‘Llegaron de noche’: el cine resucita a los mártires de la UCA

Por | JOSÉ LUIS CELADA

Vida Nueva charla con el director de la película, Imanol Uribe, y con el guionista, Daniel Cebrián

Dice Jesús en el evangelio que “nada hay oculto que no haya de descubrirse, ni secreto que no haya de saberse y ponerse al descubierto” (Lc 8, 17). Aferrados a esa promesa divina, la Compañía de Jesús y el pueblo salvadoreño llevan más de tres décadas aguardando a que la justicia humana llegue hasta al final y arroje luz sobre uno de los episodios más trágicos en la historia de la orden fundada por Ignacio de Loyola y del pequeño país centroamericano, sumido por entonces en una fratricida guerra civil de doce años (1980-1992) que se cobraría 75.000 vidas y dejaría un número indeterminado de desaparecidos.

Se trata del asesinato, en la madrugada del 16 de noviembre de 1989, de seis jesuitas –los españoles Ignacio Ellacuría, Segundo Montes, Ignacio Martín-Baró, Amando López, Juan Ramón Moreno y el salvadoreño Joaquín López–, la cocinera de la comunidad, Julia Elba Ramos, y su hija Celina Ramos, en el campus de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) de San Salvador donde los religiosos residían e impartían clases.

El 5 de enero de 2022, la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) de El Salvador –que en 2020 dictó el cierre del proceso penal y “que no se investigue a los señalados como autores intelectuales de la masacre”– ordenaba que se reabriera el caso. Y el 11 de marzo, hace apenas un par de semanas, el titular del Juzgado Tercero de Paz de San Salvador, José Campos, emitía una orden de busca y captura contra el ex presidente Alfredo Cristiani (1989-1994), decretando su detención tras no comparecer en el juicio.

Caprichos (o no) del destino, lo cierto es que ahora, coincidiendo con estas esperanzadoras noticias, un poderoso vehículo de concienciación como el cine viene a sumarse a ese empeño por saber la verdad y rescatarla de las tinieblas de la impunidad. Lleva por título ‘Llegaron de noche’ –como los asesinos en aquella fatídica fecha– y desembarca en las salas el 25 de marzo, previo paso por el Festival de Málaga.

Al frente del proyecto figura el director Imanol Uribe, un vasco nacido en San Salvador que –aunque con 20 años menos– admite haber llevado “vidas paralelas” con Ignacio Ellacuría, aquel jesuita nacido en Portugalete que acabaría viviendo y muriendo en El Salvador. En distendida charla con Vida Nueva en la sede de la ONG jesuita Entreculturas, y acompañado por el guionista de su último trabajo, Daniel Cebrián, relata cómo pasó “por los sitios que él pasó”.

Y, aun cuando asume tener “una memoria espantosa”, recorre mentalmente su periplo educativo, vinculado siempre a la Compañía de Jesús: el Externado San José en El Salvador, los jesuitas de Indautxu en Bilbao, los jesuitas de Tudela, “donde también estuvo Ignacio Ellacuría”. Incluso, llegó a conocerle personalmente “en una charla que dio en Salamanca”.

Hechos que marcan

Ahora bien, más allá de ese pasado jesuita, Uribe reconoce que “el gusanillo del interés por su figura siempre ha estado ahí”. Como a tanta gente de su generación, le impactó “muchísimo” la matanza de El Salvador, “al nivel del asesinato de Carrero Blanco, de Kennedy o del 11-S: son hechos que marcan”. Y a Ellacuría –subraya– “le admiraba”. Todo ello “se conjura” como germen de su nueva película después de leer la novela Noviembre, de Jorge Galán.

En ella se habla de los jesuitas, de monseñor Romero… pero fue Lucía Barrera de Cerna, empleada de limpieza en la UCA y único testigo de la matanza que decidió declarar, quien reclamó su atención. “Solo se cuenta un poquito su vida”, desvela. Suficiente para que el veterano cineasta encontrara en ese personaje “el desencadenante desde el que hincarle el diente a la historia”: contaría lo vivido por esta mujer y, de paso, hablaría de la muerte de los jesuitas. “Como vehículo narrativo, me fascinaba la historia increíble de Lucía y su defensa de la verdad”, confiesa.

“Lo que es interesante es la historia de Lucía, su conflicto: tiene que optar entre contar la verdad o que la dejen vivir. Y opta por contar la verdad, aunque no la vayan a dejar vivir. Imanol lo vio enseguida; yo tardé en verlo más, pero había que justificar el sueldo”, secunda entre risas Cebrián, que ya ha colaborado con Uribe en anteriores producciones.

Enriquecedoras entrevistas

A partir de ese momento, como guionista, emprendió “una fase de documentación periodística” en la que leyó todo lo que pudo acerca de aquellos acontecimientos. Al principio, hablaron mucho con Jorge Galán, incluso pensaron en comprarle los derechos de su novela, pero “yo sabía ya demasiadas cosas como para hacer la película y, al final, todo terminó donde había empezado Imanol”.

Conocerían luego al padre José María Tojeira (encarnado en la cinta por Carmelo Gómez), provincial de los jesuitas en Centroamérica de 1988 a 1995, que “fue muy generoso con nosotros: grabamos bastantes horas de conversaciones con él en la UCA y ha colaborado desde el primer momento”, recuerda agradecido Uribe. Y a Lucía (Juana Acosta), que resultó “esencial”, y a su marido (Juan Carlos Martínez).

Y es que, tras entrevistarse con este matrimonio salvadoreño, “solo queríamos contar ya la historia de Lucía, que era la idea original de Imanol desde nuestra primera conversación”. De hecho, inicialmente iba a llamarse La mirada de Lucía, pero la premonición de Ellacuría sobre la autoría de su propia muerte (aquí puesta en boca del actor que se mete en su piel, Karra Elejalde) les brindó el título definitivo: “Si me matan de día sabrán que ha sido la guerrilla, pero si llegan de noche serán los militares los que me maten”.

Entrelazar la realidad

Así que, después de encontrarse con unos y con otros, “no hubo que inventarse nada, sino entrelazar la realidad que había”, asegura Uribe. A lo sumo, “fundir” en algún personaje acciones o diálogos de otros. Como es el caso del propio padre Tojeira, que “tuvo mucho protagonismo –apostilla Cebrián–, aunque había más sacerdotes jesuitas adscritos a la universidad que estaban por allí”. “El resto –reitera Uribe– ha sido articular y guionizar la historia, porque la realidad estaba ahí”. Y ese “resto”, fundamentalmente, es la historia de Lucía.

Ella es “la puerta de entrada”, según Cebrián, porque “¡es tan absurda la muerte de los padres!… que hacer una película sobre eso tiene poco interés, más allá de la tragedia que supone”. “Sería contar una historia que todos conocen”, asiente Uribe. “Es una atrocidad sin sentido desde el punto de vista humano –prosigue Cebrián–, a nadie le puede parecer bien aquello, no hay un conflicto. Cuando lees todo en su contexto, es muy fácil seguir la línea que conduce de finales de 1989 al fin del conflicto: aquella matanza aceleró la paz, no el triunfo de la guerrilla; al menos, la capitulación del Gobierno en muchos aspectos”.

Aniversario Mártires UCA


Homilía del P. Tojeira el 16 de Nov. en recuerdo de nuestros mártires.

