a pocos pasos del Palacio de Liria, entre el tráfico y el bullicio de los que van y los que vienen, hay un rincón en el que reina un profundo silencio. Es la sede del proyecto Más Que Silencio, una iniciativa que forma parte de las diferentes propuestas evangelizadoras que las dominicas de la Congregación Romana de Santo Domingo llevan adelante en España.


Es una forma especial de desarrollar el llamamiento carismático de la predicación desde la experiencia, sin decir ni una sola palabra. Esta iniciativa encajaría con lo que el marketing religioso presenta como un Punto de Acercamiento a la Fe (PAF).

El gran valor de este proyecto es, precisamente, ofrecer un espacio para el silencio, el encuentro personal y con la trascendencia, donde cada uno puede permanecer el tiempo que necesite. Un lugar que brinde la posibilidad de que cualquier persona que lo desee pueda contar con un espacio abierto de silencio, meditación y contemplación, para realizar sus búsquedas espirituales y personales.

Esta demanda, en medio de una sociedad llena de frenesí y de ruido continuo, llevó, hace ya 15 años, a dar forma a este proyecto que ha llegado a tanta gente a través del boca a boca de los participantes o de la página web. La necesidad es tan real, que las actividades que más se han consolidado durante este tiempo, como las propuestas de vivir una jornada de silencio, son un auténtico éxito de convocatoria.

Búsqueda de sentido

La religiosa dominica Elena Hernández Martín, coordinadora de este proyecto y que lo ha visto crecer en estos años, relata a Vida Nueva cómo surgió a partir de la “necesidad de experiencia espiritual y de una búsqueda de sentido de las personas, de hacer silencio y estar en paz consigo mismas en espacios más silenciosos que invitasen a la interioridad”.

Así, se fue configurando desde una sala en la que hacer experiencia de silencio y la posibilidad de acompañar procesos. De aquellas primeras propuestas surgió una nueva necesidad: educar para que el silencio fuera realmente un lugar en el que la persona pueda encontrarse a sí misma, redescubrirse o reinterpretarse y, desde ahí, tomar contacto con su dimensión profunda, con la trascendencia e incluso con Dios.

Por ello, Más Que Silencio es, sobre todo, un lugar cuidado de tal manera que se garanticen las condiciones externas para vivir interiormente el silencio en todas sus dimensiones; pero es también una oportunidad de aprendizaje por medio de la práctica meditativa guiada, para aquellos que no están habituados al silencio, a través de sesiones formativas, acompañamiento personal o retiros específicos.

Aprender con otras personas

Y es que, “cada uno de nosotros tenemos una capacidad de aprendizaje insospechado y, a veces, necesitamos a otras personas para aprender con ellas, también en el camino hacia el silencio”. Más allá de los itinerarios catequéticos o las actividades de las parroquias, esta es una oferta plural, ya que cada uno “en el silencio puede hacer su camino”, destaca la religiosa.

Tan plural es que, más allá de cursos y actividades específicas, quien acude al espacio lleva su ritmo, no realiza ningún tipo de inscripción previa y puede probar un tipo de meditación más corporal –una modalidad que busca la integración del propio cuerpo en el silencio y la oración– o la meditación clásica, en la que la persona está sentada, y que recoge muchos elementos de las tradiciones espirituales.

El objetivo conecta con la tradición de algunas religiones orientales, pero también con momentos genuinos de la historia de la espiritualidad cristiana. “Hemos rescatado técnicas de los Padres del Desierto, de meditación del corazón… junto a técnicas orientales que están muy desarrolladas, para que la gente pueda hacer ese silencio habitado y que, por lo menos, si no llegan a Dios –aunque la mayoría de los que acuden lo hacen con una gran búsqueda de Dios–, alcancen la profundidad de sí mismos”, explica la coordinadora.