Las lecturas elegidas para esta eucaristía son las mismas que corresponden a la misa dedicada a los mártires jesuitas del Paraguay del siglo XVII. Nos ofrecen suficientes elementos para recordar a los 8 mártires de la UCA y reflexionar sobre lo que su muerte nos continúa diciendo en la actualidad. La primer lectura nos habla de ser luz para los demás, y la segunda del odio que la luz despierta en quienes tienen propósitos oscuros. Comenzamos con lo que hemos escuchado en el Evangelio de Juan: decía entre otras cosas que “Si el mundo los odia, sepan que primero me odió a mí… ( y que) llegará un tiempo en que el que los mate pensará que está dando culto a Dios”. Hablaba el evangelista del odio como “aversión hacia alguien cuyo mal se desea”. Y ya sabemos hacia dónde y hacia qué resultados llevó el odio en nuestra guerra civil, y no solo con el asesinato colectivo en la UCA. Las masacres, el abuso y el mal trato a los débiles, la tortura y la muerte fueron numerosas y constantes durante once años. Pero ese odio anémico y estéril nunca da a quienes lo practican el resultado que ellos esperan. Creer que causando dolor o muerte se puede arreglar el pasado, el presente o el futuro, no es más que un pensamiento mágico e irracional, que nos distrae siempre de planificar el futuro desde la solidaridad y el respeto a la dignidad humana. El odio nunca entraña soluciones permanentes. En la tradición cristiana se solía decir que la sangre de los mártires era como una semilla de vida. Incluso alguno de los paganos indiferentes de su tiempo, asesinado posteriormente por su fe cristiana, solía decir que se había convertido al cristianismo al ver cómo los cristianos caminaban valientemente a la muerte sin traicionar su fe. El odio, estéril para quienes lo practican, al cebarse en el sacrificio martirial de la gente buena, se convierte en semilla de futuro para quienes resisten en el deseo de un mundo más humano y más fraterno.

Hoy, cuando el odio, que nunca dejó de existir en nuestro país tras la guerra, vuelve a crecer, el miedo no debe hacer presa de nosotros. El poder tiende con demasiada frecuencia a odiar la verdad que le perjudica y a montar narrativas y discursos que la sustituyan. Presenta acciones y promesas en las que lo falso se entremezcla con la verdad, con el fin de confundir a muchos y entusiasmar a sus adeptos. Pero como decían los santos de antaño, la verdad está desnuda. Como desnudo estaba Jesús en la cruz, solamente revestido de su amor y su entrega a todos. No hay, en ese sentido, sustituto adecuado para la verdad de la entrega y el servicio. Resistir en la verdad, en el pensamiento racional, en la defensa de los pobres y de sus derechos, siempre será el camino estrecho que acerca a la verdad y hace presente el Reinado de Dios en la tierra. En el Salvador, afortunadamente, tenemos un pueblo creyente, esperanzado y resiliente, que ha superado enormes pruebas a lo largo de su historia, algunas de ellas bastante peores que las del presente. Un pueblo que mantiene la memoria del pasado como fuente de identidad. Frente a las tendencias autoritarias que tratan de presentarse como una absoluta novedad, parcialmente endiosada e impidiendo que el pasado doloroso arroje luz sobre el futuro, nuestra gente quiere justicia y fraternidad, con líderes humildes, que sepan aceptar sus errores y mantener el diálogo con todos. No en vano nos consideramos todos hijos e hijas de San Romero de América.

Quienes odian, en realidad vagan en la oscuridad, aunque pretendan, como diría San Ignacio, y por cierto también el Quijote, presentar sus obras o sus liderazgos con la apariencia y el disfraz de ángeles de luz. Y aunque confundan a muchos, en el mediano y largo plazo se tendrán que confrontar con un pueblo que desea paz con justicia y que valora la dignidad humana desde la concepción cristiana de la fraternidad universal. La UCA, como universidad de inspiración cristiana, trata de caminar con este pueblo. Y trata con él de acercar a nuestra historia el Reino de Dios, de impulsar el bien más universal, construyendo el bien local como semilla de universalidad y esperanza para toda la humanidad. Así vimos su muerte el mismo día que los mataron. Un asesinato local se convertía en fuerza mundial de solidaridad, en apoyo a la paz en El Salvador, en defensa de los Derechos Humanos y en condena del militarismo y la fuerza bruta. En la Misa que ese mismo día, ya en la noche, celebramos los jesuitas en su recuerdo, en el salmo responsorial se repetía tras cada estrofa la siguiente frase: “los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios”. Y era cierto, desde muchas partes del mundo se veía su muerte como una victoria sobre el odio, y como un triunfo del bien y del amor. Vivir sin miedo,sin que el odio ajeno sea un obstáculo para nuestro ideales, es la primera lección de la Palabra.

En la carta de Pablo a los filipenses, que acabamos de escuchar, se nos dice que aquellos que siguen el camino del Señor Jesús “brillan como estrellas en el mundo, mostrando el mensaje de la vida”. Ni el odio ni la mentira pueden apagar la luz de las personas buenas. Gandhi. Mandela, Martin Luther King, Romero, Elba y Celina junto con los jesuitas, y tantos otros, conocidos o desconocidos, estuvieron presos o fueron asesinados. Quienes los encarcelaron o los mataron trataban de apagar una luz que hablaba de la igual dignidad de las personas, de la paz, de la justicia y de la convivencia fraterna. Pero la muerte no apagó su resplandor. Al contrario, el brillo aumentó con la persecución y con el sacrificio de la propia vida. Santo Tomás, un clásico del pensamiento cristiano, decía que el martirio, “entre todos los actos virtuosos, es el que mejor demuestra la perfección del amor”. Y ese amor que es luz verdadera, como dice la carta de Pedro, “cubre la multitud de los pecados”. Incluso quienes disfrutaron un día con el odio, si saben escuchar a su conciencia, descubren en las víctimas el paso de Jesús por nuestra historia.

Treinta y tres años después del sacrificio de nuestros compañeros, a nosotros nos toca continuar en esa tarea de seguir mostrando el camino de la vida. Es tarea permanente para toda persona de buena voluntad. Pero en la UCA es parte además de la propia identidad universitaria, forjada en la palabra beligerante de nuestro hermanos, en su trabajo por la paz y en su sangre derramada. Nos toca ahora a nosotros defender los Derechos Humanos en su totalidad y universalidad, frente a un gobierno que se ampara en los derechos de las víctimas para negar derechos básicos a inocentes y a culpables. Y que interpreta los derechos de las víctimas como a una especie de acceso libre a la venganza masiva e indiscriminada, ejecutada desde el poder. Nos corresponde apoyar una vez más a las madres de los desaparecidos y defender el Estado de Derecho, junto con la libertad, la crítica y el diálogo. Estar al lado de las causas de los pobres y de los débiles es tarea permanente de una universidad que tiene su centro fuera de sí misma, en la realidad nacional, y que ve con dolor las amplias capas de sufrimiento en el país. “Bajar de sus cruces a los crucificados” de hoy, como decía Ignacio Ellacuría, es la única manera de impedir que “el monopolio de la fuerza se convierta en monopolio de la verdad”. Permanecer firmes, resistentes y resilientes en la verdad y la justicia, es la actitud indispensable para iluminar la realidad.

Si queremos ser luz, el recuerdo y la memoria se vuelven indispensables para imitar y seguir las huellas de quienes nos precedieron como testigos insignes en la fe y en el amor. En medio de un capitalismo seductor que persigue la felicidad individual en base a la tenencia de bienes materiales, que otorga erotismo a la mercancía y que convierte el consumo en un acto de placer, nos corresponde, desde el recuerdo de nuestros mártires, volver los ojos hacia los que han sido despojados de sus derechos e impedidos en el desarrollo de sus capacidades. Si como universidad funcionamos con bienes creados socialmente, y trabajamos, como decía el rector mártir, con instrumentos que “son de índole colectiva y de implicaciones estructurales”, como lo son “la ciencia, la técnica, la profesionalización, y la composición misma de la universidad”, no nos queda más remedio que mirar la problemática social y estructural de nuestros países. Usar bienes construidos colectivamente para provecho exclusivo de individualidades o grupos de poder no solo es traicionar el espíritu y la esencia universitaria, sino venderse, también como falsos ángeles de luz, a la dinámica de la oscuridad y finalmente del odio. El bien más universal es hoy el bien más estructural, como también dijo en su momento Ignacio Ellacuría. Y los bienes estructurales solo se logran desde el esfuerzo común compartido, desde la multiplicación de contactos, diálogo y cooperación entre comunidades de solidaridad. Somos parte de una misma humanidad y pertenecemos a una tradición tan servidora y amorosa como liberadora. Podemos como Pablo considerar basura nuestros títulos y dignidades si los comparamos con esa opción cristiana fundamental de construir nuestra propia humanidad entregándonos a la construcción de un mundo más humano. Somos y debemos convertirnos cada vez más en una verdadera comunidad de solidaridad. Solidarios entre nosotros y solidarios con el mundo de quienes tienen hambre y sed de justicia, nos corresponde elaborar universitariamente proyectos de realización común que lleven a un nuevo tipo de civilización. A esa civilización de la pobreza, basada en el trabajo y la solidaridad, de la que hablaban nuestros mártires. Una civilización opuesta a la civilización del capital, que prioriza la acumulación de la riqueza como motor de la historia y del desarrollo. Una civilización abierta y afincada en el trabajo humanizante y humanizador, creador de riqueza y camino de autorrealización personal, de satisfacción de necesidades y de desarrollo social. Construir una sociedad diferente y aportar a la construcción de un mundo distinto es una exigencia indispensable a la hora de honrar a nuestros hermanos. Y es sobre todo, segunda lección de la Palabra, la respuesta a la inspiración cristiana universitaria que nos llama a ser luz que ilumina el camino de la vida.

En la Eucaristía de este día 16 solemos presentar como ofrenda los esfuerzos universitarios. Desde los más sencillos a los más elaborados. La memoria de nuestros mártires se une sobre el altar a la memoria del Señor Jesús, luz y camino, verdad y vida. También sobre el altar están los alimentos sencillos de pan y vino. Que todo ello, símbolo de la entrega del Señor Jesús, que nos da su cuerpo y su espíritu como fortaleza y guía, nos conduzca a la perseverancia en esa tarea de superar el odio desde la inspiración cristiana y contribuir a la paz con justicia en El Salvador. La luz martirial de nuestros compañeros, unida a todos los mártires de El Salvador y al fuego de su espíritu, permanece viva entre nosotros generando esperanza. Que así sea

Mártires que encarnaron el Concilio

Czerny, a los 33 años del asesinato de los jesuitas en El Salvador: “Fueron mártires que encarnaron el Concilio”

Documento homenaje a los jesuitas mártires de la UCA

Este 16 de noviembre se cumplen 33 años de la masacre de la Universidad Centroamericana (UCA), perpetrada por la Fuerza Armada salvadoreña, en la que perdieron la vida Ignacio Ellacuría, cinco compañeros jesuitas, una trabajadora de la UCA y su hija de 15 años.

Con motivo de este aniversario, el cardenal Michael Czerny, prefecto del Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral, ha recordado en una carta, recogida por Vatican News, a estos “mártires”, más de tres décadas después de su muerte.

“Al contemplar nuestro mundo ¿hay algún continente o región donde este aniversario tan importante que hoy recordamos pueda ser celebrado con auténtica tranquilidad y paz? ¿O es este, más bien, un momento con múltiples desafíos y disturbios?”, se pregunta el purpurado, también jesuita.

“Encarnaron el Concilio”

Sin embargo, Czerny encuentra motivos para la esperanza: “A pesar de los signos de violencia en varias partes del mundo y de la fragilidad de la paz, Nuestro Señor nos invita a una renovación a través del camino sinodal”, dice. “Despertar, levantarnos y caminar. Esta es la auténtica vida de la Iglesia, en humilde peregrinación y servicio alegre, inspirados por nuestros hermanos y hermanas”, añade el cardenal.

“En nuestros esfuerzos para poner en práctica, organizar e institucionalizar la visión y la misión del Concilio, podemos decir con gran honor que los nuestros son ciertamente mártires de este don que fue el Concilio Vaticano II”, continúa Czerny. “Ellos, con su vida y su muerte, encarnaron el Concilio y la 32º Congregación General en la gran iniciativa evangélica, educativa y social que fue la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas”, concluye

El pesamiento vivo de Ignacio Ellacuría

Guernica. Pablo Picasso

«La madrugada del 16 de noviembre de 1989 fue asesinado en San Salvador el rector de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) Ignacio Ellacuría, junto con sus compañeros jesuitas, la trabajadora doméstica y su hija adolescente»

«Ignacio Ellacuría fue filósofo, teólogo de la liberación y politólogo español que ejerció una gran influencia política, cultural y religiosa no solo en El Salvador sino en toda América Latina. Sin duda, uno de los más brillantes pensadores de nuestro tiempo»

«Sin embargo, en España, donde nació y ejerció una importante influencia en el terreno religioso, es hoy poco conocido y menos reconocido. Para reparar dicha amnesia y hacerle justicia celebramos un Simposio Internacional sobre ‘El pensamiento vivo de Ignacio Ellacuría’ en Metalibrería y la Universidad de Alcalá»

«Los numerosos estudios sobre Ellacuría tras su asesinato, el Simposio que acabamos de celebrar y la próxima publicación de su Obra Completa por la editorial Comares son la prueba más fehaciente de su vigencia y actualidad«

por Juan José Tamayo

La madrugada del 16 de noviembre de 1989 fue asesinado en San Salvador el rector de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) Ignacio Ellacuría, junto con sus compañeros jesuitas Juan Manuel Moreno, Segundo Montes, Ignacio Martín Baró, Amando López, Joaquín López y López, la trabajadora doméstica Julia Elba Ramos y su hija Celina, de 16 años.

Tamaño asesinato, que conmocionó al mundo, fue llevado a cabo por el sanguinario Batallón Atlacatl del Ejército salvadoreño con el conocimiento ¿y la aprobación? del presidente de El Salvador, Alfredo Cristiani. Imanol Uribe ha dirigido la excelente película “Llegaron de noche” sobre los asesinatos, que fue estrenada en marzo de este año y recomiendo verla.

Ignacio Ellacuría fue filósofo, teólogo de la liberación y politólogo español (Portugalete, Bilbao, 1930), nacionalizado salvadoreño, que ejerció una gran influencia política, cultural y religiosa no solo en El Salvador sino en toda América Latina. Es, sin duda, uno de los más brillantes pensadores de nuestro tiempo que, treinta y tres años después de su asesinato, sigue iluminando la oscuridad del presente con sus obras y sus propuestas revolucionarias como estas: “revertir la historia, subvertirla y lanzarla en otra dirección”, “sanar la civilización enferma”, “superar la civilización del capital”, “evitar un desenlace fatídico y fatal”.

Ignacio Ellacuría: «Si la revolución no pasa por la universidad, en el sentido de que no es ella su motor principal, la universidad debe pasar por la revolución, porque revolución y razón no tienen por qué estar en contradicción; más bien, en las cuestiones históricas se reclaman y se exigen mutuamente»

Sin embargo, y por contradictorio que parezca, en España, donde nació y ejerció una importante influencia en el terreno religioso, es hoy poco conocido y menos reconocido, creo, en el ámbito intelectual, filosófico, teológico y académico. A las personas que nos dedicamos a su estudio y al análisis de su pensamiento nos resulta difícil, e incluso doloroso entender a qué puede deberse tamaño olvido. Precisamente para reparar dicha amnesia y hacerle justicia celebramos un Simposio Internacional sobre “El pensamiento vivo de Ignacio Ellacuría” los días 19,20 y 21 de octubre en la librería Metalibrería de Madrid y en la Universidad de Alcalá.

En Metalibrería presentamos tres libros recientes en torno a la relevancia de su figura y a la actualidad de su filosofía, teología y teoría y práctica políticas. Marcela Brito de Butter, catedrática de filosofía de la UCA, de San Salvador, ha publicado una excelente monografía Ignacio Ellacuría. Fraternidad solidaria (Herder, 2022), en la que da a conocer su figura fascinante tanto en su vida como en su muerte martirial y analiza su filosofía de la realidad histórica y su compromiso radical con las mayorías populares empobrecidas. Fue la propia autora quien lo presentó.

Javier López de Goicoechea Zabala, profesor de la Facultad de Derecho y del Instituto de Ciencias de las Religiones de la Universidad Complutense, presentó su libro Hacerse cargo de la realidad. Sobre la teología-política de Ignacio Ellacuría (Comares, Granada, 2021), donde elabora un lúcido perfil intelectual de Ellacuría a través de un amplio y riguroso recorrido por los años de su formación y madurez y ofrece una sólida reconstrucción de la filosofía, teología y teoría política de Ellacuría en su carácter unitario y orientación emancipatoria.