Sábado Santo: en el silencio del mundo

 «Los mismos que condenaron a Jesús, quieren sepultar su Evangelio» «Que el silencio de este sábado santo, impuesto por un enemigo invisible, sea oportunidad para meditar sobre el rumbo que estamos dando a nuestras vidas, embarcados en un desarrollo técnico imparable y ciego»

11.04.2020 Jesús Espeja

El Evangelio: “Los sumos sacerdotes y los fariseos “fueron y aseguraron el sepulcro sellando la losa y poniendo guardia”. Los mismos que condenaron a Jesús, quieren sepultar su Evangelio. Con la losa sellada, ya solo queda el silencio. Después de celebrar la muerte de Jesús, según la liturgia se retira el Santísimo, se apagan toda las luces y solo queda un templo a oscuras, símbolizando una tierra donde Dios ha muerto. Hoy las calles de nuestras ciudades y pueblos, están vacías en el silencio del sábado santo. En este silencio valgan unos  puntos de meditación.

Silenciamiento del activismo. Cerrados en nuestras casas, tenemos la oportunidad de pensar en el ritmo acelerado de nuestra cotidaniedad para “hacer cosas”. eEn estos días ese activismo febril ha cesado y seguimos viviendo. Además tenemos tiempo para encontrarnos con nosotros mismos y relacionarnos de otra forma con nuestros amigos lejanos y con nuestros vecinos muchas veces ignorados.

Silenciamiento de la fiebre posesiva que centra nuestros afanes en ganar más y en consumir novedades sin apenas tiempo para digerirlas Esta situación de crisis, cuando nuestros sofisticados inventos caen por los suelos, pueden ser indicativo para interrogarnos: ¿qué sentido tiene mi vida?¿hacia dónde camino?¿estamos solos o podemos confiar en Alguien que salve tanto amor entregado y cure tanto sufrimiento inútil, que acompañe y dé fuerza cuando llega una calamidad? ¿ la última palabra sobre nuestra existencia es el amor, o la soledad de los muertos?

Finalmente silenciamiento de una pretensión ilusa: “ser como Dios”, dueños absolutos del mundo. Estamos viendo que cuando pretendemos manipular irreverentemente a la naturaleza, esa profanación se vuelve contra nosotros.

En muchos pasajes la Biblia se cuenta lo que tal vez nunca sucedió pero que está sucediendo continuamente. Sus relatos son como paradigmas que se concretan una y otra vez en la existencia humana. Pensemos por ejemplo en el relato bíblico del paraíso y del fracaso cuando el ser humano rompe con su Creador. La consecuencia es el fratricidio del perverso Caín que mata sin más a su hermano inocente; su presencia le estorba para vivir como dueño del mundo.

Resulta espeluznante, contrario a la vida y atentado contra dignidad de toda persona que los modernos tanto proclamamos, deshacernos de los niños incluso aún no nacidos o de los ancianos porque ya no rinden económicamente.

La obsesiva codicia nos lleva sin remedio a convertirnos en criminales. Hace ya más de cincuenta años, cuando el desarrollo económico y técnico ya eran deslumbrantes, el concilio Vaticano II avisó: “La Sagrada Escritura, con la que está de acuerdo la experiencia de los siglos, enseña a la familia humana que el progreso altamente beneficioso para el hombre también encierra, sin embargo, gran tentación, pues los individuos y las colectividades, subvertida la jerarquía de los valores y mezclado el bien con el mal, no miran más que a lo suyo, olvidando lo ajeno. Lo que hace que el mundo no sea ya ámbito de una auténtica fraternidad, mientras el poder acrecido de la humanidad está amenazando con destruir al propio género humano”. Años antes el teólogo francés, como introducción a su excelente libro “El drama del humanismo ateo”, escribió: “No es verdad que el hombre, aunque parezca decirlo algunas veces, no pueda organizar la tierra sin Dios; lo cierto es que, sin Dios, no puede, a fin de cuentas, más que organizarla contra el hombre”.

Que el silencio de este sábado santo, impuesto por un enemigo invisible, sea oportunidad para meditar sobre el rumbo que estamos dando a nuestras vidas, embarcados en un desarrollo técnico imparable y ciego