Yo hice la presentación de la obra colectiva Ignacio Ellacuría. 30 años después (Tirant, Valencia, 2021), editada por Héctor Samour -fallecido en febrero de 2022-, uno de los más importantes especialistas mundiales en Ellacuría, y por mí. La obra recoge las 40 conferencias pronunciadas por especialistas ellacurianos de Centroamérica, México, Colombia y España en el Coloquio Internacional sobre Ignacio Ellacuría celebrado en San Salvador en noviembre de 2019 con motivo del 30 aniversario de su asesinato.

Las reflexiones giran en torno a sus aportaciones en los campos filosófico, teológico, político, derechos humanos, ciencias sociales y en el análisis del “mal común” y del bien común como respuesta. Dichas aportaciones son reconocidas por intelectuales y personalidades académicas mundiales de prestigio de las últimas décadas. Estamos, creo, ante una de las obras más completas sobre el pensamiento del rector mártir de la UCA.

En la Facultad de Filosofía de la Universidad de Alcalá de Henares celebramos la segunda parte del Simposio Internacional centrada en “El pensamiento vivo de Ignacio Ellacuría”. Participamos personas estudiosas de Ellacuría en diferentes campos. Diego Gracia, presidente de la Fundación Zubiri, habló del realismo de Zubiri y Ellacuría frente al idealismo y el materialismo. Marcela Brito, catedrática de Filosofía de la UCA, centró su reflexión en la radicalidad del bien en el pensamiento de Ellacuría.

Javier López de Goicoechea Zabala, profesor de Derecho en la Universidad complutense de Madrid, analizó la aportación de Ellacuría al pensamiento político contemporáneo. Juan Antonio de Nicolás, catedrático de Filosofía de la Universidad de Granada, se refirió a la impresión asimétrica de la realidad en Zubiri y Ellacuría.

Yo centré la atención en la contribución ellacuriana al pensamiento decolonial. Antonio González, director académico de la Fundación Zubiri, habló de Ellacuría y la dialéctica. Fernando Monedero, doctorando de la Universidad Complutense de Madrid, reflexionó sobre la idea de “estructura” en la obra de Ellacuría, tema central de la filosofía ellacuriana sobre el que está trabajando con rigor y competencia en su tesis doctoral. José Manuel Romero, profesor de Filosofía en la Universidad de Alcalá, analizó la actualidad de la filosofía de la realidad histórica y de la praxis en Ellacuría.

Juan Antonio Nicolás informó sobre la situación en que se encuentra la edición de la obra completa de Ellacuría, que está programada en 25 volúmenes de quinientas páginas cada volumen, será publicada por la editorial Comares y dirigirá él mismo. Es, sin duda, el proyecto más ambicioso que hará justicia a uno de los pensadores más promitentes del siglo XX.

Los numerosos estudios sobre Ellacuría tras su asesinato, el Simposio que acabamos de celebrar y la próxima publicación de su Obra Completa por la editorial Comares son la prueba más fehaciente de su vigencia y actualidad, en otras palabras, de que estamos ante su “pensamiento vivo” capaz de dialogar con las corrientes contemporáneas filosóficas teológicas, políticas y sociales.

En el artículo “Mi caminar con Ignacio Ellacuría”, con el que se cierra el libro Ignacio Ellacuría. 30 años después, su compañero, amigo y colega el teólogo Jon Sobrino lo define como “antorcha” por su clarividencia, lucidez y precisión y por su capacidad para iluminar y arder, así como para “para mover el corazón y eliminar lo que impide ver”. Ellacuría, sigue diciendo, “desentrampó la verdad entrampada por múltiples intereses dispuestos a que la verdad no salga a la luz

«Los numerosos estudios sobre Ellacuría tras su asesinato, el Simposio que acabamos de celebrar y la próxima publicación de su Obra Completa por la editorial Comares son la prueba más fehaciente de su vigencia y actualidad»

Termino con un texto del propio Ellacuría especialmente luminoso en torno al necesario carácter revolucionario de la universidad y a la compatibilidad entre razón y revolución: “Si la revolución no pasa por la universidad, en el sentido de que no es ella su motor principal, la universidad debe pasar por la revolución, porque revolución y razón no tienen por qué estar en contradicción; más bien, en las cuestiones históricas se reclaman y se exigen mutuamente”.

Hasta el presenteno se ha cumplido el condicional de Ellacuría ni el deber ser: ni la revolución ha pasado por universidad, ni la universidad ha pasado por la revolución, ni tampoco se ha producido la complicidad entre razón y revolución. Todo lo contrario, cada vez han ido alejándose más universidad, razón y revolución. Pero estamos a tiempo de revertir el proceso hasta llegar a la triple alianza. De nosotros depende.

«Su compañero, amigo y colega el teólogo Jon Sobrino lo define como ‘antorcha’ por su clarividencia, lucidez y precisión y por su capacidad para iluminar y arder, así como para “para mover el corazón y eliminar lo que impide ver»

Los mártires de la UCA

33 años de los mártires de la UCA: Los mataron como a Jesús de Nazaret

Mártires de la UCA
Mártires de la UCA

«Lo que se vivió en aquella fatídica noche del 16 de noviembre de 1989 fue precisamente eso: una auténtica Eucaristía, una donación de la propia vida hasta la entrega de la misma»

«Los mártires de la UCA son tales precisamente porque llevaron hasta sus últimas consecuencias el seguimiento de Jesús de Nazaret»

«Es como si cada año sintiéramos que Dios en la entrega de los mártires de la UCA nos sigue sonriendo y nos sigue dando ánimos»

«Os seguimos presentando a nuestro querido pueblo de El Salvador, seguimos pidiendo que intercedáis por él, os seguimos rogando para que algún día la justicia y la paz lleguen a cada uno de nuestros hogares»

por Francisco Javier Sánchez, capellan cárcel de Navalcarnero

Un año más, y ya son treinta tres, nos disponemos a celebrar el martirio de los jesuitas en la UCA, y de Elba y Celina, y digo celebrar porque, desde el dolor, y desde las lágrimas aún presentes cuando lo recordamos, merece la pena celebrarlo. Lo que celebramos es la entrega de la vida, lo que después de treinta y tres años, seguimos recordando es al “cuerpo entregado y la sangre derramada”, de estos mártires, en el fondo lo que seguimos celebrando es la Eucaristía.

Porque lo que se vivió en aquella fatídica noche del 16 de noviembre de 1989 fue precisamente eso: una auténtica Eucaristía, una donación de la propia vida hasta la entrega de la misma. Una Eucaristía donde no es que hagamos memoria de Jesús muerto y resucitado, como lo hacemos cada día, sino una Eucaristía donde los martirizados aparecen unidos al sacrificio de Jesús . Esa  Eucaristía comprometida, donde los jesuitas, “molestaban al mundo”, y por eso precisamente fueron asesinados. Cuando asesinaron a Monseñor Romero, una de las monjas carmelitas del Hospitalito decía:

Monseñor Romero
Monseñor Romero

“Pero volviendo al momento de la muerte de Monseñor, en que el proyectil destrozó la vida de nuestro querido Pastor, él por instinto de conservación se cogió del altar, haló el mantel y en ese momento se volcó el copón y las hostias sin consagrar se esparcieron sobre el altar. Las hermanas de la comunidad del Hospitalito interpretaron ese signo como que Dios le dijera: hoy no quiero que me ofrezcas el pan y el vino como en todas las eucaristías, hoy la víctima eres tú Oscar, y en ese mismo instante Monseñor cayó a los pies de la imagen de Cristo”.

Esa misma Eucaristía es la que celebraron los martirizados jesuitas, junto a Elba y a Celina. Los mártires no escatimaron esfuerzo en ningún momento en hacer esa entrega, no escatimaron en defender a los más pobres, hasta la última gota de su aliento y de su vida. 

Los mártires de la UCA son tales precisamente porque llevaron hasta sus últimas consecuencias el seguimiento de Jesús de Nazaret. Su martirio no fue por defender un dogma, por defender unas verdades de fe, su martirio fue por defender que los seres humanos somos todos iguales, que todos nos merecemos lo mismo, que todos somos hijos e hijas de Dios, y que nadie tiene derecho a pisotear la dignidad del hermano, simplemente porque sea más pobre, o porque tenga menos medios económicos que yo.

A los mártires de la UCA los asesinaron como asesinaron al mártir Jesús de Nazaret, y como asesinan y crucifican cada día en nuestra sociedad a millones de seres humanos. Su causa por eso no fue una causa política, sino una causa evangélica. Su causa fue como la de Jesús: plantar cara al poder establecido, ese poder que sigue matando a tantas personas en tantos lugares de nuestro mundo. 

Via Crucis por los mártires de la UCA
Via Crucis por los mártires de la UCA

     Por eso cuando llega cada año el 16 de noviembre, todos los que nos sentimos unidos al pueblo salvadoreño, y a su causa de libertad y de dignidad, tenemos un doble sentimiento. Un sentimiento de dolor porque las cosas podrían haber sido de otra manera, porque nos duele en el alma ver todavía y recordar el momento en que fueron descubiertos sus cuerpos . Y a la vez un sentido de alegría y de agradecimiento al Padre por sus vidas. Es como si cada año sintiéramos que Dios en la entrega de los mártires de la UCA nos sigue sonriendo y nos sigue dando ánimos. El Dios Padre-Madre de Jesús cada 16 de noviembre se viste de gala al descubrir que hijos e hijas suyos han sido capaces de seguirle hasta el final. 

     “Si me matan, resucitaré en el pueblo”, que decía el mártir San Romero de América, y es lo que seguimos sintiendo nosotros. Los mártires de la UCA como todos los mártires salvadoreños y todos los mártires del mundo entero, que dan la vida por la justicia y por la fraternidad entre todos, siguen presente entre el pueblo, están resucitados junto a Jesús, pero viven presentes e inmersos en lo que fue la causa de su martirio: defender al pueblo crucificado y machacado por el poder y la intolerancia de los ricos, de los que no tienen escrúpulos, de los que creen que el dinero lo consigue todo. 

     Este año, quizás lo celebramos con un poco más de tristeza que otros años, porque nuestro bonito país, El Salvador, está sumido en una profunda dictadura que no respeta los derechos humanos; una dictadura que continua usurpando los derechos de miles de salvadoreños, bajo la amenaza del poder y la opresión. Un país donde los derechos humanos son violados a diario simplemente porque no se respeta la mínima libertad de expresión. Es verdad que las pandillas y la violencia que generan son un problema grave para nuestro pueblo salvadoreño y para todo su desarrollo humano y económico, pero a la violencia pandillera no se puede responder con una violencia de corte institucional.

En el fondo lo que está sucediendo en estos momentos en El Salvador es intentar solucionar la violencia pero desde la misma violencia poderosa, de quien gobierna el país. En pro de la búsqueda de una supuesta paz y cese de la violencia se está llegando a una violencia desde arriba, que sigue sin respetar a los de abajo. La pobreza es cada vez mayor en El Salvador, los jóvenes se ven obligados a salir de su país y dejar sus hogares y sus familias para salir y buscar una solución para sus vidas y las de sus familias. Es continúa  la salida de salvadoreños y salvadoreñas , hacia otros países, buscando simplemente un sustento o una solución para su pobreza. Pero eso, como antaño parece no preocupar a los que tienen hoy día el poder, sino que lo único que les preocupa es permanecer en ese mismo poder para seguir enriqueciéndose a consta de los pobres del pueblo. 

Mártires UCA
Mártires UCA

     Por eso la causa de los mártires de la UCA sigue estando presente treinta y tres años después de su matanza. Su sangre continúa corriendo entre los pobres salvadoreños y salvadoreñas. Sus cruces siguen siendo las de entonces. Los mártires de la UCA como Jesús de Nazaret, defendían un derecho a la vida, y por eso sus vidas fueron injustamente arrebatadas, sus vidas fueron “sesgadas de un plumazo” por aquellos que ostentaban el poder.  Pero ellos, siguen diciendo al Pilato de turno: “si te he ofendido en algo, dime en qué, y si no ¿Por qué me pegas?” (Jn 18, 23) , porque la reacción del poder sigue siendo la misma: no soporta que nada ni nadie lo ponga en duda. Como tampoco lo soportan los que tienen hoy el poder en el Salvador, y siguen martirizando a todo un pueblo, y sumiéndolo en la pobreza absoluta y en la necesidad de tener que salir de él para intentar ganarse la vida, buscando un futuro mejor. 

El poder establecido no soporta que alguien le critique, que alguien ponga en duda su actuación. Ellos preguntan a ese poder   y se enfrentan a él; la respuesta del poder frente a esa pregunta es la entrada en la UCA aquella noche y el asesinato de cada uno de ellos sin ningún tipo de piedad y de misericordia.   La procesión de antorchas y farolillos de cada año,  sigue siendo signo de vida y de esperanza en medio de tanta oscuridad y medio de este país tantos años martirizado. Es lo que aparece en la letra del himno al divino Salvador, que hizo un compositor y poeta y que precisamente citó Monseñor Romero en su homilía del 23 de marzo de 1980, justamente la víspera de su asesinato: “ Pero los dioses del poder y del dinero se oponen a que haya transfiguración, por eso ahora vos sos, Señor, el primero, en levantar el brazo contra la opresión”.

     Al celebrar este treinta y tres aniversario de los mártires miramos a Jesús, miramos a Dios nuestro Padre y le seguimos pidiendo con esperanza que nos siga ayudando, que siga a nuestro lado, que no nos abandone, que sigamos sintiendo su fuerza y su Espíritu como ellos mismos lo sintieron. Y seguimos diciendo que su lucha continúa, que juntos podemos hacer un país mejor, más libre y más justo, al estilo del evangelio y de Jesús de Nazaret. 

     Seguimos defendiendo  que fueron los poderes políticos, económicos y militares, los que los asesinaron, seguimos defendiendo que es necesaria una reforma estructural del país que haga posible una disminución de la pobreza y de la injusticia social. Y lo hacemos con el Evangelio en la mano, no desde una ideología política ni religiosa, sino desde las palabras y las acciones que hacía el mismo Jesús de Nazaret. La causa de los mártires de la UCA no era un causa ideológica, como no lo fue la causa del mártir Jesús de Nazaret, de San Romero, ni de Rutilio, ni de tantos salvadoreños y salvadoreñas asesinados: era y es una causa de fraternidad, de justicia, de reconocer que todos somos iguales y que todos nos merecemos lo mismo. Pero precisamente es lo que no gusta a los poderosos de nuestro mundo, a los que tienen el poder y lo ejercen desde cualquier institución. Los poderosos y el poder asesinaron a los jesuitas, a Elba y a Celina y siguen asesinando a muchas personas sumidas en la pobreza y en la marginación más absoluta.

Treinta y dos años de la matanza de la UCA
Treinta y tres años de la matanza de la UCA

Han pasado treinta y tres años pero no nos damos por vencidos, seguimos pensando que una nueva sociedad salvadoreña, que un nuevo país es posible, un país donde todos podamos tener los mismos derechos y podamos tener acceso a las mismas posibilidades. La Eucaristía de aquel 16 de noviembre de 1989 es la que seguimos celebrando y actualizando cada día en cada una de nuestras comunidades cristianas y cantones. 

     De ahí que sigamos celebrando y viviendo este acontecimiento con la misma energía y la misma indignación que aquella mañana del 16 de noviembre. Aquel día cambió la situación de El Salvador, la guerra dio un cambio de rumbo, la matanza de los mártires no fue en balde, sino que sirvió para poner ante la comunidad internacional, la injusticia en la que vivía el pueblo salvadoreño. Las cosas no fueron iguales en el país, hubo un antes y un después, su entrega no cayó en “saco roto”. 

     Y por eso se siguen exigiendo responsabilidades de la matanza de la UCA, pero no para buscar venganza, sino para exigir la necesaria justicia. Una justicia que debe llevar a esclarecer todo lo sucedido en aquella noche. Exigir que los responsables de este delito contra el pueblo sean llevados ante la justicia, de manera definitiva.

     El único pecado de los mártires fue decir que todos tenemos derecho a la vida, porque todos somos hijos del mismo Dios. Y ese Dios quiere lo mejor para cada uno de esos hijos por igual, sin distinciones de ningún tipo. San Romero de América, ya había dicho lo mismo, que dice el Evangelio, y que defendieron los mártires de la UCA:

Romero
Romero

“Un Evangelio que no tiene en cuenta los derechos de los hombres, un cristianismo que no construye la historia de la tierra, no es la auténtica doctrina de Cristo, sino simplemente instrumento de poder. Lamentamos que en algún tiempo también nuestra Iglesia haya caído en ese pecado; pero queremos revisar la actitud y, de acuerdo con esa espiritualidad auténticamente evangélica, no queremos ser juguete de los poderes de la tierra, sino que queremos ser la Iglesia que lleva el Evangelio auténtico, valiente , de nuestro Señor Jesucristo, aun cuando fuera necesario morir como él en una cruz” (Homilía 2 de noviembre de 1977).

Y así lo hicieron, el mártir San Romero de América, y los mártires de la UCA; por defender la causa del evangelio de Jesús fueron asesinados, fueron crucificados como el mismo Maestro de Nazaret. 

     Después de todos estos años, nos seguimos reuniendo un año más no tanto para recordarles sino para expresar que siguen vivos entre nosotros y que por encima de todo recordamos su vida y damos gracias por las vidas de cada uno de ellos y de ellas. Todavía, entre lágrimas, recordamos el rostro de Obdulio, al descubrir los cuerpos de su mujer Elba, y de su hija Celina, junto al de los seis jesuitas asesinados en el jardín de la UCA. En el dolor de Obdulio de aquella trágica mañana, está también el dolor de todo el pueblo y de toda la iglesia salvadoreña, un dolor que solo puede ser aliviado con la fuerza del amor que supone la entrega de cada una de sus vidas. Los jesuitas pasaron en aquella noche de la muerte a la vida, vivieron su experiencia pascual, quizás antes de tiempo, pero participaron del cáliz de Jesús, y ofrecieron su vida por el pueblo y por su liberación.

     Sus vidas son y hoy y serán siempre semilla de esperanza y de buena nueva, y por eso lo seguimos celebrando cada año, y lo seguiremos haciendo, cada día y cada momento; son parte de la historia de El Salvador y de la historia de nuestra Iglesia, son el evangelio vivo, viendo su vida y contemplando cómo han vivido cada instante de su existencia, podemos descubrir la vida de Jesús, y podemos llegar “a tocar al mismo Dios”. Ese Dios del que nos sentimos hijos y del que nos ha dicho Jesús que es nuestro Padre, ese Dios que al sentirnos hijos de El, nos hace también sentirnos hermanos: “El hombre es tanto más hijo de Dios cuanto más hermano se hace de los hombres, y es menos hijo de Dios cuanto menos hermano se siente del prójimo” (Homilía de San Romero, 18 de septiembre de 1977). 

Mártires de El Salvador
Mártires de El Salvador

Gracias hermanos mártires, gracias Ignacio Ellacuría, gracias Ignacio Martínez Baró, gracias Segundo Montes, gracias Armando López, gracias Juan Pablo Moreno, gracias Joaquin López y López, gracias Elba y gracias Celina. Vuestras vidas están inscritas en el cielo, en el corazón de Dios y en el corazón de cada uno de los salvadoreños. Están inscritas como vidas crucificadas y resucitadas, son vidas pascuales como la de Jesús de Nazaret. Os sentimos parte de nuestro pueblo y de nuestra Iglesia, sois sal y luz para cada uno de nosotros.

Os seguimos presentando a nuestro querido pueblo de El Salvador, seguimos pidiendo que intercedáis por él, os seguimos rogando para que algún día la justicia y la paz lleguen a cada uno de nuestros hogares. Que sigamos sintiendo la fuerza del Espíritu de Dios a través de vuestras vidas. Que nuestra Iglesia siga estando comprometida por la causa de los más pobres y más crucificados de nuestro país. Y que el Espíritu de Jesús resucitado que os hizo dar la vida por el pueblo, os haga permanecer también siempre vivos junto a El. Que vuestras vidas sean ejemplo de vida y entrega también para nuestra Iglesia y para cada una de sus comunidades. 

Los mártires de la UCA

Jesuitas y salvadoreños reclaman conocer la verdad en el 33º aniversario de los asesinatos de la UCA

33º aniversario de los asesinatos de la UCA
33º aniversario de los asesinatos de la UCA

La comunidad jesuita y centenares de salvadoreños en una emotiva y colorida procesión de farolitos demandaron este sábado conocer la «verdad» del asesinato de seis sacerdotes jesuitas y dos mujeres cometido por efectivos del ejército hace 33 años en el marco de la guerra civil (1980-1992)

El Frente Universitario Roque Dalton (FURD) demandó en un comunicado «sacar a luz todas las atrocidades cometidas por el ejército en las dictaduras militares y lo que continuó la derecha neoliberal hasta la actualidad»

En la calle principal del campus, alumnos de la UCA elaboraron coloridas alfombras con imágenes de los mártires. Estamparon el lema del 33º aniversario del crimen: «Porque la lucha es justa, la esperanza no desfallece

 | RD/Agencias

La comunidad jesuita y centenares de salvadoreños en una emotiva y colorida procesión de farolitos demandaron este sábado conocer la «verdad» del asesinato de seis sacerdotes jesuitas y dos mujeres cometido por efectivos del ejército hace 33 años en el marco de la guerra civil (1980-1992).

33 Aniversario crímenes UCA

«La verdad es un derecho del pueblo de saber quiénes fueron los que cometieron estos atroces crímenes (de los sacerdotes y las mujeres) y por qué los cometieron para que no se vuelvan a repetir», declaró a la AFP el rector de la jesuita Universidad Centroamericana (UCA), el sacerdote Andreu Oliva.

Andreu Oliva, rector de la UCA: «La verdad es un derecho del pueblo de saber quiénes fueron los que cometieron estos atroces crímenes y por qué los cometieron, para que no se vuelvan a repetir»

Con velas o flores en sus manos y con pancartas con los rostros de los sacerdotes asesinados, la procesión recorrió las calles del campus de la UCA, en el suroeste de San Salvador. «Los sacerdotes asesinados fueron personas buenas que lucharon por los pobres, por eso los recordamos y pedimos justicia», comentó a la AFP Domitila Cruz, de 67 años, que llegó desde la comunidad rural del Bajo Lempa, unos 85 km al sureste de San Salvador.

El Frente Universitario Roque Dalton (FURD) demandó en un comunicado «sacar a luz todas las atrocidades cometidas por el ejército en las dictaduras militares y lo que continuó la derecha neoliberal hasta la actualidad».

Como Frente Universitario Roque Dalton (FURD) conmemoramos otro año más a los mártires jesuitas de la UCA.
Acompañamos y participamos en la realización de la alfombra titulada «VERDAD, JUSTICIA Y REPARACIÓN».#MártiresUCA#FURD#UES#MemoriaHistórica@ysuca91sietepic.twitter.com/Y5Bnd1H7rq— Frente Universitario Roque Dalton FURD (@furd_oficial) November 12, 2022

En la calle principal del campus, alumnos de la UCA elaboraron coloridas alfombras con imágenes de los mártires.

En una gran alfombra estamparon el lema del 33º aniversario del crimen: «Porque la lucha es justa, la esperanza no desfallece».

La madrugada del 16 de noviembre de 1989, en medio de una ofensiva guerrillera sobre San Salvador, efectivos del ahora proscrito batallón Atlacatl cometieron el múltiple crimen en el campus de la UCA.

Las víctimas fueron el hispano-salvadoreño Ignacio Ellacuría (rector de la UCA), los españoles Ignacio Martín Baró (vicerrector), Segundo Montes, Amando López y Juan Ramón Moreno, además de los salvadoreños Joaquín López, Elba Ramos y su hija Celina.

Mártires UCA

En septiembre de 1991, un tribunal juzgó a nueve militares que figuraban como autores materiales sin tomar en cuenta a los autores intelectuales, según organismos humanitarios.

En ese juicio, solo el coronel Guillermo Alfredo Benavides fue declarado culpable de todos los asesinatos, y el teniente Yusshy René Mendoza fue responsabilizado de la muerte de la menor Celina.

Ambos oficiales recobraron su libertad con una ley de amnistía de 1993, pero Benavides fue encarcelado nuevamente para completar su sentencia de 30 años, tras declararse prescrita la amnistía en 2016.

El 16 de enero de 1992 con la firma de acuerdos de paz gobierno-guerrilla izquierdista, finalizó la guerra civil que dejó más de 75.000 muertos, 7.000 desaparecidos y pérdidas millonarias a la economía.

Guerra civil El Salvador

España estrena película sobre mártires de la UCA

Imagen retomada de RTVE | Escena de “Llegaron de noche”.


La película “Llegaron de noche” relata el asesinato de seis sacerdotes jesuitas, cinco de ellos de origen español, y sus dos colaboradoras. Será estrenada en España este 25 de marzo.

La producción está basada en la historia real de la única testigo del crimen, Lucía Barrera de Cerna, quien trabajaba como empleada de limpieza en la UCA. Entre la noche del 15 de noviembre y la madrugada del 16 de noviembre de 1989, Lucía vio a agentes del Ejército que ingresaron a las habitaciones de los jesuitas y sus colaboradoras. La película muestra que su testimonio será clave para esclarecer la verdad y hacer justicia, pero además cambiará para siempre su vida y la de su familia.

El director español, nacido en El Salvador, Imanol Uribe, manifestó que “Llegaron de noche” fue una película complicada, que le llevó cinco años de su vida. Iniciaron un minucioso proceso de documentación previo, para abordar esta historia real, pero surgieron bastantes problemas con la producción al principio del rodaje, a eso añadió las adversidades por la pandemia.

Con esta producción, España vuelve a poner en el escenario público el asesinato de los seis sacerdotes jesuitas y sus dos colaboradoras.

En 2020, la Audiencia Nacional de España condenó a más de 133 años de cárcel al coronel Inocente Orlando Montano, como uno de los implicados en el asesinato cometido por las Fuerzas Armadas salvadoreñas.

El Salvador negó la extradición de 13 militares acusados de participar en el crimen, para que fueran juzgados en España. A la fecha, el caso continúa en la impunidad.

Los mártires de la UCA al cine

‘Llegaron de noche’: el cine resucita a los mártires de la UCA

Vida Nueva charla con el director de la película, Imanol Uribe, y con el guionista, Daniel Cebrián

Llegaron de noche

Dice Jesús en el evangelio que “nada hay oculto que no haya de descubrirse, ni secreto que no haya de saberse y ponerse al descubierto” (Lc 8, 17). Aferrados a esa promesa divina, la Compañía de Jesús y el pueblo salvadoreño llevan más de tres décadas aguardando a que la justicia humana llegue hasta al final y arroje luz sobre uno de los episodios más trágicos en la historia de la orden fundada por Ignacio de Loyola y del pequeño país centroamericano, sumido por entonces en una fratricida guerra civil de doce años (1980-1992) que se cobraría 75.000 vidas y dejaría un número indeterminado de desaparecidos.


Se trata del asesinato, en la madrugada del 16 de noviembre de 1989, de seis jesuitas –los españoles Ignacio Ellacuría, Segundo Montes, Ignacio Martín-Baró, Amando López, Juan Ramón Moreno y el salvadoreño Joaquín López–, la cocinera de la comunidad, Julia Elba Ramos, y su hija Celina Ramos, en el campus de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) de San Salvador donde los religiosos residían e impartían clases.

El 5 de enero de 2022, la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) de El Salvador –que en 2020 dictó el cierre del proceso penal y “que no se investigue a los señalados como autores intelectuales de la masacre”– ordenaba que se reabriera el caso. Y el 11 de marzo, hace apenas un par de semanas, el titular del Juzgado Tercero de Paz de San Salvador, José Campos, emitía una orden de busca y captura contra el ex presidente Alfredo Cristiani (1989-1994), decretando su detención tras no comparecer en el juicio.

Caprichos (o no) del destino, lo cierto es que ahora, coincidiendo con estas esperanzadoras noticias, un poderoso vehículo de concienciación como el cine viene a sumarse a ese empeño por saber la verdad y rescatarla de las tinieblas de la impunidad. Lleva por título ‘Llegaron de noche’ –como los asesinos en aquella fatídica fecha– y desembarca en las salas el 25 de marzo, previo paso por el Festival de Málaga.

Al frente del proyecto figura el director Imanol Uribe, un vasco nacido en San Salvador que –aunque con 20 años menos– admite haber llevado “vidas paralelas” con Ignacio Ellacuría, aquel jesuita nacido en Portugalete que acabaría viviendo y muriendo en El Salvador. En distendida charla con Vida Nueva en la sede de la ONG jesuita Entreculturas, y acompañado por el guionista de su último trabajo, Daniel Cebrián, relata cómo pasó “por los sitios que él pasó”.

Y, aun cuando asume tener “una memoria espantosa”, recorre mentalmente su periplo educativo, vinculado siempre a la Compañía de Jesús: el Externado San José en El Salvador, los jesuitas de Indautxu en Bilbao, los jesuitas de Tudela, “donde también estuvo Ignacio Ellacuría”. Incluso, llegó a conocerle personalmente “en una charla que dio en Salamanca”.

Hechos que marcan

Ahora bien, más allá de ese pasado jesuita, Uribe reconoce que “el gusanillo del interés por su figura siempre ha estado ahí”. Como a tanta gente de su generación, le impactó “muchísimo” la matanza de El Salvador, “al nivel del asesinato de Carrero Blanco, de Kennedy o del 11-S: son hechos que marcan”. Y a Ellacuría –subraya– “le admiraba”. Todo ello “se conjura” como germen de su nueva película después de leer la novela Noviembre, de Jorge Galán.

En ella se habla de los jesuitas, de monseñor Romero… pero fue Lucía Barrera de Cerna, empleada de limpieza en la UCA y único testigo de la matanza que decidió declarar, quien reclamó su atención. “Solo se cuenta un poquito su vida”, desvela. Suficiente para que el veterano cineasta encontrara en ese personaje “el desencadenante desde el que hincarle el diente a la historia”: contaría lo vivido por esta mujer y, de paso, hablaría de la muerte de los jesuitas. “Como vehículo narrativo, me fascinaba la historia increíble de Lucía y su defensa de la verdad”, confiesa.

“Lo que es interesante es la historia de Lucía, su conflicto: tiene que optar entre contar la verdad o que la dejen vivir. Y opta por contar la verdad, aunque no la vayan a dejar vivir. Imanol lo vio enseguida; yo tardé en verlo más, pero había que justificar el sueldo”, secunda entre risas Cebrián, que ya ha colaborado con Uribe en anteriores producciones.

Enriquecedoras entrevistas

A partir de ese momento, como guionista, emprendió “una fase de documentación periodística” en la que leyó todo lo que pudo acerca de aquellos acontecimientos. Al principio, hablaron mucho con Jorge Galán, incluso pensaron en comprarle los derechos de su novela, pero “yo sabía ya demasiadas cosas como para hacer la película y, al final, todo terminó donde había empezado Imanol”.

Conocerían luego al padre José María Tojeira (encarnado en la cinta por Carmelo Gómez), provincial de los jesuitas en Centroamérica de 1988 a 1995, que “fue muy generoso con nosotros: grabamos bastantes horas de conversaciones con él en la UCA y ha colaborado desde el primer momento”, recuerda agradecido Uribe. Y a Lucía (Juana Acosta), que resultó “esencial”, y a su marido (Juan Carlos Martínez).

Y es que, tras entrevistarse con este matrimonio salvadoreño, “solo queríamos contar ya la historia de Lucía, que era la idea original de Imanol desde nuestra primera conversación”. De hecho, inicialmente iba a llamarse La mirada de Lucía, pero la premonición de Ellacuría sobre la autoría de su propia muerte (aquí puesta en boca del actor que se mete en su piel, Karra Elejalde) les brindó el título definitivo: “Si me matan de día sabrán que ha sido la guerrilla, pero si llegan de noche serán los militares los que me maten”.

Entrelazar la realidad

Así que, después de encontrarse con unos y con otros, “no hubo que inventarse nada, sino entrelazar la realidad que había”, asegura Uribe. A lo sumo, “fundir” en algún personaje acciones o diálogos de otros. Como es el caso del propio padre Tojeira, que “tuvo mucho protagonismo –apostilla Cebrián–, aunque había más sacerdotes jesuitas adscritos a la universidad que estaban por allí”. “El resto –reitera Uribe– ha sido articular y guionizar la historia, porque la realidad estaba ahí”. Y ese “resto”, fundamentalmente, es la historia de Lucía.

Ella es “la puerta de entrada”, según Cebrián, porque “¡es tan absurda la muerte de los padres!… que hacer una película sobre eso tiene poco interés, más allá de la tragedia que supone”. “Sería contar una historia que todos conocen”, asiente Uribe. “Es una atrocidad sin sentido desde el punto de vista humano –prosigue Cebrián–, a nadie le puede parecer bien aquello, no hay un conflicto. Cuando lees todo en su contexto, es muy fácil seguir la línea que conduce de finales de 1989 al fin del conflicto: aquella matanza aceleró la paz, no el triunfo de la guerrilla; al menos, la capitulación del Gobierno en muchos aspectos”.

Ante la apertura caso masacre UCA

El rector, ante la reapertura del caso de la masacre en la UCA: «no ofrece las debidas garantías»Andreu Oliva, rector de la UCA, advierte: «Que no se juegue con los anhelos de las víctimas y con su sufrimiento»

Padre Andreu Oliva
Padre Andreu Oliva

El Padre Andreu Oliva, rector de la Universidad, hizo pública la postura institucional ante la reapertura del caso de la masacre en la UCA

En el actual proceso emprendido por la Fiscalía, «existe de parte de algunas de las autoridades públicas un interés en apartar a la UCA y en sembrar dudas de que la Universidad sea una de las víctimas o parte ofendida»

Ciertas irregularidades hacen temer que el proceso no ofrecerá las garantías de objetividad e independencia requeridas para encontrar la verdad, hacer justicia, reparar el daño causado y propiciar la reconciliación

“Como Universidad exigimos que el caso no sea instrumentalizado con fines políticos o particulares.  Y demandamos a que se respete el debido proceso, los derechos y garantías de todas las partes involucradas»

Por | Margarita Moreno/ UCA

En conferencia de prensa, realizada el 14 de marzo en el Auditorio “Segundo Montes, S.J.”, el P. Andreu Oliva, rector, hizo pública la postura institucional ante la reapertura del caso de la masacre en la UCA.

Oliva inició explicando que este nuevo proceso judicial se da en el marco del desmantelamiento del Estado derecho y de una campaña de acoso contra la Universidad: “Se nos acusa sin fundamento de no estar interesados en la justicia, de proteger a algunos de los implicados en este proceso judicial e incluso de no estar del lado de las víctimas”.

Mártires UCA
Mártires UCA

Ante esto, aseguró, la mejor credencial es la historia de la Universidad y su compromiso con la verdad y la justicia, sobre todo con los casos de violaciones a los derechos humanos durante el conflicto armado. Compromiso que se materializa en la labor del Idhuca: más de ochenta casos ligados a la guerra civil (de masacres, torturas y desapariciones forzadas) han sido investigados y documentados por el Instituto; setenta de ellos han sido presentados a la Fiscalía General de la República para su esclarecimiento, pero hasta la fecha no se reportan avances.

Con respecto a la reapertura del caso, el rector señaló que el proceso judicial inició en el año 2000, a petición de los familiares de los jesuitas asesinados, acompañados por la Universidad. Posteriormente, en 2017, luego de la anulación de la ley de amnistía, se solicitó la reapertura, pero el caso fue sobreseído de forma fraudulenta por la Sala de lo Penal.

En el actual proceso emprendido por la Fiscalía, “existe de parte de algunas de las autoridades públicas un interés en apartar a la UCA y en sembrar dudas de que la Universidad sea una de las víctimas o parte ofendida”, aseguró el rector, pese a que en 1999 la Comisión Interamericana de Derechos Humanos definió a los familiares de Elba y Celina y de los padres jesuitas, a la comunidad universitaria y a la Compañía de Jesús como víctimas de la masacre.

Caso UCA

De hecho, en su requerimiento, la Fiscalía afirma desconocer el domicilio de las víctimas y de los ofendidos. Esto, explicó el rector, “deja claro que no hay un reconocimiento a la Universidad de su carácter de víctima y que tampoco se reconoce a los familiares de los jesuitas asesinados ni a la Compañía de Jesús como tales”.

Estas y otras irregularidades hacen temer que el proceso no ofrecerá las garantías de objetividad e independencia requeridas para encontrar la verdad, hacer justicia, reparar el daño causado y propiciar la reconciliación. Por esto, por el momento, la UCA no participará como querellante.

“Como Universidad exigimosque el caso no sea instrumentalizado con fines políticos o particulares, y que no se juegue con los anhelos de las víctimas y con su sufrimiento. Y demandamos a que se respete el debido proceso, los derechos y garantías de todas las partes involucradas”, dijo Oliva.

Asimismo, la UCA rechaza “cualquier tipo de presión de actores externos, ya sea sobre los imputados, las víctimas o los funcionarios judiciales” y aboga porque el proceso se desarrolle “sin ningún tipo de interferencia indebida”

Cristiani, en búsqueda y captura

El expresidente salvadoreño Alfredo Cristiani, en busca y captura tras no presentarse en el juicio por los mártires de la UCA

marcha en El Salvador en memoria de Ignacio Ellacuría y jesuitas asesinados 1989 mártires de la UCA 2017
Mártires de la UCA

Una corte de paz ha iniciado un proceso contra el dirigente acusado de ser uno de los autores intelectuales de la Universidad Centroamericana

Finalmente, el pasado viernes, 11 de marzo, una corte de paz de El Salvador ordenó la busca y captura de Alfredo Cristiani, presidente del país centroamericano de 1989 a 1994, cuando se produjo la matanza de los jesuitas Ignacio Ellacuría y 5 compañero, junto a la cocinera de la comunidad y su hija en 1989. Cristiani se ha dado a la fuga aunque rechaza cualquier acusación.


La orden judicial se produce tras la ausencia de Cristiani –o cualquier representante suyo– en el proceso iniciado este jueves en un tribunal de Paz. “No me queda más que decretar la detención”, sentenció el juez según recoge la agencia Efe. “La verdad es que nunca supe de los planes que tenían para cometer esos asesinatos. Nunca me informaron ni me pidieron autorización porque sabían que jamás hubiera autorizado que se hiciera daño al padre Ellacuría o a sus hermanos”, ha destacado en un comunicado recogido por la misma agencia.

Escasas condenas

En paradero desconocido, el entonces presidente siempre ha sido considerado uno de los autores intelectuales –junto a 12 dirigentes más– de la matanza en la universidad jesuita, aunque hasta ahora los acuerdos de paz o los supuestos juicos no lo habían refrendado claramente. Solo la declaración de inconstitucionalidad, en 2016, de la ley de amnistía de 1993, ha permitido que el proceso llegue de nuevo a los tribunales –algo que se ha producido tras muchos reveses y obstáculos–. Hasta ahora, solo están en la cárcel el coronel Guillermo Benavides, desde 1991, y el ex viceministro de Seguridad, Inocente Montano, gracias a un juicio desarrollado en la Audiencia Nacional de España, por la nacionalidad española de 5 de los jesuitas asesinados.

Cristiani denuncia en su comunicado que “el fiscal general (Rodolfo Delgado) de mala fe y con claro desprecio de la verdad me ha acusado públicamente de omisión y de encubrimiento”. Para él, “el asesinato de los padres jesuitas, de Elba y Celina fue un acto espantoso, fue una acto salvaje. Las víctimas de estas y muchas otras atrocidades tienen derecho a la justicia y el pueblo salvadoreño tiene derecho a saber la verdad, pero la acusación del fiscal general no busca ni justicia ni verdad, busca perjudicar a quien consideran un opositor político inconveniente”. Nuevamente, se retrasa el cierre de esta herida en la historia judicial de El Salvador.